163 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACION: APROXIMACIÓN CONCEPTUAL A LA INFRACAPITALIZACIÓN DE LAS SOCIEDADES RAFAEL GUASCH MARTORELL I. INTRODUCCIÓN El objeto del presente artículo lo constituye la intención de aportar los elementos interpretativos que nos pueden ayudar en el estudio de la compleja problemática que presenta la infracapitalización de las sociedades, sin que, de otra parte, esté en nuestro ánimo ofrecer una respuesta adecuada a todos los aspectos controvertidos que plantea la doctrina de la infracapitalización; de este modo, no abordamos las cuestiones suscitadas en el ya rico debate doctrinal en torno del principio de capitalización adecuada, o las cuestiones referentes a la especificidad de la sanción de la infracapitaliación, o los mecanismos de protección de los acreedores externos..., etc. Se trata, ahora, de ahondar en el estudio de aquellos elementos que son decisivos en la formación y posterior diagnóstico de la situación de infracapitalización, realizando un juicio crítico sobre ellos, el cual en última instancia pone de relieve las dificultades de orden económico y jurídico que plantea el tratamiento legislativo de la infracapitalización, con independencia de sus sedes materiae: societaria o concursal. II. EL CONCEPTO DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 1. Síntesis de las aportaciones doctrinales más relevantes en torno a la noción de infracapitalización Tal y como advierte el título de este epígrafe hemos descartado realizar el estudio de las múltiples definiciones de infracapitalización 164 RAFAEL GUASCH MARTORELL presentes en la literatura jurídica que ha tratado la problemática de la infracapitalización. Las razones para obrar así son diversas, pero sin duda, entre éstas ha prevalecido el convencimiento de que existía una manifiesta desproporción entre el esfuerzo intelectual requerido y el resultado a que cabría llegar, por cuanto a parte de constatar la diversidad existente en relación a la conceptualización de la infracapitalización, se convertía en imprescindible dotar de contenido doctrinal y legislativo los distintos términos utilizados en definir la infracapitalización, y con ello se cernía el peligro de realizar una tarea, ciertamente, ardua, pero posiblemente estéril en su resultado. Por el contrario, estimamos que obtendremos un mayor rédito en cuanto a la claridad y coherencia, si acotando el ámbito de reflexión, se opta por indagar la aproximación conceptual a la noción de la infracapitalización, adoptando como referentes doctrinales las definiciones de dos de los autores que han gozado de mayor aceptación doctrinal; nos estamos refiriendo a las definiciones de infracapitalización formuladas por los profesores Peter ULMER 1 y Cándido PAZ-ARES. Pero vayamos por partes, el profesor PAZ-AREZ, en su trabajo inicial 2 “sobre la infracapitalización de las sociedades” define la infracapitalización del siguiente modo: “Cualquier desproporción conmensurable -o, si se prefiere, inequívocamente constatable- entre la magnitud del capital de responsabilidad fijado estatutariamente (arts. 11.3, f LSA y 7, 6 LSRL) y el nivel de riesgo de la empresa que en cada caso se programe para llevar a efecto el objeto social”. Es decir, la situación de infracapitalización se manifiesta en todos aquellos supuestos donde se evidencie una desproporción conmensurable entre la cifra del capital de responsabilidad fijado estatutariamente y el nivel de Vid., su comentario de la GmbHG, “Hachenburg, Gesetz betreffend die Gesellschaften mit beschränkter Haftung. Grosskommentar”, Berlin-New York, 1992, parágrafo 30, núm. 16. 1 Publicado en ADC, 1983, págs. 1597 y sigs. La definición de infracapitalización propuesta por PAZ-ARES es adoptada en su literalidad por BAYONA GIMENEZ, R., “Una aproximación al problema de la infracapitalización a la luz de la necesaria revisión de las funciones del capital en las sociedades anónimas”, en Cuadernos de Derecho y Comercio, 1996, págs. 178 y 201; con un planteamiento conceptual similar adoptando como elemento definidor la cifra de capital social, vid. LLEBOT MAJO, J. O., “La geometría del capital social”, en RDM, 1999, pág. 77, definiendo la infracapitalización con estos términos: “el fenómeno consistente en que los socios fijan un capital social que dotará a la sociedad con un patrimonio manifiestamente insuficiente para el desarrollo del objeto social”. 2 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 165 riesgo de la empresa de acuerdo con el objeto social programado. También en apretada síntesis cabe considerar cómo la noción de infracapitalización propuesta por PAZ-ARES descansa en la confrontación de dos magnitudes: “el capital de responsabilidad fijado estatutariamente” y el nivel de riesgo que comporta desarrollar la actividad o actividades empresariales definidas con el objeto social. Pues bien, en lo que respecta al primer elemento conceptual, la “cifra de capital de responsabilidad fijado estatutariamente”, es decir, la cifra del capital social que se ha de hacer constar en los estatutos de la sociedad (vid. Arts. 9.f LSA y 13 e LSRL), estimamos su toma en consideración como excesivamente reduccionista, básicamente por entender que la adopción en sentido estricto de la cifra del capital social impide de facto realizar, incluso, una primera diagnosis acerca de la situación financiera y patrimonial de la sociedad. En efecto, sin ánimo de reiterar los términos en los que se enmarca el conocido debate doctrinal en torno a las funciones del capital social: la de garantía, la organizativa y la empresarial o productiva, sí que en esta sede corresponde remarcar la escasa relevancia que adquiere la cifra del capital social en el análisis de la estructura financiera de la sociedad. Las razones han sido ya explicitadas y discutidas en la doctrina mercantil3, y por tanto no creemos que exista necesidad de ofrecer un análisis pormenorizado de cada una de ellas: cifras mínimas de capital social atendiendo a lo preceptuado en el artículo 6 de la Segunda Directiva (77/91/CEE) de 13 de diciembre de 1976, que en la praxis sitúan a las sociedades de capital en el umbral de una “presunta” capitalización; el distinto régimen de constitución, dotación y disponibilidad de las partidas que forman parte de los fondos propios que confluyen en mantener invariable la cifra del capital social, acrecentándose las reservas; la cada vez mayor preminencia de los recursos obtenidos por otras fuentes de financiación -tanto internas como externas- que se sitúan al margen de las aportaciones que integran el capital social 4. Por contra, el segundo elemento de la confrontación “el nivel de riesgo de la Vid., por todos, TANTINI, G., “Capitale e Patrimonio nella società per azioni”, Cedam, Padova, 1980, págs. 21 y sigs. 3 Por lo demás éstas son, entre otras que se desprenden del texto, algunas de las razones por las cuales no se puede compartir la afirmación de LLEBOT MAJO, J. O., “La geometría del capital social”, cit., pág. 45, al estimar que el capital social proporciona a los acreedores una información relevante “para tomar las correspondientes decisiones de otorgar crédito a la sociedad”. 4 166 RAFAEL GUASCH MARTORELL empresa que en cada caso se programe para llevar a efecto el objeto social” presenta, a nuestro juicio, el inconveniente de su conmensurabilidad, es decir, de qué modo y, en su caso, a quién correspondería cifrar o cuantificar el nivel de riesgo que comporta desarrollar la actividad o actividades empresariales que integran el objeto social 5. De otra parte, las objeciones a este planteamiento doctrinal también persisten si se sustituye la exigencia de adecuación entre capital social y objeto social por otra relación basada en la congruencia entre recursos propios-objeto social6, pues resulta evidente que en ambas situaciones de “teórica infracapitalización” se debería estar en condiciones de ofrecer una respuesta satisfactoria a la cuestión de ¿cuál sería “el nivel de capital razonablemente adecuado para el riesgo de la empresa que se propone emprender”? 7, la dificultad de dar respuesta a esta cuestión tiene su consecuencia más negativa en el incremento de la inseguridad jurídica del socio inversor. Desde una concepción más amplia por tomar en consideración, de una parte, la noción de capital propio o recursos propios y, de otra parte, la capacidad de la sociedad para disponer de fuentes de financiación externa, el profesor ULMER ha estimado 8 que la sociedad Vid., la puntualización de VICENT CHULIÁ, F., “Aspectos Jurídico Mercantiles de la base imponible en el impuesto sobre sociedades”, en RGD, 1997, pág. 498, cuando nos dice “el deber público de dotar a su empresa de los fondos propios adecuados al volumen de riesgos asumidos (más que al <<objeto social>>, que puede ser amplísimo, pero que la sociedad no está obligada a desarrollar en su integridad)”. 5 Vid. FERNÁNDEZ DEL POZO, L., “Aplicación de resultados y defensa del capital social. De nuevo sobre la crisis (presunta) de la noción de capital social”, en RGD, 1996, pág. 8578; y “La aplicación de resultados en las sociedades mercantiles” (Estudio especial del artículo 213 de la Ley de Sociedades Anónimas), Madrid, 1997, pág. 200, matizando que en el contexto de la doctrina de la infracapitalización el término “capital” suele querer decir “recursos propios”. 6 PAZ-ARES, C., “Sobre la infracapitalización...”, cit., pág. 1606, sin embargo, vid., el replanteamiento de estas tesis en su posterior trabajo: “La infracapitalización. Una aproximación contractual”, en RdS, 1994, págs. 253 y sigs., partiendo de una elocuente declaración de principios, que en la materia que nos ocupa, no podemos más que compartir: “Hoy tiendo a concederle más importancia -entiéndanse estas palabras desde la perspectiva de quien habla de lege ferenda- al contrato que a la intervención o, si se prefiere, a los arreglos -explícitos e implícitos- del mercado que a las bienintencionadas indicaciones de la regulación”. 7 La definición de ULMER es adoptada por MASSAGUER, J., “El capital nominal. Un estudio del capital de la sociedad anónima como mención estatutaria”, en RGD, 1990, pág. 5567; VICENT CHULIÁ, F., “Compendio Crítico de Derecho Mercantil”, 3.ª ed. t. I, V. 1.º, Barcelona, 1991, pág. 430, “Introducción al Derecho Mercantil”, 11.ª ed., Valencia, 1998, pág. 368. Por su parte, PORTALE, G., “Capitale sociale e società per azioni sottocapitalizzata”, Riv. Soc., 1991, pág. 65, nota 141, aludiendo a la definición 8 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 167 está infracapitalizada cuando el capital propio resulta insuficiente para atender a las necesidades financieras de la sociedad a medio y largo plazo, y sin que la empresa esté en condiciones de acceder a la financiación externa para cubrir tales necesidades. Acorde con nuestro planteamiento inicial, la definición realizada por ULMER permite adentrarnos en el análisis de dos de las características más relevantes en las situaciones de infracapitalización. En efecto, el primer elemento conceptual alude a la cuestión de la insuficiencia del capital propio o de los recursos propios para cubrir en su totalidad las permanentes exigencias financieras de una sociedad en el desarrollo de su actividad empresarial. El segundo elemento conceptual que destacamos es el referente a la capacidad de crédito de la sociedad en el mercado de crédito, presentando, como tendremos ocasión de analizar, un protagonismo destacado en el derecho alemán de sociedades anterior y posterior a la reforma de la GmbHG de 1980 9. Con ello no pretendemos argumentar a favor de la adopción de un concepto cerrado y único de infracapitalización, se trata, por el contrario, de resaltar la importancia que en la conceptualización de infracapitalización adquieren, de una parte, el análisis de la estructura financiera de la sociedad y, de otra parte, la valoración de la capacidad de la sociedad para acceder a las fuentes de financiación externas. 2. El análisis de la estructura financiera de la sociedad: recursos propios versus recursos ajenos En función de lo expuesto, un primer elemento a tomar en consideración para la determinación de la situación de la infracapitalización vendrá determinado por la insuficiencia de los recursos propios para atender a las necesidades financieras de la sociedad. A sensu contrario la sociedad no se encontraría en una de Peter ULMER acerca de la infracapitalización, señala: “Questi tentativi sembrano, tuttavia, poco producenti, dal momento che anche il concetto di <<sottocapitalizzacione manifiesta>> deve essere valutato alla stregua di una clausola generale (così, infatti, PAZ-ARES, op. cit., pág. 1606), non diversamente da quanto ritenuto per il concetto di <<capitale esuberante>>”. LUTTER, M. HOMMELHOFF, P., “Nachrangiges Haftkapital und Unterkapitalisierung in der GmbH”, en ZGR, 1979, págs. 33-34, 39-40; ULMER, P., “Hachenburg…”, cit., núms. 45, 49; ROTH, G., “Unterkapitalisierung und persönliche Haftung”, en ZGR, 1993, pág. 183. 9 168 RAFAEL GUASCH MARTORELL situación de infracapitalización cuando los recursos propios se estimen como suficientes para atender a tales necesidades. Si ello es así, parece indicarse que, por lo menos a nivel teórico, la infracapitalización se podrá diagnosticar mediante el contraste o la comparación entre las magnitudes contables que son englobadas respectivamente dentro de las rúbricas de los recursos propios y los recursos ajenos o de terceros, de modo que, siempre que exista una desproporción manifiesta entre las cifras totales que expresan las dos vías de financiación, existiría una situación de infracapitalización 10. En este sentido, y como es sabido en la ciencia económico-contable la constatación de la suficiencia o insuficiencia de los recursos propios y en general el estudio sobre la idoneidad de las estructuras financieras de las empresas se ha realizado tradicionalmente a través del análisis de ratios financieros11. Entre los diversos ratios destaca por su significación económica para determinar el nivel de endeudamiento el denominado “debt-equity ratio” que expresa el coeficiente de solvencia o de solidez financiera de una empresa, y que consiste en dividir el volumen total de deuda de la empresa (recursos ajenos) por el importe de los recursos propios que integran su estructura financiera básica, el resultado nos proporcionará un dato referente a la relación existente en un momento determinado entre los recursos ajenos y los recursos propios de la sociedad. Entonces, de existir una Así cabe considerar, como señala FERNÁNDEZ DEL POZO, L., “El fortalecimiento de recursos propios”, Madrid, 1992, pág. 24, que la infracapitalización “se traducirá a un excesivo endeudamiento, dado el nivel de recursos propios”. En este mismo sentido, en el ámbito de la doctrina italiana se afirma que la situación de infracapitalización aparece en los supuestos de manifiesta desproporción entre los “mezzi propri e mezzi di credito”, vid., TANTINI, G., “Capitale e Patrimonio nella società per azioni”, cit., pág. 50 , cuando afirma: “e soprattutto la sottocapitalizazzione, quando ha rilievo, appare considerata come carenza del complesso dei mezzi propri piuttosto che come inadeguatezza del capitale sociale in senso stretto”; PORTALE, G., “Capitale sociale e società per azioni sottocapitalizzata”, cit. pág 19; RIERA, M., “I prestiti dei soci alla società”, Padova, 1992, págs. 3-5. 10 Vid., entre otros, ROBERT W. HAMILTON, “Fundamentals of Modern Business”, Boston-Toronto, 1994, págs. 203 y sigs., WALSH, C., “Ratios clave para la dirección de empresas”, Barcelona, 1994, págs. 118 y 119, traducción castellana revisada por Joan Mir de la obra “Key Management Ratios”. Deliberadamente por exceder del ámbito de este trabajo, hemos prescindido de traer a colación otros ratios utilizados comúnmente por los analistas financieros para determinar, además de la solvencia de la empresa a largo plazo, la capacidad de ésta para hacer frente en un plazo más corto a todas las obligaciones de pago asumidas, entre éstos destaca el “ratio ácido” que relaciona el capital circulante con el pasivo a corto plazo, vid., al respecto, CONTRERAS MORA, J, I., “La liquidez en la empresa”, Barcelona, 1995, págs. 133 y sigs. 11 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN evidente recursos integran sociedad 169 desproporción entre la cifra resultante de computar los propios y la cifra que resulte de las distintas partidas que los recursos ajenos de la sociedad se estimaría que la se encuentra en una situación de infracapitalización12. Sin embargo, la utilización de este ratio, como en general sucede con los datos que se pueden obtener del análisis de otros ratios: de liquidez, de rentabilidad..., etc., está sujeta a importantes limitaciones que requieren tomar en consideración otros factores además de los estrictamente contables. En este sentido, si bien la ciencia económico-contable ha sido incapaz de determinar a priori cuál debe ser la magnitud cuantitativa del capital propio o de los recursos propios necesarios para que una sociedad desarrolle su objeto social13, sí que esta ciencia ha podido demostrar que cuanto mayor es el apalancamiento financiero de una empresa -relación Sin que a los efectos de nuestro planteamiento, por motivos de extensión del mismo, vayamos a analizar otros aspectos que también guardan relación con la estructura financiera de la sociedad y con el análisis de ratios, de este modo, sin ánimo de ser exhaustivos podemos citar: el tratamiento que en materia contable reciben las distintas rúbricas integradas en los fondos propios y ajenos; los problemas que plantea el cómputo de los recursos propios; o la valoración de la distinta calidad de sus partidas o los derivados del tratamiento contable entre el endeudamiento a corto plazo y a largo plazo (acreedores a largo plazo versus acreedores a corto plazo apartados C y D dentro de las partidas del pasivo enumeradas en el artículo 175 LSA cuando formula el esquema del balance); del mismo modo que se prescinde del estudio de los factores que influyen en la correlación entre los recursos propios y los recursos ajenos, como puede ser la exigencia legal de contabilizar los elementos patrimoniales del activo por su coste de adquisición o coste histórico en contraposición a la mayor actualización de las partidas del pasivo exigible que contienen las obligaciones de pago contraídas por la sociedad. A nivel doctrinal estos aspectos son tratados, entre otros autores, por SCHLESINGER, P., “Statuto dell’impresa: problemi relativi al finanziamiento”, en Riv. Soc., 1981, págs. 523 y sigs.; FERNÁNDEZ DEL POZO, L., “El fortalecimiento de recursos propios”, cit., págs. 9 y sigs.; del mismo autor “Aplicación de resultados y defensa del capital social...”, cit., págs. 8543 y sigs.; ARRUÑADA, B., “Control y regulación de la sociedad anónima”, Madrid, 1990, págs. 137-138. 12 PORTALE, G., “Capitale sociale e società per azioni sottocapitalizzata”, cit., pág. 24, señala “allo stato, neppure la scienza contabile e in grado di risolvere attendibilmente il problema del giusto rapporto tra gli strumenti di finanziamiento (mezzi propri e mezzi di terzi)”; de modo más concluyente se expresan TANTINI, G., “Capitale e Patrimonio nella società per azioni”, cit., págs. 60-61, y SCHLESINGER, P., “Statuto dell’impresa: problemi relativi al finanziamiento”, cit., págs. 525 y sigs. mostrando su disconformidad con la hipótesis consistente en concretar mediante disposición legal la relación cuantitativa fija que debería existir entre los recursos ajenos y los recursos propios; para ROTH, G., “Unterkapitalisierung und persönliche Haftung”, cit., pág. 208, la cantidad necesaria de recursos propios no es determinable teóricamente siendo valorada en cada caso por los profesionales del crédito. 13 170 RAFAEL GUASCH MARTORELL deuda-recursos propios (“heavily leveraged”)- mayor podrá ser la rentabilidad que los socios obtengan de los recursos propios, pero que también es mayor el riesgo de la actividad empresarial 14: aunque solo sea por el hecho de que los intereses -gastos fijos del endeudamiento- deben ser pagados dentro de los plazos acordados mientras que el acuerdo sobre reparto de dividendos es discrecional por parte de la Junta. En este mismo orden de cosas, si tomamos como referencia el índice de endeudamiento aportado -deuda sobre recursos propios- y proyectamos su aplicación en distintos países veremos que el nivel de solvencia que se expresa en cada caso es muy distinto, incluso entre aquellos países que cuentan con una cultura económica más similar. Hay países, como es el caso de Japón 15, que cuentan con unos elevados índices de endeudamiento a partir de políticas de crecimiento económico basadas en los efectos positivos del apalancamiento financiero, mientras que otros, como el Reino Unido se decantan más por el fomento de políticas económicas de reforzamiento de los recursos propios mediante la autofinanciación empresarial. Sentado lo anterior, ello tampoco nos debe conducir a Vid., ROBERT W. HAMILTON, “Fundamentals of Modern Business”, cit., págs. 67-68, según Hamilton: “Leverage is a two-edged sword. By increasing the number of dollars “working” for the developer, the rate of return on the dollars he or she actually invests may be greatly increased. So long as the per dollar return from the venture exceeds the interest costs, it appears to be sensible to borrow. On the other hand, these assertions take no account of the possibility that the developer may miscalculate and the per dollar return may be less than the interest cost. If this occurs, the leveraged transaction may be a disaster for the investor because the fixed interest cost must still be met in any event”. Por otra parte, adoptando la metodología propia del análisis económico del derecho, la dificultad estribaría no tanto en señalar una teórica situación de equilibrio financiero, sino en establecer la relación óptima de los recursos propios y los recursos ajenos, entendida esta relación como el intento de maximizar el beneficio esperado sin que ello comporte un incremento del riesgo desproporcionado, vid., BISBAL, J., “La empresa en crisis y el derecho de quiebras (Una aproximación económica y jurídica a los procedimientos de conservación de empresas)”, Bolonia, 1986, págs. 317 y sigs. 14 Las cifras concretas pueden ser consultadas en la obra de FERNÁNDEZ DEL POZO, L. “El fortalecimiento de recursos propios”, cit., pág. 55, donde se expresa en porcentajes un análisis comparado sobre la estructura financiera de las partidas del pasivo en Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido, Japón y España. En el caso de los Estados Unidos en la década de los ochenta, sobre todo en las “public corporations” se constata una importante modificación de la relación “debt-equity” en el financiamiento de la actividad empresarial, vid., al respecto, Lewis D. SOLOMON, Donald E. SCHWARTZ, Jeffrey D. BAUMAN, Elliott J. WEIS, “Corporations, Law and Policy, Materials and Problems”, 3ª ed., St. Paul Minn., 1994, pág. 232. 15 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 171 soslayar los efectos negativos que para la buena salud del sistema económico pueden comportar las políticas empresariales basadas en mantener elevados niveles de endeudamiento. Entre estos efectos destacan el mayor riesgo de crisis empresarial y, por tanto, la necesidad de aumentar la retribución de los acreedores, y de forma más inmediata la dificultad para acudir a las fuentes de financiación externa, o dicho de otro modo, la progresiva pérdida de capacidad de crédito frente a los terceros financiadores. Así se justificarían los recientes vaivenes en las economías de determinados países asiáticos: Corea, Japón, Indonesia, donde, como es conocido, unas políticas económicas de crecimiento indiscriminado basadas en políticas de fuerte apalancamiento financiero han constituido el factor desencadenante de la grave crisis de los sistemas financieros de aquellos países, precisando, ante el peligro inminente de crac económico, la intervención in extremis de las autoridades económicas. Con la salvedad anterior respecto de las consecuencias negativas que acarrean las situaciones de desequilibrio financiero, y también con la salvedad de un posicionamiento unánime en el debate doctrinal acerca de la constatación de una estructura financiera “óptima” para las empresas, sobre todo, a partir de la polémica que generan las tesis de F. Modigliani y M. Miller16; sí que estamos en condiciones de afirmar que en el caso de Japón, las empresas que se encuentran en situación de infracapitalización, por presentar en sus balances una desproporción manifiesta entre los recursos propios y los recursos ajenos, serán mucho más numerosas que en el Reino Unido, donde el nivel de endeudamiento estará más en consonancia con los recursos propios que aparecen en el pasivo del balance. Y, sin embargo, también debe reconocerse que pueden darse casos de empresas con elevados niveles de endeudamiento las cuales, no obstante, obtienen beneficios suficientes para hacer frente a las cargas financieras derivadas de este endeudamiento y simultáneamente proporcionar una alta rentabilidad a sus accionistas, mientras que, por otro lado, existen empresas, que si bien desde el prisma más tradicional de las reglas del equilibrio económico-financiero presentan menores niveles de endeudamiento -en una relación “uno a uno entre deuda y Al respecto, vid., su discutido y ya célebre artículo “The cost of Capital, Corporation Finance and the Theory of Investment”, en The American Economic Review, vol. XLVIII, núm. 3, 1958, págs. 261 y sigs. 16 172 RAFAEL GUASCH MARTORELL recursos propios”- obtienen beneficios económicos escasos o presentan pérdidas que, en el mejor de los casos, serán compensadas con las reservas existentes17. Incluso dentro de la Unión Europea se aprecian diferencias sustanciales en la estructura financiera de las empresas de cada uno de los Estados miembros, diferencias que se manifiestan con mayor claridad si se pretende analizar desde una óptica financiera la suficiencia o insuficiencia de los recursos propios respecto de la actividad o actividades empresariales. Así se desprende de las cifras aportadas en un informe elaborado por el Deutsche Bundesbank 18 referente a las dotaciones del capital propio en las empresas alemanas, españolas, francesas e italianas. En este orden de cosas, las dificultades también aparecen cuando se pretende individualizar para cada sector de la actividad económica: alimentación, construcción, textil, ... etc., una determinada relación financiera entre los recursos propios y los recursos ajenos o, en otros términos, la fijación de un concreto nivel de endeudamiento para cada sector económico. De ello se desprende que los resultados que puedan derivarse del análisis de la estructura financiera de las empresas no resultan aplicables de forma uniforme a todas las empresas con independencia de su nacionalidad, tamaño, sector, actividad. Son múltiples los factores que pueden influir en el resultado obtenido; desde los estrictamente económicos -acceso a los mercados de capitales, el precio del dinero-, los legislativos -políticas adoptadas en materia contable, concursal, tributaria- pasando por la propia mentalidad económica imperante en cada país y en cada sector económico 19. Vid., SCHLESINGER, P., “Statuto dell’impressa…”, cit., págs. 526-527, cuando acertadamente afirma: “… il problema delicato delle imprese non è quello relativo al livello dell’indebitamento, di per sé considerato, quanto quello dell’ equilibrio económico, ossia della capacita del conto economico di sostenere gli oneri finanziari derivanti dall’indebitamento. Di solito, infatti, I’eccessivo indebitamento di cui ci lamentiamo non è quello fisiologico, che trova compenso in un’alta redditività, ma è quello patológico, che si dilata non per fronteggiare un più oneroso ciclo produttivo, ma per coprire le perdite che si sono già determinate. In astratto, infatti, potremmo avere imprese poco indebitate, che perà perdono e quindi non riescono a coprire con i ricavi tutti gli oneri finanziari”. 17 Vid., AG-Report., “Die Eigenkapitalbasis im internationalen Vergleich”, 12/1994, págs. 435 y sigs. 18 En esta línea, vid., ARRUÑADA, B., “Control y regulación de la sociedad anónima”, cit., págs. 135-138, donde a partir de la polémica suscitada en la década de los ochenta en los Estados Unidos sobre el excesivo endeudamiento de las empresas 19 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 173 3. Aplicación y valoración del test de la capacidad de crédito Según hemos visto, un elemento característico de las situaciones de infracapitalización lo constituye el resultado negativo que resulte en cada caso concreto de la aplicación del test de la capacidad de crédito (Kreditwürdigkeit) de la sociedad frente a los terceros financiadores. En este sentido el test de la capacidad de crédito de la sociedad adquiere especial significación jurídica en el tratamiento normativo de los préstamos de los socios sustitutivos de aportaciones de capital previsto en los parágrafos 32a y 32b de la GmbHG, y en sede concursal los parágrafos 32a de la KO (Ley de quiebras) y 3b de la AnfG (Ley de impugnación). Pues bien, de la aplicación y valoración del test de la capacidad de crédito de la sociedad en el contexto normativo del parágrafo 32a de la GmbHG, se concluye que las aportaciones económicas realizadas por un socio en forma de préstamo, en un momento en que la sociedad deudora carece de posibilidades de acceder a un crédito otorgado por un financiador externo, se estiman realizadas en concepto de capital propio –Eigenkapital- o capital de riesgo, quedando privado el socio prestamista de su condición de acreedor en el procedimiento concursal de la sociedad. Acorde con este planteamiento doctrinal y jurisprudencial alemán, un sector de la doctrina española20 e italiana21 resalta la importancia del americanas, Arruñada reflexiona acerca de la afirmación que en ocasiones se realiza sobre las consecuencias del predominio del endeudamiento a corto plazo en las empresas españolas, así para el autor: “Es erróneo presentar el problema como de un nivel de endeudamiento excesivo o un plazo demasiado corto. Ambas comparaciones se efectúan con respecto a un supuesto nivel óptimo, del que, sin justificación, se argumenta estar lejos. Se considera, además, que un bajo nivel de endeudamiento o de deuda contratada a plazo largo son intrínsecamente buenos o superiores. Ninguna de estas presunciones está justificada. Cada país tiene sus propias estructuras regulatorias, legales y judiciales, así como diferentes niveles de desarrollo; los agentes económicos adaptan sus pautas contractuales al entorno definido por estos factores, de tal modo que los costes totales de contratación o de agencia resultantes sean mínimos”. PAZ-ARES, C., “Sobre la infracapitalización de las sociedades”, cit., págs. 16301631; MASSAGUER, J., “La infracapitalización: la postergación legal de los créditos de socios”, en AA.VV., La Reforma de la Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada, Madrid, 1994, págs. 965-966. 20 ABBADESSA, P., “Il problema dei prestiti dei soci nelle società di capitali: una proposta di soluzione”, en Giur. Comm., 1998, págs. 509 y sigs.; PORTALE, G., “Capitale sociale e società per azioni sottocapitalizzata”, cit., pág. 110; “Grupos y capital social”, en RGD, 1996, pág. 8448; ANGELICI, C., “Note in tema de raporti contrattuali tra soci e società”, en Giur. Comm., 1991, pág. 693; RIERA, M., “I prestiti dei soci alla società”, cit., págs. 112 y sigs. 21 174 RAFAEL GUASCH MARTORELL test de la capacidad de crédito cuando se pretenda determinar si el préstamo concedido por el socio a la sociedad realiza o no una función sustitutiva del capital propio. Por otra parte, destacados autores de la doctrina norteamericana22 también dan noticia de la utilización en los tribunales del test de la capacidad de crédito, y en concreto cuando en relación a los fondos aportados por el socio sea necesario discernir si deben ser considerados como meras aportaciones de capital o como préstamos de buena fe. Sin embargo, y de forma similar a lo que acaece al analizar la estructura financiera de la empresa, la aplicación y valoración del denominado test de la capacidad de crédito de la sociedad deudora frente a los terceros tampoco se nos presenta exenta de dificultades. En primer término, constituyendo el denominador común con toda la problemática de la infracapitalización, nos encontramos con que previamente a la aplicación y valoración del test de la capacidad de crédito, resultará obligado referirse y dictaminar respecto de la situación patrimonial y financiera de la sociedad deudora en el momento de la concesión del préstamo, en cuanto requisito previo y necesario para indagar si la sociedad se encontraba en condiciones de recibir de un financiador externo “estraneo, disintresato e convenientemente informato”23 los fondos necesarios para emprender o desarrollar su actividad empresarial. En este sentido, resulta fácil entender que la determinación de la capacidad de crédito no presente mayores dificultades de encontrarse la sociedad en el momento de la concesión del préstamo en una situación pre-concursal, detectándose, vgr. Problemas de liquidez que comportan un retraso en los pagos, Myron N. KROTINGER., “The Deep Rock” Doctrine: a Realistic Approach to ParentSubsidiary Law”, en Columbia Law Review, 1942, págs. 1129 y sigs.; Jonathan M. LANDERS, “A Unified Aproach To Parent, Subsidiary, and Affiliate Questions in Bankruptey”, en 42 University of Chicago Law Review, 1975, pág. 604; William P. HACKNEY, Tracey G. BENSON., “Shareholder Liability for Inadequate Capital”, en v. 43, núm. 4, University of Pittsburgh Law Review, 1982, pág. 895; David, G., EPSTEIN, Steve H. NICKLES, James J. WHITE, J., “Bankruptey”, St. Paul, Minn., 1993, pág. 441. A estos efectos resulta significativo el contenido del fallo en el caso Trimble Co -479 F.2d 103, 116 (3d Cir. 1973)-: “In such situation, a test which may be used to decide whether a contribution by a propietary interest is a loan or an additional injection of capital is whether the advance was made at a time when a bank or other ordinary commercial agency would be willing to lend it funds”. 22 ABBADESSA, P., “Il problema dei prestiti dei soci nelle società di capitali...”, cit., pág. 505. 23 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 175 dificultades para obtener crédito de los proveedores, ... etc. Pero de no ser así, y de no encontrarnos con el supuesto inverso, es decir, en un supuesto donde la sociedad estaba cumpliendo fielmente con sus obligaciones de pago, mantenía su capacidad de garantía y contaba, además, con financiación externa, se plantea el problema de fijar los criterios24 que debemos considerar como relevantes para la aplicación del test de la capacidad de crédito. A lo anterior se le debe añadir la inestabilidad que forzosamente presenta la aplicación del test de la capacidad de crédito al guardar relación con las circunstancias económico-financieras de la sociedad deudora. Cuando hablamos de inestabilidad nos estamos refiriendo a que el test de la capacidad de crédito está sujeto a las lógicas oscilaciones que se derivan de las sucesivas contingencias económicas, de este modo al igual que sucede con la situación financiera de las sociedades que incluso en períodos de tiempo relativamente cortos puede pasar de un estado de bonanza económica con la obtención de elevados beneficios a una situación de debilidad económica provocada por múltiples factores, vgr: por una disminución en la facturación; de la misma manera se dan supuestos de modificación de la capacidad de crédito de la sociedad deudora, es decir, partiendo de una situación económica donde la sociedad deudora en el momento de recibir el préstamo no contaba con posibilidades de ser financiada externamente recupere posteriormente la capacidad de crédito, o bien plantearse el supuesto inverso, la sociedad en el momento de concederse el préstamo dispone de cauces de financiación externos pero más adelante pierde la capacidad de crédito frente a terceros25. Para constatar la dificultad de elección y valoración de los criterios llamados a configurar la capacidad de crédito de la sociedad, basta con realizar una lectura de los distintos supuestos analizados por ULMER en su comentario a la GmbHG, vid., en especial, núms. 49-63; en la doctrina española alude a la casuística existente en la doctrina y jurisprudencia alemana, SÁNCHEZ CALERO, F., “Insuficiencia del capital social y postergación legal de los créditos”, en AAMN, t. XXXIV, 1994, pág. 163. 24 El profesor ULMER, P., “Hachenburg...”, cit., núm. 57, alude al primer supuesto de modificación de la capacidad de crédito por parte de la sociedad deudora, y en este sentido se plantea si cabe variar la función inicialmente asignada al préstamo como aportación sustitutiva del capital. Para ULMER debe diferenciarse según se trate de una recuperación económica transitoria o permanente, solamente en este caso podrá estimarse como relevante, y entonces de haberse procedido a una devolución del crédito o a una prórroga del mismo, debe descartarse su tratamiento inicial como préstamo sustitutivo del capital propio siempre y cuando los socios a los cuales les 25 176 RAFAEL GUASCH MARTORELL En tercer lugar, la toma en consideración de la efectividad del test de la capacidad de crédito requiere pronunciarse acerca de la relevancia que a los efectos de su aplicación y valoración adquieren las condiciones financieras pactadas entre las partes contratantes. En el ámbito doctrinal la cuestión de las condiciones financieras pactadas en contraste con las condiciones imperantes o usuales en el mercado de crédito no constituye una cuestión pacífica. En este sentido, mientras un sector de la doctrina26 defiende que la aplicación del test de la capacidad de crédito a la sociedad deudora debe adoptar como criterio de referencia las que se podrían considerar en el momento de la concesión del préstamo como condiciones normales o usuales en el mercado de crédito, estimándose, entre otras, como condiciones inusuales del mercado de crédito: la ausencia de garantías, la renuncia del socio prestamista a la percepción de los intereses, la fijación de un tipo de interés inferior al del mercado; por el contrario, otro sector doctrinal estima27 que el dato decisivo es si la sociedad cuenta con la posibilidad o no de acceder al crédito de terceros y no las concretas condiciones financieras del mismo con respecto a las corresponde la carga de la prueba consigan demostrar que la sociedad es digna de crédito. Por su parte, LUTTER, M y HOMMELHOFF, P., “Il diritto delle imprese e delle societa nella Repubblica Federale Tedesca (1980-1984)”, en Riv. Soc., 1986., pág. 155, traen a colación el segundo supuesto constatando la existencia de tesis divergentes en la doctrina y en la jurisprudencia en el momento de pronunciarse de que modo ello afectará a la calificación otorgada al préstamo, es decir, mantendrá su carácter de préstamo o por el contrario debe estimarse que se trata de un financiamiento sustitutivo del capital propio. Vid., PORTALE, G., “Capitale sociale e società per azioni sottocapitalizzata”, cit., pág. 30, en referencia a la interpretación de la regulación alemana de la infracapitalización nominal contenida en los parágrafos 32a y 32b GmbHG; en el mismo sentido ABBADESSA, P., “Il problema dei prestiti dei soci nelle società di capitali...”, cit., pág. 500. En este contexto normativo una relación más completa de lo que constituyen condiciones financieras más favorables que las ofrecidas de modo usual en el mercado de crédito, nos la proporciona el profesor ULMER, P., “Hachenburg...”, cit., núm. 54. En esta línea cabe englobar la expresión contenida en el artículo 311 del Anteproyecto de Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada (Boletín de Información del Ministerio de Justicia, de 25 de junio de 1993), al proponer como indicio relevante de la función sustitutiva del capital propio, la concesión del crédito “sin determinación del vencimiento o en condiciones que manifiestamente la sociedad no hubiera podido obtener en el mercado”. 26 ROTH, G., “Unterkapitalisierung...”, cit., pág. 183; PAZ-ARES, C., “La infracapitalización. Una aproximación contractual”, cit., pág. 265; MASSAGUER, J., “La infracapitalización...”, cit., págs. 964-965, el cual aludiendo a la cláusula del Anteproyecto señala que esta debe ser leída “como imposibilidad de encontrar financiación ajena en el mercado a la vista del valor de liquidación de su patrimonio y de la capacidad de generar recursos propios. El momento que ha de considerarse a estos efectos es el de la concesión del préstamo”. 27 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 177 que podrían ser las condiciones normales del mercado, por cuanto del coste de los préstamos deben ser descontados los menores “costes de agencia típicamente asociados a la personalidad y posición societaria del prestamista”. Por nuestra parte, entendemos que militan a favor de este segundo posicionamiento doctrinal las siguientes consideraciones. Como sabemos, desde la óptica de una entidad financiera que actúe bajo los criterios de un “banquero razonable”28 la concesión o denegación de un crédito y las condiciones del mismo (importe, tipo de interés, vencimiento, garantías, etc.) estarán en función de los resultados que el profesional del crédito obtenga del análisis y valoración de diversas circunstancias, entre las que predominan la capacidad de devolución del crédito atendiendo a los coeficientes de liquidez y tesorería que resulten de los balances de la sociedad acreditada, es decir, la capacidad de pago de la sociedad, la capacidad de generar beneficios que tendrá en el futuro la sociedad dado el coste total de la deuda que soporta, sin olvidar la valoración cuantitativa y cualitativa de las garantías aportadas por la sociedad y por sus socios, considerando además la posición que ocupará la entidad financiera entre los acreedores de la sociedad en un supuesto de insolvencia. De acuerdo con los resultados de este análisis, el profesional del crédito está en condiciones de valorar dentro de un cierto margen el riesgo asumido y, en consecuencia, admitir o denegar el crédito y, en caso afirmativo, señalar las condiciones del mismo. Por contra, la extrapolación de estas reflexiones al socio prestamista no siempre resulta aconsejable ni factible realizarlas, por cuanto el socio en el momento de configurar las condiciones financieras que serán objeto de negociación29 con la sociedad ha podido atender, además de a los Vid., MASSAGUER, J., “La infracapitalización...”, cit., pág. 966. La adopción como premisa de un nivel de actuación diligente y responsable de un profesional del mercado de crédito, hace que no se contemple la concurrencia de otros factores: amistad, parentesco..., etc., que, en otras circunstancias hubieran podido resultar determinantes para dictaminar a favor de la concesión del crédito. 28 La capacidad de negociación del socio financiador se encontrará determinada por el porcentaje de participación del socio en el capital de la sociedad, es decir, no resultan equiparables la capacidad de negociación del socio que detente una participación social escasamente significativa que la que pueda detentar un socio o grupo de socios con una participación relevante y/o de control en el seno de la sociedad deudora. En esta línea de pensamiento que toma en consideración el funcionamiento de la estructura organizativa de las sociedades de capital, encuentra su razón de ser la pretensión doctrinal que la “imputación” de la responsabilidad por infracapitalización recaiga en 29 178 RAFAEL GUASCH MARTORELL parámetros económicos de seguridad y rentabilidad, a parámetros subjetivos siempre de difícil cuantificación30, careciendo así de significación en relación con el test de la capacidad de crédito, la pretensión de referenciar las concretas condiciones pactadas con las usuales del mercado de crédito. En segundo término, milita también a favor de la adopción de este segundo posicionamiento doctrinal la simplificación que se consigue en la aplicación del test de la capacidad de crédito. En este orden de cosas el análisis y valoración de las concretas condiciones pactadas y su contraste con las hipotéticas condiciones que un acreedor independiente hubiese concedido el préstamo a la sociedad no hace más que dificultar la aplicación del propio test de la capacidad de crédito, ya de por sí complejo en su positivización. De aquí que de optar por su aplicación se abogue por su simplificación y entendamos preferible circunscribir la aplicación del test a la constatación de si la sociedad disponía en el momento de la concesión del préstamo de la posibilidad de obtener de un tercer acreedor independiente los mismos recursos aportados por el socio prestamista, prescindiendo, por tanto, de las concretas condiciones financieras en que lo hubiera obtenido. 3. CLASES O MODALIDADES DE INFRACAPITALIZACIÓN 1. La infracapitalización nominal material y la infracapitalización Las consideraciones anteriores nos permiten advertir que la insuficiencia de los fondos o recursos propios para satisfacer las aquellos socios que cuenten con la capacidad de decidir la “técnica de capitalización de la sociedad”, vid., en este sentido, PAZ-ARES, C., “La infracapitalización. Una aproximación contractual”, cit., pág. 266. Sin que se deba descartar la hipótesis de pactar entre el socio prestamista y la sociedad unas condiciones financieras más gravosas que las imperantes en el mercado de crédito, de ser así se estaría señalando en buena lógica la dificultad de la sociedad para acceder a la financiación externa y, por tanto, a la pérdida de la capacidad de crédito de la sociedad. En este sentido también podrá darse una utilización abusiva de este medio de financiación interna por parte de los socios que controlan la sociedad, lesionando el interés social en los casos donde la sociedad pueda acceder a la financiación externa en unas condiciones financieras más beneficiosas, y no obstante accede a la celebración del contrato de préstamo en unas condiciones financieras claramente desfavorables para los intereses de la sociedad. 30 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 179 exigencias financieras de la sociedad constituye una característica definitoria de las situaciones de infracapitalización. Por lo demás, esta situación de insuficiencia de recursos propios podrá manifestarse ab initio desde el mismo momento en que los socios constituyen la sociedad -infracapitalización originaria o constitutiva-, pero también puede surgir a posteriori en el transcurso de la actividad social –infracapitalización sobrevenida-. Y todo ello con independencia del grado de conocimiento de los socios acerca de la situación de infracapitalización o de las posibilidades financieras de los socios para solventar el desequilibrio financiero de la sociedad a través de nuevas aportaciones de capital de riesgo. De mayor interés a los efectos de nuestro estudio, por cuanto incide directamente en la posible sustitución de las aportaciones económicas en concepto de capital de riesgo o de responsabilidad por aportaciones en concepto de capital de crédito, resulta la clasificación que permite distinguir entre la denominada infracapitalización material y la infracapitalización nominal o formal. Corresponde a la jurisprudencia alemana el mérito de trazar por primera vez la distinción entre las dos categorías o tipos de infracapitalización 31. La infracapitalización material aparece en los supuestos donde la sociedad no dispone de los recursos propios adecuados para cubrir satisfactoriamente las necesidades financieras que requiere la actividad o actividades empresariales que se desarrollan o que se pretenden desarrollar, sin que tampoco, de existir, deban estimarse como suficientes los recursos patrimoniales aportados por los socios mediante préstamos u otras operaciones de análogo significado económico. Por contra, se habla de infracapitalización nominal cuando las necesidades de financiación de una sociedad que cuenta con unos recursos propios inadecuados para realizar su actividad social, son cubiertas por los socios mediante aportaciones realizadas en concepto de capital de crédito. Con este actuar, el socio prestamista asume la doble condición de socio y acreedor, y en Se trata por lo demás de una distinción plenamente asumida por la doctrina que estudia la infracapitalización, vid., entre otros, ULMER, P., “Hachenburg...”, cit., núm. 60; PAZ-ARES, C., “Sobre la infracapitalización...”, cit., pág. 1594; del mismo autor, “La infracapitalización. Una aproximación contractual”, cit., págs. 257 y 262; PORTALE, G., “Capitale sociale e società...”, cit., pág. 29; ROTH, H., “Unterkapitalisierung...”, cit., págs. 182-183; MASSAGUER, J., “La infracapitalización: la postergación legal de los créditos de los socios”, cit., págs. 943-944. 31 180 RAFAEL GUASCH MARTORELL consecuencia las aportaciones económicas realizadas por un mismo socio financiador quedan sometidas a distintos niveles de riesgo ante el resultado incierto de cualquier actividad empresarial: el mayor nivel de riesgo de la inversión realizada que corresponde al socio y el menor nivel de riesgo de la inversión en calidad de acreedor. Esta situación de superposición de roles en una misma persona -física o jurídica- que es, por otra parte, relativamente frecuente en las sociedades de capital32, puede plantear delicados problemas de tutela de los acreedores “externos” (actuales y futuros) que adquieren en ciertos casos una especial relevancia. Estamos pensando en los supuestos de liquidación del patrimonio social, o en un supuesto de madurez preconcursal o, también, de encontrarse inmersa la sociedad deudora en un procedimiento concursal33. De lo anterior se concluye que ambas modalidades de infracapitalización resultan coincidentes en plantear en el orden económico situaciones donde el montante de los recursos propios resulta insuficiente para atender a las necesidades de financiación de la sociedad, aunque siendo ello así también se puede trazar una nítida diferenciación entre las dos categorías de infracapitalización. En efecto, en la infracapitalización nominal se presupone que la sociedad dispone de los recursos financieros necesarios para satisfacer las exigencias financieras generadas por la actividad o Vid., nuestro trabajo, “La armonización en el marco del Derecho Europeo de Sociedades: la obligación de resultado exigida por las Directivas societarias a los Estados miembros”, en RGD, 1994, pág. 5657. 32 La necesidad de protección de los “acreedores externos” en los tres supuestos apuntados en el texto se justificaría en base a las consideraciones siguientes. En el primer supuesto el reconocimiento del status de acreedor al socio financiador durante la liquidación del patrimonio social, significa de iuris la equiparación con los restantes acreedores sociales, y por consiguiente la disminución, al incrementarse el importe total de los créditos a que debe hacer frente la sociedad en liquidación, de las cantidades que dispondrá la sociedad para hacer frente a las obligaciones de pago contraídas con los acreedores externos. En el segundo supuesto ante una situación de crisis empresarial latente donde ya se vislumbre la futura incapacidad pago, se plantea la posibilidad de que el socio o los socios financiadores pueden optar, cuando su posición dentro de la sociedad se lo permita, por exigir la restitución anticipada de los fondos aportados como capital de crédito en detrimento del valor económico del patrimonio empresarial y de un futuro patrimonio concursal. En el tercer supuesto, los socios prestamistas podrán solicitar el reconocimiento del carácter concursal de su crédito, al objeto de su integración en la masa pasiva pasiva concursal y estar, así, en condiciones de concurrir con los acreedores externos, en una posición de igualdad o incluso preferente a la de éstos si previamente pactan con la sociedad deudora, p. ej., la constitución de garantías reales a su favor. 33 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 181 actividades empresariales de la sociedad, si bien las aportaciones económicas necesarias han sido realizadas por vía crediticia como capital de crédito y, por ende, sin llegar a integrarse en la rúbrica de los fondos propios34. Por lo demás, como es fácil advertir, ambas modalidades de infracapitalización son mutables tanto en lo que respecta a la consecución de una situación de “teórico” equilibrio financiero como a su convertibilidad. De este modo una situación de infracapitalización material podrá convertirse en nominal de aportarse como capital de crédito los fondos requeridos, o bien, también resulta admisible plantear la hipótesis contraria, es decir, transformar la infracapitalización nominal en una situación de infracapitalización material, como sucederá cuando, incluso, sin haberse retirado los fondos aportados en concepto de capital de crédito la sociedad no dispone de recursos suficientes para cubrir las necesidades de financiación. 2. La ampliación de la noción de infracapitalización nominal En el ámbito de la literatura jurídica que ha tratado la problemática de la infracapitalización, diversos autores 35 han defendido la Respecto del nivel de peligrosidad que presentan la infracapitalización material y la nominal PORTALE, G. Y COSTA, C., “Capitale sociale e società per azioni sottocapitalizzate: le nuove tendenze nei paesi europei” en AA.VV., Il diritto delle società per azioni: problemi, esperienze, progetti, Milano, 1993, pág. 143, nos dicen: “è una pericolosità attuale per la sottocapitalizzazione <<materiale>>, in quanto è il patrimonio ad essere insufficiente; è una pericolosità potenziale, ma nou per questo da sottovalutare, quella della sottocapitalizzazione <<formale>>, in quanto il patrimonio, che appare sufficiente, può venire facilmente <<svuotato>> dai soci tramite la distribuzione delle riserve o la restituzione dei prestiti, rispetto ai quali, tra I’ altro, in caso di insolvenza della società, i soci potrebbero venire parificati agli altri creditori”. 34 Entre estos autores destacan las reflexiones de PORTALE en diversos trabajos, “Capitale sociale e conferimenti nella società per azioni”, en Riv. Soc., 1970, págs. 88 y sigs.; “tra sottocapitalizzazione <<nominale>> e sottocapitalizzazione <<materiale>> nelle società di capitali”, en Banca Borsa e Titoli di Credito, 1986, págs. 201 y sigs.; siendo después objeto de ampliación y recapitulación en trabajos posteriores: “Capitale sociale e società per azioni sottocapitalizzata”, cit., págs. 75 y sigs.; PORTALE-COSTA, “Capitale sociale e società per azioni sottocapitalizzate: le nuove tendenze nei paesi europei”, cit., págs. 143-144, y 162-166. Por su parte el profesor PAZ-ARES en su artículo: “Sobre la infracapitalización de las sociedades”, cit., pág. 1603, nota 57, ilustra con un ejemplo numérico un supuesto de claro desequilibrio cuantitativo en el momento fundacional entre la cifra del capital social y las reservas generadas por la emisión de acciones con prima que serán de libre disposición por la sociedad, estimando que ello entra en contradicción con el sistema interno de la LSA por cuanto “la función de las reservas es la de proteger la integridad del capital y no la de constituir una alternativa al mismo, sustrayéndose a la severa disciplina que 35 182 RAFAEL GUASCH MARTORELL conveniencia de ampliar el supuesto de hecho que constituye la base de la infracapitalización nominal en el sentido de abarcar, además de los supuestos de financiación interna mediante capital de crédito, aquellos otros supuestos donde se produzca dentro de las partidas del neto patrimonial o del capital propio una relación arbitraria y manifiestamente desproporcionada entre las cifras del capital social y las reservas. Según esta postura doctrinal deben establecerse, de una parte, límites a la voluntad de los socios en el momento de configurar la estructura financiera de los fondos propios y, de otra parte, las reservas de libre disposición deben quedar vinculadas de distinta forma. Se piensa en la necesidad de limitar la distribución de dividendos activos entre los socios con cargo a las reservas de libre disposición de quedar la cuantía de los fondos propios manifiestamente insuficientes para atender al desarrollo del objeto social36. A este planteamiento no le resulta ajeno la preocupación con que la doctrina italiana observa la proliferación en la praxis de dos realidades que coinciden en el resultado: mantener una escasa cifra de capital social. La primera de ellas -común también en otros países37- consiste en dotar y mantener unas cifras mínimas de capital social que con el tiempo permanecen invariables mientras, que de resultar favorables los sucesivos ejercicios económicos, se opta, en su caso, por acrecentar las partidas de las reservas de la sociedad. Como sabemos, en estos supuestos los socios tratan de mantener al gobierna a aquél”. Así también para FERNÁNDEZ DEL POZO, L., “Aplicación de resultados y defensa del capital social. De nuevo sobre la crisis (presunta) de la noción de capital social”, cit., pág. 8578 “el deber de capitalización suficiente puede y debe significar simultáneamente dos cosas: a) Una adecuada dotación de recursos propios; y b) una adecuada estructura interna de estos recursos propios”. En contra de este planteamiento doctrinal se manifiestan, entre otros, TANTINI, “Capitale e patrimonio..., cit.”, págs. 56-57, MASSAGUER, J., “El capital nominal...”, cit., págs. 5576-5577; MONTANARI, A., “Capitale nominale adequato all’objeto sociale o <<mezzi propri>> proporzionali alle dimensioni”, en Riv. Soc., 1980, pág. 578; RIERA, M., “I prestiti dei soci alla società”, cit., págs. 12-13. Con todo, debemos pensar que los propios autores: PORTALE-COSTA, op. cit., pág. 165, la consideran “probabilmente meno pericolosa” que la infracapitalización nominal surgida por la financiación mediante préstamos de los socios, por entender que las reservas “senon (ancora) distribuite, fauno sienramente parte del patrimonio sociale a garanzía del ereditori e della funzionalita dell’impresa...”. 36 Vid., en el caso de España las elocuentes cifras aportadas en el trabajo de FERNÁNDEZ DEL POZO, L., “Aplicación de resultados y defensa del capital social...”, cit., pág. 8560, de donde se desprende que la mayor parte de las sociedades limitadas y las sociedades anónimas cuentan con cifras de capital social que en todo caso no exceden del doble de la cifra mínima exigida de capital social. 37 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 183 margen de la rigurosa disciplina legal del capital social una parte significativa de los recursos aportados -v. gr., el supuesto de las acciones con prima- y de los beneficios económicos generados y no distribuidos, conservando, así, respecto de estos fondos, una capacidad de disposición más ágil y flexible. La segunda, parte de la difusión en la praxis italiana de los denominados versamenti in conto capitale con los cuales se conoce a aquellas aportaciones realizadas “libremente o espontáneamente” por los socios, que si bien no se incorporan al capital nominal de la sociedad forman parte de los fondos propios de la sociedad38 y por ende se diferencian de las aportaciones realizadas como préstamos en que no llegan a integrar el capital de crédito de la sociedad. Ciertamente, en nuestro ordenamiento jurídico existen para determinados tipos especiales de sociedades disposiciones expresas que condicionan de manera diversa la política de aplicación de resultados con la finalidad manifiestamente explícita de reforzar la solvencia financiera de estas sociedades. Así sucede con las Sociedades de Garantía Recíproca reguladas de nuevo por la Ley de 11 de marzo de 1994, en lo referente a la dotación de la reserva legal: detracción, “como mínimo, un 50 por 100 de los beneficios que obtenga en cada ejercicio, una vez deducido el Impuesto sobre Sociedades, hasta constituir un fondo de reserva legal que alcance un valor igual al triple de la cifra mínima de capital social”, o en lo referente al reparto de beneficios: “no podrán distribuirse beneficios entre los socios hasta que la suma de la reserva legal y las reservas de libre disposición no alcancen un valor igual al doble de la cifra mínima de capital social” (cfr. arts. 52 y 53.2). En este sentido, para las entidades financieras existe también una legislación creada ad hoc39 que atendiendo a su especial significación económica dentro del Vid., PORTALE, G., “Capitale sociale e società...”, cit., pág. 76, nota 178, TANTINI, G., “Capitale e Patrimonio nella società per azioni”, cit., págs. 121 y sigs. y en especial págs. 126-127, cuando distingue el “versamenti in conto capitale” de los denominados “versamenti in conto aumento capitale” y “versamenti a coperture di perdite”; ABBADESSA, P., “Il problema dei prestiti dei soci...”, cit., págs. 506-507; CRIOMENTI, F., en el comentario a la sentencia de la Corte de Casación de 3 de diciembre de 1980, en Riv. Dir. Comun., 1981, págs. 239 y sigs. 38 Vid. La Ley 13/1992 de 1 de junio de Recursos Propios y Supervisión en Base Consolidada de las Entidades Financieras, y el Real Decreto 1343/1992, de 6 de noviembre que desarrolla la Ley, modificado parcialmente por el Real Decreto 2024/ 39 184 RAFAEL GUASCH MARTORELL tráfico regula la obligación de mantener unos determinados volúmenes de recursos propios. Y, finalmente, de modo análogo podemos citar el Real Decreto 726/1989, de 23 de junio, referente a las Sociedades Rectoras de Bolsas de Valores donde el apartado primero del artículo 17 plantea un interesante supuesto normativo: “El capital social de las Sociedades Rectoras de Bolsas será el necesario para asegurar la consecución de su objeto social. Los recursos ajenos no superarán en ningún momento el valor contable de los recursos propios. Hasta que el valor contable del patrimonio de la Sociedad Rectora alcance un importe equivalente al doble de la cifra de capital social no podrá repartir dividendos”. Pues bien, hechas las consideraciones que anteceden y en concreto delimitado su ámbito tipológico de aplicación -el de las sociedades especiales sometidas a un régimen normativo específico- en lo que se refiere al ámbito de las restantes sociedades no creemos que encuentre apoyo normativo la tesis de los partidarios de configurar entre el capital social y las reservas una vinculación distinta a la vigente en nuestro derecho de sociedades. En este sentido debemos empezar por señalar, que de entre las diversas clases de reservas incluidas en la rúbrica de los fondos o recursos propios, únicamente 40 con respecto a la reserva legal existe la exigencia normativa de mantener una relación cuantitativa mínima41 entre aquella y la cifra 1995 de 22 de diciembre; y el comentario de TAPIA HERMIDA, A. J., en RDBB, 1996, núm. 61, págs. 230 y sigs. Pero sí que dentro de la rúbrica de los fondos propios, y al margen del capital social y de la reserva legal existen otras partidas también de obligatoria constitución cuando acontezca el supuesto de hecho previsto por la norma, son las que se conocen como “reservas legales especiales”, así la reserva de acciones propias (arts. 79.3 y 178.2 LSA), de participaciones recíprocas (art. 84 LSA), en el caso de reducción realizada con cargo a beneficios o a reservas libres o por vía de amortización de acciones adquiridas por la sociedad a título gratuito (art. 167.3), la reserva de revalorización de activos (art. 175); contando cada una de ellas con una disciplina singular en lo referente a un grado o nivel de disponibilidad; Vid., por todos, ILLESCAS ORTIZ, R., “Auditoría, Aprobación, Depósito y Publicidad de las cuentas anuales”, en AA. VV., Comentario al Régimen Legal de las Sociedades Anónimas (dirigido por R. URIA, A. MENÉNDEZ, M. OLIVENCIA), tomo VIII, “Las cuentas anuales de la sociedad anónima”, V, II, Madrid, 1993, págs. 215-217). 40 Se trata de un montante mínimo legal cabiendo la posibilidad de que por vía estatutaria se establezca un porcentaje superior o que mediante acuerdo de la Junta General se proceda a destinar los beneficios de uno o varios ejercicios a la reserva legal aun cuando ya no exista la obligación legal de dotarla, vid., COSTA, C., “Le riserve nel diritto delle società, en Quaderni di Giurisprudenza Commérciale, Milán, 1984, págs. 7-8; CERA, M., “Il passaggio di riserve a capitale”, Milán, 1988, págs. 108 41 LA DOCTRINA DE LA INFRACAPITALIZACIÓN 185 del capital, de modo que la modificación por aumento o reducción de la cifra del capital suscrito provoca automáticamente una modificación también en la cuantía mínima de la reserva legal. Relación estable entre la cifra de capital social y la reserva legal, que también podrá existir, aunque ahora configurada en el marco del principio de autonomía de la voluntad, de preverse en los estatutos la constitución y dotación de una reserva estatutaria cuyo importe se vincule a una cifra porcentual del capital social. En segundo lugar, como es sabido, corresponde a los socios a través del acuerdo de la Junta (cfr. arts. 213 LSA y 44.1.a LSRL) decidir acerca de la concreta aplicación del resultado económico del ejercicio, de modo que, después de atender a los límites establecidos en la legislación societaria para el reparto de los beneficios -cfr. arts. 168.4, 194.3, 213.242 LSA y 84 de la LSRL- y para la dotación de la reserva legal -cfr. art. 214 LSA- la Junta está legalmente facultada para precisar en cada caso la relación cuantitativa entre la cifra del capital social y la cifra de las reservas de libre disposición, de la misma forma que dispone “de una amplia libertad en la composición cualitativa de los medios propios de la sociedad”43. Con todo, estas no son las únicas objeciones que cabe hacer a este planteamiento doctrinal, existen otras de igual o mayor fuerza argumentativa. En efecto, no es únicamente que sea distinto el régimen jurídico en cuanto a la constitución, dotación y disponibilidad del capital social y de las reservas, sino que además el mantenimiento de esta tesis doctrinal choca con la propia literalidad de distintos e importantes preceptos de la LSA. Es decir, resulta indubitable que en el texto legislativo vigente de la LSA el principio de correspondencia mínima entre patrimonio neto contable -activo real menos pasivo exigible- y capital, está previsto en estricta relación con la cifra del capital social y no confrontando el patrimonio contable y sigs.; MARTÍNEZ NADAL, A., “El aumento de capital con cargo a reservas y beneficios en la sociedad anónima”, Madrid, 1996, págs. 309 y sigs. Vid., en nuestra doctrina FERNÁNDEZ DEL POZO, L., “Aplicación de resultados y defensa del capital social...”, cit., pág. 8579, señalando como el reconocimiento de un de un principio de adecuada capitalización permitiría “corregir” el artículo 213.2 LSA, de modo que la prohibición de distribución de beneficios no debería quedar referenciada a la cifra del capital social “sino en el capital real o material mínimos (dotación suficiente de recursos propios)”. 42 43 MASSAGUER, J., “El capital nominal...”, cit., pág. 5577. 186 RAFAEL GUASCH MARTORELL con la cifra total que resulta de agregar las distintas partidas que integran los fondos o recursos propios. Es precisamente en este sentido, es decir, en la más estricta consonancia con el principio de correspondencia mínima entre patrimonio neto contable y capital social, que se deberá interpretar y aplicar el contenido de los artículos 163.1 -para el supuesto de reducción obligatoria del capital por pérdidas-, 213.2 -sobre aplicación del resultado del ejercicio-, y 260.1.4º -configurando la causa de disolución por pérdidas 44-, y en modo alguno cabe extender por vía interpretativa la función de garantía y por ende de protección de los acreedores a la retención en el patrimonio social de “todo capital propio o fondos propios” 45. Por otra parte, y de escogerse como opción de política legislativa la capitalización forzosa de las reservas y los beneficios del ejercicio hasta alcanzar aquella cifra “ideal” en correspondencia con los riesgos que genere o ocasione la actividad empresarial de la sociedad, al margen del ya “clásico” problema de la determinación de los recursos propios que se consideren adecuados o suficientes a la actividad o actividades empresariales de la sociedad, a buen seguro las desventajas de condicionar la política de autofinanciación estableciendo legalmente una relación distinta entre reservas y capital podrían superar los posibles logros: la hipotética reducción de los supuestos de insolvencia empresarial. Nota.- Este artículo, que fue publicado en el número 234, correspondiente a los meses de octubre a diciembre de 1999, de la Revista de Derecho Mercantil (RDM), de Madrid, se reproduce con la autorización de su autor, el profesor Rafael Guasch Martorell. Todos ellos aplicables a la sociedad comanditaria por acciones en virtud del mandato del artículo 152 y en cuanto a la sociedad limitada tendrá aplicación el artículo 213 LSA por la remisión realizada en el artículo 84, y por la regulación expresa lo preceptuado en el artículo 104.1 letra e para el supuesto de la disolución por pérdidas, no así el supuesto de la resolución obligatoria por pérdidas que no se incorporó en la LSRL de 1995. 44 En sentido contrario, opina, entre otros autores, VICENT CHULIÁ, F., “Capital social”, en AA.VV., Enciclopedia Jurídica Básica, tomo I, Madrid, 1995, pág. 923. 45