tamia porate

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FONDO DOCUMENTAL/ NARRATIVAS DE MUJERES INDÍGENAS/ FLACSO/ ECUADOR
Referencia:
Porate, Tamia (1997) Testimonio, en El Poder de la afectividad. III Concurso Mujer: Imágenes y Testimonios. Pp. 6974. Ecuador: UNFPA; Gráficas Hernández C. Ltda.
TAMIA PORATE
Yo soy Huaira Samay, por lo tanto soy viento, energía, fuerza poder; soy agua,
soy fuego. Soy un todo como la “Pacha Mama”.
Pienso que mi historia personal, podría ser la historia de mi pueblo quichua.
Yo Huaira Samay, he tenido que comenzar trabajando desde muy temprana
edad, era la primera nieta por lo tanto tenía que trabajar ayudando a hilar, a cardar
lana a mis abuelitos; además tenía que ayudar a lavar pañales, a cuidar a mis
hermanos pequeños, tenía que ir a buscar leña, agua; recoger hierba para los cuyes,
etc., más o menos de 4 a 6 años por ser la primera hija.
Ya cuando tenía seis años, -creo- me pusieron en la escuela en la ciudad de
Otavalo. El primer día me quedé contenta viendo que había algunas niñas indígenas,
pensé que iba a pasar jugando con ellas.
Pero para mi mala suerte, estas niñas no habían sabido hablar quichua por lo
que ellos vivían en la ciudad de Otavalo y la profesora también hablaba español; por lo
tanto por más que indicaba y me enseñaban las profesoras no entendía nada, como
no les entendía me decían que yo era una niña tonta; como las otras niñas siendo
indígenas podían entender lo que ellas les enseñaban, según los profesoras ellas eran
más inteligentes que yo. El problema fue que ellos no entendían de que yo era de
mismo pueblo por lo tanto no era mi idioma en la que me enseñaban.
Viendo que no aprendía, me dijo que le llevaba a mi papá a la escuela, cuando
se presentó mi papá la profesora nos llamó a mí y a otra niña india y dijo “Haber, lea” y
yo no podía, luego a la otra niña también le dijo que lea un párrafo y ella leyó. La
profesora le dijo a mi papá que me lleve nomás de la escuela porque soy una niña
tonta, que estando entre indias, las otras podían leer y escribir, viendo esta realidad mi
papá se sintió humillado dijo bueno me llevaré a mi hija con que yo quería que mi hija
aprendiera algo, me llevó sacando de la escuela a la casa, sin que termine ni siquiera
el primer grado, creo estuve solo tres meses nada más en la escuela de niñas,
pensando que realmente yo era una tonta me fui de la escuela.
Desde que salí de la escuela, me dediqué a ayudarle solo a mi mamá, por lo que
mi mamá iba teniendo más hijos, nosotros somos 12 hermanos de los cuales vivimos
solo seis; cuatro mujeres y dos varones.
El primer hijo de mis papás se había muerto, quedando yo como primera.
Cuando yo tenía nueve años se murió mi abuelita, la mamá de mi mamá y mi abuelo
solo pasaba llorando, entonces yo pasaba más con él, ayudándole a lavar la lana, a
hilar, a cardar y a tejer; le daba cocinando, lavando la ropa; le ayudaba a vender la
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Porate, Tamia (1997) Testimonio, en El Poder de la afectividad. III Concurso Mujer: Imágenes y Testimonios. Pp. 6974. Ecuador: UNFPA; Gráficas Hernández C. Ltda.
lana, chalinas de lana, etc., es decir comencé a aprender a hacer negocio; viajábamos
juntos a Otavalo, a las comunidades de Picalquí, Tomalón, Malchingui, Tocachi, etc.,
pertenecientes al cantón Pedro Moncayo, buscando trabajo es decir haciendo el
trueque.
Salíamos desde nuestra casa a las tres de la mañana para coger el carro a
Cayambe, y de Cayambe caminábamos para llegar a estas comunidades. Nos íbamos
en busca de granos, lanas de borrego; hacíamos trueque; llevábamos sal, dulce,
manteca, jabones, etc.
Así trabajaba mi abuelo, y yo seguía ese mismo trabajo; me convertí en la
compañera de mi abuelo viudo, para que no se sintiera solo y abandonado.
Cuando yo tenía los 16 años me di cuenta que esta forma de trabajo no me
rindió, me fui a buscar el trabajo en la ciudad de de Otavalo, en ese tiempo pasaba
poniendo flecos en los ponchos de niñas sin salir al almuerzo terminando un solo
poncho en un día viendo que no rendía salí de ese trabajo y me vine a Quito para
trabajar de sirvienta donde una familia Flores, había demasiado trabajo como para
lavar ropas de mayores y de niñas, cocinar, arreglar cuartos y cuidar a los 2 niños y no
quería dar vacación ni un día, pagaba pasando un mes; trabajé 8 meses, para que yo
saliera de esa casa y pueda trabajar en otra parte me dio buscando mi tío en otra casa
había sido casa de Dr. Rodrigo Paz.
En la casa de Dr. Rodrigo Paz estuve solo un día por lo que la señora me obligó
a que yo me cambie de ropa es decir que me ponga la falda, el gorro y delantal blanco.
Este pedido de la señora me pareció que como me quería terminar con mi forma de
ser, con mi cultura frente a este pedido de la señora dije no puedo dejar mi ropa
prefiero no trabajar le dije y me dijo bueno entonces puede usted irse así es la regla
de esta casa. Entonces yo decidí a abandonar esa casa para no violar las reglas de la
casa, pero era más por defender y por resistir mi cultura y mi forma de vestir, y me fui
directo a Otavalo, es decir a la casa de mis padres y a la de mi abuelo nuevamente.
Esta forma de buscar el trabajo era para poder mantener a mis hermanos
menores y a mi mamá y papá, por lo que mi mamá no podía salir en busca de trabajo
fuera de la casa, por los 12 hijos que tenía y mi papá era analfabeto, no tenía trabajo
fijo, ni tampoco teníamos terrenos para sembrar y comer de ahí.
En el camino yo iba mirando como es la realidad de nuestras comunidades, de
nuestras familias y de manera muy especial de nosotras las mujeres indias; es decir, la
vida que íbamos a tener las mujeres por la presencia de la gente no indígena en
nuestras comunidades. Personas instaladas con cantinas convirtiéndose en
compadres para nosotros mismos para que estos señores sean los compadres de
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bautizo, de matrimonio, etc., teníamos que ir a dejar 12 gallinas del campo, 12 cuyes,
2 cabezas de plátano, 5 tazas de panes, unas cuantas jabas de cerveza, 2 a 3
quintales de papas por parte de las familias indígenas y el padrino solo daba una
parada de ropa para el niño y un reboso para la mamá y teníamos que tomar por lo
menos una semana donde el padrino. De esta forma hacían que siempre estemos
presentes en sus negocios y sigan tomando así no tengan plata, aunque sea fiado
para luego dejarse quitar sus pequeñas parcelas.
A más de perder sus tierras, se quedaban endeudados hasta llegar al punto de
no tener de donde pagar, y muchas veces convertiste en los criados o sirvientes para
ir a pastar ganados o trabajar en los terrenos y poder pagar la deuda. Llegaban al
punto de por un balde de chicha o media botella de trago todavía existe algunas
cantinas en la ciudad de Otavalo en barrio el batán, la mayor parte de las cantinas
hemos logrado terminar.
Viendo y viendo, en la práctica es cruda y amarga la realidad de la pobreza
causada por los señores cantineros, comencé a participar en las actividades
denominadas misiones, que hacían las hermanas Lauritas en las comunidades
aprovechando este espacio que nos brindan las hermanas Lauritas comencé a trabajar
concientizando a nuestros compañeros de otras familias, mediante visitas y charlas
para que tome conciencia del daño que nos hacían y nos lo hacíamos tomando licor
día y noche.
Otra cosa que me promovió fue que ni yo misma había terminado la primaria ni
mis hermanos, peor otras niñas y niños a todas partes que me iba les veía que la
mayoría niñas no se iban a la escuela por ayudarles a sus padres.
Me dije, no puede ser posible que nosotros vivamos así, qué es lo que va a pasar
conmigo, con mis familiares y mis vecinos, además esta experiencia que tuve que
haber trabajado como sirvienta me ayudó mucho a defender sobre nuestra cultura y
luchar por la resistencia como pueblos y la auto valoración de mí misma y de mi
pueblo.
Entonces, pensé que primero debía trabajar de obrera y luego por la noche a
estudiar para terminar la primaria hasta para poder ayudar a mi comunidad y a otras
comunidades: Dentro de este proceso de lucha personal de querer superarme como
persona y de cómo hacer que mi familia no tome más y luchar contra los cantineros
fue muy difícil pero no imposible.
Creí que si lograba zafar de las manos de los cantineros, es decir, lograba liberar
del vicio para mi eso era un triunfo familiar y por ende una lucha y un triunfo de mi
pueblo quichua; porque pensé que me iba a dar fuerza para seguir adelante
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combatiendo este mal vicio y me dio mucho valor el lograr que mi mamá ya no
tomaba, aunque mi papá falleció con los riñones podridos por mucho licor y por hacer
muchos trabajos forzados, este forma de morir de mi papá me sirve para hacer ver a
otros compañeros sobre el daño que nos hacemos nosotros mismos.
Los problemas que tuve que enfrentar fueron los siguientes:
En primer lugar nuestra costumbre era que casi no nos dejaban salir a ninguna
parte, por ejemplo a pasear, a los bailes, etc.
Indicándonos que para cuando nosotros nos casemos no seamos maltratadas
por nuestros esposos, para que seamos consideradas como una mujer de la casa,
teníamos que respetar y aceptar lo que decían nuestras madres.
Dentro esta regla establecida en las familias especialmente de mi comunidad; yo
fui la primera mujer en romper esta regla o esta ley, saliendo a realizar trabajos en
diferentes comunidades; y cuando fui electa dirigente de las mujeres quichuas de
Imbabura, tenía que caminar con los compañeros hombres sean estos solteros,
casados; sean indios, no indios, negros.
Entonces tuve problemas con mis tíos, primos, con mis padrinos de bautizo y con
algunos compañeros de mi comunidad.
Mis tíos decían que porque yo no les hago caso a mis padres; a ellos les decían
que porque no actúan con mano dura; mis primas diciendo que no deben dejar a sus
hijas que se lleven conmigo porque yo les iba a enseñar el mal camino, que por mi
culpa iban a tener hijos de soleteras; me decían que yo no debo llegar a las casas de
ellas, prohibiendo la llegada y la amistad frente a familiares; de la misma forma actuó
alguna gente de la comunidad, veían mi actitud como adulterio; y algunos por celos
políticos dentro de los cabildos.
Gracias al apoyo de mis padres, concretamente de mi mamá, porque también
tuvo que enfrentarse con todo ese grupo de familiares y de miembros de la
comunidad, logré avanzar poco a poco, tanto en el estudio como en asumir un cargo
en las organizaciones.
A nivel de la provincia, en la FICI he sido dirigente de la mujer y de derechos
humanos durante seis años; en el ECUARUNARI durante dos años; y últimamente en
la CONAIE seis años teniendo el cargo de dirigente de la mujer y la familia. Además,
bajo mi responsabilidad conjuntamente con los coordinadores regionales está el llevar
adelante actividades de capacitación y formación política en liderazgo de las mujeres
indígenas del Continente.
Gracias al apoyo de mi familia y a mi auto educación y esfuerzo propio de haber
llegado por lo menos al ciclo básico de la secundaria; realmente, no se como llegué a
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Porate, Tamia (1997) Testimonio, en El Poder de la afectividad. III Concurso Mujer: Imágenes y Testimonios. Pp. 6974. Ecuador: UNFPA; Gráficas Hernández C. Ltda.
ingresar al Colegio Nacional Jacinto Collaguazo de Otavalo, los años de estudio solo
ha sido por la noche, todavía pienso seguir trabajando y estudiando. Con el empuje de
mi familia tanto de mis hermanos como de mi propio esposo que me dan la mano, un
apoyo moral que ha existido durante años y años que compartimos la vida; gracias al
apoyo y fuerza que me transmite mi hija que apenas tiene un año cinco meses de
existencia.
Esta es mi vida, esta es mi historia; una historia de dolor, sufrimiento, pero que a
larga de camino ha sido una vida de experiencias y que ahora es una etapa de
felicidad, porque con esfuerzos logré conocer el dolor, la felicidad, la experiencia y la
dicha de ser madre.
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