GRANDES ENTREVISTAS EDISON: CTGPUBLISHING.COM ‘ESO ES LO QUE A MÍ ME INTERESA: FÁBRICAS INMENSAS QUE FUNCIONAN DÍA Y NOCHE, LA LUCHA DEL HOMBRE CONTRA EL METAL’ 12 Escape Genio. Edison patentó más de 1.000 inventos (durante su vida adulta, inventaba algo cada quince días) y contribuyó a darle, tanto a Estados Unidos como a Europa, los perfiles tecnológicos del mundo contemporáneo. Entrevista Cuando le pedí que me concediese cinco minutos para charlar con él, Edison me contestó lo siguiente por escrito: “De acuerdo. El viernes sobre las once de la mañana. Estaré cuerdo a esa hora. Mi intelecto está ahora a 275 revoluciones por minuto”. Me presenté en el Hotel du Rhin esta mañana a las once y fui conducido a un elegante salón del primer piso. Edison estaba en pie junto a la chimenea. Sentados a un secretaire junto a la ventana estaban el coronel Gouraud1, el señor Durer2, y otros. En el extremo más alejado se encontraba su dulce y joven esposa, la señora Edison, rodeada de varias personas. Para quien ha llegado para molestar, siempre resulta difícil romper el hielo, pero fui inmediatamente al grano. — Por lo que se refiere a la máquina extractora de minas —dijo Edison—, va a ser algo grandioso. Tenemos ya ochenta funcionando en las minas de hierro. En efecto, por el momento solo está adaptada a la extracción de hierro. Estoy estudiando la construcción de una máquina para el tratamiento de minerales refractarios de oro y plata y con el tiempo podremos sacarla adelante. Entonces ganaremos más dinero. — Le estaba pidiendo detalles sobre la máquina en cuestión cuando se acercó un personaje entusiasta que “hablaba en nombre de la humanidad” al “rey de la ciencia”. Era un hombre lenguaraz y gesticulante. Creo que todo aquel que haya visto a Edison enfrentarse con un pelmazo le adorará el resto de sus días. Tiene la más dulce de las sonrisas y, aparentemente, presta atención a todo lo que le dicen: la expresión misma de la cortesía en una conversación. Quienes le conocen bien aseguran que, en momentos así, y con la ayuda de cierta sordera, sus pensamientos se encuentran en otro lugar, y más vale que sea así. — ¿Qué hay de la máquina de visión a distancia? — Me han llegado noticias —comentó— de que algunos inventores europeos dicen habérseme anticipado, pero no he oído nada acerca de sus invenciones. Mi máquina va saliendo adelante sin dificultades. No creo que jamás sirva para distancias demasiado largas. Es absurdo suponer que nos permitirá vernos los unos a los otros a 15.000 kilómetros de distancia. No obstante, sí que tendrá aplicaciones prácticas en las ciudades. No estoy buscando nada que vaya más allá, al menos por ahora. Entonces el coronel Gouraud dijo: — Puedo decirle algo que el señor Edison jamás le contaría. Ese caballero que está hablando con él es el cavaliere Copello. Acaba de llegar a París con una misión encomendada por el rey de Italia: entregarle la condecoración de Gran Oficial de la Corona de Italia. Esta distinción otorga a Edison el título de conde y a la señora Edison el de condesa. No pude evitar el deseo de que algunos de los representantes de la cohorte de aduladores europeos hubieran podido ver a Edison cuando, medio en broma, uno de ellos le llamó “conde”. La risotada que esto le produjo valió por todas las revoluciones jamás propiciadas por la democracia contra los mencionados lacayos. —Que no se enteren de esto en Nueva York —dijo—. Mi ilustrísima se convertiría en el hazmerreír de todo el mundo. — ¿Y el fonógrafo? — Ya lo hemos desarrollado a nivel práctico. En este momento hay 1.800 máquinas en locales comerciales y nuestras fábricas producen ya cuarenta de ellas al día. Además, he conseguido por fin hacer un cilindro perfectamente sólido que puede ser enviado por correo y sobrevivir ria. Tengo aquí el prototipo, y puede verlo el día que quiera. Con todo, este modelo aún no está listo para ponerlo a la venta. — ¿Qué impresión le ha producido París? — Estoy abrumado. Tengo la cabeza hecha un lío y supongo que me llevará al menos un año recuperar el sentido. Ahora desearía haber venido con mi bata de laboratorio y haber podido ir de acá para allá sin ser reconocido. Así podría haber visto algo. La Exposición es impresionante, mayor que la nuestra de Filadelfia. Con todo, hasta el momento solo he podido visitar Sí –respondió Thomas Edison, cogiendo un habano–, mi desayuno comienza con esto una pequeña parte. Eso sí, esta mañana he visto una máquina que va a ahorrarme alrededor de 6.000 dólares limpios al año. Es un cortafrío accionado por presión hidráulica. Lo vi de pasada; solo tuve tiempo de echarle un vistazo. Pienso encargar unos cuantos y enviarlos de vuelta a casa. Nos permitirán reducir nuestra mano de obra en dieciséis puestos de trabajo. — Ha sido una mañana provechosa — afirmó el coronel Gouraud. — Así es —respondió Edison, y siguió hablando—: Hasta el momento, lo que más me ha llamado la atención es la absoluta indolencia que reina entre la gente de por aquí. ¿Cuándo trabaja esta gente? ¿En qué se ocupa? No he visto un camión de mercancías desde que llegué a París. Parece haberse instituido un elaborado sis- EWWEB.COM THOMAS E n 1889 el cine no era más que un espectáculo de variedades que apenas había echado a andar, pero el concepto de celebridad ya existía y Thomas Alva Edison (1847-1931) encajaba perfectamente en esa categoría. Por eso cuando el periodista Robert Harborough Sherard acompaña a almorzar al inventor estadounidense al restaurante de la Torre Eiffel, durante la Exposición Universal de París de 1889, tiene plena conciencia de que está a punto de vivir un momento especial. Lo cierto es que se puede trazar un paralelismo entre la torre —inaugurada en marzo de ese mismo año como gran atracción de la exposición— y Edison, ya que ambos eran símbolo de los nuevos tiempos y transmitían cierta petulancia de la modernidad. Sherard consigue sumergirse en el mundo de Edison, un hombre genial que durante su estancia parisina estuvo rodeado por una corte integrada en igual proporción por admiradores y aduladores. Motivos no faltaban porque en una década este hombre práctico y obsesionado por el trabajo había cambiado la vida de las personas gracias al micrófono de carbono (1877), el fonógrafo (1878), la lámpara de luz incandescente (1879) y la válvula eléctrica (1883), sin contar que en 1880 había fundado su propia compañía eléctrica (Edison Electric, que luego se transformaría en General Electric). El mismo año en que se realiza la entrevista, Edison presenta su versión de la película de celuloide y un poco más adelante presentaría el kinetoscopio (1891), que resultó ser el primer paso hacia los proyectores cinematográficos. Para muchos, esta vertiginosa productividad entrañaba una faceta oscura del inventor, ya que consideraban que se trataba más de un empresario que de un hombre de ciencia, de hecho algunos señalaban su falta de escrúpulos para “inspirarse” en invenciones de otros. Sherard muestra algo de ello en la entrevista, en particular esa preocupación constante de Edison por hacer dinero; sin embargo, no duda a la hora de plasmar en la entrevista que está ante uno de los grandes revolucionarios de la vida de los seres humanos. a la manipulación del servicio postal sin sufrir el menor daño. Todo esto ha supuesto mucho trabajo. Solo en las herramientas necesarias para fabricar el fonógrafo grande hemos invertido 5.000 dólares. También he creado un modelo pequeño, un fonógrafo portátil, si quiere llamarlo así, cuyo cilindro puede contener hasta 300 palabras, la extensión de una carta normal, que resultará muy práctico para la correspondencia ordina- 1 George Edward Gouraud era un militar estadounidense (de padre francés) que recibió la medalla de honor por su participación en la Guerra de Secesión. Gouraud había ayudado a Edison a presentar el nuevo modelo de fonógrafo en Inglaterra en 1888. 2 Emil Durer escribió un ensayo sobre Thomas Alva Edison que fue publicado en 1889. Escape 13