Tradiciones y costumbres no escritas en las Fiestas de San Lorenzo

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San Lorenzo
Diario del AltoAragón - Lunes, 10 de agosto de 2009
Por Fernando HERCE
TRULLENQUE
PERIODISTA. DIRECTOR DE
ONDA CERO, HUESCA
L
AS FIESTAS de nuestros pueblos
y ciudades tienen como centro
de atención y punto de partida las
tradiciones o manifestaciones espirituales, materiales y artísticas
transmitidas y creadas por sus gentes: música, bailes, juegos, cocina
típica, tradición oral, actos religiosos… Son las tradiciones y las costumbres las que mantienen vivas
la esencia del hecho festivo como
donación y legado de nuestros antepasados y que las identifica y diferencia de los demás, sintiéndolo
como algo propio y profundo. En la
vida cotidiana, en muy pocas ocasiones las gentes de una comunidad se unen en torno a un mismo
referente como cuando se trata de
seguir manteniendo vivas sus tradiciones y compartir así parecidos
sentimientos no exentos, en la mayoría de los casos, de una fuerte carga de emotividad.
En el caso de las fiestas de Huesca, en honor a San Lorenzo, son varios los referentes que cada año se
nos presentan llegado el 9 de agosto
en forma de tradición y que no por
sabidos y esperados les restan ilusión, emoción o expectación. Aunque puedan exhibirse año tras año
ante los oscenses de igual manera e
incluso en el mismo escenario, las
sensaciones e impresiones que nos
producen se nos antojan cambiantes porque el deseo y la ilusión así
quieren que sea. Siempre he pensado que el atractivo de las fiestas laurentinas no lo da la programación,
más o menos acertada, que para eso
están los gustos y los colores, sino
que precisamente radica en sus actos tradicionales.
La Presentación oficial e imposición de bandas a las mairalesas
de los barrios de la ciudad y de las
Peñas Recreativas Oscenses, el Homenaje a la cuna de San Lorenzo, el
Solemne Triduo en Honor a nuestro
Santo Patrón y las Solemnes Completas, el Disparo del cohete anunciador del comienzo de las fiestas
laurentinas con su posterior cabalgata y saludo al Santo, la salida de
los toros, los Danzantes ejecutando
sus tradicionales bailes en Honor
al Santo con sus vibrantes y dulces
armonías, la Ronda al Santo, la Solemne Procesión, la Fiesta del Mercado, la Ofrenda de Flores y Frutos,
la Despedida al Santo, el blanco y
verde o la aromática albahaca se
convierten durante una semana
en ese nexo de unión de los oscenses amantes de sus tradiciones y de
la devoción a su Santo Patrón San
Lorenzo. Tradiciones escritas en el
tiempo pasado y también en el presente como testimonio legado para un futuro. Testigos de excepción
serán los medios de comunicación
que durante estos días trasladarán
a sus lectores, oyentes o telespecta-
El almuerzo del día 9, tradición de nuestras Fiestas Laurentinas
Tradiciones y
costumbres no
escritas en las Fiestas
de San Lorenzo
dores el ser de unas fiestas, las de
Huesca, y el sentir de sus vecinos,
los oscenses.
Pero entre las tradiciones populares escritas y colectivas hay otras
anónimas, personales y nunca recogidas en negro sobre blanco, que
sumadas a aquellas hacen que estas fiestas laurentinas adquieran
una nueva dimensión llena de enriquecedores, curiosos y entrañables matices. Son las tradiciones
o costumbres personales que muchos oscenses cumplen a rajatabla
llegado el periodo festivo laurentino. Costumbres y tradiciones que
se recrean, aunque sus anónimos
protagonistas no sean conscientes
de ello, en similares escenarios urbanos y en torno a idénticas situaciones y análogos objetos. Es en la
gastronomía, en la figura de San
Lorenzo, en la pañoleta o en la albahaca donde se centran el mayor
número de hábitos no escritos pero
que forman nuestra propia y personal tradición laurentina, si bien después de leerlas ahora posiblemente
no sean tan exclusivas.
Los almuerzos en plena calle el
día 9 de agosto, antes de que el cohete anuncie que la ciudad de Huesca inicia sus fiestas patronales, se
han convertido en un popular acto, tanto es así, que ese día como
no esté uno atento puede deambular por la ciudad sin conseguir su
objetivo que no es otro que tomar
un par de huevos fritos, patatas y
algo con lo que acompañarlos. Pero hay quien además de almorzar,
casi siempre en el mismo lugar, tiene por costumbre ir a un bar y to-
Huevos, longaniza y jamón, el plato
más típico del almuerzo
marse en ayunas, en compañía de
sus mejores amigos, Santi, Robert,
Arturo, Ramón y Nacho, un pepinillo y un vaso de vino rancio. Le llaman “hacer el pepinillo”. Toño me
cuenta que empezó un poco en broma y que ahora, con el paso de los
años, se ha convertido en toda una
tradición. Me dice que es una cosa
de “destalentaos” pero que si el pepinillo y el vino rancio en ayunas
les sienta bien eso significará que
“todo en San Lorenzo nos sentará
bien”. Aunque en realidad “hacer el
pepinillo”, para lo que sirve, es “para echar unos abrazos”.
Ya puestos entre fogones, el pollo a lo chilindrón también da para
hacer un buen listado de costumbres en torno a este popular guiso
de los fogones oscenses. De cuantas me han contado, hay una que
me traslada mucha ternura. Me la
contó Asunción. Enviudó muy joven. Con mucho esfuerzo y algún
que otro sinsabor, sacó adelante a
sus tres hijos, que por cierto, los tres
viven fuera de Huesca, “eso sí, para
San Lorenzo, aquí los tengo como
clavos”. En casa de Asunción el día
10 se come el tradicional pollo a lo
chilindrón cocinado en la mañana
del día 9 ya que “los guisos me gusta
hacerlos de un día para otro”. Hasta
aquí, correcto, salvo que Asunción
hace tres guisos distintos: para ella
y su hija menor, el chilindrón “de
toda la vida”; para el mayor, sin pimiento; y para la mediana, con todos los ingredientes “pero pasados
por el chino ya que aunque el sabor del chilindrón le gusta, no así
la textura de la cebolla en la boca”.
Pienso que solo una madre y la querencia hacia sus hijos es capaz de
esto y de mucho más. Lo de menos
es el trabajo que me lleva, me dice
Asunción, lo único importante es
“comer todos juntos el día de San
Lorenzo”.
La pañoleta es otro de los objetos que se lleva la palma a la hora de
mantener tradiciones o costumbres.
Toño sale de casa el día 9 con la pañoleta envuelta en la muñeca, “como el resto de la cuadrilla” y no se
la cuelga al cuello hasta que no suena el cohete. Luis, quien ya supera
el medio siglo, la impregna con una
colonia que ha dejado de usarla, pero que la recupera para San Lorenzo
en recuerdo de las “fiestas más felices y divertidas de mi vida”. La pañoleta de Miguel Ángel data del año
1963. Es de la Peña Los que Faltaban y como todo miembro de ésta,
“me la pongo por delante”. Nunca la
ha lavado. Antes que esta tuvo otra,
la primera, que se la llevó una francesa. Me dice que se enfadó tanto
o más “como si me hubiesen robado a la novia”, que por cierto, por
aquel entones, no tenía. Parecido le
sucede a Julio, también de la Peña
Los que Faltaban. Julio, desde hace 45 años, “y siguiendo lo que vi a
los mayores de mi peña, salgo de mi
casa como un pincel, todo de blanco, alpargatas de cintas, fajín verde,
el escudo de mi peña cada vez más
descolorido, y la pañoleta que guardo, como si de un ritual se tratara,
perfectamente doblada en el bolsillo de la camisa”. Después, ver y escuchar el cohete “con esa emoción
de juventud y una lagrimilla fácil
que siempre se escapa”. Paco, junto
con otros amigos de la Peña La Parrilla, antes del disparo del cohete,
lleva albahaca e incluso pañoletas
a los difuntos de esta peña oscense. Jesús es danzante desde hace
37 años y me confiesa que “nunca
me he puesto el pañuelo en casa.
Siempre me lo colocan en la botería de Pedro Lafuente”. Después de
la procesión del día 10, Jesús tiene
por costumbre también, guardar
en un vaso de agua el ramo de albahaca que ha llevado prendido en
el pañuelo. Y hablando de albahaca, Manuel planta todos los años
semillas para que sus cuatro hijos,
que al igual que los de Ascensión
viven fuera de Huesca, “tengan sus
ramos cuando vuelvan a casa para
San Lorenzo”. Manuel, en un tono
de complicidad, me dice que perfectamente podría comprar los ramos
ya crecidos, en alguna ocasión lo ha
hecho cuando la planta no ha desarrollado bien, “pero no es lo mismo.
Las veo crecer y conforme lo hacen,
me ilusiono con que ya falta menos
para su regreso”.
Carlos me recuerda que sus padres solían ir a veranear a Benasque
y al llegar las fiestas de San Lorenzo
le dejaban bajar a casa de su abuela Teresa. Un año la abuela le regaló una medalla del Santo Cristo de
los Milagros. Desde que falleció la
abuela Teresa, Carlos, todos los días
10 de agosto se pone la medalla para
recordarla y recordarse los buenos
momentos que con ella vivió.
Jacques es un reconocido fotógrafo francés afincado en Huesca desde hace ya algunos años. En
un principio, su intención al abandonar su país de origen fue vivir en
Gerona. No encontró un piso que se
adaptara a sus posibilidades económicas y de regreso de tierras catalanas hizo una parada en la capital
oscense: fue un 1 de agosto en una
ciudad que se preparaba para vivir
sus fiestas patronales. Jacques, que
nació un 10 de agosto, pensó, “una
ciudad que celebra con una gran
fiesta el día de mi cumpleaños, tiene que ser buena para vivir”. Ahora,
Jacques es un asiduo del Bar La Estrella donde celebra su cumpleaños
y el de todos los oscenses con un
buen vaso de melocotón con vino.
La penúltima pequeña historia
de este listado de personales costumbres laurentinas se dejó de hacer hace ya algunos años, tantos
como Despedidas al Santo, menos
una, se han realizado. Es un recuerdo de mi juventud en el céntrico Coso Bajo. Del piso vecino, acabada la
Ofrenda de Flores y Frutos, se escuchaba el sonido de guitarra y bandurria y una voz que improvisaba
alguna letra. Cuando en casa oíamos abrir la puerta de mis vecinos
Martín y Charo, y bajar a sus hijos,
con Rafa, Vicente, Gloria y algunos
amigos más, les seguíamos para
ser testigos de emotivas oraciones
en forma de jota que le cantaban
al santo ya dentro de su Basílica y
mientras le desposeían de los ornamentos de la peana. En tan sólo diez
minutos, tiempo que duraba esta
particular plegaria, se agolpaban
un buen número de sensaciones difíciles de describir, más complejas
ahora con los pasos de los años y
al recordar la memoria de nuestra
gente querida que ya no está entre
nosotros.
La última, y por sumarme a todas las tradiciones no escritas de los
oscenses, el que suscribe, tiene por
costumbre, cuando se inicia la Ronda al Santo, pedirle a San Lorenzo
por todos nosotros, porque las fiestas, sus y nuestras fiestas, transcurran con la normalidad que esta
ciudad y sus ciudadanos se merecen, y agradecerle todos los gratos e
innumerables momentos que en su
nombre, con mi familia y mis amigos, he podido disfrutar.
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