INSTRUCCIONES PARA LA REALIZACIÓN DE EXÁMENES

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INSTRUCCIONES PARA LA REALIZACIÓN DE EXÁMENES ESCRITOS.
Estimados alumnos.
Debido a unos hechos acontecidos recientemente, muy graves a mi modo de entender, he
decidido añadir una serie de preceptos para la realización de cualquier prueba de evaluación escrita
en cualquiera de las asignaturas que estén a mi cargo. Estas normas se suman a las que se
contemplan en el Reglamento de Ordenación Académica (ROA, en adelante) y las instrucciones
comunicadas en las fichas de las correspondientes asignaturas.
1. En todas las pruebas de evaluación escritas cada alumno dispondrá, como mínimo, de un
puesto vacío adyacente al que ocupe durante la prueba. En la silla y/o reposalibros del
pupitre vacío podrá depositar, de forma organizada, sus prendas de abrigo, mochilas y
demás pertenencias. En la superficie de ningún pupitre se podrán depositar otros
objetos ajenos a los propios del acto. Concretamente: sólo podrán estar al alcance de la
mano los bolígrafos, que cada alumno debe llevar consigo, los enunciados y folios en
blanco que suministre el profesor y los formularios, resúmenes, etc., que previa y
explícitamente hayan sido autorizados en la convocatoria de la prueba.
2. Durante la realización de la prueba el alumno no puede portar consigo ningún
dispositivo electrónico capaz de guardar, captar o transmitir datos o señales, incluidos
relojes de pulsera con estas capacidades. La necesidad, por razones médicas, de usar
audífonos, etc., deberá ser comunicada y acreditada con suficiente antelación.
3. La no observación de cualquiera de estos preceptos supondrá la expulsión del alumno de
la sala donde se celebre el acto de evaluación, la destrucción del material escrito por el
alumno hasta el momento de ser descubierto (independientemente de que haya sido
elaborado de manera fraudulenta o no), y la calificación de 0,0 en el acta de la
convocatoria correspondiente.
Intentaré explicar las razones de estas nuevas medidas.
No penséis que lo anterior se debe a un exceso de celo, o a una actitud policial y represiva. Al
contrario, lo hago porque ningún profesor tiene autoridad para cachear o requisar pertenencias a sus
alumnos, y dado que el concepto de chuleta se ha modernizado, pasando del papel a los teléfonos
móviles, los tramposos tienen más herramientas delictivas a su alcance. Por si fuera poco, las
máximas autoridades académicas conceden más crédito a las declaraciones de estos tramposos que a
los profesores, de ahí el aumento en el rigor de las normas.
He de decir que creo que la inmensa mayoría de los estudiantes se conducen con honradez,
respetando las reglas e instrucciones pertinentes. Pero en todo colectivo hay individuos que
deslucen su honor, y es responsabilidad de todos identificarlos y reparar el daño que causan. Como
he apuntado arriba, las autoridades superiores han desistido de esta obligación, recayendo en los
subordinados su cumplimiento.
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No puedo acusar y dar públicamente nombres y apellidos, por razones evidentes; hacerlo, incluso
podría conducir a que yo fuese el único expedientado y castigado, aludiendo a lesiones de honor o
fama. Así que me limitaré a relatar de forma impersonal dos hechos que están perfectamente
documentados y, si se me requiere, daré referencias para que quien lo desee solicite en los
organismos correspondientes la documentación de los expedientes de cada caso.
El primero se genera en la E.T.S.I. de Telecomunicación, donde mi área de conocimiento
impartía hasta hace poco varias asignaturas.
1. En la corrección de un examen extraordinario durante el pasado curso académico, los 3
profesores a cargo de la asignatura detectaron que en más del 40% del examen las repuestas
de dos alumnos eran idénticas (tanto en la gramática, los aciertos, los fallos, las gráficas, la
notación, etc.), hecho totalmente imposible cuando no se recita algo de memoria, sino que se
aporta una solución personal, individual, a un problema matemático original.
2. Aunque la suma de las puntuaciones de todos los ejercicios de cada uno de los 2 alumnos era
mayor que 5 sobre un total de 10, a estos alumnos se les puso la calificación 0,0 en el acta,
según especifica claramente el ROA.
3. Los alumnos reclamaron en la preceptiva revisión de exámenes, reclamación que fue
desestimada por los profesores de la asignatura.
4. A continuación elevaron la protesta al departamento cuya comisión de garantías, de la que yo
formaba parte, ratificó por completo y de forma unánime el informe y la decisión de los
profesores de la asignatura, ante la evidencia de las pruebas y los argumentos ridículos de los
alumnos (adujeron que las coincidencias se debían a que ambos habían estudiado en la
misma academia).
5. Los alumnos recurrieron luego al siguiente estamento, la comisión de garantías del Centro,
que unánimemente volvió a hacer suya la decisión del equipo docente de la asignatura.
6. Por último, tras elevar recurso de alzada al Sr. Rector, tras la instrucción del expediente por
un profesor de Didáctica de la Matemática (área de conocimiento no afín a ninguna de
Matemáticas), y en contra de la opinión unánime de los 11 profesores funcionarios de la
Universidad de Valladolid (más de la mitad de ellos de áreas de Matemáticas) que actuaron
previamente en las distintas fases del proceso, el rector ha ordenado que se otorgue a estos
alumnos la calificación obtenida por la puntuación numérica, es decir, que aprueben la
asignatura.
El otro caso se ha originado en nuestra Facultad, también en el pasado curso académico. No se
refiere exactamente a una realización fraudulenta de exámenes, pero ilustra de nuevo cómo desde el
rectorado se da más crédito a las alegaciones indocumentadas de los alumnos que a los argumentos
razonados de profesores con una dilatada experiencia profesional. La situación es la siguiente:
1. Tras regresar de una estancia en una universidad extranjera mediante el programa Erasmus,
una alumna no acreditó el cumplimiento del Learning Agreement, o Acuerdo de Aprendizaje
(AA en adelante), que es el contrato que estos alumnos deben firmar, confeccionado con el
consentimiento y bajo la tutela de un profesor de la titulación correspondiente. Estos “tutores
Erasmus” forman parte de una Comisión de la Facultad constituida ex profeso para tratar los
asuntos afectados por la movilidad de estudiantes (el AA especifica, entre otras cosas, la
tabla de asignaturas, y demás actividades computables como hitos en el currículo académico,
que se convalidan en la universidad de procedencia por las de la universidad de destino).
2. El incumplimiento referido consistía en que dicha alumna no cursó (por tanto, no superó)
una de las asignaturas que se incluían en el AA. La excusa aducida es que no había podido
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matricularse por falta de plazas. Pero ni ha documentado este hecho, ni advirtió de este
punto hasta su regreso a Valladolid. Lejos de ello, hizo caso omiso a los repetidos intentos de
contacto por parte de su tutor de la Uva.
Además, la alumna pretendía, sin la aprobación de su tutor, que un trabajo de dos semanas
dentro de una asignatura le fuese computado como prácticas externas (6 ECTS).
En una actuación de puro trámite, sujeta a la normativa vigente, el equipo de gobierno de la
Facultad le denegó la convalidación de los hitos que figuraban asociados en el AA a la
mencionada asignatura omitida y de las prácticas externas.
Ante la negativa de su tutor y de la coordinadora Erasmus del centro a realizar las
modificaciones del AA que pretendía, la alumna presentó un escrito al Sr. Decano, quien le
reclamó información sobre la asignatura no cursada y sobre el trabajo realizado, y le informó
de que su situación sería consultada a la universidad extranjera de destino. En septiembre de
2013 el tutor de la universidad de destino contestó que no puede confirmar que se le
impidiera cursar asignatura alguna a dicha alumna.
En octubre de 2013 la Comisión de Prácticas Externas y la Comisión de Movilidad de
Estudiantes de la Facultad acordaron, ambas por unanimidad, no conceder sendos
reconocimientos académicos, debido a la escasa carga de horas de un trabajo no autorizado
como prácticas, y la no confirmación sobre la asignatura no cursada, respectivamente.
La estudiante presentó entonces un recurso ante el Rector. Las alegaciones, exentas de
pruebas objetivas, son un puro alarde imaginativo, pintando una filosofía educativa y unas
vías de adquisición de méritos ad hoc, de difícil digestión para cualquiera que entienda
mínimamente lo que son los estudios superiores.
No obstante, el rector ha estimado todo lo solicitado por la estudiante, adoptando los
argumentos de aquella y desautorizando a la Facultad (a sus órganos directivos y a todas las
Comisiones que dictaminaron unánimemente).
En ambos casos, nótese que estas resoluciones, ante las que no cabe más protesta que el recurso
contencioso-administrativo (proceso judicial lentísimo y oneroso) otorgan una ventaja a estas
personas en contra de los principios que rigen la función pública y que, en mi opinión, se deben
aplicar igualmente a la actividad académica: el principio de igualdad de oportunidades y el
principio de méritos.
Esto debe alarmar a los estudiantes honrados que han decidido cursar los mismos estudios, pero
respetando las reglas, pues esos otros son competidores naturales (en solicitud de becas, puestos de
trabajo, etc.) y juegan con una ventaja que no les ha concedido ni su talento científico ni su tesón y
esfuerzo de superación, sino el uso retorcido de las normas y reglamentos que se establecen para
evitar agravios comparativos y garantizar, precisamente, el cumplimiento de esos principios.
Sospecho también, por lo inusual de la exquisitez en la redacción de los textos de reclamación,
rayando el lenguaje jurídico (de calidad muy superior a su redacción científica, harto raro para
alumnos de ciencias y tecnología, y no de los más aventajados), que estos alumnos han sido
instruidos o alentados en este juego sucio por ¿quién sabe qué personas? Esto me causaría mucho
pesar por el deterioro que pueda suponer a nuestra Alma Máter.
Valladolid, enero de 1014
Luis A. Tristán Vega, Profesor Titular de Análisis Matemático
Universidad de Valladolid.
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