Sedevacantista - Católicos Alerta

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Sedevacantista:
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CATÓLICO
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N° 1
Septiembre de 2009
La Jurisdicción en la situación actual de la Iglesia:
Respuesta a algunas contra-verdades
Actualmente, un pequeño grupo de personas se basa en varios
textos para llegar a una dramática conclusión: “ningún sacerdote u
obispo (católico) tiene jurisdicción debido a la ausencia de Papa y de
jerarquía en la Iglesia. [NDLR: afirmación exacta]. Por ello, ya no
deben decir misa públicamente y se nos prohíbe asistir a ellas.
[NDLR: aquí es donde se encuentra el error]”.
Este grupo de fieles pretende vivir sin los sacramentos (que
permiten, sin embargo, la santificación y la vida de nuestra alma) con
el pretexto de que no hay más sacerdocio. En otras palabras,
actualmente, ¡"ya no habría verdaderos sacerdotes y obispos, por lo
tanto, tampoco Misa y sacramentos en la tierra"! Esta posición
luego se contradijo y se exterminó con la promesa de Nuestro
Señor, quien nos dijo: "Yo estaré con ustedes, por siempre, hasta el final de los siglos".
Raban (Arzobispo, teólogo del siglo IX):
"De estas palabras debemos concluir que, hasta el fin del mundo, siempre habrá hombres dignos de ser elegidos por Dios para
servirle de morada. "
San Beda (doctor de la Iglesia, siglo VIII):
"Pero, ¿cómo el Salvador pudo decir: «Aquí estoy yo con ustedes», mientras que en otro lado dijo: «Me voy hacia aquel que me ha
enviado»? Es porque los atributos de la naturaleza divina son diferentes de las propiedades de la naturaleza humana. El Salvador irá
hacia su Padre por su humanidad y permanecerá con sus discípulos en esta naturaleza divina que lo convierte en un igual a Él. Con estas
palabras: «Hasta el final de los siglos», utiliza lo finito para significar lo infinito, puesto que es evidente que aquél que permanece en el
siglo presente con los elegidos, para protegerlos, permanecerá eternamente con ellos luego del fin del mundo, para recompensarlos ".
Este pequeño grupo de personas, para llegar a su conclusión errónea, se basa esencialmente en los
textos de leyes (eclesiásticas) del Derecho Canónico. Tal y como lo veremos, esta gente se apoya en el
sentido literal, pero no en el espíritu. No obstante, San Pablo nos enseña que "el sentido literal mata y el
espíritu vivifica".
En la situación actual, donde todo está en desorden, la Iglesia, madre de las almas, preocupada
por la misericordia y la atención, en una situación dramática, no tiene las mismas intransigencias.
Hoy, las reglas exclusivamente eclesiásticas que van contra el fin al que aspiran (por ejemplo la
necesidad de un mandato romano para una consagración) ya no se pueden aplicar y no tienen más
fuerza ejecutoria (no son aplicables) en razón de la situación inédita y extraordinaria de la Iglesia.
Además, incluso en tiempos normales, el no respeto de estas reglas eclesiásticas (necesarias y lógicas
para preservar el buen funcionamiento y el orden de la institución humana de la Iglesia y para que se
respete la jerarquía de la Iglesia y la primacía del Papa) no viene a impedir la validez propia de un
sacramento.
Esto es lo que escribía al respecto en 1988, Mons. Guérard des Lauriers, teólogo dominicano:
"Para comprenderlo correctamente, debemos recordar que, en la Iglesia militante considerada como un
colectivo humano, TODA LEY EXCLUSIVAMENTE ECLESIÁSTICA (las modalidades que tienen que ver con
la vacante y la provisión de la Sede apostólica resultan de este tipo de ley) INCLUSO AQUELLA QUE LLEVA
UNA SENTENCIA LATAE SENTENTIAE, sólo tiene su fuerza ejecutoria en virtud de la Autoridad
actualmente ejercida. Para que sea de otra manera, para que puedan existir en la Iglesia militante leyes
exclusivamente eclesiásticas que tengan fuerza ejecutoria independientemente de la Autoridad, haría falta que,
al menos por estas leyes, la Autoridad reciba su propio mandato de la Iglesia militante en cuanto esta es un
colectivo humano. Sin embargo, esta doctrina es tan explícitamente condenada por el Vaticano I como
equivocada [DS 3054]. Toda ley exclusivamente eclesiástica es pues, radicalmente, una ley humana que solo
tiene fuerza ejecutoria por la Autoridad: la cual, por esencia, es monárquica [monos arche].
Resulta que toda ley exclusivamente eclesiástica puede estar sometida y ESTÁ ACTUALMENTE
SOMETIDA, a las vicisitudes propias de las leyes humanas. Por un lado, la Autoridad que da fuerza a la ley
puede faltar; y esto sucede por la vacante formal de la Sede apostólica. Por otro lado, puede ocurrir que, per
accidens, al aplicar el sentido literal de la ley perjudique su objetivo en lugar de cumplirlo. Esto es lo que
ocurre actualmente. La exigencia del «mandato romano», exigencia reforzada por Pío XII, como condición de
toda Consagración episcopal, fue ordenada para afirmar mejor y proteger el carácter monárquico de la
Autoridad que se ejerce sobre todo Obispo y todos los Obispos del catolicismo. Sin embargo, según Karol
Wojtyla, una «consagración» realizada por el «mandato romano», conlleva que: en primer lugar, la persona
«consagrada» (¡supongamos que lo es!) está ipso facto en estado de cisma capital como el propio Wojtyla; en
segundo lugar, la «consagración» realizada por el nuevo rito, que es dudoso, es también dudosa y por ello debe
ser considerada prácticamente como no válida. La fidelidad al «mandato romano» tiene entonces como
consecuencia que, a corto plazo, Wojtyla sea el monarca absoluto de una asamblea mundial cuyos miembros
lleven para dicha ocasión las insignias episcopales, aunque no sean en absoluto Obispos y, por ello, sucesores de
los Apóstoles.
«El sentido literal mata, el espíritu vivifica» [San Pablo, II Cor. III, 6; cf. Rom. II, 27-29]. Cuando el sentido literal
de la ley [la prescripción del «mandato romano»] DESTRUYE el fin que busca dicha ley [saber la unidad y
partiendo la realidad propia de la Iglesia militante], (a saber la unidad y por consiguiente la realidad propia
de la iglesia militante) http://diccionario.reverso.net/frances-espanol/partant
corresponde a la virtud de
EPIQUEYA no tener en cuenta este sentido literal con la estricta y única medida que sea necesaria para
continuar asegurando este fin. Los actos que, por necesidad, se realizan contra el sentido literal de la ley con el
objetivo de asegurar el fin se denominan "lícitos" aunque sean ilegales. Esta doctrina siempre ha sido admitida
en la Iglesia.
Las leyes, incluso exclusivamente eclesiásticas, son la expresión de la Sabiduría. Siempre conservan valor
directivo, incluso si, per accidens, ceden su fuerza ejecutoria. Por ello, es necesario tratar de no realizar
ningún acto que contradiga la Sabiduría inspiradora de estas leyes.
[...]
Conviene sumamente que dure sobre la tierra la MISSIO instituida por Cristo. (Mat XXVIII 18-20). La MISSIO
comprende ciertamente la ofrenda de la OBLATIO MUNDA [NDLR: la Santa Misa pura non una cum] antes que
nada. Pero es más amplia: "Id, enseñad, bautizad, educad". Fue confiada a todos los Apóstoles por igual y a cada
uno respectivamente. Es entonces verdaderamente distinta de la SESSIO, es decir, de la jurisdicción prometida
(Mat. XVI 18-19), y luego concedida (Juan XXI 15-17) plenamente a Pedro solo; comunicada a los otros por
participación a Pedro y, por ello, únicamente por mediación de Pedro.
A los Sacerdotes «fieles» que cuestionan la distinción real entre la MISSIO y la SESSIO alegando que es una
«innovación sospechosa», me limito a hacerles una pregunta. «Ustedes confiesan a los fieles. Han recibido este
Poder en su ordenación sacerdotal. Aquí vemos, con exactitud, la segunda función de la MISSIO ("bautizad",
administrad todos los sacramentos). Pero, ¿de quién, de qué persona moral o física, tienen ustedes "los poderes"
que, según el Concilio de Trento, se requieren para que puedan utilizar de manera válida el Poder recibido en
su Ordenación? No, ustedes no tienen "estos poderes", mucho menos si son de Ecône puesto que reconocen
oficialmente ser "suspens a divinis"» A lo que responden: «La Iglesia suple». Pero esta «suplencia» está
asegurada, en la Iglesia en orden, por una ley exclusivamente eclesiástica que, como todas las leyes de este
tipo, está actualmente privada de fuerza ejecutoria.
Por lo tanto, no hay «suplencia». La Verdad es que ustedes pueden servirse del Poder sin tener los «poderes»
porque, actualmente, el Decreto de Trento está privado de fuerza ejecutoria. En consecuencia, la Verdad es
que ejercen la MISSIO, aunque estén privados de la participación requerida normalmente a la SESSIO... Por esta
razón, toda la Iglesia militante está en este MISMO estado de privación (con respecto a la SESSIO) en el que
están afectados. La MISSIO y la SESSIO son entonces, en el seno de la Iglesia militante, dos partes esenciales,
verdaderamente distintas, en derecho inseparables, de hecho actualmente disociadas: la SESSIO está mantenida
en suspenso por la vacante formal de la Sede apostólica (Cf 1) y la MISSIO perdura, siempre que se puede, en
los sacerdotes y los fieles que manifiestan que están unidos a la Tradición: MISSIO, en estado de privación, lo
repetimos.
En estas condiciones, esta es la alternativa que deben elegir los fieles apegados a la Tradición:
A) O bien no proseguir con la MISSIO. Porque en estado de privación, al ser abandonada por la SESSIO, se
encuentra ipso facto sin normas, condenada a múltiples peligros, comenzando por la herejía y el cisma. El único
Sacramento posible, y verdaderamente válido, sería el Bautismo. Es suficiente para que Dios otorgue la Fe y la
Gracia Santificante. Esta alternativa no es EN DERECHO imposible. Es la que eligen MUY POCOS fieles.
A) O bien proseguir con la MISSIO. Porque se estima que es DE HECHO imposible conservar la gracia
santificante, incluso la única FE, sin los Sacramentos.
In dubiis, Libertas! Podemos elegir A o B. Pero:
1) Que cada uno respecte la elección del otro; 2) que cada uno se conforme rigurosamente a la exigencia interna,
ontológica, de su propia elección.
Yo he elegido B. Respeto profundamente a las personas que han elegido A: que Dios los ayude. Pero repruebo
que algunas de estas personas critiquen y juzguen con «altanería», como si fueran la Autoridad, la opción B que
son libres de no elegir... Incluso actúan DE HECHO, como si hubiesen elegido B.
Si elegimos seguir la MISSIO, con el fin de que la FE y la VIDA sean conservadas en mayor cantidad,
evidentemente hacen falta Obispos. No hay Sacramentos sin Sacerdocio y sin Obispos. MISEREOR SUPER
TURBAM! Tal es la segunda razón por la que he aceptado recibir y por la que propongo conferir el
Episcopado”. [...]
Fragmentos del libro: "El problema de la autoridad del episcopado en la Iglesia".
Para explicar la virtud de Epiqueya (que enseñó Santo Tomás), Mons. Guérard, gran teólogo,
solía poner este ejemplo:
"Cada día, una madre le ordenaba a su hija mayor: «no toques a tu hermanito, bebé, hasta que yo vuelva de
hacer las compras». La hermana mayor respetaba fielmente esta consigna. Pero un día, al regresar la madre, la
hermana mayor fue a su encuentro con el bebé en brazos. ¡¿La había desobedecido?! Sin embargo, existía una
razón: la casa se estaba incendiando. "
La actitud de estos fieles que rechazan los sacramentos de todos modos válidos, puros y
completamente católicos, nos demuestra una gran ignorancia de la religión, de la vida de la Iglesia,
de su historia. Vivir con el Código de Derecho Canónico en mano como única fuente es totalmente
estúpido y completamente infructífero.
Tienen un falso concepto de lo que es la Iglesia. La imaginan como una institución rígida y severa.
La historia nos demuestra todo lo contrario: ¡las leyes eclesiásticas perpetuamente se han adaptado,
reforzado y completado, según las necesidades de la Iglesia y de la santificación de las almas!
No imitemos a los fariseos que seguían la ley al pie de la letra en detrimento de la salvación de
las almas. ¡Esto es lo que los ha perdido! En el Evangelio tenemos un magnífico ejemplo de la
conducta que debemos tener con respecto a la ley humana. Como lo podemos leer en el Evangelio
según San Lucas (Luc. 14), si un burro caía en un pozo el día del sabbat, estaba prohibido ir a sacarlo
de allí ya que la ley lo impedía. Se trataba de seguir el espíritu del sentido literal condenado por San
Pablo. Ahora bien, Nuestro Señor nos dice que, a pesar de la ley, vayamos a sacar al burro del pozo
ya que hay una necesidad y se trata simplemente de sentido común.
Rechazar los sacramentos y no asistir a la Santa Misa, con el pretexto de que el Sacerdote (católico,
ordenado válidamente por un obispo) no tiene poder de jurisdicción (es imposible tenerla hoy
puesto que ya no hay Papa ni jerarquía) es seguir el espíritu de los fariseos. ¡Qué error grave! ¡Esto es
incluso suicidio! ¡Equivale a quedarse en la casa que se incendia, en lugar de salir, con el pretexto
de que una ley lo prohíbe!
Esto es lo que dijo el Padre Grossin cuando escribía en un foro:
"Cuando la casa se incendia, no pedimos permiso a nuestro vecino para sacarle su agua. Hay que
comprender que en la situación actual, las reglas estrictas de la Iglesia en orden ya no rigen. No hacer
nada y quedarse mirando los niños que se queman en la casa sin intentar apagar el fuego es CRIMINAL.
Dirían ustedes que no tenía el derecho de robar el agua del vecino para apagar el fuego. (Suponiendo que solo
su agua estaba disponible). Estoy entonces puro de todo pecado. Por el contrario, alguien que robó el agua del
vecino para salvar vidas es un abominable pecador. ¿No tendría que haber hecho nada con tal de no cometer un
robo? Pido disculpas, ¡pero esto se parece más a un razonamiento de fariseo que no quiere salvar a su prójimo
un día de sabbat! No hacer nada es condenar a las almas a estar privadas de los sacramentos que son
los canales de la gracia. [...] Las cuestiones sutiles del Derecho Canónico no se tienen en cuenta en nuestra
situación extraordinaria actual que no fue prevista por el Derecho. Atreverse a manifestar argumentos
canónicos, válidos cuando la Iglesia está en orden, con una autoridad y tribunales, da prueba de un
legalismo fariseo y mortal."
> Conclusión:
Por las razones anteriores es absurdo, suicida y criminal rechazar los sacramentos válidos (non
una cum) con el pretexto de que los Sacerdotes y los Obispos no tienen más poder de jurisdicción
debido a la ausencia de Papa y de jerarquía en la Iglesia. Es absurdo, suicida y criminal querer
impedir a los fieles el acceso a los sacramentos según las razones que se explicaron. Es absurdo,
suicida y criminal el rechazo de reconocer a los obispos católicos non una cum como tales con el
pretexto de que han sido consagrados sin mandato romano. Se trata de un espíritu no católico. Pero
esto no es en sí sorprendente: estos fieles, al no haber recibido el Sacramento de la Confirmación,
sacramento que otorga los 7 dones del Espíritu Santo, están ciegos... ¡Oremos por ellos!
> Respuesta a algunas objeciones:
1. Frente a esto, algunas personas piensan destruir nuestra posición y tendernos una trampa cuando
hacen maliciosamente esta pregunta:
"¿La Epiqueya puede permitir lo que está prohibido por el Santo Concilio de Trento (sesión XXIII
canon VII) y el Denzinger 967?"
Respuesta del Padre Grossin: "La Epiqueya no autoriza aquello que está prohibido. El problema
está mal planteado así. La Epiqueya tiene en cuenta las circunstancias concretas que la ley no ha
previsto con todos sus detalles. Ahora bien, en nuestra situación actual, los sacerdotes católicos non
una cum no afirman que tienen la jurisdicción. Estamos todos de acuerdo en decirles que no
tenemos jurisdicción ordinaria. ¡No aseguramos ser enviados por una autoridad que ya no existe!
Nosotros no venimos de otro lado, como lo prohíbe el Concilio de Trento, mantenemos los
sacramentos válidos, no partimos en misión. Esta batalla del mantenimiento, para retomar la
expresión de Jean Vaquié, respeta la intención y el espíritu de los Padres del Concilio de Trento
cuando escribieron su texto. En ese momento, querían proteger la Fe y los sacramentos íntegros
contra los protestantes. Es esto lo que hacemos con los pocos medios que nos quedan hoy. "
2. "Para absolver, es absolutamente necesario que el sacerdote tenga el poder de jurisdicción. Se
trata, en efecto, de una ley de derecho divino que no puede concernir a la Epiqueya".
Efectivamente, una ley de derecho divino no puede ser transgredida y no concierne a "la Epiqueya".
El padre BELMONT explica en un artículo que la jurisdicción tiene que ser de derecho divino para
absolver. Pero el derecho de la Iglesia nos asegura formalmente que, en caso de error común o de
peligro de muerte, la Iglesia suple la jurisdicción (es decir, da jurisdicción). San Alfonso admite —
y con él la Iglesia, que le atribuye una autoridad muy particular a su opinión en estos temas— que es
similar al caso de peligro de muerte el de los prisioneros (no necesariamente condenados a muerte),
quienes, para confesarlos, encontrarían únicamente sacerdotes sin jurisdicción. El caso en que nos
encontramos, ¿no es de este tipo?
> Padre Belmont: "La situación trágica de la Santa Iglesia —ausencia de autoridad pontifical, colonización de
las estructuras de la Iglesia por una religión hereje y sacrílega, escasez de sacerdotes— y los grandes peligros
para el alma del mundo moderno: esto constituye objetivamente una grave necesidad en la que la suplencia de
la Iglesia vuelve válida la absolución que da un verdadero sacerdote. En el acto mismo de la absolución,
Jesucristo y su Iglesia suplen la jurisdicción que falta. Además, esto es verdadero si el padre o el penitente
se equivocan en cuanto a la existencia, a la gravedad o a la naturaleza de la crisis: el fundamento de la necesaria
suplencia no está en su juicio (verdadero o falso), sino en la realidad objetiva. [...]".
> Leer el estudio completo del Padre Belmont: "Jurisdicción para las confesiones en
tiempos de crisis".
El demonio, enemigo incansable de los sacramentos, es muy hábil para encontrar argumentos "con
una buena apariencia" con el fin de que una pequeña cantidad de sacerdotes y obispos católicos que
son fieles dejen de celebrar la Santa Misa y de dar los sacramentos.
Nuestra Señora del Sacerdocio,
¡protégenos contra los ataques
enemigos!
2. "¿Y para las consagraciones sin mandato?"
Leer este enlace: Las consagraciones sin mandato en nuestra época
> Resumen de la posición católica por el Padre Ricossa con respecto a la
jurisdicción:
a) En la Iglesia existe el poder de orden y el poder de jurisdicción.
b) Estos dos poderes, que están íntimamente unidos por una relación mutua y que normalmente deben
ser ejercidos conjuntamente, son sin embargo realmente distintos y pueden excepcionalmente
ejercerse de manera separada.
c) La Sede apostólica está actualmente vacante.
d) Como la Sede está formalmente vacante, resulta que, al no haber Papa, que es la fuente de la
jurisdicción eclesiástica (y también el resto de la jerarquía, que goza de la jurisdicción ordinaria o
delegada), no hay nadie que sea depositario de una jurisdicción ordinaria, delegada o suplente por
el derecho, no solo entre los fieles del Vaticano II, sino también entre sus opositores.
e) El poder de orden (por la gloria de Dios con la ofrenda del Sacrificio y la salvación de las almas, la
administración de los sacramentos, la evangelización, etc.) no puede y no debe desaparecer; puede
entonces ser ejercido incluso por sacerdotes privados de poder de jurisdicción, según el rito
(tradicional) de la Iglesia. Negar este punto lleva a negar la continuidad de la Iglesia tal y como fue
concebida por Cristo. Los obispos consagrados con este fin no gozan sin embargo del poder de
jurisdicción, gozan únicamente del poder de orden.
f) Podemos admitir que los obispos y los sacerdotes que ejercen de esta manera el poder de orden
reciben de Cristo —per modum actus, es decir, de manera transitoria y para cada acto sacramental
realizado de forma singular— un poder de jurisdicción de suplencia. Esto vale sobre todo para el
sacramento de penitencia, por el cual la jurisdicción es necesaria no solamente de derecho
eclesiástico, sino también de derecho divino, por la propia naturaleza del sacramento.
g) Pero esta jurisdicción suplente se supone que fue otorgada únicamente para estos actos que
tienen un fundamento en el poder de orden (o para aquello que es absolutamente indispensable
para la continuidad de la Iglesia. cf. Sodalitium nº 44 pp 14-15-16, nota 7, donde se citan los teólogos
Billuart y Zapelena) y no para los actos de jurisdicción pura en sí, que, por otro lado, no tienen ningún
fundamento para recibir esta jurisdicción.
Por ello, es posible admitir una suplencia de parte de Cristo. Sin embargo, negamos que sea
posible admitir tal suplencia si reconocemos en actos la autoridad de Juan Pablo II (Cristo actuaría
siempre por intermedio de su Vicario y jamás sin él) y negamos, incluso en la hipótesis de la vacante
de la Sede apostólica, que Cristo pueda dar autoridad a organismos jurisdiccionales compuestos de
personas privadas y desprovistas de toda autoridad, inclusive material (como las Comisiones
canónicas de la Fraternidad o los cónclaves de los sedevacantistas).
Fuente: Sodalitium, n° 51, p. 49.
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