Observatorios Urbanos La encrucijada de invertir en Educación Josefina Alvarado Palomera*

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Observatorios Urbanos
La encrucijada de invertir en Educación
Josefina Alvarado Palomera*
En el contexto actual de la economía, el inicio del nuevo ciclo escolar ha significado
para muchas familias mexicanas enfrentar una difícil situación al tener que racionar aun
más los recursos del hogar para poder cubrir así un mayor número de necesidades a las
que se suman las relacionadas directa o indirectamente con la educación de sus
integrantes tales como la compra de uniformes, útiles escolares, pago de colegiaturas,
cuotas, transporte y otros gastos. Algunos análisis sobre el tema de educación,
consideran el gasto en este rubro como una inversión ya que genera el acceso a mejores
oportunidades de empleo y de ingresos futuros; y esto a su vez permite superar el
círculo intergeneracional de la pobreza (UNICEF).
En nuestro país, el Estado es el principal responsable de proporcionar el servicio de
educación, sin embargo; los hogares también invierten en la formación de sus
integrantes y la cantidad que éstos le destinan depende de múltiples factores
económicos, sociales y culturales, de entre los que destaca el ingreso del hogar. La
proporción del ingreso que los hogares destinan a la educación de sus integrantes suele
considerarse como un indicador del valor relativo que estos le asignan a la educación.
Recientemente el Instituto Nacional de Estadística e Informática y Geografía (INEGI)
dio a conocer los resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares
(ENIGH) 2008, la cual muestra el comportamiento de los ingresos y gastos de los
hogares en el periodo de referencia, en cuanto a su monto, procedencia y distribución,
todo ello asociado a las características de los propios hogares, sus integrantes y sus
viviendas.
De los resultados de dicha encuesta se deriva que en el 2008, el gasto corriente
(promedio trimestral) de los más de 26.7 millones de hogares mexicanos se redujo 14.5
por ciento respecto al año 2006. El rubro en el cual existió mayor gasto por parte de los
hogares fue el de los alimentos, bebidas y tabaco, en el que se gastaron siete mil 389
pesos en promedio cada trimestre, la siguiente prioridad fue el transporte y
comunicaciones con cuatro mil 052 pesos y después educación y esparcimiento con dos
mil 974 pesos promedio trimestrales. Le siguen en orden de prioridad el gasto realizado
en vivienda y combustibles, artículos y servicios para la casa, vestido y calzado,
cuidados de la salud y las transferencias.
Cabe resaltar que para el 2008, el gasto corriente monetario en alimentación, bebidas y
tabaco, representó poco más de la tercera parte del gasto, 33.6 por ciento del total,
mientras que en el 2006 era 29.4 porciento. La proporción del gasto en transporte
prácticamente permanece en los mismos niveles al pasar de 18.9 a 18.4 por ciento en el
periodo 2006-2008. El monto gastado en vivienda y combustibles representó 10.0 por
ciento para 2008 y 8.9 por ciento para 2006. Sin embargo, el rubro de educación y
esparcimiento es uno de los más afectados con la reducción del gasto, pues en el año
2000, la proporción del gasto de los hogares en la educación era de 17.4, para el 2006
este rubro representó 15.5 por ciento y en el 2008 la proporción del gasto en educación
y esparcimiento es 13.5 por ciento.
De acuerdo con la evolución que muestra la distribución del gasto en educación de los
hogares mexicanos, pareciera entonces que nos importa cada vez menos la formación de
capital humano, pues la proporción del gasto de los hogares en este rubro es cada mes
menor. Sin embargo, tomando en cuenta que las decisiones de consumo de un hogar
buscan maximizar su función de utilidad, la cual está sujeta a las restricciones
presupuestarias y a los precios de los bienes y servicios; y que además en el proceso de
decisión de cómo y cuánto gastar en cada uno de los rubros influyen también una serie
de factores económicos, sociales y culturales inherentes al hogar, podría considerarse
entonces que el comportamiento del gasto que muestran los hogares del país es
congruente con la dinámica actual de crisis económica y financiera donde imperan altos
índices de desempleo e inflación que afectan seriamente el ingreso , el cual es bien
conocido no ha crecido en la misma medida en que lo han hecho los precios de los
bienes y servicios.
Ante esta situación, los hogares mexicanos se ven obligados a reducir su gasto no solo
en educación, sino también en rubros no menos importantes como la salud, vestido y
calzado, cuidados personales, entre otros; ya que el flujo y el monto del ingreso
corriente total en efectivo (monetario) o en bienes y servicios que reciben los
integrantes del hogar (no monetario), al no ser continuo ni estable interrumpe el acceso
regular a los bienes y servicios que constituyen su canasta de consumo en un periodo
dado. Según la ENIGH, en el 2008 el ingreso corriente monetario trimestral del hogar
alcanzó la cifra de 29 mil 420 pesos, lo cual se traduce a menos de 10 mil pesos
mensuales, cantidad que al compararse con el ingreso del 2006 resulto menor en casi
dos puntos porcentuales.
Si a esta situación le añadimos el que en promedio el tamaño del hogar es de cuatro
integrantes, que por lo menos uno de ellos es menor de 14 años y que a lo mucho dos de
los otros tres integrantes son ocupados (1.8), entonces nos damos idea no solo de la
carga económica que esto representa para el jefe del hogar, sino también de la
encrucijada a la que se enfrentan los hogares mexicanos a la hora de decidir en qué y
cómo gastar su ingreso, y poder cubrir así un mayor número de necesidades. De lo
anterior podemos derivar también, que si queremos ver el gasto en la educación como
incentivo se requieren entonces políticas que incrementen el ingreso de los hogares y/o
reduzca el gasto en otros rubros, ya que al contar con recursos disponibles, estos
podrían dirigirse a la formación educativa de sus integrantes, sin olvidar claro está, que
además de la situación financiera del hogar, en esta decisión influyen también las
percepciones personales y culturales y la calidad de la educación a la que se aspira.
Asistente del Centro de Estudios del Desarrollo de El Colegio de Sonora,
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