La Globalización del Conflicto Bipolar: EE.UU., la URRS y la pugna por las periferias (19471959). Dr. Vanni Pettinà, Kluge Postdoctoral Fellow, Library of Congress, Washington D.C. A lo largo de esta presentación intentaré mostrar el impacto que la rápida globalización de le Guerra Fría, con su extensión hacia las periferias Asiáticas y de Oriente Medio entre 1947 y 1956, tuvo sobre las relaciones entre EE.UU y América Latina. En primer lugar, intentaré describir como la incorporación de las así llamadas periferias en el conflicto entre Washington y Moscú modificó rápida y radicalmente la política exterior norteamericana hacia el continente latino-americano, incrementando los problemas de gobernabilidad económica de muchos países del continente. En segundo lugar mostraré como, de nuevo a raíz de la naturaleza global asumida por al Guerra Fría, Washington fue paulatinamente desarrollando una política de hostilidad hacia el nacionalismo progresista latino-americano no explícitamente anti-comunista. Haciendo particular énfasis sobre el caso cubano, esta presentación describirá como la combinación de estos dos procesos abrió una nueva etapa de tensiones entre Washington y América Latina y de choque entre la política exterior estadounidense y los procesos de cambio político en el continente, después de las convergencias que habían marcado los años 30 y la primera mitad de los años 40. La historia de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos entre 1947 y 1958 ofrece, de hecho, un caso de estudio particularmente significativo para ilustrar el desarrollo de ese proceso. En primer lugar, los íntimos lazos económicos, políticos y culturales desarrollados entre los dos países desde principio del siglo XIX hicieron Cuba particularmente sensible a los cambios de política exterior norteamericana. Por ello, la historia de la isla entre 1947 y 1952 resulta útil para mapear el impacto que la Guerra Fría tuvo sobre las relaciones interamericanas y para entender de que manera el conflicto bipolar influyó sobre la estabilidad política y la gobernabilidad económica del continente. En segundo lugar, al ser Cuba entre 1956 y 1959 epicentro de un proceso insurreccional liderado por una formación nacionalista, su estudio permite observar de cerca de que manera la extensión del conflicto bipolar a las periferias condicionó también la actitud estadounidense hacia el nacionalismo radical latinoamericano. 1 Un sector importante de la historiografía ha y sigue argumentando que el comienzo de la Guerra Fría no significó una ruptura de los equilibrios que Washington y las repúblicas Latino-Americanas habían alcanzado durante los años 30 y los años 40. Muchos autores han, de hecho, argumentado que el resurgir de nuevas tenciones interamericanas entre el final de los años 40 y durante la década de los años 50 se debió a un recrudecimiento de los apetitos hegemónicos norteamericanos y que la Guerra Fría simplemente proporcionó a Washington una poderosa coartada ideológica para la puesta en marcha de nuevas políticas neocoloniales después de la paréntesis de las Políticas de Buena Vecindad. Esta presentación pretende mostrar que la política exterior norteamericana después de 1947 fue responsable de una buena parte de la subida de las tensiones políticas y económicas en el continente y que, en este sentido, contribuyó decididamente en abrir una fase crítica para las relaciones interamericanas. Sin embargo, la presentación pretende mostrar, también, que el final de las Políticas de Buena Vecindad fue una consecuencia directa del comienzo del conflicto bipolar y de su globalización entre 1948 y 1956 y no una simple vuelta, basada sobre un giro ideológico, a las Políticas del Garrote interrumpidas durante los años 30 y 40. En este sentido, la presentación pretende destacar las interdependencias, a primera vista no del todo evidentes y hasta ahora escasamente tomadas en cuentas, entre la evolución política de América Latina entre 1947 y 1958 y la de otras regiones del globo. Se trata, en otras palabras, de reconectar la historia contemporánea de América Latina con la de otras regiones del globo y de evidenciar la presencia de ciertos mecanismos de interdependencia entre procesos aparentemente desconectados. Por razones de espacio, ya que esta síntesis de mi presentación tiene que mantenerse dentro de un número limitado de páginas, intentaré resumir lo más brevemente posible los dos puntos que destacaré a lo largo de la presentación. A grandes rasgos, el primer elemento que produjo cambios sustanciales en las relaciones inter-americanas fue la progresiva “asiatización” de la política exterior norteamericana a raíz de la extensión del conflicto bipolar hacia países como China, Indonesia, India, Pakistán y Filipinas entre 1947 y 1953. Este proceso sustrajo rápidamente recursos económicos y atención política estadounidense del continente latinoamericano y los re-direccionó hacia las nuevas fronteras asiáticas del conflicto bipolar. 2 Tanto la administración de Harry Truman como la de Dwight Eisenhower consideraron que el establecimiento de una configuración de poder favorable en Asia fuese más importante que el mantenimiento de una esfera de influencia estratégica en el Hemisferio Occidental. Asia concentraba una cantidad crucial de recursos industriales, naturales y de mano de obra que, de acuerdo con el pensamiento estratégico norteamericano, tenían que permanecer dentro de la esfera de influencia Occidental para poder contener con éxito la URSS. Además, de nuevo según Washington, Asia se encontraba mucho más expuesta por razones geográficas a una posible expansión soviética, una percepción que se vio aumentada por el comienzo del proceso de descolonización. Como recordaba un informe de la CIA de enero 1950, “while European strength and stability will remain of prior strategic importance to the US, most of the immediate crises during the 1950 probably will arise in Asia”. “The urgent question”, la CIA añadía, era “whether Soviet oriented China based Communism can continue to identify itself with nationalism and sweep into power elsewhere in Asia”1. En cambio, como recordaba otro informe de la CIA, la administración Truman consideraba que América Latina se encontraba lejos de una amenaza directa soviética: “Latin America and Africa south of the Sahara lay outside the area of fundamental USUSSR power conflict because of their remoteness form the influence of actual USSR power” y, por ello, concluía que “no basic security interest was developing there”2. Finalmente, al devenir Asia una prioridad y al tener Washington recursos políticos y económicos ingentes pero limitados, América Latina se vio claramente penalizada, viendo constantemente reducida la centralidad que había mantenido dentro de la agenda de política exterior estadounidense entre 1933 y 1947. La interdependencia entre la globalización de la política exterior norteamericana a raíz de la extensión de la Guerra Fría hacia Asia, el consecuente desclasamiento político de América Latina y el impacto negativo que este conjunto de factores tuvo sobre las relaciones económicas entre EE.UU. y América Latina se puede apreciar en un fragmento de un discurso pronunciado en Bogota por el Secretario de Estado de Truman en ocasión de la aprobación del estatuto de la Organización de Estados Americanos en la primavera de 1948. Para Marshall, “after four years of supreme effort and a million 1 Harry S. Truman Library, PSF: Intelligence File 1946-1953, Central Intelligence Reports File, Central intelligence Group, Box 213, CIA “Review of the World”, CIA 1-50, 18 January 1950: See also: Leffler, Preponderance of power, p. 337-338. 2 Harry S. Truman Library, PSF: Intelligence File, 1946-1953, Central Intelligence Reports File, Central Intelligence Group, Box 213, “CIA Review of World Situation (Preface to CIA49 Series)” CIA-49,19 January 1949, p. 6 3 casualties” los Estados Unidos se habían encontrados “themselves faced with the urgent necessity of meeting staggering and inescapable responsibilities -humanitarian, political, financial, and military- all over the world, in western Europe, in Germany and Austria, in Greece and Turkey, in the Middle East, in China, Japan and Korea”. Marshall añadía que “meeting these unprecedented responsibilities” había demandado “tremendous drafts” on the national resources and “imposed burdensome taxes on our people”. Por ello, Marshall evidenciaba que Washington estaba “prepared to increase the scale of assistance” para el desarrollo económico de América Latina pero también afirmaba que estaba “beyond the capacity of the United States Government itself to finance more than a small portion of the vast development needed”. “The capital required through the years,” concluía el secretario, “must come from private sources, both domestic and foreign”3. Sin el apoyo que Estados Unidos les había concedido y prometido entre el final de los años 30 y la década de los años 40, muchos países latinoamericanos vieron reducidas sus capacidades de gobernanza, entrando en una etapa de incertidumbre económica y de inestabilidad política. Como intentaré mostrar en la presentación este proceso se hizo muy evidente en Cuba, donde la falta de apoyo por parte de la administración Truman hacia las políticas de modernización económicas del gobierno de Prío Socarrás (1948-1952) tuvo efectos desastrosos sobre la estabilidad política del país, generando las condiciones de incertidumbre propicias para el golpe de estado de Fulgencio Batista en 1952. El segundo punto que quisiera debatir durante la presentación, al considerarlo útil para comprender los mecanismos de interdependencia entre América Latina y otras áreas del mundo y el impacto que la Guerra Fría tuvo sobre la evolución de los procesos políticos continentales, es la actitud de hostilidad que la administración Eisenhower fue paulatinamente desarrollando hacia el nacionalismo periférico que no se declarara explícitamente anticomunista. A partir de los primeros años 50, Washington empezó a percibir la expansión del fenómeno nacionalista descolonizador en las áreas periféricas del Mundo como una variable peligrosa en el contexto del conflicto con la Unión Soviética. El problema, particularmente para la Administración Eisenhower, fue que esa 3 “Address by the Secretary of State Before the Second Plenary Session of the Ninth International Conference of American States”, Department of State, Division of Publications Office of Public Affairs, April 1948, p. 4 and p. 9; on the results of the conference see also: Stephen G. Rabe. “The Elusive Conference. United States Economic relations with Latin America, 1948-1952”, Diplomatic History, 2,3, pp. 279-294. 4 tipología de nacionalismo radical dio la impresión de acercarse o de converger en un número creciente de casos con la política exterior soviética de la etapa post-estalinista, proyectando la posibilidad concreta de alterar a favor de Moscú los equilibrios geopolíticos en el Tercer Mundo. A partir de 1955, América Latina había plenamente entrado a hacer parte de ese escenario y la administración Eisenhower temía la capacidad que Moscú había desarrollado en atraer hacia su lado los actores nacionalistas del continente. Como adelantado Cuba representa, nuevamente, un interesante caso de estudio al permitir rescatar el impacto que la perspectiva global desarrollada por Washington tuvo sobre el acercamiento norteamericano a la insurrección nacionalista liderada por Fidel Castro y a su rechazo de la misma. Ya en 1948, la CIA había identificado la convergencia entre el fenómeno de la descolonización y las estrategias “expansionistas” soviéticas en las periferias como uno de los retos más desafiantes para la seguridad occidental en los años a porvenir. En un documento de análisis publicado en 1948 y significativamente titulado La desarticulación de los Imperios Coloniales Europeos y sus Implicaciones para la Seguridad Norteamericana (The Break-up of the Colonial Empires and its Implications for U.S. Security), la CIA había destacado el riesgo de que los estados recientemente descolonizados y los movimientos de liberación contra el yugo colonial europeo pudieran adoptar una actitud pro-soviética: La expansión del nacionalismo en las áreas coloniales, que ha ya exitosamente logrado romper una larga parte del sistema colonial europeo y crear una serie de nuevos estados nacionalistas en Oriente Medio, Asia Oriental y del Sur, tiene implicaciones cruciales para la seguridad norteamericana, particularmente en términos de un posible conflicto con la URSS. El desplazamiento de las áreas coloniales de la orbita de las potencias coloniales no solamente debilita los aliados Europeos sino que priva a EE.UU. de un acceso garantizado a recursos estratégicos y materias primas en estas áreas en caso de un conflicto. Si los estados recientemente librados y emergente adoptaran una actitud pro-Soviética, la seguridad militar y económica estadounidense se encontraría bajo seria amenaza4. De manera interesante, la CIA destacaba también que los movimientos anticoloniales tenían la potencialidad para transformar el conflicto bipolar en lo que Odd Arne Westad ha definido como la Guerra Fría Global “(Global Cold War), es decir, extender el terreno del enfrentamiento más allá de los confines europeos hasta incorporar al globo entero: 4 CIA, FOIA, The Break-up of the Colonial Empires and its Implications for U.S. Security, 9 de Marzo 1948, International Estimate, p. 1. 5 El movimiento de independencia colonial no es, entonces, ya un fenómeno doméstico entre las colonias Europeas y sus dependencias. Ha sido catapultado en el arena más amplia de la política mundial y se ha transformado en una variable dentro de los problemas más amplios entre Oriente y Occidente, entre las naciones industrializadas y las subdesarrolladas y entre las potencias Occidentales y la URSS Finalmente, la CIA concluía afirmando que la inserción del los movimientos independentistas y nacionalistas dentro del conflicto entre Este y Oeste habría podido aventajar fuertemente las que la agencia definía como las “estrategias expansionistas” de la URSS en las periferias, aumentar su influencia en la región y privar a Occidente del acceso a recursos naturales de extremada importancia5. A pesar de las advertencias de la CIA acerca de una posible convergencia entre el nacionalismo tercermundista y la “estrategia expansionista” soviética en el marco del proceso de descolonización, hasta el comienzo de 1950 Washington siguió considerando posible una política de acercamiento constructivo a los movimientos de liberación nacional y a los regímenes radicales surgidos de la lucha anticolonial. Sin embargo, durante los primeros años 50, esta posición pasó por una mutación sustancial a causa de la habilidad con que la política exterior soviética empezó a interactuar con los movimientos nacionalistas y los regímenes radicales en las periferias del mundo. El lanzamiento de la Coexistencia Pacifica durante el periodo del gobierno colectivo de Georgy Malenkov, que siguió a la muerte de Stalin en 1953, y su reforzamiento durante los años de Nikita Khrushchev, resultó en una ampliación significativa de las capacidades soviéticas para orientar por medio de instrumentos económicos y políticos el nacionalismo de las periferias hacia Moscú. La Coexistencia Pacífica implicaba que la URSS podía entender y responder mejor que Occidente a las exigencias de modernidad, independencia, justicia social y desarrollo económico de los pueblos de la tierra sujetos al yugo colonial, recientemente descolonizados o en lucha para la instauración de un modelo económico-social más equitativo. Este cambio de perspectiva revolucionó el tablero del conflicto bipolar, desplazando inesperadamente el foco del enfrentamiento con EE.UU. del plano militar al de las narrativas modernizadoras y, también, al de la determinación en apoyar los procesos de liberación nacional. A lo largo de la presentación, intentaré mostrar como durante la década de los años 50, gracias a la Coexistencia Competitiva la URSS fue ganando posiciones en el Tercer Mundo y en América Latina, empujando la administración Eisenhower hacia una 5 Ibidem. 6 posición defensiva en términos de interacción con los actores nacionalistas. Además, intentaré conectar el nivel global con el local, describiendo como la reacción de hostilidad que los diplomáticos norteamericanos tuvieron frente a la insurrección liderada por Fidel Castro entre 1956-1959 fue, también, el producto y la continuación de una década en la que Washington había contenido con dificultad la convergencia entre un sector importante del nacionalismo progresista periférico que, aun sin ser marxista no mantenía una posición abiertamente anti-comunista, y la política exterior del Kremlin. La oposición norteamericana a Castro, inclusive antes que la insurrección nacionalista se tornara revolución socialista después de 1959, representó la continuación coherente de ese proceso. 7