El macroeconomista como científico y como ingeniero 1 N. Gregory Mankiw Harvard University Mayo 2006 N. Gregory Mankiw es Profesor de Economía del Robert M. Beren, en la Universidad de Harvard, Cambridge, MA. Agradezco a Steven Braun, James Hines, Donald Marron, David Romer, Andrei Shleifer, Timothy Taylor, Michael Waldman y Noam Yuchtman, sus valiosos comentarios. A los economistas les gusta desafiar la propuesta del científico. Lo entiendo porque lo hago a menudo. Cuando enseño a los estudiantes, describo muy cuidadosamente el campo de la economía como una ciencia, de tal modo que ningún estudiante comience el curso pensando que está embarcado en algún esfuerzo académico pantanoso. A nuestros colegas del departamento de física de la universidad, les puede parecer divertido que nosotros los veamos como primos hermanos, pero estamos dispuestos a recordarles a quien escuche que los economistas formulan sus teorías con precisión matemática, reúne enorme cantidad de datos a nivel individual y agregado, y aprovecha las técnicas estadísticas más sofisticadas para lograr juicios empíricos que estén libres de prejuicios y de ideologías (o sea que nos gusta pensar). Luego de haber pasado los recientes dos años en Washington como consejero económico, en un momento en el que la economía americana estaba pugnando por salir de una recesión, me recordaron que el subcampo de la macroeconomía no nació como una ciencia sino más bien como un tipo de ingeniería. Dios puso a los macroeconomistas en la tierra no para proponer y probar teorías elegantes sino resolver problemas prácticos. Es más, los problemas que Él nos dio, no eran modestos en dimensión. El problema que dio nacimiento a nuestro campo de la Gran Depresión de los años 1930s, fue una recesión económica a escala sin precedentes, incluyendo ingresos tan deprimidos y un desempleo tan prolongado que no es una exageración decir que estaba poniéndose en duda la viabilidad del sistema capitalista. Este ensayo ofrece una breve historia de la macroeconomía, junto con una evaluación de lo que hemos aprendido. Mi premisa es que el campo ha evolucionado a través de los esfuerzos de dos tipos de macroeconomistas,-aquellos que lo entienden como un tipo de ingeniería y aquellos a quienes les gustaría se pareciera más a una ciencia. Los ingenieros son antes que nada quienes resuelven problemas. Por el contrario, la meta de los científicos es entender cómo funciona el mundo. El énfasis de la investigación de los 1 Traducción de Juan Carlos Hermida 1 macroeconomistas ha variado con el tiempo entre estos dos principios. Mientras los primeros macroeconomistas eran ingenieros que intentaban resolver problemas prácticos, los macroeconomistas de las últimas décadas han estado más interesados en desarrollar herramientas analíticas y establecer principios teóricos. Sin embargo, estas herramientas y principios han sido lentos para encontrar su forma en las aplicaciones. Tal como ha evolucionado el campo de la macroeconomía, un tema recurrente es la interacción entre científicos e ingenieros, a veces productiva y a veces no. La sustancial desconexión entre ciencia e ingeniería en la macroeconomía, debe ser un hecho humillante para todos nosotros que trabajamos en el campo. Para evitar cualquier confusión, debo decir en principio que la historia que cuento no trata de personas buenas y malas. Ni los científicos ni los ingenieros proclaman una mayor honestidad. La historia tampoco trata de profundos pensadores y plomeros incompetentes. Los profesores de ciencia habitualmente no son mejores para resolver problemas de ingeniería de lo que son los ingenieros para resolver problemas científicos. En ambos campos, los problemas del filo de la navaja son problemas difíciles, así como algunos son intelectualmente desafiantes. Así como el mundial necesita de científicos e ingenieros, los macroeconomistas necesitan de ambas mentalidades. Pero creo que la disciplina avanzaría más fácilmente y de un modo fructífero si los macroeconomistas tuvieran siempre presente que su campo tiene un rol dual. La revolución keynesiana El término "macroeconomía" apareció por primera vez en la literatura académica en los años 1940s. Para estar seguro, los temas de la macroeconomía, como ser la inflación, el desempleo, el crecimiento económico, el ciclo económico, y las políticas monetaria y fiscal, han intrigado durante mucho tiempo a los economistas. En el siglo dieciocho, por ejemplo, David Hume (1752) escribió sobre los efectos a corto y a largo plazo de las inyecciones de dinero; en muchos aspectos, su análisis pareció considerablemente similar a lo que uno podría ver en un moderno economista monetario o banquero central. En 1927, Arthur Pigou publicó un libro titulado Fluctuaciones Industriales donde intentó explicar el ciclo económico. No obstante, el campo de la macroeconomía como un área distinta y activa de preguntas, se erigió a la sombra de la Gran Depresión. No hay nada como una crisis para focalizar la mente. La Gran Depresión tuvo un profundo impacto en aquellos que tuvieron que vivirla. En 1933, la tasa de desempleo americana alcanzó el 25% y el PIB real estuvo 31% por debajo de su nivel de 1929. Todas las subsiguientes fluctuaciones de la economía americana han sido ondas en un mar tranquilo comparadas con este tsunami. Los ensayos autobiográficos de los prominentes economistas de esa época, como Lawrence Klein, Franco Modigliani, Paul Samuelson, Robert Solow, y James Tobin, confirman que la Depresión 2 fue un suceso motivador en sus importantes carreras (Breit y Hirsch, 2004). La Teoría General de John Maynard Keynes fue el punto en el que se concentraron las discusiones profesionales sobre cómo entender estos acontecimientos. Todos estos cinco laureados con el Nobel, confirman prima facie esta experiencia. Tobin informa la siguientes reacciones en Harvard, donde él era un estudiante a fines de los años 1930s y principios de los cuarenta: "La facultad senior era en gran parte hostil. … La facultad más junior y los estudiantes graduados que continuaron con la enseñanza, fueron entusiastas seguidores del libro de Keynes". Como a menudo ocurre, la joven generación tuvo mayor perspectiva que la vieja sobre el impacto las nuevas ideas. Keynes se unió a Marsahll como el economista citado con mayor frecuencia en los periódicos económicos de los años treinta y fue el segundo que la mayoría citó en los años cuarenta, después de Hicks. (Quandt, 1976). Esta influencia persistió durante muchos años. Keynes figuró como número 14 en el ranking de citas durante el periodo 1966 a 1986, si bien él falleció dos décadas antes desde el inicio de dicho período (Garfield, 1990). La revolución Keynesiana no sólo influyó en la investigación económica sino también en la pedagogía. El libro de texto clásico de Economía fue el que Samuelson publicó primero en 1948, y su organización reflejó su percepción de lo que la profesión tenía que ofrecer al lector independiente. La oferta y demanda, que hoy está en el corazón de cómo nosotros les enseñamos economía a los principiantes, no se introdujo hasta la página 447 de las 608-páginas que tenía el libro. La macroeconomía fue ubicada en primer lugar e incluyó conceptos tales como el multiplicador de la -política fiscal y la paradoja del ahorro. Samuelson escribió (en la página 253), "Aunque mucho de este análisis se debe a un economista inglés, John Maynard Keynes, … hoy sus amplios principios son aceptados cada vez más por economistas de todas las escuelas de pensamiento". Cuando un moderno economista lee La Teoría General, la experiencia es tanto de alegría como de frustración. Por un lado, el libro es el trabajo de una mente brillante que se aplica a un problema social cuya moneda y magnitud no se pueden cuestionar. Por otro lado, aunque el libro es extenso en su análisis, parece de algún modo incompleto como en una cuestión de lógica. Demasiados hilos quedan sueltos. Lo que el lector se sigue planteando, es precisamente el modelo económico que une todas las piezas. Poco después que Keynes publicara La Teoría General, una generación de macroeconomistas trabajó para responder a esta cuestión convirtiendo su gran visión en un modelo más simple y más concreto. El primero y más influyente esfuerzo fue el modelo IS-LM propuesto por John Hicks (1937) a los 33 años de edad. A los 26 años Franco Modigliani (1944) extendió y explicó luego el modelo más ampliamente. Hasta hoy, el modelo IS-LM sigue siendo la interpretación de Keynes ofrecida en los libros de texto de macroeconomía ampliamente usados a nivel intermedio. Algunos críticos del modelo Keynesiano ISLM se quejan de que él simplifica demasiado la visión económica ofrecida por Keynes en La Teoría General. En cierta medida, esto puede ser verdad. El propósito completo del 3 modelo era simplificar una línea argumental que era difícil de seguir de otra manera. La línea entre simplificar y simplificar demasiado, está a menudo lejos de ser clara. Mientras teóricos como Hicks y Modigliani estaban desarrollando los modelos Keynesianos de un modo conveniente para la pizarra del aula, econometristas como Klein estaban trabajando en modelos más aplicados que pudieran llevarse a los datos y pudieran utilizarse para el análisis de las políticas. Con el tiempo, y con la esperanza de volverse más realistas, los modelos se volvieron más grandes y finalmente incluyeron cientos de variables y ecuaciones. Por los años sesenta, había muchos modelos compitiendo, cada uno basado en las propuestas de los prominentes keynesianos de la época, tales como el Modelo de la Wharton asociado a Klein, el DRI (Fuentes de Datos Inc.) modelo asociado con Otto Eckstein, y el MPS (MIT-Penn-Social Science Research Council) modelo asociado con Alberto Ando y Modigliani. Estos modelos se usaron ampliamente para el pronóstico y análisis de políticas. El modelo MPS fue mantenido por la Reserva Federal durante muchos años y se volvería precursor del modelo de FRB/US que todavía hoy se mantiene y es utilizado por el staff del FED. Aunque estos modelos difirieron en el detalle, sus similitudes eran más destacables que sus diferencias. Todos ellos tenían una estructura esencialmente Keynesiana. En la parte posterior de cada modelo estaba el mismo modelo simple que se enseñaba a los estudiantes de la época: una curva IS que relacionaba las condiciones financieras y de política fiscal con los componentes de PIB, una curva LM que determinaba las tasa de interés como el precio de equilibrio entre la oferta y demanda de dinero, y cierto tipo de curva de Phillips que describía cómo el nivel del precios responde con el tiempo a los cambios de la economía. Como una cuestión de la ciencia, La Teoría General tuvo un éxito notable. La revolución que inspiró atrajo a muchas de las mejores mentes jóvenes de la época. Su prodigioso provecho ofreció una nueva manera de entender las fluctuaciones económicas de corto plazo. Reflexionando sobre estos acontecimientos, Samuelson (1988) ofreció un sucinto resumen: "La revolución Keynesiana fue el suceso más significativo de la ciencia económica del siglo XX".Esta impresión fue compartida por muchos economistas de su generación. La revolución Keynesiana todavía no puede entenderse simplemente como un adelanto científico. En gran medida, Keynes y quienes construyeron modelos Keynesianos tenían la perspectiva de los ingenieros. Ellos estuvieron motivados por los problemas del mundo real, y una vez que desarrollaron sus teorías, estuvieron ávidos de ponerlas en la práctica. Hasta su muerte en 1946, el propio Keynes estuvo muy solicitado ofreciendo asesoramientos en materia política. Del mismo modo también procedieron los primeros Keynesianos americanos. Tanto a Tobin como Solow y Eckstein, les llevó tiempo desempeñar sus actividades académicas durante los años sesenta al trabajar para el Equipo de Consejeros Económicos. El recorte impositivo de Kennedy que finalmente se postergó 4 para 1964, fue en muchos sentidos el resultado directo del incipiente consenso Keynesiano y de los modelos que lo representaron. Los nuevos clásicos A fines de los años 1960s, comenzaron a aparecer grietas en el consenso general Keynesiano que estaba empezando a surgir. Esas grietas, que crecieron a partir de fisuras, terminaron por desmoronar el acuerdo general macroeconómico de cara al futuro y socavar la confianza en los principales modelos econométricos. En su lugar, habría de emerger nuevamente una visión más clásica de la economía. La primera ola de la nueva economía clásica fue el monetarismo, y su defensor más notable fue Milton Friedman. El trabajo inicial de Friedman (1957) trató de la hipótesis del ingreso permanente que no estaba directamente vinculada al dinero o el ciclo económico, sino que tenía certeras implicaciones para la teoría del ciclo económico. Fue, en parte, un ataque a la función del consumo Keynesiana que mantuvo el fundamento del multiplicador de la política fiscal que era central en la teoría Keynesiana y en las reglas de política. Si la propensión marginal a consumir el ingreso transitorio es pequeña, como sugería la teoría de Friedman, entonces la política fiscal tendría un impacto mucho más pequeño en el ingreso de equilibrio de lo que muchos Keynesianos creían. La Historia Monetaria de los Estados Unidos de Friedman y Schwartz (1963) se preocupó más directamente por el ciclo económico y también resintió el acuerdo general Keynesiano. La mayoría de los Keynesianos observaron la economía como inherentemente volátil, constantemente azotada por los cambiantes "espíritus animales" de los inversores. Friedman y Schwartz sugirieron que la inestabilidad económica no debía buscarse en los actores privados sino en la política monetaria incompetente. La consecuencia fue que los encargados de formular políticas deben quedar satisfechos si ellos no hacen daño siguiendo las simples reglas de la política. Aunque la regla propuesta de Friedman de crecimiento monetario sostenido en los agregados monetarios tiene pocos adherentes en la actualidad, fue un temprano precursor del objetivo inflacionario, régimen que actualmente se aplica en muchos de los bancos centrales del mundo. La Presidencia de Friedman en la Asociación Económica Americana en 1968, junto con Phelps (1968), tuvo el propósito de debilitar el eslabón más frágil del modelo Keynesiano: el tradeoff de la curva de Phillips entre inflación y desempleo. Por lo menos desde Samuelson y Solow (1960), alguna clase de curva de Phillips había sido parte del acuerdo general Keynesiano, aun cuando no estuvo avalada por el propio Keynes. Samuelson y Solow entendieron la debilidad teórica de este tradeoff, y su ensayo estaba lleno de advertencias acerca de por qué podrían diferir el tradeoff de corto y largo plazo. Pero la literatura subsiguiente se olvidó de esas advertencias demasiado rápidamente. La curva de Phillips proporcionó una forma conveniente de completar el modelo Keynesiano que 5 siempre tenía problemas para explicar por qué los precios fallan para despejar los mercados y cómo se ajusta con el tiempo el nivel del precios. Friedman argumentó que los tradeoffs entre la inflación y desempleo no se mantendrían en el largo plazo cuando deben aplicarse los principios clásicos según los cuales el dinero debe ser neutral. El tradeoff apareció en los datos porque, en el corto plazo, la inflación a menudo es no anticipada y la inflación no anticipada puede reducir la tasa de desempleo. El particular mecanismo que Friedman sugirió fue la ilusión monetaria por parte de los trabajadores. Más importante para el desarrollo de macroeconomía fue que Friedman puso las expectativas en el centro de la escena. Esto preparó el terreno para la segunda ola en la economía de los nuevos clásicos: la revolución de las expectativas racionales. En una serie de ensayos muy influyentes, Robert Lucas amplió el argumento de Friedman. En su "Evaluación de la Política Econométrica: Una Crítica", Lucas (1976) argumentó que los principales modelos Keynesianos eran inútiles para el análisis de las políticas porque no tomaban seriamente las expectativas y, en consecuencia, las estimaciones empíricas estimadas que conforman estos modelos se invalidarían si se llevaran a cabo las políticas sugeridas por ellos. Lucas (1973) también propuso una teoría del ciclo económico basada en los supuestos de la información imperfecta, expectativas racionales, y en los mercados que se despejan. En esta teoría, sólo importa la política monetaria si sorprende a las personas y las confunde con respecto a los precios relativos. Barro (1977) ofreció evidencia de que este modelo era compatible con las series cronológicas de los EEUU. Sargent y Wallace (1975) señalaron una importante implicación política: dado que es imposible sorprender sistemáticamente a las personas racionales, la política monetaria sistemática que apunta a estabilizar la economía está condenada al fracaso. La tercera ola de la nueva economía clásica fueron las teorías de ciclo económico real de Kydland Prescott (1982) y Long Plosser (1983). Al igual que en las teorías de Friedman y Lucas, aquéllas se construyeron bajo el supuesto que los precios se ajustan de inmediato para despejar el mercado, una diferencia radical con respecto a la teoría Keynesiana. Pero a diferencia de los nuevos clásicos predecesores, las teorías del ciclo económico real omitieron el papel de la política monetaria, no anticipada o de cualquier otro tipo, para explicar las fluctuaciones económicas. El énfasis se puso en el papel de los shocks tecnológicos aleatorios y la sustitución intertemporal entre el consumo y ocio que provocaban .estos shocks. Como resultado de las tres olas de la nueva economía clásica, el campo de la macroeconomía se volvió riguroso en forma creciente y cada vez más atado a las herramientas de la microeconomía. Los modelos del ciclo económico real eran ejemplos dinámicos específicos de la teoría del equilibrio general de Arrow-Debreu. De hecho, éste fue uno de sus principales aspectos de venta. Con el tiempo, los defensores de esta corriente abandonaron el supuesto según el cual el ciclo económico es conducido sólo por aconteci- 6 mientos reales en oposición a las fuerzas monetarias, y han comenzado a resaltar las contribuciones metodológicas de dicha tesis. Hoy en día, muchos macroeconomistas procedentes de la nueva tradición clásica están felices de reconocer el supuesto Keynesiano de precios pegajosos siempre que este supuesto sea incorporado en un modelo riguroso en el que los agentes económicos son racionales y con visión de futuro. Debido a este cambio de énfasis, la terminología ha evolucionado, y esta clase de trabajos pasa ahora a menudo por la etiqueta de " dinámico estocástico de equilibrio general ". Pero ya me estoy ubicando en la vanguardia de la historia. En el momento en que las tres nuevas olas de la economía clásica se estaban consolidando en los años 1970s y 1980s, uno de sus objetivos era socavar los antiguos modelos macroeconométricos Keynesianos, tanto como una cuestión de ciencia y como una cuestión de ingeniería. En su artículo "Después de la Macroeconomía Keynesiana", Lucas y Sargent (1979) escribieron "Para la política, el hecho central es que las recomendaciones Keynesianas de política no tienen ninguna base más sólida que las recomendaciones de los economistas no keynesianos o, de hecho, no economistas". Si bien Lucas y Sargent pensaron que la ingeniería Keynesiana estaba basada en ciencia agrietada, sabían que la nueva escuela clásica (hacia 1979) no tenía un modelo que estuviera listo todavía para llevar a Washington: "Nosotros consideramos que lo mejor que existe actualmente son los modelos existentes de equilibrio como buenos prototipos del mejor, modelos que en el futuro esperamos resulten de utilidad práctica en la formulación de la política". Ellos también se aventuraron a explicitar que tales modelos estarían disponibles "en diez años, si somos afortunados". Volveré más adelante sobre la cuestión de si esta perspectiva estuvo cerca de lo que ellos habían esperado. Como estas citas sugieren, aquellos comprometidos en el nuevo movimiento clásico no se sentían temerosos de sus intenciones o modestos sobre sus logros. Lucas ofreció una valoración aun más desbocada en un artículo de 1980 titulado "La Muerte de Economía Keynesiana": "Uno no puede encontrar buenos economistas menores de cuarenta años que se identifiquen a sí mismos o de su trabajo como 'Keynesiano'. De hecho, la gante se torna más ofensiva cuando emplea la etiqueta 'Keynesiano'. En los seminarios de investigación, la gente ya no toma más en serio las teorías Keynesianas; la audiencia comienza a susurrar y a reírse entre los asistentes". Sin embargo, al tiempo que Lucas escribía semejante elogio a la economía Keynesiana, la profesión se disponía a dar la bienvenida a una generación de "nuevos Keynesianos". Los nuevos keynesianos Los economistas Keynesianos atraídos por el enfoque del ciclo económico, han estado mucho tiempo disconformes por la cuestión de los microfundamentos. De hecho, en un artículo escrito por Klein en 1946, uno los primeros en utilizar el término "macroeconomía", dice al comenzar: "Muchos de los modelos matemáticos de sistemas económicos 7 recientemente construidos, especialmente los de las teorías del ciclo económico, están muy poco relacionados con el comportamiento de los hogares y las empresas que deben formar la base de todas las teorías del comportamiento económico". Todos los economistas modernos son clásicos, hasta cierto punto. Todos nosotros enseñamos a nuestros estudiantes sobre la optimización, el equilibrio y la eficiencia del mercado. Ha sido difícil conciliar estas dos visiones de la economía,-una basada en la mano invisible de Adam Smith y las curvas de oferta y demanda de Alfred Marshall, la otra basada en el análisis de Keynes de una economía que padece de insuficiente demanda agregada, haciendo acuciante la cuestión de su estudio, desde que la macroeconomía comenzó como un campo separado de estudio. Los primeros Keynesianos, tales como Samuelson, Modigliani y Tobin, pensaron que habían reconciliado estas visiones en lo que a veces se llama la "síntesis neoclásica keynesiana". Estos economistas creyeron que la teoría clásica de Smith y Marshall era correctas en el largo plazo, pero la mano invisible podría paralizarse en el corto plazo descrito por Keynes. Importaba el horizonte temporal debido a que algunos precios, en gran parte el precio del trabajo, se ajustaba perezosamente con el tiempo. Los primeros Keynesianos creyeron que los modelos clásicos describían el equilibrio hacia el que la economía evolucionaba gradualmente, pero que los modelos Keynesianos ofrecían una mejor descripción de la economía en cualquier momento del tiempo cuando los precios fueran razonablemente tomados como predeterminados. La síntesis neoclásico keynesiana es coherente, pero también es vaga e incompleta. Mientras los nuevos economistas clásicos respondieron a estos defectos rechazando la síntesis y empezando de nuevo, los nuevos economistas Keynesianos pensaron que había mucho para preservar. Su meta fue utilizar las herramientas de la microeconomía para dar mayor precisión al difícil compromiso alcanzado por los primeros Keynesianos. La síntesis neoclásico keynesiana era como una casa construida en los años 1940s: los nuevos clásicos consideraron sus sistemas anticuados y concluyeron que era mejor derribarla, mientras que los nuevos Keynesianos admiraban la artesanía del viejo-mundo y la adoptaron como una oportunidad para la gran rehabilitación. La primera ola de investigación que puede ser llamado con razón como "nuevo Keynesianismo" es el trabajo sobre el desequilibrio general (Barro y Grossman, 1971; Malinvaud, 1977). Estas teorías apuntaron a utilizar las herramientas del análisis del equilibrio general para comprender la asignación de recursos que resulta cuando los mercados no se despejan. Los salarios y los precios se tomaron como dados. El foco se puso en cómo influye en los mercados conexos la falla de un mercado que no logra despejarse. Según estas teorías, la economía puede encontrarse en uno de varios regímenes, dependiendo que los mercados estén experimentando excesos de oferta o excesos de demanda. El régimen más interesante, en el sentido de corresponder mejor a lo que observamos durante las recesiones económicas, es el llamado régimen "Keynesiano" en el que tanto el 8 mercado de bienes y el mercado de trabajo están exhibiendo excesos de oferta. En el régimen Keynesiano, el desempleo surge porque la demanda de trabajo es demasiado baja para asegurar el pleno empleo a los salarios prevalecientes; la demanda de trabajo es baja porque las empresas no pueden vender todo lo que desean a los precios prevalecientes; y la demanda de producto de las empresas es inadecuada debido a que muchos clientes están desempleados. Las recesiones y depresiones son el resultado de un círculo vicioso de demanda insuficiente y un estímulo a la demanda puede llevar a cabo su efecto multiplicador. La segunda ola de la nueva investigación Keynesiana apuntó a explorar cómo puede utilizarse el concepto de expectativas racionales en modelos sin el supuesto de mercados que se despejan. En cierta medida, este trabajo fue la respuesta a Sargent y Wallace acerca de la irrelevancia de la política monetaria sistemática, demostrando cómo la política monetaria podría estabilizar la economía, pese a las expectativas racionales (Fischer, 1977). En cierta medida, fue motivada por un deseo de encontrar un modelo empíricamente realista de la dinámica inflacionaria (Taylor, 1980). El talón de Aquiles de este trabajo era que suponía una forma de contratos de trabajo que, si bien parece justificable por motivos empíricos, era difícil de cuadrar con los principios microeconómicos. Debido a que gran parte de la tradición Keynesiana estaba basada en la premisa que tanto los salarios y precios no despejan los mercados, las investigaciones de la tercera ola de la nueva investigación Keynesiana se propuso explicar por qué éste era el caso. Se exploraron varias hipótesis: que las empresas enfrentan "costos de menú" cuando ellas eligen cambiar sus precios; que las empresas pagan a sus trabajadores "salarios de eficiencia", por encima del nivel que permite despejar el mercado, para aumentar la productividad del trabajo; y que los fijadores de precios y salarios se desvían de la racionalidad perfecta. Mankiw (1985) y Akerlof y Yellen (1985) señalaron que cuando las empresas tienen poder en el mercado, hay grandes diferencias entre los cálculos de costobeneficio privado y social con respecto a los cálculos del ajuste de precios, por lo que un precio de equilibrio pegajoso podría ser privadamente racional (o próximo al racional) mientras que socialmente muy costoso. Blanchard y Kiyotaki (1987) demostraron que parte de esta divergencia entre los resultados de los incentivos privados y sociales es consecuencia de una externalidad en la demanda agregada: cuando una empresa rebaja sus precios, aumentan los saldos monetarios reales y entonces aumenta la demanda de productos de todas las empresas. Ball y Romer (1990) establecieron que existe fuerte complementariedad entre las rigideces reales y nominales, de modo que cualquier motivo por evitar cambios en los-precios relativos acentuaría la lentitud de los precios nominales. En retrospectiva, estas diversas nuevas contribuciones Keynesianas estaban más relacionadas y eran más complementarias de lo que parecieron en aquél momento, incluso para 9 la gente que trabajaron en ellas. Por ejemplo, se tiene la tentación de ver los primeros trabajos del desequilibrio general como un callejón sin salida a un programa de investigación que sembró las semillas de su propia destrucción por su supuesto de precios preestablecidos. Y, de hecho, este trabajo raramente se encuentra en las listas de lecturas de actualidad. Sin embargo, también uno puede considerarlo como un progreso de las ideas relacionadas sobre cómo funciona la economía cuando los precios no se mueven en forma instantánea para equilibrar la oferta y la demanda. Por ejemplo, existe una interesante relación raramente notada entre la primera y la tercer ola de la nueva economía Keynesiana. En particular, uno puede ver la tercer ola como la que establece la centralidad del régimen Keynesiano puesta de relieve en la primer ola. Cuando las empresas tienen poder de mercado, cobrando sus precios por encima del costo marginal, ellas siempre quieren vender más a los precios prevalecientes. En cierto sentido, si todas las empresas tienen cierto grado de poder de mercado, entonces los mercados de bienes están típicamente en una situación de exceso de oferta. Esta teoría del mercado de bienes a menudo está emparentada con una teoría del mercado de trabajo con salarios por encima de los salarios de-equilibrio, como en el modelo de los salarios de eficiencia. En este caso, el régimen "Keynesiano" de exceso generalizado de oferta no es sólo un resultado posible, sino uno habitual para la economía. A mi juicio, estas tres olas de la nueva investigación Keynesiana se suman a una sistema coherente de teoría microeconómica que contribuyeron al fracaso del funcionamiento de la mano invisible para los fenómenos macroeconómicos de corto plazo. Comprendemos cómo interactúan los mercados cuando hay rigideces de precios, el rol que pueden jugar las expectativas, y los incentivos que enfrentan los fijadores de precios cuando ellos eligen cambiar o no los precios. Como cuestión de la ciencia, esta investigación resultó exitosa (aunque, como participante, no puedo pretender ser completamente objetivo). El trabajo no era revolucionario, pero tampoco estaba intentando serlo. En lugar de ello, era contrarrevolucionario: su objetivo era defender la esencia de la síntesis neoclásico keynesiana del nuevo ataque clásico. ¿Fue a su vez este trabajo tan exitoso como una cuestión de ingeniería? ¿Ayudó a divisar mejores políticas para hacer frente al ciclo económico? El juicio debe ser aquí menos positivo, un tema al que volveré en breve. Pero es notable que los nuevos Keynesianos estuvieran, por temperamento, más inclinados a hacerse ingenieros macroeconómicos de lo que son los economistas que trabajan dentro de la nueva tradición clásica. Entre los líderes de la nueva escuela clásica, ninguno (hasta donde yo sé) ha dejado la academia alguna vez para tomar un trabajo destacado en política pública. Por el contrario, el nuevo movimiento Keynesiano, al igual que la anterior generación de Keynesianos, se colmó de personas que se establecerían unos años en la torre de marfil para arribar luego a una estadía en la Capital de la Nación. 10 Ejemplos incluyen a Stanley Fischer, Larry Summers, Joseph Stiglitz, Janet Yellen, John Taylor, Richard Clarida, Ben Bernanke y yo. Los primeros cuatro de estos economistas llegaron a Washington durante los años Clinton; los últimos cuatro durante los años Bush. La división de economistas entre nuevos clásicos y nuevos Keynesianos no es, fundamentalmente, entre la derecha política y la izquierda política. Es ,en un sentido más amplio, una división entre los científicos puros y los ingenieros económicos. Digresión y crítica mordaz La teoría y empirismo del crecimiento económico a largo-plazo está más allá del alcance de este ensayo, pero vale la pena destacar que estos temas ocuparon mucho la atención de los macroeconomistas durante la década de los años 1990s. Este trabajo llamó la atención sobre las fluctuaciones económicas de corto plazo, alejadas del equilibrio a largo plazo, que habían dominado el campo de la macroeconomía desde su nacimiento medio siglo antes. Existen varias razones para considerar el crecimiento como una importante área de investigación. En primer lugar, una serie de influyentes ensayos de Paul Romer (1986) y otros que ofrecieron un nuevo juego de ideas y herramientas para analizar lo que es seguramente uno de los temas obligados en economía, la gran brecha entre las naciones ricas y pobres. En segundo lugar, los nuevos datos entre países que ahora están disponibles permitieron un examen sistemático de la validez de teorías alternativas (Summers y Heston 1991). En tercer lugar, la economía de los EEUU en los años 1990s estaba experimentando su expansión más larga de la historia. Al igual que los primeros Keynesianos fueron atraídos por el campo de estudio, debido a su importancia inmediata para la salud de la nación, la economía de los años 1990s sugirió a esa generación de estudiantes que el ciclo económico ya no era de gran importancia práctica. También existe una cuarta, la razón más molesta por la que emergieron los macroeconomistas de los años 1990s para estudiar el crecimiento a largo plazo en lugar de las fluctuaciones a corto plazo: la tensión entre el nuevo mundo Keynesiano y el nuevo mundo clásico. Mientras Lucas, el más importante de los nuevos economistas clásicos, estaba proclamando que "las personas ya no toman en serio las teorías Keynesianas", los principales exponentes Keynesianos estaban presentando del mismo modo a sus nuevos colegas clásicos. En su discurso Presidencial de la AEA, Solow (1980) llamó a los nuevos economistas clásicos "tontamente restrictivos" para descartar el supuesto de la existencia de rigideces de salarios y precios, y la posibilidad que los mercados no se despejaran. Él dijo, "recuerdo haber leído una vez que todavía no se entiende cómo la jirafa consigue una adecuada bomba de suministro haciendo que la sangre llegue a su cabeza durante todo el camino; por lo que me es difícil imaginar que alguien concluyera que las jirafas no tienen cuellos largos". 11 En una entrevista con Arjo Klamer (1984), unos pocos años después, Lucas comentó, "no creo que Solow, en particular, haya incluso intentado alguna vez hacer frente a cualquiera de estas cuestiones, excepto haciendo chistes". En su propia entrevista en el mismo volumen, Solow explicó su renuencia a comprometerse con los nuevos economistas clásicos: "Suponga que alguien se sienta donde usted está sentado ahora mismo y me anuncia que es Napoleón Bonaparte. La última cosa que quisiera hacer con él es involucrarme en una discusión técnica de las tácticas de caballería en la Batalla de Austerlitz. Si lo hago, tácitamente me estoy dejando llevar por su juego de que es Napoleón Bonaparte". Hasta cierto punto, esta disputa refleja las diferentes perspectivas de los protagonistas sobre los objetivos del campo. Lucas parece estar quejándose de que Solow no aprecia el mayor rigor analítico que puede ofrecer la nueva macroeconomía clásica. Solow parece estar quejándose de que Lucas no aprecia la evidente falta de realismo de sus supuestos sobre el despeje del mercado. Cada uno de ellos tiene su punto de vista. Desde el punto de vista de la ciencia, tiene mucho mayor atractivo el mayor rigor analítico de los nuevos clásicos. Pero desde el punto de vista de la ingeniería, el costo de este añadido parece ser demasiado rigor a soportar. Insistiré en la naturaleza de este debate no sólo porque refleja la tensión subyacente entre científicos e ingenieros, sino también porque ayuda a explicar las decisiones que habrán de tomar las próximas generaciones de economistas. Llama la atención semejante crítica mordaz entre los gigantes intelectuales (en gran parte a la manera en que los dueños de un bar se reúnen trabándose en un combate de puños, incitando a los demás a participar). Pero no fue saludable para el ámbito de la macroeconomía. No es de extrañar que muchos jóvenes economistas evitaran tomar partido en este conflicto, volviendo su atención fuera de las fluctuaciones económicas y hacia otros temas. ¿Una nueva síntesis o una tregua? Un viejo adagio sostiene que la ciencia progresa de entierro a entierro. Hoy, con los beneficios de mayor expectativa de vida, sería más preciso decir (si no menos cierto) que la ciencia progresa de jubilación a jubilación. En macroeconomía, a medida que se retira la generación más antigua de protagonistas o se acerca a la jubilación, es reemplazada por una generación más joven de macroeconomistas que ha adoptado una cultura de mayor civilidad. Al mismo tiempo, ha surgido un nuevo consenso general sobre la mejor manera de entender las fluctuaciones económicas. Marvin Goodfriend y Robert King (1997) han denominado este consenso "la nueva síntesis neoclásica". Este modelo de síntesis se ha aplicado ampliamente en la investigación de la política monetaria (Clarida, Gali, y Gertler, 1999, y McCallum y Nelson, 1999). El más extenso tratamiento de esta nueva síntesis es el monumental tratado (en ambos sentidos de la palabra) de Michael Woodford (2003). 12 Al igual que la síntesis neoclásico keynesiana de una generación inmediata anterior, la nueva síntesis intenta unir las fuerzas de los enfoques competidores que los precedieron. De los nuevos modelos clásicos, toma las herramientas de la teoría dinámica estocástica del equilibrio de general. Las preferencias, las restricciones, y la optimización son el punto de arranque, y el análisis se construye a partir de estos fundamentos microeconómicos. De los nuevos modelos Keynesianos toma las rigideces nominales y las utiliza para explicar por qué la política monetaria tiene efectos reales en el corto plazo. El enfoque más común es suponer empresas monopolísticamente competitivas que cambian los precios sólo en forma intermitente y, a veces, concluyendo en una dinámica de precios denominada nueva curva de Phillips Keynesiana. El corazón de la síntesis es la visión de que la economía es un sistema de equilibrio general dinámico que se desvía de un óptimo de Pareto debido a los precios pegajosos (y tal vez a una variedad de otras imperfecciones del mercado). Es tentador describir la aparición de este acuerdo general como un gran progreso. En cierto modo, lo es. Pero también hay una manera menos sanguínea de ver la corriente del actual estado de la obra. Tal vez lo que ha ocurrido no es tanto una síntesis sino una tregua entre los combatientes intelectuales, seguidos por una retirada de cara salvadora en ambos lados. Tanto los Nuevos clásicos como los nuevos Keynesianos pueden observar esta nueva síntesis y exigir un cierto grado de victoria, ignorando la derrota más profunda que se encuentra debajo de la superficie. El corazón de esta nueva síntesis, un sistema de equilibrio general dinámico con rigideces nominales, es precisamente la que uno encuentra en los primeros modelos Keynesianos. Por ejemplo, Hicks propuso el modelo IS-LM en un esfuerzo por poner las ideas de Keynes en un sistema de equilibrio general. (Recuerde que Hicks ganó el Premio de Nobel en 1972 juntamente con Kenneth Arrow por las contribuciones a la teoría del equilibrio general). Klein, Modigliani, y los otros constructores de modelos, estaban intentando llevar ese sistema de equilibrio general a los datos para formular la mejor política. En gran medida, la nueva síntesis recoge la agenda de investigación que la profesión abandonó, en los años setenta, a instancias de los nuevos clásicos. Con el beneficio de la percepción retrospectiva, está claro que los nuevos economistas clásicos prometieron más de lo que ellos podían entregar. Su objetivo declarado era desechar las teorías Keynesianas y reemplazarlas con modelos de mercados que se despejan, los que podrían llevarse en forma convincente a los datos y entonces podrían usarse para el análisis de la política. Debido a esa orientación, el movimiento fracasó. En cambio, ellos ayudaron a desarrollar herramientas analíticas que están usándose para el desarrollo de otra generación de modelos que suponen ahora precios pegajosos y que, en muchas formas, se parecen a los modelos contra los que estaban haciendo campaña los nuevos clásicos. 13 Los nuevos Keynesianos pueden exigir aquí un grado de reivindicación. La nueva síntesis desecha el supuesto de los mercados que se despejan, que Solow denominó "alocadamente restrictivo" y que la nueva investigación Keynesiana de precios pegajosos se propuso socavar. Todavía pueden criticarse a los nuevos Keynesianos por haber tomado el incentivo de los nuevos clásicos y, como resultado, seguir un programa de investigación que resultó ser demasiado abstracto e insuficientemente práctico. Paul Krugman (2000) ofrece esta evaluación del nuevo programa de investigación Keynesiano: "Uno puede explicar ahora cómo podría suceder la pegajosidad de los precios. Pero las predicciones útiles sobre cuándo sucede y cuándo no es así, o modelos que construyen el menú de costos en una curva realista de Phillips, sólo parece estar por venir". Incluso como un defensor de esta línea de trabajo, tengo que admitir que hay algo de verdad en esa valoración. La visión del Banco Central Si Dios pusiera a los macroeconomistas en la tierra para resolver problemas prácticos, entonces San Pedro nos juzgará finalmente por nuestras contribuciones a la ingeniería económica. Entonces podemos plantear: ¿Los desarrollos en la teoría del ciclo económico de las últimas décadas han dado lugar a mejoras en la formulación de la política económica? O, para fijar una meta más modesta, ¿los avances en la ciencia macroeconómica han alterado la política económica como se analiza y se discute entre los economistas profesionales que están envueltos en el proceso de la política? Un lugar para encontrar evidencia y contestar estas preguntas son las atrayentes memorias de un período en el FED de Laurence Meyer. En 1996, Meyer dejó su trabajo como profesor de economía en la Universidad de Washington y como prominente consultor económico para servir durante seis años como gobernador de la Reserva Federal. Su libro proporciona una ventana a cómo los economistas ven sus trabajos en los niveles más altos de la política monetaria y los enfoques que ellos toman para analizar la economía. El libro deja al lector con una impresión clara: los recientes desarrollos en la teoría del ciclo económico, promulgado por los nuevos clásicos y los nuevos Keynesianos, han tenido cerca de cero impacto en la práctica política. El análisis de Meyer de las fluctuaciones económicas y la política monetaria es inteligente y diversificada, pero no muestra ningún rastro de teoría macroeconómica moderna. Parecería casi completamente familiar a alguien que fue adiestrado en la síntesis neoclásica keynesiana que prevaleció alrededor de los 1970s y ha ignorado desde entonces la literatura académica. El mundo de Meyer sería fácil de despedir como anticuado si fuera característico, pero no lo es. Es típico de los economistas que se han sostenido en la cima posicionándose en los bancos centrales del mundo. Está de moda entre los académicos creer que los bancos centrales han estado influenciados fuertemente por la literatura de reglas vs-discreción, particularmente el trabajo 14 de la inconsistencia temporal que comenzó con Kydland y Prescott (1977). A menudo se vinculan dos cambios institucionales con estas contribuciones académicas: la creciente independencia de los bancos centrales en países como Nueva Zelanda y la adopción de objetivos inflacionarios como un régimen de política en muchos bancos centrales alrededor del mundo. A su vez, se vinculan a estos cambios institucionales, mejoras en la política monetaria. Según esta línea de argumento, debemos agradecer a Kydland y Prescott la inflación baja y estable que muchos países han disfrutado durante las últimas dos décadas. Esta visión de auto felicitación se encuentra con dos problemas. El primero es que los cambios institucionales que hemos observado están, en el mejor de los casos, débilmente conectados a los problemas levantados por la literatura teórica. Un banco central independiente no es igual que un banco central limitado por reglas. La Reserva Federal americana ha tenido durante mucho tiempo un alto grado de independencia sin comprometerse en la vida a una regla política. E incluso el objetivo inflacionario está más próximo a una declaración de intenciones y a una manera de comunicarse con el público de que se trata de un compromiso a una regla política. Ben Bernanke (2003) lo ha denominado "discreción restringida". El segundo, el problema más significativo, es que estos cambios institucionales no se vinculan necesariamente a las mejoras en la política monetaria de las que hemos dado testimonio. Laurence Ball y Niamh Sheridan (2005) observaron una muestra grande de países y demostraron que la adopción de objetivos inflacionarios no ayuda a explicar el reciente movimiento hacia la baja inflación estable. La política monetaria ha mejorado tanto en los países que han adoptado objetivos de inflación y en aquellos que no los tienen. Esta mejora mundial en los resultados de la inflación podría ser porque la economía mundial no ha tenido que tratar con shocks de oferta tan adversos como aquellos que se experimentaron en los años setenta o porque los banqueros centrales han aprendido de la experiencia de los años setenta que esa alta inflación debe evitarse continuamente. Pero la evidencia demuestra que el objetivo inflacionario no es un requisito previo para la buena la política monetaria. El Fed de Greenspan es un ejemplo de ello. De acuerdo con Alan Blinder y Ricardo Reis (2005), Alan Greenspan tiene el legítimo derecho de ser "el más grande banquero central que se ha visto en la vida". De hecho, por la mejoría de las cuentas, la política monetaria funcionó considerablemente bien bajo su dirección. Sin embargo, lo largo de su período al timón del FED, Greenspan evitó cualquier anuncio de una regla de política y valoró la flexibilidad por encima del compromiso. Así es cómo Greenspan (2003) defendió su elección: "Algunos críticos han argumentado que ese enfoque de política es demasiado indisciplinado, insensato, aparentemente discrecional, y difícil de explicar. Algunos concluyen que la Reserva Federal debe intentar ser más formal en sus operaciones vinculando únicamente sus acciones a las prescripciones de la regla de una política for- 15 mal. Sin embargo, es sumamente dudoso que cualquier enfoque a lo largo de estas líneas llevaría a una mejora en el resultado económico. Las reglas son simples por su naturaleza, y cuando existe una significativa y cambiante incertidumbre en el ambiente económico, ellas no pueden sustituir paradigmas de administración del riesgo que se satisfacen mejor lejos del político". Aun pese a la aversión de Greenspan a las reglas de política, la inflación fue baja y estable durante su mandato como presidente de la Reserva Federal. Greenspan demuestra, contradiciendo a Kydland y Prescott, que los bancos centrales pueden producir resultados deseables mientras ejerzan sustanciales poderes discrecionales. La visión de la política fiscal Otro lugar para buscar el impacto práctico de la teoría macroeconómica es el análisis de la política fiscal. Los recortes impositivos en el 2001 y 2003 ofrecen un buen caso de estudio, en parte porque ellos son un reciente intento en los principales estímulos fiscales para combatir una recesión y en parte porque como presidente del Consejo de Consejeros Económicos durante dos años, estoy familiarizado con gran parte del análisis económico que sentó las bases para esta política. Para estar seguro, había muchos motivos para el diseño de la política fiscal de Bush. Por ejemplo, la expansión del crédito a la niñez, se basa tanto en la política y en la filosofía social como lo fue en la economía. Pero los economistas del CEA y la Tesorería habían tenido una llegada sustancial en el desarrollo de la política, por lo que es esclarecedor considerar las herramientas que ellos introdujeron al trabajo. El análisis económico del plan impositivo de Bush se hizo con un ojo en el crecimiento a largo-plazo y un ojo en el ciclo económico a corto plazo. La perspectiva de largo plazo estaría familiarizada con los estudiantes de finanzas públicas. Significativamente, en el 2003 Bush propuso eliminar la doble imposición a los ingresos procedentes del capital social. La factura final pasada por el Congreso no logró totalmente esta meta, pero la sustancial reducción en las tasas del impuesto a los dividendos movidos en la dirección de una mayor neutralidad fiscal, redujo el sesgo de los dividendos sobre las ganancias retenidas, y el sesgo sobre el capital social no corporativo. También se trasladó la codificación de los impuestos más allá en la dirección de los impuestos sobre el consumo en lugar del ingreso. Esta última meta es consistente con una literatura bien-establecida en finanzas públicas (por ejemplo, el Diamond y Mirrlees 1971, Atkinson y Stiglitz 1976, Feldstein 1978, Chamley 1986) y no es particularmente nueva como una materia de teoría económica. Hace tres décadas, Atkinson y Stiglitz señalaron, incluso entonces, "que existía una habitual presunción a favor del consumo en lugar del impuesto a la renta". Sin embargo, lo más relevante a este ensayo es el análisis a corto plazo de la política fiscal. Cuando el presidente George M. Bush asumió el cargo en 2001, la economía se encaminaba a una recesión después de la explosión de la burbuja bursátil de fines de los 16 años 1990s. Una meta de los recortes del impuesto era estimular la recuperación económica y el empleo. Cuando el Presidente Bush firmó la Ley de Reconciliación de 2003 donde se establecía el uso y aumento de impuestos, explicó la política de la siguiente manera: "Cuando las personas tienen más dinero, ellas pueden gastarlo en bienes y servicios. Y en nuestra sociedad, cuando ellos demandan un bien o servicio adicional, alguien producirá el bien o servicio. Y cuando alguien produce ese bien o servicio, significa que alguien más probablemente sea capaz de encontrar un trabajo". Esta lógica es quinta esencialmente Keynesiana. Al Consejo de Asesores Económicos (CEA) le fue encargado cuantificar la medida, preguntándosele cómo afectarían al empleo las desgravaciones fiscales. Respondimos a esta cuestión utilizando un modelo macroeconométrico básico. El modelo que utilizamos mientras yo estuve allí fue seguido por los Asesores Macroeconómicos, y provenía de la empresa de consultoría creada y dirigida por Laurence Meyer antes de llegar a ser un gobernador de la Reserva Federal. Este modelo estuvo siendo utilizando por el CEA mucho antes que yo llegara como presidente y, de hecho, se había utilizado durante casi dos décadas bajo las administraciones Republicanas y Demócratas. Sin embargo, la elección de este modelo en particular no es importante, el modelo de los Asesores Macroeconómicos era similar a otros grandes modelos macroeconométricos, como el modelo FRB/US mantenido por la Reserva Federal. Desde el punto de vista de la historia científica, estos modelos son los descendientes directos de los primeros esfuerzos de Klein, Modigliani y Eckstein. La investigación de nuevos modelos clásicos y keynesianos han tenido escasa influencia en la construcción de estos modelos. El mundo real de la política macroeconómica puede ser desalentador para aquellos de nosotros que hemos pasado la mayoría de nuestras carreras en el mundo académico. La triste verdad es que la investigación macroeconómica de los tres últimos decenios ha tenido poca repercusión en el análisis práctico de la política monetaria o fiscal. La explicación no es que los economistas en el ámbito de la política son ignorantes de los recientes desarrollos. Todo lo contrario: el personal de la Reserva Federal incluye algunos de los mejores alumnos del doctorado, y el Consejo de Asesores Económicos bajo las administraciones Democráticas y Republicanas señala el talento de las principales universidades de investigación en la cima de la nación. El hecho que la investigación macroeconómica moderna no sea ampliamente utilizada en la práctica política es, prima facie, una prueba que es de poca utilidad para este propósito. La investigación puede tener éxito como un aspecto de la ciencia, pero no ha contribuido significativamente a la ingeniería macroeconómica. Dentro del salón de clase Más allá de los corredores del poder en las principales capitales del mundo, hay otro lugar donde la profesión de la economía intenta vender sus productos a un público más 17 amplio, el salón de clases de pregrado. Aquellos de nosotros que regularmente enseñan a los estudiantes, ven nuestro trabajo como ciudadanos productores que están bien informados sobre los principios de la buena política. Nuestra elección del material está guiada por lo que nosotros entendemos como importante para la próxima generación de votantes. Al igual que los encargados de formular políticas, los estudiantes normalmente tienen escaso interés en la teoría por la teoría en sí. En cambio, están interesados en entender cómo funciona el mundo real y cómo la política pública puede mejorar los resultados económicos. Salvo el estudiante raro que está considerando la posibilidad de la escuela de postgrado y una carrera académica como economista, el estudiante tiene la perspectiva de un ingeniero más que de un científico. Por consiguiente, es útil tomar nota de lo que elegimos enseñar a los estudiantes. Y no hay lugar mejor para ver lo que nos enseñan que en el contenido de la mayoría de los libros de texto ampliamente utilizados en el pregrado. Por ejemplo, consideremos los libros utilizados para enseñar macroeconomía a nivel intermedio. Hace una generación, los tres textos principales para este curso eran los de Robert Gordon, Robert Hall y John Taylor, y Rudiger Dornbusch y Stanley Fischer. Hoy en día, los tres más vendidos son los escritos por Olivier Blanchard, Andrew Abel y Ben Bernanke, y el mío. El hilo común es que cada uno de estos seis libros fue escrito al menos por un economista con entrenamiento del graduado del MIT, una prominente escuela de ingeniería donde la tradición macroeconómica dominante era la de Samuelson y Solow. En todos estos libros, la teoría básica enseñada a los estudiantes era alguna versión de la demanda y oferta agregadas, y la teoría básica de la demanda agregada es el modelo ISLM. La misma lección puede obtenerse leyendo los libros de texto ampliamente usados para el primer nivel de economía: las fluctuaciones económicas a corto plazo se entienden mejor usando alguna versión de la síntesis neoclásica-keynesiana. No pretendo sugerir que la pedagogía se ha estancado a medida que ha evolucionado el campo. Los libros de texto de hoy ponen mayor énfasis en la teoría monetaria clásica, los modelos de crecimiento a largo plazo y el papel de las expectativas tal como se plantearon hace treinta años. Existe menos confianza sobre lo que puede lograr la política y más énfasis en las reglas sobre las políticas monetarias y fiscales discrecionales (pese a la falta de evidencia sobre la importancia práctica de las reglas de política). Sin embargo, con este marco básico los modernos estudiantes aprenden a tener conocimiento del ciclo económico tal como se familiarizó en la primera generación de Keynesianos. La excepción que confirma la regla es el texto a nivel intermedio escrito por Robert Barro, publicado por primera vez en 1984. El libro de Barro proporcionó una introducción clara y accesible destinada a los estudiantes acerca del nuevo enfoque clásico de la macroeconomía. Si bien fueron incluidos los modelos keynesianos, ellos se trataron brevemente y con escaso énfasis al final del libro. Cuando el libro salió, fue recibido con con- 18 siderable atención y elogios. Sin embargo, si bien muchos macroeconomistas que leyeron el libro de Barro quedaron impresionados por él, muchos menos estudiantes lo eligió para sus estudios. La nueva revolución clásica que buscó inspirar la pedagogía de Barro nunca despegó, y el texto de Barro no ofreció competencia significativa frente a los libros de texto dominantes de la época. Esta falta de revolución en la pedagogía macroeconómica está en marcado contraste a lo ocurrido hace medio un siglo. Cuando el texto de Samuelson se publicó primero en 1948 con el objetivo de presentar a los estudiantes la revolución Keynesiana, los maestros del mundo abrazaron el nuevo enfoque rápida y sinceramente. Por el contrario, las ideas de los nuevos clásicos y los nuevos Keynesianos no han cambiado fundamentalmente la forma en que se enseña la macroeconomía al estudiante de pregrado. Sin dentista a la vista John Maynard Keynes (1931) opinó en forma célebre que, "Si los economistas pudiesen pensar en sí mismos como personas humildes, competentes en un nivel con los dentistas, serían espléndidos". Él estaba expresando una esperanza de que la ciencia de la macroeconomía se desenvolviese de un modo útil y rutinario como el de la ingeniería. En ese futuro utópico, evitar una recesión sería tan sencillo como rellenar una cavidad. Los principales desarrollos en macroeconomía académica de las últimas décadas poco se parecen a la odontología. La Nueva investigación clásica y Keynesiana ha tenido escaso impacto en los macroeconomistas experimentados que tienen a cargo la tarea práctica de conducir la política monetaria y fiscal real. También ha tenido escaso impacto en lo que les dicen los maestros a los futuros votantes sobre la política macroeconómica cuando ellos entran en el aula del estudiante de pregrado. Desde el punto de vista de la ingeniería macroeconómica, el trabajo de las últimas décadas parece un lamentable giro equivocado. Sin embargo, desde la perspectiva más abstracta de la ciencia macroeconómica, este trabajo puede verse en forma más positiva. Los Nuevos economistas clásicos tuvieron éxito en mostrar las limitaciones de los grandes modelos macroeconométricos Keynesianos y las recetas de política basadas en estos modelos. Llamaron la atención sobre la importancia de las expectativas y su efecto para las reglas de la política. Los Nuevos economistas Keynesianos han proporcionado mejores modelos para explicar por qué los salarios y los precios no despejan los mercados y, de manera más general, qué tipos de imperfecciones del mercado son necesarias para dar sentido a corto plazo las fluctuaciones económicas. La tensión entre estas dos visiones, aunque no siempre en derechos civiles, pudo haber sido productiva, porque la competencia es tan importante para avanzar en el campo del desarrollo intelectual como lo es para los resultados del mercado. Las visiones resultantes están siendo incorporadas en la nueva síntesis que se está desarrollando ahora y que, eventualmente en el futuro, se convertirá en la base para la 19 próxima generación de modelos del macroeconométricos. Para aquellos de nosotros interesados en la macroeconomía como ciencia e ingeniería, podemos tomar la reciente aparición de una nueva síntesis como una señal esperanzada en que más progreso puede alcazarse en ambos frentes. 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