4.- MI HIJO NO ME OBEDECE. II Para enseñarles a obedecer se

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4.- MI HIJO NO ME OBEDECE. II
Para enseñarles a obedecer se necesita crear un buen ambiente en casa, establecer unas
normas que sean claras y sencillas para convivir, motivarles siempre positivamente ya desde
pequeños (no castigando) en el cumplimiento de esas normas, marcar las consecuencias si se
incumplen y ejercer correctamente la autoridad de padres.
En estas condiciones que acabo de mencionar, me voy a detener en una
importantísima: establecer las normas de convivencia que tenemos en casa. El niño debe
conocer perfectamente esas normas, a la hora de establecerlas deben ser consensuadas entre
ambos padres, no pueden ser normas absurdas u obsoletas y deben ser pocas. Hay que tener
siempre el mismo nivel de exigencia y revisarlas para ver si hay que cambiar alguna o revisarlas
para ver si se cumplen. Estas normas tienen que estar adecuadas a su edad. A partir de los 4
años hay que explicarle al niño el porqué de esas normas, si no lo hacemos él lo preguntará.
Además, si conoce el sentido profundo de lo que debe cumplir, entenderá lo que está en
juego: la convivencia en casa y su propia educación.
Con respecto a las órdenes concretas que se da al niño en un momento determinado
para que haga alguna cosa, también hay que tener en cuenta algunas consideraciones que no
podemos pasar por alto. Lo que mandemos al niño se debe mandar de una sola vez y no
pueden ser muchas órdenes juntas, sino espaciadas en el tiempo. Hay que establecer un
tiempo determinado para cumplirlas. Hay que animarles a que cumplan esas normas y órdenes
y los castigos ante su incumplimiento siempre deben ser razonables. El incumplimiento de la
misma norma y orden tiene que tener siempre el mismo castigo, no lo que una vez le parezca
al padre y otra a la madre dependiendo del enfado que tenga en ese momento. No hay que
amenazar nunca al niño y, sobre todo, los padres deben ser coherentes en estos temas, es
decir, no se puede castigar en unas ocasiones por decir palabrotas y, en otras ocasiones, reírle
las gracias.
Otro aspecto que hay que cuidar en el tema de la obediencia, es el nivel de exigencia
que se tiene en el proceso de educación del niño. Si no hay ningún tipo de exigencia, el niño no
mejorará y se quedará estancado. Se debe exigir lo justo, conforme a su edad. No conviene
exigir en cosas que no tienen importancia para la educación del niño, si se hace así, la
autoridad de los padres se resiente. Entre los 6 y 12 años hay una serie de cosas básicas que
hay que procurar exigirles a los hijos: el orden, que diga siempre la verdad, que trate bien a los
demás, que su trabajo lo haga y lo haga bien, que use adecuadamente su tiempo libre.
Debemos prestar especial atención en este artículo a la autoridad de los padres, de
ello depende la estabilidad del hijo. El niño siempre tiene que tener unos límites, no puede
hacer lo que quiera. Los padres siempre deben combinar exigencia y cariño. Hay tres formas
básicas de ejercer la autoridad. 1.- Padres agresivos-autoritarios. Utilizan siempre el cabreo
para que sus hijos obedezcan, descargan sus tensiones personales con los hijos. En las
relaciones familiares son comunes los gritos, amenazas y castigos. El hijo obedece por miedo y,
siempre suele estar asustado. Por eso el niño suele ser por un lado, tímido y con baja
autoestima, pero por otro, suele ser rebelde. 2.- Padres pasivos-permisivos. Se dejan torear.
Sus hijos no les obedecen pero no hacen nada para solucionarlo. Cuando ya no pueden más,
explotan y caen en castigos desmedidos o descalificaciones personales. 3.- Padres enérgicos.
Ejerce su autoridad, tiene los objetivos claros y cumplen siempre lo que dicen. Son capaces de
encontrar un equilibrio entre rigidez y flexibilidad. Son capaces de estimular positivamente a
sus hijos. Según crecen los hijos, les dan participación en la casa y en la elaboración de las
normas del hogar. Es una autoridad ejercida tanto por el padre como por la madre, siempre
con amor, cariño y comprensión.
¿Qué debemos hacer cuando el hijo desobedece? Lo primero es no cabrearse y
procurar guardar tranquilidad. Después hay que identificar el comportamiento que deseamos
cambiar y analizarlo cuidadosamente: cuando ha surgido, porqué y cuál es la casusa, por
ejemplo llamar la atención. Lo siguiente es buscar una solución realizando un plan de acción
concreto, si es preciso, por escrito.
Hay ocasiones donde con ignorar esa conducta es suficiente para que desaparezca.
Este procedimiento vale para protestas, rabietas, cuando se hace el gracioso, pero nunca
cuando su conducta supone un peligro para él. Lo importante es demostrar al hijo que no
obtiene ningún beneficio con su conducta. Cuando se está delante de gente y es imposible
ignorar su conducta, lo mejor es aislarle y sacarle del ambiente que puede reforzar su
conducta. Hay que ver si estaba aburrido. En ese momento no hay que discutir con él. También
hay que procurar que esa rabieta nunca le sirva para salvarse de una situación desagradable,
como es el caso de salirse del médico.
Otra forma de eliminar la desobediencia es elogiar o premiar sistemáticamente la
conducta positiva contraria a la que queremos eliminar, motivándole siempre para que
obedezca.
Si tu hijo se hace el sordo, no discutas ni negocies con él, no le pidas las cosas mientras
haces otra cosa. Déjalo todo y se claro, asegúrate que lo entiende. Si no obedece insiste con
paciencia y elógiale cuando obedezca. Lo último a lo que se debe recurrir es al castigo. Para
utilizar el castigo se tienen que dar una serie de condiciones: que sea inmediato a la conducta
indeseada, avisarle con antelación para que lo sepa. Advertir y no castigar reiteradamente no
sirve de nada. Se debe castigar la conducta, nunca al niño con frases como estas: “eres un
desastre”.
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