Los orbes según Morín (extracto del libro XVI, sección I, capítulo 13) Del orbe de influencia de los astros y del semidiámetro de ese orbe en los planetas y estrellas fijas, la nueva y verdadera doctrina necesaria para el conocimiento de los aspectos. Aunque cualquier planeta derrama sus fuerzas hacia el centro del mundo (o primer cielo), es más, por medio de su verdadera posición determinará eficazmente la circunferencia de éste 1 y sus propios aspectos -según el capítulo 4-, y por tanto puede decirse que el propio cielo es el orbe proporcional de la virtud de cualquier planeta2, sin embargo, por experiencia nos consta que la fuerza de la influencia del planeta no se queda fijada solamente en aquella parte del Primum Mobile, que dicho planeta abarca con su diámetro visible3, sino que es difundida circularmente4 en el Primum Mobile, a cierta distancia alrededor de la citada parte (es decir, la posición visible del planeta), de tal modo que en el centro de ese orbe (es decir, la posición visible del planeta) la fuerza influencial del planeta es más poderosa y poco a poco remite hasta la periferia de aquel orbe, donde cesa completamente la determinación influencial. Por eso aquel orbe suele llamarse vulgarmente “orbe de virtud del planeta”, y éste no sólo se da en la posición visible del planeta en el Primum Mobile, sino también para cada uno de sus aspectos, como demuestra la experiencia y explicaremos posteriormente con más detalle. Y la virtud del planeta no fluye hacia lo inferior desde cualquier punto del cielo, sino solamente desde los determinados por conjunción y aspectos. Pero por ahora no saben muy bien los astrólogos cuánto es el diámetro de ese orbe para cada planeta5, porque desconocen el fundamento de esa cantidad. Por eso unos atribuyen a cualquier planeta un orbe de influencia mayor, y otros menor, aunque no parezcan discrepar mucho unos de otros. Según Ptolomeo (cap. 14, libr. 5), el semidiámetro del orbe es de 12º para Júpiter, o el arco del mayor círculo llevado por el centro de Júpiter, que abarca 12º, contados a partir del propio cuerpo o centro de Júpiter; para Venus, 8º. Pero no habla de los otros planetas, sino que en el cap. 21, libr. I dice de modo general: en las aplicaciones y separaciones no debe haber un largo intervalo. Por su parte, Cardano (en su Comentario), basándose en aquella proporción de los semidiámetros de los orbes de Júpiter y Venus, pone estos semidiámetros para los restantes planetas: 17º para el Sol, 12º 30 para la Luna, 10º para Saturno, 7º para Marte y Mercurio. Porfirio en cambio, en contra de Ptolomeo (al final del libro 4), y, después de él, Schöner, (Parte 2 cap. 17) dan al Sol 15º, a la Luna 12º, a Saturno y Júpiter 9º, a Marte 8º, a Venus y Mercurio 7º. Orígano, con el consenso de otros astrólogos, da al Sol y la Luna 15º, a Saturno 9º, a Júpiter 10º, a Marte y Venus 8º, a Mercurio 7º y al nodo norte 12º. Pero ninguno de ellos aduce la razón fundamental6, sino que cada cual ajusta su propia opinión según los límites de sus experiencias. Así pues, también en esta parte de la astrología intentaremos dar satisfacción exponiendo, el notable y natural fundamento de aquel semidiámetro de los planetas y estrellas fijas. De entrada nos 1 El cielo es concebido como una circunferencia. Es decir, que la influencia del planeta se extiende a todo el orbe celeste por los 12 puntos determinados para su influencia. 3 Su cuerpo físico, que es circular. 4 El orbe se concibe como una circunferencia, un halo circular, que rodea al cuerpo visible del planeta hasta cierta distancia. 5 Obsérvese que se habla de orbe del planeta, no del aspecto. Según la tradición, son los planetas los que tienen orbe, no los aspectos. Es decir, para ellos, si un planeta tenía un orbe de 5 grados, por ejemplo, todos sus aspectos tendrían dicho orbe. No hacían diferencias entre un sextil y una conjunción, o una cuadratura. Esto lo indica claramente la palabra “orbe” (del latón “orbis”, círculo), ya que el único que tiene una forma circular es el planeta. 6 Es decir, el fundamento en el que se basan. 2 satisfizo completamente esta teoría porque cuadra con las observaciones astronómicas, las razones físicas, las experiencias astrológicas de los aspectos y viene a dar unos semidiámetros que se diferencian poco de los anteriormente citados. Por esas cuatro razones me parece que se la debe tomar por cierta y verdadera. T VS W U * * * * * Q * Horizonte Para T (5º) Para V y S (10º) Para W (11º) Para U (11º30) G-Posición del Sol bajo el horizonte cuando se ven las estrellas fijas de 1ª mag. (12ª) F- Posición del Sol bajo el horizonte cuando se ven las estrellas fijas de 2ª magnitud (13ª) E- Posición del Sol bajo el horizonte cuando se ven las estrellas fijas de 3ª magnitud (14ª) D- Posición del Sol bajo el horizonte cuando se ven las estrellas fijas de 4ª magnitud (15ª) C-Posición del Sol bajo el horizonte cuando se ven las estrellas fijas de 5ª magnitud (16ª) B- Posición del Sol bajo el horizonte cuando se ven las estrellas fijas de 6ª magnitud (17ª) A-Posición en la que deja de verse la luz del Sol bajo el horizonte (18º) La línea vertical tiene siempre 18º y el espacio debajo del horizonte es el orbe del planeta o estrella medido en relación al Sol. Es decir: si una estrella de 6ª magnitud se empieza a ver cuando el Sol está 17º por debajo del horizonte, su orbe es de 1ª (18- 17 = 1) Es coherente con las razones físicas el que los semidiámetros del orbe de las estrellas fijas y de los planetas se tomen de la fuerza de la luz de cada cual en comparación con la luz del Sol. No porque la luz del planeta y su fuerza sean lo mismo, sino porque el orbe en el cielo perceptible desde la tierra de la actividad de una y otra cualidad es el mismo, y por eso la luz puede ser tomada como medida de su fuerza. Pues cuanto mayor se nos muestra la luz del planeta, como cuando está más cercano a nosotros, tanto más eficazmente obra en nosotros por sus otras cualidades. Pues la fuerza del que actúa a distancia se debilita tanto más cuanto más lejos va desde su fuente, como se ha demostrado en otro lugar. Sin embargo he dicho lo mismo del orbe en el cielo, porque ciertamente dicho orbe no debe considerarse en otro lugar más que en la concavidad del primer cielo, como un espacio circular en cuyo centro mayor fuerza tiene la virtud del astro, mientras que decrece sensiblemente y proporcionalmente hasta la periferia de ese espacio, como ya se ha dicho antes. Así pues, ya que según la astronomía consta que el Sol extiende la fuerza de su luz a su alrededor hasta 18º y por eso las estrellas fijas más pequeñas situadas en la misma vertical que el Sol no pueden verse hasta que el Sol haya descendido en dicho círculo vertical unos 18º por debajo del horizonte, estando la estrella en el horizonte, por eso al propio Sol se le darán con toda razón 18º como semidiámetro de orbe de su luz y por ello de su virtud influencial, que es sobre todo la cuestión que nos ocupa aquí. Pero si las estrellas fijas y los restantes planetas, al menos los menores, situados debajo del horizonte extendieran su luz sensiblemente por encima del horizonte como el Sol, se definiría el semidiámetro de su orbe del mismo modo que el Sol, pero, al no darse esto, queda la vía de la comparación de su luz con la luz del Sol. Y así a las estrellas fijas y a los planetas se les dará únicamente como semidiámetro de su orbe, cuanto penetra cualquier astro con su luz el semidiámetro del orbe del Sol, según pueda verse dicho astro sobre el horizonte estando el Sol hundido abajo. Las estrellas de 6ª magnitud se ven en el cielo cuando el Sol está hundido 17º en el mismo círculo vertical que ellas, así pues, ya que penetran el semidiámetro del orbe solar 1º contado desde la periferia de dicho orbe hasta el centro, por lo tanto el semidiámetro del orbe de las estrellas fijas de 6ª magnitud será de 1º. Igualmente las estrellas fijas de 5ª magnitud se ven cuando el Sol está hundido 16º; las de 4ª, 15º; las de 3ª, 14º; las de 2ª, 13º, las de 1ª, 12º. Pero de los planetas, siguiendo a Ptolomeo y Kepler (en las tablas de Rudolfino), Marte se ve estando el Sol hundido 11º 30, Saturno 11º, Júpiter y Mercurio 10º y Venus 5º. En consecuencia el semidiámetro del orbe de las estrellas de quinta magnitud será de 2º, de cuarta de 3º, de tercera de 4º, de segunda de 5º, de primera de 6º, de Marte de 6 º 30, de Saturno de 7º, de Júpiter y Mercurio de 8º, de Venus de 13 º. Por esto nos consta que Ptolomeo no prestó atención a ese fundamento puesto que a Júpiter le dio 12º y a Venus tan sólo 8. Tabla de los grados de orbe según Morín Cuerpo celeste Sol Luna Mercurio Venus Marte Júpiter Saturno Estrellas fijas: 1ª Magnitud 2ª Magnitud 3ª Magnitud 4ª Magnitud 5ª Magnitud 6ª Magnitud Diámetro completo de orbe 36 24 16 26 13 16 14 12 10 8 6 4 2 Semi-diámetro 18 12 8 13 6.5 8 7 6 5 4 3 2 1 Por lo tanto queda la Luna a la que se debería dar un semidiámetro menor que a Venus. Se demuestra por dos razones: la primera, porque Venus a veces se puede ver brillar cerca del Sol, incluso a la hora meridiana, cuando la Luna no puede verse. La segunda, porque cuando la Luna, en el mismo día, es vieja y nueva, debe necesariamente distar del Sol más de 5º, porque su movimiento diario nunca es menor de 11º. Así pues, si dista del Sol 6º, su semidiámetro de orbe será tan sólo de 12º, como opinaron Cardano y Porfirio. Si distara más de 6º, su semidiámetro sería aun menor de 12º. Así pues se le debe dar un semidiámetro menor que a Venus, y con toda razón decidimos con Cardano y Porfirio que sea de 12º. Y éstos son los semidiámetros de los orbes de las estrellas fijas y de los planetas, cuyo complemento hasta 18º (semidiámetro del orbe solar), contado desde el mismo Sol, es el término de la combustión de cualquier astro, más allá del cual dicho astro no puede llamarse combusto. Esto es algo que, aunque solamente de paso, quiero decir aquí para una más exacta comprensión de los semidiámetros. Por ejemplo: el semidiámetro de Venus es de 13º, cuyo complemento hasta 18 es 5º, por lo tanto 5º contados circularmente desde el Sol son el término de la combustión de Venus que, cuando dista del Sol esos 5º ya no se dice combusta, porque obviamente a aquella distancia se la puede ver cuando el Sol está debajo del horizonte. Lo mismo vale para los demás. Además esos semidiámetros deben mantenerse para todo el globo de la tierra, ya que están determinados por la salida de los astros de la combustión según su luz propia o cambio de luz. Así pues, éstos son los términos de la combustión. Pues para que se dijera que Venus a unos 5º de distancia del centro del Sol no está combusta por todo el orbe de las tierra, bastaría que pudiera verse en algún sitio a esa distancia. De lo contrario, debería decirse que está combusta mientras el Sol nos impide verla, y así, en nuestros países, casi siempre estaría combusta de día y en las zonas frías durante casi todo el año, lo cual es absurdo. Cabe opinar lo mismo de los otros planetas. Por lo demás los anteriormente citados semidiámetros de los orbes varían un poco cuando el Sol y los planetas están en su apogeo o perigeo, pues cuanto más cerca está el planeta de la tierra, tanto más grande y más brillante se nos muestra y por eso tiene un mayor semidiámetro; y cuanto más lejos, menor. Y, desde luego, es posible encontrar esas diferencias, pero sería mucho más el trabajo que la utilidad. Por lo tanto, ya se ha dicho bastante de estas cuestiones. Y si alguien objetara que la luz, ni la propia -como en el Sol y las estrellas fijas- ni mucho menos la reflejada -como en los restantes planetas- puede tomarse como medida de virtud influencial, porque luz e influencia son de distinto orden en su modo de obrar, le respondo: sirven a nuestra causa las observaciones astronómicas y astrológicas y, según éstas, consta que si el Sol y Saturno distan entre sí 18º (lo cual es el semidiámetro del orbe del Sol), no hay entre ellos el efecto de conjunción del Sol y Saturno, a no ser quizá débil y oscuro, porque esa conjunción plática sería incompleta, como se dirá en el capítulo siguiente. Y el mismo razonamiento sirve para los otros planetas. Y no importa que la luz del Sol o de Saturno no llegue hasta el cielo, adonde alcanza la influencia del planeta, determinando las partes de dicho cielo, sino que basta que sea respecto a nosotros la medida del orbe influencial del citado planeta.