EL PROCESO CREATIVO EN LA OBRA DE JACKSON POLLOCK

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EL PROCESO CREATIVO EN LA OBRA DE
JACKSON POLLOCK, GUSTAV EIFFEL,
NAN GOLDIN, Y WILLIAM KENTRIDGE
El arte contemporáneo ha desplazado la atención de la obra como objeto acabado
a la acción que permite que dicho objeto surja, de esta manera el artista y su
proceso creativo han alcanzado tal protagonismo que son incluidos en la
comprensión y valoración del trabajo de los artistas, en la idea misma de obra de
arte. La atención sobre el proceso creativo inicia a mediados de siglo XX, y las
trasformaciones que propicia dicha atención se materializan a partir de la década
del sesenta, momento fundamental en la compresión del Arthur Danto del arte
contemporáneo.
El presente trabajo se ocupa de la manera en la que la acción pictórica en Jackson
Pollock contribuyó a la valorización del proceso en el arte, vincula esta mirada
sobre el gesto del pintor norteamericano con la atención sobre la técnica propia
de la modernidad evidenciada en la torre Eiffel; así como también se pregunta por
la gran diversidad de formas que ha adoptado dicha valoración del acto creativo
en la escena del arte contemporáneo, utilizando dos ejemplos como lo son William
Kentridge y Nan Goldin para establecer las diferencias entre sus maneras de
incluir su propia acción dentro de la obra; por otra parte, para cimentar estas
reflexiones, el presente trabajo las enlaza con la obra de Arthur Danto “Después
del fin del arte” y así permite una contextualización de las propuestas de estos
artistas dentro del panorama del arte moderno y contemporáneo. De esta manera,
el presente texto busca establecer una conexión entre Eiffel, Pollock, Kentridge y
Goldin a través de su visualización del proceso creativo.
Jack the dripper
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El trabajo de Jackson Pollock (1912-1956), apodado Jack the dripper, fue de gran
influencia para la contemporánea valoración del proceso creativo, y lo fueron aun
más las interpretaciones que algunos críticos hicieron sobre él. El termino action
painting con el que fue relacionado su hacer artístico valora, como su nombre lo
indica, la acción misma de pintar, y caracteriza la obra del pintor norteamericano
según el proceso que lo hace posible, en lugar de hacerlo desde sus
particularidades formales o plásticas. Pollock, y sus críticos inician esta marcada
valoración del proceso y de la acción en la obra, que permite la inclusión del artista
y su cuerpo en el arte a partir de la década de los sesenta, así como la constante
exhibición de la evolución del trabajo en el arte contemporáneo.
La obra más significativa en el trabajo de Pollock es la realizada entre mediados
de los cuarenta y 1950 en su casa taller de Long Island, durante este periodo
desarrolló su famosa técnica del dripping chorreando pintura sobre los grandes
lienzos dispuestos sobre el suelo; la majestuosas y energéticas pinturas de este
periodo le dieron la fama al pintor norteamericano, y constituyen el material más
atractivo para los críticos e historiadores del arte. Este, llamado su periodo “drip”,
es también fundamental en la valoración del proceso, pues las críticas alrededor
de esta etapa de su trabajo, tanto como los registros de su hacer en Long Island,
son las bases de la visibilización del acto artístico en Pollock.
La superficie pictórica o la acción sobre ella
La obra de Pollock ha sido asumida desde dos perspectivas que permiten
acercamientos diferentes a la obra del pintor, la primera, defendida por Clement
Greemberg, centra su atención en aspectos formales de la obra, la segunda,
iniciada por Harold Rosenberg, se preocupa por la acción que hace posible dicha
formalización. Ambos críticos contribuyeron a la fama del pintor y a su compresión
dentro de la sociedad norteamericana; sus enfoques sobre la obra no son
contradictorios entre sí, en realidad son indisolubles; cada uno de ellos aborda
elementos fundamentales del trabajo del pintor, que tuvieron gran impacto en el
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arte norteamericano, pues tanto la pureza de lo formal como la mirada sobre el
proceso creativo son elementos fundamentales en el arte del anterior siglo, sin
embrago, podría decirse que la primera característica es determinante para el arte
moderno, mientras la segunda para el contemporáneo.
Greemberg se preocupó por establecer las singularidades formales de la obra de
Pollock, y este enfoque sobre la obra del pintor coincide con a su interés por la
pureza en el arte moderno. Para Greenberg, la pintura encuentra su modernidad
en el momento en que asume su condición bidimensional, es decir, cuando
abandona la ilusión y se apropia del plano; para él la búsqueda de la pureza es
una búsqueda fundamental en el arte, cada medio debe utilizar solo aquello que le
pertenezca, la profundidad le concierne a la escultura, por lo que la pintura debe
aferrarse a su condición más característica, el plano, para él “la pureza es
autodefinición”. Greemberg, como lo señala Danto, logra entender el cambio
fundamental que da lugar al modernismo en el arte: la autocritica, el nuevo tema
de la pintura es y debe ser la pintura, y la mejor manera de indagar sobre su
naturaleza pictórica es a través de la abstracción.
Greemberg encontró en el expresionismo abstracto la pureza que tanto defendía,
y en Pollock su mejor exponente, sus criticas contribuyeron al prestigio de la
abstracción americana y a la supremacía del pintor dripper. Su mirada formal
sobre la superficie pictórica le permitió encontrar en la obra de Pollock
características fundamentales para su compresión, describió el deseo del pintor
por abordar toda la superficie de la tela y trabajarla en su totalidad, sin establecer
énfasis en ninguna de sus áreas, y a esta condición la denominó all over, describió
también la red visual, el tejido incorpóreo y la complejidad elaborada a partir de
chorreones y salpicaduras que configuran la imagen sobre el lienzo. Pero
Greemberg, en su atención exclusiva sobre la superficie, excluyó de su análisis la
manera en la que Pollock consiguió cada uno de estos recursos pictóricos.
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Danto afirmó que este interés de Greemberg sobre la pureza no le permite
entender el arte después de su fin, es decir, el arte a partir de la década de los
sesenta, momento en el que las condiciones formales ya no son criterios
suficientes para determinar la artisticidad de una obra, Danto sostiene que
Greemberg afirma su condición moderna, y por lo tanto insostenible en la
actualidad, en su aprecio por la apariencia de las obras. Greemberg cumplió un
papel fundamental en la consagración de Pollock y del arte americano moderno,
su visión fue de gran relevancia para el momento, pero la posición de Rosenberg
dio lugar a consideraciones que fueron de vital importancia para el arte posterior,
por el contrario, la valoración de la formalidad y de la autocritica en la técnica se
agotaron junto a la modernidad, en términos de Danto, con el fin del arte.
Por su parte Rosenberg brindó especial atención al acto creativo en la pintura de
Pollock y de los demás expresionistas abstractos, en su artículo “American Action
Painters”, publicado en Artnews en 1952, utilizó por primera vez el termino action
paiting para referirse al trabajo de estos artistas, que según él establecían a través
de la acción de pintar un dialogo entre su cuerpo y la superficie pictórica. Para
Rosenberg “Lo que importa siempre es la revelación contenida en el acto", este
critico resalta el gesto, el movimiento y la acción del pintor y por tanto el proceso
que da lugar a la obra. El termino action painting o pintura gestual (como ha sido
traducido al español) asume a Pollock desde la ritualidad del acto creativo que
involucra, y brinda mayor importancia a este proceso que a la pintura objeto que
produce, Rosenberg llega a señalar incluso que "lo que iba a ir en el lienzo no era
una imagen, sino un acontecimiento.” Esta valoración del proceso creativo de
Pollock por parte de Rosenberg tuvo gran influencia en las siguientes
generaciones, pensar en la acción del artista contribuyó a la inclusión de la
corporalidad del mismo en el arte, a pensar los actos y procesos artísticos como
suficientes en la constitución de la obra y al desdén por la objetualidad común en
el arte contemporáneo. De esta manera, tanto Greemberg como Rosenberg
contribuyeron al prestigio y compresión del pintor norteamericano, pero este último
aseguró su vigencia en las prácticas artísticas contemporáneas.
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Las fotografías que le cambiaron la vida a Pollock
La atención sobre la acción de Pollock sobre el lienzo fue alimentada también por
los múltiples registros que realizó el fotógrafo alemán Hans Namuth del pintor en
su taller, sus fotografías en blanco y negro han alcanzado tal popularidad que son
utilizadas en la ilustración de gran número de artículos y textos sobre el artista
norteamericano, incluso, al introducir el nombre de Pollock en un buscador de
imágenes en la web, estas fotografías aparecen casi en igual número que las
obras del pintor. Estas imágenes han permitido una compresión de la acción
pictórica en Pollock, como también favorecieron la fama del artista; Namuth
presenta un claro interés por la imagen del pintor más que por su trabajo, y de
esta manera, al igual que Rosenberg, desplaza el foco de la obra como objeto a la
acción que lo hace posible.
Namuth se acerca a Pollock en junio de 1950 y en menos de un año realiza más
de quinientas fotografías a blanco y negro y dos documentales, todos estos
registros están exclusivamente centrados en el acto pictórico del artista. El trabajo
del retratista inicia con el registro fotográfico, pero pronto su interés se centra en el
desarrollo del movimiento, por lo que decide realizar un primer video en blanco y
negro, posteriormente se asocia con Paul Kalkermeg para realizar un documental
a color, que, a pesar del bajo presupuesto con el que fue creado, ha alcanzado
gran importancia y prestigio en el circuito artístico.
Este documental inicia con Pollock pintando a las afueras de su taller en Long
Island, mientras se desarrollan las imágenes del pintor preparando la pintura y
esparciéndola sobre la tela, la voz en off del artista expresa sus opiniones sobre
sus procedimientos pictóricos, este recurso hace clara la intención del video de
entender el proceso en Pollock. En una siguiente escena, Namuth ubica a Pollock
y la imagen que va creando en un mismo encuadre, para lograrlo realiza una
estructura en madera que sostiene un vidrio sobre el que el artista pinta y debajo
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del cual se ubica la cámara, de esta manera observamos al pintor chorreando
directamente sobre la imagen fílmica, la red visual se teje frente a nuestros ojos.
Después de terminar el documental, en noviembre de 1950 Pollock y Namuth tiene
una gran discusión, este conflicto entre el retratado y su retratista ha generado
grandes polémicas en el circuito artístico, se ha llegado a afirmar que las
imágenes de Namuth provocaron la decadencia y retorno al alcoholismo que
llevaron al pintor a su muerte. La crítica de arte Sarah Boxer, en su artículo para el
New York Times en 1998 denominado “Las fotografías que cambiaron la vida de
Pollock”, describe las condiciones en las que se desarrolló la pelea, en el texto
Boxer afirma que el pintor acusó fuertemente al fotógrafo de ser falso. Pollock
afirmó que las circunstancias en las que se produjo el registro condicionaron su
trabajo, quitándole todo lo que para él era naturalmente espontaneo fuera del
marco de la cámara, de esta manera, para el pintor las imágenes de Namuth lo
coinvertían a él mismo en un engaño, esta idea de la falsedad lo atormento y
puede ser la causa de su retorno a la figuración y su recaída en el alcohol. Para
Boxer “las fotografías que lo hicieron famoso también sellaron su destino.”
Después de la muerte del pintor las fotografías alcanzaron mayor protagonismo,
las imágenes de Namuth generaron una gran atención sobre el publico curioso,
interesado en develar el misterio del magnífico pintor solitario. Boxer considera
que estas fotografías contribuyeron a una mejor compresión del artista y de su
proceso creativo y que gracias a ellas las nuevas generaciones pudieron
observarlo de una forma diferente. La crítica norteamericana establece en su
artículo diferentes funciones que han desempeñado estas imágenes en el circuito
del arte, así en la década de los cincuenta y sesenta inspiraron a los artistas en el
desarrollo de prácticas que valoran el proceso y que involucran la corporalidad del
artista, en los setentas y ochentas fueron asumidas en sí mismas como críticas a
los modelos de compresión de la obra de Pollock, pues destacan un proceso
omitido por los críticos formalistas, y a partir de los noventa han sido utilizadas
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como recursos de investigación para develar los mecanismos utilizados por el
pintor en la configuración de su imagen pictórica.
La historiadora Barbara Rose considera que las imágenes de Namuth cambiaron
la historia del arte al enfocar la creación del artista en lugar del producto
terminado. La imagen del Pollock danzante, mítico y ritual que lo hizo famoso fue,
en gran parte, creada por el lente de Namuth y a pesar de los conflictos que estos
registros pudieron generar en el propio artista, es innegable la influencia que
tuvieron sobre su reconocimiento. Namuth con su casi obsesiva fijación sobre el
proceso del action painting contribuyó a la atención sobre el acto creativo que fue
tan influyente en el arte posterior, especialmente en la década de los sesenta y
setenta, en la inclusión de las corporalidades y acciones de los artistas dentro de
la obra misma.
La acción
Diferentes críticos, fotógrafos y teóricos se han preocupado por entender los
mecanismos pictóricos utilizados por Pollock, pero ¿Cómo entendía el propio
pintor su trabajo? ¿Qué valor le daba a los elementos tantas veces atribuidos a su
proceso creativo? Las declaraciones del artista permiten reconstruir su acción,
entender las intensiones presentes en cada una de las maneras en la resuelve el
desarrollo de la pintura, por lo que sus palabras serán usadas para analizar los
diferentes componentes y etapas de la producción artística en Pollock.
Uno de los rasgos más característicos del trabajo de Pollock es la ubicación de la
tela sobre el piso, ante lo cual el artista expresa:
“Mi pintura no procede del
caballete. Por lo general, apenas tenso la tela antes de empezar, y, en su lugar,
prefiero colocarla directamente en la pared o encima del suelo. Necesito la
resistencia de una superficie dura. En el suelo es donde me siento más cómodo,
más cercano a la pintura, y con mayor capacidad para participar en ella.” Esta
disposición horizontal del soporte le permite bordear la obra, recorrerla y trabajarla
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desde cualquier dirección. Pollock puede introducirse literalmente en la pintura,
privilegio que se encuentra totalmente excluido de la pintura de caballete. Las
grandes dimensiones utilizadas por el artista pueden entenderse desde esta
necesidad de sumergirse completamente dentro de la pintura, aunque también
han sido relacionadas con la monumentalidad propia del gusto americano.
La horizontalidad del lienzo es lo que permite que Pollock chorree la pintura sobre
su superficie, el dripping depende de la complicidad de la gravedad para esparcir
la pintura en el plano, la calidad del trazo depende de esta acción gravitacional
sobre la materialidad liquida de la pintura, que actuaria de manera totalmente
distinta en una disposición vertical de la tela. Esta horizontalidad también
condiciona el cuerpo del artista, la pintura de caballete no requiere de gran
movilidad por parte del pintor, solo su muñeca y su mano deben desplazarse por
el cuadro, Pollock por el contrario requiere de todo su cuerpo para abarcar la gran
superficie de la tela, se desplaza por el espacio, se encorva y levante, sus brazos
son agitados con amplitud. La pintura en Pollock es un registro, una huella del
movimiento corporal, que es una condición primordial para su existencia, en el
action paintig sin movimiento no hay pintura.
En cuanto a los materiales que utiliza, Pollock es enfático en su distancia frente a
la tradición. “Intento mantenerme al margen de los instrumentos tradicionales,
como el caballete, la paleta y los pinceles Por lo general no utiliza materiales
tradicionales. Prefiero los palos, las espátulas y la pintura fluida que gotea y se
escurre, e incluso un empaste espeso a base de arena, vidrio molido u otros
materiales inusuales adicionados.” La elección de estas herramientas es el
resultado de su investigación pictórica y responde a su necesidad plástica, el
dripping depende de estos materiales para configurar exactamente el tipo de
imagen que Pollock buscaba.
La acción misma de pintar o chorrear ha sido comúnmente asociada con una
especia de trace, de ritual inconsciente, y esta noción no se distancia del propio
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pensamiento del autor: “Cuando estoy en la pintura no me doy cuenta de lo que
estoy haciendo. Sólo después de una especie de período «de acostumbramiento»
puedo ver, en lo que he estado.” Es por esto que la obra de Pollock ha sido
vinculada con el automatismo surrealista, pues al igual que este le otorga al
inconsciente un papel fundamental en el proceso artístico. También es bien
conocido el interés de Pollock en el psicoanálisis, así como su utilización en su
lucha contra el alcoholismo. Sin embargo, más que el surrealismo, la cultura de
los indios del oeste norteamericano representa una influencia fundamental en la
ritualidad de Pollock, la pintura sobre arena de los navajo, que se realiza también
sobre el plano horizontal, es comúnmente mencionada por el pintor y tiene un
vinculo fundamental con su obra, en el misticismo y ritualidad otorgadas por él al
acto mismo de pintar.
Los modernos Eiffel y Pollock
Danto afirma que el proyecto moderno ha muerto, en “Después del fin del arte”
indaga sobre las características de la actualidad artística después de esta muerte,
justo cuando la idea del arte ha mutado y las nuevas producciones artísticas no
pueden asumirse desde los criterios tradicionales. Sin embargo, para pensar en el
arte después de la modernidad, requiere esta última, pensar que particularidades
asumió el arte justo antes de su fin; para Danto la modernidad artística representa
la última fase de la era del arte, y en ella inician las condiciones que provocaron su
muerte. La torre Eiffel y el expresionismo abstracto comparten su carácter
moderno, y bajo la mirada de Danto es posible entender su conexión y, como
interesa al presente trabajo, su posición frente al proceso creativo.
Danto afirma que en la modernidad “el arte, en cierto sentido, se vuelve su propio
tema,” Pollock cuestiona y se ocupa de la pintura, así como la torre Eiffel
cuestiona y se ocupa de su estructura en hierro, el medio en ambos casos es su
propio tema. La pintura chorreada tanto como las estructuras modulares en hierro
son cuestionamientos a las propias posibilidades y limitaciones de la técnica,
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brindan una nueva posibilidad, una nueva mirada, un nuevo uso, antes de Pollock
la pintura no debería gotearse sobre el piso, y antes de Eiffel la estructura de un
edificio no debería exhibirse, los cuestionamientos sobre los medios propios de la
pintura y la arquitectura permiten ampliar su limites, derramando, exhibiendo,
mutado lo establecido y de esta manera siendo modernos. La modernidad supone
este desafío a lo establecido, esta búsqueda de las nuevas posibilidades de cada
material y técnica, así como la exploración de nuevas tecnologías que posibiliten
nuevos mundos, la modernidad está basada en la idea de progreso y por tanto de
la renovación constante, a través del cuestionamiento de las posibilidades de cada
medio.
Este cuestionamiento del medio es lo que permite la visibilización del proceso,
Pollock y sus críticos hicieron evidente la importancia del proceso creativo en la
obra de arte, pero antes de ellos ya existía una observación sobre los mecanismos
de elaboración en el arte y la arquitectura, aunque ciertamente esta observación
no alcanza el protagonismo que tendría después de la modernidad; podría decirse
que la atención sobre el medio permitió a los artistas modernos valorar los
mecanismos técnicos, pero que a medida que esta atención sobre lo formal
disminuye, el proceso adquiere cada vez mayor protagonismo, de esta manera, la
acción del artista supera la misma materialidad que le brindo visibilidad en un
principio.
La señorita de hierro
La torre de Gustav Eiffel (1832-1923) es una afirmación de la modernidad, es una
ostentación de la construcción modular, que enseña todo su esqueleto en hierro; a
diferencia de los edificios anteriores, no pretende ocultar la manera en la que fue
construida, muestra orgullosamente el ingenio que la hace posible. De esta
manera el proceso se evidencia en la materialidad misma, a diferencia de Pollock
o algunos artistas contemporáneos, la importancia del proceso de elaboración se
hace explicita en la misma apariencia de la obra. El acto creativo en Pollock es de
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gran importancia, pero para que esto fuera evidente hizo falta la intervención del
trabajo de observadores como Rosenberg o Namuth, a la torre de Eiffel no le
hacen falta retratistas ni críticos que saquen a la luz su proceso, ella, la señorita
de hierro, es la más clara evidencia de las acción de sus creadores, la estructura
desnuda permite ver los remaches que unen sus módulos y el hierro se presenta
ante nosotros bajo el único fin de sostenerse a sí mismo.
Los avances de la revolución industrial permitieron en la construcción de finales
del siglo XIX la utilización de materiales como el hormigón, el cristal y el hierro. Sin
embargo, estos materiales fueron más atractivos a los ojos de los ingenieros que
de los arquitectos, estos últimos parecían tener una mayor preocupación por el
ornamento en los edificios que por las posibilidades que las nuevas tecnologías
podrían ofrecer. De esta forma las primeras construcciones que incorporaron en
sus estructuras los nuevos materiales fueron aquellos de los que no se pedía
ninguna belleza, los ingenieros estructuraron estaciones de ferrocarril, puentes y
fábricas, utilizando las nuevas tecnologías según criterios funcionales y no
estéticos. Gustave Eiffel es controversial pues pretende (y lo logra), traspasar esta
frontera entre la ingeniería y la arquitectura, entre las estructuras funcionales y los
edificios bellos. Sin embargo, Eiffel no fue el primero en intentar la unión de la
técnica y la estética, el trabajo de Londres Joseph Paxton y Henri Labrouste
apuntan también en esta dirección.
La mayor innovación de Eiffel, es la honestidad y desnudez de la estructura, los
anteriores intentos de colaboración entre la tecnología de la ingeniería y la estética
arquitectónica, suponían que esta última cubriera de cierta manera la primera. El
mismo Eiffel participo en colaboraciones de este tipo, su compañía estuvo
encargada de la elaboración de la estructura de la estatua de la libertad, su trabajo
está oculto bajo el de Frédéric Auguste Bartholdi, pues nadie quiere observar el
esqueleto de la libertad. Eiffel es ante todo un ingeniero, tiene una amplia
experiencia en la construcción de puentes de grandes dimensiones, su compañía
está familiarizada con estructuras modulares que deben soportar pesadas cargas
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a través de amplias dimensiones. Sus puentes, al igual que la torre, están siempre
desnudos, pero ellos tienen la licencia para tanta honestidad, pues no se les pide
más que sean útiles.
Por el contrario, la torre no puede “cubrir” su estructura desnuda con una utilidad,
fue pensada para ser el símbolo de la exposición universal de París de 1889, y
pretende ser el edificio más alto del mundo, un edificio con estas características
debe ser bello. Esta estructura no tiene la misma justificación funcional de los
puentes de Eiffel, ni siquiera tiene una finalidad práctica, solo pretende erguirse
sobre el suelo de París y ser la muestra de la grandeza y modernidad de la ciudad,
correspondiendo las intenciones de la feria. La torre fue altamente atacada, un
grupo de reconocidos artistas y arquitectos se opuso públicamente a su
construcción, sin embargo la torre se levantó sobre la ciudad y hoy es un icono de
la misma.
La torre es atrevida, tanto en su falta de ornamento y exhibición de la estructura,
como en su majestuosa inutilidad. Sin embrago, Eiffel procuró refutar estas dos
grandes verdades de la torre; insistió en numerosas ocasiones en los diversos
usos que ésta podría llegar a tener, la proponía como sede de la investigación en
medidas aerodinámicas, resistencia de materiales, radioelectricidad, entre otros.
Todas estas justificaciones de la torre pretendían ampararse en la ciencia, pero a
pesar de los esfuerzo de Eiffel, la torre no puede evitar que es, en gran medida,
inútil. La principal función que desempeña la torre es la de hacer visible su
estructura, la de evidenciar en su inutilidad su funcionalidad técnica. La torre solo
se sostiene a sí misma, mientras exhibe el armazón que la hace posible; ostenta
en el ensamblaje de sus piezas prefabricadas los cálculos que le permiten
mantenerse en pie a pesar de las variaciones térmicas y los fuertes vientos a los
que está sometida.
La conciliación entre belleza y estructura fue lograda por Eiffel por la colaboración
entre arquitectos e ingenieros, en un principio el diseño de la torre estuvo a cargo
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de los ingenieros Maurice Koechlin y Émile Nouguier, quienes en busca de la
altura lograron establecer los paramentaros para conseguir una edificación de
trescientos metros. En una segunda etapa del diseño, el arquitecto Stephen
Sauvestre modificó los planos, agregando, según Eiffel, el componente estético
del edificio, el arquitecto añadió los arcos de la base tan característicos de la
torre, y redujo el número de plataformas propuestas por los ingenieros de cinco a
dos. Estas modificaciones muestran el interés de Eiffel por construir una
edificación que sea bella bajo las nuevas posibilidades que brinda la ingeniería,
pero sin ocultar a favor de la belleza la estructura que la hace posible.
A pesar de sus más de trescientos metros de altura, la torre Eiffel solo posee tres
plantas funcionales, todo lo demás es simplemente hierro desnudo; el peso de la
torre permite evidenciar el vacio que contiene, la estructura metálica que la
soporta pesa siete mil de las diez mil toneladas totales de la torre, un peso
bastante bajo para las dimensiones del conjunto. Ronald Barthes se refiere a la
señorita de hierro como un monumento vacio, según él, “La Torre no es nada,
cumple una especie de grado 0 del monumento; no participa de nada sagrado, ni
siquiera del Arte; la Torre no se puede visitar como un museo; no hay nada que
ver en la Torre.” Este vacío no es simbólico, es real, y constituye el principal
habitante de la construcción. Eiffel ideó un edificio que alberga principalmente su
propia estructura y que además hace alarde de ella, su torre puede entenderse
como una exhibición de la hazaña de la ingeniería moderna que la sostiene, es por
tanto ella misma la imagen de su proceso.
Después del fin del arte, Kentridge y Goldin
La torre Eiffel es símbolo de la modernidad, pertenece claramente a la era del arte,
por el contrario William Kentridge (1954- ) y Nan Goldin (1953- ) se ubican en lo
que Danto denominó la era posthistórica, es decir después del fin del arte. Ambos
artistas participan de la actual entropía estética en la que, según el autor, todo se
permite; las propuestas de estos artistas adoptan dos modos diferentes de
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acercarse a la realidad; el video, la fotografía, el dibujo registran su visión
particular sobre su entorno. Pero estos artistas tan diversos tienen en común una
valoración del proceso creativo y por tanto una conexión con el trabajo de Pollock
y la misma torre de Eiffel; Kentridge y Goldin visibilizan su proceso en la obra
misma, pero en cada uno de ellos esta visibilización ha adoptando una manera
particular, mientras Goldin utiliza las fotografías como un registro de su propia
evolución, las animaciones de Kentridge cargan huellas, vestigios de su acción.
La acción del action painting de Pollock y su valoración por parte de los críticos
abrió camino a propuestas que se materializarían a partir de la década del
sesenta, como el body art y el happening, que asumían la acción misma como un
recurso artístico; pero la atención sobre el proceso que facilitó Pollock no solo
permitió enfocar la corporalidad del autor, también hizo visible al artista, su vida,
su andar cotidiano y su entorno, y esto posibilitó la inclusión de estos elementos
en la obra. Esta fusión entre el arte y el artista es asumida por Goldin, el proceso
que evidencia su trabajo es el de la vida misma de la artista.
El acto creativo en Goldin
Para el arte moderno los procesos artísticos debían incluir habilidades y
despliegues técnicos, aun Pollock es juzgado según su destreza plástica sobre el
lienzo; como lo indica Danto, después del fin del arte las obras ya no pueden
justificar su artisticidad en su apariencia, tampoco podrán entonces ampararse en
la habilidad manual de quien las elaboró. Danto señala como el concepto de
calidad queda relegado ante las nuevas posibilidades en las prácticas artísticas
contemporáneas. Las obras no pretenden definirse en las cualidades estéticas de
los objetos que involucran, el urinario de Duchamp no sería mejor arte, por incluir
uno de mejor calidad.
Si la factura y el hacer impecable ya no son determinantes, entonces ¿Cómo es
posible la valoración del proceso creativo después del fin del arte? es posible, en
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la medida en la que el hacer artístico no ha desaparecido, hay un proceso creativo
que es siempre necesario, solo que éste ya no responde exclusivamente a
habilidades técnicas, e incluso puede no incluir, como en el caso de los ready
mades de Duchamp, la factura por parte del artista. Nan Goldin no es, ni pretende
ser, una gran fotógrafa de la técnica, pero esto de ninguna manera cuestiona su
valor como artista, una fotografía impecable no es necesariamente una buena
fotografía, la artista es consciente de ello y su trabajo carece de sofisticaciones
técnicas. Por esto, el proceso que sus imágenes evidencian no es técnico, se
relaciona mas con la evolución de la artista, el proceso en Goldin es su propia
vida.
No existe distancia entre Goldin y su obra, sus fotografías son el registro de su
vida cotidiana y la de sus amigos, por lo que la evolución en la imagen depende de
las situaciones que rodeen la cotidianidad de la artista, ella misma es consciente
de esta unión indisoluble entre ella y su obra, “mi trabajo cambia cuando yo
cambio.” La honestidad en las fotografías de Goldin las llena de la intimidad y
crudeza que las caracteriza, como también permite esta total sincronía entre el
proceso artístico y el personal. Según la curadora Eva Rispini, “la cámara de
Goldin, siempre a su lado, es una extensión de su cuerpo, y sus fotografías
reflejan la fluidez entre su vida y su arte.”
La cámara de Goldin registra la trasformación de los travestis, la adicción a las
drogas y al sexo, los excesos, la vida nocturna, las ruinas del SIDA, la
rehabilitación, pero la principal razón para que estos elementos se encuentren
presentes en su trabajo es que están también presentes en su vida, hay una total
cercanía con la realidad retratada, un profunda intimidad y una cruda honestidad
en cada fotografía de la artista. Goldin solo toma fotografías de sus amigos y de sí
misma, no hay nada en su trabajo que no esté profundamente relacionado con su
propia experiencia, la artista opina que cada quien debe crear desde lo que
conoce para poder ser honesto.
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Lo marginal no es un tema para su fotografía, es una condición compartida por la
fotógrafa, en su “Balada de la dependencia sexual”, secuencia de setecientas
imágenes acompañadas de una selección musical, muestra los efectos del SIDA y
las adicciones en la vida underground en Nueva york en los años ochenta. Sin
embargo, la artista opina que su trabajo ha sido comúnmente mal entendido, y que
este trasciende el mundo que registra, “aunque he dicho que mi familia sigue
siendo marginal y que no queremos hacer parte de la sociedad normal, no creo
que el trabajo haya sido nunca acerca de esto, creo que el trabajo siempre ha sido
sobre la condición de ser humano, el dolor, la habilidad de sobrevivir y lo difícil que
esto es.”
Al estar íntimamente ligadas con la cotidianidad de la artista, sus obras
acompañan las diferentes transiciones de su vida, seguir su trabajo es presenciar
una especie de diario visual, por lo que la biografía de la artista hace siempre
parte de los estudios alrededor de su obra. Se pueden identificar en su trabajo los
travestis y la comunidad con la que vivía en Boston en sus primeros años como
artista, las fiestas y los excesos experimentados junto a sus amigos al mudarse a
la ciudad de Nueva York en los años ochenta, la soledad y ensimismamiento
durante su estadía en una clínica de rehabilitación, la muerte de sus seres
queridos por causa del SIDA que tuvo que enfrentar al volver a la ciudad y así
cada etapa de su trabajo corresponde con una fase de su propia vida.
En su obra también tienen lugar otras trasformaciones, las de sus amigos; pues su
obra es testigo de los cambios en la vida de personajes a quienes fotografía
durante veinte años, como Sharon, Waters, y Cookie; esta última es de gran
importancia en la vida de Goldin y por tanto en su obra, a ella dedica “El portafolio
de Cookie”, un compendio de quince fotografías que registra desde las fiestas en
los primeros años de amistad hasta su muerte en 1989, este trabajo según Goldin
muestra a su amiga desde toda su complejidad. El proceso creativo en esta artista
se vincula con la observación de su propia vivencia, con la evolución de su habitar
en el mundo, este proceso se visibiliza en su obra gracias a su cruda franqueza.
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La huella en Kentridge
El proceso se hace visible en Pollock en el registro sobre el lienzo de una acción,
en la torre Eiffel en la trasparencia que exhibe su estructura, en Goldin en la
inclusión de su experiencia personal; pero en Kentridge el proceso se incluye en la
obra a partir de la propia evolución de la imagen, en su trabajo el dibujo muta y al
hacerlo conserva en su superficie los vestigios de esta mutación. Kentridge
elabora animaciones a partir de dibujos al carbón, pero lo hace de una manera
particular, en lugar de utilizar gran cantidad de dibujos como la animación
tradicional, para configurar una escena registra las diferentes modificaciones que
realiza sobre una misma hoja de papel, de esta manera la animación es producto
de su dibujar y re dibujar sobre una misma imagen. Su animación responde a un
palimpsesto, a una superposición continua de trazos. El dibujo tiene por lo tanto un
desarrollo en el tiempo, es mutable, efímero, siempre provisional; para Kentridge
es primordial “entender el mundo como un proceso y no como un hecho” y este
pensamiento es fundamental en su obra y determina su constate evolución.
El movimiento en sus animaciones no responde a la sucesión de imágenes sino a
la trasformación de una sola, y para lograr esto Kentridge se vale del borrador;
registra un dibujo, borra en él aquello que requiere desplazarse para trazarlo en su
nueva posición, registra de nuevo y así hace posible el movimiento. Pero la
manera en la que Kentridge borra deja sobre el papel una evidencia de su acción;
los borrones hacen parte de la imagen, son la huella del movimiento de sus
formas; prueban la existencia de un dibujo anterior. Este registro de lo borrado ha
sido relacionado por diferentes críticos con la memoria y el olvido, con lo que se
supone ha sido borrado pero no puede desaparecer por completo. La imagen de
Kentridge muta a partir de este dialogo entre el dibujar y el borrar, entre el trazo y
el borrón.
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De esta manera el proceso que registra la imagen de Kentridge, al igual que la de
Pollock, es un rastro de un movimiento, todo dibujo depende del movimiento para
existir y el trazo es siempre la evidencia de un desplazamiento de la mano o de
todo el cuerpo, pero en Kentridge existe una doble huella, la de su movimiento y la
del movimiento de la imagen, los borrones permiten el seguimiento de esta
mutación del dibujo que es tan especial en el artista sudafricano. Otra
particularidad de su registro del proceso es que, a diferencia de la huella sobre la
superficie pictórica, esta se desenvuelve en el tiempo, el video permite el
desarrollo de la evolución del dibujo, para el crítico Dermis Pérez en estas
animaciones de dibujos siempre cambiantes existe una “exploración del dibujo
como un proceso de el tiempo y el espacio.”
Si el trabajo de Kentridge otorga al proceso creativo una gran visibilidad, es
importante entender la manera en la que el artista opera, observar sus decisiones
formales y su significación dentro de la obra. Para Kentridge el carboncillo es un
elemento fundamental dentro de su animación, pues las características de este
material hacen posible la mutabilidad de la imagen que es tan significativa en él;
se borra fácilmente, por lo que le permite al artista realizar cambios con gran
rapidez, y de esta manera posibilita la fluidez entre la idea y la imagen; para
Kentridge el carboncillo “es más una forma de pensar que un medio físico.”
Para realizar sus animaciones el artista dispone sobre la pared el dibujo que
intervendrá continuamente, del otro lado de su taller ubica sobre un trípode la
cámara que registra la modificaciones sobre el dibujo, de esta manera trabaja
primero en la imagen para después desplazarse hasta la cámara tomar dos
fotografías y de nuevo volver al dibujo, este caminar entre el dibujo y la cámara es
repetido numerosas veces hasta completar la escena. La acción de desplazarse
para alejarse y acercarse de nuevo de la imagen es de gran importancia para el
artista, pues, según él, es en este acto físico que surgen las nuevas imágenes e
ideas que van poco a poco configurando la escena.
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El artista no utiliza storyboard o libreto previo, solo idea una o dos imágenes
iníciales sobre las que empieza a trabajar hasta contemplar la animación. Al
abordar cada escena en un mismo papel y no utilizar libreto, durante el proceso el
artista solo puede acceder al presente de su trabajo, la imagen sobre la que dibuja
ha mutado y mutara nuevamente, solo logra observar su estado actual para
imaginar su posible desarrollo en la obra, y es aquí donde el acto de alejarse
físicamente de la imagen es un recurso primordial. La exploración visual en
Kentridge es siempre producto del cambio y la improvisación; la incertidumbre que
involucra en la elaboración dialoga con la huella que va trazando sobre la imagen,
con el vestigio de las acciones pasadas en el dibujo; en las animaciones de
Kentridge hay una tensión entre el objeto material terminado y la acción en el
tiempo.
Existe un interés por parte de los curadores y críticos por visibilizar el proceso
creativo en Kentridge, el Museo de Arte Moderno de San Francisco y el Museo de
Arte Moderno de Nueva York realizaron en el año 2009 y 2010 respectivamente
grandes retrospectivas del artista, ambos museos dedicaron una sala de la
exposición a la comprensión de las particularidades del proceso creativo del
artista, utilizaron para esto entrevistas y registros, así como también bocetos y
dibujos. Este interés por hacer visible el proceso es compartido por el artista, quien
en obras recientes como Invisible Mending de 2003 indaga sobre su acción y su
propia imagen en la obra. El dibujo, la trasformación, el autorretrato, su taller, el
video y las modificaciones en sus secuencias son recursos que el artista involucra
en sus obras para explorar y visibilizar su propio proceso creativo.
Al igual que en Goldin, en Kentridge el autorretrato es un recurso que permite
materializar su visión personal sobre el mundo circundante, en ambos casos la
imagen de la corporalidad del artista tiene significaciones profundas. En el trabajo
de Kentridge las opresiones sociales y las condiciones del pueblo sudafricano
después el aparheid son dibujadas bajo una perspectiva muy personal, su obra
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conjuga complejidades psicológicas con las realidades sociopolíticas de su país.
El autorretrato en la obra de Kentridge adquiere más de una forma, o más bien es
apropiado por más de un personaje. Félix y Soho son dos personajes recurrentes
en las narraciones del artista, que en un principio no eran parecidos a él, pero que
poco a poco se convirtieron en “autorretratos en una tercera persona”, como los
denomina el artista; estos personajes aparecen en numerosas animaciones como
en Mine de 1991 y Stereoscope de 1999, Soho es un magnate que viste de traje a
rayas, por el contrario Felix está siempre desnudo y tiene una mirada más
romántica de la realidad; estos alter egos del artistas le permiten crear narraciones
que indagan sobre su visión de la realidad.
Visibilización del proceso
Kentridge, Goldin, Pollock y Eiffel evidencian en la superficie de su obra su propio
proceso de creación, pero esta atención sobre la evolución del hacer creativo es
también destacado por los críticos e historiadores que se ocupan de su obra; las
fotografías de Namuth de Pollock pintando, las guías turísticas de la torre Eiffel
que relatan cada uno de los componentes de la estructura y el desarrollo de la
construcción de la torre, los diferentes documentales y exposiciones interesados
en el registro de Kentridge trabajando en su taller, así como las diversas biografías
y entrevistas que unen el trabajo de Goldin con su obra, son evidencias del
contemporáneo interés por hacer visible la acción del artista, por develar las
complejidades de una acción que dejó de ser comprensible a través de la
habilidad manual.
La valoración de la acción del artista contribuyó a la formación de prácticas
artísticas que serian inimaginables en lo que Danto denominó la era del arte. El
performance y la inclusión del cuerpo del artista en la obra; las prácticas artísticas
con la comunidad que no ubican la artisticidad de la obra en ninguna materialidad
y solo recurren a registros para socializar su trabajo; la unión entre el arte y la
vida, en especial la vida del artista. Estas son todas posibilidades de la entropía
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estética del arte después del fin del arte y son también consecuencias del interés
por hacer visible el proceso creativo, interés que comparten también las obras de
Kentridge, Eiffel, Goldin y Pollock, cada uno de ellas desde su particular forma de
mostrar el hacer artístico en su propia materialidad
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Imágenes adjuntas
Pollock en su taller retratado por Namuth, 1950
Construcción de la torre Eiffel, 1887-1889
Autorretrato de Goldin después de ser golpeada
Fragmentos de Invisible Mending de Kentridge, 2003
por su pareja, 1984
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Descargar