Catálogo de la exposición

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Esta exposición ha sido organizada por la Dirección
General de Archivos, Museos y Bibliotecas de la
Consejería de Cultura y Turismo de la Comunidad
de Madrid
Consejero de Cultura y Turismo
SANTIAGO FISAS AYXELÀ
Viceconsejera de Cultura y Turismo
CONCHA GUERRA MARTÍNEZ
Secretaria General Técnica
CRISTINA TORRE-MARÍN COMAS
Directora General de Archivos, Museos y Bibliotecas
ISABEL ROSELL VOLART
Subdirectora General de Museos
PILAR DE NAVASCUÉS BENLLOCH
Asesor de Artes Plásticas
CARLOS URROZ
EXPOSICIÓN
CATÁLOGO
Comisaria
BELÉN CASTILLO IGLESIAS
(Directora Técnica del Museo del Ejército)
Textos
BELÉN CASTILLO IGLESIAS
MATILDE ARIAS ESTÉVEZ
SUSANA GARCÍA RAMÍREZ
Documentación
MATILDE ARIAS ESTÉVEZ
SUSANA GARCÍA RAMÍREZ
(Museo del Ejército)
Textos
BELÉN CASTILLO IGLESIAS
MATILDE ARIAS ESTÉVEZ
SUSANA GARCÍA RAMÍREZ
Proyecto Expositivo
MACUA & GARCÍA-RAMOS EQUIPO DE DISEÑO
Imágenes
Derechos reservados
© Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia
© Fundación Lázaro Galdiano
© Laboratorio fotográfico. Biblioteca Nacional de
España. Madrid
© Museo de Bellas Artes de Bilbao
© Museo de Huesca
© Museo Nacional del Prado
© Oronoz Fotógrafos
© Patrimonio Nacional
© Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
Diseño Gráfico
EUGENIO SIMÓ
Coordinación General de Exposiciones
Mª JESÚS DE ANDRÉS
Red Itiner
MARÍA CARRILLO
Conservación
ELENA SAÚCO
Transporte y Montajes
EXMOARTE, S.A.
Diseño de la Colección
MANUEL ESTRADA DISEÑO GRÁFICO
Diseño y Maquetación del Catálogo
EUGENIO SIMÓ
Impresión
GRAPHIC-3, S.A.
Depósito Legal
© De los textos: los autores
© De esta edición
Comunidad de Madrid. Consejería de Cultura y
Turismo. Dirección General de Archivos, Museos y
Bibliotecas, 2008.
Impreso en España.
La Consejería de Cultura y Turismo desea unirse a los actos conmemorativos del bicentenerario
del 2 de Mayo y de la Guerra de la Independencia, a través de la incorporación en la
programación de la Red de Exposiciones Itinerantes (Red Itiner) de una exposición que, con
el título 1808: la respuesta de los madrileños, tiene como objetivo contribuir al conocimiento
de los hechos históricos que rodearon dichos acontecimientos.
Aunque con consecuencias dramáticas para gran parte de la población, la Guerra de la
Independencia fue un momento clave en la configuración de nuestra identidad, ya que fue
el detonante de la aparición de un sentimiento nacional sin precedentes hasta ese momento.
Pero ese movimiento, surgido en Madrid y rápidamente extendido a todo el territorio, no se
limitó a ser una lucha contra el invasor extranjero, sino una reivindicación por los derechos
y las libertades públicas, la justicia y la igualdad, conceptos todos ellos que quedaron plasmados
en la Constitución de Cádiz de 1812.
Tres momentos claves en los primeros acontecimientos de la Guerra de la Independencia se
producen en la Comunidad de Madrid: el motín de Aranjuez, el levantamiento del 2 de mayo
y su posterior represión, y la publicación del bando de los alcaldes de Móstoles Andrés Torrejón
y Simón Hernández. La exposición nos permite realizar un recorrido visual por todos estos
hechos, conocer a sus protagonistas, que forman parte ya de nuestro imaginario colectivo, y
profundizar en las motivaciones políticas que dieron lugar a los acontecimientos. Nos ofrece
al mismo tiempo la oportunidad de asomarnos a la vida cotidiana del Madrid de entonces, a
través de las reproducciones de cuadros y grabados que nos muestran una población divirtiéndose
en romerías y plazas de toros, ajena aún a la guerra que estaba a punto de comenzar.
Esta exposición quiere ser, por tanto, un homenaje a todos los madrileños y españoles que no
dudaron en luchar por la libertad en nuestro país y que iniciaron el recorrido que nos ha
llevado a convertirnos en la nación democrática que hoy somos.
Santiago Fisas Ayxelà
Consejero de Cultura y Turismo
“… Ustedes han visto muchas
cosas buenas; ustedes han visto
la de los grandes militares, la de
los grandes civiles y la de los
sargentos; pero no han visto la
de los lacayos y cocheros que fue
la primera, la primerita y sin
disputa la más salada de todas”
(B. Pérez Galdós: Episodios Nacionales 3)
Si en la historia de los pueblos existen
fechas significativas, para los madrileños
es sin ninguna duda la del “Dos de Mayo”.
El inicio del s. XIX fue tumultuoso en
toda Europa. La Revolución Francesa,
el gobierno de la Convención y el posterior
Consulado e Imperio de Napoleón crearon
un nuevo mapa geopolítico dominado
por Francia. La monarquía española,
pasada la Guerra contra la Convención
y firmada la Paz de Basilea en 1795,
mantuvo la vieja política de alianzas con
Francia a partir de la firma, al año
siguiente, del Tratado de San Ildefonso.
Las consecuencias de los acuerdos fueron
gravosas y derivaron en enfrentamientos
internos dentro de la Corte, en torno a
la figura del Príncipe de Asturias frente
a Godoy. En dichos enfrentamientos
ambos bandos buscaron el apoyo de
Napoleón quien, finalmente, convertido
en árbitro de esta extraña situación optó
por ocupar España e invadir Portugal.
La ocupación militar y el posterior
traslado de la familia real a Bayona,
provocaron el levantamiento en armas
del pueblo de Madrid. Su heroico ejemplo
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fue seguido por la sociedad española
que asumió de forma natural la defensa
de su soberanía y de su patriotismo. La
Guerra de la Independencia (1808 1814) fue una guerra popular y
revolucionaria, distinta a las mantenidas
hasta entonces por Napoleón, que
sorprendió a Europa y enseñó a los
pueblos como debían combatir al
emperador.
La exposición “1808: LA RESPUESTA
DE LOS MADRILEÑOS” rememora esos
primeros días del mes de mayo y la lucha
frente al invasor; los acontecimientos de
El Escorial y de Aranjuez que les
precedieron y los posteriores del “Bando
de los Alcaldes de Móstoles” y de la
Batalla de Somosierra, pero también
reconstruye las circunstancias políticas
que llevaron a esta situación, así como
la vida en el Madrid de comienzos del
siglo XIX.
El Proyecto Itiner de la Comunidad de
Madrid se suma así a los actos del II
Centenario del Dos de Mayo para
celebrar con las localidades madrileñas
esta efemérides.
Madrid y los
madrileños
a comienzos
del s. XIX
Calle de Atocha desde el llamado Prado de Atocha (Detalle)
Antonio Joli, h. 1750
Óleo/ lienzo
Col. Particular, Madrid
Oronoz Fotógrafos
“… vagaba por Madrid un servidor
de ustedes, maldiciendo la hora
menguada en que dejó su ciudad
natal por esta inhospitalaria Corte.
… acompañé a la comitiva por la
calle, precediéndoles con un farol,
según costumbre, porque en aquel
tiempo el alumbrado público, si
en alguna calle existía, era digno
émulo de la oscuridad más
profunda.”
(B. Pérez Galdós: Episodios Nacionales 2)
Calle de Alcalá
Antonio Joli, h. 1750
Óleo/ lienzo
Colección Particular, Madrid
Oronoz Fotógrafos
En 1808 Madrid era una ciudad de
extensión reducida cuyo trazado medieval
se delimitaba por el cerramiento de
ladrillo y adobe, de escasa capacidad
defensiva, levantado en tiempos de Felipe
IV. A ella se accedía a través de cinco
puertas: Alcalá, Atocha, antigua de
Toledo, Segovia y San Fernando, y de
doce portillos distribuidos a lo largo del
vallado. La población ascendía a unos
160.000 habitantes pertenecientes a todos
los estamentos sociales, existiendo además
un alto índice de inmigrantes que acudían
a la Villa en busca de un futuro mejor.
El trazado urbano era radial con el centro
en la Puerta del Sol, donde confluían las
arterias más importantes que conectaban
con las puertas de acceso a la ciudad. La
modernización parcial de dicha trama la
realizó Carlos III que amplió espacios y
creó paseos para el disfrute de los
madrileños, caso del Prado, el de las
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Delicias o el Parque del Retiro. Sin
embargo en general predominaban las
calles más bien estrechas, sin
canalizaciones, y la construcción de casas
de pisos de no muy buena calidad.
La alta nobleza mantuvo una posición
preferente al estar sus miembros
vinculados a los cargos políticos de la
corona. Al final del siglo la vida social
adoptó un estilo más liberal, alejado del
anterior protocolo cortesano, que afianzó
el hábito de las reuniones y tertulias de
salón. Esta práctica influyó en la
concepción de la casa que pasó de ser un
espacio individual y privado a ser un
centro de confluencia de familiares,
amigos y conocidos, adaptándose su
interior para acoger con gusto y
refinamiento a los visitantes. Muebles,
relojes, espejos, pinturas y porcelanas
adornaban los salones, daban prestigio
Los jugadores de naipes
Francisco de Goya, 1778
Óleo/ lienzo
Museo Nacional del Prado, Madrid
social a su propietario y, también, nos
informan sobre el gusto por la ostentación
que imperó en aquella época y que ya
llamó la atención de los viajeros
extranjeros. El consumo de productos de
lujo provocó desfases económicos privados y estatales- que Carlos IV intentó
paliar con la renovación técnica y
productiva de las Reales Fábricas, entre
otras la de cristal de La Granja y la de
porcelanas del Buen Retiro. La renovación
alcanzó también el campo de la estética
y con ello la participación en las
manofacturas de reconocidos artistas que,
como Goya, Bayeu o del Castillo, nos han
legado obras pictóricas de gran calidad
y de la más diversa temática del momento.
Un aspecto que define bien a la sociedad
madrileña de la época es el de la
indumentaria. El estilo castizo de “majas”
y “majos” fue utilizado por el común de
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Pareja de majos
José del Castillo
Óleo/ lienzo
Ministerio de Hacienda, Madrid
Oronoz Fotógrafos
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Retrato de Leandro F. de Moratín
Francisco de Goya, 1824
Óleo/ lienzo
Museo de Bellas Artes de Bilbao
la población, estableciéndose las
diferencias en la calidad de los materiales
según la disponibilidad económica de las
personas. Entre los hombres era frecuente
el sombrero de ala ancha y una gran capa
con la que solían embozarse, tapándose
completamente la cara, y en las mujeres
era frecuente la peineta y la mantilla, un
corpiño muy ajustado que resaltaba el
talle, generalmente con amplio escote,
falda amplia hasta el suelo que dejaba
ver los zapatos de tacón bajo. La
influencia francesa de la moda imperio,
tanto para el hombre como para la mujer,
tuvo su repercusión en las clases más
adineradas y declarada la Guerra de la
Independencia se asoció, casi con
exclusividad, al sector de los afrancesados.
El ambiente cortesano favoreció la
creación artística en los más diversos
campos, destacando en pintura el genio
creador de Goya. La herencia ilustrada
se mantuvo en el interés por la literatura,
cuya lectura y discusión siguió siendo
habitual en las tertulias y reuniones de
salón. La manifestación cultural por
excelencia fue el teatro, al que se acudía
con regularidad y era frecuentado por
un variado público. Los actores gozaron
en la época de reconocimiento social y
en las casas y palacios se realizaban
representaciones privadas de manera
frecuente. Los teatros más famosos
fueron el del Príncipe y el de la Cruz,
en éste último estrenó Moratín su
conocida obra de “El Sí de las Niñas”
el 24 de enero de 1806.
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Aguadora
Francisco de Goya, 1808
Óleo/ lienzo
Museo Szepmveszeti, Budapest. Hungría
Oronoz Fotógrafos
“La casa era de esas que pueden
llamarse mapa universal del
género humano por ser un edificio
compuesto de corredores, donde
tenían su puerta numerada
multitud de habitaciones pequeñas
para familias pobres. A esto
llamaban casas de Tócame Roque,
no sé por qué.”
(B. Pérez Galdós: Episodios Nacionales 5)
A comienzos del s. XIX en las calles de
Madrid no existía separación social, en
una misma acera convivían viejas iglesias,
conventos, casonas señoriles, comercios
y puestos de artesanos. La diferencia de
estatus sólo se apreciaba en altura, al
tener cada una de las plantas distinto
prestigio y calidad. Así, tras el entresuelo
el primer piso o principal era más amplio,
con un balcón corrido que a menudo se
enlazaba a la decoración de la puerta con
un blasón. En los pisos segundo y tercero
se reducía tanto la altura del techo como
la amplitud y prestancia de los balcones.
Los últimos pisos y las buhardillas que
eran estrechos y malsanos, se
subarrendaban a vecinos que se
hacinaban para compartir un cuarto. Los
huecos de escalera, portales, zaguanes y
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El afilador
Francisco de Goya, 1808
Óleo/ lienzo
Museo Szepmveszeti, Budapest. Hungría
Oronoz Fotógrafos
sótanos, los ocupaban tenderos o artesanos
donde instalaban sus puestos y talleres caso por ejemplo de la calle Montera y
de la Plaza Mayor- o lo utilizaban como
almacén. Hasta bien entrado el siglo XIX
no existieron en Madrid mercados
cubiertos que garantizasen el control y
la higiene de los alimentos vendidos.
En su mayor parte la sociedad madrileña
estaba formada por integrantes de la baja
nobleza -que despreciaba el trabajo
manual y prefería vivir con escasez-, por
un numeroso clero -prácticamente todas
las órdenes religiosas tenían conventos
en la ciudad-, profesionales cualificados,
comerciantes, artesanos, y sobre todo
criados y jornaleros. El Madrid de la
época no tenía lugares específicos de
concentración de oficios, éstos abarcaban
un amplio espectro de actividades
artesanales destinadas a satisfacer las
necesidades de la población: sastres,
zapateros, carpinteros, peluqueros, etc.
Algunos de ellos como los fraguadores y
forjadores se asentaron con preferencia
en las calles de Maravillas, Barquillo y
Lavapiés. Así mismo el comercio más
especializado lo hizo en la Plaza Mayor
y su entorno. Sin embargo, en general,
se distribuían por todas las calles y plazas
en pequeños talleres y tiendas e
igualmente al aire libre, la venta
ambulante uno de los más populares.
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Corrida de toros en la antigua plaza de Madrid
de la calle de Alcalá
Antonio Carnicero, 1791
Óleo/ lienzo
Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia
La falta de espacio doméstico propició
que en el Madrid de 1808 abundaran las
casas de comida, mesones, tabernas y
botillerías, así como los puestos callejeros
de dulces, escabeches, quesos y pan. Las
sucesivas crisis económicas, acompañadas
por malas cosechas, elevaron el número
de inmigrantes pobres que malvivían con
ocupaciones ocasionales y que eran
asistidos en los conventos donde todavía
repartían en sus puertas la “sopa boba”.
Entre las diversiones más apreciadas por
los madrileños podemos señalar los bailes,
las verbenas, los toros y el juego, todos
ellos practicados por nobles y plebeyos.
Los bailes más populares fueron el bolero,
el fandango y las seguidillas acompañados
por guitarras y castañuelas. Las corridas
de toros se celebraban con mucha
frecuencia, durando el espectáculo desde
las 10 de la mañana hasta la puesta del
sol. Algunos toreros alcanzaron gran
renombre, caso de José Delgado, más
conocido como “Pepe Hillo”, Pedro
Romero o Joaquín Costillares. La muerte
del primero en 1801 produjo tal
conmoción social que Carlos IV prohibió
este espectáculo. Prohibición que se
mantuvo vigente hasta 1809, fecha en la
que José I volvió de nuevo a autorizar de
nuevo el espectáculo taurino en un intento
de acercarse al pueblo.
En un país eminentemente católico las
fiestas más frecuentes fueron las religiosas
-a las que se acudía con gran fervor- y
cuyos oficios, misas y procesiones se
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celebraban con grandilocuente boato.
Las romerías y verbenas gozaron de gran
aceptación y algunas de ellas, como la de
San Isidro, inspiraron a pintores y se han
mantenido hasta nuestros días. Otra de
las costumbres extendidas en el ocio
madrileño fueron los paseos dentro del
entramado urbano, los almuerzos
campestres y las excursiones. Entre el
pueblo llano se mantuvo la práctica de
las tertulias en imprentas y tabernas, en
casas o en la calle donde se comentaban
los sucesos cotidianos y sobre todo las
noticias políticas publicadas en la Gaceta
de Madrid. Un lugar de reunión favorito
fueron las gradas del convento de San
Felipe, denominadas desde mediados del
s. XVIII con el popular nombre de
“mentidero de Madrid”.
La tienda
Luis Paret y Alcázar
Óleo/ lienzo
Fundación Lázaro Galdiano, Madrid
El ejército y
sus armas
Oficiales de Infantería, Artillería e Ingenieros de las tropas del Marqués de la Romana
Grabado coloreado, s. XIX
Staatliche Museum, Kuntsbibliotek, Berlín. Alemania
Ayudante de campo del emperador
Dibujo
Ilustración de Le Passepoil, 1923
La Revolución Francesa renovó la
organización del ejército francés técnica e
ideológicamente, al asumir la población
el deber de defender a su patria. La carrera
militar se abrió al ciudadano y se introdujo
la novedad de la elección de los mandos
por parte de la tropa. A partir de 1793 se
impuso la obligatoriedad del servicio
militar para los hombres entre 18 y 25
años, el tiempo de servicio se estableció
en cinco años prorrogables en caso de
guerra. Este sistema, vigente durante todo
el Imperio, permitió a Napoleón disponer
de un nutrido ejército cuyo número amplió
de 400.000 hombres durante el Consulado
a 500.000 en 1808 y a 1.100.000 en 1813.
Formaban el ejército napoleónico diversos
cuerpos, entre otros los de Caballería:
Coraceros, Dragones, Húsares y Lanceros;
Infantería: Regular y Ligera; Artillería y
la Guardia Imperial. El contingente que
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L’Armée Française. Grabado. Ilustración de L’Armee Française. Infanterie de Ligne 2, 1886
se instaló en Madrid lo integraban soldados
de la Guardia Imperial, Caballería de la
Guardia, Mamelucos, Cazadores y
Lanceros, Fusileros de la Guardia y de la
Guardia Imperial de Marina.
El fin del Antiguo Régimen conoció
numerosos conflictos bélicos
protagonizados, en su mayoría, por el
ejército francés. La novedosa organización
y las innovadoras tácticas militares le
permitieron a Napoleón sobresalir en los
campos de batalla frente a sus rivales. El
armamento habitual de los ejércitos lo
constituían las armas blancas -sables,
bayonetas y puñales-; y las armas de
fuego -mosquetones, fusiles y carabinascomplementados con las bayonetas para
la lucha cuerpo a cuerpo y contra la
caballería. Lugar preeminente tuvo la
artillería por su papel ofensivo y defensivo
en plazas y campos de batalla. La
renovación del arma se debió al artillero
Gribeauval que desarrolló piezas más
cortas, menos pesadas y más manejables,
introduciendo, además, el cartucho para
aumentar los disparos y el tornillo de
puntería. La táctica militar evolucionó
de la tradicional posición en línea a la de
columna con mayor capacidad ofensiva
y de movilidad. El sistema de columnas
podía sustituirse por un sistema mixto,
despliegue de columnas y líneas, el
favorito de Napoleón cuando disponía de
tropas preparadas.
El ejército español mantenía la tradicional
organización borbónica. En general estaba
integrado por voluntarios, mercenarios
extranjeros y gente de baja condición.
Incluso en época de guerra, cuando el
reclutamiento era forzoso, las excepciones
eran tantas que sólo afectaban a los estratos
sociales inferiores. Soldados y oficiales
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pertenecían a dos mundos diferentes y los
primeros apenas sí podían acceder a la
oficialidad que estaba reservada para la
nobleza. Se trataba de un ejército poco
preparado, en el que únicamente el arma
de Artillería contaba con efectivos humanos
bien formados y conocedores de las
novedades técnicas, gracias a la calidad
de los estudios impartidos en el Real
Colegio de Artillería de Segovia fundado
por Carlos III en 1764. Las reformas de
la época de Godoy quedaron en simples
propósitos, por lo que la urgencia con la
que se tuvo que proceder en 1808 para
formar un ejército capaz de enfrentarse a
los franceses dificultó la inserción de los
nuevos reclutas dentro de sus unidades.
Grosso modo el ejército estaba formado
por Infantería, Caballería, Artillería y la
Guardia Real, que a su vez acogían a
numerosos cuerpos y regimientos de la
más diversa denominación.
La política
borbónica y sus
protagonistas
Retrato de Carlos IV (Detalle)
Francisco de Goya, 1798-99
Óleo/ lienzo
Patrimonio Nacional, Madrid
Copyright © Patrimonio Nacional
Retrato del Conde de Aranda
Ramón Bayeu
Óleo/ lienzo
Museo de Huesca
Foto: Fernando Alvira.
Retrato del Conde de Floridablanca
Francisco de Goya, 1783
Óleo/ lienzo
Banco de España, Madrid
Oronoz Fotógrafos
Retrato de Manuel Godoy
Francisco de Goya, 1801
Óleo/ lienzo
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, Madrid
Carlos IV subió al trono en 1788. Su
reinado se caracterizó por la delegación
de poderes en sus ministros, pero la
Revolución Francesa y el miedo a la
expansión de las ideas liberales
determinaron la elección de una política
conservadora dirigida por Floridablanca.
La guerra contra la Convención francesa
provocó su sustitución por el Conde de
Aranda que unos meses más tarde fue
reemplazado por Manuel Godoy, más
cercano a las opiniones del rey. La
negociación de la Paz de Basilea en 1795
encumbró a Godoy, que recibió el título
de Príncipe de la Paz por negociar la
devolución de Irún, Miranda de Ebro,
Bilbao, Vitoria, San Sebastián y Figueras
tomadas por los franceses. La política
real de acercamiento a Francia se
consolidó a partir de 1796 con la firma
del tratado de San Ildefonso -de
compromiso mutuo ofensivo y defensivo
contra Inglaterra- y con la del tratado de
1800, que puso a disposición de Napoleón
la escuadra española.
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En su primer mandato Godoy intentó
llevar a cabo una serie de reformas
económicas y sociales que le enfrentaron
a la nobleza y a la Iglesia, estamentos
que consiguieron su destitución en 1798.
Tres años más tarde volvió de nuevo al
gobierno apoyado por Napoleón.
Su segundo ministerio estuvo marcado
por las constantes interferencias
expansionistas del emperador, solapadas
únicamente con ocasión de la “Guerra
de las Naranjas” contra Portugal en 1801.
La situación interna empeoró por las
crisis económicas derivadas de las alianzas
de “ayuda mutua” -con el tiempo sólo
fueron pagos en aras de la neutralidad-,
los enfrentamientos bélicos contra
Inglaterra y las malas cosechas. A decir
de Godoy la situación era desesperada
“… el ejército estaba disminuido, el tesoro
exhausto, el crédito arruinado, la tropa
mal pagada, la caballería desmontada
y el material de guerra descuidado por
completo y malparado en nuestros
almacenes y arsenales”.
La familia de Carlos IV
Francisco de Goya, 1800
Óleo/lienzo
Museo Nacional del Prado, Madrid
Las intrigas cortesanas:
contrariedad ante Godoy, solicitaba su
más la imagen de Godoy. En esta ocasión
consejo y el matrimonio con una princesa
la oposición palaciega trascendió desde los
Dos acontecimientos políticos influyeron
de la familia imperial. Carlos IV optó por
salones al entorno urbano y los seguidores
en la decisión de Napoleón de ocupar
aislar a su hijo y a sus seguidores, si bien
del Príncipe de Asturias, nobles y militares,
España: el complot de El Escorial y el
posteriormente fueron perdonados.
instigaron al pueblo a participar en las
revueltas. Los altercados públicos no solo
Motín de Aranjuez. El primero se
descubrió el 27 de octubre de 1807,
Meses más tarde se produjo el Motín de
consiguieron la caída de Godoy, sino que
cuando se interceptó el epistolario privado
Aranjuez. La entrada del ejército francés
también provocaron la abdicación de
que le estaba dirigiendo el Príncipe
y la propaganda gala avivaron la división
Carlos IV en favor de su hijo, Fernando
Fernando. En él manifestaba su
interna de la Corte, desprestigiando todavía
VII, el 19 de marzo de 1808.
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Retrato de Joaquín Murat
François Gérard, 1801
Óleo/ lienzo
Chateau de Versailles, París - Francia
Oronoz Fotógrafos
Napoleón Bonaparte atravesando los Alpes
Jean Auguste Dominique Ingres, 1804
Óleo/ lienzo
Musée de L’Art Wallon (MAW), Liége - Bélgica
Oronoz Fotógrafos
El Emperador y sus
aspiraciones:
La invasión de Portugal, empeño
permanente de Napoleón, se firmó en
Fontainebleau en octubre de 1807, una
vez finalizadas sus campañas europeas.
El tratado dividía Portugal en tres reinos
-el de los Algarves para Godoy- y justificó
la entrada del ejército imperial en España.
Desde octubre las tropas francesas, al
mando de Moncey, Dupont y Dusheme,
se distribuyeron por el norte, este y centro
de la Península. Las tropas llegaron a
Madrid en marzo de 1808 bajo el mando
del mariscal Murat, Gran Duque de Berg
y cuñado del Emperador.
Los enfrentamientos entre las tropas
francesas y el pueblo madrileño fueron
constantes. Fernando VII alentó la
colaboración de la Junta de Gobierno y
la Alcaldía de Madrid con los
representantes franceses. Así ambas
instituciones publicaron bandos y
proclamas destinados a calmar los ánimos.
Se prohibió hablar mal de la oficialidad
francesa, la emisión de pasquines
difamatorios e incluso se cerraron
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tabernas y botillerías para evitar las
confrontaciones. Sin embargo las
aglomeraciones populares, más o menos
espontáneas, se sucedieron en Madrid y
alrededores, y en los días precedentes al
2 de mayo grupos de personas realizaban
rondas entonando canciones y romanzas
burlescas dedicadas incluso al mismísimo
Murat:
“Dicen que el señor Murat
está acostumbrado al fuego;
¡Digo, si tendrá costumbre
quien ha sido cocinero!”
Napoleón recoge en sus memorias que la
aventura española había sido
desafortunada y la primera causa de sus
desgracias. Atribuyó su fracaso a dos
hechos: el de destronar a la monarquía
de los Borbones y el de mantener la forma
de gobierno soberana en la figura de su
hermano José I. En opinión de algunos
historiadores, caso de Moreno Alonso,
también influyó negativamente su
desconocimiento de España y de los
españoles. Error que le indujo a mantener
una actitud demasiado soberbia y no le
permitió valorar adecuadamente el
alcance de su respuesta popular y
revolucionaria.
Retrato de Fernando VII
Francisco de Goya, 1814
Óleo/ lienzo
Museo de Bellas Artes de Santander
Oronoz Fotógrafos
La elección de un rey:
La ascensión al trono de Fernando VII
fue acogida con gran entusiasmo por el
pueblo tanto en Aranjuez como en
Madrid, donde se le dispensó una entrada
triunfal el 24 de marzo de 1808.
Casualmente un día más tarde de que lo
hiciera Murat al mando del ejército
francés. Su principal preocupación fue
conseguir el reconocimiento de Napoleón
que, al contrario de lo esperado, mantuvo
una posición reservada y expectante. La
diplomacia desarrollada por el mariscal
Murat y el general Savory, también llegado
a la Capital, no favorecieron las
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expectativas del nuevo rey. Por el
contrario, fomentaron en la corte y en la
calle la incertidumbre sobre su
legitimidad.
El anhelado reconocimiento imperial
determinó su disposición a viajar al
encuentro de Napoleón ante la promesa
de reunirse primero en Burgos, más tarde
en Vitoria y finalmente en Bayona. La
comitiva real la integraron, entre otros,
Pedro Cevallos, ministro de Estado; el
Duque del Infantado; el Duque de San
Carlos; el Marqués de Múzquiz y Juan
Escoiquiz, que fue su capellán, consejero
y uno de los principales artífices
ideológicos de las intrigas palaciegas
contra Godoy. A su llegada a Bayona
fueron recibidos por Napoleón y sus
generales, el encuentro fue distante y a
través de Savory le comunicó Napoleón
su deseo “irrevocable” de destronar a la
Casa de Borbón. Por lo que le pidió que
renunciase a sus derechos en favor de los
Bonaparte.
En este proceso la situación social en
España se había ido enrareciendo. La
29
animadversión entre los soldados
franceses y la población crecía día a día
a causa de la actitud dominante del
ejército extranjero que cada vez era más
numeroso. La ausencia de la familia real
y las presiones de Murat exigiendo
autoridad provocaron, finalmente, el
distanciamiento definitivo y la rebelión
del pueblo de Madrid.
Proclamación de Fernando VII en Aranjuez
Grabado coloreado, s. XIX
Patrimonio Nacional, Madrid
Copyright © Patrimonio Nacional
Los
enfrentamientos
del 2 de mayo
3 de mayo de 1808: los fusilamientos en la
montaña del Príncipe Pío (Detalle)
Francisco de Goya, 1814
Óleo/ lienzo
Museo Nacional del Prado, Madrid
“La lucha, mejor dicho, la
carnicería era espantosa en la
Puerta del Sol. Cuando cesó el
fuego y comenzaron a funcionar
los caballos, la guardia polaca,
llamada noble, y los famosos
mamelucos cayeron a sablazos
sobre el pueblo…”
(B. Pérez Galdós: Episodios Nacionales 3)
Día dos de mayo de 1808 en Madrid. El pueblo
se levanta en armas contra los franceses ante
el Palacio Real
Grabado coloreado, s. XIX
Patrimonio Nacional, Madrid
Copyright © Patrimonio Nacional
La crispada situación de Madrid estalló
en la mañana del 2 de mayo, ante los
rumores de la marcha del Infante Antonio.
La protesta popular frente el Palacio Real
se saldó con la respuesta del ejército
imperial. El enfrentamiento fue desigual
y pronto se extendió por las calles
adyacentes, siendo extremadamente duro
en la Puerta de Toledo, la Calle Mayor y
la Puerta del Sol donde tuvo lugar la
tristemente famosa “carga de los
mamelucos”.
La oposición también fue secundada por
algunos militares, como los artilleros
Daoiz y Velarde, que en los meses
anteriores al 2 de mayo quisieron reunir
al exiguo ejército español y promover
32
un levantamiento, pero su plan fue
descubierto por el Ministro de Defensa
O’Farril que dispersó a la oficialidad
reduciendo aún más las escasas fuerzas
españolas que permanecían en Madrid.
Por ello el levantamiento popular sólo
fue apoyado por algunos militares que
aún permanecían en Madrid y que
abrieron las puertas de los cuarteles al
pueblo. Este fue el caso del Parque de
Artillería de Monteleón, cuya defensa
fue extremadamente dura y resistió hasta
que se agotaron las municiones y las
armas. El ejemplo de los artilleros, que
desoyeron las órdenes de la Junta, fue
seguido por los acuartelamientos de fuera
de Madrid que se sumaron a la lucha
contra el invasor.
Daoiz y Velarde
Grabado, s. XIX
Ayuntamiento de Madrid. Museo de Historia
El 2 de mayo en Madrid: la lucha con los
Mamelucos
Francisco de Goya, 1814
Óleo/ lienzo
Museo Nacional del Prado, Madrid
La orgullosa respuesta
del pueblo anónimo:
La composición social de los sublevados
en Madrid fue muy heterogénea. El grupo
más numeroso lo constituyeron los
profesionales civiles, artesanos, criados,
mozos de hosterías, cocheros, pequeños
tenderos y gente de diversa índole. Las
mujeres participaron en un número
elevado y en menor medida las profesiones
liberales de médicos, cirujanos, maestros,
músicos, artistas y militares. Siendo la
nobleza, los grandes comerciantes y el
clero los estamentos peor representados.
Por este motivo no han trascendido los
nombres de los hombres y mujeres que
al oponerse a los franceses luchaban por
su libertad, por el monarca que habían
elevado al trono para que llevase a cabo
la reforma del País y por el derecho a
vivir a su manera. Precisamente, porque
son pocos los nombres propagados de
estos héroes populares que con su revuelta
iniciaron el declive del poder del
Emperador, los que han pasado a la
posteridad se han mantenido con fuerza
en la memoria del pueblo madrileño dos
siglos después:
Luís Daoiz
(Sevilla 1767 - Madrid 1808)
Capitán de Artillería, participó en la defensa de Ceuta, Orán y en la Guerra
contra la Convención (donde fue hecho prisionero en 1794). Sirvió en la
Marina y después en el parque de Sevilla desde donde se traslado al madrileño
de Monteleón en enero de 1808. Al mando de dicho Parque el día 2 de mayo
permitió la entrada del pueblo para ayudarles en su defensa.
Pedro Velarde
(Murieras, Cantabria 1779 - Madrid 1808)
Capitán de Artillería y experto en materias técnicas tenía su destino en el
Estado Mayor de Madrid. Rechazó la colaboración que Murat le ofrecía. El
2 de mayo se unió a la defensa del Parque de Monteleón y repartió sus armas
entre los sublevados.
Jacinto Ruiz y Mendoza
(Ceuta 1779 - Trujillo, Cáceres 1809)
Teniente del Regimiento de Voluntarios del Estado, en Madrid. El 2 de mayo
de 1808 se unió a la lucha en el Parque de Monteleón. El teniente Ruiz dirigió
los últimos momentos de la resistencia hasta que fue herido. Posteriormente
escapó a Extremadura donde falleció meses más tarde.
Manuela Malasaña Ordoño
(Madrid 1791 - Madrid 1808)
De profesión bordadora, pudo participar en la defensa del Parque de Artillería
de Monteleón. Según testimonio de un familiar fue detenida y fusilada a los
17 años por llevar escondidas unas tijeras.
Clara del Rey
(Madrid 1761 - Madrid 1808)
Heroína madrileña defensora del Parque de Monteleón junto con su marido
y tres hijos, perdió la vida por la metralla. Al igual que Manuela Malasaña y
otras víctimas de la represión, fue enterrada en el cementerio de la Buena
Dicha, situado entre las calles Libreros y Silva.
34
La represalia francesa:
El levantamiento fue atajado con
severidad por Murat que ordenó la
detención de los madrileños, a su
encarcelamiento en la Casa de Correos,
en el Buen Suceso, en el Salón del Prado
o en los Campos de la Moncloa, lugares
donde se procedió al fusilamiento
indiscriminado de la población, “… al
mediodía del día 4 de Mayo habían
entrado 18 carros cargados de cadáveres
de los recogidos en las inmediaciones del
Prado, del Botánico y de la Puerta y
Alcantarilla de Atocha, todos fusilados
en los días anteriores…” (Archivo
Municipal de Madrid)
La revuelta no fue valorada
convenientemente por Napoleón que, a
tenor de los informes enviados por Murat,
lo consideró un hecho puntual que había
sido reducido de forma ejemplar. La
ausencia de un ejército permanente
reforzó su idea de que España era un país
dominado y no pensó en la resistencia
popular y sus futuras consecuencias. Los
Acuerdos de Bayona, firmados por Carlos
IV y Fernando VII -los días 5 y 10 de
mayo respectivamente- le cedieron la
corona de España y proclamó rey a su
hermano José.
“… vi que las ataban codo con codo, obligándoles a ponerse de rodillas,
unos de espaldas, otros de frente. Los más extendían los brazos,
agitándolos al mismo tiempo que lanzaban imprecaciones y retos a los
verdugos; algunos escondían con horror la cara en el pecho del vecino;
otros lloraban; otros pedían la muerte, y vi uno que rompiendo con
fuertes sacudidas las ligaduras, se abalanzó hacía los granaderos…”
(B. Pérez Galdós: Episodios Nacionales 3)
Después de los fusilamientos
Eugenio Lucas Velázquez
Óleo/ lienzo
Fundación Rodríguez Acosta, Granada
Oronoz Fotógrafos
Con razón o sin ella
Francisco de Goya
Serie: “Los desastres de la Guerra”
Oronoz Fotógrafos
35
La rebelión
se extiende
Entrada de Napoleón por Fuencarral
Estampa s. XIX
Museo Postal de Madrid
Oronoz Fotógrafos
El Bando de los Alcaldes de Móstoles:
“... muchos oficiales se han fugado,
sin que en los cuarteles ni en sus
casas se sepa dónde están. Y dirás
tú, «¿pues dónde están?». Yo lo sé,
sí señora, yo lo sé: se han ido a
unirse a los ejércitos españoles que
se están formando...”
(B. Pérez Galdós: Episodios Nacionales 4)
Señores Justicias de los pueblos a
quienes se presentase este oficio, de mí
el Alcalde de la villa de Móstoles:
Es notorio que los Franceses apostados
en las cercanías de Madrid y dentro de
la Corte, han tomado la defensa, sobre
este pueblo capital y las tropas
españolas; por manera que en Madrid
está corriendo a esta hora mucha sangre;
como españoles, es necesario que
muramos por el rey y por la patria,
armándonos contra unos pérfidos que
socolor de amistad y alianza nos quieren
imponer un pesado yugo, después de
haberse apoderado de la augusta
persona del rey; procedamos, pues, a
tomar las activas providencias para
escarmentar tanta perfidia, acudiendo
al socorro de Madrid y demás pueblos,
y alentándonos, pues no hay fuerzas
que prevalezcan contra quien es leal y
valiente, como los españoles lo son.
Dios guarde a Ustedes muchos años.
Móstoles, 2 de mayo de 1808. (firmado)
Andrés Torrejón y Simón Hernández
(El bando se conserva en el ayuntamiento
de Cumbres de San Bartolomé, provincia
de Huelva)
38
La proclama, probablemente redacta
por el fiscal del Consejo de la Guerra
Juan Pérez Villamil, y firmada por los
alcaldes de Móstoles se difundió hacia
Andalucía y Extremadura. El traslado lo
hizo un único correo que huía desde
Madrid a Andalucía y la llevó a Talavera
de la Reina, Trujillo, Mérida, Badajoz y
Jerez de los Caballeros hasta la provincia
de Huelva. La difusión fue rápida, cada
alcalde la copiaba y transmitía a la
siguiente localidad con sus propias
indicaciones sobre las medidas a tomar,
llegando en setenta y dos horas a
Andalucía. Esta práctica extendió las
noticias del levantamiento de Madrid por
numerosos pueblos y por las ciudades de
Sevilla, Córdoba y Jaén. Los intentos de
movilización fueron frenados por la Junta
de Gobierno Central que pidió la
colaboración con los franceses. Sin
embargo, la renuncia de Fernando VII al
trono renovó en la sociedad, sobre todo
en la urbana, el sentimiento de abandono
anterior lo que les impulsó a crear sus
propios gobiernos de Juntas. Así el 6 de
junio de 1808 la Junta Central de Sevilla
declaró la guerra a Napoleón.
Artillería de la Guardia Real
Grabado coloreado, s. XIX
Ayuntamiento de Madrid, Museo de Historia
39
Combat de Sommo-Sierra
Horace Vernet
Dibujo
La batalla de Somosierra:
“Y el emperadorcito salió de Burgos
el veintidós; detúvose en Aranda
el veinticuatro; el veintinueve
estaba en Boceguillas y por fin el
treinta llegó a Somosierra.”
(B. Pérez Galdós: Episodios Nacionales 5)
Apenas dos meses después de la
proclamación de José Bonaparte como
rey de España, el 6 de junio de 1808 en
Bayona, los franceses fueron derrotados
en Bailén por el general Castaños. La
derrota fue un duro revés para Napoleón
que tuvo que venir a España para hacerse
cargo de la situación y restablecer en el
trono a su hermano. Pero un hecho previo
fue decisivo para la vuelta de José I: la
batalla de Somosierra, librada en el
desfiladero de la sierra madrileña de
Guadarrama el 30 de noviembre de 1808.
El ejército español, bajo el mando del
general Sanjuán, contaba con unos 8.500
soldados de los cuerpos de Infantería,
Caballería y Artillería, y con el apoyo de
cuatro baterías de cuatro cañones. La
batalla tuvo su protagonista principal en
la caballería ligera polaca, integrada en
el ejército imperial tras la creación del
Ducado de Varsovia por Napoleón.
40
Lo abrupto del terreno dificultó a la
infantería francesa llegar a las posiciones
españolas, por lo que Napoleón ordenó a
su escolta de caballería ligera polaca,
unos 150 efectivos bajo el mando de Jan
Kozietulski, que cargara contra las
posiciones españolas. La caballería perdió
gran parte de sus efectivos bajo el fuego
de los cañones, pero auxiliados por la
caballería ligera francesa dominaron a
los artilleros y abrieron el paso.
Perdida la posición de Somosierra,
Napoleón tuvo el camino expedito hacia
Madrid y con ello José I Bonaparte volvió
a ocupar el trono. Su reinado no fue
estable y, a pesar de las victorias obtenidas
por el ejército francés, se vio inmerso en
las constantes acciones bélicas que los
cuerpos del ejército y las guerrillas
desarrollaron durante la Guerra de la
Independencia.
La batalla de Somosierra el 30 de noviembre de 1808
Louis-François Lejeune, 1810
Óleo/ lienzo
Chateau de Versailles, París. Francia
Oronoz Fotógrafos
41
Reglas para la
defensa patriótica
“No es Navalagamella sólo, mujer,
es Asturias, León, Galicia,
Valencia, Toledo, Burgos,
Valladolid, y se cree que también
Sevilla, Badajoz, Granada y
Cádiz. En la oficina lo han dicho,
y si vieras cómo están todos
bailando de contento”.
“Con fecha de 28 de Noviembre último se circuló á todas las Juntas Superiores
Provinciales de Observación y Defensa la real Orden siguiente.= “Excelentísimo
Señor: A una Nación que nuevamente se hace guerrera para batir á un
enemigo intrépido y aguerrido, no le basta tener numerosos exércitos, es
indispensable que todos sus habitantes sean soldados , y que cada casa sea
una fortaleza inexpugnable que lo contenga en su carrera. Tal es la situación
de la España. Nuestro antiguo Gobierno , confiado en la alianza que creía
sincera , tuvo la débil condescendencia de permitir se destruyesen nuestros
exércitos , y aun el espíritu militar que estaba identificado con el carácter
(B. Pérez Galdós: Episodios Nacionales 4)
español : llegó el momento de oponerse á la perfidia de ese vil aliado , y nos
hallamos sin exército , sin gefes, y sin mas recurso que el valor y la voluntad
La organización de la defensa nacional
fue asumida por la Junta de Observación
y Defensa del Reino, de la que dependían
la Junta General, las Provinciales y las
Locales. Ante las dificultades económicas
y políticas para armar ejércitos, la Junta
de Defensa emitió una Real Orden con
las indicaciones precisas para que la
población participase en la defensa de
sus pueblos y ciudades. El Reglamento
lo redactó el secretario de la Junta General
D. Martín de Garay, en Sevilla el 12 de
febrero de 1809. Consta de 49 normas,
o máximas, donde se explica la forma de
proceder para proteger pueblos, ciudades
y caminos; cómo realizar el acopio de
armas y munición, su conservación y
fabricación; cómo llevar a cabo la
organización de la defensa, la elección de
los responsables y la ejecución de las
tácticas básicas para la resistencia. El
Reglamento y la Real Orden para su
cumplimento lo editó la Junta de Valencia
el 6 de marzo del mismo año.
decidida de vengar el honor nacional. …ha resuelto la Suprema Junta de
Gobierno del Reyno , en nombre del Rey nuestro Señor D. FERNANDO VII ,
que esa Junta de gobierno dé las disposiciones más enérgicas y executivas ,
con la plenitud de facultades que se le conceden , para que no solo la capital
de esa Provincia , sino tambien las Cabezas de Partido y todas las Poblaciones
considerables resistan al enemigo , si por desgracia penetrara por estos puntos ,
reuniendo toda la gente , y adoptando el intento todos los géneros de defensa
que proporcione la localidad del país , aunque sea valiéndose de piedras ,
palos &c. en defectos de otras armas ….
REGLAS Y MAXIMAS FUNDAMENTALES que deben observarse para la
defensa de los Pueblos y ciudades grandes en la presente guerra.
1
A fin de que todo esté dispuesto para oponerse á las incursiones de los enemigos,
evitando los inconvenientes de dificultar las comunicaciones ó hacer grandes
gastos sin necesidad , las Justicias de todos los Pueblos reconocerán los puntos
ventajosos en que el paisanaje pueda hacerse fuerte , y ofender con ventaja;
proyectaran desde luego las obras mas propias para la defensa que convendrá
hacer en caso de invasión , y acopiarán los materiales necesarios.
./..
3
Las zanjas ó cortaduras de los caminos y calles , en los parages cuyo paso
no puede evitar el enemigo , los pozos de lodo , los abrojos , las estacadas ,
las inundaciones , y las minas son los mejores medios de defensa : y entre
ellos se adoptaran los mas proporcionados á la localidad y naturaleza del
terreno
./..
43
7
Se tendrá presente que las plazas proporcionan generalmente una excelente
defensa , por las muchas armas ofensivas que pueden emplearse á un tiempo
desde las ventanas , tejados , y bocas calles , contra el corto frente que han
de presentar los enemigos que traten de desembocar por las que hayan
ocupado.
./..
9
Para los que no tengan armas de fuego ni blancas , inclusos cuchillos y
puñales , cuidarán las Justicias de que se construyan y alisten picas , chuzos
y otras armas de esta clase , que aunque esten labradas toscamente , podrán
emplearse con gran ventaja para ofender al enemigo.
./..
10
Con el mismo objeto se tendrán prevenidas en los pisos altos piedras, ladrillos,
y aun agua hirviendo , arena rusiente , cal viva , y otras materias propias
para incomodar al enemigo , y causar estrago , arrojándolas por las ventanas,
o desde los tejados.
./..
18
A mas de los premios que se concederán á los Pueblos que hagan una defensa
gloriosa, y consigan resistir al enemigo , como se ha hecho con Manzanares
y Villacañas , se darán de gratificacion al paisano que mate ó prensa á algun
soldado francés 320 reales por cada uno.
./..
37
Se tendrán repuestos de pólvora y municiones en los parages mas resguardados
y seguros.
./..
38
Tambien se tendrán en los parages mas seguros repuestos de comestibles ,
suficientemente surtidos , para que entre los depositados en ellos , y los que
tienen el vecindario, se pueda subsistir un par de meses quando menos.
./..
44
40
Los individuos del Clero Secular y Regular se ocuparán con preferencia en
asistir á la curación de los heridos , custodiar los almacenes y repuestos , y
patrullar para mantener el buen órden. Los mas caracterizados , ó mas
populares , emplearán su autoridad é influxo en exâltar ó moderar el
entusiasmo , según convenga , con subordinacion á los Gefes civiles y militares;
y ninguno se exîmirá de tomar las armas , y de trabajar materialmente en
las obras , siempre que se juzgue conveniente para dar exemplo.
./..
48
Para arrojar por las ventanas son muy propios los frascos de fuego , ó granadas
de vidrio ; y mejor unas ollas ó botes de boca ancha , bien tapados , armados
del mismo modo que los frascos , con lanzas , fuegos ó cohetes en su parte
exterior en vez de mechas. Dichas vasijas estarán llenas de pólvora y de
granadas de mano , en cuyas espoletas se introducirán dos ó mas estopines
largos en vez de mixto , para asegurar mas su repentina inflamacion : y
deberán arrojarse con violencia , para que no dexen de verificarse su rotura
y el espacimiento de la pólvora.
./..
Y para en cuanto en ella se previene tenga el mas puntual cumplimiento , ha
acordado esta Junta que se imprima y circule á las Justicias de todos los
Pueblos del Reyno , encargándolas muy estrechamente que hagan uso de los
medios de defensa que se expresan en el Reglamento referido , y que sean
mas análogos á su localidad y vecindario , inflamando el valor de sus naturales
con la memoria de la heroica defensa de los Pueblos que se citan , y haciéndoles
ver que de ella , y no de una cobardía infame , se saca mejor partido aun con
el enemigo , pues hasta los enemigos admiran y respetan á los héroes. Valencia
6 de Marzo de 1809
45
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2 La corte de Carlos IV
3 El 19 de marzo y el 2 de mayo
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Régimen constitucional, en HISTORIA DE ESPAÑA MENÉNDEZ PIDAL. Edit. Espasa Calpe,
Madrid.
47
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