Grandes compositores de corazón turolense 4

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Grandes compositores de corazón turolense
FRANCISCO GALLEGO GARCÍA
Nuestra historia cuenta con una serie de grandes compositores que han ido marcando el camino, el viaje de la
música en el tiempo, modificando el paisaje a base de
nuevas tendencias, aportando nuevos enfoques, que
aunque descabellados en ocasiones a primera vista, han
sido el guión para muchos compositores posteriores que
se han subido a ese tren. Quijotes a título póstumo, no
sabemos reconocer la grandeza del genio en vida. Pero
rompiendo una lanza yo sí voy a hacerlo, porque además
de paisano es un maestro de los que se ganó el título de
“don” hace mucho tiempo, D. Antón García Abril.
Obras para orquesta, obras para coro, dúos, tríos, cuartetos, quintetos..., obras para
danza, cantatas, himnos, bandas sonoras y sintonías para televisión..., es impresionante ver el catálogo de obras de Antón García Abril. Cada vez que lo hago no
termino de entender cómo un músico puede ser capaz de desarrollar tal cantidad
de composiciones en una sola vida, y las que aún faltan por crear. Pero además,
no se ha conformado con encerrarse a escribir música, porque Antón García Abril
ha compaginado esta labor con las de
pedagogo, intérprete y director: casi
nada.
Trayectoria de Antón García Abril
Nacido en Teruel en 1933, Antón
García Abril se inicia en la música
gracias a su padre; este, gran aficionado y miembro de la Banda de Música de la ciudad, inculcó a su hijo a
disfrutar y entender la música, enseñándole solfeo y encaminándolo a es-
Tres generaciones de compositores: Antón
García Abril, Javier Navarrete y Fran Gallego.
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cuchar el sonido de los diferentes instrumentos. Hasta que el piano que le regalaron le animó y llevó a estudiar en los conservatorios de Valencia, Madrid y posteriormente en las ciudades de Siena y Roma, con profesores como M. Palau, J.
Gómez y G. Petrassi. Y aunque la composición es la faceta de Antón que más conoce la sociedad, sigue considerándose pianista, para él el piano sigue siendo su
instrumento.
Fue a finales de los cincuenta, concretamente en 1958, cuando ingresó en el Grupo
Madrileño Nueva Música, colectivo que desarrolló una búsqueda en las nuevas
técnicas y en el mundo de la vanguardia en aquellas décadas de los cincuenta y
sesenta, fundamentales años en la España de la posguerra. Este grupo fue considerado protagonista del gran cambio de la música española de la segunda mitad
del siglo XX.
En 1974 alcanza la cátedra de Composición del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, puesto que ha venido ocupando hasta 2003. Y en este punto hay
algo que demuestra la grandeza de este músico: y es que Antón, pese a haber sido
mentor de gran cantidad de nuevos compositores no se siente pedagogo; para
serlo considera necesario tener un método, y él no cree tenerlo, nunca ha entendido las metodologías, cree más en el contacto y la interacción con los jóvenes
compositores –de los que también dice aprender– que en la pura metodología.
Compositor
Centremos la atención en la faceta del compositor. Desde 1954, año en que escribió
su primera sonatina para piano, la obra de Antón García pasa por una gran variedad de registros, como ya comentábamos. Pero Antón García Abril, como todo
gran artista, tuvo su cumbre, esa época en la que realizó los trabajos que le colocaron en la cima de la composición. La década de los 80 cuenta con una serie de
obras muy representativas e
importantes, obras que le dieron muchas satisfacciones y
que fueron muy bien acogidas
por el público y la crítica. Comenzando por el mundo de la
guitarra, tres obras referenciales: Evocaciones y Fantasía
mediterránea, ambas para guitarra sola, y Concierto mudéjar,
para guitarra y orquesta. Del
mundo del piano Sonatina del
Guadalquivir y Seis preludios
de Mirambel, ambas para
El compositor turolense Antón García Abril.
piano solo, la última, un com268
Comunidad de Teruel
pendio de su filosofía pianística. La
orquesta en esta década está representada por Canciones y danzas
para Dulcinea y Celibidachiana; la
música de cámara, por Homenaje a
Mompou, y la cantata por Salmo de
Alegría para el siglo XXI.
Pero si hay una obra clave en los 80,
esta es la ópera Divinas palabras, su
gran sueño hecho realidad. Según el
autor, pocas veces tuvo una alegría
más grande que en el momento de
recibir el encargo de componer esta
obra. El proceso de composición de
Divinas palabras finalizó a comienzos de la década de los 90, aunque
su estreno no tuvo lugar hasta 1997,
fecha en que concluyeron las obras
de remodelación del Teatro Real de
Autografía de Antón García Abril.
Madrid, reconvertido en sala operística. Siempre tuvo el deseo de crear
una ópera auténticamente española, de ahí que el texto de Divinas palabras le cautivara. Vio en él los elementos necesarios para crear una ópera de nuestro tiempo: las cuatro figuras principales, Mari-Gaila, Lucero, Tatula y Pedro Gailo, conforman un cuarteto protagonista que le proporcionan grandes posibilidades de
trabajo con las voces de soprano, tenor, mezzosoprano y barítono, además de otros
personajes que cantan en fusión con las intervenciones corales a las que tanta importancia ha dado al escribir la partitura. Todas las acotaciones que aparecen en
Valle-Inclán invitan al compositor al vuelo y la fantasía necesarios para crear espacios operísticos sin la necesidad de forzar o distorsionar el texto dramático original. Realmente, si componer una ópera es la culminación profesional para un
músico, aquí se añadía, además, que era un encargo que le realizaba el Instituto
Nacional de las Artes Escénicas y de la Música para reabrir el Teatro Real después
de tantos años de silencio... Sin duda, la ópera Divinas Palabras es una obra que
define muy bien la poética de Antón García Abril, reflejo de un trabajo compositivo muy elaborado.
Y si los años 80 fueron de plenitud compositiva, los 90 siguieron por el mismo
buen camino, eso sí, añadiendo una larga lista de galardones y reconocimientos
de gran prestigio, como son la Medalla al Mérito Cultural concedida por el Gobierno de Aragón, Premio Nacional de Música 1993, Premio Fundación Guerrero
de Música Española 1993, Premio de la Música 1996 y 1998, otorgado por la Sociedad General de Autores y Editores y la Asociación de Intérpretes y Ejecutantes,
etc., un currículo de premios que representan el excelente trabajo de este Hijo Predilecto de la ciudad de Teruel.
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En la actualidad es Director de la cátedra “Manuel de Falla” de Cádiz, profesor de
composición de la “Escuela de Altos Estudios Musicales de Galicia” y de los cursos internacionales de verano “Música en Compostela”. Además, es reclamado con
asiduidad para impartir cursos y clases magistrales en diferentes conservatorios y
universidades de España y América.
Teruel no iba a ser menos con su compatriota: en 2009 se ha celebrado la VI Edición del Concurso de piano Antón García Abril, concurso que cada año gana en
nivel y presupuesto, y para el que el homenajeado prepara obras nuevas cada año
que entrega en este concurso con todo el entusiasmo del mundo.
Javier Navarrete, música de cine
La música de cine es para “verla”, creo que esta música, fuera de las películas, no tiene
mucho interés. No me cuesta no destacar por encima de las imágenes, al revés, tengo muy
claro que estoy supeditado a ello y me propongo el ejercicio de no superar esos límites.
J. N.
La música clásica cuenta con un sinfín de melodías que todos tarareamos de carrerilla sin pensar, y en muchas ocasiones sin saber siquiera quién fue el creador
de esas notas tan pegadizas. Cierto es que entre los jóvenes van perdiendo peso
las obras y autores clásicos que han compuesto la historia de la música; pero el
cine es, entre otras cosas, el encargado de que muchos jóvenes reconozcan esas
melodías mencionadas y se interesen por este estilo musical. Las Bandas Sonoras
Originales (BSO) del cine cuentan con muchas de estas joyas sonoras de siglos pasados. Pero a estas alturas ya podemos decir que hay un gran número de compositores, grandes compositores que incorporan su trabajo a ese empaste de imagen, acción, fotografía, sonido y otras materias que, a base de interacción entre
artistas, crean una única sensación que llamamos cine. No es un género el de las
BSO que destaque precisamente por estar en lo alto de las listas de ventas, pero
nos guía por el camino de la composición actual, descubriéndonos nuevos rumbos, nuevos sonidos, nuevas tendencias. Compositores como Ennio Morricone o
John Williams son autores de BSO de películas tan reconocidas como La Misión,
El bueno, el feo y el malo, Superman, E.T. o Indiana Jones, bandas sonoras que
cambiaron el rumbo de la composición del siglo XX.
Pero ¿a que también resulta familiar oír hablar de El Laberinto del Fauno o El espinazo del Diablo? En realidad es más familiar de lo que muchos pudiera pensar,
porque el responsable de sus BSO es turolense, ha nacido en Teruel, ha vivido su
infancia y juventud en nuestra ciudad, y se llama Javier Navarrete.
Javier Navarrete nació en Teruel en 1956. Y aunque en 1973 se traslada a vivir a
Barcelona, donde ha vivido casi sin interrupción, aún recuerda su infancia turolense, destellos de nostalgia que le transportan a sus orígenes: la campana de nues270
Comunidad de Teruel
tra catedral tocando a las diez de la
mañana, una sirena antiaérea que en
plenos años sesenta daba las doce
con un rugido atronador justo enfrente de su casa... Escuchaba y tocaba música con sus amigos, sin imaginar que ese era el comienzo de una
carrera ya envidiable por cualquier
músico a estas alturas.
Vinculado a un grupo de compositores llamado Fundación Phonos, en el
Javier Navarrete frente al teclado.
que estudió con el compositor chileno Gabriel Brncic –compositor de
música electrónica–, empezaba a escribir y soñar una música clásica muy de vanguardia, en la línea de creadores como Stockhausen, línea de trabajo que con el
tiempo le empezó a parecer demasiado académica, alejada de la realidad musical
y social: especulativa, aburrida y desorientada en plena época de la Transición.
Siempre escuchó todo tipo de músicas, y empapado de sonidos y composiciones
comenzó a construir su faceta más minimalista, escribiendo partituras que forjaron
con este proceso de síntesis lo que ha supuesto una base perfecta para todo su trabajo cinematográfico posterior.
Después de una breve etapa en la que puso su trabajo al servicio del teatro, en
1987 recibe su primer trabajo para el cine: la película Tras el cristal, opera prima
de Agustí Villalonga, con la que empezó a trabajar en unos géneros que han estado presentes en gran parte de su filmografía: el terror y el cine de género fantástico. Tras el cristal fue el comienzo de posteriores trabajos con este mismo director, como El Mar o 99.9.
A partir de aquí arranca una pletórica carrera como compositor de bandas sonoras, trabajando con directores como María Lidón, Antonio Chavarrías, Óscar Aibar
y una larga lista de directores. Entre los títulos para los que ha trabajado hay que
nombrar películas como Yo Puta, La máquina de bailar, Susana, Náufragos o Atolladero; en esta última conoció al cantante Iggy Pop, quien trabajaba como actor
en este film y con quien mantuvo una estrecha relación, ya que cantó una de las
canciones que Javier había compuesto para la película.
Pero si hay un director que ha dado la oportunidad a Javier de saltar a la palestra
de los grandes ese es Guillermo del Toro. Con la banda sonora de El espinazo del
Diablo, Javier Navarrete sube otro escalón camino del gran éxito. Guillermo del
Toro aporta a Javier una nueva manera de trabajar, un nuevo enfoque profesional,
consiguiendo sacar lo mejor que el compositor llevaba dentro, y Javier no le falla,
derrochando una frescura, una energía y una madurez que ya se hacen patentes
a partir de este momento. Fruto de esta gran interacción que se crea entre ambos,
llegamos al clímax de profesionalidad y de popularidad (de momento) de la caLa huella de sus gentes
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Cartel de El laberinto del fauno, la película cuya
banda sonora obtuvo el óscar.
rrera de Javier Navarrete. Guillermo
del Toro vuelve a confiar en el compositor turolense para una película
que marcaría sus vidas: El Laberinto
del Fauno. Si bien El espinazo del
Diablo recibió alguna que otra crítica
por la falta de melodiosidad –buscada por Javier de forma deliberada–
pese a la apreciable gran fuerza de la
composición, El Laberinto del Fauno
fue el remate final a lo esperado, incluso superando expectativas, consiguiendo una obra sublime; las melodías guardan una fuerza impetuosa,
siempre dan la sensación de estar
ocultando algo grande, y este efecto
consigue que la banda sonora resulte impactante.
A partir de aquí, la gran mayoría
empezó a conocer a Javier, sobre
todo gracias a las nominaciones que obtuvo a los Premios Goya y a los Oscar de
Hollywood, optando a los premios Mejor BSO por El Laberinto del Fauno. No los
consiguió, aunque no creo que tarde en lograrlo. Pero sí ganó en los premios Ariel
del cine mexicano el premio a la mejor BSO, premio que formó parte de las nueve
estatuillas que se llevó el film de Guillermo del Toro.
Después de toda esta escalada, las ofertas internacionales que le han llovido han
sido unas cuantas, lo que le ha hecho desplazarse a vivir a Los Ángeles, donde ha
sido invitado a formar parte de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas
de Hollywood. Entre sus trabajos más recientes destaca Sa majesté Minor, de JeanJacques Annaud –autor de éxitos como El Oso, Siete años en el Tibet o El nombre
de la Rosa– o Mirrors, de Alexandre Aja (Alta Tensión, Las colinas tienen ojos).
En 2007 Teruel lo recibió en el Cine Maravillas, coincidiendo con la presentación
del nº 4 de Cabiria (Cuadernos turolenses de cine), ofreciéndole un sentido homenaje en el que se le entregó un obsequio y un enorme aplauso por su labor profesional y en agradecimiento por su papel de embajador cultural turolense. Javier
Navarrete, y no solo es entusiasmo mío, ya forma parte de esa elite de Turolenses por el mundo, de lo cual nos sentimos orgullosos todos sus paisanos, sobre
todo los que hacemos pinitos en este mundo tan especial y visceral que es el de
la música en el cine.
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Comunidad de Teruel
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