la primera vuelta de las elecciones presidenciales en egipto

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 UN RESULTADO INCÓMODO: LA PRIMERA VUELTA DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN EGIPTO Miguel de Corral Analista independiente de política internacional especializado en Oriente Medio. Estudia relaciones internacionales en Northeastern University Las elecciones recientes en Egipto han sido sin duda un paso importante en el largo camino hacia la democracia que empezó hace más que un año. Desde la revolución que culminó con la renuncia al poder de Hosni Mubarak en febrero 2011, que había ocupado el puesto de Presidente desde 1981, el país ha estado sumido en un delicado proceso de reforma democrática. Sin duda, este proceso ha sido increíblemente tumultuoso, y la violencia, aunque no de forma generalizada, ha aparecido. La primera vuelta de las elecciones presidenciales añadirá un elemento más de turbulencia a una revolución que ya está caracterizada por su complejidad y fragilidad. A la larga, el éxito de la transición política dependerá del equilibrio que el futuro presidente pueda conseguir entre los jóvenes de la Plaza Tahrir, que desean democracia y auténticas reformas políticas, y con el estamento militar que es reacio a hacer cambios significativos o drásticos en la estructura de poder. Por lo tanto, tendrán que tomarse importantes decisiones políticas que favorezcan la creación de un gobierno más inclusivo y representativo de toda la sociedad egipcia. De otra forma, Egipto podría volver a sufrir manifestaciones masivas, estancamiento político y una prolongada parálisis económica. Sin duda, las elecciones han tenido muchos factores positivos. Principalmente, estas han sido las primeras elecciones presidenciales libres que ha tenido Egipto en toda su historia. Ha habido acusaciones de fraude e irregularidades, pero observadores internacionales, incluyendo Jimmy Carter y el Carter Center, han declarado que los resultados de las elecciones son aceptables y las elecciones por sí mismas han sido un “gran paso hacia adelante”. Por supuesto, los casos de fraude tendrán que ser investigados, pero el hecho de que las elecciones hayan sido relativamente libres en un país que ha estado plagado de corrupción durante décadas, es una buena señal. También es muy positivo que un amplio espectro de candidatos representando a islamistas, socialistas y al régimen anterior, participaran. Sin embargo, es preocupante ver que sólo el 46 por ciento de la población votara. La participación de los 1
Fundación Ciudadanía y Valores www.funciva.org votantes ha bajado casi diez puntos desde las elecciones parlamentarias que tuvieron lugar hace sólo unos meses. Los resultados de la primera vuelta garantizan una segunda vuelta muy polarizada, que tendrá lugar el 16 y 17 de junio. Mohammad Mursi, el candidato islamista del Partido de la Libertad y la Justicia, el brazo político de los Hermanos Musulmanes, obtuvo un 24,3 por ciento de los votos. Ahmed Shafiq, el candidato más representativo del antiguo régimen, y el último primer ministro del Sr. Mubarak, quedó en segundo lugar con el 23,3 por ciento de los votos. Para muchos, este resultado representa la peor elección posible, pero sin duda presentará a la sociedad egipcia el marcado contraste de dos direcciones diferentes que podrá seguir el país. Existe un problema fundamental asociado a la posible victoria de cada uno de los candidatos. Si el Sr. Mursi gana, el Partido de la Libertad y la Justicia, que controla 47 por ciento de los escaños en el parlamento, tendría un poder abrumador que podría convertirse en hegemónico. El partido ultra‐conservador salafi, Al Nour, también tiene un papel importante dado que representa el 24 por ciento del parlamento. Por lo tanto, con una victoria del Sr. Mursi, los políticos islamistas tendrían un amplio poder. El miedo a la dominación islamista existe en la sociedad Egipcia, especialmente considerando que los Coptos forman el 10 por ciento de la población, y numerosos ataques violentos han tenido lugar contra Coptos. Es importante tener en cuenta que anteriormente, durante la transición, los Hermanos Musulmanes prometieron no presentar un candidato para las elecciones presidenciales. De hecho, el Sr. Mursi era el sustituto de Khairat al‐Shater, el candidato que la junta electoral no permitió presentarse. Además, el candidato Abdel Moneim Aboul Fotouh, se presentó como independiente después de ser suspendido por los Hermanos Musulmanes por anunciar en mayo 2011 que tenía planes de presentarse para las elecciones presidenciales. Este desorden dentro de los Hermanos Musulmanes es síntoma de las dificultades que han tenido en posiciones de ejercer poder y de los múltiples cambios de estrategia que han mostrado desde el comienzo de la transición. Si el Sr. Shafiq gana, habrá un profundo temor por parte de muchos, especialmente por los menores de 25 años que representan más de la mitad de la población, de que oficiales del régimen anterior amenacen los objetivos de la revolución. Algunos consideran que el Sr. Shafiq, que fue nombrado como el último primer ministro de la era Mubarak el 29 de Enero de 2011, y que dimitió dos meses después, no podrá representar los ideales de Tahrir. Indudablemente, su candidatura ha avivado el descontento, tal como se ha podido ver con el reciente ataque a las oficinas de su campaña electoral en El Cairo. Incluso se le percibe como el candidato del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (SCAF en Inglés), el gobierno militar de‐facto, con el objetivo de mantener el status quo respecto al equilibrio de fuerzas. Dado que el Sr. Shafiq fue comandante de las fuerzas aéreas, continuaría la larga tradición de gobernantes militares que ha existido desde el Movimiento de Oficiales Libres de 1952, que produjo el ascenso de Gamal Abdel Nasser. 2
Fundación Ciudadanía y Valores www.funciva.org En cualquier caso, ninguno de los dos candidatos representa las aspiraciones de los que llevaron a la Plaza Tahrir la protesta por un sistema político no representativo que falló en satisfacer sus necesidades básicas de bienestar. Sin embargo, las elecciones mostraron que el voto liberal joven estaba bastante dividido. El tercer puesto lo ocupó Hamdin Sabbahi, el líder del partido al‐Karamah (dignidad), con un 20,4 por ciento de los votos. Abdel Moneim Aboul Fotouh, un islamista independiente liberal, obtuvo el 17,2 por ciento. Uno de los aparentemente favoritos, ex Secretario General de la Liga Árabe, Amr Moussa, obtuvo sólo un decepcionante 10,9 por ciento. Sin embargo, tiene particular importancia el ascenso del Sr. Sabbahi. Como defensor de las políticas de izquierdas de Nasser, hizo campaña en torno a dar el apoyo que necesitan los pobres del país. En un país donde aproximadamente el 22 por ciento de la población vive bajo el umbral de la pobreza, el mensaje del Sr. Sabbahi respecto a cubrir necesidades básicas, tuvo bastante eco. Su oposición en el pasado a los regímenes de Sadat y Mubarak, que le llevó a la cárcel en numerosas ocasiones, le hace bastante popular también. Es más, su ferviente apoyo a la Revolución durante los primeros días no pasó desapercibida. Después de los resultados definitivos, el Sr. Sabbahi ha reclamado la nulidad de los resultados repetidamente debido a alegaciones de fraude. Aunque sus reclamaciones no fructifiquen, sólo el hecho de que un socialista haya conseguido sólo cuatro puntos porcentuales menos que el candidato más votado, es muy significativo. Principalmente demuestra que hay un fuerte deseo de cambio político drástico, y que los jóvenes y pobres del país han empezado a hacerse oír a través de sus votos. Todo indica que el Sr. Sabbahi, u otros candidatos de izquierdas, seguirán jugando, con toda probabilidad, un papel destacado en la política de Egipto. A pesar de todo, conviene no olvidar que aunque el Sr. Mubarak ya no está en el poder, los militares siguen teniendo una posición dominante en el poder. El SCAF ha declarado que entregará todo el poder al nuevo presidente no más tarde del uno de Julio. Sin embargo, es evidente que los militares no cederán fácilmente su posición de gran influencia política, o su privilegiado poder económico. Las fuerzas armadas son la institución más poderosa del país, y sus líderes, entre los que se encuentra el jefe del SCAF, Hussein Tantawi, casi con toda seguridad no aceptarán un papel secundario que les lleve a perder los privilegios que han ganado a lo largo de los últimos sesenta años. Por lo tanto, el nuevo presidente tendrá que tener la suficiente destreza política para poder cubrir la distancia entre el régimen militar y las legítimas aspiraciones simbolizadas por los manifestantes de Tahrir. En este sentido, el Sr. Shafiq podría ser la persona ideal debido a su cercanía con las instituciones militares. Es posible que una persona de sus características pueda controlar cualquier contra revolución o golpe de estado por parte de los militares. El Sr. Shafiq ha argumentado que Egipto necesita un presidente con profundo conocimiento de las instituciones militares para poder garantizar una ordenada y pacífica transición a un gobierno civil. Sin embargo, es muy posible que actúe como representante de los intereses de los militares en el gobierno. Además, muchos creen que no será la persona adecuada para proporcionar las muy necesarias reformas económicas que hagan frente al alto desempleo, el descontento generalizado, y las descuidadas necesidades del sector pobre de la sociedad. 3
Fundación Ciudadanía y Valores www.funciva.org El Sr. Mursi ha dado señales esperanzadoras respecto a una posible relación con los militares. Ha declarado que el parlamento supervisaría el presupuesto militar, pero consultaría a los altos mandos cuando decidiera la persona para el cargo de ministro de defensa. Además, es extremadamente prometedor oír al Sr. Mursi decir que la presidencia no versará sobre un individuo, sino más bien sobre la institución. Añadió que la era del presidente “superman” se había acabado, en referencia a las décadas de gobierno de Nasser, Sadat y Mubarak. No obstante, todavía está por ver el poder que el presidente podrá detentar, dado que el proceso de reforma constitucional se llevará a cabo después de las elecciones presidenciales. Sin embargo, el nuevo presidente tendrá que moverse por esta delicada línea. Después de décadas de gobierno militar, es evidente que los militares tendrán que ser una parte esencial de esta transición. Sería una decisión acertada nombrar para el puesto de ministro de defensa a algún reconocido militar con carácter más liberal. Las próximas semanas serán decisivas para preparar lo que prometen ser unas elecciones extremadamente fascinantes, donde se verán los dos polos opuestos del espectro político frente a frente. Ambos candidatos ya han empezado a acercarse a otros partidos políticos y personalidades. Esto es una buena señal, dado que el nuevo gobierno debería estar compuesto por una amplia coalición que incluya ideas políticas diferentes. Esto garantizaría una transición basada en los deseos del pueblo egipcio, y seria un reflejo de la sociedad. Es de primordial importancia para ambos candidatos convencer a la población, y especialmente a los jóvenes, de que su gobierno estará caracterizado por la inclusión política, la justicia, auténticas reformas, y por supuesto, desarrollo económico. Si los dos candidatos fracasan en transmitir este mensaje a la gente, el próximo presidente puede comenzar su mandato con una significativa falta de legitimidad. 4
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