BREVES CONSIDERACIONES SOBRE LA MODERACIÓN EN “DE

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Artigo Original – Original Article
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BREVES CONSIDERACIONES SOBRE LA MODERACIÓN EN “DE
BEATA VITA” DE SAN AGUSTÍN DE HIPONA
Brief considerations about moderation in saint augustine of hippo’s
“de beata vita”
Eber Omar Betanzos Torres
Doctor en Derechos Humanos por la Universidad Nacional de Educación a
Distancia - Comisión Nacional de los Derechos Humanos (UNED-CNDH), Espanha.
Profesor en la Escuela Libre de Derecho, México
[email protected]
Resumen:
Este texto presenta una introducción a la obra DE BEATA VITA de San Agustín de Hipona,
poniendo énfasis –con base en su filosofía– en la virtud de la moderación como camino hacia
la felicidad terrena.
Palabras clave: Vida buena; Moderación; Felicidad.
Abstract:
This works provides an introduction to the work of St. Augustine`s DE BEATA VITA, with
an emphasis –based on his philosophy– on the virtue of moderation as a way to earthly
happiness.
Keywords: Good life; Moderation; Happiness.
AMPLIANDO Revista Científica da Facerb, v. 2. n. 2. Jul./Dez.2015.
Eber Omar Betanzos Torres
ISSN 2359-1366
I. Introducción
En el presente documento se hará un inicial acercamiento al estudio del texto de San
Agustín de Hipona DE BEATA VITA, específicamente acerca del tema de la “moderación”.
Para tal efecto utilizaremos la versión en español de Sobrino y Beuchot 1.
San Agustín es el primer gran filósofo cristiano, lo que no desliga su visión teológica
que acompaña sus pensamientos filosóficos, a partir de la idea de que el hombre es imagen de
Dios, por lo que para encontrar a Dios, deberá buscar su imagen en su propia intimidad.
En su extensa obra destacan Confesiones y La Ciudad de Dios. En este trabajo nos
referiremos a uno de sus escritos marginales, no por ello menos importantes, mismo que
analizaremos en las líneas subsecuentes: DE BEATA VITA. Esta obra fue compuesta en la finca
de Casiciaco, en Italia, del 13 al 15 de noviembre del 386, el día de su cumpleaños y durante
los días siguientes. Se trata de un diálogo sobre la vida feliz dirigido por San Agustín entre él,
su mamá, su hijo Adeodato y algunos de sus discípulos como Trigecio, Navigio y Licencio.
II. DE BEATA VITA
Como comentamos, esta obra fue escrita en el año 386 por San Agustín en forma de
diálogo, en ocasión de una disputa2 que se originó en el festejo del día de su cumpleaños.
Entre otras cosas hablará en dicho diálogo acerca de que Dios es la causa suprema y universal
de todas las cosas y en él se encuentra la causa eficiente del mundo, así como su causa final,
el cual radica en su supremo bien, que nos lleva a que en Él, el mundo alcance su
perfeccionamiento y su bienaventuranza.
En DE BEATA VITA rechaza el escepticismo e insiste en que la felicidad no consiste en
buscar la verdad, sino en encontrarla; pero no bastará con tener la verdad sino en además ser
feliz; por tanto el conocimiento que se tenga sin lograr un estado de felicidad será incompleta
1
San Agustín, Tratados, SEP, México, 1988.
En el sentido de los géneros literarios de la época, que consistía en una forma de argumentación en la que se
contrastaban dos o más ideas.
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y habrá que buscar aquel que nos dirija a la felicidad. En este sentido, el único conocimiento
que nos conducirá a la felicidad está en la verdad que “está en Dios” y “es Dios”. De esta
forma la vida feliz se alcanzará precisamente en el momento de comunión con Dios.
De esta manera, la felicidad no consiste en la posesión de ningún bien material, pues
aún quien piense que tiene todo tipo de objetos y satisfactores materiales no será feliz pues
vive con el temor de perderlo; además de que no es feliz una persona que considera le falta
aquello que desea, siendo entonces estos sólo medios para la vida terrena del hombre, pero de
ninguna manera caminos a la felicidad.
III. La moderación en la obra DE BEATA VITA de San Agustín de Hipona
En primer lugar San Agustín habla acerca de la moderación al referirse a la discusión
sobre si todo aquel que no es feliz ¿es infeliz?; así desarrolla varias premisas, refiriéndose en
una de ellas de la siguiente forma:
-¿Y qué te parece de uno que abunda y nada en estos bienes 3, pero ha puesto
un límite y raya a sus deseos y vive con templanza y contento con lo que
posee? ¿No te parecerá dichoso?
-No lo será -respondió ella- por aquellas cosas, sino por la moderación con
que disfruta de las mismas.4
En este sentido se desprende la importancia de la moderación en la vida buena y
virtuosa, pues será aquella la que marque la medida en la cual el goce de una cosa será
provechosa y, por tanto, virtuosa.
Cabe reflexionar al respecto si es posible que se pueda tener una virtud y ejercerla en
exceso. Por ejemplo en el caso de la justicia. ¿Se puede ser excesivamente justo? ¿La justicia
tiene una medida? Al respecto de la medida de la justicia se dice que la equidad es la justicia
aplicada al caso concreto y, en ese sentido, no estamos ante una medida numérica sino de
aplicación a través del juego de la virtud de la justicia con el resto de las virtudes. Esta
reflexión nos conduce a esbozar que una virtud lleva en sí misma a la moderación en su
3
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Bienes de fortuna.
San Agustín, Tratados, SEP, México, 1988. P. 127.
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configuración como tal, pues si no la tuviera no sería una virtud sino un defecto. Por tanto,
pareciera ser más bien que la moderación no es una virtud, sino uno de los componentes de la
virtud en general participado del ejercicio del resto de las virtudes, particularmente de la
virtud de la prudencia.
Con base en estos elementos veremos que la moderación será una virtud como tal,
únicamente en tanto es participación de la virtud de la prudencia, misma que dirige nuestra
conducta práctica para encontrar en la conducta del hombre el justo medio, encontrándose
esta en similar posición con el resto de las virtudes, es decir en el mismo grado de jerarquía.
La virtud de la prudencia, a través de la moderación permite que el hombre pueda dirigirse
hacia el fin último, es decir Dios y, de esa manera, ser feliz, pues solamente con la
moderación es posible encontrar el equilibrio que marca la prudencia.
Sobre esta posición San Agustín afirma que la moderación es una virtud,
categorización que reafirma al hablar acerca de las virtudes. Citando a Cicerón nos dice:
-Habiéndome propuesto oír vuestro parecer, porque, cuando estáis atentos al
estudio de las cosas divinas, sois como unos oráculos, veamos lo que
significa este nombre, pues me parece sumamente adecuado para la verdad.
La plenitud y la pobreza son términos contrarios; y aquí, lo mismo que en la
nequicia y frugalidad, se ofrecen dos conceptos: ser y no ser. Si, pues,
indigencia es la estulticia, la sabiduría será la plenitud. Con razón llamaron
algunos a la frugalidad madre de todas las virtudes. Admitiendo esta idea,
dice Cicerón en un discurso popular: Cada cual aténgase a lo que quiere;
pero yo juzgo que la frugalidad, esto es, la moderación y templanza, es la
más excelente virtud. Muy sabia y oportuna sentencia. Tenía la mira puesta
en el fruto, esto es, en la fecundidad del ser, contraria al no ser. Pero como el
uso vulgar ha limitado la frugalidad a la sobriedad o parsimonia, añadió dos
nombres más: la moderación y la templanza. Consideremos más atentamente
estos dos nombres. 5
Vemos de este modo que la alusión que hace San Agustín nos lleva también a pensar
si la moderación es una virtud, es un componente de las virtudes o es una virtud presente en
todas las demás virtudes. Al respecto comentemos que para que exista plenitud en las
virtudes, es necesario acudir a la moderación, pues ella marcará, en ejercicio de la virtud de la
prudencia y la equidad, la justa medida en una conducta específica, pero no sería propiamente
una virtud distinta a las demás. En este sentido se dibuja el comentario que hicimos líneas
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San Agustín, Tratados, SEP, México, 1988. P. 140.
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adelante en el sentido de considerar a la moderación más que una virtud una parte integrante
de las mismas.
Ello no obsta para señalar que es necesario un concurso de virtudes en la actuación de
un hombre para considerarlo virtuoso, siendo la moderación que participa de la prudencia uno
de los elementos moderadores en su ejercicio. No es que un hombre por tener una virtud sea
virtuoso o por carecer de una y por tener otra deje de poder ejercer virtuosamente en parte,
sino que a lo largo de su actuación como ser humano participará de las diversas virtudes para
conducirse a través del transcurso de su vida, actuando en sí la moderación como uno de los
canales que configurará la vida virtuosa y que por tanto en el seguimiento del ejemplo de Dios
lo conducirá más fácilmente a él y de esa manera a la felicidad.
El conocimiento a través del ejercicio de las virtudes permitirá al ser humano llegar al
fin último de sí: el encuentro del Bien absoluto y perfecto, que es Dios. Estos comentarios
también se apoyan en la siguiente cita:
Modestia o moderación se dijo de modo, y templanza, de temperies. Donde
hay moderación y templanza, allí nada sobra ni falta. Ella, pues, comprende
la plenitud, contraria a la pobreza, mucho mejor que la abundancia, porque
en ésta se insinúa cierta afluencia y desbordamiento excesivo de una cosa. Y
cuando esto ocurre, falta allí la moderación, y las cosas excesivas necesitan
medida o modo. Luego la abundancia supone cierta pobreza, mientras la
medida excluye lo excesivo y lo defectuoso. La opulencia misma, examinada
bien, comprende el modo, pues se deriva de ope, ayuda. Pero ¿cómo lo
excesivo puede servir de ayuda, si muchas veces es más molesto que lo
escaso? Tanto lo excesivo como lo defectuoso carecen dé medida, y en este
sentido se muestran indigentes y faltos. La sabiduría, es, pues, la mesura del
alma, por ser contraria a la estulticia, y la estulticia es pobreza, y la pobreza,
contraria a la plenitud. Concluyese que la sabiduría es la plenitud. Es así que
en la plenitud hay medida. Luego la medida del alma está en la sabiduría. De
donde aquel dicho célebre, de máxima utilidad para la vida: En todo evita la
demasía.6
Entonces, en la plenitud de la sabiduría hay medida y esta medida es otorgada por la
moderación. De este modo es posible llevar una vida buena y virtuosa, que conduzca a la vida
feliz, misma que sólo en Dios podemos encontrar y que vemos reflejada en nuestra vida diaria
comportándonos a semejanza de él ante cada situación, de manera que encontremos en este
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San Agustín, Tratados, SEP, México, 1988. p. 140.
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tipo de conducta moderada la dicha o felicidad, ya que la libertad humana, como toda causa
segunda, no es más que un instrumento de la omnipotente Voluntad de Dios, causa primera
tanto de la virtud como de la verdad y de todo ser, por lo que todo actuar virtuoso estará
configurado de ese modo. San Agustín menciona:
Luego ser dichoso es no padecer necesidad, ser sabio. Y si me preguntáis
qué es la sabiduría (concepto a cuya exploración y examen se consagra la
razón, según puede, ahora), os diré que es la moderación del ánimo, por la
que conserva un equilibrio, sin derramarse demasiado ni encogerse más de lo
que pide la plenitud. Y se derrama en demasía por la lujuria, la ambición, la
soberbia y otras pasiones del mismo género, con que los hombres
intemperantes y desventurados buscan para sí deleites y poderío. Y se coarta
con la avaricia, el miedo, la tristeza, la codicia y otras afecciones, sean
cuales fueren, y por ellas los hombres experimentan y confiesan su miseria.
Mas cuando el alma, habiendo hallado la sabiduría, la hace objeto de su
contemplación; cuando, para decirlo con palabras de este niño, se mantiene
unida a ella e, insensible a la seducción de las cosas vanas, no mira sus
apariencias engañosas, cuyo peso y atracción suele apartar y derribar de
Dios, entonces no teme la inmoderación, la indigencia y la desdicha. El
hombre dichoso, pues, tiene su moderación o sabiduría. 7
La moderación entonces conduce el camino del equilibrio del hombre, a través del
seguimiento de su destino en Dios, que lo dirige a la felicidad eterna, fuera de las tentaciones
a la opulencia y el desbordamiento en el comportamiento, contrarios a la virtud de la
moderación. Entonces vemos que para llegar a la felicidad, no únicamente basta con el
conocimiento, también hay que observar una conducta moderada, lo que no quiere decir que
la felicidad sea moderada, ya que la felicidad es un todo y sólo admite, en un plano terreno, la
división entre lo que entendemos por felicidad humana y la felicidad eterna.
Es oportuno comentar que las virtudes negativas serán opuestas al equilibrio, por tanto
irán en contra de la moderación, lo que no obsta para remarcar que en el mal, que es la nada,
no puede haber moderación, precisamente por no ser nada.
IV. Consideraciones finales
El mismo San Agustín concluye, al finalizar el diálogo, la importancia de guardar la
moderación, como equilibrio que debe guardarse en la conducta de todos los hombres, pues es
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San Agustín, Tratados, SEP, México, 1988. p. 141.
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ella la que conduce en modo más seguro a la verdad, que encontramos en Dios. Para llegar a
la vida feliz de su beatitud que nos comparte a nosotros en la salvación y el camino hacia él
debemos transcurrir por el conocimiento en él, en ejercicio de una vida virtuosa, que deberá
por tanto ser moderada.
Un aspecto fundamental tiene que ver con ser congruentes con la postulación de la
moderación en la conducta personal. San Agustín da prueba de ello.
Pues, dije yo, porque la moderación misma exige que interrumpamos
con algún intervalo de días nuestro convite, yo con todas mis fuerzas
doy gracias a Dios sumo y verdadero Padre, Señor Libertador de las
almas, y después a vosotros, que unánimemente invitados me habéis
colmado también de regalos. Habéis colaborado tanto en mis
discursos, que puedo decir que he sido harto de mis convidados.8
V. Referencia bibliográfica
SAN AGUSTÍN, Tratados, colección “Cien del mundo”, ed. SEP, México, 1986; reimp.
1988.
Recebido em 04.02.2015
Aceito em 07.04.2015
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San Agustín, Tratados, SEP, México, 1988. p. 142.
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