Las causas que motivaron la instauración del régimen republicano

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Las causas que motivaron la instauración del régimen republicano fueron principalmente el
agotamiento del sistema político de la Restauración y la incapacidad de la monarquía de
asumir sus errores durante la Dictadura. A partir de abril de 1931 quedó claro que el
descontento popular iba orientado hacia una respuesta antimonárquica y prorrepublicana.
No se entiende nunca el advenimiento de la II República española sin asociarla a la caída de la Dictadura
del general Primo de Rivera (29 de enero de 1930), caída que había sido consecuencia del
desmoronamiento de aquellos que desde el principio la
habían apoyado. De súbito, la figura de Alfonso XIII se
convirtió en blanco de todas las oposiciones. Por una
parte de los resentidos con el dictador, por otra, de los
amigos de la Dictadura. Durante un tiempo, el rey
intentó gobernar como había gobernado Primo, con un
directorio de ministros presididos por el general Dámaso
Berenguer.
Sin embargo para salvar el trono no bastaba con cerrar
el paréntesis de la Dictadura puesto que en realidad
ésta era la consecuencia de un proceso de
descomposición iniciado en 1909, acelerado en 1917 y
evidente desde 1923, fecha de la subida al poder de
Primo de Rivera.
Los sentimientos republicanos empezaron a extenderse
por todo el país. Muchos oficiales del ejército, además
de los restos de la Unión Patriótica de Primo, pensaban
que el rey se había comportado deshonrosamente al
aceptar la dimisión del dictador.
El gobierno Berenguer debía enfrentarse con la ofensiva
de los sectores de opinión resueltamente situados ya
frente al trono y, salvando escollos, trataba de desplegar su programa de vuelta a la "normalidad
constitucional". La ofensiva republicana se desencadenó primero, durante la primavera de 1930 en forma
de propaganda pacífica, de la que fueron hitos decisivos el discurso de Alcalá Zamora en Valencia.
En el verano de 1930 se produjo una toma de contacto entre las diversas facetas del republicanismo
nuevo que cristalizarían en el famoso "Pacto de San Sebastián". Constituyó éste una verdadera clave en
el tránsito de la monarquía a la república. El pacto, firmado entre varios políticos e intelectuales
republicanos, socialistas y defensores del nacionalismo catalán posibilitó un acuerdo para una futura
acción conjunta antimonárquica.
Los concurrentes a la famosa reunión donostiarra del 17 de agosto de 1930 nos dan ya el cuadro de las
fuerzas en que habían de apoyarse los primeros pasos del régimen que sobrevendría el 14 de abril de
1931:
? El republicanismo "histórico" estaba encarnado por Alejandro Lerroux, fundador del Partido
Radical en 1908. Lerroux era un orador, periodista y político experto pero en 1930 ya no era un
revolucionario, los radicales ya no eran radicales y muchos de los que habían sido radicales en
1908 se habían convertido en socialistas o anarquistas.
? La nueva izquierda republicana la representaba Manuel Azaña. Creía que la República tenía
que ser radical o no ser. Sus dos impulsos más fuertes eran de hostilidad contra la Iglesia y
contra el poder del ejército. Junto a Marcelino Domingo y Álvaro Albornoz representó los
elementos del radical-socialismo.
? Los socialistas españoles se encarnaban en las figuras de Indalecio Prieto y Fernando de los
Ríos. Prieto, gran estratega parlamentario, se opuso siempre a la dictadura de Primo de Rivera y
fue quien persuadió a los socialistas en 1930 a que se unieran a la conspiración antimonárquica.
? Tres figuras resumían el catalanismo de izquierdas, Carrasco Formiguera por Acció Catalana,
Matías Malliol por Acció Republicana de Catalunya y Jaume Aiguader por Estat Català.
? El regionalismo gallego tenía su representación en Casares Quiroga, líder de la Organización
Regionalista Gallega Autónoma.
? El republicanismo moderado estaría representado por Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura.
Alcalá Zamora fue el presidente del comité revolucionario creado en San Sebastián.
La asamblea, requerida por las impacientes exigencias de Carrasco Formiguera, hubo de ocuparse ante
todo de las reivindicaciones catalanas. Del Pacto de San Sebastián salió articulado un Comité Ejecutivo,
cuya primera tarea había de ser la preparación de un movimiento revolucionario. En Madrid, tres
eminentes intelectuales, el doctor Gregorio Marañón, Ortega y Gasset y el novelista Ramón Pérez Ayala,
constituyeron el movimiento "Al servicio de la República". Pero también había otros elementos
descontentos que apoyaban dicho movimiento. Entre ellos numerosos oficiales de ejército que habían
llegado a simpatizar con los oponentes burgueses del rey.
Los meses finales de 1930 se vieron crispados por una efervescencia subversiva en tono creciente,
animada por la prensa más prestigiosa y estimulada por determinados círculos
militares (la U.M.R., Unión Militar Republicana). Para diciembre se preparó un
levantamiento. La secuela de acontecimientos fue rápida. En primer lugar, la
guarnición de Jaca, en las estribaciones de los Pirineos se alzó contra la
monarquía, dirigida por dos oficiales, el capitán Fermín Galán y el teniente García
Hernández. La intentona republicana prolongada por un manifiesto del Gobierno
Provisional fue rápidamente sofocada. Los dos oficiales fueron hechos prisioneros
cuando se dirigían a Zaragoza y fueron fusilados por rebelión. Los firmantes del
Pacto de San Sebastián fueron arrestados.
A raíz de la crisis militar de Jaca se produjo el desmoronamiento de todas las
asistencias necesarias al programa de Berenguer. Los arrestados se defendieron
diciendo que el rey había violado la Constitución al aceptar la dictadura de Primo
de Rivera. La reputación de los republicanos aumentó mucho desde sus celdas.
Después de negociar sin éxito con los políticos, el rey designó como jefe de
gobierno, tras la dimisión de Berenguer, a otro militar, el almirante Aznar. Él y el
rey decidieron poner a prueba a la opinión pública convocando elecciones
municipales, no generales, para abril de 1931. Estas elecciones se celebraron en
una atmósfera exuberante y adquirieron el carácter de un plebiscito. En todo el país, aspirantes a
políticos de todo tipo celebraron enormes mítines. Cuando el 12 de abril empezaron a conocerse los
resultados finales de las urnas quedó claro que, en todas las ciudades grandes de España, los candidatos
que apoyaban a la monarquía habían sido derrotados. Los datos oficiales señalaron 29.953 concejales
monárquicos frente a 8.855 republicanos pero las candidaturas republicanas habían triunfado en la casi
totalidad de las capitales de provincias españolas. En el campo, la monarquía ganó suficientes escaños
para asegurarse una mayoría en el conjunto del país pero era evidente que las grandes capitales eran las
que más poder de decisión tenían.
Se proclamó la República en varios sitios, el primero de los cuales fue Eibar. La tarde del 14 de abril las
multitudes inundaron las calles de Madrid. El comandante de la Guardia Civil, el general Sanjurjo, informó
al rey que no defendería a la monarquía. El gobierno, estupefacto e intimidado, sugirió al rey que
aceptara el consejo de los líderes republicanos de abandonar la capital para evitar el derramamiento de
sangre. Después de algunas vacilaciones, Alfonso hizo una declaración en tono muy digno:
"Las elecciones celebradas el domingo, me revelan claramente que no tengo hoy el amor de mi pueblo
[...]. Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las
combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro, en
fraticida guerra civil [...]. Espero conocer la auténtica y adecuada expresión de la conciencia colectiva, y
mientras habla la nación suspendo deliberadamente el ejercicio del poder real y me aparto de España,
reconociéndola como única señora de sus destinos."
Con estas graves y sibilinas palabras, el rey se fue de Madrid a la costa, concretamente al puerto de
Cartagena donde embarcó para el exilio. La república quedó instaurada inmediatamente, tan sin
obstáculos, que pudo considerarse como un maravilloso ejemplo de civismo y madurez política. El nuevo
gobierno ocupó los ministerios de Madrid con toda tranquilidad.
El primer jefe de gobierno de la República fue Niceto Alcalá Zamora. Don Niceto y asimismo Miguel
Maura, nombrado ministro de la Gobernación, y, por consiguiente responsable directo del mantenimiento
del orden en el país, eran católicos. Así pues, se les podía considerar como un símbolo de la aceptación
del fin de la monarquía, al menos por una parte de la Iglesia. Sin embargo en el primer gabinete de la
Segunda República había un grupo de políticos anticlericales, hombres de la clase media o que ejercían
profesiones liberales, herederos de los reformadores liberales de la España del siglo XIX. Sus actitudes
intelectuales se habían formado básicamente en la Institución Libre de Enseñanza, fundada en la
Restauración como una universidad libre y librepensadora. En el gobierno de 1931 estuvieron
representados el ministro de Justicia, Fernando de los Ríos, el ministro de Marina, Casares Quiroga,
Alvaro de Albornoz y Marcelino Domingo, ministros de Fomento y Educación respectivamente y
finalmente estaba el nuevo ministro de la Guerra, Manuel Azaña, el cual, aunque no era antiguo alumno
de la Institución Libre de Enseñanza, era un fiel reflejo de sus efectos.
El problema de Cataluña era el primero que tenía que afrontar la nueva República. El catalanismo debía
su fuerza a una combinación de la expansión económica catalana sumado a un renacimiento literario
manifiesto en los "Jocs Florals" que habían empezado en 1859. El triunfo de los antimonárquicos en las
elecciones municipales de abril de 1931 en Barcelona había sido mayor que en ningún otro sitio. Esta
victoria se debió sobre todo a la Esquerra, el nuevo partido cuyo jefe era Francesc Macià. Cuando los
concejales elegidos en 1931 salieron al balcón de la plaza Sant Jaume, no solo se oyó "La Marsellesa" y
"Els Segadors", el himno nacional catalán, sino también gritos que pedían una república catalana
independiente. Macià proclamó entonces la "República catalana" como "estado integrante de la
Federación Ibérica". Por esta razón varios ministros hicieron un viaje precipitado a Barcelona para
persuadir a Macià a que esperara la aprobación de un estatuto catalán de autonomía por las nuevas
Cortes a lo que accedió.
El primer estallido de la contienda que continuaría hasta la guerra civil fue la grave, pero violenta,
pastoral del cardenal Segura, arzobispo de Toledo y primado de la Iglesia española, hecha pública a
primeros de mayo. El domingo 10 de mayo de 1931, pocos días después de la publicación de la carta
pastoral del cardenal, un grupo de monárquicos fundó en Madrid el Club Monárquico Independiente. Era
una respuesta monárquica y de derechas. Pero un gramófono tocaba la "Marcha Real". La gente,
enfurecida, prendió fuego a varios automóviles de los monárquicos asistentes a la reunión. Al día
siguiente volvieron a producirse disturbios incendiándose varias iglesias y conventos de Madrid. Aquel
mismo día Manuel Azaña dijo que "Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano"
oponiéndose de esta manera a que el gobierno tomara medidas drásticas contra los incendiarios. Los
hechos de mayo de 1931 fueron para el nuevo gobierno republicano un aviso de las amenazas que
podían acosar tanto desde la izquierda como desde la derecha por lo que acordaron promulgar una Ley
de defensa de la República. El 28 de junio tuvieron lugar unas elecciones que dieron la impresión de que
la mayoría de la gente respaldaba al régimen. Estas elecciones, para Cortes Constituyentes, se efectuaron
bajo el supuesto de que correspondería un representante de cada 50.000 votos masculinos. Se eligieron
diputados para distritos electorales provinciales, no locales, con la intención de evitar el poder de los
caciques locales. Las elecciones alcanzaron una participación del 65 por 100 del electorado y dieron el
siguiente resultado en escaños:
PSOE
P. RADICAL REPUBLICANO
ACCIÓN REPUBLICANA
ESQUERRA CATALANA
ORGA (Nacionalistas gallegos)
117 PARTIDO RADICAL
59 PARTIDO AGRARIO
27 P. REPUBLICANO CONSERVADOR
32 PARTIDO MONÁRQUICO
16 OTROS PARTIDOS
93
26
27
36
51
El resultado dio la mayoría de los escaños a los socialistas y los republicanos, los partidos que
pertenecían a la izquierda y al centro, mientras que los de la derecha no alcanzaron el centenar de
escaños. Empezaba así el bienio social-azañista.
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