Responsabilidad del titular registral por los daños causados por

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Responsabilidad del titular registral
por los daños causados por automotores
por
Luis MOISSET de ESPANÉS
Revista del Colegio de Abogados de Rosario, año V, 1973, N° 8, p. 69.
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SUMARIO:
I.- Introducción: publicidad registral y derechos reales
II.- La propiedad de los automotores
III.- Responsabilidad civil del titular registral
IV.- Conclusiones
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I.- Publicidad registral y derechos reales
El
Código
civil
argentino,
sancionado
en
1869,
sólo
estableció la publicidad registral para el derecho real de hipoteca,
expresando Vélez Sársfield en la nota al artículo 3203 las razones de
carácter práctico que lo impulsaron a no crear otros registros
inmobiliarios. Agreguemos a ello que no concibió la inscripción como
un modo constitutivo, que sustituyese la tradición exigida por el
artículo 577 para la transmisión de derechos reales, sino que le dió
efectos meramente declarativos, es decir de oponibilidad a terceros,
ya que entre las partes el derecho quedaba constituído en el momento
mismo de celebrarse la escritura hipotecaria.
El
Código
de
Comercio
siguió
un
camino
semejante
al
establecer el Registro de los derechos reales sobre buques y, más
recientemente,
las
reformas
introducidas
por
la
ley
17.711
al
artículo 2505 del Código Civil, y la ley 17.801, que crea el Registro
Nacional Inmobiliario, extendiendo la publicidad registral a todos
2
los
derechos
reales
sobre
inmuebles,
han
mantenido
el
efecto
declarativo de la publicidad.
Se conserva, pues, casi incólume el viejo principio del
artículo 577 de nuestro Código civil, que consagra la tradición como
modo constitutivo de los derechos reales y dentro de nuestro sistema
jurídico sólo se destaca como excepción que quiebra ete principio el
régimen de la propiedad de los automotores, establecido por el
decreto ley 6582/58.
II.- La propiedad de los automotores
Antes
de
la
vigencia
del
mencionado
decreto-ley
los
automotores, como las restantes cosas muebles, se regían por lo
dispuesto en el artículo 2412 del Código civil, que protege a los
poseedores de buena fe, salvo que la cosa sea robada o perdida.
Necesidades de carácter fiscal y otras vinculadas con la
regulación del tránsito, impulsaron a las provincias y municipalidades a crear registros de carácter administrativo, cuyas constancias
podían resultar útiles para corroborar la titularidad del dominio,
pero en ninguna manera alteraban el régimen establecido por la ley de
fondo, es decir el Código civil.
Sin embargo, el elevado valor de los automotores y las
características propias de este tipo de bienes que hacen posible la
identificación de cada unidad, distinguiéndola de otras por su marca,
modelo y los números de serie del motor y del chasis, hicieron
aconsejable crear un Registro de carácter nacional, que brindase
amplia
publicidad
sobre
la
titularidad
del
dominio,
gravámenes
prendarios, embargos u otras limitaciones a la facultad de disponer,
para lograr así una mayor seguridad en el tráfico jurídico, y poner
trabas a la comercialización clandestina de unidades robadas. De esta
forma se los elevó a la categoría de bienes registrables.
El Registro de Automotores no comenzó a funcionar de
inmediato en todo el país, sino que fue extendiéndose de manera
gradual y paulatina, aplicándose primero en algunas circunscripciones
y luego en otras, pero hoy es una realidad en todo el territorio del
país, al punto de que todo vehículo nuevo debe obligatoriamente ser
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matriculado en el Registro en el momento de su primera venta (ver
especialmente artículos 6 y 10 del decreto-ley). Aunque el camino se
ha andado muy lentamente, al cabo de 15 años de la sanción de la ley
se comienzan a recoger algunos frutos benéficos y en las estadísticas
se refleja una notoria disminución en el número de automotores
robados, pero debemos confesar que hay otros aspectos en los cuales
todavía no se han logrado los objetivos perseguidos, como ser el
vinculado con la publicidad de los gravámenes prendarios que pueden
afectar a estos bienes.
Otro problema serio es que no existe cabal comprensión
entre el público en general -e incluso en algunos profesionales del
derecho- de las características excepcionales que tiene el régimen de
propiedad de los automotores. La posibilidad de confusiones se
acentúa por dos razones principalmente, a saber:
a) La subsistencia del régimen del Código para los automotores
que todavía no están inscriptos, cuya propiedad continúa probándose
con la posesión de la cosa mueble; esto dificulta al lego la
comprensión del problema, ya que existen dos regímenes de propiedad
diferentes para bienes que a él, objetivamente, se le presentan como
idénticos.
b) Con relación a los profesionales la confusión suele tener su
origen en el hecho -señalado más arriba- de que en los restantes
registros la inscripción sólo tiene efectos declarativos. Suele
suceder, entonces, que por una errónea asociación de ideas se piensa
que el régimen de propiedad de automotores es´ta gobernado por
principios semejantes, pero no es así. El artículo 1° del decreto ley
6582/58 dispone de manera terminante:
“La transmisión del dominio de los automotores deberá
formalizarse por instrumento público o privado y sólo producirá
efectos entre las partes y con relación a terceros desde la
fecha de su inscripción en el registro de la propiedad del
automotor”.
En consecuencia, si no se inscribe el título, no se operará
la transmisión, aunque se haya hecho entrega de la posesión; a la
inversa, la inscripción es suficiente para transferir el dominio,
aunque no se haya hecho tradición del vehículo.
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Lamentablemente la mayor parte de nuestra población ignora
que la inscripción en el registro tiene carácter constitutivo del
derecho y que para la transferencia de la titularidad no basta la
confección de un instrumento (público o privado), ni la tradición del
vehículo, sino que es menester que los títulos de transferencia
accedan al registro y se efectúe la correspondiente inscripción.
Mientras no se realice la “mutación” registral, el titular inscripto
continúa siendo propietario del vehículo y el “adquirente” sólo tiene
un derecho personal, que lo habilitará para reclamar la transferencia, pero no lo convierte todavía en “propietario”.
Insistimos
en
que
el
título
(instrumento
público
o
privado), al igual que cualquier contrato, sólo genera derechos
personales. En esta caso las obligaciones que nacen del contrato de
compraventa del automotor son: a) para el enajenante, la obligación
de entregar el vehículo; b) para el adquirente, la obligación de
pagar el precio; c) para ambos, la obligación de inscribir el título,
que producirá la transmisión de derecho real.
En este sistema ni el consentimiento expresado en el
contrato, ni la entrega efectiva de la cosa, son suficientes para
transmitir
el
derecho
real,
sino
que
¡es
indispensable
que
se
inscriba la transferencia!
Ya en otro comentario jurisprudencial que titulamos “la
propiedad de los automotores y la inscripción registral” señalábamos
que la falta de inscripción puede acarrear serias consecuencias a las
partes, tanto al “enajenante” como al “adquirente”. Por ejemplo, el
comprador, aunque haya recibido la posesión del automotor, como
todavía no es propietario estará siempre expuesto a que los acreedores del vendedor embarguen el vehículo que continúa perteneciendo a
la persona a cuyo nombre figura inscripto.
III.- Responsabilidad civil del titular inscripto.
Por su parte el vendedor, que ha entregado la posesión del
automóvil sin que se haya efectuado la transmisión del dominio por
vía de la pertinente inscripción, corre el riesgo de que con el
vehículo se ocasionen daños a erceros y que la víctima dirija su
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acción contra él, que continúa siendo el propietario de la cosa
mientras no se registre la transferencia. En este sentido el artículo
26 del decreto-ley 6582/58, es terminante:
“La falta de inscripción del dominio de los automotores de
acuerdo a las prescripciones del presente decreto-ley presumirá
la responsabilidad de la persona a cuyo nombre figura inscripto
el vehículo”.
En realidad, entendemos que más que una presunción, se
trata de una atribución objetiva de responsabilidad, que se funda en
el hecho de que el enajenante que ha efectuado la entrega del
automotor al adquirente, sin realizar la pertinente inscripción en el
Registro, ha transferido solamente la “guarda” del vehículo, pero
continúa siendo propietario. En consecuencia, la víctima del hecho
podrá, a tenor de lo dispuesto por el artículo 1113 en su nueva
redacción, dirigir su acción por el todo contra el “dueño” (titular
inscripto), o contra el “guardián” (adquirente) que ocasionó el daño.
El problema de las relaciones internas entre “enajenante”
y “adquirente” no debe preocupar a la víctima; por ejemplo, en el
instrumento público o priado que sirve de título a la venta se
establece que “el adquirente será responsable de todos los daños que
ocasione con el vehículo que en este acto se le entrega”, una
cláusula semejante no exonerará de responsabilidad al enajenante y
mientras permanezca inscripto como titular del vehículo, deberá
responder frente a las víctimas por los daños causados con el
automotor. Esa cláusula sólo podrá serle útil para reclamar al
adquirente que le reembolse la totalidad de la indemnización que él
hubiese pagado... ¡¡siempre y cuando este último sea solvente!!
IV.- Conclusiones.
Creemos indispensable que los organismos del Estado, las
asociaciones profesionales que están vinculadas con el quehacer
jurídico, las entidades comerciales e industriales que se relacionan
con la producción y comercialización de vehículos automotores, y las
compañías de seguros, realicen una campaña de divulgación tendiente
a hacer conocer de manera efectiva en el gran público cuál es el
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régimen jurídico de propiedad de los automotores, y los riesgos que
entrañan las “transferencias” no inscriptas.
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Un fallo jurisprudencial:
Cámara de Paz de la capital, sala 2ª, 24 abril 1972, “Olimpia, Cia.
de Seguros c/ Mirabella, Roberto”, D.J.A., N° 4084, 31 de julio de
1972, p. 11.
1.- En la reforma del art. 1113 Código civil, se estableció en
términos generales, la responsabilidad del dueño o guardián de la
cosa, introduciéndose así la teoría del riesgo, siendo conjunta esa
responsabilidad, o sea que tanto el dueño como el guardián responden
“in solidum”.
2.- Desde que entró en vigencia el sistema creado por el
decreto-ley 6582/58, la transmisión del dominio de los automotores
debe formalizarse por instrumento público o privado y sólo produce
efecto entre las partes y con relación a terceros, desde la fecha de
su inscripción en el Registro de Propiedad del Automotor (art. 1°).
Además, la falta de inscripción de la transferencia del dominio de
los automotores de acuerdo con las prescripciones de ese decreto ley
presumirá la responsabilidad de las personas a cuyo nombre figure
inscripto el vehículo (art. 26).
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MEA CULPA:
Al releer este trabajo advierto de inmediato la existencia en el
primer párrafo de un grueso error.
En efecto, se habla de la nota al artículo 3203, cuando en
realidad es la nota final al título de la hipoteca, como lo averiguamos después y lo hemos señalado en varios de nuestros trabajos.
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