24 POLICIALES La Plata, domingo 10 de enero de 1999 Casos que conmovieron la ciudad A UN AÑO DEL CRIMEN DE RAQUEL ARAYA Una noche de sexo, droga y muerte en la habitación 13 de un albergue Raquel Araya entró a Los Aromos con Mario Quinteros. Fue una noche de alcohol y drogas. La encontraron desnuda, muerta a golpes, junto a un vaso de whisky roto. Quinteros estuvo casi cuatro meses prófugo, hasta que se entregó La madrugada del 7 de enero de 1.998, Mario Quinteros y Raquel Trinidad Araya llegaron en un Peugeot 405 al hotel Los Aromos, de 5 entre 90 y 91. Entraron a la habitación número 13. Un rato después, los empleados del albergue escucharon gritos y vieron cómo el Peugeot bordó salía del lugar, rompiendo el portón. El cadáver de la chica fue hallado desnudo en la pieza. Tenía golpes en el hígado y dos costillas, lesiones pequeñas (compatibles con comprensión de dedos) en el lateral izquierdo del cuello, heridas cortantes en las palmas de sus manos, hematomas en las piernas y en las partes interiores de los brazos. Los restos de pintura bordó del Peugeot quedaron en el portón verde del albergue. Alguien había tomado la precaución de tomarle los datos de la patente: AAN 987. El entonces Jefe del Comando de Patrullas, Joaquín Laiuppa, montó un operativo de rastrillaje y dio con el auto en el barrio 5 de mayo de Ensenada, cerca de la casa de unos amigos de Quinteros. Tenía rastros de pintura verde en el paragolpe delantero. Al mismo tiempo que Quinteros era buscado, las hipótesis y las pruebas se multiplicaban. Dentro del albergue fueron retiradas para las pericias una remera roja con manchas de sangre, dos latas de Pronto Shake, un vaso de whisky roto y los zapatos del acompañante de Raquel. Otros tiempos Mario Quinteros y Raquel Araya habían vivido juntos por tres meses en una casa del barrio La Cumbre, en una pieza delantera de la casa de los Araya. Ella tenía 25 años y dos hijos; pero luego de muchas peleas, discusiones y golpes, ella lo había echado. Cómo fueron los hechos l El 7 de enero de 1.998, Raquel Trinidad Araya fue hallada muerta en el hotel Los Aromos, de 5 entre 90 y 91. l Mario Quinteros estuvo prófugo durante casi cuatro meses hasta que se entregó. El hombre había vivido con Raquel durante tres meses. Cuando la chica murió, estaban peleados y habían salido a pasar una noche juntos. l Quinteros reconoció ante el juez de primera instancia que estuvo con Araya en el albergue. Dijo que la chica tuvo convulsiones y él solo trató de reanimarla. l Los forenses informaron que las lesiones eran compatibles con golpes y estrangulamiento. El juez dictó la prisión preventiva de Quinteros. Quinteros se habría llevado todo de la casa. Sólo un televisor viejo, una remera y un par de zapatos le habría dejado a Raquel. “Quinteros tenía pensado matarla”, fue una de las primeras frases que arrojaron los familiares de Araya después de la última noche. “Siempre le dijimos a Raquel que era un tipo peligroso y no nos dio bolilla. La tenía dominada”, comentó Julio, uno de los hermanos. Los Araya afirmaban que “a Quinteros no le va a pasar nada, tiene amigos poderosos; siempre nos enrostraba eso”. La última imagen que tenían de Quinteros los hermanos de Raquel antes del asesinato era de la noche de Navidad. Según Julio y Elena, salió de una habitación y dijo: “ya no tengo pelos en la nariz de tanto aspirar. Quiero merca, loco”, “Era el típico macho prepotente -comentó Elena-, logró aislar a mi hermana de la familia. Antes de salir con él nunca había tomado alcohol, él la llevó por ese mal camino”. Julio concluyó: “era una chica buena y le dio vuelta la mente porque era un celoso empedernido. Ni siquiera la dejaba trabajar”. Las fotos de Raquel sonriendo con sus hijos en la moto de Mario, quedaron sobre la mesa de la cocina de los Araya, casi como un símbolo de las épocas felices de la pareja que habían quedado en eso: recuerdos. Secretos de hotel Quinteros estuvo prófugo durante casi cuatro meses. Los Araya estuvieron indignados todo ese tiempo, diciendo que nadie hacía nada para buscarlo. La policía no pudo encontrarlo, ni siquiera exhibiendo una foto suya en los diarios por pedido de los investigadores judiciales. Se entregó sólo, cuando se cansó de permanecer en la clandestinidad. Lo llevaron a Tribunales esposado, con las manos atrás, dejando ver su remera que decía “no sólo soy perfecto, también soy argentino”. Había diseñado un interesante testimonio para explicarle al juez Guillermo Labombarda los detalles de la muerte de Raquel. Dijo que se presentaba como testigo, para decir que ella había sufrido un ataque de epilepsia y él había intentado reanimarla. Pero el informe de los forenses fue decisivo y Quinteros fue procesado por homicidio. Según el dictamen, el propio Quinteros reconoció su participación en el hecho. A raíz de la prisión preventiva trascendieron algunos detalles jugosos de la declaración. El imputado dijo que cuando entró al hotel con la joven Araya, “llegaron a la pieza, se desvistieron, franelearon un poco, pero no tuvieron relaciones porque ella comenzó a perseguirse con que la estaba espiando su marido”. Quinteros contó que “enseguida abrió la puerta, subió el volumen de un video pornográfico y volvió a la cama”. En ese momento, agregó, ella empezó a tener convulsiones: “temblaba, se le iban los ojos para atrás”. Y dijo que Araya rompió un vaso de whisky, “estaba excedida por la droga, se había dado vuelta...después, comenzó a sangrar”. Dijo que intentó reanimar a Araya con unas cachetadas pero que ella trató de incorporarse y se llevó por delante la pared que da al baño, cayendo de boca al piso; entonces él Las épocas felices. Mario en una foto familiar, junto a Raquel y sus hijos la dio vuelta (poniéndola boca arriba) y viendo que continuaban las convulsiones, la cacheteó de nuevo. Pero como “se estaba tragando la lengua” debió forcejear con su dentadura. Además de los ojos que se le daban vuelta hacia atrás, Araya comenzaría a “azotarse contra el piso, pegando unos saltos”. Quinteros dijo que comenzó a pedir ayuda a los gritos porque “no podía con la lengua y llamar por teléfono al mismo tiempo”. Al explicar las supuestas maniobras de reanimación, detalló que le apoyó la rodilla en el abdomen y le puso el cuello en hiperextensión para que pueda respirar mejor. Fue allí cuando “dejó de respirar -dijo Quinteroshaciendo en todo el cuerpo un ruido similar a la rotura de un paquete de fideos”. “Las venas de la cara se le habían hinchado como al doble de su tamaño”, continuó, explicando que siguió con golpes en el pecho con “la parte inferior del puño sin los nudillos y besándola”. Quinteros destacó que a Araya “la quería profundamente, que era buena piba, de verdad...” y agregó que en otra oportunidad le había dado un ataque similar después de haber estado consumiendo drogas, por lo que trató de ayudarla haciéndole inhalar perfumes, desodorantes, agua azucarada...ducharla, ventilarla”. El imputado finalizó su declaración aclarando que todo lo que hizo lo “sacó de las películas y de recordar que una vez vio tratar a un epiléptico”. Luego subió a su auto y se fue del hotel, “con una mezcla de emociones, de cagazo e impotencia, dolor y bronca”. Bronca. El sentimiento de los familiares de Araya, que explicaron que Raquel nunca había tenido un ataque de epilepsia. Que contaron que la chica estaba contenta, con todas las ganas de vivir, a punto de ser madrina. Y que pidieron que se haga justicia.¿Un crimen o una muerte accidental? ¿Una paliza o una sobredosis?. El informe de los peritos forenses fue determinante para volcar la balanza. El juez Labombarda entendió que las pruebas demostraban que Quinteros había golpeado y estrangulado a Araya; le dictó prisión preventiva y el embargo de sus bienes. POLICIALES La Plata, domingo 10 de enero de 1999 25 Historia del crimen LOS BOQUETEROS A dos años del robo del siglo, los 20 millones todavía no aparecen Era un lunes de verano como cualquier otro en la sucursal del Banco de Crédito Argentino en la Recoleta, hacía calor y los empleados se preparaban para afrontar otra semana. Parecía un día como cualquier otro. Y fue un día normal hasta las 9.30, cuando el sistema de seguridad computarizado abrió automáticamente la puerta de acero de la bóveda de 267 cajas de seguridad. Los 20 millones en joyas, dólares y piedras preciosas de políticos, empresarios, actores y varios personajes de la farándula habían desaparecido. Y en el medio de la bóveda, un hueco en el piso. Los sistemas de seguridad no habían fallado. Las alarmas habían sonado normalmente el domingo, cuando los ladrones atravesaban el piso de la bóveda con sus picos y palas. Pero la policía no notó nada raro. El sistema de filmación del banco no tenía cámaras colocadas para vigilar las cajas, por lo que era imposible darse cuenta desde el exterior. El agente que fue a cubrir el llamado supuso que se trataba de otra alarma activada por algún pájaro apoyado en un sensor, de otra de las tantas falsas alarmas que hay en la gran urbe. Estaba equivocado. El banco de Callao y Las Heras estaba a media cuadra de la comisaría 17, en pleno Barrio Norte. A otros 50 metros, los boqueteros habían alquilado tres meses antes una casa donde antes funcionaba una librería, con la excusa de poner una fábrica de camillas. Habían pagado dos trimestres por adelantado -18 mil dólares- presentando toda la documentación al día. Tenían planificada una obra arquitectónicamente perfecta, diseñada con la precisión técnica de un ingeniero. La inversión total de su emprendimiento fue de 300.000 dólares. El túnel de 70 centímetros de alto por otros 70 de ancho. Salía del sótano de la casa, recorría 50 metros bajo la tierra; pasaba bajo la avenida Las Heras, la farmacia y perfumería Colón y llegaba al segundo subsuelo del banco, donde estaban las cajas. Todo el recorrido estaba recubierto por madera y tenía un sistema de iluminación eléctrico guiado por las lucecitas de un arbolito de navidad. A seis metros bajo tierra, la cantidad de oxígeno sólo permitía el trabajo de dos personas al mismo tiempo. La tierra de las excavaciones era colocada en contenedores. Los escombros se los vendían a empresas constructoras. El túnel era recto, no se chocaba con cloa- Foto kit de uno de los integrantes de la banda ARCHIVO Alquilaron una casa cerca de un banco. Cavaron durante tres meses un túnel de 50 metros. Robaron joyas, dólares y piedras preciosas de famosos. Desde entonces hay cuatro personas detenidas, pero de lo sustraído sólo se recuperaron 400.000 pesos Los boqueteros trabajaron varios meses debajo de esta vereda. Pasaron por debajo de la avenida Las Heras cas ni cables y desembocaba en la única pared vacía de la bóveda. Sistemas vulnerables El edificio funcionaba como banco desde hacía 35 años, ya que antes de pasar al Banco Crédito perteneció al Banco de Italia. Por lo tanto, la estructura de seguridad tiene la misma antigüedad que su apertura. Las paredes donde más de 1.000 personas guardaban lo que más querían guardar eran 30 centímetros de hormigón y una hilera de ladrillos, algo que para un boquetero no sobrepasa las 4 horas de trabajo de perforación. Las nuevas exigencias del Banco Central -que los bancos recién construidos deben cumplir- indican que las paredes deben tener una malla de acero irregular intercalada en una pared de hormigón con al menos medio metro de espesor. Y exigen un pasillo de ronda, que la Policía considera el principal resguardo de los boqueteros. El banco robado no tenía ni pasillo de ronda ni pared reforzada. El llamado pasillo de ronda es un espacio hueco que se deja entre una primera pared exterior de la bóveda y la pared de la bóveda misma. Se llena de sensores que detectan el paso de una pared a otra. Pero, además, sirve para saber si la bóveda fue violada sin la necesidad de abrir la puerta. Para reemplazar estas deficiencias, los bancos ponen alarmas dentro de sus bóvedas: quiere decir que saben que es relativamente fácil entrar, pero se enteran rápido si hay ladrones. En el Banco de Crédito sonó la alarma. Pero no pudieron detectar el robo porque la puerta de la bóveda donde están las cajas de seguridad estaba programada para abrirse recién el lunes a la 9.30 de la mañana y la única manera de entrar antes hubiera sido dinamitarla. Los uruguayos Las primeras investigaciones de la Policía indicaron que fue una banda mixta -de boqueteros uruguayos y argentinos- la que dio el golpe. Pero esta línea se cayó cuando los sospechosos no fueron reconocidos por los vecinos del banco, testigos del caso. Siete meses después del robo, la policía detuvo a tres ex integrantes de la Side y a un ex policía, como sospechosos del asalto. Los allanamientos para atrapar a los sospechosos se hicieron en 15 puntos del conurbano bonaerense y en una quinta de Lomas del Mirador, donde fueron hallados unos 400 mil pesos. A los detenidos se llegó a través del análisis de llamadas telefónicas que se hicieron desde un teléfono público instalado frente al local usado para la iniciación del túnel, hacia teléfonos celulares y otros destinos. El 3 de diciembre de 1997, la Cámara del Crimen porteña confirmó la prisión preventiva que el juez Calvete dictó a los detenidos y les embargó bienes en 10 millones de pesos. Uno de los detenidos, consciente de la fama adquirida tras el robo, comenzó a escribir un libro contando el caso. Tuvieron que trasladarlo de prisión. Actualmente, el Servicio Penitenciario mantiene en secreto el lugar donde está encerrado. Los 20 millones nunca aparecieron, él podría saber dónde están y quiénes son los demás integrantes de la banda. Demasiada información como para permitir que alguien le haga llevarse sus secretos a la tumba. Los datos del caso - El 6 de enero de 1997, a través de un túnel excavado sin despertar sospechas en una de las esquinas de Callao y Las Heras, los ladrones ingresaron al Banco Crédito Argentino de Recoleta y se llevaron 20 millones de pesos en dinero, joyas y otros valores guardados en 164 cajas de seguridad (103 estaban vacías). - Contaron con el apoyo logístico de expertos en ingeniería, en seguridad bancaria. Tuvo que existir un financiador, ya que necesitaron por lo menos 300 mil pesos para alquilar una casa cerca del banco, comprar máquinas y pagarle a los obreros. - Por el caso están detenidos tres ex integrantes de la Side y un ex policía.