la vida contemplativa como praxis suprema según aristóteles

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Revista Philosophica
Vol. 33 |Seraestre I / 2008] Valparaíso
(89 - 98)
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LA VIDA CONTEMPLATIVA COMO PRAXIS
SUPREMA SEGÚN ARISTÓTELES*
Contemplative Life As Supreme Praxis According
To Aristotle
JORGE MARTÍNEZ BARRERA
Instituto de Filosofía
Pontificia Universidad Católica de Chile
[email protected]
Resumen
La siguiente reflexión apunta a mostrar que la verdadera eu-praxía es, para Aristóteles,
la vida contemplativa y que la filosofía, por lo tanto, ya no puede ser considerada solamente como un "sistema", sino como una determinada manera de vivir.
Palabras clave: Aristóteles, ética, vida contemplativa, política, fin último.
Abstract
The paper aims to show that for Aristotle the actual eu-praxía is contemplative Iife.
Philosophy must therefore not to be considered as a "system" but as a specific way of
life.
Key words: Aristotle, ethics, contemplative live, politics, ultímate end.
En la presentación que Aristóteles hace de la política en las primeras
líneas de la Ética Nicomaquea, además de la lección fundamental acerca
de la orientación teleológica de la vida humana, el Estagirita menciona, de
manera esquemática, tres tipos posibles de vida que los hombres pueden
elegir en libertad, libertad que, por cierto, necesita ser cultivada y formada
hasta tal punto que ella es todo un criterio pedagógico ("Es evidente, pues,
que hay una clase de educación que debe darse a los hijos, no porque sea
necesaria sino porque es libre y bella" . Esas tres vidas son la vida de placeres, la vida política y la vida contemplativa. En caso de ser verdadera la
conocida tesis de Richard Bodéüs en cuanto a que el destinatario de estas
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* Recibido en agosto de 2008.
1
ARISTÓTELES, Política, 1338a 30-32.
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lecciones de antropología filosófica es con toda probabilidad un público
de hombres políticos, sorprende la provocativa afirmación respecto del
segundo de estos tipos de vida, la política. Esta es una vida algo superficial
"respecto de lo que buscamos" . La taxonomía de los géneros de vida no es
horizontal; Aristóteles muestra claramente sus preferencias y no se ha privado de maltratar el primero de tales tipos, pero debe admitirlo en la discusión
por un par de razones: la primera, ya lo he mencionado, es una vida elegible, esto es, no está sujeta a la constricción de la necesidad, ya sea la que
rige la vida de los agricultores, o ese tipo particular de necesidad violenta
como la vida que va en pos de las riquezas, por ejemplo. Por el contrario,
uno elige libremente comprometerse en una existencia voluptuosa, más
allá de que el bíos apolaustikós pueda incluso referirse no solamente a los
placeres físicos. La segunda razón por la cual es preciso hacerse cargo de
este género de existencia, es que la mayoría parece preferirlo, esto es, se
trata de algo políticamente relevante. Por su parte, el bíos politikós tiene
como fin gozar de una buena reputación y si bien este nobilísimo propósito
conviene a los caracteres refinados, se trata en definitiva de una trivialidad
por la simple razón de que la buena fama depende en gran medida de la
benevolencia ajena. La verdadera felicidad no puede, aparentemente, ser
un asunto de méritos o deméritos (esto, en mi opinión, marca un punto de
diferencia con la ética cristiana). Además, no queda claro si la virtud en estos casos es perseguida por sí misma o como un medio para obtener el buen
nombre. Así pues, no deja de ser sorprendente que la virtud moral en la
Etica Nicomaquea ocupe un puesto "trivial" respecto del verdadero objetivo
de la existencia, que debe ser un bien "propio y difícil de arrebatar" . Queda
entonces una tercera posibilidad, la vida contemplativa como el modelo de
existencia humana al cual es preciso aspirar prioritariamente.
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Notemos entonces que se dice a los hombres políticos que la vida superior no es la vida moral sino la contemplativa. La conexión entre ambas
no aparece explícitamente tematizada en la Ética Nicomaquea, pero no es
difícil aceptar provisoriamente la respuesta de Santo Tomás a la pregunta
por el modo como la virtud moral irriga la vida contemplativa. Si bien
esta última no consiste esencialmente en la práctica de las virtudes, éstas
preparan eficazmente el terreno para la práctica de aquélla. Pero el aspecto
principal que me interesa subrayar es que la vida contemplativa es, ante
todo, un modo de configurar la propia existencia. Se trata, para emplear
la expresión cara a Pierre Hadot, de la filosofía como manera de vivir. No
se trata aquí de la filosofía como letra plasmada en un texto que habrá de
estudiarse y que no tiene la menor interpelación al modo como uno entiende
que ha de vivir. Por el contrario, el bíos theoretikós es, insisto, una forma de
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3
ARISTÓTELES, Ética Nicomaquea, 1095b 24.
ARISTÓTELES, Ética nicomaquea, 1095b 26.
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organizar la propia existencia, con todo el peso que el término "organizar"
posee. Es un bíos, una vida, una manera de ser en el mundo. Hemos de
vivir filosóficamente, se trata de toda una práxis exigida por lo más íntimo
de la constitución humana, de modo tal que incluso la vida política debe
estar al servicio del ejercicio de la filosofía, malgré Hannah Arendt, quien
acusa a Platón de "instrumentalizar" la política. Y si es verdad que debemos
buscar políticamente fines ultrapolíticos, pues no somos ni dioses ni bestias
salvajes, entonces no deberíamos subrayar en exceso una lectura "ética" de
la Ética Nicomaquea, sino una en la cual nos hagamos cargo de que toda
la filosofía de las cosas humanas, tal como Aristóteles llama a lo que conocemos como su "filosofía práctica", es un canto a la vida contemplativa,
como afirma Leo Strauss. La "filosofía práctica" de Aristóteles no es, en
lo esencial, "filosofía práctica" en el sentido como espontáneamente uno
tendería a entenderla, es decir, como algo opuesto a la "filosofía teórica",
sino, en todo caso, un hacerse práctica la filosofía misma, y esto implica
que ésta, la filosofía, es ante todo una praxis, una manera de vivir, de actuar
o de ser en el mundo.
Las universidades han contribuido a disecar el contenido de este modo
de entender la filosofía privilegiando el análisis erudito de los textos, cosa.
Me apresuro a declarar, sin embargo, mi absoluto convencimiento de la
urgencia de preservar este modo "académico" de entender la filosofía, pues
éste es un reaseguro contra las divagaciones de toda índole que obstaculizan el acceso a los niveles verdaderamente sapienciales del saber filosófico cuando esa instancia es menoscabada. Pero quisiera que no se olvide
el siguiente paso hacia la conquista de la plenitud verdadera, es decir, la
comprensión de la filosofía como la más importante praxis operable por
un hombre libre. El ser de cada uno consiste en el pensar, o por lo menos
principalmente, leemos en la Ética Nicomaquea y por eso no conviene a un
espíritu noble sucumbir a la fuerza gravitatoria de las solas cosas humanas,
pues aquello que nos permite pensar no es humano . Prueba indirecta de
ello es que... ¡a veces la contemplación es mala para la salud! El hombre
en su plenitud de tal, ya no vive como hombre sino en cuanto hay en él
algo divino . No debemos malgastar la vida en pensamientos humanos,
pues la mente no lo es, y nosotros somos primariamente vivientes mentales:
"No hemos de tener, como algunos nos aconsejan, pensamientos humanos
puesto que somos hombres, ni mortales puesto que somos mortales, sino en
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Ibid.,
Ibid.,
Ibid.,
Ibid.,
1166a 21
1177a 15 et alia
1153a 20.
1177b 28.
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la medida de lo posible inmortalizarnos y hacer todo lo que está a nuestro
alcance para vivir de acuerdo con lo más excelente que hay en nosotros" .
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Más abajo me referiré también a la orientación de la vida contemplativa
hacia Dios, fin mencionado también en la Metafísica: "[...] es indigno de
un varón no buscar la ciencia a él proporcionada [...] [Pero] la más divina
[de las ciencias] es también la más digna de aprecio. Y en dos sentidos es
divina esta ciencia sola: pues será divina entre las ciencias la que tendría
Dios principalmente, y la que verse sobre lo divino. Y ésta sola reúne ambas
condiciones [...]. Así pues, todas las ciencias son más necesarias que ésta;
pero mejor, ninguna" .
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Es evidente entonces que lo "humano" que Aristóteles desestima aquí
son todas aquellas cosas que no permiten la salida de sí, que se interponen
como un obstáculo entre la vocación humana fundamental y el bien que será
capaz de satisfacerla. Pero no se trata de cosas que en sí mismas pudieran
tener una carga negativa para el ejercicio de la vida contemplativa, sino
más bien del modo en que esas cosas son abordadas. Por ejemplo, se puede
pensar y hacer política por la política misma, o se puede pensar y practicar
la virtud moral por la virtud moral misma, se puede estudiar la naturaleza
por la naturaleza misma, y se puede incluso estudiar al mismo espíritu en sí
mismo. Pero este modo de hacerlo no es propio de la praxis contemplativa,
la cual apunta a algo más que a las cosas mismas, como si ellas sólo fueran
ellas, clausuradas sobre sí mismas. Es posible que en esas cosas haya vestigios de algo más y que ellas tengan un sentido icónico. Pudiera ser que la
realidad entera no estuviese cerrada sobre sí misma y que su sentido último
esté siempre apuntando a un más allá de ellas mismas. Ésa es, me parece,
la gran lección de Platón que Aristóteles no olvida.
Esto parece contradecirse con el interés enciclopédico del Liceo. La
escuela aristotélica se entrega a una búsqueda descomunal de "datos" científicos de toda índole, botánicos, zoológicos, astronómicos, sociológicos,
psicológicos, etc. Ante este panorama se ha podido pensar incluso que
la vida del espíritu es una vida científica. Sin embargo, el investigador
aristotélico no es un coleccionista. Para citar a P. Hadot: "esta actividad se
realiza en un cierto espíritu que podríamos atrevernos a definir como una
pasión casi religiosa por la realidad bajo todos sus aspectos, sean humildes
o sublimes, porque en cada cosa se encuentra una traza de lo divino." Las
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11
Ibid., 1177b 31 ss.
ARISTÓTELES, Metafísica, 982b 31.
DÜRING, I., Aristóteles: Darstellung und Interperation seines Denkens, Heidelberg:
Carl Winter, Bibliotek der klassischen Altertumswissenschaften, 1966, p. 472, citado
por HADOT, P: Qu'est-ce que la philosophie antique? París: Gallimard, 1995, p.
130.
HADOT, R, Op.cit., p 131.
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cosas parecen alcanzar su solidez ontológica en la medida en que consolidan su carácter de receptáculos de lo otro que ellas mismas. Y esto vale
incluso para el hombre. En una palabra, puro descentramiento teleológico.
Es como si presintiéramos en la naturaleza la presencia de lo divino, y la
mente, que es divina, no puede dejar de sentirse atraída por las cosas donde
lo divino anida, así sean sublimes o repugnantes. Y no es posible sustraerse
a esa atracción porque lo divino atrae con la fuerza del amor.
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Por paradójico que parezca, una vida que responda a las exigencias del
espíritu representa la forma más elevada de felicidad humana, pero al mismo tiempo puede decirse que se trata de una vida sobrehumana:
"Si la felicidad es una actividad conforme a la virtud, es razonable que
lo sea conforme a la virtud más excelente, y ésta será la virtud de lo
mejor que hay en el hombre. Sea pues la mente o sea alguna otra cosa
lo que por naturaleza parece mandar y dirigir y poseer intelección de las
cosas bellas y divina, siendo divino ello mismo o lo más divino que hay
en nosotros, su actividad de acuerdo con la virtud que le es propia será la
felicidad perfecta. Y que ésta es contemplativa, ya lo hemos dicho."
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Se trata pues, de ir al fondo del asunto en el más pertinente marco de
reflexión, esto es, el de la filosofía de las cosas humanas. Hablar de una vida
filosófica tiene que hacerse en el terreno de la filosofía práctica, esto es, en
un ámbito de conversación donde el tema es la forma en que habremos de
vivir. Y como se trata de un bíos y no de una zoé (aun cuando el empleo
aristotélico de estos conceptos no está exento de cierta imprecisión), el
mejor contexto para referirse a esto es el de la política, pues ella es el más
importante saber práctico. El carácter arquitectónico de la política, sin embargo, no se extiende hasta el objetivo final que ella ha de perseguir, sino
que debe entenderse como un saber organizacional, y la organización de
un órgano (perdóneseme la cacofonía) no es un asunto de "autopoyesis",
sino de ordenada formación de acuerdo a una normatividad exterior a la
cosa que ha de ser organizada. Ahora bien, es justamente en este campo
práctico en donde Aristóteles expone con todas las letras una alternativa
brutal: si somos naturalmente vivientes políticos, entonces, "¿es preferible
una vida de participación en la política y en la comunidad civil, o la extraña
y desligada de la comunidad política?" Esta es la decisión política más
relevante de todas, pues exige una definición acerca de cuál es el tipo de
vida más preferible. Como se ve, es una decisión que compete a la política
pero que de alguna manera es transpolítica, y eso explica que la indaga14
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Cfr. ARISTÓTELES, Metafísica, 1072b 4.
ARISTÓTELES, Ética Nicomaquea, 1177a 12 ss.
ARISTÓTELES, Política, 1324a 14 ss.
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ción sobre el mejor modo de vivir sea, como dice el mismo Aristóteles,
una "cierta disciplina política." Es una disciplina política porque se trata
de una práxis, y no lo es porque ese tipo especial de práxis que es la vida
contemplativa no tiene un contenido político, esto es, su acto esencial no
es de orden político.
15
No es posible acertar con la buena constitución política si antes no se ha
resuelto de qué modo han de vivir los hombres libres, es decir, un tema que
parece haberse perdido en la política contemporánea, inercialmente conducida por el presupuesto de inspiración sofística de que la mejor vida política
es una en la cual impere el interés exclusivo por ciertas formas de distribución de bienes, servicios y riquezas, el respeto jurídico por las diferencias,
cualquiera que éstas sean, y, finalmente, la garantía de emancipación de lo
humano respecto de cualquier medida o canon extrahumano. La medida de
lo humano no puede sino ser humana, había sostenido ya el sofista Protágoras. En todo caso, para Aristóteles "el régimen mejor será forzosamente
aquel cuya organización permita a cualquier ciudadano que le vaya lo mejor
posible [en tanto hombre] y tener una vida bienaventurada." Esta afirmación pareciera oponer drásticamente el bíos politikós al bíos theoretikós. O
por lo menos ésa parece ser la opinión de los hombres políticos, quienes
sostienen la primacía de la vida virtuosa. Y cuando el Estagirita subraya
que ése es el asunto fundamental, es decir, descubrir "de qué lado está la
verdad," esto es, cuál de las dos vidas es preferible, intentará al mismo
tiempo subsanar la división excesivamente tajante entre ambas. Sin ánimo
de adelantar conclusiones, estimo que la difícil articulación entre el bíos
politikós y el bíos theoretikós depende del reconocimiento del carácter vertical de la relación entre ambos modos de vivir. La política entonces nunca
puede ser un fin. Es preciso admitir sin embargo que para Aristóteles la
disociación entre la vida política y la vida contemplativa no es de fácil resolución, si la primera se agota en la perspectiva bajo la cual la examinan los
hombres políticos, para quienes, a su vez, la vida filosófica no es realmente
un modo de vivir. Hay demasiadas diferencias entre ambos tipos de vida. La
vida contemplativa no conoce las perturbaciones propias de la vida virtuosa,
empeñada en luchar contra las pasiones; tampoco conoce la necesidad de
mezclarse en las luchas políticas, ni de tener dinero para ser liberal o de ir
a la guerra para mostrar valentía. La vida filosófica sólo puede practicarse
en el distanciamiento de todas esas cosas propias de la vida moral y en el
ocio, e incluso en el distanciamiento de sí mismo. En una palabra, todo
lleva a suponer la necesidad de que la vida virtuosa, del mismo modo como
ninguna otra actividad u objeto de saber distinto a Dios, no es un fin en sí
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ARISTÓTELES, Ética Nicomaquea, 1094b 11.
ARISTÓTELES, Política, 1324a 23-25.
Ibid., 1324a 33.
R E V I S T A P H I L O S O P H I C A V O L . 33 [ S E M E S T R E I / 2 0 0 8 ]
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misma. Pero en el caso de que para algunos hombres la perfección moral
sea un fin en sí mismo, probablemente se habrá ganado mucho en materia
de convivencia civil, aunque también se habrá desviado el rumbo de la vida
de su aspiración fundamental, la cual, paradójicamente, sólo se manifiesta
en unos pocos hombres superiores. La vida perfecta es la vida conforme a la
mente, ha dicho ya Aristóteles, y para redoblar la apuesta se permite afirmar
que sólo en segundo lugar o secundariamente (deutéros), es perfecta la vida
conforme a la virtud. Lo que incomoda a Aristóteles de la vida ética es su
inevitable referencia a lo humano cerrado sobre sí mismo, incluso sobre
la misma corporalidad, pues no pocas emociones y sentimientos proceden
del cuerpo o están referidos a él. E incluso buena parte de los afanes del
político, si no la mayoría de ellos, tiene que ver con el cuerpo." En cambio,
la virtud o excelencia de la mente está separada, tal como corresponde a
una entidad cuyas características vemos en De anima. Y aquí enfrentamos
otro aspecto sorprendente de la reflexión aristotélica: la devaluación de la
vida política consiste fundamentalmente en que su perfección es un asunto
de acciones "exteriores", de acciones que no pueden tener un fin en sí mismas. Pero esto es lo que sucede cuando se abordan las cosas humanas como
fines en sí mismas. La vida contemplativa, en cambio, es superior porque
es un fin en sí misma y no necesita de nada "exterior", o muy poco. Pero
paradójicamente, si no hay una salida de sí, un vivir no ya como hombre
sino como Dios, esa vida no es posible. Las "acciones exteriores" de la política, en realidad tienen como destinatario final las cosas humanas, por lo
cual no implican realmente un salir de ese campo. La praxis contemplativa,
con su apariencia de autorreferencialidad, es sin embargo una verdadera
autonegación. Se trata de un sutil juego dialéctico entre autocentramiento
y descentramiento teleológico o salida de sí en el cual se define nada menos
que el sentido de la existencia.
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La sentencia definitiva respecto de este asunto, es decir, la determinación
"de qué lado está la verdad", esto es, si es mejor llevar una vida política o
una contemplativa, concede a los hombres políticos que la vida mejor es
la vida práctica ("la vida práctica es la mejor, tanto para el individuo como
para la ciudad" ). La acción es mejor que la inacción. Pero con una importante aclaración dirigida a los entusiastas de la versión política de la praxis
perfecta, y me permito citar ahora el texto capital para nuestro asunto: "la
vida práctica no es necesariamente la que se refiere a otros, como algunos
piensan, ni el pensamiento es práctico únicamente cuando se ejercita en
vistas de los resultados que se obtienen de la acción, sino que lo son mucho
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Cfr. Ibid., 1178a9ss.
Cfr. Ibid., 1178a 26.
Cfr. Ibid., 1178a 22.
ARISTÓTELES, Política, 1325b 15-16.
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más la contemplación y la meditación, que tienen su fin en sí mismas y se
ejercitan por sí mismas". Esta es la vida mejor, tanto para cada hombre
en particular como para el conjunto de la ciudad. Y al ejercicio de esa vida
contemplativa habrá de subordinarse el resto de los asuntos prácticos que sí
se refieren a otros, tanto los relativos a la constitución de las ciudades como
a sus prolegómenos éticos, pasando por el asunto capital de la educación.
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La contemplación es, entonces, ante todo, una práxis, un modo de vivir
antes que un discurso o que un texto. No sé si Aristóteles supone que la
actividad filosófica es entendida por los hombres políticos precisamente
como una actividad "científica", o de interés "cultural" diríamos tal vez
hoy. Todo llevaría a pensar que la urgencia de hablar de un bíos theorétikós
apunta a borrar ese bosquejo grotesco difundido por hombres tal vez muy
bien intencionados pero muy ignorantes de esa vida superior. Ahora bien,
si la contemplación es un fin en sí misma, ella lo es porque consiste en una
imitación de Dios en su propio acto contemplativo, que no está dirigido a la
posesión mental de algo distinto a sí mismo ni mucho menos a la obtención
de un fin exterior. Dios es vida, pues el acto de la mente es vida, y Dios es
un viviente eterno nobilísimo. Por cierto, si el acto de la mente es vida, y
si Dios es mente pura, la vida mejor es la contemplativa, pues ésa es la vida
de Dios. La vida contemplativa implica entonces la posesión espiritual del
viviente más divino y perfecto, pero de tal modo que tal captación tiene la
particularidad de interpelar a la configuración de la propia existencia en su
totalidad. La experiencia de la contemplación es la experiencia del reencuentro del espíritu con su propia naturaleza divina, un reencuentro cuyas
primicias están amorosamente abiertas en la naturaleza entera, en la vida
moral y en la convivencia política, pero a condición de que ninguna de estas
instancias aspire a emanciparse de su sentido último y a cerrarse sobre sí
conformando por sí solas una totalidad de sentido. Desde esta perspectiva,
las ciencias particulares aparecen como vana curiositas, estériles desde el
punto de vista de la perfección humana y responsables de la radicalización
de la división entre ciencias humanas y naturales. La ciencia buscada difiere
de las demás en que es un modo de configurar la propia vida, y puede estar
esbozada en las ciencias particulares en la medida en que cada una de ellas
admita que su carácter de "particulares" significa precisamente que ellas
no pueden ser un todo y que se abran al amor que produce la Causa Final :
"Que la causa final es una de las cosas inmóviles lo demuestra la distinción
de sus acepciones [...]. Y mueve en cuanto que es amada [...]". Esa Causa
Final, -recuerda Aristóteles-, es el principio del cual penden el Cielo y la
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Ibid., 1325b 16 ss.
Cfr., ARISTÓTELES, Metafísica, 1072b 26-29.
Cfr., Ibid., 1072b ss.
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Naturaleza, y por si queda alguna duda, pues, se trata de Dios, viviente
eterno nobilísimo. Así pues, más allá de la discusión erudita acerca de la
participación o no de la naturaleza divina en el mundo, lo cierto es que en
todo hallamos su presencia, tal como lo testimonian algunos pasajes de De
partibus animalium:
"A decir verdad, [algunos] seres no ofrecen un aspecto agradable. Sin
embargo, la naturaleza que los ha producido con arte produce placeres
inefables a quienes, cuando los contemplan, pueden conocer las causas
de los mismos y son filósofos de raza [...]. No debemos dejarnos vencer
por una repugnancia pueril al estudiar los animales menos nobles, pues
en todas las obras de la naturaleza hay algo maravilloso. Es preciso
recordar las palabras de Heráclito a sus visitantes extranjeros quienes,
al momento de entrar se detuvieron al verle calentarse ante el fuego de
su horno. Él los invitó a entrar sin temor diciéndoles que también hay
dioses en la cocina. Del mismo modo es preciso abordar sin repugnancia
el examen de cada animal con la convicción de que cada uno realiza su
parte de naturaleza y belleza."
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Entonces, así como la vida política alcanza su pleno sentido en la vida
filosófica, el estudio de las ciencias alcanza el suyo en tanto permanezca
en estado de vigilia y expectativa a la irrupción de lo divino. Cuando ello
sucede, la propia vida no puede sino transformarse, pues la captación de
ese objeto es, al mismo tiempo, una apropiación íntima que moldea desde
adentro a quien vive esa experiencia, es decir, la experiencia del reencuentro del espíritu con su divinidad y, tal vez, con la fuente de la misma. Nada
más nocivo y opuesto, pues, a la vida contemplativa que la autonomía de
las ciencias y de la política, autonomía que es la verdadera tumba del alma.
Para ir finalizando entonces, la vida contemplativa es una vida superior
porque el modo de contemplar suscita amor, y frente al amor nadie puede
quedar en la inacción.
La grave y urgente pregunta que queda por hacer ahora, pero ya más
allá de Aristóteles, es la siguiente: si el sentido de la vida humana está en
la búsqueda de Dios, ¿puede esa vida contemplativa ser del mismo tenor
cuando ese Dios ya no sólo es amado, sino que Él mismo ama al mundo, y
aún más, cuando ese Amor es anterior? ¿Qué sucede cuando en la contemplación, movida ya por el amor, encontramos que el amado nos ha amado
antes desde siempre? Y me pregunto lo mismo que Aristóteles al comienzo
de la Ética Nicomaquea: "¿No tendrá este conocimiento [de Dios] gran
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Cfr. Ibid., 1072b 14.
ARISTÓTELES, De partibus animalibus, 645a ss. Citado por HADOT, Op. cit., p.
133.
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influencia sobre nuestra vida, y, como arqueros que tienen un blanco, no
alcanzaremos mejor el nuestro?" Pero eso excede los límites de este trabajo, de suyo ya bastante limitado por cierto.
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ARISTÓTELES, Ética Nicomaquea, 1094a 22.
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