PARTICIPACIÓN DE LA SEÑORA MINISTRA OLGA SÁNCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, EN LA PRESENTACIÓN DE LA SEMBLANZA DEL MINISTRO HUMBERTO ROMÁN PALACIOS EDITADA POR LA SCJN, EN EL AUDITORIO DE LA SEDE ALTERNA DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN EN LA CIUDAD DE MÉXICO, EL 8 DE OCTUBRE DE 2008. DON HUMBERTO ROMÁN PALACIOS: MINISTRO EMÉRITO. YZ “El único realista de verdad es el visionario.” Federico Fellini (1920-1993) Director de cine italiano Me siento muy honrada de poder participar en este evento, pues es una muy modesta manera de corresponder a la distinción que para mí ha significado haber podido convivir, en el ámbito de nuestras responsabilidades compartidas, con Don Humberto Román Palacios, para el que hoy y siempre tendré una sola palabra de mi parte: gracias. Quiero aclarar que no es, de ninguna manera, insolvencia lingüística el sintetizar todo lo vivido en una sola palabra, porque esa palabra contiene perfectamente los sentimientos que mi persona guarda hacia el señor ministro. Humberto Román Palacios, fue un excelente abogado, un hombre íntegro; pero fundamentalmente, un ser humano que compartió las pasiones de su vida con todos, que expresó en cada palabra la sabiduría que le venía de dentro y que fluyó con infinita generosidad hacia todos los que le conocimos y le apreciamos. 2 El ministro Román, ejerció el más básico, pero a la vez el más difícil de los oficios, el más profundo y caro oficio del hombre: el de ser justo. Lo corrobora la semblanza que ahora presentamos; pero, aún más, lo corroboran cada una de las páginas escritas en el libro de su vida. Su vastísima cultura no fue la de una erudición inerte, sino la de una cálida y emocionante sabiduría que se vinculaba con la vida y las personas. Su sentido del humor era agudo, inteligente, pero estaba plagado de sencillez, tenía la simpatía que da el ingenio y la ironía que solamente las mentes brillantes poseen. Don Humberto sabía tratar a los demás como personas, darles su lugar, valorarlos 3 en su dimensión humana y profesional, colocar a cada uno en el lugar que mejor pudiera desempeñarse. Detrás de ese gesto adusto, de esa mirada fuerte, habitaba, en voz de quienes le trataron cotidianamente, una persona tiernísima, que trataba a su personal con calificativos como “niñas”, “muchachitas”, jóvenes, o demás que denotaran un sentido de cercanía. Adjetivos que revelaban la nobleza de carácter y la calidez con la que distinguió siempre a su personal, al cual no dudaba en ayudar de la manera que le fuera posible en cualquier aspecto de su vida, ya fuera en la graduación de un hijo, en la muerte de un ser querido, o en la jubilación de un colaborador. 4 En ocasión de la solicitud que la propia Corte le hiciera para escribir en el libro colectivo “Cartas a un juez que inicia su carrera judicial”, escribió, con un tono de pater familia, que fue una constante en el trato con todo su personal: [un juez] debe tener presente, estar consciente y aceptar que en determinado caso o circunstancia pueda señalarse que incurrió en un error; pero, aconseja, “lleva tu conducta como juez con un celo tal, que de ninguna manera pueda ser señalada como falta de probidad”, pues, recordaba, conductas que están “no sólo aquellas sancionadas penal o económicamente son reprochables, también hay otras que sin tener sanción de esa naturaleza, son deleznables”. 5 Nuestra Constitución precisa que la carrera judicial se regirá por los principios de excelencia, objetividad, imparcialidad, profesionalismo e independencia; Don Humberto aconsejaba, en ese mismo texto: “no permitas que en tu caso sean frases retóricas: cumple esos principios y enorgullécete de ser juez de distrito. Esas palabras muestran el nivel de exigencia que era tan alto consigo mismo y con sus secretarios. Nivel de exigencia que trascendía a los ponencias y a secretarios los de los de otras órganos jurisdiccionales a los que perteneció, lo que siempre llevaba a eso órganos a ocupar los primeros lugares de eficiencia. Recuerdo que 6 ese grado de exigibilidad lo tenía para el análisis de los asuntos, pero también para los argumentos que en ellos se vertían. Decía, lo recuerdo perfectamente, que nunca hay que resolver contra constancias. Don Humberto podía molestarse ¡y regañar, incluso! por cosas que pudieran parecer tan simples como poner una grapa; pero ello era síntoma inequívoco del nivel de respuesta que tenía que tener cualquier colaborador suyo, un nivel de exigencia que verdaderamente tenía que ser igualmente alto. Me comentaron quienes lo vivieron, que solía revisar los proyectos enfrente de sus secretarios y mostraba su acuerdo o 7 desacuerdo con él mismo. Cuando estaba en desacuerdo, mandaba traer a todos y les hacía escuchar que es lo que había que hacer y que era lo que no debía hacerse. La dureza de esta pedagogía puede parecer muy ruda; pero la enseñanza que esa actitud contenía en sí misma, calaba hondo en el conocimiento de las personas y dejaba enseñanzas de gran nivel. El decir esas cosas frente a un grupo importante de personas, imponía una enseñanza de alto nivel, el nivel que él mismo desarrolló durante tantos años de sacrificio y entrega a la magistratura. Por ese motivo, estoy convencida, muchos de quienes fueron sus secretarios llegaron a la magistratura y ocupan hoy un 8 sitial que, seguramente, les hace estar presentes en este evento. Fue además, un hombre con perspectiva de futuro. Un hombre que supo ver en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el pilar de una democracia que seguimos consolidando, el sustento jurídico de las decisiones nacionales más trascendentales. Un hombre que le imprimió su sello personal al desarrollo de esta Corte y a quien mucho le quedará en deuda el Poder Judicial de la Federación por su espíritu de modernizador. Se habla de ello en la semblanza presentada hoy, en la que, además de las estupendas fotografías que le realzan, se encuentran crónicas estupendas de los 9 procesos que como visionario, Don Humberto afrontó, como el impulso a una nueva ley de amparo. En todo momento, Don Humberto Román Palacios fue una pieza fundamental del Pleno para este asunto y fue un puntal en la Primera Sala. Sus intervenciones en cada sesión han quedado registradas particularmente por para la la manera historia, sutil y pedagógica, caballerosa, de compartir sus ideas. Su forma de explicar cada uno de sus conceptos, su manera de exponerlos, su valioso conocimiento histórico de las instituciones jurídicas y su experiencia, fueron piezas claves para la formación de muchos de los criterios que de la novena época han surgido. 10 Cada uno de los asuntos en los que fue ponente, muchos de ellos muy álgidos en su tratamiento jurídico, muchos de ellos trascendentales para la vida del país, fueron siempre defendidos con mesura, pero con energía. Cediendo, siempre que era posible y deseable, con prudencia y tacto, sin aspavientos, sin obstinación. De ese trabajo dialogante surgieron más de novecientas tesis. De entre todos esos asuntos, destaco, por la importancia que tuvo y tiene, el rescate, por parte del máximo tribunal, del ejercicio de constitucional. una En olvidada abril de función 1995, los ministros Román y Castro dictaminaron, y el pleno hizo suyo su razonamiento, que en la 11 matanza de Aguas Blancas existió violación grave de garantías individuales. Con ello, se recuperó para el control constitucional y para el país, una facultad que tenía décadas de no ejercerse y que, en lo sucesivo ha traído un sinnúmero de asuntos a la Corte. No todos, debo destacarlo, han tenido efectos resolutivos apacibles; pero eso sí, han sido discutidos y deliberados con toda profundidad por el Pleno. Esa actuación, sin duda, le valió en su momento, que el columnista Miguel Ángel Granados Chapa, ayer galardonado con la medalla Belisario Domínguez del Senado de la República intitulara una de sus columnas 12 con el nombre de nuestro recordado Don Humberto. Quiero finalizar recomendando la lectura de esta semblanza en particular, por todo lo dicho y porque, además, me parece un notable ejemplo de lo que una vida puede influir en los demás. Hago votos, por tanto, para que el ejemplo que de Don Humberto hemos recibido sea para nosotros motivo de mejoramiento personal y profesional, porque en esta fascinante profesión que hemos elegido y que, para nuestra fortuna, desempeñamos a diario, la integridad es un valor esencial. Para compartir quienes sus tuvimos últimos el honor de diez años de 13 existencia, y fuimos testigos privilegiados de los valores que rigieron su vida: HONESTIDAD, FORTALEZA, AUSTERIDAD, TOLERANCIA, ENTREGA, HONORABILIDAD, DIGNIDAD, GENEROSIDAD Y BONHOMÍA; pero sobre todo, sobre todo: VALENTÍA Y JUSTICIA ese ejemplo nos alienta para revalorar al derecho como algo esencial. Nos alienta a transformarlo en algo más que una palabra que muchos tienen en los labios y pocos en el corazón,1 a hacerlo un arte más que una herramienta,2 un arma3 a favor de quienes lo necesitan. Que, como Don Humberto, hagamos del papel del 1 Nieto, Alejandro. “Sobre las distintas formas de entender y utilizar el derecho”. El derecho y el revés. Diálogo epistolar sobre leyes, abogados y jueces. 1ª reimpresión, Ariel, Barcelona, 1998, p.10. 2 “El abogado que no se siente artista es un artesano” reza un pensamiento anónimo. Cabanellas, Guillermo. Repertorio jurídico. 4ª edición ampliada por Ana María Cabanellas. Buenos Aires, 1992, p. 240. 3 “El derecho es un arma cuya calidad no es tan importante como su manejo”. Idem. 14 abogado, un elemento decisivo en nuestra sociedad, porque ese papel define en cada sociedad lo que el derecho significa. Por eso me he atrevido a titular esta intervención con el nombre de Don Humberto seguido del título de “ministro emérito”, porque eso significa para mí: digno, merecedor, justo. Por eso me atrevo a formular ese título sin que se me solicitara, pero con conocimiento de causa. Don Humberto Román Palacios, por cerca de diez años, fue mi compañero de sitial en la Corte. A su lado viví y escuché las más diversas anécdotas y opiniones. A su lado resolví y voté, a su lado me imbuí de su persona y, a la sombra de su fortaleza de roble, crecí, crecimos, me atrevería a decir, en muchos 15 aspectos. Al amparo de su bonhomía, nos refugiamos muchos de nosotros, a la vera de su ejemplo habremos de seguir trabajando por México, buscando el tan anhelado ideal de justicia. Don Humberto, en fin, habrá de ser recordado por muchas cosas, entre otras quizá, por el papel que desempeñó en el Máximo Tribunal; pero fundamentalmente, yo habré de recordar siempre con cariño al compañero ejemplar, al hombre firme, convencido y sediento de justicia, que Don Humberto Román Palacios siempre demostró ser. Por todo ello, doquiera que esté, ¡muchas gracias, Señor Ministro emérito! 16