no caer dentro del estilo «España opereta» y en hallar la arm onía de colores característicos y las conexiones de tonos de una atm ósfera verdaderam ente española. Luego de haber visitado vuestro país pienso que no lo traicioné. Interrum pe Yvan Lorelle diciéndome: — Usted ha deseado hacerm e la pregunta de por qué he respetado a España el marco de mi «Retablo» a pesar de que la adaptación del «entremés» en «m im odram a» caiga tan lejos de Cervantes. Y es que el am or al gesto, al buen gesto; la ciencia innata de las actitudes y del ritmo que son cualidades particularm ente españolas daban un aspec­ to natural a mi nuevo argum ento escénico. T am bién es porque yo am o m ucho a España donde el gesto es rey y por esto mismo, quizás, no tenéis aún teatro sin palabras. estudiando y robándoles m aneras para llevarlas a m i teatro. Mi esposa no se queda atrás. H a estado dos días con­ tem plando la am algam a de colores en un espacio en apa­ riencia sin color ni im portancia. U na silla am arronada, una lengua de playa grisácea, una barquita azul negro descansándose sobre sus costillas, el m ar de este azul clarísimo y limpísimo de las aguas llansanenses, más allá un peñasco gris, azul o negro v luego el infinito celeste. Usted por ser de aquí, posiblemente, no lo vería. Mi esposa ha estado dos días estudiándolo, contem plativa, extasiada. Ella va sacando m uchos bocetos, m uchos cro­ quis. Y... vamos construyendo. Y... van «robándonos» pero van descubriéndose agrada­ blem ente a cada paso, dejando con su altam ente expresivo — Su relato, señor Lorelle, me ha complacido m ucho y me hace adivinar lo majestuoso del m ovim iento en la pantom ina. — España es rica... con precisión, en la zona m editerrá­ nea, son ricos ustedes de expresión en el adem án. Desgra­ ciadam ente París, que ha ido injertándose y contagiándose de otras zonas europeas, ha ido perdiendo esta forma de expresión para caer en la m onótona, impávida y estúpida falta de adem án que se sufre. Esta virtud que ustedes tienen sin aprecio, ahora que París la ha perdido la estima como espectáculo. Marcel M arceau se ha m antenido en cartel por seis semanas se­ guidas, cosa absolutam ente vedada a cualquier otro teatro. Yo... de ustedes; de la venta del pescado, de las actitu­ des del público durante unos «puchinelis» en la plaza del Puerto; en la playa, en el hotel; de usted mismo, voy y elegante gesto, constancia de su arte el señor Lorelle v con su finura personalísim a, y lánguida m irada de ojos escudriñadores, dem ostración de sus captaciones artísticas su esposa. Yvan y Nina feliz «couple». Al despedirme de esta simpática pareja m e mostró ella unos dibujos: Llansá, color y vida, en esquem a para la próxima composición: Pueblo de pescadores. El m e saludó a lo profesional, gesto y expresión de cara que me sorprendieron. Yo no sabía com o proceder. Quizás si me cupiera algún día la satisfacción de verles en escena podría ver, entre las varias cosas llansanenses que hayan captado, alguien que torpem ente se despide. Este sería vo. M. F a C. Biblioteca de Llançà