En la opinión de... Arturo Damm Arnal El empresario y la utilidad normal I Al empresario se le estigmatiza, la gran mayoría de las veces, porque su objetivo es obtener utilidades, como si la obtención de las mismas fuera algo éticamente cuestionable, económicamente erróneo, un mal necesario, que como tal debe aceptarse, pero siempre con recelo, obtención de utilidades que —lo dicen quienes tales cosas afirman— se corresponde con la naturaleza egoísta propia del empresario, todo lo cual no pasan de ser necedades producto de la ignorancia o de la mala fe o de la envidia. “Quien afirma que las utilidades son un mal necesario, no entiende el papel que las mismas juegan, uno, en la mejor asignación posible de los factores de la producción y, dos, en la mejor satisfacción posible de las necesidades de los consumidores” 38 ENTORNO Foto: Ana Lourdes Herrera / Ilustración: IndexOpen II Quien afirma que las utilidades son un mal necesario, no entiende el papel que las mismas juegan, uno, en la mejor asignación posible de los factores de la producción y, dos, en la mejor satisfacción posible de las necesidades de los consumidores, siendo que ambas son las dos caras de la misma moneda: la mejor satisfacción posible de las necesidades de los consumidores implica la mejor asignación posible de los factores de la producción, todo lo cual se sintetiza en una palabra, economizar, en el sentido de hacer el mejor uso posible de los recursos a nuestra disposición, mismos que hay que usar de la mejor manera posible por una razón muy sencilla: son escasos. Y para economizar las utilidades resultan indispensables. III La mejor muestra de que los recursos, comenzando por los factores de la producción, se están utilizando de la mejor manera posible, son las utilidades del empresario, que muestran que el consumidor está dispuesto a pagar el precio que alcanza, por lo menos, para cubrir el costo de producción, incluida en él la ganancia normal del empresario, que es el porcentaje mínimo a cambio del cual el empresario está dispuesto a actuar como tal, con todos los riesgos y responsabilidades que ello implica, y que, ¡obviamente!, forma parte del costo de producción, que es la suma de los precios de todos los factores de la producción, factor empresarial incluido, cuya remuneración es la ganancia, de tal manera que el precio debe alcanzar para cubrir dicho costo, incluida dicha utilidad normal. IV Los recursos, comenzando por los factores de la producción (recursos naturales, capital y trabajo) son escasos, de tal manera que su uso genera un costo de oportunidad: los factores de la producción que se usaron en la producción de una determinada mercancía se dejaron de utilizar en la producción de alguna otra, de tal manera que la pregunta que hay que responder es la siguiente: ¿a la producción de qué bienes y servicios deben destinarse los factores de la producción? A la de aquellas mercancías que los consumidores valoren más o, dicho de otra manera, a la producción de aquellas mercancías que genere el menor costo de oportunidad. ¿Y cómo saber cuáles son esas mercancías? Preguntándole a los consumidores. ¿Cómo? De manera indirecta, por medio del mercado, ofreciéndoles, al precio que alcance para cubrir el costo de producción (incluida la ganancia normal) la mercancía, y observando su reacción, que puede ser de dos tipos, compra o no compra, lo cual implica que el empresario enfrenta la posibilidad, y con ella el riesgo, de que el consumidor decida no comprar, con las consecuencias que ello tendría sobre su actividad. V Si los consumidores compran, y pagan el precio que alcanza para cubrir los costos de producción, aprueban la manera en la que el empresario utilizó los factores de la producción: en la elaboración de algún bien o servicio que los consumidores valoran, y la muestra de ello es que pagan el precio que alcanza para cubrir el costo de producción, incluida la ganancia normal. Por el contrario, si los consumidores, al precio que alcanza para cubrir los costos de producción, deciden no comprar, manifiestan su rechazo a la manera en la que el empresario usó los factores de la producción: en la fabricación de alguna mercancía que los consumidores no valoran lo suficiente como para pagar el precio que alcanza para cubrir el costo de producción, incluida la utilidad normal. VI La obtención, de parte del empresario, de por lo menos la ganancia normal, es la prueba, ¡irrefutable!, de que está haciendo el mejor uso posible de los factores de la producción de los que dispone; de que su uso genera el menor costo de oportunidad posible; de que está sirviendo al consumidor de la mejor manera posible, ofreciéndole bienes y servicios que valora de una manera tal que está dispuesto a pagar el precio que alcanza para cubrir los costos de producción, incluida la ganancia normal. Si la generación de utilidades es la prueba incuestionable de que el empresario está haciendo buen uso de los factores de la producción a su disposición, las mismas son una muestra de su productividad (hacer más con menos) y competitividad (hacerlo mejor que los demás), razón por la cual difícilmente pueden calificarse de males necesarios, éticamente cuestionables, económicamente erróneas. Al contrario: son bienes indispensables, éticamente irrefutables y económicamente correctos, sobre todo si se consiguieron en mercados competidos, sin ningún privilegio (dopaje empresarial) otorgado por el gobierno, privilegio gubernamental (apoyo, protección, subsidio, concesión monopólica, etc.) cuyo otorgamiento, por más que lo pida el empresario, es responsabilidad del gobernante. E Arturo Damm, Licenciado en Economía y Filosofía, es profesor de la Escuela de Economía y la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana. Articulista en varios periódicos y revistas y comentarista de radio y televisión, es autor de diez libros sobre temas de economía y filosofía, y coautor de otros cuatro. E-mail: [email protected] ENTORNO 39