drogas, usos y prevenciones - Secretaría Técnica de Drogas

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ENCUENTRO INTERNACIONAL
DROGAS, USOS
Y PREVENCIONES
Presentación
Socialmente, en Ecuador, como ha ocurrido en todos los países de la región, hemos desarrollado un discurso en torno a las drogas ausente de matices, cuyas consecuencias han sido, entre
otras, políticas públicas en marcadas en una concepción punitiva.
Por lo mismo creemos que ha llegado la hora y la necesidad de abrirnos a nuevas miradas y
crear nuevos paradigmas interpretativos. Para lograrlo, el CONSEP organizó el Encuentro Internacional: drogas, usos y prevenciones, realizados los días 16, 17 y 18 de mayo último.
En el imaginario social, sobre las drogas se han creado visiones totalizadoras y simplificantes.
Así por ejemplo, juventud-pobreza y uso de drogas, delitos y uso de drogas, o micotraficante y
delincuencia.
El balance de lo hecho y su crítica han provocado la apertura de un debate en torno a la política
de drogas que hoy se levanta en todo el mundo, con especial énfasis en América Latina.
En nuestro continente, el viejo paradigma que criticamos ha llenado las cárceles de usadores y
consumidores, ha generado violencia, muerte, corrupción, militarización de la política y, consecuentemente, graves violaciones a los derechos humanos.
De ahí, la importancia de este evento internacional el que no hay ni puede haber lugar para temas supuestamente vedados:
Legalidad o ilegalidad del cultivo, producción, tráfico, uso y consumo de drogas.
El rol del Estado en torno a la prevención para el consumo problemático.
La corrupción derivada precisamente de la actual ilegalidad en que se mueve el submundo de
las drogas.
La desnaturalización del rol de los Estados e incluso su criminalización.
En este contexto, se hace indispensable el respeto a los usos ancestrales y a las culturas para
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avanzar en la comprensión sustentada en el principio de la diversidad cultural.
Es necesario reconocer que las representaciones subjetivas, sociales e incluso políticas sobre
las drogas se hallan en proceso de reconsideración y de remozamiento.
Hace falta pues, analizar teorías, contraponerlas, discutirlas mediante debates tanto teóricos
como metodológicos. Es esto lo que se logró en el Encuentro Internacional.
Este texto contiene el documento presentado por la relatoría del evento y constituye el preámbulo de lo que será la publicación de sus memorias.
Quito, junio de 2012
Rodrigo Vélez Valarezo
Secretario Ejecutivo, CONSEP
Las contradicciones entre la guerra contra
las drogas y la salud pública: una perspectiva
antropológica del universo toxicómano de las
calles estadounidenses
Philippe Bourgois1
1 Ph. D en antropología de la Universidad de Stanford. Profesor Richard Perry de antropología y medicina familiar y comunitaria
de la Universidad de Pensilvania.
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E
l método observación participante permite entrar en contacto con el ambiente natural
y cotidiano de los sujetos. Por otra parte, la observación directa de cierta problemática
lógica, material y cultural hace posible trabar amistad respetuosa con los marginados
desde una actitud de humildad. El reto es realizar este acercamiento más allá de los
prejuicios.
La muestra que voy a presentar está hecha por una serie de fotografías que permiten recrear la
realidad callejera que, a su vez, aparece como un secreto público, más aun, como una micro
sociedad dentro de otra sociedad, la de todos.
El primer estudio (1985), se refiere a pequeños traficantes, y se realizó a lo largo de cinco años
en el barrio puertorriqueño de Nueva York. El estudio muestra a un consumidor de cocaína y, al
mismo tiempo, el aparecimiento del crack y la subsecuente masificación del mercado de esta
sustancia. Los consumidores, jóvenes, amigos y vecinos, se vieron arrasados por el narcotráfico
y luego por un consumo que los condujo a la adicción. Por otra parte, el uso inyectable de heroína trajo el VIH y convirtió al grupo en protagonista importante de este fenómeno, se contaminó
casi el 50% de adictos.
Sin embargo, hoy la sabiduría propia de los pueblos ha permitido disminuir este porcentaje, lo
cual debería ser reconocido. En contraste, la forma de control desde el Estado fue la cárcel cuyo
costo económico ha sido enorme.
En un segundo trabajo, se buscó entender el proceso de la adicción de los heroinómanos,
tomando en cuenta que, en su mayoría, eran indigentes. Algunos lograban trabajos informales
combinados con venta de drogas y robos menores. La edad de estos sujetos era un tanto
mayor que la de los del primer grupo. Este segundo grupo se caracteriza por su naturaleza
multiétnica y por su posicionamiento racista en las interacciones diarias, lo cual fue realmente
lamentable.
El libro Yonki empedernido recoge la marginalización de estos grupos y una actitud de celebración de su identidad de renegado ante lo social. Este tipo de adicción física fuerte caracterizada
por el contagio de VIH tiene, paradójicamente, efectos psicológicos más benignos, como cierta
tendencia a la tranquilidad. Se podría hablar de un autoconsumo destinado a disminuir los riesgos sociales.
La pregunta que se impone es la siguiente: ¿cómo un país tan poderoso ha producido una
multitud de ciudadanos con un sufrimiento íntimo tan grande en medio de una población que
aparentemente tiene acceso a todo lo material? Para responder a esta pregunta, es necesario
buscar razones en el desmantelamiento de las políticas sociales y el auge de cero tolerancia
frente a este problema social. Como dato interesante, se podría señalar que, entre 1995 y
2005, se da, por una parte un incremento de 50% más de reos y, por otra, un 50% menos de
asistencia social. En general se ve una disminución de todas las prioridades como educación,
salud pública, vivienda.
El tercer trabajo realizado en Filadelfia se refiere al uso de drogas químicas además del crack, y
la heroína. Estas drogas pueden matar a quienes no desarrollan tolerancia física. En el aspecto
mercantil, las drogas se venden con determinadas marcas que sirven para señalar a diversos
grupos de distribuidores.
Estos estudios permiten afirmar que Estados Unidos es un ejemplo extremo del cambio del
estado de bienestar al estado punitivo. La guerra contra la droga aumenta en 30 años al 500%
el número de encarcelados, es decir, dos millones de personas que representan el 25% de la
población encarcelada respecto al resto del mundo. Sin embargo, el aumento de estas cifras
no concuerda con el nivel de crimen que hay en la sociedad ni con la objetiva inseguridad de la
población.
Lo que está de por medio no es sino una manipulación del discurso sobre las drogas y el crimen
que termina provocando una histeria colectiva. Lo problemático de esta posición es que estas
políticas se extienden al resto de la región. No olvidemos, que la cárcel invisibiliza a las personas
detenidas puesto que ahí no se hacen distinciones de ningún orden. En efecto, respecto del
control real del uso de drogas, a pesar de la inversión en recursos y encarcelamientos, en la
actualidad, la heroína sigue siendo la droga más barata y la más pura en el mercado.
Desde la Antropología, se puede decir que, a pesar de la guerra contra las drogas, no se logra
disciplina ni control social. En efecto, los sujetos actúan de forma violenta contra sí mismos y
contra la sociedad que los excluye. Son adictos hasta la muerte lo que conlleva un inmenso
desgaste humano.
En consecuencia, no existe tratamiento ni acceso médico para su atención. Se recuperan en
las cárceles en un medio en el que impera la violencia absoluta. Por otra parte, estas situaciones
determinan que su identidad no se construya a partir de la salud sino del perenne miedo a ser
encarcelado.
La guerra contra las drogas incluye redadas policíacas que arrojan a la basura las pocas posesiones de los indigentes a quienes, irónicamente, les han brindado algunos servicios pagados
por el Estado e incluso también por grupos de ayuda. En todo esto existe, pues, una gran
contradicción.
A estas personas se las puede considerar como sociópatas, pero tan solo en el contexto de
salud pública y en el de la punición. Los lugares donde viven son sus lugares seguros y a los
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que la policía no va a entrar nunca con sus características de máxima precariedad. De hecho,
el lugar es terrible, pero también lugar posible, es el más seguro para el indigente. Hay un serio contraste con lo que acontece en otros países, como Canadá, por ejemplo, en donde se
supervisa a los adictos pues la prioridad es reducir el VIH y las infecciones. En estos casos,
las instituciones pueden ser positivas lo que provoca que las personas puedan asistir a ellas e
incluso cambiar sus posiciones vitales.
Aun países con historias represivas han cambiado sus políticas convirtiendo la reducción de
daño en el eje central de toda intervención. Se trata de una posición pragmática que abandona
la punición. Una perspectiva interesante en estos modelos es la de evitar la corrupción pública
en el mercado de las drogas pues la prohibición ayuda al mercado de las drogas.
El reto es considerable pues depende de la voluntad política de cada país. Cada uno debe buscar la solución a la contradicción existente entre salud y prohibición. Solucionar esta oposición
provocaría posiciones pragmáticas que darían un vuelco a la forma de entender los derechos
humanos.
Tráfico de drogas y crimen organizado en
América Latina y el Caribe en el siglo XXI:
retos de la democracia
Bruce Bagley2
2 Ph. D. en ciencia política de la Universidad de California. Profesor y director del Departamento de Estudios Internacionales
de la Universidad de Miami.
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E
l éxito del comercio de las drogas se debe a que, a diferencia de lo que acontece con
el crimen organizado, el narcotráfico realiza una reingeniería permanente de sus procesos de producción, comercialización e introducción en los mercados legales. De allí
que en la guerra contra las drogas solo se cuentan victorias parciales pues el mercado
no ha desaparecido, tan solo han cambiado los sitios de producción y consumo. En la evaluación de estas victorias, se reconoce la guerra fallida contra las drogas.
La consideración fundamental de este enfoque se remite al análisis de la evolución de la economía ilegal de las drogas y su histórica relación con el crimen organizado a lo largo de toda la
geografía de las Américas.
El llamado efecto globo, que se percibe desde los 80, implica un cambio de lugares de los
cultivos generados, en parte por la guerra montada por los Estados Unidos. El resultado fue el
tránsito de los cultivos de coca de Perú y Bolivia a Colombia que pasó a producir el 90% del
total de la coca. Sin embargo, ahora resurgen Perú y Bolivia con el 50% de la producción total.
Estos movimientos demuestran cómo se transforman las rutas del tráfico que se ha convertido
en un proceso en constante cambio. En efecto, su flujo nunca se detiene ni se cierra. En la
actualidad, se han contaminado Centro América y México, sin que ello signifique que Colombia
haya quedado fuera del proceso. Por el contrario, hay indicios de que se devuelve a Colombia
un gran protagonismo en la dinamia total de las drogas. De hecho, en ese país y en El Caribe
se reconfigura el crimen organizado, al tiempo que se fortalece la ruta norte que comprende los
Estados Unidos, Canadá y, por supuesto, Europa y África. En términos generales, el principio es
que las drogas buscan siempre mercados rentables.
La dispersión del crimen organizado, o efecto cucaracha, surge también como resultado de la
guerra a las drogas. Cuando se intervienen ciertos sectores, el narcotráfico y el crimen organizado se desplazan a otros puntos vistos como vulnerables. Además de ello aparecen otras figuras
sociales que se relacionan con estas prácticas, por ejemplo, el terrorismo.
América Latina transita a una forma particular de democratización. La democracia que reemplaza
a otros sistemas más autoritarios hace que las instituciones del ancienne régime empiecen a
desmontarse. La transición vuelve disfuncional a la policía. Esto tiene que ver con lo anterior, los
sistemas judiciales tampoco han logrado realizar las tareas frente al crimen organizado, y no ha
sido posible que se renueven frente a las nuevas instancias de la realidad social y económica.
Las prisiones, por otro lado, presentan una total disfuncionalidad, tampoco la inteligencia ha
funcionado. Las cárceles están llenas de traficantes, sobre todo de pequeños traficantes.
En todo esto, los Estados Unidos tienen una gran corresponsabilidad. Ha fracasado como Estado benefactor en tanto no ha tratado con suficiente profundidad y oportunidad el problema de la
demanda de drogas. Debería darse un proyecto de educación que empiece en las escuelas y
en la familia. En un proyecto de esta índole se daría la mejor de las inversiones, la más rentable,
al menos en lo que tiene que ver con la forma de enfrentar los problemas sociales que generan
las drogas. La cárcel está llena de personas por crímenes de consumo. Lo más preocupantes
es que los gastos que implica el encarcelamiento se realizan a costa de la atención a otros problemas de la sociedad.
El tráfico de armas es otro problema, no se han tomado todavía políticas para evitar este tipo de
tráfico, tampoco se ha tratado el lavado de dinero. Todo se ha enfocado en la guerra contra las
drogas que no involucra a los estadounidenses como sociedad.
Sin la participación de los Estados Unidos, no se pueden legalizar las drogas. En Estados Unidos, prevalece una fuerte y consistente ideología en contra de las drogas. Por una parte, una
clase media miedosa que teme que sus hijos se contaminen. Por otra parte, instituciones electorales provocan una renovación bianual de sus miembros. Esto último no permite un debate
a nivel federal pero sí estatal. Todo esto explicaría por qué existe mayor interés en el encarcelamiento que en las posibles estrategias tendientes a la eliminación del problema.
Se podría, pues, concluir que lo que guía la política ante las drogas es el sistema gananciaspérdidas. Desde allí se busca legalizar la marihuana que ya se cultiva en los Estados Unidos,
uno de los mayores productores de marihuana del mundo. Pero esta política no soluciona el
problema del cultivo, del tráfico, de la criminalización del cultivo. De esta manera, con frecuencia,
las leyes acompañan la violencia, la corrupción y el crimen organizado. Urge iniciar la búsqueda
de soluciones a estos problemas.
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Momento de diálogo:
Expositores: Philippe Bourgois, Bruce Bagley
E. Megías: Los estudios antropológicos de Estados Unidos son magníficos. Inquieta en qué
medida estos estudios sitúan problemas como las injusticias, la falta de oportunidades, los estados de bienestar que determinan los comportamientos. Inquieta, además, que los problemas
de drogas se focalicen desde la percepción social que se fija en cuestiones no fundamentales.
No estoy de acuerdo en que estos puntos de partida sean los problemas que mejor permiten
comprender las drogas.
Jorge Chabat: La visión que se tiene de cierta permisividad en Estados Unidos contrasta con
la visión de un Estado intolerante con el consumo. Esta es una intolerancia a ciertos grupos. Se
habla de racismo en la guerra contra las drogas.
Pablo Caicedo: Como principios de guerra y control al consumidor y al productor, ¿cómo
hacer que una institución se preocupe de la salud y otra del control?
Hernán Castillo: Para América Latina hay políticas de criminalización de los Estados para influir
en ellos. Hoy América Latina busca reorganizar sus Estados. Sería grave que las instituciones
militares se involucren en esta guerra. La soberanía de un país no radica en la expulsión de este
problema.
Bourgois: El tema de droga y su relación con el delito demoniza la droga. Hay un proceso de
regresión de la visión sobre las drogas, y esto es una forma de instrumentalización para el discrimen y la persecución a los indocumentados.
Natalia Sierra: Me parece interesante establecer la relación entre la economía del narcotráfico
y la economía legal capitalista.
Alexandra Delgado: La automedicación busca equilibrio, las sociedades también lo buscan
¿cómo se relacionan estos dos aspectos? Por otro lado, las victorias parciales son falsas, los
problemas se esconden, no desaparecen, es una forma de justificar la guerra.
Patricio Zapata: El miedo a las drogas desdibuja el problema que está en el Estado, en la política, en el conjunto de la sociedad. Estoy de acuerdo con Megías, se actúa por lo que sociedad
impone. Centrarse en el ser humano es fundamental.
Martha García: El problema de narcotráfico no solo incumbe a países productores y consumidores. Por lo mismo hacen falta políticas integrales. Perú tiene una línea de trabajo pero se
invierte más en la oferta y que en la demanda. No hay victorias, solo se buscan resultados. Hay
percepciones distintas desde los diferentes sectores sociales.
Augusto Vitale: Uruguay ha construido un discurso que se centra en las políticas y en las
personas y la construcción de identidad desde la inclusión. Integra políticas desde el Estado
que incluyen a la gente. Se debe dialogar entre todos. Vale preguntarse por qué no se admite
al alcohol como una droga. Los resultados del alcohol son más graves que los que producen
otras drogas.
Bourgois: El manejo de droga desde las actuales políticas de Estados Unidos determina el encarcelamiento de afros y latinos como un nuevo método de manejar las relaciones sociales. Hay
cinco etapas históricas de este manejo: las políticas frente a los indígenas, la esclavitud que fue
un sistema para mantener la fuerza laboral negra en el Sur, el gueto y la migración de los afros
del campo donde se producía algodón hacia las fábricas y la globalización. Como ya no se necesitan fábricas, el país pasó a un sistema de encarcelamiento de la población no útil, a partir de
prejuicios de racismo histérico que inventa demonios desde la moralidad y el miedo al otro. Se
trata de una tragedia que está relacionada con cambios en la economía y con la globalización.
Además hay drogas legales para quienes cuentan con recursos. En el norte de California, la
mayoría de los jóvenes encarcelados tienen problemas con la marihuana. Este Estado es la locura del sistema probatorio. Hay otras formas de control en otros Estados. Hay mediocridad en
estas políticas. La represión del consumo de marihuana abrió el camino al uso de otras drogas.
Los colombianos optaron por la cocaína que es fácilmente traficable. Se masificó el mercado y
se dañó a la población. Es muy complejo entender la automedicación, el consumo fetichista, la relación entre policía y salud pública. Por todo esto, es necesario realizar un estudio más globalizador.
B. Bagley: En efecto es más fácilmente comerciable la marihuana, que ya se produce en Florida. Tiene que ver con el mercado y con políticas de Estados Unidos.
En Estados Unidos, el consumo de drogas, las adicciones y los encarcelamientos por drogas
cuentan más que otros problemas más grandes que tienen que ver con la injusticia, la pobreza,
el racismo, la ausencia de políticas sociales. Es absurdo pensar que con encarcelar y castigar
más se soluciona el problema. Por otra parte, se sigue castigando más a los más pobres.
Hay que pensar más holísticamente y en coordinación con el aparato estatal. Se trata de un
sistema viciado que condena y excluye cada vez más. Es una forma de crear un síndrome de
lumpen de generación en generación. Es preciso contemplar los procesos de enajenación de
los individuos en las sociedades.
El puritanismo de los estadounidenses forma parte de los debates actuales. Se vive en una
sociedad esquizofrénica. Es un Estado represivo. Hay iniciativas en 14 Estados para que se
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legalice el consumo de la marihuana para las clases pudientes. Se vive una democracia que no
logra consolidarse.
El gobierno de Estados Unidos exporta dinero para el combate. La reducción de daños reduce
la represión de las estructuras policiales. Aumenta, sin embargo, la paranoia y el miedo. Las
Fuerzas Armadas, con su entrada en la guerra contra las drogas, permitieron que el Departamento de Defensa se convierta en líder internacional de esta guerra. Es difícil legalizar la marihuana por el sistema de leyes existentes. Pero lo más importante sería integrar a las generaciones
excluidas.
La reducción de daños es una política de países desarrollados y para clases altas. La estrategia
disminuye costos para los Estados, pero se olvida de los campesinos que cultivan y también de
los que trafican.
El nexo político-criminal es el fundamento del mercado de las drogas, por eso la guerra es retórica. Los Estados lucran del narcotráfico, por ello es necesario profundizar las democracias.
El capitalismo, al igual que todo sistema, acepta formas de corrupción. Los Estados definen la
naturaleza y la dinámica del crimen organizado. Esto se lo hace a nivel internacional. Grandes
mafias, antiguas y nuevas, controlan lo social. Aun cuando se reducen los grupos mafiosos en
Estados Unidos no decrece la violencia. En América Latina, se favorece el aparecimiento de la
violencia porque sus sistemas judiciales no funcionan.
Es una equivocación distinguir entre productores y consumidores, se debe entender el problema desde lo global. Por lo mismo, se requieren soluciones no solo represivas, porque ello
aumenta las ganancias de los traficantes.
Hay que pensar en formas menos dañinas para las instituciones democráticas. Cualquier planteamiento tiene que enfrentar el aumento de la adicción a través de programas de educación,
de proyectos sociales, de procesos de prevención, de rehabilitación y de reintegración a la
sociedad.
E. Megías: Parecería que el problema es global, pero no lo es porque fenomenológicamente
es diferente en cada situación. El sistema de los mercados es así, pero probablemente las drogas enfatizan las culturas sociales de cada sector. Hay que sumar la complejidad de la constitución de lo social en las culturas. No existe la posibilidad de producir algo sin que tenga que ver
con el mercado interno. Es una fantasía pensar que una política global solucione el problema.
Hay que ver los contextos de cada país, mas no lo global.
La política mundial no debe impedir la presencia de políticas locales. No existe la solución
definitiva sino tan solo formas de minimizar los impactos. Dejemos de pensar que el éxito o el
fracaso de una política legítima o no los procesos. La educación puede ser parte importante de
la solución.
Milton Romani: En este tema, una de las premisas es la presencia del puritanismo que atraviesa las Convenciones. El debate es fundamental para rever modelos y paradigmas. El puritanis-
mo elude el problema de fondo basado en una bivalencia que impide analizar y evaluar políticas
públicas de drogas a nivel local e internacional. Se sostiene que no hay un solo problema de
drogas. Tenemos que ser capaces de descentrar la mirada para no concentrarla en las sustancias o en las problemáticas que se presentan. El fenómeno es más general y vincula una serie
de situaciones como el de la corrupción y el crimen organizado.
Cada país tiene sus problemas internos. La democracia y la fortaleza de la ley soportan varias
décadas de vacío de justicia en la historia de América Latina, fuertemente influenciada por las
políticas exteriores Estados Unidos.
Finalmente, el Uruguay ha tenido dictaduras, tiene el porcentaje más alto de reclusos a pesar
de la despenalización del consumo, se criminalizó incluso el intento de hurto. Son formas de
criminalización de la pobreza y del totalitarismo.
Natalia Sierra: El Estado está destruido en la medida en la que no controla lo financiero ni el
monopolio de la violencia. Se exigió flexibilizar la entrada de capitales, desde la política neoliberal.
Hay una forma de acumulación patológica que arrasa legalmente con lo social. Cosa similar
acontece con la violencia de las mafias de las drogas. Obscenidad de la acumulación. El estado
de bienestar ponía límites, ahora con la violencia brutal se da la acumulación por despojo.
B. Bagley: Todos los sistemas económicos son corruptos. En efecto en el capitalismo hay
acumulación perversa que es preciso analizarla. El Estado determina el mercado, su naturaleza
y la relación con la sociedad civil, al mismo tiempo analiza la naturaleza del crimen organizado.
Respecto de la educación y la prevención, los estudios indican que es más rentable lo que se
invierte en estas áreas si se piensa de manera más justa y con una mirada holística. Hay barreras que provienen de las mismas democracias. Finalmente, es preciso crear instituciones en
aquellos espacios en los que, si bien el poder cuenta, sin embargo es el dinero el que manda.
En México se pasó de la pax narcotica a la guerra contra las drogas.
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El narcotráfico en México: de la “pax
narcotica” a la “guerra contra las drogas”
Jorge Chabat3
3 Doctor en estudios internacionales de la Universidad de Miami. Profesor e investigador a tiempo completo de la División de
estudios internacionales del Centro de Investigación y Docencia Económica, A. C. (CIDE).
17
M
éxico está entre dos guerras, una del Estado contra el narco tráfico y otra entre
las bandas delincuenciales. El resultado: 50.000 muertes de las cuales es difícil
asegurar si el 90% corresponde a criminales. El resultado se mira en la fragmentación de carteles que, sin embargo, se reagrupan nuevamente. Un ejemplo lo
constituyen los Zetas y el cártel del Pacífico que actualmente están en un franco enfrentamiento.
Algunos carteles se han diversificado en cuanto al crimen: el secuestro, la extorsión, el tráfico de
personas, por ejemplo. Otros parecen limitarse al tráfico de drogas.
Hasta los 70 no era un conflicto serio ni dentro de los países ni con EE.UU. Aun cuando en los
60 aumenta la producción, consumo y tráfico de marihuana en el seno de la cultura popular.
En los 70, el proyecto Cóndor reduce en México el narcotráfico pero la droga llegaba ya de
Colombia y Asia. En los 80 es un problema de seguridad nacional y de conflicto con EE. UU.
pues aparece la cocaína que utiliza los mismos métodos para traficar.
México desarrolla una política esquizofrénica: por un lado resalta la pax narcótica que administraba el problema con tolerancia, acuerdos y complicidades entre el Estado y las mafias.
Muchos políticos formaron parte de las mafias y se encargaron de hacer creer que México solo
era un lugar de tránsito de la droga. Sin embargo, crecieron las bandas hasta tener más poder
que el Estado. El resultado es la evolución de las bandas que lo han penetrado. Se pueden ver
etapas en la consolidación del crimen: primero, una serie de prácticas predatorias que están
controladas. Después, una etapa parasitaria que busca introducirse en el Estado. La tercera
corresponde a la simbiosis, en la que las mafias se funden en él.
La segunda forma que define las políticas esquizofrénicas es la guerra contra las drogas. Las
respuestas del gobierno se centraron en el fortalecimiento del Estado en tanto coordinador de
procesos, definidor de leyes y órganos de control y cooperación con Estados Unidos. Esto
contribuyó a consolidar un aspecto punitivo de las políticas antidrogas. Es preciso tener presente
que la punición ha tenido como gran actor al ejército.
En el 2000, la llegada del Pacto Acción Nacional, PAN, desequilibró las fuerzas entre carteles.
Para el 2005, las guerras entre los carteles se incrementan, al tiempo que se incrementa el consumo de drogas. El flujo de drogas se mantiene constante a pesar de las políticas del gobierno.
Las operaciones conjuntas en la frontera también se incrementan en los últimos años.
Los operativos militares y policiales buscan fragmentar los carteles y controlar la violencia. Tratan
de evitar que la droga llegue a los consumidores. Sin embargo, no se ha limitado la violencia.
Hay una persecución selectiva, igual que en Estados Unidos. La estrategia del gobierno de
Calderón responde a una situación de crisis. Para afrontarla, se arma un presupuesto 80 veces
mayor para la persecución que para el consumo.
La corrupción, las violaciones a los derechos humanos y el tiempo de permanencia de la violencia deben ser analizados. Hay que sumar a esto el hecho de que parecería que la gente acepta
una violencia instalada en lo cotidiano. Sin embargo, el gobierno no ha cesado de fomentar la
discusión sobre el tema. No se puede desconocer que la ley del sistema nacional de seguridad
pública avanza en este sentido aun cuando no soluciona los problemas que tienen que ver con
los organismos de control y especialmente los de la policía. Se supone que en gran parte del
país la policía municipal está ligada a las mafias. Esta realidad podría deberse a la falta de un
salario que les permita vivir bien.
El origen del fracaso al combate a las drogas se halla en la incapacidad de aplicar las leyes,
tanto por la complejidad del fenómeno como por las limitaciones del estado-nación porque la
ley está mal enfocada. Si esto es así, se podría plantear el tema de la tolerancia, tal como lo
hacen los Estados Unidos. O bien combatirlo y tomárselo en serio, aplicar la ley, aunque se ha
visto que ello no se puede, o modificar su capacidad de intervención, lo que equivale a cambiar
el Estado, que es lo que hace Calderón, pero parece no ser suficiente. La opción es fortalecer
las instituciones con estrategias integradas, para combatir la corrupción y el crimen predatorio e
invertir en tecnología e inteligencia. También hará falta crear alternativas médicas a las adicciones,
despenalizar el consumo, legalizar el consumo y otras más.
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Militarización, drogas y violencia en México
¿Qué ha cambiado a cinco años de la lucha
contra el narcotráfico?
Salvador Maldonado4
4 Doctor en ciencias antropológicas con especialidad en antropología política de la Universidad Autónoma Metropolitana –
Unidad Iztapalapa, México. Profesor - investigador titular “B” T/C en el Centro de Estudios Antropológicos del Colegio de
Michoacán, A. C., México.
21
E
l tema de las drogas, la violencia y la militarización debe ser contextualizado en la construcción sociopolítica del país a partir de la revolución mexicana, las relaciones de poder
que se constituyeron, así como el control político de sus espacios geográficos sobre
los que el Estado levantó su presencia. La actual situación se construye a partir de tres
elementos que se articulan: el aparecimiento de carteles en la década de los 80, la crisis de la
hegemonía del PRI y los vacíos de la legislación mexicana.
El tema actualmente se puede entender desde una mirada regional que remite a las reformas
neoliberales del Estado y los niveles de corrupción en la política. Lo anterior permite hacer estudios comparativos sobre todo respecto a la violencia que se genera. Por ejemplo, sobre las
regiones rurales y los cultivos se encuentran elementos comunes tanto en Michoacán (México),
como en el Putumayo (Colombia). Estas regiones, caracterizadas como productoras de estupefacientes, se conformaron a partir de migraciones internas y externas. Son regiones en las que
la presencia del Estado ha sido débil, a lo sumo hay gobiernos de caciques locales.
Estas regiones productoras de coca y marihuana, a partir de los 80, sufren un fuerte impacto en
su capacidad de controlar las drogas en la zona andina. Las políticas neoliberales se reflejan en
la crisis del Estado que se retira social y territorialmente. Ello se convierte en el caldo de cultivo
para los narcos. Estas regiones crecieron en este contexto provocado por el Estado.
Es preciso tomar en cuenta las formas culturales que existen en las distintas sociedades. Las
características inhóspitas de estos territorios permiten el cultivo de estas sustancias, utilizadas
desde hace siglos para paliar el cansancio provocado por jornadas brutales. Si a ello se suman
las políticas locales, el aumento de la migración y las restricciones migratorias, se entiende por
qué muchos de los habitantes de estas zonas sean reclutados para la producción y el tráfico.
En los años 80 las zonas de amortiguamiento se abren a otras zonas a partir de la emergencia
y expansión de zonas legales, además de convertirse en una estrategia para mejorar las condiciones de vida y así superar la pobreza, producto de las políticas estatales.
Salinas de Gortari descapitaliza el campo. Ese lugar es inmediatamente ocupado por el dinero
del narcotráfico. Hay regiones donde el origen del narcotráfico está dado por las características
propias del sector rural y una gran simpatía por los grupos políticos contrarios a los que gobiernan y que se presentan al margen del Estado.
En los años 60 ya se utilizaba a los militares para combatir el narcotráfico y a la insurgencia, producidos por la violencia propia de una zona abandonada. Junto a ello, para optimizar el control,
se crearon grupos paramilitares. De esto nace el Cartel de los Valencia, su origen es rural, hijos
de comerciantes que simpatizan con los grupos contrarios al régimen. Se constituyen en una
opción de vida que poco a poco va internacionalizando.
Se da un importante crecimiento de la economía que viene a ocupar el lugar que ha dejado el
Estado en retirada. De esta manera se establece una competencia con la economía formal.
Las dificultades provocadas por la migración fueron importantes. Por otra parte, los jóvenes ven
como un imposible su deseo de ir a Estados Unidos, como lo habían hecho las generaciones
anteriores que regresaron inclusive hablando inglés. Frente a estas realidades, empiezan a traficar, protegidos ahora por bandas criminales, no solo en el narcotráfico sino también en muchas
otras actividades.
Desde las políticas de prohibición, se favoreció que se abandonen los cultivos tradicionales que
serán sustituidos por otros más rentables, entre los que están las drogas.
Por otra parte, surgen organizaciones criminales de gran violencia, como la Michoacana. Estas
organizaciones reivindican el control de territorio y construyen una nueva identidad frente a una
historia inmediata sostenida en el deseo frustrado de migrar a Estados Unidos. Estos grupos se
especializan en hacer eficiente el tráfico de drogas que llega de Sudamérica. Las mafias innovan
procesos y mercados en Estados Unidos a través de un bien organizado sistema de redes. Por
otro lado, amplían la producción de drogas sintéticas.
Es la sociedad mexicana la que consume estas drogas generándose un grave problema de salud pública y de seguridad. Como resultado, se produce el desplazamiento forzado, la extorsión
y el secuestro. Este último es más violento que el tráfico puesto que, con frecuencia, termina
con la muerte de la víctima. En síntesis, se trata de un Estado paralelo que extrae recursos de
la sociedad civil.
Es preciso tomar en cuenta que, mientras se da este proceso, los organismos de control del
Estado se han corrompido. Por otra parte, estas organizaciones mantienen una fuerte relación
con la sociedad lo que, finalmente, legitima una cultura en torno a una historia de represiones
y violaciones de Derechos Humanos. Desde allí se da el control social a través de las mismas
lógicas de seguridad de la policía y del ejército. Surgen también los Caballeros Templarios que
consolidan la identidad nacional a partir de una red de silencios y lealtades. Hablamos, pues, de
un Estado dentro de otro Estado, con una profunda interrelación entre ellos: un Estado oficial no
real y otro real que está en las sombras. No tiene sentido reformar al Estado legal, puesto que
sus límites no están claros.
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Momento de diálogo:
Expositores: Jorge Chabat y Salvador Maldonado
Chabat: Las cantidades que propuso Fox eran mayores. Parece que aquí son mínimas. El
punto no es promover el consumo ni encarcelar a los consumidores, ello no resuelve el problema de las bandas de drogas. Hay que tratar al adicto como un problema de salud.
Pablo Caicedo: ¿Estamos en camino de la mexicanización de la seguridad interna? Los militares conocemos el país caracterizado por la densidad poblacional. Es difícil que se den importantes cultivos de droga, a diferencia de lo que acontece en otros países más extensos. Por tanto,
el cultivo no podría extenderse. Además, el ejército ha copado los campos.
El otro tema es la institucionalidad y la democracia. El Ecuador no tiene un nivel de descomposición ni de narcotráfico, por lo tanto hay que cuidar no producir vacío en las instituciones. ¿Podría
el ejército ayudar a copar los espacios que dejan otras instituciones?
Martha García: Hay leyes, ¿cómo hacerlas cumplir a partir de un sistema corrupto? ¿Cómo
enfrentar el micro consumo y su legalización y enfrentar el micro comercio? Hay además discriminación. Los agricultores cultivan coca, pero es ilícito, pero hay un problema social grave. Esto
no siempre es reconocido por el país. ¿Qué pensar de las medidas de otros países?
Susana Baldeón: Hay dos opciones, luchar o administrar el problema, ¿podría ampliar esta
visión? ¿Qué políticas se utilizarían?
Augusto Vitale: Hay que construir a nivel local las respuestas. Profundizar cambios en el
estado-nación frente a lo local. Quizás se necesiten nuevas regulaciones desde el Estado.
Patricio Zapata: Los acuerdos necesitan fortalecimiento de las instituciones, del Estado y de
la sociedad.
J. Chabat: Determinar normas para un Estado es muy complicado. La democracia es la menos mala de entre las diferentes formas de gobierno. Por lo tanto, hay que buscar una convivencia en ese marco. El ser humano no debe hacer algo que dañe a terceros. Es necesario un
Estado de derecho, un sistema neoliberal que, pese a no ser perfecto, es con el que se cuenta.
El narcotraficante tiene una gran capacidad de acumulación económica en poco tiempo y también una gran capacidad de corromper al Estado. Las instituciones se corrompen frente al poder
del crimen organizado que descansa en el dinero. Por eso es necesario fortalecer instituciones.
La militarización es prudente dependiendo de la etapa en la que se halle el proceso de criminalización y corrupción del Estado. Se militariza cuando el resto no funciona. Es una medida de
emergencia.
La ley no se aplica porque el Estado no tiene la capacidad para hacerlo con lo que se produce
el mensaje de que hay una debilidad del estado de derecho. El problema es que el Estado lucha
contra el mercado. Por ende, también sería bueno suprimir las leyes que no se aplican.
El gobierno mexicano, a partir de la tolerancia, buscaba administrar el problema. Pero esto no se
puede hacer salvo que se tenga la capacidad para permitir ciertas conductas como el consumo
de drogas y, al mismo tiempo, penalizar otros crímenes. Los Estados Unidos lo hacen pese a
que esa no sea realmente la solución. Hay que regular las leyes para evitar que se produzcan
problemas más graves sin que se haya resuelto el problema del consumo. Es una lógica medio
moralina. Administrar el problema es regular el consumo desde políticas de prevención y de
tratamiento.
Salvador Maldonado: El Estado está en las sombras. Vivimos en un Estado de derecho, pero
el Estado se ha convertido en un fetiche: garantiza la violencia y la seguridad. ¿Cómo reformar
lo político, si el Estado ya ha fallado? Hay un escepticismo en términos de evaluar las políticas
de militarización y de control. No se habla de las relaciones entre la política, los empresarios y el
crimen. Estos procesos se legitiman desde valores culturales. Los políticos no saben qué hacer.
Es la naturaleza de la política que no parte de lo que sucede. Los políticos se han quedado en el
discurso sobre la democracia, no hay proyecto político concreto. El tema de reforma del Estado
es inviable para estos grupos políticos que, además, tienen intereses económicos propios.
La penetración del crimen organizado en el Estado es muy fuerte. La reforma del Estado supera
la creación y aplicación de leyes. Por lo mismo, hay que mirar el entorno internacional.
Los problemas de cultivo y tráfico son históricos. Aunque se han identificado las problemáticas,
no hay forma que el Estado intervenga y las reforme. En las experiencias de control con militares
y policías se descubre que, a más del narcotráfico, hay mercados de armas, de prostitución,
de trata de personas. El problema es complejo pues se controlan varios tipos de mercados en
términos de la economía. Esta complejidad es lo que tendría que enfrentarse. Pero hay ya un
Estado fallido.
La legalización de drogas resuelve muy poco respecto de la violencia, no regula la violencia
estructural. En términos de cultivo, cómo establecer políticas para regular las producciones en
territorios muy amplios. Se producen muchos vacíos si no se conectan los problemas que surgen del narcotráfico. El poder del narcotráfico es muy fuerte y las sociedades locales están en
un proceso de resistencia social. Frente a ello, recurren a la célula local del narcotráfico porque
es la estructura que existe y que, curiosamente, produce un orden social.
25
Rodrigo Tenorio: Me preocupa que se ponga el énfasis en la complejidad de la legalización
y por ello se opte por el control y la prohibición. El problema radica en la resistencia a buscar
nuevas estrategias que nazcan de las propias culturas. Hay que hacer frente a las problemáticas
cuando se habla del tema de la legalización de ciertas drogas.
Salvador Maldonado: Sí se puede hacer algo desde un marco mucho más integral. Es necesario analizar la complejidad. No es buen término el de mexicanización. Es probable que el
problema siga, hay procesos globales del narcotráfico.
Drogas: inclusión y exclusión desde la
prohibición: una fractura virtual
Alberto Calabrese5
5 Licenciado en sociología de la Universidad de Buenos Aires. Director de adicciones del Ministerio de Salud Pública de
Argentina.
27
L
a sociedad define categorías para señalar a los distintos, a aquellos que no están en ella.
La pertenencia a una sociedad organizada requiere de una categoría interna que lo defina
en función de la exterioridad: locos, adictos, terroristas.
A fines del Siglo XX, en América Latina, el tema de las drogas construyó un enemigo interno, el
narcotráfico, que tenía que ver con lo interior de la sociedad pero que permanecía externalizado.
Así se convirtió en un flagelo. Las drogas han servido para inventar una sociedad que podría
tener una vida perfecta, ellas rompen esa perfección.
Cuando la sociedad en América Latina se apropia del discurso de las sustancias, lo hace también con la Doctrina de la Seguridad Nacional. En los años 70 y 80, la imagen de los supuestos subversivos se asoció a los consumidores de sustancias, a ellos se dirigían los operativos
policiales y militares. Ello persiste en el imaginario social y en los opositores a los cambios en
América Latina.
Los consumidores eran el desvío de lo que la sociedad ya tenía establecido y previsto. Las
pertenencias y dispersiones tienen que ver con una utopía ficcional con el supuesto de que el
Estado, desde su estructura, contiene todo lo que requiere la sociedad.
Hay muchas desavenencias que provienen de lo exógeno colocado en las sustancias. Paradojalmente, ellas forman un símil al árbol de la ciencia del bien y del mal del Génesis, desde donde
se expulsa al hombre del Paraíso. La paradoja es que estamos en una sociedad consumista
aun cuando no se pueda consumir. La misma lógica que integra el nivel de negocios y pertenencias en la estructura social se extiende a las drogas.
La imagen del árbol se coloca de igual forma frente a las drogas: ellas cuentan con la posibilidad de ofrecer, al mismo tiempo, la bendición y la maldición. Luckács señala que aquello que
acerca y construye, aleja y destruye al mismo tiempo. Las drogas resumen, a la vez, lo bueno
y lo malo. Por ejemplo, se la enaltece en función de los decomisos o en función del dinero que
habría producido. Con ello se refuerza el lugar de la sustancia–mercancía y se agrega el tema
de la representación ideal de pertenencia.
Los años 70 marcan la masificación del consumo. Aparecen más sustancias y cantidades. Los
que eran contestatarios quedan atrapados en el sentido de la sustancia. Eso marca la diferencia
con los actuales sujetos que, en tanto imaginario, toman un valor enaltecido de las drogas que,
dependiendo del momento, tienen distintas funciones. Hoy, por ejemplo, se toman estimulantes
que agregan la ilusión de ser más productivo. La cuestión fundamental es la representación.
Las personas, de acuerdo al tema del lugar y del poder, son visibilizadas o invisibilizadas. El valor
de la prohibición le agrega a la mercancía el valor extra de no estar aceptada por la sociedad de
manera legal, potencia el valor de las drogas que permite apropiarse de una sustancia, que se
integra a procesos productivos importantes.
Esta visión sobre lo prohibido pero valorizado se construye desde dos aspectos. De la sumatoria
de una ética religiosa puritana y moralista que proviene del modelo ético jurídico asociado al positivismo médico–sanitario que es hegemónico. Desde allí se definen las políticas de prevención
y asistencia, y de los discursos prohibicionistas. Lo curioso es que la ética protestante, que proviene de otra estructura política, haya pasado fácilmente desapercibida en nuestras sociedades.
Lo heterogéneo termina siendo homogéneo.
La asociación perniciosa, en el sentido médico de la posibilidad de contagio, como si fuera una
especie de virus, supone la idea de que el objeto-droga tiene vida propia. Hay que evitar que los
consumidores, que son muchos, puedan ser incluidos. No es posible que lo que se propone
desde la teoría se consolide en la realidad.
El proceso de control de los adictos ha hecho que más gente pase por los sistemas penales,
ello atenta incluso contra los recursos del Estado. Además es imposible que estas personas
detenidas puedan continuar con su proyecto de vida. La caracterización de estas personas
como peligrosas las condena ante los otros. Por otra parte, así son vistos, desde el control del
Estado aun antes de que se den los consumos de alguna sustancia.
Las directivas a las agencias de intervención de seguridad, y a los militares en algunos países,
dadas en 1989, especificaban que el control y la defensa no deben ser frente al exterior sino al
interior y a aquellos que sí son visibles en el proceso.
Se construye una representación por el absurdo que supone la conceptualización del objetodroga. Ello está muy extendido por el continente y se sostiene en la idea de poner fuera lo que
está dentro.
El consumo tiene que ver con el placer, con la integración, con los proyectos de vida. Lo más
grave está en juzgar desde una posición absurda, en tanto se postula que las sustancias son
destructivas per se. El consumo problemático es el eje para las políticas pues tiene que ver con
el adentro y el afuera. En este sentido los que más sufren son los ya excluidos.
¿Qué quiere encubrir esta forma de entender las drogas en América Latina? Hay adicciones toleradas y fomentadas con ciertos grupos sociales que no tienen proyectos de vida y se hunden
en la falta de pertenencia. La extensión del consumo produce una forma de lo cotidiano distinta
a lo que vivimos. La ley no puede sostener lo que se entiende como las drogas. Por ende, habría que pensar en otro tipo de estrategia social.
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La ética de la penalización
Rodrigo Tenorio Ambrossi6
6 Doctor en psicología clínica de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Director nacional del Observatorio de Drogas
del Ecuador y docente de la Facultad de psicología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
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D
esde los orígenes del mito coexisten el bien y mal, se definen en función del poder
que arbitrariamente lo decide. Por otra parte, no cabe otra alternativa que aceptar que
la cruzada por el bien ha fracasado. El poder se sostiene en la capacidad de decidir
sobre lo que es el bien o el mal. Esto no ha evitado que se inviertan los valores: se
santifica la tortura, el hambre y la crueldad.
Desde la ética y la política, el poder administra el bien, el mal y la muerte que deviene polisémica para el poder. La víctima padece y muere. No importan las formas, lo que está en juego es
determinar los límites. Quien posee el poder posee la potestad de gobernar y controlar al otro
que existe en tanto sometido.
Lyotard sostiene que el discurso que pertenece a la cultura ocurre en dominios inconmensurables, pero ninguno posee el poder de emitir juicios sobre los otros para negarlos. El poder es
oscuro y mimético pues se esconde en la ética y la moral de las buenas costumbres. La normativa busca controlar actos y conciencias, tiene un sentido de dominio. Poner en duda estos
procesos es fundamental puesto que la ética social se impone al amparo del poder.
Foucault plantea que los dispositivos del poder controlan al sujeto y predeterminan lo que es
bueno y malo. Por lo tanto predeterminó el orden del bien y del mal. Hizo de la culpabilidad casi
una condición del sujeto de tal manera que las sociedades auténticas se constituyen en reguladoras del bien y el mal. No interesa qué es lo que el sujeto desea, sino si aquello que desea se
encuentra en el orden del bien o del mal.
En este contexto, las drogas son malas en sí mismas. Por ende, cualquier clase de relación con
ellas es mala de por sí. Ello explica cómo se violentan las libertades al tiempo que se coloca a
los sujetos en contra de la sociedad, a causa de sus deseos.
No existiría ninguna razón lógica, ni social para sostener la prohibición de carácter universalmente obligatorio. En realidad, usar drogas no lesiona a terceros sino al poder herido en su
narcicismo pues se sabe desconocido. Si, por otra parte, el crimen se define desde este poder,
la perspectiva respecto de las drogas está viciada desde su origen. Cuando no hay un tercero
afectado que reclame, no hay delito. Pero no aparece este tercero y aun así se castiga, la ley
se ha convertido en la representación fáctica del poder y es ella la encargada de castigar y perdonar pues ella ocupa el lugar de estos terceros ausentes. Precisamente la guerra contra las
drogas pertenece a este orden.
Lévinas sostiene que la sociedad ubica al sujeto como objetivamente culpable. Desde ahí,
se evidencia la arbitrariedad al calificar al sujeto que usa drogas como culpable. La policía, en
tanto representa la ley, es el tercero que ejecuta el castigo. Esta arbitrariedad de la ley termina
convirtiendo en sospechosos a todos los sujetos. En este mismo sentido están los centros de
tratamiento. Las reglas del juego no dan pie a la posibilidad de demostrar que alguien no sea
culpable. Por tanto hay un indeterminado, un tercero afectado por el uso que, en este sistema,
sería la ley. Por ende, los castigos no estarían destinados a curar al usador, puesto que no está
enfermo, sino a devolver a la ley su poder que ha sido cuestionado por el usador.
Sin embargo, las drogas fascinan, por ello se las condenan. Los tribunales suponen y actúan
bajo el imperio de una ley universal que juzga y condena doblemente al usador: cárcel o curación. En la primera forma de condena, el sujeto debe asumir la verdad del acto: es delictivo.
En la segunda, trasmuta el sentido: el delito se convierte en enfermedad. De esta manera se
trasgrede todo momento lógico y lingüístico.
Foucault señala la historia de ese proceso. Todo se centra en el ámbito del control. Los disidentes se han convertido en enfermos mentales, de allí se justifican las formas de mal trato. Hacer
algo tan solo porque debe hacerse, es una forma de absolución de la propia impotencia del
poder. La libertad del hombre resulta casi imposible en este complejo entramado. La ética del
poder abandona el cuidado de sí y opta por el acrecentamiento del poder pues se eliminan las
subjetividades desde normas no éticas ni morales. El sujeto se somete a la cosa droga y por
ello es juzgado.
Baumann señala que no se puede pensar en un humano que se elija libremente si no lo hace
desde su propia subjetividad. Hay que aceptar que la ética tiene que ver con la subjetividad en
relación con otro, desde la identidad del cuerpo. Cada uno es sujeto de la ética en tanto recibe el
llamado del otro. No se puede descontar de la subjetividad el deseo, el placer e incluso el dolor.
Los usos masivos de drogas permitieron que esa ética creara formas de deslegitimación y criminalización. Junto con ello se excluyeron formas particulares de la sexualidad. La respuesta a
las problemáticas que se plantean desde tales concepciones está en las formas propias de la
cultura. Uno de los temas centrales, la libertad, supone entonces formas propias de elección,
ligadas a la subjetividad. Cada sujeto debe aceptar su condición independiente.
Lo placentero y gozoso está en los límites del mal para Occidente. Las drogas están en estos
límites, de allí la persecución al igual que a la sexualidad. Los gozantes, por su irracionalidad,
contradicen las prácticas del poder. De allí se postula la cura de los usadores como si fuesen
enfermos. De ahí se construye el moralismo ingenuo del no a las drogas, remedo del no comerás del árbol del placer y del saber. Históricamente, todos trasgreden la prohibición. Por eso se
reconoce un proceso de emancipación de las normas morales.
Sin embargo, hay que reconocer una decadencia de las responsabilidades morales, a causa
del apolillamiento de los sistemas axiológicos y la necesidad de los Estados de controlar a través
de normativas. Queda claro que el imperio de la ley no producirá cambios.
33
Cada vez hay más reglas que el poder lanza pero él mismo es ambiguo. El poder no ha pensado en una ética que sostenga las diferencias y la necesidad de convivir con ellas. Debería
renunciar a esas prácticas y construir estrategias para los grandes traficantes que son el verdadero problema.
Baudrillard dice que la masa existe pero su representación no es posible. Lo social no la representa, pensarlo hace del proceso algo perverso. En consecuencia, las drogas difícilmente
podrán ser excluidas de los deseos y de los ritos.
Momento de diálogo:
Expositores: Alberto Calabrese y Rodrigo Tenorio
B. Bagley: Primero, todos aceptamos que hay un discurso y una ideología dominante que provienen del pensamiento de los empresarios morales que plasmaron la naturaleza de la ley, por
ejemplo, la prohibición del alcohol. Ellos definen el bien y el mal, lo aceptable y lo no aceptable,
lo legal y lo no legal. Esto está presente en todo discurso, además está acompañado del poder
del Estado. Segundo, el discurso puede ser desfasado, anticuado y disfuncional. Pero no se ha
dicho que esto tiene sus raíces en la sociedad y en el miedo de las familia de clase media que
han vivido la tragedia de las drogas. Esto no puede ser descartado.
Cómo tratar a los pequeños traficantes y a los productores es otro asunto del que toda sociedad tiene que preocuparse. Los productores tienen que cuidar la producción. Los Estados
deben ejercer control social. Finalmente, no podemos descartar el vínculo existente entre el
crimen organizado y la seguridad nacional. Es clave reconocer que las políticas públicas sobre
las drogas también han impedido dar soluciones al problema.
Por otra parte, se han dado limitaciones para investigar sobre el tema, por ejemplo, no se conocen los aportes de la medicina. ¿Cómo distinguir entre el uso recreativo o benigno y el abuso
o la drogadicción? ¿Cómo desarrollar un discurso contra lo hegemónico que acoge al uso
recreativo de las drogas y a la adicción que implica problemas sociales? Hay que ir más allá del
enunciado de la diferencia. Debemos plantear un discurso que reconozca el problema y que
plantee soluciones desde la sociedad y desde el Estado. ¿Qué contribuciones pueden hacerse
para desarrollar el discurso antihegemónico?
E. Megías: Es necesario pensar sobre los supuestos, aquello de lo que estamos convencidos.
Para Calabrese: ¿Qué pasa cuando subsiste un discurso oficial que excluye a las drogas frente
a un discurso social que integra a los sujetos? El riesgo de consumir no implica exclusión sino
inclusión.
Para R. Tenorio: El análisis desde la ética. No estoy seguro que la alternativa al abuso del poder sea
la inexistencia de poder. Hay que buscar otras formas de poder. ¿Cuáles son las condiciones para
el ejercicio práctico del poder? ¿Cómo delimitar una ética de mínimos que es siempre coercitiva?
En el campo de las drogas, no está clara la diferencia entre éticas de mínimos y máximos. 35
Otro asunto es el ejercicio de la ética. En necesario hablar de un comportamiento secular aceptado.
En este momento histórico, este comportamiento es cuestionado y se lo asume como ilegítimo.
Natalia Sierra: Para Calabrese: La droga aparece como chivo expiatorio, hay que deconstruir
el discurso. Hay una contradicción entre el discurso penalizador y el que permite el consumo.
Hay problemas con varias formas de consumo, hay una intención de fetichizar la droga. Por ello
no se piensa en las formas de relación entre las drogas y la sociedad. También hay una forma
de mercantilización de la droga.
Hoy la droga está en todo lado, ya no solo en espacios subalternos. Hay que pensar en el
contexto social que no ofrece ni futuro ni destino, pero que también ordena gozar, la relación es
perversa. ¿Cómo mirar este problema?
A.Calabrese: Aun cuando los temas sean viejos, se ha construido lo perverso al entender al
objeto como el origen del daño. De allí se prohíben las drogas. Se tendría que prohibir todas las
cosas. Si vamos a hablar de daño, los autos producen más daño que todas drogas juntas. Elegir las drogas para convertirlas en la piedra de toque que señala límites es un acto perverso. El
control de los adictos distingue a los sujetos. No se puede sostener el discurso del árbol del bien
y el mal. Debe buscarse una solución sin el discurso prohibitivo. Matemos al monstruo significa
que lo que hace el sistema en contra de las drogas es salvar a la sociedad a cualquier precio.
R.Tenorio: Es necesario renunciar al fariseísmo que nos caracteriza frente a los discursos
diferentes que golpean los cimientos de la cultura judeo-cristiana occidental que, se supone,
debería ser respetada a toda costa.
El mundo contemporáneo es radicalmente diferente. El mundo de hoy es sobre todo de y para
las nuevas generaciones. Debemos pensar qué quieren ellos, los jóvenes. Eso no desconoce
la tradición, que es parte de lo que somos, pero que no es todo lo que somos. Las nuevas
generaciones han cambiado los discursos. Un elemento que ha hecho que se sostengan
esos discursos es la lucha contra las drogas que ha tenido la función de mantener un sistema
insostenible. El discurso del poder, tal como está enunciado, nos dejará de lado y las nuevas
generaciones nos pasarán por encima, hay que ayudarlas a hacerlo. El poder se hizo dueño de
decidir sobre el bien y el mal, y se apoderó del bien y dejó el mal a las nuevas generaciones.
Juan Sebastián Jarrín: El problema que se aborda se manifiesta en dos esferas: una es el
sujeto y la otra la cultura. La opción de despenalizar es urgente frente a los efectos del narcotráfico y la violencia. Deben surgir medidas prácticas que tomen en cuenta la sociedad, al Estado
y cómo sostener la opción de cada individuo sin forzar ni condicionar las opciones. No puede
decidir el Estado sobre la vida y la muerte de los sujetos.
Respecto a la esfera del sujeto, hay que dejar de lado el discurso fariseo. La despenalización
surge de la urgencia del Estado por responder a lo que se le escapa de las manos, no se toma
como fundamento al sujeto como tal. El objetivo no puede ser la abstinencia puesto que el consumo se da desde otros aspectos fundamentales.
Augusto Vitale: Buscamos una alternativa distinta para las nuevas subjetividades. Hay que
trabajar en otros paradigmas que cuestionen las formas de control y de prevención junto con el
tema del papel del Estado. Es necesario recuperar la sabiduría de las culturas que permitían y
limitaban el consumo.
El control social del Estado no puede renunciar al control del grupo o control ciudadano. Finalmente recordar a Foucault y el tema de la diseminación y de los distintos manejos del poder.
Es importante sistematizar resultados de lo que generan los observatorios de drogas que dan
pautas para otros aspectos que no solo son de control. Por otra parte, no es lo mismo despenalizar que legalizar.
Chabat: Sobre víctimas, si hay víctimas, la familia y el sistema de salud. Frente a este contraargumento ¿qué piensan?
Hernán Castillo: La imagen extrema del prohibicionismo es la sin razón. La ética deja de existir
y la moral se degrada, se pasa a la moralina que es una sustancia sutil e impalpable. El prohibicionismo es elemento de la moralina. Se necesitan nuevos paradigmas.
Pablo Caicedo: Hay un tema que ha quedando fuera, el poder como arma de destrucción
masiva para legitimar el predominio de una nación sobre otras, por ejemplo, la guerra del opio.
El tema de las drogas ha sido una forma de control político tanto interno como externo, Afganistán, Plan Colombia, caso Fujimori. Esto quiere decir que debe haber una política fuerte contra
intereses económicos mundiales y con mano de cirujano al interior de cada país. Necesitamos
crear nuevas políticas.
Calabrese: No seguí el análisis de más allá del 90 pues los consumidores están incorporados
al sistema como una forma de adaptación, esto tiene que ver con la Postmodernidad. Las
propuestas anteriores por lo menos son fallidas. El objeto sustancias y el daño multiplicado no
lo producen solo las drogas. Toda acción humana trágica afecta a otros y esto no obliga a que
sean señaladas todas las acciones como malignas.
R. Tenorio: El tema no es alabar las drogas ni justificar problemas. Se busca entender la
contemporaneidad en una sociedad líquida que ya no acepta los principios ancestrales. Ello
necesita una revisión de conceptos, de los modos de vida que tienen que ver con las drogas.
Es necesario recuperar la libertad de los sujetos a tomar decisiones. Se trata de reconocer otras
subjetividades desde otras miradas. No trata de una propuesta antipoder sino de una revisión
de las ideologías del poder. Al cambiar los lenguajes cambia el poder. ¿Quién debe cambiar?
El poder, sin renunciar a ser poder, debe adaptar sus estrategias para las nuevas exigencias. El
cambio produce dolor porque rompe con la tradición.
Martha García: Es real la relación perversa del poder con lo social. Es necesario aceptar que
los cambios producen problemas. Me preocupa el acto de rebeldía. Pero la droga es una enfermedad. El alcohol es una droga más problemática, pero legal. ¿Cómo despenalizar?
37
Calabrese: No es dable acercarse a la clínica desde el prejuicio. En la época del consumo no
masivo no había problema. Es crucial la prohibición que fomentó el consumo, convirtiendo a las
drogas en mercancías. Si la gente tiene necesidades no satisfechas y sin proyecto buscará las
formas de llenar el vacío que ello produce.
El sujeto consumidor y la construcción de los
riesgos de las drogas
Eusebio Megías7
7 Licenciado en medicina y cirugía con especialización en psiquiatría. Director técnico de la Fundación de Ayuda contra la
Drogadicción (FAD).
39
E
l tema de la prevención debe ser entendido no como corrección de los efectos perversos de las políticas y de las éticas. Entender que la detección de algo erróneo no
legítima la postura contraria. La perversión más importante en el ámbito de las drogas
es el habernos tenido que mover en posturas dilemáticas, y ello tiene que ver con la
ética. Si nos ubicamos en el plano de los absolutos, estamos en una ética de máximos, pero se
puede plantear una ética de mínimos que supone una ética de responsabilidad.
En este contexto y en términos de la prevención, no se puede hablar de prevenir los consumos
ni las dependencias pues se localizan los problemas en las circunstancias más extremas. Es
importante que la prevención reflexione sobre los posibles problemas que acompañan a las
drogas.
Durante muchos años, los problemas que tienen que ver con las drogas se miraron desde la
perspectiva lewiniana que creía que el problema tenía que ver con la naturaleza propia de las
substancias. En este contexto, la prevención no tiene más que una salida, establecer barreras
que impidan que el sujeto se ponga en contacto con las sustancias, es decir, tratar que no se
contamine el cuerpo con ese elemento perverso. Por tanto, el objetivo ha sido la abstinencia.
Se ha puesto como condición lo que tenía que ser consecuencia, esto ha sido perverso. Al
mismo tiempo, en los ámbitos técnicos europeos y de los ambientes de la cultura europea, se
empieza a construir algo que es lugar común en el tema de la droga: uno de los términos que
se cree, mágicamente, soluciona los problemas es el concepto bio-psico-social. Este término
ha terminado por no significar nada.
La reducción de daños, como modelo, se basa en ello. El desafío es llevar a la praxis operativa
ese modelo que traslada al ámbito del sujeto el protagonismo del error o de la reflexión. Este
planteamiento no se hace en términos absolutos, hay que atender al sujeto pero también hay
que mirar la sustancia como lo que potencialmente podría dañar al sujeto. Existe el riesgo de la
sustancia, el control es preventivo y la prohibición no funciona. Otro asunto son los mecanismos
del control que son perversos. Pero el control funciona. Llevar el asunto al ámbito del sujeto significa que hay que preocuparse de cuáles son los riesgos de las drogas desde la construcción
social de riesgo y del peligro que es lo que disuadiría del consumo.
Todo esto obliga a cambiar los paradigmas de la drogadicción que han supuesto que el saber
sobre el riesgo evita el consumo. Los riesgos se construyen desde la representación social y
colectiva. Los adolescentes aprenden y superan los riesgos en grupo. Hay que atender a esa
dinámica. Igualmente hay que trabajar con la crítica a los beneficios esperados.
La significación del consumo en la vida de la persona parte de estudios que definen tipologías de
grupos de consumidores. Esto tiene que ver con el espacio significante que el consumo tiene
en sus vidas y los riesgos que se constituyen. ¿Cuál es la autonomía del sujeto en el espacio de
la construcción de sus sistemas de valores en el ámbito social? Esta pregunta deviene fundamental. Por ello, las políticas de prevención de daños deben ser repensadas.
En España, después de una época de restricción, 1990, surge la aceptación de la metadona.
Ahora el asunto es si se ha conseguido que los usuarios aprendan a usar una droga sin problemas. Hay que plantearse la necesidad de que cada vez las drogas tengan menos espacio en el
significante de las personas o la expectativa del usuario que juega con la fantasía de que siempre
habrá algo nuevo sin que tenga consecuencias. El problema es, pues, más que sanitario.
Ya se han abandonado ciertos proyectos que se basan en la medición de indicadores de consumo. Cada vez más se introducen valores en función de la sociedad. Si los jóvenes son más
participativos, habrá menos espacio para las drogas.
Si ponemos el acento en el sujeto, es preciso preguntarse quién hace prevención. Entendamos
que las drogas son un fenómeno cultural y en ello no solo intervienen los médicos, también los
psiquiatras, los trabajadores sociales, están involucrados los políticos, por ejemplo. Hay que
desmitificar la educación como el espacio único para prevenir. Se legitiman fundamentalmente
las personas que respondan a dos variables: edad relativa y consumo. Esto no implica hacer
una apología de las drogas.
Sin embargo, mientras se quiera tener este modelo social, lo más sintónico con ello es el consumo de drogas. Hay que pensar en las contradicciones del sistema, ello puede generar ciertos
cambios. Vamos más hacia las posibilidades de autocontrol lo que requiere poner sobre el tapete temas que ayuden al debate crítico y que apoye ese proceso de maduración. Si los sujetos
son los protagonistas, los grupos sociales se desarrollan en un marco democrático y el modelo
de prevención se define en la dinámica social.
41
Las políticas del uso de jeringas
autodestructibles en los programas de
reducción de daño
Roberto Abadie8
8 Doctor en antropología de la Universidad de Nueva York. Investigador asociado en la Unidad ética biomédica de la Universidad McGill.
43
E
n la línea de la Antropología cultural, se expone un proyecto piloto sobre el uso de jeringas
en un área rural de Puerto Rico.
En Uruguay, se buscó pensar las políticas sobre este problema y las contribuciones desde la
Antropología a los proyectos de control. En la medida en que en América Latina no se evalúan
los proyectos y cada grupo determina nuevos proyectos, el intento de reducción del daño, fracaso como en Uruguay en el 2000.
Se quería averiguar si los usuarios de drogas intravenosas conocían los riesgos y cómo los manejaban. La investigación determinó que los usuarios no son irracionales, conocen los riesgos
y toman medidas para evitar el contagio de VIH. Hay una intención de auto cuidado. Por eso
es posible la intervención para reducir el daño. Sin embargo, aun cuando el gobierno aceptó el
proceso, la crisis económica determinó que los usuarios desaparecieran y empezaran a usar
otras drogas más baratas. Eso suponía otros procesos de gestión del riesgo.
La etnografía y la antropología juegan un papel importante en las propuestas pues contrastan los
discursos de las instituciones con los de los usuarios. El método más efectivo es la observación
participante, allí se conocen los significantes. Así, del estudio de caso realizado en Puerto Rico
en una zona rural se concluyó que en esta zona hay una tasa de prevalencia de VIH y hepatitis
C muy elevada, ligada a la corrupción y a la pobreza. El interés de la investigación se centró en
el uso de jeringas por ello se pensó en evaluar las jeringas descartables e introducirlas en un
proyecto para reducir el riesgo.
Lo curioso es que los argumentos en contra de estos usos surgieron del gobierno; se adujo
que las jeringas son caras, que incrementarían la ganancia de los fabricantes y, por último, se
pensó que se podría aumentar el riesgo de los consumidores pues podrían utilizar dos usuarios
la misma jeringa.
También se necesita saber cómo sus usos interaccionan con la comunidad y con las distintas
instancias del estado. Es preciso señalar que falta testear las jeringas. De ello se podrían plantear
desafíos: si son eficaces entonces cómo hacer que las usen, si no lo son, buscar las razones.
Momento de diálogo:
Expositores: Eusebio Megías y Roberto Abadie
B. Bagley: Para E. Megías, tres preguntas: no estás negando que cada sustancia tenga sus
características y hay que conocerlas, algunas son más adictivas que otras y las dependencias
que generan son varias, luego ¿no es suficiente conocerlas para entender los problemas?
No niegas la importancia de la información pero se puede informar y mejorar el cálculo costobeneficio para el usuario. Sí vale pena la más información científica como parte de un programa
de prevención y educación. El modelo social de la prevención no se limita a aconsejar la abstinencia, ¿por qué no se puede tratar esto como un problema de salud pública? No comentaste
sobre la represión que es fundamental pues un modelo de prevención necesita insertar al sujeto
en lo social, la conclusión lógica es que una política de encarcelamiento es totalmente errada.
Para R. Abadie, los colapsos financieros tienen un efecto positivo pero llevan a otro tipo de consumo. La reducción de daños no es un asunto del primer mundo, es una parte de una fórmula
que tiene que ver con la especificidad de otros países y grupos sociales. Ya hay países en los
que la evidencia empírica es contundente, por ejemplo en Canadá. ¿En zonas rurales pobres
van a funcionar igual?
M. Romani: Para Abadie, conocí tu proyecto en Uruguay. La experiencia y la investigación permitieron una transición y una continuidad que todavía es un desafío para las políticas públicas.
Esta investigación se incorporó a los proyectos del Estado y en la cultura respecto de la materia
de drogas.
Coincido con Megías sobre que el concepto de reducción de daños está centrado en las sustancias y, a veces, se ve como una técnica de sustitución. Es necesario afrontar los riesgos en
general, sea con sustitución o cualquier otro mecanismo. Este concepto es problemático en
América Latina. Hay dispositivos de tolerancia y acogida que no buscan acabar con las drogas
sino dar un horizonte de vida distinto al joven que reduzca los sentidos de las drogas.
En la crisis económica de Uruguay, el 32 % de la población estuvo bajo la línea de pobreza. Este
fue un factor importante para la aparición de la cocaína. Otro factor fue el efecto globo respecto
de los precursores químicos que se pasó a una nueva territorialización en pequeñas cocinas.
Esto provocó un nuevo mercado para drogas de baja calidad. Segmentó el mercado. Cayeron
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los horizontes de la vida compartida. Este fenómeno debe incorporarse en los procesos de
prevención para dar sentido a las vidas.
Gustavo Mármol: Pregunta a E. Megías, si la sustancia tiene efectos en el sujeto, entonces si son diferentes, qué partes del sujeto son afectadas y cómo. Álvaro Fierro: ¿Por qué las drogas son un problema cultural? Si el miedo es preventivo, ¿es
necesario haber consumido para prevenir?
Jorge Marambio: Para R. Abadie, los riesgos se construyen desde las representaciones
sociales ¿Cuándo estamos frente a una persona dependiente de drogas? Los trabajadores de
las minas se emborrachan el fin de semana, ¿ello es igual a una persona que se inyecta varias
veces al día?
P. Bourgois: Es importante llamar a construir nuevos paradigmas. La investigación fallida plantea nuevos paradigmas institucionales. El problema es que la salud pública está dominada por
la biomedicina para curar.
Esa experiencia es global, hay cambios increíbles en los patrones del uso de drogas y no comprendemos por qué, no se comprende estructuralmente la historia. Tal vez la salud pública
pueda entender las formas del consumo. En Estados Unidos, es necesario trabajar con las
personas que están directamente involucradas.
Hay sabiduría de los pueblos para terminar con las epidemias. La gente aprendió cómo defenderse. El reto es entender lo específico para cambiar la historia, y no perversamente.
E. Megías: Claro que cada sustancia tiene características sobre las que conviene informar. Sin
embargo, en la prevención, no se lo dice. Una cosa es la información científica y otra la construcción de la información que hace el usuario que no siempre coincide con la primera. Hay muchos
mitos. La información nunca es suficiente. El tema no es que no se sepa sino que hay una serie
de ritos que dificultan la prevención, sobre ello no se trabaja.
La evidencia científica siempre se utiliza unilateralmente y sesgada. A la hora de hacer prevención se puede utilizar la información médica pero hay otros elementos que provienen de otros
discursos, por ejemplo, de la cultura cotidiana.
No es posible defender una política que encarcela al usuario. Si no hay esa política siempre se
buscan otras formas punitivas. Políticas de control escalonado significa control de venta, por
ejemplo. Es necesario el control social que podría ser más cruel que el penal. Es perverso que
el usador vaya a la cárcel.
Las políticas de salud pública son un problema. Si salud es el estado de perfecto bienestar
psicobiosocial, son políticas exclusivamente sanitaristas. Igual que la reducción de daños que
implica más de lo que ahora la define. Surgen nuevas formas de consumo a diario. El consumo es un comportamiento personal. Las razones para consumir son variadas, y son otras las
razones que convierten al consumidor en problemático. Es difícil definir los límites. Hay ciertas
vulnerabilidades pero que no explican en su totalidad el problema.
Hay nuevas formas de entender al sujeto. Que el miedo es preventivo significa varias cosas: si
prevenir es evitar un comportamiento, el miedo funciona. Si se entiende que prevenir es lograr
un sujeto más libre, fuerte, entonces el miedo no es preventivo. Las definiciones son importantes. A la hora de hacer prevención, hay que tener en cuenta los sujetos que consumen y sus
necesidades. Los problemas se construyen en la gente.
En España no se ha penalizado el consumo nunca. El control se ha dado a partir de la ilegalidad
de la sustancia; las sanciones han sido de otra naturaleza. El consumo de la marihuana ha crecido. El problema se asocia con las pastillas: te matan o te enloquecen.
Lo que preocupa es que la legalización se va producir en una época de crisis. Las crisis de las
drogas terminan de mala manera. El aprendizaje histórico de los pueblos se hace a pesar de lo
que sucede. Es importante el proceso de socialización de las sustancias. En España, hay una
variable importante que tiene que ver con las percepciones sociales locales sobre las drogas.
E. Abadie: Para B. Bagley, la reducción del daño realmente funciona con el uso de las jeringas,
pero es problemático con la ética protestante. La distribución de jeringas funciona en los lugares
donde se ha trabajado. Las políticas de reducción del daño se han incrementado en Uruguay.
La diferencia entre consumidor y dependiente se da desde la construcción social y desde los
grupos sociales, pero también desde criterios médicos que son muy fuertes. Las crisis sacan
lo peor de las sociedades.
La producción casera es problemática y es difícil llegar a los consumidores. Es importante el
conocimiento local.
Para hacer políticas públicas debe tomarse en cuenta la información que las ciencias sociales aportan del trabajo con la gente.
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Mirando desde el Sur: drogas, fenómeno
social complejo
Milton Romani9
9 Doctor en psicología de la Universidad de la República de Uruguay. Embajador extraordinario y plenipotenciario de Uruguay
ante la OEA.
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E
l problema es fuertemente político. Su desafío se marca desde la necesidad de integrar lo
social y cultural a lo político. Este desafío se abre en varios aspectos.
En la última Cumbre de la Américas, en Cartagena, se propuso un debate sobre el tema de las
drogas. El mandato a la OEA fue procurar que ese debate se diera sin prejuicios ni tabúes. Hay
que construir alianzas en todo terreno que sea propicio para cumplir este mandato que significa
una conquista respecto de los derechos democráticos. Hay una carga de puritanismo exportada por Estados Unidos que coincide con el imaginario popular que, a su vez, contiene miedos
ancestrales. La información desde la ciencia es fundamental. Por lo mismo, abrir el debate es
vital para entender el conjunto de problemas que confluyen en el tema de las drogas.
Tanto el sistema prohibicionista como la crítica son antiguos. El tráfico de drogas tiene varios problemas en el tema del control. Hay control del tráfico de sur a norte, pero en Estados Unidos no
hay tal control para el consumo. Por otra parte, hay una visión liberal para la compra de armas.
Es necesario reactualizar los procesos y pensar que las cargas y responsabilidades son comunes y compartidas, pero no equitativamente compartidas, se necesita de equidad, ello supone
hacerse cargo de lo que localmente somos responsables.
Nuestros países están estigmatizados por ser productores. Sin embargo, no se visibiliza que la
gran demanda viene del norte y que en nuestros países ha empezado a crecer el tema del consumo. También está el problema de comercialización y producción de precursores químicos.
Otro tema es el lavado de dinero que introduce el dinero ilegal de la droga en el sistema formal
de la economía. Se habla, por ejemplo, del crimen financiero que reside en la Gran Manzana.
Por otra parte, los organismos internacionales exigen mucho a los países de la región, pero hay
países que son paraísos fiscales, como también ciertas zonas de Estados Unidos. La responsabilidad común no es, pues, compartida.
Los mecanismos de fiscalización que se utilizan solo sirven para una política real de control. El
Mecanismo Multilateral de la OEA, MEM, sirve porque, además de los consensos, señala líneas
de acción. Debe mantenerse porque es un mecanismo democrático.
En resumen, es necesario reclamar el debate, sin puritanismos y apropiándose de las responsabilidades de cada uno. No solo Estados Unidos tiene la culpa de todo, pero el sistema prohibicionista que se fundamenta en la penalización, nacido en Estados Unidos, es universal. Por
ello hay que construir alianzas que apunten a una nueva hegemonía política tanto en los foros
locales como internacionales.
La gestión política en drogas a nivel local es otro desafío de transversalización. Si se critica el prohibicionismo y no se avanza en el análisis de las complejas relaciones, no sirve. Por ejemplo, no
es necesariamente una relación vinculante la que se da entre drogas y violencia, sin embargo,
en América Latina las víctimas son niños y jóvenes. Además las políticas para sacar a la gente de
la pobreza y del bajo crecimiento económico no terminan con la violencia social que es sistémica
estructural y no se agota en la violencia de las drogas.
Los sectores marginales quieren los mismos objetos de consumo y placer que ofrece el sistema a los demás. Allí está la causa fundamental de la violencia. Por ello los pedidos de control a
través de más violencia no sirven. Los índices de inseguridad son altos.
La propuesta de mano dura se equivoca porque hay poblaciones que históricamente han sido
excluidas por las estructuras de poder siempre dependientes y violentas. Esas poblaciones
que consumen drogas como parte de su significante saben y asumen riesgos, no les interesa
el Código Penal y la violencia social que busca controlarlos. Por tanto hay que cambiar esas
estructuras. La violencia engendra más violencia.
No debe olvidarse que hay intereses que mantienen las guerras, porque ello responde a un
mercado enorme ligado a intereses geopolíticos. En la terapéutica es necesario hacer ver al sujeto su historia y su contexto. En la política, habría que hacer lo mismo, descentrar la mirada. Se
debe llamar a la responsabilidad compartida que permite ampliar el espectro de la comprensión
y acción respecto de las drogas y la violencia estructural.
Descentrar la mirada significa poner en la agenda pública el tema de la corrupción. Ello afecta de
forma brutal a las instituciones. Supone un llamado a la responsabilidad ciudadana. Esto tiene
que ver con un vacío ético a nivel mundial. Las crisis bancarias últimas son un ejemplo de ello
que consolida el llamado al consumismo sin límites. Las luchas de América Latina para recuperar
los espacios de derechos deben continuar y consolidarse.
En el debate democrático hay que buscar y ensayar nuevas formas de control de las sustancias
que hacen daño. El problema tiene que ver con la regulación de los mercados que se debe
extender al tabaco, por ejemplo. No se debe renunciar a un control que atenúe los daños. Ello
no implica abandonar el control a través de la ley, pero debe hacerse de manera diversificada y
no centrada en el código penal.
Por último hay una compartimentación entre DDHH, drogas, fiscalización. Es un desafío trasnversalizar los organismos multilaterales en la mirada de los problemas que están relacionados.
Las declaraciones son importantes en distintos foros y son puntos de apoyo para un debate
responsable que procure propuestas que busquen una nueva hegemonía política y cultural.
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Política y ética de la representación visual de
las drogas
Xavier Andrade10
10
Ph. D. en Antropología de la Nueva escuela para investigación social de Nueva York. Director de la Maestría
en Antropología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
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T
odos coincidimos en el fracaso de la guerra contra las drogas, pero en las ponencias
aquí presentadas, hay tensiones, ello es positivo. Intento ayudar en la búsqueda de
una comprensión sobre el tema de las drogas. Mi investigación sobre el tema ha sido
fragmentada y ello remite a la realidad de las propuestas sobre drogas en el país.
Entre el 88 y el 90, en la Fundación Nuestros Jóvenes, se constituye un equipo multidisciplinario,
para el estudio sobre el tráfico al minoreo, en Quito. Guayaquil y Cuenca. Se levantaron historias
de vida para responder a la pregunta ¿Por qué los sectores marginales se involucran en el tráfico? El resultado fue el libro Pequeños traficantes.
En ese tiempo, se investiga en el campo de las pandillas juveniles en Guayaquil, sobre las cuales
ya se había creado una histeria desde el gobierno de Febres Cordero para justificar acciones
represivas. Se pensaba que las drogas generaban violencia y delincuencia en Guayas. Se hizo
observación participante con una pandilla. Se encontró que las drogas legales, alcohol y pastillas
estaban ligadas a la violencia, evidentemente se consumían drogas ilegales.
En Miami se hacía un estudio que involucraba a varias instituciones de nuestros países. A partir
de historias de vida se desarrolló la tesis de maestría que buscaba entender el problema del
riesgo en la vinculación con economías ilícitas y cómo ello permite la formación de un capital
simbólico exitoso. La atención de la investigación se guió por la pregunta de cómo en la biografía individual de un sujeto inteligente y que no pertenecía a grupos marginados se entiende el
ingreso al mundo delictivo.
En un segundo momento, (1997 y 1999), en New York, se indagó en torno a la pregunta ¿por
qué en ese momento histórico una población significativa de consumidores de heroína empezaron el consumo por vía nasal y no intravenosa? Ello se podía entender con los cambios del
mercado y la proliferación de las marcas.
Otra investigación sobre coyuntura política en New York se enfoca en la forma ultra represiva
que desde las políticas públicas se proponía eliminar el tráfico en la calle. El interés partió de la
pregunta ¿cuáles eran los efectos en el mercado y en las personas de esta forma represiva de
control? Se pudo constatar que, a pesar de la represión, el mercado no se eliminaba sino que
se reinventaba en redes más seguras para traficantes y consumidores.
La investigación sobre éxtasis, uso de sustancias y usos en San Borondón, (FLACSO, 2010),
permitió descubrir estereotipos desde políticas públicas y medios.
En este contexto investigativo, el tema de visualidad en el mundo de drogas es importante porque las imágenes dan cuenta de las formas de objetivar el tema de las drogas desde distintos
ámbitos incluido el gobierno. Algo se ha modificado a pesar de las contradicciones.
Las imágenes mediáticas que estigmatizan el mundo de las drogas no dan cuenta de las
múltiples posibilidades de consumo y de minorías que se convierten en adictas. La academia
también construye imágenes sobre este tema, pero hay que responder a la crisis de la representación instalada ya hace algunas décadas que exige una mirada crítica.
De dos grupos de fotografías, de las capturadas por John Ranard, se concluye que es necesario pensar sobre el riesgo visual: las imágenes en tanto multívocas y multivalentes son problemáticas sobre todo en términos de prevención. Por ello es importante la perspectiva que remite
el ámbito de las políticas públicas al contexto urbano que da cuenta de una pobreza estructural,
pues la droga por sí misma no dice nada sin el contexto doméstico de las relaciones intrafamiliares y el aspecto micro que enfoca los lugares de las prácticas de consumo. Tal vez con estas
consideraciones sea posible hacer justicia a los usuarios a través de las imágenes.
Es fácil leer las imágenes desde un discurso hegemónico que asocia pobreza-drogas. No
implica, sin embargo, idealizar el mundo de las drogas. Hay que develar fehacientemente su
mundo. Desde el documentalismo, se obtienen contextualmente imágenes más precisas. Por
ejemplo, las fotografías de Schomberg y Bourgeois dan cuenta de las fronteras urbanas y de
la convivencia interna de los parias que se invisibilizan en los procesos de desarrollo urbano.
Los campamentos en los que habitan deben poseer una lógica móvil para mimetizarse con la
ciudad.
Sobre estos y otros temas es necesario debatir tanto en contextos académicos como en foros
de todo tipo, sin olvidar que hay una agenda de los sujetos sobre las drogas y una agenda sobre la forma en que quiere ser retratada la gente. Por ello las campañas no pueden ser publicitarias sino deben basarse en políticas dialógicas que reconozcan los valores de las comunidades
como, por ejemplo, la solidaridad, a pesar del proceso individual y colectivo de autodestrucción.
Por otra parte, el arte contemporáneo es el lugar donde todo es permitido, ahí el discurso de la
ética de la representación de la academia se desplaza a formas representativas diversas.
En conclusión, se necesita una investigación más amplia y profunda que permita crear nuevas
políticas públicas.
Se requiere una campaña sobre la calidad de las sustancias, campañas que integren la visión
sobre lo que se consume y sobre el uso múltiple. Hay que dar importancia al consumo de alcohol.
Se deben conocer las nuevas tendencias sobre el tema de las drogas. Es preciso repensar las
drogas concretas y las políticas específicas sobre ellas.
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Es vital repensar el paradigma biomédico. Habría que reforzar los diálogos públicos que incluyan
a los usuarios para levantar el bloqueo a las representaciones vigentes.
Es necesario reconocer el derecho de los sujetos a experimentar. Informar para reducir los daños podría ser una política plausible.
El Estado debe contribuir al empoderamiento de los ciudadanos. La legislación debe señalar
unidades mínimas de consumo.
Momento de diálogo:
Expositores: Milton Romani y Xavier Andrade
H. Castillo: Un resurgimiento sobre el tema de drogas no debe perder el contexto. Las drogas
han tenido históricamente distintos contextos que las legitiman o no. En ese marco, se ha distorsionado la responsabilidad compartida equitativa que se define en relación al crimen organizado:
se colocan las causas en el narcotráfico y los efectos en el Estado. Una política sin ingenuidad demanda separar el Estado de la banca, porque en el sistema financiero se mimetiza y se legaliza el dinero de los tráficos. Las categorías del bien y el mal deben
ser superadas pues impiden la reflexión. Las drogas no son en sí un problema, hay un problema
de ausencia del Estado en estos procesos. Hay una responsabilidad ética en la prevención,
regulación y disponibilidad.
N. Sierra: El asunto es político y la violencia es estructural en América Latina, está ahí, desde
su nacimiento. Se ha dado violencia horizontal y auto violencia. Hay que asumir la libertad y la
responsabilidad desde un nuevo pacto social para canalizar dirigir la violencia.
El Estado es autoritario porque ya no representa el pacto social que integre al otro. Todas las
instituciones modernas están en entredicho. Esto resulta del sistema capitalista como una forma
de vida. En la institucionalidad de este sistema caduco ¿será posible viabilizar nuevos contenidos políticas o habrá que proponer nuevas instituciones?
E. Megías: Los pactos sociales se dan entre grupos limitados porque la mayoría de las autoridades y personas no están de acuerdo. ¿Cómo damos la batalla a la comunicación, tomando
en cuenta que la representación social se juega en el campo de la comunicación?
R. Tenorio: ¿Cómo se produjo este discurso de la guerra hace 40 años y cómo ha crecido y
se ha universalizado? Se pueden crear nuevos relatos para deshacer el relato del poder, ello implica tiempo. También es cierto que ya se hallan en formación nuevos discursos en la sociedad
porque aparecen terrenos fértiles par la construcción de nuevas representaciones.
B.Bagley: Con los cambios en el sistema capitalista internacional, la familia se ha transformado.
En ese contexto nace la idea de una crisis sin respuesta, al menos desde las políticas públicas.
Por eso aparece la sensación de que el Estado ha fallado. Si ubicamos el tema de las drogas
en este contexto, ¿cómo desarrollar soluciones? La visión de los marginados es clara pero las
ideas para trabajar con ello no son tan buenas. La prevención debe ajustarse a la subjetividad y
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al contexto histórico y cultural. La rehabilitación implica corregir problemas fundamentales como
educación, salud, pobreza.
José Apolo: Los conceptos cambian y las formas de entender el tema también. Lo que está
mal aplicadas son las normas, las leyes. Sin embargo: ¿qué pasa si una sociedad no está lista
para la liberalización total?
M. Romani: Para Megías. Hay que debatir democráticamente con todos. Esa fue la propuesta en la Cumbre de Las Américas, en Cartagena. El bien y el mal en la lucha contra las drogas,
ahí los límites son ambiguos. Todo esto debería ser revisado desde la ética inmanente, en el
encuentro de los cuerpos.
El Estado tiene responsabilidad. El problema es político pues involucra a los partidos y a las
organizaciones sociales. En ese sentido, el desafío es cogestionar los riesgos con la parte que
está involucrada. Los Estados son verticales lo que hace dura la pelea por la transversalización.
La construcción de políticas públicas supone globalidad, pero no se puede renunciar a la individualización.
Los organismos multilaterales son punto de apoyo, es un terreno de acción posible. En las
alianzas, hay que plantear cosas y escuchar a otros incorporando los problemas que incumben al bien público UNASUR es un proceso, con una visión desde un bloque geopolítico que debe aprender a
convivir con distintas tendencias. Sobre el tema drogas hay un plan general interesante. Existen
también desafíos porque aparecen temas complejos, como el del crimen organizado.
X. Andrade: Siendo realistas y pragmáticos pensar que no va a haber consumo o drogas es
imposible. Habrá que pensar en las drogas más dañinas, el alcohol como parte de las drogas
legales, y tener una base conceptual para informar sobre la calidad de la droga que se consume diariamente.
Ecuador está articulado geopolíticamente al tema de las drogas. No se ha profundizado sobre
la despenalización y legalización. Es una tarea que queda pendiente. Pensar en usuarios mejor
informados sobre lo que constituye el mundo de las drogas. No cabe realizar campañas foráneas que desconocen la realidad
Igualmente hace falta construir una simbiosis entre investigación sofisticada y políticas mucho
más pragmáticas. Hay información producida por usuarios que es pública y que debe ser seriamente incorporada a través de mecanismos del Estado. Tenemos que aprender de los usuarios
sin hacer una apología de sus historias.
M. Romani: Es necesario dar continuidad al diálogo. En este sentido, me comprometo a realizar
el próximo Encuentro Internacional el que podría realizarse en Uruguay o en Washington-USA.
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