FORO DE EXPERTOS responden mejor el avión y, particularmente, el autobús. En este último, las enormes puntas de verano pueden atenderse, en buena medida, gracias a la disponibilidad de vehículos que quedan ociosos de otros servicios, típicamente transporte escolar. Esto es, la especialización de los vehículos, tan necesaria para adaptarse a las peculiaridades de cada tipo de usuario, impone severas restricciones a la hora de intercambiar vehículos de un servicio a otro. El caso más extremo es el ferrocarril en el que las diferencias de infraestructura (anchos de vía, señalización, etc.) hacen inevitable una compartimentación del mercado que lleva necesariamente a que las puntas de demanda queden insatisfechas so pena de tener el material móvil enormemente infrautilizado nueve meses al año. Y para permitir una mayor homogeneidad de la demanda, que facilitase la planificación de la oferta, la fijación de los festivos en días determinados (por ejemplo, los lunes) significaría una importante reducción de las diferencias de un año a otro. Esto ya se hace en otros países, al menos parcialmente, pero en el nuestro se ha descartado recientemente, con lo que en la segunda semana de diciembre de 2016 serán laborables y lectivos solamente los días impares: el lunes 5, el miércoles 7 y el viernes 9 (aparte del sábado, generalmente ya considerado como no laborable). Esta pauta laboral no se da en ninguna otra parte del mundo y merecerá ser analizada en detalle en su momento desde el punto de vista de la movilidad. Incentivos perversos en las normas de valoración de los nuevos pliegos concesionales Por José A. Herce y Pablo Hernández Director asociado y Consultor sénior de AFI, respectivamente Las nuevas normas de valoración que afectan a la renovación de las concesiones ponen de manifiesto la voluntad de la Administración de primar las tarifas y las expediciones a la hora de adjudicar el derecho de explotación de los servicios públicos de transporte interurbano de viajeros por carretera. Así, los últimos 5 pliegos de concesión (Madrid - Zaorejas, Soria – Calahorra, Madrid – Málaga - Algeciras, Murcia – Almería y Madrid – Navamorcuende) presentan características similares en lo que concierne a la valoración de estos criterios, en los que las tarifas pasan a ser el principal elemento, seguido de las expediciones. Ambos, conjuntamente, representan más del 50% de los puntos que se otorgan a las distintas ofertas que realizan las empresas can- didatas. En otros casos, también recientes, la valoración de las tarifas es directamente el único criterio valorable para la adjudicación, como es el caso de la licitación del transporte escolar en la Comunidad de Madrid. Como ya pusimos de manifiesto en este blog aquí, las normas de valoración en la adjudicación de contratos de prestación de servicio público deben ponderar adecuadamente los distintos aspectos de interés para los usuarios, cuya defensa es el objetivo central de la Administración. Indudablemente, las tarifas y las expediciones son aspectos importantes en los servicios de transporte, pero no lo son menos la seguridad y la calidad del servicio, así como garantizar la viabilidad del modelo 47 FORO DE EXPERTOS concesional. Una ponderación inadecuada de los criterios de valoración, que ponga el acento sobre un elemento concreto – en este caso, las tarifas - pone severamente contra las cuerdas el funcionamiento óptimo del modelo concesional e introduce nuevos riesgos en cuanto a la selección de los operadores adjudicatarios. Así, tal y como ha documentado la literatura académica 1 , bajo ciertas condiciones (información asimétrica y mal diseño de las reglas de concurrencia) pueden emerger incentivos potentes de carácter perverso en la c o n t r a t a c i ó n e n t re A d m i n i s t r a c i ó n y empresas. Por otro lado, la propia evidencia empírica se ha encargado de refrendar dichos trabajos en numerosas ocasiones, sobre todo en contratos de obra pública donde el principal elemento diferenciador es el precio, que es el modelo hacia el que últimamente está virando el modelo de contratación para la gestión de servicios públicos de transporte de viajeros por carretera. Los costes que entrañan estos efectos perversos para la sociedad y las arcas públicas pueden llegar a ser muy elevados, desvirtuando por completo la bondad del modelo de concesión que de partida, conviene recordar, no es oneroso para la Administración y garantiza la universalidad del servicio a la sociedad. Cuando el único criterio que se valora en los concursos es la oferta económica (tarifas, en este caso) puede darse la posibilidad de que existan empresas que realicen propuestas que se encuentren por debajo de su capacidad operativa en términos de costes, con el objetivo de ser la adjudicataria final del concurso. Estas ofertas, denominadas en el argot como “bajas temerarias”, son el principal riesgo al que se enfrenta la Administración en la selección de los adjudicatarios. A pesar de que existen mecanismos para la detección de las dichas ofertas, estos no son ni mucho menos infalibles, dadas las asimetrías de información, que son inherentes a estos pro- cesos. Además, resultaría enormemente costoso para cualquier ente administrativo la perfecta observación de todos los elementos necesarios para la toma de decisiones. De producirse su elección y adquirir el derecho de explotación de la línea licitada, la empresa puede esperar la subsidiariedad de la Administración en la eventualidad de no poder afrontar la provisión del servicio por insuficiencia de recursos. La estrategia puede ser óptima, por ejemplo para una empresa en mala situación financiera y con una estructura societaria donde sus gestores y propietarios se encuentran protegidos por las leyes de responsabilidad limitada. Sin embargo, para la Administración puede resultar costoso: coste de interrupción del servicio, de litigación, si es el caso, a lo que se une el coste del nuevo proceso de adjudicación para la reanudación del servicio. Este comportamiento es lo que en la literatura económica se conoce como riesgo moral2, y que en este contexto se traduce en que las empresas adjudicatarias asumen en sus decisiones mayores riesgos cuando las posibles consecuencias negativas de sus actos no son asumidas por ellas, sino por un tercero, en este caso, la Administración, y de manera extensible, los usuarios del servicio y los contribuyentes. A pesar de que tarifas bajas pueden elevar los beneficios de los consumidores (diferencia entre lo que estarían dispuestos a pagar en el límite y lo que pagan realmente), dichas ganancias pueden verse más que compensadas por la desutilidad que pueden provocar en los usuarios fallos eventuales en la provisión del servicio – seguridad, puntualidad, problemas mecánicos, interrupción del servicio, limpieza, etc. – cuando la empresa adjudicataria no reúne las condiciones necesarias para operar con garantías. De hecho, según recoge un informe elaborado por Ineco3 (2008), los aspectos de seguridad, puntualidad y calidad del servicio son los más valorados, muy por encima de las tarifas, que según declara la 1 - Laffont J. y Tirole, J. (1993), “A theory of incentives in procurement and regulation”, The MIT Press. Calveras, Ganuza y Hauk (2002), Las bajas temerarias en las subastas de obras públicas. Un análisis de la regulación española. Revista de Economía Pública, 162-(3/2002): 135-153. 2 - Se produce cuando una de las partes en un contrato tiene información privada sobre las consecuencias de sus propias acciones y sin embargo los que soportan las consecuencias de los riesgos asumidos son terceros. Es un concepto habitual de la teoría de contratos en presencia de asimetrías de información. 3 - Calidad del Servicio y Grado de Satisfacción de los usuarios de las concesiones de transporte público de viajeros por carretera competencia de la AGE 48 FORO DE EXPERTOS mayor parte de los encuestados, les resultan asequibles. En este sentido, cabe plantearse la siguiente cuestión. ¿Si el objetivo de la Administración es adecuar el servicio público de transporte a las preferencias de los usuarios, por qué no se diseñan los pliegos concesionales tomando en consideración lo que realmente demandan (y valoran) los usuarios? Por último, el impacto de los “incentivos perversos” antes señalados sobre la calidad y estabilidad del servicio puede atentar contra los principios del sistema de concesiones en el transporte por carretera en España en la medida en que (i) no pueda garantizarse el derecho al transporte, recogido en los artículos 3 y 4 de la LOTT, y (ii) se vulnere la máxima de riesgo y ventura, cuando el Estado (más concretamente, los contribuyentes) deban hacerse cargo de manera subsidiaria de los costes extraordinarios en los que incurre una empresa que ha realizado una oferta temeraria. A modo de conclusión, resulta conveniente un replanteamiento del modelo de valoración de los criterios de adjudicación al que se están inclinando los contratos de concesión de servicios públicos. No cabe duda de que si se prosigue en esta línea de propiciar “incentivos perversos”, el modelo concesional que, aunque pueda tener otros defectos, desde luego, ha garantizado históricamente la movilidad de los ciudadanos en el territorio español con un servicio seguro, universal y de calidad, puede verse seriamente comprometido. 49