LA BIBLIOGRAFÍA 27 COLECC!ON CUADERNOS LA BIBLIOGRAFÍA .. .. LOUISE NOELLE MALCLES EUDEBA E D I T o R I A L u N I V E R S I T A R I A D E B u E N o S A I R E S Título de la obra oríginal: La bibliographie Presses Universitaires de France, 1956 Traducida por RoBERTO JuARRoz Revisión técnica de Josefa Sabor © 1960 EDITORIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIRES -Florida 656 Fundada por la Universidad de Buenos Aires HECHO EL DEPÓSITO DE LEY IMPRESO EN LA ARGENTINA • PRINTED IN ARGENTINA "El bibliógrafo está, muy a menudo, habituado a la ingratitud de aq'.lellos a quienes sirve. Pero le basta saber que su trabajo es útil y que crea trabajo: con ello está recompensado." LuciEN FEBVRE. INTRODUCCIÓN La historia de la bibliografía no ha sido escrita nunca o sólo lo ha sido parcialmente. Ello significa que aunque se conozca el número y la calidad de los repertorios de libros que se han sucedido en el curso de los siglos, se está aún mal informado sobre las razones o las circunstancias que provocaron o rodearon la creación de los mismos. Es posible que los primeros bibliógrafos hayan trabajado instintiva y aisladamente, haciendo bibliografía quizá sin saberlo, pero sin dejar por eso de ser influidos por los acontecimientos o instados por ciertas necesidades; sea como fuere, ignoramos todo o casi todo lo referente a su personalidad, así como a las condiciones que determinaron su trabajo. En la Grande Encyclopédie, un artículo de ochenta y cuatro columnas, fechado en 18 8 5, consigna una suma considerable de repertorios bibliográficos que, cual frutos arrancados del árbol, se hallan aislados de sus autores y de su tiempo. De esta manera, no se deducen de ese erudito estudio las grandes líneas directrices de las ideas y de las teorías bibliográficas. En cambio Ch.-V. Langlois, pone claramente en evidencia esas líneas, pero sólo en lo que concierne a la bibliografía histórica, en su ya clásico Manuel ( 1900-1904). Más recientemente, Th. Besterman bosquejó las de los siglos xv, XVI y XVII en su opúsculo Les débuts de la bibliographie méthodique ( 1950), en tanto que J. F. Fulton (1951) y J. Thornton (1949 y 1954) trataron de hacer lo mismo respecto de la bibliografía médica y científica. Por otra parte, ninguna historia de las letras o de las ciencias trata, a decir verdad, de la obra de los bibliógrafos; obra que, sin embargo, sobre todo en los siglos xvu y XVIII, se aproxima mucho a la crítica. Se impone, pues, un trabajo de interpretación de los resultados obtenidos en bibliografía, desde el siglo :&'V hasta la actualidad. Realizado según el método que se utiliza en arqueología y en historia, sería tan extenso y delicado como apasionante y revelador; pero desbordaría con exceso el ámbito de esta colección. Por lo tanto nos limitaremos a un esquema, donde deseamos destacar las figuras de los principales bibliográfos de cada siglo, al mismo tiempo que los móviles que los condujeron a la causa bibliográfica; puede ser que así la bibliografía cobre un nuevo aspecto, un aspecto menos frío que el que suele ofrecer a menudo l. 1 Este libro estaba ya en prensas cuando nos llegó el anuncio de la siguiente obra: A history of bibliographies of' bibliographies, por ARCHER TAYLOR, New Brunswick, Scarecrow, noviembr.e, 1955, 156 páginas. (N. de la ed. francesa.) -¡ ¡ CAPÍTULO I OBJETO Y DEFINICIÓN DE LA BIBLIOGRAFÍA El historiador Charles-Víctor Langlois (1863-1929) escribió en 1904: "¿Qué hacer para que el público esté en condiciones de informarse, rápida y seguramente, sobre los recursos de toda especie que ofrece la enorme biblioteca acumulada por los escritores de todos los tiempos y de todos los países, es decir, el patrimonio literario y científico de la humanidad? ¿Cómo disponer ese patrimonio para que todos los interesados lo aprovechen tan completa y cómodamente como sea posible? Tal es el enunciado más general del problema bibliográfico." Sería difícil expresar dicho enunciado en términos más accesibles; por eso, con el fin de adoptar una forma igualmente directa, se puede responder que la solución del problema reside en la utilización de ciertos instrumentos particulares del trabajo intelectual denominados bibliografías o repertorios bibliográficos. Los repertorios impresos a partir del siglo xv, que se cuentan hoy por millares, son nomenclaturas de textos igualmente impresos. Allí, cada texto se encuentra consignado por autor o autores, título y pie de imprenta (lugar de impresión y de edición, nombre del impresor y del editor, fecha, formato, número de páginas) si se trata de un libro, o por las referencias de la publicación periódica, si se trata de un artículo. Después de estas características, que podríamos llamar descriptivas, suelen figurar notas especiales y analíticas, y comentarios críticos. Cada repertorio tiene objeto propio y es útil, por consiguiente, para investigaciones del mismo tipo. Dicho de otra manera, las obras allí enumeradas poseen caracteres comunes: el mismo lugar de origen (impresión, edición) , la misma fecha o época de publicación, el mismo idioma o el mismo asunto. Los repertorios se clasifican en tres categorías principales. Los de carácter general, que registran publicaciones impresas sin distinción de materia ni de idiomas, se llaman universales o internacionales; los que registran publicaciones sin distinción de materias, pero escritas en el mismo idioma o aparecidas en el territorio de una sola nación, se denominan nacionales; y, finalmente, los que sólo registran los escritos referentes a un tema único se llaman especializados y pueden, a su vez, ser internacionales o nacionales según que esos escritos sean originarios de varios países o de uno solo. La función de los repertorios generales consiste en suministrar los datos estadísticos relativos a la actividad tipográfica de un conjunto de países o de un país determinado. En el primer caso, dado que el número de libros aumenta rápidamente, se limitan, con el tiempo, a presentar selecciones de los más antiguos, de los más bellos o de los mejores. En el segundo caso, en cambio, tienden a ser cada vez más completos y se transforman, a la postre, en fuentes oficiales de la producción impresa nacional: Ésta puede ser totalizada para un período pasado o presentada periódicamente, a veces en fragmentos correspondientes a diversas categorías de documentos: libros propiamente dichos, publicaciones oficiales de gobiernos y administraciones públicas, escritos universitarios, nuevos pe9 riódicos, obras musicales, etcétera; con frecuencia, a los grabados, ilustraciones y fotografías, se añaden documentos iconográficos, mapas, atlas, planos ... En cuanto a los repertorios especializados, su objeto es informar sobre la actividad intelectual, internacional o nacional, en cada una de las ramas del conocimiento; por tal razón, además de libros, consignan también artículos aparecidos en periódicos; práctica que no es habitual en los repertorios generales. Las normas que se pueden adoptar como principios de investigación, transcripción y agrupamiento de las publicaciones registradas en los repertorios presentan también aspectos diversos; en razón de tales normas, se establecen nuevas distinciones entre ellos de manera que, generales o especializados, pueden ser exhaustivos (o tender a serlo) , selectivos, descriptivos, analíticos, críticos, retrospectivos y en curso, y estar clasificados alfabéticamente (por autor, título o materia), cronológica o sistemáticamente. Estas nociones fundamentales fueron sistematizadas hace apenas unos cincuenta años. Hasta entonces, no pasaban de ser fluctuantes y contradictorias. Daniel Grand lo demuestra en la Grande Encyclopédie ( 18 8 5), al enumerar varios centenares de repertorios en orden poco racional o según criterios que hoy en día se consideran erróneos. Y lo mismo hace el bibliógrafo Henri Stein en el Mémento Larousse ( 19 3 6) . Definición del término "bibliografía". El vocablo "bibliografía" (del griego biblion =libro, y grapbein = escribir), es posterior al objeto que designa: el repertorio de título. Éste, en forma impresa, aparece hacia 1494, pocos años después del descubrimiento de la tipografía; pero su origen, en forma de manuscrito, '" mucho más antiguo. En el siglo II, el médico griego Claudio Galeno, al escribir De libris propiis líber, ofrece la primera manifestación de la noción bibliográfica que equivale a "lista de obras". Tal idea reaparece en los Scriptores ecclesiasticorum vitae, de San Jerónimo Ct 420) y en el illustrium virorum catalogus, de Genadio, de Marsella ( t 49 5) ; ambas obras, que son biobibliografías, impresas conjuntamente desde 1470, en 10 Augsburgo, y un sinnúmero de veces en los siglos siguientes: en Basilea (1529) y en Francfort (1549), con los .escolios de Erasmo. En 1580, se las reúne con las de igual género y casi idéntico título, de San Isidoro de Sevilla (570-634), Honoré d.e Autun (í 1140), Sigebert de Gembloux ( 1O3 0-1112) y Henri de Gand (1220-1295), en un volumen de 430 páginas, impreso en Colonia, que recogió alrededor de dos mil obras de autores d.e la Iglesia. El Myrobiblion, de Focio ( 815-891), patriarca de Constantinopla, es un nomenclador de libros leídos y comentados por el sabio, quien nos revela así gran cantidad de textos desaparecidos. Esta obra fue impr.esa por primera vez en Augsburgo, en 1601. Los hombr.es instruidos que, a partir del siglo xv, se preocupan por registrar en colecciones de títulos los libros impresos, siguen la tradición antigua. El primero es un abad del convento de benedictinos de Spanheim, Prusia, Johann Tritheim (1462-1516), cuyo Liber de scriptoribus eccl;siasticis apareció en Basilea, en 1494, en París en 1512 y en Colonia en 1531 y 1546 (Cf. página 14). Desde entonces, los repertorios se multiplican con ritmo tan rápido como .el de la tipografía; pero no llevan el nombre de bibliografía y se los designa con alguno de los siguientes: bibliotbeca, catalogus, repertorium, inventarium, index. En Francia el término "bibliografía" no .es adoptado hasta 1633, y el primero en usarlo es Gabriel Naudé, bibliotecario de Mazarino, en su Bibliograpbia politica. La nueva denominación no significa de ningún modo un cambio en las condiciones d" la investigación de los textos impresos. Quienes se dedican a tal tarea son, lo mismo que al comienzo, sabios y eruditos animados por viva curiosidad científica, que trabajan aisladamente y, no hace falta decirlo, sin reglas técnicas y a veces sin método apar.ente; su trabajo concierne directamente a la historia. Prueba de ello es el hecho de que la gran mayoría de los rep.ertorios impresos entre el siglo XY y las postrimerías del siglo XVIII son especializados y se limitan a consignar la historia de los .estudios relativos a una disciplina determinada. En 17 51, el vocablo "bibliografía" no figura en la Encyclopédie de Diderot y d'Alembert; en cambio, se registra allí "bibliógrafo" con la acepción de "paleógrafo": el que d.escifra los manuscritos. En Francia, el cambio fundamental de la bibliografía data de la segunda mitad del siglo XVIII. La época revolucionaria, en efecto, ha de transformar lo~ hábitos y las posiciones adquiridas; pero, fenómeno curioso, la bibliografía, que a partir del siglo xv se había orientado por buen camino (es decir, había consistido espontáneamente en la búsqueda de libros, condición que recuperó después), se aparta bruscamente de esa senda para extraviarse en un sinnúmero de vías adyacentes y perderse a la postre en el conjunto de la bibliología. En 1789, en Francia y en otras partes, la bibliografía se convierte en la "ciencia del libro" en todos sus aspectos. Esta concepción se impone a los hombres de la Revolución que, de la noche a la mañana, tienen que ordenar las cantidades de libros confiscados a las corporaciones religiosas y a los emigrados, vale decir, clasificarlos y catalogarlos. El Rapport sur la bibliographie, del 22 Germinal del año II ( 11 de abril de 1794), de Henri Grégoire (1750-1831), obispo constitucional de Blois, diputado de la Convención que "ordena a las administraciones que aceleren los envíos de catálogos y que en el término de una década rindan cuenta del trabajo" fue escrito para estimular la tarea de catalogación de los libros que habían pasado a ser propiedad de la Nación, y sirvió para que se extendiera considerablemente el sentido del término "bibliografía". Esa ampliación no hace más que acentuarse en los escritos del abogado del Parlamento, Armand-Gastón Camus ( 1740-18 04), cuyas innumerables memorias pr.esentadas al Instituto Nacional y referentes a bibliografía, tratan de la clasificación de los conocimientos humanos y, por ende, del ordenamiento de los libros en las bibliotecas (véase el capítulo V). Durante el Primer Imperio, aparec.en, en Francia, y también en el extranjero, los primeros tratados teóricos sobre la ciencia del libro; se titulan: bibliografía, aun cuando tratan simultáneamente de bibliotecología, bibliofilia, biblioteonomía, bibliografía pura y hasta de paleografía, historia de las bibliotecas y crítica literaria; en suma, de un conjunto de estudios netamente diferenciados .en nuestros días. Todo el siglo xrx adoptará esa manera de ver, consagrada en 1885 por la Grande E1zcy~lopédie y fielmente reproducida hasta la fecha por todos los diccionarios lingüísticos. Ahora bien: en 1885, hace tiempo que los alcances de la bibliografía están delimitados. Ya en 1810 dan fe de ello la primera edición del Manuel du libraire, de Jacqu.es-Charles Brunet, y sobre todo la creación de la Bibliographie de la France (véase el capítulo VI); pero nadie se da por enterado. Sin duda debe considerarse entre las causas de tal anomalía el hecho de que en la École des Charles 1, fundada en 1810, se imparta, 1 La École N ationale des Charles en París, es un -instituto de especialización, encargado de formar ar- desde 1847, enseñanza especial para clasificación de archivos y bibliotecas, circunstancia que en 18 69 dará lugar a la creación de una cátedra de bibliografía cuyo programa, según Charles Mortet, primer titular de la materia, comprende tres partes: 1) estudio de los principales instmmentos de información y de investigación a los qu.e es menester recurrir, tanto para la parte histórica como para la descripción y clasificación de libros en una biblioteca pública; 2) estudio de los elementos esenciales y característicos que diferencian los libros en las diversas épocas de la historia, desde la antigüedad clásica hasta el siglo xx; 3 ) reglas teóricas de biblioteconomía, que comprenden, por una parte, la redacción de distintos catálogos d.e libros manuscritos e impresos, y por otra, el servicio de bibliotecas desde el punto de vista de su formación histórica, su legislación y su funcionamiento actual. Se explica, pues, la definición d.e 1885 propuesta de acuerdo con su escuela, aunque no con los hechos, por un paleógrafo acostumbrado a consultar archivos. Por fin, en 1934, el Centro de Síntesis Histórica de París, trata oportunamente de dar una definición más acorde con la verdad al hacer de la bibliografía un sector de la bibliología, y al atribuirle la función que efectivamente le corresponde y que .es la de seguir la marcha de las producciones del espíritu. Este retorno a la antigua concepción de los primeros siglos de la impr.enta da la razón a Langlois, quien afirmaba hace cincuenta años: "La bibliografía es esa parte especial de la ciencia del libro que trata de los repertorios y que suministra los medios para procurarse lo más rápida y completamente posible, informaciones sobre las fuentt>s", donde el término fuentes, entendido según el espíritu del autor, vale tanto para los documentos manuscritos como para los impresos. Pero lo de "bibliografia de fuentes manuscritas" parece paradoja, a juicio de otro bibliógrafo eminente, Pierre Caron, quien en 1945 escribió: "No utilicemos el término 'bibliografía' sino para una sola categoría de fuent.es: los libros." En consecuencia se puede decir que la bibliografía investiga, transcribe, describe y clasifica los documentos impresos, con el fin de constituir los instrumentos de trabajo intelectual llamados repertorios bibliográficos o bibliografías. El mismo vocablo designa, pues, el proc.edimiento a chivistas, paleógrafos y bibliotecarios. El término charle, antiguamente chartre (del latín charla, papel), está tomado aquí en su acepción originaria o etimológica. (N. del T.) 11 seguir en el trabajo y el resultado obtenido. Hay una técnica bibliográfica que permite utilizar las normas para investigación, transcripción, descripción y clasificación de documentos, estudiados en biblioteconomía; y dicha técnica conduce a los repertorios que para el trabajador intelectual representan tanto, por .ejemplo, como el martillo y el yunque para el herrero 1 • En resumen: aunque íntimamente ligada a distintas ciencias, la bibliografía se presenta como disciplina autónoma cuyo objeto propio es el inventario de los textos impr.esos. Por lo tanto, no dispensa de leer sino que ahorra lecturas o señala las necesarias. De ahí a considerarla como simple técnica de orientación no hay más que un paso,. muy fácil de dar. Sin embargo, examinada con más perspectiva, se afirma como cien1 Es, pues, impropio llamar bibliografía a la lista de trabajos citados a continuación de una obra o artículo. Sólo se trata de las referencias a los textos consultados por el autor y no de la bibliografía sistemáticarnente elaborada sobre el tema. c1a concreta cuyas inr.o.ensas posibilidades, aún no explotadas, ni siquiera se sospechan; por las cifras, por las razonadas clasificaciones que reúne en el curso de los siglos, permite más d.e una deducción que beneficia, entre otras, a las ciencias sociológicas y económicas. Estudios recientes demuestren, en efecto, que los datos bibliográficos son capaces de conducir al descubrimiento de ciclos de creación intelectual y artística, y éste no es más que uno de los primeros aspectos de su poder 2 • Así como el d.emógrafo hace el censo de ias poblaciones y estudia sus variaciones, sin conocer a cada uno de los ciudadanos de los países que le interesan, el bibliógrafo, sin haber leído todos los libros, sigue el proceso de creación, el con tenido y la difusión de los mismos. Al menos, así es desde el gran cambio del siglo xvm, cuando bibliografía se identifica con 110menclatu1·a, en tanto que, en el origen, el término se identificaba con lectura. 2 ZoLTOWSKI, VrcTOR: "Les cycles de la creation intelectuelle et artistique", Année sociologique, 19 52. CAPÍTULO II LA BIBLIOGRAFÍA EN EL SIGLO XVI. LA ÉPOCA ERUDITA Así como los cronistas y los compiladores de la Edad Media preceden a los historiadores del siglo XVI, los practicantes de alquimia y de ciencias mágicas y ocultas, preceden a los sabios. Los unos, ante la falta de bibliotecas, no piensan en examinar el valor de los documentos y criticarlos; los otros, sin aceptar la observación y la experiencia, se dedican a teorizar. Sólo con el Renacimiento comienzan verdaderamente los estudios históricos y científicos 1 • La invención de la imprenta facilita la reunión de gran número de libros y la comparación de los mismos; el pensamiento se 1 GABRIEL MoNoo: "Du progres des études historiques en France depuis le XVIe siecle", Revue historique, 1876, págs. 1-38. 12 extiende por todas partes a la vez y modifica todas las condiciones del traba jo. En el dominio de las ciencias humanistas, la Antigüedad, ignorada u olvidada durante largo tiempo, es descubierta nuevamente y admirada en virtud de sus monumentos, de sus instituciones, de su historia y sobre todo de su literatura, que el libro impreso pone pronto al alcance de todas las manos. La cultura totalmente eclesiástica de la Edad Media hace lugar, inclusive entre las gentes de Iglesia, a una cultura profana y laica. El estudio del pasado, practicado hasta entonces por una minoría, se convierte en pasión universal y en la principal preocupación de casi todo el sector intelectual. Los humanistas franceses se ocupan, du- rante mucho tiempo, casi exclusivamente de filología antigua; hay que aguardar hasta la segunda mitad del siglo XVI para que realmente se despierte la curiosidad por otras ciencias. La Reforma trae consigo el acrecentamiento de la actividad y la investigación científicas con criterio liberal, pues las luchas religiosas llevan a quienes participan en ellas a buscar argumentos o armas en los hechos controlados. Los estudios jurídicos adquieren gran impulso y hombres imbuidos por la Antigüedad y versados en el conocimiento de las leyes heredadas de la Edad Media, examinan las instituciones nacionales. Los sabios que por sus trabajos ocupan el primer puesto en el siglo XVI son en su mayoría jurisconsultos. En el sector de las ciencias exactas, los conocimientos positivos atraen a naturalistas y médicos. Además, esa atmósfera general del ambiente erudito del siglo XVI se refleja en los libros leídos y coleccionados en esa época. Un estudio reciente sobre las bibliotecas formadas a partir de 15 3 O y cuyos inventarios han sido publicados, así lo demuestra. Encontramos en ellos textos romanos, comentarios y glosas, trabajos de jurisconsultos de la nueva escuela, colecciones de ordenanzas, decretos de cortes soberanas, fueros regionales, breviarios, textos y comentarios de derecho canónico. En las bibliotecas de estudiantes, predominan los textos de la Antigüedad y dan prueba del desarrollo de la cultura clásica favorecido por la creación del Colegio de Francia en 1 53 O y el establecimiento de los jesuitas. Por influencia de la Reforma, en las bibliotecas eclesiásticas aparecen, al lado de los tratados de teología escolástica y de derecho canónico, las mejores ediciones de la Sagrada Escritura y de los Padres, fuentes del pensamiento; a ellos se agregan los libros heréticos, pues las controversias y discusiones dogmáticas originan gran cantidad de trabajos políticos y libelos. Por fin, la sección de libros de medicina ocupa vasto espacio en los inventarios de las postrimerías del siglo, como consecuencia de la renovac10n de la anatomía con V esalio, de la cirugía con Paré y de las ideas de Fernel; a los textos griegos y árabes de la Edad Media suceden, con comentarios de esos textos, los de los autores modernos. Si se comparan ahora los libros en boga en el siglo XVI, con los primeros repertorios bibliográficos, se comprueba que unos y otros evolucionan paralelamente. En efecto, los primeros investigadores de libros pertenecen al mismo medio científico que los autores y los lectores de los mismos. Symphorien Champier, médico lionés, publica la primera nómina de escritores médicos ( 15 06) ; Giovanni Nevizzano, jurista piamontés, es el autor del repertorio más antiguo de obras de jurisprudencia ( 1 5 22) ; Conrad Gesner, filólogo y naturalista de Zürich, es el primero que se interesa por la bibliografía general ( 15 4 5) ; inmediatamente después le siguen los teólogos y los filósofos. ¿Cómo cumplieron su propósito estos primeros compiladores de impresos, si no gracias a las bibliotecas de su tiempo? Nevizzano, Gesner y sus émulos del siglo XVI nos explican que recorrieron las grandes ciudades y visitaron las bibliotecas célebres de humanistas y de conventos, así como también a los libreros. Los monumentos que han dejado, aunque a menudo modestos por las dimensiones, grandes por el esfuerzo que representan -ingenti labore, exigumn opus, dice Nevizzano- están construidos con material recogido directamente en las fuentes y dan prueba del nivel alcanzado en ese entonces por cada una de las ciencias. Sólo a partir del siglo xvn, en cuyo transcurso las bibliotecas adquieren carácter enciclopédico gracias al desarrollo del pensamiento y al progreso de la cultura, el trabajo bibliográfico se enriquece y se extiende; cada nuevo repertorio se nutre en los precedentes, y así de seguido. Pero tal no es el caso al comienzo. Evidentemente, los humanistas que impulsaron la ciencia bibliográfica son bibliógrafos sin saberlo. Y, comprobación sorprendente, de entrada acuerdan a la disciplina rasgos defini- 13 torios; en efecto: aún hoy siguen siendo suyos los grandes dominios que a partir del siglo XVI le fueron espontáneamente asignados; a saber: bibliografías especializadas por una parte, y por otra, bibliografías generales, tanto universales corno nacionales. Más aún. En los repertorios especializados -los primeros en el tiempo- están representadas casi todas las ciencias: medicina, derecho, botánica, agronomía, cirugía, filosofía, teología; consagradas todas las formas de presentación: descriptiva, analítica, crítica, y adoptados todos los sistemas de clasificación: alfabético, cronológico, sistemático. En pocas palabras: que la bibliografía queda definida, aunque sea en esbozo, desde el primer momento. Su redacción deja acaso que desear desde el punto de vista técnico, y sus sistemas de clasificación son, sin duda, rudimentarios y poco prácticos; en cambio, informa admirablemente sobre los autores y su pensamiento y también, aunque secundariamente, sobre sus libros. En verdad, los primeros repertorios se parecen más a diccionarios biográficos que a nuestras bibliografías actuales, en las cuales se sacrifica a los autores por la descripción completa y técnica de los libros. En cambio, las bibliotheca, scriptores o catalogus scriptorum nos hacen conocer antes que nada a los escritores y sus obras, y después, muy sumariamente, los libros. La idea de considerar el libro por él mismo, y de registrarlo debidamente tras riguroso examen, no acude aún a la mente, y tal hecho constituye una prueba suplementaria de que la curiosidad, o mejor aún, la pasión científica, anima a los primeros compiladores, quienes se revelan así como historiadores del pensamiento y la cultura. Cabe formular una aclaración importante: la historia de los repertorios no debe confundirse con la de los catálogos de los primeros libreros y coleccionistas o con los de las bibliotecas. Éstos pertenecen a la bibliografía en lo atinente a la redacción y, sobre todo, a la utilización práctica, pero no en lo que se refiere al espíritu y a los métodos de compo14 SICion. Es innegable, y los documentos lo confirman, que los catálogos de los impresores de los siglos xv y XVI (por ejemplo, los de las ferias de libros efectuadas en Francfort del Main y en Leipzig a partir de 15 64 y 1594), así corno los inventarios de las bibliotecas de los humanistas, constituyen fuentes inapreciables y, por así decirlo, únicas, donde abrevan con celo los colectores de títulos. Sea como fuere, aunque los catálogos sirvan de trampolín a la bibliografía, circunstancia que ni siquiera se pone en duda, no por eso deben ser confundidos con ella. Bibliografía especializada Johann Tritheim (1462-1516), abad del monasterio de Spanheim, diócesis de Maguncia, abre la senda al publicar en 1494, impreso por el célebre Amerbach, de Basilea, un Líber de scriptoribus ecclesiasticis (ver página 1 O) , trescientas páginas in folio en las cuales se reúnen por orden cronológico un millar de autores de la Iglesia; la lista de sus escritos figura después de la noticia bastante breve acerca de su vida. La obra comprende alrededor de siete mil citas, con índice ordenado por el nombre y no por el apellido del autor. En 1495, el mismo abad brinda un Cathalogus illustrium vivorum Gennaniae. Con esos dos repertorios, los primeros en el tiempo, de carácter patrístico el uno, nacional el otro, Tritheim puede ser considerado, con justa razón, el decano de los bibliógrafos. Symphorien Champier (1472-1533) estudia humanidades en París y medicina en Montpellier; ejerce en Lyon y es primer médico del duque de Lorena. Terapeuta y botánico, astrólogo y filósofo, moralista, teólogo, poeta, su espíritu se interesa por todo. Derrocha enciclopédica erudición en su Líber de quadru p lici vita ( 1 5O 7) , inspirado en el De triplici vita (1489), del helenista y filósofo florentino Marsilio Ficino (1433-1499). El padre Allut, biógrafo del médico lionés, escribe que Champier fue el primero que en Francia se dedicó a la carrera de bibliógrafo. ~a prime_r_a de sus publicaciones, sin título y sm mencwn del impresor ni del lugar y fecha de impresión, se compone de diversos tratados anunciados en el Index librorum in hoc volumine contentorum. El cuarto, De corporum animorum morbis, consigna en el colofón el lugar de impresión, Lyon, y la fecha, 15 06. El primer tratado se titula De medicine claris scriptoribus in quinque partibus tractatus· está con:puesto por 57 hojas que comprenden: el elogio de los más grandes médicos, con examen y refutación de la magia; los soberanos que se dedicaron al estudio de la medicina· los filósofos y eclesiásticos que ejercieron ese ~rte o que escribieron sobre ese tema; y, por último, los médicos italianos, franceses, ingleses y alemanes. Todos ellos son citados en orden cronológico; después de bosquejar sus vidas, el autor detalla sus obras principales; pero de manera muy sucinta, sin descripción, a veces sin fecha. El segundo tratado de la colección, De quadruplici vita, en el que Champier trata de medicina, teología, filosofía, astrología e historia, contiene una lista bastante extensa de los primeros escritores médicos franceses, con un catálogo de sus obras. En 15 3 3, Champier publica en Lyon la Apologetica epístola, dirigida al médico alemán Bernard U nger; en el folio XLVIII de la misma se encuentra un Catalogus illustrium medicorum ac novitiorum qui tem poribus 1ZOstris scripserunt, editado por segunda vez en París, en 1541, a continuación del de Remacle Fuchs, de Limburgo: Illusfrium maedicorum qui superiori saeculo floruerunt ac scripserunt vitae. Digamos al pasar que Rabelais se burló de Champier al inscribir el Campi clysterittm en el catálogo de la biblioteca de la abadía de Saint-Víctor, en el siglo xvr. En 1872, el bibliófilo Jacob [Paul Lacroix], al investigar los verdaderos títulos de cada volumen del catálogo imaginario, no vacila en decir que aquel ilustre autor era esencialmente bibliógrafo durante la época ( 15 3 3) en que escribió el segundo libro de PaJttagruel, uno de cuyos capítulos se titula "Acerca de cómo llegó Pantagruel a París, y de los bellos libros de la librería Saint-Victor". Y agrega que Rabelais se muestra como bibliógrafo fino e ingenioso, a la par que bibliófilo atento, no sólo en el catálogo en cuestión, sino en toda su obra, por las reseñas bibliográficas que allí se encuentran dispersas; en cuanto a su biblioteca personal, contenía casi todos los libros impresos hasta entonces. . En or?e? cronológico, el segundo repertono especializado, compuesto por el jurista piarr:ontés Giovanni N evizzano ( t 15 40), se refiere a libros de derecho y aparece en Lyon en 1522. Es el Inventarium librorum in utroque jure hacteJZus impressorum que la Bibliotheca bib~iographica italica, de G. Ottino y G. Fumagalh (1889-1895), califica de rarísimo. ~n efecto, este libro no figura en los catálogos rmpresos_ d~ las grandes bibliotecas y Baudrier, en su Bzblzographie lyo11naise du XVI" sikle tampoco lo cita; existiría un ejemplar mutilado en la Biblioteca Nacional de Florencia. A juzgar por sus abundantes ediciones este r~pertori~, .que ab~rcaba unas mil obras' jurídicas clasificadas SIStemáticamente de manera bastante sumaria y desprovisto de índice, par~~e-~aber tenido cierto renombre. La segunda e01c10n, fechada en V enecia en 15 2 5, corre: por cuenta de Ludovico Gomes, obispo de Sarno de 15 34 a 1543, con el título de I11dex ~ibrorum. omnium qui in utroque jure hi11c mde edu11fur compositus; a los libros impresos, a los cuales se había limitado Nevizzano, se agrega gran cantidad de textos manuscritos. El Index, más o menos corregido y aumentado, se imprime uu gran número de veces hasta 15 96, con diversos títulos que recue~da~ constantemente, sirt embargo, el origen del repertorio: Initio a Jo. N evizzano collectus. Johann Fichard, jurisconsulto alemán ( 15121 581 ) , J. B. Zilettus y J. W. F reymon aumentan cada nueva edición con sus descubrimientos. . En la dedicatoria del InveJZfarium, NeVIZZano cuenta todas sus búsquedas en las bibliotecas eruditas o en las librerías; ha estado en Roma, Venecia, Padua Bolonia. Milán, Pavía, Turín y Lyon, y ha' recorrid¿ 15 la Francia cisalpina; se excusa, sin embargo, por sus omisiones y ruega al lector que lo ayude a salvarlas. Ya en esa lejana época, la bibliografía justificaba el pensamiento de N evizzano transcrito al final del libro y citado anteriormente: Iugenti labore, exiguum opus, pensamiento que todo bibliógrafo, desde entonces, bien puede haber sentido como propio. El alemán Otto Brunfels (1488-1534) es émulo de Champier. Doctor en medicina de la Universidad de Basilea, profesor de botánica y de medicina de Estrasburgo, médico en Berna, teólogo atraído por las doctrinas de la Reforma -después de haber sido novicio entre los cart"u jos de Maguncia-, publica en Estrasburgo, en 15 3 O, una gran obra que le vale el título de padre de la botánica alemana; el Herbarum vivae eicones, cuyas bellas ilustraciones, debidas a un artista de talento, Hans \17eiditz, contrastan por su novedad y su perfección con las :figuras convencionales o poco exactas de los primeros herbarios. También en 15 3 O y en Estrasburgo, Brunfels publica su Catalogus illustrium medicorum sive de primis medicinae scriptoribus, opúsculo de setenta y ocho páginas, semejante en su aspecto y ejecución al De vzedicine claris scriptoribus de Champier. Figuran en él, en orden cronológico, las noticias biográficas relativas a más o menos trescientos eminentes médicos griegos y latinos. El texto está precedido por un índice de nombres, y seguido por un ensayo de agrupamiento de los médicos según la especialidad; es quizás el ejemplo más antiguo de clasificación en el campo de la medicina. Después del Líber de scriptoribus ecclesiasticis de ]. Tritheim, impreso en 1494, ya mencionado, y de las ediciones realizadas en el siglo XVI de los textos de autores antiguos y medievales que trataron el mismo tema, los libros religiosos fueron reunidos, en 15 66, en la Bibliotheca sancta ex praecipuis catholicae ecclesiae autoribus collecta, del dominico Sixto de Siena (1520-1569), judío convertido a la fe católica, teólogo y predicador. Su obra aparece en Venecia, en un volumen in folio 16 de más de mil pagmas, y posteriormente es objeto de múltiples ediciones y reimpresiones; en 1575, en Lyon y en Francfort; en 1576 y 1586, en Colonia; en 1593, de nuevo en Lyon. También fue editada en París, en 1610, después en Colonia, en 1626 y, por última vez, en Nápoles en 1742, corregida y aumentada por el padre Milante. Esta erudita exposición de los libros santos, de su historia, sus traducciones y comentarios, en la que se examinan y aprecian las opiniones de los autores nombrados, no es, si hablamos con propiedad, repertorio, sino obra de controversia; sin embargo, por sus fuentes, se la considera repertorio. Es posible compararla con el Biblio- thecae theologicae et scripturalis Epítome, publicado en Roma en 1590 por Angelo Rocca (1545-1620), filólogo italiano, religioso de los ermitaños de San Agustín y secretario de la capilla apostólica del Vaticano. En el Epitome, que consta de 264 páginas, se mencionan y analizan obras de los mejores teólogos, colecciones de concilios y de decretos, y también comentarios de las Sagradas Escrituras. En 15 77, un médico y naturalista de Nüremberg, discípulo de los más ilustres sabios de Europa, Joachim Liebhard o Kammermeister, llamado Camemarius (1534-1598), publica en su ciudad natal De rustica opuscula nomzulla, in 4 9 de 55 hojas donde se encuentra, en el folio cuarenta y dos un Cata- logus authorum quorum scripta tam extaut quam desiderantur qui aliquid in giorgicis, re herbari et similibus scripserunt. La segunda edición de la obra aparece en 1956, también en Nüremberg, muy aumentada, lo mismo que el Catalogus, donde el número de autores citados se eleva a unos quinientos: griegos, latinos, árabes, hebreos, latinos contemporáneos, alemanes, italianos, franceses, ingleses, españoles. Es, éste, el primer ensayo de bibliografía agronómica. Paschal Lecoq (Paschalus Gallus) (1567163 2) , médico de Poitiers, publicó en Basilea, en 1590, una nómina alfabética de médicos con notas sobre sus vidas y sus escritos, separados éstos según se trate de textos latinos o de textos en lenguas modernas; en total, alrededor de mil doscientas reseñas, algunas de las cuales son muy completas. El N omenclator Scriptormn medicorum de Israel Spach ( 15 60161 O) , doctor de la Universidad de T übingen, médico y profesor de hebreo de Estrasburgo, es edición muy aumentada y mejorada de la bibliografía precedente, con clasificación muy estudiada y ramificada, y dos índices, uno por nombre -no por apellido- y otro por materia. Aparece en Francfort en 1591. Al año ;iguiente, en 1592, aparece el primer repertorio de obras filosóficas, cuyo autor, Hans Jacob Fries (1541-1611), hijo del lexicógrafo Johannes Fries, es profesor de filosofía y de teología en Zürich, y discípulo del gran Conrad Gesner, de quien nos ocuparemos oportunamente. La Bibliotheca philoso- phorUJn classicorum authoru111 chronologica enumera los escritos de los filósofos desde el si.glo III a. C., hasta el final del siglo xv; una segunda parte de la obra se refiere a los Padres de la Iglesia hasta 1140; una tabla alfabética completa cada una de las partes, integradas por alrededor de mil quinientos y de seiscientos títulos, respectivamente. En 1598, Israel Spach, citado anteriormente, publica en Estrasburgo el N omenclator scriptorum philosophorum atque philologicorum, donde, agrupadas por temas, se clasifican las obras de aproximadamente cuatro mil autores, sin contar las anónimas; los temas no se limitan, por otra parte, a la filosofía y a la filología, sino que comprenden muchos otros; después de la clasificación por materias figura el índice por nombre -y no por apellido- de los autores. Bibliografía universal Hacia 1 5 33, más o menos en la época en que desaparecen Symphorien Champier y Otto Brunfels, un joven de Zürich, de dieciocho a..iíos, comienza su carrera de naturalista y bibliógrafo, y se labra en ambos dominios una reputación que durante dos siglos nadie habrá de discutir. Se trata de Conrad Gesner (1516- 15 6 5), a quien mucho le deben casi todos los bibliógrafos citados precedentemente: Camerarius, Paschal Lecoq, Israel Spach, J. J. Fries, tuvieron muy en cuenta los de aquél al realizar sus propios trabajos. Botánico, zoólogo, médico, filólogo, Gesner es uno de los espíritus mejor organizados de su tiempo. Nacido en Zürich, asiste de 15 3 2 a 1534 a la Universidad de Bourges, y después a la de París; cursa estudios· de medicina en Basilea, ocupa de 15 37 a 15 40 una cátedra de griego en la Academia de Lausana, es doctor en Basilea en 15 41 y ese mismo año, médico y profesor de historia natural en Zürich. Su vocación de bibliógrafo despunta desde temprana edad: lee, traduce o coteja todos los libros, mantiene correspondencia con eruditos de todas partes, viaja, y trabaja en las bibliotecas más célebres: La Vaticana, la Biblioteca San Salvador de Bolonia, la Laurenciana de Florencia, la Marciana de Venecia, la Palatina de Heidelberg. Tiene veinticinco años cuando considera la posibilidad de ordenar todos los conociwientos de su época y decide llevar a cabo la tarea de acuerdo con un plan previamente establecido; su propósito es disponer todos los títulos, hasta entonces más o menos yuxtapuestos en los inventarios existentes, de forma tal que integren un conjunto coherente; y no halla sosiego sino cuando logra consignar en un solo repertorio todos los libros impresos cuyos rastros ha podido descubrir, inclusive gran cantidad de manuscritos. Su obra bibliográfica se sitúa entre sus publicaciones filológicas y científicas: traducción de Miguel de Efes o ( Basilea, 15 41 ) , edición y traducción de Estobeo (Zürich, 1543), traducción de Marcial (Zürich, 1544), edición de Claudio Galeno (Basilea, 1549), etcétera, por una parte; y por otra, Historia animalium (Zürich, 1551-1587), que contiene en el prefacio una bibliografía de obras referentes a los animales y, al final, una lista de obras de ictiología; Reí .berbariae scriptorum- catalogus, que se agrega al De stirpium nomenclatoris, Estrasburgo, 15 52, del médico Hieronymus Tragus, cuyo verdadero nombre es J. Bock 17 ( 1498-15 54), y por fin De chirurgis scriptores optimi (Zürich, 15 55). La Bibliotheca tmiversalis sive Catalogus omnium scriptorum locupletissimus in tribus linguis, latina, graeca et hebraica, de Gesner, aparece en 1545, en Zürich, impresa por Froschover, en un in folio de 631 hojas, y registra en las tres lenguas muertas indicadas en el título, alrededor de doce mil obras, clasificadas alfabéticamente por el nombre y no por .el apellido de los autores, luego de una lista sumaria d.e nombres al comienzo. Es seguida, en 1548, por un índice sistemático, donde las mismas obras se distribuyen en veinte encabezamientos de ciencias: Pandectarum sive partítionum universalium libri XXI, in folio de 374 hojas. De las veintiuna divisiones anunciadas, la vigésima no llegó a publicarse, y la última, referente a teología, apareció en volumen s.eparado, en 1549. Este sistema de clasificación es, digámoslo al pasar, creación original de Gesner, que rompe con las siete divisiones de las a1·tes liberales de la Edad Media; .en 15 87, Christophe de Savigny lo utilizará en sus T ableauz accom.plis de tous les arfs libéraux, que constituye una adaptación ampliada. En 15 55, Gesner publica un Appendix Bibliothecae, que describe alrededor de tres mil obras suplementarias. En vida de Gesner se publican dos compendios de la Bibliotheca universalis: uno de ellos, el Elenchus scripturom omnium qui ah exordio mzmdi usque ad nostra fempora in diversis linguis artibus et facultatibus claruerunt editado en 15 51, en Basilea, por Conrad Lycosthene, 1.096 col.; el otro, por Josias Simler, en Zürich, en 15 55, con el título de Epitom.e Bibliothecae Conradi Gesneri, y compu.esto por 184 hojas. Después de la muerte de Gesner, su obra, a la cual suelen añadírsele suplementos, se publica varias veces en .ediciones corregidas y aumentadas: en 1574, por ]. Simler, .en 691 páginas; en 1583, por J. J. Fries, 838 páginas; en 1585, por Antoine Du Verdier, en su Bibliotheque franroise (ver pág. 20); en 1676, por J. Hallerword (ver pág. 25); .en 1730-1731, por G. H. Wi!lschius, Specimen supplemenfttm ad Bibliothecam Gesnero-Símlero; desde 1555, R. Constantin comienza con un complemento para las obras en lenguas modernas: Nomenclator insigníum scriptorum quorum líbri extant vel manuscripti vel impressi ex bibliothecis Galliae et Anglíae, indexque totiu.s Bibliothecae atque Pandectannn C. Gesneri. La Bibliotheca universalis y su Appendix describen en total quince mil obras de tres 18 mil autores, y dan frecuentemente resúmenes y extractos de textos. Gesner leyó o vio casi todos esos libros, ya que se trasladó hasta los lugares en que se encontraban los mismos. Aparte de las bibliotecas, las fuentes de investigación son más bien escasas en la época. Declara haber recurrido a Champier, a Nevizzano-Gomes-Fichard, a Pedro Critinus (De poetis latinis libri V, 1 5O 5 ) , a Lilio Gregorio Giraldi (Historiae poetarum tam graecorum quam latinorum dialogi decem, 1545, y Dia- logi duo de poetis nostrorum temporum, 15 51), después de comenzar por Tritheim. De cualquier manera, la Bibliotheca, con sus quince mil títulos, no es realmente universal, pues se limita a textos en lenguas muertas; contiene, en realidad, la cuarta o la quinta parte de la producción tipográfica europea de 1 5 55. Le confiere universalidad el hecho de abarcar todos los conocimientos sin excepción y de registrar libros de toda procedencia. Si vale por su riqueza (notable para la época, pues deben tenerse en cuenta la dispersión de los libros y lo difícil de las comunicaciones), vale aún más por su espíritu. En su juventud, Gesner se había sentido muy impresionado cuando los turcos incendiaron y saquearon, en 15 27, durante el asedio a la ciudad de Buda, la biblioteca de Matías Corvino, rey de Hungría. Y cuenta (Epístola nuncupatoria incluida en la Bibliotheca) que tal suceso ejerció influencia decisiva sobre él y lo indujo más tarde a trabajar con el propósito de salvaguardar los testimonios del pensamiento, en el supuesto caso de que los libros pudieran desaparecer. Ese móvil lo animó constantemente y su convicción fervorosa acerca de la utilidad de sus investigaciones, así como su gran sabiduría, le permitieron, en poco tiempo, alcanzar su objetivo. Gesner es, en suma, el primer bibliógrafo preocupado por los libros en sí, ya que todos sus predecesores, sin excepción, hicieron de sus compilaciones la prolongación de sus estudios personales, por estimar secundaria, o de poca importancia, su actividad en tal sentido. Para Gesner, se trata de una actividad principal y que se impone por sí misma; tiene derecho, pues, al título de primer bibliógrafo de vocación, y de creador de la bibliografía moderna. Bibliografía nacional Los años 1506 y 1545 representan, respectivamente, la data de las dos primeras bibliografías, especializada la una, general la otra; poco tiempo después, en 1548, aparece el primer repertorio consagrado a escritores de una nación. El desarrollo de los estudios referentes a las literaturas nacionales se confunde, al principio, con el de las bibliografías de autores. Las innumerables compilaciones que con el título de Bibliotheca se sucederán a lo largo de tres siglos, prefiguran, cuando sólo se ocupan de los hombres de letras de determinado país, las actuales bibliografías nacionales. Digamos, además, que en ellas se reflejan las controversias religiosas de la época, y que denotan espíritu más o menos partidiario. John Leland (t 1552), capellán de Enrique VIII, titular del cargo de anticuario de la Corona, creado para él, abandona la religión católica y visita, por cuenta del rey, las bibliotecas conventuales; reúne así elementos para una importante obra cuya publicación, dicho sea de paso, habrá de postergarse hasta 1709: los Commentarii de scriptoribus Britannicis, impresos en Oxford por Anthony Hall. Otros dos ensayos, ambos tendenciosos, se deben al protestante John Bale y al católico John Pits. John Bale (1495-1565), cronista y el más antiguo de los autores dramáticos de lengua inglesa, hace sus primeros estudios con los Carmelitas y se convierte más tarde al protestantismo. Sus polémicas con los católicos lo obligan a trasladarse a los Países Bajos, de donde vuelve durante el reinado de Eduardo vi; obispo de Ossory, en Irlanda, es después arzobispo de Dublin, en 15 53. Su celo de reformador lo hace impopular en su diócesis, fuertemente adicta a la Iglesia católica y lo obliga a expatriarse de nuevo. A su retorno a Inglaterra, con el advenimiento de Isabel, reci- be un beneficio en la iglesia de Canterbury. La obra biobibliográfica de Bale parece ser una tentativa consciente para salvar del olvido los tesoros de las bibliotecas monásticas suprimidas o parcialmente destruidas. Emplea, en la misma época que Gesner, la misma táctica que el bibliógrafo suizo: correspondencia directa con los sabios, cuando no puede tener acceso a los libros, y visitas a las bibliotecas de colegios y monasterios. Explora las de Cambridge, Oxford, Dublin, Londres, Francfort y París (Carmelitas) ; visita a libreros y a encuadernadores, y así, entre el material que se utiliza en las cubiertas, descubre fragmentos de manuscritos o de ejemplares impresos. La obra de su amigo Leland representa para él una fuente de valor excepcional. De ese modo logra publicar en 1548 Illustrium majoris Britanniae scriptorum hoc est Angliae, Cambriae ac Scotiae summarium ( Gippeswici, J. Overton, 22 5 hojas), donde los escritores ingleses están clasificados por orden cronológico, con índice de nombres -no de apellidos- al comienzo. Esa edición es reimpresa en 15 49. La segunda edición aparece en Basilea, en 1557-1559, en dos volúmenes de más de mil páginas in folio con el título de Scriptorum Illustrium majoris Brytanniae. . • catalogus; allí se consignan mil cuatrocientos escritores, clasificados de la misma manera que en el Summariu1n, con su biografía y mención de sus obras; éstas últimas, en conjunto, ascienden a casi diez mil. Todos los documentos reunidos por Bale y no incluidos en el Catalogus son compilados por él en un voluminoso manuscrito, que había de ser editado por Reginald Poole en 1902: el Index Britanniae scriptorzl1n quos ex variis bibliothecis non parvo labore collegit Johannes Baleus cum aliis ( Oxford, XXXVI+ 58 O páginas) . El erudito John Pits (1560-1615) estudia primero en Oxford y después en .Reims, en el Colegio de los Ingleses; recibe las órdenes sacerdotales en Roma y enseña retórica y lengua griega en Reims. Después de múltiples peregrinaciones impuestas por las luchas civiles, termina su vida como deán de Liverdun, 19 a medida que se multipliquen las impresiones y las bibliografías. Gesner ya utiliza a Tritheim, Champier y Nevizzano; Paschal Lecoq se vale de Gesner, e Israel Spach de Lecoq; todo nuevo repertorio halla su fuente en los anteriores, y así sucesivamente. El trabajo bibliográfico perderá poco a poco su origi- nalidad. Pero la transformación exigir2 mucho tiempo. Por el momento, al genio propio de historiadores y de letrados laboriosos, a sus innumerables lecturas, a su prodigiosa información personal y, sobre todo, a su obstinada convicción, le debemos el conocimiento del tesoro de los libros impresos en su tiempo. CAPÍTULO III LA BIBLIOGRAFÍA EN EL SIGLO XVII. LA ÉPOCA HISTÓRICA El siglo XVI imprime a la actividad bibliográfica la dirección que ésta seguirá sin desviaciones durante casi dos siglos: la de la historia y la erudición. A partir de la invención de la imprenta, el comercio del libro ha prosperado mucho; el impreso tiene derechos de ciudadanía entre las personas refinadas que antes no hubiesen adquirido costosos manuscritos; los más cultivados o los más ricos forman bellas colecciones de libros al lado de su gabinete de rarezas. El amor y el gusto por los bellos textos inspiran a Gabriel Naudé, en 1637, un Advis pour dTesser una bibliotheque, y al carmelita Louis Jacob, en 1644, un Traicté des plus belles bibliotheques publiques et particulieres qui ont esté et qui sont a présent dans le monde. Al mismo tiempo que se vulgariza el libro, nace el espíritu científico moderno; la representación del mundo físico sufre profundas transformaciones gracias al advenimiento del método experimental, a la observación y a la afición por los conocimientos generales. En el siglo de Galileo, Kepler, Fermat, Harvey, Newton y Cavendish, se determinan las fronteras de cada dominio de las ciencias positivas, en tanto que declina la filología clásica. La nueva orientación de los espíritus se manifiesta en los historiadores, que son los 22 primeros en aportar su esfuerzo; a juicio de ellos, es indispensable dar a la erudición histórica bases sólidas, sin las cuales resulta prematuro todo intento de generalización, y se dedican a la publicación de textos aclarados por minuciosa crítica. La influencia monárquica y gubernamental por una parte, y la eclesiástica por otra, se hacen sentir sobre los historiadores que ya no se ven obligados, como en el siglo precedente, a emplear la erudición como arma de combate. Los más grandes coleccionistas y editores de textos y documentos tienen funciones oficiales, desde el jurisconsulto Pierre Pithou (1539-1596), Papire Masson (15441611 ) , sustituto del procurador general de París, y Jacques Bongars (1554-1612), agente de Enrique IV en Europa, hasta André du Chesne ( 1 584-1640) , geógrafo e historiador del rey, Pierre Dupuy (1582-1651), conservador de la Biblioteca y de las Cartas del Rey, Charles du Cange (1610-1688), tesorero de Francia en Amiens, y Étienne Baluze (1630-1718), bibliotecario de Colbert y profesor de derecho canónico en el Colegio Real. Los miembros del clero regular y secular se hallan, por su parte, unidos por idéntico celo hacia los trabajos intelectuales, en una Francia donde las reformas de la Iglesia han pacificado la religión; aunque no tienen la independencia o la audacia de los sabios del siglo XVI, poseen las cualidades necesarias para las grandes empresas: espíritu de disciplina y de tradición, regularidad y prudencia en el estudio y, sobre todo, inteligencia de los textos. Si el siglo XVI se volvió hacia la Antigüedad, el xvn se vuelve hacia la Edad Media. El clero regular, cuyas reglas colocan los trabajos del espíritu entre los deberes religiosos y en cuyos conventos se conservan, acumuladas desde hace siglos, inmensas riquezas manuscritas, emprende, por primera vez, largos y áridos exámenes de las cartas y documentos medievales 1 • Todas las órdenes religiosas conen simultáneamente manos a la obra: jesuitas y jan~enistas, benedictinos y oratorianos rivalizan en actividad. El padre Fronton du Duc (1558-1624), bibliotecario del Colegio de los jesuitas de Clermont en París, publica en 1624 una Bibliotheca veterum patrum et auctorum ecclesiasticorum, en doce volúmenes in folio, y los padres Jacques Sirmond (1559-1651) y Philippe Labbé (1607-1670) realizaron verdaderos modelos con sus colecciones de textos conciliares. Philippe Alegambe (1592-1651), sabio jesuita nacido en Bruselas y profesor de filosofía .en Gratz, continúa l:a obra de un jesuita de Toledo, el padre Ribadeneira (! 1611), cuyo Illustrium scripíorum Societatis Jesu catalogus fue .editado tres veces entre 1608 y 1613. El trabajo de Alegambe aparece en Amberes en 1643, Y después es retomado y continuado hasta 1675 por el padr.e Sotwell, en Roma. Es la mejor obra de -ese momento entre las relativas a la biografía y la bibliografía de los escritores jesuitas y en ella los autores son citados por sus nombres d.e pila. Otros dos teólogos de la Compañía de Jesús realizan importantes investigaciones bibliográficas.. El primero de ellos es Antonio Possevin (1534-1611) oriundo de Mantua, que recibe de Gregorio XII el encargo de cumplir una misión comparable a la que Pío V le había confiado, .en el siglo precedente, a Sixto de Siena con el objeto de refutar los errores de los judíos y de los heréticos. Poss.evin, más versado en letras y mejor instruido que Sixto de Siena, rabino conv.erso que después se hizo dominico, comienza a escribir, con el pensamiento puesto en la conversión e instrucción de infieles, 1 G. MoNOD, op. cit. el Apparaftts sacer ad scriptores veteris et novi Testamentí, que aparec.e en Venecia y en Colonia, en 1603, 1606 y 1608, en forma de voluminosa compilación donde se pasa revista a más de seis mil autores eclesiásticos. El segundo es .el cardenal Roberto Belarmino (1542-1621), cuyo De scriptoribus ecclesiasticis liber aparece en Roma y Lyon en 1613 y después en París en 1617, 1631, 1644 y 1658 (esta edición, aumentada por Philippe Labbé); en Lyon, en 1662 y 1675; en Lovaina, en 1678, y en Colonia, en 1657 y 1684. El historiador belga Aubert Le Mire (1573-1640) se inspirará en .esta obra para su Bibliotbeca ecclesiastica aparecida en Amberes, de 1639 a 1649. ' Los benedictinos de las congregaciones reformadas de Saint V annes y de San Mauro sientan fama de inagotable erudición y de trabajadores incansables. La inmensa producción de la escuela benedictina abarca las ediciones de los Padres de la Iglesia, la historia de la Iglesia de Francia (Gallia christiana, cuya primera impresión data de 1626), la historia de Francia (Reetteil des historiens des Gaules et de la France, que es, modificada totalmente, la Historiae Francorum scriptores, de André du Chesne), la historia de la literatura francesa (Histoire littéraire de la France, biobibliografía de antiguos escritores franceses, cuya publicación no habrá de comenzar hasta 17 3 3 ) y, por fin, la historia local. Los otros religiosos que se distinguen en el siglo xvn en razón de trabajos bibliográficos, hoy tenidos por clásicos, son: Théodor.e Peeters, Bibliotheca Cartusiana sive illustrium sacri Cartuciencis scriptontm catalogus, Colonia, 1609; Charles de Visch, Bibliotheca scriptorwm sacri ordinis Cisterciensis, Douainis, 1649, y Colonia, 16 56; Lucas W adding, Scriptores ordinis Minorum, Roma, 1650; el carmelita Louis Jacob, cuya Bibliotheca Pontificia, Lyon, 1643, reúne todos los escritos de los papas, desde San Pedro hasta Urbano VIII, los de los antipapas y los de los autores que publicaron vidas y elogios de los papas o que escribieron contra la persona de los soberanos pontífices; por último Louis Ellies Dupin (1657-1719), profesor de filosofía en el Colegio Real, jansenista ardiente, publica a partir de 1686 la Notwelle bibliothéque des auteurs ecclésiasti- ques COJttenant l' histoire de leur vie, le catalogue, la critique et la chronologie de leurs ouvrages, que abarca desde el siglo I hasta el XVIII y cuya t.ercera edición, hecha en 1693 y continuada en 1736 por el abate C.-P. Goujet, consta de veintidós volúmenes. Mientras aquellos a quienes Langlois llama "removedores de documentos", se abisman en sus estudios, también la ciencia laica desarrolla gran actividad. En el siglo xvu, los sabios laicos no se reúnen en las universidades, sino, al principio en salones y después en colegios, donde, como en las congregaciones religiosas, los esfuerzos se concentran y coordinan para realizar importantes trabajos colectivos. A partir de la segunda mitad del siglo xvn, los colegios toman el nombre de academias, primero en provincias (en 1640, en Toulouse; en 1644, en Burdeos; en 1652, en Caen; en 1662, en Nímes; en 1685, en Angers; en 1700, en Lyon) y después en París. En 1663, la Academie des Inscriptions et Belles Lettres surge de una "Compañía" de la Academia Francesa instituida por cartas patentes en 1637, y sus estatutos datan de 1701. Rivaliza con la compañía benedictina cuyos trabajos prosigue y no hay dominio de la erudición histórica en el cual no realicen investigaciones algunos de sus miembros. En tanto que los historiadores del siglo XVII se dedican a investigar textos, los sabios prefieren el estudio razonado de los hechos susceptibles de ser comprobados experimentalmente; tal como los letrados, adquieren la costumbre de reunirse en pequeños cenáculos para cambiar opiniones. Los animadores de este movimiento son Claude Nicolas Peiresc (1590-1637), consejero del Parlamento de Aix y protector de Gassendi; Descartes, Mariotte y el padre Marin Mersenne, quienes mantienen estrecha colaboración con sus colegas de París y del interior (Roberval, Fermat), y también del extranjero (Huyghens, Galileo, Torricelli, Hobbes). Esas reuniones y relaciones darán origen a la Academia de Ciencias, instituida por Colbert en 1666. Las corrientes de ideas no circulan solamente en Francia; más allá de las fronteras, se agrupa una Europa sabia y se estrechan los lazos de un internacionalismo intelectual que procura la formación de un estado ideal, la "república de las letras", constituida por hombres de letras y de ciencia de todos los países. La palabra "Gelehrtenrepublik", o república de los sabios, designa más exacta- 24 mente esta sociedad donde los sabios desempeñan un papel mucho más importante que el de los poetas; sus miembros tienden por toda Europa una red de relaciones epistolares que hace las veces de diarios, cong;esos y via ]es. La vasta correspondencia del padre Mersenne (1588-1648) y del ginebrino Jean Le Clerc ( 16 57-17 3 O) , en los dos extremos del siglo, prueba la amplitud alcanzada por las relaciones intelectuales en esa época, y prepara la senda al periodismo. El favor dispensado a los primeros períodicos literarios y científicos revela, por su parte, la existencia de un amplio público de gustos enciclopédicos. En Francia, el Journal des scavans (1665); en Inglaterra, las Phílosophical Transacfions (1666); en Alemania, las Acta erudítorum (1682); en Holanda, las Nonvelles de la Repúblique des lettres, de Pierre Bayle ( 1684), como también las Bibliotheques universetle, choísíe, ancienne et moderne, de Jean Le Clerc ( 1686-1693, 1703-1713, 1714-1726), desempeñan importante papel en la vulgarización de las nuevas ideas. Todos esos periódicos se ocupan de las teorías científicas, de los acontecimientos memorables para las letras y las ciencias, e informan sobre libros recién aparecidos. La Gazette de France, primer periódico francés, es fundada el 30 de mayo de 1631, con el patrocinio de Richelieu, por Théophraste Renaudot ( 15 86-165 3), médico y creador de laboratorios, que se dedica a difundir los primeros descubrimientos de la cirugía. Además de las grandes personalidades, religiosas y laicas, que crean la ciencia por la fuerza del pensamiento y de la reflexión, hay multitud de hombres laboriosos, de amplia cultura, "carentes a veces de la penetración que distingue al sabio del compilador", pero que, en un siglo en el cual se están gestando todas las ciencias, contribuyen ampliamente, por medio de incansables investigaciones, a propagar la afición por el libro y a salvarlo del olvido. Esos hombres, pertenecientes a la generación de Louis Moréri ( 164 3-168 O), a la de Pierre Bayle (1647-1706), y a la de Fontenelle (1657-1757), consagran su vida a recordar la de los personajes famosos del pasado y a analizar los escritos de los mismos; todo el siglo XVIII y aun el XIX recurrirán a tales fuentes. Por lo tanto, es menester dedicarse a esos eruditos, muy conocidos en su tiempo y actualmente olvidados, si se desea seguir la evolución bibliográfica, que es reflejo de la evolución del pensamiento y la cultura. ¿Quiénes eran? ¿A qué medio pertenecían? ¿Cuál era su formación, y cuáles sus funciones? Responder a estas preguntas es definir la bibliografía en el siglo XVII. Un ex-estudiante de filología de la Universidad de Konigsberg, Johann Hallervord ( 1644-167 6) , muy relacionado con los libreros más conocidos de la época y con los bibliotecarios de su ciudad, y poseedor de una bella colección de libros adquiridos durante sus viajes, consagra varios años de su corta existencia a redactar, como complemento de la Bibliotheca universalis de C. Gesner, una Bibliotheca curiosa, que aparece en 167 6. Allí se describen unas tres mil obras de todas las naciones y se nombra a los impresores y a los editores de las mismas, hecho que todavía no era corriente. Acrecienta el interés de ese repertorio el hecho de que su autor cita las bibliografías anteriores por él utilizadas. Gracias a Hallervord podemos, pues, conocer las compilaciones más difundidas en el siglo XVII y formarnos una idea de la clase intelectual y social de sus autores. A los nombres de los teólogos y religiosos ya citados -Sixto de Siena, Belarmino, Alegambe, Philippe Labbé, de Visch- se agregan los del padre Andreas Schott, S. J., filólogo flamenco que enseña en Madrid y Zaragoza; V al ere André, profesor y bibliotecario de Lovaina; Gabriel N audé, bibliotecario de Richelieu y de Mazarino; Aubert Le Mire, canónigo de Amberes e historiador; los de dos escritores protestantes: Paul Colomies, de La Rochelle y William Crowe, sacerdote inglés; Martín Zeiller, geógrafo de Ulm; J. A. Van der Linden, médico de Amsterdam y profesor en Leyden; Vincent Placcius, abogado y profesor de la Univer- sidad de Hamburgo, etcétera. Podemos decir entonces que la bibliografía, tanto en 'el siglo XVII como en el XVI, es practicada por hombres de amplia cultura, fieles a la tradición antigua. Además, al examinar sus compilaciones se deduce que la forma de los repertorios apenas ha variado; la afición por la reseña biográfica priva todavía sobre la descripción de los libros, que a menudo suele ser somera y descuidada. Bibliografía especializada Al frente de los bibliógrafos franceses figura André du Chesne ( 15 84-1640), geógrafo e historiador del rey, uno de los más grandes eruditos y más útiles animadores de los altos estudios históricos. Comparable con los benedictinos y los bolandistas, es cronológicamente anterior a ellos. En su obra se distinguen los libros de historia y de genealogía, las ediciones y traducciones de textos, y la bibliografía. En 1614, concluye y publica la Bibliotheca Cluniacensis, del Dom Martín Marrier ( 15 72-1644) , monje cluniacense. Trabaja en la Historiae Francorum scriptores coaeta;zei, dos volúmenes de la cual aparecen durante su vida, en 1638 y 1639, y los tres restantes después de su muerte. Su Bibliotheque des autheurs qui 01zi escript l'histoire et topagraphie de la France divisée en deux parties selon l'ordre des temps et des 1natieres, aparece en París en 1618, y la segunda edición, corregida y aumentada con más de doscientos historiadores y con tablas, en 1627. Ese volumen, de 312 páginas, tiene el aspecto de una bibliografía moderna, pues las reseñas biográficas no menoscaban la descripción de los libros, minuciosamente completa, excepto en lo referente a paginación. Gabriel Naudé (1600-1653) es médico de Luis XIII, bibliotecario de Richelieu y, posteriormente, de Mazarino y de la reina de Suecia. Se conoce su actividad como bibliotecario de Mazarino, para quien adquiere más de cuarenta mil obras y a quien dejará su 25 colección particular. Su Advis pour dresser una bibliotheque lo señala como uno de los primeros bibliófiíos franceses; publicado en 1627, dicho texto logra innumerables ediciones y es traducido al latín y al inglés. N audé se interesa por todo, pero tiene evidente preferencia por la política. Su Bibliographia política, Venecia 16 3 3, merece ser citada por su título, ya que, por primera vez en Francia, se remplaza Bibliotheca por Bibliographia. Pero no se trata, en realidad, de un repertorio de títulos; en ese pequeño in 12 9 de 115 páginas, el autor se ocupa, en latín, de autores que han escrito sobre política, ya sea como filósofos o como historiadores. La obra alcanza varias ediciones: en Ley den, en 16 37 y 164 2; en Amsterdam, en 164 5 ; en Cambridge, en 1684; y es traducida al francés en 1642. La obra más importante, única hasta entonces en su género y que los bibliógrafos no piensan siquiera completar, tarea que ceden a los historiadores de las letras, es la que comienza, aunque no llegará a concluirla, Adrien Baillet (1649-1706), profesor delColegio de Beauvais en 1672. Baillet, que se había ordenado en 1676, abandona en 1680 los cargos eclesiásticos para convertirse en bibliotecario del presidente de Lamoignon. En el desempeño de esa función descubre "que se adelantaría mucho más en las artes y las ciencias si se supiera con exactitud cuáles son los libros que deben leerse y cuáles los que deberían ser rechazados". Convencido de la inutilidad de muchos de ellos, cree que el primer deber de un bibliotecario consiste en indicar los libros cuya lectura es recomendable. Por esta razón empieza a escribir los ]ugemem des scavans sur les principaux ouvrages des auteurs, que, según él, es "tan sólo una compilación bastante simple de las principales obras más conocidas, con algunas reflexiones de otros". La obra aparece en nueve volúmenes in 12 9 , de 1685 a 1686, y queda inconclusa. Una edición revisada, corregida y aumentada por el académico Bernard de La Monnoye, ve la luz entre 1722 y 172 5, en nueve volúmenes in 4 <?. Baillet comienza por los gramáticos y 26 los traductores, los que son tratados en cuatro volúmenes; el primero de ellos está destinado a preparar al lector y contiene reflexiones generales sobre los libros y los primeros impresores; los tres siguientes reproducen juicios acerca de gramáticos latinos, griegos, hebreos, franceses, italianos y españoles, y sobre los traductores; de vez en cuando se ocupan de algún coetáneo, hecho que le significa a Baillet múltiples ataques, tanto de parte de sus compatriotas como de parte de los extranjeros; en el ] ournal des scavans de 168 5, se le critica que haya hablado demasiado libremente de los jesuitas y que se haya mostrado muy tolerante con Port-Royal. Los cinco últimos volúmenes de los ]ugemens tratan de los libros escritos en griego, en latín o en lengua vulgar, sobre el arte poética desde el Renacimiento de las letras. En 1688, Ménage, en respuesta a juicios desfav.orables sobre sus obras y en particular sobre sus poesías, recopilados por Baillet, publica en La Haya el AntiBaillet ( 168 8) donde analiza los errores de los Jugemens; Baillet replica con las Satires personnelles, traité historique et critique de celles qui portent le nom d'anti, table générale des anti et celle des ¡zufeurs d'anti, ( 1689), donde revela curiosas investigaciones sobre quienes han compuesto esas obras satíricas y sobre quienes son atacados en ellas. Cabe mencionar en la obra bibliográfica de Baillet Des enfants célebres par leurs études et leurs écrits, 1688, compuesta para .el hijo del abogado general de Lamoignon, y también Auteurs déguisez sous des noms étrangers, empruniez, supposez, feints a plaisir, abrégez, chiffrez, renversez, retoumez ou changez d'une langue dans une autre, 1960; la obra contiene, en realidad, únicamente un Traité élémen·faire sur le changement et la sttpp¡·essior~ des noms parmi les auteurs, que termina con una lista de los seudónimos cuyo descubrimiento prometía Baillet. En otros campos, la segunda mitad del siglo ofrece tres "bibliotecas" que merecen ser citadas: La Bibliotheca chimica seu catalogus librorlim philosophicorum hermeticorum, París, 1654, 276 páginas, editada en Heidelberg, en 1656, es obra del químico y médico de Castres, Pierre Borel (1620-1689), dueño de uno de los más importantes gabinetes de hisXVII toria natural de su tiempo, y miembro de la Academia de Ciencias en 1674. Su libro es un verdadero repertorio, por orden alfabético de nombres, pero con descripciones muy sumarias. Tal es también el caso de la N ouvelle bibliothéque historique et chronologique des principaux auteurs et interpretes du droit ch:il, canonique et particulier de plusieurs Etats et provhzces depuis Irnerius avec des jugemens sur leurs ouvrages, París, segunda edición en 1692-1695, dos volúmenes, 390 y 394 páginas, de Denis Simon, consejero del tribunal de Beauvais; y por último, la Biblio- tl:úque orientale ou Dictionnaire universal contenant tout ce qui regarde la connaissance des peuples de l'Orient . . . des extraits de tous leurs ouvrages, de leurs traitez, traductions, commentaires . .. et de tous leurs livres écrits en arabe, en persan ou en turc sur toutes sortes de sujets, París, 1697, in folio de 1.060 páginas, de Barthelemy d'Herbelot ( 162 5-169 5), profesor de sirio en el Colegio Real. Puede recordarse, a propósito de este último, el primer ensayo de Paul Colomies (de quien nos ocuparemos más adelante) la Gallia orientalis sive Gallonun qui linguam hebraeam vel alias orientales excoluerunt vitae, aparecido en La Haya, en 1655. Si examinamos ahora algunas obras bibliográficas de otros países, veremos que sus autores son también sabios e infatigables investigadores del tipo de los du Chesne y los Baillet. Poco se sabe de Pablo Bolduanus, natural de Stolp, Pomerania, que da su nombre a tres Bibliothecae; teológica la primera (Jena, 1614, y Leipzig, 1622); filosófica la segunda (Jena, 1616) e histórica la tercera ( 1620) . Juan Pedro Lotich (1598-1669) es un médico alemán que se dedica, también, a componer versos en latín; en su Bibliothecae poe- ticae pars una et secunda, tertia, quarta et ultima, Francfort, 1625-1628, cuatro volúmenes, analiza las obras de los poetas célebres de Grecia y de Italia, España, Alemania, Bélgica, Francia, Inglaterra, Hungría, Dinamarca, Polonia y Bohemia. La personalidad de Martín Zeiller ( 15 891661) es más accesible. Nacido en Austria y establecido en Ulm, logra, por su saber y sus escritos, un renombre que supera las fronteras de Alemania; Zeiller ha leído todas las narraciones de viajes y utiliza esas descripciones en sus itinerarios y topografías. (Su Fides Achates, de 1651, está considerado como el primer Baedeker alemán.) Se le reprocha falta de originalidad y de impresiones personales; pero se trata de un relator de observaciones y nada obsta para suponerse que su objetividad es deliberada y que traduce una curiosidad de espíritu completamente científica, que no necesita el adorno del sentimiento y de la imaginación. Zeiller realizó obra de bibliógrafo en su Historici chronologici et geographi celebres ex variis qui de eorum aetate et operibus scripserunt, 1652-1657. Martín Lipen (1630-1692), rector en Halle y después en Stettin, elabora varios repertorios especializados e independientes, cuyo conjunto debía formar una Bibliotheca realis universalis. Publica en Francfort, en seis gruesos volúmenes in folio: Bibliotheca realis medica, 1679, 492 páginas: Bibliotheca realis jurídica, 1679, 560 páginas; Bibliotheca realis philosophica, 1682, dos volúmenes, y Bibliotheca realis theologia, 168 5, dos volúmenes, donde están registradas las obras de casi veinte mil autores. Esta enorme compilación es juzgada severamente en su tiempo; se pensaba que las innumerables búsquedas e investigaciones que debía de haber requerido la misma, no eran compatibles con los altos cargos de una función universitaria y a menudo se la tildó de defectuosa. En cambio, la Bibliotheca jurídica tuvo acogida favorable y, durante el siglo xvm, fue editada varias veces. Vincent Placcius (1642-1699), abogado de Hamburgo y, posteriormente, profesor en la universidad de esa ciudad, es el primer bibliógrafo que trata de identificar las publicaciones aparecidas sin nombre de autor o con nombre supuesto. Su De scriPtis et scriptoribus anonymis et pseudonymis syntagma aparece en Hamburgo en 1674, y en 1678 es comple- tado en Amsterdam por John Deckerr, De scriptis adespotis pseudepigraphis et suppositiis conjecturae. La segunda edición, que lleva prefacio y biografía, es publicada en 1708 por el célebre J. A. Fabricius, con el título de T heatrum anonyrnonun et pseudonymorzt11t, y consigna ocho mil obras anónimas y tres mil firmadas con seudónimos. En 1711, Aug. Heumann, y en 1740 J. C. Mylius, bibliotecario de Jena, continuarán con esas investigaciones. Trasladándonos a Inglaterra, hallaremos primeramente el T heatrunt poetarum or a complete collection of the poets especially the most eminent of al! ages, Londres, 1675, de Edward Phillips (1630-1696), sobrino de John Milton y conocido por una biografía de este poeta ( 1694) . El librero Thomas Bassett ha escrito breves bibliografías -que, sin duda, vendía en su almacén- referentes a libros de derecho; están fechadas en 1671, 1682, y 1694, y contienen, respectivamente, 120, 143 y 141 páginas. Pero, sobre todo, conviene destacar dos repertorios concernientes a las ciencias religiosas. William Crowe ( 1616-167 5), pastor protestante, es el autor del que aparece en 1672 con el título de Elenchus scriptorum in Sacram Scripturant tam graecorum quam latinorum in qua exhibentur eorum gens, patria, professio, religio librorum tituli, volumina, editiones 1/ariae qua tempore claruerint vel obierint, 344 páginas. Todos los tratadistas de las Sagradas Escrituras están consignados allí por orden alfabético; además, Crowe indica la comunión o la secta de dichos autores; la profesión y fechas de nacimiento y muerte de los mismos, y emite juicios sobre sus obras. "En ese género, no se conoce todavía nada más exacto o más cómodo", escribe A. Baillet. La segunda obra pertenece a un historiador de la Iglesia, William Cave (1637-1713), Scriptorum ecclesiasticorum historia literaria, Londres. 1688, dos volúmenes in folio, impresos en Ginebra, en 1693, 1694, 1705 y 1720; en Oxford, en 1740-1743, y en Basilea 28 en 1741-1745; esta última edición contiene cerca de trece mil títulos. En los Países Bajos, dos bibliógrafos realizan, en el siglo xvn, obra perdurable; Juan Antonio van der Linden y Cornelius a Beughem. Van der Linden (1609-1664), doctor en medicina, ejerce en Amsterdam antes de ser profesor en Leyde, y publica en 1637 De scriptis medicis libri duo. Corregida y aumentada por el autor, esta obra se imprime también en 1651, con un total de 688 páginas, y en 1662, con el agregado de un índice de materias. Después de la muerte de Van der Linden, un médico de N üremberg, George A. Mercklin, la amplía aún más; así se edita el Lindenius n:novatus, 1686, edición de 1.097 páginas. Cornelius a Beughem es librero y editor en Emmerich, W estfalia. Concibe el proyecto de un repertorio universal de los libros aparecidos desde 16 5O y organizado por grandes disciplinas, a la manera de Lipen. De 1680 a 1688 aparecen en Amsterdam, una Bibliographie }uridica et política, 1680; una Bibliographiemedica et physica, 1681-en realidad, una nueva edición de la obra de Van der Linden, cuyos errores Beughem corrige y cuyas notas reproduce, dicho sea de paso, sin nombrarlo; una Bibliographia historica, chro110logica et geographica, 168 5, y finalmente una Bibliographia mathematica et artificiosa 110vissima, 1688. Todos siguen el mismo plan; los libros se hallan clasificados por autor, previa diferenciación entre los escritos en lenguas muertas o vivas, y los anónimos; los títulos están bien transcritos, casi siempre Íntegramente, y se consigna el lugar de impresión, la fecha y el formato. Pero Beughem es conocido sobre todo como autor del Incunabulnm typographie, primera bibliografía consagrada a las ediciones del siglo xv, en la cual describe, cuidadosamente clasificados, unos tres mil incunables. La Italia del siglo xvn brinda una notable colección de bibliografías regionales; de ellas se tratará más adelante. En el dominio de las especializadas, dos personalidades se destacan. Leone Allacci ( 15 86-1669), nacido en Quíos, profesor de griego en Roma, bibliotecario del cardenal Barberini y posteriormente en el Vaticano, en tiempos de Alejandro VII, es autor de fecunda pluma: traducciones y comentarios de autores antiguos, obras relativas a las Iglesias griega y romana, a la historia de la Antigüedad, etcétera. Su Drammaturgia, aparecida en Roma en 1666, 816 páginas, permite conocer las obras dramáticas italianas de acuerdo con siete clasificaciones diferentes, según el modo de F. Doni; hay otras ediciones de la obra, muy apreciada en su época; la de 17 55 se imprime en Venecia, corregida y aumentada, y contiene seis mil obras. Ovidio Montalbani, quien publica sus obras con el seudónimo de J. A. Bulmadus (16021671 ) , es médico de Bolonia, botánico y conservador del Gabinete de Historia Natural de la ciudad. Publica en 1657, una Bibliotheca botanica seu herboristarmn scriptoru11z promota synodia, obra muy estimada que aparecerá nuevamente en 1740, a continuación de la Bibliotheca botanica de Jean Séguier. Ambas volverán a editarse en 1760, en Leyden por Laurencio Teodoro Gronovius, regidor de la ciudad, miembro de las sociedades eruditas de Londres y de Harlem y continuador de Séguier (ver página 3 6) . Para concluir este corto estudio de la erudición bibliográfica en el siglo xvn, cabe recordar la obra realizada en dos dominios muy especializados. Primeramente, la del escritor español Antonio de León Pinelo (t 1660), historiógrafo de las Indias en España, cuya Biblioteca oriental i occidental, nautíca i geografica aparece en Madrid, en 1629. La obra, reelaborada en 1739 y publicada en tres volúmenes in folio, constituye el más vasto repertorio bibliográfico de libros impresos y manuscritos sobre viajes y misiones, particularmente en io que a América latina se refiere. Un teólogo suizo, J. H. Hottinger (162016 67) historiador de la Iglesia, orientalista, profesor de historia eclesiástica en Zürich y posteriormente de teología y lenguas orientales en Heidelberg y Leyden, hizo conocer gran número de escritores sirios y árabes, he- breos, egipcios y etíopes, con su Promptuariu11t sive Bibliotheca orientalis, impreso en Heidelberg, en 1658. La más importante bibliografía de libros hebreos es la Bibliotheca m-agna rabbinica de scriptoribus et scriptis hebraicis, de Giulio Bartolocci, Roma, 167 5-169 3, cuatro volúmenes in folio; el volumen cuarto está dedicado a la obra del padre Carlo Giuseppe Imbolati, titulada Biblíotheca latino-hebraica sive de scriptoribus latinis qtti ex diversis nationibu.s contra Judaeos vel de re hebraica utcumque scripsere, Roma, 1694, in folio, 594 páginas. Bibliografía universal En el primer cuarto del siglo xvn, aparecen en Alemania dos grandes recopilaciones de títulos de libros, sin excepción de idiomas ni de asunto, compuestas ~on ayuda de los catálogos de las ferias de libros de Francfort y Leipzig. Estas compilaciones no tienen, pues, carácter erudito; pero son, sin embargo, muy interesantes como descripción de la librería de esa época. Sus autores son poco conocidos, sobre todo el primero, Johann Cless, quien publica en Francfort, en 1602, Unius seculi ejusque virorum literatorum mommtentis ab anno 1500 ad 1602. Elencbus consHmmatissimus librorumque heb1-aei, graeci, latini, germani, aliorumque Europae idiomatum, typonun aeternitati coJZsecratorzlm, dos tomos en un volumen in 4 9 , 569 y 296 páginas, respectivamente. El segundo autor, Georg Draud (15731635), en sus Fürstliche Tichreden, de 16241626, dice ser pastor de Ortenburg. Escribe varias obras teológicas y deja tres Bibliothecae voluminosas y bien redactadas, dignas de figurar entre las mejores. La primera: Biblio- theca exotica. La Bibliotbeque universail contenant le catalogue de tolls les livres qui ont esté imprimés ce siecle passé aux langues franr;oise, iialienne, espaignoles et autres depuis l' an 1 500 jusques a l' an présent distribués en certain ordre selon les matieres et les surnoms des autheurs, Francfort, 1610, 219 páginas; 29 y 1625, 302 páginas. Las obras alemanas están agrupadas en la Bibliotheca librorum germanicorum classica, 1611, 563 páginas, con un índice de apellidos; constituye, una bibliografía nacional alemana referida al siglo XVI. La tercera obra, es, realmente, de carácter universal: Bibliotheca classica sive catalogus officinalis in quo singuli singularum facultatum ac professionmn libri qui in quavis fere ling1ta extant, 1611, 1.253 páginas; edición de 162 5, 1.6 54 páginas. Todas las obras, citadas en orden sistemático van acompañadas de mención del lugar y fecha de impresión y, a veces, del nombre del editor. La subclasificación está hecha por apellidos, con un índice de nombres dispuestos en tres columnas y 3 5 hojas. Johann Hallervord, el estudiante de Koenigsberg (ver página 2 5), redacta, como suplemento de la Bibliotheca zmiversalis de Gesner, una Bibliotheca curiosa in quea plurimi rarissimi atque paucis cogniti scriptores indicantur, 1676, buen repertorio de libros raros, ordenados por el nombre y no por el apellido de los autores, cuya profesión o condición y datos biográficos también se consignan, lo mismo que el lugar de impresión y la fecha de publicación de sus obras 1 • En Francia aparecen selecciones de libros realizados en el campo de lo universal, pero 1 No corresponde a este estudio sobre r.epertorios impresos ocuparse de los émulos de Gesner cuyas "bibliotecas" universales quedaron en manuscrito. Cabe, .empero, mencionar al abate Philippe Drouyn (muerto hacia 17 3 5 ) , doctor de la Sorbo na y clérigo consejero del Parlamento de París, cuyo ensayo de bibliografía universal, comenzado en las postrimerías del siglo, se traduce en trescientos v.eintiún volúmenes conservados en la Biblioteca del Arsenal, con los números 5428/5748. Anteriormente, un erudito de Florencia, doctor de la Universidad de Pisa, Francesco Marucelli (1625-1703), había practicado el inventario de todos los libros conocidos en su época; su Mare magmtm omnium materiarum sive index universalis alpbabeticus s.e compone de ciento once volúmenes, actualmente depositados en la Marucelliana de Florencia. El teatino Raffaello Savonarola (1680-1748), natural de Padua, realizó un trabajo análogo al componer su Orbis litterarius uníversus, en el cual están registrados todos los impresos 30 no guardan relación con las anteriores; son de carácter literario y están destinadas a satisfacer la curiosidad del hombre cultivado o que aspira a serlo. El protestante Paul Colomies, de La Rochelle, filósofo, teólogo, hebraísta y bibliotecario del arzobispo de Canterbury, William Sancroft, publica en 1682 una Bibliotheque choisie, con propósito, según declara, "de hablar no de toda clase de libros, sino sólo de unos pocos, que atañen a las bellas letras y que aún hoy son delicia de nuestros eruditos". Esa selección, que se compone de unos cien libros, tanto franceses como holandeses, ingleses o suizos, es reeditada en 1700 en Amsterdam, en 1709 en Hamburgo y en 1731 en París. La Bibliotheque curieuse et instructive del jesuita Cl.-Fr. Menestrier (1631-1705), impresa en Trévoux en 1704, en dos volúmenes in 12", de 161 y 226 páginas, está destinada también "a mucha gente de bien que a pesar de no dedicarse especialmente a las ciencias desea, empero, conocerlas lo suficiente como para poder tratar de ellas". El Polyhistor, de Daniel-Georges Morhof, profesor en Rostock y en Kiel (1639-1691), tiene mucha más trascendencia que los tratados de Colomies y Menestrier. Aparece en Lubeck en 1688-1692, y 1695; en 1747 es editada por tercera vez. Son sus temas el uso y la elección de los libros, los métodos de enseñanza, la retórica, la física, las ciencias ocultas, las matemáticas, lo moral y la historia; además proporciona una visión de conjunto de los conocimientos a través de las mejores obras. Con el Index universalis alphabeticus, de Fabiano Giustiniani, aparecido en Roma en 1612, en un in folio de unas 700 páginas, nos encontramos nuevamente con la seca enumeración, por orden alfabético de materias, de aparecidos hasta 1700. Langlois nos dice que los cuarenta volúmenes de esta obra, conservados durante largo tiempo en Padua, han desaparecido. Savonarola escribió también, en 1713, una bibliografía geográfica: Uní- versus terrarum orbis scriptorum calamo áelineaftts. millares de libros cuyos títulos suelen estar abreviados, e inclusive suprimidos, .ausentes la mención de fecha y lugar de impresión, limitada la cita al nombre del autor debajo del de la materia que tratan. Bibliografía nacional En Italia, a fines del siglo XVI; en Bélgica y en los Países Bajos, en el primer cuarto del xvn, y después en España, en la segunda mitad de dicho siglo, algunos eruditos componen notables biobibliografías de escritores regionales, en las que se ha querido ver, cQmo en el siglo precedente, bosquejos de bibliografías nacionales. Francia no elevará monumentos tales a sus hombres de letras hasta el siglo xvm; en cambio, a partir de 1643, el carmelita Louis Jacob publica un boletín en el que se registra la aparición de nuevos libros franceses y crea así, en Francia, la bibliografía nacional propiamente dicha, género que ya existía en Gran Bretaña en el siglo XVI, gracias a Maunsell. En Alemania, los catálogos de ferias, que Cless y Draud aprovecharon al máximo, son todo por el momento; por otra parte, según se vio oportunamente, Draud los utilizó para su Bibliotheca librorum germanicarum classica, de 1611. Los repertorios dedicados esp.ecialmen te a los hombres célebres y sus escritos, menudean en Italia; ya en el siglo xvr, Padua, Florencia y Venecia honraban a sus ciudadanos y escritores ilustr.es: De antiquitate tlrbis Patavíí et claris civíbus Patavinis, de Bernardo Scardeoni (Venecia, 1558, y Basilea, 1560); Catalogus scriptorum Florentinorum, de Michele Poccianti ( 15 89); Catalogo breve degli illustri et famosi scrittori V enetiani, de Francesco Alberici (Bolonia, 160 5). En el siglo xvrr, el ejemplo es seguido por Francesco Agostino della Chiesa (1614), Andrea Rossotto (1667), Leone Allacci (1633) y Prospero Mandosi (1682-1693), en Piamonte; por O. Montalbani (1641), en Bolonia; por Lodovico Jacobilli (1658), en Umbría; por Donati Cal vi ( 1664), en Bérgamo; por Rafaelle Soprani (1667) y Agostino Oldoino (1680) en Liguria; por Filippo Piccinelli ( 167 O) , en Milán; finalmente, por Niccolo Toppi, en Nápoles, con la Biblioteca Napolctana de 1678, completada en 1683 por Lionardo Nicodemo, bello in folio de más de quinientas páginas que registra alrededor de tres mil autores y doce mil obras por nombr.e y no por apellido, con índice de apellidos y varias ta bias. Valere André (1588-1656), profesor y bibliotecario de Lovaina, es autor de una Bibliotheca Belgica, gran volumen de 800 páginas aparecido en 162 3, que detalla los escritos de mil doscientos escritores belgas. Reeditado en 1643, constituye, según A. Baillet, el más hermoso ejemplar de "biblioteca" para los escritores de las diecisiete provincias de los Países Bajos. En el siglo siguiente, J. F. Foppens revisará y completará dicha obra. Antonio Sanders, o Sanderus (1586-1664), canónigo de la catedral de Ypres, censor de libros en Bruselas, publica en Amberes, en 1624, tres obras consagradas a los grandes hombres de Flandes, de Gante y de Brujas: De scriptoribus Flandriae, De Gandavensibus eruditionis fama claris y De Brugensibus eruditionis fama claris, pequeños in 49 de 160, 127 y 78 páginas respectivamente, donde los personajes están citados por orden alfabético no de apellidos sino de nombres y, en algunos casos, brevemente reseñadas sus obras. También un historiador de Amberes, Pedro Francisco Sweerts (1567-1629) (que, dicho sea de paso, acude a las investigaciones de Valere André), publica en 1628 el Athenae Belgicae sive nomenclator inferioris Germaniae scriptorum qui disciplinas philologicas, philosophicas, theologicas, jurídicas, medicas et musicas illustrarzmt, un i1~ folio de 708 páginas, mejor elaborado y más extenso que los tres libros de Sanders; en el que registra cuidadosamente las obras de dos mil autores y llega a transcribir sus epitafios. La Athenae Batavae, del humanista holandés Jan de Meurs, o Meursius, (1579-1639), profesor de historia y de griego, e historiógrafo de los Estados de Holanda, aparece en 162 5; es, sobre todo, una historia de la ciudad y de la Universidad de Leyde, así como de los hom31 bres que las honraron con su espíritu, su erudición y sus trabajos. Las primeras investigaciones sobre los escritores de España se deben al recién citado grupo de eruditos holandeses. V alere André redacta el Catalogus clarormn Híspaniae scriptormn, aparecido en 1607, en Maguncia; un año más tarde, su maestro, Andreas Schott ( 15 52-1629), sabio jesuita nacido en Amberes, profesor de griego en Madrid y, posteriormente, en Zaragoza, publica en Francfort, en cuatro volúmenes, in folio, Hispaniae illus- tratae seu reru1n urbium que Hispaniae, Lusitaniae, Aethiopiae et Iudiae scriptores varii (1603-1608), e Hispaniae Bibliotheca ... ítem elogia et nomenclator clarorum Hispaniae scriptorum- qui latine disciplinas onmes illustrarunt philologiae, philosophiae, medicinae, jurisprudentiae ac theologiae t01nis III distincta, 1608, 649 páginas. Sin embargo, Nicolás Antonio, (16171684), canónigo de Sevilla y agente del rey de España en Roma, es, según juicio unánime, el maestro de la bibliografía española. Su patria le debe dos notables repertorios, reeditados en el siglo xvm, que se cuentan entre las fuentes más estimadas por los hispanistas. La Bibliotheca Hispaua nova data de 1672 y trata de los escritores que vivieron después de 15 00; sus dos volúmenes in folio, impresos en Roma, totalizan alrededor de nueve mil notas dispuestas por orden alfabético no del apellido sino del nombre de los autores, y tienen siete índices, el primero de los cuales es el de nombres y el {rltimo el sistemático. La segunda edición aparece en Madrid, en 1783-1788, en dos volúmenes; uno de ellos, de 830 páginas, y de 670 el otro. En 1696, doce años después de la muerte de Antonio, aparece en Roma, gracias a los esfuerzos del cardenal José Sáenz de Aguirre, la Bibliotheca Hispana vetus, que abarca desde el siglo I hasta el año 1500; la segunda edición, compuesta por dos volúmenes, uno de ellos de 55 6 páginas, y de 467 el otro, data de 1788; al segundo volumen se le agrega una Bibliotheca arabico-hispaua. En Francia, el carmelita Louis-Jacob de 32 Saint-Charles (1608-1670), de Chalon-surSaone, bibliotecario del Cardenal de Retz y más tarde de Achille de Harlay, primer presidente del Parlamento, crea en 1643 las dos primeras bibliografías nacionales corrientes, consagradas por consiguiente a los nuevos libros franceses. La primera registra las impresiones parisienses, Bibliographia Parisina hoc est Catalogus omniuJJZ librorum Parisiis annis 1643 et 1644 excusontm; aparece todos los años, hasta 1650, y está clasificada sistemáticamente en gran número de secciones, con buenas descripciones, pero sin índice. Se completa con la Bibliographia Gallica universalis hoc est Catalogus omuium librorzt1n per universum regnmn Galliae annis 1643, 1644, 1645 excusorum, la cual sigue siendo editada hasta 16 53. Merece señalarse, en este caso, una clasificación por ciudades. En 1652, el padre Jacob en el De claris scriptoribus Cabilonensibus aparecido en Lyon, registra los escritos de más de doscientos escritores de su ciudad natal; el orden es cronológico y hay índice de autores. En relación con esta bibliografía regional, cabe mencionar la Bibliotheque du Dauphiné, publicada en Grenoble, por Gui Allard ( 164 5-1716), consejero del Parlamento de Grenoble, pues se trata de las primeras dos obras de ese género. De la recién citada, se hace una nueva edición en 1797. La Bibliotheque franraise ou le choix et l'exa11zen des livres franqais qui traitent de l'éloqueuce, de la philosophie, de la dévotion et de la conduite des moeurs, de Charles Sorel ( 15 97-167 4), literato satírico -sobrino del historiógrafo de Francia, Charles Bernard, a quien sucede en 1635-, es publicada en París en 1664, en un volumen de 400 páginas, in 129 • La segunda edición data de 1667. Constituye una selección de los mejores libros franceses, comparable con De la connaissance des bons livres ou examen de plusiers auteurs, también de Sorel, 1671, 429 páginas. Gran Bretaña continúa el camino trazado por Maunsell en 15 9 5. El librero William London crea, en 1657, el Catalogue of the most vendible books in England, en el cual se enumeran más de tres mil títulos cuidadosamente clasificados. Es editado nuevamente al año siguiente con un suplemento. La empresa de London, suspendida y reanudada varias veces nunca fue, sin embargo, abandonada por completo y la serie íntegra está descrita en A world bibliography of bibliographies, de T. Besterman, 1947, páginas 905-912. Otro librero, Robert Clavel, crea, en 1670 el Catalogue of books printed and published at London, que aparece hasta 1709. Mediante la refundición de sus catálogos periódicos, Clavel publica en 1673, 1675, 1680 y 1696, bibliografías retrospectivas de los libros impresos en Inglaterra a partir de 1666. Esta ojeada sobre la labor bibliográfica en el siglo XVII permite apreciar el estrecho parecido que guarda con el siglo anterior. Se dedican a ello lectores insaciables, impulsados por su sed de conocimientos. Ponen su erudición al servicio de la historia de un país, de una provincia, de una ciudad o de una disciplina privilegiada, pero no parecen tener conciencia de la fuerza potencial que el libro posee como expresión del pensamiento universal; devoran los escritos que les interesan y ni reparan en los demás. Independientemente de los eruditos, los primeros compiladores se dedican, con igual celo aunque con menos cultura, a establecer los fundamentos de esa producción; abren así el camino de la bibliografía pura al interesarse en la compilación de libros, por encima de toda preocupación de orden personal. La nueva ciencia, cuyos inicios se remontan hasta el siglo XVI en Inglaterra y Alemania, se implanta sólidam~nte en el siglo xvn, en esos dos países, llega después a Francia y se ramifica por todas partes. A consecuencia de ese primer impulso, la investigación de los textos impresos se aparta sensiblemente de su dirección inicial; ejercida hasta entonces por hombres únicamente enamorados del pasado, se prepara para dar su primer viraje y transformarse, poco a poco, en actividad profesional. CAPÍTULO IV LA BIBLIOGRAFÍA EN EL SIGLO XVIII, HASTA 1789. LA ÉPOCA HISTÓRICA Y CIENTÍFICA A la estabilidad, que era uno de los fundamentos de la era clásica en su plenitud, siguió el movimiento 1 . Desde el primer momento, el gusto por los viajes y por los libros de viajes, que remplazan poco a poco a los epistolarios renuevan las ideas y provocan comparaciones entre las costumbres, los hábitos y las 1 ALBERT TRoux, Juicio crítico sobre la obra de Paul Hazard: u.La Crise de la conscience europé:enne"', en Inform-ation historique, 1954. formas de pensar. El esp1ntu de no conformismo y de libre albedrío que nace en Francia, hostil a la autoridad y a la tradición, crea corrientes de opinión, tanto en filosofía como en política, en moral como en religión y, sobre todo, en ciencia, la que es exaltada. Si el siglo XVII comenzó a recontruir pacientemente la historia por medio de la erudición --edición de textos, estudio de las inscripciones en las piedras y en las monedas- el siglo xvm se esfuerza todavía más para en33 contrar la relación entre los hechos descubiertos y las ideas generales, y comprender el desarrollo de la civilización y sus leyes; busca en la historia argumentos en favor de las nacientes doctrinas democráticas y la señala como el fin de todas las ciencias. Desde 1777, en virtud de "un fenómeno de difusión sin igual" (Paul Hazard), estos diversos movimientos adquieren amplitud y fuerza considerables. Ello explica, en el plano de lo estrictamente libresco, la importancia alcanzada por el diccionario, ese género de escasa consideración en la jerarquía literaria, pero destinado a hacer accesibles las más recientes especulaciones y descubrimientos científicos 1 • El Dictionaire historique et critique, de Pierre Bayle (Rotterdam, 1697, undécima edición, y primera en Francia en 1820-1824) inaugura el siglo, y tal vez lo domina, oponiéndose al Grand dictio1maire historique de Luis Moreri (Lyon, 1674; vigésima edición en 1759); la Encyclopédie ou dictionnaire raisonné des ciences, des arts et des métiers ( 17 5117 8 O) , de Dennis Diderot, orienta al siglo a mitad de camino, y una de las más vastas empresas que haya sido concebida en materia de libros, lo cierra: la Encyclopédie méthodique (1782-1832), del editor Charles-Joseph Panckucke. Todo cuanto se refiere al idioma adquiere importancia cada vez mayor; después de los diccionarios de Richelet (1680), de Furetiere (1687) y de la Academia Francesa (1694; quinta edición en 1798), los jesuitas publican el Dictionnaire universal fram;ais et latín llamado Dictionnaire de Trévoux ( 1704; séptima edición en 1771). Por otra parte, el Dictionnaire philosophique portatif, de Voltaire, obtuvo gran éxito y fue editado diecisiete veces entre 1764 y 1776. Los defensores de la tradición replican con antidiccionarios; el benedictino L. Chaudon (1737-1817) publica en 1767 el Dictionnaire anti-philosophique pour servir de commentaire 1 RENÉ PoMEAU, "Histoire d'une oeuvre de Voltaire: Le dictionnaire philosophique portatif", en Information littérai1·e, 19 55. 34 et de correctif au "DictiomMire philosophique", y el padre Paulian, jesuita (1722-1801), en 1770 y 1774, el Dictionnaire philosophothéologique. Además, se tiene presente el ejemplo de Moréri y el de Bayle y, en tanto que se suceden las ediciones mejoradas de estos dos autores, se multiplican los diccionarios biobibliográficos. El abate Pierre Barral (t 1772), jansenista, publica en 1758-1759 un Dictionnaire historique, litMraire et critique, en seis volúmenes; por ese mismo tiempo, en dos volúmenes in folio y con el título de Dictionnaire historique ou 11zémoires critiques et littéraires concernant la vie et les ouvrages de divers personnages distingués de la République des Lettres, aparece la obra dejada por el librero P. Marchand ( t 17 56) , emigrado a Holanda y editor, en 1720, de la tercera edición de Bayle. En su primera edición, impresa en 1766, el Nouveau dictionnaire historique, del Dom Chaudon, tiene cuatro volúmenes que, en 1804, en ocasión de la octava edición, pasan a ser trece, convertidos a su vez en veintiuno para la refundición de 1810-1812, y en treinta para la de 1821-1823. El barnabita Jean-Pierre Nicéron (168517 3 8 ) domina este grupo de eruditos; sus Mémoires pour servir a l' histoire des hommes illustres de la République des Lettres avec un catalogue de leurs ouvrages aparecen entre 1727 y 1743, en cuarenta y tres volúmenes 12'-' los cuatro últimos, con posterioridad a su muerte. Esa colección se refiere a los hombres de letras y de ciencias que adquirieron fama desde el Renacimiento en adelante, cualquiera sea la nación a la que pertenezcan. La parte bibliográfica tiene esta vez tanta importancia como la biográfica: "mi propósito ha sido principalmente el conocimiento de las obras" dice Nicéron, "he consignado las diferentes ediciones, las traducciones, en suma, todo cuanto puede interesar para ello", pero sin cotejarlas. Al comienzo de cada volumen, el autor consigna la nómina de los autores escogidos y al final los agrupa por orden de ciencias. En el volumen XLI se encuentra el índice general. in Es posible citar empresas semejantes en otros países; por ejemplo, el Allgemeines Gelehrten Lexikon, de C. J. Jocher, Leipzig, 1750-1751 y 1784-1819, y el Onomasticon litterarum, de Ch. Saxe, La Haya, 1775-1790-1803. El público instruido se preocupa más que nunca por las concepciones enciclopédicas. Montesquieu ha creado el Esprit des lois, suma de la legislación universal, y V oltaire ha acumulado en el Essai sur les moeurs todo cuanto un espíritu cultivado debe conocer sobre la historia del mundo. La avidez de conocimientos se manifiesta, a partir de entonces, en el gran número de bibliotecas privadas de las cuales se conocen, gracias a Daniel Mornet \ quinientos catálogos, impresos entre 1708 y 1782; los poseedores ya no se conforman, como antaño, con colecciones especializadas, sino que se interesan por todas las disciplinas sin excepción. • Las publicaciones periódicas obedecen a esa tendencia general de expansión. V oltaire, en el prefacio del Ecossaise ( 1760), dice que por entonces aparecían en Europa ciento setenta y tres. Los que se encuentran más de veinte veces en los catálogos privados totalizan cincu:nta mil volúmenes, cuyo contenido, de qumcena en quincena o de mes en mes, mantiene activo el espíritu. En esta atmósfera estimulante la bibliografía prosigue su marcha y se afianza. Al principio, ,siguen imperando las biobiblioo-rafías· ;:, ' despues pone manos a la obra una nueva o-eneración de investigadores para quienes el libro es un objeto precioso, tan digno de atención como el autor. Ambos tipos de compilador trabajan simultáneamente, pero en tanto los eruditos autores de "bibliotecas" ven que sus filas ralean cada vez más. Los recién llegados, al organizarse, al crear sistemas de clasificación, al establecer normas de catalogación, y al conceder, finalmente, al libro una importancia desconocida hasta entonces, imponen ~::> 1 DANIEL MoRNET, "Les enseignements des biblio- theques privées", en Revue d'hist. litt. de la France, 1:710, 449-4516. alrededor de ellos mismos una mentalidad nueva. Tal influencia es decisiva y orienta a la bibliografía por un camino desusado, donde liberada, en gran parte, de la historia, vivirá en adelante su propia vida. Bibliografía especializada El número de "bibliotecas" consagradas a escritores de congregaciones religiosas y de órdenes monacales, redactadas de conformidad con _la tradición de los dos siglos precedentes, es d1gna de consideración; podrían citarse alrededor de quince aparecidas entre 1716 y 1780, tanto en Alemania como en Austria País~s Bajos, Bélgica, Italia, España y Francia: rel~t1vas a los agustinos, benedictinos, capuchmos, carmelitas, dominicos y teatinos. A la par de ellas se sitúa la obra del oratoriano Jacques Lelong (1665-1721), que desempeña durante veintidós años las funciones de bibliotecario del Oratorio de París; su erudición abarca la historia, la teología, la filosofía y las matemáticas; se refleja en dos obras que constituyen la base de su reputación: en primer término la Bibliotheca sacra, Amberes, 1709; París, 1723; Halle, 1778-1785, que registra todas las ediciones de la Biblia, así como sus comentadores antiguos y modernos, católicos y protestantes; en segundo lugar, la Bibliothe- que historique de la France contenant le catalogue de tous les ouvrages tan! imprirnés que manuscrits qui traitent de l' histoire de- ce royaume ou qui y ont rapport avec des notices critiques et bistoriques, que aparece en 1719, en un v~lumen in folio de 1.100 páginas y que contiene más de diecisiete mil artículos. La obra está clasificada sistemáticamente según las grandes divisiones de la historia: eclesiástica, política, civil y literaria. Charles-Marie Fevret de Fontette (1710-1772), consejero del Parlamento de Borgoña, prepara una edición corregida y muy aumentada de dicha obra, y publica el primer volumen en 1768; los cuatro siguientes aparecen después de su muerte, de 1768 a 1778; integran esta segunda 35 edición más de cuarenta y ocho mil reseñas y nueve índices. El capítulo II de la Bibliotheque historique fue tomado de la Bibliotheca scriptorum his- toriae naturali 01nnium terrae regionznn insen:ientium aparecida en 1716, obra de J. J. Scheuchzer ( 1672-17 3 3 ) , de Zürich, para la cual Lelong había redactado De scriptoribus historiae naturalis Galliae. Scheuchzer, historiador, doctor en medicina, naturalista, considerado el padre de la paleontología, de la geología y de la geografía física contribuye a propagar, con las ideas de Newton, el gusto por las ciencias naturales. El médico y botánico Louis-Antoine Hérissant (1745-1769) refunde Íntegramente la obra de Scheuchzer en la segunda edición de la Bibliotheque de Lelong; la reimpresión de este trabajo se convierte en la Bibliotheque physique de la France (1771, XL+496 páginas). La Histoire généra!e des auteurs sacrés et ecclésiastiques qui contient leur vie, le catalogue, la critique, le jugement, la chronologie, l' analy se et le dénontbrement de leurs ouvrages delDom Remi Ceillier, benedictino, (16881761), comprende veintitrés volúmenes in 4 9 publicados desde 1729 hasta 1763, y un índice general aparecido en 1782. Esta obra, que renueva la de L. Ellies Dupin (1686) se asemeja por su espíritu y su forma a las Mémoires de Nicéron (ver página 34), más extensas en cuanto a su objeto. Armand-Gaston Camus ( 1740-1804), diputado de los Estados Generales y de la Convención, miembro del Consejo de los Quinientos y del Instituto, es abogado del Clero de Francia y redactor de la Constitución Civil del Clero; después de la Revolución, desempeña importante papel en la organización de bibliotecas y se convierte en conservador de los archivos nacionales. En 1772,' publica las Lettres sur la profession d'avocat et les études nécessaires pour se rendre capable de l'exercer. On :Y a joint un catalogue raisonné des livres utiles a un avocat. Las ediciones siguientes de esta obra datan de 1777, 1805, 1818, 18301832; la cuarta y la quinta han sido corre36 gidas y aumentadas por A. M. Dupin; la última aparece en Bruselas, en 1833. A partir de 1805, la obra se titula: Lettres sur la pro- fession d' avocat et Bibliotheque choisie des livres de droit; la parte bibliográfica, clasificada en nueve capítulos y abundantes subdivisiones con notas razonadas, es considerada durante mucho tiempo como modelo en su género. Jean-Franc;;ois Séguier, de Nimes (17031784), se ocupa de numismática, arqueología y botánica y escribe, en 1740, una Bibliotheca botanica sive catalogus auctorum et librorum omnium qui de re botanica, de medicamentis ex vegetabilibus paratis, de re rustica et de horti cultura tractant, muy buscada durante mucho tiempo y seguida, por otra parte, de la Bibliotheca botanica, de O. Montalbani, de 1657 (ver página 29). En 1760, L.-Th. Gronovius, regidor de la ciudad de Leyde, edita las dos bibliotecas y agrega un Auctuarium a la de Séguier. U no de los más célebres eruditos alemanes del siglo XVIII es, al mismo tiempo, eminente bibliógrafo; se trata de Juan Alberto Fabricius ( 16 6 8-17 3 6) , profesor de elocuencia, poética y teología en Hamburgo. Todos los conocimientos de filología y de historia que posee, los ordena y los integra en una obra bibliográfica durante mucho tiempo tenida por clásica. Comienza, en 1697, con una Bibliotheca latina sive N otitia auctorum veterum latinorum quorumcumque scripta ad nos pervenerunt, donde reúne todos los escritos legítimos o considerados como tales, de los autores latinos. Hasta 1721-1722, sólo en Hamburgo habían aparecido cinco ediciones. En Venecia, se imprime una nueva edición en 1728, la última, corregida y aumentada por el sabio J. A. Ernesti, e integrada por tres volúmenes, en Leipzig, en 1773-1774. La Bibliotheca graeca, compuesta según el modelo anterior, aparece en Hamburgo en 1705 y en 1708; la tercera edición, de 1718 a 1728, comprende catorce volúmenes in 4 9 ; la cuarta, que es la mejor, aparece entre 1790 y 1812. Finalmente, la Bibliotheca latina mediae et i11jimae aetatis, es impresa, también en Hamburgo, entre 1734 y 1736, en cinco volúmenes; la sexta edición, impresa en 1746, y posterior a la muerte de Fabricius, es publicada por Ch. Schoettgen. Después de esa fecha hubo aún nuevas ediciones; la mejor de ellas es la que publica en Padua el padre Giovanni Domenico Mansi, en 1754, compuesta por seis volúmenes. La actividad bibliográfica de B. Gotthelf Struve (1671-1738), bibliotecario de la Universidad de Jena, y después profesor de historia y de derecho de esa misma universidad, al mismo tiempo que consejero e historiógrafo de la casa de Sajonia, se extiende a lo largo de toda su carrera. Su Bibliotheca juris selecta aparece en Jena en 1703 y se edita nueve veces, la última en 1758. De su Bibliotheca philosophica, publicada en 1704, se imprimen nuevas ediciones en 1707, 1728 y 1740. En 1705 aparece una Selecta bibliotheca historica secundmn monarchias, regna, secula et mateTÍas distincta, que corregida y aumentada en 1740 por Ch. G. Buder y después por I. G. Meusel, de 1782 a 1804, representa con sus once volúmenes, el repertorio más numeroso aparecido hasta entonces en materia de historia y de geografía. Por último, su Bibliotheca historiae litterariae selecta logra tanto éxito como las precedentes, ya que, aparecida en 1704, es aumentada y mejorada sin cesar hasta 1754-1763 y 1785. Entretanto, Struve publica además una Bibliotheca librorum rariorum (1719) y una Bibliotheca Saxonica (1736), de 1.178 páginas. Los eruditos alemanes se distinguen también en el dominio de la bibliografía científica. ]. F. Weidler (1691-1755) es astrónomo y físico y profesor de matemáticas en Wittenberg; después de su Historia astronomiae ( 1741) publica una Bibliographia astr0110mica (1755) que servirá de base, en 1803, a la Bibliographie astrOJtamique avec l'histoire de la astronomie depuis 1781 jusqu'a 1802, de Jérome de Lalande (1732-1807), in 4<?, 880 páginas. En esta obra, 660 páginas están dedicadas a la bibliografía, que se remonta hasta 480 a. C., con el Tratado de la esfera de Empédocles; clasificada cronológicamente, con índice de autores, contiene unos cinco mil títulos. Lalande recurrió también a la Astronomische Bibliographie de Johann E. Scheibel (1736-1809), matemático y astrónomo de Breslau, publicada entre 1784 y 1795, y compuesta por 800 páginas, en las que se registran las publicaciones sobre astronomía impresas desde el siglo xv hasta 16 3 O. A continuación, se consignan los médicos y naturalistas; en 1743 F. E. Bruckmann (1697-1753), doctor en Wolfenbuttel, con la Bibliotheca animalium; en 1782, J. W. Baumer (1719-1788), médico y profesor de la Universidad de Erfurt, con la Bibliotheca chemica; en 178 5, G. F. Fuchs ( 1760-1813), profesor de medicina en Jena, con el Versuch einer U ebersicht der chymischen Litteratur; y por último el médico y profesor de anatomía y botánica en Wittenberg, G. R. Boehmer (1723-1803), con su importantísimo repertorio que registra alrededor de sesenta mil títulos, Bibliotheca scriptorum historiae naturalis, oeconomiae aliarmnque artimn ac scientiarum,, aparecido en Leipzig, de 1785 a 1789, en nueve volúmenes. Finalmente, Wolfgang Panzer (17291804), ministro luterano de Nüremberg, después de haber estudiado en Amnalen der alteren deutschen Litteratur, Nüremberg, 1788180 5, la antigua literatura alemana impresa hasta 1526, recoge todos los impresos del siglo xv en sus Annales typographici, 17931803, compuestos por once volúmenes, en los cuales continúa la obra de su antecesor, el inglés Maittaire, de quien nos ocuparemos oportunamente. El suizo Albert von Haller (1708-1777) es, después de Leibniz, uno de los espíritus más universales. Poeta y erudito, doctor en medicina en Leyden, bibliotecario de la ciudad de Berna, profesor de anatomía, de cirugía y botánica en la Universidad de Gotingen donde enseña durante diecisiete años, Haller, establecido en Berna, su ciudad natal, desarrolla intensa actividad científica. Su obra princi37 pal, Elementa physiologiae corporis humani, aparece en Lausana entre 1757 y 1766, en ocho volúmenes in 4<:>; a continuación del último volumen, figura un Catalogus editionum quibus auctor in hoc oPere usus est, de 100 páginas, verdadera bibliografía de las obras de fisiología publicadas hasta entonces. Haller debe su fama de bibliógrafo a las cuatro "bibliotecas" a las que consagró los diez últimos años de su vida: la Bibliotheca botanica, Zürich, 1771-1772, dos volúmenes, uno de 680 y otro de 78 5 páginas; la Bibliotheca chirurgica, Berna, 1774-1775, dos volúmenes, uno de 593 y otro de 69 5 páginas; la Bibliotheca anatamica, Zürich, 1774-1777, dos volúmenes, uno de 816 y otro de 870 páginas; y la Bibliotheca medicinae practicae, Berna, 1776-1788, en cuatro volúmenes, de los cuales los dos últimos aparecen después de la muerte de su autor. En cada una de estas obras, clasificadas alfabética y, después, cronológicamente, figura a continuación de los esbozos biográficos de los autores la transcripción exacta de sus escritos, seguida en cada caso por el resumen de los mismos, con comentarios críticos acerca de las conclusiones; tales análisis ocupan a menudo más de una pági..11a de apretado texto en latín. Es posible darse una idea de la magnitud de las investigaciones de Haller, con solo observar los índices de sus bibliotecas; el de la Bibliotheca chirurgica tiene cincuenta páginas, cada una de ellas con más de cien nombres, lo que totaliza cinco mil autores analizados; en el índice de la Bibliotheca medici1tae, se registran más de once mil autores. La obra de J. J. Manget (1652-1742), sabio médico suizo, decano de la facultad de Ginebra, es estimada durante todo el siglo xvm, y la integra la Bibliotheca chemica curiosa (Ginebra, 1702) y la Bibliotheca scriptorum medicordum veterum et recetiorum (Ginebra, 1731), cuatro volúmenes in folio; pero esta última compilación no puede compararse con las del gran Haller. En Gran Bretaña y los Países Bajos, las escuelas universitarias que, desde mediados del siglo xvrr hasta fines del XVIII son los princi38 pales refugios de la filología clásica, forman muchos helenistas y latinistas, editores y comentaristas de textos (Richard Bentley, Gerard Meerman, Daniel W yttenbach) y pocos bibliógrafos en comparación, por ejemplo, con Alemania, que no alcanzará sino hasta el siglo XIX superioridad decisiva en la elaboración crítica de las literaturas de la antigüedad. Edward Harwood (1729-1794) filólogo inglés, publica en Londres, en 1775, A view of the variazts editions of the Greek and Roman classics with remarks, editada nuevamente en 1778, 1782 y 1790; y posteriormente, en Venecia, en 1793, por dos filólogos italianos, el abate Mauro Boni y Bartolomeo Gamba; Charles Nodier, en 1826, publicará una Bibliotheque sacrée grecque-latine, basada en Boni y Gamba. Un célebre filólogo inglés, de origen francés, Michel Maittaire (1668-1747) se interesa, después del holandés Beughem y antes del alemán Panzer, por las producciones impresas del siglo xv. Sus Annales typographici, La Haya, 1719-1741, en nueve volúmenes, se extienden hasta 1664 y son prueba de largas investigaciones. Los trabajos de Maittaire y de Panzer permitirán a L. Hain, bibliotecario de Munich, publicar en 1825 una obra mejor elaborada. El médico escocés James Douglas (16751742) escribió la Bibliographiae anatomicae specimen sive catalogus omnium pene auctorum qui ab Hippocrate ad Harveum rem anatomicam scriptis illustrarzmt, publicada en Londres en 1715, y en Leyden en 1734. El holandés, de origen alemán, L.-Th. Gronovius, continuador de Séguier en 1760 (ver pág. 36), publica en ese mismo año una Bibliotheca regni a11imalis atque lapidei. Leyden, i11 4<:> de 326 páginas, con cinco mil títulos. El naturalista sueco Peter Artedi ( 170 5173 5) es amigo de Linneo, quien, después de la prematura muerte de su camarada de estudios, se convierte en su biógrafo y editor, y hace imprimir sus manuscritos bajo el título de Ichthyologia sive opera omnis de piscibus, Leyden, 1738; la obra comprende cuatro par- tes, la primera de las cuales es una Bibliotheca ichthyologica de 68 páginas. En 1788-1789, J. J. W albaum publica en Greifswald una edición corregida y aumentada. El gran sabio Linneo ilustra la bibliografía; en su Bibliotheca botanica, Amsterdam, 1738; Halle, 1747; y Amsterdam, 1751, 220 páginas, los escritores sobre botánica están clasificados en dieciséis grupos cuya enumeración no deja de ser interesante: los antiguos griegos y latinos, los comentadores, los iconógrafos o dibujantes, los descriptores, los curiosos o descubridores, los adonistas o especialistas en jardines, los floristas o componedores de flores, los viajeros, los filósofos, los sistemáticos, los clasificadores, los anatomistas, los jardineros, los médicos, los anomali o varios. En la última edición de la Bibliotheca, hay una tabla biográfica que menciona en orden cronológico los nombres de ciento treinta y nueve botánicos, desde Avicena, en 981, hasta Catesby, en 1749. Por último, la segunda bibliografía agronómica, después de la de Camemarius, en 1577 (ver página 16), se debe al eclesiástico Marco Lastri (1731-1811). Se trata de la Bibliotbeca georgica ossia catalogo ragionato degli scrittori di agricultura, veterinaria, agrimensura, meteorología, economía pubblica, caccia, pesca, s,betta1tfi all'Italia, Florencia, 1787. La primera bibliografía artística es obra del abate Angelo Comolli, Bibliograpbia storico-critica dell' arcbitettura civile ed arti subalterne, Roma, 1788-1794, en tres volúmenes in 4'?. Bibliografía universal En el siglo XVIII sólo hay un ensayo de repertorio general de carácter universal y tiene como punto de partida los catálogos de ferias de libros, tal como en el siglo precedente las compilaciones de Cless y Draud. Se trata de la Allgemeines europiiisches Bücher-Lexikon, de Th. Georgi, librero de Leipzig, publicada entre 1742 y 1758, en cinco volúmenes in folio con tres suplementos. Esta nómina es única en lo que respecta a la producción im- presa de todos los países hasta 1757. Está ordenada alfabéticamente, por autores y por obras anónimas; las partes I a IV comprenden, sobre todo, libros germánicos, en tanto que la parte V está reservada para los libros franceses. Pero ha llegado el momento en que, en ciertos países, y sobre todo en Francia, gracias a libreros instruidos para quienes el libro antiguo es tanto un objeto de arte como un instrumento de conocimiento, la bibliofilia y por consiguiente la bibliografía alcanzan un auge sin precedentes, que habrá de prolongarse durante un siglo. Prosper Marchand (t 1756), Gabriel Martin (1679-1761), J.-B. Osmont (t 1773), G.-F. De Bure (17311782), Ch. Cailleau (1731-1798), y muchos más, al mismo tiempo que organizan y catalogan los más célebres gabinetes de Europa, son los artesanos de ese florecimiento. G.-F. De Bure (1731-1782) brinda entre 1763 y 1768, la primera selección verdaderamente importante de obras relativas a todas las ciencias, cualquiera sea el idioma en que estén compuestas: la Bibliographie i11structive ou traité de la connaissance des livres rares et singuliers, en siete volúmenes, a la que siguió en 1769, el Catalogue des livres de L.-G. Caignat, en dos volúmenes, y posteriormente, en 1782, por un índice referente a los nueve volúmenes. El Dictionnaire typographique, historique et critique des livres 1·ares, singuliers, estimés et rechercbés en tous genres, 1768, en dos volúmenes, es obra de J.-B. Osmont. En el capítulo siguiente podrá apreciarse hasta dónde llegó la pasión por los libros en el caso de los libreros aficionados. También en otros países se demuestra idéntico interés por los libros antiguos. Struve comenzó en 1719, como ya lo hemos visto, con la Bibliotbeca libror111n rariorum, (ver página 37). En 1732, J. Vogt (1695-1764), predicador protestante de Bremen, publica un Catalogus historico-criticus librorum rariorum, Hamburgo, quinta edición en Francfort en 1793, obra de 914 páginas, altamente estimada. La Bibliotheque curieuse, historique et critique ou catalogue 1·aisonné des livres 39 rares et difficiles a trouver, de David Clément ( 17 O1-17 6 O) , pastor y predicador de origen francés, aparece en Gotingen entre 1750 y 17~0, en nueve volúmenes in 4'?, pero queda inconclusa. Por último, la Bibliotheca librorum rarionnn universalis, de J. J. Bauer, Nüremberg, 1770-1791, comprende siete volúmenes. Las selecciones hechas en Gran Bretaña son posteriores. Bibliografía nacional Los trabajos de erudición consagrados a los hombres de letras de determinado territorio continúan ocupando gran parte de la producción intelectual nacional; aunque a menudo se concede lugar preponderante a la biografía de los escritores, la enumeración de las obras y de sus ediciones se halla lo suficientemente desarrollada y cuidada como para que la bibliografía pura se afirme. En Francia, los religiosos benedictinos de la congregación de San Mauro, publican desde 1733 hasta 1763 la Histoire littéraire de la France, doce volúmenes in 4 9 • A partir de 1814, miembros de la Académie des Inscriptions continuarán la tarea. Esa bella obra histórica y bibliográfica comprende actualmente treinta y ocho volúmenes, redactados conforme a la tradición de alta erudición de la época, que tratan de los escritores de lengua francesa habidos hasta el siglo XIV. Obra también importante, fruto de las investigaciones de un solo autor, que se limita, por otra parte, a los libros impresos, es la Bibliotheque frant;oise, del oratoriano y jansenista Cl.-P. Goujet (1697-1767), aparecida de 1740 a 1756, en dieciocho volúmenes in 12'>. Goujet, continuador de Ellies Dupin en 1736 (ver página 23); en 1750 editor de Moréri y en 1759 de Richelet, reúne y analiza, aunque con cierta parcialidad, las obras de los escritores franceses desde la aparición de la imprenta hasta su época, clasificando en conjunto a gramáticos, historiadores, oradores y poetas; su labor que había de abarcar también las artes y las ciencias, quedó inconclusa. 40 Se inspira en Ch. Sorel, en La Croix du Maine y en Du Verdier, de quienes dice que "se detienen más en los autores que en sus escritos"; por su parte, aspira a "hacer conocer lo que tenemos en cada ciencia e indicar lo que debe ser elegido o rechazado". "No escribo la historia de los autores, no entro en el detalie de sus vidas, hago la historia de los libros, es decir, expongo las causas que los originaron, las controversias que provocaron, las críticas que recibieron; me ciño casi siempre al método de M. Baillet y transcribo más la opinión de los sabios que la mía." Alrededor de quice años más tarde, aparecen Les trois siecles de notre littérature ou tableau de !'esprit de JZOS écrivains depuis Frant;ois Ier, Amsterdam, 1772, tres volúmenes; quinta edición en 1788, cuatro volúmenes; por el abate Antoine Sabatjer, llamado de Castres. A ,estos repertorios de bibliografía literaria se añaden en la misma época, algunas biobibliografías regionales; la del padre Papillon sobre los autores de Borgoña, Dijon, 1742, dos volúmenes in folio; la del Dom Calmet, acerca de los de Lorena, Nancy, 1754; la de J.-F. Dreux du Radier, relativa a los de Poitou, París, 1754, cinco volúmenes in 129 ; y la de C.-F. Achard, atinente a los de Provenza y a los del Comtat-Venaissin, Marsella, 1786-1787, dos volúmenes in 4<:>. Pero mientras los historiadores de las letras traba jan con gran éxito, los precursores de la nueva bibliografía se prodigan en laboriosos esfuerzos para justipreciar la producción de su tiempo. Los abates Jacques d'Hébrail y Joseph de la Porte componen France líttéraire, obra cuyos seis volúmenes, aparecidos desde 1769 hasta 1784, registran "los autores vivos y la nónima de sus obras y los autores fallecidos desde 17 51 en adelante y la nómina de sus obras". Los Annales typographiques ou notice des progres des connaissances humaines, publicados de 17 58 a 17 6 3 por Morin d'Hérouville, en once volúmenes, están seguidos por el Catalogue hebdomadaire ou liste des livres, estampes, cartes, qui sont mis eJZ vente chaque semaine tant en France qu' en pa)'S étrangers, por Bellepierre de Neuve- Eglise, escritor y agrónomo, nacido en 1727; y después por el impresor Ph.-D. Pierres ( 1741-18 O8) . Esta publicación, que aparece de 1763 a 1781 en diecinueve volúmenes, se convierte, de 1782 a 1789, en el Journal de la librairie ou catalogue hebdomadaire contenant par ordre alphabétique les livres tant nationaux qu'étrangers, volúmenes 20 a 37. En otros países, también se advierten esas dos tendencias: la una, histórica y literaria; la otra, francamente moderna. En Gran Bretaña, todos los descubrimientos de Leland, Bale, Pits y Cave son agrupados y aumentados en la Bibliotheca Britannico-Hibernica sive de scripto1'ibus qui in Anglia, Scotia et Hibernia ad saeculi XVII initium floruerunt, de Thomas T anner ( 1674-17 3 5) , canónigo de Ely y de Oxford y, posteriormente, obispo de Saint-Asaph, publicada en 1748, después de la muerte de su autor y que no ha sido remplazada por ninguna obra posterior. Y en tanto que los eruditos ingleses continúan editando colecciones de crónicas, y Thomas Rymer ( 1641-1713 ) , crítico dramático y poeta, e historiógrafo real, es encargado oficialmente de estudiar y valorar los archivos de la corona, -toda la primera mitad del siglo XVIII está ocupada por las ediciones de Foedera, con- 1Jentiones, literae et cujuscunque ge1teris acta publica-, los libreros consolidan definitivamente la bibliografía nacional, ya más que esbozada en el siglo anterior. William y Robert Bent, y después Thomas Hodgson, comienzan la tarea, en 1773, y redactan hasta 18 37 más de cuarenta catálogos de libros ingleses, que T. Besterman registra minuciosamente por orden cronológico en su W orld bibliography. William Bent reúne en un solo repertorio, con el título de London catalogue of books, los libros publicados de 1700 a 1800: once mil títulos en total. En los Países Bajos, J. F. Foppens ( 16891761), canónigo de la catedral de Brujas, profesor de teología en el seminario de Lovaina, y más tarde canónigo en Malinas, sigue el ejemplo de T. Tanner, y reúne y aumenta los trabajos de Aubert Le Mire, F. Sweert y Valere André, en su Bibliotheca Belgica sive virorum~ in Belgio vitae, scriptisque illustrium catalogus librorumque nomenclatura usque ad ann. 1680, Bruselas, 1739, dos volúmenes in 49 de 1.233 páginas. En la misma época, un librero de Leyden, Johan Van Abkoude (1726-1761), compone la primera bibliografía nacional holandesa de carácter comercial, el N aamregister of verzaameling van N ederduytsche boeken, que aparece en 1743 y registra los libros del período 1641-1741, con suplementos de 1744 a 1755. Una refundición del Naamregister realizada por un colega de Rotterdam, R. Arrenberg, abarca los años 1600 a 1772 y aparece en 1773, con suplemento hasta 1787; la empresa habría de continuar hasta nuestros días. El italiano Justo Fontanini (1666-1736), profesor de elocuencia en la Universidad de Roma y arzobispo de Ancira, publica en 1706 un pequeño in 4'-' de 159 páginas que obtiene éxito sorprendente, ya que se edita hasta 18 O3: Delia eloquenza italiana. AggiUJttovi 1m catalogo delle opere piu eccellenti che intorno alle principali arti e facoltá sono state scritte in lingua italiana; en el catálogo, los libros italianos están distribuidos en catorce secciones y las notas son muy completas; al final se incluye un índice de autores. La segunda y la tercera edición, impresas respectivamente en 1724 y en 1726 aparecen en Roma, al igual que la primera, y están muy aumentadas; la cuarta se publica en Venecia, en 1727, y tiene 320 páginas; las siguientes están fechadas como sigue: la de 1731, en Luca; la de 1736 en Roma; la de 1737, en Venecia (ésta tiene 752 páginas e incluye las observaciones de diversos autores, entre ellos L. A. Muratori); y la de 1753, en Venecia (dos volúmenes, el uno de 494 páginas, y de 515 el otro, con anotaciones de A pos tolo Zeno, que son "un tesoro de historia literaria, de crítica y de bibliografía"). Esta última edición aumentada aparece finalmente en Parma, en 1803-1804 y en 1810 se le agrega un índice. 41 de las bibliotecas y otorgaría realmente alma y vida al cuerpo bibliográfico. Camus distingue, por lo tanto, la Bibiiofilia de la bibliografía científica, y determina sin posibilidad de duda la función de ésta última. Años más tarde, Napoleón I trata este mismo asunto con una lucidez sorprendente. En carta fechada el 19 de abril d~ 1807 \ en la que expone la idea de un proyecto para establecer una escuela especial de literatura e historia en el Colegio de Francia, se leen estas líneas que anuncian la École des Charles y dan a la bibliografía su configuración auténtica: La historia puede ser comparada con las ciencias oara las cuales conviene disponer de una .escuela es~ecial. La manera de leer la historia es, por sí sola, una v.erdadera ciencia. Todo ha sido dicho y repetido. Los historiadores apócrifos se ha multiplicado hasta tal punto, y hay una diferencia tan grande entre un libro escrito en una época y otro redactado en época posterior -a la luz de los trabajos y de las enseñanzas de los historiadores anteriores-, que el hombre que aspira a pose.er buena instrucción y se encuentra de pronto en una vasta biblioteca histórica, se siente perdido en un verdadero laberinto. Conocer lo que queda de los historiadores antiguos, saber lo que s.e ha perdido, distinguir los fragmentos originales de los suplementos escritos por buenos o malos comentadores es, en sí, casi una ciencia o, por lo menos, un importante motivo de ,estudio. Así pues, el conocimiento y la elección de buenos historiadores, de buenas memorias y de legítimas crónicas de una época es conocimiento útil y verdadero. Si en una gran capital como París hubiese una escuela .especial de historia donde se siguiera primero un curso de bibliografía, un joven, en vez de extraviarse durante meses en lecturas insuficientes o poco dignas de confianza, podría ir hacia las mejores obras y conseguiría más fácil y más rápidamente, mejor instrucción. En la misma época en que ciertos espíritus superiores señalan la importancia de la bibliografía y la describen tal como siempre ha sido y debe ser, aparecen en Francia y en el extranjero los primeros tratados teóricos sobre dicha disciplina, a la que los autores convierten no 1 Correspondance de Napoléon Ier, t. XV, 1865, página 127, nQ 12.416., Finkestein, 19 de abril de 1807. 44 en el conocimiento, sino en la ciencia del libro; la bibliografía se abroga, de pronto, junto con la imprenta y su invención, la historia de los primeros impresores y la de los caracteres tipográficos, las marcas de papel, los formatos, los sistemas de clasificación y las reglas de catalogación; sin olvidar las mejores ediciones de los textos antiguos y modernos, el estudio de las bibliotecas, su historia, los cuidados que exigen, etcétera. La bibliografía surge de esos tratados desfigurada, confundida con toda la bibliología. Los autores responsables de tal deformación son modestos funcionarios o libreros, animados por un celo loable, pero excesivo, en favor de la instrucción que debe impartirse a los bibliotecarios. Entre ellos se encuentran L. Boulard, librero parisiense, que publica en 1797 un Trailé élémenlaire de bibliographie, y C.-F. Achard, bibliotecario de Marsella, cuyo Co;trs élémenlaire de bibliographie ou la science dn bibliolhécaire aparece en 1806-1807. En ambas obras, con tono, por lo demás, pleno de convicción, se trata todo cuanto se refiere a los libros, hasta la manera de despegarlos y conservarlos. El error se acentúa a partir de 1847 en adelante, sobre todo desde 1869, con la implantación de la enseñanza de la bibliografía en la École des Charles, que abarca no sólo el estudio de los instrumentos de información y de investigación llamados repertorios, sino también el de los elementos del libro y de las reglas técnicas de la biblioteconomía; y está en el origen de la definición oficial de bibliografía, dada en 18 8 5 y adoptada durante cincuenta años (ver capítulo I). De cualquier forma, la publicación de repertorios no se altera en lo más mínimo por la confusión creada en torno del término bibliografía, ya que continúa según las normas tradicionales. Sin embargo, se advierte un cambio significativo: las bibliografías especializadas pierden terreno, mientras que las nacionales lo ganan, o emprenden, en algunos países, una marcha largamente diferida; las bibliografías universales alcanzan el punto máximo de su desarrollo. Bibliografía especializada Los aficionados a las letras y los bibliófilos comienzan a competir con los eruditos o especialistas. Charles N odier ( 1780-1844), poeta, filólogo, historiador, novelista, «que ha inventado, o por lo menos llevado a su más alto grado, una pasión nueva: la bibliomanía", se dedica desde muy joven a la bibliografía que practica durante toda su vida como bibliófilo. Bibliotecario, en 1824, de la Biblioteca del Arsenal; fundador, en 1834, del Bulletin du bibliophile; relacionado con los bibliógrafos y libreros eruditos de su tiempo -Gabriel Peignot, Paul Lacroix, Antoine-Aug. Renouard, Antoine-Alexandre Barbier-, Nodier es el más ferviente aficionado a los libros y el más ingenioso crítico que se puede imaginar. En su juventud, atraído por la historia natural, compone una Bibliographie entomologique ( 18 O1), donde tiene muy en cuenta el valor de las obras coleccionadas; en 1812 publica los resultados de sus investigaciones sobre las supercherías literarias (segunda edición en 1828); en 1834-1835 publica, en suplementos del Bulletin du bibliophile, sus Notices menelatura árida, pues las notas son curiosas y bien redactadas, con abundantes detalles sobre la importancia y el contenido de los libros, agrupados por siglos y en cantidad superior a los dos mil. Los repertorios alemanes de este período están, casi todos, consagrados a las ciencias exactas. E. G. Baldinger (1738-1804) se ocupa de la botánica, Marburgo, 1804; A. G. Kastner (1719-1800), de las matemáticas, Giitingen (1796-1800); F. A. Murhard (17781853), de física y de matemáticas, Cassel, 1797, y Leipzig, 1797-1805; G. F. C. Fuchs, por último, de química, Jena, 1806-1808. En Italia, Filippo Re ( 1763-1817) profesor de la Universidad de Bolonia, deja un repertorio digno de estima, cuya primera edición, impresa en Venecia, en 1802, se titula Saggio di bibliografía georgica; la segunda, muy aumentada, que aparece en la misma ciudad en 1808-1809, en cuatro volúmenes, se titula Dizionario ragionato di libri d' agTicoltura, di veterinaria e di al!Ti rami d'economia campestre. Finalmente, el erudito español C. A. de la Serna Santander (1752-1815), cons.ervador de la Biblioteca Real de Bruselas, publica en esa ciudad, en 1805-1807, un Dicti011naire bibliographique choisi du siecle, en tres volúmenes. xve bibliographiques, philologiques et littéraires, ya aparecidas parcialmente en Temps; se encuentra allí una BibliograPhie des fous. De quelq1tes ouvrages excentriques. Por último, enriquece con notas los catálogos de venta de su biblioteca ( 1827, 1829 y 1844), como también otros catálogos de coleccionistas (el abate Pellier, Pixerécourt, Joseph Crozet), pasan-:do por el Dictionnaire bibliographique de Cailleau y Duelos, que encuentra de lectura agradable. La obra de Gille Boucher de la Richarderie ( 17 33-181 O), que renuncia a la magistratura para dedicarse a las letras, es considerada por G. Peignot como un monumento de bibliografía especial, es la Bibliothéque universelle des 11oyages, 1808, seis volúmenes. En 1810, Victor-Donatien de Musset (1768-1832), literato, político, y editor, publica una Bibliographie agronomique de cuatrocientas cincuenta y nueve páginas, que no es una no- Bibliografía universal. Los precursores de Brunet Los libreros continúan su obra. Después de la Bibliographie instructive de G. De Bure, de 1763-1768, le toca el turno al Dictionnaire bibliographique, historique et critique des livres rares, précieux, singuliers, estin~és et rechercbés, del librero parisiense Ch. Cailleau y del abate R. Duelos, 1790, tres volúmenes, y a continuación al Répertoire de littérature ancienne, de su colega F. Schoell, 1808. Otro bibliófilo francés contribuye a difundir la bibliografía, consagrándose a ella en forma casi exclusiva durante cerca de cincuenta años. Se trata de Gabriel Peignot ( 17 671849), abogado en Besan~on, después bibliotecario de la Escuela Central del Alto Saona, inspector de librería en Dijón y posteriormente inspector de la Academia de esa ciudad. 45 CAPÍTULO VI LA BIBLIOGRAFÍA DESDE 1810 HASTA 1914. LA ÉPOCA ARTESANAL En 181 O, la bibliografía "profesional" ya se ha abierto camino; insegura al comienzo, se mantiene al lado de la bibliografía histórica, para avanzar después a pasos agigantados. Los libreros que la crearon tienen ahora visión más clara y noción más exacta de la tarea inmensa que deben desarrollar; rivalizan en iniciativa y voluntad, y realizan en el campo de las bibliografías generales universales y nacionales grandes y definitivos trabajos, tan importantes como los de los maestros de los tres primeros siglos de la bibliografía. Los artesanos que se dedican a la búsqueda de libros son tan esquivos, obstinados y ardientes, como los eruditos de otrora; fieles al ejemplo recibido de éstos consagran su tiempo, y a veces su existencia, a perfeccionar su obra predilecta; por otra parte, más conscientes del objeto práctico que ~esean alcanzar, son más ordenados y disciplinados. El gran movimiento científico del siglo XIX transforma totalmente las condiciones del trabajo intelectual. La conquista de nuevos países por medio de las exploraciones y misiones, los progresos que realiza la instrucción pública en virtud de las reformas de la enseñanza y de la organización de las universidades, la creación de grandes escuelas e institutos en todos los países, la fundación de sociedades eruditas provinciales, la reglamentación de la librería, la multiplicación de la prensa periódica y, por último, la formación de bibliotecas y de centros de archivo accesibles a la mayoría, allanan las dificultades, determinan a las inteligencias hacia la investigación en todos los dominios y provocan, en última instancia, un número incalculable de escritos, que aumenta 48 desmesurada y repentinamente la cantidad de obras impresas. La bibliografía adquiere, entonces, enorme importancia y se revela como inigualable procedimiento de difusión que conviene aprovechar al máximo. Hasta ese momento, ha servido sobre todo para salvar de la destrucción o del olvido los textos del pasado; en adelante divulgará de día en día los descubrimientos científicos. A la bibliografía retrospectiva, que triunfó durante tres siglos, se agrega, y pronto la remplazará, la bibliografía en curso, tanto nacional como especializada, destinada a cumplir esa función. El impulso nace en Alemania, país que permanece durante todo el siglo XIX a la vanguardia del movimiento bibliográfico. Su superioridad en esa época, en el terreno de las ciencias y de la edición, se debe en parte, dadas las nuevas condiciones económicas, a la vigorosa organización de sus universidades. En lugar de desaparecer lentamente como sucede en Francia, a partir del siglo XVI, para dejar subsistir únicamente los colegios de instrucción secundaria, la enseñanza superior, por el contrario, se modifica gradualmente en Alemania, según las necesidades de la época; abandona las tradiciones eclesiásticas y teológicas de la Edad Media, para dar paso al libre espíritu laico y asume la alta dirección intelectual del país. El movimiento erudito se concentra en las universidades, donde se establecen fuertes tradiciones científicas y hábitos metódicos y rigurosos que se proyectan sobre las empresas de orden bibliográfico. En Francia, donde reinan más la fantasía, la originalidad y el estilo, se observa menor regularidad y los resultados sustanciales que se obtienen son inferiores; la Academie des Inscriptions que remplaza en 1816 a los benedictinos en las tareas que éstos tenían en ejecución, nunca ejercició gran influencia en la dirección de los estudios. Poco a poco, en toda Europa se sigue el ejemplo de Alemania y se origina una abrumadora riqueza de publicaciones. Hacia el final del siglo, el impulso bibliográfico es tan fuerte y tan denso que los dirigentes se ven obligados a buscar nuevos métodos para dominarlos. Comienza entonces la era de la cooperación y del trabajo en equipos y desaparece la "bibliografía de gabinete". Los Estados Unidos van más lejos que los países de Europa, al convertir su bibliografía en una verdadera industria. Bibliografía especializada Pocos cambios se observan en esta categoría de repertorios, excepto que están técnicamente mejor concebidos y redactados, y que sus autores no tienen ya, como en épocas anteriores, ubicación sobresaliente en la vida científica. Cabe señalar que los autores continúan trabajando aisladamente, guiados por su inspiración y sus gustos personales; no son organizados, de suerte que los repertorios especializados nacen al azar, sin que sea posible advertir en su rápida sucesión el menor determinismo. Sin embargo, se observa que no se extienden ya a amplios conjuntos, sino que se limitan a ramas particulares de diversas disciplinas. Entre 1825 y 1899, aparecen en Europa un centenar de bibliografías especializadas en las que figuran todas las ciencias. Esa actividad algo desordenada prosigue hasta 1914 aproximadamente y comienza después a agotarse. Desde entonces, la bibliografía especial retrospectiva cede terreno a la bibliografía en curso. El nacimiento de ésta última está Íntimamente ligado a la necesidad general de investigación, cada vez mayor; a la multiplicación de las revistas y, finalmente a la creación de sociedades eruditas, tanto en Francia como en el extranjero, a comienzos del siglo xrx, y a su expansión en la segunda mitad del siglo. En Francia s.e crea en 1834 el Comité de Trabajos Históricos y Científicos. La iniciativa corresponde a Fran.;ois Guizot, quien ha creado primeramente comités de Investigaciones y Publicaciones dependientes del Ministerio de Instrucción Pública, servicios que son reorganizados por los ministros Salvandy, en 1837, y Jules Ferry, en 1881. En el espíritu de sus creadores, el Comité tiene como función estimular y dirigir las investigaciones científicas, .editar textos y documentos, vincular a las asociaciones científicas locales y difundir sus trabajos. En 1846 aparece, con los auspicios del ministerio, un Annuaire des sociétés savantes, donde están descritas las principales asociaciones científicas de Francia. Achmet d'Hericourt realiza un trabajo más amplio en 1863-1864; el Ammaire des sociétés savantes de la France et de l'étranger, segundo año, 1866, 1.036 páginas. En 1877, Ulysse Robert, en respuesta a una circular ministerial, publica en la Revue des sociétés savantes una Bibliographie des sociétés savantes de la France (excluido París), reimpresa con ese mismo título, en 1887, por Eugene LefevrePontalis. En esta última edición se enumeran seiscientas cincuenta y cinco asociaciones históricas, arqueológicas y científicas, de las cuales ciento cuarenta y dos son parisienses. Ahora bien, en 1877, U. Robert cuenta doscientas noventa y siete sólo para las provincias; de dicha cantidad, treinta y seis sociedades habían sido fundadas antes de 1800, catorce de ellas antes de 1772, ciento veintitrés entre 1800 y 1850, y ciento treinta y ocho entre 1850 y 1878. Los boletines publicados por estas sociedades eruditas, y simultáneamente por las universidades provinciales, son durante largo tiempo los únicos periódicos en los que .eruditos y profesores pueden publicar sus trabajos; resulta, por lo tanto, evidente la necesidad de una acción eficaz para evitar que los mismos queden allí ignorados. Robert de Lasteyrie, a partir de 1886, y Joseph Deniker, desde 1896, se dedicarán a esa tarea, en sus repertorios clásicos reservados a los artículos de esos boletines. Las primeras bibli~grafías especiales en curso de publicación Los nombres de muchos eruditos están lirados a las primeras bibliografías especializadas periódicas, que publican primeramente como 49 anexos de las revistas que dirigen, antes de estar en condiciones de editarlas independientemente; después, las sociedades científicas las toman a su cargo. Más adelante, debido al constante aumento de las bibliografías, así como también a las condiciones económicas cada vez más difíciles, los centros nacionales de investigaciones y las organizaciones internacionales se ven obligados a acudir en ayuda de los grupos eruditos superados; tal será la obra del siglo xx, que verá el florecimiento de esta forma de repertorios. PRIMERAS BIBLIOGRAFÍAS ESPECIALIZADAS PERIÓDICAS CREADAS EN EL SIGLO XIX 1322- Tübingen ! Jahresbericbte iiber die Fortschritte der pbysischen Wissenscbaften. Dir. J. J. !RéjJertoire de chimie pure iet appliquée. Dir. Société 18\8-1945 ichimique de France. Se itransforma, en 1863, en el Berzelius. 1823- Berlín 1825- Estocolmo 1826-1842 Estocolmo 18 3 0- Berlín Repertorium · der tecbniscben foJtrnal-Literafur. Ofversigt af botanísktl arbeten. Arsberattelse om nyare zoologiska arbeten. Chemisches Centralblatt. 18>9- París 1859- Leipzig Dir. Deutsch.e chemische Gesellschaft, desde 1897. 1841-1848 Erlangen 1841-1890 Erhngen 1843-18 5O Erhngen 184 5- Berlín Jahresberichte über d.ie Fortschrítte der gesammte~> Medicin. Dir C. Canstatt. Jahresberichte über die Fortschritte der gesammten Pharmacie. Dir. C. Canstatt. J ahresberichte über die Fortschritte in der Bíologie. Dir. C. Canstatt. Die Fortschritte der Physik. Dir. Physikalische Ge- A~>zeiger. 1870-1889 Milán Agregado primeramente a Archaeologische Zeítzmg, se convierte en 1886 en Jahr- 1868-1944 Berlín Bibliotheca philologica. Dir. 1849- Berlín do por C. 1 50 1866- Berlín Gotingen 1 Londres 1868-1914 1848-1897 18 55-19 37 iL.eipzig 1864-1951 Roma Jahresberichte über die Fortschritte der Chemie. Funda- Gotingen Berlín 1868- Giessen 1853-1861 1862-1901 Leipzig París 1847-1913 J. J. Liebig. buch des k. dtschen archaeol. Imt. Bibliotheca historico-geographica. Dir. E. A. Zu- Ge- Chemisch-iechnisches Re- lpertorium. Zoological record. Dir. Zoological Record Association. Geographisches Jabrbuch. Dir. E. B.ehm. Polytechnische Bibliotbek. Revue critique d' histoire et de littérature. Dir. P:ml Meyer. Ruprecht. Archaeologischer che Morgenlandische sellschaft. 1 1866-1941 1866- sell, en B.erlín. Bulle/in de la société. "Bulletin bibliogra phi que des ouvrages sur les BeauxArts et la curiosité", en Gazette des Beaux-A1·ts. ¡wissenschaf tlicher Jahresbe, richt über die Morgenliindische Studien. Dir. Deuts- BolleHno di bibliografía e di storía delle scienze matematiche e fisiche. Allgemei~>e Bibliographie der Staats- und Rechtswiss. Dir. O. Mühlbrecht. Annuario delle scimze mediche. Jahrbuch über die Fortschritte der Mathematik. Dir. Preussiche Akademi.e der Wtissens (desde 192 5). 1871-1919 Munich chold. 1872- Leipzig Jahresberichte über die Fortsch1·itte der chemischen techl nologie. 1873- Leipzig Jahresbericht über die Fortschritte der Thier-chemie. Jahresbericht ilber die Fortschritte der Anatomie. Just's Botanischer Jahresbericht. Dir. Leopold Just. 18/3-1887 1873-1898 [Londres [París 1 18/4-1943 il\lunich 1 1676!S76- Lcipzi¡; 1876- Stutt¡;art 1876- Lcipzi¡; 1876- París 1878-1892 1878-192 5 París Londres Lrmdo11 mcdical record. Rcuuc d rs sciences médicales cn Fra11ce ct a l'étra11ger. Jabrcsbcricbt iiber die Fortscbriftc dcr classisscben Altcrtumswissenscbaft. Dir C. Bursian. "Bibliographie", en Anglia. Beiblatt zn Anglia, en 1890. Bibliotbeca orimtalís. Dir. ,K. Friederici. En 1887, iOrientaliscbc Bibliograpbie. Repertorium fiir Kmzstwissenscbaft. Thcologiscbe Literatnrzcifnng. Dir. E. Schürcr y A. Harnack, desde 18 8 l. Revue des revues ct Jmblica tions rclatives a l' Aníiquif é classique Année médica/e. fournal of tbe Chemical Society. Abstracts of cbemical E11gineeri11g index. American Society of Mechanical Engineers. Geograpbiscber Lifferafm·1836-1909 bericbt. Beilage zum Petter1 manns Mitteilungen. 1886-1939 !Nueva York [;:dfx fa legal periodical 1834- !Nueva York IGodu !itcrafurc. 1887- /Berlín 1 1888- París 1 SS S- Fulda 18901890- París Lcipzi¡; 1891-1912 Berlín 1891-1895 Bruselas papers. 187S- 1S7S- 1879-1927 18791880- 1880- 1880-1945 18 811882- fab¡·esbericbte der Gescbicbtswissenscbaft. Dir. H. J;;strow y Historischc Gcsellschaf.t. Halle Zeitscbrift fiir romcmiscbe Pbilologie. Supplementheft. Bibliographie. Dir. G. Grober. Nueva York Tlul ex medicus. Lcipzíg Zoologiscbcr Jahresbericbt. Bo!aniscber Centralblatt. Casscl Dir. O. Uhlworn. Dcutsche botanische Gessclschaft, en 1922. Lcipzig Jabresbericbt iiber die Erscbcimmgen anf dem Gcbiefc dcr germaniscbe Philologie. Geselischaft für dcutsche Philologic. Litcraturblait fiir germanisHeilbronn zwd romauiscbc T'bilologie. Dir. O. Bchaghcl, K. Bartsch. T beologiscbcr Jabrcsbcricbt. Leipzi;; Dír. G. Krüger. Frcibcr¡; 1111 Krifiscber Viertclj,¡!JrcsbcSachsm ricbt iibcr die Bcrg-1wd , J-Jiittcmnamliscbe Literatur. Berlín i 891- 1892- Stuttgart 1890-1914 Munich 1893-1914 París 1893-1928 1893-1934 París Lo vaina Amsterdam 1894- París 189'f- Princcton Jcna 1893- 18951895-1944 IParis 1897- ¡Boston ' IS~S-1:102 lLondres - 1898-1919 ¡Turín ! Jabrcsbericbt iiber sammtlicbe Erscbeimmgm auf dcm Gebiete der Geschicbte der Pbílosopbie. Dir. L. Stcin. "Annéc épigraphiqu_c", en Rn·ue arcbéologique. Pbilosopbisches Jabrbucb. Gorres-Gesellschaft. Amzée pbilosopbique. Jabrbucb der Asfrouomie mzd Geopbysik. Bibliotbeca geogra pbica. Dir. O. Baschin. Gcscllschaft für Erdkundc. Sommaire périodiquc des rcvues de droit. Se convierte, en 189 5, en Bibliogra pbia sociologica. Zoologiscber Anzeigcr. Deutsche zoologischer GcselL Jabresbericbte fiir 1tcncre dcutsche Literaturgcscb. Krifiscber Jabresbericbt iiber die Forfscbritte dcr romauischen Pbilologie. Dir. K. Vollmollcr. Anuales de GéograjJbic. Bibliografía. Bibliographie a!lafomiquc. Rcuue uéoscolastiquc. Rcz·ue scmcsfricllc des {>ublicafio11s matbémafiqucs. An11éc ps)'cbologique. Dir. H. E. Beaunis, A. Binct. Psycbological ind ex. Anatomischer Anzeigcr. l'w11éc biologiquc. "Archaeological litcraturc", en American Joumal o{ arcbacology. . Scie11ces abstracfs. Physical Society. Bolletino dí biblio;:.rafia e sforia dclle scienze matcma' tic!Jc. Dir. G. Loria. 51 Bibliografía universal Un librero parisiense, Charles-Jacques Brunet (1780-1867) se encarga de llevar a su más alto grado de perfección la bibliografía universal escogida, en virtud de un repertorio clásico en el género que sus colegas de Francia y del extranjero desarrollaron especialmente en el último cuarto del siglo XVIII. En 1802, cuando contaba veintidós años, Brunet escribió un suplemento al Dictionnaire bibliographique des livres rares de Cailleau y Duelos, aparecido en 1790, en tres volúmenes (ver página 4 5). En 181 O, publica la primera edición de su Manuel du libraire et de l' amateur de livres, en el que continúa trabajando durante cincuenta años, perfeccionándolo sin cesar hasta la quinta y última edición, en 1860. En su primera edición, el Manuel -compuesto entonces de tr.es volúmenes- es un diccionario, ordenado por nombre de autor y, si se trata de obras anónimas, por títulos, donde se hallan registrados, descritos y comentados "los libros antiguos qu.e son a la vez raros y preciosos, y gran número de obras modernas que por su reconocido mérito, su singularidad, la belleza de su ejecución, los grabados que las adornan o algunas otras particularidades, pueden figurar entre los libros preciosos". El último volumen es un índice 1netódico de materias, en el que están clasificadas todas las obras del diccionario y además gran número d.e libros útiles que no merecen figurar entre las obras preciosas. La clasificación adoptada por Brunet, que será en adelante el "sistema de los libreros", se inspira en la que Prosper Marchand adoptó en 1706, en la Bibliotheca Bigotiana. Dicha clasificación, retomada por Gabriel Martín y mejorada continuamente, es utilizada durante todo el siglo XIX por los vendedores expertos. Brunet cita los repertorios anteriores que consultó: el de Cailleau ( 1790), evidentemente redactado según el de G. De Bure (1763-1768), y los de A.-A. Rcnouard, D. Clément (1750-1760), Lelong (1768), Fontanini (1753), Haym (1771-1773), F. Sthoell (1808), E. Harwood, A. Clarke, T. F. Dibdin, etcétera, así como también los catálogos de bibliotecas privadas, los periódicos literarios y las primeras bibliografías nacionales en curso de publicación. En la segunda edición ( 1814) y en la terc.era ( 1820) el Manuel está integrado por cuatro volúmenes. A pesar 52 de que la nómina de 1820 es muy considerable, "dista mucho de ser el inventario general de las riquezas literarias de todas las naciones y de todos los siglos": totaliza treinta mil obras o ediciones diferentes, "lo cual no es ni la trigésima parte de los libros impresos". La cuarta edición (1842-1844) distribuye la obra en cinco volúmenes. Al comienzo del volumen V hay una introducción especial re la tiva al origen e historia de los sistemas de clasificación propuestos d.esde fines del siglo xv. Brunet detalla los ensayos realizados en esta materia, desde los Cent buffets de La Croix du Maine ( Y5 8 3) hasta las reformas d.e R. Merlín a su catálogo del sabio orientalista A. Isaac Silvestre de Sacy ( 18421847), tres volúmenes. Al final del volumen IV de esta edición, Brunet incluye una nota sobre las Heures gothiques, impresas en París en el siglo xv y a comienzos del XVI, nota que figura también en la quinta edición. Esta última fue impresa en 1860 y s.e compone de seis volúmenes. Al pie de las columnas de cada página. separados del texto por una raya, se citan los libros nuevos que no están descritos, pero qu.e se incluyen en el índice que forma el volumen VI. Con estos agregados, la última edición se acrecienta en más d.e un tercio; es decir, totaliza más de cuarenta mil títulos, según Leroux de Lincy en su Notice sur la vie et les travaux de J.-Ch. Brunet, escrita como prefacio del catálogo de su biblioteca ( 1868). Brunet es una figura eminente en la historia de la bibliografía francesa; erudito, bibliófilo apasionado y, hombre de oficio, no redujo su gran obra a una nomenclatura árida; por el contrario: con sus largas disertaciones, sus rasgos de humor y de carácter, supo darle movimiento y vida; los detalles literarios y técnicos, junto con notas originales, observaciones personales y humoradas, imprevistas a veces, le otorgan, según Samuel-Silvestre de Sacy, "ese no sé qué de picante que no esperamos encontrar en este género de obras". Pierre-Gustave Brunet ( 18 07-1896), escritor y bibliógrafo, miembro de la Academia de Burdeos -no emparentado con Jacques-Charles- Pierre Deschamps ( 1821-1906), escriben en 1878-1880, sendos suplementos para dicho Manuel. El Nouveau dictíonnaire de bibliographie universellc, publicado en 18 57, por dos bibliotecarios de la Biblia- thique Saintc-Genevieve, Ferdinand Denis (1798-1890) y Pierre Pin<;on (1802-1872) con ayuda del escritor Antaine Leroux de Lincy (1806-1869), conservador de la Biblioteca del Arsenal, es una obra seria, de 706 páginas de apretado texto dispuesto en tr.es columnas, notas y referencias a las bibliografías especializadas d.e cada clasificada por temas y subclasificada por fechas, con materia; esta obra es forzosamente eclipsada por el Manuel de Brun'l?f, del qu.e es, en última instancia, una selección ordenada por materias. En Alemania, Theodor Graesse ( 181418 8 5), historiador de la literatura medieval, numismático, bibliotecario del rey de Sajonia en 1848, publica en 1859-1860, en ocho volúmenes, in 4 9 , el Trisar des livres rares et précieux, concebido según el mismo plan que el Manuel de Brunet, pero sin índice. Esta obra es un complemento del Manuel, en lo referente a los libros germánicos y orientales. Había sido precedida en 1820-1830 por el Allgemeims bibliograpbisches Lexikon, de F. A. Ebert (1791-1834), bibliotecario de la Biblioteca Real de Dresde. Cabe señalar que registra más de veinticinco mil títulos. En Gran Bretaña, las selecciones de R. W att, en 1824, y de W. T. Lowndes, en 1834, a pesar de su carácter bibliofílico, están consagradas especialmente a los libros ingleses y pertenecen por lo tanto, a las bibliografías nacionales. El concepto de bibliografía universal basado en la calidad de los libros y en su valor intrínseco y comercial, se desvanece con Brunet y Graesse. La exuberante producción impresa obligará a los bibliógrafos del siglo xx a renovar totalmente el concepto y a apartarse así, de modo definitivo, de una tradición largo tiempo defendida por los dos más grandes representantes de la época bibliofílica. Bibliografía nacional El librero de Leipzig, Wilhelm Heinsius ( 17 6 8-1817) , inicia el gran movimiento de los repertorios retrospectivos nacionales, al publicar, entre 1793 y 1798, el Allgemeines Biicher-Lexikon oder Alphab. Verzeicbnis der in Deutschland tmd dm angrenzendett Vhtdem gedrukten Bücher, que registra la producción en lengua alemana, desde 1700 hasta 1797. Una edición mejorada de esta bibliografía aparece a partir de 1812; sus cuatro volúmenes abarcan el período 1700-1810. A la muerte de Heinsius, algunos colegas suyos prosiguen la obra que concluye siendo un repertorio retrospectivo en diecinueve volúmenes relativos a los años 1700-1892. El librero y editor de Leipzig, C. G. Kayser (1782-1857) retoma por su cuenta la iniciativa de Heinsius; su Vollstiindiges BiichcrLexikOJt o Deutsches Biicherverzeichnis comienza a aparecer en 1834 y toma como fecha de partida el año 1750. Fallecido Kayser, este repertorio continúa publicándose ininterrumpidamente, por períodos quinquenales, hasta nuestros días. En 1915, se encarga de publicarla la Cámara del Libro, el Borsmvcrein der deutschen Buchhiindler y la Deutschc Bücherei, biblioteca central fundada en 1913, en Leipzig (ver pág. 6 5) • Por otra parte, los libreros alemanes publican, a partir de 1825, la Bibliographie fiir Deutschland, semanario que se convierte, en 1836, en Allgemeine Bibliograbhie fiir Deutschlmtd; en 1892, en la Wochmtliches Ver- zeichnis der erschienenen und der vorbereiteten N euigkeitm des deutschen Buchhandels, y en 1931, en la Deutsche National Bibliographie. Desde 1843 hasta 1915, la librería Hi~richs, de Leipzig, se encarga de esta publicación, y después de esa fecha lo hace la Deutsche Bilcherei y el Borsenverein. Un proceso análogo al que acabamos de describir se desarrolla en Francia. JosephMarie Quérard (1796-1865), de Rennes, nos dice que fueron sus inspiradores y modelos los libreros ingleses y alemanes: Bent, Watt, Ersch, Ebert, Heinsius y Kayser. Dependiente de librero a la edad de once años, Quérard trabaja en París en 1812, en la casa Bossange; sus aptitudes y gusto por el oficio le valen el ser designado para trabajos en las librerías extranjeras. En 1819 se traslada a Austria y, después, a Alemania, en la época en que los 53 1482-1830 '¡Dinamarca -1862 España -1863 Ch. W. Bruun, Bibliotheco Danica, 1877-1931. 1 , D. Hidalgo, Diccionario de bibliografía espa~iola, 186281. 1 B. J. Gallardo, Ensayo de una Biblioteca española, 1863-89. 1 D. A. Roorbach, Bibliothe1 ca Americana, 1852-61. !J. Kelly, American catalogue of books, 1866-71. V. Vaselius, Suomalainen kirjallisuus, 1878-1943. J. M. Quérard, La France littéraire, 1827-64. Ch. Maury, La littérature ' l 1820-1861 EE.UU. 1861-1871 15 44-1877 Finlandi:~ 1700-1827 Francia 1827-1849 franraise contemporaine, 1790-1875 1867-1945. -1824 G. Bretaña -1864 1476-1700 Grecia 1531-1711 Hungría 1500-1876 Italia lí39-1600 México 1643-1814 Noruega 18141473- Países Bajos R. W att, Bibliotheca Britannica, 1824. W. T. Lownd.es, Bibliographer's manual of english literature, 1858-64. E. Legrand, Bibliographie hellénique, 1885-1906. K. Szabó, Régi Magyar konyvtár, 1879-98. G. Bertocci, Repertorio bibliográfico, 1876J. García Icazbalceta, Bibliografía mexicana, 1886. H. Pettersen, Bibliotheca Norvegica, 1899-1924. Norsk bokfortegnelse, 1848Bibliotheca Belgica, 1880- 1832-1878. 1 1850145 5- Polonia -18 58 Portugal Brinkman's catalogus -van boeken, 1883K. Estreicher, Bibliografja Polska, 1872I. F. Da Silva. Diccionario Ibibliographico portuguez, 11858-1923. -1878 1 R. Pinto de Mattos, Manual bibliographico Portuguez, 1878. 1491-1864 Rusia-URSS 1491-1730 1846- 0. Lorenz, Catalogue général de la librairie franraise, 1840-1925 Alphabetische naamlijst, 1 XV-1813 1475-1699 V. M. Undol'skij, Chronolo- giceskij ukazatel'slavjanoruskicb knig, 1871. T. P. Karataev, Cbronologiceskaja rospis' slavjamkicb knig, 1861 y 1878V. S. Sopikov, Opyt rosijskoj bibliografii, 1813-21. P. I. Koppen, Maferialy dlja istorii provescenija v Rosii, 1819- 1518-1713 1830-1865 Suecia Damaskin, Biblioteka Rosiiskaja, 1881 y 1891. H. Linnstriim, Svenskt boklexikon, 1883-84. Bibliographie nafionale SJtisse, 1892-1927. 1 1774-1839 Checoslovaquia A. Hansgirg, Katalog ceskych knih, 1840. 1774-1864 F. Doucha, Knihopisny slovník ceskoslovensk)', 1865. 1741-1867 Yugoslavia S. Novakovic, Srpska bibliografija, 18 69. -1 &92 1suiza -1860 I. Kukuljevic Sakcinski, Bibliografija hrvatska, 1860- El siglo xx completará este cuadro. (Ver página 67). Así, en el inicio del siglo xx, la bibliografía profesional alcanza su mayoría de edad y obtiene su emancipación; ha definido sus fines, descubierto sus reglas y forjado sus medios. Todo el mundo tiene conciencia de su aspecto "funcional" y de las posibilidades que ofrece en la actualidad. Si bien los diccionarios idiomáticos conservan el rótulo de "ciencia del libro", los hechos desmienten tal aserto. Hoy más que nunca, la bibliografía es 56 "conocimiento" de las producciones del espíritu, conocimiento adquirido por medio de los repertorios. A decir verdad, estos últimos han modificado su aspecto desde el siglo XVI; los autores han sido desalojados en favor de sus obras, a las que precisamente recurre la bibliografía para poder destacar y valorizar tanto la actividad intelectual de las naciones como el progreso de las ciencias. CAPÍTULO VII LA BIBLIOGRAFÍA DESDE 1914. LA ÉPOCA TÉCNICA Bibliografía especializada retrospectiva. El método cooperativo La producción de repertorios particulares de una disciplina, o de sus ramas, sigue durante todo el siglo XIX; después, a comienzos del siglo xx, empieza a declinar. Las nuevas condiciones económicas creadas por la primera guerra mundial no favorecen la actividad privada, que peligra o desaparece. El artesanado bibliográfico, tan fecundo en el siglo XIX, es impotente para mantenerse. Casi todas las bibliografías que abarcan materias muy vastas o muy largos períodos, quedan en suspenso después de 1914 y llega el momento en que los bibliógrafos piensan en organizarse para asegurar su supervivencia. Resulta, pues, evidente que el registro de todos los libros sin excepción, por una parte, y por la otra la eliminación de los artículos de periódicos, que hasta ahora había sido poco menos que la norma en este género de repertorios, constituyen un sistema caduco que no puede satisfacer las necesidades de la información contemporánea. Surge, entonces, la idea de seleccionar cuidadosamente, entre la gran cantidad de escritos, aquellos que se refieren a un mismo tema. La fórmula tradicional -investigación exhaustiva sin discriminación, efectuada por una sola persona y según procedimientos forzosamente rudimentarios o precarios-, es remplazada por la proposición contraria: división del trabajo y distribución del mismo entre especialistas capaces de desechar las obras de escaso interés o de calidad muy discutible, y dejar a un lado las publicaciones de vieja data cuando su substancia está incorporada a escritos recientes. Esta nueva concepc10n bibliográfica ofrece a los investigadores "un resumen del asunto". en los que figuran únicamente los textos fu~da­ mentales, ya sea en forma de libros o de artículos de revistas; resúmenes evidentemente renovables a corto plazo y que no excluyen la posibilidad, si ello es preciso, de remontarse de referencia en referencia hasta los trabajos más antiguos o más particulares. Aunque no haya respuesta para todo, es difícil de ese modo que un trabajo importante escape de la selección; y tal es justamente la función de toda bibliografía retrospectiva destinada a los estudiosos. Aparecen así, en todas partes, agrupaciones de especialistas, dependientes de eruditos que reparten el trabajo y dirigen su ejecución. Tales grupos emprenden la realización, en cada dominio de las ciencias, de «síntesis colectivas" que reclaman un aparato bibliográfico enorme -cuidadosamente tamizado por la crítica, claro está-, y que se llevan a cabo con el más general como con el más particular de los temas de bibliografía especializada escogida. Tanto la gran colección de cien volúmenes como el tratado de diez o veinte volúmenes, sin olvidar el manual de enseñanza superior o secundaria, suministran las fuentes esenciales en una sección final o de capítulo en capítulo. En todo el mundo, centenares de eruditos se dedican actualmente a esas minuciosas selecciones y remplazan definitivamente al individuo incapaz de rivalizar, en un momento dado, con el grupo, cualesquiera sean su capacidad y su energía. Ello no impide que continúen apareciendo innumerables bibliografías muy especializadas; su número, con referencia tan sólo a los países 57 occidentales incluyendo América, puede estimarse en aproximadamente trescientas por año; están limitadas al campo de la erudición, y sus temas, siempre muy definidos, son extraordinariamente variados e inesperados 1 • 1 Véase la crónica de la revista A.B.C.D., París, desde 19 5O. El método cooperativo, en la actualidad tan difundido en todo el mundo, es practicado por primera vez, en Alemania, a fines del siglo XIX. Representa un retorno al "sentido de equipo", concepto que los religiosos del siglo XVII supieron asimilar tan bien para mayor beneficio de los estudios históricos y bibliográficos. EJEMPLOS DE SÍNTESIS COLECTIVAS Y TRATADOS POSTERIORES A 1910 CON BIBLIOGRAFÍAS SELECCIONADAS HISTORIA UNIVERSAL 1902-1911 1911-1936 1923-1939 192019241925- Cambridge modem history, A. W. Ward. Cambridge medieval history, J. B. Bury. Cambridge ancient history, J. B. Bury. Evolution de l'humanité, París, H. Berr. Histoire dtt monde, París, E. Cavaignac. Histoire générale, París, G. Glotz y R. 1926- Penples et civilisations, París, L. Halphen 192619311934- Historia del mundo, Barcelona, J. Pijoan. Storia universale, Turín, C. Barbagallo. Clio. Introduction aux études historiques, 1944- Algemeene litcraftwr geschiedenis, U irecht, F. de Backer. 1951- Die Weltliteratur, Viena, E. Frauwallncr, Viena. BIBLIOLOGÍA 1931- Cohen. Handbuch der Bibliothekswissenschaft, 2da. ed., 1950, Leipzig, F. Milkau. y Ph. Sagnac. HISTORIA DE LAS RELIGIONES 1938- V. Martín. 1944- París. 19521953- Historia mundi. Handb. der W eltgeschichte, Berna, E. Valjavec. Histoire générale des civilisations, París, 1944- Histoire des relations intenzaii011ales, París, P. Renouvin. 19511955- La religioni del mondo, 2da. ed., Roma, BELLAS ARTES 1905-1929 1911-1940 Histoire de l'art, París, André Michcl. Handbuch der Kunstwissenscb<Jft, Pots- 19311934- Nouvelle histoire de l'art, París, A. Auberr. Histoire universelle des arts, París, L. Handbuch der Altertumswissenschaft, Munich, Iwan von Müller: ediciones renovadas hasta nuestros días. dam, E. Brinckmann. Réau. LENGUAS Y LITERATURAS 1904- Grundriss der wmanischm Phil~logie, Ber- 1925- Grundriss der slavischen P!Jilologie, Ber- lín, G. Grober. Histoire des religions, París, M. Brillant y R. Aigrain. Universitas litterarum. Handb. der Wis senschaftkunde, Berlín, W. Schuder. ANTIGÜEDAD GRECOLATINA 1886- Histoire illustrée de l'Eglise, París, G. de Plivan y R. Pittet. N. Turchi. HISTORIA GENERAL DE LAS CIENCI.AS 1954- Mana. Introdttction a l' histoire des religions, París. Histoire générale des religions, Par-ís, M. Gorce y R. Mortier. 1946- M. Crouzet. 1953- Histoire de l'Eglise, París, A. Fliche y 193 8- Histoire générale de l'art, París, G. Huisman. 1941- Algemeene kunstgeschiedenis, Utrecht, \V. Van Thienen. lín, R. Trautmann, M. Vasmer. Philologie, 1944- Summa artis, Madrid, M. Bartolomé y 1933- Storia universale delta letteratura, 2da, ed., 1945- Storia universale dell'arte, Turín, E. Tea 1937- Handbuch der Weltliteratur, 2d~. ed., 1928- Handbuch der Musikwissenschaft, l'ots- 1947-1949, Francfort del Main, H. Eppelsheimer. 1954- New Oxford history of music. 1926- Grundriss der geT?nanischen Cossio y Berlín, H. Paul. y V. Golzio. 1948, Turín, G. Prampolini. 58 J. Pijoan. dam. E. Bücken. fiLOSOFÍA 192319261939- Grundriss der Geschichte der Philosophie, Berlín, F. Ueberweg. Histoire de la philosophie, París, E. Bréhier. Logos. Introduction aux études philosophiques, París, L. Lavelle. GEOGRAFÍA 19271947- Géographie 11niverselle, París, P. Vida! d.e La Blache y L. Gallois. Orbis. Introduction aux études géographiques, París, A. Cholley. CIENCIAS ECONÓMICAS Y 1.924- 194219481952195 5- MATEMÁTICAS Enzyklopedie der matbematiscben Wíssenscbaften, Leipzig. 1926-1929 Handbucb der Physik, Berlín, H. Geiger y K. Scheel. Hanclbucb der Experimentalpbysik, Berlín, W. :Wien y F. Harm. Handbuch der Pbysik, Berlín, S. Flügge. FÍSICA 19 55- QUÍMICA 19181924- 193519401953- Handbucb der organiscben Cbetr.ie, 4" ed., Berlín, F. Beilstein. Handbuch der anorganiscben Cbemie, s•. ed., Berlín, L. Gmelin. Bibliografía especializada en curso. Las organizaciones internacionales Las bibliografías especializadas que desde fines del siglo XIX forman parte d~ periódicos o viven independientemente, gracias al amparo de sociedades eruditas, atraviesan, de 1920 a 1930, por un período de crisis semejante al soportado, después de 1914, por las retrospectivas. La abundancia de escritos y el aumento constante de los precios de impresión tornan cada vez más difícil el mantenimiento de equipos de especialistas que se dediquen regular- Traité de cbimie minérale, París, P. Pascal. Traité de chimie industrielle, París, P. Baud, 4a. ed., 1952. Traité de chímie organique, París, V. Grignard. Handbuch der analytiscben Cbemie, Berlín, R. Fr.esenius y G. Jander. Comprebensive inorganic chemistry, Nueva York, M. C. Sneed. CIENCIAS DE TIERRA 1907-1911 1897-1939 SOCIALES Handlmcb der Wirtschaftsgeschichte, ]ena, G. Brodnitz. Cambridge economic history of Europe. Gnmdriss der Sozialwissenschaft, Giitingen, R. Schaeder. Hanclworterbucb der Sozialwiss, Stuttgart, E. v. Beckerath. Handbucb der Soziologie, Stuttgart, W. Ziegenfuss. 1893-1935 1926-1937 19311932- 1952- Traité de géologie, París, E. Haug. Handbucb der Mineralogie, Berlín, C. Hintze. Traité de paléontologie, París, J. Piveteau. CIENCIAS BIOLÓGICAS 1911-1933 Biochemisches Handlexikon, Berlín, E. Abderhalden. 1924Handbuch der Biocbemie, Jena, C. Oppenheimer. 1942Handbuch der Biologie, Darmstadt, L. von Bertalanffy. 1925-1932 Hanclb. der normalen 1md pathologiscben Pbysiologie, París, A. Bethe. 1926-1940 Traité de physiologie normale et pathologique, París, H. Roger, L. Binet. BoTÁNICA 18 87-1915 Die natürlicbe Pflanzenfamilien, Berlín, A. Engler y K. Prantl. 19241948- Handbuch der Zoologie, Berlín, W:. Kükenthal. Traité de zoologie, París, P. Grassé. 19291948-1953 Encyclopédie médico-cbirurgicale, París. Traité de médicine, París, A. Lemiere. ZooLOGÍA CIENCIAS MÉDICAS mente a examinar publicaciones impresas y a seleccionar y analizar el contenido de las mismas. Algunos repertorios periódicos se editan con gran atraso; otros dejan de aparecer. Alrededor de 1930, esa falta de régimen, cada vez más acentuada, da motivo para la creación y el desarrollo casi repentinos, en la mayoría de los países, de centros de documentación que logran en muy poco tiempo extraordinario éxito. La mayor parte de ellos dependen de organizaciones científicas privadas, se desempeñan según criterios prácticos y dinámicos, están bien equipados y disponen de 59 recursos suficientes para poder lanzarse al asalto de la vieja bibliografía desguarnecida. Tales centros descubren la documentación que es, lisa y llanamente, bibliografía con objetivos más amplios (cualquier clase de documento, no sólo el impreso), y más expeditiva en el trámite. Asimismo, organizan, sobre el terreno, servicios de información, publican con periodicidad boletines de documentación, se multiplican, constituyen uniones nacionales (Un-ion franr;aise des Organismes de Docttmentation, UFOD, en Francia, 1932); después, internacionales (Federación Internacio:.. nal de Documentación, FID, en La Haya, 1938), y demuestran gran capacidad de emulación. En 1939 el grado de adelanto que, con respecto a las diezmadas y empobrecidas empresas bibliográficas, han alcanzado esos organismos es tan evidente, que los partidarios de la bibliografía se deciden a reaccionar y tratan de recuperar el terreno perdido. En todos los países de Europa, donde la segunda guerra mundial ha hecho desaparecer muchas grandes bibliografías en curso, la postguerra devuelve a la bibliografía la perdida fuerza vital. De hecho, la bibliografía debe su resurrección a los centros nacionales de investigación y a los organismos internacionales. En efecto: una de las manifestaciones más sorprendentes de nuestra época es la que se refiere a la organización científica del trabajo. Tal organización consiste en la creación de grandes servicios autárquicos, dotados de amplios recursos presupuestarios que, por el juego de relaciones y convenciones entre hombres, laboratorios, instituciones, administraciones y servicios públicos, deben procurar la ejecución rápida y libre del trabajo (Centre National de la Recherche Scientifique, o CNRS, con sede en Francia, 1940) 1 • En un conjunto muy rico en recursos materiales e intelectuales descentralizados, dicha organización hace las veces de columna vertebral que coordina distin1 HENRI LAUGIER, "Le CNRS", L'oeuvre de la 1116 Réjmblique, 1945, págs. 231-250. 60 tas tareas humanas y asegura el rendimiento máximo de las investigaciones. Ahora bien, como las necesidades de información sobre cada problema son tan urgentes como la relación y la coórdinación de los estudios, estos servicios deben encargarse de la bibliografía. Lo que ocurre dentro de los límites de las distintas naciones sucede también en la escala internacional; las instituciones especializadas se unen para formar comunidades entre cuyas actividades múltiples está comprendida la bibliografía. En 19 55, la ONU y todas sus repart1c10nes especializadas (Organización para la Alimentación y la Agricultura, FAO, con sede en Roma; Organización Mundial de la Salud, OMS, con sede en Ginebra; Organización Meteorológica Mundial, OMM, con sede en Ginebra; Organización Internacional del Trabajo, OIT, con sede en Ginebra; Organización de la Aviación Civil Internacional, u OACI, con sede en Montreal; Unión Internacional de Telecomunicaciones, UIT, con sede en Ginebra; Unión Postal Universal, UPU, con sede en Berna), publicaron bibliografías especializadas en curso. Entre esas instituciones, la que posee actividad bibliográfica más extensa y variada es, sin duda, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). La UNESCO tiene en su programa el estudio de los problemas vitales de la bibliografía: técnica, sistematización, servicios en todos los países del mundo, mejoramiento, ,equilibrio. Una parte de sus recursos está consagrada a subvencionar sus empresas de carácter internacional, a asegurar o consolidar la existencia de las mismas. En el dominio de las ciencias humanas por intermedio del Consejo Internacional de Filosofía y Ciencias Humanas ( CIFCH), creado en 1949; en el de las ciencias sociales, por intermedio del Comité Internacional para la Documentación de las Ciencias Sociales ( CIDCS), constituido en 1950; y, por último, en el de las ciencias exactas y naturales, por intermedio del Consejo Internacional de Uniones Científicas (CIUC) qu.e data de 1952, la U1\TESCO favorece el mantenimiento y desarrollo de unas treinta bibliografías especializadas internacionales en curso. Si S!! tiene en cuenta que otras organizaciones gubernamentales (Organización de los Estados Americanos, Consejo de Europa, Organización Europea de Cooperación Económica, OECE, Oficina Internacional de Educación, O IE) y no gubernamentales (éstas, más de seiscientas en 19 53, entre ellas la Federación Internacional de Documentación, FID; la Organización Internacional d.e Normalización, OIN; el Consejo Internacional de Archivos, CIA; la Asociación Internacional de Bibliotecas Musicales, o AIBM, etcétera) desarrollan mayor actividad en materia bibliográfica, y que cada una de .ellas publica uno o varios boletines documentales; si se tiene en cuenta, en suma, que en todos los países hay algún centro nacional qu.e hace exactamente lo mismo, resulta fácil comprender que el estudio artesanal de la bibliografía está ampliamente superado y que ésta se halla ya definitivamente incorporada a la investigación científica. En resumen, todas las grandes disciplinas de las letras y de las ciencias poseen en la actualidad su propia bibliografía en curso; a veces, para una sola ciencia hay dos, y aun tres, publicadas en diferentes países, que se completan mutuamente, aunque el esfuerzo de las organizaciones tiende tanto a evitar repeticiones como a subsanar lagunas. Con ei fin de equilibrar las cargas de cualquier índole, todos los países comparten la responsabilidad de la ejecución y de la publicación de dichas bibliografías, como se advertirá a continuación. PRINCIPALES BIBLIOGRAFÍAS ESPECIALIZADAS INTERNACIONALES EN CURSO EXISTENTES EN 1955 HISTORIA UNIVERSAL Bibliographie internationale des sciences historiques Nueva York, 1929París, 1917- Année psychologique Psychological abstracts Répertoire bibliographique ... Bibliographie de la philosophie París, 18 94Lancaster, 1927Lovaina, 1934París, 1937- París, 1926- ANTIGÜEDAD GRECOLATINA París, 1928- Année philologique Art Index Revue de musicologie ...... . LINGÜÍSTICA Y LITERATURA FILOSOFÍA GENERALES lndogermanisches ]ahrbuch .. Years work in modern languages ................. . Bibliographie linguistique ... . Bibliographie onomastique .. . Publications of Modern Language Association (P.M.L.A.) Studier i modern sprakvetenskap Year's work in modern language studies .............. . Revue de littérature comparée Yearbook of comparative literature ................. . Londres, 1931Utrecht, 1949Lovaina, 1950Washington, 1884Upsala, 1898Oxford, 1931París, 1921- GERMÁNICA Zeitschrift fiir wmanische Philologie ................. . Revue d' histoire littéraire de la France ................. . ]ahresbericht über die Erscheimmgen auf dem Gebiete der germanischen Philologie ... Year's work in English studies Anmtal bibliography of English lang. and litterature ..... . Chap.el Hill, 1952- CIENCIAS DE LAS RELIGIONES Revue d'histoire ecclésiastique Bibliographie internationale de l' histoire des religions FILOLOGÍA ROMANA Y Berlín, 1914- Lovaina, 1900Leyden, 1952- Halle, 1877París, 1925- Berlín, 1878Londres, 1919Londres, 1921ORIENTALISMO Rcvue des études slaves ..... . Abstracta islamica ........ . Par Eastem quarterly ...... . Middle East ]ournal ....... . Annual egyptological bibliography ................ . París, 1921París, 19 27Ithaca, 1941Washington, 1947- Année sociologique ........ . Bibliogr. der Sozialwissenschaft Bibliogr. intem. de sociologie Population Index ......... . Population ............... . París, 1896Gotingen, 1905Par-ís, 19 53Princeton, 193 5París, 1946- Leyd.en, 1947- ARTES Y ARQUEOLOGÍA Archaeological bibliography Archaeologische Bibliographie . Répertoire d'art et d'archéologie Annual bibliography of Indian archaeology ............. . Cambridge, Mass., 1885Berlín, 18 89París, 1910Leyden, 1926- CIENCIAS SOCIALES 61 sonal administrativo y científico, así como los gastos que ello implicara, guardarían relación con su rendimiento? Los espíritus mejor dispuestos no están todavía de acuerdo sobre las respuestas. Después de 1945, y para lograr fines idénticos a los de Otlet, se formulan proposiciones más racionales. Las mismas propugnan refundir en uno solo los catálogos de todas las bibliotecas del mundo. La idea inicial de esa sugestión se funda en que los textos impresos acaban siempre, tarde o temprano, por ser incorporados a las bibliotecas en virtud de leyes o de convenciones, o como consecuencia de compras, donaciones y legados. Se deduce que la fusión en un catálogo único, y por lo tanto mundial, de todos los catálogos comunes de los establecimientos de cada país, conduciría con gran aproximación hacia la bibliografía universal. Actualmente se admite que el inventario mundial de libros basado en las bibliografías impresas, sería siempre parcial e insuficiente, aunque se realizara con técnicas uniformes y muy elaboradas, en tanto que la reunión sistemática del contenido de todas las bibliotecas permitiría alcanzar resultados muy superiores. Las órdenes religiosas preconizan esa idea respecto de las bibliotecas de los conventos. Desde comienzos de este siglo, varios países están preparando su catálogo colectivo nacional. Alemania encabezaba la lista, pues empezó en 1939; en Gran Bretaña, los Países Bajos y Suiza los trabajos están ya muy adelantados. Estados Unidos, Italia y Canadá los iniciaron en 19 53. En 1947, la UNESCO se interesa por el problema y estudia qué condiciones requeriría la composición de un catálogo colectivo .europeo, al que sucederían posteriormente los de los otros continentes. En realidad, el interés es suscitado por el deseo de facilitar la circulación de los libros, de biblioteca en biblioteca, y de intensificar los préstamos; pero el medio propuesto para dicho fin constituye también una solución elegante para el problema de la bibliografía universal. En 1947, T. Besterman, .en una conferencia que pronuncia en la UNESCO, prevé las etapas de la empresa; propone la 64 yuxtaposición de los catálagos colectivos nacionales europeos y .estima que el progreso actual de esos inventarios permitiría reunir, en tiempo relativamente corto, veinte millones de fichas. La discusión ha llegado a ese punto; por lo menos, .el rumbo está señalado; a los gobiernos toca, si lo juzgan bueno, decidirse a seguirlo. Bibliografía nacional. La nueva industria El siglo XX asiste al triunfo de las bibliografías nacionales en curso, creadas durante el siglo anterior por los libreros. Por su nuevo origen -depósito obligatorio (depósito legal) o libremente ac.eptado por los editores y libreros, en una biblioteca centralizadora- las bibliografías nacionales en curso reflejan la actividad cultural de los estados y se convierten en las fuentes oficiales de estadística tipográfica y de información científica para quien desee, por cualquier razón, comercial o erudita, estar al corriente d.e la marcha de las ediciones. Sus características -exactitud y regularidad en la publicación, registro completo, o muy levemente modificado, redacción de acuerdo con r.eglas codificadas- son los factores que permiten apreciar el grado de éxito y de importancia logrados. Su importante función en la vida intelectual de todo país .explica que las bibliotecas nacionales, sede de los depósitos obligatorios o voluntarios, se interesen cada vez más en su elaboración. Actualmente, y con excepción de pocos países (Dinamarca, Estados Unidos, Países Bajos), reciben el apoyo oficial de las grandes bibliotecas y se les confiere acrecentado prestigio. Mientras tanto, la colaboración de las bibliot.ecas nacionales y de las asociaciones de libreros se mantiene en pie, encargándose, las primeras, de la redacción y las segundas de la edición y difusión de los repertorios. En adelante, los nuevos impresos se registran regular y casi automáticamente en todas partes, de acuerdo con un mecanismo minuciosamente regulado, que permite que las bibliografías sean producidas en serie, como cualquier producto industrial. Dos países, Alemania y Estados Unidos, son los maestros de esta evolución actual. En 1913, la creación en Leipzig de un cen- tro nacional de todos los impresos en lengua alemana aparecidos en el mundo, la Deutsche Bücherei, destinada a remediar la falta de biblioteca nacional en Alemania -sólo hay bibliotecas provinciales, igualmente antiguas y ricas- y la vinculación de dicho centro con la Cámara alemana del Libro dio origen a una organización notable, que publica regularmente una serie de repertorios nacionales, tanto semanales como semestrales, anuales como quinquenales. Esos repertorios, unidos a los iniciados por Kayser en 1834, forman una cadena ininterrumpida, cuyo primer eslabón data de 1750, y aun de 1700 si nos remontamos hasta Heinsius. La división de Alemania en dos zonas comprometió después de 1945 y durante cierto tiempo, la hermosa alianza a la que alude el párrafo anterior, alianza que llevó, en 1947, a la fundación en F rancfort del Main, de un segundo centro bibliográfico; éste, fiel a las mismas tradiciones y a las mismas normas que el de Leipzig, compone repertorios que duplican y completan a los primeros y viceversa. La gran firma Wilson, fundada en 1898 en Minneapolis, instalada en 1917 en Nueva York, puede compararse también con una empresa industrial cuyos bien montados engranajes producen, sin la menor tregua, todos los repertorios nacionales de los Estados U nidos, del semanal al mensual, del trimestral al anual y al polianual. Muchos otros repertorios especializados en cualquiera de las abundantes ramas del saber proceden también de ese verdadero taller bibliográfico. Muchos países europeos compiten, cabe señalarlo, en la senda de esa industrialización; en primera fila figuran los Países Bajos, los países escandinavos, Bélgica, Suiza, y Gran Bretaña; esta última desde 1950, año de fundación de su primera bibliografía nacional de carácter oficial, compilada en el British Museum sobre la base del depósito legal. Los países latinos, se mantienen sensiblemente a la zaga. PRINCIPALES BIBLIOGRAFÍAS NACIONALES EN CURSO EXISTENTES EN 1955 Alemania \18251 11947Argentina 119361 1 1 1 Australia 11936- Austria 1946- Bélgica 1875- Brasil 1939! j1943- l Deutsche N ationalbibliographie, Leipzig, Deutsche Bücherei. Deutsche Bibliogra phi e, Francfort del Main, Dtche Bibliothek. Boletín bibliográfico argentino, Buenos Aires, Ministerio de Educación de la Nación. Annual catal. of Australian books, Canberra, Natíona! Library. Oesterreichische Bigliographie, Viena, Nationalbibliothek. Bibliographie de Belgique, Bruselas, Bibl. Royale. Bibliografía brasileira, Río de Janeiro, Inst. nac. do livro. Boletí-m bibliográfico, San Pablo, Bibl. Municipal. Bulgaria 1945- Canadá 1921- Checoslovaquia 1945!945- Chile 119401 11952i Colombia 119511 Costa Rica 1193 5- Bolethn bibliogr. Brasileiro, Río de Janeiro, Bibl. Nacional. Bulgarski knigopis, Sofía, Narodna biblisteka. Canadiana; Ottawa, Natíona! library. Ceská kniha, Praga, Národní knihovna. Slovenská kniha, Bratislava, Universitní knihovna. Servicio bibliográfico chileno, Santiago, Zamorano y Caperan. Anuario de la prensa chilena, Santiago, Biblioteca Nacional. Anuario bibliográfico colombiano, Calí, Bibl. Municipal. Boletin bibliográfico, San José, Bibl. Nacional. 65 talogos, índices, bibliothecas, virorum litteratonmt vitas, elogia aut orationes funebres scriptis co1tsignarunt, 1686, 5 59 páginas, y la Pars altera, 1705, del escritor protestante emigrado a Alemania, Antoine Teissier (16321712). El siglo XVIII se interesa menos por este género de compilaciones, que recobra su vigor en el siglo siguiente. El Répertoire de bibliographies spéciales, curiouses et instructives y después el Répertoire bibliographique universel de Gabriel Peignot, datan de 181 O y 1812. Este último es una nomenclatura razonada que en 514 páginas y por orden alfabético de materias, presenta, en unas dos mil notas, una visión panorámica de la producción bibliográfica de dos siglos y medio. Su autor, bibliófilo sagaz, conocido por sus múltiples traba jos (ver capítulo V) , habla como un experto de los repertorios coleccionados y afirma que el suyo es el primero en el género. Él y su amigo Quérard sostienen que ese trabajo ha sido utilizado ampliamente por el inglés T. H. Borne, cuya Introduction to the study of bibliography, 1814, contiene una N otice of principal works extant on literary history in general and 011 bibliography in particular; y, sobre todo, por el belga J. P. Namur ( 18 04-18 67) , bibliotecario, sucesivamente en Lovaina, Lieja y Bruselas, cuyo Manuel du bibliothécaire, aparecido en 1834, concluye con una Biographie spéciale systématique et raisonnée des principaux ouvrages sur la bibliographie, reimpresa en 183 8 en la Bibliographie paléographico- diplomatico -bibliogique. Esta última obra se divide en siete partes (paleografía, diplomática, historia de la imprenta y de la librería, bibliografía, biobibüografía, historia de las bibliotecas, y colecciones literarias periódicas), y constituye en sus secciones IV y V una verdadera bibliografía de bibliografías, sin notas, que enumera cerca de dos mil quinientos repertorios. N amur, que en 1838 cita las fuentes que utilizó, declara haber consultado a Leignot y F.-A. Delantine, en cuyo Catalogue de la Bibliothéque de Lyon, tomo I, figura una Bi68 bliographie spéciale et chronologique des principaux ouvrages sur l'imprimerie et la bibliologie, 1812, reproducida en 1824 por E. Psaume, aumentada con trabajos publicados entre 1812 y 1822, en su Dictionnaire biblio- graphique ou nouveau manuel du libraire. La obra siguiente es muy superior a las anteriores. Se trata de la Bibliotheca bibliographica de Julius Petzholdt, uno de los más sabios bibliógrafos del siglo XIX, nacido y muerto en Dresde (1812-1891), bibliotecario de los reyes de Sajonia, desde 1839 a 1873. Petzholdt funda en 1840 y dirige hasta 1884 la revista Anzeiger fiir Literatur der Bibliothekswissensschaft, que en 18 56 cambia ese título por el de Neuer Anzeiger für Bibliographie und Bibliothekswissensschaft; colabora en Serapeum. Zeitschrift für Bibliotheks- wissensschaft, Haandschrisftenkunde und altere Litteratur ( 1840-1870) ; publica, en 1844, un Adressbuch der Bibliotheken Deutschland, y en 18 56 un Katechismus der Bibliothekslehre, segunda edición en 1871, tercera en 1877, refundido y actualizado en 1890 por A. Graesel, bibliotecario de la Universidad de Jena, con el título de Grunzüge der Bibliothekslehre, manual considerado clásico durante casi cincuenta años. La Bibliotheca bibliographica es una obra muy erudita donde el autor describe las colecciones periódicas consagradas a la bibliografía, los sistemas de clasificación y las bibliografías generales y especializadas; cita y comenta casi seis mil repertorios. A continuación conviene citar las compilaciones, menos brillantes por cierto, de Joseph Sabin, Nueva York, 1877; de León Vallée, París, 1883-1887, y luego el Manuel Bibliographique, del paleógrafo archivista Henri Stein (1862-1940), que hace época en Francia. Bien ordenado en tres grandes secciones -bibliografías universales, nacionales y especiales- y diecisiete subsecciones, el Manuel describe y analiza particularmente cada repertorio, pero descarta los anteriores al siglo xvm. Los émulos de Peignot, Petzholdt y Stein abundan en el siglo xx. Conciben sus investigaciones de manera muy diferente según su nacionalidad. Algunos de ellos publican selecciones de las me jores y más recientes bibliografías, destinadas a los servicios de información de las bibliotecas; tal el caso de Isadora G. Mudge, en Estados Unidos, en 1917, con Guide to reference book.s \ séptima edición en 19 51, por Constance M. Winchell; J ohn Minto, en Gran Bretaña, en 1929-1931, con Reference book.s; L. N. Malcles, en Francia, en 1950-1952, con Les sources du travail bibliographique. Los hay que efectúan exposiciones históricas, como Georg Schneider, en Alemania, con su Handbuch der Bibliographie, 1926, cuarta edición en 1930; en esta obra de Schneider sólo se estudian las bibliografías generales. Aparecen también manuales didácticos, destinados a la formación del personal científico de las bibliotecas, como la Guide pratique de bibliographie, de Frantz Calot y Georges Thomas, 1936, segunda edición en 19 50; Introduction to refermce books, de A. D. Roberts, Londres, 1948, segunda edición en 19 51; Guida bibliografica, de Oiga Pinto, Roma, 1947; Cours de bibliographie, de L.-N. Malcles, 1954. Hay, por último, sumas totales, sin exclusiones, de todas las bibliografías conocidas desde el descubrimiento de la tipografía, tales como la bzternationale Bibliographie der Bibliographie, de Hans Bohatta, W. Funke y F. Hodes, 1939-1952, y sobre todo la A World bibliography of bibliographies, de Théodore Besterman, 1940, segunda edición en 1947-1950, tercera edición en 1955-56. Esta última compilación, verdadero monumento que honra a la bibliografía, contiene ochenta mil títulos, en cuarenta y cinco idiomas, clasificados en doce mil temas, y subclasificados cronológicamente. Esta obra es indispensable, en lo sucesivo, para todo estudio histórico referente a la bibliografía, como para la historia de cualquier ciencia. A los inventarios retrospectivos de bibliografías se agregan, en nuestra época, las bi1 Precedida por las dos primeras ediciones, 1902 y 1908, dirigidas por Alice B. Kroeger, y con el título de Guide o the study and use of reference book.s. bliografías de bibliografías en curso, cuyo objeto es señalar los nuevos repertorios, generalmente de año en año. Alemania brinda, de 1926 a 1940 y de 1939 a 1940, dos excelentes bibliografías de este género; el autor de ambas es el bibliotecario berlinés Joris Vorstius; la primera se titula Internationaler Bibliographie des Buchund Bibliothek.swesen, y abarca todo el dominio de la bibliología; la segunda es el Internacionaler Jahresbericht der Bibliographie, que menciona únicamente las bibliografías universales, nacionales y especializadas. Publicaciones análogas se editan en distintos países: Year's work in librarianship, desde 1929, y Library science abstracts, desde 1950, en Gran Bretaña; Bulletin de documentation bibliographique, 1934-1955, en Francia; Bib<liographic Index, desde 1937, en los Estados Unidos. En los intervalos de aparición de esas publicaciones, las crónicas de los periódicos bibliológicos informan sobre la actividad de los bibliógrafos. Entre los principales periódicos bibliológicos debemos citar los siguientes: Zentralblatt für Bibliothekswesen, Leipzig, desde 18 84; Zeitchrift für Bibliothekswesen uttd Bibliographie, Francfort del Mai..'J., desde 1954; N ordisk tidskrift for bok-och biblioteksvasen, Lund, a partir de 1914; Revue de la documentation, La Haya, desde 1931; College and 1·esearch libraries, Chicago, desde 1939; JourHal of documentation, Londres, desde 1945, y Bulletin des bibliotheques de France, a partir de 1956. Por último, el Index bibliographicus corona el edificio bibliográfico dando el balance de todas las bibliografías que aparecen periódicamente, ya sean generales, nacionales o especializadas, independientes o anexas a revistas. La primera edición apareció en 192 5 y la seo-unda en 19 31, debidas a Mar e el Godet y Vorstius; la tercera, en 1951-52, al cuidado de T. Besterman y con patrocinio de la UNESCO, tal como la cuarta, a cargo de la Federación Internacional de Documentación (FID). J. 69 SE ACABÓ DE IMPRIMIR EN AGOSTO DE 1960, EN LOS TALLERES GRÁFICOS DIDOT, S. R. L. LUCA 2223, BUENOS AIRES