¿CUÁL DEMOCRACIA ESCOLAR? Autora: Luz Marina Márquez UNIVERSIDAD DE CARABOBO VALENCIA-VENEZUELA RESUMEN Este trabajo tiene por objeto analizar como se expresan los valores de la democracia, en las relaciones que se dan entre los diferentes actores, en el ámbito de la cotidianidad de la escuela; considerando que la Ley de educación (1980) y el Currículo Básico Nacional (1999), son referentes normativos y teóricos de gran importancia para la redimensión de la práctica pedagógica. Además, se evidencian los valores que reposan en el currículo oculto a través de la socialización, la disciplina, los rituales de preservación y los estilos del lenguaje utilizados, los cuales dan lugar a la afirmación, de que para formar en los valores esenciales de la democracia, es necesario permear el ambiente escolar de esos mismos valores, sobre la base de prácticas donde la acción comunicativa, participación, la búsqueda del consenso, el reconocimiento del otro y la solidaridad social, sean los ejes fundamentales de ese quehacer. Palabras clave: Educación, democracia, poder, ciudadanía. WHICH SCHOOL DEMOCRACY? ABSTRACT This work has for object to analyze like the values of the democracy are expressed, in the relationships that are given among the different actors, in the environment of the daily one of the school; considering that the education Law (1980) and the National Basic Curriculum (1999), they are relating normative and theoretical of great importance for the dimension of the pedagogic practice. Also, the values are evidenced that rest in the hidden curriculum through the socialization, the discipline, the preservation rituals and the styles of the used language, which give place to the statement, that to form in the essential values of the democracy, it is necessary the permeability of the school atmosphere of those same values, on the base of practical where the talkative action, participation, the search of the consent, the recognition of the other one and the social solidarity, be the fundamental axes of that chore. Keywords: Education, democracy, to be able to, citizenship. ¿CUÁL DEMOCRACIA ESCOLAR? El propósito de este trabajo está en la redefinición de la escuela, como ente generador de valores democráticos de convivencia social, en un sistema educativo que está resultando incapaz de dar respuesta a las exigencias de esta nueva era, marcada por la globalización e informatización de las relaciones sociales y del hecho productivo en sí mismo; como lo afirma Castell (1999), "en un mundo de flujos globales de riqueza, poder, imágenes, la búsqueda de la identidad colectiva o individual, atribuida o construida, se convierte en la fuente fundamental de significado social" Una rápida mirada a la evolución histórica de la Educación Básica permite, por lo pronto, afirmar que la educación escolarizada en Venezuela, ha evolucionado a partir de una acción discursiva expresada en las leyes, reglamentos y decretos hacia nuevos procesos de enseñanza, aprendizaje, teniendo como norte la consolidación del sistema democrático que le sirve de base y le genera mecanismos de legitimidad social. Es importante apuntar que la Ley Orgánica de Educación (1980) en el artículo 3, indica que la Educación Básica tiene como finalidad contribuir a la formación integral del educando, en este sentido, la escuela tiene un carácter fundamental respecto al aprendizaje que hay que hacer para vivir en una sociedad democrática, pues el escolar es a la vez ciudadano. Es de observar, que aunque el Currículo Básico Nacional (1999), constituye un referente teórico esencial, para que el docente lleve a la práctica los elementos del currículo, de una forma integrada en la ejecución de los proyectos pedagógicos de aula, y en la evaluación de los aprendizajes; y que para cumplir el conjunto de misiones que le son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que se constituyen en los pilares del conocimiento: aprender a conocer, es decir, adquirir los elementos para la comprensión; aprender a hacer, para influir sobre el propio entorno; aprender a vivir juntos, para participar y cooperar con los demás en todas las actividades humanas y aprender a ser, un proceso fundamental que recoge elementos de los anteriores, hace referencia a que todos los seres humanos deben dotarse de un pensamiento autónomo y crítico y de elaborar un juicio propio, para determinar por sí mismos qué deben hacer en las diferentes circunstancias de su vida. Sin embargo en la primera y segunda etapa de Educación Básica, el trabajo que se realiza en las aulas continúa entendiéndose desde una perspectiva incesable al currículo. El alumno recibe la información y el conocimiento elaborado, seleccionado y transmitido por otros. El conocimiento se organiza por normas y procedimientos de evaluación y promoción, estrategias y didácticas de enseñanza, los cuales reposan en el currículum oculto, a través del control y la disciplina, rituales de preservación y estilos de lenguaje. En este contexto, el currículo oculto, se refiere a las ideas, los valores, los principios, los modelos de identificación, las formas de organización y manejo del poder, los espacios simbólicos, legitimados a través de la cultura escolar y se articula fundamentalmente alrededor del docente y del sistema disciplinario como espacio normativo de la escuela. El estilo de socialización predominante en la escuela es autoritario, rígido y heterónomo, donde la autoridad es un valor que deben ejercer los docentes, para generar y mantener el respeto de los alumnos, en el cual, se va legitimando una forma de relación basada en el uso del poder, y en la manipulación afectiva, que trae consigo la presencia de juicios rígidos sobre lo bueno y lo malo, sobre lo correcto y lo incorrecto, sobre lo que se debe cumplir, y desde allí se evalúa el comportamiento de conformidad con las reglas, favoreciendo la construcción de personalidades carentes de civismo, ignorantes de sus deberes y derechos como ciudadanos y sin un concepto definido de justicia, participación, autonomía e independencia social. El sistema escolar, no supone comunicación sino actos de transmisión lineal que se revisten de solemnidad. Las observaciones de aula (Este, 1994) refieren el culto al silencio para que la "transmisión" se produzca; la ineficacia del discurso perceptivo-transmisor que se da en ese silencio duramente logrado, la escasez de momentos para la reflexión, o interacción individual consigo mismo o con problemas reales. Formas de relación social que se sostienen en la generación de una cultura donde prolifera la vergüenza por "no poder ser como se debe y tener vergüenza de ser como se es"; la pena " búsqueda del silencio para recibir la verdad y la expiación de la culpa por no ser como se debe ser"; el suplicio, a través de la cultura del dolor asociada a la enseñanza; el castigo, manifestado a través de la "pedagogía de la sanción". Se concibe el respeto desde una doble dimensión, por una parte, como la aceptación de las ideas del otro, como verdades no susceptibles de duda, de donde se desprenden comportamientos referidos a la anulación de la crítica y la expresividad en la comunicación, y por la otra, como el acatamiento de toda imposición venida de la autoridad. Este acatamiento se manifiesta a través de la obediencia, el cumplimiento del deber y el temor. Dentro de esta concepción, se evidencia un respeto unilateral, en el que no hay reciprocidad entre el docente y el alumno; lo que se expresa es una relación de superioridad e inferioridad. Esta situación impide generar procesos de colaboración frente a reglas asumidas por el bien común. Otro elemento importante a considerar, es que en la escuela, no se establecen diferencias entre la autoridad y la norma. Se identifican de tal modo que no existe la una sin la otra y, por tanto se legitiman entre sí, independientemente de la circunstancia que contextúa una relación o un comportamiento determinado. En este sentido, se considera justo, todo aquel acto o comportamiento del alumno, que esté en concordancia con lo que el docente espera de él, y por tanto, se legitima la sanción como forma de control. Las sanciones implícitas en el mismo hecho, son valoradas como justas, porque se considera que el alumno que no cumple la norma, merece el castigo para aprender a corregir su comportamiento. La severidad de la sanción es parte inherente del comportamiento justo, porque a mayor grado de fuerza en la aplicación de un castigo, más poder adquiere éste como corrector del comportamiento que se ha distanciado de la norma y de la expectativa de la autoridad. Con respecto a la estructura de poder y su dinámica en la escuela, Ospina y Alvarado (1998) indican, que existen también contradicciones que se reflejan más en un lenguaje ambiguo y sin respaldo en la praxis social real. Se argumenta la participación, pero se realiza la dominación en diferentes formas, esto quiere decir, "que la escuela debe ser un recinto de niños (no para los niños... ) y, además que es un recinto de la comunidad. Dos objeciones se han dado a estos criterios: a) Al niño hay que educarlo (...), b) El niño es inculto y debe venir a la escuela a adquirir cultura (...). En función de esto se constituye como una proyección de la cultura universal hacia la comunidad, donde se instala. La cultura de la comunidad que llega a través del niño y sus representantes, o es rechazada o mirada comprensivamente" (Esté, 1996; p.212). El poder sigue estando ligado a las formas tradicionales de autoridad, aunque existen mecanismos formales de participación democrática. Siguen siendo los adultos quienes definen las formas de participación, reproduciendo, en el interior de la escuela, diversas formas de ineficiencia para crear ciudadanía dentro de una perspectiva ética. El aprendizaje se asemeja a una práctica mediada por una fuerte autoridad del docente y una disposición del alumno a aprender las cosas elementales, donde lo más sorprendente es la forma en que se rehúsa a vincular la cuestión de la autoridad, con la retórica de la libertad y la democracia; evidenciándose la falta de algún intento por reinventar un punto de vista de autoridad que exprese un concepto democrático de la vida colectiva, un concepto al que dé cuerpo una ética de solidaridad, de transformación social y de una visión imaginativa de ciudadanía. Para formar en los valores esenciales de la democracia se hace necesario permear el ambiente escolar de esos mismos valores, que inciden significativamente en la persona; para ello es necesario modificar la organización, los canales de comunicación, la participación, la toma de decisiones. La escuela debe convertirse en semilla y espejo de la sociedad que se quiere construir, (Boscan, 2000). Esto es posible, si se asume a la escuela con una actitud mental y operativa, que sea síntesis proyectual entre el pensar y el actuar, entre el conocer y el realizar, entre el enseñar y el aprender. Si los docentes desarrollan el pensamiento y la comunicación, animan procesos y junto con los alumnos y alumnas caminan en la lógica del descubrimiento y de la construcción. En este sentido, la acción de la escuela en la construcción de una sociedad democrática, se hace cada vez más emergente. Es decir, que la mejor lección de democracia, debe provenir de la propia experiencia cotidiana de las instituciones escolares; La escuela debe ser un espacio de construcción de ciudadanía, un ámbito privilegiado para aprender el difícil arte de la convivencia en la diversidad. Ser ciudadano es convertirse en una persona dotada de derechos que sabe ejercerlos y exige respeto, requiere conciencia de que a todo derecho le corresponde un deber, una responsabilidad que cumplir. La plenitud de los derechos ciudadanos sólo es posible en una democracia, donde éstos derechos están por encima de cualquier coyuntura o decisión política. La ciudadanía como pedagogía en la escuela, implica la movilización del conocimiento, de las relaciones sociales particulares dentro de un espacio y tiempo. Si se concibe el concepto de ciudadanía como práctica histórica socialmente construida, se vuelve un imperativo reconocer que categorías como ciudadanía y democracia necesitan ser problematizadas y reconstruidas permanentemente. La escuela necesita una enseñanza que cambie por completo la relación con la autoridad y las expresiones que la mediatizan, sobre la base de prácticas donde la participación, la búsqueda del consenso, el reconocimiento del otro y la solidaridad social sean los ejes fundamentales en ese quehacer. Es a la vez un ejercicio educativo que posee la capacidad de delimitar una nueva relación alumno - maestro, que transcurrido el tiempo será el nuevo paradigma pueblo gobierno. Entonces es preciso que los educadores legitimen a las escuelas como esferas públicas democráticas, como lugares que proponen un servicio público esencial para la formación de ciudadanos activos. Pretender cerrar las puertas de la escuela a la política es contradictorio, es no estar dispuesto a ejercitar el fundamento de la educación: la escuela es un elemento constitutivo de la polis (ciudad), y entre ellas ha de mantenerse lazos indesligables de crecimiento mutuo. BIBLIOGRAFÍA √ Asamblea Nacional De Educación. (1998, Enero, 11 al 17). Ideas para el Debate Educativo. Caracas: Consejo Nacional de Educación. √ Castel, M. (1999). La era de la información. Tomo 1. México: Siglo Veintiuno Editores √ Constitución (1999). Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, 36860. Caracas, diciembre 30. √ Boscan, G. A. (2000). La Educación para la Solidaridad como Propuesta Alternativa ante el Fenómeno del Empobrecimiento Progresivo en el Contexto de la Sociedad Venezolana. Tesis Doctoral. Valencia: Área de Estudios de Postgrado. Universidad de Carabobo. √ Delors, J.(1996). La Educación Encierra un Tesoro. Madrid: Ediciones UNESCO √ Esté, A. (1994). El Aula Punitiva. 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