Leer - Jean Vanier

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PASCUA
- 2015 -
Estoy en el hospital porque he sido
sometido a una cirugía menor y desde
aquí les escribo. La operación me ha
obligado a tomarme cinco buenos días
de descanso y, desde la vulnerabilidad,
orar con Jesús durante la Semana Santa
y hasta el primer día de Pascua. Mi
recámara está en el cuarto piso y tiene
una espléndida vista al cielo, que unas
veces está nublado y otras de un azul
claro y radiante. He pasado mucho tiempo contemplando
el inmenso cielo, observando detenidamente el vaivén de
las nubes que forman caras y animales extraños que luego
desaparecen. La inmensidad de este cielo sin límite es signo
evidente de la inmensidad de Dios, creador del cielo y de la
tierra. Más allá de las nubes y del cielo azul, está el Infinito
de Dios y sobre todo la persona de Dios, aparentemente
tan lejos de nosotros y al mismo tiempo tan cercano.
Lo que pasa en nuestro mundo es terriblemente doloroso:
accidentes, muertes, guerras, enfermedades… personas
que huyen de los lugares en los que viven buscando
refugio… Sin embargo, hay también otros eventos llenos
de ternura, de paz, de esa fraternidad que nos reúne. La
tierra porta el eterno movimiento del nacimiento y de la
muerte, de la progresión y el decrecimiento, de las
ganancias y las pérdidas, de las muertes y las
resurrecciones. Hay un pasado y un avenir. Cuando
contemplo el cielo desde mi ventana, mi único trabajo es
permanecer en el instante presente, en el "ahora", en el
silencio en el que no hay ni pasado ni futuro, sino solamente
el presente de Dios. Dios es.
En estos momentos en que estoy en el
hospital, "permanecer" significa para mí una
lucha contra la angustia y contra la necesidad
de hacer algo, de moverme, al menos dentro
de mi mente. Me siento lleno de ternura
cuando puedo permanecer en el amor. Releo
a San Juan a la luz del término "permanecer",
que es una de las palabras claves de su
evangelio. Permanecer en Dios y dejar a Dios
permanecer en mí. Dios es nuestra morada
en esta vida tan llena de pérdidas, de
humillaciones. Dios es nuestra morada,
nuestro hogar en el que no hay pasado ni
futuro sino únicamente el momento presente.
El "ahora" de la vida, de la comunión, está sin
duda hecho de confianza y de abandono entre
las manos de Dios. Poder abandonarse es una
gracia que recibimos, sí, pero el abandono es
también don de sí mismo.
A pesar del deseo de permanecer observo a
través de mi ventana los pájaros que vuelan,
que pasan, que regresan y atraviesan el cielo.
Hay pájaros de ciudad como los cuervos y los
pichones, y otros mucho más pequeños, más
activos. ¡Desafortunadamente ya casi no hay
palomas! ¡Ni siquiera tengo tiempo de
reconocer a los más pequeños porque pasan
muy rápido y no tienen ninguna intención de
saludarme! Quisiera saber en dónde tienen su
casa porque los veo descansar un poco por
aquí, un poco por allá, sobre las antenas o
sobre las ramas de los árboles. ¿Dónde hacen
sus nidos, dónde pasan la noche? ¿O son más
bien creaturas libres como el viento, libres de
ser, libres de vivir? Amo su libertad y me
gustaría entrar en ella, no para moverme, sino
para permanecer allí y regocijarme.
¡Qué gran sorpresa recibir el premio
Templeton!
Ese
reconocimiento
de
envergadura internacional de El Arca y Fe y Luz
de los que soy simplemente el representante,
¿no es sorprendente?
©Fondation Templeton/Paul Hackett
Este premio nos llama hacia lo alto cuando a lo
que hemos consagrado nuestra vida es a
aquellos y a aquellas que están por debajo. Es
yendo hacia abajo que alcanzamos las alturas,
sobre todo aquéllas que están escondidas en los
cielos de las personas más pobres y más
humilladas. Hace solamente algunos siglos, o
quizá aun menos tiempo, las personas que
nacían con una deficiencia eran consideradas
como una vergüenza, incluso como un castigo
de Dios. ¿Se acuerdan de la pregunta que los
discípulos le hicieron a Jesús sobre el hombre
ciego: "Maestro, quién ha pecado, éste o sus
padres para que haya nacido ciego?" Jesús les
responde que ni él ni sus padres habían pecado,
sino que ese hombre era ciego para que pudiera
llevarse a cabo la obra de Dios. Esta respuesta
nos lleva a descubrir que si nos damos el tiempo
de relacionarnos con aquellos que están más
abajo, éstos nos humanizan, nos alivian de
nuestros egos desmesurados y nos conducen
hacia el cielo de Dios.
Ojalá que este premio tan importante conduzca a
que muchas personas descubran el mensaje de El
Arca y de Fe y Luz. ¡Un mensaje tan simple! Si nos
hacemos amigos de las personas fragilizadas por
una deficiencia intelectual, si entablamos con ellos
una relación de autenticidad, hecha además de
escucha, de ternura y de presencia, descubriremos
el corazón mismo del misterio humano. Todos
estamos hechos para amar, para entregarnos a los
otros, para vivir la realidad de la fraternidad
universal en la cual toda persona es mi hermano o
mi hermana. Amar es reconocer el valor de todas
y cada una de las personas. Para hacernos más
humanos hay que salir al encuentro del débil y
relacionarnos auténticamente con él, cara a cara,
de corazón a corazón. Hay que ir hacia aquel que
se siente solo, abandonado, humillado porque el
grito de estas personas puede despertar el
corazón de aquellas otras que son consideradas
fuertes; la transformación se lleva a cabo cuando
descubrimos lo que verdaderamente quiere decir
ser humano.
Algunos de entre aquellos y aquellas que
viven con una deficiencia intelectual son
capaces de avanzar, de trabajar y de ser
reconocidos socialmente por lo que pueden
hacer. Otros, con discapacidades aun más
severas, tienen como única posibilidad de
comunicación la de hacerlo a través del
lenguaje cuerpo, de la mirada o de una sonrisa
que puede significar "te amo". Loic, el
fundador de Fe y Luz llegó a El Arca en 1978 y
hoy tiene ya cincuenta y ocho años. Es de
corta estatura, podríamos decir que tiene diez
años, y su forma de comunicación es
únicamente a través de la mirada. Este es un
lenguaje de amor y de comunión, de
confianza. Nunca hay que olvidar a los "Loics"
de este mundo porque tienen el poder de
transformarnos y de llamarnos a dejar de lado
nuestra necesidad de ganar, para que de esta
manera podamos permanecer en la presencia.
©Fondation Templeton
©Kuzminski
Me gusta mucho esta parábola de Jesús (Lc14,
Mt22): Dios había preparado un gran banquete,
una fiesta para toda la humanidad, un signo de
paz y de fraternidad. Pero los invitados,
socialmente reconocidos, es decir, muy
importantes hasta para ellos mismos, se niegan
a asistir a la fiesta. Están muy ocupados y
preocupados por su estatus social. Dios,
profundamente lastimado, dice entonces a sus
servidores de salir corriendo a las plazas y a las
calles de la ciudad y de hacer venir a los pobres,
a los lisiados, a los ciegos. Les ordena salir al
encuentro de aquéllos y aquéllas que están en la
periferia de la sociedad y que son mendigos del
amor para hacerlos entrar en el banquete, en la
fiesta de la paz y de la comunión. Son ellos
quienes deben convertirse en signo de curación
para toda la humanidad ya que sólo así nuestras
sociedades se convertirán, a su vez, en el sitio de
la fraternidad.
En estos últimos meses el odio se propaga en
nuestro mundo de una manera alarmante.
Roguemos porque cada
vez más personas se
conviertan en "artesanos
de paz" allí en donde se
encuentren. Abdennour
Bidar en su defensa por la
fraternidad nos dice: "Hoy
tenemos
frente
a
nosotros la ocasión
histórica de cambiar de
era transformando la
visión que tenemos del ser humano. ¿O es que
la fraternidad no es más que una utopía? Al
ser humano lo sostiene a lo imposible. Sólo
los ideales más elevados han dado a nuestra
especie humana su plena naturaleza".
Hoy es mi último día en el hospital y el cielo
está maravillosamente azul, el sol está
radiante y los pájaros entonan cantos a su
libertad. El hemisferio norte celebra la
primavera, la nueva vida que comienza a
brotar. ¡Felicidades en esta renacimiento de la
primavera, que tengan muy felices pascuas con
Jesús resucitado, y muchas gracias a todos los
que me han escrito para felicitarme por el
premio Templeton y por las diferentes fiestas!
Desde mi recámara en el hospital, rezo por
todos aquellos que sufren hoy, que se sienten
solos y humillados, y pido porque en este día
vivan un momento de paz y de ternura. Le pido
a Dios que me dé un corazón humilde para
amar a todo aquel que haya sido humillado.
Quedo en comunión
con cada uno de ustedes.
P. D. Después de algunos días de descanso, ya
estoy de regreso en Trosly y gozando de completa
salud después de la cirugía menor a la que fui
sometido, la cual no tendrá mayores consecuencias.
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