ÍNDICE Origen. I Configuración urbana. IV

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ÍNDICE
• Origen. I
• Configuración urbana. IV
• Población. Aspectos de la vida en la ciudad. V
• Instituciones. La Corte. VII
• Economía. IX
• Bibliografía. XII
ORIGEN.
El núcleo originario, aparece con el asentamiento de la Legio VII Gemina, sito en un lugar que permitía el
control de los pueblos del noroeste peninsular, además, también del control y protección de las explotaciones
agrícolas y sobre todo ganaderas de la zona. Se encuentra en la conjunción de la vía que unía Tarragona y
Astorga, con la ruta que, a través del Pajares, se adentraba en la cornisa cantábrica, de donde salían y hacia
donde iban las extracciones metalíferas romanas.
De esta época romana, como condicionante a la estructura de la ciudad, se conserva la muralla, además de los
restos de edificios singulares, como las termas, o la configuración de la trama urbana, que aunque superada,
será un factor clave en el desarrollo de la urbe. Tras la caída romana, la ciudad vive un período de continuas
luchas por su control, entre suevos y godos, aunque finalmente, la ciudad será ocupada por los visigodos, que
la utilizarán como valuarte defensivo, en un principio −al igual que antes los romanos− contra los pueblos
astures.
Es constatable, que León se salvó del mandato de Witiza, de destruir las murallas de aquellas plazas que, por
su importancia, fueran susceptibles de revelarse contra la Corte de Toledo, lo que permite relativizar, e incluso
minimizar, la importancia de León en ese momento. Con la invasión árabe, León, capturada por Muza, será,
durante unos años, el lugar desde donde se controlará a los pueblos del norte, los astures cismontanos, pero en
este siglo VIII, será reconquistada por Alfonso I, aunque abandonada durante cien años más. Habitada, sin
mención en las crónicas, por gentes provenientes de Asturias, hacia el año 845 durante el reinado de Ramiro,
fue desalojada por los musulmanes al siguiente año, y estará abandonada hasta su definitiva ocupación por
Ordoño, en 856. La reanudación de la vida bajo la amenaza musulmana, obliga a que la primera ocupación de
sus moradores sea restaurar sus murallas, pues la ciudad cumplirá una importante misión defensiva, a la par
que será un importante centro religioso. Ordoño I la convierte en la capital del reino, en sede episcopal y
erigirá en ella su palacio.
Cuando las conquistas cristianas alcanzan el límite del Duero, León pasó a ser un enclave céntrico, y al lograr
alejar las amenazas musulmanas, se consolidará como capital y ciudad más importante del reino asturleonés.
No obstante pequeña, su recinto y sus afueras, su alfoz, comenzaron a llenarse de edificaciones religiosas,
monasterios e iglesias, y civiles, como el palacio real. La población dedicada a la vida religiosa, era
mayoritaria. Entre la población seglar, tanto en la ciudad como en su territorio, abundaban los hombres libres
frente a los siervos, aunque su movilidad quedaba limitada por su dependencia del terruño, de una u otra
forma. Eran muchos los oficios representados. El gobierno de la ciudad estaba en manos de un conde,
ayudado por un merino y por un sayón, y apoyado en una asamblea de vecinos de León y alrededores, el
Concilium.
Una de las características de León tras su definitiva ocupación, es la edificación constante de nuevos
establecimientos religiosos, a lo que contribuyó su nombramiento como cabeza de una diócesis y sobre todo
ser un importante hito en el camino de Santiago, en su ruta francesa. Esto condicionará de forma notable el
desarrollo futuro de la ciudad.
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Contar ahora, distintos aspectos en la vida y funcionamiento diario de la ciudad, es el propósito de los
siguientes apartados.
CONFIGURACIÓN URBANA.
La distribución del campamento romano, la posterior muralla, condicionarán en mayor o menor medida, la
estructura urbana de León, a fines del primer milenio. Se aprecian las huellas romanas, aunque difuminadas
por los sucesivos estadios de habitación−desocupación, en el urbanismo de este momento. Un ejemplo es el
palacio real, que se edificará sobre lo que eran las antiguas termas romanas. Con la ocupación por parte de la
monarquía asturleonesa, se captarán las aguas del río Bernesga para abastecer a la ciudad, se lleva a cabo
también, una restauración de sus torres y murallas para afianzar y realzar su poder defensivo. Pero, sin duda,
la actuación de la Iglesia, será primordial en el desarrollo urbano. La construcción de numerosos edificios
religiosos, desde iglesias a conventos o monasterios, es la tónica dominante en la evolución del espacio
urbano, pero su influencia, se dejará notar en todos los ámbitos de la vida; provoca que la disponibilidad de
suelo intramuros sea cada vez menor, generando una gran carestía en su precio, por lo que estos comienzan a
construirse fuera del recinto amurallado. En cuanto a la propiedad del suelo, se intuye, que los mayores
propietarios, eran, sobre todo, el Rey, el obispo y los magnates, junto con un número limitado de propietarios
menores.
Sin embargo, esta primera reordenación de la vida en la ciudad, con su reconstrucción, no iba a ser definitiva.
Las campañas de Almanzor en el siglo X, provocaron la total destrucción de la ciudad, hasta tal punto, que de
este primitivo núcleo, no quedaron apenas vestigios. Se vuelve así, a empezar con la reconstrucción y para
regularla, Alfonso V promulga el denominado Fuero de León.
La ocupación creciente del recinto urbano, provocará, incluso, que con el tiempo, el emplazamiento del
mercado, sin duda un importante elemento dinamizador, se mueva a otras zonas de la ciudad; influido, este
desplazamiento, entre otros motivos, por la ruta de peregrinación a Santiago. Con respecto al fenómeno de las
peregrinaciones jacobeas, mentar la importancia de la iglesia de San Isidoro, que se muestra como el mayor
aglutinante urbano del interior de la ciudad, y que conseguirá que la ruta del camino por el interior de la
ciudad, sea modificada para acercarse a ella. La catedral, en la que se concentrará el poder eclesiástico de
León, competirá con ella en el mismo sentido, ambas creadoras de espacio urbano.
POBLACIÓN. ASPECTOS DE LA VIDA EN LA CUDAD.
Un alto porcentaje de los moradores de la ciudad, está compuesto por clérigos, en todos sus rangos, hasta el
punto, de resultar casi mayoritarios. Las gentes dedicadas a la vida militar, infantes, infanzones, caballeros,
también la habitan en un gran número. El resto de la población, está compuesto por agricultores, mercaderes y
artesanos. Y no sólo cristianos, pues hay también población judía, en cuyas manos estaría el comercio con
Al−Andalus, pero también se dedicarían a otras tareas, como la agricultura, sobre todo en lo referido al cultivo
de la vid. Se conoce también, que gentes huidas del sur, mozárabes, se asientan en León.
El Fuero, con el fin de atraer población, hace de León un lugar de asilo y libertad. Ser poblador de la ciudad,
es garantía de libertad, aunque siempre bajo determinadas condiciones. Ser vecino, sea cual sea su rango,
comporta ciertas franquicias (como eximir de pagar determinados cánones, o tener libertad para vender) y
obligaciones, como la defensa de la ciudad. Aún así, todavía permanecen, aunque algo más diluidos, vínculos
de dependencia; como al instalarse en un solar del que no se es dueño, que comporta pagar determinados
cánones al señor, que variarán según la fortuna personal del inquilino.
Como en todos los ámbitos, con respecto a la vivienda, la adscripción social de sus moradores, será
fundamental en su definición estructural, emplazamiento e, incluso en las diversas formas de propiedad de las
mismas. No es igual, la corte del merino o del sayón del rey, que la casa de un pequeño artesano o agricultor.
Esta sería una sencilla vivienda de paredes de adobe o piedra sin trabajar y techo de escoba, levantada en un
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terreno seguramente arrendado −pues pocos serían los que pudieran tener en propiedad esa tierra− y con entre
dos a tres estancias, la principal, que hace las veces de cocina y de precaria despensa, con una alcoba
contigua, e incluso en la misma estancia, donde se hacinaría la familia, y, quizás un rincón donde realizar
trabajos de artesanía. Como contraposición a esto, se hallan las cortes, viviendas de los notables de la ciudad.
Fincas tapiadas, dentro del casco urbano, con diferentes edificios en su interior. Las diferencias, son notables;
hablemos sólo de la puerta de entrada, si antes era adintelada, ahora está formada por un arco; o del tejado,
cuya estructura de fuertes vigas de madera está cubierta ahora con lajas de piedra. La vivienda en sí, se separa
de otras edificaciones, como establos, almacenes, graneros, corrales... Dentro de la austeridad general, en este
caso no forzada, se adivinan lujos impensables en las infraviviendas antes mencionadas. Se habla incluso, de
dependencias destinadas al baño de los señores. En la casa, destacan las grandes cocinas, preparadas para la
satisfacer la llegada de invitados, como también lo están las varias alcobas de la casa. La existencia de
servicio, de criados, es fundamental en su mantenimiento.
Es patente el gusto por rodearse de lujos, de las castas dominantes, la posesión de joyas, elementos
decorativos, distingue a los diferentes estamentos, así como la vestimenta, o los modos de actuar y hablar, con
apego al latín, o a las nacientes nuevas lenguas. El gusto por lo suntuoso, es compartido también por la
Iglesia, que busca en la adquisición de elaborados elementos sacros, como cruces ornamentadas con oro y
pedrería, o cálices y candelabros realizados del mismo modo, vestir la austeridad de los templos y el arte
románico.
• Como decía al principio, la existencia de población dedicada de forma profesional a la guerra, marca
la vida de la ciudad, para ello, relatar ahora cómo lo hacía.
La guerra en el siglo X, una vez alcanzado cierto equilibrio territorial entre los reinos cristiano y musulmán,
no tiene ya como fin la conquista, sino que su fundamento tiende más bien, a cumplir funciones recaudadoras,
debido a la rapiña y al saqueo. La intención es atacar y saquear antes de que lo haga el enemigo, pues persigue
el mismo fin.
El primer acto, con la vista puesta en la guerra, será llamar al fonsado, esto es, reclutar soldadesca. La nobleza
deberá poner en funcionamiento sus ejércitos particulares, con sus propios caballeros y con lebas realizadas
entre los campesinos de sus tierras. El siguiente paso, dependiendo del lugar de partida de las diferentes
huestes, será reunirse en León, en la Corte, para quedar todos bajo el mando del Rey. El destino escogido para
la operación, será uno, en el que el factor sorpresa y la debilidad defensiva del adversario, sean
complementarios. No todas las fuerzas del reino disponibles serán utilizadas, pues con la intención de no
desguarnecer la retaguardia, en cada una de las villas del reino, quedarán elementos suficientes para repeler un
posible contraataque. De cada tres infantes, dos irán a la guerra. Aquellos que se quedan en tareas defensivas,
deben ceder los animales de carga que posean (mulas, pollinos), al ejército, como elementos de tiro.
La ciudad de León, el día de partida, quedaba rodeada por multitud de tiendas, que servían de aposento a la
soldadesca y caballería, pues los nobles, como en los días de Consejo Real, pernoctarían en los palacios
intramuros. Antes de la partida, el Rey y sus tropas, debían ser bendecidas, para lo cual, acudirían a la Iglesia.
Iglesia que está adornada con sus mejores galas, al igual que el obispo, sus diáconos y sacerdotes.
INSTITUCIONES. LA CORTE.
Desde el reinado de Ordoño I, León alberga la Corte de la monarquía asturleonesa, el palacio real. Es la
capital del reino, será el lugar de coronación de unos reyes que, a partir de ese momento, pasarán a
denominarse de León. Como tal, es la sede de los consejos, en el Palatium u Oficio Palatino o Aula Regia,
sita en el palacio del rey. Con el objeto de reunirse en él, la Corte no tenía un recinto para tal fin, sino que
había de ser preparado, colocando los escaños, el trono −solio− del monarca. Como afirma Sánchez Albornoz,
en él se reunirán de ordinario, los oficiales de la Corte, los consejeros reales y los dignatarios laicos o
eclesiásticos, tanto presentes en el momento, como citados para la ocasión. Se platicaba sobre asuntos
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militares, políticos, eclesiásticos, administrativos y judiciales. Además, tenía la función de impartir justicia.
Los días de consejo, la aglomeración de magnates, de gentes principales del reino, se constataba en las
dificultades −debido a la falta de espacio para habitación en los palacios y sede episcopal−, que surgían a la
hora de conseguir alojamiento. Lo habitual, era que los recién llegados, se establecieran, con sus séquitos, en
tiendas sitas extramuros de la ciudad. No obstante, los miembros del consejo, aunque no todos, conseguían
hospedarse en el palacio del Conde −encargado del gobierno de la urbe− o incluso, es probable que
consiguiesen posada, como ya decía, en la sede episcopal, de la que hay indicios que tuviese, las veces, esa
función.
De importancia capital, en la vida de la ciudad, en todos los ámbitos, social, económico y religioso, es la
promulgación, por el rey Alfonso V, del Fuero de León; por lo que tiene de regulador y sistematizador. El
Fuero es otorgado por el rey, bajo cuya jurisdicción está la ciudad, pero el Concejo, la comparte con él, según
una serie de concesiones, como la regulación de la vida pública, cobro de determinados impuestos y tasas,
mantenimiento y realización de obras públicas, como la muralla. Tenía también, la misión de fijar pesos,
medidas, precios y salarios; para ello, se reunían una vez al año. La importancia del Concejo, se pone de
manifiesto por la existencia de las llamadas ordenanzas municipales, existentes desde antes de la
promulgación del Fuero. Éste, regula no sólo el núcleo urbano amurallado, sino que abarca también su
extrarradio.
ECONOMÍA.
Destaca en estos años, en León, la formación de un incipiente mercado. Este mercado será un foco de
atracción para gentes de León y sus contornos, tanto para abastecerse de productos, como para vender, incluso
se acercarán a él, mercaderes venidos de fuera. Se ha constatado, la presencia de tráfico procedente de
Al−Andalus, y hasta de Arabia.
Aunque la tesis de autarquía en la economía leonesa aún es mantenida, esto no se sostiene a la hora de
explicar el origen del mercado en la ciudad. Si bien es cierto que en algunos casos dentro del propio reino
asturleonés, el mercado es creado y regulado mediante sanción real, no lo es menos, que en otros, existiese ya
el embrión de uno incipiente y primitivo, como lugar de intercambio de bienes de primera necesidad y
también para el abastecimiento de la ciudad, que se iría institucionalizando y regulando con el tiempo, como
es el caso de la ciudad de León.
El primigenio mercado, nace debido a una economía basada en el trueque, en el intercambio de productos.
Aunque la producción de excedentes, sería prácticamente nula, el que en los alrededores de León, hubiera
presencia de campesinos libres que cultivaban sus propias tierras, garantizaba, al no tener que pagar algún tipo
de dependencias, que consiguiesen algún producto, tanto agrícola como ganadero, bien prescindiendo de él
para su propio consumo, para traficar con él, a fin de obtener a cambio, aquello que él no es capaz de
producir. La economía de intercambio, produce un hecho curioso, pues, aunque la existencia de numerario,
sea muy limitada en estos momentos, las negociaciones se realizan como si este fenómeno no se produjera;
hay equivalencias establecidas y regularizadas de hecho entre productos y dinero. Así, determinadas medidas
de cereales, como un modio de trigo, o incluso una oveja, tienen el mismo valor que un solido o sueldo, la
unidad monetaria de referencia, aunque no la única, ya que son mencionados también denarios, e incluso
sueldos galicanos, que remiten, quizá, a una posible acuñación monetaria en el territorio galaico−portugués.
Entre los productos más deseados del mercado, pero también el más difícil de conseguir, es el caballo; animal
indispensable para la guerra, que alcanza precios desorbitantes, por los que muy pocos, son capaces de pujar.
Pero el mercado no sólo sirve a un fin de intercambio de bienes muebles, en él además se cierran tratos sobre
fincas rústicas, solares y edificios, en contratos de compraventa o intercambio.
La periodicidad semanal de la feria −se realiza todos los miércoles− permite el aprovisionamiento de los
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productos necesarios para la supervivencia a las gentes, tanto del núcleo urbano, como de sus contornos. Hay
una figura, con un claro reflejo en las ciudades musulmanas, donde se concretaría su origen, que se encarga de
controlar y vigilar, de supervisar la celebración del mercado, es el zabazoque, bajo mandato del Concejo. Lo
acompañan en esta tarea el sayón y el merino, dependientes del Rey.
La feria, se situaba fuera del recinto amurallado, que con el tiempo, derivó en el desarrollo de un pequeño
núcleo poblacional, dedicado también al comercio y a la artesanía, por donde se producirá el futuro
crecimiento de la ciudad.
Como referente de la actividad económica generada por León, es de destacar, el nacimiento en su extrarradio,
de pequeñas aldeas, con dedicación exclusiva cada una, a diferentes actividades de artesanía. Sin embargo, sus
habitantes, aún serían mano de obra servil, aun con ciertos grados de libertad, adscritos a un señor, civil o
eclesiástico.
Todos los aspectos de la vida económica, están regulados; los impuestos que se deben pagar, las prestaciones
que se darán a cambio de permitir determinadas actividades, siendo esto una reminiscencia de costumbres
pasadas. La regulación, busca asegurar, que el suministro de productos, nunca falte en la ciudad.
No sólo se comercia, en el mercado, con productos de primera necesidad, sino que existe también, para
satisfacer la demanda de los poderosos, un incipiente tráfico de mercancías de lujo. Es significativo,
comprobar su alto precio, condicionado por la escasa oferta existente, sobre todo en lo referido a los objetos
de orfebrería, por ser piezas de importación, como también sufren gran inflación elementos fundamentales
para la guerra, como los caballos y armas. La comparación con el precio de otros elementos, como la vivienda
o el suelo, e incluso del ganado, resulta muy favorable a estos últimos elementos. Con respecto a la
fabricación de estos objetos, no todos proceden de la importación, pues algunos, como tapices o tejidos de
seda, son fabricados en los alrededores de León, por tejedores al servicio directo de los monarcas. Estos
tejedores, procederían del sur, de las tierras de Al−Andalus. Conseguir hacerse con estos productos, resultaba
costoso hasta para los magnates del reino.
BIBLIOGRAFÍA
• Gautier Dalche, Jean. Historia urbana de León y Castilla en la Edad Media. (Siglos IX−XIII).
SIGLO XXI EDITORES 1979.
• Martínez Sopena, Pascual. La ciudad de León, espacios y tiempos. UNIVERSIDAD DE LEÓN
1996.
• Sánchez Albornoz, Claudio. Una ciudad de la España cristiana hace mil años. EDICIONES
RIALP 1966.
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