El Abogado ante el interrogatorio de las partes y testigos

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El Abogado ante el interrogatorio de las partes y testigos
Se hace curioso, al presenciar los interrogatorios de las partes y de los testigos en las salas de
audiencias, la inercia a la que algún que otro abogado se abandona durante el interrogatorio de
las partes y los testigos cuando es realizado por el abogado contrincante. Y ello no puede ser
debido a una ignorancia de las normas que regulan estas pruebas, sino a cierto miedo escénico a
la reacción del Juez.
La Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000 -que impregna de manera supletoria al resto de normas
reguladoras de los distintos órdenes jurisdiccionales (sirva de ejemplo la Disposición Final Primera
de la Ley 29/1998, reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa)- no impone una
postura pasiva al abogado cuyo turno de palabra no le ha sido concedido por el Juez, y menos
aún ante los interrogatorios que formula el Letrado contrincante.
La LEC nos dice cómo ha de ser el contenido de las preguntas del interrogatorio, tanto para las
partes como para los testigos, en los artículos 302 y 368. En ambos artículos se indica que las
preguntas deben
realizarse con la debida claridad y precisión, sin incluir valoraciones ni calificaciones.
El sentido de lo que es claridad y precisión no tiene duda, siendo las valoraciones las que
buscan atribuir, clasificar, evaluar, suponer y determinar, y las calificaciones las que
buscan cualidades, aptitudes, habilidades, capacidades y competencias.
Pues bien, ante preguntas efectuadas por el Letrado contrincante se ha de estar atento para, en
un tiempo mínimo, considerar la claridad, precisión, valoración y calificación de aquellas por si
fuese procedente su impugnación.
La LEC regula, en los artículos 303 y 369, como remedio a la permisividad del juez respecto de la
pregunta formulada la posibilidad de impugnación de la misma. Este término de impugnación es
desafortunado porque, desde un punto de vista práctico, no se entiende que el abogado exclame:
¡Impugno la pregunta!, cuando el medio más rápido y sorpresivo es la protesta directa. Protesta
que sí es integrada en los artículos antes indicados, cuando la supuesta impugnación no es
aceptada por el juez.
Lo cierto es que el comportamiento del Letrado mientras el compañero contrincante realiza el
interrogatorio no debe ser pasivo. Ni ante las preguntas ni ante la tácita aceptación de las mismas
por el juez. El juez es quien arbitra el juicio oral y las distintas pruebas que se practican en
el mismo, pero los abogados debemos ser activos ante situaciones en las que el juez, por
desinterés del caso o por cansancio, permite preguntas que se reiteran, preguntas que llevan en sí
mismas la respuesta, preguntas que contienen valoraciones, preguntas capciosas, preguntas
imprecisas, etc; protestando las mismas sin temor a que algún juez nos espete: ¡En esta sala no
protesta nadie!
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La intervención de la que hablo no debe asustarnos, pues el juicio es algo vivo, no lineal; es una
partida de ajedrez que hay que ganar para la causa justa del cliente, y una intervención apropiada
del Letrado puede hacer que se gane o pierda el caso defendido.
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