Introducción: tres enfoques teóricos

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François Perroux: Independencia de la economía nacional e interdependencia de las naciones Ediciones ICE, Madrid 1972 pp. 7‐17 Tres enfoques teóricos El problema de la independencia se plantea en la doctrina económica con tres enfoques, que, hablando con propiedad, no se distinguen claramente, por lo que sus conclusiones se presentan mezcladas: a veces, los enunciados se hacen de manera que carecen de precisión y de rigor. 1. EL PUNTO DE VISTA NEO‐CLASICO Para el neo‐clásico ‐si no se le concede gran libertad en las premisas en que se basa‐ la independencia de la nación no es, en absoluto, un tema de carácter económico. Los agentes económicos, las unidades económicas, no son las naciones, sino más bien las empresas (colectivas o individuales). El comercio denominado impropiamente internacional es un comercio entre empresas que han recibido e sello de sus naciones. Las ecuaciones del equilibrio general se tratan a escala mundial mediante la cantidad de cada producto y su precio. La optimización se realiza en ese mismo proceso, que se lleva a cabo mediante el mercado mundial No existen relaciones de poder, ni estructuras, ni grupos, ni macrounidades. Pues bien, los neo‐clásicos, que viven en un mundo de naciones y no pueden limitarse a pedir que desaparezcan, establecen fórmulas simples. El interés económico verdadero de cada una de ellas, cualesquiera quesean, consiste en practicar el libre cambio. La división espontánea del trabajo entre las naciones proporciona a todos y a cada uno el máximo de producto y de satisfacción; el pleno empleo del trabajo se realiza espontáneamente por el precio y el salario de equilibrio; el coste más bajo y el mejor precio superan cualquier frontera nacional. Si se duda que esta interpretación, que se ha convertido en ideológica permanezca en vigor bastará con referirse a una reciente comunicación presidencial de Gottfried Haberler a la American Economic Association (1). Se observa en ella, sin la menor precisión sobre los regímenes de concurrencia monopolística en el comercio internacional, una confianza inquebrantable en el libre comercio de las mercancías, la libre circulación de los factores de producción, resultante ‐de una referencia muy imprecisa a «la coordinación de las políticas económicas» y de la reafirmación de la tendencia a ‐la igualación del precio de los productos y de los 1 Integration and growth of the World Economy», The American Eccmomic Review, marzo de 1964. servicios (lo que constituye una forma de designar la tendencia a la optimización del producto). Toda medida de política económica para la doctrina neoclásica y «liberal» es sospechosa de discriminación o de desviación de tráfico: ‐
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De discriminación, es decir, de ventajas que permiten vender una misma cantidad a precios diferentes, o al mismo precio, cantidades diferentes. De desviación de tráfico, es decir, de modificación impuesta a estas corrientes de intercambios que aprovisionan un espacio al precio más bajo posible. La lógica y la unidad de esta imponente construcción doctrinal son tales, que no se ha tenido apenas en cuenta su debilidad. Pues bien, desde los primeros enunciados clásicos hasta el mismo GATT incluso se ha dicho y repetido un argumento al que se concede con frecuencia poca importancia relativa, pero que, interpretado rigurosamente, reintroduce en el universo liberal la consideración de la estructura, la relación de poder y el interés particular del conjunto nacional con respecto al interés común. Se trata del argumento de las industrias nacientes (infant industry) (2). Los economistas que la presentan se fijan también en la competencia; aceptan el libre cambio, pero se enfrentan con las desigualdades entre las estructuras, así como con la formación y elaboración inicial de las estructuras nacionales. La génesis de estas estructuras nacionales penetra indiscretamente en un dominio reservado al funcionamiento de estructuras consideradas como datos. Los economistas que consideran las «industrias nacientes » admiten que es una política y no señalan la espontaneidad de las fuerzas sociales que corrigen las desigualdades y las dependencias entre las naciones. A finales del siglo XVIII la industria americana se compara desfavorablemente con la industria inglesa. En enero de 1790 la Cámara de Representantes pide a Alexander Hamilton que promueva las industrias manufactureras, para que los Estados Unidos sean independientes en cuanto a las producciones esenciales, especialmente en las de interés estratégico. El famoso Report on manufactures apareció en diciembre de 1791. La industria, protegida por diversos medios (preferentemente las primas a la producción) se presenta como adecuada no solamente para aumentar la cantidad 2 Giuseppe Quagliotti Silvestri Faa, «In merito alla teorica tradizionale delle industrie nascenti». Rivista di politica economica, julio de 1963; Herbert G. Grubel, «The anatomy of classtcal and modern infant industry arguments», Weltwirtschaftliches Archiv, 1966, Bd. 97; Giuseppe Pennisi, «L'argornento dell'lndustria nascente: un tentativo di ríformulazíone», Rivista di politica economica, junio de 1969. de trabajo productivo, sino para mejorar la situación de la agricultura. La desigualdad entre las estructuras industriales es ya bien conocida: los Estados Unidos decidieron entonces escapar a sus consecuencias. En 1834 se realizó el Zollverein, que estableció el libre cambio en el interior de Alemania y protegió contra la penetración de los productos de las grandes potencias marítimas y continentales, más avanzadas industrialmente. La protección, según Friedrich List, es un medio de educación industrial, de promoción industrial para los países extensos, muy poblados, políticamente maduros y dotados de una agricultura adelantada. Su intención es la de promover un rival a Inglaterra, pionera de la industria moderna. No es de extrañar que la mente sintetizadora de John Stuart Mill acoja el argumento, si bien con un estilo diferente y con distintas especificaciones. La protección de las «infant industries» es una excepción, que se tolera en beneficio de los «novatos». Durante un período razonable, un país joven y en vías de desarrollo puede usar derechos de aduana para protegerse contra una industria exterior adaptada a las condiciones de su población. Con el mismo espíritu, pero teniendo en cuenta las diferencias de la época actual y el destino del texto, se ha redactado el artículo 18 del GATT: en ciertas circunstancias puede emplearse «una ayuda especial del Estado» como medio de protección «para facilitar el establecimiento, el desarrollo o la reconstrucción de ciertos sectores industriales». El argumento de las industrias nacientes, para quien haya comprendido desde el principio al fin su sentido y su alcance, contradice la lógica liberal. En efecto, ese argumento es una protesta contra una cierta dependencia motivada por un desigual desarrollo y postula una mayor independencia de las actividades afectadas y, como consecuencia, de la nación misma en que se llevan a cabo. Se introduce, pues, en una elaboración inicial estática una dinámica de carácter estructural. Al presentarse dificultades en la práctica, denuncia la desigualdad de las estructuras industriales que efectivamente resulta perjudicial para las naciones menos dotadas. Si se concede protección temporal a las industrias nacientes, ¿por qué no se puede conceder eventualmente también a otras actividades: nuevos transportes, producciones agrícolas, nuevos procedimientos industriales en actividades que están ya funcionando? En todo caso se trata de reconocer que el mecanismo de producción del que depende una población no puede ser abandonado al capricho del mercado mundial. La evolución de los hechos y de las doctrinas desde la primera guerra mundial ha supuesto bastantes negaciones de la lógica esencial del pensamiento liberal. Se refieren éstas a la empresa y a la nación. La empresa, considerada inicialmente como un simple «punto», como una abstracción mental, en el equilibrio clásico, ha evolucionado progresivamente hasta ser considerada como una organización, basada en una autoridad que no se reduce a una simple coordinación. La nación (una joven nación que está realizando su equipa miento vital o una vieja nación que se reconstruye en y por los conflictos con sus socios o con las superpotencias) se entiende necesariamente como una economía mixta, poderosamente organizada, que posee un sector público extenso y condicionado por intervenciones públicas. La gran empresa ejerce actos de poder con respecto a sus proveedores, a sus clientes y a sus rivales, o sea desarrolla una estrategia. La nación, pequeña o grande, usa medios de poder con el fin de afirmar su cohesión, su capacidad de resistencia a las deformaciones provocadas por el exterior y para ser capaz de modificar su medio vital; es decir, para actuar sobre otras naciones. Se puede seguir con facilidad el paralelismo entre los cambios que han tenido lugar en el análisis de la empresa y en el análisis de la nación. Estos cambios ponen de manifiesto que la interpretación liberal no puede escamotear por más tiempo el problema de la independencia, reduciendo la nación al beneficio de las empresas que contiene o asimilando cada nación a una gran empresa. ‐ Analizando la nación en empresas no se encontrarán empresas atomizadas, sino empresas grandes y potentes, organizaciones que actúan estratégicamente sobre las empresas y las agrupaciones de naciones vecinas y en el interior de su propia nación. ‐ Aunque se asimile cada nación a una empresa no se deducen los modelos que reafirman la competencia completa, sino los conflictos que implican los regímenes de competencia monopolística o entre oligopolios. Por mucho cuidado que se ponga en evitar o minimizar estos regímenes y en omitir las formas colectivas e internacionales que recuerdan (3) los duopolios u oligopolios de las naciones, los hechos son tan evidentes que la estructura más esencial del análisis clásico y neoclásico se encuentra amenazada. Las dependencias de los conjuntos organizados y de las actividades entre sí no pueden ser eliminadas desde un principio. 2. EL PUNTO DE VISTA DE J. M. KEYNES 3 Para una cierta operación o en el desenvolvimiento general de la vida económica. J. M. Keynes coloca bajo un nuevo enfoque teórico el problema de la independencia de una nación. Sus posiciones son esbozadas con agudeza y coraje ‐téngase en cuenta la opinión entonces predominante‐ en su capítulo XXIII: Notas sobre el mercantilismo, las leyes contra la usura, la moneda estampilla da y las teorías del subconsumo 4. Se trata, en fin, de una aplicación a los intercambios exteriores de la interpretación general de J. M. Keynes. La inversión es la variable estratégica] cuyo volumen se determina por la relación entre la eficacia marginal del capital y el interés (espontáneamente demasiado elevado); la renta global se determina perfectamente mediante la inversión y la propensión al consumo; el pleno empleo es función de la' inversión. Una política deliberada de disminución del tipo de interés y de aumento de la inversión procedente del exterior será, pues, considerada favorable. Pues bien, ¿ qué han hecho, en resumen, los mercantilistas? Han luchado contra la usura y han procurado reducir el tipo de interés. Se han dedicado a aumentar las inversiones procedentes del exterior, aunque sólo en la forma considerada interesante en su tiempo, que era la de favorecer la entrada de metales preciosos. Actualmente, las naciones tienen el deber de mantener el pleno empleo. Aumentando la inversión, reduciendo el tipo de interés y estimulando el consumo, llevan la renta global y la demanda efectiva a un nivel que no hubiesen alcanzado jamás sin estas intervenciones. Para propensiones dadas o crecientes a la importación y a la exportación, resulta un incremento de los intercambios exteriores. Así se abre un campo de posibilidades: el comercio internacional se incrementa entre las economías nacionales que funcionan generalmente en la proximidad del pleno empleo. Este cuadro contrasta con el de un mundo en el que las economías sufren desempleo, '«exportan» su paro y deprimen duraderamente el nivel de los intercambios exteriores. Se debe subrayar que, en este enfoque, una cierta independencia de la nación no solamente es imposible, sino que constituye la condición necesaria para el óptimo económico relativo, nacional e internacional. El país debe fijar de forma autónoma el tipo de interés, que en un mercado espontáneo es demasiado elevado. Debe conseguir su pleno empleo, estimulando el gasto de consumo. No debe soportar pasivamente el paro, indebidamente considerado como un fenómeno indispensable para el restablecimiento de los equilibrios. 4 Teoría general del empleo, el interés y el dinero.. La nación no es, pues" en absoluto, un conjunto flexible, condicionado por el mercado mundial constituye un todo respecto al cual debe ejercerse una voluntad política para que la actividad económica no llegue a ir demasiado mal. De esta manera ‐y he aquí uno de los puntos menos elaborados en la doctrina de J. M. Keynes‐, las actitudes políticas de los diversos gobiernos nacionales pueden contrariarse; sus comportamientos respecto a su pleno empleo están lejos de ser compatibles entre ellos. Ya no cabe contar más con el arbitraje neutral de un mercado mundial y de un precio universal. El pleno empleo, en una evolución dinámica, depende de elecciones respecto a la creación de industrias nuevas, a la modernización de la industria y de toda la economía; porque las naciones son desiguales en cuanto a recursos naturales, a riquezas adquiridas, a eficiencia económica. La política de J. M. Keynes no modifica sensiblemente nada de las diferencias y de las desigualdades de las estructuras de las economías nacionales ni influye en las acciones por las que ciertas nación dependen de otras. El óptimo mundial se logra, de acuerdo con esta doctrina, mediante la combinación de políticas nacionales; ya no es la consecuencia de la «invisible hand», de las fuerzas espontáneas que distribuyen los recursos entre los mejores usos; que establecería unos precios mundiales, determinaría un tipo de interés universal y, a través del mercado mundial, trazaría el camino de la paz y de la prosperidad para los pueblos y para sus gobernantes. 3. EL METODO BASADO EN LA GENERALIZACION DEL EQUILIBRIO DE WALRAS‐
PARETO Un nuevo enfoque teórico, permite abordar el problema de la independencia nacional. Está basado en la generalización del equilibrio llamado general. Fundamentalmente, la relación económica, de acuerdo con este enfoque, es siempre una combinación de intercambio puro y de relación de poder. El caso general que se presenta es el de las 'diferencias y las desigualdades de poder entre unidades individuales simples o complejas. Los precios y las cantidades intercambiadas son siempre consecuencia de estos presupuestos, los flujos y sus equilibrios también. Los conjuntos estructurados de actividades y las macrounidades pueden ser así explícitamente introducidos (5). 5 Véase F P., L’Economie du XXe, siecle, Ed. Deusto. Bilbao. Economie et Societé, 2ª ed. P.U.F. Con esta interpretación se deducen varias consecuencias: 1.º Una nación es una combinación de «industrias» de conjuntos de actividades económicas. El contenido, la dimensión y el acoplamiento de sus agriculturas y de sus industrias condicionan la estructura de su balanza exterior y su capacidad de influir o ser influida por otras. Las naciones con industrias esporádicas, o semiindustriales, u orgánicamente industriales, se hallan, respectivamente, en posiciones extremadamente diferentes en cuanto a su dependencia del exterior. 2.º Una nación, en lo que respecta a la localización de sus actividades, es una combinación de espacios «poIarizados» (polos de promoción y de desarrollo) y de ejes de transporte y desarrollo Según la naturaleza y la colocación de estos elementos, la nación ejerce acciones fuera de sus fronteras y las recibe del exterior. 3.º Una nación es una combinación de grupos económicos y financieros: de ella procede una capacidad de influir en sus socios en el concierto internacional y de resistir a las influencias que éstos intenten ejercer sobre ella. 4.º Una nación posee o no una plaza financiera (City). Cuando posee una, entonces cuenta con una divisa de mayor o menor aceptación internacional (divisa dominante, divisa clave, divisa fuerte...). Las unidades individuales tienen, en el campo de los intercambios exteriores, una eficacia que depende, en parte, de su pertenencia a este todo estructurado y organizado que es la nación. Puede decirse con razón que se benefician de economías externas (external economies) en el orden del comercio exterior; esto no sería más que una idea general, porque el análisis de las economías externas no se ha desarollado en este aspecto ( 6). Bajo este nuevo enfoque teórico, la dependencia se presenta en formas más en consonancia con la realidad observable. No existe, prácticamente, ninguna nación totalmente independiente y en todos los aspectos. Queremos señalar el hecho (que se repite hasta la saciedad) de que ninguna nación puede conseguir en su territorio todo aquello que necesita. Por lo tanto, ninguna está por completo aislada de influencias asimétricas y, durante un cierto tiempo, irreversibles, ejercidas sobre algún punto de su economía por el exterior. El grado, la generalidad, las formas, la duración de la dependencia son, entonces, cuestiones que pueden ser definidas rigurosamente y traducidas en conceptos operativos. 6 Claude Jessua, Coûts privés et Coûts sociaux, P.U.F. 1969 A la inversa, el hecho de la independencia (relativa) y la política de independencia (relativa) se aclaran y hacen manejables. ¿Por qué todas las naciones quieren ser independientes? ¿Qué significa la independencia practicable para naciones de riqueza, de potencia y de eficacia muy desiguales? Desde el punto de vista de la economía mundial y del óptimo económico relativo.. ¿qué independencia y qué grado de independencia son justificables para una nación? Para preparar respuestas a estas cuestiones, trataremos sucesivamente, en primer lugar, la dependencia y dimensión; después, la dependencia y la estructura. 
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