Marzo de 2005 . 3 € Sociedad Geográfica Española 20 9 771577 353004 SOCIEDADES GEOGRÁFICAS. JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ ESTEBAN : La Sociedad Geográfica de Madrid. La aventura intelectual y las exploraciones africanas. LUIS PANCORBO: De Valencia a Tubuai. El boletín de la RSG RAMÓN MARTÍNEZ FRAILE: La Royal Geographical Society. 175 años de descubrimientos. MARGA MARTÍNEZ: Manual de un explorador del s. XIX. JOSEFINA GÓMEZ-MENDOZA: Ciencia y movimiento colonial en la Sociedad Geográfica de París. PEP CABELLO: National Geographic Society. Una ventana al mundo 00020 EDITORIAL ■ Jos Martín .............................................................................. 4 ESPECIAL SOCIEDADES GEOGRÁFICAS ■ La Era de las Sociedades Geográficas .............................. 8 José Antonio Rodriguez Esteban ■ La Sociedad Geográfica de Madrid .................................. 16 José Antonio Rodriguez Esteban ■ Cristina Morató ■ Lola Escudero ■ Carmen Arenas Javier Gómez-Navarro Ramón Jiménez-Fraile Manu Leguineche Jos Martín Marga Martínez Juan Gabriel Pallarés Luís Pancorbo Pedro Páramo José Antonio Rodríguez Esteban Matilde Torres ■ ■ ■ ■ Manual de un explorador del siglo XIX ............................ 80 Marga Martinez ■ National Geographic Society .............................................. 92 Pep Cabello Comuniland, S.L. ■ El futuro de las Sociedades Geográficas .......................... 100 Lola Escudero GERENTE Amalia Montes ■ Le Tour du Monde .............................................................. 105 Dolores Pérez ■■ VIAJEROS EXTRANJEROS POR ESPAÑA ■ Andersen: El viaje a España del rey de los cuentos ........ 118 Pedro Páramo ■■ VIAJEROS ESPAÑOLES ■ La “Peregrinación del Mundo” de Pedro Cubero .......... 128 Cristina Panizo Pifarré ■■ LOS SOCIOS COLABORAN ■ IMPRIME: Comuniland, S.L. DEPÓSITO LEGAL: El explorador Manual de Iradier La herencia de Humboldt .................................................. 70 Josefina Gómez Mendoza DIRECCIÓN DE ARTE FOTO DE PORTADA: Ciencia y movimiento colonial en la Sociedad Geográfica de París ........................................ 60 Josefina Gómez Mendoza Javier Gómez-Navarro Amalia Montes M-4.282-1998 Errores y mentiras geográficas .......................................... 52 Jos Martín DOCUMENTACIÓN GRÁFICA WEB: www.sge.org Royal Geographical Society .............................................. 40 Ramón Jiménez Fraile CONSEJO DE REDACCIÓN E-MAIL: [email protected] Asociación Eúskara. La Exploradora ................................ 36 Ramón Jiménez Fraile REDACTORA-JEFE EDITA: SGE Santa Isabel 44. 28012 Madrid. Tel: 91 528 38 47 Fax: 91 467 50 84 De Valencia a Tubuai .......................................................... 33 Luis Pancorbo EDITORA Asia Mediterránea .............................................................. 136 Nenuca Conejo ■■ Teléfonos y mapas que guían ................................................ 144 Sergio Sánchez Benítez. TPI-Páginas Amarillas .............................................................. 146 ■■ INTERNET Y LIBROS ■■ NOTICIAS Y ACTIVIDADES .................................................... 154 S U M A R I O ■■ Fotografía: Lina Jiménez E D I T O R I A L Jos Martín es periodista, viajero, escritor y miembro de la Sociedad Geográfica Española Jos Martín Tal vez diga una perogrullada si afirmo que el prestigio obtenido por las Sociedades Geográficas en estos últimos siglos ha sido altísimo, que no tiene parangón alguno con el de otras organizaciones y estamentos similares y que la humanidad debe estar muy agradecida al esfuerzo que han hecho por el conocimiento y la divulgación de la tierra que pisamos. Los exploradores a los que han apoyado, contratado y patrocinado han liberado espacios de la oscuridad para ponerlos en un mapa con el fin de que cualquiera que se atreva pueda llegar allí y contemplarlos, gozarlos o sumergirse en ellos. Sólo los que guardan la pureza del alma crítica añaden que hubiera sido mejor si ese conocimiento hubiera servido también para el beneficio de las personas que habitan esos lugares lejanos, para el mayor igualamiento en la justicia social, para una mejor comprensión entre la amplísima y poliédrica gama de sentimientos, costumbres, tradiciones y formas de pensamiento. Pero eso sería entrar en aspectos de la geografía humana que suelen evitarse cuando se habla de geografía física como si Humboldt y Ritter no hubieran existido. 4 / SGE Hoy las antiguas Sociedades Geográficas que aún prevalecen desarrollan trabajos distintos de los que realizaban cuando había grandes extensiones terrenas por reconocer con la mirada del experto. Aquella idea de descubrir para la humanidad lugares habitados por otros que también conforman la humanidad ha desaparecido y dejado paso a una divulgación de cualquier entorno, por insignificante que sea, para el descubrimiento personal, para el disfrute y enriquecimiento intelectual y sentimental de la persona, o lo que es lo mismo, del hombre tomado de uno en uno. Ello implica que, al ganar en capacidad divulgativa, estas sociedades se hayan burocratizado. En gran medida, han olvidado los foros de discusión, la riqueza del intercambio y el apoyo a la geografía teórica como si ya todo estuviera dicho y hecho. Y no es cierto. Nuestra Sociedad Geográfica aún guarda ese tono romántico, apasionado, arrebatador, que tenían aquellos que iniciaron las viejas sociedades Nuestra Sociedad Geográfica, como joven que es, aún guarda ese tono romántico, apasionado, arrebatador que tenían aquellos que iniciaron las viejas Sociedades y los viajeros y exploradores que las nutrieron. Para nosotros, un viaje no es sólo un simple desplazamiento o unos días de solaz, sino que conforma nuestras vidas de una u otra manera. Pero también, como herederos de las Sociedades Geográficas españolas que nos precedieron, tenemos el deber moral de guardar como un tesoro el espíritu que las guió. No ocultándolo en recinto amurallado, sino divulgándolo, aventándolo como la mies, compartiéndolo entre todos para disfrutar como niños y escribir nuestra pequeña historia sin renglones torcidos. Ojalá ese empuje, esa fuerza juvenil que aún mantiene nuestra Sociedad Geográfica, esos valores que nos movieron al crearla, duren al menos hasta cumplir cien años. ● SGE / 5 SOCIEDADES Sociedades Geográficas Las Sociedades Geográficas surgieron en el siglo XIX con el objetivo de explorar los grandes territorios desconocidos del planeta e incorporarlos al mapa colonial europeo. A ellas se deben las grandes expediciones por África y Asia. A pesar de su clara vinculación al colonialismo, ayudaron a aumentar el conocimiento geográfico y contribuyeron a la consolidación de la Geografía como ciencia. Hoy, en el siglo XXI, continúan en activo más de doscientas sociedades, modernizadas y con fines muy diferentes a aquellos que las crearon. 6 / SGE GEOGRÁFICAS El siglo XIX fue el gran siglo de la Geografía. Las naciones europeas necesitaban expandirse y aumentar su influencia colonial y para ello era preciso conocer el mundo y sobre todo, los espacios en blanco que aparecían en los mapas de África, Asia y las zonas polares. Por ello, surgieron las Sociedades Geográficas, unas instituciones que en principio estuvieron vinculadas a la exploración colonial pero que llegarían a realizar otras muchas aportaciones a la Geografía. A ellas se deben exploraciones tan célebres como la búsqueda de las fuentes del Nilo por Burton y Speke, o la expedición de Stanley para encontrar a Livingstone. España llegó tarde y agotada económica y políticamente a la aventura colonial y sus sociedades geográficas centraron sus exploraciones en el norte de África y la Costa Atlántica. Las viejas sociedades decimonónicas darían paso a otras, como la National Geographic, que incorporarían métodos nuevos y objetivos más acordes con los tiempos: la conservación del planeta, la exploración de los fondos submarinos y del espacio, la arqueología o la espeleología. Hoy las sociedades geográficas continúan impulsando y sobre todo divulgando el conocimiento geográfico en todo el mundo. SGE / 7 G E O G R Á F I C A S E S P E C I A L S O C I E D A D E S La Era de las Sociedades Geográficas A Exploradores de África. TEXTO: J.A. RODRÍGUEZ ESTEBAN lo largo del siglo XIX se crearon en Europa numerosas sociedades geográficas que participaron activamente en la exploración de amplias zonas desconocidas de África, Asia y las regiones polares. Además, las sociedades fueron el punto de partida de las asociaciones profesionales de geógrafos y contribuyeron a su consolidación como ciencia y como disciplina universitaria. 8 / SGE Viajeros europeos en una tienda de Thala. Grabado de E. Girardet. 1887. La sola mención del nombre, Sociedades Geográficas, evoca la aventura de la exploración llevada a cabo en los siglos XIX y XX, en especial en África y en las regiones polares. No pocos las asocian rápidamente con la Royal Geographic Society o, quizá, con la National Geographic, por su presencia constante en los mass media. Pero profundizar en lo que han sido y en lo que son la Sociedades Geográficas nos lleva a observar un mundo complejo que podemos asemejar a un prisma con más de doscientas caras; tantas como Sociedades Geográficas se han fundado desde la que se considera la primera de las modernas, la Société Géographique de París, creada en 1821 (con indudables precedentes, de distinto tipo, en Alemania, Holanda, Gran Bretaña, España, Portugal y Francia). Los distintos momentos en que fueron creadas, las peculiaridades sociales y políticas de cada país y la esfera específica del conocimiento geográfico a que dedican con preferencia su actividad, hacen pensar que son más trascendentes las diferencias que las distinguen que las características que poseen en común. No es un buen indicador para conocer el movimiento asociativo de la Geografía, por tanto, tomar como modelo la trayectoria de una única Sociedad Geográfica, porque, además, todas ellas han visto transformar sus objetivos y adaptar sus tareas a las exigencias de cada momento. Podría afirmase que ninguna Sociedad Geográfica ha permanecido del todo fiel a sí misma y que el tiempo las ha ido modelando, sustituyendo o matizando sus objetivos iniciales; aquellas que no han sabido interpretar los dictados del momento hace tiempo ya han desaparecido de escena o permanecen en una especie de letargo a la espera de no se sabe muy bien qué. SGE / 9 CINCO MOMENTOS FUNDACIONALES Aunque distintas y cambiantes, ciertas premisas nos pueden ayudar a comprender su significación. Quizá lo primero a tener en cuenta es el momento de su creación y, en este sentido, se podrían distinguir cinco periodos bien diferenciados: de 1821 a 1870, o fundacional, con la creación de casi una treintena de corporaciones (París 1821, Berlín 1828, Londres 1830, Bombay 1833, México DF 1833…); un segundo periodo, intensísimo, de apenas 20 años, entre 1870 y 1890, en que se crearán un centenar de corporaciones –en veinte años casi la mitad de las fundadas–, entre las que destacan especialmente las denominadas Asociaciones Coloniales y/o Comerciales, desgajadas de las Sociedades para convertirse en su brazo práctico; un tercer periodo, hasta la Primera Guerra Mundial, en que aparecen diversas asociaciones de Geógrafos vinculadas a la enseñanza universitaria de la disciplina; un cuarto momento, que comprende el ínterin entre las Guerras Mundiales, en que la creación de Sociedades tradicionales repunta en los países europeos que carecían de ella (Polonia, Grecia, Bulgaria, Lituania, Checoslovaquia y Turquía); y, finalmente, un último momento, que llegaría hasta nuestros días, en que surgen las corporaciones de carácter profesional, se consolidan las de carácter académico-universitario, con nuevas fundaciones, y languidecen un buen número de las Sociedades tradicionales fundadas en periodos anteriores, propiciando, en algunos casos, oportunas alianzas con las asociaciones académicas (ejemplar ha sido la unión de la Royal Geographic Society con el Institute of British Geographers, aunque éste último fue fundado en respuesta al fracaso de la RGS para promover y publicar los resultados de las investigaciones académicas, en especial en el campo de la Geografía humana (Brown, 1985, p. 9). Mapa de África antes de las grandes exploraciones. 1808. 10 / SGE Otra forma de adentrarse en este mundo poliédrico, es, como se puede deducir de lo señalado, la denominación que las define y que las asocia con determinados objetivos: las Sociedades Geográficas, propiamente dichas, serían las más antiguas y las que se autoimponen una labor más científica que divulgadora, más exploradora que conquistadora, más académica que profesional, sin que estas tareas le resulten ajenas; las de París, Londres, Berlín y, aunque posteriores, la de Lisboa y Madrid, serían perfectos ejemplos de ello. La Société Géographique de París marcará el paso al considerar que, si bien existían corporaciones que cultivaban distintos conocimiento útiles, ninguna abarcaba el conjunto de la Tierra y, en consecuencia, su tarea estaba íntimamente relacionada con el avance de las demás ciencias, con los progresos de la civilización y con “la aniquilación de todos los odios y de todas las rivalidades nacionales” (Estatutos, art. 4). Destaca de las demás por sus esfuerzos en la internacionalización del movimiento geográfico, para lo cual organizó numerosos congresos y más de una treintena de premios anuales que se fueron concediendo a estudios y exploraciones de muy diversas nacionalidades. La Geographic Society of London, que poco después de su fundación adquiere el rango de Real, cultivará con preferencia la exploración, la creación de una colección de mapas y libros y la formación de los viajeros (memorables fueron sus Hints to travellers –véase Mill, 1930–), siendo decisiva para la enseñanza de la Geografía británica. La Gesellschaft für Erdkunde zu Berlin, no acapararía, como las anteriores, todas las iniciativas geográficas del país, y pronto fue acompañada de otras Sociedades en Frankfurt (1836), Darmstadt (1845), Leipzig (1861), Dresde (1863), Munich (1969) y Bremen (1970), en el primer periodo, lo que fue todo un síntoma de pujanza de la Geografía prusiana (como se puso de manifiesto en el conflicto con Francia de 1870); actitud diversificadora que seguirían en adelante otras naciones, entre ellas Francia y Gran Bretaña. Si en Europa se crean en aquellos países con capacidad de exteriorización e intereses comerciales en África y Asia, añadiendo a las mencionadas las creadas en Holanda, Italia y Suiza, o con grandes extensiones de territorio propio desconocido, como el caso de Rusia, en América, lo harán, siguiendo esta última tendencia, en naciones con amplias zonas por explorar: Méjico, Brasil, Estados Unidos y los Países del Plata. En todas ellas los viajes y exploraciones tuvieron un lugar preponderante entre sus trabajos. Cameron cruzando el Lulundi. SGE / 11 Estarían, en segundo lugar, las denominadas Asociaciones Coloniales, que nacen en ese segundo período de eclosión asociativa que va desde la apertura del Canal de Suez (1869), la Guerra Franco-Prusiana (1870) y el inicio de los Congresos Internacionales de Geografía (1871), hasta tiempo después de la Conferencia de Berlín (1884-85); esto es, desde los cambios en la movilidad y ruptura del equilibrio de fuerzas europeo y mundial tras la confrontación bélica por Alsacia y Lorena, hasta el nuevo orden impuesto por las directrices de reparto territorial asentadas en la Conferencia de Berlín. Una vez esbozada la repartición del mundo, y en especial de África, y sentado el derecho de ocupación efectiva, sustituyendo a los derechos históricos de ocupación (lo que conllevaría la pérdida de los restos del imperio colonial español y portugués), las Asociaciones Coloniales que emprenden las expediciones de ocupación se transforman o combinan sus tareas coloniales con las comerciales. Este tipo de Sociedades estarían marcadas por la creación, en 1876, de la Asociación Internacional para la Exploración y civilización del África. En el mes de julio de 1876, diversas personalidades de Europa y América interesadas en el conocimiento geográfico recibieron una carta de Leopoldo II, rey de Bélgica, en la que se les convocaba a una próxima reunión en Bruselas con el fin de coordinar las exploraciones en el continente africano. En la misiva –nos recuerda Francisco Coello (1876, 501)-– se insistía en la idea de que “el objeto de esta cruzada moderna, bien digna de nuestra época” era “completamente caritativo, científico y filantrópico” y que “no se trataba de un negocio, sino de una alianza” tendente “a abolir la esclavitud en el África, romper las tinieblas que envuelven todavía esta parte del mundo, conocer sus recursos, que aparecen inmensos, y verter allí los tesoros de la civilización”. Encuentro de Stanley y Livingstone. 12 / SGE En septiembre de 1876 se reunieron en Bruselas representantes de las Sociedades Geográficas de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Austria-Hungría, Bélgica y Rusia, dando origen a una Comisión Internacional que pondría las bases para la creación, en estos países y en los que quisieran asociarse al proyecto, de Comités nacionales relacionados con aquélla, con el triple objetivo de explorar científicamente las partes desconocidas del continente africano, facilitar la apertura de vías que hicieran penetrar la civilización en su interior y buscar medios para suprimir la trata de esclavos. Se contrataron, en nombre de la Asociación internacional varios viajeros de prestigio para asentar los lugares de penetración en el corazón de África mediante el establecimiento de factorías; los relatos de estas incursiones, poco conocidas, muestran con toda nitidez las contradicciones que James Grant y John H. Speke, preparados para la empresa conllevaba. Muy pronto, las el viaje. 1860. naciones europeas interesadas en el vecino continente crearon sus propias Asociaciones: por poner algunos ejemplos, en Alemania la Africanische Gesellschft in Deutschland (1878), en Italia la Società d’Esplorazione Comerciale in Africa (1879), en Holanda la Société de Géographie Commerciale du Havre (1884) y en España la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas, creada en julio de 1884 y transformándose al año siguiente en Sociedad Española de Geografía Comercial. La importancia que el conocimiento geográfico fue adquiriendo para entender el mundo y concienciar del papel que cada nación juega en el concierto internacional, reestableció a la Geografía –tras la crisis decimonónica que afecta a la disciplina y de la que ha hablado Horacio Capel (1981)–, en la enseñanza universitaria, consolidando su presencia, escasa y mal articulada hasta ese momento, en la primaria y secundaria. Esto está en la base, en tercer lugar, de la creación, desgajándose en muchos casos de las Sociedades Geográficas, de las Asociaciones de Geógrafos, tanto en Europa como en América, que centrarían su actividad en las cuestiones teóricas y metodológicas de la Geografía. Una de las primeras fue la Geographical Association, nacida en SGE / 13 Recepción en un poblado indígena. Le Tour du Monde. 1887. 1893 por iniciativa de Mackinder –y diez profesores más–, tras haber ocupado éste la segunda cátedra de Geografía británica creada en Oxford con once mil libras aportadas por la propia Royal Geographical Society en 1887 –la primera se creo en Cambridge en 1883 también por iniciativa económica de la Royal Geographical Society–. Con fines similares se fundará la International Geographical Society en Filadelfia (USA) en 1901, y la Association of American Geographers en 1904 y un poco más tarde, en 1920 la Association de Géographes Français, entre otras, entre las que cabe mencionar, por su especificidad, la Society of Woman Geographers, fundada en Washington en 1925. En cuarto lugar, como se ha señalado, las guerras mundiales y la influencias de las Sociedades Geográficas consolidadas propiciaron que los países europeos que carecían de ellas las creasen, basando sus estatutos, en muchos casos, en los de las Sociedades Geográficas de los países que sobre ellos ejercían mayor influencia. Tras la Segunda Guerra Mundial el panorama cambiará drásticamente en concordancia con el nuevo orden mundial. Consolidada la enseñanza universitaria en muchos países, serán las Asociaciones de Geógrafos y su organización en foros nacionales e internacionales lo más sobresaliente de éste último periodo, además de la creación de Colegios de Geógrafos Profesionales y el declinar de las Sociedades Geográficas tradicionales. En España el movimiento es nuevamente tardío, pero bien definido. En 1976 se crea la Asociación de Geógrafos Españoles (AGE), que sobrepasa en la actualidad el millar socios, en su inmensa mayoría 14 / SGE profesores de universidad. En 2001 el Colegio de Geógrafos, centra la presencia profesional de la Geografía en tareas como la Ordenación del Territorio. Una excepción, que confirma la regla de la pasión que despiertan los viajes, los paisajes, las miradas literarias, el esfuerzo por conocer lo menos conocido y la saludable influencia que anima el conocimiento del otro y de los lugares lejanos a nuestras experiencias cotidianas, es el nacimiento, en 1997, de la Sociedad Geográfica Española, que, aunque quizá necesitada de epíteto, viene a llenar un hueco necesario entre las corporaciones geográficas de nuestro país. No conviene olvidarse, para terminar, de que las Sociedades Geográficas fueron el principal grupo de presión ante los gobiernos y el motor que aceleró los procesos de colonización europeos y que, tanto ésta como la posterior descolonización y sus secuelas, han marcado profundamente los últimos 150 años de la historia de buena parte del mundo. Bajo estas premisas, en la última década del siglo XX la aproximación que se hace desde diversas disciplinas, como la Crítica Literaria y la misma Geografía, a la labor desarrollada por la Sociedades Geográficas, se inscribe en lo que se conoce como estudios “postcoloniales”; concepto ambivalente, como han remarcado M.ª Dolors García Ramón y Joan Nogué (1999), no referido tanto a un periodo como a un método y a unas formas críticas, cuya pretensión es descifrar los desiguales procesos de representación utilizados por Occidente, desde la caracterización del etnocentrismo y en especial del eurocentrismo, con el objetivo de “descolonizar la mente”, aportando el contrapunto, la mirada que faltaba en la crítica, a los procesos de dominación. ● BIBLIOGRAFÍA ■ BROWN, E. H. (1985): “Introducción”. En Brown, Geografía. Pasado y futuro, primera edición inglesa de 1980, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 7-11. ■ CAPEL, H. (1981): “Institutionalization of geography and strategies of change”. En D. R. Stoddart, editor, Geography, ideology and social concern. Oxford, Basil Blackewll, pp. 37-69. ■ COELLO, Francisco (1876): “Asociación Internacional para la Exploración y Civilización del África Central”, Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, t. I, pp. 501-522. ■ FREEMAN, T. W. (1985): “La Royal Geographical Society y el desarrollo de la Geografía”, en E. H. Brown (compilador): Geografía. Pasado y futuro, primera edición inglesa de 1980, Traducción de Roberto Ramón Reyes Mazzoni, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 13-150. ■ GARCÍA RAMÓN, M. D. y NOGUÉ, J. (1999): “Colonialismo, imperialismo y exploración en geografía: nuevas aportaciones críticas sobre orientalismo y poscolonialismo”. En J. Nogué y J. L. Villanova (editores): España en Marruecos (1912-1956). Discursos geográficos e intervención territorial, Editorial Milenio, 1999. ■ RODRÍGUEZ ESTEBAN, J. A. (2002): “Las Sociedades geográficas y el proceso colonial”, en Díez Torre, A. -ed-: Ciencia y memoria de África, Actas de las III Jornadas de “Expediciones científicas y africanismo español. 1898-1998, Ateneo de Madrid/Universidad de Alcalá de Henares, pp. 59-74 + 2 mapas. SGE / 15 an cisco ell de Co o . M anu e el de Iradi r. Am ado Ossorio. La Sociedad Geográfica de Madrid Aventura intelectual y exploraciones africanas E TEXTO: JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ ESTEBAN spaña llegó tarde al reparto colonial, a la aventura de la exploración africana y a la red de sociedades geográficas europeas. Pese a ello, en 1876 se creó la Sociedad Geográfica de Madrid, cuya aventura intelectual y las expediciones que puso en marcha son historias casi desconocidas que merecen ser rescatadas del olvido. éM rg aría de Mu af a p el T orres Cam os . uín Gatell R os J Joa q a. G E O G R Á F I C A S S O C I E D A D E S E S P E C I A L Fr “Los españoles nunca son sordos a la voz de la honra nacional, y que si bien tardos en ponerse en camino, no avanzan luego pausadamente ni acostumbran a llegar los últimos al término de la jornada”. Con estas palabras mostraba el geógrafo y cartógrafo Francisco Coello, el 16 de febrero de 1876, la confianza en su proyecto de incluir a España entre las naciones que dispusieran de una Sociedad Geográfica con la que, además de profundizar en el conocimiento de cuestiones relativas al territorio, pudiera obtener un puesto propio en los foros internacionales, en cuyos debates se estaban sentando las bases de un nuevo entendimiento y de una nueva forma de proceder. Se trataba no ya de descubrir el mundo, como caracterizara a las primeras Sociedades Geográficas nacidas en la década de 1820, la de París, Londres y Berlín, sino más bien de no descolgarse de la acelerada marcha que estaba tomando. La década en que surge la Sociedad Geográfica de Madrid es pródiga en acontecimientos relevantes que justifican el nacimiento y proliferación de este tipo de corporaciones científicas, hasta el punto de que si hasta 1870 se habían fundado una treintena en diversos países de Europa y América, en las dos décadas posteriores se constituirán cien nuevas corporaciones, noventa de ellas en Europa. AIRES DE CAMBIO EN EUROPA ¿Qué tiene este momento para que Europa se vuelque en el conocimiento geográfico? No pocos son los acontecimientos y circunstancias que motivan la proliferación de Sociedades Geográficas y asociaciones coloniales a ellas asociadas, y todos ellos se relacionan con un efecto dominó, es decir, precipitándose tras su contacto. Si seguimos un orden cronológico habría que destacar la repercusión que en el panorama internacional tuvo la derrota francesa ante Prusia en 187071, que, como muy acertadamente señaló el historiador J. M. Jover Zamora (1979), supuso un cambio fundamental en Europa al reestructurar el equilibrio de fuerzas, mostrando la supremacía de los países del norte sobre los del sur. En este mismo sentido V. Berdoulay (1981) ha indicado que, como consecuencia de la derrota francesa, dos ideas, relacionadas entre sí, se difundieron ampliamente. La primera era que una de las principales razones de la victoria de los alemanes se encontraba en su conocimiento superior de la geografía: si Francia quería evitar derrotas similares en el futuro, era necesario desarrollar el estudio de esta ciencia, y la población debía adquirir una concepción más clara del mundo en el que vivía. La segunda idea era que, teniendo en cuenta que Francia había sido vencida en el continente, la expansión de su civilización no podía hacerse más que en ultramar, reactivando así sus esfuerzos para extender su imperio colonial. SGE / 17 Parte de este esfuerzo se dirigiría hacia el norte de África, reavivando así en España los temores de verse encerrada entre posesiones francesas por el norte y el sur, lo que se interpretaba como el inicio de una segura ingerencia nacional, con lo que todo gesto expansivo de Francia por esta zona habría de tener respuesta inmediata; intuida la proliferación de corporaciones geográficas. LA PERIFERIA EMERGENTE Y LAS TRANSFORMACIONES DECIMONÓNICAS Pero no sólo las cuestiones europeas manifestaban cambios de singular importancia; fuera de sus fronteras se estaban produciendo distintos fenómenos de no menor trascendencia que terminarán por influir decididamente en las estrategias europeas y especialmente en la española. Destacan, en este sentido, la apertura del Canal de Suez en 1869, los proyectos de construcción de un canal interoceánico y la progresiva ascendencia de potencias no europeas como Estados Unidos, Rusia y Japón. Todos estos hechos cambiarían el valor y la seguridad de los distintos enclaves y rutas comerciales, poniendo el punto final a la política de statu quo anterior a 1870. Este panorama de cambios geopolíticos venía acompañado de profundas transformaciones en muy diversos órdenes. Destaca el espectacular crecimiento demográfico europeo a lo largo del siglo XIX y los procesos migratorios derivados de la hambruna provocada por las sucesivas crisis agrarias, agudizando el argumento demográfico por los partidarios de la expansión territorial. En el orden técnico, desempeñando un papel decisivo en este proceso, se produce la sustitución de los veleros por las flotas de vapor y la extensión del ferrocarril, lo que implicaría un considerable aumento del flete, la velocidad y la regularidad de las transacciones de personas y mercancías. La creación de compañías navieras ligadas al desarrollo de intereses industriales y financieros vino a convertirse en uno de los principales agentes de la expansión colonial. Junto a este cúmulo de cambios está la atracción de lo desconocido, y África se presenta para los europeos como el continente ignoto, con materias primas necesarias en las fábricas europeas y con un mercado potencial que no podía quedar al margen del proceso. En sus costas se seguía practicando la trata de esclavos y se conocía de la barbarie de muchas tribus, despertando así los argumentos morales para una pronta intervención. El corazón de las tinieblas concitaba, por todo ello, el deseo de los europeos por desentrañar sus misterios. África aparece para los europeos en el horizonte como la solución de todos sus problemas. 18 / SGE EL II CONGRESO INTERNACIONAL DE GEOGRAFÍA EN EL NACIMIENTO DE LA SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE MADRID Este renovado proceso de cambio y exteriorización propició la reunión de congresos internacionales de Geografía, que, iniciados en Amberes en 1871 y continuados en París en 1875, sirvieron para tratar precisamente los serios problemas derivados de la mayor y más acelerada movilidad mundial. En estas reuniones internacionales abordaron una reglamentación horaria tan necesaria en las transacciones intercontinentales, discutieron la utilización de un único meridiano de origen y de símbolos similares en la representación cartográfica con objeto de simplificar la lectura de mapas en todos los países, propusieron diversas reglas para la trascripción de los nuevos nombres geográficos que el proceso de exploración iba integrando. Pero para que una nación participara en estas reuniones e hiciera oír su voz, era necesario que dispusiera de una Sociedad Geográfica que la representase, y fue en este segundo Congreso de París donde Francisco Coello decidió iniciar su fundación en España. Coello estaba considerado como uno de los más importantes geógrafos españoles, entre otros motivos por la publicación del Atlas de España y de sus posesiones de Naufrágio en la barra de Aye. Expedición de Iradier. SGE / 19 ultramar, realizado entre 1845 y 1866 para acompañar al extenso Diccionario Geográfico de Pascual Madoz. Por este motivo había asistido, aunque únicamente como invitado de honor, a dicho Congreso Internacional. Tiempo después señalaría la amargura que había sentido al no poder oír “la majestuosa lengua castellana en medio de los idiomas más vagos del Norte”. Esa mezcla de sentido nacional y la necesidad de no perder el rumbo de los acontecimientos internacionales, fueron la chispa que desencadenaría el nacimiento en España de una Sociedad Geográfica. Dibujo de la expedición de Iradier y Ossorio. 1884. En su decisión debieron de pesar los rumores de la creación, confirmados un año después, de lo que vino significativamente a denominarse Asociación Internacional para la Exploración y Civilización del África Central, cuyo objetivo era, precisamente, iniciar la penetración pacífica, mediante la creación de sucesivas estaciones internacionales establecidas con viajeros contratados por la Asociación, como estrategia para abrir el camino de penetración en su interior. El objetivo estaba claro: erradicar la trata de esclavos, conocer sus misterios, acabar con la barbarie y, de paso, abrir el continente al comercio. Quiso la Sociedad Geográfica de Madrid ceñir su labor al campo teórico en el conocimiento geográfico y a falta de recursos para viajes de exploración, en una España con más deseos que posibilidades, se planteó un ambicioso proyecto que pasaba por la recuperación de los relatos de los viajeros españoles en el pasado, especialmente americanos, que en muchos casos permanecían olvidados o 20 / SGE perdidos en bibliotecas y archivos. Estos estudios sirvieron con posterioridad para confrontar los sistemas de colonización española en América con el realizado por otros países y combatir así la leyenda negra, abriendo el interés y las relaciones con los países iberoamericanos tras el largo letargo posterior a su independencia. Igualmente se propuso la Sociedad realizar estudios geográficos y discusiones sobre la propia Península: especialmente relevantes fueron las discusiones sobre las causas que motivaban la pobreza de nuestro suelo; la necesidad de emprender reformas en las divisiones administrativa y militar tomando en consideración la realidad territorial; sobre la estrategia en el trazado de las vías férreas fronterizas; sobre la conveniencia de obtener sin demora un catastro parcelario que evitase las grandes ocultaciones de tierras a la fiscalidad; o, entre otras iniciativas, sobre la necesaria reforma de los nombres de población repetidos o inadecuados. LA CONVERGENCIA DE PROYECTOS INTELECTUALES Los diez primeros años de la Sociedad fueron de una intensidad y una brillantez digna de consideración, como demuestra la edición de dos tomos anuales en su “Boletín”, considerados entre los mejores de Europa por la calidad de sus representaciones cartográficas. No en vano vinieron a sumarse a sus proyectos distintas corrientes de pensamiento y acción. Por un lado, se vio secundada por el cuerpo de ingenieros, en su mayor parte de caminos, civiles y militares, que componían el grueso de los 653 socios que tenía tras su fundación –la cifra de socios más alta que alcanzaría en una longeva andadura que la ha hecho llegar hasta nuestros días– empeñados en cambiar España a golpe de infraestructuras; por otro, realeza y gobierno apadrinarían y presidirían a su vez la Sociedad –Cánovas, Moret, Conde de Toreno– a los que se unirían con el tiempo renombrados hombres de letras –Azcárraga, Bergamín, Suárez Inclán, Marañón– quienes ocuparían, en un momento u otro, la presidencia de la Sociedad. Destaca, en esta suma de impulsos, la aportación del movimiento regeneracionista que giraba en torno a la Institución Libre de Enseñanza y que contaría en la Sociedad con tres de sus más destacados hombres de acción; Joaquín Costa, Rafael Torres Campos y Gonzalo de Reparaz. Así se vinculó la Sociedad al movimiento de regeneración, pero no tanto de esa regeneración interior basada en la consideración de la educación geográfica, de la existencia de una política agraria y de la puesta en marcha de una política hidráulica, como nos han recordado J. Gómez Mendoza y N. Ortega (1987), sino en una acción de regeneración exterior, que dio a España un papel relevante entre los demás países en sintonía con su pasado, o, al menos, que impidiera que lo que ya se tenía se perdiese por no andar atentos a la marcha de los acontecimientos internacionales. ● SGE / 21 G E O G R Á F I C A S E S P E C I A L S O C I E D A D E S Expediciones españolas Un sueño efímero L Emilio Bonelli en Tánger, con su hija Eulalia. TEXTO: JOSÉ ANTONIO RODRÍGUEZ ESTEBAN os españoles apenas participaron en la aventura exploradora de África. Sin embargo, a través de la Asociación Española para la Exploración y Civilización del África Central, nuestro pais llegó a emprender cinco grandes expediciones, con mayor o menor fortuna. 22 / SGE Para no confundir ciencia con aventura, paralelamente a la creación de la Sociedad Geográfica de Madrid se creó la sucursal española de la mencionada Asociación Internacional para la Exploración y Civilización del África Central, dirigida por un grupo selecto de personas, entre los que se encontraban igualmente miembros de la realeza, nobles y acaudalados burgueses. Esta Asociación, de efímera existencia, apoyó los reconocimientos internacionales llevados a cabo por la matriz internacional, pero no dudó en plantear sus propias expediciones que, siguiendo el consejo de la Sociedad Geográfica, se dirigieron a dos puntos concretos del continente africano: el norte-noroeste de Marruecos y el mar Rojo. Así, entre 1876 y 1886 la Sociedad emprendió cuatro expediciones de reconocimiento y ocupación, más una quinta de carácter eminentemente naturalista, a lugares distantes de África, concretando así los puntos de intereses posibles de España por el vecino continente. Todas ellas estuvieron impregnadas de una cierta fatalidad; fatalidad que acompañaría al africanismo español hasta el final de su aventura colonial. EN BUSCA DE SANTA CRUZ DE MAR PEQUEÑA La primera de las expediciones emprendidas por la Asociación Española para la Exploración del África, filial de la Internacional, y bajo la tutela de la Sociedad Geográfica de Madrid, como ya quedó indicado, fue la realizada en busca de Santa Cruz de Mar Pequeña, enclave situado en la costa occidental sahariana, al Masáva, en el Mar Rojo. Expedición de Abargues de Sostén. SGE / 23 sur de Marruecos y no muy lejos de las islas Canarias. Se pretendía, con su localización, tomar posesión efectiva de este enclave, incluido en el tratado posterior a la denominada guerra de África de 1859 y que había sido utilizado por los pescadores canarios desde los Reyes Católicos. Pero de su situación real sólo se tenía noticias por vagos escritos de la época. Esta indefinición para su localización motivó que una comisión hispano-marroquí recorriera en 1878 la costa en el vapor de guerra Blasco de Garay. La expedición, capitaneada por Cesáreo Fernández Duro uno de los fundadores de la Sociedad Geográfica y uno de sus más convencidos africanistas, decidió que, a falta de restos de la fortaleza, fuese la rada de Ifni la ocupada, por ser la mejor embocadura litoral, y por sus ventajas en la penetración hacia el interior. La Sociedad quiso asegurar el éxito de su primera iniciativa exploradora enviando, con suma discreción, a un explorador que hiciese el viaje por el litoral continental, recopilando noticias para dicho fin, para lo cual contactó con la única persona de la que se tenía noticias de que había visitado previamente aquellos parajes: el explorador Joaquín Gatell. Gatell había recorrido Argelia en 1859 y tras la guerra con Marruecos hizo el trayecto de Tánger a Fez fingiéndose un soldado renegado, por lo que pudo integrarse en el ejército del Sultán. Allí alcanzaría el grado de capitán y más tarde el de comandante de artillería de la Guardia Real. Enterado el Ministerio de Estado español, le propuso en 1864 una misión secreta, que se vio inicialmente obstaculizada por la imposibilidad de dejar el ejército marroquí. Gatell decidió entonces huir atravesando el Atlas, internándose en los terrenos del Sus, donde ya se diluía la autoridad del Sultán. Allí, contando con la amistad de los jeques locales, se dedicó a explorar el territorio del litoral desde el Oued Dráa hasta Cabo Juby, dándose a conocer como un Xerif, o descendiente del profeta, al que denominaron el Caid Ismail. Descubierto su origen cristiano, tuvo que huir regresando a España en 1865. De sus exploraciones dejaría en el Ministerio de Estado una memoria con los itinerarios realizados, en la que ya indicaba su opinión desfavorable a la ocupación de Santa Cruz de Mar Pequeña. No obstante, una parte del viaje, los recorridos por el Sus y el Tezna, serían publicados en breves reseñas en el “Bulletin de la Société de Géographie de Paris”. Pero los documentos entregados al Ministerio se extraviaron misteriosamente, dejando como único recuerdo un índice de contenidos. Teniendo noticias la Sociedad Geográfica de dicho índice, comenzó la búsqueda del viajero, logrando que regresara a Madrid, con la intención de que, en vista de sus borradores, apuntes y recuerdos, redactase de nuevo y con mayores detalles la 24 / SGE Mapa de la exploración de la Costa occidental de África. 1878. at e ll to Au reseña y el itinerario del viaje. Se le ofreció, igualmente, secundar con un reconocimiento interior la exploración marítima en busca de Santa Cruz de Mar Pequeña, para lo que partiría poco después de que lo hiciese aquella. Gatell tuvo que vencer nuevamente grandes dificultades, viajando desde Mogador (Essauira) hasta Agadir y Tarudant, hasta llegar a los orígenes del río Sus, si bien con la desgracia de ser apresado por las autoridades de Marruecos y conducido otra vez a Mogador. Las autoridades españolas, contradiciendo rr G etr in ato u los acuerdos pactados tiempo atrás con el Sultán, pusieron q a de Jo en movimiento todos los resortes diplomáticos a su alcance para lograr poner en libertad a Gatell ante los temores de un fatal desenlace. Finalmente, en libertad y nuevamente en Cádiz, tras organizar sus apuntes y restablecer su maltrecha salud, Gatell se propuso cumplir de nuevo el encargo variando el recorrido, pero la muerte le sorprendería a las puertas del Estrecho. Su desaparición y las eruditas e interminables discusiones sobre la veracidad del emplazamiento en la rada de Ifni elegido por la Comisión de Exploración, trajo consigo la paralización de la ocupación efectiva del lugar hasta bien entrado el presente siglo. SGE / 25 Mapa del viaje de Abargues de Sostén a Etiopía. UN ENCLAVE PORTUARIO EN LA COSTA DE ABISINIA En la segunda expedición también se tuvieron en cuenta antiguas pretensiones españolas en el norte de África. Esta vez en la costa este africana, en el macizo de Abisinia, junto al mar Rojo, donde un vacío de ocupación europea, una organización particular entorno a un rey de reyes o “negus negesti”, su situación de islote hamítico en medio de otros pueblos y el ser un reducto del cristianismo coptonestoriano en medio de un mundo musulmán y animista, posibilitaba en aquellos momentos la instalación de un enclave para el aprovisionamiento naviero y, llegado el caso, un protectorado. La viabilidad del enclave había sido igualmente recomendada al Gobierno, tras la apertura del Canal de Suez en 1868, por otro de los fundadores de la Sociedad, el arabista e ingeniero Eduardo Saavedra. Para esta empresa, la Sociedad contaría con el ofrecimiento de Juan Víctor Abargues de Sostén, otro de los viajeros españoles del momento del que apenas se conocen más que algunos detalles de su biografía, como su nacimiento en 1845, y que pasó su juventud en el África Central y posteriormente en Egipto, desde donde propuso la empresa que le sería encomendada por la Sociedad. Abargues 26 / SGE de Sostén partiría para Abisinia en 1880, compatibilizando la misión de adquirir un enclave portuario en la zona con la exploración de los territorios del interior, desconocidos por aquel entonces. Su viaje fue ciertamente épico, recorriendo zonas donde ningún europeo había puesto nunca el pie, auxiliando a otros viajeros europeos que recorrían terrenos más al sur, e incluso halló el lugar en que se encontraba la tumba del hijo de Vasco de Gama. Su vida corrió igualmente peligro en algunas ocasiones, teniendo que abandonar en una huida gran parte del material, incluido el fotográfico. No obstante, pese a las buenas relaciones que logró mantener con el Negus, no conseguiría su principal objetivo. La necesidad que tenía España de disponer de un enclave portuario en aquella región le llevaría, años después, a una negociación sumamente desventajosa con Italia. A LA SOCIEDAD GEOGRÁFICA TOCA PONERSE A LA CABEZA DEL PUEBLO ESPAÑOL… Una nueva expedición que habría de comenzar en el golfo de la Guinea Ecuatorial para alcanzar el río Congo por medio del Ogoué, ya no pudo realizarse. Muy poco se había conseguido y la Asociación para la exploración del África comenzó a languidecer en sus iniciativas. Coello se hacía cargo en 1882 de la situación con estas amargas palabras: “El país recibió con indiferencia la creación de un centro tan interesante: muchas personas importantes que habían solicitado con afán el ser invitadas a la reunión que se dignó presidir S. M. el Rey en su palacio, se retrajeron desde el momento que fue preciso contribuir con algún sacrificio pecuniario. Muy pocos fueron los que pagaron las primeras cuotas y aparte de las correspondientes a la Familia Real, al citado Marqués de Urquijo, el de Monistrol y el Duque de Bailén y algún otro, las demás fueron pocas e insignificantes. Así los esfuerzos y desembolsos que han hecho unos, como nuestro dignísimo consocio el Sr. Gayangos y el que ahora habla para representar a su costa a la Asociación en la conferencia de Bruselas, y los trabajos de otros varios, han resultado casi perdidos y hoy cargan con responsabilidades ajenas teniendo que contestar Joaquín Costa, impulsor de la aventura a ataques inmerecidos”. africanista. SGE / 27 Todo parecía estar acabado cuando irrumpió en la marcha de la Sociedad un joven africanista, gran admirador de Gatell, al que había querido acompañar en sus incursiones africanas. Pero Joaquín Costa tenía algo más que sueños, contaba con un vasto programa, con un complejo ideario regeneracionista a la altura de su gran capacidad intelectual y de su incesante dedicación al trabajo. Aunque autodidacta y polifacético, su origen campesino y las personas de las que se rodeo, básicamente del círculo institucionista, le hicieron tomar plena conciencia de la situación en la que se encontraba el país. Entró en la Sociedad en 1882 dispuesto a cambiarlo todo. Con estas palabras, recogidas en el Boletín, se dirigiría a la corporación: “La Sociedad Geográfica debe dar por terminado ya, con los siete años que lleva de existencia, su periodo de iniciación y de propaganda teórica, y entrar en un nuevo periodo de vida menos especulativo y La Kotobía, dibujada por Gatell. más en armonía con las exigencias de la opinión, ya despierta, por fortuna, para los problemas de exploración y de colonización del vecino continente… A la Sociedad Geográfica toca ponerse a la cabeza del pueblo español, prestarle su brazo y su inteligencia, y suplir la falta de iniciativa de las asociaciones mercantiles y de los poderes oficiales”. Desde ese momento la Sociedad se dedicó con preferencia a las cuestiones africanas. Pero la empresa volvería a fracasar si se mantenía en la esfera restringida de la corporación geográfica. Había, pues, que interesar a otros estamentos y clases sociales para poder llevar a cabo una amplia política geográfica. Si la aventura en la consecución de nuevos territorios no suscitaba interés, quizá el miedo a perder lo que se tenía “despertaría” al país. La palabra era el vehículo. Palabras llenas de evocaciones a los errores y aciertos de la historia, a las cualidades de los españoles, a un incierto porvenir. Analogías que equiparaban a la sociedad con un cuerpo, en un estado crítico, enfermo, postrado o dormido, sin pulso vital, con los ojos vendados impidiéndole ver su futuro. 28 / SGE CONQUISTANDO ADHESIONES Para mover a las Asociaciones mercantiles y al mundo de las finanzas les fue enviada una extensa “Circular” en los siguientes términos: “Los tropiezos que en los últimos años ha sufrido la política colonial de España –enumerados uno a uno, desde la pérdida de Borneo hasta el eclipse de la diplomacia en el Mar Rojo…– la rapidez con que la raza sajona se dilata por el planeta, ocupando a toda prisa o preparando la ocupación inmediata de los últimos territorios que todavía quedan libres en África, en Asia y en Oceanía, y comprometiendo el porvenir, y hasta la existencia de la raza española… han hecho pensar a la Sociedad Geográfica si no sería preciso, y aún urgente, celebrar una reunión de todas las asociaciones que representan las fuerzas vivas de la nación…”. El resultado fue la celebración en 1883 de un Congreso de Geografía Comercial donde se establecerían las bases de la política colonial y comercial que más convenía al país. Para ganarse el concurso de las clases más cultas, se convocaría un gran mitin en Madrid donde Costa expuso, junto a Coello y otros oradores, el interés que en España despertaba el vecino continente, especialmente Marruecos, mostrando las consecuencias de que otra nación ocupase el norte de África: “El menor ataque –se dirá– a la independencia de Marruecos es un ataque hecho a nuestra nación”. El plan era aproximarse a Marruecos “pero no con las armas, no para convertir a sus habitantes en siervos o vasallos descontentos, sino por medio de la civilización, para hacer de ellos ciudadanos dignos de una nación grande”. Exploradores españoles en África. Finalmente, se buscó el apoyo decidido hasta de las clases menos favorecidas, moviendo los institutos más irreflexivos con ocasión de un incidente territorial con Alemania en las islas Carolinas, que perteneciendo a España estaban siendo utilizadas por comerciantes alemanes. La defensa encendida de los derechos de España en la prensa y la convocatoria de manifestaciones en las principales ciudades españolas, se saldaron con una petición popular de confrontación contra Bismarck, y una gran suscripción para la compra de barcos de guerra en cada una de las regiones. SGE / 29 Evidentemente, el conflicto no tuvo lugar, pero sí se creó el clima adecuado para la fundación de una nueva y más activa Asociación de Africanistas y Colonistas asociada a la Sociedad Geográfica de Madrid. Con el corpus doctrinal de la política colonial y comercial que convenía seguir al país y la opinión a favor, sólo restaba presionar al Gobierno para que adoptase una actitud más activa en estas cuestiones, abandonando la política de “recogimiento” seguida por Cánovas del Castillo. Una nueva circular, enviada a más de un centenar de personas y corporaciones españolas sería esta vez el sistema elegido pidiéndoles que consignasen, en un mensaje dirigido a las Cortes, sus aspiraciones en estas cuestiones y solicitando recursos económicos para la realización de una expedición al África central. Se consiguió así una nueva suscripción pecuniaria y posteriormente de las Cortes una partida de dinero con cargo al “fondo de gastos patrióticos”, lo que posibilitaría a la nueva Asociación Colonial emprender dos viajes de exploración. Uno al Golfo de Guinea con objeto de tomar posesión de una extensa franja de territorio hacia el norte y al interior de los ríos Muni y San Benito, encargando su realización a Manuel Iradier y Amado Ossorio. El otro al Sáhara, con objeto de ocupar los territorios comprendidos entre Cabo Bojador y Cabo Blanco, para acceder desde allí a las pesquerías atlánticas y por el interior a la ruta a través del desierto que comunicaba con Tombuctú, expedición encargada a Emilio Bonelli. AL INTERIOR DE LOS RÍOS MUNI Y SAN BENITO Manuel de Iradier era ya conocido porque siendo aún muy joven había fundado, con un grupo de amigos, una Sociedad Geográfica en Vitoria a la que dio el nombre de La Exploradora, con la que soñó y planificó una y mil veces convertirse en el Stanley español. Un buen día se presentó delante de su joven esposa y le comunicó que había llegado el momento y que en nombre de La Exploradora partiría sólo y de inmediato hacia el río Muni, para desde allí abrirse camino hacia el centro del continente africano; tal y como le había recomendado el propio Stanley mientras cubría como periodista el frente de Vitoria en la guerra carlista. Su esposa sólo aceptó su marcha tras ser incluida ella y su hermana en la expedición. Sin más preámbulos se encaminaron al país del Muni persiguiendo un romántico proyecto que duraría dos años y que se desharía, entre otras cosas, ante la comprobación de que el río el Muni no era otro de los grandes ríos africanos como su gran embocadura parecía anunciar, sino una amplia ría con escaso curso superior navegable. Las enfermedades, y especialmente la malaria, transformarían la realidad de nuevo en un sueño, pero ahora en forma de terrible pesadilla, que acabaría minando la salud de los tres y con la vida de la hija que les nació en la isla de Elobey. 30 / SGE Iradier era, pues, la persona más adecuada para emprender la nueva expedición, aunque sería acompañado esta vez por Amado Ossorio, un joven médico que había cedido su pequeña fortuna y se había ofrecido como médico a la Sociedad tras un revés del destino. Junto a ellos iría un notario encargado de certificar los convenios de sumisión a España de las tribus que encontrasen en su trayecto, para así documentar los derechos de posesión adquiridos ante otras naciones. Pero desde que salieron del puerto de Barcelona hasta su llegada al Ecuador africano pasaron dos meses, en los cuales los alemanes e ingleses habían ocupado la costa desde las bocas del Níger a la costa Malabar. Ciertamente llegaron al mismo tiempo que una expedición francesa que estaba tomando actas de sumisión en la zona en la que ya España poseía territorios. Toda una carrera de despropósitos que culminaron con una recaída muy grave en la enfermedad contraída por Iradier que tuvo que regresar a la Península, realizando los restantes recorridos Amado Ossorio que Em permanecería en la región durante dos años más. En deilio Bonelli. finitiva, los expedicionarios apenas pudieron anexionarse muchas más tierras de las que ya poseía España, y lo que fue casi peor, las conclusiones continuadas por Iradier sobre las características óseas y sanguíneas de los africanos, provocaron una agria y en ocasiones pública polémica entre la Sociedad y el viajero. A TRAVÉS DEL DESIERTO HACIA TOMBUCTÚ En el Sáhara occidental, el Gobierno de Cánovas se había negado reiteradamente a declarar la soberanía española. Por ello la Sociedad enviaría a aquella zona a Emilio Bonelli con objeto de conseguir contratos comerciales con las tribus del Sáhara occidental; documentos que fueron presentados al Gobierno, con los que éste declararía el protectorado español sobre la zona ante las potencias extranjeras. Sucesivos viajes por aquellos parajes para extender los acuerdos comerciales dieron pie a Bonelli a publicar, al igual que lo hiciera Iradier, un libro sobre la región que mereció también una respuesta airada de Costa: “¿Que necesidad tenía de exhibir tan ostentosamente su falta de estudios, y de poner al extranjero en el caso de que se forme de nuestros escasos geógrafos y naturalistas un concepto equívoco y mortificante para el amor propio nacional?” SGE / 31 En parte para remediar el desaguisado, la Sociedad enviaría en 1886 una nueva expedición a la zona, pero esta vez con un carácter eminentemente científico, encargando su realización al ingeniero militar Julio Cervera y al geólogo y profesor de la Institución Libre de Enseñanza Francisco Quiroga, acompañados por el arabista y antiguo cónsul español en África Felipe Rizzo, como intérprete, y de dos tiradores del Riff. La expedición atravesó oblicuamente el trópico de Cáncer hasta alcanzar, tras 426 kilómetros, la depresión granítica del Iyil y del Adrar, la primera con su fondo de capas de sal de la que se surten los nómadas del desierto en su comercio con Tombuctú, y la segunda Algunos personajes de la corte marroquí, rellena de arenas en las que se condibujados por Joaquín Gatell. serva la humedad de las ocasionales lluvias manteniendo extensos palmerales, lo que convertía estos enclaves en los más valiosos de esta parte del Sáhara, motivo por el cual estas zonas pasaron a formar parte de las posesiones francesas tras el tratado de 1912, dando lugar a una inusual curva entre las líneas meridianas que enmarcan la frontera del Sáhara Occidental. Esta fue, sin duda, la expedición más interesante desde el punto de vista geográfico. Su ejemplo impulsaría otras nuevas, al tiempo que revitalizaría la vertiente práctica de los estudios naturalistas en España. ● BIBLIOGRAFÍA CITADA ■ BERDOULAY, V.: La formation de l’école francaise de géographie (1870-1914), París, Bibliothéque Nationale, 1981, 245 pp. ■ BOSQUE MAUREL, J.: “La Real Sociedad Geográfica. 125 años de existencia”, en La Geografía española ante los retos de la sociedad actual, Comité Español de la Unión Geográfica Internacional, 2004, pp. 209-236. ■ GÓMEZ MENDOZA, J. y Ortega Cantero, N.: “Geografía y regeneracionismo en España (18751936)”, Sistema, 1987, núm. 77, pp. 77-89. ■ JOVER ZAMORA, J. M.: 1898. Teoría y práctica de la redistribución colonial, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1979, 63 pp. ■ RODRÍGUEZ ESTEBAN, J. A.: Geografía y colonialismo. La Sociedad Geográfica de Madrid (18761936). Madrid, Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, 1996, 412 pp. 32 / SGE DE VALENCIA A TUBUAI TEXTO: LUIS PANCORBO La Sociedad Geográfica de Madrid tuvo su vehículo de comunicación en un Boletín que, con un espíritu muy diferente al que lo creó, ha llegado hasta nuestros días. Luis Pancorbo analiza un Boletín concreto, el del segundo semestre de 1883, una muestra de la intensa actividad de la Sociedad en su periodo más brillante y fructífero. E l cliché de una España decimonónica, acongojada, o arrinconada en el mundo, no se corresponde con la vitalidad que desprendía en 1883 la Sociedad Geográfica de Madrid. Lejos de ser una pequeña capilla para amortajar recuerdos y hacer budines con nostalgias imperiales, generaba un Boletín admirable, punta de todo un iceberg de conocimientos geográficos. Para los 365 miembros de la Sociedad que había a finales de 1883 no se trataba sólo del amor platónico por las cartografías, o el viaje, sino del deseo de saber y de precisar más, ya se tratase de las coordenadas del bajalato de Larache, del curso del río valenciano Montesa o Cañolas, de la explosión del Krakatoa, o de la ubicación de las Tubuai, las más australes y esporádicas islitas de la Polinesia francesa. Era 1883 y España y Vilanova abogaban decididamente por el darwinismo, una explicación válida para la incipiente ciencia antropológica española, dejando aparte posiciones un tanto extremas, o superdarwinistas, como las de Haeckel, partidario de que “sólo para los organismos inferiores podría suponerse la pluralidad de origen”. Vilanova ya era consciente en 1883 de lo que llamaba el “cosmopolitismo” de la especie humana, su aptitud para la ubicuidad, su gran capacidad de adaptación. Lo que no creía era que se debiera clasificar solamente a nuestra especie con las “denominaciones vagas” de las razas, caucásica, mogola, etiópica y americana. En los Estados Unidos aún recurren en parte a eso y usan el eufemismo de “caucásico” por blanco. Era una Sociedad abierta al mundo, y en sintonía con el mundo y las nuevas ideas que iban haciendo mella en la rocosidad mental del país y sus prejuicios. El segundo semestre de 1883 del Boletín genera un tomo de 459 páginas editado en la Imprenta de Fortanet de la madrileña Calle de la Libertad, cumplido augurio pues lo primero que se publica es la conferencia del socio Don Juan Vilanova y Piera sobre el “problema de la cuna, dispersión y diversificación de la especie humana en razas y subrazas”. Tras ese vibrante comienzo el Boletín publica “Las islas Tuamotu” de Ricardo Beltrán y Rózpide, especialista en el Pacíf ico, hombre en el que se nota la ensoñación que le producían algunos lugares a los que no podía ir. Pero los visitaba con su investigación, y por una especie de transferencia, los hacía apetecibles para los socios, otros soñadores que no estaban dispuestos a que la historia española en los mares del sur cayera en el olvido de las olas. El artículo de Beltrán sobre las islas Tuamotu trataba de que fuesen co- nocidas en España pese a ser parte del territorio francés de ultramar, en plena Polinesia. Beltrán publica más artículos en el Boletín durante el segundo semestre de 1883 sobre la isla de Pascua; las islas Cook y Tubuai, dependientes de Nueva Zelanda y Francia en la actualidad; y las Espórades polinesias, islas dispersas, de tan difícil acceso aún hoy como Fanning, Manuel Rodríguez, Malden, Fénix… Fueron colaboraciones, las de Beltrán, llenas de originalidad en una época en la que las islas más conocidas ni siquiera eran Cuba, o Mallorca. El siguiente asunto de importancia tocado por el Boletín es “Colonización de Fernando Póo”, de José Montes de Oca, no una firma cualquiera. Servía sus apuntes a la Sociedad tras regresar de su puesto de gobernador de las posesiones españolas del Golfo de Guinea. Algunas actividades coloniales de Montes de Oca sorprenden asaz: fomentó el desarrollo de Fernando Póo con un grupo de doscientos desterrados cubanos, condenados por delitos políticos. Un caso lejano que recuerda un tanto al del Valle de los Caídos. “Los negros constituyen, así en Fernando Póo como en Corisco, una raza inferior a quien hay que elevar y civilizar, y sería mal medio ponerles en contacto con los presidiarios y darles en espectáculo cadenas y SGE / 33 prisiones. Debe conservarse a toda costa en estas regiones el prestigio del europeo”. Increíble prosa colonial. Deportaciones de cubanos de color, no sólo de políticos, inmigración de canarios, elevar la salubridad, extender el cultivo del cacao y el café, son otros tantos recursos de la política colonial de Montes de Oca. Luego se publica la interesante “Memoria sobre la campaña de la corbeta Doña María de Molina en las costas de China y el Japón”, escrita por el propio comandante del buque, Don Tomás Olleros y Mansilla. Sólo eso le da un gran valor. Y lo mismo la pertinencia de los estudios de Don Teodoro de Cuevas sobre diversos aspectos del bajalato de Larache (las ruinas del Lixus Romano, el idioma, las costumbres…). El Señor Cuevas era el Vicecónsul de España en esa ciudad del Norte de Marruecos y su autoridad en el tema, además del puntual conocimiento del árabe hablado y escrito, suministraron al Boletín una aportación de postín. En octubre y noviembre de 1883 (números 10 y 11 del Boletín, Año VIII de la Sociedad) se publica la novedosa conferencia de Juan Víctor Abargues de Sostén: “Noticias acerca de la expedición científica, geográfica y mercantil realizada en el África Oriental”. Abargues era un hombre de valía en todos los terrenos: “No llego ante vosotros con la arrogancia del explorador: apenas me atrevo a pretender el dictado de viajero”. Pero Abargues llegó a Zebul y Vollo-Gallas, provincias casi desconocidas de Abisinia. El rey Alfonso XII, fundador y presidente de la “Asociación Geográfica de Exploraciones del África”, acabaría nombrando a Abar34 / SGE gues cónsul honorario en Yedda para y en el interior, hasta la divisoria de las trabar relaciones en los países del Sierras del Cristal y Ukudi-Masey. No Mar Rojo. menos atractivo es el proyecto de “Exploración en Mindanao” redactado Juan Vilanova vuelve a aparecer en el por el contra-almirante Señor MonteBoletín, a finales del año 1883, con ro, que fue Gobernador en las Filipiuna nueva entrega de su “Reseña geo- nas. “Sobre el origen del nombre de lógica de la Provincia de Valencia”. Se América” es el título con el que colatrata de un estudio impecable para la bora Jules Marcou (de la Sociedad de época, hecho por un valenciano de Geografía de París). Luego están las pro y un científico capaz de sorpren- piezas breves como “Cartas de marederse aún por algo, por ejemplo, por ar, manuscritas y de españoles”, por el diluvio (entonces no se llamaba go- Cesáreo Fernández Duro, que también ta fría) que caía en el monte Puigmola colabora con “Canarias en el siglo durante tres días. XVI”. Siempre en ese plan escueto aparece “Los terremotos del Estrecho de la Sonda”, por F. B. Es una información al hilo del impacto causado por la explosión del Krakatoa el 25 de agosto de 1883. La colaboración se publica en diciembre, con gran rigor y un excelente mapa de Krakatoa y las islas vecinas. “Las salidas y puestas del sol y el terremoto de Java” complementa el tema aún siendo, en realidad, una carta de J.G. Symons del 29 de Noviembre de 1883 al editor de The Times, traducida y comentada por el consocio José Macpherson. En aquellos meses se estaban viendo por el mundo las más extrañas y maravillosas puestas de sol, y de modo especial “en la clara atmósfera de la meseta de Castilla”. Algo afectaba del volcán En aquel tiempo la geografía española Krakatoa, según el primer aleteo de la se estaba haciendo en parajes tan re- teoría del ala de la mariposa. motos y a la vez tan cercanos como Guinea o las Filipinas. José Gómez y En la sección de Miscelánea se lee que Sanjuán contribuye con “Posesiones una señora, Carla Serena, dio una españolas del golfo de Guinea” (Nº 12 conferencia en la Sociedad sobre su del Boletín, Diciembre de 1883) de- viaje al Cáucaso. Y por fin las Actas de mostrando derechos españoles en An- las Sesiones, a veces llenas de estupor: nobón, Corisco, los dos Elobeis y terri- Francia había levantado su bandera torios continentales entre la Punta del en Corisco y en Annobón y el señor río Campo hasta la Punta de Santa Gómez San Juan se encargó de luchar Clara, la más avanzada del río Gabón, contra eso con un buen artículo. G E O G R Á F I C A S E S P E C I A L S O C I E D A D E S Asociación Eúskara La Exploradora Manuel de Iradier tras su primera expedición al País de Muni 1876. El sueño africano de anuel Iradier M anuel de Iradier es posiblemente el viajero español más importante, atractivo e interesante del siglo XIX y uno de los africanistas más desinteresados y perspicaces de su época. Sus viajes por la actual Guinea Ecuatorial y sus escritos sobre el País de Muni siguen resultando fascinantes a los viajeros y lectores de nuestros días. TEXTO: RAMÓN JIMÉNEZ FRAILE En octubre de 1879, apenas dos años después de su vuelta del Golfo de Guinea, Manuel Iradier anunció en Vitoria su intención de crear “una asociación que promueva viajes de exploración científica con miras filantrópicas en el centro de África”. Se trataba, según Iradier, de “reconstruir la antigua Exploradora, fundada en 1868”. El vitoriano hacía referencia a la Joven Exploradora, fundada por él mismo cuando tenía catorce años y que permitió a un grupo de estudiantes, apoyados por profesores del Instituto de Segunda Enseñanza y la Universidad Libre de Vitoria, vivir la pasión por la Geografía, una disciplina tan de moda por aquel entonces en otras partes de Europa pero impropia en una ciudad española de provincias. Entre 1868 y 1873, los miembros de la Joven Exploradora estudiaron la manera de llevar a cabo exploraciones científicas al interior de África, atravesando el continente desde el Cabo de Buena Esperanza hasta Trípoli. El proyecto dio lugar a la elaboración de una serie de informes característicos de las Sociedades Geográficas de la época: “Estudio del equipaje de una expedición”, “Estudio sobre la hidrografía del África austral”,… A la teoría, los jóvenes vitorianos añadieron los trabajos de campo en tierras alavesas, sin importarles que éstas fueron escenario de la guerra carlista. “Se fijaban en La Joven Exploradora –recordaría Iradier– jornadas de 50 kilómetros a través de SGE / 37 montañas, desfiladeros, ríos y precipicios, y los 50 kilómetros eran recorridos examinando con un interés admirable el terreno, las rocas, las aguas, cogiendo insectos, sacando dibujos; y todo esto sufriendo el calor, el frío y la lluvia y llevando cada individuo sobre los hombros las provisiones de boca, los instrumentos y el agua”. El material recogido y los mapas, libros y utensilios relacionados con la exploración se guardaban, bajo la atenta mirada de un ciervo disecado procedente del monte Gorbea, en una sala del Instituto de Segunda Enseñanza, actual sede del Parlamento Vasco. El “Proyecto de exploración por el África Central” que elaboró La Joven Exploradora fue enviado a la Exposición Universal de Viena de 1873 y discutido en Vitoria, ese mismo año, con Henry Morton Stanley, ya famoso por su encuentro con Livingstone. Siguiendo los consejos de Stanley, Iradier emprendió a finales de 1874 viaje Mapa de las exploraciones de Iradier, Montes de al Golfo de Guinea, junto con su muOca y Ossorio. jer, Isabel de Urquiola, y su cuñada Juliana, hermanas de uno de los miembros de La Joven Exploradora. El tesorero de la asociación, Enrique Irabien, había previsto sumarse al viaje, pero renunció en el último momento. A su regreso a Vitoria en diciembre de 1877, tras haber explorado la Bahía de Corisco, el País del Muni y Fernando Poo, Iradier comprobó que los miembros de La Joven Exploradora se habían dispersado, por lo que decidió crear la nueva Asociación Eúskara La Exploradora y recabar apoyos para regresar a África. El aventurero y sabio vasco-francés Antoine d’Abbadie, un fascinante personaje que vivió doce años en Etiopía y que construyó un castillo entre Hendaya y San Juan de Luz que sería utilizado como observatorio astronómico hasta 1976, aceptó la presidencia de honor de La Exploradora por entender que en ella concurrían sus dos pasiones: el País Vasco y África. Pero Iradier no encontró en su tierra la ayuda que buscaba, por lo que, tras descartar pedir apoyos en el extranjero –en concreto 38 / SGE al Exploration Fund de la Royal Geographical Society–, se dirigió a dos entidades que habían surgido en Madrid mientras él estaba en el Golfo de Guinea: la Asociación Española para la Exploración de África y la Sociedad Geográfica de Madrid. La primera, presidida por Alfonso XIII y cuyo tesorero era el financiero y empresario alavés Estanislao Urquijo y Landaluce, primer marqués de Urquijo, actuaba como filial española de la Asociación Internacional Africana, creada por el Rey de los Belgas Leopoldo II con el espúreo objetivo de hacerse con un buen trozo del continente africano. La segunda había surgido por iniciativa del ingeniero militar Francisco Coello, tras asistir éste en París al Congreso y Exposición Geográfica de París en 1875. Cabaña de Dabu Mete, donde Iradier pasó las fiebres. El Marqués de Urquijo aceptó, en abril de 1880, el nombramiento de socio honorario de La Exploradora y aportó a título personal cuatro mil reales, pero la Asociación Española para la Exploración de África prefirió subvencionar al valenciano Juan Víctor Abargues y Sostén, quien entre otras cosas buscó en Egipto animales para los jardines de Alfonso XIII. Retirada de las praderas de Ukumbánguba. Expedición de Iradier. SGE / 39 La Sociedad Geográfica de Madrid saludó la iniciativa de Iradier, pero declinó ayudarle por el momento por falta de medios. Sería a raíz del Congreso Español de Geografía Comercial y Mercantil convocado en 1883, a instancias de Joaquín Costa, por la Sociedad Geográfica, cuando fue creada la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas, la cual encargó a Iradier que regresara al Golfo de Guinea al frente de una expedición destinada a adquirir el mayor territorio posible, de preferencia frente a la isla de Fernando Poo. Para ello, Iradier contó tan sólo con cincuenta mil pesetas, incluidas las veinte mil que pusieron dos de sus compañeros de viaje, el médico Amado Osorio y el gobernador en Santa Isabel Montes de Oca, las diez mil aportadas por misioneros de Fernando Poo y las más de mil procedentes de La Exploradora. En Fernando Poo, los expedicionarios recibieron de las autoridades españolas una vieja balandra podrida, en palabras de Iradier. En estas condiciones y habida cuenta de que, al mismo tiempo, Alemania procedía a ocupar la costa del Golfo de Guinea viniendo del Norte, en el actual Camerún, y Francia hacia lo propio a partir del Sur, el deseo expresado por Joaquín Costa de que la expedición de Iradier sirviera para sentar las bases de “un Imperio hispano-africano cuatro veces más extenso que España” se vio lógicamente frustrado. El único territorio que aún no había sido ocupado resultó ser el País del Muni explorado años antes por Iradier, y fue allí donde los españoles hicieron acopio de títulos de anexión que de nada sirvieron ya que, por aquel entonces, la Conferencia de Berlín, a la que asistió Francisco Coello, dispuso que sólo la ocupación efectiva de territorios africanos implicaba reconocimiento de posesiones coloniales. La expedición de Iradier fue tachada de fracaso por la Sociedad Geográfica de Madrid y las asociaciones conexas. En su libro África. Viajes y trabajos de la Asociación Eúskara la Exploradora Iradier se defendió de las críticas al tiempo que sacó a relucir las dificultades extremas con las que llevó a cabo su tarea de explorador: “Trabajé sin descanso trece años consecutivos; sacrifiqué mi fortuna, mi carrera, mi salud, mi juventud, el porvenir de mi familia, la vida preciosa de una hija. Pedía a España, a las Sociedades Geográficas, a los hombres de patriotismo, aún a los de negocio, ¡quince mil pesetas!; ponía mi inteligencia y mi persona al servicio de la empresa y, sin embargo, nada, absolutamente nada conseguí”. ● 40 / SGE Cataratas Murchison, en la actual Uganda. 42 / SGE E S P E C I A L S O C I E D A D E S G E O G R Á F I C A S Royal Geographical Society: 175 años de descubrimientos N TEXTO: RAMÓN JIMÉNEZ FRAILE o fue la primera en emplear la denominación de Sociedad Geográfica –la de París se adelantó en nueve años– pero pronto se convertiría en la más prestigiosa del siglo de la Geografía y la más experta en preparar el peculiar cocktail a base de arrojo individual y respaldo colectivo que caracteriza a la aventura exploradora. Fundada en 1830, la Royal Geographical Society (RGS) se fijó como objetivos el progreso de la ciencia geográfica y el conocimiento del mundo. La asociación entroncaba con los elitistas clubs ingleses en los que saber científico y alta sociedad iban a la par. El precursor de todos ellos fue la Royal Society, creada también en Londres, en 1660, por un grupo de astrónomos amantes de la filosofía que decidieron promover la Física, las Matemáticas y las Ciencias Naturales. Isaac Newton fue uno de los presidentes destacados de la Royal Society, a la que dotó de su primera sede. Otra figura puntera de la Royal Society sería Sir Joseph Banks, quien ostentó la presidencia entre 1778 y 1820. Banks fue compañero de viaje del capitán Cook en los Mares del Sur antes de convertirse en alma mater de la African Association, la organización que patrocinó, en la primera mitad del siglo XIX, la exploración del Níger, con la mítica ciudad de Tombuctú como principal reclamo. La African Association se fusionó con la RGS, cuyos primeros afanes tuvieron que ver con la exploración del estrecho de Bering, de los desiertos de Australia y de la costa de Sudamérica, antes de concentrar sus esfuerzos en el interior de África. SGE / 43 Hoy día, el puñado de amigos que se reunían en el Raleigh Dining Club para estudiar mapas (cada miembro tenía adjudicada una parte del mundo) se ha convertido en una asociación de 13.300 miembros, con un presupuesto anual de cinco millones de euros destinados entre otras cosas a organizar multitud de expediciones con el prestigioso marchamo de la RGS. La apertura al público, a mediados de 2004, de una mínima parte de sus archivos ha permitido apreciar la labor desempeñada durante sus 175 años de historia. El equipo de oxígeno utilizado por Edmund Hillary en la conquista del Everest, el periódico que editó Shackleton en la Antártida, el sextante de Darwin y la gorra de Livinsgtone fueron algunos de los objetos expuestos de mayor carga simbólica. También figuraban en la exposición mapas de Normandía trazados por miembros de la RGS que sirvieron para el crucial desembarco aliado de hace sesenta años. Parafraseando al francés Yves Lacoste, no conviene olvidar que la Geografía es también un “arma para la guerra” y que en su día fue un instrumento del colonialismo. Ahora bien, superada la etapa de rivalidad entre geógrafos de distintos países y de servilismo hacia sus gobernantes, las Sociedades Geográficas, con la RGS a la cabeza, han sabido transformarse en instrumentos destinados a preservar su propia razón de ser en beneficio de las generaciones venideras: el planeta Tierra. SIR RODERICK MURCHISON, PADRINO DE EXPLORADORES Sir Roderick Murchison. 44 / SGE Militares sedientos de gloria, individuos que huían de la pobreza, misioneros, filántropos, ricachones en busca de emociones fuertes… Personajes tan dispares fueron los encargados de resolver, a lo largo del siglo XIX, los grandes enigmas geográficos pendientes. Los más destacados –Livingstone, Speke, Stanley…– se convirtieron en leyenda viva y sus relatos siguen alentando el espíritu viajero. Las aventuras de los menos conocidos también han ido saliendo a la luz; pero poco se sabe de quienes, desde la sombra, protagonizaron la época dorada de las exploraciones. En la Inglaterra victoriana, fueron miembros de la alta burguesía, cuando no de la aristocracia, los que llevaron las riendas de la Royal Geographical Society. De todos sus dirigentes, Sir Roderick Murchison –promotor incansable de la búsqueda de las fuentes del Nilo– es quien mejor encarna el prototipo de padrino de exploradores. Nacido en 1792 en las Tierras Altas de Escocia en el seno de una familia acomodada –su padre había hecho fortuna en India– entró siendo niño en la carrera militar. Con tan sólo dieciséis años, desembarcó en la Península Ibérica con el duque de Wellington para combatir a las tropas napoleónicas. Ascendido a teniente, participó en la retirada de La Coruña, para luego recorrer España durante medio año hostigando a los franceses. Waterloo y el destierro definitivo de Napoleón privaron de alicientes a los militares británicos, por lo que Murchison abandonó el uniforme no sin antes haber contraído matrimonio con la hija de un general. El viaje de novios duró más de dos años, aprovechados por el escocés para impregnarse de lo mejor de la cultura europea, en especial del arte italiano. En 1818 regresó a Escocia para vender las tierras de su padre e instalarse en Inglaterra, donde se dedicó a lo que se podía esperar de un joven acaudalado de la época: practicar deportes, en concreto la caza del zorro, de la que pronto se convirtió en uno de los mejores especialistas. La vida de Murchison se habría desarrollado sin más sobresaltos que los provocados por los cuernos de caza y los ladridos de los perros de no ser por el prestigioso químico descubridor de la hidrólisis, del sodio y el potasio, Sir Humphry Davy, quien le convenció de que destinara parte de su desbordante energía a la ciencia. Murchison optó por la Geología y como miembro de la Geological Society of London formó parte de expediciones en Francia, Italia y Suiza, aunque su hallazgo más importante lo realizó en Gran Bretaña al descubrir, entre el País de Gales e Inglaterra, una particular formación del subsuelo que bautizó como Sistema Silúrico. Tras sus éxitos en Europa occidental, probó fortuna en los Urales, donde también hizo importantes descubrimientos y donde salió a relucir su espíritu aventurero. En 1845, a los 53 años, publicó un compendio de sus descubrimientos geológicos que le valió el reconocimiento de los suyos y de la comunidad científica internacional. Un año después era ennoblecido y decidía colgar las botas de geólogo. Pero sus días mejores días estaban aún por llegar. En 1830 había fundado, junto con Sir John Barrow, la Royal Geographical Society (RGS), a la que Murchison dedicaría todos sus esfuerzos en el último tramo de su vida ejerciendo cargos SGE / 45 de responsabilidad. Tras un primer mandato entre 1843 y 1845, Sir Roderick Murchison presidió la RGS durante los períodos 1851-1853, 1856-1859 y 18621871. Fue la época más gloriosa de la RGS y su nombre quedaría asociado para siempre con uno de los episodios más fascinantes y a la vez más dramáticos de la historia de la exploración: la búsqueda de las fuentes del Nilo. EL DUELO DEL NILO: LA PASIÓN GEOGRÁFICA LLEVADA AL EXTREMO 22 de junio de 1863. La Royal Geographical Society se dispone a vivir una de sus jornadas más gloriosas. Miembros y simpatizantes se agolpan en la sala de reuniones que pronto se queda pequeña. En pleno tumulto, los vidrios de varias ventanas saltan en pedazos. El presidente, Sir Roderick Murchison, abre a duras penas la sesión y llama a la tribuna al héroe del momento: John Hanning Speke, un espigado inglés de 37 años, con barba de peregrino y rostro marcado por las fiebres de África. Nada más empezar su discurso, Speke provoca el delirio de los asistentes: “El misterio del Nilo está resuelto”, proclama. Ningún otro descubrimiento geográfico ha merecido nunca tantos elogios como los que recibió Speke en aquellas fechas. Pero los elogios no hicieron sino alimentar la controversia en torno a este asunto. El llamado “duelo del Nilo”, que enfrentó a partidarios y detractores de Speke, haría correr ríos de tinta y regueros de sangre. El británico John Speke, descubridor de las fuentes del Nilo 46 / SGE Speke había sido el elegido, en 1856, por su compañero de armas en el Ejército de su Majestad en la India Richard Burton para que le acompañara al interior de África a partir de Zanzíbar. Se trataba de una misión de la máxima importancia de la RGS, a la que el Foreign Office aportó 1.000 libras esterlinas, consistente en explorar la que hoy conocemos como región de los Grandes Lagos. Misione- ros y mercaderes árabes habían hablado de la existencia en esa región de cumbres nevadas, que resultaron ser los montes Kilimanjaro y Kenia, y de mares interiores, lo que venía a corroborar la representación que desde la Antigüedad se hacía en Occidente de las fuentes del Nilo. Además del prestigio por resolver un enigma geográfico milenario, para Inglaterra el interés en localizar el origen del río residía en abrir una vía de comunicación desde el Sur de África –la cuenca del Zambeze explorada por Livingstone– hasta Egipto. Burton, seis años mayor que Speke, superaba en experiencia e intelecto a su segundo. Tenía una sólida formación universitaria, una endiablada facilidad para los idiomas y una más que probada pasión por la aventura (por aquel entonces ya había llevado a cabo su sorprendente viaje a La Meca y a ciudades prohibidas de Abisinia). En cuanto al carácter, eran completamente antagónicos. Al tiempo que Burton ampliaba conocimientos en los prostíbulos de Penjab, Speke practicaba la caza en el Himalaya. Burton era inquieto, resuelto, incisivo; Speke, reservado, soñador y en absoluto dado a las excentricidades. “Burton buscaba un discípulo; Speke se convirtió en un rival”, resume Alan Moorehead en su magistral libro The White Nile. El suahili Sidi Bombay y el esclavo liberto Mwinyi Mabruki serían de gran utilidad en la travesía que, durante más de un año, llevó a cabo la expedición en territorio de la actual Tanzania y que, el 13 de febrero de 1858, les condujo a Ujiji, lugar de encuentro de negreros árabes situado al borde del lago Tanganika. Burton y Speke fueron los primeros blancos en contemplar el lago, pero su lamentable estado de salud –ambos con problemas de visión y Burton con la cara hinchada– no les permitió celebrarlo. Burton pensó en un primer momento que el Tanganika era la fuente del Nilo, aunque tuvo que reconocer que el río que descubrieron al norte del lago, el Ruzizi, no salía del mismo sino que vertía sus aguas en él. De Portada de la biografía de Livingstone. SGE / 47 vuelta hacia la costa, mientras Burton recobraba fuerzas en una aldea, Speke avanzó hacia el norte para comprobar si eran ciertas o no las informaciones acerca de la existencia de otro gran lago. El 3 de agosto de 1858, en las proximidades de una aldea llamada Mwanza, Speke descubría el inmenso lago que bautizó como Victoria y al que, como si de una revelación divina se tratara, adjudicó el origen del Nilo. Cuando Speke se reunió con Burton, éste minimizó el descubrimiento y refutó sus teorías, ya que Speke carecía de pruebas. A fuerza de polemizar, Burton y Speke acabaron por no hablar del asunto e, incluso, a no dirigirse la palabra. En abril de 1859, los dos exploradores arribaron a Adén, donde sus caminos se separaron. Speke decidió viajar lo antes posible a Inglaterra, no sin antes haberse comprometido con Burton a no desvelar los resultados de la expedición. Pero cuando Burton se presentó en Londres, doce días después de su compañero, comprobó que éste no había cumplido su promesa ya que, tras hablar con Murchison, se había autoproclamado descubridor de las fuentes del Nilo ante los miembros de la RGS. Inglaterra había encontrado su héroe: un inglés de buena familia, no como Burton quien, aunque nacido en Inglaterra, era de origen irlandés y tenía en poca estima a los ingleses. En plena euforia colectiva, Speke recibió el encargo de regresar a África para completar su descubrimiento. Esta vez, el Gobierno británico y la RGS sufragarían todos los gastos (en el anterior viaje Burton y Speke habían puesto dinero de sus bolsillos) y Speke sería el jefe, con el también oficial del Ejército de las Indias James Grant como lugarteniente. De Burton, autor de un impecable informe sobre el lago Tanganika con el que cumplió con creces el mandato que se le había encomendado, nadie se acordó. Sultán de la isla de Zanzíbar, actual Tanzania. 48 / SGE Mientras Burton se consumía al frente del consulado británico de Fernando Poo –período en el que ascendió al Monte Camerún y al Pico Santa Isabel, recorrió la bahía de Corisco e Speke anuncia el descubrimiento de las fuentes del Nilo en la Royal Geographical Society de Londres (1863). hizo incursiones en territorio fang–, Speke y Grant exploraban la región de los Grandes Lagos. Las guerras tribales y una prolongada estancia en la corte del rey Mutesa retrasaron su llegada al norte del lago Victoria, donde Speke se separó de Grant, que padecía una infección en la pierna. El 21 de julio de 1862 Speke, descubrió un río que salía del lago y que identificó como el Nilo. Tras unirse a él Grant, los dos exploradores siguieron por tierra el trazado del río hasta llegar, seis meses después, a Gondokoro, a orillas del Nilo. Allí conectaron con dos expediciones enviadas por la RGS para socorrerles, la de Albert Baker, acompañado de la esclava húngara que acabaría siendo su mujer, y la del vicecónsul británico en Jartum John Petherick y su esposa. Los Baker proseguirían la exploración del Nilo y, siguiendo las indicaciones recibidas por Speke y Grant, descubrieron el lago al que pusieron por nombre Alberto, en honor del esposo fallecido de la reina Victoria, y las imponentes cataratas del Nilo-Victoria, en la actual Uganda, a las que llamaron Murchison. La hazaña de Speke fue saludada en Inglaterra con entusiasmo por parte de sus seguidores. Pero sus detractores, con Burton a la cabeza, tenían fundados argumentos para atacarle ya que Speke y Grant no podían estar seguros de que el río que siguieron era el Nilo al no haber efectuado todo el recorrido por su cauce. Ante la pasión desatada, Burton y Speke, que no habían vuelto a verse desde que se separaran en Adén cinco años antes, aceptaron discutir en público, SGE / 49 con David Livingstone actuando de moderador. Varios centenares de geógrafos y decenas de periodistas acudieron a Bath, en setiembre de 1864, para asistir al acto cumbre del “duelo del Nilo”. Pero el enfrentamiento no tuvo lugar. La víspera, Speke murió de un disparo en el corazón procedente de su propia escopeta. Cuando Burton fue informado, exclamó: “Dios mío, se ha suicidado”. Otros hablarían de accidente, pero la explicación parece impropia al tratarse Speke de un experto cazador y curtido militar. El enigma del Nilo no se había cobrado aún todo su tributo de sangre. Enviado por Murchison al interior de África para terciar en la polémica, el veterano Livingstone erró durante años antes de encontrar la muerte en la primavera de 1873, cerca del lago Bangwelu. El último blanco en haber visto a Livingstone con vida fue el hasta entonces desconocido reportero Henry Morton Stanley, enviado a tan descabellada misión por el periódico sensacionalista “New York Herald”. Un par de semanas antes del encuentro entre Stanley y Livingstone, una bronquitis se llevó al otro mundo a Murchison, cuando aún ostentaba la presidencia de la RGS. Para desesperación de la RGS y del “establishment” británico, sería el propio Stanley quien, años más tarde, resolviera de manera definitiva el enigma del Nilo. Stanley dio parte de razón a Speke por el papel que desempeña el lago Victoria y parte a Burton, quien había intuido la contribución de otros lagos y cursos de agua, en particular los procedentes de las Montañas de la Luna a las que Stanley identificó con la cordillera Ruwenzori. Si bien la RGS, pese a su poderío, no logró resolver el enigma del Nilo, al menos le quedó el consuelo de que en la ficción sí lo hizo. En 1863, con el eco de la aventura de Speke y Grant en los oídos, el francés Jules Verne entregó a su editor el original de “Cinco semanas en globo”, la primera de su larga serie de novelas científicas. En ella se narra cómo, a vista de pájaro, el doctor Fergusson y sus acompañantes contemplaron extasiados desde la barquilla del “Victoria” el nacimiento del río, e incluso sobrevolaron las cumbres nevadas de las Montañas de la Luna, para mayor gloria de la RGS y de su presidente, al que Jules Verne se refirió en la novela como “Sir Francis M…”. Quien superó con creces la ficción fue el suahili Sidi Bombay, el único personaje de la epopeya de las fuentes del Nilo que participó en cinco grandes expediciones, acompañando a Burton, Speke, Livingstone y Stanley, y el primero del que se tiene constancia que cruzó África de Este a Oeste y de Sur a Norte. Sidi Bombay llevaba el mapa de África en sus pies y bien merecería el reconocimiento de exploradores y Sociedades Geográficas. ● 50 / SGE geográficas TEXTO: JOS MARTÍN S O C I E D A D E S G E O G R Á F I C A S Errores y Mentiras E S P E C I A L E l periodista Jos Martín aborda un aspecto poco habitual en los estudios sobre las Sociedades Geográficas: sus errores, algunos muy significativos, otros simplemente curiosos. La historia de sus equivocaciones forma parte también de la historia de sus conquistas. 52 / SGE No hay quien ponga en duda el enorme esfuerzo que las Sociedades Geográficas han empleado en el mejor conocimiento del mundo que habitamos. Los grandes descubrimientos, las exploraciones y hazañas en este campo se han debido en su mayor parte al apoyo económico, científico e incluso político que desde hace siglos han otorgado a quienes ganaron su confianza. También ha sido suya la gloria de las pequeñas cosas, esos diminutos avances de personas que no pretendían ser famosas, sino útiles, y que servían para que otros, más ambiciosos, alcanzaran la popularidad basándose en callados trabajos ajenos. Su tarea divulgativa es francamente extraordinaria. Pero divulgar tiene un riesgo. Por muchos controles que se realicen, por muchas exigencias que avalen la seriedad de quien describe lo que nadie ha visto, es imposible evitar el error y mucho menos la mentira consciente. Quien no habla, nunca se equivoca, dicen los habitantes del desierto, acostumbrados como están a que sea el viento y la arena los que levanten la voz. Por ello, porque han hablado mucho y muy fuerte, las Sociedades Geográficas no se han librado de avalar engaños o rechazar verdades que han tardado mucho tiempo en ser reconocidas. CUENTOS, FABULACIONES Y MENTIRAS GEOGRÁFICAS Cuando Cristóbal Colón asegura en su diario que ha visto con sus propios ojos una sirena marina, no el manatí que hoy conocemos, sino esa figura mítica que adormecía a los marinos de Ulises con sus dulces cantos, nadie puede saber si lo que el Almirante vio era fruto de su imaginación o de su interés por embellecer y engrandecer su relato, porque entonces él desconocía cuán grande era lo que había desvelado a sus contemporáneos. Volver a casa con fabulosas historias acerca de tierras riquísimas pobladas por seres hermosos y animales raros era un ardid usado desde tiempos remotos hasta nuestros días similar al utilizado por quien ahora intenta vender una parcela en terreno desabrido o un piso en playa alborotada. Está claro que cuando Colón hablaba de California como una isla saturada de perlas y habitada por amazonas, lo hacía porque no tuvo tiempo para recorrerla y comprobar que era una península y que en su interior no había mujeres guerreras, sino cactus con espinas enormes que le dieron su primer nombre: la isla del Cardón. Pero a veces las leyendas adquieren una fuerza irresistible mayor que la propia realidad. Ejemplos hay a montones, como el de la isla de San Borondón, a cuyas orillas llegó en el siglo VI el Representación de Asia en forma monje irlandés San Brandan de Clonfert junto a dieci- de pegaso. 1590. SGE / 53 siete monjes en su navegación hacia las islas de la Felicidad o Afortunadas. Después de vivir mil calamidades propiciadas por monstruos que escupían fuego y agujas de cristal que flotaban sobre el océano, celebró misa y la isla comenzó a moverse como si fuera una ballena gigantesca. El tiempo pasó y la isla de San Borondón apareció en los mapas al noroeste de El Hierro con forma de estrella hexagonal. En el siglo XVIII el gobernador de Canarias envió una expedición en su busca, porque había marineros que juraban haber estado allí. Y aún hoy, en La Gomera y El Hierro hay quien asegura verla con facilidad entre la bruma en días neblinosos. Hay más. En su obra Islario Maravilloso (Julio Ollero Editor, Madrid, 1992) el italiano Angelo Arioli recoge doscientas siete islas imaginarias citadas como ciertas por autores muy significativos del mundo Joh . f ann p árabe medieval. Aunque no cabe duda de que la mentira Lud wig Kra geográfica mejor urdida fue obra de un griego llamado Apostolos Valerianos, que cambió su nombre por el de Juan Fuca cuando entró al servicio de la marina española a finales del siglo XVI. Aprovechando la infinidad de fiordos, entrantes marinos y ríos que hay en la costa canadiense frente a las islas de Vancouver y Reina Carlota, afirmó a la Corona española haber tenido noticias ciertas de un paso franco que enlazaba el océano Pacífico y el Atlántico a través de la bahía de Hudson. Era el Paso del Noroeste, un camino que podía ahorrar cientos de horas de navegación. El gobierno español le recompensó creyendo sellar su boca, pero él volvió a vender el cuento a Su Graciosa Majestad británica. Este secreto a voces propició que los mejores exploradores y navegantes del mundo entonces conocido aparecieran por allí como si estuvieran de vacaciones, aunque haciendo lo imposible por hallar el célebre paso. Cook, Malaspina, Vancouver, Bodega y Quadra, Bouganville y muchos más buscaron durante siglos la puerta que les llevara a mayor gloria sin resultado alguno. Hoy, si el calentamiento de la Tierra continúa y los hielos retroceden al ritmo de estos últimos años, el Paso del Noroeste se convertirá en una realidad a través del estrecho de Bering, la bahía de Hudson o la de Baffin. Estas historias precedieron al nacimiento de las Sociedades Geográficas, pero muy probablemente hubieran podido formar parte de su anecdotario negro si ya hubieran existido. No era muy difícil caer en el engaño o creer a pies juntillas asuntos increíbles. Cuando el misionero alemán Johann Ludwig Krapf se introdujo en la peligrosa tierra de los zandj africanos armado sólo con un paraguas y 54 / SGE una Biblia, pocos de los que con él convivían en Rabai, misión que había fundado cerca de Mombasa, daban un céntimo por su vida. Cruzó el río Tsavo, luego el Athi y el Tiva, atravesó el gran Tana, se encontró frente a frente con un rinoceronte blanco, pasó privaciones y enfermedades hasta que el 3 de diciembre de 1849, desde la colina Kiambere, contempló los neveros que hay en las dos cimas gemelas del monte Kenya. Dos años antes, su ayudante, el reverendo Rebmann había visto las nieves del Kilimanjaro. Cuando la noticia llegó a Londres (tanto Krapf como Rebmann trabajaban para la sociedad inglesa Church Missionary Society que tenía muy buenas relaciones con la Royal Geographical Society), los salones de la Royal se llenaron con carcajadas incrédulas. ¿Cómo es posible que haya nieve en el Ecuador? Serán nubes blancas, decían, o el resplandor del sol sobre la piedra blanca. Esas risas resonaron durante mucho tiempo, tal vez tanto como cuando Darwin publicó su teoría evolutiva y aseguró que el hombre desciende del mono; o cuando en 1797 al doctor Shaw le entregaron en el Museo de Historia Natural londinense la piel de un animal imposible, un mamífero australiano que ponía huevos, tenía dientes, pico de pato, piel de topo, cola de castor, patas de rana y espolón de gallo, al que muchos años más tarde llamaron ornitorrinco; o cuando alguien contó que había visto peces que subían a los árboles para capturar su alimento (en realidad, saltan hacia las ramas de los manglares) y lagartos con tres ojos (como el tuátera neozelandés, que tiene un ojo pineal). Esa incredulidad de la Royal Society hacia la idea de que hubiera nieve perpetua sobre los calores ecuatoriales continuó hasta que un misionero llamado Charles New (esta vez inglés, por supuesto) alcanzó la altura glaciar del Kilimanjaro en 1857. Cuarenta y un años más tarde el científico alemán Hans Mayer llegó a la cima de la montaña más alta de África, con sus 5.895 metros. LA POLÉMICA CONQUISTA DEL POLO NORTE La historia confusa más enconada se produjo a principios del siglo XX con la batalla por alcanzar el Polo Norte. En la revista de la National Geographic Society correspondiente a enero de 1910 se publicó con amplitud lo que en portada llamaron “The Discovery of the North Pole”. En este reportaje se contaba la llegada al Polo el 1 de mayo de 1909 de Robert Edwin Peary y Matthew Alexander Henson ayudados por los esquimales Ootah Ooqueah, Seegloo y Eguingwah. Habían contado con la inestimable aportación de un grupo de mecenas encabezado por Herbert L. Bridgman y al apoyo de esta sociedad geográfica norteamericana. Desde que en 1896 Hansen demostró que el Polo Norte estaba sobre un mar de hielo, todo había cambiado. Se traSGE / 55 taba de ganar una carrera más deportiva que científica para saber quién ponía su bandera en el punto de latitud 90º, allá donde cualquier camino va al sur y en el que sólo hay un día y una noche cada año. Cuando Peary regresó triunfante, el National Geographic no tardó en recoger la hazaña y hacerla suya. La idea de alcanzar el Polo Norte es muy antigua. En 1527 el comerciante inglés Robert Thorne envió una carta a Enrique VIII desde Sevilla, donde vivía, en la que le mostraba la idea de alcanzar Catay no por la ruta de los portugueses costeando África, ni por la de los españoles atravesando océanos, sino a través del Polo Norte: “No existe tierra inhabitable ni mar innavegable”, le decía. Nada consiguió, pero marcó un camino para que otros, como Barents, Hudson, Phipps o Parry, lo intentaran en años y siglos posteriores hasta que apareció quien había puesto su pie en aquel punto mágico sin otro cometido que el de llegar y volver rápidamente a casa. Y al parecer, ese era Peary. Después de intentarlo por dos veces, su barco, el Roosevelt, zarpó rumbo a Cabo Sheridan en julio de 1908 llevando a bordo a veinticuatro hombres, diecinueve trineos y ciento treinta y tres perros. El 28 de febrero de 1909 se adentraron en el hielo. La marcha fue muy dura, con temperaturas que llegaban a alcanzar los cincuenta grados bajo cero y vientos que cortaban más que las aristas de los hielos. Un canal de agua les cortó el paso y tuvieron que esperar seis días hasta que se cerró. Cuando quedaban 246 kilómetros, Peary, Henson y cuatro esquimales se quedaron solos y forzaron su marcha para alcanzar el Polo Norte en cinco días: “¡Al fin, el Polo! –escribió en su campamento, al que puso el nombre de su benefactor Morris K. Jessup Camp–. Mi sueño y mi meta de veinte años. ¡Al fin mío!”. Peary en el Polo Norte. 56 / SGE Pocos meses después de la publicación de su odisea, el doctor Frederick Cook le envió una misiva en la que con ironía le felicitaba y comunicaba que él había alcanzado el Polo Norte el 21 de abril de 1908, un año antes que Peary. En 1907 había partido en el barco John R. Bradley (nombre de su mecenas) junto a Rudolf Francke e invernaron en Annoatok de donde salieron el 19 de febrero de 1908 acompañados por nueve esquimales, ciento tres perros, once trineos y dos mil kilos de vituallas. Cuando un mes más tarde llegaron al cabo Thomas Hubbard, Cook continuó con la única ayuda de E-tuk-ishook y Ah-we-lah, dos esquimales de veinte años. Les faltaba por recorrer ochocientos kilómetros. Las condiciones del viaje y sus sufrimientos fueron similares a las narradas por Peary. El 21 de abril Cook calculó que estaba en el punto 89º 46’ latitud norte. Habían llegado al Polo: “A cada paso que daba mi corazón se henchía con una extraña sensación de victoria. Tocábamos la meta. Estábamos en la cumbre del mundo”. Mapamun di de Ptolomeo . La publicación de su aventura, un relato narrado apasionantemente y contado con todo detalle, dividió en dos bandos a la sociedad estadounidense. Y la National Geographic Society no escapó de estos vaivenes. Peary tenía a su favor los argumentos que le daban mayor experiencia por sus dos intentos anteriores y en su contra, muchas cosas, entre ellas, la necesidad de alcanzar la meta después de tanto dinero gastado en ellos. ¿Cómo es posible, se preguntaban sus detractores, que en tales condiciones climatológicas recorriera ciento treinta y tres kilómetros en los cinco días anteriores a su llegada al Polo Norte, es decir, casi cincuenta kilómetros diarios? Y a la vuelta, novecientos kilómetros en dieciséis días, a cincuenta y seis kilómetros diarios. Cook tenía más en su contra, pero caía mejor a la gente por su dialéctica exuberante, fluida, emocionante y por tanto, convincente. Había cumplido excelentemente como etnólogo de la expedición que Peary hizo a Groenlandia y como médico en la Antártida con expedicionarios belgas. Pero se demostró que mintió al asegurar que había alcanzado la cima del monte McKinley cuando sólo llegó a la mitad del recorrido. En esta ocasión tampoco se libró de la sospecha: los dos esquimales que le acompañaron aseguraron que siempre habían visto tierra firme. La foto tomada en el Polo les mostraba vestidos con pantalones confeccionados con piel de buey almizclero, a pesar de que Cook había escrito que hasta llegar al estrecho de Jones, en su camino de vuelta, no habían podido cazar ningún buey. La descripción de su ruta parece estar más en consonancia con el paisaje de la isla Axel Heiberg y Groenlandia que con el camino al Polo. La polémica aún no se ha acallado, porque de vez en vez, cada ciertos años, la National Geographic vuelve a plantear la duda y a reafirmarse o arrepentirse por haber tomado partido, aunque las enciclopedias den mayor credibilidad a SGE / 57 Peary que a Cook. Incluso pudo suceder que ninguno de los dos alcanzara su destino. Quien quiera saber más debe leer el libro de Jeannette Mirsky La Ruta del Ártico (Editorial Labor, Barcelona, 1958). ERRORES DE NUESTROS DÍAS Hoy las Sociedades Geográficas tampoco se libran de ciertos resbalones. En 1997, la National Geographic Society puso a la venta un volumen geográfico llamado “Glencoe World Geography” dirigido fundamentalmente a los alumnos americanos. Las sucesivas versiones (la última lleva fecha del 2005) se publicitan en las páginas web de esta sociedad como “una fascinante visión del mundo” y “la única geografía para alumnos de grado superior cuya coautora es la NGS”. A partir de su aparición, los textos y mapas geográficos han recibido (y reciben) un aluvión de críticas feroces. Veamos algunas: “Según la Glencoe World Geography, Rusia no forma parte de Europa” (R. G. Boehm). “Atlas of the World, octubre de 2004. No lo compre. Hay demasiados errores. Espere a que lo corrijan en otra edición” (J. Nadu, historiador). “Esta sociedad (la NGS) está alterando nuestra historia y geografía por interés hacia sus amigos, los árabes ricos del Golfo” (K. Arfarian). “El National Geographic no tiene derecho a cambiar el nombre de los accidentes geográficos. Llaman Arabian Gulf (golfo de Arabia) a lo que se llama Persian Gulf (golfo Pérsico)” (WhoMan). Tal vez los geógrafos actuales y las Sociedades Geográficas se vean obligados a adoptar posturas políticamente correctas que lleven a cambiar incluso la onomástica tradicional. El tema no es nuevo. Las causas principales del gran apoyo oficial que estas sociedades recibieron en sus comienzos fueron el triunfo alemán en la guerra franco-germana de 1870, atribuido a un mayor conocimiento cartográfico del terreno y al interés por obtener grandes beneficios con la expansión colonial. Y ya entonces esto tenía un precio geográfico, pues había muchos nombres a los que estar agradecidos. Experto de la NGS añadiendo un topónimio a la nomenclatura del Atlas del mundo (1963). 58 / SGE Poco a poco se abren paso los estudios sobre esa geografía subjetiva que contempla estos fenómenos, incluidos los fallos, errores, mentiras, desviaciones y presiones políticas, económicas o sociales que conlleva el factor humano. Ante esto, y teniendo en cuenta el gran mérito adquirido a lo largo de los años, los patinazos históricos de las Sociedades Geográficas quedan como pura anécdota. ● G E O G R Á F I C A S E S P E C I A L S O C I E D A D E S Ciencia y movimiento colonial en la La Societè Geographique de Paris. Sociedad Geográfica de París TEXTO: JOSEFINA GÓMEZ MENDOZA L a Sociedad de París fue la primera de todas y aún hoy mantiene una intensa actividad. Su heredera, la actual Sociedad de Geografía francesa, se muestra orgullosa de las personalidades que han sido socios, de los grandes exploradores a los que ha premiado, y de las empresas que se han decidido en su sede. Sus avatares son sin duda alguna, parte de la historia europea. La Sociedad Geográfica de París es la más antigua de todas las geográficas, ya que fue fundada en 1821, siete y nueve años antes respectivamente que la de Berlín y la de Londres. A diferencia de lo que ocurrió en Alemania, donde menos de diez años después de la de Berlín se creó otra Sociedad en Francfort (1836) y en 1845 una tercera en Darmstadt, la Sociedad parisiense fue la única francesa durante más de cincuenta años. Hay que esperar a la plétora de creaciones de los años setenta y ochenta para que aparezcan otras en buena parte de las grandes ciudades empezando por Lyon (1873), Burdeos (1874) y Marsella (1876). En 1884 había en Francia más Sociedades de Geografía (26 y 25 publicaciones) y más miembros (en torno a 16.000) que en cualquier otro país del mundo (Berdoulay, 1981). Sin contar las existentes en las ciudades coloniales como las de Orán y Argel que son de 1878 y 1879. A partir de los años noventa empiezan a decrecer, al menos en número de socios. SGE / 61 LA SOCIEDAD DECANA DE LAS GEOGRÁFICAS Hay varias explicaciones a esta peculiar historia de creaciones, el carácter pionero de la de París, su estabilidad de los años centrales del siglo, el rápido crecimiento del principio del último tercio. La Sociedad de París había sido creada en el Ayuntamiento de la ciudad el 15 de diciembre de 1821 por 217 socios fundadores, entre los que se contaban grandes científicos y literatos de la época: Laplace que fue su primer presidente, Cuvier que lo fue en 1828, Chapsal, Denon, Fourier, Gay Lussac, Berthollet, Champollion, Chateaubriand, que la presidió en 1830, Alexander Humboldt, cuya presidencia no llegó hasta 1845. Estaban también la mayor parte de los científicos que habían acompañado a Bonaparte en su expedición a Egipto, por ejemplo, el geógrafo Malte-Brunn, que fue secretario de la Sociedad en los primeros años, Dumont d’Urville, Delessert, Hottinguer, Didot, Bottin, etc. Con todo, la historia de la sociedad fue en los primeros decenios lánguida. Publicaba un “Bulletin” reputado, daba cuenta anual de las expediciones y de los progresos de la geografía, pero ni crecía la Sociedad, ni aparecían otras, ni crecía la geografía. Sin duda, hay que relacionar este estancamiento con el retraso de la geografía académica francesa a diferencia de lo que ocurría en Alemania. Aunque la primera cátedra de geografía se había establecido en la Sorbona en 1809, la segunda, que fue de geografía colonial, no se creó hasta 1892. Contrasta este lento desarrollo académico francés con el caso de Alemania, en donde un ritmo acelerado de creaciones culminó con la disposición de 1874 del gobierno alemán que mandaba establecer cátedras de geografía en todas las universidades estatales. Todo cambia en los años setenta del siglo XIX. Para empezar, el presidente de la Sociedad de París entre los años 1864-1872, el marqués de Chasseloup-Laubat, fue también ministro de Marina, y por lo mismo responsable de las colonias francesas. Esto ayudó a que la Sociedad apadrinara importantes expediciones, como las de Doudart de Lagrée y Francis Garnier por el alto Mékong, Antoine d’Abbadie en Etiopía y con su hermano Arnaldo en Egipto, Henri Duveyier en el Sahara. Pero son la guerra con Prusia, la batalla de Sedan y la derrota francesa con la pérdida mutiladora de Alsacia y Lorena las que van a cambiar enteramente la perspectiva. Se achacó a la falta de conocimientos geográficos de la sociedad francesa buena parte de la derrota: se responsabilizó simbólicamente a los profesores de geografía e historia de liceo de impartir enseñanzas poco modernas, en comparación con lo que ocurría en el Gymnasium alemán. Francia iba a reaccionar, hacia 62 / SGE el interior, con una profunda reforma de la enseñanza, tarea prioritaria de la Tercera República que llevó a cabo Jules Ferry, en la que la geografía cobró un papel central; hacia fuera, la reacción fue involucrarse más en la expansión colonial. La energía francesa no se volcó toda hacia dentro, como se ha pensado con demasiada facilidad, sino que ya en 1871, pocos meses después del Tratado de Francfort, se hizo un vigoroso y organizado esfuerzo a favor de la idea del movimiento colonial. En esta “agitación colonial” desempeñaron un papel relevante como grupos de presión las Sociedades de Geografía (McKay, 1943). LAS SOCIEDADES GEOGRÁFICAS Y EL MOVIMIENTO COLONIAL El imperio colonial francés que en 1871 tenía cinco millones de habitantes, se desarrolló hasta tal punto con la Tercera República que en 1914 comprendía 54 millones de personas. Se pueden recordar los hitos de este movimiento: el establecimiento del Protectorado de Túnez (1881), las guerras de Tonkín (18831885), la Conferencia de Berlín (1884-1885), los acuerdos franco-ingleses de 1890, la conquista de Madagascar (1895), el control del Chad (1900), el establecimiento del Protectorado de Marruecos (1912). La coincidencia temporal de la expansión colonial con la del imperialismo de base capitalista ha llevado durante demasiado tiempo a equipararlos, a no entender el colonialismo sino como una fase del desarrollo del imperialismo, en el sentido leninista (Berdoulay, 1981). Trabajos recientes han restado en parte protagonismo económico a la expansión colonial y han insistido en la parte de nacionalismo que conllevaba. Entrevista del viajero francés Vámbery con los peregrinos tártaros en Teherán. SGE / 63 Gra bado del . cesa n a r f desierto ción , en territorio de ocupa Esta dimensión nacionalista y chovinista más que la propiamente economicista es la que habría llevado a las Sociedades de Geografía a involucrarse en el movimiento colonial. Empezando naturalmente por la de París. A partir de 1871 la Sociedad anunciaba que no iba a limitarse a los trabajos de investigación y de erudición y que se proponía competir en “el movimiento de conquista de la civilización sobre la barbarie”. Con palabras pronunciadas en la Sociedad por Charles Hertz el 28 de noviembre de 1873, que se reprodujeron en el Boletín Oficial de la República (que era privado, con apoyo gubernamental), se afirmaba que la conquista territorial era “condición esencial de la prosperidad de las naciones”, hasta el punto de que la historia demostraba que las civilizaciones como los Fenicios, los Griegos, Roma, el Islam, Venecia, Génova, Portugal y el imperio español, así como los Países Bajos habían decaído a medida que sus empresas foráneas lo hacían. La lección que se extraía de estos supuestos para Francia era obvia. Era un deber patriótico unirse al movimiento geográfico, en pro de un mejor conocimiento de los territorios y de una mejor cartografía de los mismos para evitar que el superior conocimiento geográfico de los alemanes pudiera infligir nuevas derrotas a los franceses. Entre 1870 y 1873 el número de socios de la parisiense se duplicó superando los 1.300. El crecimiento se debía en parte a la publicidad favorable concedida al movimiento por algunos periódicos, como “Journal des Débats”, “Le Siècle”, 64 / SGE “Le Constitutionnel”. Más importancia aún tuvo la amplia y continua publicidad dada a los asuntos geográficos por el “Journal Officiel” de la República Francesa. Como señala McKay, que ha estudiado esta cuestión, probablemente no refleja una posición oficial del gobierno (que no aparecería hasta 1880) sino que era debido a que los funcionarios, los miembros de la Sociedad de París y el personal del “Journal” coincidían. En todo caso los apoyos procedieron antes de intelectuales y funcionarios que de capitalistas (Berdoulay, 1981). En el despegue de la Sociedad de París en estos años tuvieron bastante que ver algunas figuras particularmente activas. Emile Levasseur, geógrafo económico y estadístico, Eliseo Reclus, el geógrafo anarquista, Jules Duval, ardoroso propagandista del movimiento colonial. Duval, que murió prematuramente en 1861, había fundado el periódico “L’Economiste Français” ese mismo año. El subtítulo es explícito de lo que perseguía la publicación: “Publicación de ciencia social. Órgano de los intereses metropolitanos y coloniales”. Duval apostaba por la multiplicación de las regiones pobladas en el mundo y por la unidad económica mundial para acabar con la miseria. El periódico dejó de publicarse en 1870 para reaparecer en 1873 por iniciativa de un grupo de diputados y de miembros de las cámaras de comercio, como órgano de información para los intereses comerciales franceses. El director era entonces Leroy-Beaulieu. Las Cámaras, que constituían un nutrido grupo de opinión y de intereses con varias decenas de miles de socios, se interesaban por la Sociedad de Geografía pero se quejaban de que ésta continuaba, pese a todo, prestando demasiada poca atención a las empresas comerciales. La Sociedad respondió garantizando su apoyo activo y el resultado fue la aparición en 1876 de una Sociedad de Geografía Comercial independiente, de sede también en París, cuyos fines explícitos eran contribuir al desarrollo del comercio francés en el mundo, estimular los viajes que abrieran mercados a Francia, el conocimiento de recursos naturales y procesos de manufactura útiles para el comercio y la industria y, finalmente, la investigación de todas las cuestiones relativas a la colonización y a la emigración. Se empezaron a fundar sin interrupción Sociedades de Geografía provinciales. La primera fue la de Lyon en 1873, seguida en 1874 por la de Geografía Comercial de Burdeos, con siete secciones para organizar todo el sudoeste francés; después Marsella (1876), Le Mans (1876), Valenciennes y Montpellier (1878), Nancy (1879), Douai y Lille (1880), Dijon (1881), de l’Ain, Toulouse, de Bretaña en Lorient, Nantes y Brest, todas ellas en 1883, Tours, Comercial de Le Havre, du Cher en Bourges, Reims en 1884; a las que vendrían a añadirse antes de 1890 las de Neufchâtel, Saint-Nazaire, Toulon y de l’Aisne en Laon. SGE / 65 El ejemplo de la Sociedad de Lyon sirve para mostrar los objetivos perseguidos y las actividades desplegadas por la mayor parte. Se trataba de apoyar las empresas comerciales en los países “atrasados”, de organizar conferencias de geografía que interesaran al gran público, de formar una buena biblioteca, de otorgar premios para las aportaciones al conocimiento geográfico, de introducir cursos de geografía comercial en las escuelas. Este papel educativo parece compartido por la mayor parte de las sociedades (McKay, 1943): trataron de mejorar la enseñanza elemental de la geografía y cuando estaban en ciudades con universidad de que se creara una cátedra de geografía. A partir de 1878, el gobierno francés empezaba a subvencionar de forma permanente las expediciones geográficas. Desde 1881 las sucesivas empresas coloniales de los dos ministerios Ferry (Túnez, África Subsahariana e Indochina) ponían de manifiesto que las ideas del movimiento colonial defendidas por las Sociedades de Geografía habían calado al más alto nivel. EL CONGRESO DE PARÍS Y LOS CONGRESOS INTERNACIONALES DE CIENCIAS GEOGRÁFICAS El primer Congreso Internacional de Geografía se hace coincidir con la convocatoria de la ciudad de Amberes en 1871. Cuatro años después, la Sociedad de Geografía de París tomaba la iniciativa de la organización. “Pocos temas hay que afecten a tantos y tan grandes intereses como la geografía… una ciencia cuyo dominio, sin apenas límites, es cultivado parcialmente por muchos otros, y puede servir de terreno común a ciencias muy variadas”, se decía en la convocatoria. Dominio exclusivo durante mucho tiempo de sus cultivadores, la geografía habría pasado primero a los gobiernos, y después a “Sociedades libres que han ido surgiendo en distintos puntos para dar a los trabajos geográficos un fuerte impulso”. Así continuaba la circular del Congreso. Este se planteaba, pues, como Congreso de las Sociedades: “Apenas creadas, estas Sociedades tienen necesidad de coordinar las actividades que llevan a cabo por separado, primero estableciendo correspondencia regular; más tarde, y al amparo de la facilidad de las comunicaciones, llamando a un discusión común de todos los hombres que se ocupan aisladamente de tan graves problemas.” El Congreso de París contó con el apoyo de la Presidencia de la República. Se fijaban como fines del mismo el conocimiento de la constitución física de la tierra, su medida y cartografía; la historia de la tierra; facilitar la comunicación entre los pueblos; comparar los métodos de enseñanza de la geografía en los distintos países y unificar los esfuerzos para el progreso y la difusión de la ciencia; 66 / SGE coordinar las exploraciones que se pensaba llevar a cabo. “En una palabra, constatar lo que es cierto, discutir lo dudoso, descubrir lo desconocido en el estudio teórico y práctico de la tierra, tal es la finalidad del Congreso de París.” Para ello se hacía un llamamiento a los geógrafos profesionales; a los sabios de otras disciplinas que tienen a veces que recurrir a al Geografía; a los viajeros, etc. Los sucesivos congresos son también reuniones de Sociedades a instancias de la Sociedad anfitriona con el visto bueno de la de París que se consideraba la decana: Venecia, nuevamente París en 1889, coincidiendo con conferencias de la exposición, Berna, Londres, Berlín, Washington, Ginebra, Roma. El Congreso de Roma de 1913 fue el último antes de la Primera Guerra Mundial. A partir de entonces y de acuerdo con el proceso de internacionalización de la ciencia, que fue paradójicamente compatible Vámbery, viajero francés disfrazado de peregrino. con la marginación de la alemana, se inicia un movimiento que culmina en 1922 con la creación de la Unión Geográfica Internacional (UGI), responsable a partir de entonces de la organización cuatrienal de Congresos en la que las Sociedades tendrán un papel secundario, solo institucional en la medida en que formen parte de los Comités nacionales ante la UGI. En el periodo de entreguerras, los geógrafos franceses mantuvieron un cierto protagonismo, en la medida en que la geografía francesa había tomado, con la escuela de Paul Vidal de la Blache, el relevo de la alemana en el liderazgo científico. Emmanuel de Martonne (1873-1955), fundador de la geografía física francesa fue secretario general de la UGI entre 1931 y 1938 y presidente desde este año hasta 1949, año del Congreso Internacional de Lisboa. Ese mismo año llegaba a la presidencia de la Sociedad de Geografía de París, cargo en el que se mantuvo hasta 1952. SGE / 67 LAS ACTIVIDADES DE LA SOCIEDAD DE GEOGRAFÍA A la actual Sociedad de Geografía francesa, heredera de la de París, le gusta exhibir las personalidades que han sido socios, los grandes exploradores a los que ha premiado, y las empresas que se han decidido en su sede. Todo ello puede leerse en la página web de la Sociedad (http://www.socgeo.org). Entre los socios se cuentan, además de los ya citados, Eliseo Reclus, Julio Verne, Anatole France, los mariscales Gallieni y Lyautey, el príncipe Alberto de Mónaco. En 1868, una docena de soberanos eran miembros de la Sociedad: el emperador Napoleón III, y el de Brasil, los reyes de Suecia, Noruega, Portugal, España, Bélgica, el príncipe de Rumanía, etc. Entre los exploradores a los que honró están Barth, Livingstone, Stanley, Nansen, Marchand, Cousteau, Monod (al que acaba de consagrar un homenaje con un número especial de su revista). En su sede han tenido lugar numerosas reuniones de relevancia mundial como el Congreso en el que se decidió la construcción del Canal de Panamá (Ferdinand de Lesseps fue presidente de la Sociedad entre 1881 y 1889); la creación de la Alliance Française en 1884; parte de los Congresos internacionales de Geografía de 1889 y 1931; el primer congreso panárabe de 1913 y otros. En el gran momento de expansión de la Sociedad de París se construyó en 1878 una edificio para ser su sede en el número 184 del Boulevard Saint Germain, obra del arquitecto Leudière ampliado en 1921 por Émile Bertonne. Los problemas de espacio han afectado sobre todo a la biblioteca, tanto más cuanto que los herederos del Príncipe Roland Bonaparte, que había sido presidente de la Sociedad entre 1910 y 1924, donaron su biblioteca a la Sociedad con más de 50.000 volúmenes. La Sociedad sólo la pudo alojar provisionalmente y todos sus fondos son ahora custodiados en la Biblioteca NaBar th y Marche cional de París. También en la Biblioteca Nacional están 189 globos y esferas procedentes de las colecciones de la Sociedad de Geografía de París y cerca de 20.000 mapas de los que sólo están catalogados y accesibles unos 4.000. 68 / SGE La Sociedad ha publicado una revista con continuidad desde junio 1822, con la sola interrupción de 1940 a 1945. Entre 1822 y 1900 se llamó “Bulletin de la Société de Géographie” y era mensual. Entre 1900 y 1939 se llamó “La Géographie”, manteniendo el título anterior como subtítulo, y manteniendo igualmente la periodicidad mensual. En los años de la guerra se suspendió la publicación que quedó integrada en los “Annales de Géographie”, la publicación científica de geografía fundada por Vidal de la Blache y Marcel Dubois. A partir de 1947 reapareció con el nombre de “Acta Geographica” y se convirtió en trimestral. En marzo 2001 ha recuperado el nombre de “La Géographie” y la numeración original. La Sociedad de Geografía concede cinco grandes premios, entre ellos el de Oceanografía creado por el Príncipe Raniero de Mónaco y 50 premios de fundación creados a partir de 1870 y de los que atribuye una decena por año. Sigue patrocinando expediciones. Una de ellas es la expedición La Boudeuse siguiendo la ruta de Bougainville, organizada por la Sociedad de los Exploradores Franceses; Arktika a lo largo de las costas del Océano Glacial Ártico, desde Murmansk al estrecho de Behring; otras en China a la fuentes del Irauadi, en la Amazonia peruana, o sobre las costas de Guinea a Tombuctu, siguiendo los pasos de René Caillié. Finalmente la Sociedad organiza viajes para sus socios y excursiones cortas. Como en otros países, la representación de la geografía francesa en los foros internacionales ya no radica en la Sociedad de Geografía sino en un Comité Nacional Francés de Geografía, elegido, con sede en el Instituto de Geografía, en el 191 de la calle Saint Jacques de París. ● BIBLIOGRAFÍA ■ BERDOULAY, V. (1981): “La formation de l’Ecole française de géographie” (1870-1914), Paris, Bibliothèque Nationale. Reedición 1995. ■ McKay, D.V. (1943): “Colonialism in the French Geographical Movement 1871-1881”, Geographical Review, 33: 214-232. ■ Unwin, T. (1992): El lugar de la Geografía, Madrid, Cátedra, 1995. Ver pp: 120-122; 152-155. PÁGINAS WEB: Société de Géographie: http://www.socgeo.org/ Comité National Français de Géographie (CNFG): http://cnfg.univ-paris1.fr/ SGE / 69 G E O G R Á F I C A S S O C I E D A D E S E S P E C I A L L Alexander von Humboldt. a de Berlín fue la segunda Sociedad Geográfica que se creó en Europa, inaugurando el gran siglo de oro de la Geografía Alemana. Su heredera directa, la Sociedad Geográfica Alemana, agrupa actualmente a 25 Sociedades que tienen por objetivo común promover la geografía, plantear problemas espaciales y conflictos ambientales en un contexto de desarrollo sostenible y contribuir al conocimiento sin prejuicios de los demás países. 70 / SGE La herencia de Humboldt De la Sociedad Geográfica de Berlín a la Asociación Alemana de Geografía TEXTO: JOSEFINA GÓMEZ MENDOZA La Sociedad Geográfica de Berlín (Gesellschaft für Erdkunde zu Berlin) fue fundada en abril de 1828. Era la segunda después de la de París que lo había sido en 1821 y anterior a la Royal Geographical Society de Londres que no se fundó hasta 1830. La geografía alemana inauguraba así un siglo de esplendor. Sin duda la geografía del siglo XIX debe ser considerada ante todo ciencia alemana; sólo las consecuencias de la Primera Guerra Mundial y el relevo en el protagonismo por parte de la geografía francesa, la llevaron a un segundo plano. NACIMIENTO Y ETAPA EXPEDICIONARIA Y COLONIAL Nada hacía presagiar que el Berlín de la época fuera capaz de acoger una institución de este tipo. Al menos esa es la opinión del gran geógrafo y expedicionario por Asia, Ferdinand von Richthofen (1833-1905), que había de presidir la Sociedad a finales del siglo XIX: “Berlín era una ciudad pequeña, que ofrecía pocas perspectivas vitales y muy estrechos horizontes intelectuales. Los berlineses ilustrados tenían poca ocasión de intercambiar ideas”. Pero el hecho de que Alexander von Humboldt pronunciara en Berlín en 1827 y 1828 sus famosas conferencias sobre el cosmos suministró el impulso necesario para la creación de la Sociedad. Un amigo de Humboldt, el cartógrafo Heinrich Berghaus, aprovechó la ocasión para hacer un llamamiento en pro de la creación de una Sociedad Geográfica (Lenz, 1978 a y b). La otra circunstancia que ayudó a la creación fue que Carl Ritter, considerado, junto con Humboldt, creador de la geografía moderna, ocupara la primera cátedra de geografía en la Universidad de Berlín y en la Academia Militar: fue elegido primer presidente de la Sociedad, y como tal se mantuvo hasta su muerte en 1859, el mismo año que Humboldt. SGE / 71 Aunque tuvo desde el principio socios importantes, la Sociedad de Berlín no consiguió en los primeros decenios el reconocimiento público suficiente y careció de solvencia financiera para sufragar expediciones y proyectos de envergadura. De ello se quejó el propio Ritter. A mediados del siglo XIX, se iniciaba una nueva etapa de la Sociedad de Berlín, la fase más expedicionaria. Uno de los socios distinguidos, Heinrich Barth, que la acabó presidiendo de 1863 hasta 1865, año de su muerte, había participado en varias expediciones a África Central: de ellas dio cuenta en la Sociedad y, con su mediación, la Sociedad Geográfica de Berlín se convirtió en un centro neurálgico de la tradición expedicionaria alemana. Los exploradores Gustav Nachtigal y Hermann von Wissman dieron cuenta de sus viajes en ella; la Sociedad patrocinó las expediciones polares alemanas (1901-1903) y desempeñó un papel importante en la expansión de las colonias e intereses alemanes en África. Momentos estelares en la vida de la Sociedad fueron las conferencias que en ella pronunciaron grandes exploradores como Sven Hedin (1903), Roal Amundsen (1907 y 1912), Sir Ernest Shackleton (1910), Robert E. Peary (1910) y Alfred Wegener (1929), entre los más relevantes. La Sociedad de Berlín editaba desde 1868 una revista Die Erde que se sigue publicando en la actualidad. Éduard Vogel, viajero alemán del siglo XIX. 72 / SGE Otras veinticuatro sociedades geográficas se crearon en Alemania y Austria en el siglo XIX, y ya sólo otras cinco antes de la Segunda Guerra Mundial. Las más tempranas fueron la de Francfort en 1836 y la de Darmstadt de 1845, seguidas de las de Leipzig, Dresde y Münich en los años sesenta, 1861, 1863 y 1869 respectivamente. De los años setenta son las de Dresde, Halle, Hamburgo, Friburgo, Hannover y Karlsruhe y de los ochenta, las de Jena, Lübeck. Königsberg, Stuttgart, Greisswald, Kassel (todas de 1882) seguidas de la de Colonia en 1887. Es el momento de mayor impulso creador. Todas ellas tenían objetivos similares a los de la de Berlín pero ninguna alcanzó su dimensión (ésta llegó a tener más de 1.300 socios) y esplendor. En todo caso, la mayor parte de las Sociedades enunciadas se mantienen. LA FASE ACADÉMICA Y CIENTÍFICA DE LA SOCIEDAD DE BERLÍN En el año 1899 von Richthofen se había hecho cargo de la cátedra de geografía de Berlín, culminando un momento de expansión de la geografía universitaria en Alemania. Se habían creado cátedras de geografía en Leipzig y en Halle en 1871 y 1873 respectivamente (nótese la coincidencia con la fecha de fundación de las Sociedades), y un año después, en 1874, el gobierno prusiano decidía establecer cátedras de geografía en todas las universidades del Estado. Esta iniciativa dio apoyo institucional a los geógrafos y situó en primera línea a Friedrich Ratzel (1844-1904) que había viajado mucho como periodista por Estados Unidos y que ocupó la cátedra de Munich en 1875; también a Ferdinand von Richthofen, conocido por su expedición por el interior de Asia y sus estudios de geomorfología china, lo que le había llevado, a su vuelta a Alemania en 1872, a defender ardientemente la presencia de Prusia en este país asiático. Ocupó la cátedra de Bonn en 1877, luego la de Leipzig y finalmente la de Berlín. En 1914 había veintitrés cátedras universitarias en Alemania, algo sin parangón en los demás países europeos donde o no había o sólo había una universidad con enseñanza independiente de geografía. La institucionalización universitaria de la geografía alemana la había convertido en un modelo para las Sociedades francesas e inglesas. En el caso francés, la derrota ante Prusia de 1871 había hecho que Alemania fuera considerada el ejemplo que había que seguir. La idea repetida era que “la responsabilidad de la derrota de Sedan correspondía más al profesor de geografía e historia que al militar”, en la medida en que no habría sabido inculcar el suficiente conocimiento del territorio patrio y, por ende, amor patrio. Se citaba en muchos cenáculos la supuesta frase de Goethe sobre que los franceses no sabían geografía. Al prestigio académico de la geografía alemana, en el Gymnasium y en la Universidad, se sumaba el editorial y cartográfico. El caso más conocido es el del Instituto Geográfico de Justus Perthes en Gotha, de donde salieron entre otros los célebres atlas Stieler Handatlas, además de anuarios estadísticos, mapas murales y revistas como la célebre Petermans Mitteilungen. Todo ello contribuyó a convertir en el último tercio del siglo XIX a la geografía alemana SGE / 73 en modélica. En 1899 se había celebrado en Berlín el Congreso Internacional de Sociedades Geográficas. Sin duda esta reputación estuvo en el origen del acercamiento de las Sociedades hacia la geografía científica y de la discusión metodológica que se produjo. Junto a las conferencias vespertinas dedicadas al gran público, se fueron introduciendo en la de Berlín, sesiones y seminarios dirigidos a un público más reducido y especialista. Como otras veces, en esta inflexión de la Sociedad de Berlín tuvo bastante que ver la influencia de una figura de peso, en esta ocasión la de Albrecht Penck (1858-1945) geomorfólogo de prestigio internacional, Karl Ritter, iniciador de la Geografia Humana. catedrático (profesor Ordinarius) del Instituto de Geografía de Berlín, miembro de la Junta de la Sociedad entre 1907 y 1930 y durante bastantes años su presidente. Atrajo a personalidades relevantes pero también a sus estudiantes y discípulos que fueron acudiendo a la Sociedad y tomando protagonismo. De modo que en este derrotero, la conmemoración del centenario de la sociedad en 1928 fue también la ocasión de su consagración científica. LAS SOCIEDADES ALEMANAS EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL Y LA CREACIÓN DE LA UNIÓN GEOGRÁFICA INTERNACIONAL El primer congreso internacional de geografía se celebró en Amberes entre el 14 y el 22 de agosto de 1871. A partir de entonces fueron las Sociedades de Geografía las que se hicieron cargo de la organización de los sucesivos congresos. Era la edad de oro de las Sociedades. De este modo se suceden el Congreso de París de 1875, a instancias de la Sociedad de París, el de Venecia, por invitación de los geógrafos de esta ciudad y aceptación de la Sociedad de París que actúa en todo momento de primun interpares. En agosto de 1889, la serie de conferencias que tuvo lugar con motivo de la Exposición Universal es igualmente reconocida por la Sociedad de Geografía de París como Cuarto 74 / SGE Congreso Internacional. A partir de entonces se fue estableciendo la tradición de relevo de las Sociedades y de las sedes para la organización de los congresos, que no pasaban de ser, como ocurría entonces con multitud de otros congresos, asambleas efímeras que no dejaban la huella de una estructura permanente, pese a los votos que se solían hacer para que así fuera. En este sentido en el Congreso de Venecia ya mencionado se había afirmado que era necesario crear una “Oficina Central” que se ocupara de la difusión de las resoluciones del Congreso y de la comunicación entre sociedades. Las siguientes convocatorias fueron las de Berna en 1891, Londres 1895, y bajo la responsabilidad de la Sociedad de Berlín, la de esta ciudad en 1899. En este último congreso del siglo, la oficina central puso de manifiesto la falta de resultados en la toma de contactos intentada con los gobiernos y las sociedades geográficas del mundo. Pese a ese fracaso relativo la organización central se mantuvo, y así se celebraron los congresos de Washington (1904), Ginebra (1908) y Roma (1913). Es precisamente en Roma en donde surge la iniciativa de instituir una Unión Internacional de Sociedades de Geografía, resolución que firmaron entonces las de Roma, Madrid, Lisboa, Ginebra, Londres, Berlín, Viena, Nueva York, París, San Petersburgo y Copenhague a las que se habían de unir las de Bruselas, Amsterdam, Cristiana, Estocolmo y Budapest. El estallido de la guerra impidió que se llevara a la práctica la resolución y deparó un destino segregado a las sociedades alemanas y más en concreto a la de Berlín. En el proceso de internacionalización de la geografía llama la atención pues, en comparación con otras ciencias, el papel relevante que habían tenido las Sociedades nacionales o regionales, para difundir la información, actuar como grupo de presión respecto de los gobiernos, consultar sobre las cuestiones que se les plantearan y sintetizar el estado de los conocimientos en los distintos campos. El modelo de internacionalización que se plantea a partir de la guerra va a cambiar, al restar protagonismo y responsabilidad a las Sociedades y al establecer un boicot de hecho a Alemania y a las Sociedades alemanas (Robic, 1996). La forma definitiva de la Unión Geográfica Internacional (UGI), cuya existencia se planteó ya en el Consejo Internacional de Investigaciones de 1919 (Conseil International de Recherches, CIR) y se ejecutó el 27 de julio de 1922, ratificaba el apartamiento de las Sociedades, aunque los comités nacionales ante la UGI se mantenían con carácter estatal, con lo que en muchos de ellos la presencia de las principales Sociedades estaba garantizada porque esa venía siendo la tradición. El CIR y la UGI son de hecho creación de los Aliados y mantenían la marSGE / 75 ginación de las potencias centroeuropeas, mostrando la ruptura producida por la guerra entre las comunidades científicas y culturales. En el caso de la geografía, la intención de no abrir las puertas a Alemania, al menos al principio, fue evidente. La voluntad de normalización política que significó el Tratado de Locarno de 1925, con la entrada de Alemania en 1926 en la Sociedad de Naciones, se retrasó en el caso científico: las Sociedades científicas alemanas prefirieron proceder a un contraboicot y en ningún momento admitieron negociar con el CIR. De hecho la situación no se normalizó en el caso de la mayor parte de las ciencias hasta después de la Segunda Guerra Mundial. Así ocurrió con la geografía con el hecho sobreañadido de la peculiar situación vivida por los geógrafos y sus organizaciones durante el régimen nazi. LAS SOCIEDADES ALEMANAS DURANTE EL NACIONAL SOCIALISMO La geografía responde muy bien a la situación descrita. Primero la geografía alemana fue excluida por los Aliados y, luego, algunos de sus responsables vinculados al Nacional Socialismo se opusieron en los años treinta a todo intento de conciliación. A decir de Carl Lenz (1978), presidente en los años setenta de la Sociedad de Berlín y “biógrafo” de la misma, la Sociedad de Berlín pasó por considerables dificultades durante el periodo nazi. El que se pudieran proseguir las publicaciones se debió en buena medida al último ministro prusiano de Cultura, Friedrich Schmidt-Ott, y al geógrafo Carl Troll (1899-1975), discípulo de Penck y llamado a ser la cabeza visible de la geografía alemana de postguerra y de la reconciliación. En los años treinta Troll era objeto sin embargo de la inquina (por razones desde luego profesionales, probablemente también científicas) de otro gran geógrafo y teórico del paisaje, Siegfried Passarge (1867-1958), este con clara obediencia política hasta el punto de haber sido nombrado Reichsobmann für Geographie (jefe nazi para la geografía). Passarge se opuso frontalmente a la demanda que le hizo Emmanuel de Martonne, presidente de la UGI en 1933 de incorporación a la misma. Troll prefirió refugiar a la Sociedad de Berlín en el trabajo y organizó en 1938 el Congreso sobre Exploración geográfica y fotografía aérea, de reducida trascendencia por las razones comentadas, pero con acierto temático evidente. En plena guerra mundial se celebró una llamada reunión de geógrafos europeos en Würzburg, a instancias de Schmieder de Kiel y Krebs de Berlín, que se presentaba como alternativa a la UGI, pero que por razones obvias se convirtió de hecho en una reunión germano-italiana a la que asistieron por parte española, Juan Dantín Cereceda y José Gavira. 76 / SGE Es difícil medir la influencia del Nacional Socialismo en la geografía del momento. Se ha dicho que se habría sobrevalorado el papel de la geopolítica sobre el ideario nazi pero sin duda la insistencia sobre el lebensraum (espacio vital), el Volk (el pueblo) y la raza como conceptos centrales de la geografía humana marcaron la continuidad de la época nazi con los fundadores de la geopolítica, Ratzel y Haushofer. La geografía del Nacional Socialismo evitaba la neutralidad científica y se dedicaba a un mundo germanocéntrico. “La geografía nacional es para nosotros la geografía total, mirar con ojos alemanes y desde el punto de vista alemán a Alemania en el mundo”, insistiendo sobre el papel creativo del pueblo alemán en el paisaje cultural de Europa. (Elkins, 1989). Hubo censura, autocensura, persecución y diáspora. Carl Troll, una de la figuras más relevantes de la Sociedad de Berlín y de la geografía alemana y mundial, que se había opuesto al Nacional Socialismo antes de la llegada de éste al poder y que no había hecho gestos de aceptación del régimen, aunque tampoco había tenido que salir de Alemania, se encargó de reivindicar la geografía de su país en la inmediata postguerra en un célebre artículo de 1948 sobre la “La ciencia geográfica en Alemania durante el periodo 1933-1945. Crítica y justificación”, publicado por los Annales de la Asociación de Geógrafos Americanos. Se trataba de expurgar la literatura del periodo nazi de falsificaciones y tergiversaciones incompatibles con la verdadera ciencia (Troll, 1948; Gómez Mendoza, 1994). Se trataba de separar en el pasado lo “bueno” de lo “malo”, siendo lo malo lo comprometido con el régimen nacionalso- Albercht Penk, presidente de la Sociedad cialista. Depurar, por ejemplo, la Geográfica de Berlín 1910-12, 1919-21 y verdadera geografía política y los 1928-30. elementos respetables de Ratzel y Haushofer del mal uso que se había hecho de ellos. En la interpretación de Troll, la geografía física se habría mantenido más resguardada de la contaminación política que la humana. SGE / 77 El texto de Troll, muy difundido en el mundo de habla inglesa, que estaba tomando el relevo de Francia en la iniciativa y protagonismo geográficos, supuso la vuelta de Alemania y de sus sociedades e instituciones al concierto internacional. Pero la sociedad de Berlín había perdido sus bienes, el edificio en el que se albergaba, sus equipos, su biblioteca y su colección de mapas, de los que sólo una parte había podido ser evacuada a Turingia. Las conferencias y la revista tuvieron que ser abandonadas. Sólo en 1948 Walter Behrmann pudo obtener el permiso para reemprender las actividades de la Sociedad. Se adquirió una nueva sede que se construyó en 1967 con el apoyo de la empresa Volkswagen. LAS SOCIEDADES DE GEOGRAFÍA EN EL CONTEXTO DE LA SOCIEDAD ALEMANA DE GEOGRAFÍA En el momento actual, la geografía alemana disfruta de una considerable coordinación. A efectos de presentación internacional se ha formado una Sociedad Alemana de Geografía (Deutsche Gesellshaft für Geographiew, DGfG), de la que forman parte los Institutos universitarios de geografía y otras instituciones, además de las Sociedades Geográficas, reuniendo a unos 25.000 socios. Entre sus responsabilidades está la elección del Comité Alemán ante la UGI, la representación de los intereses de los geógrafos alemanes, la coordinación de los Congresos de Geografía en Alemania, así como el otorgar Premios de Geografía a los medios de comunicación. Tiene la sede en Berlín en el Geographisches Institut der Humboldt-Universitat zu Berlin. Al margen de las instituciones científicas, son veinticinco las Sociedades de Geografía integradas en la DGfG: Berlín, Bochum, Bonn, Bremen, Colonia, Darmstadt, Erlangen, Essen, Francfort, Friburgo, Halle, Hamburgo, Hannover, Heidelberg, Jena, Karlsruhe, Leipzig, Lübeck, Marburgo, Mainz, Munich, Saarbrüecken, Stuttgart, Trier y Würzburg. La gran mayoría están vinculadas a los departamentos e institutos de geografía universitarios. Todas ellas tienen por objeto promover la geografía, sirviendo de puente entre la geografía universitaria y la gente interesada por la geografía, plantear problemas espaciales y conflictos ambientales en un contexto de desarrollo sostenible a escalas local, regional, nacional y global, contribuir al Atlas . r de Stiele conocimiento sin prejuicios de los demás países. 78 / SGE Todas ellas se valen de reuniones y seminarios más o menos especializados y de viajes de los socios y, eventualmente, de apoyo a expediciones. La de Berlín mantiene sin duda la mayor iniciativa. Organiza viajes geográficos, cortos o largos, bajo dirección experta; administra los fondos de subvención Carl Ritter, Ferdinand von Richthofen y Albrecht Penck, creadas todas ellas en el año de la muerte de los mencionados presidentes. En 1959 se creó una nueva línea de subvención Von Humboldt-Ritter-Penck con el mismo objetivo de apoyar la investigación de geógrafos alemanes. Su última iniciativa ha sido convocar para octubre 2005 un congreso internacional con motivo del Centenario de Richthofen, con el título “Hombre y medio en Asia Central”. En torno a la figura de Richthofen, uno de los primeros geomorfólogos y estudiosos del Asia central, se convoca a expertos de todo el mundo a debatir sobre geoecología, arqueología e historia cultural, historia, ciencias sociales y cartografía asiáticas. ● BIBLIOGRAFÍA ■ ELKINS, T.H. (1989): “Human and Regional Geography in the German-Speaking Lands in the First Forty Years of the Twentieth Century”, en Entrikin, N.: Reflexions on Richard’s Hartshorne: The Nature of Geography, Assoc. Amer. Geog.17-34. ■ GÓMEZ MENDOZA, J. (1994): “Caminos recorridos por la Geografía alemana desde 1950”, Eria. Revista de Geografía, 33: 73-76. ■ LENZ, K. (1978 a): “150 Jahre Gesellschaft für Erdkunde zu Berlin”, Erde Berl 109: 15-37. ■ LENZ, K. (1978 b): “The Berlin Geographical Society 1828-1978)”, The Geographical Journal, The Royal Geographical Society (with the Institute of British Geographers), pp. 218-223. ■ ROBIC, M.Cl., BRIEND, A.M. y RÖSSLER, M. (1996): Géographes face au monde. L’Union Géographique Internationales et les Congrès Internationaux de Géographie, París-Montreal, l’Harmattan. ■ TROLL, C. (1948): Die Geographische Wissenshaft in Deutschland in den Jahren 1933 bis 1945. “Eine Kritik und Rechtfertigung”, Erdkunde, I, 3-48. Versión inglesa: “Geographic Science in Germany during the Period 1933-1945. A Critique and Justification”, Ann.Assoc Am. Geog. XXXIX, 1949: 99-137. PÁGINAS WEB: Deutsche Gesellshaft für Geographiew, DGfG. Sociedad Geográfica de Berlín http://www.geographie.de Sociedades alemanas de Geografía http://www.geographie.de/gesellschaften Congreso conmemoración centenario Richthofen: http://www.richthofen-symposium.de SGE / 79 E S P E C I A L S O C I E D A D E S G E O G R Á F I C A S Manual de un explorador del siglo XIX Perder la vida, alcanzar la gloria V TEXTO: MARGA MARTÍNEZ iajar por África en el siglo XIX era toda una aventura. Los viajeros se adentraban por territorios que figuraban en blanco en los mapas, en los que debían de hacer frente a un clima hostil y a peligros insospechados. De la buena organización de una expedición, de la elección adecuada de su equipaje y acompañantes y del propio carácter y cualidades humanas del viajero dependía la supervivencia y también la futura gloria del explorador. La exploración de África ha sido con toda seguridad una de las aventuras colectivas de la historia que más interés ha despertado entre los ávidos lectores de novelas de acción y reportajes de viajes. A lo largo del siglo XIX, los europeos y americanos seguían atentamente a través de los periódicos las peripecias de personajes como Stanley, Livingstone, Burton o Speke, discutían su éxito o su fracaso y se emocionaban con los libros basados en sus peripecias. El explorador era un hombre a admirar, ya que viajar en aquella época por un continente en el que buena parte de su mapa figuraba en blanco, era toda una odisea. El explorador de aquella época, ese hombre al que financiaban las Sociedades Geográficas, era generalmente un personaje peculiar y generalmente hecho de una pasta especial. Nos lo imaginamos aventurero, curioso, valiente, soñaSGE / 81 dor… pero hubo también muchos viajeros prácticos y calculadores, movidos por intereses muy dispares, desde la caza a la evangelización. Sobre su carácter y sobre las cualidades que era preciso tener para ser explorador se escribió mucho en aquella época, en la que proliferaron los artículos y guías sobre cómo ser un buen viajero, cómo organizar una expedición a los remotos y desconocidos países de África, qué equipaje había que llevar, cómo debía seleccionar a sus acompañantes y guías locales o qué cualidades físicas, morales e intelectuales debía reunir el explorador profesional. Los libros de viajes, pero sobre todo, los propios relatos escritos por aquellos viajeros, contienen consejos, unos más útiles que otros, para que sus colegas y futuros expedicionarios lo Catálogo de sombreros para exploradores tuvieran un poco más fácil. Hoy muchas de del siglo XIX. aquellas advertencias y precauciones nos producen sonrisas por su ingenuidad, pero no dejan de ser curiosas y reflejan muy fielmente el ambiente que se vivía en la gran época de las exploraciones. Incluso durante años se publicaron los “Hints to travellers”, con consejos para preparar exploraciones, que tuvieron un enorme éxito y la Royal Geographical Society intentó por todos los medios introducir una cátedra en la universidad sobre organización de exploraciones. Precisamente de este intento surgiría la Asociación de Geógrafos británicos. MITAD AVENTURERO, MITAD CIENTÍFICO: LA IMAGEN ROMÁNTICA DEL EXPLORADOR ¿Cómo era en realidad el explorador del siglo XIX? ¿Qué cualidades debía de poseer para tener éxito en sus viajes? Nos ha llegado hasta nuestros días una imagen romántica de aquellos exploradores como hombres valientes, caballerosos y honrados, que se debe en buena parte a la extraordinaria cantidad de litografías, dibujos y grabados de gran calidad y raro encanto, realizadas por los mejores ilustradores y grabadores del momento, como fueron Karl Girardet, Victor Adam o Gustave Doré, publicados en los diarios de viajes y periódicos de la época: 82 / SGE “The Ilustrated London News”, “The Grafic”, “The Pictorial World”, “Le tour du monde”… Las noticias aparecían dibujadas, pero reproducir los bocetos desde el frente de una expedición no era fácil. Cuando estos dibujos, muchas veces con trazos realizados a toda prisa, llegaban a las redacciones se “completaban” de modo que atrajesen más la atención del público: europeos que exploran territorios desconocidos mientras, desde la espesura de la selva o la montaña, son vigilados por indígenas de tribus con actitud amenazadora y caracterizados con primitivas armas y extraños peinados; porteadores, con el agua al cuello, atravesando ríos de desconocida profundidad y amenazando abandonar, mientras Stanley apuntaba con su revólver a uno de ellos que intentaba abandonar: Mary Kingsley, viajera victoriana. “si sueltas ese cajón eres hombre muerto”, parecía advertir; pequeñas y débiles embarcaciones, como la famosa “Lady Alice” de Stanley, remontando corrientes de ríos bordeados de vegetación impenetrable que escondían el riesgo, el temor a lo desconocido: la aventura, en definitiva. Pero tan necesario como este espíritu aventurero era necesaria la diligencia y veracidad. El viajero debía recoger y estudiar todos los datos, obtener pruebas que certificasen de forma convincente sus descubrimientos, por lo que era aconsejable que el explorador tuviera “conocimientos de álgebra, trigonometría, geometría e historia natural, con algunos conocimientos de astronomía y principios de dibujo lineal, topográfico y de paisaje. Podrá ser también útil que conozca el arte de disecar animales” como aconsejaba Joaquín Gatell en su libro “El viajero español por Marruecos” o como manifestó Alexander von Humboldt: “Ya no con la espada, sino con la pluma y el cuaderno de notas. Ya no en pos de la riqueza material, sino buscando la comprensión y el análisis”. Pero tras el aventurero romántico, había casi siempre un hombre fuerte y ambicioso o un personaje ansioso de gloria de algún tipo, porque cada expedición se convertía en un potencial trampolín a la fama. Cada incursión en algún territorio inexplorado alimentaba el deseo de quedar inmortalizado como gran explorador, colgarse las medallas, dar conferencias, publicar artículos… Y en lo SGE / 83 que a las potencias europeas se refería, la durísima competencia establecida en el hallazgo de nuevos territorios y el descubrimiento científico y geográfico no escondía más que la expansión colonial e imperialista de las grandes colonias que trasladaban su rivalidad al continente africano sobretodo: tras los misioneros y exploradores científicos llegaron los comerciantes, los ejércitos y los cañones. “El que sea muy sensible, que deje a un lado la sensibilidad; el que sea vergonzoso, que se deje la vergüenza en la aduana; el que sea hombre de buena fe, que se la guarde; el que tenga un carácter débil, que no venga, porque sufriría mucho; para permanecer aquí hace falta tener el corazón de un toro”. Ya avisaba Joaquín Gatell de que el que por primera vez en su vida prepara un viaje a un “país incivilizado” se hace mil ilusiones con las aventuras que imagina que le esperan, se entusiasma con el descubrimiento de novedades y se ve convertido en un héroe de leyenda sin tener en cuenta el sufrimiento que le espera; pero cuando empieza el viaje y las escenas que se contemplan son de terror y barbarie, se echa de menos el lugar de partida. Sin embargo, esto no debe desanimar a los viajeros porque “el hombre de corazón no se arredra ante los contratiempos. Lleve siempre por delante el objeto que se ha propuesto; el cumplimiento de su deber le compensa de sobra por sus penalidades, y hasta en sus mismos sufrimientos encuentra un placer, persuadido de que sus trabajos perderían de su mérito si no fuesen elaborados en medio de sacrificios. Cuando mayores sean éstos, más grande será su satisfacción, y al fin de su viaje un noble orgullo se despertará en su alma al ver que ha llevado a cabo una empresa meritoria trepando por todos los obstáculos”. PREPARATIVOS DE UNA EXPEDICIÓN A ÁFRICA Pero, una vez concienciado el viajero de la misión a la que se enfrentaba… ¿de qué manera concreta preparaba en el siglo XIX una expedición al interior de África? Eso mismo se preguntaba Henri Morton Stanley en Zanzíbar allá por 1871después de recibir el encargo de James Gordon Bennet, director del “New York Herald”, de encontrar al doctor Livingstone en algún lugar de África: “¿Cuánto dinero se necesita? ¿Cuántos soldados? (así llamaba yo a los negros libres naturales de Zanzíbar, o a los esclavos que han llegado a serlo, y que forman la escolta de los viajeros, dándose ellos mismos el nombre de askari, palabra india que significa soldado). ¿Cuánto lienzo, objetos de vidrio e hilo de la84 / SGE tón? ¿Qué género de telas? A todas estas preguntas, hablando francamente, no hallaba contestación”. Reconoce Stanley que, tras leer a Burton, Speke y Grant encontró muchos datos sobre geografía y etnografía, pero ni una palabra sobre cómo organizar una caravana por lo que terminó dirigiéndose a un rico árabe y a negociantes de la ciudad; no duda Stanley en calificar de “prueba cruel” el tener que regatear sin descanso con traficantes sin corazón “hasta para comprar alfileres era de cajón que se había de perder el tiempo y la paciencia de este modo tan lastimoso”. Tras mucho trabajo, estudió cuidadosamente el tiempo que podría permanecer en cada punto de su viaje; nombres y medidas; los objetos que en cada zona sustituían a la moneda; se hizo con dos barcas y una pequeña carreta; provisiones de boca, utensilios de cocina, sacos, tiendas de campaña, cuerdas, asnos con su equipo, lienzo, pez, agujas, útiles, armas, municiones, medicamentos… Para conseguir hombres que acompañaran la expedición, Stanley contó con algunos de los compañeros que llevó Speke, un antiguo criado de Grant, el servidor de Burton y escoltas que aseguraban no desertar. Dice Stanley que cuando terminó los preparativos y pudo contemplar aquellas largas filas de fardos, las líneas de cajones, las tiendas de campaña y las montañas de objetos de toda especie no pudo evitar pensar en su temeridad “El material que había allí pesaba por lo menos seis toneladas. ¿Cómo lo llevaríamos a través del desierto, que desde la costa se extiende hasta los grandes lagos? ¡Bah!, me dije, fuera dudas y manos a la obra”. Más de una década antes y con mil libras de la Royal Geographical Society en el bolsillo se había presentado en Zanzíbar Richard Burton, acompañado por el teniente John Hanning Speke, con la intención de desvelar los enigmas de la región de los lagos y el estudio de la SGE / 85 explotación de la zona, aunque detrás se ocultaba el auténtico objetivo de la expedición: la búsqueda de las fuentes del Nilo. Los dos pasaron varios meses en diferentes lugares de la costa oriental de África para preparar una caravana con más de ciento treinta porteadores, soldados baluchis (de una región entre Irán y Pakistán) y esclavos. La marcha se inició con retraso y tres días después se amotinaron los baluchis, empezando un sinfín de robos, deserciones, exigencias de los jefes de los poblados, malaria, fiebre de los pantanos, insolaciones, úlceras, depresiones, parálisis… Speke volvería al continente negro, acompañado esta vez de James A. Grant, y con una subvención de la Royal Geographical Society que ascendía a dos mil quinientas libras para llegar a orillas del lago Victoria, a las cataratas por las que el lago desaguaba descubriendo las fuentes del Nilo. Aunque esta vez el regreso fue bastante más complicado que el de su primer viaje con Burton. Ante la ausencia de noticias, se prepararon distintas expediciones de rescate entre las que se encontraba la del escocés Samuel Baker que recibió a los exploradores y, también deseoso de su parte de fama, marchó hacia el sur donde un año más tarde descubriría otro gran lago, al que llamó Alberto. Aunque en semejante “cruzada de exploradores” no hay que olvidar expediciones tan peculiares y trágicas, como la protagonizada por tres ricas damas holandesas: Alexinne Tinne, su madre y su tía, y en la que fallecerían las acompañantes de Alexinne en su camino a la región de los grandes lagos, remontando el Nilo. La gran aventura de las Tinne estuvo plagada de excentricidades: en su séquito iban los sirvientes holandeses, el cocinero y otros sirvientes locales; una lista de animales sorprendente, como una jauría de perros que hacían parar la marcha hasta dos veces al día para llevarlos a la orilla y que hiciesen sus necesidades; además de los caballos y burros, utilizados para el transporte, llevaban mascotas como gacelas y avestruces… tanto, que tuvieron que alquilar un barco empujado por seis remeros para transportar los animales. Semejante visión provocó la ironía de Samuel Baker que diría: “Señores, el Nilo Blanco se ha puesto de moda. Habrá que instalar un pub en el ecuador donde los viajeros y viajeras puedan tomarse unas cervezas frías…”. 86 / SGE SALACOT, CARTERA DE VIAJE, BOLSILLOS Y… QUININA La máxima que siguieron muchas de las intrépidas viajeras de África no fue precisamente la economía en el volumen de equipaje, en el que se incluían vajillas de porcelana para tomar el té, cuberterías de plata, alfombras, muebles, bañeras y hasta pianos de cola… En el artículo “Advertencias útiles a los viajeros de África”, Manuel Iradier recomendaba tener en cuenta cuatro consideraciones fundamentales: llevar el equipaje necesario, con el menor volumen, peso y coste posibles; invertir el menor tiempo en cada uno de los trabajos de la expedición, a fin de estudiar la moral del nativo y obrar con él atendiendo a su carácter general; y seguir un método de vida fijo, invariable y conforme con las reglas prescritas por la higiene. Iradier reconocía que en África era del todo imposible seguir las normas higiénicas y más aún evitar ciertas causas de fiebre, como las mojaduras, la humedad, la acción del sol, la atmósfera de los pantanos, la picadura de mosquitos e insectos venenosos, la fatiga… Y para conseguir evitarlas en lo posible daba una serie de recomendaciones como usar ropa interior de algodón y exterior de franela, cubrir la cabeza con un salacot de copa elevada, usar medias de lana gruesa para pies y pantorrillas y calzado engrasado de doble suela, así como no beber licores, ni agua sin haberla hervido, filtrado y añadido unas gotas de árnica. Joaquín Gatell recomendaría además el café como bebida muy útil, una excelente bebida en los viajes que mezclado con agua fría calma la sed. Añadía además que para viajar por puntos desprovistos de agua era preciso llevar una o dos cantimploras u odres para llenarlos cuando se encontrase; precaución a tener en cuenta en el gran desierto, donde debía llevarse un recipiente más. Como recomendaciones para facilitar el trabajo de campo del explorador científico, Iradier se mostraba muy práctico en sus consejos. Afirmaba que en estos países se sudaba abundantemente, como consecuencia de las altas temperaturas, lo que provocaba la humedad en la ropa y en lo que se pudiese guardar en los bolsillos. Para evitarlo el propio Iradier usaba en todas sus excursiones una cartera de viaje metálica con funda de lona y una bolsa exterior de pliegues, en la que guardaba lo indispensable para las pequeñas salidas alrededor del campamento, reservando así los bolsillos del traje para ejemplares de rocas, moluscos y semillas. Describía la cartera de viaje con dos puntos de apoyo: uno en el hombro izquierdo y otro en el costado derecho por lo que podía llevarse con mucha comodidad. Siguiendo la recomendación de llevar el equipaje justo, da un uso alternativo a la cartera: “vaciada, puede convertirse en marmita, y SGE / 87 en su parte exterior van algunas hojas del diario en las que se hacen anotaciones por medio de una pluma-tintero que recibe tinta con la presión de los dedos”. Con la misma máxima de ahorro de equipaje daba más usos a otros elementos como el bastón de apoyo, “puede ser una cerbatana con contera de hierro aguzado y mango de rejón; la mariposera que va arrollada al sombrero, sirviendo de pantalla para el sol, se arma en la cerbatana con prontitud y puede ponérsele con facilidad otra funda de lienzo. Sin estorbo alguno, se lleva de esta manera un arma para coger las pequeñas aves, un aparato para desenterrar bulbos y raíces de plantas o explorar las guaridas de los insectos, una manga para las mariposas y una especie de remanga para arrastrarla por el fondo de los arroyos y de los baches con el fin de recoger plantas, moluscos e insectos acuáticos”. En el vestir, Joaquín Gatell aconsejaba al viajero que llevase un traje modesto adecuado a las costumbres del país, a ser posible con suficientes bolsillos o escondrijos ocultos para colocar en ellos los papeles y objetos que considerase de importancia. Para ello recomendaba vestir con dos camisas: la exterior, corta, en forma de blusa y sin mangas. Entre ellas, uno o dos chalecos, cubriendo el todo con el traje usual en el país. A lo que añadía una mochila exterior de cuero, que será muy útil. Y siguiendo con el uso múltiple de los útiles, una manta serviría de cama y la almohada se convertiría en un saco para las camisas o ropa de reserva. UN BOTIQUÍN BÁSICO Parecía obvio que el viajero, antes de partir, debía tener un cuerpo que no estuviese sujeto a enfermedades y bastante fuerte para resistir fatigas y penalidades de un difícil viaje, así como hambre y sed durante largo tiempo, indispensable esto en los grandes desiertos… Con cuarenta y nueve años y una imagen avejentada, marcada por las fiebres y enfermedades contraídas en África, Henri Morton Stanley fue presentado en 1890, en una cena de homenaje organizada en Londres como “el hombre que encontró y socorrió al doctor Livingstone, el primero en circunnavegar los grandes lagos de África central y hallar la fuente más meridional del Nilo, descubrió el lago Alberto Eduardo, fue el primero en seguir el 88 / SGE curso del río Congo hasta el mar, fundó el estado libre del Congo, descubrió las montañas de la Luna y rescató a Emin Pachá”. Pero ese mismo hombre que despertaba tanta fascinación entre la gente, ni siquiera tuvo fuerza para salir junto a su esposa de la abadía de Westminster en el día de su boda; ella tuvo que ir del brazo del médico de Stanley, mientras el explorador esperaba en el carruaje. Y es que los peligros de África, úlceras, picaduras de insectos, insolaciones, malaria, fiebre de los pantanos, parálisis, depresiones… pasaban factura, aunque todo ello se intentaba solventar a base de fuertes dosis de quinina y purgante. Stanley observaba, en su viaje en busca del Dr. Livingstone, que el uso repetido del mismo medicamento debilitaba mucho el efecto, por lo que aconsejaba a los viajeros que llevasen purgantes de distintas clases con los que poder, no sólo limpiar los intestinos, sino estimular las funciones del hígado. Recomendaba especialmente la resina de jalapa y el sulfato de magnesia y no tomar la quinina hasta haber preparado las vías con alguno de esos medicamentos. Livingstone prescribía, sin embargo, una píldora compuesta de tres gramos de resina de jalapa y dos de calomel, con tintura de cardamomo, en dosis que no excediesen de lo estrictamente necesario para evitar la irritación del estómago, en el momento en el que empezaban a manifestarse los primeros síntomas: languidez, mareos y cansancio, que eran los precursores de la fiebre. El tratamiento continuaba con una taza de café negro sin azúcar, una hora o dos después de administrar la píldora con el objeto de activar la acción del medicamento. Hablaba también Stanley de un misionero muy conocido de Constantinopla que recomendaba tomar primero tres granos de emético, y aunque había seguido ese método lamentaba no poder elogiarlo como efectivo. OBJETOS Y ARTILUGIOS DE MEDICIÓN PARA COMPLETAR LOS MAPAS Reloj, brújula de bolsillo, barómetro aneroide, termómetro de bolsillo, podómetro, grafómetro; suficiente papel y precisos efectos de escritorio, con papel transparente para copiar dibujos, y un pequeño estuche de matemáticas; medidas méSGE / 89 tricas; un almanaque; uno o varios mapas (si existían) del terreno que se debía recorrer, y un cronómetro que sirviese para tomar longitudes, teniendo en cuenta que podría ser susceptible de desajuste. Si no se llevaba cronómetro, se podía sustituir por dos relojes; también era de absoluta necesidad llevar dos brújulas, una de ellas de repuesto; el viajero debía poner especial cuidado en no tener ninguno de los relojes mucho tiempo parado y también era muy aconsejable que el podómetro llevase en sí una brújula… Esta exhaustiva enumeración componía una lista de algunos de los objetos de medición que Joaquín Gatell consideraba imprescindibles a la hora de realizar un viaje de exploración. A ellos añadía la necesidad de llevar referencia de las medidas métricas: una, dos o más de longitud (de madera, cinta, ballena o metal o el propio bastón); de capacidad con una taza para beber con las mediciones marcadas en su interior, sin olvidar la medida de peso: el kilogramo, en una forma que se pudiese subdividir. De este modo el viajero podría “conocer el verdadero valor de los diferentes sistemas de pesas y medida, que en un país inculto son en extremo variados. Para averiguarlo no tiene que hacer más el viajero que comparar con los métricos los valores de las medidas y pesas del país. Si se tuviese completa libertad de obrar se podrían llevar todos los instrumentos y útiles que se usan para levantar planos topográficos”. Para investigaciones más de tipo científico, Gatell consideraba de gran utilidad unos gemelos de campo, un nivel de agua y algunos tarros o frascos de cristal con aserrín impregnado de alcohol para sus colecciones de insectos. En lo que a las cualidades del viajero se refería era fundamental que fuese consciente de la responsabilidad que sobre él pesaba, ya que tras de sí vendrían más viajeros que podrían desmentir sus afirmaciones. Para ello era necesario ser escrupulosamente objetivo y reunir datos y materiales con los que certificar sus descubrimientos y en consecuencia, su reputación. Decía Gatell que “el explorador debe estar dotado de conciencia o veracidad, robustez, paciencia en los sufrimientos, constancia, valor personal, prudencia, perspicacia, laboriosidad, diligencia y, por último, debe gozar de libertad de acción”. 90 / SGE En esta carrera desquiciada hacia las zonas en blanco de los mapas, compitieron personalidades audaces: unas en busca de su trocito de fama; algunas por necesidad; en busca de almas que convertir, otras; y la mayor parte, enviadas por gobernantes con afán de expandir sus fronteras. Al corazón de lo desconocido llegaban artilugios, sistemas métricos, investigaciones… la civilización, en definitiva, que salía del viejo continente e imponía la máxima de que ningún sitio existía hasta haberlo hollado un pie europeo. Los relatos y descripciones de misioneros, viajeros y exploradores destilan glorias y miserias, arrojo y miedos, pero también derrochan valor, sed de aventuras y pasión por la vida en los trances más críticos. ● (LOS OBJETOS QUE ILUSTRAN ESTE ARTÍCULO PERTENECEN A LA COLECCIÓN PERSONAL DE PARTE DE SU EQUIPAJE EN SUS EXPEDICIONES A S TANLEY Y FORMABAN ÁFRICA) BIBLIOGRAFÍA ■ “El viajero español por Marruecos” de Don Joaquín Gatell ■ “Viaje en busca del Doctor Livingstone al centro del África” de Sir Henry M. Stanley ■ “Manuel Iradier. Las azarosas empresas de un explorador de quimeras” de Ángel Martínez Salazar ■ “Las reinas de África. Viajeras y exploradoras por el continente negro” de Cristina Morató ■ “Los exploradores de la reina y otros aventureros victorianos” de César Vidal ■ “Autobiografía. Bula Matari, historia de un explorador” de Henri M. Stanley SGE / 91 Society TEXTO: PEP CABELLO ■ E S P E C I A L S O C I E D A D E S G E O G R Á F I C A S NATIONAL GEOGRAPHIC “L Sede de la National Geographic Society en Washington. os miembros de nuestra Sociedad no quedarán restringidos a los geógrafos de profesión, sino que incluirán a ese gran número de personas que, como yo, desean promover las investigaciones de otros y difundir el conocimiento… de modo tal que todos podamos saber más sobre el mundo en que vivimos” Gardiner Greene Hubbard, primer presidente de “National Geographic Society” Una ventana abierta al mundo A principios de enero de 1888, un grupo de treinta y tres caballeros, unidos en su pasión por la aventura y la ciencia, se reunió en la sede social de un prestigioso club privado de la ciudad de Washington, el Cosmos, para fundar una sociedad cuyo objetivo era “el incremento y la difusión del conocimiento geográfico”. Así nació la que con el paso del tiempo iba a convertirse en una de las instituciones científicas y educativas de carácter no lucrativo más importantes del mundo. Los miembros de la recién fundada National Geographic Society procedían de la elite intelectual y científica de la capital federal: geólogos, geógrafos, meteorólogos, naturalistas y cartógrafos, así como también banqueros, abogados y militares. Todos ellos tenían en común el deseo de promocionar y acercar al gran público la investigación científica en sus distintas disciplinas. Con tal finalidad iniciaron una larga serie de recorridos por el mundo para regresar cada otoño a Washington y poner sobre la mesa los resultados de sus trabajos de campo. Pronto recibieron el apoyo y la colaboración de grandes instituciones académicas y organismos oficiales con sede en la ciudad, como el Servicio Geológico Nacional, la Oficina Hidrográfica de la Marina o la Smithsonian Institution. SGE / 93 Dos semanas después de aquel encuentro fundacional, Gardiner Greene Hubbard fue elegido primer presidente de la Sociedad. Hubbard, suegro de Alexander Graham Bell –inventor en 1875 del teléfono y segundo presidente– se autodefinió durante su discurso de investidura como un divulgador de conocimientos más que como hombre de ciencia, y trazó desde un principio las directrices de ese carácter eminentemente didáctico de National Geographic, en un momento en que Estados Unidos se disponía a entrar en la nueva era de la innovación tecnológica. Algunos descubrimientos fueron cruciales. Aquel año de 1888, Thomas Edison inventó el kinetoscopio, un prototipo para generar imágenes en movimiento. George Eastman, por su parte, había perfeccionado la cámara fotográfica y los rollos de película en blanco y negro. Automóviles y aeroplanos iban a convertirse pronto en los nuevos medios de transporte, y los teléfonos, a cambiar radicalmente las formas de comunicación en la sociedad del recién inaugurado siglo XX. Aun así, en aquel 1888, grandes extensiones de nuestro planeta permanecían todavía inexploradas. Y la National Geographic Society se lanzaba a la aventura del saber, con la convicción de que el conocimiento de la ciencia tenía el poder de corregir muchas de las desigualdades económicas y sociales con las que la humanidad entraba en la era de la modernidad. EL MUNDO Y TODO CUANTO ESTÁ EN ÉL: EL NACIMIENTO DE UNA REVISTA (1888-1920) En octubre de aquel mismo año, la Sociedad publicó el primer número de su boletín oficial, “National Geographic Magazine”. La revista, con una austera portada color sepia, contenía un denso reportaje sobre “La clasificación de las formas geográficas según su génesis”, así como una crónica de la “Gran Tormenta” que entre el 11 y 14 de marzo asoló el este de Estados Unidos, acompañada de cartas meteorológicas y de un vívido relato de un piloto de barco superviviente. Sus páginas no iban ilustradas, pero presentaban ya una interesante combinación de ciencia y aventura. Dos nuevos pasos tuvieron lugar al año siguiente: el primer reportaje con ilustraciones en color –unos dibujos a pastel con escenas cotidianas en Nicaragua– y la inclusión de un mapa desplegable en cuatricromía. Es decir, dos elementos que el tiempo haría indisociables de la revista. Con una celeridad sorprendente, la Sociedad empezó a atraer viajeros dispuestos a contar sus historias: montañeros que habían escalado los volcanes de México y las cimas alpinas, exploradores de las regiones polares seguidores de Amundsen, o navegantes en busca de los pasos del Noroeste. 94 / SGE En 1890 National Geographic prosiguió su andadura con la primera financiación de un viaje de exploración, la expedición al monte Saint Elias, altitud máxima en los territorios árticos de Alaska. Aquella fue la primera de un buen número de expediciones llevadas a cabo durante los años de consolidación de la Sociedad y bajo su patrocinio. Destacan las que Robert E. Peary, en 1909, y Richard E. Byrd, en 1929, realizaron, respectivamente, a los polos Norte y Sur; la de Robert F. Griggs a la región del Katmai, en Alaska, en 1916; las de Joseph F. Rock a los confines de China y el Tibet en 1923-1924 y 1927-1930. Y entre todas ellas, la que en abril de 1913 dio lugar a un artículo de 186 páginas con la apasionante crónica del descubrimiento realizado por Hiram Bingham de las ruinas de Machu Picchu, la ciudad perdida de los incas. Gilbert H. Grosvenor, un joven editor adjunto que había cubierto el reportaje de la histórica erupción del monte Pelée en Martinica, fue nombrado director de la revista en 1903. Revolucionando la concepción de la Sociedad y su revista, Grosvenor potenció el uso de la fotografía como base de El arqueólogo, historiador y estadista Bingham remando los reportajes y fijó los principios en una rudimentaria balsa en Perú. que desde entonces rigen la publicación, recogiendo el enunciado de su predecesor en la presidencia, Graham Bell: “El mundo y todo cuanto hay en él es nuestro objetivo, y si no somos capaces de descubrir lo que de ese mundo interesa a la gente de la calle, mejor nos callamos para convertirnos en una estricta publicación técnica para eruditos”. LA IRRUPCIÓN DEL COLOR (1920-1950) Imágenes pintadas con delicados tonos y raros autocromos herederos de los descubrimientos de los hermanos Lumière fueron las primeras imágenes en color aparecidas en la revista durante la primera década del siglo XX. Pero durante los años veinte, y tan pronto como los avances en los nuevos procesos fotográficos lo permitieron, National Geographic asistió, de la mano de Franklin Fisher y de Melville Bell Grosvenor, hijo del presidente, a la incorporación de la fotografía en color. Las modernas instantáneas de naturaleza del Ártico, de la coronación del emperador de Etiopía Haile Selassie, o las fotografías tomadas por primera vez desde el aire y bajo el mar mostraban “la realidad tal como es, en color”. Hoy son un vaSGE / 95 lioso documento histórico. Aquellos años de entreguerras vieron cómo la Sociedad se expandía y ampliaba sus horizontes y también el número de socios, que en 1926 superó el millón. Escritores y fotógrafos se convirtieron a su vez en exploradores. Maynard Owen Williams, primer corresponsal en el extranjero y testigo de excepción de acontecimientos tales como la apertura de la tumba de Tutankamon en 1923 o de la expedición transasiática Citroën-Haardt entre 1931 y 1932, llegó a escribir y/o fotografiar más de 100 artículos. Williams abrió el camino al primer equipo editorial en el extranjero, un legendario grupo de corresponsales que podían escribir y a la vez fotografiar sus historias a partir de intrincados periplos de meses e incluso años por las regiones más distantes del planeta. En los años treinta, una cámara fotográfica de pequeño formato combinada con la nueva película de color kodachrome revolucionó el trabajo de aquellos hombres y la revista. Atrás quedaron los trípodes, los pesados equipos y las imágenes estáticas para dar paso a la acción y a la captación del instante. Entre 1920 y 1950, National Geographic patrocinó más de 100 expediciones. Durante estas tres décadas, la exploración geoEl Scarab a doce metros de altura, en un desfiladero del gráfica se enfrentó a los límites Himalaya. Expedición de Maynard Owen Williams. extremos del planeta: de polo a polo, de las cumbres más altas a las profundidades de los océanos. En junio de 1931 la revista publicaba el relato de William Beebe, quien, junto con Otis Barton y dentro de un batiscafo de acero, descendía a los fondos marinos de Bermudas batiendo el récord de profundidad de inmersión. Dos años más tarde, la revista recogía la ascensión de Auguste Piccard a la estratosfera en un globo aerostático de hidrógeno por encima de los 16.000 metros. El hallazgo por parte de Luis Marden del pecio de la Bounty, la mítica fragata que tras el motín de su tripulación vagó errante por el vasto océano Pacífico hasta su quema y hundimiento en 1790, conmovió a los lectores del número de diciembre de 1957 y dio lugar también al primer documental filmado y producido por la Sociedad, que sería emitido por televisión. 96 / SGE DE LOS ORÍGENES DE NUESTRA ESPECIE A LA CONQUISTA DEL ESPACIO (LOS AÑOS SESENTA) Cuando en 1963 Barry Bishop plantó la bandera de la Sociedad en la cumbre del Everest, National Geographic alcanzó el techo del mundo. El mismo año alcanzó también los tres millones de miembros y publicó su primer Atlas del Mundo, que según el nuevo presidente, Melville Grosvenor, era “la mayor, más bella y ambiciosa de las contribuciones al conocimiento de la geografía”. A las innovaciones gráficas y visuales de una publicación ya enteramente en color se sumó el advenimiento de la televisión en color, plataforma perfecta para la difusión de los filmes documentales creados en el seno de la institución. De los ámbitos más especializados de la ciencia emergieron trabajos de investigación que, de la mano de sus protagonistas y a través de programas especiales en televisión, mostraban con la inmediatez del lenguaje cinematográfico y la experiencia personal los grandes avances en sus respectivas materias. “Jane Goodall y los chimpancés salvajes”, “El doctor Leakey y los orígenes de la humanidad” o “El mundo de Jacques Cousteau” llegaron a las pantallas de miles de hogares del mundo. Este último logró como pocos seducir la imaginación popular, a bordo del Calipso y con el nuevo invento Aqualung –la escafandra autónoma–, para mostrarnos los misterios de los reinos del mar. En cuanto a Donald Johanson o la saga de los Leakey, sus descubrimientos cruciales en los yacimientos del África oriental y su valiosa aportación a la paleoantropología son harto conocidos, como lo son los estudios de los grandes primates llevados a cabo por las eminentes primatólogas Jane Goodall (con los chimpancés en Gombe), Dian Fossey (con los gorilas en Ruanda) y Biruté Galdikas (con los orangutanes en Borneo). National Geographic financió durante años el trabajo de tan insignes investigadores. En 1957 el mundo despertó a la era espacial cuando la Unión Sovietica lanzó el primer satélite, el Sputnik. La Sociedad iba a acompañar tanto a John Glenn, el primer astronauta americano en orbitar la Tierra en 1962, como a Neil Armstrong, el primer ser humano en pisar la Luna en julio de 1969. Y a partir de entonces las páginas de la revista fueron desvelando planetas y galaxias de regiones inexploradas, donde la NASA lanzaba sus naves no tripuladas cargadas de instrumentos. Mercurio, Venus y Marte dejaron de ser meros puntos brillantes en el firmamento. En 1973 los cartógrafos de la Sociedad crearon el primer mapa del planeta rojo, y cuatro años más tarde los lectores conocieron de cerca el rostro de Júpiter, Saturno y Urano. Sin duda, los primeros escarceos de un viaje al universo cuyas imágenes en los años siguientes iban a superar con creces las de la profética odisea-ficción del cineasta Stanley Kubrick. SGE / 97 LA CONVIVENCIA CON NUESTRO PLANETA. 1970-1980 Mostrar la naturaleza y los seres que la habitan, en toda su complejidad y rareza, ha sido uno de los objetivos fundamentales de National Geographic. Hasta principios de los años setenta, insólitas imágenes de hermosos animales y plantas de comportamiento sorprendente habían ido creando y enriqueciendo un vasto y valioso legado natural. Paisajes y atmósferas de parajes recónditos, lugares habitados por culturas milagrosamente ancladas en un pasado ancestral o en el más genuino aislamiento habían compuesto a su vez un auténtico compendio de geografía humana y antropología. Pero la percepción colectiva de lo frágil que resultaba aquel mundo fue en aumento, y las imágenes de su intacta belleza fueron alternándose cada vez más con otras de contaminación y pobreza, de conflicto social, de destrucción y miseria. Los desequilibrios de un mundo cambiante, superpoblado y desigual cobraron un protagonismo desconocido hasta el momento en todos los campos de las ciencias sociales. Se convirtieron en punto de mira de periodistas y fotógrafos, mientras que el equilibrio y la sostenibilidad, conceptos nacidos de la irrupción de la ecología, marcaban importantes directrices en la actividad de la Sociedad. Especies amenazadas por la acción del hombre en los cinco continentes, los efectos de los pesticidas, la energía nuclear o la lluvia ácida se revelaron como temas habituales en las páginas de National Geographic, expuestos con objetividad y bajo todas las aristas de un complejo entramado de cuestiones tecnológicas y medioambientales. El fotoperiodismo entró en escena. Steve McCurry plasmó el retrato de un Afganistán asolado por la guerra y de un Sahel diezmado por la sequía y el hambre. Mike Edwards y Steve Raymer pusieron palabras e imágenes a la pesadilla de Chernobyl de 1987. Y Rowe Findley relató “en directo” la crónica del la erupción del monte Saint Helens. La Sociedad celebró su primer centenario en 1988 con más de 10 millones de miembros y con una difusión de sus publicaciones y actividades sin precedentes por todo el mundo. HACIA UN NUEVO MILENIO. LOS RETOS DEL FUTURO Pese a la actual facilidad para viajar y a la proliferación de teléfonos móviles y sistemas GPS, la aventura todavía es el alma de National Geographic. Las nuevas generaciones de investigadores son hoy también guardianes del planeta. Explorar, excavar y descubrir son términos inseparables de proteger y conservar. El arqueólogo Johan Reinhard recuperó entre los hielos de las cumbres andinas una “sirena de hielo”, la momia de una muchacha inca enterrada hace 500 años. Zahi Hawass consiguió rescatar bajo la arena de Egipto más de 200 momias grecorromanas. El paleontólogo Paul Sereno halló los restos de los carnívoros más grandes de la Tie98 / SGE rra en los confines del Sahara. En las profundidades oceánicas, la bióloga Sylvia Earle constató la fragilidad de los ecosistemas marinos y Robert Ballard revolucionó el mundo de la arqueología submarina con el desarrollo de sofisticados equipos con los que lograría importantes hallazgos. Para el oceanógrafo, descubridor del pecio del Titanic en 1985, “las profundidades marinas continúan siendo el mayor museo de la Tierra, con numerosos tesoros aún por descubrir”. En los albores del siglo XXI, la Sociedad ha abogado más que nunca por la internacionalización y el uso de las nuevas tecnologías. Con un presupuesto anual de más de cuatro millones de dólares, el Comité para la Investigación y Exploración sigue proporcionando ayuda a un amplio abanico de disciplinas, en especial, las relacionadas con las ciencias del medio ambiente y la conservación. Desde su creación en 1998, el Expeditions Council trabaja para el fomento de la expedición y la aventura, y una nueva estructura interna para la concesión de becas, el National Geographic Conservation Trust, contribuye desde diciembre de 2001 a las actividades conservacionistas en todo el mundo. Además de las numerosas becas que concede, la Sociedad cuenta en la actualidad con ocho exploradores-residentes fijos. Hoy, el principal vehículo de difusión, la revista, se publica en 25 lenguas distintas. Uno de cada cuatro lectores del magazine lo hace en una lengua que no es el inglés. El canal de televisión, National Geographic Channel, creado en 2001, llega a más de 160 millones de hogares en 154 países y 26 idiomas. Y desde 1996 la página web permite a la Sociedad viajar a través del ciberespacio para llegar a una audiencia aún ma- Orvil A. Anderson y Albert W. Stevens yor. Junto a otras revistas como “Traveler” (via- junto al globo estratosferico Explorer II. jes), “Adventure” (aventura y exploración), “Kids” y “Explorer” (revistas infantil y juvenil para edades comprendidas entre los 3 y 14 años), las publicaciones de National Geographic incluyen el Atlas periódicamente actualizado, obras de referencia, series de aventura y exploración, y libros de gran formato dedicados a la fotografía, la naturaleza, el universo y la vida salvaje. Su edición es posible gracias a las más de diez millones y medio de fotografías del archivo fotográfico de la Sociedad, una auténtica “memoria” de la Tierra. ● ■ Pep Cabello es director de “National Geographic Magazine España” SGE / 99 El G E O G R Á F I C A S S O C I E D A D E S E S P E C I A L e M u r t o u d f TEXTO: LOLA ESCUDERO uchas de las Sociedades Geográficas creadas en el siglo XIX siguen activas casi dos siglos más tarde y algunas de ellas continúan siendo el principal motor de la exploración del planeta y la difusión del conocimiento geográfico. A ellas se han unido nuevas Sociedades, como la propia SGE, que con un espíritu renovado aspiran a mantener el espíritu de estas instituciones, aportando nuevas ideas, métodos y proyectos. “Todo el mundo lleva dentro a un explorador. ¿Cómo es posible pasarse la vida ante una puerta y no intentar abrirla?” ROBERT D. BALLARD, EXPLORADOR SUBMARINO las Sociedades Geográficas Siguen teniendo sentido las Sociedades Geográficas, creadas en el momento del auge colonial y con unos propósitos estratégicos muy determinados. La respuesta está en un hecho: hay millones de personas en todo el mundo vinculadas de un modo u otro a las diversas Sociedades que, con ámbitos de influencia y actividades muy diversas, se mantienen en activo. Y es que, en este mundo en el que parece que todo está descubierto, la ciencia sigue teniendo ante sí horizontes desconocidos y el ser humano, un explorador nato desde los tiempos prehistóricos, sigue sintiendo una atracción irrefrenable por conocer todo lo que el universo parece ocultarle. En nuestros tiempos, el objetivo de estas Sociedades no es descubrir nuevos mundos, ni llenar los grandes vacíos de los mapas, sino alcanzar las nuevas fronteras del conocimiento: las que han abierto la astronomía, la aeronáutica, la oceanografía y otras ciencias y tecnologías. En definitiva, quedan todavía muchas personas en el mundo que sienten en su piel el romanticismo de los viajes, la emoción de descubrir algo nuevo en cada rincón del planeta y de adivinar nuevas fronteras. Son los miembros de las Sociedades Geográficas que se mantienen activas en todo el mundo. Algunas de ellas son herederas y continuadoras directas de las Sociedades decimonónicas, como la Royal Geographical Society británica o como la Sociedad Geográfica Francesa, continuadora de la Sociedad de París. Otras, más recientes, como la estadounidense National Geographic, han incorporado las más modernas tecnoSGE / 101 Los fenomenos naturales. logías a la exploración del planeta y se han volcado en la divulgación de la geografía. Hay Sociedades que se han transformado en instituciones académicas vinculadas a la universidad y otras que están asociadas a los intereses militares y estratégicos de su país, como la mayor parte de las iberoamericanas. Por último, hay otras Sociedades, como la propia Sociedad Geográfica Española, que aspiran a ser un foro de debate multidisciplinar en el que participen todos los que de una forma u otra están interesados por la geografía, la cartografía, la exploración de la tierra, la investigación, la difusión del saber científico y la conciencia ecológica y los viajes. LOS NUEVOS HORIZONTES DE LAS SOCIEDADES En la actualidad las Sociedades siguen trabajando en mayor o menor medida, aunque sus intereses son diversos. En Reino Unido, la Royal tiene más de 13.000 socios activos. En Francia, la Societé de Geographie, heredera directa de la Sociedad de París tiene 750 socios y una intensa actividad que incluye unos prestigiosos premios, la financiación de expediciones y una importante revista geográfica. En Alemania hay 25.000 personas que pertenecen a la Sociedad de Geografía, a través de veinticinco Sociedades vinculadas a departamentos e institutos de geografía universitarios: Berlín, Bochum, Bonn, Bremen, Colonia, Darmstadt, Erlangen, Essen, Francfort, Friburgo, Halle, Hamburgo, Hannover, Heidelberg, Jena, Karlsruhe, Leipzig, Lübeck, Marburgo, Mainz, Munich, Saarbrüecken, Stuttgart, Trier y Würzburg. La “Real Sociedad Holandesa de Geografía” cuenta con casi 4.000 miembros, mayoritariamente profesionales de la geografía y profesores. Hay Sociedades muy activas en casi todos los países europeos y en buena parte de América latina se mantienen Sociedades vinculadas generalmente a estamentos militares y universitarios que cumplen un papel diferente al de las europeas. Pero sin duda alguna, el dato más representativo de la vigencia de las Sociedades en el mundo es el de la National Geographic, una institución que en 1988, un siglo después de su creación, contaba ya con más de diez millones de suscriptores a su revista, una publicación que se 102 / SGE edita en veinticinco lenguas distintas y con un canal de televisión propio, National Geographic Channel, que llega a más de 160 millones de hogares en 154 países y veintiseis idiomas. La National, a través de su Comité de Investigación y Exploración ha apoyado más de 7.500 proyectos y expediciones desde su creación en 1890, incluyendo algunos tan relevantes como la excavación del Machu Picchu, el descubrimiento del Titanic, los trabajos de Jane Goodall, Dian Fossey o la familia Leakey, siempre bajo su lema: “aumentar y difundir el conocimiento geográfico”. La National Geographical Society es la prueba de que el interés por “descubrir el mundo y lo que hay en él” (como reza su lema) se mantiene en nuestros días, a pesar de que la geografía básica sea conocida por todos y de que en los mapas actuales ya no queden espacios en blanco. A medida que el hombre tiene más posibilidades de viajar, hay más cosas que explorar que nunca. Las nuevas fronteras a conquistar en nuestros días son diferentes que las que llevaron a la fundación de las primeras sociedades geográficas, han cambiado los objetivos finales que llevaban a los exploradores a remotos parajes africanos o antárticos y los avances tecnológicos abren cada día campos infinitos de exploración e investigación y que nunca pudieron sospechar aquellos románticos exploradores inmersos en la aventura colonial. Para las sociedades geográficas hay también horizontes aún sin explorar en su totali- La conquista del espacio, un reto para el futuro. SGE / 103 dad, que plantean un campo infinito, como son los fondos submarinos y las regiones polares, cuyos secretos aún no han sido desvelados, y al espacio, en particular a Marte, que se ha convertido en el equivalente de lo que fueron América o Australia en su día. La Antártida, el fondo de los mares y el espacio son tres nuevas fronteras cuyo conocimiento nos revelará mucho más sobre el mundo en el que vivimos. Los últimos descubrimientos en estos ámbitos, muchos de ellos promovidos por Sociedades Geográficas, han sido muy relevantes. Basta citar por ejemplo los hallazgos de Robert D. Ballard para la National Geographic en sus expediciones a la dorsal Medioatlántica, que han servido para descubrir nuevas formas de vida en torno a las chimeneas hidrotermales de las Galápagos. En otro campo, el de la paleontología, los Los fondos submarinos, nuevo horizonte de la exploración. Leakey en Kenya o el equipo de Atapuerca en España, representan un nuevo horizonte de la exploración: el de conocer la verdad de dónde viene el hombre. Hay, por último, en nuestra sociedad del ocio, una necesidad creciente y casi imparable de viajar y conocer, por parte de millones de personas en todo el mundo que reclaman conocimientos geográficos que las Sociedades pueden aportarles. Es en este marco donde se entiende el interés creciente por la cartografía, una ciencia que hace continuamente sorprendentes avances. Los mapas se han convertido en una fuente infinita de información y a la vez en un estímulo para la exploración. En un mundo en el que todo parece estar ya descubierto, las Sociedades Geográficas apuestan por seguir descubriendo y apoyan el desarrollo de las nuevas fronteras de la investigación y del conocimiento del mundo. Y es que, como decía Marcel Proust en En busca del tiempo perdido, “El único viaje de descubrimiento auténtico no consiste en ir a lugares nuevos, sino en tener otros ojos”. ● 104 / SGE Le Tour du Monde LA AVENTURA DE LOS EXPLORADORES EN DIRECTO EL NACIMIENTO DE LAS REVISTAS DE VIAJES SGE / 105 GRABADO DE JANET LANGE EN LE TOUR DU MONDE. 1863 E l interés por el descubrimiento del planeta y la popularización de los viajes en el siglo XIX dieron lugar a la aparición de las primeras revistas de viajes. Entre ellas, la más célebre fue Le Tour du Monde que se editó desde 1860 hasta 1914. Sus grabados y fotografías popularizaron la imagen del explorador y sus aventuras. TEXTO: DOLORES PÉREZ En el siglo XIX, el gusto del gran público por los relatos de exploraciones durante todo el siglo suscitó la publicación de numerosas revistas que permitían seguir, por entregas semanales, las expediciones lejanas y tener noticias de los exploradores, cuya suerte apasionaba a los lectores. Entre todas las revistas que surgieron, en Francia hubo dos particularmente 106 / SGE apreciadas por el público por la riqueza de sus contenidos y la calidad de sus ilustraciones: “Le Tour du Monde” (1860-1914), publicada por la Editorial Hachette de París, y el “Journal des voyages et des aventures de terre et de mer” (1877-1929). Ambas consiguieron un gran éxito comercial y a través de sus páginas los franceses descubrieron el continente africano y vivieron en directo la aventura colonial. 0 1 1 0 CATARATAS DEL ZAMBEEZE SGE / 107 F f 108 / SGE J VIAJERO EUROPEO POR UN RÍO ASIÁTICO. 1871 j SALIDA DE LA EXPEDICIÓN DE SPEKE Y GRANT EN BUSCA DE LAS FUENTES DEL NILO. 1868 , NÁUFRAGOS SOBRE UN TÉMPANO DE HIELO EN EL ÁRTICO. 1868 SGE / 109 LA GRAN AVENTURA DE LA CONQUISTA DEL OESTE AMERICANO. 1869 Q DESCUBRIENDO LAS RUINAS DE LOS TEMPLOS MAYAS EN CENTROAMÉRICA. 1862 110 / SGE ESCENA EN UNA PLANTACIÓN DE SUDAMÉRICA. 1863 JULES GARNIER EN OCEANÍA. 1868 SGE / 111 G H 112 / SGE TIPOS SUDANESES. 1863 F F EJECUCIÓN EN LA INDIA DE LOS RAJÁS. 1871 SGE / 113 F undada en 1860 por Edouard Chartón, un gran personaje de la prensa popular, la revista “Le Tour du Monde. Nouveau journal des voyages”, aparecía cada semana bajo la forma de una entrega de 16 paginas de gran formato, ilustrado por numerosos grabados ejecutados por los mejores artistas del momento a partir de las indicaciones, dibujos o fotografías aportadas por los exploradores. En Le Tour du Monde podemos encontrar la mayor parte de los relatos o traducciones inéditas de los grandes viajeros del siglo, como los de Binger, Livingstone, Schweinfurth, Revoil o Stanley, antes de que sus relatos aparecieran como libros independientes. Marinos como Fleuriot de Langle, militares como Ollone, médicos como Hocquart, arqueólogos como René Cagnat, exploradores como Emile Gentil o Edmond Amicis, cazadores como Guillaume Vasse o agrónomos como Dybowski, se sirvieron de Le Tour du Monde para dar la primicia de sus relatos, contribuyendo a ofrecer al gran público una imagen realista, llena de color y contrastes, del inmenso continente africano. Además de los artículos de fondo, que pueden ocupar varios centenares de páginas en diversas entregas, Le Tour du Monde publicaba una crónica de las exploraciones, la “Revue géographique”, que se amplía en 1891 bajo el nombre de “Nouvelles géographiqes”, an- 114 / SGE tes de convertirse en una publicación semanal autónoma llamada “A travers le monde” (1895-1914). Le Tour du Monde fue por tanto todo un fenómeno literario y social. El primer número se publicó el 1 de febrero de 1960, bajo la dirección de Édouard Charton, con una tirada de 8.000 ejemplares. Este semanario aparecía todos los viernes por la mañana, costaba 50 céntimos de franco y se componía de 32 páginas, y cada semestre formaba un volumen completo. El éxito fue inmediato y el periódico consiguió además considerables ingresos por las traducciones que se comenzaron a hacer de sus textos en otros meios y por la cesión de los grabados que los ilustraban. Otra de las revistas de la época fue “Le Journal des voyages”, publicado a partir de 1877 por la Librairie Illustréé, con una fórmula similar a Le Tour du Monde (entregas semanales de 16 páginas, de gran formato y con numerosas ilustraciones) pero incluyendo menos artículos de primera mano o inéditos. Sin embargo, sus diferentes crónicas sobre el movimiento geográfico, la Marina, las conquistas militares, el comercio, la agricultura o la historia natural, son una excelente fuente de información sobre el África colonial. Las “aventuras de la tierra o del mar” —naufragios, partidas de caza peligrosas— dramatizadas por la potente fuerza evocadora de las ilustraciones, son relatos en los que se destacan los episodios más espectaculares de los relatos de viajes. Además de las revistas, a lo largo del XIX se publicarán novelas geográficas en fascículos, que ofrecerán una representación pintoresca y condescendiente de África. Pasión por los viajes Para entender el éxito de Le Grand Tour y de otras revistas similares, hay que pensar que el siglo XIX fue realmente el siglo del descubrimiento del mundo. Como testigo privilegiado del descubrimiento o de la exploración en profundidad del planeta, Le Tour du Monde presentará a los lectores europeos, entre 1860 y 1914, más de setecientos relatos de descubrimientos, exploraciones o viajes, escritos por más de quinientos autores. una documentación iconográfica realmente excepcional. Por la duración de la publicación, por la importancia del contenido y la originalidad de las ilustraciones, Le Tour du Monde es hoy todavía un objeto apreciado de colección. El relato del mundo Le Tour du Monde apareció en dos series diferentes: la primera desde 1860 a 1894 y la segunda desde 1895 a 1914, es decir, un total de 55 años con sólo una interrupción en 1871. La primera de las series fue semestral mienEn este excepcional registro de tras que la segunda fue anual. los viajes decimonónicos, aparecieron antes que en ninguna Además, desde 1861 se publiotra publicación, los viajes de có con la revista “L’anné géoBonvalot al Tibet, de Catat a graphique. La revue géographiMadagascar, de Coudreau a que”, que se mantuvo hasta fiGuyana francesa, de Galliéni al nales de 1890. Se trataba de Sudán y Níger, de Lumholz al un conjunto de información Noreste de Australia, de Mar- sobre los progresos de los cocoy a la Amazonia, de Prjevalsky nocimientos geográficos en caa Mongolia, de Rousselet a la da parte del mundo, que se puIndia de los rajás, de Scwein- blicaba al final de cada semesfurth a Africa Central, de tre, y constaba de ocho págiSnouck Hurgronj a La Meca nas. Hasta 1863 se llamó (fue el quinto explorador que la “L’année géographique” y a visitó, después de Badia en partir de esta fecha, “Revue 1807, Buckhardt en 1814, Bur- Géographique”. ton en 1853, Maltzan en 1860), Otra publicación asociada a Le o de Nansen a Groenlandia. Tour du Monde fue “A travers Esta revista se convirtió en un le monde”. En las primeras enfenómeno único por dos razo- tregas de Le Tour du Monde, se nes: por un lado, es casi impo- incluían cuatro páginas de pasible estudiar este periodo de pel azul que presentaban el sula historia sin remitirse a los re- mario, señalaban los acontecilatos de Le Tour du Monde, y mientos relativos a la geografía por otra parte, sus innumera- y la exploración y daban datos bles grabados, retratos y dibu- bibliográficos y cartográficos. jos constituyen todavía hoy En 1895, con la nueve serie de “Le Tour du Monde”, se creó la crónica “A travers le monde” con diversas secciones, como: necrología, los países desconocidos, excursiones, en el mundo del trabajo, misiones arqueológicas, entre las razas humanas, grandes carreras terrestres y marítimas, consejos a los viajeros y libros y mapas. Esta parte de la publicación permitía, más incluso que los artículos de fondo, seguir semanalmente todos los acontecimientos relativos a la geografía, la historia de la colonización, o el desarrollo de los medios de comunicación. Esta publicación, aparecía en cada entrega (es decir, 52 veces cada año). Los grabados Uno de los principales valores de “Le Tour du Monde” son sus grabados. En esta publicación aparecerán durante más de diez años las ilustraciones de Gustave Doré para el famoso “Viaje por España”. En “Le Tour du Monde” se publicaron los maravillosos grabados de Grandsire, Lancelot, Morin, Riou, De Bar, Moynet, Daubigny y otros muchos que ilustraron los relatos de los descubrimientos del mundo, semana tras semana, ayudados por los propios exploradores. Durante muchos años, estos grabados fueron una fuente doumental de excepción y sabemos por ejemplo que el explorador Alain Gheerbrandt, en su famosa “Expedición Orinoco Amazonas, sólo llevaba los SGE / 115 mapas sobre el Amazonas y sus afluentes aparecidos unos ochenta años antes en “Le Tour du Monde”. Pero es evidente que con el desarrollo de la fotografía el grabado perdió poco a poco terreno para llegar a desaparecer completamente. Algunas fotos de aquella época conservan un interés documental, pero no tienen la fuerza evocadora los grandes grabados de finales del siglo XIX. El propio Charton, en su introducción al primer volumen de 1860, explica: “Parece natural que nuestros esfuerzos se dirijan a dar a nuestros grabados de Le Tour du Monde incluso la misma importancia que al texto. Si en las obras poéticas o novelescas los grabados no son más que un ornamento, en los relatos de viajes son una necesidad. Muchas cosas, ya sean animadas o inanimadas, escapan a cual- quier descripción: los más originales recursos estilísticos no consiguen transmitir a los lectores más que un sentimiento vago y fugitivo. Pero cuando el viajero deja la pluma y 116 / SGE coge el lápiz, rápidamente, en pocos trazos, hace aparecer antes nuestros ojos la realidad tal y como es y que no se borrará jamás de nuestro recuerdo”. jos y relatos de viajes sobre Asia datan de 1880 o más tarde, en un momento en el que el realismo impuesto por la fotografía está sustituyendo a la poesía y la fantasía de los priEn Africa, los artistas nos mos- meros dibujos de Le Tour du trarán a través de los grabados Monde. un continente soñado, ya que ellos no pusieron jamás los pies en el continente y reinventaron los paisajes siguiendo esquemas de los exploradores. Estos dibujos serían particularmente apreciados por los franceses durante el Segundo Imperio, una época en la que se vivía una auténtica pasión por las riquezas africanas. En cuanto a América, hay que destacar que entre 1860 y 1890 apenas aparecen en “Le Tour du Monde” reportajes sobre Estados Unidos o Canadá y muy rara vez sobre México. Sin embargo, otros países como Guyana, Perú, Chile, Bolivia o Colombia, son objeto de una intensa y apasionada curiosidad. Los dibujos son magníficos, sobre todo en la representación de las junglas y los pantanos sudamericano, firmados muchos de ellos por Riou. Se constata también siguiendo las páginas de Le Tour du Monde, que Asia interesa menos a los lectores que África o América. La China, Japón o Siberia sólo atraen a muy pocos viajeros y son pocos los grabados que nos transmitan las maravillas de estas inmensas regiones. Muchos de los dibu- Otro lugar de ensueño en el siglo XIX eran las islas, cuya sola evocación hacía soñar. Las islas Célebes, Sumatra, Reunión, Madagascar, las Filipinas, las Comores, y tantos otros nombres, evocaban no solamente peligrosas peripecias marítimas, sino también regiones desconocidas del planeta. Las soledades árticas y antárticas atraían a muy pocos hombres pero sin embargo, en “Le Tour du Monde” aparecen numerosos grabados que dan una visión terrible y dura del Gran Norte: paredes golpeadas por un viento mortal, grandes banquisas, enormes y picudos icebergs, tempestades de nieve… Los dibujantes de la época encuentran aquí una fuente de inspiración y Riou se impone como el gran maestro de los hielos, seguido de cerca por Grandsire. LOS CAPÍTULOS SOBRE ESPAÑA L os lectores de “Le Tour du Monde” no sólo se sentían atraídos por África y otras regiones lejanas y desconocidas. En sus páginas encontramos por ejemplo diversas entregas dedicadas a España, un país considerado por los europeos en aquellos momentos, romántico y exótico. Entre los capítulos dedicados a España están los de la exploradora francesa Jane Dieulafou que cuenta sus viajes por Aragón y Valencia (1897), por Castilla y Andalucía (1907) o desde Toledo a Gradada (1905-1906). Otro viajero, Doussault, dedica en 1873 un artículo a Fuenterrabía, mientras que el literato francés Germond de Lavigne relata su viaje a Montserrat (1868) y Jaccaci nos cuenta su viaje al país de Don Quijote en 1892. En 1892, Marte Mallie dedica un capítulo a sus paseos a Alicante y Elche, Ana See cuenta su experiencia con los “semisalvajes”, de las Hurdes y las Batuecas, en 1906, y Albert Tissandier nos relata las excursiones en las montañas de Aragón y Cataluña en 1889. La Alhambra. Gustave Doré. 1864 Pero sin duda, la serie más completa de artículos sobre España es la que realizaron el Barón de Davillier y el dibujante Gustave Doré. Charles Davillier era un gran hispanista, conocedor de nuestra cultura, coleccionista erudito e historiador de arte. Caballerizo Mayor de Napoleón III y amigo de los grandes pintores como Fortuny y Federico de Madrazo, era un buen conocedor de nuestras costumbres y tradiciones y en un momento determinado coincide con el dibujante Gustave Doré, quien le convencerá para emprender un largo viaje juntos por España. Davillier logra de la editorial francesa Hachette el compromiso de la publicación por entregas de sus andanzas por España en “Le Tour du Monde”. Como corresponsales itinerantes, Doré y Davillier cruzan en 1862 la frontera de La Junquera en Cataluña e inician su agotador periplo por la península. Recorren casi todo el país y mientras Davillier escribe sus impresiones, sobre las gentes, el folklore, las danzas, los toros y mil curiosidades de todo tipo, Doré dibuja lo que van viendo en su recorrido. De este trabajo de campo surgieron una serie de artículos ilustrados con grabados. Su trabajo editorial y gráfico será publicado, desde 1862 hasta 1873, en diferentes entregas en “le Tour de Monde”. A la vista de la valiosa información recopilada por los dos franceses y el enorme éxito que alcanzaron estos trabajos, Hachette, decidió reunirla en un libro que se editaría en 1875 con el título Viaje por España “l’Espagne”. SGE / 117 ■ ■ VIAJEROS EXTRANJEROS Andersen: TEXTO: PEDRO PÁRAMO IUSTRACIONES: GRABADOS DE GUSTAVE DORÉ ste año Dinamarca celebra el bicentenario del nacimiento de Hans Christian Andersen, el más famoso de sus escritores, conocido en todo el mundo por sus cuentos infantiles. En 1862, cuando el autor de El patito feo, El soldadito de plomo y La sirenita se hallaba en la cumbre de su gloria, viajó a nuestro país y contó en un libro –Viaje por España– las impresiones que le produjeron las tierras y las gentes que habían estimulado su imaginación a lo largo de su vida. El viaje a España del rey de los cuentos El 14 de marzo de 1808 la española División del Norte, formada por quince mil hombres, desembarcó en Odense (Dinamarca), enviada por el rey Carlos IV a petición de Napoleón para fortalecer el bloqueo contra los ingleses, en cumplimiento de lo acordado en el Tratado de San Ildefonso en 1796. Un mes antes, Dinamarca, aliada de los franceses, había declarado la guerra a Suecia por negarse aquella nación a secundar el bloqueo a Inglaterra; la división española había sido destinada al país nórdico con un doble fin: prevenir una eventual invasión sueca de Dinamarca y sacar tropas españolas de la península Ibérica que podrían oponerse a la planeada invasión francesa. Las fuerzas de ocupación franco-españolas, mandadas por el mariscal Bernadotte, fueron recibidas con hostilidad por los daneses. Pero mientras crecía día a día la desconfianza y el odio de la población hacia los franceses por su arrogancia y despotismo, la cortesía y el buen humor de los españoles ganaban la simpatía y el aprecio del pueblo danés. El recuerdo de la buena impresión causada por los soldados españoles se conservó de padres a hijos tanto tiempo en la isla de Fionia que, cien años después, el 14 de marzo de 1908, se conmemoró solemnemente en Odense el Centenario de aquel desembarco, en recuerdo y elogio de la conducta de los españoles durante su estancia en Dinamarca. Pero ninguno de los discursos de la celebración de aquel Centenario logró una carga emocional semejante a lo escrito unas décadas antes por el más universal de los escritores daneses, que tenía tres años recién cumplidos cuando llegaron los españoles a su ciudad natal. “Un buen día, me alzó un soldado español en sus brazos y apretó contra mis labios una medalla de plata que llevaba colgando sobre su pecho desnudo –escribió Hans Christian Andersen en El cuento de mi vida–. Recuerdo que mi madre se enfadó mucho y dijo que eso era católico; pero a mí me habían gustado la medalla y el extranjero aquel, que bailara girando conmigo en brazos mientras lloraba; por lo visto él tenía niños allá en España. Vi cómo llevaban a uno de sus compañeros para ajusticiarlo. Muchos años más tarde, acordándome de aquello, escribí mi poemita “El soldado” (Soldaten), que traducido al alemán por Chamisso, se hizo popular en Alemania y ha sido incluido en las canciones militares alemanas como algo original alemán”. España se convirtió en una obsesión que perduró durante la mayor parte de la vida de Hans Christian Andersen, el autor inmortal de cuentos que han despertado la ilusión en las mentes de generaciones y generaciones de niños de todo el mundo. Además de este recuerdo infantil, que rememora también en su Viaje por España, Andersen publicó varias obras relacionadas con la presencia de los españoles SGE / 119 Palmeral de Elche. en Dinamarca, todas con anterioridad a su visita a nuestro país en 1862. En 1983 salieron de la imprenta Los españoles en Odense y Veinticinco años más tarde, dos de sus sainetes que sitúan la acción durante la estancia de las tropas de la División del Norte en Dinamarca. Entre 1835 y 1836 se representó en tres ocasiones su comedia ‘Separarse y volverse a encontrar’, en la que se recoge la agitación que provocaron los soldados españoles en los corazones de las enamoradizas jovencitas danesas. Dos años después escribió Lo hizo el zombi, un poema en verso sobre un esclavo de origen africano del pintor Bartolomé Murillo, llamado Sebastián Gómez, que durante las noches se dedicaba a retocar, y mejorar, la obra del maestro sevillano. En 1840, cuando todavía no había puesto los pies en España, publicó La Mora, tragedia romántica muy a la moda, ambientada en las guerras entre cristianos y musulmanes durante la Reconquista. La imagen que Andersen tenía de España en ese momento era tan pintoresca que una escritora danesa amiga suya que sí había estado en nuestro país, Henriette Wulff, criticó la obra recordándole elegantemente a Andersen en una carta lo que éste había escrito años antes sobre España: “es algo que hay que ver, no puede describirse”. Más tarde, en otra misiva desde Portugal, Wulff le transmitió el deseo de un amigo: “le ruega que venga a aquí y que vaya a España, porque eso que usted escribe no es en absoluto España”. Más tarde, la nostalgia de lo todavía no visto llevaría a Andersen a escribir un cuento trágico que tiene como protagonista un niño español que nace por casualidad en Dinamarca y muere en aquel país sin conocer su procedencia: “Esta es una historia de las dunas de Jutlandia, pero no empieza allá, sino mucho más lejos, hacia el sur, en España. El mar es un camino entre los países; ¡imagínate, estar allí, en España!”Así empieza el relato. El deseo insatisfecho de Hans Christian Andersen de visitar España, tantas veces expresado por el escritor danés en sus obras y en su correspondencia, está ampliamente documentado por la traductora Marisa Rey en el epílogo del Viaje por España, publicado por Alianza Editorial (1988). “¡Oh!, quién estuviese en Espa120 / SGE ña, es como para ponerse verde de rabia por no poder estar allí!”, escribe a su protector y amigo Edward Collin en julio de 1842. Cuatro años más tarde, al término de un viaje por Italia, llegó hasta Perpiñán y entrevió el país de sus sueños desde la frontera: “Mi pensamiento voló de nuevo a España, de la que tan cerca estaba, tan sólo a unas horas; dar un paseíto, nada más, lo di y al momento me hallé como Moisés, frente a la tierra prometida”, escribe en La aventura de mi vida. La situación económica de Andersen fue, al parecer, responsable en gran medida de la demora del viaje ansiado por el escritor. En aquella época era más fácil conseguir ayuda financiera para recorrer Francia o Italia que la atrasada España. La solución de los problemas económicos consumió mucho tiempo y energía del escritor danés durante su permanencia en nuestro país. En su diario, durante su estancia en Granada en octubre de 1862, anota cómo siempre se había dicho que viajaría a España si ganaba la lotería y cómo había podido cumplir su sueño al saber por su editor que la nueva edición de sus Cuentos Ilustrados le iba a reportar unos buenos ingresos. “Fue como si el cielo me hubiese llovido la beca para España”, escribió. POR FIN EN ESPAÑA El 4 de septiembre de 1862 Hans Christian Andersen atravesó la frontera franco-española por la Junquera. A sus cincuenta y ocho años, era uno de los escritores más populares de Europa. Dieciocho años antes sus obras completas se habían traducido a los principales idiomas. Entre 1844 y 1847 recorrió Francia, Alemania, Italia e Inglaterra recibiendo alabanzas, homenajes y condecoraciones de príncipes, aristócratas y artistas. En Londres comenzó su amistad con Charles Dickens, que duraría toda la vida. “Haga usted lo que haga, no deje nunca de escribir –le recomendó Dickens en una carta–, porque no podemos permitirnos el lujo de perdernos uno solo de sus pensamientos; son demasiado puros y bellos como para dejarlos encerrados dentro de su cabeza”. Cuando pisó el territorio español, acompañado por Jonas, el hijo de su amigo Edward Collin, el éxito y la edad habían acentuado las neurosis de Andersen. Se decía de él que viajaba con una cuerda en el equipaje para escapar de un posible incendio y que tenía tanto miedo a ser enterrado vivo que siempre dejaba una nota sobre la mesita de noche en la que decía: “Sólo estoy aparentemente muerto”. Tenía muchos admiradores, pero ningún amigo íntimo. Se había vuelto tan vanidoso que irritaba a sus interlocutores pavoneándose de los honores que le habían concedido en todo el mundo. En su SGE / 121 Viaje por España, Andersen expresa su decepción por la fría acogida de los notables españoles, pero pasa por encima del escaso interés despertado por su persona, del atraso y las incomodidades del país para manifestar la admiración que le producen las gentes sencillas que encuentra en los caminos, los pueblos y las ciudades. España, su idealizada España, se le aparece en Cataluña como una caja de sorpresas. De su primera comida española escribe: “La mesa rebosaba manjares, fuentes de carne de todas clases, pescado cocido y pescado frito. ¡Excelente mesa de almuerzo en una España de la que se decía que no había comida que pudiera tragarse!”. En Barcelona, en la Fonda de Oriente de la Rambla de los Capuchinos, le aguardaba una cena “excelente”. A un viajero empedernido como él, la ciudad le deslumbra, le impresionan los grandes y lujosos cafés con todas las mesas ocupadas, que “parecían jactarse de su esplendor”. Más adelante añade: “En ningún otro país he visto cafés tan suntuosos como en España; el propio París se queda atrás en cuanto a lujo y buen gusto”. En Barcelona tuvo su primer encuentro con la España tópica al asistir a un espectáculo taurino, una novillada. Nada de lo que ocurrió en el ruedo le causó una gran impresión –“ni un solo caballo murió; tan solo la sangre de dos toros había sido derramada”– pero sí el colorido y el vocerío del público pues había sido testigo de “cómo el regocijo popular se convertía en un frenesí”. Semanas más tarde asistió a un corrida en Málaga de doce toros, una carnicería que él abandonó en el sexto, después de ver cómo diez caballos habían sido despanzurrados en la arena. “Semejante espectáculo era ya casi imposible de aguantar; el sudor me corría por la punta de los dedos. ¡Es una diversión popular sangrienta y cruel! –concluye–. En esto coincidían muchos españoles. Aseguraban que no perviviría muchos años y que recientemente se había dirigido una petición a las Cortes solicitando su abolición. De Barcelona, Andersen salió en barco para Valencia. Bajo un sol justiciero y un calor insoportable, recorrió sus calles llenas de tipismo “sin descubrir nada nuevo ni extraordinario”, salvo el recuerdo de El Cid, uno de los notables personajes españoles que, desde niño, poblaban su fantasía. Le llamaron más la atención los puestos de caracolillos que halló en la puerta de la Lonja que el propio edificio, cuya arquitectura le parece, simplemente, “extraña”. Al tercer día de estancia en Valencia, el escritor y su acompañante partieron en diligencia para Játiva y Almansa, donde subieron al tren en dirección a Alicante, ciudad que describe desapasionadamente. En el puerto alicantino había barcos daneses atracados y se encontraron con compatriotas por las calles. En el momento de partir hacia Málaga los viajeros se plantearon la disyuntiva de hacer el viaje por tierra o por mar. 122 / SGE El viaje en barco les obligaría a renunciar a Murcia, “la cual nos habían descrito como una ciudad de lo más interesante, donde encontraríamos vestigios árabes, veríamos gitanos y también los atuendos más pintorescos de España”. Finalmente, hicieron el viaje por tierra, “aunque había que admitir que las historias más terribles sobre atracos y desvalijos estaban asociados con esa ruta”. En Peñón de Gibraltar. Murcia, bajo los últimos calores del estío, Andersen se impresiona ante su magnífica catedral y presencia, por primera y única vez en el viaje, una procesión, que era, más propiamente, un entierro. En diligencia, los viajeros salieron al día siguiente hacia Cartagena para coger el barco hacia Málaga: “Jamás vi un paisaje tan asolado y agreste como aquel”, cuenta el escritor. Allí subieron al Non plus ultra, “una auténtica basura de embarcación española”. LA IMAGEN DE ANDALUCÍA La llegada del escritor a Málaga cambió el humor del escritor. “En ninguna otra ciudad española he llegado a sentirme tan dichoso y tan a gusto como en Málaga. Un propio modo de vivir, la naturaleza, el mar abierto, todo cuanto para mí es vital e imprescindible lo hallé aquí; y algo todavía más importante: gente amable”. Y en su diario anota “¡Aquí quiero que me entierren en caso de que muera en España!”, exclamé; pero el cónsul contestó acertadamente: “escriba antes sobre este hermoso país, no deseo yo ser el que le entierre aquí”. La ambigua sexualidad de Andersen se remueve en la capital malagueña: “Bueno, la Inquisición ya fue abolida en España. Mucho aquí ha sido abolido, y más que lo será; pero no los ojos de los andaluces… eso sería pecado mortal. Sería como apagar los luceros que en España brillan en el cielo y entre las pestañas de delicados párpados, no solamente a través del encaje de una mantilla negra, sino también en el niño mendigo y en la hermosa gitana que vimos vendiendo castañas. ¡Quién fuese dueño de su retrato! Ser dueño de ella sería pedir demasiado”. Málaga figuraba en el itinerario de los dos viajeros como el punto de partida hacia Granada, la ciudad que respondía mejor que cualquier otra a la imagen tópica de la España exótica que se había forjado en su imaginación. Les recibió SGE / 123 Granada. Vista de la Alhambra. una Granada engalanada para la visita de la reina Isabel II, y a esa ciudad dedicó Hans Christian Andersen más páginas que a cualquier otra en su libro Viaje por España. Pero las tres semanas que Andersen pasó en la capital granadina le dejaron un recuerdo agridulce, tal vez porque se sintió enfermo unos días, tal vez porque surgieron diferencias con su acompañante Jonas Collin, insinuadas en el relato de su viaje.”Tres semanas duraría nuestra estancia en Granada –escribe–, veintiún días de sol y de buena vida. Deseaba disfrutar de ellos, apreciar este regalo de Dios; y, sin embargo, mis recuerdos de Granada encierran más amargura que dulzor”. Más adelante, en su relato confiesa: “Granada, al igual que Roma, ha sido para mí una de las ciudades más interesantes del mundo; un lugar donde creí poder echar raíces y, sin embargo, en ambas ciudades me sumí en un estado de ánimo de esos que los afortunados menos sensibles llamarían morboso”. El viaje continuó por Gibraltar y por Tánger, cuyo exotismo deslumbró tanto al escritor danés que, de vuelta a la Península, apenas encuentra algo destacable en Cádiz: “Me sorprendió por su extraordinaria limpieza, sus pintorescos edificios blancos y sus muchas astas de bandera –escribió–; por lo demás, nada digno de mención ofrecía al forastero”. Todo lo que es indiferencia en Cádiz se convierte en entusiasmo cuando Hans Christian Andersen llega a Sevilla. Isleño él, exclama: “Aquí no falta más que el mar; si lo hubiese, Sevilla sería perfecta; la reina de las ciudades”. Al parecer, Sevilla responde a la perfección a la imagen de que España se ha forjado en su 124 / SGE mente. Encuentra en ella el embrujo de las ciudades moras, se imagina al descubridor del álgebra, Al Geber, leyendo las estrellas subido a la Giralda, se encuentra en sus calles el fantasma de Don Juan Tenorio, disfruta de los cuadros de su admirado Murillo y él, que es un célibe viejo, desgarbado y sin ningún atractivo físico, acusa las puñaladas de los ojos de las sevillanas: “Ojos negros y bellos despedían centellas de poesía entre la multitud; las niñas eran preciosas. En el norte decimos: ‘los niños no deben jugar con fuego’, pues las niñas andaluzas, bien que juegan con él”. Córdoba, perdido su antiguo esplendor, es para Andersen una “mala ciudad de provincia”, triste, de la que sólo elogia la mezquita-catedral. “La ciudad parecía sin vida, abandonada –escribe Andersen–. Tan sólo una dama, devocionario en mano, pasó por las angostas calles, camino de la vetusta catedral, gloria y maravilla única de Córdoba”. El escritor invirtió luego veintitrés horas para ir de la capital cordobesa a Santa Cruz de Mudela en una diligencia “tirada por diez mulas que, sin consideración a lo accidentado del camino, corren a velocidad de ‘vértigo”. Hasta Santa Cruz llegaba entonces la vía férrea que iba a unir Madrid con Andalucía, y en aquella localidad manchega Andersen y su acompañante abordaron el tren que les llevó hasta Madrid. La capital de España les recibió con una buena nevada. El clima madrileño desconcertó a Andersen. “Soplaba un viento que yo mismo, que procedo de uno de los puntos cardinales del viento, del norte, encontré diabólico”. La ciudad de Madrid no le gustó a Andersen, “no tiene carácter de ciudad española, y mucho menos de capital de España”. “Madrid es para mí un camello derrumbado en el desierto –recuerda–; yo tomé asiento sobre una de sus gibas y oteé los alrededores, pero me sentía incómodamente sentado y el asiento salía muy caro”. Sólo se salvan el Museo del Prado, “merece la pena venir a Madrid sólo por eso”, y los espectáculos de ópera italiana a los que asiste; “pero habiendo señalado ésta y el museo, ya no hay nada más interesante o de mérito que contar”, escribe. Granada, a los pies de la Alhambra. SGE / 125 El frío madrileño que recibió a Hans Christian Andersen no era sólo físico. La presencia del escritor laureado y mimado por las coronas y la nobleza de media Europa, agasajado en París, Londres o Roma por los más grandes escritores del continente, pasó inadvertida en Madrid. Sus libros no habían sido traducidos al español y su nombre y su obra eran desconocidos por los escritores y el público madrileño. Después de varios intentos, logró ser recibido por el anciano Duque de Rivas y Juan Eugenio Hartzenbusch. Éste último, que hablaba alemán y tenía alguna referencia de Andersen, aunque no había leído ninguna de sus obras, le regaló sus Cuentos y fábulas en dos pequeños tomos dedicados que se conservan en la Biblioteca Real de Dinamarca. Pero ni Rivas ni Hartzenbusch asistieron a la cena homenaje organizada por el embajador de Suecia en una fonda y a la que asistieron algunos periodistas que no escribieron ni una línea sobre la estancia del afamado escritor danés. La vanidad de Andersen sufrió un duro golpe en el país de sus sueños, donde “nadie me conoce ni desea hacerlo”, escribió decepcionado en su diario. Un viaje relámpago a Toledo, “lugar que de extraño modo despertó nuestra simpaBurgos. tía”, marca el punto de retorno del Viaje a España. A finales de diciembre de 1862, en medio de una intensa ola de frío que cubría de nieve la meseta y amenazaba con bloquear los caminos y la vía férrea, Andersen y su acompañante partieron de Madrid hacia la frontera francesa. A su paso por Burgos, los viajeros entraron en la catedral, pero la nieve y el frío les impidieron visitar la tumba de El Cid, uno de los héroes españoles del escritor danés. “¿Era esto estar en España? pensé. ¿Era esto estar en una país caliente?”, escribió de su cruce por la cordillera cantábrica. “El paisaje estaba envuelto en silencio, tan abandonado y tan frío como si, en lugar de ir por el camino de España 126 / SGE a Francia, estuviésemos atravesando el paso de las montañas entre Noruega y Suecia” –cuenta más adelante. La costa del País Vasco, con el clima ya más templando, le reserva una sorpresa: San Sebastián. “Nadie nos había mencionado esta ciudad de modo especial, ni se nos había dicho que mereciese la pena de una visita larga, la cual sin duda merece –escribe–. Es una ciudad genuinamente española, con un paisaje maravilloso”. El 23 de diciembre, en el momento de cruzar el puente de Behobia, Hans Christian Andersen se mostraba contento y satisfecho, “de tan buen humor como al volver de una fiesta en la que me había sentido feliz y me lo había pasado estupendamente”. Había cumplido su sueño: “El mapa nos muestra a España como la cabeza de doña Europa; yo vi su preciosa cara y no la olvidaré nunca”, escribió meses más tarde. Pero lo cierto es que, su pasión por nuestro país se enfrío súbitamente después de conocerlo. Tras su libro Viaje por España, la misteriosa y poética España, caudalosa fuente de su inspiración, apenas aparece mencionada en sus últimas obras. ● Burgos. SGE / 127 ■ ■ VIAJEROS ESPAÑOLES La “Peregrinación del Mundo”, de Pedro Cubero TEXTO: CRISTINA PANIZO PIFARRÉ n el siglo XVII el sacerdote aragonés Pedro Cubero, movido por una inquebrantable fe en el catolicismo de la Contrarreforma, recorre en soledad tierras exóticas y lejanas, como Europa Oriental, el Imperio de Moscovia y Persia, el reino de Cambaya, llegando incluso a la India, Malaca, Filipinas y Nueva España. 128 / SGE Portada de la primera edición. Curioso, conversador, tenaz, valiente y profundamente católico. Así era Pedro Cubero Sebastián, sacerdote de origen aragonés con el suficiente arrojo para peregrinar en soledad por un mundo no exento de peligros y con la suficiente fe para predicar su religión católica en lugares donde un hecho así podría haber llegado a costarle la vida. De hecho, a punto estuvo en alguna ocasión, y ello hubiera impedido que llegara a escribir Peregrinación del Mundo, un curioso libro de viajes que ofrece una meticulosa descripción del prolongadísimo itinerario que el sacerdote realizó entre los años 1670 y 1679. Hungría, “las tierras del Gran Turco”, el ducado de Silesia, Polonia, Lituania, el Imperio de Moscovia, Persia, Cambaya, La India, Malaca, Filipinas y Nueva España fueron sus destinos. Su objetivo, el mismo que el de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, de la que era predicador apostólico: llevar los sacramentos católicos a todos los rincones del mundo. Política, religión, cultura, historia, tradiciones, leyendas, gastronomía, arquitectura, biología, botánica, navegación… todas estas materias y otras muchas se dan cita en la “Peregrinación del Mundo”, una obra curiosa para su tiempo, que describe el mundo desde la particular y concretísima visión de Pedro Cubero, una persona sin duda viajada y culta para el siglo XVII en que vivió, pero también demasiado cerrada en los límites de su propia cultura y religión como para intentar comprender algunas formas de vida ciertamente alejadas de sus propias costumbres. ANECDOTARIO DE UN PREDICADOR Entre las anécdotas que recoge la obra, destaca la que sitúa al predicador en Persia, durante su estancia en la ciudad de Casmin, donde se encontraba el sultán o gran Soffi. Éste obsequió al sacerdote con un “vestido riquísimo hecho a lo persiano” que hubo de ponerse para pasear por toda la ciudad “con gran acompañamiento”. “Todos me saludaban en altas voces, diciéndome en su lengua una salutación que acostumbraban decir, que en lengua Persia es ‘zalá melé’, que es lo mismo que decir ‘Dios te guarde’, y el intérprete me decía que había de responder: ‘Aliquezalam’, que es lo mismo que decir: ‘Así os guarde a vosotros’, y en mi corazón decía: sacándoos de las tinieblas y oscuridad en que estáis. En fin, ellos me pasearon por toda la ciudad, que ellos decían se me hacía grande honra y yo no sé cómo no me caí muerto de pesadumbre y vergüenza”. El vestido en cuestión no era cualquier cosa, y menos para un predicador acostumbrado a llevar ropajes mucho menos… llamativos. A saber: ropón largo hasta los pies, mangas anchas hasta el codo y estrechas hasta la muñeca con diez botones de oro cada una, la tela de color púrpura, cuajada de flores entretejidas de oro, capa escarlata, turbante… SGE / 129 Aunque las anécdotas son muchas y variadas, nuestro predicador no sólo vivió momentos históricos transcendentales, sino que en algunos casos llegó a ser coprotagonista de los acontecimientos. Al inicio de su peregrinación, apenas en el tercer capítulo del libro, el rey de Polonia le entregó una carta “de mucha imporPersépolis. tancia para la cristiandad” para que se la hiciera llegar al rey de los medos y persas, Schac Solimán. Transcurridos muchos caminos y algún tiempo, ya a mitad de su largo viaje, Pedro Cubero pudo por fin entregar la misiva al gran Soffi de Persia. Su lectura motivó que éste moviera “sus Trozos y Tropas contra Babilonia”, es decir, contra el Imperio Otomano, pues el rey de Polonia urgía al sultán a la venganza en el texto de su carta. Viajar de la mano de este predicador español supone a la vez un repaso a la situación de aquellos lugares que visitó, a pesar de sus continuas disculpas por ceñirse a relatar casi única y exclusivamente las cosas que vio con sus propios ojos. EL ‘GRAN TURCO’, POLONIA Y LA BATALLA DE CAUILENS Pedro Cubero inició su “Peregrinación del Mundo” en el reino de Hungría, desde donde se introdujo en tierras del Imperio Otomano navegando por las aguas del Danubio. Los otomanos habían experimentado una notable expansión durante el siglo XVI. Basta ver un mapa de la época para advertir que dominaban gran parte de las costas de los mares Mediterráneo, Rojo y Caspio, pero lo que realmente preocupó a las potencias europeas fue su presencia a las mismas puertas de Viena. Al paso del peregrino español, en los años setenta del siglo XVII, todavía no se había roto el cerco a Viena, lo que sucedió poco después, en 1683, gracias a la llegada de Juan III Sobiesky, rey de Polonia. Al autor le cuesta reprimir su antipatía hacia un imperio que venía siendo acérrimo enemigo de España en su pugna por el Mediterráneo. Sin olvidar este detalle, Cubero Sebastián describe Constantinopla como una hermosa ciudad, y asegura, además, que aunque la vista desde lejos es la de la ciudad más bella que ha visto, por dentro “antes es asquerosa y bruta y las fábricas, bien miradas, de los edificios, son de materia baja”. Alaba, sin embargo, la mezquita principal, al tiempo que revela las costumbres religiosas de los turcos, que guardan el viernes como día festivo “como lo dispuso su maldito Mahoma en el 130 / SGE Alcorán” y tienen que entrar en el templo sin zapatos. Explica cómo toda mezquita tiene una fuente a la entrada, donde los musulmanes se purifican antes de entrar y cómo por reírse una vez al contemplar la purificación casi le costó que le “rompieran la cabeza”. Antes de llegar a Polonia, habrá de superar la primera de las varias convalecencias de su peregrinación. En el ducado de Silesia, el padre rector del Colegio Imperial, regentado por la Compañía de Jesús, le acogió durante diecinueve días de enfermedad. Y lo que es más indicativo, además de una constante a lo largo de su vuelta al mundo, es que una vez recuperado, el mencionado rector y el obispo del lugar proveyeron al sacerdote de un carro y de los víveres y pertrechos necesarios para continuar su peregrinación. Entre los episodios históricos a los que Pedro Cubero asistió durante su peregrinaje, destaca lo ocurrido durante su visita a Varsovia, corte del “serenísimo” rey de Polonia. Allí descubrió que el monarca había muerto pocos días antes de su llegada. Por ello, se estaban iniciando los trámites para elegir rey, “que este reino se da por elección”. El Soldados turcos. sacerdote aragonés tuvo la oportunidad de asistir a las ceremonias de la elección que determinaron la coronación del conde Subieschi, general del ejército polaco, como Juan III. Este personaje había conseguido la aclamada victoria de Cauilens contra los turcos, alcanzando un éxito resonante en toda Europa al lograr salvar a Viena del asedio Otomano. Aunque el sacerdote no es muy dado a las digresiones ajenas a su peregrinación, las connotaciones forzosamente positivas que supone una victoria contra los otomanos en territorio europeo y católico, permiten que Cubero se dé la licencia, en esta ocasión, de relatar escrupulosamente la batalla de Cauilens. MOSCOVIA, TRAVESÍA DESCONOCIDA Tras atravesar el ducado de Lituania en eslita, un pequeño carro sin ruedas “que deslizando sobre la nieve va caminando como trillos de nuestra España” y cargado de cartas y recomendaciones, “porque es la cosa más dificultosa entrar SGE / 131 en aquel reino”, Cubero llegó a Moscovia. Un enorme frío le dio la bienvenida. Tuvo que soportar ciertas penurias en su viaje hacia Eslomensko, Mosayco y Moscova, pues, además del frío, las casas eran pequeños infiernos de calor “y es milagro de Dios el escapar con vida, por los grandísimos cambios de temperatura”. Asegura también que en ellas conviven animales y personas, y que éstas últimas se visten con pellejos que no están bien curados, por lo que el olor es insoportable. En la ciudad de Moscova, Cubero tuvo audiencia con el Zar, que, muy al contrario que su pueblo, recibió al sacerdote en un trono suntuosísimo, con ropajes de perlas y una cruz de diamantes en la corona. Y por fin apareció la oportunidad de cumplir con el objeto de su viaje: en su entrevista con el Zar, le explicó que era un padre español enviado por Su Santidad para la propagación de la verdadera religión de Cristo Nuestro Redentor y para asistir a los católicos extranjeros que allí se encontrasen. Concedido el privilegio, Pedro Cubero Sebastián dijo misa y administró los Santos Sacramentos durante tres meses y medio en el burgo de Cucuy. Para su gran regocijo, confesó a más de setecientos católicos e incluso hizo “confesiones de más de treinta años”. En este intervalo tuvo tiempo de conocer bien la ciudad de Moscova, que describe destartalada y con casas movibles Camino hacia Moscú. Tonganrog. construidas en madera, y de asistir a algunas de sus celebraciones tradicionales como la bendición del río Moscova el día de la Epifanía de los Reyes o la particular ceremonia de entierro de los nobles moscovitas, cuyos cuerpos se acompañaban con una carta dirigida a San Pedro remitida por el confesor del muerto. El itinerario que siguió Cubero para atravesar Moscovia era en aquellos momentos muy poco conocido. Por eso puso especial interés en catalogar todos los lugares, villas, montes, ríos, islas, riberas y demás datos geográficos que pudo ver a lo largo de su prolongada travesía por el Volga. Cuatro largas páginas de enumeración justificadas porque “cuantos mapas he visto de este río lo ponen despoblado, así me parece que los estudiosos me lo agradecerán”. En Astracán, donde el Volga alcanza el mar Caspio, se despidió de Moscovia. 132 / SGE SIGUIENTE PARADA, PERSIA Navegó por el mar Caspio hasta las playas de Darbant, donde vio Persia por primera vez. Al igual que en otras muchas ocasiones, tuvo que esperar la licencia de entrada, que, también de nuevo, llegó acompañada de camellos, caballos y otros presentes. Darbant, Chamake, Ardibil, Casmin… el viaje entre estas ciudades fue una continua enseñanza para el sacerdote, que conoció los prodigiosos carneros de Armenia y Persia (a los que sacaban la manteca de su enorme cola y sin más la volvían a coser), las maravillas de un extraño animal como el camello (que no bebía en tres o cuatro días e incluso se echaba para dejarse cargar), o la enorme cantidad de aljibes y fuentes del país (cada una o dos leguas). Y es que esta “Peregrinación del Mundo” también es, en cierto modo, una guía práctica de viajes en la que además de señalar lo más destacado de cada lugar, ofrece útiles consejos al viajero. En la ciudad de Casmin se entrevistó con el gran Soffi persa para pedirle “que no derogase los privilegios antiguos que sus ínclitos antecesores habían concedido a los padres misionarios apostólicos de la Persia”, obteniendo una respuesta favorable. Gracias a este encuentro el sultán también retiró los tributos sobre las acequias que pasaban por los conventos y ordenó que no se molestara a Vista de Smolensko. Rusia. los padres europeos. La alegría por la respuesta del sultán se ensombreció más adelante, en la ciudad de Ispaham, sede de la corte persa. “Cuando las lágrimas se me vinieron fue cuando vi veinte y cuatro piezas de artillería a la entrada de palacio, puestas en sus cuñeras, donde estaban las armas de nuestro católico monarca Felipe Segundo (que goza de Dios), que trajeron de la pérdida y ruina de la tan desgraciada Ormuz”. A juzgar por el relato de Cubero, Ispaham debió ser una bella ciudad (edificios altos e iguales y hechos “con arquitectura y orden”, “jardines libres del rey” para todos), al igual que Laar, ciudad de buenos edificios, rodeada de palmares y salpicada de rosas, azahares y torreoncillos donde subían a tomar el fresco. Syras, antigua Persépolis, no le causó la misma impresión, sino pobre y arruinada, “que así pasan las glorias y riquezas de este mundo: que en aquellos tiempos la envidiaban los reyes y hoy es ludibrio”. Lo que sí llamó su atención fue el ambiente de la ciudad, su lonja de la seda, sus callejuelas, tiendas de verduras, títeres y charlatanes… SGE / 133 En el fondo, el sacerdote juzgó a los musulmanes de Persia con más benevolencia que a los turcos… y es que, aunque infieles, compartían con los primeros a un eterno enemigo común, el “gran Turco”, el imperio otomano. Así, Cubero escribió que el sultán no era “muy observante del Alcorán, pues el vino lo bebía muy bien y no miraba con muy malos ojos a los cristianos. En ninguna parte del Oriente son los europeos más estimados que en la Persia; turcos y persas, capitales enemigos, porque unos a otros se tienen por herejes de la secta mahometana; a los herejes ingleses y holandeses los tienen por malos cristianos, hasta los mismos mahometanos, porque dicen que pues tienen a Cristo por su Redentor ¿por qué no veneran la Cruz donde murió?”. Pero es que el tema va más allá. En Bandar Abasi, casi al final de su peregrinaje por Persia, Cubero llevaba orden de fundar una iglesia, pero se lo impidió la acérrima oposición del cónsul inglés, que no duda en calificar de “perro”. Le consoló el hecho de poder celebrar misa, confesar y bautizar a los fieles de Bandarcongo, último punto de su recorrido por Persia. INDIAS ORIENTALES, COMPLICACIONES RELIGIOSAS En Bandarcongo Cubero embarcó con la Armada portuguesa, con la que llegó a vivir un episodio bélico contra los árabes del que salieron victoriosos, aunque costó la vida a cerca de cuarenta cristianos. Su siguiente destino fue el célebre puerto de Diú, situado en el reino de Cambaya y centro estratégico de la artillería portuguesa, donde se embarcó hacia Goa, que había sido conquistada por esta última en 1510. Importante puerto comercial y estratégico a finales del siglo XVI y durante gran parte del XVII, Cubero se lamenta de que “Goa no está en la prosperidad que estaba antiguamente. Venían naos de todo el mundo, más esto ya se acabó porque los pérfidos herejes holandeses, ingleses, suecos y dinamarqueses se han levantado con todo”. Goa estaba en la zona occidental de las Indias Orientales, denominación con que se conocían los territorios comprendidos entre Persia y China, incluida Insulindia. La situación reinante en la zona al paso de nuestro predicador era el reflejo de las relaciones de las potencias europeas que controlaban las llamadas Indias Orientales: las católicas Portugal y España y las protestantes Inglaterra, Holanda y Dinamarca. La pugna por el control de las lucrativas rutas comerciales asociadas a la seda y las especias, tenía, por supuesto, mucho que ver en todo esto. Además, los constantes enfrentamientos con las naciones ocupadas hacían más inestable aún la situación. El odio que católicos y protestantes se profesaban mutuamente se hacía en estas tierras lejanas más patente que nunca, y es que las guerras de religiones que reconfiguraron Europa en los siglos XVI y XVII todavía estaban a flor de piel. Pedro Cu134 / SGE bero vivió el peor momento de su largo viaje en el reino de Malaca, que estaba en posesión de los holandeses desde 1641. Consiguió la licencia para entrar, pero ni que decir tiene que no tenía permiso para ejercer su misión apostólica, por lo que “clandestinó del gobernador para asistir a los católicos, que eran muchos y en cantidad en Malaca”. El sacerdote, emborrachado de sus ideas evangelizadoras, comenzó a arriesgarse demasiado, construyendo una pequeña iglesia en un lugar retirado, organizando misas, confesiones, e incluso una alocada expedición para rescatar una imagen de Nuestra Señora del Rosario de que la quemasen los holandeses. Como era de esperar, Cubero fue capturado dando misa. Para su asombro, pues “no entendía haber salido con vida de aquello”, tras someterlo a un consejo y cuatro meses de prisión, lo desterraron embarcándolo en un barco a Filipinas. Refugiado en ese oasis católico de las Indias Orientales, el sacerdote se presentó al gobernador de Filipinas como vasallo de Carlos II “que Dios guarde”. Cubero permaneció en la isla de Marivélez durante un año, disfrutando del “ejercicio de las Misiones” y esperando poder marchar hacia Nueva España, donde desembarcó en el puerto de Acapulco. Una vez más, esperó cuatro meses la orden del arzobispo (y virrey) que le permitiría desplazarse a la costa oriental de Nueva España, tiempo durante el que tuvo que “asistir a la cristiandad” a causa de la muerte del vicario de la ciudad. Acompañada de quinientos pesos para el pasaje, la carta del virrey le hizo dirigirse a Veracruz, en la otra costa de Nueva España, donde embarcaría hacia la península Ibérica. Cruzó Méjico de costa a costa, atravesando Tisla, Chilapa, Trisco, Puebla de los Ángeles y el Mal País y, aun- Shiraz. Persia. que se detuvo a hablar de los aguaceros vespertinos, los enormes mosquitos, las iglesias, conventos, misiones y los gigantescos campos de trigo que surtían a todo el virreinato, no describió con detalle el viaje de Acapulco a Vera Cruz “por ser tan trillado de los españoles”, pues era su deseo detenerse “en las cosas más extrañas y peregrinas”. A primeros de julio de 1679, Pedro Cubero Sebastián partió hacia España en la misma dirección que guió todo su viaje, de occidente a oriente, en el galeón Santísima Trinidad, habiendo dado la vuelta, en sus propias palabras, “a toda la redondez del mundo”. ● SGE / 135 ■ ■ LOS SOCIOS COLABORAN Asia Mediterránea E TEXTO: NENUCA CONEJO FOTOS: LOLA ESCUDERO l tercer viaje cultural de la Sociedad Geográfica Española y la Fundación Arqueológica Clos ha tenido este año como destino Siria y Líbano. Una de las viajeras, Nenuca Conejo, nos relata la experiencia. Monasterio de Santa Tecla. Desfiladero de Santa Tecla. DIARIO DE UN VIAJE A Siria y Líbano 19 DE OCTUBRE – La partida – Partimos rumbo a Siria y Líbano. Somos un grupo de miembros de la Sociedad Geográfica Española a los que nos une sobre todo el interés por la geografía, por la arqueología y la historia de esta parte del mundo. Salimos de Madrid, con unas expectativas climatológicas inmejorables, según todos los pronósticos: calor agradable por el día, sin ser asfixiante, y fresco por las noches, sin ser congelante. Definitivamente, este es el mejor momento para la zona y así lo confirmamos a lo largo del viaje. Al margen de un par de aguaceros tormentosos, propios de la época en el Mediterráneo, la opción no pudo ser más acertada. El itinerario no es fácil de describir en pocas palabras: Damasco, Alepo, Ugarit, Mari, Palmira, Biblos, Tiro, Sidón, Beirut… se necesitaría por lo menos un libro completo para contar lo visto, lo aprendido y, sobre todo, lo disfrutado, en cada una de las visitas. ¿Cómo hacer compatible mentalmente Damasco, ciudad de la que se dice ser la más antigua del mundo como espacio ininterrumpidamente habitado, con Palmira, de época romana y en medio del desierto, en un oasis cruce de caravanas Beduinas? ¿O con Ugarit, donde aparece el primer alfabeto cuneiforme en miles de tablillas con las que se han podido documentar todos los aspectos sociales, políticos, religiosos y civiles que datan de antes del segundo milenio a.C.? ¿O con Beirut y su guerra civil de finales de siglo pasado? ¿Y con un largo etcétera de lugares que recorrimos exhaustivamente? ¿Es posible comprender todo lo que ha pasado en Siria, Líbano y en toda esta zona del mundo desde el noveno milenio a.C. hasta hoy en un viaje de catorce días, sin volverse loco? Afortunadamente, a los que formamos la S.G.E. nos mueve un interés común por conocer, por vivir experiencias, por compartir visiones distintas de la vida y entender a los otros. No cabe duda de que ese talante ayudó muchísimo a digerir lo visto, pero nos ayudaron mucho las conferencias impartidas durante el viaje por el especialista que nos acompañaba, Manel Forcano, que aportaron una gran dosis de sistematización, de información, de conocimiento y sobre todo de ilusión por ver in situ lo que se nos anunciaba la noche anterior con un derroche de conocimientos sobre los temas. SGE / 137 20 DE OCTUBRE – Damasco – Para entrar en ambiente, comenzamos con dos días en Damasco, ciudad bulliciosa, ruidosa, caótica, bastante desconchada, pero maravillosa, con su viejo bazar, su caranvanserai, antiguo hospedaje de caravanas y “aparcamiento” de camellos, la gran mezquita omeya, de visita indispensable, con sus alfombras, su cabeza de San Juan Bautista, sus fuentes de agua para lavarse antes de orar. En la llamada Vía Recta se cayó San Pablo del caballo; en su Museo Arqueológico se guarda gran parte del legado del mundo mesopotámico, aquello que no se halla en el Louvre o en el Museo Británico; en sus calles se pueden ver todo tipo de personas, incluidas mujeres vestidas de negro al más puro estilo árabe y jovencitas con pantalones ajustados por debajo de la cintura y con la tripa al aire al modo occidental. Caminando por las calles de Damasco empiezas a darte cuenta de que Siria es algo más que Islam a pesar de los estereotipos que nos llegan de esa zona. Allí conviven el barrio cristiano con el armenio, el musulmán o incluso el laico, como es por ejemplo la zona más moderna de hoteles y grandes edificios. Las creencias se funden en Damasco, donde musulmanes sunitas, conviven con chiítas, drusos o ismaelitas además de con un sin fin de congregaciones cristianas. Llegamos a Damasco en pleno Ramadán, algo que se notaba en unos barrios sí y en otros no. A las cuatro menos cuarto de la tarde, ya anocheciendo, había una actividad frenética en los barrios musulmanes para cerrar los comercios y salir a toda prisa a comer y beber. A la cuatro en punto, se quedaban desiertos. El Ramadán influyó bastante en el viaje, ya que nos obligaba a madrugar más de lo deseable para poder ver todo aquello que a la caída del sol se ceMezquita de Damasco. rraba. En esta época del año, y debido a que mantienen un horario igual al europeo en esos días, el sol cae muy temprano, lo que sin duda les beneficia. Me pregunto cómo se las apañan para no comer ni beber cuando el Ramadán cae en verano, con temperaturas de hasta cincuenta grados en algunas zonas y con un día solar infinitamente más largo. La primera noche en Damasco pudimos ya disfrutar de una muestra de lo que iba a ser la comida durante todo el viaje, tanto en Siria como en Líbano: comida mediterránea con todas sus consecuencias, sopas de lentejas, purés de garbanzos, de 138 / SGE habas, de berenjenas, pistos de berenjenas, con y sin granadas, pimientos y calabacines de diferentes formas y distintas salsas, ensaladas de hojas verdes con pan tostado, de trigo con perejil, tomate y menta, arroces con pescado, arroces condimentados con salsas diversas, pastas, patatas asadas, judías verdes, pollo de todas las maneras posibles, corderos en caldereta y en kebab, empanadas rellenas de verduras o carne, croquetas vegetales (falafel), encurtidos, aceitunas, todo ello condimentado con ajos, cebollas, comino, canela, perejil, cilantro, zumo de limón, tahina (crema de sésamo), nuez moscada, menta fresca, pimienta negra… Todo de excelente calidad. Prácticamente en todas partes se ofrece una enorme variedad de estos platos, a modo de entradas, y luego un segundo plato de carne, que suele ser pollo o cordero, o en menor medida, pescado. En otras ocasiones se presenta la misma oferta pero en forma de “buffet”. 21 DE OCTUBRE – El Crac de los Caballeros – Camino del Crac de los Caballeros, fortaleza medieval de los cruzados, situada sobre una colina dominando el paso de Homs que comunica el Mediterráneo con la Siria Central, nos acercamos a Maalula, un pueblo de casas apiñadas entre unos escarpados macizos calizos en el que nunca se perdió la lengua aramea. En el monasterio de San Sergio y San Baco una niña nos rezó el Padre Nuestro en arameo, tal y como lo rezaría el propio Jesús. Santa Tecla, princesa seleúcida convertida al Cristianismo y perseguida por ello, tiene en este pueblo un convento en lo alto de un estrecho desfiladero, abierto según la leyenda para permitirle un paso en su huida. Ya en el Crac de los Caballeros, la lluvia torrencial nos jugó una mala pasada pero eso no nos impidió visitar la mayor fortaleza cruzada del mundo, que llegó a albergar hasta cuatro mil soldados, ni dejar de ver las habitaciones de Ricardo Corazón de León. El Crac de los Caballeros. SGE / 139 Ugarit, que se remonta al octavo milenio a.C., fue nuestra siguiente visita. Este pequeño reino situado en la costa mediterránea fue un cruce de caminos entre Mesopotamia y el mundo fenicio y su relevancia estriba en el hallazgo de miles de tablillas que nos han permitido conocer el alfabeto más antiguo descubierto hasta la fecha, escrito en cuneiforme. Gracias al desciframiento de las tablillas se conoce todo lo relativo a los dioses que se supone dieron origen a las posteriores religiones, incluidas las actuales grandes confesiones monoteístas. De Ugarit se han obtenido también las primeras notaciones musicales conocidas, así como información precisa sobre todos los aspectos sociales y económicos de la época. La belleza del lugar, de aspecto típicamente mediterráneo, junto al innegable interés de la visita arqueológica, hizo de Ugarit una de las joyas indiscutibles de nuestro viaje. 23 DE OCTUBRE – Alepo – Camino de Alepo llegamos a Apamea, ciudad con nombre de princesa persa, esposa de Seleucos Nicator, que formó su imperio en el norte de Siria tras la muerte de Alejandro Magno. Los romanos reconstruyeron, tras un terremoto, lo que hoy son las impresionantes ruinas de la ciudad, que llegó a tener hasta 120.000 habitantes. La principal atracción de Apamea es el llamado “cardo maximus” de unos dos kilómetros de longitud y que constituye el eje norte-sur de la ciudad. Cerca de Apamea, pasamos por la ciudad de Hama donde pudimos visitar las famosas norias gigantes que alcanApamea. Avenida central. zan diámetros de hasta veinte metros, artilugios cuyo diseño se remonta a la época de Bizancio y que elevan el agua del Orontes para su aprovechamiento y canalización. Alepo, segunda ciudad de Siria, se nos aparece inundada de antenas parabólicas. Al igual que Damasco, es una mezcla de modernidad y antigüedad en perfecto equilibrio. Ante la imposibilidad de definir lo que es Alepo, basta evocar el aspecto impresionante de la Ciudadela de Saladino, que visitamos con detenimiento, sus mezquitas o su Museo Arqueológico entre otras maravillas. En Alepo, el grupo dio 140 / SGE rienda suelta a las esperadas compras en su bazar, de más de catorce kilómetros de pasillos llenos de alfombras, collares de plata y cuentas de colores, de corales, pañuelos de seda, famosos jabones, pasminas, etc. Especial mención merece nuestra visita a un famoso hammam o baño turco que generó reacciones diversas entre los componentes del grupo, pero que constituyó toda una experiencia. Antes de emprender camino hacia la frontera oriental de Siria, hicimos una pequeña parada en el monasterio de San Simeón el Estilita, santo que vivió subido a una columna durante ¡cuarenta dos y años! orando. En la columna nos retratamos todos juntos en reconocimiento de tal hazaña. Alepo. 24 DE OCTUBRE – El Eúfrates – ¡Mesopotamia!, ¡el Éufrates!, nombres míticos que parece que sólo existen en los libros de Historia Antigua o de Historia Sagrada. Allí estaban, esperando nuestra visita. No estábamos seguros de poder absorber más experiencias, sin saber aún todo lo que nos quedaba por ver. Al llegar a la frontera iraquí visitamos uno de los museos arqueológicos mejores del país (aunque pequeño), en Deir el Zor, ciudad asentada a las orillas del Éufrates al que nos asomábamos desde la habitación del Hotel, y que pudimos atravesar a través de un precioso puente que nos metió literalmente en Mesopotamia. Deir el Zor es el punto estratégico para Excavaciones de Mari, en el Eúfrates. visitar Mari (Tell Hariri), a diecisiete kilómetros de la frontera con Irak, ciudad-estado mesopotámica del tercer y segundo milenio a.C. donde se encontraron unas veinte mil tablillas, que al igual que las de Ugarit, constituyen uno de los más impresionantes hallazgos arqueológicos realizados, por los testimonios de primera mano que aportaron sobre la sociedad, la economía y la religión de las “ciudades del río”. Tuvimos la enorme suerte de compartir el último día de la campaña de excavación a cargo de la esposa del famoso excavador de Mari, Jean Claude Marguenon. SGE / 141 25 DE OCTUBRE – Palmira y Bosra – Nos quedaba todavía Palmira para seguir absorbiendo asombro, pero antes paramos en Doura Europos, una ciudad establecida a raíz de la división del Imperio de Alejandro Magno, por Seleuco Nicanor I y II, en el siglo III, a.C. aunque la mayoría de sus ruinas pertenecen a la época romana. Dos cosas llaman la atención poderosamente: su situación, colgada sobre el río Éufrates para su mejor control militar, y la historia sobre su sinagoga, que fue enterrada para protegerla del peligro del imperio sasánida en el 256. Fue hallada casi intacta en las excavaciones de principios del siglo XX y sus frescos fueron trasladados al Museo de Damasco. Llegamos a Palmira de noche y, aunque no se veía mucho, podíamos intuir lo que Teatro romano de Bosra. íbamos a encontrar allí. Es imposible describir Palmira, simplemente hay que ir. Ciudad helenística, una de las más importantes de todo el Oriente Medio, situada en un inmenso oasis en el corazón del desierto, cruce de caravanas beduinas… Tumbas-torre y tumbas-hipogeo riquísimas en sarcófagos y bajorrelieves, el Templo de Bel, el Teatro, el Campo de Diocleciano, el Arco de Triunfo y sobre todo el espíritu de la Reina Zenobia flotando en el ambiente mientras que los camellos y la población beduina pasean entre las impresionantes ruinas. ¿Qué más se podía pedir? Pues sí, había todavía más antes de proseguir hacia Líbano: Bosra, una ciudad al sur de Siria que en principio no estaba incluida en el viaje pero que a última hora fue incorporada al itinerario por invitación de la Sociedad Geográfica Bosra. Española. De Bosra, dado que no basta un libro para contarlo, cabe destacar que la ciudad es negra, debido a que está construida en basalto, fruto de un pasado volcánico. Lo más espectacular es su anfiteatro romano, que acoge a 18.000 personas y que está en un maravilloso estado de conservación. 142 / SGE 28 DE OCTUBRE – Líbano – Tras pasar nuevamente por Damasco, donde continuamos viendo maravillas y llenando maletas, nos encontramos casi sin darnos cuenta en el Líbano, donde, camino de Beirut vistamos el valle de la Bekaa y el conjunto arquitectónico de Baalbek, una de las joyas del país. Era el aperitivo para lo que nos quedaba por ver: Biblos, Tiro, Sidón y Beirut, que no era poco para día y medio. Baalbek. Líbano. De camino hacia el sur, hacia los territorios cercanos a Israel, y donde se percibe claramente la presencia de Hezbolá, un tremendo chaparrón nos impidió disfrutar plenamente de la visita la ciudad de Sidón, pero nos desquitamos con Tiro, ciudad fenicia por antonomasia, que según Herodoto, data del tercer milenio a.C. La ciudad ocupaba una isla situada a 600 mts de la costa, que se defendió de Alejandro Magno en un asedio de más de seis meses. Finalmente, el conquistador macedonio terminó rellenando la distancia entre la isla y la tierra firme para poder acceder a ella y arrasarla. Tiro ha sido la ciudad-estado que fundó las primeras colonias en el Mediterráneo, Cartago entre otras. De su mitología nace el Rapto de Europa por un toro, tema de innumerables representacioTienda beduina en el desierto de Siria. nes pictóricas del Renacimiento. Biblos, ciudad que da nombre a la Biblia y mayor importador de papiro de la antigüedad (Biblión, ciudad de las hojas), es irrepetible. Lo reúne todo, paisaje típicamente mediterráneo con una vegetación paradisíaca y situación en un lugar sobre la costa como para quedarse boquiabierto. Fue una ciudad extraordinariamente importante a nivel religioso. Aquí se veneraba a la Diosa del Amor y de la Guerra (Arat). De su amor por el Dios del río, surge el mito que se repetirá en culturas y religiones posteriores, Afrodita y Adonis así como el de Orfeo y Euridice. En Beirut, su museo fenicio, su enclave geográfico, la Corniche, su modernidad junto a los destrozos de una guerra civil desgarradora, dejan sin habla al visitante. ● SGE / 143 TPI (TELEFÓNICA PUBLICIDAD E INFORMACIÓN) T E L E F Ó N I C A P Á G I N A S Teléfonos y mapas que guían TPI-PÁGINAS AMARILLAS ofrece callejeros on-line e información telefónica nacional e internacional como ayuda al viajero. TEXTO: SERGIO SÁNCHEZ BENÍTEZ En el principio, junto con la palabra y la razón, fueron los mapas. La tendencia innata a la representación espacial es tan propia del ser humano que muchos pueblos, incluso preliteratos, son capaces de localizar puntos geográficos dibujando un rudimentario mapa sobre la arena o sobre una piel animal. El primer impulso ha sido siempre la representación del hábitat humano, lo que hoy llamaríamos cartografía urbana. De hecho, el primer mapa que las historias de la cartografía suelen considerar como tal, el del asentamiento neolítico de Catal Huyuk (Turquía), data del 6.000 antes de Cristo y se asemeja ya a nuestra forma de representar las calles y edificios sobre el plano. Hoy en día, en nuestras grandes ciudades, muchas cosas serían imposibles o muy arduas sin la ayuda de los mapas. Pero no siempre fue posible, o tan sumamente fácil, acceder a ellos. Y no sólo porque no existieran. Durante muchos años el mayor aliado y el mayor enemigo de la cartografía han sido los ejércitos. Gracias a los servicios geográficos militares, los mapas se hicieron más exactos, aunque también se limitó su difusión para evitar que las naciones potencialmente enemigas pudieran aprovecharse de sus ventajas. No hay que retroceder mucho en la historia para encontrar ejemplos: hasta hace pocos años, hasta la caída del Muro de Berlín, era casi imposible para el turista de a pie conseguir planos completos de las ciudades de la Unión Soviética o de otros países de la Europa del Este. 144 / SGE Conviene precisar que la exactitud no fue considerada siempre un mérito en materia cartográfica. El historiador Richard Kagan ha distinguido entre las representaciones de la ciudad como urbs (ciudad física) y como civitas (comunidad). Aunque en la actualidad nos pueda sorprender, esta última visión, en la que se sacrificaba la exactitud en aras de lo que el simbolismo religioso o el orgullo ciudadano consideraban más representativo, fue la hegemónica. Todavía hoy, en los mapas turísticos, se suele representar con mayor detalle determinadas zonas de la ciudad o destacar a mayor tamaño los monumentos más emblemáticos de la misma. Junto con la tecnología militar, el mayor impulso a la cartografía ha venido de la mano del turismo y del comercio. Y en este caso, sin los efectos indeseados que procedían del lógico secretismo militar. La cartografía se ha desarrollado tanto en nuestro tiempo que los planos urbanos y los callejeros se han convertido en auténticos mapas del tesoro, que nos recompensan con la información más útil para dominar el espacio urbano. Las nuevas tecnologías han contribuido decididamente a la difusión de los mapas, permitiendo no sólo localizar un determinado punto geográfico, sino además planificar nuestro periplo hasta el último detalle. En concreto, los callejeros on-line de TPI-Páginas Amarillas disponen de rutas a pie o en coche, mapas turísticos e, incluso, webcams de tráfico que permiten conocer el estado de las carreteras. TPI-Páginas Amarillas ofrece mapas de más de 700 ciudades españolas, así como planos de las localidades más importantes de Portugal, Andorra y Gibraltar. Los servicios de información telefónica se han convertido, asimismo, en una nueva herramienta para localización de servicios, empresas o particulares en el espacio urbano. TPI-Páginas Amarillas ofrece dos servicios de altísima calidad: el teléfono de información nacional 11888, en el que se puede solicitar información de los servicios o establecimientos que estén más próximos a un determinado punto geográfico, y el de información internacional 11886. En este último el usuario puede pedir información de números de teléfono de particulares y empresas, prefijos telefónicos, códigos postales, diferencias horarias y otra información de interés, correspondientes a la mayoría de los países europeos y a Estados Unidos. A ambos números se puede acceder a través de móvil o fijo. Desde hace algunos meses, TPI-Páginas Amarillas ha lanzado su callejero on line y sus servicios de información telefónica en inglés, portugués, francés y alemán. La idea es atender la demanda de este tipo de servicios, cada vez más creciente, por parte de los extranjeros residentes en nuestro país, así como de los turistas y visitantes potenciales. Una confirmación de la utilidad de este tipo de servicios como guías en el laberinto de la, cada vez más compleja, geografía urbana. ● SGE / 145 libros... SGE RECOMIENDA Por las cumbres de la Comunidad Valenciana. 50 montañas escogidas Rafael Cebrián Gimeno EDITA: CENTRE EXCURSIONISTA DE VALENCIA, 2004 Propuesta excursionista para recorrer las cincuenta montañas más emblemáticas de la Comunidad Valenciana, casi una invitación a visitar sus paisajes desde sus cimas más elevadas. Se han seleccionado los itinerarios por sus atractivos excursionistas, ya que con frecuencia, no es la 146 / SGE altura, sino el desnivel, el verdadero protagonista de una ascensión. El Montgó, el Puig Campana, el Tossal d´en Canader, la Penyagolosa o el Mola Garumba son algunos de los picos más emblemáticos de esta Comunidad. Treinta de las rutas que se describen tienen un carácter preferente, con un tratamiento excursionista más detallado, y las veinte restantes, más extractado, pero en todas ellas podremos encontrar un croquis de situación, fotografías, los datos prácticos fundamentales del itinerario, así como una breve referencia a la cartografía disponible de cada tramo, que nos ayudará sin duda a conocer esta bella Comunidad, desde una perspectiva diferente a la habitual del litoral y del masificado turismo de sol y playa. ■ El río de la desolación Un viaje por el Amazonas Javier Reverte ARETÉ. 2004 Javier Reverte no necesita presentación para los viajeros de este país. De momento, el último viaje de este vagabundo consolidado ha tenido como destino el territorio del Amazonas, considerado como uno de los cauces de agua más desmesurados de la Tierra. Desde el nacimiento del río Amazonas en la cordillera de los Andes peruanos, hasta su desembocadura en el Atlántico brasileño, el autor navega por este río como lo hace la gente senci- lla de Colombia, Perú o Brasil, es decir, en buques de pasaje y carga, “con un billete barato en el bolsillo y hamaca en cubierta”. De esta forma descendió los casi cuatro mil kilómetros existentes entre las ciudades de Pucallpa y Santarem y pudo observar que hoy día, en las orillas del Amazonas no habitan indígenas, ya que sus asentamientos se encuentran en los lugares más remotos del interior de la región amazónica, bien en reservas acotadas por los gobiernos, bien ocultos a la mirada de los blancos, expuesta a terribles enfermedades y con una media de esperanza de vida muy baja. ■ POR: LOURDES MESTRE SGE RECOMIENDA Imperial Footprints. Henry Morton Stanley’s African Journeys James L. Newman Brassey’s Inc. WASHINGTON DC, 2004 Coincidiendo con el centenario de la muerte del explorador Henry Morton Stanley (1841-1904), el estadounidense Jim Newman, profesor de Geografía en la Universidad de Syracusa, ha publicado la más completa y rigurosa biografía acerca de este controvertido personaje. A diferencia de la mayoría de biógrafos de Stanley (los más recientes, John Bier- man y Frank McLynn), Newman ha utilizado materiales de primera mano, en concreto los archivos del explorador depositados en el Museo de África de la localidad belga de Tervuren. Además de arrojar luz a los aspectos más oscuros de la vida del personaje, Newman resume de manera magistral los grandes viajes de Stanley en África (en busca de Livingstone, en el Congo, en busca de emín Pachá, …), de los que ofrece mapas de una singular calidad. También se detiene en reflexionar sobre el impacto que produjo la presencia de este personaje en la cuenca del Congo, siendo como fue el primer blanco que recorrió el cauce completo del río. Ante la imagen de violento y de falta de escrúpulos que de Stanley ha perdurado, Newman opone la fidelidad y el respeto que le demostraron los indígenas participantes en sus expediciones. Asimismo, se interroga acerca de la trascendencia que llegó a alcanzar en Occidente un individuo que, pese a sus más que humildes orígenes (hijo ilegítimo confiado a un orfelinato del País de Gales), se codeó con monarcas y jugó un papel destacado en la colonización del África negra. El libro está ilustrado con fotografías inéditas de Stanley procedentes del Museo de África de Tervuren, el cual prepara en la actualidad sendas exposiciones acerca de la colonización del Congo y del propio Stanley. ■ Fauna salvaje de los Pirineos Juan Carlos Muñoz SUA EDIZIOAK. COLECCIÓN: NATURALEZA SALVAJE, 2004 Libro de gran formato, compuesto por impresionantes imágenes en color de los animales más espectaculares que habitan la cordillera pirenaica; y todas ellas captadas por el fotógrafo Juan Carlos Muñoz. Dividido en cuatro capítulos, correspondientes a las zonas de bosque, valle, humedales y montaña, en el libro podemos encontrar desde osos, quebrantahuesos y víboras hasta tortugas que, en momentos decisivos, se ven obligadas a enfrentarse a sus enemigos, comiendo, cazando o simplemente descansando. ■ SGE / 147 libros... Diccionario de nombres geográficos y étnicos del mundo Roberto Faure Sabater ESPASA, 2004 Gran acierto editorial de Espasa que reúne, en un único y manejable volumen, un completo y documentado corpus geolingüístico de ámbito mundial, en el que se recogen el origen, la historia y el significado de más de 6.000 nombres geográficos de todo el mundo, así como de las etnias antiguas o contemporáneas más conocidas, sin olvidar los nombres de estrellas y planetas, y topónimos imaginarios, 148 / SGE nacidos de la leyenda o de la literatura. Se recogen los nombres de todos los continentes, países y estados del mundo, de sus capitales y principales ciudades, regiones, provincias y territorios históricos más importantes, además de ríos, lagos montañas y cordilleras. Contiene, además, entradas específicas dedicadas al origen de los nombres de las etnias históricamente más relevantes de la Tierra y una documentada introducción que proporciona el marco teórico necesario, incluyendo un glosario de términos especializados en lingüística y toponimia. Se completa el libro con un práctico “Índice de Remisiones”, con topónimos, formas toponímicas autóctonas y parónimos sin entrada propia, pero recogidos en el diccionario, y una bibliografía imprescindible sobre el tema. ■ Viaje al Gran Mogol, Indostaní y Cachemira François Bernier ESPASA, 2004 Nacido en 1620 en Francia y médico de profesión, François Bernier fue, además, un incansable viajero que recorrió Egipto y Siria antes ejercer su profesión en la corte del Gran Mogol durante doce años en la India, coincidiendo con los reinados de Chah-Jehan y su hijo Aureng-Zebe; una época en la que reinaban luchas fraticidas y conspiraciones, a la vez que se llevaban a cabo las más maravillosas obras arquitectónicas, como el Taj-Mahal. En “Viaje al Gran Mogol, Indostán y Cachemira” nos relata sus experiencias en tierras tan exóticas como desconocidas en aquel momento. Describe con todo lujo de detalles y con extraordinaria amenidad la historia de la dinastía mogol, la geografía y la economía de los territorios que recorrió, las costumbres de sus habitantes y sus ideas filosóficas y religiosas. Su obra, ha sido considerada como la pionera de los estudios sobre Oriente, ya que se trata de un documento único acerca de hechos reales, interpretados por la mirada curiosa y objetiva de un gran escritor. Impreso por primera vez entre 1670 y 1671, el “Viaje al Gran Mogol, Indostán y Cachemira” es uno de los más apasionantes libros de viajes que se han escrito. ■ Viaje al Congo André Gide PENÍNSULA, 2004 Novelista, poeta, dramaturgo, crítico literario y apasionado viajero, André Gide (París, 1869-1951) estuvo siempre a la vanguardia de casi todas las causas del siglo XX. En 1947 recibió el Premio Nobel de Literatura. En julio de 1925, André Gide emprendió un viaje a las posesiones francesas de África Ecuatorial como enviado especial del Ministerio para las Colonias para el que trabajaba. De aquella estancia, que duró casi un año, surgió este “Viaje al Congo”, una dura crítica a la política colonial del Elíseo. Aunque, en ocasiones complicado, el autor sabe plasmar con belleza su complejo mundo interior, realizando un análisis tan fino como demoledor de la sociedad de su tiempo: hasta los jefes tribales salen mal parados, ya que con sutileza nos cuenta cómo algunos se quedan con el dinero que envían desde Francia como pagos comerciales. “Viaje al Congo”, que provocó una verdadera convulsión social en Francia, no es tan sólo un testimonio vivo de una de las actuaciones más infames del hombre blanco en el continente negro, sino uno de los grandes exponentes de la literatura de viajes de todos los tiempos con el que el autor pretendía inducir a que se llevaran a cabo reformas en la ley colonial francesa que se estaba preparando. ■ SGE RECOMIENDA La memoria del viento La apasionante primera vuelta al mundo del Buque-escuela “Juan Sebastián de Elcano” Cristóbal Serrán Ortiz, y Ginés Serrán-Pagán Un libro avalado por la Sociedad Geográfica Española EDITORIAL PUEBLOS BLANCOS. CEUTA, 2004 Este libro es la única documentación completa que existe sobre el primer viaje de circunnavegación que dio este emblemático barco que representa mejor que ningún otro el espíritu aventurero de la historia de la navegación en España. El diario inédito del marinero Cristóbal Serrán Ortiz detalla los acontecimientos que ocurrieron en el buqueescuela durante su travesía alrededor del mundo durante los años 1928 y 1929. El texto está ilustrado con más de 200 fotografías, recortes de periódicos, mapas y documentos inéditos sobre la expedición. El texto se complementa con una investigación rigurosa realizada por su hijo, el antropólogo y pintor Ginés Serrán-Pagán, en diferentes archivos de la Marina en España, Estados Unidos, Cuba y Australia. El libro es una magnífica contribución al mundo de los viajes y exploraciones y a la historia de la Armada española. ■ SGE / 149 libros... Geografías Privadas del Sueño (GPS) Maurilio de Miguel ED. SIAL. CONTRAPUNTO. 2004 Es extraño encontrar un libro de viajes escrito en clave de poesía, pero Maurilio de Miguel ha conseguido aunar estas dos esferas de sus emociones y sus vivencias viajeras en un poemario que mereció el Premio Sial de Poesía en 2003. Son poemas que describen ciudades distintas y distantes, que invitan al lector al viaje a través de imágenes de paisaje y paisanaje, que recorren el mundo de punta a punta, como su pro150 / SGE pio autor ha hecho durante años. Maurilio de Miguel, miembro de la Sociedad Geográfica Española, es reportero de viajes, crítico musical, compositor y ahora también nos descubre su faceta como poeta en este pequeño libro que ha merecido encendidos elogios de la crítica, en el que consigue que los amantes de los viajes vean plasmadas sus vivencias, sus experiencias y sus emociones en diferentes escenarios de todo el mundo. Los poemas de Maurilio de Miguel describen también una actitud ante el mundo, una forma de contemplar el paisaje y sobre todo, de acercarse a sus gentes. ■ Todas las aguas se comunican Pep Subirós LAERTES EDITORIAL, 2004 Los dogon, un pueblo que habita la meseta rocosa central de Malí, tienen un dicho según el cual todas las aguas se comunican, que en esta ocasión es aprovechado por Pep Subirós para dar título a este nuevo libro que tiene el valor de parecer haber sido escrito a media voz, invitar a reflexionar y mostrar un agudo y lúcido análisis de la sociedad contemporánea. Tomando como punto de partida una carta inicialmente dirigida a sus hijos, y sobre el trasfondo de una experiencia vital que va y viene entre Europa, África y América del Norte, el autor propone una reflexión crítica sobre el modo de vida occidental y la difícil conciliación entre los proyectos personales y las formas colectivas de existencia. Lejos de manifestar una actitud nostálgica y con ausencia de tono dogmático o polémico, el autor narra en primera persona sus vivencias y extrae conclusiones válidas para ensanchar lo mejor que tiene la vida y cómo “no podemos construir nuestro bienestar sobre la miseria y la infelicidad ajenas”. Pep Subirós nació en Figueres en 1947, es escritor y filósofo y su obra abarca distintos géneros y registros literarios, habiendo obtenido en 1996 el Premio Josep Pla con su ya famoso “Cita en Tombuctú”. ■ SGE RECOMIENDA Condenados reporteros. Memoria de un corresponsal en África Jesús GonzálezGreen Con prólogo de Alberto VázquezFigueroa ED. ALMUZARA. 2004. Jesús GonzálezGreen, es el más famoso de nuestros viajeros en globo. Tiene la marca de permanencia en globo y realiza desde hace muchas décadas aventuras extraordinarias por todo el mundo. Pero antes de todo esto, fue reportero de Televisión española en zonas conflictivas, entre ellas el África profunda. Durante veintisiete años fue testigo directo de dieciocho de los más crueles conflictos mundia- Viaje a Caledonia Miguel e Isabel López ED. ESPIRAL. 2004 Viaje a Caledonia de Miguel e Isabel López dibuja el retrato completo y apasionado de Van Morrison, uno de los personajes esenciales para la música de las últimas décadas. Desde su nacimiento les pero GonzálezGreen ha elegido su peripecia en África para narrarla en “Condenados reporteros” con sinceridad y con emoción. Green nos cuenta mucho más que anécdotas y aventuras: nos acerca a un oficio y a las razones que le llevaron un día a la jungla para jugarse la vida contando al mundo lo que allí sucedía. En este libro hay también humor y narración sin alardes narcisistas. en Belfast hasta sus más recientes aventuras musicales, se desgranan en este libro las claves de un artista en la encrucijada de todas las corrientes musicales: blues, folk, jazz, country, soul, rhythm and blues, música celta. Los autores se han apoyado en sus oficios (filóloga y periodista) para acercarse a una le- El prologuista, Alberto Vázquez-Figueroa, con el que el autor compartió la cobertura de la guerra del Chad, define bien el espíritu y la letra de “Condenados reporteros”: ”Este es un libro de los que a mí me gustan; un libro vivido, auténtico, en el que se respira el ambiente de calor agobiante; traiciones, guerra, violencia y muerte”. ■ yenda viviente a la que siguen desde hace décadas. El León de Belfast, autor de obras maestras como Astral Weeks, se ha convertido hoy en mucho más que un músico de culto. Es un genio creador de momentos irrepetibles como nos revela Viaje a Caledonia, un libro para ser leído con los oídos muy abiertos. ■ SGE / 151 I N T E R N E T w w w. i n t e r SOCIEDADES GEOGRÁFICAS EN INTERNET Las páginas web de las Sociedades Geográficas son una gran puerta de acceso al mundo de la Geografía, tanto en el aspecto histórico, de investigación, docente o profesional de los cartógrafos. Estas son las webs de las principales sociedades de todo el mundo, que presentan muy diferentes grados de desarrollo. ■ SOCIETÉ DE GEOGRAPHIE DE FRANCE http://www.socgeo.org/ Continene información sobre la actividad actual de la Sociedad: miembros, premios, documentación, actividades. Los enlaces conducen a las principales sociedades de geografía francesas y a las instituciones geográficas más relevantes del país. ■ SOCIEDAD GEOGRÁFICA ESPAÑOLA www.sge.org/ La página de la Sociedad Geográfica Española se caracteriza por su permanente actualización. Permite acceder a toda la información sobre nuestra Sociedad. Incluye también un activo foro sobre viajes y geografía y permite hacerse socio de la SGE a través de internet. ■ ROYAL GEOGRAPHICAL SOCIETY www.rgs.org La página web de la RGS nos permite acceder a esta historia, a través de su exhaustivo archivo de fotografías y documentos relacionados con los viajes y expediciones de la RGS, así como a la información de actividades actuales de la Sociedad, exploraciones, publicaciones. 152 / SGE ■ NATIONAL GEOGRAPHICAL SOCIETY www.nationalgeographic.com Una de las páginas más apasionantes de la red, y no sólo para los amantes de la geografía. Muy interesantes sus recursos para profesores de geografía y para que los niños y jóvenes se diviertan mientras que aprenden geografía. ■ SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE BERLÍN www.gfe-berlin.de/ En Alemania existen 25 sociedades geográficas, pero la más antigua y pionera fue la de Berlín. net Hoy sigue en activo, muy volcada en los problemas de planificación espacial, desarrollo y conflictos medioambientales. SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE NUEVA ZELANDA http://www.nzgs.co.nz/ ■ THE AMERICAN GEOGRAPHICAL SOCIETY www.amergeog.org Es la sociedad geográfica más antigua de los Estados Unidos. Mantiene vinculaciones con las más relevantes instituciones y sociedades geográficas del Mundo. Su sitio, en inglés, aporta información sobre actividades relacionadas con la Geografía y sobre publicaciones de interés. Nos permite acceder a organizaciones geográficas mundiales y otras “web sites” de colecciones de mapas, recursos SIG y redes de Geografía. SOCIEDAD ESCOCESA DE GEOGRAFÍA http://www.geo.ed.ac.uk/~RSGS/ OTRAS PÁGINAS WEB DE SOCIEDADES E INSTITUCIONES GEOGRÁFICAS REAL SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE CANADÁ http://www.rcgs.org/rcgs/ REAL SOCIEDAD GEOGRÁFICA http://www.ieg.csic.es/rsg/ REAL SOCIEDAD HOLANDESA DE GEOGRAFÍA www.knag.nl SOCIETY OF CARTOGRAPHER (SOCIEDAD BRITÁNICA DE CARTÓGRAFOS) www.soc.org.uk SOCIEDAD CATALANA DE GEOGRAFÍA www.iec.es/institucio/societats/ SCGeografia/ CENTRO HUMBOLDT www.centrohumboldt.org.ar SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE COLOMBIA http://www.sogeocol.com.co/intro.htm SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE LIMA http://www.geolima.org/ UNIÓN GEGRÁFICA INTERNACIONAL http://www.igeograf.unam.mx/ugi/ugi.html ASOCIACIÓN DE GEÓGRAFOS DE ESPAÑA www.age.es NATIONAL GEOGRAPHICAL EN ESPAÑOL www.rbarevistas.com COLEGIO DE GEÓGRAFOS www.geografos.org SGE / 153 N O T I C I A S Y A C T I V I D A D E S ACTIVIDADES SGE ■■ NUEVO PRESIDENTE DE LA SGE NOTICIAS ■ EXPOSICIÓN DE JOYAS EGIPCIAS EN EL MUSEU EGIPCI DE BARCELONA Desde el mes de marzo hasta junio de 2005, se podrá contemplar en el Museu Egipci de Barcelona una exposición sobre las joyas de los faraones: “Joies de faraons. Tresors de magia, poder i belleza”, La exposición mostrará fascinantes antigüedades que permiten aproximarse a la cotidianeidad de una cultura que dio un valor extraordinario a la ornamentación personal, como signo de estatus y poder, pero también de protección mágica. La exposición está integrada por más de un centenar de joyas del antiguo Egipto: collares, pectorales, pulseras, diademas, brazaletes, así como un amplio repertorio de amuletos y una sección dedicada a las técnicas utilizadas por sus artífices. La colección se puede visitar en el Museu Egipci de Barcelona (C/ Valencia, 284) de lunes a sábado de 10h a 20h y domingos de 10h a 14h. 154 / SGE Carlos Martínez de Campos es desde el pasado día 29 de noviembre el nuevo presidente de la SGE, tras las elecciones celebradas ese día y que se desarrollaron con una amplia participación de los socios. Carlos Martínez de Campos sustituye a Salvador García-Atance, que continúa como miembro de la nueva Junta Directiva. Junto a Carlos Martínez de Campos, la nueva Junta está formada por: Diego Azqueta, Cristina Morató y Juan Gabriel Pallarés (vicepresidentes), Carmen Arenas (Secretaria General), Virgilio Oñate (tesorero), Juan Antonio Corbalán, Salvador García-Atance, Josefina Gómez Mendoza, Javier Gómez-Navarro, Eduardo Martínez de Pisón, Pedro Nicolás, Pedro Páramo, Carlos Zapatero y Lola Escudero (Secretaria de la Junta Directiva). ■■ FIRMA DEL ACUERDO CON LA FUNDACIÓ ARQUEOLÒGICA CLOS La SGE y la Fundació Arqueológica Clos (Museu Egipci de Barcelona) firmaron el pasado mes de noviembre un acuerdo de colaboración con el compromiso de organizar actividades conjuntamente y ofrecer ventajas mutuas Gracias a este acuerdo, y entre otros compromisos, cada año se realizará una actividad de tipo arqueológico para la SGE en Madrid y la SGE organizará para los miembros de la F.A. Clos una actividad de tema histórico-geográfico en Barcelona. El acuerdo de colaboración entre ambas entidades incluye asimismo el intercambio de información a través de sus respectivas publicaciones, 40% de bonificación en las cuotas de inscripción, descuentos en cursos y seminarios, la inclusión de las direcciones “web” en la sección de enlaces de sus respectivas páginas, y la organización de una expedición al año exclusiva para los miembros de la Sociedad Geográfica Española, por parte de la agencia Arqueo Travel, perteneciente a la Fundació Arqueològica Clos. La primera actividad conjunta que ambas entidades han organizado es el ciclo de conferencias sobre Egiptología, que se celebró en Madrid desde el 23 de noviembre hasta el 2 de diciembre, con el patrocinio de la Fundación Ramón Areces. A C T I V I D A D E S a los socios de ambas instituciones. El acuerdo fue firmado por Carlos Martínez de Campos, por parte de la SGE, y Jordi Clos, por parte de la Fundaciò Arqueològica Clos, en el Palacio de Fernán Núñez, sede de la Sociedad. Y ■■ CICLO DE CONFERENCIAS SOBRE ARQUEOLOGÍA EN EGIPTO El martes 23 de noviembre, la profesora de la Universidad Autónoma Mª José López Grande habló sobre lo que queda por descubrir en Egipto y mostró cómo se trabaja en una excavación arqueológica en las tumbas reales y privadas de Tebas. El jueves 25 SGE / 155 N O T I C I A S Con el título “Tras las huellas de Howard Carter en el occidente de Tebas”, la Sociedad Geográfica Española y la Fundaciò Arqueològica Clos, organizaron en Madrid con el patrocinio de la Fundación Areces, un ciclo de conferencias sobre Egiptología que reunió a algunos de los mejores especialistas españoles e internacionales. El ciclo se desarrolló del 23 de noviembre al 2 de diciembre en la Fundación Ramón Areces de Madrid y ha tenido gran repercusión en los medios de comunicación que se ha traducido en una gran respuesta del público. N O T I C I A S Y A C T I V I D A D E S ■ IV JORNADAS DE LITERATURA DE VIAJES, TURISMO Y AVENTURA DE LLANES El Ayuntamiento de Llanes (Asturias) celebró del 12 al 14 de pasado mes de noviembre las Jornadas de Literatura de Viajes, Turismo y Aventura 2004, que desde hace cuatro años organiza esta entidad con la colaboración de la Sociedad Geográfica Española (SGE). Los actos de esta edición se celebraron bajo el título de “Viajes a lugares de riesgo” y sirvieron para rendir homenaje a los enviados especiales que cubren los conflictos bélicos para los medios de comunicación. Durante las jornadas, la alcaldesa de Llanes, Dolores Álvarez Campillo, anunció el propósito de su corporación de crear en el 2005 un importante premio de literatura de viajes por España que lleve el nombre de la Villa de Llanes. de noviembre, el profesor Farouk Gomaà de la univesidad de Tübingen habló sobre el descubrimiento de la tumba de un noble egipcio: cómo llegamos a conocer su vida y sus costumbres a través de los hallazgos arqueológicos. El martes 30 de noviembre, el investigador José Manuel Galán Allué relató la última gran aventura de los arqueólogos españoles en Tebas: la excavación de las tumbas de Djehuty y Hery en Dra Abu el-Naga, que han revelado hallazgos sorprendentes. Por último, el jueves 2 de diciembre, el profesor Miguel Ángel Molinero Polo, experto en epigrafía y profesor en la Universidad de La Laguna, cerró el ciclo con su conferencia sobre sus trabajos epigráficos y cómo se reconstruyen las palabras para leer historias perdidas. ■■ CELEBRADO EL III CURSO DE BOTÁNICA Durante el mes de noviembre se desarrolló el tercer módulo del Curso de Botánica que organiza la SGE en colaboración con el Real Jardín Botánico de Madrid. En esta ocasión trató sobre “Setas y hongos” y fue impartido por diversos profesores, entre ellos la Directora del Real Jardín Botánico, Mª Teresa Tellería. El curso se cerró el sábado 13 de noviembre con una salida de campo. ■■ SALIDAS DE SENDERISMO DE LA SGE Ya han comenzado las salidas de senderismo de la SGE dentro del programa “Rutas Verdes” dirigido por Juan Gabriel Pallarés, vicepresidente de la SGE. Se trata de un programa de actividades senderistas diseñado y concebido en torno a un eje geográfico determinado, que este año será la ruta verde Madrid-Segovia. En el transcurso de las jornadas llaniscas, el escritor y periodista Javier Reverte, miembro fundador de la SGE, que actualmente está presentando por toda España su último libro sobre su dramático 156 / SGE Los recorridos se harán siempre los sábados por la mañana, por dominios públicos lineales (por vías pecuarias, caminos históricos, sendas pastoriles, riberas fluviales, etc), a través de paisajes tranquilos y enlazando algunos de los parajes más valiosos tanto en la Comunidad de Madrid como en la provincia de Segovia: el Monte de El Pardo; el Soto de Vi- ñuelas; sectores del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares; la Sierra de San Pedro; el Parque Natural de Peñalara-Valle del Lozoya; o el corazón del futuro Parque Nacional del Guadarrama, actualmente en proyecto. ■■ TERTULIAS MENSUALES En noviembre, Lola Escudero y Carmen Arenas, dos de las participantes en el III viaje cultural de la SGE con la Fundación Clos a Siria y Líbano comentaron la experiencia. En diciembre, la tertulia fue sustituida por la presentación en la Sala de la Fundación Ramón Areces de la película documental “Carlos Soria y el K2: una vida en la montaña” protagonizada por el alpinista Carlos Soria y producida por AXN. El día 11 de enero Chano Montelongo, miembro de la SGE, periodista, escritor y fotógrafo, presentó los resultados de la expedición española “Corazón de Coral” que regresó en noviembre de 2004 de dos paraísos naturales que renacen: Maumere y Papúa. Durante más de tres semanas, la expedición, a bordo de la goleta Ondina, navegó más de 1.100 millas, a través de cuatro mares, desde las puertas del Océano Indico hasta la entrada del Pacífico Sur. En su andadura, se filmaron y fotografiaron los sorprendentes fondos marinos de muchas de las islas SGE / 157 N O T I C I A S Los detalles de las salidas previstas para el año 2005 se pueden conocer a través de la página web de la sociedad. Y Mediante este tipo de actividades, la SGE quiere encabezar la petición de proteger y señalizar este buen ejemplo de eje verde, no-motorizado, de alto valor ecológico. Un valioso patrimonio colectivo que muchos ni siquiera imaginan, casi a la puerta de su casa. Formularemos peticiones en este sentido a los organismos pertinentes. A C T I V I D A D E S Participantes en la primera Ruta Verde de la SGE. N O T I C I A S Y A C T I V I D A D E S viaje por el Amazonas, “El río de la desolación”, pronunció una conferencia sobre los viajes a lugares peligrosos. También en este marco se presentó el libro “Suiza y migración”, un libro del que son autores once escritores españoles y dos helvéticos, sobre la aventura de los emigrantes españoles en aquel país en los años 60 y 70. En la mesa redonda de las jornadas participaron Javier Reverte, Alfonso Rojo, corresponsal de guerra de El Mundo, José Antonio Guardiola, enviado especial de TVE, el reportero Maurilio de Miguel, que ha informado de varias guerras, y el periodista Pedro Páramo, miembro fundador de la SGE, enviado especial en diversos conflictos en Centroamérica. Entre los asistentes a las jornadas figuraban conocidos escritores y periodistas como Eugenia Rico, Fernando Martínez Laínez En el puerto de Llanes, el periodista Alfonso Rojo lanza al mar la botella con el mensaje de paz en homenaje a los informadores muertos en conflictos bélicos, en presencia de la alcaldesa, Dolores Álvarez Campillo, y el enviado especial de TVE José Antonio Guardiola. 158 / SGE que salpican estas aguas, consideradas por científicos y expertos como el lugar de mayor biodiversidad marina del planeta. El 2 de febrero, el geógrafo y alpinista Pedro Nicolás explicó su pasión por las montañas con el apoyo de una magnífica proyección de fotografías tomadas en sus viajes a todas las grandes cordilleras del mundo. Fue un viaje por las cimas del planeta, con un enfoque geográfico. ■■ LA SGE SE PRESENTÓ EN CASA ASIA DE BARCELONA El 10 de febrero se presentó en la Casa Asia de Barcelona el Boletín nº 19 de la SGE, dedicado a los viajeros españoles en Extremo Oriente. En la presentación estuvieron presentes Carlos Martínez de Campos, presidente de la SGE, Cristina Morató, directora del Boletín y vicepresidenta de la SGE, Diego Azqueta, vicepresidente de la SGE, Yago Ruiz-Morales, miembro de la Sociedad Geográfica Española y cónsul general honorario de Uzbekistán en España y Ion de la Riva, director general de Casa Asia y embajador en Misión Especial para el Plan de Acción Asia-Pacífico. ■■ LA SGE PUBLICA UN NUEVO LIBRO SOBRE VIAJES Y ARQUEOLOGÍA “Expediciones arqueológicas y excavaciones antropológicas; viajeros españoles tras los pasos de las civilizaciones perdidas” es el nuevo libro publicado por la Sociedad Geográfica Española para la empresa Prosegur. Se trata de un libro de gran formato, que ha contado con la coordinación de Juan Luis Arsuaga y Milagros Algaba. El libro reúne cuatro grandes temas: “Una civilización bajo la selva: los españoles y el enigma maya” por Miguel Rivera Dorado; “Don García de Silva y Figueroa: el ■■ PREMIOS SGE 2004 La SGE entregará el próximo 4 de abril en el Círculo de Bellas Artes sus premios anuales correspondientes a 2004, que en esta ocasión corresponden a: el alpinista Reinhold Messner (Premio Internacional), Vital Alsar (Premio Nacional), el joven polaco Jan Mela (Premio Viaje del Año), al socioecólogo español Ramón Foch (Premio Investigación), a los fotógrafos Hugo Geiger y Francisco Candela (Premio Imagen), a Prosegur (Premio Iniciativa/Empresa), Librería DeViaje (Premio Publicaciones/Editorial). ■■ FALLO DEL PREMIO DE RELATOS DE VIAJES SGE - DE VIAJE A C T I V I D A D E S diplomático que descubrió Persépolis” por Felip Masó; “Viajeros y arqueólogos españoles en las tierras del Nilo; historia de una aventura en curso” de María José López Grande; “Un viaje al pasado; exploraciones e investigaciones científicas en el África Oriental, cuna de la humanidad” por Jordi Serrallonga; y “Los yacimientos de la sierra de Atapuerca; patrimonio de la especie humana” por Juan Luis Arsuaga. Y Juan Miguel Ramos ha sido el ganador del II concurso de relatos de viaje convocado por la SGE y la librería De Viaje, con el relato “En el país de los caballos de viento”. ■■ VISITA AL MUSEO NACIONAL DE CIENCIA Y TECNOLOGÍA La SGE organizó el sábado 29 de enero una visita al Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de Madrid, una institución orientada a la recuperación, conservación, investigación y difusión de la historia de la ciencia. En la visita, que fue guiada por la directora del museo, Amparo Sebastián, los miembros de la SGE pudieron contemplar los numerosos objetos de la colección, entre ellos instrumentos científicos de gran valor histórico y cultural, a través de los cuales se muestra la evolución de las distintas ramas de la ciencia y la tecnología. SGE / 159 N O T I C I A S El relato premiado se publicará en el Boletín de la Sociedad Geográfica Española y su autor recibirá una suscripción por un año a la SGE. N O T I C I A S (Premio Grandes Viajeros del 2001), José Monteserín o Emilio Ruiz Barrachina. Los actos finalizaron con el lanzamiento al mar, desde “Los Cubos de la Memoria” del puerto de Llanes pintados por Agustín Ibarrola, de una botella con un mensaje de paz en homenaje a los periodistas españoles que han perdido la vida en misiones informativas. A C T I V I D A D E S Y ■ CARLOS SORIA PRESENTÓ EL DOCUMENTAL “UNA VIDA EN LA MONTAÑA” El alpinista Carlos Soria presentó el 14 de diciembre para los miembros de la SGE en el Salón de Actos de la Fundación Ramón Areces el documental sobre su vida realizado por la productora Avista Multimedia y emitido en la cadena de televisión AXN. Se trata de una película documental sobre la vida y trayectoria deportiva de este alpinista que a sus 65 años ha coronado este verano la cumbre del K2. Carlos Soria 160 / SGE ■■ JUAN LUIS ARSUAGA PRONUNCIÓ UNA CONFERENCIA EN LA RGS DE LONDRES El 31 de enero, la Royal Geographical Society de Londres invitó al profesor Juan Luis Arsuaga, Miembro de Honor y Premio de la SGE, a dar una conferencia sobre sus descubrimientos paleontropológicos en Atapuerca, El Presidente de la SGE, Carlos Martínez de Campos y el Vicepresidente, Diego de Azqueta, acompañados por el Embajador de España en el Reino Unido, Carlos Miranda y el Director del Instituto Cervantes, Salvador Estebanez, asistieron a la conferencia y acompañaron al profesor Arsuaga en la posterior cena que tuvo lugar en el salón de la sede de la RGS. De izda. a dcha., Diego Azqueta, Sir Ron Cooke, Juan Luis Arsuaga y Carlos Martínez de Campos El Presidente de la SGE y su Vicepresidente regalaron al Presidente en funciones de la RGS Sir Ronald Cooke, al ex presidente de la RGS Conde de Selborney y a la directora de la RGS, la profesora Gardner, algunos ejemplares de los libros editados por la SGE sobre distintas exploraciones y expediciones españolas desde el siglo XVI hasta la actualidad. La exposición fue seguida por un animado debate con los socios de la RGS que realizaron interesantes preguntas a las que Juan Luis Arsuaga contestó con su rigor habitual y sentido de humor. Durante la cena posterior, los miembros de la Royal y la SGE hablaron en profundidad sobre las exploraciones y viajes de los españoles a lo largo de los siglos, una parte de la historia poco conocida y difundida en los países anglosajones. A nuestros patrocinadores... SOCIOS PROTECTORES E M P R E S A S P AT R O C I N A D O R A S ENTIDADES COLABORADORAS AG MERCEDES ...gracias B-20 SGE Si desea hacerse socio de la Sociedad Geográfica Española rellene este cupón y envíenoslo (original o fotocopia), junto con una fotografía de carnet, a: Santa Isabel, nº 44, Palacio de Fernán Núñez. 28012-MADRID CUPÓN DE SUSCRIPCIÓN D / DÑA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO DOMICILIO ................................................................... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CÓDIGO POSTAL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . CIUDAD PROFESIÓN ................................................................... TELÉFONO DOMICILIO E-MAIL .................................................. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 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