Ponencia - Universidad del Rosario

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David Hernández Zambrano
Estudiante de la maestría en filosofía
Universidad del rosario
Introducción
Estamos inmersos en el debate sobre la inminente reforma a la educación superior
que se propone en Colombia. La reforma inicialmente planteada desde el
ministerio de educación, en cabeza de la ministra María Fernanda Campo, suscitó
descontento en porciones importantes del sector académico (estudiantes,
profesores y funcionarios; tanto de entidades públicas como privadas).
La ministra, con el fin de alentar la comprensión y el reconocimiento de las
virtudes de la reforma propuesta, publicó, el 4 de octubre de 2011, "El ABC de la
Reforma a la Educación Superior en Colombia" en la que, a manera de listado de
cualidades, expone lo que considera esencial de la reforma y las razones por las
que deberíamos avalar y apoyar la propuesta defendida. La reacción, contrario a
lo que se esperaba con la publicación del ABC, no fue aprobatoria. Los
estudiantes, o al menos buena parte de ellos, no encontraron satisfactoria, ni la
reforma, ni su explicación. Una respuesta interesante, mas no por eso
necesariamente acertada, fue esgrimida por el profesor de la Universidad Nacional
de Colombia Leopoldo Múnera, quien en su respuesta a la publicación de la
ministra ("El XYZ de la Reforma a la Ley 30 de 1992") muestra las desventajas
que encuentra en dicha reforma. Esa respuesta cuenta con un cálculo que
pretende probar la insuficiencia del presupuesto proyectado por la reforma inicial,
busca demostrar que, contrario a lo que dijo en su momento la ministra, sí seguía
habiendo en la reforma la previsión de las instituciones de educación superior
como entidades con ánimo de lucro, y, a través de esas consideraciones (entre
otras) pretendía mostrar la nula adecuación del proyecto de reforma a las
necesidades de nuestro sistema educativo.
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Para el público en general el debate parecía, de alguna manera, una discusión
sobre si se privatiza o no la educación y a su vez si las instituciones educativas
deberían poder transformarse o constituirse como entidades con ánimo de lucro.
De cualquier manera, la discusión central no es esa. De hecho, la ministra, ante
las críticas en lo referente a la privatización y el ánimo de lucro, incluyó la palabra
"derecho" en la reforma, dejó en claro que no se obligaba a privatizar sino que
simplemente se daba la opción y defendió a la reforma en contra de las
acusaciones que se plantearon, según las cuales se quitaba la autonomía
educativa de la Instituciones de Educación Superior (IES). No propongo que la
ministra tenga razón. De hecho, como lo evidencia, entre otras, la respuesta del
profesor Múnera, lo propuesto por la ministra no es una prueba indiscutible de la
adecuación de la reforma, como mejor opción, para las necesidades de nuestro
país. El problema central no es la privatización o la conversión de las IES en
entidades con ánimo de lucro; hay una discusión que subyace a estas cuestiones
y que, desde el seno mismo de la academia y de la sociedad, es lo primero de lo
que deberíamos ocuparnos. Debemos pensar primero en la respuesta a la
pregunta "¿qué tipo de educación superior queremos?", respuesta que debería
contar con una justificación que incluya no sólo principios abstractos sino también
consideraciones realistas de cara al contexto colombiano.
Afirmo que no podemos caer en la pura abstracción porque, en general, tanto
defensores como opositores de la reforma sostienen que lo que se busca es
educación de calidad, gran cobertura, competitividad de los egresados y, en
general, una educación que permita y promueva el desarrollo de Colombia. Con
acuerdo relativo sobre esos propósitos, se ha debatido sobre los medios para
conseguirlos y, a su vez, estas consideraciones de fines y medios se han
enmarcado dentro de un debate fáctico (¿qué se obtendrá de la reforma?) y de los
cuestionamientos que motivan esta ponencia: ¿qué queremos respecto de nuestra
educación superior? y ¿con miras a qué vamos a reformar la ley que, por ahora, la
rige?
Reflexión
2
Una reforma a la educación superior en Colombia debe enfocarse en la
consecución de un proyecto de nación y en la promoción de un mejor país desde
la educación superior que se brinda. Si el bienestar de los ciudadanos es algo que
todos buscamos y, además, es lo que se espera de un Estado, entonces el
proyecto de nación es lo que debe guiar todas las acciones del mismo. La reforma
a la educación no debe ser un proyecto enfocado sólo en los estudiantes, sino en
todos los ciudadanos de este país, grupo entre el que se encuentran los
estudiantes quienes, valga decirlo, son quienes a través de la formación adquirida,
deberían colaborar con el desarrollo de nuestra nación.
Un proyecto de nación debe ocuparse, como lo menciona la ministra y como
también lo mencionan los detractores de la reforma propuesta por el gobierno
nacional, de formar ciudadanos con capacidades para el desenvolvimiento en el
seno de sus disciplinas y también con la capacidad de pensar los problemas
nacionales desde una perspectiva a la vez reflexiva y crítica. No obstante, el
enfoque desde el que se piensa la reforma es, en general, el fomento de la
productividad y la competitividad. Esto no es erróneo, esas consideraciones
deberían ser tenidas en cuenta como medios para el fomento de un mejor país y
no como fines en sí mismos. En otras palabras: de cara a múltiples tratados de
libre comercio, a proyectos de internacionalización y de introducción de nuestra
nación de una manera sostenible en el mercado global; parece que nos hemos
olvidado de los fines que perseguimos como nación. El derecho a la educación, y
el “servicio” público con el que la reforma, en el artículo 1, también lo denomina,
no sólo se enmarca dentro de la necesidad de competitividad económica. De
hecho, la competitividad laboral y el crecimiento económico no deben ser, siquiera,
considerados como fines en sí mismos. Como lo plantea Joseph Raz en La ética
en el ámbito público, el problema de partir de los derechos es que estos no
evidencian, por sí mismos, el objetivo que persiguen: el bienestar. Así, la
educación que se plantea desde la reforma es una educación enfocada en ofrecer
la garantía de un derecho – cosa loable – con miras al desarrollo económico que,
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al menos desde el enfoque mencionado, parece desplazar, a un segundo lugar, el
proyecto integral de nación que debería perseguirse. Independientemente de cuál
sea la reforma que se haga sobre la Ley 30 de 1992, dicha reforma debería tener
en cuenta una noción amplia de bienestar, de desarrollo en términos humanistas y
no sólo económicos o de progreso individual. Martha Nussbaum, en Sin ánimo de
lucro, propone una cuestión que apoya la perspectiva que quiero defender: la
preocupación por la formación de ciudadanos y no sólo de expertos en disciplinas
determinadas es fundamental y, contrario a lo que podría pensarse, no entra en
contradicción con el desarrollo económico, de hecho, podría promoverlo.
De manera desacertada se ha propuesto un dilema, desde diferentes
perspectivas, según el cual, o bien optamos por una formación integral o bien nos
preparamos para la realidad, para la competencia en el mercado del mundo
globalizado en el que vivimos. Tengo la firme convicción de que, a través de la
formación de profesionales1 íntegros y críticos que a la vez comprendan
cuestiones como los derechos humanos y su fundamentación, estaremos
formando también ciudadanos que resultaran provechosos para la formación de
un proyecto nacional y que pueden influir positivamente en la situación nacional
respecto del mercado global.
Una posible objeción a esta perspectiva es que la formación de profesionales,
según las necesidades del mercado de nuestro tiempo, contempla solamente la
capacitación para la competencia en el mercado laboral, capacitación que puede,
o que incluso debería, obviar la formación filosófica, artística y humanística con
miras a la rápida obtención de un título que, como lo menciona la ministra en el
ABC, generará la posibilidad de una mejor remuneración por el trabajo realizado.
En alguna medida estoy de acuerdo con dicha objeción: la búsqueda de la
inmediatez, de la obtención de conocimientos útiles para la producción se ha
vuelto la guía primordial de muchos de los estudiantes universitarios y también, la
meta a la que parecen orientadas las preocupaciones gubernamentales en torno a
1
Solamente me ocuparé acá de la formación profesional universitaria.
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la reforma de la ley que rige a la educación en Colombia. La ministra propone,
como uno de los motivos fuertes para la elección por la educación superior, el
hecho de que “estudiar sí paga”. Este es un peligro real que afronta la reforma: el
enfoque primordialmente mercantil que parece ser la tendencia que guía, desde la
OMC a la educación superior. Con miras a tener gran cantidad de profesionales
que puedan desempeñar papeles útiles en la empresa, y de la asimilación del
sistema internacional de créditos, se ha postulado la necesidad de un recorte en el
tiempo que se necesita para graduarse de un pregrado, agrupando en una sola
asignatura (y consecuentemente en un solo semestre) problemas que antes eran
abordados a lo largo de varios semestres, en varias asignaturas. No obstante,
dicha necesidad carece de la noción de un proyecto nacional.
La formación humanista, el conocimiento de los problemas filosóficos que
sustentan problemas como los que atañen a la ética profesional y la sostenibilidad,
el conocimiento de la fundamentación de diferentes teorías de la justicia, la
experiencia hermenéutica permitida por el tratamiento de la literatura y el arte
desde la formación profesional, enriquecen la formación de ciudadanía; permiten
comprender los retos de la democracia liberal, sus carencias, sus fortalezas. Una
formación profesional que se desarrolle en medio de la conciencia del error que
representa el creer que se sabe, que se es sabio, por dominar los rudimentos de
una profesión2, que la formación del carácter y la coherencia con el conocimiento
son herramientas indispensables para la formación de ciudadanos que sustenten
un Estado digno y justo, permiten el fortalecimiento del potencial humano de los
profesionales que guiará una nación, que a través de sus conocimientos técnicos y
teóricos impulsarán el desarrollo económico, humano y político de Colombia,
seguramente será de mayor provecho, a la larga, para el desarrollo económico,
para la innovación y el emprendimiento.
Conclusiones
2
Ver Plaaton, Apolgía de Sócrates 22 d-e
5
Una reforma a la educación debe pensar en cómo los actuales estudiantes serán
motores de cambio, no sólo del país, sino del sistema económico en que este está
inmerso. La formación profesional universitaria debe enfocarse en la generación
de capacidades enfocadas en disciplinas particulares pero también, a través de la
enseñanza de artes y filosofía, enfocadas en la posibilidad de pensar un país en
construcción, una nación que aún se proyecta, más de lo que de hecho se realiza,
como una democracia liberal en la que las cuestiones públicas son una
preocupación de cada ciudadano y no sólo de sus representantes, como un país
ávido de un desarrollo económico que sólo puede resultar en una influencia
positiva para el desarrollo en general si, desde dentro, se piensa y se critica.
Bibliografía
Bauman, Zygmunt; Los retos de la educación en la modernidad líquida. Barcelona:
Gedisa, 2007.
Nussbaum, Martha; Sin ánimo de lucro. Buenos Aires: Katz, 2011.
Platón; Apología de Sócrates. Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 2006
Raz, Joseph; La ética en el ámbito público. Barcelona: Gedisa, 2001.
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