LA SEGUNDA LECTURA En un numeral anterior de La Misa de Cada Día, dedicamos este espacio formativo al himno del “Gloria”. Explicábamos cómo su introducción obedeció a la misma razón que hoy justifica su presencia en algunas celebraciones. Es un elemento de solemnización: marca las celebraciones que tienen un carácter particularmente festivo o una singular importancia. Algo semejante podríamos afirmar respecto de la segunda lectura si nos fijáramos sólo en la utilización que de ella se hace, pues solamente la vamos a encontrar en los domingos y en las festividades de mayor relevancia (“solemnidades”). Mientras que en las festividades menores (“fiestas”) y otros días “entre semana” (“ferias”) sólo se proclama un texto bíblico y se hace un salmo responsorial antes del Evangelio; en esos días (que son la mayoría) no hay “segunda lectura”. Debemos decir, sin embargo, que la existencia de la segunda lectura en algunas celebraciones obedece -ante todo- al interés que en la Sagrada Escritura se despertó cuando la liturgia dejó de celebrarse en latín y empezaron a usarse las lenguas propias de cada región. Pues antes del Concilio Vaticano II el uso de la Sagrada Escritura en la liturgia era bastante menos abundante y demasiado repetitivo. En términos generales, podemos decir, entonces, que la segunda lectura responde al deseo de enriquecerse lo más posible con el tesoro de la Sagrada Escritura. Es una oportunidad para contemplar de manera concreta la unidad que los cristianos encontramos entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Es una ocasión para contemplar cómo la totalidad de la Sagrada Escritura encuentra su plenitud y criterio último de interpretación en el Evangelio. De ahí que cuando tenemos una celebración provista de segunda lectura, normalmente encontraremos que ésta ha sido escogida en relación directa con la temática propia de esa celebración. Encontraremos un hilo conductor que vincula la segunda lectura con las antífonas y oraciones, tanto como se da con el Evangelio, la primera lectura y el salmo responsorial. Pero en los domingos del “Tiempo Ordinario” o tiempo “Per annum” el criterio es diferente. La segunda lectura no ha sido escogida en relación con el eje temático de la celebración, sino buscando que se tenga un mayor contacto con las Cartas y otros escritos del Nuevo Testamento. Por eso, esos documentos neotestamentarios simplemente se seccionaron en tantas partes como domingos “ordinarios” se tenían (tomando en cuenta los tres ciclos), para que esos textos se fueran leyendo de manera semi-continua. En razón de esto, en los domingos del Tiempo Ordinario muchas veces no vamos a encontrar una verdadera relación del Evangelio y la primera lectura con la segunda lectura. Su mensaje -sin embargo- puede servirnos para realizar una reflexión complementaria o una meditación paralela; pues el Misterio de Jesucristo es un tesoro inagotable que nunca lograremos abarcar en su totalidad.