Polifemo y Galatea

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[Publicado previamente en: Archivo Español de Arqueología 32, n.º 99-100, 1959, 174-177.
Versión digital por cortesía del editor (Servicio de Publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Madrid) y de los herederos del autor, con la paginación original].
© Antonio Blanco Freijeiro
© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia
Polifemo y Galatea
[-174ĺ]
Antonio Blanco Freijeiro
Las obras que lleva a cabo el Ayuntamiento de Córdoba en la clásica plaza de la
Corredera han puesto al descubierto un gran conjunto musivario que, levantado ya, es
dispuesto para su instalación definitiva en el Alcázar de los Reyes Cristianos. Uno de
los mosaicos, que pavimentaba una estancia rectangular de amplias proporciones, ostenta decoración geométrica, con abundante uso de peltas; otros están animados por
peces y animales fantásticos del thiasos marino, en negro; un emblema polícromo, muy
rico en teselas vítreas, encierra una cabeza del divino Océano, con sus barbas de algas y
sus pinzas de cangrejo, a modo de cuernos, en la cabellera; otra estancia tenía en su
centro el mosaico de que aquí se da cuenta, orlado por un cable o cinta trenzada, en un
pavimento no decorado de teselas blancas, precedido de un umbral con un rombo relleno de meandros, inscrito en un rectángulo, y cuatro delfines en los rincones que el
rombo deja libres dentro de su marco, todo ello en negro. El descubrimiento de este
hermoso mosaico despertó entré los cordobeses la natural curiosidad, y la prensa difundió la noticia con la graciosa, aunque errada, interpretación del asunto como "Adán y
Eva" (figs. 1,2).
El gran emblema central es un cuadrado, de 1,82 m. de lado, compuesto de teselas
multicolores bastante grandes, entre 5 mm. en las figuras y 15 mm. en el fondo. Aparte
de las blancas predominan, entre las coloreadas, las ocres y amarillas, en gama de grata
entonación; hay, además de éstas, abundantes teselas vítreas, verdes en el manto de Galatea y negras en la piel de leopardo que cubre los muslos de Polifemo. Las pocas teselas que se habían perdido, todas ellas pertenecientes al fondo, han sido suplidas por el
restaurador con el mismo material utilizado por el mosaísta antiguo: fragmentos de
guijarros recogidos del rio.
El cuadro encierra dos figuras sobre un fondo de paisaje. A la izquierda se encuentra Galatea sentada en el lomo de un monstruo nadador, sobre la superficie trémula del
mar. El monstruo es un ketos de cabeza de lobo, cabalgadura usual de las nereidas lo
mismo que las panteras marinas y los hipocampos, con los cuales comparte el cuerpo
serpentiforme y la cola de cetáceo. El animal, incorporado el busto sobre sus anchas
aletas barbadas, mira a Polifemo mostrando amenazador sus blancos dientes. Galatea
está sentada sobre su lomo sinuoso, el pie derecho antepuesto al izquierdo, las [174ĺ175-] rodillas separadas, la mano derecha apoyada en la grupa, sin acusar el menor
esfuerzo para mantenerse en tan incómoda cabalgadura. Su brazo izquierdo se dobla
para recoger un largo bucle de su cabellera mojada. La figura está vista de tres cuartos,
vigorosamente modelada y con vivos reflejos de luz en la piel húmeda del torso. Lleva,
además del manto que envuelve sus piernas, algunas joyas: un collar, dos brazaletes y
una pulsera. Su rostro menudo, enmarcado por los bucles que producen a su alrededor el
efecto de un turbante, tiene una graciosa expresión de temor y recelo motivados por la
visión de Polifemo y en especial del ojo impar que desde la frente del cíclope atrae su
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Antonio Blanco Freijeiro: Polifemo y Galatea
mirada de asombro. Cuando se compara el tipo de esta Galatea, y su cabeza de niña, con
las figuras clasicistas, sin edad adivinable, de las nereidas convencionales, se percata
uno de que el autor de éste mosaico se desentendió de su modelo académico y correcto,
para verter en el cuadro la imagen directa de una andaluza de la Antigüedad.
Frente a ella, Polifemo, sentado en un peñasco, con la piel de pantera echada sobre
los muslos, declama su requiebro acompañando con amplio ademán de la diestra la canción que pusieron en sus labios los poetas idílicos de época helenístico-romana:
"Candidior folio nivei, Galatea, ligustri,
floridior pratis, longa procerior alno,
splendidior vitro, tenero lascivior haedo,
levior adsiduo detritis aequore conchis..."
(Ovid., Met. XIII, 789 ss.)
El cíclope, a pesar de sus mayores proporciones, forma una composición simétrica
con la figura de Galatea, y está visto en escorzo con la pierna izquierda adelantada sobre
la derecha. La mano izquierda empuña, como un cetro, el arma que Ovidio le atribuye,
un pino, con su corteza bien caracterizada, del tamaño de un mástil (pinus antemnis apta
ferendis), al que parece sujeto uno de los instrumentos (los otros son la lira y la flauta)
que el cíclope sabe tocar: el caramillo,
sumptaque harundinibus compacta est fistula [centum,
senserunt toti pastoria sibila nontis,
senserunt undae...
Un caramillo sujeto a un tronco de árbol es motivo frecuente como sostén de estatua a partir del siglo II d. C. 1. La cabeza de Polifemo parece inspirada en la de un Neptuno como el del Prado 2, con sus largas guedejas y el remolino llamado por Curtius
"estrella de bucles" en lo alto; su único rasgo monstruoso es el ojo de la frente, puesto
que los otros dos no faltan ni están cerrados. El mosaísta ha logrado una excelente imitación de la pintura en el modelado del torso, donde la línea alba central realza las sombras y el relieve de su musculatura hercúlea.
El paisaje, de trazos sueltos, cortados por las hileras de teselas blancas que contornean la silueta de las figuras, responde, como todo el cuadro, a la descripción de, los
poetas:
Prominet in pontum. cuneatus acumine.. longo collis; utrumque latus circumfluit...
aequoris unda, huc ferus ascendit Cyclops, mediusque resedit...
(Ovid., Met. XIII, 758 ss.).
En el collado se ven dos árboles, de follaje fundido en masas compactas, como
manchas de tinta, ajustadas en su estilo a los toques abocetados que sugieren el escenario. El mito de Galatea y Polifemo debe su nacimiento a un poema titulado El Cíclope 3,
compuesto por Filoxeno de Citera en menosprecio de Dionisio el Viejo de Siracusa, que
le había castigado por sus amores con Galatea, su flautista favorita. En éste poema perdido, el taimado Ulises, disfraz de Filoxeno, seducía a la amante del cíclope, que personificaba á Dionisio. Los poetas alejandrinos refundieron esta fábula acomodándola a la
1
Muthmann, Statuenstützen und dekoratives Beiwerk, 40 s.
Blanco, Museo del Prado, Catálogo de la escultura, núm. 3-E, lám. II.
3 Athen. Deipn., I, 6F, 7A.
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nueva sensibilidad helenística, inclinada a mostrar simpatía y comprensión hacia la naturaleza doble y dramática de los seres ambiguos y monstruosos, sátiros, centauros,
hermafroditas, etc. Sus pasiones bestiales, desordenadas, entran en un cauce humano,
personal, incluso noble, al provocarlas por vez primera las flechas de Eros, de un nuevo
Eros, rollizo [-175ĺ176-] y juguetón, muy distinto del grave adolescente clásico, que
subyuga y se encarama sobre el lomo indomable de los centauros. Los poetas helenísticos vieron en el poema de Filoxeno la posibilidad de humanizar al cíclope antropófago
de La Odisea haciéndole víctima de la aflicción de amor. El ditirambo se convirtió en
idilio, y lo cantaron, entre otros, Bión, Calímaco, Teócrito, Ovidio. El arte helenísticoromano refleja en este punto las creaciones de los poetas, y como mera ilustración literaria ofrece cuadros 4 y relieves 5 en los que Polifemo recibe o lee una carta de Galatea
que el entrega Eros; cumple su promesa de aprender a nadar 6; o requiere de amores a la
nereida, amazona de delfines 7. Es probable que además de éstas y otras 8 existiera una
composición de múltiples figuras, como la de un cuadro que describe Filóstrato (Imág.,
11, 18): "Polifemo está enamorado de Galatea, que juega en el mar mientras él la contempla desde la ladera; y aunque su caramillo está ocioso bajo su brazo, él tiene dispuesta una canción que pondera su blancura, su timidez y su dulzura; le dirá que ha recogido oseznos y cervatos para que jueguen con ella... La ninfa conduce sobre el mar en
calma una cuádriga de delfines bien armonizados. Las hijas de Tritón, servidoras suyas,
vigilan a las bestias para que no se desmanden. Sobre la cabeza de Galatea ondea un
manto de púrpura marina, que le da sombra y sirve de vela a su carro".
Pocos paralelos tiene el mosaico de Córdoba en el repertorio de los mosaicos romanos. Un pavimento de Antioquía, muy mal conservado y además pobremente ilustrado 9,
contiene restos de un cuadro similar, pero de tendencia centrífuga en su composición:
Prometeo sentado, a la izquierda, vuelve la cabeza hacia Galatea, que se aleja de él bajo
la comba de su manto flotante. Varios mosaicos de Galatea conocidos en España en el
siglo XIX se han perdido totalmente o han dejado tan sólo restos exiguos. Del pavimento de Elche, conocido por dibujos, queda en el Museo Arqueológico Nacional un
fragmento de 66 cm. de alto por 70 de ancho (teselas de 5 a 10 cm. en las figuras; de 71
a 12 en el fondo), en el que aparece el busto y la cabeza de Galatea con parte del cuerpo
y la cola del hipocampo que montaba, en colores negro, amarillo y rojo sobre fondo
gris; el Museo de Elche conserva otro fragmento con el nombre GALATEA, que identificaba a la nereida 10.
Entre los pavimentos perdidos de Itálica había uno, compuesto para decorar un comedor, donde el mosaico imitaba alfombras entre los lecti. En el umbral se veía una
manada de ciervos perseguidos por fieras en un bosque, y a continuación, en sentido
inverso, un conjunto de medallones articulados por un cable continuo, un tipo de composición muy corriente en Itálica en época de los Antoninos. Este mosaico se llamaba
"de Galatea", seguramente por su figura central, sentada en un delfín, y bien pudiera
serlo aunque la lanza apoyada en el hombro haga pensar en una Venus Victrix. De todas
formas, lo interesante de la figura central es cierta semejanza de actitud con la Galatea
4
Rizzo, La pittura ellenistico-romana, lámina 133.
Schreiber, Hellenistische Reliefbilder, lámina 65.
6 Rizzo, Op. cit., lám. 164.
7 Rizzo, lám. 165.
8 Reinach, RP, 172.
9 D. Levi, Antioch Mosaic Pavements, 25 ss., láminas II, b-c; III, CL, a.
10 Ibarra, Ilici, 181 s., lám. XIV.
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del mosaico cordobés, y en particular el modo cómo su brazo izquierdo se recoge el
pelo. No merece la pena, sin embargo, insistir más en un mosaico conocido sólo por un
dibujo que a juzgar por el generoso empleo del compás que su ejecución delata, hace
dudar mucho de la fidelidad de la copia. Una nereida que podría ser Galatea montada en
un delfín se encontraba en otro mosaico italicence del que hay dibujo en una revista del
siglo pasado 11.
No faltan mosaicos dedicados a Polifemo, pero los dos más interesantes y originales constituyen sin duda ilustraciones de La Odisea y obedecen a la tendencia manifiesta
en muchos emblemas italianos del siglo III d.C. a ilustrar escenas de la literatura griega,
quizá como un síntoma más del "renacimiento galiénico"; en uno de ellos, procedente
de Baccano, en el Museo de las Termas 12, Polifemo, ya ciego, palpa el lomo del carnero
que protege a Ulises en su salida de la gruta; en otro, de Piazza Armerina 13 el cíclope
ebrio recibe de manos de Ulises una crátera de vino, mientras [-176ĺ177-] dos compañeros de éste llenan otra. También aquí el único rasgo anómalo de Polifemo es el ojo de su
frente.
El mosaico de Córdoba está animado por el espíritu de la poesía helenística. Su originalidad y su valor especialísimo radican en la proximidad de los personajes al espectador. En ninguna otra representación conocida puede acercarse uno tanto a Polifemo y
Galatea. En este sentido se diría que estamos ante una pintura del segundo estilo pompeyano. Los frescos en que el tema reaparece tienen, sin embargo, composición muy
distinta. El mejor de todos ellos, el de la Regio I, 7, 7, de Pompeya 14, presenta figuras
pequeñas en un paisaje dilatado, con esmerado estudio de luces; las figuras parecen
mero pretexto para el paisaje, como en un cuadro de Patinir o de Claudio de Lorena. Es
posible que en pinturas que no conocemos los personajes fueran el objeto primordial del
cuadro; pero ésta es mera conjetura que ni siquiera cuenta con el apoyo del pasaje transcrito de Filóstrato, en el que se adivina un amplio panorama. Acaso las figuras en sí
permitan adivinar mejor que la composición, las fuentes iconográficas del tema. La de
Galatea, pese a toda su individualidad, tiene mucho de estatua helenística; su construcción es similar a la de las musas sedentes del Vaticano y del Prado 15, donde sabemos
que un conjunto de originales helenísticos fue adaptado con fines decorativos a la
conveniencia de la Villa de Adriano en Tívoli; el tipo de desnudo, por otra parte, se
asemeja al de un torso de Rodas 16, y el gesto de la mano izquierda que recoge el pelo
coincide en parte con los de las Afroditas de Rodas 17 y Cirene 18. En cuanto a Polifemo,
con su actitud de deidad sedente apoyada en un cetro, podría decirse inspirado en una
estatua colosal, como el famoso Torso del Belvedere, tal vez un Polifemo, aunque Carpenter haya querido justificar con nuevos argumentos la interpretación de la estatua
como un Marsyas 19. En vista de ello, cabría sostener la hipótesis de que este mosaico
derivase de un relieve pictórico de época helenística.
11
Semanario Pintoresco, 1839, pág. 225.
M. A. Blake, MAAR, 17 (1940), 106, lámina 12, 5.
13 G. V. Gentili, La villa imperiale di Piazza Armerina, 2.ª ed., 38 s., fig. 22.
14 Rizzo, Op. cit., lám. 165.
15 Blanco, Op. cit., lám. XXVI ss.
16 A. Maiuri, en Clara Rhodos, V, 2 (1932), 30; M. Bieber, The Sculpture of the Hellenistic Age, 133, fig.
528.
17 R. Lullies, Die kauernde Aphrodite, 84, 106, nota 428, fig. 51.
18 L. Curtius, en Die Antike, I, 36 ss.
19 R. Carpenter, en MAAR, 18 (1941), 84 ss. Otras reconstrucciones en Act Arch., I (1930), 121 ss.
12
Antonio Blanco Freijeiro: Polifemo y Galatea
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Por lo general, en las representaciones del idilio, Galatea se aleja del cíclope, y el
manto que vuela en torno a su cabeza subraya la impresión de su movimiento; incluso el
mosaico de Antioquía se acompasa a este ritmo. El de Córdoba, por el contrario, no
hace la más leve sugerencia en tal dirección; sus figuras se yuxtaponen como en una
hierogamia, y es legítimo deducir que el efecto percibido responda a la intención del
artista (aquí se interpretó bien el espíritu del cuadro al llamarle "Adán y Eva"), sobre
todo si se tiene presente que existía una versión del mito que transparece en el diálogo
de Doris y Galatea 20 y se refleja en algunos cuadros 21, en la que Galatea correspondía
al amor de Polifemo, o al menos se sentía halagada por él. En el complejo musivario a
que pertenece, todo él de temas marinos, viene a resultar este mosaico equivalente en lo
ideológico a esas parejas de deidades —Neptuno y Anfítrite, Océano y Tethys— que en
otros ejemplos italianos, africanos y orientales presiden las visiones mitológicas del
mar.
La fecha del mosaico, muy relacionado por su estilo con el de Ena y otros españoles, debe de caer alrededor del año 200 d.C.; pero este extremo procuraremos justificarlo
en otra ocasión al estudiar el conjunto de mosaicos cordobeses y examinar los datos que
la excavación proporcione.
20
21
Luciano, Diálogos marinos, I.
Reinach, RP, 172.
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Antonio Blanco Freijeiro: Polifemo y Galatea
Fig. 1.- Mosaico de Polifemo y Galatea. Córdoba.
Antonio Blanco Freijeiro: Polifemo y Galatea
Fig. 2.- Galatea. Detalle de la figura anterior.
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