1 Entrevista con el Dr. Salvador Malo Álvarez, Director

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Entrevista con el Dr. Salvador Malo Álvarez,
Director General de Educación Superior Universitaria (DGESU), Secretaría de
Educación Pública, México.
Lugar y fecha: México, D. F., a 7 de noviembre del 2013.
Entrevistadora: María Cecilia Oviedo Mendiola, Departamento de Investigaciones
Educativas (DIE), CINVESTAV.
Transcripción: Rosalba Montiel Yáñez (Ayudante SNI-III de la Dra. Sylvie Didou
Aupetit, DIE-CINVESTAV)
C. O.: ¿Cómo ve Usted el estado actual de la internacionalización de la
educación superior y la ciencia en México?
S. M.: La internacionalización de la educación superior y la de la ciencia son dos cosas
diferentes. Veo la internacionalización de las universidades como incipiente todavía:
considero que todas, o casi todas, están muy conscientes de la parte internacional
pero califico de incipientes las acciones de internacionalización porque siento que,
hasta el presente, la mayor parte está focalizada al ámbito de la movilidad. No es que
la movilidad no sea un elemento del proceso de internacionalización, pero tampoco es
su parte central. Las universidades se ocupan mucho de negociar convenios con las
universidades extranjeras para movilizar a personas, académicos o estudiantes y
llevar a cabo investigaciones conjuntas, en lo que corresponde a la ciencia. No
obstante, yo creo que la internacionalización implica tener un estado anímico, si se
puede decirlo así, para que las universidades estén pendientes y actuando en torno a
los problemas locales pero con una visión internacional. Ya lo habían dicho hace
mucho tiempo Marshall McLuhan y otras personas que se dedican a esas cuestiones,
advirtiendo que un reto relevante consistía en atender lo local con una visión y una
capacidad internacionales. Esa capacidad internacional todavía no está
suficientemente desarrollada en las universidades. No están prestando la suficiente
atención a los procesos internacionales de cambio y acción en materia de educación
superior. Parecería que la educación superior extranjera, a los ojos de los mexicanos,
ya es algo conocido, algo ya sabido, cuando la educación internacional está sufriendo
procesos de transformación muy hondos y fuertes de los que no nos estamos
ocupando lo suficiente.
Mi percepción es que las instituciones mexicanas no se dan cabalmente cuenta de que
en el mundo están cambiando las universidades; no se dan cuenta porque ellas
mismas siguen manteniendo una percepción poco abierta al cambio. Creen o bien que
actúan si logran por ejemplo que más personas hablen inglés o realicen estadías o
estancias en el extranjero, pero no perciben que los procesos y las estructuras de
enseñanza están transformándose. Un ejemplo clarísimo de eso, para mí, es que la
mayor parte de las universidades no acaba de percatarse que el proceso de Bolonia
ya concluyó y, menos aún, saben lo que significó: creen o consideran que el proceso
de Bolonia fue un intento para moverse en una cierta dirección que todavía está en
discusión sin caer en la cuenta de que el proceso de Bolonia terminó hace tres años,
que ya las universidades europeas pasaron por eso y lo asimilaron y, por ende, ya
están haciendo las cosas en muchos sentidos de otra manera.
Y lo mismo ocurre en otro tipo de frentes, por ejemplo en el de Norteamérica, donde
las universidades están en una gran ebullición en torno a lo que son procesos de
enseñanza-aprendizaje y las competencias; mientras, nosotros seguimos aquí
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atrapados en quizá discusiones sobre la acreditación o la evaluación de los
programas, cuando eso, por ejemplo en Estados Unidos, tiene más de cien años de
estarse haciendo. Nosotros sentimos que estamos muy internacionales porque ya
estamos teniendo no sé cuántas relaciones para hacer evaluaciones de carácter
internacional o para que vengan grupos internacionales a hacer las evaluaciones de
nuestras instituciones o programas. Y no es que me parezcan mal estas cosas: lo que
quiero decir es que para mí eso no es internacionalización o es sólo un pequeño
asomo de la internacionalización.
Para mí, la internacionalización significa que las universidades se comportan como si
fueran internacionales. Por lo tanto, están reflexionando y procesando los eventos que
están ocurriendo en su esfera de acción a nivel internacional. Entonces, su
comunicación con las universidades externas es realmente de tú a tú. Ahora, yo tengo
la impresión de que eso no sucede; hay experiencias internacionales en lo individual,
sin duda, así el investigador que está haciendo una investigación con otro de otra
nación no se interesa al mismo tiempo con los problemas de cambio en las
tecnologías de enseñanza-aprendizaje o de cómo modificar la enseñanza en que su
colega investigador está ocupado. Sin embargo los profesores investigadores
australianos, ingleses, alemanes o canadienses tienen, con respecto a la docencia,
una actitud distinta a la que tienen los mexicanos. Es, por todas las razones que he
mencionado, que considero que la internacionalización en México es incipiente.
Al decir lo anterior debo confesar que es indudable que hoy hay mucho más reflexión y
apertura hacia las cuestiones internacionales en el país que antes. Así, hoy no hay
universidad que no cuente con un departamento, una oficina, un grupo que se
encargue de los asuntos internacionales. Pero se trata de que la universidad sea
internacional, no que haya dependencias que se ocupen de lo internacional y esto,
creo, no se ha logrado todavía.
Ahora, en relación al ámbito de la ciencia, la problemática es en cierta forma parecida
pero no es igual, porque, sin duda, las universidades en México han avanzado mucho
en ciencia, es decir, todas las universidades públicas estatales, para ponerlo de esta
forma, están haciendo un esfuerzo muy importante por mejorar en la investigación.
Creo que algunas de ellas no lo han comprendido totalmente, no han entendido lo que
significa ese esfuerzo y siguen impulsando un modelo (voy a llamarle tradicional) que,
en México, implica que el profesor o sea investigador o sea docente.
Sin embargo, tenemos ejemplos muy claros de que, en el mundo, no es así: los
docentes son docentes y, al mismo tiempo, investigadores y los investigadores son al
mismo tiempo docentes, en las universidades. Aquí, en México, también tenemos
ejemplos de instituciones en donde los investigadores son docentes y los docentes
son investigadores: es el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana o incluso, en
el del Cinvestav, entre otras. En cambio, muchas universidades siguen manteniendo el
modelo más extendido en México: consiste en considerar que los investigadores no
tienen tantas responsabilidades de docencia y, por lo tanto, no están involucrados en
la enseñanza, sobre todo en la atención a los jóvenes recién ingresados a la
universidad. Yo siento que eso es un error, es una tristeza que tengamos ese modelo
y que lo estemos replicando. No es que, en otros lados, no se dé una situación similar:
ya sé que, en todos los países, hay quejas acerca de que los investigadores, entre
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más exitosos son en materia de investigación, más se alejan de la docencia. Pero, en
el caso de México, es un exceso: aun los investigadores que ni siquiera están tan
exitosos en la indagación están alejados de la docencia.
Nuevamente, las universidades parecen ser más preocupadas en conjuntar a
investigadores que en desarrollar un modelo de universidad investigadora. Esos
modelos son distintos: el tener una universidad que hace investigación es diferente a
tener investigadores en espacios de la universidad. Pero, muchas veces, se cree que
hacer ciencia sólo es sumar investigadores en la universidad para que hagan ciencia.
Entonces, aunque digo no es lo mismo que, con la internacionalización, sí hay un
paralelismo en eso, quizá es la razón por la cual Usted y la Dra. Didou los ponen
juntos. Hay un paralelismo en eso: sí, tenemos una cultura muy rígida en nuestra
forma de ver la responsabilidad que tenemos como universitarios, creemos todavía
que ya con el ser académicos o el ser investigadores, estamos reponiéndole a la
sociedad mexicana lo que ha invertido en nosotros. Creo que exageramos ahí,
tenemos que hacer un esfuerzo adicional.
Debo de reconocer sin embargo, a pesar de lo que estoy diciendo, sí noto que hay
organismos y grupos, en los que me ha tocado participar en los últimos dos o tres
años, cada vez más dispuestos a ser responsables socialmente; nuevamente, ser
responsables socialmente, antes, hasta hace unos años, consistía fundamentalmente
en que ellos fueran los que decidieran; con “ellos”, me refiero a que los universitarios
fuéramos los que decidiéramos, y yo me incluyo entre ellos, qué es lo que le convenía
a la sociedad. Ahora, somos más responsables socialmente en el sentido de que nos
damos cuenta de que tenemos que oír a la sociedad, estar atentos a lo que ella
demanda no nada más a lo que nosotros decimos que necesita. Incluso posiciones tan
duras como las había yo creo hace tres, cuatro o cinco años o más, de que las fuerzas
del mercado eran mal vistas en las universidades están bajando de intensidad. Ya se
dan cuenta de que el mercado, pues, finalmente es otra expresión de la sociedad: si
bien hay que analizar esas fuerzas del mercado y no dejarse llevar por ellas, tampoco
se trata de ignorarlas. Hay que tomarlas en cuenta y verlas en su contexto real: si
queremos preparar a jóvenes bien formados, tanto para hacer investigación como para
ser profesionales o simplemente para estar en la sociedad, parte de lo que tienen que
aprender es cuáles son las fuerzas del mercado, cuáles son las demandas de la
sociedad, dónde hay oportunidades de trabajo, dónde no, en dónde podemos y
debemos ser más innovadores y no solo esperar que nos vengan a consultar las
instituciones o la sociedad para que nosotros les enseñemos el camino verdadero para
resolver los problemas del país.
Sí, debo reconocer eso: en los últimos años, tres años, cuatro años me ha tocado
participar en varios esfuerzos de carácter nacional en que constato una disposición
más clara de los universitarios a estrechar su contacto la sociedad en su conjunto.
C.O.: ¿Cuáles son los principales programas que maneja la DGESU en relación
con internacionalización de la educación superior y la ciencia?
S.M.: En la DGESU tenemos pocos programas que se ocupan de esos temas de
manera directa. Algunos de los programas que manejamos más conocidos son el
Programa Integral de Fortalecimiento Institucional (PIFI), el Programa de Mejoramiento
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del Profesorado (PROMEP) y el (Programa de Apoyo al Desarrollo de la Educación
Superior (PADES). Estos se ocupan de la mejora de la infraestructura y las
instalaciones de la universidad, de los perfiles y condiciones de la plantilla
universitaria, y del apoyo a reuniones, simposios y congresos. Tenemos 14 programas
en total, son muchos, son muy variados y ya en el futuro serán reducidos a 10.
Sin embargo DGESU no cuenta con programas de internacionalización y programas
para la ciencia. Yo creo que eso es un error, es un defecto, deberíamos tenerlos. Sin
embargo, no es que no tengamos algunos avances en materia de internacionalización:
se los voy a mencionar y verá que sí fomentamos actividades de internacionalización.
Pero lo que quiero decir es que deberíamos tener programas que más claramente
promovieran la internacionalización y la investigación científica. La Subsecretaria de
Educación Superior antes se llamaba Subsecretaría de Educación Superior e
Investigación Científica y hace unos años, un lustro probablemente ya, se le quitó la
parte de investigación científica. Pienso que eso no fue correcto ni adecuado: es cierto
que algunos de los programas que tenemos como los que le acabo de mencionar no
excluyen a la investigación ni a la internacionalización, pero debería ser más evidente
el que la Subsecretaría de Educación Superior favorece la internacionalización y
favorece la investigación científica y se ocupa de esas cosas. Entonces por eso señalo
que, desgraciadamente, en este momento los programas no son tan visibles como
sería menester.
¿Qué hacemos de carácter internacional? Apoyamos a las instituciones a participar en
muy distintas actividades:
Quizá una de las más interesantes sea el trabajo que vienen llevando a cabo
universidades mexicanas dentro del proyecto AHELO (Assessment of Higher
Education Learning Outcomes) impulsado por la OCDE. Con apoyo de la
Subsecretaría de Educación Superior, 14 universidades mexicanas vienen
participando, desde hace varios años, en el desarrollo y prueba de exámenes
para medir los aprendizajes alcanzados por los estudiantes de la licenciatura
en varios países.
También contamos con el programa de becas MEXFITEC (MEXico Francia
Ingenieros TECnología). Mediante éste, jóvenes mexicanos llevan a cabo
estadías de un año en universidades francesas.
Contamos con un programa de becas para el mejoramiento del profesorado: en
otras palabras proveemos becas para los profesores universitarios que quieran
irse a preparar y mejorar.
Otorgamos un número significativo de apoyos para la organización de
reuniones, congresos y simposios e invitar a extranjeros a participar en ellos.
Apoyamos el retorno de doctores y maestros y su incorporación a las
universidades. Esto es un insumo importante para la ciencia y también apoya la
internacionalización.
Lo que no tenemos son programas que explícitamente orientados a la
internacionalización y el desarrollo de la ciencia. A mi parecer ello es un error,
deberíamos tener programas más clara y abiertamente orientados hacia la
internacionalización universitaria
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Parte central de la responsabilidad de la DGESU es establecer políticas públicas y si
bien he hablado ya del PIFI y el PROMEP como ejemplos de instrumentos de política
publica desarrollados por esta Dirección, me parece que deberíamos trabajar más
fuertemente en formular políticas públicas en favor de la educación superior en
colaboración con las universidades. No se trata nada más que los burócratas nos
dediquemos a hacer políticas para las universidades, sí que desarrollemos más
políticas públicas en colaboración con las instituciones de educación superior.
A continuación me referiré a un tema distinto a lo que Usted me ha preguntado, pero
como funcionario no puedo dejar de mencionarlo. En mi opinión el tema que
deberíamos estar impulsando centralmente (y no lo hacemos) es el de la innovación
educativa en la educación superior: esto es en la educación centrada en aprendizajes,
en competencias, en los resultados de aprendizaje y en todos los temas vinculados
con los cambios que están ocurriendo en materia de educación superior. Incluso las
tecnologías de información y comunicación, cuyo uso si se apoya, parecen emplearse
como un añadido más para seguir enseñando igual; esto es, ahora usamos Power
Point para nuestras presentaciones e Internet para mandar mensajes, recibir o
demandar trabajos de los estudiantes y para comunicarnos con ellos a distancia, pero
no hemos trabajado para que se de una transformación profunda de la educación
superior a través del uso de las tecnologías de información y comunicación
C.O.: ¿Ni las grandes instituciones lo han hecho?
S.M.: Las grandes instituciones tampoco lo han hecho. Evidentemente, hay
excepciones y casos particulares y le podría mencionar algunos ejemplos. ¡Claro que
hay esfuerzos! pero no son esfuerzos integrales de las instituciones, no son una
política generalizada en ellas. A veces, les pasa a las instituciones de educación
superior lo mismo que a nosotros en la Subsecretaría: tienen mensajes importantes en
sus Planes de Desarrollo, pero poco de ellos llega al nivel de los profesores y a los
alumnos; son intenciones serias de las universidades pero, para decirlo de alguna
manera, los dirigentes universitarios o los consejos universitarios no los han hecho
suyos, no se han apropiado de ellos para inducir transformaciones reales en las
prácticas universitarias.
En consecuencia es necesario que la Secretaría de Educación Pública señale más los
posibles caminos para las universidades y que, a su vez, ellas generen diálogos al
interior para encontrar los caminos propios para su desarrollo. Una de las cosas que,
por ejemplo, no aprendimos del proceso de Bolonia es que en el marco de ese
movimiento las universidades discutieron durante once años lo qué hacían y cómo lo
hacían. En otras palabras el beneficio de Bolonia para la educación europea no fue
nada más el que haya llevado a que las universidades adoptasen sus preceptos, no, el
beneficio mayor es que los años de discusión fueron riquísimos, los condujeron a
analizar todo lo que estaban haciendo, cómo lo estaban haciendo, por qué lo estaban
haciendo y para qué lo estaban haciendo. Entonces, Bolonia llevó a transformaciones
más allá de los propios objetivos de Bolonia, a transformaciones de otra índole,
distintas a lo que eran las metas programadas: desencadenó una reflexión profunda
por parte de las universidades.
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Eso es a lo que me refiero cuando digo que la Secretaría de Educación Pública, las
asociaciones de universidades y las universidades mismas podríamos generar
diálogos que ayuden a que las propias instituciones encuentren caminos exitosos para
el cambio. Si no logramos que las universidades reflexionen seriamente sobre su
quehacer, si no logramos que las personas con mayor preparación aporten ideas para
cambiar la educación superior, seguiremos aislados circunscritos a los límites a los
que me referí al principio de la entrevista.
Es suma, sí es cierto que hoy hay un discurso menos reticente, más propicio al cambio
en las universidades, pero el cambio aún no se está dando. ¿En qué dirección?: Hay
muchos caminos posibles y se trata de que las instituciones puedan explorar un buen
número de ellos. Repito: claro que hay universidades que están haciendo cosas al
respecto, sin embargo, por el momento, podría decir que son más las universidades
tecnológicas y politécnicas las que están haciendo cambios a nivel universitario que
aquellos que están logrando las universidades más establecidas y grandes.
C.O.: ¿O sea las nuevas instituciones?
S.M.: Sí, las nuevas instituciones. Entre las instituciones tradicionales, sé de algunas
de ellas que sí están impulsando cambios importantes, experimentos y desarrollos de
interés. Pero para mi gusto debería haber muchos más. Debería haber mucha más
discusión sobre la educación superior misma, no sobre sus entornos; en México,
somos muy propensos a estar discutiendo las formas de gobierno o la relación de las
universidades con la sociedad pero discutimos muy poco lo que es la educación
misma ¿qué entendemos por educación? ¿Cómo deberíamos proporcionar
educación? ¿Cómo debería transformarse ante lo que está ocurriendo? Esos temas
están muy poco atendidos.
C.O.: ¿Hay espacios construidos para esas discusiones?
S.M.: Los hay, sí existen los espacios, pero los hemos llenado con otro tipo de
preocupaciones: existen las academias, los consejos y otros grupos susceptibles de
analizar estos problemas, pero generalmente están ocupados, en problemas de
organización, de poder, de financiamiento, y no de discusiones sobre conceptos de
educación o de investigación. La investigación a nivel mundial también se está
transformando radicalmente. Hoy se habla y hace más investigación del llamado modo
2, más orientado a problemas que a disciplinas, más colaborativo que individual.
Ahora, cada vez más, conforme al modo 2, la investigación se orienta a la resolución
de problemas, y los grupos o colegios invisibles se arman y desarman según los
problemas a atender. Cada vez, hay mayor tendencia a que esos problemas tengan
alguna cercanía o relevancia en el entorno o la sociedad en general.
En México, en donde frecuentemente vamos a la zaga, he notado que hay un mayor
número de investigadores que antes que dicen querer trabajar conforme al modo 2.
Ello va en el camino correcto y sólo desearía que el proceso fuese más rápido y más
vigorosa la discusión sobre qué hacer y qué no hacer. Todos sacamos provecho si
discutimos el cómo lo hacemos, para qué y por qué lo hacemos. Si tenemos diferentes
visiones, prioridades y formas de trabajo, mejor. En México, en Latinoamérica, hemos
perdido la capacidad de discusión, rápidamente ella se traduce en una polarización,
una discusión de carácter ideológico, no sobre el tema a discusión sino sobre lo que
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supuestamente está en torno al tema. Lo que debemos discutir es cómo hacer mejor
la tarea que estamos tratando de hacer conjuntamente.
C.O.: ¿Cuáles serían las prioridades sobre estos temas que Usted advierte en
materia de cooperación e internacionalización en los próximos cinco años, en su
función como director de la DGESU?
S.M.: Una de las funciones importantes de la DGESU es establecer políticas para el
desarrollo de la educación superior, en el marco de su autonomía corresponde a las
universidades decidir si las siguen o no.
Dado mi relativamente reciente ingreso a esta dirección, todavía no he tenido
oportunidad de establecer políticas, la dirección en que seguramente intervendré es en
lograr que se incremente la atención y los esfuerzos en torno a una educación
centrada en aprendizajes, que nos preocupe más lo que aprenden los alumnos que lo
que les enseñamos. Esto es, procuraré que las universidades tomen decisiones en
función de lo que aprenden los alumnos –y se ocupen de investigar, innovar y
desarrollar formas para lograrlo– y no en enseñar (una vez más) lo que hemos venido
enseñando, dejando a los alumnos la responsabilidad de encontrar cómo aprender.
Para ello se requiere una visión más internacional de la educación, dar mayor énfasis
a la educación centrada en aprendizajes, a la toma de decisiones con base en
evidencias y datos duros; darle mayor atención a los aprendizaje con base en
competencias, en los cuales los individuos sean vistos en su integralidad: como seres
afectivos y sociales y no solo cognitivos.
Trataré de impulsar un cambio en el paradigma de la educación superior mexicana. Yo
entiendo el cambio de paradigma de la educación superior mexicana como la toma de
conciencia de que no podemos seguir con programas de estudio tan largos, rígidos y
enciclopédicos como los que tenemos ahora; hemos de cambiar el paradigma a uno
que descanse en cursos más directos, más pragmáticos, más de avanzada, que
rápidamente lleven a los jóvenes al estado actual del conocimiento en sus distintas
áreas, en lugar de hacerlos eruditos antes de que empiecen a investigar. Tenemos
una tendencia a pretender formar eruditos, cuando lo que queremos formar son
investigadores. Los eruditos deben ser una manifestación del desarrollo profesional o
de la investigación, no debemos preparar a todos los jóvenes para serlo.
Esa forma de preparación impide que vean otras perspectivas, que conozcan otros
campos, que puedan incursionar en la investigación desde una edad temprana.
Realmente, estamos privando a México de mucho talento porque obligamos a los
jóvenes a pasar por un proceso agobiante, haciéndolos que aborden un conjunto de
temas aburridos para muchos de ellos, en lugar de orientar su vitalidad, su inteligencia,
su creatividad para que pronto aprendan lo que necesitan para resolver problemas.
Ahora insistimos en que sepan todo del pasado en lugar de prepararlos a enfrentar el
futuro. Este cambio de perspectiva representa un cambio de paradigma.
C.O.: Doctor ¿pero esto implicaría nuevas instituciones? ¿Instituciones
diferentes?
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S.M.: No necesariamente: hay universidades que están intentando cambiar
colectivamente. Después de todo la enseñanza y el aprendizaje son dos caras de una
misma moneda, nada más que hasta ahora hemos puesto más énfasis en la
enseñanza que en el aprendizaje. Nos hemos centrado mucho en nosotros mismos.
Eso hace que sigamos formando a la gente como nosotros fuimos formados, sin
darnos cuenta que no porque hayamos podido salir adelante en la vida o tener éxito,
todos deben pasar por ese camino. A lo mejor, ese camino era el correcto cuando los
que se dedicaban a la ciencia y a la academia eran sólo 1 o 2% de la población, pero
ahora que estamos hablando de una cobertura de 30 o 40% en educación superior, es
evidente que tenemos que atender a las mayorías, a las necesidades de la mayor
parte de los jóvenes. Ello no implica a excluir a los que finalmente se van a dedicar a
la erudición o a la investigación formal o básica.
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