SOCIEDAD COLOMBIANA DE ANESTESIOLOGIA Y REANIMACION - SCARE LA NEGLIGENCIA MÉDICA Y EL CONSENTIMIENTO INFORMADO Andrés Felipe Ceballos Asesor Jurídico Regional Valle del Cauca SCARE - FEPASDE Este Archivo se suministra para fines informativos y académicos, y se encuentra acogido a leyes de Propiedad Intelectual, NO se autoriza su reproducción total o parcial, salvo Autorización por Escrito de la Sociedad Colombiana de Anestesiología o Reanimación - SCARE LA NEGLIGENCIA MÉDICA Y EL CONSENTIMIENTO INFORMADO La expresión "negligencia médica" suscita en general la reacción siguiente: "un médico ha cometido una falta y lo considero inadmitible". En la práctica sin embargo hay que interpretarlo con cautela. Hoy en día el término "médico" no se refiere únicamente a los doctores en medicina sino a todo el personal de los servicios de salud, por lo que puede referirse a ellos también. Tampoco la palabra "negligencia" expresa un concepto sencillo, por lo general se considera como sinónimo de práctica incorrecta o "malpráctica", pero en realidad habría que limitarla a dos significados concretos: la utilización de conocimientos y técnicas que han quedado anticuados (negligencia por falta de formación continua); y la inobservancia de las medidas de seguridad que se consideran necesarias (negligencia en relación con las normas en vigor). El médico debe tener una habilidad básica basada en la ciencia de su oficio, una disposición de ánimo y conocimientos claros para poder utilizar los medios adecuadamente, los instrumentos idóneos para cada tratamiento y enfocar su potencialidad efectivamente, para el ejercicio de la medicina general y de cada especialidad, el profesional de la salud debe ser experto en el manejo de los medios, los materiales, los instrumentos, equipos y sus condiciones necesarias para el manejo de los pacientes. Dadas las condiciones por las que atraviesa nuestro país, la crisis del sector salud y el auge de las demandas en contra de los profesionales de la salud, al momento de que para el desarrollo de una actividad médica específica se requieran equipos o condiciones asistenciales especiales que se encuentren al alcance del país y de la institución, el profesional de la salud deberá remitir el paciente al especialista o a la institución que por poseer tales medios y lo instrumentos, le brinde mejor servicio y se le pueda tratar en mejores condiciones so pena de incurrir en negligencia médica. La negligencia médica es una transgresión a normas comunes de sensatez a diferentes niveles. Es decir, constituye un descuido u omisión tal, que al comparar la conducta de un profesional de la salud con otro de su misma formación académica y técnica y el sentido común de responsabilidad que les ha conferido la experiencia y de quienes se esperaría una conducta lógica acorde con el deber de cuidado y la Lex Artis que rigen el acto determinado que se analiza, se concluye que obró por fuera de los parámetros mínimos de cuidado lo cual de nuevo nos indicaría la aparición de negligencia en el actuar médico. Tanto el empleo de la técnica adecuada, idónea y actualizada, como la utilización de los medios avalados, garantizarán del médico el obrar con precaución, diligencia y prudencia de este en el manejo particular de su paciente y general de su profesión lo cual evitará complicaciones posteriores en el manejo de algún eventual proceso judicial. Pues el médico deberá ejercer en este momento un ejercicio de su profesión eminentemente preventiva, pues sólo de esta manera se le considerará cumplidor de su deber de diligencia y cuidado. Es que tanto el médico como el profesional de la salud podrán ser considerados negligentes por no emplear los medios adecuados, por omitir la orden de los exámenes pertinentes, por el manejo de material, equipo e instrumentos obsoletos y desactualizados e inclusive por no cumplir con los requisitos mínimos al elaborar la Historia Clínica del paciente y de los manuales y protocolos de Consentimiento informado, los cuales determinan en su real ejecución, prueba del desarrollo de una buena relación médico paciente, porque así como se constituye en un derecho con el paciente el ser informado sobre los riesgos previstos en una intervención quirúrgica o tratamiento médico, también será obligación del médico y del profesional de la salud. La mayor parte de los casos de presunta negligencia en los servicios de salud no están relacionados con los progresos científicos recientes sino con métodos de tratamiento sencillos y normas de seguridad reconocidas y admitidas desde hace mucho tiempo. En el campo de la cirugía cabe citar como ejemplos la sección o la ligadura accidental del colédoco o del urtéter, o la inadvertencia de una apendicitis perforada o de un embarazo extrauterino. En medicina interna, así como en la labor asistencial, pueden servir como ejemplo los errores de diagnóstico en los casos de meningitis o de aneurisma aórtico disecante. En general, el paciente solía tener una actitud sumisa ante los servicios y conducta de su médico, pero esa actitud ha cambiado significativamente durante los últimos años. El paciente es hoy mucho más consciente del verdadero peligro que entraña la negligencia, hasta el punto de que a veces parece haber pasado de un extremo a otro, es decir, de una confianza ciega en la capacidad casi divina de los profesionales de la salud a una tendencia a considerar que su tratamiento o un consejo no dan los resultados deseados, alguien ha cometido un error y debe cargar con la culpa. La negligencia médica y el consentimiento informado Los profesionales de la salud, por su parte, saben muy bien que el porcentaje de éxito de la mayor parte de los procedimientos de diagnóstico y tratamiento rara vez llega al 100 en ningún grupo de pacientes, y que esta consideración es el único punto de partida realista para predecir los resultados de cualquier intervención que se proponga a un paciente. Por desgracia, sin embargo, desde que entra en contacto con el paciente, rara vez le dice que existe una posibilidad de fracaso. En consecuencia, desde el principio suele haber un desfase entre las expectativas del paciente y lo que el médico puede proporcionarle. El médico tiene la obligación de mantener al paciente permanentemente informado y la información debe ser completa y precisa, siempre que sea posible darla. Habrá eventos en los cuales el médico, según prudente juicio, mejor deba abstenerse de dar una información que lleve al paciente a un estado físico o mental peor de aquel en que se encuentra. Pero si necesita la autorización del enfermo o de sus familiares para proceder clínicamente, está en la obligación insoslayable de advertir el riesgo previsto, so pena de responder por él (artículo 16 de la Ley 23 de 1981). El reconocimiento de los derechos de los pacientes Los pacientes tienen derecho a que se les informe de sus enfermedades, a que se les informe de los riesgos médicos, de sus enfermedades y de los procedimientos de diagnóstico y tratamiento que se les aplican. Sin embargo, esa información suele omitirse aduciéndose que la mayor parte de los pacientes no la entenderían. Por supuesto, ello no exime a los médicos de la obligación de tratar de explicar esos procedimientos a sus pacientes con un lenguaje apropiado. Los pacientes tienen derecho asimismo a la confidencialidad; a menudo ese derecho no se respeta pese a que los pacientes depositan su confianza en quienes cuidan de su salud y dan a estos últimos libre acceso a información íntima sobre si mismos. Existen casos en que sus dolencias y secretos se dan a conocer sin su consentimiento previo, y más aún, se ventilan tranquilamente ante colegas y/o auxiliares de manera imprudente, lo cual podría dejar fácilmente las puertas abiertas para una eventual reclamación judicial. El paciente, el médico y la Ley La responsabilidad de los médicos y otros profesionales de la salud en los resultados del tratamiento médico es generalmente difícil de determinar. Con una frecuencia cada vez mayor da lugar a pleitos y procesos judiciales acerca de la práctica médica cotidiana. La negligencia es objeto de una amplia variedad de interpretaciones acerca de sus causas y consecuencias, según la perspectiva desde la cual se examine la cuestión Puede ser considerada de forma muy diferente por los pacientes, por los médicos y por los abogados, jueces o fiscales, porque cada grupo tiene conocimientos e intereses específicos. No obstante, desde una perspectiva ética, todas esas posiciones pueden encontrar un punto de convergencia que haga posible que todas las partes entiendan lo que significa la negligencia médica y se pongan de acuerdo a ese respecto. Encontrar definiciones que sean aceptables tanto para los pacientes como para los médicos y los juristas es el primer paso hacia la adopción de medidas correctivas. La perspectiva del paciente Tal como lo anotábamos anteriormente, la opinión de los pacientes y de las personas en general, acerca de los médicos ha seguido un movimiento pendular que las ha llevado de la confianza extrema, que abrigaba anteriormente, a una desconfianza extrema, que tiene en la actualidad. Ello puede explicarse en parte porque se han hecho adelantos tecnológicos tan extraordinarios que es difícil tener un conocimiento acabado de todas las posibilidades de diagnóstico y tratamiento de una misma enfermedad. Hoy día, si trabajan aisladamente, los médicos se dan cuenta de que no siempre pueden brindar al paciente la mejor solución en el momento más oportuno, especialmente si no tienen a su alcance los medios tecnológicos para aplicar los tratamientos y realizar los procedimientos en cuestión. Al mismo tiempo, la publicidad informa continuamente al público acerca de nuevos y mejores equipos, medicamentos y procedimientos de diagnóstico y tratamiento. Naturalmente, cuando se trata de la salud y la vida, los pacientes quieren todas esas ventajas. El público también considera que el médico tiene la obligación de obtener resultados satisfactorios, administrar un tratamiento atento y oportuno y, en especial recientemente, permitir que los pacientes participen lo más posible en la adopción de sus propias vidas. Si el profesional de la salud no satisface adecuadamente estas exigencias y el tratamiento fracasa, la persona media puede llegar fácilmente a la conclusión de que ha habido negligencia médica y puede reclamar una indemnización, independientemente de que se haya cometido o no un acto legal o carente de ética. La perspectiva del médico Tradicionalmente, los médicos consideraban que actuaban éticamente si cumplían con los principios hipocráticos de poner todos sus conocimientos y capacidades a disposición del paciente, evitar el error voluntario y proteger a su paciente. Este elemento protector conforme al cuál casi todo el poder de decisión recae en el médico no se acoge a conceptos tales como "consentimiento informado", participación en la toma de decisiones o libertad de elección del paciente, los cuales se han manifestado como derechos de los pacientes desde hace poco. Históricamente, en el marco de ética se consideraba que la negligencia suponía una omisión premeditada, voluntaria y consciente en la aplicación de los conocimientos o capacidades de un médico que disponía de los recursos necesarios. No se tenía en cuenta si un médico había omitido informar suficientemente a los pacientes u obtener su consentimiento. En su práctica cotidiana, los médicos se preguntan constantemente:" ¿Hasta que punto he prestado a mi paciente un servicio competente, oportuno y atento?", tan solo recientemente ha comenzado a añadir la pregunta "¿He tenido en cuenta el derecho del paciente a entender y participar en esta decisión, que lo afecta en forma absoluta e inevitable?". Estas preguntas se hallan en el origen de algunas obligaciones normales de los médicos y pacientes, que pueden definirse fácilmente en la práctica médica. Los casos de inobservancia de la obligación de prestar asistencia comprenden el del médico que no cumple con su deber, no hace el seguimiento debido después de una o más consultas, examina con descuido a un paciente, abandona al paciente o lo envía a un colega no apropiado. Los casos de inobservancia de la obligación de obtener el consentimiento informado comprenden el no dar a los pacientes o a sus familiares información comprensible, no advertirles acerca de los riesgos de un procedimiento o de la dificultad de un diagnóstico y no pedir una segunda opinión en caso de duda. Sin embargo, existen otros actos médicos que pueden calificarse de negligentes y cuya interpretación es mucho más compleja. En algunas situaciones, por ejemplo, no es fácil determinar la esfera de competencia de cada médico en relación con cada enfermedad y cada paciente. A veces se entablan arbitrariamente demandas porque no se aplicó un tratamiento particular o no se efectuó una remisión oportuna, simplemente para justificar una causa, incluso cuando esas omisiones no podrían haber tenido efecto alguno en la evolución y el desenlace de la enfermedad. También existe el peligro muy real de que, aunque un médico tenga una idea clara de lo que ha de hacer en un caso específico, se inhiba de hacerlo por la necesidad de protegerse de un posible pleito y, por lo tanto, actúe paradójicamente de forma negligente para evitar que se lo acuse de negligencia. La perspectiva jurídica Como es bien sabido, solo la negligencia sino también la impericia y la imprudencia pueden dar lugar a una actuación médica culposa. En nuestra legislación, la actuación médica culposa puede definirse jurídicamente como una violación de las normas de atención debida cuando la integridad física o la vida se ven menoscabadas por un diagnóstico o un procedimiento terapéutico o quirúrgico. Para que una actuación médica culposa se reconozca jurídicamente como tal deben reunirse tres condiciones: una relación contractual o extracontractual entre el médico y el paciente; la inobservancia por parte del médico de una obligación o un deber para con el paciente; y efectos adversos de dicha omisión en el paciente. Aún así, se considera que el médico es legalmente responsable solamente si la omisión constituye un delito en virtud de la legislación vigente. La negligencia del médico en su actuar se traduce en la no aplicación de las técnicas médicas y de los procedimientos terapéuticos correspondientes, cuando siendo unas u otros conocidos por el médico, no son utilizados por él, afectando la salud de su paciente; se poseen los conocimientos y las habilidades necesarias para la atención de ese paciente, pero por pura y simple negligencia, no le son dispensados y/o aplicados unos u otros, en desmedro de salud del paciente, produciéndole un resultado dañoso en su vida, integridad o salud. La perspectiva ética: Propuestas de solución • Educación continua y seguimiento de los especialistas: Los médicos y demás profesionales de la salud deben actualizar continuamente sus conocimientos y capacidades y someterse a evaluaciones periódicas realizadas por el Ministerio de Salud, los Tribunales de Etica Médica, las Sociedades de Especialidades Médicas o las Universidades. Además, el Estado debe velar porque haya suficientes especialistas para satisfacer las necesidades o porque haya sistemas eficaces para elegir otras opciones. • Educación del paciente: Debe educarse al público en general para que adopte decisiones bien informadas acerca de sus derechos y obligaciones en lo que al tema de responsabilidad médica se refiere. Mediante un proceso de amplia participación en que se tomen en consideración las opiniones y recomendaciones tanto de los médicos y demás profesionales de la salud como de los pacientes y usuarios, debería ser posible reducir el desfase existente entre las expectativas del público y la realidad del sistema. Ello también supondría hacer un balance entre las necesidades de los pacientes y los recursos asignados para satisfacerlas. • Formación de los profesionales de la salud en materia de ética médica: Es esencial que los profesionales de la salud estén mejor informados acerca de sus obligaciones profesionales y los derechos de los pacientes. Mediante una formación más completa en materia de ética y una evaluación de lo que se ha hecho hasta ahora se podría generar un cambio de actitud en algunos comportamientos médicos que en determinado momento podrían comprometer su responsabilidad. Es verdad que siempre habrá unos pocos que no se beneficiarán de esos esfuerzos, pero sin duda la mayor parte de ellos podrían mejorar la manera en que se relacionan con sus pacientes y con la sociedad en su conjunto si dan un lugar más importante a las consideraciones éticas en su vida cotidiana. • Cambios sociales y legislativos: Para que cambien las actitudes de los profesionales de la salud, también deben cambiar las de la sociedad en la que ellos ejercen su actividad. Los medios de difusión tienen una fuerte influencia en las actitudes. La presión de la opinión pública, guiada y a menudo generada incluso por esos medios. Además de lo anterior y por el hecho de que la mayor parte de los jueces no tienen conocimiento cabal de los procedimientos médicos, en muchos casos hay un riesgo grave de que lleguen a conclusiones erróneas, debido a esto, el médico debe crear una cultura profesional extremadamente defensiva obrando con el máximo de diligencia y prudencia. • Modificación del contrato médico tradicional: El contrato entre el médico y el paciente debe incorporar los derechos y obligaciones de cada uno de una manera más simétrica, tomando al mismo tiempo en consideración las necesidades de la sociedad. De esta manera, debe verse como un "acuerdo de tres partes" en el cual se mantengan los principios de la beneficencia, la autonomía y la justicia. En todo momento, debe hacerse lo posible para aclarar todos los elementos necesarios a fin de obtener un consentimiento informado en el ejercicio pleno de la libertad del individuo que adopta la decisión. Cambios jurídicos y administrativos: Un "comportamiento médico erróneo" puede definirse de una forma clara mediante una legislación que prevea claramente las definiciones y los límites conceptuales de los conceptos de negligencia, impericia e imprudencia aplicados directamente al campo de la medicina. En ese sentido es necesario hacer distinciones precisas entre un error accidental o involuntario y un error culposo. Por último, una clara delimitación de las instituciones médicas, los equipos de salud y los profesionales a título individual ayudaría mucho a prevenir y combatir los actos improcedentes y, en consecuencia, la negligencia médica.