111 J LA FORMACI O N DE LA S CLAS ES N ACI ONALE S "Estoy acosado, estoy rJegido" . n:afka. " No ción del acoso y la elección - La nació n sobrevive com o un factum - E l recollocim ien to en tre los sol d ldos ­ El p1'Oceso crea a sus contradictores - Francachela dI! una clase ex tran je_ ra - La conjuración rosque ra - Bu­ ró cratas y po'íticos de la oligarquía ­ La nacirJn fáct ica y la nació n para si misma - La paciencia p etrificada de una clase exiliada - Persistencia y re­ sistencia de los camp esinos indios )' mest izos - Las ma1ianas atormentadas de JesUs de Ma chaca - L as cluses na­ ciona les niegan la negación de la na­ ción - A mbivalen cia y d::sdoblmniento de las capas medias - I-Iyúris de un pó­ li f'o intcfigenk y avizor .- Jerigonzas doctrinal es de pequelias gentes - Las ideas com o defin ición y la confusión de las ideas - Un burgués que no creció - El lujo d e aliena'-se - El proleta­ riado en su estado puro - Varios siglos del mundo en una elección personal ­ Seií.ales de una taTea ron úoca de ries. go - Una clase despierta y peligrosa ­ 63 Los mineros expresan p eligrosamente los intereses de la na ción - El nacio. nalismo de los países- ob je to - La ética protestan le y el a,-ancel boliviano - L a semicolonia se invade a sí misma - El imposible crecimiento normal del Es­ tado nacion al - L ucha de clases y lu­ cha nacional - Clases nacionales y cla­ ses extranjeras. De todas m aneras, es inevitable fil iar a Bolivi a como a u n país persegu ido, en un grado tcd .lv:a ma yor que b s demás Ilacio nes lati noamer icanas. Co­ mo semico~oni a mis\lla, es una sem ico lo nia má s des­ graciada q ue b s <.!c mús. Los herhos, las n acio nes, los intereses la ased ian d e una manera ta n in tensa que parccerían ser p arte de u na con fab ulación. E ~ te acoso, q ue quiere Ilacer d:ui o a l p:l ís, o que, al serv icio de sus interes ~s hace daiio en e fecto a \In país q ue no le im­ pOrla, cre:1 un ritmo hi~ l\íri (o en las cl ases nacio nales, q ue son las q ue contienen la nacj(¡ n. B:1 jo el Clcecho ex lra n jero, espaiiol o ingl és o norteamer icano, angl o. argen ti no o :1I1g10-chileno, resistie nd o a la invasió n eco· nómica y a la invasió n cultural, a la enajenación q ue fra guan sus >tgcntes y SU!i c1;:ses-agentes dentro del es­ quema soci al del pa l!i, la naciélll wbrevive como u n fa ctum, dis perso, consisten te e inédito en las clases na­ ci onales. Pocas vece5 consig-uen ellas expresarse como poder y ni :tun como pretensión coherente d:1 pod er pe-ro realizan una misicin de resistencia, de ('onservaci(in y de perseverancia en SIl rrop io ser, en m~d'o de un pa's que, en todos los dem:i s aspectos, ('qá p ~ rmanente­ mente uCllp:tdo. I.a nacicín fá ctica, es el ecir, la nación inevitable y ramal, herho a veces pasivo pero pre,cllte siem rre y ex istente si n dll!la S, sobreyive así a pesar de un illt-:: rminable acec ho. ele las cat;'¡'trofes. oe las mu­ tilaciones territor ia le s, de b instalación pertinaz de la p edagogia oligárquica. Son, empao, el propio impe-r ialismo y sus wrios locales los que crean las condiciones para q ue las c~ases nacionales despierten de su sueíio defensi vo. Hasta en­ tonces, eslos grupos habían entrado a la historia só; o por irrupciones, desordenando la lógIca del sistema p ero frustrándose a la vez a p artir de su propia inorga­ 64 65 nicid ad. L a G uerra del Chaco es. un proceso de agni. ción, de reconocimiento del p ersonaje desconocid;); mo. viliza a todos los hombres ac tivos del país y la ol igar. q uía misma da lugar a que las clases nacionales, cuyos integrantes eran soldados en su to tali dad, se identifi. quen. El proceso crea a sus contr:ld ictores. Mientras las clases nacionales eran 1Í nicamen~e un vasto campesi­ nado, históricamente marginal. osi ficado y claw:,urado en una suerte de perplejidad sin sa lida, y grupos caó· tir:os de las capas medias era fácil par:t la oligarquía omitir a los p!"imeros y al ienar a los segundos. Pero la explotaci ón capitalista del estaño crea un proletario que es rel ativamente extenso y m oderno. Por un procew de selecci ón, los indi vid uos más perspicaces, los más resuel tos del campesinado se hacen proktarios. Est3 clase será la base de la resistencia a la oligarqu:a mi. llera. Se diría que la movi lización de las clases naciona. les, que en el Ch:J.co aprenden que son irreemplazables para los combates p f'ro p r ~ scindibles y en definitiva ajenas a las deClsiones d el poder, se perpetúa en las minas, donde el prolct~.ri ado vive u na suerte de mo· vilización permanente. En el Chaco, las clases naciona. les -el proletariado, el campesinado y las capas me· dias- entran en contacto, se interpenetran y crecen con sentido de pacto y, pues la vorágine de los derrumbes de la conducción olig-<1rquica es más ostensible que en cualquier momento del pasado, se pr eparan para res· ponder. La nación fáctica. que perseveraba e n una re. sistencia introvertida, que insistia sobr e sí mi sma en una paciencia petrificada. comienza a encontrar. enumerar y evaluar los factores reales que le permitirán encarar su ingreso orgánico al pa ís histórico. Frente al acoso, en el pasado, las clases nacionales no habían hecho sino resistir rechazando. Se identifican 66 e n la movilizaci ón miiitar y se reconocen como com o b atientes y se a perciben ento nces de que ser no es so~a· men te resist ir si no que t:tm b ié n es n ecesario elegirse. Es el tránsi to de la nación fáctica a la nación para sí misma y del pa;s resi~tente al p a ís histór ico en u n pro. ceso por el cual, después de haber r esistid::> a la nesa. ción d e la n ación, las cl ases que la contienen, ni egan la negaci ón de la n ación y tratan de r ealizar un Es­ tado nacion:!l, en sustituci ón d e las semiformas esta_ tales creadas por las clases extranjeras. Era, en e fecto, no sólo u na cla se opreso ra sino también una clase ex tranjera. Por su origen, p or sus i11lcreses, por su s supuest~ s mentales, la oligarquía b o. livia na fue siempre ajena en todo a la carne y el h ueso d e las refere ncias cu ltural es de l:! nació n. Los latifun_ d istas y el gran capitali smo m inero, vincul ado d irecta. m ente con el imperialismo, eran sus ex presiones fun. d amen tales. En cuanto a los prime ros, ~us intereses se funda b:m en el de~p o jo y la exp~ otación de lo más u·adicionalmente nacional , que son los campesinos in­ d ios. An tagóni cos con relación a lo más d ifcf(.n ciac!o y origina l del pa is, a 10 q ue en última instancia lo de fine, los lati fur. d istas n o p odía n neg<l r en lo econó­ mico, a l explotarlos, sin negarlos ta mbién en lo cu!. tural y así se hacen a ntinacicna les si n dificultades porq ue su propio arraigo había si d o más Lien contin. gente A n ti nacionales como lo trJ el Superestado mine· rú, p or sus interes e~ económicos, :l m bos grupos se sir. ven sistemáticamente de ia ped3gogía antlboliviana y resultan culturalmente extranjeros. Con sus burócratas y sus porticos, que a veces trab ucaban un oficio con el otro, con la trama larga y a ncha de sus intereses, de sus francachelas y sus co. 67 nuptelas, el Supcrestado crea 10 que se llamó la roscaJ apelativo, que es un boliviarusmo, q ue sugiere la clan­ destinidad de un CÍrculo d e conjurados, el privilegio de un encierro calificado y an tinacional. T oda la bur. guesía boliviana se hizo, en m ayor o en men or grado, antinacionaL Los importadores porque, de hecho, n o eran sino intermediarios de ventas d e las manufacturas del imperialismo y los otros sectores, como el indus­ trial y el minero (los ll amados mineros chicos y tam­ bién los medianos nacionales) porque, aunque pudieron ser la raíz de una burguesía verdader<!mente nacional. llegaron tarde, mucho después d el Superestado y ja­ m <ís pudieron, por consiguiente, evadirse d e las alter. nativas de u n poder en el que no influían, al que, por el contrario, estaban sometidos_ En la misma me­ d ida en que la burguesía y los latifundistas se hacen antibolivia nos, las clases nacio nales se radicalizan y, definiéndose, crecen. Sin los campesinos, indio& y mestizos en su totali­ dad, que constituyen un grupo -lo anotó T amayo­ resistente y per&istente, los puntos culturales de refe. rencia que nos permiten hablar de un modo de ser de la nación no hubieran existido o se habr:an dilu 'do en una confusión informe. Su exclusión, que jamás pudo convertirse -con los españoles ni con el latifun­ dismo republicano- en una disgregación, el aislamiento y el destierro cultural a que se los sometía metódica. meme, se traduCÍan en una inferioridad práctica que servía de excusa al gamonalismo, que se explicaba así como una suerte de paternalismo, irremediable pero, por otra parte, la tarea del lati fundismo era conservar la inferioridad. La lucha por la tiena es más bien átona pero se distribuye en la constancia secular de los 68 leva ntamien tos y los alzo.mientos que, por lo general, no cobran otra fi sonomía que la d el terror sin pro. mesas y de la venganza sin porvenir, seguidos d e u na precaria movilización m u l ti tudinaria cuyo signo prh maria le hacía perder todo obj etivo. Los alzami entos todos terminan con represiones exitosas, frecuentemente sádicas a la manera de las que instru ra el general Montes, aconsejando "disparar al cuer po" y n o derro. char munición". Cazaban indios azoIlispados entre los totorales de Taraco o en las mañanas atormentada s de J esús de Machaca y todo era tan fácil que se expJica porque era sólo la furia de hombres tan desdichados como desheredados de toda eficacia en las respuestas. No en el campo latifundista y semifeudal sino en l;ts minas, mecanizadas y capitalistas, y en las ciudades es donde se realiza la lucha revolucionaria, localizació n que concentra y acelera los hechos tanto como explica algunas diferencias entre la Revolución Mexicana, cuyo carácter es dado por las guerras campesinas, y la R evolu­ ción Boliviana, que es un movimiento encabezado por el proletariado minero. Es probable que el punto' de partida de la Revolución Boliviana haya a breviado el ti empo de la lucha y reducido su costo hum ano: arranca, en efecto, del centro del proceso de la producción, que son las minas y rompe el poder político del Superestado en sus ejes, que son las ciudades y así toma lo neurálgico del país, en lugar de agotarse en la extensión de la guerra territorial. Pero esta .ve locidad tiene sus propios defectos. El campesino recibe una liberación por la que no lucha, por lo menos directamente. Es probable que, reducido como estaba a una existencia dispersa y m ~ r· ginal , siendo virtualmente un fell ah , si la insurrección huhiera tom'ldo por escenario el campo. el camoe ~ ino hubiera tardado en incorporarse a la lucha revolucio. 69 - .­ - como un individuo. La riqu~za d e estas capas interme. dias en cuanto a personal idades está vinculada con su mayor proximidad a los insu'umentos ideológicos y, por tanto, a las ideas como definición y a la confusión de las ideas. Como u n pólipo inteligente y avizor, no tienen u n d estino por sí mismas y hasta para definir las hay q ue hacerlo por exclusión -porque no son prole­ tarias o no son burguesas- y su destino por tanto es errabundo e incierto, creador, impalpable, tortuoso y lúcido. Ni siquiera, para diferenciarla del prole tariado y de los campesinos, se la puede definir por n o reali. lar trabajo manual porque los artesanos, que realizan su labor con las manos, o los comerciantes pequeños, que hacen trabajo mixto, corresponden sin duda a estas dilatadas capas indecisas. Se dice por eso que la llamada clase media es una media clase, una cl ase a medias y para saber lo que son estas capas es menester enumerarlas o decir lo que no son. Se' sahe lo que es su género próx;mo pero apenas puede conocerse su di. ferencia específica y está a la vista que su destino, en estas circunstancias, no p uede ser sino la ambivalencia y el desdoblamiento. natia y ésta habría estado sometid a a mayores fracasoS y retrocesos ' pero, aún prolongándose, haciéndose más ~angrieÍ1ta y colectiva, este tipo de lucha habría tenido, seguramente, el valor de una escuela; habría 'ser· vido para formar, de un modo más coherente, la' con­ dendahistórica dentro del campesinado. Es cierto que, cuando recibe su liberación, el campesino ingresa al consumo y a la economía de mercado y se mu~ve con grande facilidad, demostrando ser menos osificado, más receptivo, completamente apto para concurr:r ' al juego económico moderno, más rico' en reacciones y en Iniciativas de lo que se pod 'a suponer pero, ante una situación contrarrevolucionaria, como la que se ' pre­ sentó después, aunque sé trataba de hombres ya en to_ do distintos a los que recibieron la tierra en 1953, su respuesta es débil. Acostumbrado a las emergenci:1s tle 1.In papel conservador, que tiene nn esencial ' valor defensÍv.:> en su resistencia a la ocupiei6ncuhural del país hinórico durante la hegemonl::i 6ligároUira, 16 repite despúés, en la contrarrevolución. Defieridesu tierra púo no la cobertura pol íticade sullerrani sus intereses posteriores como clase. Vuelve, otra vez~ a cumplir un papel defensivo. En la sola descripción, el suyo parece un destino desgraciado y disperso J es bien cierto que en ningún sector como en éste la pedagog:a ol igárquica tiene fru. tos más devastadores. Hijas de un país intensamente empobrecido y d esfigurado, acceden con más facilidad a los instrumentos culturales pero sólo en la medida en que puede o frecérselos el país desfigurado y empo. brecido. En conjunto, no logra hacerse muy culta ni muy rica y la incertidumbre de su d estino económico y su fácil soberbia, en una letradura que no es s:no la de los imaginativos, hacen cómod a la implantación El campesino tiende a eXistir como masa indee terminada así como el proletariado existe como da e primero y después como conciencia de clase, es decir, como grupo estricto, delimitado y coherente. Las 'capas medias, en cambio, hacen un grupo que, por su inde. terminación, se parece al campesinado pero que, a dife­ rencia de él, proporciona un !,>Tan número de indivi­ dualidades. ' Mientras el campesinado resiste y se mue_ ve como mHltitutl, el proletariado actúa en cuanto cIase y el hombre de las capas medias vive socialmente 70 I ' 71 de ciertas mitologías -pues el mito suele ser la idea del semiletrado- así como la tendencia a las ideas abs.. tractas que con furia prosperan y se recrean en estas zonas humanas porque las capas medias, en cont:-aste con lo que ocurre con los proletarios y también con los campesinos, no tienen puntos carnales de referencia y tienj~n al vagabundeo histórico y al ensueño ideoló­ gico. Estas características de duplicación y de inminente falsificación de sí misma de las capas medias, su hybris medular, resultan esclarecidas para explicar la suerte poI "tica de los militares y también de sub-grupos de complemento, como los universitarios y los maestros. Nunca logran darse a sí mismas una definición y están condenadas a no ser una cIase pero al mismo tiempo expresan id eológicamente a las clases que lu­ chan y se enfrentan y hacen explícito el pensamiento de las cIases nacionales como de la oligarquía y así su ciestino, naturalmente errátil y éticamente desdi ~ hado, es a I:t vez un destino brillante. Como al fin y al cabo t'1 pequeño burg-ués no es sino un burgués que no ha crecido, su tendencia normal -pues flota en un caos de datos remotos e inverificables- es servir, implemen­ tar y organizar la alienación en la que está interesada la oligarquía y que promueve el imperialismo. D e esta manera, por lo menos en sus fases más altas, las peque­ 1¡as gentes se visten igual que la burguesía, pero m ás pobremente y comparten con ella sus alienaciones, sus prejuicios y sus ambiciones, porque el pequeño bur. gués es la caricatura del burgués, es un burgués que ha fracas ado. Por su misma ambivalencia, suelen tener muchas explicaciones p ara cada hecho y expl i can ~ o y explicando van perdiendo el sentido de la realid ad , de los datos gruesos de la realidad y se van enajenando 72 de sí mismas hasta que nadie es culpab le de su frus­ traci ón sino sus imp osibles id eas. El pathos de las capas medias con siste en q ue nu nca o casi n unca descu 0 ren d e dó nde vien e :;u p er dición. Es u n proces0 d e selecció n el q ue Jcter mina que ci ertos sectores d-: las capas m edias se integren a las cI ases nacionales pero. cuando lo hacen, su incorpor a. ción es más lúcida que la d e los campesinos y los pro­ letarios. C ua ndo los proletarios se m ueven, polít icamen­ te son la n ació n. Q uietos, interdictos, marginados, los campesi nos comer va n, d e hecho, los datos que permi­ ten habhtr de la existencia d e la nación como cul tu ra horizontal y co lectiva. Pero es la ideo logía, es decir, la práctica d e la libertad d e elecció n, la v:a p or la qu e las capas medias se agr!:gan a la lucha revolucio­ naría y, a p anir d e ese momento, comienzan a expresar ideológicam ente a l prolet ar iad o y al campesinado, que no pueden hacerlo !Jor sr mismos porque su explota­ c:Ít'm ha sido m;\s intensa y ha consistido, entr~ otras co<-as, en q ue los medios culturales les han sido nrg1dos. No es más or iginal ni m<1s avisado el comportamiento ' de las capas medias b olivianas ni más rico que en parte alg una y sólo se hace más tenso p or la capacidad histórica de las cl ases a las que se adjuntan. Por el c.ontrarío, el empoh recimiento y la clausura del p aís se traduce n tambi én en u n a fiesta de prejuicios, de miedos d ecisivos, de supla ntaciones activas y d ~ jeri. gonzas doctrinales y en ningún grupo s.ocial como en ellas estalla con estridencia tanta el provincia lismo wl­ tural. Mucho más vital es la presencia del pro!etari ado, rden:.m:ia dentro de la cual, en Bolivia, se menciona 73 principalmente y a menudo exclusivam en te, al p role" tariado minero. Se tra ta d e un grupo minoritario nu. méricamente y cualitativamente superior. Cuando se menciona al m inero de Bolivia, por las circu nstancias <::n que se ha dado e~ta agrupación, se b abIa, en la práctica, del proletariado en su estado puro, somn· do s6lo a e~TaS()S factores de desclasamien to. Es el prole. tariado d el t iempo de Carlos M arx. La minería como tal, explotaci ón capi ta lista avanzada en u n pa ís semi. feudal todavía, crea u na clase modern a. Culturalmen. te, sin embargo, esta clase presenta aspectos todavía más castigados para expresar auténticamente a la na· cieín. Sus integra ntes proceden po:- lo general del cam· pesi nado pero son, además, los indiv iduos m ás perspi. caces y resueltos del campesi nado los q ue d ecide n romo per su nexo con la servid umbre d el latifundio. Es una elección en la que caben algunos siglos de la historia ¿el mundo: la decisi ón de hacerse min ero contiene el paso del feudalismo al capitalismo. Aislados en di<tri· tos remotos, ni siquiera sufren el asedio sistem:ítico de ciertos factores de d esclasamiento, que operan en la su perestructura, como los proletarios de las ci mbdes -los fabriles, principalmente- que, minoría ínfima acorralada por el gran número del lumpen y las capas medias, padecen un verdadero bombardeo d e los mitos, las mixtificaciones y las predilecciones de los sectores urbanos, cuyo lujo consiste en huir de sí · m ismos, en alienarse. Ex.campesinos o hijos de campesinm, Stts da. tos culturales son típicJmente los p ropios de la nación. Con el salario reciben al mismo tiempo el si¡mo de su dignidad y d e su explotación : el tra bajo colect ivo y organizétdo les proporciona la identidad de clase y cuando afroritan todos los d 'as, las horas enteras de su vida, las seiiales de una tarea con boca de riesgo, 74 el ritmo esforzado de una vida que concluye pronto, están ya en cond iciones de convertirse en u na el ase de~p ierla y p eligrosa, capaz de analizar sus nccesidad ~ s, de exigir y d e asediar. A l hacerlo, expresan de modo automá tico los intereses de la n ación porq ue ,, ~ed ian , exi gen y analizan centra el capi talismo ol igárquico, conectado con el imperia lism o, que ocu pa el pa ís. Sus intereses de clase mani[i~stan peligrosamente, de un modo concentrado, los in tereses de la nación y, por ew, el prol etario minero, que resulta de una selección hu. mana del sector más tradicionalmente nacion al q ue es el campesinado, q ue se enfrenta directamente a la cla. se m;ls típic~mente antiEacional y desnacional izadora, es la clase dirigente de la Revolución. Los dirigentes como tales suelen p rovenir, en cuanto i nd ividuos, de las capas medias, que son la ~ que disponen de Jos ins­ trumentos culturales, pero como clase no son las capas medias ni el campesinad o los que toman la iniCIa tiva el'. las luchas históricas sino el proletari ado. La propi:\ voracidad de la oli garquía minera conservó en estado de pureza al proletariad,¡ minero. En otros países, en efecto, la elevacion sistemática del standard de vid~ se tradujo ~n una ~1Jcrte de d esc1 a ~amiento del proletariado, por una aproximación formal cada vez más fl agrante a los modos de vida de las capas medias pero eso no ocurrió en Bolivia. Es cierto que esta división -capas medi as, prole· tariado, campesinado- no deja d e ser convencional y q ue el campesino, p or ejemplo, en la medida en que se enriquece, si puede hacerlo, creando un r.lUndo con· ceptual en torno a la propieda d de la tierra, aproximando cada vez más, es lo que ha ocurri Europa, a las características de las capas med l' 75 obvio que las contr ad icciones internas den tro d e cada clase son abu ndantes y a veces d~ term i na ntes. Pero en la medida en que el campesino es u n hombre acosado y lo es, si n d ud a, y lo segu irá siendo en el futuro in. mediato, su presencia entre las clases nacionales y su lucha sigue siendo vigente. • • • El proceso capitalista de la producción h ace un mundo por primera vez mundial. Los países europeos, en un complicarlo recorrido económico y cultural que tiene que ver con ei antropocentrismo ren ace nti ~ t a, la ética protestante, el adve nimiento de la r azón, el creo cimiento de la técnica, las nuevas pos ib ilidades del mercantilismo después de los descubrimi entos, a través de los capitanes de empresa y el ascenso de lds bur· gues ·as, realizan el conj unto de las características de la civilización cap italista. En un proceso que Trotsky si. túa, para Europa, entre la Revolución Fra ncesa y la f.az de VersaIl es se produce b concreción histórica de los Estados nacionales. Es un proceso que podría lla. marse natural. La burg~es¡a conquista ws mercados na. cional~s y realiza su Estado nacional que no es sino el Estad0 en su forma capitalista moderna. La conqui ~ ta de los mercados interiores se hace por m edio de u n proceso de indllstri alización y, por consiguiente, crecen la; dos clases modernas, qu e son la burgues1a y -el pro. letariado. Cuanto antes haya iniciado una burguesía la unidad nacional y la soberanía, .:ttributo éste que es esencial del E~tado naCional, más fácil le es tomar su pr0pic mercado interior. Inglaterra fue uno de los pri­ ·m eros pa'ses que cumplió este proceso y por eso, una vez dominado fácilmente su p ropio mercado,- Ie" fue 76 fácil pasar a ser el país campeón del comercio libre. Pero nhgún p lís ha creci do n unca sin el proteccio­ nismo y en Europa mism a, países como Alem ania, q ue es siempre un país que llega tarde, que tarda en reali­ zar su unidad imprescindi ble para realiza r su Es tado nacional, d ebe ya pro teger y hacer excl usivo y cerrado su mercado interior y así se expl ica la aparición de las doctrinas proteccionistas a la manera de las de Federico Liszt. Los países ca pitalistas sigu en todos este camino. Mientras se industrializan, protegen su mercado inter. no porque, sin protegerlo, no se industrializar:an ; una vez indmtrializados, cuando están ya en cond ici ones de competir en el mundo, se lanzan a la conquista de los mercados ex teriores y se hacen partidarios del comercio libre. La competencia entre los capitalistas de un país se convierte en competencia entre las industrias d e las naciones capi tal istas y así se lanzan ellas hacia los pa í. ses marginales, a la busca de mercados y de materias primas o d e reservas de materi as p rimas y de m ercados. Salen de sí mismos los Estados nacionales y los que llegau tarde al reparto de los mercados entran a prac­ ticar un naciona lismo agresivo y expansivo, que hace del nacionalismo d e los países industria lizados una po­ si ción reaccionari a. Ahora bi en, de una manera o de otra, los p aíses­ objeto, las semi colon ia 'i, también pretenden realizar su Estado nacional, es decir, la forma poLti ca de su orga. nización por la que pueden crear su un id ad nacional, su identidad cultural y re2lizar su soberanía, pa ra in. dustrializarse y convertirse en 'la ciones modernas. Pero la formación de Jos E stados nacional es en las colonias no puede seguir un curso de crecÍmientl mal" como los procesos europeos porque, precis: 77 la fase última d el Es tado nacional de los países opre­ sores, que es el imp eria lism Cl, obstac uliza la realizacú'¡n dd Estado nacional de la semicol onia. L a n ación lucha por la de fensa de sus r ecursos n aturales y d e su mer­ c2-do interno pero, en I:t medida en q ue logra éxi tos, perju di ca y vulnera la r iq uen y b naturali d 3d del Es­ tado naeioll aI imperialista. Por eso sólo p uede h acerlo aprovechando coyunturas de emergencia po líti ca en los paí ~es del centro, como las gucnas, o movi lizar'.d o re­ vol ucionaria mente a sus masas, haciendo la R evolu. ci ón. Cuando Lenin escrib ió q ue " el que n o fa"orece el naci onalismo de los países oprimidos, favorece el naciona li smo d e los países opresores" sin duda ten 'a presente este carácter básica mente defensivo del n3ci o­ nalismo de las semi colo nias pero, por otra parte, de esta situación res u ltan algunos hechos que, en Bolivia corno en las demás se micolonias latinoa mericanas, cons. tituyen diferenciales y peculiaridades de los procesos revol ucionarios de esta clase de países, En primer término, se impide al p aís llegar a constituirse en un Est.ado en su forma moderna, en un Estado nacional y como tal cosa no puede lograrse por el simple transcurso del tiempo, por el crecimiento nor. mal, como en Europa , el país ti ene que invadir, tiene que in\'adirse a sí mismo. Puesto q ue el status es la exclusión, la persecución y la alienaci ón de la nación, ésta tiene que organizarse para tomar vi olentamente lo que le debería corresponder naturalmente. En otras pa. labras, al no interrumpir nadie su desarrollo histórico, los pueblos ~urúpcos pudieron ser naci ón, !laturalmen­ te, como un dato norm al d e su ser. En los pa'ses como Bolivia, la nación es, por el contrario, una decisión his­ tórica, una elecció!l. Esto tiene un carácter tan [a:rrao. 78 te de l ucha e insumi sión q ue no puede lograrse si no movili zando a las masas q ue contienen, de un modo o de otro -cul turalmen te como el campesinado o neurál. gicamente como el proletariado- a la nación. Por eso 110 se pmdc- hablar d e nacionalismo en Bolivia si n ha· blar de movilización de las masas porque, ciertam ente, la nación no puede avanzar a la formación de su Es. tado moderno sino con el ascenso y la toma del poder por las clases que continen o q ue han co nservado a la naci ón. D e aquí resulta que el nacionalismo de dere. cha, el nacionalismo hispanizante, ta l como vinieron a p racticarlo part id os como Falange, resul ta apenas el re­ vestimiento de viejos planteamientos ideológicos anti. n aci onales de la oligarquía. Esta es también la razón por la que el nacionalis. mo se ensamb!a en la noción de la luc]¡a de clases, noción que después, por consiguiente, no se resuelve sól o en la contradicción general entre opresores y opri­ midos sino en la oposición y la lucha entre las cIases nacionales y las clases extranjeras. Ni siquiera pu ede hablarse simplemente de la lucha entre la n:tción y d imperialismo, d e la naci ón que se contrapone como un todo a los intereses del Imp erio. Por la inva sión cultu­ ral y tamb ié n porque no puede prescindir de la utili. za ci ón de clases-agentes y aun de individ uos nativos, el imperialismo tiene en la oligarquía y en todos los gru­ pos sociales que se alienan una quintacolumna dentro del juego hi stórico que se disputa en el espacio boli­ viano. La oligarquía, aunque el caso de Patiño parezca advertir sobre lo contrario, no es el imperialismo sino su agente; los intereses del imperialismo coincidel -., los de la oiigarquía y con los de todos los sector se han hecho antinacionales cultural o económicc 79