Para Tiempos de Aflicción

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Para Tiempos de Aflicción
Elder Jeffrey R. Holland
No sé cómo es para todos en general, pero sé, por experiencia
propia que la Salvación no es una experiencia gratuita. Que
nadie va a recibir, experiencias valiosas y abundantes por un
mínimo esfuerzo. Siempre le doy este consejo a los misioneros,
es mi discurso estándar para los misioneros. Que siempre será la
última casa que toquen, siempre será a las 21:29 de la noche,
siempre será cuando este lloviendo. Es el hecho de, que Dios
actúa cuando el hombre está al límite. Y eso es, tal vez, no
quiero que suene deprimente, y no quiero que parezca como que
forzosamente tenemos que ser probados, o que necesitamos ser
afligidos, o que siempre tiene que ser difícil, porque no es verdad. No siempre es difícil y
ustedes lo saben y hay hermosas bendiciones. Pero creo firmemente, que hay algo en este
camino a la salvación, esta misión, que establece que debemos pagar algo por esas
bendiciones. Entonces, pienso que, llegamos a conocer al salvador una vez que hemos
estado, aunque sea a las afueras del Getsemaní. El camino a la salvación siempre pasa por
Getsemaní, y siempre requerirá un viaje a la cima del calvario. Ahora, el peligro ahí es que
digamos: ¡Oh!, estoy sufriendo como el Salvador sufrió, sufro la angustia… no es así. No
estamos ni cerca de estarlo, no hemos sentido una fracción de eso. No vamos a ser
crucificados, no vamos a ser redentores. En ese sentido es incluso aterrador hacer esa
analogía. Pero pienso que la otra parte de la analogía, no solo es necesaria, es
indispensable. Y es esta: Que si nos decimos ser discípulos de Cristo caminaremos por
donde Él camino, sentiremos lo que Él sintió, oraremos en la forma en la que Él oró, y
derramaremos lágrimas como Él lo hizo, al menos en cierta proporción, al menos en forma
simbólica. Yo no sé, van a tener que ayudarme aquí, no sé lo que significa decir, soy un
discípulo de Cristo pero no quiero hacer lo que Él hizo, no quiero sentir lo que Él sintió
pero ¡hombre! Yo me apunto, estoy aquí con el hombro a la lid. No pienso que funcione
así, pienso que la invitación siempre será: Ven y sígueme. Los Apóstoles de antaño dijeron:
¿Dónde vives Señor? Y Él dijo: Venid y ved. Tan solo vengan y obsérvenme. Son
bienvenidos a mi casa, son bienvenidos [a] viajar conmigo, pueden escucharme hablar, tan
solo: Vengan y síganme. Pero para lo que tenemos que estar bien preparados, es para que
parte de ese viaje, sea al menos a las orillas de Getsemaní, y quizá un poco a la sombra del
Calvario. No conozco ninguna otra manera en la que eso pueda suceder. Mis convicciones,
y mis sentimientos, por el Salvador del mundo, han nacido en los tiempos más
desesperantes de mi vida. Cuando me preguntaba si El Hijo en algún momento se acordaría
de mí. Parecía acordarse de otras personas, parecía acordarse cada mañana de todas las
personas a mí alrededor, pero no de mí. Ahora, no siempre es así, y no se supone que sea
así. Y somos un poco egoístas si actuamos como si siempre fuera así. Pero algunas partes
del discipulado requieren ese tipo de pruebas, básicamente lo que Él sufrió (Para tiempos
de aflicción, Elder Jeffrey R. Holland, http://www.youtube.com/watch?v=a8KgnS7BUog).
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