Page 1 " 111 J LA FORMACI O N DE LA S CLAS ES N ACI ONALE

Anuncio
111
J
LA
FORMACI O N
DE
LA S
CLAS ES
N ACI ONALE S
"Estoy acosado, estoy rJegido" .
n:afka.
"
No ción del acoso y la elección - La
nació n sobrevive com o un factum - E l
recollocim ien to en tre los sol d ldos ­
El p1'Oceso crea a sus contradictores
- Francachela dI! una clase ex tran je_
ra - La conjuración rosque ra - Bu­
ró cratas y po'íticos de la oligarquía ­
La nacirJn fáct ica y la nació n para si
misma - La paciencia p etrificada de
una clase exiliada - Persistencia y re­
sistencia de los camp esinos indios )'
mest izos - Las ma1ianas atormentadas
de JesUs de Ma chaca - L as cluses na­
ciona les niegan la negación de la na­
ción - A mbivalen cia y d::sdoblmniento
de las capas medias - I-Iyúris de un pó­
li f'o intcfigenk y avizor .- Jerigonzas
doctrinal es de pequelias gentes - Las
ideas com o defin ición y la confusión
de las ideas - Un burgués que no creció
- El lujo d e aliena'-se - El proleta­
riado en su estado puro - Varios siglos
del mundo en una elección personal ­
Seií.ales de una taTea ron úoca de ries.
go - Una clase despierta y peligrosa ­
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Los mineros expresan p eligrosamente
los intereses de la na ción - El nacio.
nalismo de los países- ob je to - La ética
protestan le y el a,-ancel boliviano - L a
semicolonia se invade a sí misma - El
imposible crecimiento normal del Es­
tado nacion al - L ucha de clases y lu­
cha nacional - Clases nacionales y cla­
ses extranjeras.
De todas m aneras, es inevitable fil iar a Bolivi a
como a u n país persegu ido, en un grado tcd .lv:a
ma yor que b s demás Ilacio nes lati noamer icanas. Co­
mo semico~oni a mis\lla, es una sem ico lo nia má s des­
graciada q ue b s <.!c mús. Los herhos, las n acio nes, los
intereses la ased ian d e una manera ta n in tensa que
parccerían ser p arte de u na con fab ulación. E ~ te acoso,
q ue quiere Ilacer d:ui o a l p:l ís, o que, al serv icio de sus
interes ~s hace daiio en e fecto a \In país q ue no le im­
pOrla, cre:1 un ritmo hi~ l\íri (o en las cl ases nacio nales,
q ue son las q ue contienen la nacj(¡ n. B:1 jo el Clcecho
ex lra n jero, espaiiol o ingl és o norteamer icano, angl o.
argen ti no o :1I1g10-chileno, resistie nd o a la invasió n eco·
nómica y a la invasió n cultural, a la enajenación q ue
fra guan sus >tgcntes y SU!i c1;:ses-agentes dentro del es­
quema soci al del pa l!i, la naciélll wbrevive como u n
fa ctum, dis perso, consisten te e inédito en las clases na­
ci onales. Pocas vece5 consig-uen ellas expresarse como
poder y ni :tun como pretensión coherente d:1 pod er
pe-ro realizan una misicin de resistencia, de ('onservaci(in
y de perseverancia en SIl rrop io ser, en m~d'o de un
pa's que, en todos los dem:i s aspectos, ('qá p ~ rmanente­
mente uCllp:tdo. I.a nacicín fá ctica, es el ecir, la nación
inevitable y ramal, herho a veces pasivo pero pre,cllte
siem rre y ex istente si n dll!la S, sobreyive así a pesar de
un illt-:: rminable acec ho. ele las cat;'¡'trofes. oe las mu­
tilaciones territor ia le s, de b instalación pertinaz de la
p edagogia oligárquica.
Son, empao, el propio impe-r ialismo y sus wrios
locales los que crean las condiciones para q ue las c~ases
nacionales despierten de su sueíio defensi vo. Hasta en­
tonces, eslos grupos habían entrado a la historia só; o
por irrupciones, desordenando la lógIca del sistema
p ero frustrándose a la vez a p artir de su propia inorga­
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nicid ad. L a G uerra del Chaco es. un proceso de agni.
ción, de reconocimiento del p ersonaje desconocid;); mo.
viliza a todos los hombres ac tivos del país y la ol igar.
q uía misma da lugar a que las clases nacionales, cuyos
integrantes eran soldados en su to tali dad, se identifi.
quen. El proceso crea a sus contr:ld ictores. Mientras las
clases nacionales eran 1Í nicamen~e un vasto campesi­
nado, históricamente marginal. osi ficado y claw:,urado
en una suerte de perplejidad sin sa lida, y grupos caó·
tir:os de las capas medias era fácil par:t la oligarquía
omitir a los p!"imeros y al ienar a los segundos. Pero la
explotaci ón capitalista del estaño crea un proletario que
es rel ativamente extenso y m oderno. Por un procew
de selecci ón, los indi vid uos más perspicaces, los más
resuel tos del campesinado se hacen proktarios. Est3
clase será la base de la resistencia a la oligarqu:a mi.
llera. Se diría que la movi lización de las clases naciona.
les, que en el Ch:J.co aprenden que son irreemplazables
para los combates p f'ro p r ~ scindibles y en definitiva
ajenas a las deClsiones d el poder, se perpetúa en las
minas, donde el prolct~.ri ado vive u na suerte de mo·
vilización permanente. En el Chaco, las clases naciona.
les -el proletariado, el campesinado y las capas me·
dias- entran en contacto, se interpenetran y crecen con
sentido de pacto y, pues la vorágine de los derrumbes
de la conducción olig-<1rquica es más ostensible que en
cualquier momento del pasado, se pr eparan para res·
ponder. La nación fáctica. que perseveraba e n una re.
sistencia introvertida, que insistia sobr e sí mi sma en una
paciencia petrificada. comienza a encontrar. enumerar
y evaluar los factores reales que le permitirán encarar
su ingreso orgánico al pa ís histórico.
Frente al acoso, en el pasado, las clases nacionales
no habían hecho sino resistir rechazando. Se identifican
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e n la movilizaci ón miiitar y se reconocen como com o
b atientes y se a perciben ento nces de que ser no es so~a·
men te resist ir si no que t:tm b ié n es n ecesario elegirse.
Es el tránsi to de la nación fáctica a la nación para sí
misma y del pa;s resi~tente al p a ís histór ico en u n pro.
ceso por el cual, después de haber r esistid::> a la nesa.
ción d e la n ación, las cl ases que la contienen, ni egan
la negaci ón de la n ación y tratan de r ealizar un Es­
tado nacion:!l, en sustituci ón d e las semiformas esta_
tales creadas por las clases extranjeras.
Era, en e fecto, no sólo u na cla se opreso ra sino
también una clase ex tranjera. Por su origen, p or sus
i11lcreses, por su s supuest~ s mentales, la oligarquía b o.
livia na fue siempre ajena en todo a la carne y el h ueso
d e las refere ncias cu ltural es de l:! nació n. Los latifun_
d istas y el gran capitali smo m inero, vincul ado d irecta.
m ente con el imperialismo, eran sus ex presiones fun.
d amen tales. En cuanto a los prime ros, ~us intereses se
funda b:m en el de~p o jo y la exp~ otación de lo más
u·adicionalmente nacional , que son los campesinos in­
d ios. An tagóni cos con relación a lo más d ifcf(.n ciac!o
y origina l del pa is, a 10 q ue en última instancia lo
de fine, los lati fur. d istas n o p odía n neg<l r en lo econó­
mico, a l explotarlos, sin negarlos ta mbién en lo cu!.
tural y así se hacen a ntinacicna les si n dificultades
porq ue su propio arraigo había si d o más Lien contin.
gente A n ti nacionales como lo trJ el Superestado mine·
rú, p or sus interes e~ económicos, :l m bos grupos se sir.
ven sistemáticamente de ia ped3gogía antlboliviana y
resultan culturalmente extranjeros.
Con sus burócratas y sus porticos, que a veces
trab ucaban un oficio con el otro, con la trama larga
y a ncha de sus intereses, de sus francachelas y sus co.
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nuptelas, el Supcrestado crea 10 que se llamó la roscaJ
apelativo, que es un boliviarusmo, q ue sugiere la clan­
destinidad de un CÍrculo d e conjurados, el privilegio
de un encierro calificado y an tinacional. T oda la bur.
guesía boliviana se hizo, en m ayor o en men or grado,
antinacionaL Los importadores porque, de hecho, n o
eran sino intermediarios de ventas d e las manufacturas
del imperialismo y los otros sectores, como el indus­
trial y el minero (los ll amados mineros chicos y tam­
bién los medianos nacionales) porque, aunque pudieron
ser la raíz de una burguesía verdader<!mente nacional.
llegaron tarde, mucho después d el Superestado y ja­
m <ís pudieron, por consiguiente, evadirse d e las alter.
nativas de u n poder en el que no influían, al que,
por el contrario, estaban sometidos_ En la misma me­
d ida en que la burguesía y los latifundistas se hacen
antibolivia nos, las clases nacio nales se radicalizan y,
definiéndose, crecen.
Sin los campesinos, indio& y mestizos en su totali­
dad, que constituyen un grupo -lo anotó T amayo­
resistente y per&istente, los puntos culturales de refe.
rencia que nos permiten hablar de un modo de ser
de la nación no hubieran existido o se habr:an dilu 'do
en una confusión informe. Su exclusión, que jamás
pudo convertirse -con los españoles ni con el latifun­
dismo republicano- en una disgregación, el aislamiento
y el destierro cultural a que se los sometía metódica.
meme, se traduCÍan en una inferioridad práctica que
servía de excusa al gamonalismo, que se explicaba así
como una suerte de paternalismo, irremediable pero,
por otra parte, la tarea del lati fundismo era conservar
la inferioridad. La lucha por la tiena es más bien
átona pero se distribuye en la constancia secular de los
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leva ntamien tos y los alzo.mientos que, por lo general,
no cobran otra fi sonomía que la d el terror sin pro.
mesas y de la venganza sin porvenir, seguidos d e u na
precaria movilización m u l ti tudinaria cuyo signo prh
maria le hacía perder todo obj etivo. Los alzami entos
todos terminan con represiones exitosas, frecuentemente
sádicas a la manera de las que instru ra el general
Montes, aconsejando "disparar al cuer po" y n o derro.
char munición". Cazaban indios azoIlispados entre los
totorales de Taraco o en las mañanas atormentada s de
J esús de Machaca y todo era tan fácil que se expJica
porque era sólo la furia de hombres tan desdichados
como desheredados de toda eficacia en las respuestas.
No en el campo latifundista y semifeudal sino en l;ts
minas, mecanizadas y capitalistas, y en las ciudades es
donde se realiza la lucha revolucionaria, localizació n
que concentra y acelera los hechos tanto como explica
algunas diferencias entre la Revolución Mexicana, cuyo
carácter es dado por las guerras campesinas, y la R evolu­
ción Boliviana, que es un movimiento encabezado por el
proletariado minero. Es probable que el punto' de partida
de la Revolución Boliviana haya a breviado el ti empo de
la lucha y reducido su costo hum ano: arranca, en efecto,
del centro del proceso de la producción, que son las
minas y rompe el poder político del Superestado en
sus ejes, que son las ciudades y así toma lo neurálgico
del país, en lugar de agotarse en la extensión de la
guerra territorial. Pero esta .ve locidad tiene sus propios
defectos. El campesino recibe una liberación por la que
no lucha, por lo menos directamente. Es probable que,
reducido como estaba a una existencia dispersa y m ~ r·
ginal , siendo virtualmente un fell ah , si la insurrección
huhiera tom'ldo por escenario el campo. el camoe ~ ino
hubiera tardado en incorporarse a la lucha revolucio.
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-
.­
-
como un individuo. La riqu~za d e estas capas interme.
dias en cuanto a personal idades está vinculada con su
mayor proximidad a los insu'umentos ideológicos y,
por tanto, a las ideas como definición y a la confusión
de las ideas. Como u n pólipo inteligente y avizor, no
tienen u n d estino por sí mismas y hasta para definir las
hay q ue hacerlo por exclusión -porque no son prole­
tarias o no son burguesas- y su destino por tanto es
errabundo e incierto, creador, impalpable, tortuoso y
lúcido. Ni siquiera, para diferenciarla del prole tariado
y de los campesinos, se la puede definir por n o reali.
lar trabajo manual porque los artesanos, que realizan
su labor con las manos, o los comerciantes pequeños,
que hacen trabajo mixto, corresponden sin duda a
estas dilatadas capas indecisas. Se dice por eso que la
llamada clase media es una media clase, una cl ase a
medias y para saber lo que son estas capas es menester
enumerarlas o decir lo que no son. Se' sahe lo que es
su género próx;mo pero apenas puede conocerse su di.
ferencia específica y está a la vista que su destino, en
estas circunstancias, no p uede ser sino la ambivalencia
y el desdoblamiento.
natia y ésta habría estado sometid a a mayores fracasoS
y retrocesos ' pero, aún prolongándose, haciéndose más
~angrieÍ1ta y colectiva, este tipo de lucha habría tenido,
seguramente, el valor de una escuela; habría 'ser·
vido para formar, de un modo más coherente, la' con­
dendahistórica dentro del campesinado. Es cierto que,
cuando recibe su liberación, el campesino ingresa al
consumo y a la economía de mercado y se mu~ve con
grande facilidad, demostrando ser menos osificado,
más receptivo, completamente apto para concurr:r ' al
juego económico moderno, más rico' en reacciones y en
Iniciativas de lo que se pod 'a suponer pero, ante una
situación contrarrevolucionaria, como la que se ' pre­
sentó después, aunque sé trataba de hombres ya en to_
do distintos a los que recibieron la tierra en 1953, su
respuesta es débil. Acostumbrado a las emergenci:1s tle
1.In papel conservador, que tiene nn esencial ' valor
defensÍv.:> en su resistencia a la ocupiei6ncuhural del
país hinórico durante la hegemonl::i 6ligároUira, 16
repite despúés, en la contrarrevolución. Defieridesu
tierra púo no la cobertura pol íticade sullerrani sus
intereses posteriores como clase. Vuelve, otra vez~ a
cumplir un papel defensivo.
En la sola descripción, el suyo parece un destino
desgraciado y disperso J es bien cierto que en ningún
sector como en éste la pedagog:a ol igárquica tiene fru.
tos más devastadores. Hijas de un país intensamente
empobrecido y d esfigurado, acceden con más facilidad
a los instrumentos culturales pero sólo en la medida
en que puede o frecérselos el país desfigurado y empo.
brecido. En conjunto, no logra hacerse muy culta ni
muy rica y la incertidumbre de su d estino económico
y su fácil soberbia, en una letradura que no es s:no
la de los imaginativos, hacen cómod a la implantación
El campesino tiende a eXistir como masa indee
terminada así como el proletariado existe como da e
primero y después como conciencia de clase, es decir,
como grupo estricto, delimitado y coherente. Las 'capas
medias, en cambio, hacen un grupo que, por su inde.
terminación, se parece al campesinado pero que, a dife­
rencia de él, proporciona un !,>Tan número de indivi­
dualidades. ' Mientras el campesinado resiste y se mue_
ve como mHltitutl, el proletariado actúa en cuanto
cIase y el hombre de las capas medias vive socialmente
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I '
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de ciertas mitologías -pues el mito suele ser la idea
del semiletrado- así como la tendencia a las ideas abs..
tractas que con furia prosperan y se recrean en estas
zonas humanas porque las capas medias, en cont:-aste
con lo que ocurre con los proletarios y también con
los campesinos, no tienen puntos carnales de referencia
y tienj~n al vagabundeo histórico y al ensueño ideoló­
gico. Estas características de duplicación y de inminente
falsificación de sí misma de las capas medias, su hybris
medular, resultan esclarecidas para explicar la suerte
poI "tica de los militares y también de sub-grupos de
complemento, como los universitarios y los maestros.
Nunca logran darse a sí mismas una definición y
están condenadas a no ser una cIase pero al mismo
tiempo expresan id eológicamente a las clases que lu­
chan y se enfrentan y hacen explícito el pensamiento
de las cIases nacionales como de la oligarquía y así su
ciestino, naturalmente errátil y éticamente desdi ~ hado,
es a I:t vez un destino brillante. Como al fin y al cabo
t'1 pequeño burg-ués no es sino un burgués que no ha
crecido, su tendencia normal -pues flota en un caos
de datos remotos e inverificables- es servir, implemen­
tar y organizar la alienación en la que está interesada
la oligarquía y que promueve el imperialismo. D e esta
manera, por lo menos en sus fases más altas, las peque­
1¡as gentes se visten igual que la burguesía, pero m ás
pobremente y comparten con ella sus alienaciones, sus
prejuicios y sus ambiciones, porque el pequeño bur.
gués es la caricatura del burgués, es un burgués que
ha fracas ado. Por su misma ambivalencia, suelen tener
muchas explicaciones p ara cada hecho y expl i can ~ o y
explicando van perdiendo el sentido de la realid ad , de
los datos gruesos de la realidad y se van enajenando
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de sí mismas hasta que nadie es culpab le de su frus­
traci ón sino sus imp osibles id eas. El pathos de las capas
medias con siste en q ue nu nca o casi n unca descu 0 ren
d e dó nde vien e :;u p er dición.
Es u n proces0 d e selecció n el q ue Jcter mina que
ci ertos sectores d-: las capas m edias se integren a las
cI ases nacionales pero. cuando lo hacen, su incorpor a.
ción es más lúcida que la d e los campesinos y los pro­
letarios. C ua ndo los proletarios se m ueven, polít icamen­
te son la n ació n. Q uietos, interdictos, marginados, los
campesi nos comer va n, d e hecho, los datos que permi­
ten habhtr de la existencia d e la nación como cul tu ra
horizontal y co lectiva. Pero es la ideo logía, es decir,
la práctica d e la libertad d e elecció n, la v:a p or la
qu e las capas medias se agr!:gan a la lucha revolucio­
naría y, a p anir d e ese momento, comienzan a expresar
ideológicam ente a l prolet ar iad o y al campesinado, que
no pueden hacerlo !Jor sr mismos porque su explota­
c:Ít'm ha sido m;\s intensa y ha consistido, entr~ otras
co<-as, en q ue los medios culturales les han sido nrg1dos.
No es más or iginal ni m<1s avisado el comportamiento '
de las capas medias b olivianas ni más rico que en
parte alg una y sólo se hace más tenso p or la capacidad
histórica de las cl ases a las que se adjuntan. Por el
c.ontrarío, el empoh recimiento y la clausura del p aís
se traduce n tambi én en u n a fiesta de prejuicios, de
miedos d ecisivos, de supla ntaciones activas y d ~ jeri.
gonzas doctrinales y en ningún grupo s.ocial como en
ellas estalla con estridencia tanta el provincia lismo wl­
tural.
Mucho más vital es la presencia del pro!etari ado,
rden:.m:ia dentro de la cual, en Bolivia, se menciona
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principalmente y a menudo exclusivam en te, al p role"
tariado minero. Se tra ta d e un grupo minoritario nu.
méricamente y cualitativamente superior. Cuando se
menciona al m inero de Bolivia, por las circu nstancias
<::n que se ha dado e~ta agrupación, se b abIa, en la
práctica, del proletariado en su estado puro, somn· do
s6lo a e~TaS()S factores de desclasamien to. Es el prole.
tariado d el t iempo de Carlos M arx. La minería como
tal, explotaci ón capi ta lista avanzada en u n pa ís semi.
feudal todavía, crea u na clase modern a. Culturalmen.
te, sin embargo, esta clase presenta aspectos todavía
más castigados para expresar auténticamente a la na·
cieín. Sus integra ntes proceden po:- lo general del cam·
pesi nado pero son, además, los indiv iduos m ás perspi.
caces y resueltos del campesi nado los q ue d ecide n romo
per su nexo con la servid umbre d el latifundio. Es una
elección en la que caben algunos siglos de la historia
¿el mundo: la decisi ón de hacerse min ero contiene el
paso del feudalismo al capitalismo. Aislados en di<tri·
tos remotos, ni siquiera sufren el asedio sistem:ítico
de ciertos factores de d esclasamiento, que operan en la
su perestructura, como los proletarios de las ci mbdes
-los fabriles, principalmente- que, minoría ínfima
acorralada por el gran número del lumpen y las capas
medias, padecen un verdadero bombardeo d e los mitos,
las mixtificaciones y las predilecciones de los sectores
urbanos, cuyo lujo consiste en huir de sí · m ismos, en
alienarse. Ex.campesinos o hijos de campesinm, Stts da.
tos culturales son típicJmente los p ropios de la nación.
Con el salario reciben al mismo tiempo el si¡mo de su
dignidad y d e su explotación : el tra bajo colect ivo y
organizétdo les proporciona la identidad de clase y
cuando afroritan todos los d 'as, las horas enteras de
su vida, las seiiales de una tarea con boca de riesgo,
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el ritmo esforzado de una vida que concluye pronto,
están ya en cond iciones de convertirse en u na el ase
de~p ierla y p eligrosa, capaz de analizar sus nccesidad ~ s,
de exigir y d e asediar. A l hacerlo, expresan de modo
automá tico los intereses de la n ación porq ue ,, ~ed ian ,
exi gen y analizan centra el capi talismo ol igárquico,
conectado con el imperia lism o, que ocu pa el pa ís. Sus
intereses de clase mani[i~stan peligrosamente, de un
modo concentrado, los in tereses de la nación y, por ew,
el prol etario minero, que resulta de una selección hu.
mana del sector más tradicionalmente nacion al q ue es
el campesinado, q ue se enfrenta directamente a la cla.
se m;ls típic~mente antiEacional y desnacional izadora,
es la clase dirigente de la Revolución. Los dirigentes
como tales suelen p rovenir, en cuanto i nd ividuos, de
las capas medias, que son la ~ que disponen de Jos ins­
trumentos culturales, pero como clase no son las capas
medias ni el campesinad o los que toman la iniCIa tiva
el'. las luchas históricas sino el proletari ado. La propi:\
voracidad de la oli garquía minera conservó en estado de
pureza al proletariad,¡ minero. En otros países, en efecto,
la elevacion sistemática del standard de vid~ se tradujo
~n una ~1Jcrte de d esc1 a ~amiento del proletariado, por
una aproximación formal cada vez más fl agrante a los
modos de vida de las capas medias pero eso no ocurrió
en Bolivia.
Es cierto que esta división -capas medi as, prole·
tariado, campesinado- no deja d e ser convencional y
q ue el campesino, p or ejemplo, en la medida en que
se enriquece, si puede hacerlo, creando un r.lUndo con·
ceptual en torno a la propieda d de la tierra,
aproximando cada vez más, es lo que ha ocurri
Europa, a las características de las capas med
l'
75
obvio que las contr ad icciones internas den tro d e cada
clase son abu ndantes y a veces d~ term i na ntes. Pero en
la medida en que el campesino es u n hombre acosado
y lo es, si n d ud a, y lo segu irá siendo en el futuro in.
mediato, su presencia entre las clases nacionales y su
lucha sigue siendo vigente.
• • •
El proceso capitalista de la producción h ace un
mundo por primera vez mundial. Los países europeos,
en un complicarlo recorrido económico y cultural que
tiene que ver con ei antropocentrismo ren ace nti ~ t a, la
ética protestante, el adve nimiento de la r azón, el creo
cimiento de la técnica, las nuevas pos ib ilidades del
mercantilismo después de los descubrimi entos, a través
de los capitanes de empresa y el ascenso de lds bur·
gues ·as, realizan el conj unto de las características de la
civilización cap italista. En un proceso que Trotsky si.
túa, para Europa, entre la Revolución Fra ncesa y la
f.az de VersaIl es se produce b concreción histórica de
los Estados nacionales. Es un proceso que podría lla.
marse natural. La burg~es¡a conquista ws mercados na.
cional~s y realiza su Estado nacional que no es sino el
Estad0 en su forma capitalista moderna. La conqui ~ ta
de los mercados interiores se hace por m edio de u n
proceso de indllstri alización y, por consiguiente, crecen
la; dos clases modernas, qu e son la burgues1a y -el pro.
letariado. Cuanto antes haya iniciado una burguesía la
unidad nacional y la soberanía, .:ttributo éste que es
esencial del E~tado naCional, más fácil le es tomar su
pr0pic mercado interior. Inglaterra fue uno de los pri­
·m eros pa'ses que cumplió este proceso y por eso, una
vez dominado fácilmente su p ropio mercado,- Ie" fue
76
fácil pasar a ser el país campeón del comercio libre.
Pero nhgún p lís ha creci do n unca sin el proteccio­
nismo y en Europa mism a, países como Alem ania, q ue
es siempre un país que llega tarde, que tarda en reali­
zar su unidad imprescindi ble para realiza r su Es tado
nacional, d ebe ya pro teger y hacer excl usivo y cerrado
su mercado interior y así se expl ica la aparición de las
doctrinas proteccionistas a la manera de las de Federico
Liszt. Los países ca pitalistas sigu en todos este camino.
Mientras se industrializan, protegen su mercado inter.
no porque, sin protegerlo, no se industrializar:an ; una
vez indmtrializados, cuando están ya en cond ici ones de
competir en el mundo, se lanzan a la conquista de los
mercados ex teriores y se hacen partidarios del comercio
libre. La competencia entre los capitalistas de un país
se convierte en competencia entre las industrias d e las
naciones capi tal istas y así se lanzan ellas hacia los pa í.
ses marginales, a la busca de mercados y de materias
primas o d e reservas de materi as p rimas y de m ercados.
Salen de sí mismos los Estados nacionales y los que
llegau tarde al reparto de los mercados entran a prac­
ticar un naciona lismo agresivo y expansivo, que hace
del nacionalismo d e los países industria lizados una po­
si ción reaccionari a.
Ahora bi en, de una manera o de otra, los p aíses­
objeto, las semi colon ia 'i, también pretenden realizar su
Estado nacional, es decir, la forma poLti ca de su orga.
nización por la que pueden crear su un id ad nacional,
su identidad cultural y re2lizar su soberanía, pa ra in.
dustrializarse y convertirse en 'la ciones modernas. Pero
la formación de Jos E stados nacional es en las
colonias no puede seguir un curso de crecÍmientl
mal" como los procesos europeos porque, precis:
77
la fase última d el Es tado nacional de los países opre­
sores, que es el imp eria lism Cl, obstac uliza la realizacú'¡n
dd Estado nacional de la semicol onia. L a n ación lucha
por la de fensa de sus r ecursos n aturales y d e su mer­
c2-do interno pero, en I:t medida en q ue logra éxi tos,
perju di ca y vulnera la r iq uen y b naturali d 3d del Es­
tado naeioll aI imperialista. Por eso sólo p uede h acerlo
aprovechando coyunturas de emergencia po líti ca en los
paí ~es del centro, como las gucnas, o movi lizar'.d o re­
vol ucionaria mente a sus masas, haciendo la R evolu.
ci ón. Cuando Lenin escrib ió q ue " el que n o fa"orece
el naci onalismo de los países oprimidos, favorece el
naciona li smo d e los países opresores" sin duda ten 'a
presente este carácter básica mente defensivo del n3ci o­
nalismo de las semi colo nias pero, por otra parte, de
esta situación res u ltan algunos hechos que, en Bolivia
corno en las demás se micolonias latinoa mericanas, cons.
tituyen diferenciales y peculiaridades de los procesos
revol ucionarios de esta clase de países,
En primer término, se impide al p aís llegar a
constituirse en un Est.ado en su forma moderna, en un
Estado nacional y como tal cosa no puede lograrse por
el simple transcurso del tiempo, por el crecimiento nor.
mal, como en Europa , el país ti ene que invadir, tiene
que in\'adirse a sí mismo. Puesto q ue el status es la
exclusión, la persecución y la alienaci ón de la nación,
ésta tiene que organizarse para tomar vi olentamente lo
que le debería corresponder naturalmente. En otras pa.
labras, al no interrumpir nadie su desarrollo histórico,
los pueblos ~urúpcos pudieron ser naci ón, !laturalmen­
te, como un dato norm al d e su ser. En los pa'ses como
Bolivia, la nación es, por el contrario, una decisión his­
tórica, una elecció!l. Esto tiene un carácter tan [a:rrao.
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te de l ucha e insumi sión q ue no puede lograrse si no
movili zando a las masas q ue contienen, de un modo o
de otro -cul turalmen te como el campesinado o neurál.
gicamente como el proletariado- a la nación. Por eso
110 se pmdc- hablar d e nacionalismo en Bolivia si n ha·
blar de movilización de las masas porque, ciertam ente,
la nación no puede avanzar a la formación de su Es.
tado moderno sino con el ascenso y la toma del poder
por las clases que continen o q ue han co nservado a la
naci ón. D e aquí resulta que el nacionalismo de dere.
cha, el nacionalismo hispanizante, ta l como vinieron a
p racticarlo part id os como Falange, resul ta apenas el re­
vestimiento de viejos planteamientos ideológicos anti.
n aci onales de la oligarquía.
Esta es también la razón por la que el nacionalis.
mo se ensamb!a en la noción de la luc]¡a de clases,
noción que después, por consiguiente, no se resuelve
sól o en la contradicción general entre opresores y opri­
midos sino en la oposición y la lucha entre las cIases
nacionales y las clases extranjeras. Ni siquiera pu ede
hablarse simplemente de la lucha entre la n:tción y d
imperialismo, d e la naci ón que se contrapone como un
todo a los intereses del Imp erio. Por la inva sión cultu­
ral y tamb ié n porque no puede prescindir de la utili.
za ci ón de clases-agentes y aun de individ uos nativos, el
imperialismo tiene en la oligarquía y en todos los gru­
pos sociales que se alienan una quintacolumna dentro
del juego hi stórico que se disputa en el espacio boli­
viano. La oligarquía, aunque el caso de Patiño parezca
advertir sobre lo contrario, no es el imperialismo sino
su agente; los intereses del imperialismo coincidel
-.,
los de la oiigarquía y con los de todos los sector
se han hecho antinacionales cultural o económicc
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