1 TEXTOS CLÁSICOS REQUERIDOS (EXTRAÍDOS DE PÁGINAS DE DOMINIO PÚBLICO) HUMA 3112 INTRODUCCIÓN A LA CULTURA DE OCCIDENTE, SEGUNDA PARTE Indice PÁGINAS CONTENIDO 2 Oración acerca de la dignidad del hombre, de Pico de la Mirandola. 11 El Príncipe, de Nicolás de Maquiavelo. 105 El Discurso del Método, de René Descartes. 151 Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la Ilustración? de Manuel Kant 140 Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano. 155 Fausto, de Goethe 592 El Manifiesto comunista, de Karl Marx 2 EL DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD HUMANA Por Pico de la Mirandola 3 EL DISCURSO SOBRE LA DIGNIDAD HUMANA Por Pico de la Mirandola Tomado de: http://www.temakel.com/texmitpicodelamirandola.htm NOTA: ESTE TEXTO SÓLO CONTIENE LA PRIMERA PARTE He leído en los antiguos escritos de los árabes, padres venerados, que Abdala el sarraceno, interrogado acerca de cuál era a sus ojos el espectáculo más maravilloso en esta escena del mundo, había respondido que nada veía más espléndido que el hombre. Con esta afirmación coincide aquella famosa de Herrnes: "Gran milagro, oh Asclepio, es el hombre". Sin embargo, al meditar sobre el significado de estas afirmaciones, no me parecieron del todo persuasivas las múltiples razones que son aducidas a propósito de la grandeza humana: que el hombre, familiar de las criaturas superiores y soberano de las inferiores, es el vínculo entre ellas; que por la agudeza de los sentidos, por el poder indagador de la razón y por la luz del intelecto, es intérprete de la naturaleza; que, intermediario entre el tiempo y la eternidad es (como dicen los persas) cópula, y también connubio de todos los seres del mundo y, según testimonio de David, poco inferior a los ángeles. Cosas grandes, sin duda, pero no tanto como para que el hombre reivindique el privilegio de una admiración ilimitada. Porque en efecto, ¿no deberemos admirar más a los propios ángeles y a los beatísimos coros del cielo? Pero, finalmente, me parece haber comprendido por qué es el hombre el más afortunado de todos los seres animados y digno, por lo tanto, de toda admiración. Y comprendí en qué consiste la suerte que le ha tocado en el orden universal, no sólo envidiable para las bestias, sino para los astros Y los espíritus ultramundanos. ¡Cosa increíble y estupenda! ¿Y por qué no, desde el momento que precisamente en razón de ella el hombre es llamado y considerado justamente un gran milagro y un ser animado maravilloso? Pero escuchad, oh padres, cual sea tal condición de grandeza y prestad, en vuestra cortesía, oído benigno a este discurso mío. Ya el sumo Padre, Dios arquitecto, había construido con leyes de arcana sabiduría esta mansión mundana que vemos, augustísimo templo de la divinidad. Había embellecido la región supraceleste con inteligencia, avivado los etéreos globos con almas eternas, poblado con una turba de animales de toda especie las partes viles y fermentantes del mundo inferior. Pero, consumada la obra, deseaba el artífice que hubiese alguien que comprendiera la razón de una obra tan grande, amara su belleza y admirara la vastedad inmensa. Por ello, cumplido ya todo (como Moisés y Timeo lo testimonian) pensó por último en producir al hombre. Entre los arquetipos, sin embargo, no quedaba ninguno sobre el cual modelar la nueva criatura, ni ninguno de los tesoros para conceder en herencia al nuevo hijo, ni sitio alguno en todo el mundo donde residiese este contemplador del universo. Todo estaba distribuido y lleno en los sumos, en los medios y en los ínfimos grados. Pero no hubiera sido digno de la potestad paterna el decaer ni aun casi exhausta, en su última creación, ni de su sabiduría el permanecer indecisa en una obra necesaria por falta de proyecto, ni de su benéfico amar que aquél que estaba destinado a elogiar la munificencia divina; en los 4 otros estuviese constreñido a lamentarla en sí mismo. Estableció por lo tanto el óptimo artífice que aquél a quien no podía dotar de nada propio le fuese común todo cuanto le había sido dado separadamente a los otros. Tomó por consiguiente al hombre que así fue construido, obra de naturaleza indefinida y, habiéndolo puesto en el centro del mundo, le habló de esta manera: "Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mi prescriptas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna, te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de tí mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo en las realidades superiores que Son divinas". ¡Oh suma libertad de Dios padre, oh suma y admirable suerte del hombre al cual le ha sido concedido el obtener lo que desee, ser lo que quiera! Las bestias en el momento mismo en que nacen, sacan consigo del vientre materno, como dice Lucilio, todo lo que tendrán después. Los espíritus superiores, desde un principio o poco después, fueron lo que serán eternamente. Al hombre, desde su nacimiento, el padre le confirió gérmenes de toda especie y gérmenes de toda vida. Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos. Y si fueran vegetales, será planta; si sensibles, será bestia; si racionales, se elevará a animal celeste; si intelectuales, será ángel o hijo de Dios, y, si no contento con la suerte de ninguna criatura, se repliega en el centro de su unidad, transformando en un espíritu a solas con Dios en la solitaria oscuridad del Padre, él, que fue colocado sobre todas las cosas, las sobrepujará a todas. ¿Quién no admirará a este camaleón nuestro? O, mas bien, ¿quién admirara mas cualquier otra cosa? No se equivoca Asclepio el ateniense, en razón del aspecto cambiante y en razón de una naturaleza que se transforma hasta a sí misma, cuando dice que en los misterios el hombre era simbolizado por Proteo. De aquí las metamorfosis celebrada por los hebreos y por los pitagóricos. También la más secreta teología hebraica, en efecto, transforma a Henoch ya en aquel ángel de la divinidad, llamado "malakhha shekhinah", ya, según otros en otros espíritus divinos. Y los pitagóricos transforman a los malvados en bestias y, de dar fe a Empédocles, hasta en plantas. A imitación de lo cual solía repetir Mahoma y con razón: "quien se aleja de la ley divina acaba por volverse una bestia". No es, en efecto, la corteza lo que hace la planta, sino su naturaleza sorda e insensible; no es el cuero lo que hace la bestia de labor, sino el alma bruta y sensual; ni la forma circular del cielo, sino la recta razón, ni la separación del cuerpo hace el ángel, sino la inteligencia espiritual. Por ello, si veis a alguno entregado al vientre arrastrarse por el suelo como una serpiente no es hombre ése que veis, sino planta. Si hay alguien esclavo de los sentidos, cegado como por Calipso por vanos espejismos de la fantasía y cebado por sensuales halagos, no es un hombre lo que veis, sino una bestia. Si hay un filósofo que con recta razón discierne todas las cosas, venéralo: es animal celeste, no terreno. Si hay un puro con templador 5 ignorante del cuerpo, adentrado por completo en las honduras de la mente, éste no es un animal terreno ni tampoco celeste: es un espíritu más augusto, revestido de carne humana. ¿Quién, pues, no admirará al hombre? A ese hombre que no erradamente en los sagrados textos mosaicos y cristianos es designado ya con el nombre de todo ser de carne, ya con el de toda criatura, precisamente porque se forja, modela y transforma a sí mismo según el aspecto de todo ser y su ingenio según la naturaleza de toda criatura. Por esta razón el persa Euanthes, allí donde expone la teología caldea escribe: "el hombre no tiene una propia imagen nativa, sino muchas extrañas y adventicias". De aquí el dicho caldeo: "Enosh hushinnujim vekammah tebhaoth baal haj", esto es, el hombre es animal de naturaleza varia, multiforme y cambiante. Pero ¿a qué destacar todo esto? Para que comprendamos, desde el momento que hemos nacido en la condición de ser lo que queramos, que nuestro deber es cuidar de todo esto: que no se diga de nosotros que, siendo en grado tan alto, no nos hemos dado cuenta de habernos vuelto semejantes a los brutos ya las estúpidas bestias de labor. Mejor que se repita acerca de nosotros el dicho del profeta Asaf: "Sois dioses, hijos todos del Altísimo". De modo que, abusando de la indulgentísima liberalidad del Padre, no volvamos nociva en vez de salubre esa libre elección que El nos ha concedido. Invada nuestro ánimo una sacra ambición de no saciarnos con las cosas mediocres, sino de anhelar las más altas, de esforzamos por alcanzarlas con todas nuestras energías, dado que, con quererlo, podremos. Desdeñemos las cosas terrenas, despreciemos las astrales y, abandonando todo lo mundano, volemos a la sede ultra mundana, cerca del pináculo de Dios. Allí, como enseñan los sacros misterios, los Serafines, los Querubines y los Tronos ocupan los primeros puestos. También de estos emolumentos la dignidad y la gloria, incapaces ahora desistir e intolerantes de los segundos puestos. Con quererlo, no seremos inferiores a ellos. Pero ¿de qué modo? ¿Cómo procederemos? Observemos cómo obran y cómo viven su vida. Si nosotros también la vivimos (y podemos hacerlo), habremos igualado ya su suerte. Arde el Serafín con el fuego del amor; fulge el Querubín con el esplendor de la inteligencia; está el trono en la solidez del discernimiento. Por lo tanto, si, aunque entregados a la vida activa, asumimos el cuidado de las cosas inferiores con recto discernimiento, nos afirmaremos con la solidez estable de los Tronos. Si, libres de la acción, nos absorbemos en el ocio de la contemplación, meditando en la obra al Hacedor y en el Hacedor la obra, resplandeceremos rodeados de querubínica luz. Si ardemos sólo por el amor del Hacedor de ese fuego que todo lo consume, de inmediato nos inflamaremos en aspecto seráfico. Sobre el Trono, vale decir, sobre el justo juez, está Dios, juez de los siglos. Por encima del Querubín, esto es, por encima del contemplante, vuela Dios que, como incubándolo, lo calienta. El espíritu del Señor en efecto, "se mueve sobre las aguas". Esas aguas, digo, que están sobre los cielos y que, como está escrito en Job, alaban a Dios con himnos antelucanos. El seráfico, esto es, amante, está en Dios y Dios está en él: Dios y él son uno solo. Grande es la potestad de los Tronos y la alcanzaremos con el juicio; suma es la sublimidad de los Serafines y la alcanzaremos con el amor. 6 Pero ¿cómo se puede juzgar o amar lo que no se conoce? Moisés amo al Dios que vio y promulgo al pueblo, como juez, lo que primero había visto en el monte. He aquí por qué, en el medio, está el Querubín con "su luz quien nos prepara para la llama seráfica ya la vez, nos ilumina el juicio de los Tronos. Este es el nudo de las primeras mentes, el orden paládico que preside la filosofía contemplativa: esto es lo que primero debemos emular buscar y comprender para que así podamos ser arrebatados a los fastigios del amor y luego descender prudentes y preparados a los deberes de la acción. Pero si nuestra vida ha de ser modelada sobre la vida querubínica, el precio de tal operar es éste: tener claramente ante los ojos en que consiste tal vida, cuáles son sus acciones, cuáles sus obras. Siéndonos esto inalcanzable, somos carne y nos apetecen las cosas terrenas, apoyémonos en los antiguos Padres, los cuales pueden ofrecemos un seguro y copioso testimonio de tales cosas, para ellos familiares y allegadas. Preguntemos al apóstol Pablo, vaso de elección, qué fue lo que hicieron los ejércitos de los querubines cuando él fue arrebatado al tercer cielo. Nos responderá como interpreta Dionisio, que se purificaban, eran iluminados y se volvían finalmente perfectos. También nosotros, pues, emulando en la tierra de la vida querubínica, refrenando con la ciencia moral el ímpetu de las pasiones, disipando la oscuridad mental con la dialéctica, purifiquemos el alma, limpiándola de las manchas de la ignorancia y del vicio, para que los afectos no se desencadenen ni la razón deleite. En el alma entonces, así compuesta y purificada, difundamos la luz de la filosofía natural, llevándola finalmente a perfección con el conocimiento de las cosas divinas. Y para no restringimos a nuestros Padres, consultemos al patriarca Job, cuya imagen refulge esculpida en la sede de la gloria. El patriarca sapientísimo nos enseñará que mientras dormía en el mundo terreno, velaba en el reino de los cielos. Nos enseñará mediante un símbolo (todo se presentaba así a los patriarcas) que hay escala que del fondo de la tierra llegan al sumo cielo, distinguidas en una serie de muchos escalones: en la cúspide: se sienta el Señor, mientras los ángeles contempladores alternativamente suben y bajan. Y si nuestro deber es hacer lo mismo imitando la vida de los ángeles, ¿quién osará, pregunto, tocar las escalas del Señor o con los pies impuros o con las manos mal limpias? Al impuro según los misterios, le está vedado tocar lo que es puro. Pero, ¿qué son estos pies y estas manos? Sin duda el pie del alma es esa parte vilísima con que se apoya en la materia como en el suelo: y yo la entiendo como el instinto que alimenta y ceba, pábulo de líbido y maestro de sensual blandura. ¿Y por qué llamaremos manos del alma a lo más irascible que, soldado de los apetitos por ellos combate y rapaz, bajo el polvo y el sol, pilla lo que el alma habrá de gozar adormilándose en la sombra? Para no ser expulsados de la escala como profanos e inmundos, estos pies y estas manos, esto es, toda la parte sensible en que tienen sede los halagos corporales que, como suele decirse, aferran el alma por el cuello, lavemos con la filosofía moral, como en agua corriente. Pero tampoco bastará esto para volverse compañero de los ángeles que deambulan por la escala de Jacob si primero no hemos sido bien instruidos y habilitados para movemos con orden, de escalón en escalón, sin salir nunca de la rampa de la escala, sin estorbar su tránsito. Cuando hayamos conseguido esto con el arte discursivo y raciocinante y ya 7 animados por el espíritu querúbico, filosofando según los escalones de la escala, esto es, de la naturaleza, y escrutando todo desde el centro y enderezando todo al centro, ora descenderemos, desmembrando con fuerza titánica lo uno en lo múltiple, como Osiris, ora nos elevaremos reuniendo con fuerza apolínea lo múltiple en lo uno como los miembros de Osiris hasta que, posando por fin en el seno del Padre, que está en la cúspide de la escala, nos consumaremos en la felicidad teológica. Y preguntemos al justo Job, que antes de ser traído a la vida hizo un pacto con el Dios de la vida que es lo que el sumo Dios prefiere sobre todo en esos millones de ángeles que están junto a él. "La Paz", responderá seguramente, según lo que se lee en su propio libro: "(Dios es) Aquél que hace la paz en lo alto de los cielos". Y puesto que el orden medio interpreta los preceptos del orden superior para los inferiores, las palabras del teólogo Job nos sean interpretadas por el filosofo Empédocles. Este, como lo testimonian sus carmenes, simboliza con el odio y con el amor, esto es, con la guerra y con la paz, las dos naturalezas de nuestra alma por las cuales somos levantados al cielo o precipitados a los infiernos. Y él, arrebatado en esa lucha y discordia, a semejanza de un loco, se duele de ser arrastrado al abismo, lejos de los dioses. Sin duda, oh Padres, múltiple es la discordia en nosotros; tenemos graves luchas internas peores que las guerras civiles. Si queremos huir de ellas, si queremos obtener esa paz que nos lleva a lo alto entre los elegidos del Señor, solo la filosofía moral podrá tranquilizarlas y componerlas. Si, sobre todo, nuestro hombre establece tregua con sus enemigos y frena los descompuestos tumultos de la bestia multiforme y el ímpetu, el furor y el asalto del león. Entonces, si más solícitos de nuestro bien, deseamos la seguridad de una paz perpetua, ésta vendrá y colmará abundantemente nuestros votos: muertas la una y la otra bestia, como víctimas inmoladas, quedará sancionado entre la carne y el espíritu un pacto inviolable de paz santísima. La dialéctica calmará los desórdenes de la razón tumultuosamente mortificada entre las pugnas de las palabras y los silogismos capciosos. La filosofía natural tranquilizará los conflictos de la opinión y las disensiones que trabajan, dividen y laceran de diversos modos el alma inquieta. Pero los tranquilizara de modo de hacemos recordar que la naturaleza, como ha dicho Heráclito, es engendrada por la guerra y por eso llamada por Homero "contienda". Por eso no puede damos verdadera quietud y paz estable, don y privilegio, en cambio, de su señora, la santísima teología. Esta nos mostrará la vía hacia la paz y nos servirá de guía, y la paz viendo de lejos que" nos aproximamos, "Venid a mi", gritará, "vosotros que estáis cansados, venid y os restauraré venid a mí y os daré la paz que el mundo y la naturaleza no puede daros". Tan suavemente llamados, tan benignamente invitados, con alados pies como terrenos Mercurios, volando hacia el abrazo de la beatísima madre, la ansiada paz gozaremos; paz santísima, indisoluble unión, amistad unánime por la cual todos los seres animados no sólo coinciden en esa Mente única que está por encima de toda mente, sino que de un modo inefable se funden en uno sólo. Esta es la amistad que los pitagóricos llaman el fin de toda la filosofía, ésta la paz que Dios actúa en sus cielos y que los ángeles que descendieron a la tierra anunciaron a los hombres de buena voluntad para que también los hombres, ascendiendo al cielo por ella se volviesen ángeles. Esta paz auguremos a los amigos, auguremos a nuestro siglo, auspiciemos en toda casa en que entremos, invoquémosla para nuestra alma para que vuelva así morada de Dios, para que, expulsada la impureza con moral y con la dialéctica se adorne con toda la filosofía 8 como con áulico ornamento, corone el frontón de las puertas con la diadema de la teología, de modo que así descienda sobre ella el Rey de la gloria y, viniendo con el Padre, ponga mansión con ella. Y si el alma se ha hecho digna de tal huésped, ya que la bondad de El es inmensa, revestida de oro como de veste nupcial y de la múltiple variedad de las ciencias, acogerá el magnífico huésped no ya como huésped, sino como esposo, con tal de no ser de El separada, deseará apartarse de su gente y, olvidada de la Casa de su padre y hasta de sí misma, ansiará morir para vivir en el esposo a cuya vista es preciosa la muerte de los santos. Muerte he dicho, si muerte puede llamarse esa plenitud de vida cuya meditación de los sabios dijeron que era el estudio de la filosofía. Y también invocamos a Moisés, en poco inferior a esa rebosante plenitud de sacrosanta e inefable inteligencia con cuyo néctar los ángeles se embriagan. Oiremos al juez venerando dictamos así leyes, a nosotros que habitamos en la desierta soledad del cuerpo: "Aquéllos que, aún impuros, necesiten de la moral, habiten con el vulgo fuera del tabernáculo, bajo el cielo descubierto como los sacerdotes tesalios, hasta que estén purificados. Aquéllos, en cambio, que ya compusieron sus costumbres, acogidos en el santuario, no toquen todavía las cosas sagradas, sino, a través de un noviciado dialéctico, como celosos levitas presten servicio en los sagrados oficios de la filosofía. Admitidos al fin también ellos, contemplen, en el sacerdocio de la filosofía, ya el multicolor, es decir, sidéreo ornamento del palacio de Dios, ya el celeste candelabro de siete llamas, ya los pelíceos elementos, para que, acogidos finalmente en las profundidades del templo por méritos de la sublimidad teológica, apartado todo velo de imágenes, de la gloria de la divinidad". Esto ciertamente nos ordena Moisés y, ordenando así, nos aconseja, nos incita y nos exhorta a preparamos por medio de la filosofía, mientras podamos, el camino de la futura gloria celeste. Pero no sólo los misterios mosaicos y los misterios cristianos, sino asimismo la teología de los antiguos nos muestra el valor y la dignidad de estas artes liberales de las cuales he venido a discutir. ¿Qué otra cosa quieren significar, en efecto, en los misterios de los griegos los grados habituales de los iniciados, admitidos a través de una purificación obtenida con la moral y la dialéctica, artes qué nosotros consideramos ya artes purificatorias? ¿Y esa iniciación, qué otra cosa puede ser sino la interpretación de la más oculta naturaleza mediante la filosofía? Y finalmente, cuando estaban así preparados, sobrevenía la famosa Epopteia, vale decir, la inspección de las cosas divinas mediante la teología. ¿Quién no desearía ser iniciados en tales misterios? ¿Quién, desechando toda cosa terrena y desprecian do los bienes de la fortuna, olvidado del cuerpo, no deseará, todavía peregrino en la tierra, llegar a comensal de los dioses y, rociado del néctar de la eternidad, recibir, criatura mortal, el don de la inmortalidad? ¿Quién no deseará estar así inspirado por aquella divina locura socrática, exaltada por platón -en el Fedro, ser arrebatado con rápido vuelo a la Jerusalem celeste, huyendo con el batir de las alas y de los pies de este mundo, reino maligno? ¡Oh sí, que nos arrebaten, oh padres, que nos arrebaten los socráticos furores sacándonos fuera de la mente hasta el punto de ponemos a nosotros y a nuestra mente en Dios! Y ciertamente que por ellos seremos arrebatados si antes hemos cumplido todo cuanto esta en nosotros; si con la moral, en efecto, han sido refrenados hasta sus justos límites los ímpetus de las pasiones, de modo que éstas se armonicen recíprocamente con estable acuerdo: si la razón procede ordenadamente mediante la dialéctica, nos embriagaremos, 9 como excitados por las Musas, con la armonía celeste. Entonces Baco, señor de las Musas, manifestándose a nosotros, vueltos filósofos, en sus misterios, esto es, en los signos visibles de la naturaleza 36, los invisibles secretos de Dios, nos embriagará con la abundancia de la mansión divina en la cual, si somos del todo fieles como Moisés, la sobreviniente santísima teología nos animará con dúplice furor. Sublimados, en efecto, en su excelsa atalaya, refiriendo a la medida de lo eterno las cosas que son, que fueron y que serán, y observando en ellas la original belleza, cual febeos vates, sus amadores alados, hasta que, puestos fuera de nosotros en un indecible amor, poseídos por un estro y llenos de Dios como Serafines ardientes, ya no seremos más nosotros mismos, sino Aquél que nos hizo. Los sacros nombres de Apolo, si alguien escruta a fondo sus significados y los misterios encubiertos, demuestran suficientemente que este dios era filosofo no meno que poeta. Pero habiendo ya copiosamente ilustrado esto Ammonio, no hay razón para que yo lo trate de otra manera. Recordemos, no obstante, oh padres, los tres preceptos délficos indispensables a aquéllos que están por entrar en el sacrosanto y augustísimo templo, no del falso sino del verdadero Apolo que ilumina toda alma que viene a este mundo: veréis que no reclaman otra cosa que no sea abrazar con todas nuestras fuerzas aquella triple filosofía sobre la que ahora discutimos. En efecto, aquel medén agan, este es, "nada con exceso" prescribe rectamente la norma y la regla de toda virtud según el criterio del justo medio, del cual trata la moral. Y el famoso gnothi seautón, esto es, "conócete a tí mismo" incita y exhorta al conocimiento de toda la naturaleza, de la cual el hombre y como connubio. Quien, en efecto, se conoce a sí mismo, todo en sí mismo conoce, como ha escrito primero Zoroastro y después Platón en Alcibíades. Finalmente, iluminados en tal conocimiento por la filosofía natural, próximos ahora a Dios y pronunciando el saludo teológico El, esto es, "Tú eres", llamaremos al verdadero Apolo familiar y alegremente. Interrogaremos también al sapientísimo Pitágoras, sabio sobre todo por no haberse nunca considerado digno de tal nombre. Nos prescribirá en primer lugar, "no sentamos sobre el celemín", esto es, no dejar inactiva aquella parte racional con la cual el alma mide todo, juzga y examina, sino dirigirla y mantenerla pronta con el ejercicio y la regla de la dialéctica. Nos indicará luego dos cosas que hay que primero evitar: "orinar frente al Sol" y "cortamos las uñas durante el sacrificio". Sólo cuando con la moral hayamos expulsado de nosotros los apetitos superfluos de la voluntad y hayamos despuntado las garras ganchudas de la ira y los aguijones del ánimo, sólo entonces empezaremos a intervenir en los sagrados misterios de Baco, de los cuales hemos hablado, y a dedicarnos a la contemplación de la cual el Sol es merecidamente reputado padre y señor. Nos aconsejará, en fin, "alimentar el gallo", de saciar con el alimento y la celeste ambrosía de las cosas divinas la parte divina de nuestra alma. Es éste el gallo cuyo aspecto teme y respeta el león, esto es toda potestad terrena. Es éste el gallo al cual según Job fue dada la inteligencia. Al canto de este gallo se orienta el hombre extraviado. Este es el gallo que canta cada día al alba, cuando los astros matutinos alaban al Señor. Este es el gallo que Sócrates moribundo, en el momento en que "esperaba reunir lo divino de su alma con la divinidad del Todo y ya lejos del peligro de enfermedad corpórea dijo ser deudor a Esculapio, o sea, el médico de las almas. Examinemos también los, documentos de los caldeos y, si les damos fe, encontraremos que en virtud de las mismas artes se abre a los mortales la vía de la felicidad. Escriben los 10 intérpretes caldeos que fue sentencia de Zoroastro que el alma era alada y que, al caérseles las alas, se precipita al cuerpo y vuelve a volar al cielo cuando de nuevo le crecen. Habiéndole preguntado los discípulos de que modo podrían volver al alma apta para el vuelo, con las alas bien emplumadas, respondió: "rociar las alas con las aguas de la vida". Y habiéndole preguntado a su vez dónde podrían alcanzar estas aguas, les respondió, según su costumbre, con una parábola: "El paraíso de Dios está bañado e irrigado por cuatro ríos: alcanzad allí las aguas salvadoras. El nombre del río que corre en el Septentrión se dice Pischon, que significa justicia; el del ocaso tiene por nombre Dichon, vale decir, expiación; el de oriente se llama Chiddekel y quiere decir luz, y el que corre, en fin, a mediodía se llama Perath y se puede interpretar fe. Fijaos, oh padres, y considerad con atención el significado de estos dogmas de Zoroastro. No significan, ciertamente, sino que purifiquemos la legañosidad de los ojos con la ciencia moral, como con ondas occidentales; que con la dialéctica, como un nivel boreal, fijemos atentamente la mirada; que luego debemos habituamos a soportar en la contemplación de la naturaleza de la luz todavía débil de la verdad, como primer indicio del sol naciente; hasta que, por último, mediante la piedad teológica y el santísimo culto de Dios, podamos resistir vigorosamente, como águilas del cielo, el fulgurante esplendor del sol a mediodía. Estos son, acaso, los conocimientos matutinos, meridianos y vespertinos cantados primero por David y después explicados más ampliamente por Agustín. Esta es la luz esplendente que inflama directa a los Serafines y que al par ilumina a los Querubines. Esta es la razón a que siempre tendía el padre Abraham. Este es el lugar donde, según la enseñanza de los cabalistas y los moros, no hay sitio para los espíritus inmundos. (*) (*) Fuente: "Discurso sobre la dignidad del hombre", Pico della Mirandola, Traducción de Adolfo Ruiz Diaz, 1978, ed. Goncourt (antes editado en página www.elhilodeariadna.com ). 11 EL PRÍNCIPE MAQUIAVELO TOMADO DE http://www.gratislibros.com.ar/libros9.htm 12 EL PRÍNCIPE MAQUIAVELO TOMADO DE http://www.gratislibros.com.ar/libros9.htm NICOLÁS MAQUIAVELO AL MAGNIFICO LORENZO DE MÉDECIS Los que desean congraciarse con un príncipe suelen presentd sele con aquello que reputan por más precioso entre lo que poseen, o con lo que juzgan más ha de agradarle; de ahí que se vea que muchas veces le son regalados caballos, armas, telas de oro, pledras preciosas y parecidos adornos dignos de su grandeza. Deseando, pues, presentarme ante Vuestra Magnificencia con alglún testimonio de mi sometimiento, no he encontrado entre lo poco que poseo nada que me sea más caro o que tanto estime como el conocimiento de las acciones de los hombres, adquirido gracias a una larga experiencia de las cosas modernas y a un incesante estudio de las antiguas.¹ Acciones que luego de examinar y meditar durante mucho tiempo y con gran seriedad, he encerrado en un corto volumen, que os dirijo. Y aunque juzgo esta obra indigna de Vuestra Magnificencia, no por eso confío menos en que sabréis aceptarla, considerando que no puedo haceros mejor regalo que poneros en condición de poder entender, en brevísimo tiempo, todo cuanto he aprendido en muchos años y a costa de tantos sinsabores y peligros. No he adornado ni hinchado esta obra con cláusulas interminables, ni con palabras ampulosas y magníficas, ni con cualesquier atractivos o adornos extrinsecos, cual muchos suelen hacer con sus cosas; ² porque he querido, o que nada la honre, o que só1o la variedad de la materia y la gravedad del tema la hagan grata. No quicro que se mire como presuncióne el que un hombre de humilde cuna se atreva a examinar y criticar el gobierno de los príncipes. Porque asi como aquellos que dibujan un paisaje se colocan en el llano para apreciar mejor los moties y los lugares altos, y para apreciar mejor el llano escalan los montes,³ así para conocer bien la naturaleza de los pueblos hay que ser príncipe, y para conocer la de los príncipes hay que pertenecer al pueblo. Acoja, pues, Vuestra Magnificencia este modesto obsequio con el mismo ánimo con que yo lo hago; si lo lee y medita con atención, descubrirá en él un vivísimo deseo mío: el de que Vuestra Magnificencia llegue a la grandeza que el destino y sus virtudes le auguran. Y si Vuestra Magnificencia, desde la cúspide de su altura, vuelve alguna vez la vista hacia este llano, comprenderá cuán inmerecidamente soporto una grande y 13 constante malignidad de la suerte. 1 Las dos escuelas de los grandes hornbres. (Cristina de Suecia.) 2 Como Tácito y Gibbon (G). 3 Con esto empecé y con ello conviene empezar. Se conoce mucho mejor el fondo de los valles cuando se está en la cumbre de la montaña (RC). Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 14 EL PRÍNCIPE Capitulo I DE LAS DISTINTAS CLASES DE PRINCIPADOS Y DE LA FORMA EN QUE SE ADQUIEREN Todos los Estados, todas las dominaciones que han ejercido y ejereen soberanía sobre los hombres, han sido y son repúblicas o principados. Los principados son, o hereditarios, cuando una misma farmilia ha reinado en ellos largo tiempo, o nuevos. Los nuevos, o lo son del todo, como lo fue Milán bajo Francisco Sforza, o son como rniembros agregados al Estado hereditario del príncipe que los adquiere, como es el reino de Nápoles para cl rey de España. Los dominios así adquiridos están acostumbrados a vivir bajo un príncipe o a ser libres; y se adquieren por las armas propias o por las ajenas, por la suerte o por la virtud. Capitulo II DE LOS PRINCIPADOS HEREDETARIOS Dejaré a un lado el discutir sobre las repúblicas porque ya en otra ocasión lo he hecho extensamente. Me dedicaré solo a los principados, para ir tejiendo la urdimbre de mis opiniones y establecer cómo pueden gobernarse y conservarse tales principados. En primer lugar, me parece que es más fácil conserver un Estado hereditario, acostumbrado a una dinastía, que uno nuevo, ya que basta con no alterar el orden establecido por los príncipes anteriores, y contemporizar después con los cambios que puedan producirse. De tal modo que, si el príncipe es de mediana inteligencia, se mantendrá siempre en su Estado, a menos que una fuerza arrolladora lo arroje de él; y aunque asi sucediese, sólo, tendría que esperar; para reconquistarlo, a que el usurpador stifriera. el primer tropiezo. Tenemos en Italia, por ejemplo, al duque de Ferrara, que no resistió los asaltos de los venecianos en el 84 (1484) ni los del papa Julio en el 10 (1510), por motivos distintos de la antigüedad de su soberanía en el dominio. Porque el príncipe natural tiene menos razones y menor necesidad de ofender: de donde es lógico que sea más amado; y a menos que vicios excesivos le atraigan el odio, es razonable que le quieran con naturalidad los suyos. Y en la antigüedad y continuidad de la dinastía se borran los recuerdos y los motivos que la trajeron, pues un camibio deja siempre la piedra angular para la edificación de otro. Capitulo III DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS 15 Pero las dificultades existen en los principados nuevas. Y si no es nuevo del todo, sino como miembro agregado a un conjunto anterior, que puede llamarse así mixto, sus incertidumbres nacen en primer lugar de una natural dificultad que se eneuentra en todos los principados nuevos. Dificultad que estriba en que los hombres cambian con gusto de Señor, creyendo mejorar; y esta creencia los impulsa a tornar las armas contra él; en lo cual se engañan, pues luego la experiencia les enseña que han empeorado. Esto resulta de otra necesidad natural y común que hace que el príncipe se vea obligado a ofender a sus nuevos súbditos, con tropas o con mil vejaciones que el acto de la conquista lleva consigo. De modo que tienes por enemigos a todos los que has ofendido al ocupar el principado, y no puedes. conserver como amigos a los que te han ayudado a conquisEste documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 16 tarlo, porque no puedes satisfacerlos como ellos esperaban, y puesto que les estás obligado, tampoco puedes emplear medicines fuertes contra ellos; porque siempre, aunque se descanse en ejércitos poderosísimos, se tiene necesidad de la colaberación de los “provincianos” para entrar en una provincia. Por estas razones, Luis XII, rey de Francia, ocupó rápidamente a Milán, y rapidamente lo perdió; y bastaron la primera vez para arrebatárselo las mismas fuerzas de Ludovico Sforza; porque los pueblos que le habían abierto las puertas, al verce defraudados en las esperanzas que sobre el bien futuro habian abrigado, no podían soportar con resignación las imposiciones del nuevo príncipe. Bien es cierto que los territorios rebelados se pierden con más dificultad cuando se conquistan por segunda vez, porque el señor, aprovechándose de la rebelión, vacila menos en asegurar su poder castigando a los delincuentes, vigilando a los sospechosos y reforzando las partes más débiles. De modo que, si para hacer perder Milán a Francia bastó la primera vez un duque Ludovico que hiciese un poco de ruido en las fronteras, para hacércelo perder la segunda se necesitó que todo el mundo se concertase en su contra, y que sus ejérecitos fuesen aniquilados y arrojados de Italia, to cual se explica por las razones antedichas. Desde luego, Francia perdió a Milán tanto la primera conmo la segunda vez. Las razones generales de la primera ya han sido diseurridas; quedan ahora las de la segunda, y queda el ver los medios de que disponia o de que hubiese podido disponer alguien que se encontrara en cl lugar de Luis XII para conservar la conquista mejor que él. Estos Estados, que al adquirirse se agregan a uno más antiguo, o son de la misma provincia y de la misma lengua, o no to son. Cuando to son, es muy fácil conservarlos, sobre todo cuando no están acostumbrados a vivir libres, y para afianzarse en cl poder, basta con haber borrado la linea del príncipe que los gobernaba, porque, por lo demás, y siempre que se respeten sus costumbres y las ventaias de que gozaban, los hombres permanceen sosegados, como se ha visto en cl caso de Borgoñla, Bretaña, Gascuña y Normandía, que están sujetas a Francia desde hace tanto tiempo; y aun cuando hay alguna diferencia de idioma, sus costumbres son parecidas y pueden convivir en buena armonía. Y quien los adquiera, si desea conservarlos, debe tener dos cuidados: primero, que la descendencia del anterior príncipe desaparezca; después, que ni sus leyes ni sus tributos sean alterados. Y se verá que en brevisimo tiempo el principal adquirido pasa a constituir un solo y mismo cuerpo con el principado conquistador. Pero cuando se adquieren Estados en una provincia con idioma, costumbres y organización diferentes, surgen entonces las dificultades y se hace precisa mucha suerte y mucha habilidad para conservarlos; y uno de los Señores y más eficaces remedios sería que la persona que los adquiera fuese a vivir en ellos. Esto haría más segura y más duradera la posesión. Como ha heeho cl Turco con Grecia; ya que, a despecho de todas las disposiciones tomadas para conserver aquel Estado, no habría conseguido retenerlo si no hubiese ido a establecerse allí. Porque, de 17 esta manera, se ven nacer los desórdenes y se los puede reprimir con prontitud; pero, residiendo en otra parte, se entera uno cuando ya son grandes y no tienen remedio. Además, los representantes del príncipe no pueden saquear la provincia, y los súbditos están mis satisfechos porque pueden recurrir a él fácilmente y tienen más oportunidades para amarlo, si quieren ser buenos, y para temerlo, si quieren proceder de otra manera. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 18 Los extranjeros que desearan apoderarse del Estado tendrían mis respeto; de modo que, habitando en él, solo con muchísima dificultad podrá perderlo. Otro buen remedio es mandar colonias a uno o dos lugares que sean come llaves de aquel Estado; porque es precise hacer esto o mantener numerosas tropas. En las colonias no se gasta mucho, y con esos pocos gastos se las gobierna y conserva, y sólo se perjudica a aquellos a quienes se arrebatan los campos y las casas para darlos a los nuevos habitantes, que forman una mínima parte de aquel Estado. Y come los damnificados son pobres y andan dispersos, jamás pueden significar peligro; y en cuanto a los demás, como por una parte no tienen motivos para considerarse perjudicados, y por la otra temen incurrir en falta y exponerse a que les suceda lo que a los despojados, se quedan tranquilos. Concluyo que las colonias no cuestan, que son mis fieles y entrañan menos peligro; y que los damnificados no pueden causar molestias, porque son pobres y están aislados, come ya he dicho. Ha de notarse, pues, que a los hombres hay que conquistarlos o elirninarlos, porque si se vengan de las ofensas leves, de las graves no pueden; así que la ofensa que se haga al hombre debe ser tal, que le resulte imposible vengarse. Si en vez de las colonias se emplea la ocupaci6n militar, el gasto es mucho mayor, porque el mantenimiento de la guardia absorbe las rentas del Estado y la adquisición se convierte en pérdida, y, además, se perjudica e incomoda a todos con el frecuente cambio del alojamiento de las tropas. Incomodidad y perjuicio que todos sufren, y por los cuales todos se vuelven enemigos; y son enemigos que deben temerse, aun cuando permanezcan encerrados en sus casas. La ocupación militar es, pues, desde cualquier punto de vista, tan inúitil como útiles son las colonias. El príncipe que anexe una provincia de costumbres, lengua y organización distintas a las de la suya, debe también convertirse en paladín y defensor de los vecinos menos poderosos, ingeniarse para debilitar a los de mayor poderío y cuidarse de que, bajo ningún pretexto, entre en su Estado un extranjero tan poderoso como él. Porque siempre sucede que el recién llegado se pone de parte de aquellos que, por ambición o por miedo, están descontentos de su gobierno, como ya se vio cuando los etolios llamaron a los romanos a Grecia: los invasores entraron en las demás provincias llamados por sus propios habitantes. Lo que ocurre comúnmente es que, no bien un extranjero poderoso entra en una provincia, se le adhiren todos los que sienten envidia del que es más fuerte entre ellos, de modo que el extranjero no necesita gran fatiga para ganarlos a su causa, ya que en seguida y de buena gana forman un bloque con el Estado invasor. Sólo tiene que preocuparse de que después sus aliados no adquieran demasiada fuerza y autoridad, cosa que puede hacer fácilmente con sus tropas, que abatirán a los poderosos y lo dejarán árbitro único de la provincia. El que, en lo que a esta parte so refiere, no gobierne bien perderá muy pronto lo que hubiere conquistado, y aun cuando lo conserve, tropezará con infinitas dificultades y obstáculos. 19 Los romanos, en las provinces do las cuales se hicieron dueños, observaron perfectamente estas reglas. Establecieron colonias, respetaron a los menos poderosos sin aumentar su poder, avasallaron a los poderosos y no permitieron adquirir influencia on el país a los extranjeros poderosos. Y quiero que me baste lo sucedido en la provincia do Grecia como ejemplo. Fueron respetados acayos y etolios, fue sometido el reino de los macedonios, fue expulsado Antíoco, y nunea los méritos que hicieron acayos o etolios los llevaron a permitirles expansión alguna, ni las palabras do Filipo los indujeron a Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 20 tenerlo como amigo sin someterlo, ni el poder do Antíoco pudo hacer que consintiesen en darle ningún Estado en la provincia. Los romanos hicieron en estos casos lo que todo príncipe prudente debe hacer, lo cual no consiste simplemente en preocuparse de los desórdenes presentes, sino también de los futuros, y de evitar los primeros a cualquier precio. Porque previnidndolos a tiempo so pueden remediar con facilidad; pero si se espera que progresen, la medicina llega a doshora, pues la enfermedad se ha vuelto incurable. Sucede lo que los médicos dicen del tisico: que al principio su mal es dificil do conocer, pero fácil de curar, mientras que, con el transcurso del tiempo, al no haber sido conocido ni atajado, se vuelve ficil de conocer, pero dificil do curar. Asi pasa en las cosas del Estado: los males que nacen on él, cuando se los descubre a tiempo, lo que sólo es dado al hombre sagaz, se los cura pronto; pero ya no tienen remedio cuando, por no haberlos advertido, se los deja crecer hasta el punto de que todo el mundo los ve. Pero como los romanos vieron con tiempo los inconvenientes, los remediaron siempre, y jamás les dejaron seguir su curso por evitar una guerra, porque sabian que una guerra no se evita, sino que se difiere para provecho ajeno. La declaración, pues, a Filipo y a Antioco en Grecia, para no verse obligados a sostenerla en Italia; y aunque entonces podían evitaria tanto en una como en otra parte, no lo quisieron. Nunca fueron partidarios de ese consejo, que está en boca de todos los sabics de nuestra epoca: hay que esperarlo todo del tiempo”; prefirieron confiar en su prudencia y en su valor, no ignorando que el tiempo puede traer cualquier cosa consigo, y que puede engendrar tanto el bien como el mal, y tanto el mal como el bien. Pero volvamos a Francia y examinemos si se ha hecho algo de lo dicho. Hablaré, no de Carlos, sino de Luis, es decir, de aquel que, por haber dominado más tiempo en Italia, nos ha permitido apreciar major su conducta. Y se verá cómo ha hecho to contrario de lo que debe hacerse para conserver un Estado de distinta nacionalidad. El rey Luis fue llevado a Italia por la ambición de los venecianos, que querían, gracias a su intervención, conquistar la mitad de Lombardía. Yo no pretendo censurar la decisión tomada por el rey, porque si tenia cl propósito de empezar a introducirse en Italia, y carecía de amigos, y todas las puertas se le cerraban a causa de los desmanes del rey Carlos, no podía menos que aceptar las amistades que se le ofrecían. Y habría triunfado en su designio si no hubiese cometido error alguno en sus medidas posteriores. Conquistada, pues, la Lombardía, el rey pronto recobró para Francia la reputación que Carlos le babía hecho perder. Génova cedió; los florentinos le brindaron su amistad; el marqués de Mantua, cl duque de Ferrara, los Bentivoglio, la señora de Furli, los señores de Faenza de Pésaro, de Rímini, de Camerino y de Piombino, los luqueses, los paisanos y los sieneses, todos trataron de convertirse en sus amigos. Y entonces pudieron comprender los venecianes la temeridad de su ocurrencia: para apoderarse de dos ciudades de Lombardía, hicieron al rey dueño de las dos terceras partes de Italia. Considérese ahora con qué facilidad el rey podia conserver su influencia en Italia, con tal de haber observado las reglas enunciadas y defendido a sus amigos, que, por ser numerosos y débiles, y temer unos a los venecianos y otros a la Iglesia, estaban siempre 21 necesitados de su apoyo; y por medio de ellos contener sin dificultad a los pocos enemigos grandes que quedaban. Pero pronto obró al revés en Milán, al ayudar al papa Alejandro para que ocupase la Romaña. No advirtió de que con esta medida perdía a sus amigos y a los que se habían puesto bajo su protección, y al par que debilitaba sus propias fuerzas, engrandecía a la Iglesia, añadiendo tanto poder temporal al espiritual, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 22 que ya bastante autoridad le daba. Y cometido un primer error, hubo que seguir por el mismo camino; y para pener fin a la ambición de Alejandro e impedir que se convirtiese en señor de Toscana, se vio obligado a volver a Italia. No le bastó haber engrandecido a la Iglesia y perdido a sus amigos, sino que, para gozar tranquilo del reino de Nápoles, lo compartió con cl rey de España; y donde éi era antes árbitro único, puso un compañero para que los ambiciosos y descontentos de la provincia tuviesen a quien recurrir; y donde podía haber dejado a un rey tributario, llamó a alguien que podia echarlo a él. El ansia de conquista es, sin duda, un sentimiento muy natural y común, y siempre que lo hagan los que pueden, antes serán alabados que censurados; pero cuando intentan hacerlo a toda costa los que no pueden, la censura es lícita. Si Francia podía, pues, con sus fuerzas apoderarse de Nápoles, debía hacerlo., y si no podía, no debía dividirlo. Si el reparto que hizo de Lombardía con los venecianos era excusable porque le permitió entrar en Italia, lo otro, que no estaba justificado por ninguna necesidad, es reprobable. Luis cometió, pues, cinco faltas: aniquiló a los débiles, aumentó el poder de un poderoso de Italia, introdujo en ella a un extranjero más poderoso aún, no se estableció en et territorio conquistado y no fundó colonias. Y, sin embargo, estas faltas, por lo menos en vida de él podían no haber traído consecuencias desastrosas si no hubiese cornetido la sexta, la de despojar de su Estado a los venecianos. Porque, en vez de hacer fuerte a la lgiesia y de poner a España en Italia, era muy razonable y hasta necesario que las sometiese; pero cometido el error, nunca debió consentir en la ruina de los venecianos, pues poderosos como eran, habrían mantenido a los otros siempre distantes de toda acción contra Lombardía, ya porque no lo hubiesen permitido sino para ser ellos mismos los dueños, ya porque los otros no hubiesen querido arrebatársela a Francia para dársela a los venecianos, y para atacar a ambos a la vez les hubiera faltado audacia. Y si alguien dijese que el rey Luis cedió la Romaña a Alejandro Nápoles a España para evitar la guerra, contestaría con las razones arriba enunciadas: que para evitar una guerra nunca se debe dejar que un desorden siga su curso, porque no se la evita, sino se la posterga en perjuicio propio. Y si otros alegasen que el rey habia prometido al papa ejecutar la empresa en su favor para obtener la disolución de su matrimonio y el capelo de Ruán, respondería con lo que más adelante se dirá acerca de la fe de los príncipes y del modo de observarla. El rey Luis ha perdido, pues, la Lombardía por no haber seguido ninguna de las normas que siguieron los que conquistaron provincias y quisieron conservarlas. No se trata de milagro alguno, sino do un hecho muy natural y lógico. Así se lo dije en Nantes cl cardenal de Ruán mientras que “el Valentino” como era llamado por el pueblo César Borgia, hijo del papa Alejandro, ocupaba la Romaña. Como me dijera el cardenal de Ruán que los italianos no entendían nada do las cosas de la guerra, yo tuve que contestarle que los franceses entendían menos de las que se refieren al Estado, porque de lo contrario no hubiesen dejado que la lgiesia adquiriese tanta influencia. Y ya se ha visto cómo, después de haber contribuido a crear la grandeza de la Iglesia y de España 23 en Italia, Francia fue arruinada por ellas. De lo cual se infiere una regla general que rara vez o nunca falla: que el que ayuda a otro a hacerse poderoso causa su propia ruina. Porque es natural que el que se ha vuelto poderoso recele de la misma astucia o de la misma fuerza gracias a las cuales se lo ha ayudado. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 24 Capitulo IV POR QUÉ EL REINO DE DARÍO, OCUPADO POR ALEJANDRO, NO SE SUBLEVÓ CONTRA LOS SUCESORES DE ÉSTE DESPUES DE SU MUERTE Consideradas las dificultades que encierra el conserver un Estado recientemente adquirido, alguien podría preguntarse con asombro a qué se debe que, hecho Alejandro Magno dueño do Asia en pocos años, y muerto apenas ocupada, sus sucesores, en circunstancias en que hubiese sido muy natural que el Estado se rebelase, lo retuvieron on sus manos, sin otros obstáculos que los que por ambición surgieron entre ellos. Contesto que todos los principados de que se guarda memoria han sido gobernados de dos modes distintos: o por un príncipe que elige de entre sus siervos, que lo son todos, los ministros que lo ayudarán a gobernar, o per un principe asistido por nobles que, no a la gracia del señrr, sino a la antigüedad de su linaje, deben la posición que ocupan. Estos nobles tienen Estados y súbditos propios, que los reconocen per señores y les tienen natural afección. Mientras que, en los Estados gobernados por un príncipe asistido por siervos, el príncipe goza de mayor autoridad: porque en toda la provincia no se reconoce soberano sine a él, y si se obedece a otro, a quien además no se tienen particular amor, sólo se lo hace per tratarse de un ministro y magistrado del principe. Los ejemplos de estas dos clases de gobierno se hallan hoy en el Gran Turco y en el rey de Francia. Toda Turquía esta gobernada per un solo señor, del cual los demás habitantes son siervos; un señor que divide su reino en sanjacados, nombra sus administradores y los cambia y reemplaza a su antojo. En cambio, el rey de Francia está rodeado por una multitud de antiguos nobles que tienen sus prerrogativas, que son reconocidos y amados por sus súbditos y que son dueñlos de un Estado que el rey no puede arrebatarles sin exponerse. Así, si se examina uno y otro gobierno, se verá que hay, en efecto, dificultad para conquistar el Estado del Turco, pero que, una vez conquistado, es muy fácil conservarlo. Las razones de la dificultad para apoderarse del reino del Turco residen en que no se puede esperar ser llamado por los principes del Estado, ni confiar en que su rebelión facilitará la empresa. Porque, siendo esclavos y deudores del principe, no es nada ficil sobornarlos., y aunque se lo consiguiese, de poca utilidad sería, ya que, por las razones enumeradas, los traidores no podrían arrastrar consigo al pueblo. De donde quien piense en atacar al Turco reflexione antes en que hallará el Estado unido, y confíe mas en sus propias fuerzas que en las intrigas ajenas. Pero una vez vencido y derrotado en campo abierto de manera que no pueda rehacer sus ejércitos, ya no hay que tomer sino a la familia del príncipe; y extinguida ésta, no queda nadie que signifique peligro, pues nadie goza de crédito on el pueblo; y como antes de la victoria el vencedor no podía esperar nada do los ministros del príncipe, nada debe temer después do ella. Lo contrario sucede on los reinos organizados como el de Francia, donde, si to atraes a algunos de los nobles, que siempre existen descontentos y amigos do las mudanzas, fácil te será entrar. Estos, por las razones ya dichas, pueden abrirte cl camino y facilitarte 25 la conquista; pero si quires mantenerla, tropezarás después con infinitas dificultades y tendrás que luchar contra los que te han ayudado y contra los que has oprimido. No bastará que extermines la raza del príncipe: quedarán los nobles, que se harán cabecillas do los nuevos movimientos, y como no podrás conformarlos ni matarlos a todos, perderás el Estado en la primera oportunidad que se les presente Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 26 Ahora, si se medita sobre la naturaleza del gobierno do Darío s advertirá que se parecía mucho al del Turco. Por eso fue preciso que Alejandro fuera a su encuentro y le derribara en campada. Después de la victoria, y muerto Darío, Alejandro quedó dueño tranquilo del Estado, por las razones discurridas. Y si los sucesores hubiesen permanecido unidos, habrían podido gozar en paz de la conquista, porque no hubo on el reino otros tumultos que los que ellos mismos suscitaron. Pero es impossible gozar con tanta seguridad do un Estado organizado como el de Francia. Por ejernplo, los numerosos principados que había on España, Italia y Grecia explican las frecuentes revueltas contra los romanos; y mientras perduró el recuerdo de su existencia, los romanos nunca estuvieron seguros de su conquista; pero una vez el recuerdo borrado, se convirtieron, gracias a la duración y al poder de su Imperio, en sus seguros dominadores. Y así después pudieron, peleándose entre sí, sacar la parte que les fue posible en aquellas provincias, de acuerdo con la autoridad que tenían en ellas; porque, habiéndose extinguido la familia de sus antiguos señores, no se reconocían otros dueños que los romanos. Considerando, pues, estas cosas, no se asombrará nadie de la facilidad con que Alejandro conservó el Imperio de Asia, y de la dificultad con que los otros conservaron lo adquirido, como Pirro y muchos otros. Lo que no depende de la poca o mucha virtud del conquistador, sino de la naturaleza de lo conquistado. Capitulo V DE QUÉ MODO HAY QUE GOBERNAR LAS CIUDADES O PRINCIPADOS QUE, ANTES DE SER OCUPADOS, SE REGÍAN POR SUS PROPIAS LEYES Hay tres modos de conservar un Estado que, antes de ser adquirido, estaba acostumbrado a regirse por sus propias leyes y a vivir en libertad: primero, destruirlo., después, radicarse en él; por último, dejarlo regir por sus leyes, obligarlo a pagar un tributo y establecer un gobierno compuesto por un corto número de personas, para que se encargue de velar por la conquista. Como ese gobierno sabe que nada puede sin la amistad y poder del principe, no ha de reparar en medios para conservarle el Estado. Porque nada hay mejor para conserver -si se la quiere conservar- una ciudad acostumbrada a vivir libre que hacerla gobernar por sus mismos ciudadanos. Ahí están los espartanos y romanos corno ejemplo de ello. Los espartanos ocuparon a Atenas y Tebas, dejaron en ambas ciudades un gobierno oligárquico, y, sin embargo, las perdicron. Los romanos, para conserver a Capua, Cartago y Numancia, las arrasaron, y no las perdieron. Quisieron conserver a Grecia como lo habian hecho los espartanos, dejandole sus leyes y su libertad, y no tuvicron éxito: de modo que se vieron obligados a destruir muchas ciudades de aquelia provincia para no perderla. Porque, en verdad, el único medio seguro de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla. Quien se haga dueño de una ciudad así y no la aplaste, espere a ser aplastado por ella. 27 Sus rebeliones siempre tendrán por baluarte el nombre de libertad y sus antiguos estatutos, cuyo hábito nunca podrá hacerle perder el tiempo ni los beneficios. Por mucho que se haga y se prevea, si los habitantes no se separan ni se dispersan, nadie se olvida de aquel nombre ni de aquellos estatutos, y a ellos inmediatamente recurren en cualquier contingencias, como hizo Pisa luego de estar un siglo bajo cl yugo florentino. Pero cuando las ciudades o provincias están acostumbradas a vivir bajo un principe, y por la extinción de éste y su linaje queda vacante el gobierno, como por un lado los Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 28 habitantes estfán habituados a obedecer y por otro no tienen a quién, y no se ponen de acuerdo para elegir a uno de entre ellos, ni saben vivir en libertad, y por último tampoco se deciden a tomar las armas contra el invasor, un principe puede fácilmente conquistarlas y retenerlas. En las repúblicas, en cambio, hay más vida, más odio, más ansias de venganza. El recuerdo de su antigua libertad no les concede, no puede concederles un solo momento de reposo. Hasta tal punto que el mejor camino es destruirlas o radicarse en ellas. Capitulo VI DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON LAS ARMAS PROPIAS Y EL TALENTO PERSONAL Nadie se asombre de que, al hablar de los principados de nueva creación y de aquellos en los que sólo es nuevo el príncipe, traiga yo a colación ejemplos ilustres. Los hombres siguen casi siempre cl carnino abierto por otros y se empeñan en imitar las acciones de los demas. Y aunque no es posible seguir exactamente el mismo camino ni alcanzar la perfección del modelo, todo hombre prudente debe entrar en el camino seguido por los grandes e imitar a los que han sido excelsos, para que, si no los iguala en virtud, por lo menos se les acerque; y hacer como los arqueros experimentados, que, cuando tienen que dar en blanco muy lejano, y dado que conocen el alcance de su arma, apuntan por sobre él, no para llegar a tanta altura, sino para acertar donde se lo proponian con la ayuda de mira tan elevada. Los principados de nueva creación, donde hay un príncipe nuevo, son más o menos dificiles de conservar según que sea más o menos hábil el príncipe que los adquiere. Y dado que el hecho de que un hombre se convierta de la nada en príncipe presupone necesariamente talento o suerte, es de creer que una u otra de estas dos cosas allana, en parte, muchas dificultades. Sin embargo, el que menos ha confiado en el azar es siempre el que más tiempo se ha conservado en su conquista. También facilita enormemente las cosas el que un príncipe, al no poseer otros Estados, se vea obligado a establecerse en el que ha adquirido. Pero quiero referirme a aquellos que no se convirtieron en principes por cl azar, sino por sus virtudes. Y digo entonces que, entre ellos, loa más ilustres han sido Moisés, Ciro, Rómulo, Teseo y otros no menos grandes. Y aunque Moisés sólo fue un simple agente de la voluntad de Dios, merece, sin embargo, nuestra admiración, siquiera sea por la gracia que lo hacia digno de hablar con Dios. Pero también son admirables Ciro y todos los demás que han adquirido o fundado reinos; y si iuzgamos sus hechos y su gobierno, hallaremos que no deslucen ante los de Moisés, que tuvo tan gran preceptor. Y si nos detenemos a estudiar su vida y sus obras, descubriremos que no deben a la fortuna sino el haberles proporcionado la ocasión propicia, que fue el material al que ellos dieron la forma conveniente. Verdad es que, sin esa ocasión, sus méritos de nada hubicran valido; pero también es cierto que, sin sus méritos, era inútil que la ocasión se presentara. Fue, pues,. necesario que Moisés hallara al pueblo de Israel esclavo y oprimido por los egipcios para que ese pueblo, ansioso de 29 salir de su sojuzgamiento, se dispusiera a seguirlo. Se hizo menester que Rómulo no pudiese vivir en Alba y estuviera expuesto desde su nacimiento, para que llegase a ser rey de Roma y fundador de su patria. Ciro tuvo que ver a los persas des- contentos de la dominación de los medas, y a los medas flojos e indolentes como consecuencia de una larga paz. No habría podido Teseo poner de manifesto sus virtudes si no hubiese sido Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 30 testigo de la dispersión de los atenienses. Por lo tanto, estas ocasiones permiticron que estos hombres realizaran felizmente sus designios, y, por otro lado, sus méritos permiticron que las ocasiones rindieran provecho, con lo cual llenaron de gloria y de dicha a sus patrias. Los que, por caminos semejantes a los de aquéllos, se convierten en príncipes adquieren el principado con dificultades, pero lo conservan sin sobresaltos. Las dificultades nacen en parte de las nuevas leyes y costumbres que se ven obligados a implantar para fundar el Estado y proveer a su seguridad. Pues debe considerarse que no hay nada más dificil de emprender, ni mis dudoso de hacer. triunfar, ni más peligroso de manejar, que el introducir nuevas leyes. Se explica: el innovator se transforma en enemigo de todos los que se beneficiaban con las leyes antiguas, y no se granjea sino la amistad tibia de los que se beneficiarán con las nuevas. Tibieza en éstos, cuyo origen es, por un lado, el temor a los que tienen de su parte a la legislación antigua, y por otro, la incredulidad de los hombres, que nunca fían en las cosas nuevas hasta que ven sus frutos. De donde resulta que, cada vez que los que son enemigos tienen oportunidad para atacar, lo hacen enérgicamente, y aquellos otros asumen la defensa con tibieza, de modo que se expone uno a caer con ellos. Por consiguiente, si se quiere analizar bien esta parte, es preciso ver si esos innovadores lo son por si mismos, o si dependen de otros; es decir, si necesitan recurrir a ta súplica para realizar su obra, o si pueden imponerla por la fuerza. En cl primer caso, fracasan siempre, y nada queda de sus intenciones, pero cuando sólo dependen de sí mismos y pueden actuar con la ayuda de la fuerza, entonces rara vez dejan de conseguir sus propósitos. De donde se explica que todos los profetas armados hayan triunfado, y fracasado todos los que no tenían armas. Hay que agregar, además, que los pueblos son tornadizos; y que, si es fácil convencerlos de algo, es difícil mantenerlos fieles a esa convicción, por lo cual conviene estar preparados de tal manera, que, cuando ya no crean, se les pueda hacer creer por la fuerza. Moisés, Ciro, Teseo y Rómulo no habrían podido hacer respetar sus estatutos durante mucho tiempo si hubiesen estado desarmnados. Como sucedió en nuestros a Fray Jerónimo Savonarola, que fracasó en sus innovaciones en cuanto la gente empezó a no creer en ellas, pues se encontró con que carecía de medios tanto para mantener fieles en su creencia a los que habian creído como para hacer creer a los incrédulos. Hay que reconocer que estos revolucionarios tropiezan con serias dificultades, que todos los peligros surgen en su camino y que sólo con gran valor pueden superarlos; pero vencidos los obstáculos, y una vez que han hecho desaparecer a los que tenían envidia de sus virtudes, viven poderosos, seguros, honrados y felices. A tan excelsos ejemplos hay que agregar otro de menor jerarquía, pero que guarda cierta proporción con aquéllos y que servirá para todos los de igual clase. Es el de Hierón de Siracusa, que de simple ciudadano llegó a ser príncipe sin tener otra deuda con el azar que la ocación; pues los siracusanos, oprimidos, lo nombraron su capitán, y fue entonces cuando hizo méritos suficientes para que lo eligieran príncipe. Y a pesar de no ser noble, dio pruebas de tantas virtudes, que quien ha escrito de él ha dicho: “quod nihil illi deerat ad regnandum praeter regnum”. Licenció el antiguo ejército y creó uno 31 nuevo; dejó las amistades viejas y se hizo de otras; y asi, rodeado por soldados y amigos adictos, pudo construir sobre tales cimientos cuanto edificio quiso; y lo que tanto le habia costado adquirir, poco le cósto conservar. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 32 Capitulo VII DE LOS PRINCIPADOS NUEVOS QUE SE ADQUIEREN CON ARMAS Y FORTUNA DE OTROS Los que sólo por la suerte se convierten en príncipes poco esfuerzo necesitan para llegar a serlo, pero no se mantienen sino con muchisimo. Las dificultades no surgen en su camino, porque tales hombres vuelan, pero se presentan una vez instalados. Me refiero a los que compran un Estado o a los que lo obtienen como regalo, tal cual sucedió a muchos en Grecia, en las ciudades de Jonia y del Helesponto, donde fueron hechos príncipes por Dario a fin de que le conservasen dichas ciudades para su seguridad y gloria; y como sucedió a muchos emperadores que llegaban al trono corrompiendo los soldados. Estos príncipes no se sostienen sino por la voluntad y la fortuna --cosas ambas mudables e inseguras-- de quienes los elevaron; y no saben ni pueden conserver aquella dignidad. No saben porque, si no son hombres de talento y virtudes superiores, no es presumible que conozean cl arte del mando, ya que han vivido siempre como simples ciudadanos; no pueden porque carecen de fuerzas que puedan serles adictas y fieles. Por otra parte, los Estados que nacen de pronto, como todas las cosas de la naturaleza que brotan y crecen precozmente, no pueden tener raices ni sostenes que los defiendan del tiempo adverso; salvo que quienes se han convertido en forma tan súibita en principes se pongan a la altura de lo que la fortuna ha depositado en sus manos, y sepan prepararse inmediatamente para conservarlo, y echen los cimientos que cualquier otro echa antes de llegar al principado. Acerca de estos dos modos de llegar a ser principe --por méritos o por suerte--, quiero citar dos ejemplos que perduran en nuestra memoria: el de Francisco Sforza y cl de César Borgia. Francisco, con los inedios que correspondían y con un gran talento, de la nada se convirtió en duque de Milán, y conservó con poca fatiga lo que con mil afanes había conquistado. En cl campo opuesto, César Borgia, llamado duque Valentino por el vulgo, adquirió el Estado con la fortuna de su padre, y con la de éste lo perdió, a pesar de haber empleado todos los medios imaginables y de haber hecho todo lo que un hombre prudente y hábil debe hacer para arraigar en un Estado que se ha obtenido con armas y apoyo ajenos. Porque, como ya he dicho, el que no coloca los cimientos con anticipación podría colocarlos luego si tiene talento, aun con riesgo de disgustar al arquitecto y de hacer peligrar el edificio. Si se examinan los progresos del duque, se verá que ya había echado las bases para su futura grandeza; y creo que no es superfluo hablar de ello, porque no sabría qué mejores consejos dar a un príncipe nuevo que el ejemplo de las medidas tomadas por él. Que si no le dieron el resultado apetecido, no fue culpa suya, sino producto de un extraordinario y extremado rigor de la suerte. Para hacer poderoso al duque, su hijo, tenía Alejandro VI que luchar contra grandes dificultades presences y futuras. En primer lugar, no veía manera de hacerlo señor de algún Estado que no fuese de la Iglesia; y sabía, por otra parte, que ni el duque de Milán ni los venecianos le consentirían que desmembrase los territories de la Iglesia, porque ya 33 Faenza y Rímini estaban bajo la protección de los venecianos. Y después veía que los ejércitos de Italia, y especialmente aquellos de los que hubiera podido servirse, estaban en manos de quienes debían temer el engrandecimiento del papa; y mal podía fiarse de tropas mandadas por los Orsini, los Colonna y sus aliados. Era, pues, necesario remover Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 34 aquel estado de cosas y desorganizar aquellos territorios para apoderarse sin riesgos de una parte de ellos. Lo que le fue fácil, porque los venecianos, movidos por otras razones, habian invitado a los franceses a volver a Italia; lo cual no sólo no impidió, sino facilitó con la disolución del primer matrimonio del rey Luis. De suerte que cl rey entró en Italia con la ayuda de los venecianos y el consentimiento de Alejandro. Y no habia llegado aún a Milán cuando el papa obtuvo tropas de aquél para la empresa de la Romaña, a la que nadie se opuso gracias a la autoridad del rey. Adquirida, pues, la Romaña por el duque, y derrotados los Colonna, se presentaban dos obstáculos que impedían conservarla y seguir adelante. uno, sus tropas, que no le parecian adictas; el otro, la voluntad de Francia. Temía que las tropas de los Orsini, de las cuales se había valido, le faltasen en el momento preciso, y no sólo le impidiesen conquistar más, sino que le arrebatasen lo conquistado; y otro tanto temía del rey. Tuvo una prueba de lo que sospechaba de los Orsini cuando, después de la toma de Faenza, asaltó a Bolonia, en cuyas eircunstancias los vio batirse con friaidad. En lo que respecta al rey, descubrió sus intenciones cuando, ya dueño del ducado de Urbino, so vió obligado a renunciar a la conquista de Toscana por su intervención. Y entonces decidió no depender más de la fortuna y las armas ajenas. Lo primero que hizo fue debilitar a los Orsini y a los Colonna on Roma, ganándose a su causa a cuantos nobles les eran adictos, a los cuales señaló crecidos sueldos y honró de acuerdo con sus méritos con mandos y administraciones, de modo que en pocos meses el afecto que tenían por aquéllos se volvió por entero hacia el duque. Después de lo cual, y dispersado que, hubo a los Colonna, esperó la ocasión de terminar con los Orsini. Oportunidad que se presentó bien y que él aprovechó mejor. Los Orsini, que muy tarde habían comprendido que la grandeza del duque y de la Iglesia generaba su ruina, celebraron una reunión en Magione, en el territorio de Perusa, de la que nacieron la rebelión de Urbino, los tumultos de Romaña y los infinitos peligros por los cuales atravesó el duque; pero éste supo conjurar todo con la ayuda de los franceses. Y restaurada su autoridad, el duque, que no podía fiarse do los franceses ni de los demás fuerzas extranjeras, y que no se atrevía a desafiarlas, recurrió a la astucia; y supo disimular tan bien sus propósitos, que los Orsini, por intermedio del señor Paulo -a quien el duque colmó de favores para conquistarlo, sin escatimarle dinero, trajes ni caballos-, se reconciliaron inmediatamente, hasta tal punto, que su candidez los llevó a caer en sus manos en Sinigaglia. Exterminados, pues, estos jefes y convertidos los partidarios de ellos en amigos suyos, el duque tenia construidos sólidos cimientos para su poder futuro, mixime cuando poseía toda la Romaña y el ducado de Urbino y cuando se había ganado la buena voluntad de esos pueblos, a los cuales empezaba a gustar el bienestar de su gobierno. Y porque esta parte es digna de mención y de ser imitada por otros, conviene no pasarla por alto. Cuando el duque se encontró con que la Romaña conquistada estaba bajo el mando de señores ineptos que antes despojaban a sus súbditos que los gobernaban, y que más les daban motivos de desunión que de unión, por lo cual se sucedían continuamente los robos, las riñas y toda clase de desórdenes, juzgó necesario, si se queria pacificarla y volverla dócil a la voluntad del príncipe, dotarla de un gobierno severo. Eligió para esta misión a Ramiro de Orco, hombre cruel y expeditivo, a quien dio plenos poderes. En poco tiempo impuso éste su autoridad, restableciendo la paz y la 35 unión. Juzgó entonces el duque innecesaria tan excesiva autoridad, que podia hacerse odiosa, y creó en el centro de la provincia, bajo la presidencia de un hombre Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 36 virtuosísimo, un tribunal civil en el cual cada ciudadano tenia su abogado. Y como sabía que los rigores pasados habían engendrado algún odio contra su persona, quiso demostrar, para aplacar la animosidad de sus súbditos y atraérselos, que, si algún acto de crueldad se habia cometido, no es debía a él, sino a la salvaje naturaleza del ministro. Y llegada la ocasión, una mañana lo hizo exponer en la plaza de Cesena, dividido en dos pedazos clayados en un palo y con un cuchillo cubierto de sangre al lado. La ferocidad de semejante especticulo dejó al pueblo a la vez satisfecho y estupefacto. Pero volvamos al punto de partida. Encontrábase el duque bastante poderoso y a cubierto en parte de todo peligro presente, luego de haberse armado en la necesaria medida y de haber aniquilado los ejércitos que encerraban peligro inmediato, pero le faltaba, si quería continuar sus conquistas, obtener el respeto del rey de Francia, pues sabía que el rey, aunque advertido tarde de su error, trataría de subsanarlo. Empezó por ello a buscarse amistades nuevas, y a mostrarse indeciso con los franceses cuando estos se dirigieron al reino de Nápoles para luchar contra los españoles que sitiaban a Gaeta. Y si Alejandro hubiese vivido aún, su propósito de verse libre de ellos no habría tardado en cumplirse. Este fue su comportamiento en lo que se refiere a los hechos presentes. En cuanto a los futuros, tenía sobre todo que evitar que el nuevo sucesor en el Papado fuese enemigo suyo y le quitase lo que Alejandro le habia dado. Y pensó hacerlo por cuatro medios distintos: primero, exterminando a todos los descendientes de los señores a quienes había despojado, para que el papa no tuviera oportunidad de restablecerlos. Segundo, atrayéndose a todos los nobles de Roma, para oponerse, con su ayuda, a los designios del papa. Tercero, reduciendo el Colegio a su voluntad, hasta donde pudiese. Cuarto, adquiriendo tanto poder, antes que el papa muriese, que pudiera por sí mismo resistir un primer ataque. De estas cuatro cosas, ya había realizado tres a la muerte de Alejandro, la cuarta estaba concluida. Porque señores despojados mató a cuantos pudo alcanzar, y muy pocos se salvaron; y contaba con nobles romanos ganados a su causa; y en el Colegio gozaba de gran influencia. Y por lo que toca a las nuevas conquistas, tramaba apoderarse de Toscana, de la cual ya poseía a Perusa y Piombino, aparte de Pisa, que se habia puesto bajo su protección. Y en cuanto no tuviese que guardar mis miramientos con los franceses (que de hecho no tenia por qué guardárselos, puesto que ya los franceses habían sido despojados del Reino por los españoles, y que unos y otros necesitaban comprar su amistad), se echaría sobre Pisa. Después de lo cual Luca y Siena no tardarían en ceder, primero por odio contra los florentinos, y después por miedo al duque; y los florentinos nada podrían hacer. Si hubiese logrado esto (aunque fuera el mismo año de la muerte de Alejandro), habría adquirido tanto poder y tanta autoridad, que se hubiera sostenido por sí solo, y no habría dependido más de la fortuna ni de las fuerzas ajenas, sino de su poder y de sus méritos. Pero Alejandro murió cinco años después de que el hijo empezara a desenvainar la espada. Lo dejaban con tan sólo un Estado afianzado: el de Romaña, y con todos los demás en el aire, entre dos poderesos ejércitos enemigos, y enfermo de muerte. Pero habia en el duque tanto vigor de alma y de cuerpo, tan bien sabía cómo se gana y se pierde a los hombres, y los cimientos que echara en tan poco tiempo eran tan sólidos, que, a no haber tenido dos ejércitos que lo rodeaban, o simplemente a haber estado sano, se hubiese sostenido contra todas las dificultades. Y si los cimientos de su poder eran 37 seguros o no, se vio en seguida, pues la Romaña lo esperó más de un mes: y, aunque estaba medio muerto, nada se intentó contra él, a pesar de que los Baglioni, los Vitelli y Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 38 los Orsini habian ido alli con ese propósito; y si no hizo papa a quien quería, obtuvo por lo menos que no lo fuera quien él no queria que lo fuese. Pero todo le hubiese sido fácil a no haber estado enfermo a la muerte de Alejandro. El mismo me dijo, el dia en que elegido Julio II, que habia previsto todo lo que podía suceder a la muerte de su padre, y para todo preparado remedio; pero que nunca había pensado que en semejante circunstancia él mismo podía hallarse moribundo. No puedo, pues, censurar ninguno de los actos del duque; per el contrario, me parece que deben imitarlos todos aquellos que llegan al trono mediante la fortuna y las armas ajenas. Porque no es posible conducirse de otro modo cuando se tienen tanto valor y tanta ambición. Y si sus propósitos no se realizaron, tan sólo fue por su enfermedad y por la brevedad de la vida de Alejandro. El príncipe nuevo que crea necesario defenderse de enemigos, conquistar amigos, vencer por la fuerza o por el fraude, hacerse amar o temer de los habitantes, respetar y obedecer por los soldades, matar a los que puedan perjudicarlo, reemplazar con nuevas las leyes antiguas, ser severo y amable, magnánimo y liberal, disolver las milicias infieles, crear nuevas, conserver la amistad de reyes y príncipes de modo que lo favorezcan de buen grado o lo ataquen con recelos; el que juzgue indispensable hacer todo esto, digo, no puede hallar ejemplos más recientes que los actos del duque. Sólo se lo puede criticar en lo que respecta a la elección del nuevo pontifice, porque, si bien no podía hacer nombrar a un papa adicto, podía impedir que lo fuese este o aquel de los cardenales, y nunea debió consentir en que fuera elevado al Pontificado alguno de los cardenales a quienes había ofendido o de aquellos que, una vez papas, tuviesen que temerle. Pues los hombres ofenden por miedo o por odio. Aquellos a quienes había ofendido eran, entre otros, el cardenal de San Pedro, Advíncula, Colonna, San Jorge y Ascanio; todos los demás, si llegados al solio, debían temerle, salvo el cardenal de Ambaise dado su poder, que nacía del de Francia, y los españoles ligados a él por alianza y obligaciones reciprocas. Por consiguiente, el duque debía tratar ante todo de ungir papa a un español, y, a no serle posible, aceptar al cardenal de Arnboise antes que el de San Pedro Advíncula. Pues se engaña quien cree que entre personas eminentes los beneficios nuevos hacen olvidar las ofensas antiguas. Se equivocó el. duque en esta elección, causa última de su definitive ruina. Capitulo VIII DE LOS QUE LLEGARON AL PRINCIPADO MEDIANTE CRIMENES Pero puesto que hay otros dos modos de llegar a principe que no se pueden atribuir enteramente a la fortuna o a la virtud, corresponde no pasarlos por alto, aunque sobre ellos se discurra con más detenimiento donde se trata de las repúblicas. Me refiero, primero, al caso en que se asciende al principado por un camino de perversidades y delitos; y después, al caso en que se llega a ser príncipe por el favor de los conciudadanos. Con dos ejemplos, uno antiguo y otro contemporeánno, ilustraró el primero de estos modos, sin entrar a profundizar demasiado en la cuestión, porque creo 39 que bastan para los que se hallan en la necesidad de imitarlos. El siciliano Agátocles, hombre no só1o de condición oscura, sino baja y abyecta, se convirtió en rey de Siracusa. Hijo de un alfarero, llevó una conducta reprochable en todos los períodos de su vida; sin embargo, acompafió siempre sus maldades con tanto Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 40 ánimo y tanto vigor fisico que entrado en la milicia llegó a ser, ascendiendo grado por grado, pretor de Siracusa. Una vez elevado a esta dignidad, quiso ser principe y obtener por la violencia, sin debérselo a nadie, lo que de buen grado le hubiera sido concedido. Se puso de acuerdo con cl cartaginés Amílcar, que se hallaba con sus ejércitos en Sicilia, y una mañana reunió al pueblo y al Senado, como si tuviese que deliberar sobre cosas relacionadas con la república, y a una señal convenida sus soldados mataron a todos los senadores y a los ciudadanos mis ricos de Siracusa. Ocupó entonces y supo conservar como principe aquella ciudad, sin que se encendiera ninguna guerra civil por su causa. Y aunque los cart.tgineses lo sitiaron dos veces y lo derrotaron por último, no sólo pudo defender la ciudad, sino que, dejando parte de sus tropas para que contuvieran a los sitidores, con cl resto invadió el Africa; y en poco tiempo levantó el sitio de Siracusa y puso a los cartagineses en tales aprietos, que se vieron obligados a pactar con él, a conformarse con sus posesiones del Africa y a dejarle la Sicilia. Quien estudie, pues, las acciones de Agátocles y juzgue sus méritos muy poco o nada encontrará que pueda atribuir a la suerte; no adquirió la soberania por el favor de nadie, como he dicho más arriba, sino merced a sus grados militares, que se había ganado a costa de mil sacrificios y peligros; y se mantuvo en mérito a sus enérgicas y temerarias medidas. Verdad que no se puede llamar virtud el matar a los conciudadanos, el traicionar a los amigos y el carecer de fe, de piedad y de religion, con cuyos medios se puede adquirir poder, pero no gloria. Pero si se examinan el valor de Agátocles al arrastrar y salir triunfante de los peligros y su grandeza de alma para soportar y vencer los acontecimientos adversos, no se explica uno por qué tiene que ser considerado inferior a los capitanes más famosos. Sin embargo, su falta de humanidad, sus crueldades y maldades sin número, no consienten que se lo coloque entre los hombres ilustres. No se puede, pues, atribuir a la fortuna o a la virtud lo que consiguió sin la ayuda de una ni de la otra. En nuestros tiempos, bajo el papa Alejandro VI, Oliverotto da Fermo, huérfano desde corta edad, fue educado por uno de sus tios maternos, llamado Juan Fogliani, y confiado después, en su primera juventud, a Pablo Vitelli, a fin de que llegase, gracias a sus ensceñanzas, a ocupar un grado elevado en las armas. Muerto Pablo, pasó a militar bajo Vitellozzo, su hermano., y en poco tiempo, como era inteligente y de espíritu y cuerpo gallardos, se convirtió en el primer hombre de su ejéreito. Pero como le pareció indigno servir a los demás, pensó apoderarse de Fermo con el consentimiento de Vitellozzo y la ayuda de algunos habitantes de la ciudad a quienes era más cara la esclavitud que la libertad de su patria. Escribió a Juan Fogliani diciéndole que, luego de tantos años de ausencia, deseaba ver de nuevo a su patria y a él, y, en parte, también conocer el estado de su patrimonio; y que, como no se había fatigado sino por conquistar gloria, quería, para demostrar a sus compatriotas que no habia perdido el tiempo, entrar con todos los honores y acompañado por cien caballeros, amigos y servidores suyos. Rogábale, pues, que tratase de que los ciudadanos de Fermo lo acogiesen de un modo honroso, que con ello no sólo lo hoitraba a él, sino que se honraba a sí mismo, ya que habia sido su maestro. No olvidó Juan ninguno de los honores debidos a su sobrino, y lo hizo recibir dignamente por los ciudadanos de Fermo, en cuyas casas se alojó con su comitiva. Transcurridos algunos dias, y preparado todo cuanto era necesario para su premeditado crimen, Oliverotto dio un banquete solemne al que invitó a Juan Fogliani y 41 a los principales hombres de Ferno. Después de consumir los manjares y de concluir con los entretenimientos que son de use en tales ocasiones, Oliverotto, deliberadamente, hizo Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 42 recaer la conversación, dando ciertos peligrosos argumentos, sobre la grandeza y los actos del papa Alejandro y de César, su hijo; y come a esos argumentos contestaron Juan y los otros, se levantó de pronto diciendo que convenéa hablar de semejantes temas en lugar más seguro, y se retiró a una habitación a la cual lo siguieron Juan y los demás ciudadanos. Y aún éstos no habian tomado asiento cuando de algunos escondrijos salieron soldados que dieron muerte a Juan y a todos los demás. Consumado el crimen, montó Oliverotto a caballo, atravesó la ciudad y sitió en su palacio al magistrado supremo. Los ciudadanos no tuvieron entonces más remedio que someterse y constituir un gobierno del cual Oliverotto se hizo nombrar jefe. Muertos todos los que hubieran podido significar un peligro para él, se preocupó por reforzar su poder con nuevas leyes civiles y militares, de manera que, durante el año que gobernó, no sólo estuvo seguro en Fermo, sino que se hizo temer por todos los vecinos. Y habría sido tan dificil de derrocar como Agátocles si no se hubiese dejado engañar por César Borgia y prender, junto con los Orsini y los Vitelli, en Sinigaglia, donde, un año después de su parricidio, fue estrangulado en compañia de Vitellozzo, su maestro en hazañas y crimenes. Podría alguien preguntarse a qué se debe que, mientras Agátocles y otros de su calaña, a pesar de sus traiciones y rigores sin número, pudieron vivir durante mucho tiempo y a cubierto de su patria, sin temer conspiraciones, y pudieron a la vez defenderse de los enemigos de afuera, otros, en cambio, no sólo mediante medidas tan extremas no lograron conserver su Estado en épocas dudosas de guerra, sino tampoco en tiempos de paz. Creo que depende del bueno o mal uso que se hace de la crueldad. Llamaría bien empleadas a las crueldades (si a lo malo se lo puede llamar bueno) cuando se aplican de una sola vez por absoluta necesidad de asegurarse, y cuando no se insiste en ellas, sino, por el contrario, se trata de que las primeras se vuelvan todo lo beneficiosas posible para los súbditos. Mal empleadas son las que, aunque poco graves al principio, con el tiempo antes crecen que se extinguen. Los que observan el primero de estos procedimientos pueden, como Agátocles, con ]a ayuda de Dios y de los hombres, poner, algún remedio a su situación, los otros es imposible que se conserven en sus Estados. De donde se concluye que, al apoderarse de un Estado, todo usurpador debe reflexionar sobre los crimenes que le es preciso cometer, y ejecutarlos todos a la vez, para que no tenga que renovarlos dia a dia y, al no verse en esa necesidad, pueda conquistar a los hombres a fuerza de beneficios. Quien procede de otra mancra, por timidez o por haber sido mal aconsejado, se ve siempre obligado a estar con el cuchillo en la mano, y mal puede contar con súbditos a quienes sus ofensas continuas y todavia recientes llenan de descoufianza. Porque las ofensas deben inferirse de una sola vez para que, durando menos, hieran menos; mientras que los beneficios deben proporcionarse poco a poco, a fin de que se saboreen mejor. Y, sobre todas las cosas, un príncipe vivirá con sus súbditos de manera tal, que ningún acontecimiento, favorable o adverso, lo haga variar; pues la necesidad que se presenta en los tiempos difíciles y que no se ha previsto, tú no puedes remediarla; y el bien que tú hagas ahora de nada sirve ni nadie te lo agradece, porque se considera hecho a la fuerza. Capitulo IX DEL PRINCIPADO CIVIL 43 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 44 Trataremos ahora del segundo caso: aquel en que un ciudadano. no por crimenes ni violencia. sino gracias al favor de sus compatriotas, se convierte en príncipe. El Estado así constituido puede llamarse principado civil. El llegar a él no depende por completo de los méritos o de la suerte; depende, más bien, de una cierta habilidad propiciada por la fortuna, y que necesita, o bien del apoyo del pueblo, o bien del de los nobles. Porque en toda ciudad se encuentran estas dos fuerzas contrarias, una de las cuales lucha por mandar y oprimir a la otra, que no quiere ser mandada ni oprimida. Y del choque de las dos corrientes surge uno de estos tres efectos. o principado, o libertad, o licencia. El principado pueden implantarlo tanto el pueblo como los nobles, según que la ocasión se presente a uno o a otros. Los nobles, cuando comprueban que no pueden resistir al pueblo, concentran toda la autoridad en uno de ellos y lo hacen príncipe, para poder, a su sombra, dar rienda sucita a sus apetitos. El pueblo, cuando a su vez comprueba que no puede hacer frente a los grandes, cede su autoridad a uno y lo hace príncipe para que lo defienda. Pero el que llega al principado con la ayuda de los nobles se mantiene con más dificultad que el que ha llegado mediante el apoyo del pueblo, porque los que lo rodean se consideran sus iguales, y en tal caso se le hace difícil mandarlos y manejarlos como quisiera. Mientras que el que llega por el favor popular es única autoridad, y no tiene en derredor a nadie o casi nadie que no esté dispuesto a obedecer. Por otra parte, no puede honradamente satisfacer a los grandes sin lesionar a los demás; pero, en cambio, puede satisfacer al pueblo, porque la la finalidad del pueblo es más honesta que la de los grandes, queriendo éstos oprimir, y aquél no ser oprimido. Agréguese a esto que un príncipe jamás podrá dominar a un pueblo cuando lo tenga por enemigo, porque son muchos los que lo forman; a los nobles, como se trata de pocos, le será fácil. Lo peor que un principe puede esperar de un pueblo que no lo ame es el ser abandonado por él; de los nobles, si los tiene por enemigos, no sólo debe temer que lo abandonen, sino que se rebelen contra él; pues, más astutos y clarividentes, siempre están a tiempo para ponerse en salvo, a la vez que no dejan nunca de congratularse con el que esperan resultará vencedor. Por último, es una necesidad para el principe vivir siempre con el mismo pueblo, pero no con los mismos nobles, supuesto que puede crear nuevos o deshacerse de los que tenía, y quitarles o concederles autoridad a capricho. Para aclarar mejor esta parte en lo que se refiere a los grandes, digo que se deben considerar en dos aspectos principales: o proceden de tal rnanera que se unen por completo a su suerte, o no. A aquellos que se unen y no son rapaces, se les debe honrar y amar; a aquellos que no se unen, se les tiene que considerar de dos maneras: si hacen esto por pusilanimidad y defecto natural del ánimo, entonces tú debes servirte en especial de aquellos que son de buen criterio, porque en la prosperidad te honrarán y en la adversidad no son de temer, pero cuando no se unen sino por cálculo y por ambición, es señal de que piensan más en sí mismos que en ti, y de ellos se debe cuidar cl príncipe y temerles como si se tratase de enemigos declarados, porque esperarán la adversidad para contribuir a su ruina. El que llegue a príncipe mediante el favor del pueblo debe esforzarse en conservar su 45 afecto, cosa fácil, pues el pueblo sólo pide no ser oprimido. Pero el que se convierta en príncipe por el favor do los nobles y contra el puebio procederá bien si so empeña ante todo en conquistarlo, lo que sólo le será fácil si lo toma bajo su protección. Y dado que los hombres se sienten más agradecidos cuando reciben bien de quien sólo esperaban mal, se somete el pueblo más a su bienhcehor que si lo hubiese conducido al principado Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 46 por su voluntad. El príncipe puede ganarse a su pueblo do muchas maneras, que no mencionaré porque es impossible dar reglas fijas sobre algo que varía tanto según las circunstancias. Insistiré tan sólo on que un príncipe necesita contar con la amistad del pueblo, pues de lo contrario no tiene remedio en la adversidad. Nabis, príncipe de los espartanos, resistió el ataque de toda Grecia y de un ejército romano invicto, y le bastó, surgido el peligro, asegurarse de muy pocos para defender contra aquéllos su patria y su Estado, que si hubiese tenido por enemigo al pueblo, no le bastara. Y que no so pretenda desmentir mi opinión con el gastado proverbio de que quien confia en el pueblo edifica sobre arena; porque el proverbio sólo es verdadero cuando se trata do un simple ciudadano que confía en cl pueblo como si el pueblo tuviese el deber de liberarlo cuando los enemigos o las autoridades lo oprimen. Quien así lo interpretara se engañaría a menudo, como los Gracos en Roma y Jorge Scali en Florencia. Pero si es un príncipe quien confía on é1, y un príncipe valiente que sabe mandar, que no se acobarda en la adversidad y mantiene con su ánimo y sus medidas el ánimo de todo su pueblo, no só1o no se verá nunca defraudado, sino que se felicitará de haber depositado on é1 su confianza. Estos principados peligran, por lo general, cuando quieren pasar de principado civil a principado absoluto; pues estos príncipes gobiernan por sí mismos o por intermedio de magistrados. En cl último caso, su permanencia es más insegura y peligrosa, porque depende de la voluntad de los ciudadanos que ocupan el cargo de magistrados, los cuales, y sobre todo en, épocas adversas, pueden arrebatarle muy fácilmente el poder, ya dejando de obedecerle, ya sublevando al puebio contra ellos. Y el príncipe, rodeado de peligros, no tiene tiempo para asumir la autoridad absoluta, ya que los ciudadanos y los súbditos, acostumbrados a recibir órdenes nada más que de los magistrados, no están en semejantes trances dispuestos a obedecer las suyas. Y no encontrará nunca, en los tiempos dudosos, gentes en quien poder confiar, puesto que tales príncipes no pueden tomar como ejemplo lo que sucede en tiempos normales, cuando los ciudadanos tienen necesidad del Estado, y corren y prometen y quieren morir por él, porque la muerte está lejana; pero en los tiempos adversos, cuando el Estado tiene necesidad de losciudadanos, hay pocos que quieran acudir en su ayuda. Y esta experiencia es tanto más peligrosa cuanto que no puede intentarse sino una vez. Por ello, un príncipe hábil debe hallar una manera por la cual sus ciudadanos siempre y en toda ocasión tengan necesidad del Estado y de él. Y asi le serán siempre fieles. Capitulo X COMO DEBEN MEDIRSE LAS FUERZAS DE TODOS LOS PRINCIPADOS Conviene, al examinar la naturaleza de estos principados, hacer una consideración más, a saber; si un príncipe posee un Estado tal que pueda, en caso necesario, sostenerse por sí misma, o sí tiene, en tal caso, que recurrir a la ayuda de otros. Y para aclarar mejor 47 este punto, digo que considero capaces de poder sostenerse por sí mismos a los que, o por abundancia de hombres o de dinero, pueden levantar un ejército respetable y presentar batalla a quien quiera que se atreva a atacarlos; y considero que tienen siempre necesidad de otros a los que no pueden presentar batalla al enemigo en campo abierto, sino que se ven obligados a refugiarse dentro de sus muros para defenderlos. Del primer Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 48 caso ya se ha hablado, y se agregará más adelante lo que sea oportuno. Del segundo caso no se puede decir nada, salvo aconsejar a los príncipes que fortifiquen y abastezcan la ciudad en que residen y que se despreocupen de la campaña. Quien tenga bien fortificada su ciudad, y con respecto a sus súbditos se haya conducido de acuerdo con lo ya expuesto y con lo que expondré más adelante, dificilmente será asaltado; porque los hombres son enemigos de las empresas demasiado arriesgadas, y no puede reputarse por fácil el asalto a alguien que tiene su ciudad bien fortificada y no es odiado por el pueblo. Las ciudades de Alemania son libérrimas; tienen poca campaña, y obedecen al emperador cuando les place, pues no le temen, asi como no temen a ninguno de los poderosos que las rodean. La razón es simple: están tan bien fortificadas que no puede menos de pensarse que el asedio sería arduo y prolongado. Tienen muros y fosos adecuados, tanta artilleria como necesitan, y guardan en sus almacenes lo necesario para beber, comer y encender fuego durante un año; aparte de lo cual, y para poder mantener a los obreros sin que ello sea una carga para el erario público, disponen siempre de trabaio para un año en esas obras que son el nervio y la vida de la ciudad. Por último, tienen en alta estima los ejercicios militares, que reglamentan con infinidad de ordenanzas. Un príncipe, pues, que gobierne una plaza fuerte, y a quien el pueblo no odie, no puede ser atacado; pero si lo fuese, el atacante se vería obligado a retirarse sin gloria, porque son tan variables las cosas de este mundo que es impossible que alguien permanezca con sus ejércitos un año sitiando ociosamente una ciudad. Y al que me pregunte si el pueblo tendrí paciencia, y el largo asedio y su propio interés no le harán olvidar al príncipe, contesto que un príncipe poderoso y valiente superará siempre estas dificultades, ya dando esperanzas a sus súbditos de que el mal no durará mucho, ya infundiéndoles terror con la amenaza de las vejaciones del enemigo, o ya asegurándose diestramente de los que le parezcan demasiado osados. Añadiremos a esto que es muy probable que el enemigo devaste y saquee la comarca a su llegada, que es cuando los ánimos están mis caldeados y más dispuestos a la defensa; momento propicio para imponerse, porque, pasados algunos dias, cuando los ánimos se hayan enfriado, los daños estarán hechos, las desgracias se habrán sufrido y no quedará ya remedio alguno. Los súbditos so unen por ello más estrechamente a su príncipe, como si el haber sido incendiadas sus casas y devastadas sus posesiones en defensa del señor obligará a éste a protegerlos. Está en la naturaleza de los hombres el quedar reconocidos lo mismo por los beneficios que hacen que por los que reciben. De donde, si se considera bien todo, no sorá difícil a un príncipe sabio mantener firme el ánimo de sus ciudadanos durante el asedio, siempre y cuando no carezean de víveres ni de medios de la defensa. Capitulo XI DE LOS PRINCIPADOS ECLESIASTICOS Sólo nos resta discurrir sobre los principados eclesiásticos, respecto a los cuales todas las dificultades existen antes de poseerlos, pues se adquieren o por valor o por suerte, y se conservan sin el uno ni la otra, dado que se apoyan en antiguas instituciones 49 religiosas que son tan potentes y de tal calidad, que mantienen a sus príncipes en el poder sea cual fuere el modo en que éstos procedan y vivan. Estos son los únicos que tienen Estados y no los defienden; súbditos, y no los gobiernan. Y los Estados, a pesar de hallarse indefensos, no les son arrebatados, y los Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 50 súbditos, a pasar de carecer de gobierno, no se preocupan, ni piensan, ni podrían sustraerse a su soberania. Son, por consiguiente, los (únicos principados seguros y felices. Pero como están regidos por leyes superiores, inasequibles a la mente humana, y como han sido inspirados por cl Señor, sería oficio de hombre presuntuoso y temerario el pretender hablar de ellos. Sin embargo, si alguien me preguntase a qué se debe que la Iglesia haya llegado a adquirir tanto poder temporal, ya que antes de Alejandro, no só1o las potencias italianas, sino hasta los nobles y señores de menor importancia respetaban muy poco su fuerza temporal, mientras que ahora ha hecho temblar a un rey de Francia y aun pudo arrojarlo de Italia, y ha arruinado a los venecianos, no consideraría inútil recordar las circunstancias, aunque sean bastante conocidas. Antes que Carlos, rey de Francia, entrase en Italia, esta provincia estaba bajo la dominación del papa, de los venecianos, del rey de Nápoles, del duque de Milán y de los florentinos. Estas potencias debían tener dos cuidados principales: evitar que un ejército extranjero invadiese a Italia y procurar que ninguna de ellas preponderara. Los que despertaban más recelos eran los venecianos y el papa. Para contener a aquéllos era necesaria una coalición de todas las demás potencias, como se hizo para la defensa de Ferrara. Para contener al papa, bastaban los nobles romanos, que, divididos en dos facciones, los Orsini y los Colonna, disputaban continuamente y acudían a las armas a la vista misma del pontifice, con lo cual la Santa Sede estaba siempre débil y vacilante. Y aunque alguna vez surgiese un papa enérgico, como lo fue Sixto, ni la suerte ni la experiencia pudieron servirle jamás de manera decisiva, a causa de la brevedad de su vida, pues los diez años que, como término medio, vive un papa bastaban apenas para debilitar una de las facciones. Y si, por ejemplo, un papa había casi conseguido exterminar a los Colonna, resurgian éstos bajo otro enemigo de los Orsini, a quienes tampoco había tiempo para hacer desaparecer por completo; por todo lo cual las fuerzas temporales del papa eran poco temidas en Italia. Vino por fin Alejandro VI y probó, como nunca lo había probado ningún pontifice, de cuánto era capaz un papa con fuerzas y dinero; pues tomando al duque Valentino por instrurnento, y la llegada de los franceses como motivo, hizo todas esas cosas que he contado al hablar sobre las actividades del duque. Y aunque su propósito no fue engrandecer a la Iglesia, sino al duque, no es menos cierto que lo que realizó redundó en beneficio de la Iglesia, la cual, después de su muerte y de la del duque, fue heredera de sus fatigas. Lo sucedió el papa Julio, quien, con una Iglesia engrandecida y dueña de toda la Romaña, con los nobles romanos dispersos por las persecuciones de Alejandro, y abierto el camino para procurarse dinero, cosa que nunca había ocurrido antes de Alejandro, no sólo mantuvo las conquistas de su predecesor, sino que las acrecentó; y después de proponerse la adquisición de Bolonia, la ruina de los venecianos y la expulsion de los franceses de Italia. lo llevó a cabo con tanta más gloria cuando que lo hizo para engrandecer la Iglesia y no a ningún hombre. Dejó las facciones Orsini y Colonna en el mismo estado en que las encontró., y aunque ambas tuvieron jefes capaces de rebelarse, se quedaron quietas por dos razones: primero, por la grandeza de la Iglesia, que los atemorizaba, y después, por carecer de cardenales que perteneciesen a sus partidos, origen siempre de discordia entre ellos. Que de nuevo se repetirán toda vez que tengan cardenales que los representen, pues éstos fomentan dentro y fuera de Roma la creación de partidos que los nobles de una y otra familia se ven 51 obligados a apoyar. Por lo cual cabe decir que las disensiones y disputas entre los nobles son originadas por la ambición de los prelados. Ha hallado, pues, Su Santidad el papa Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 52 León una Iglesia potentísima; y se puede esperar que asi como aquéllos la hicieron grande por las armas, éste la hará aún más poderosa y venerable por su bondad y sus mil otras virtudes. Capitulo XII DE LAS DISTINTAS CLASES DE MILICIAS Y DE LOS SOLDADOS MERCENARIOS Después de haber discurrido detalladamente sobre la naturaleza de los principados de los cuales me habia propuesto tratar, y de haber señalado en parte las causas de su prosperidad o ruina y los medios con que muchos quisieron adquirirlos y conservarlos, réstame ahora hablar de las formas de ataque y defensa que pueden ser necesarias en cada uno de los Estados a que me he referido. Ya he explicado antes cómo es preciso que un príncipe eche los cimientos de su poder, porque, de lo contrario, fracasaría inevitablemente. Y los cimientos indispensables a todos los Estados, nuevos, antiguos o mixtos, son las buenas leyes y las buenas tropas; y come aquéllas nada pueden donde faltan éstas, y come allí donde hay buenas tropas por fuerza ha de haber buenas leyes, pasaré por alto las leyes y hablaré de las tropas. Digo, pues, que las tropas con que un príncipe defiende sus Estados son propias, mercenarias, auxiliares o mixtas. Las mercenarias y auxiliares son inútiles y peligrosas; y el príncipe cuyo gobierno descanse en soldados mercenarios no estará nunca seguro ni tranquilo, porque están desunidos, porque son ambiciosos, desleales, valientes entre los amigos, pero cobardes cuando se encuentran frente a los enemigos; porque no tienen disciplina, como tienen temor de Dies ni buena fe con los hombres; de modo que no se difiere la ruina sino mientras se difiere la ruptura; y ya durante la paz despojan a su príncipe tanto como los enemigos durante la guerra, pues no tienen otro amor ni otro motivo que los lleve a la batalla que la paga del príncipe, la cual, por otra parte, no es suficiente para que deseen morir per él. Quieren ser sus soldados mientras el príncipe no hace la guerra; pero en cuanto la guerra sobreviene, o huyen o piden la baja. Poco me costaría probar esto, pues la ruina actual de Italia no ha sido causada sino por la confianza depositada durante muchos años en las tropas mercenarias, que hicieron al principio, y gracias a ciertos jefes, algunos progresos que les dieron fama de bravas; pero que demostraron lo que valían en cuanto aparecieron a la vista ejércitos extranjeros. De tal suerte que Carlos, rey de Francia, se apoderó de Italia con un trozo de tiza. Y los que afirman que la culpa la tenian nuestros pecados, decían la verdad, aunque no se trataba de los pecados que imaginaban, sino de los que he expuesto. Y como estos pecados los cometieron los príncipes, sobre ellos recayó el castigo. Quiero dejar mejor demostrada la ineficacia de estos ejércitos. Los capitanes merecnarios o son hombres de mérito o no lo son; no se puede confiar en ellos si lo son 53 porque aspirarán siempre a forjar su propia grandeza, ya tratando de someter al príncipe su señor, ya tratando de oprimir a otros al margen de los designios del príncipe; y mucho menos si no lo son, pues con toda seguridad llevarán al príncipe a la ruina Y a quien objetara que esto podría hacerlo cualquiera, mercenario o no, replicaría con lo siguiente: que un principado o una república deben tener sus milicias propias; que, en un principado. el píincipe debe dirigir las milicias en persona y hacer el oficio de capitán; y Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 54 en las repúblicas, un ciudadano; y si el ciudadano nombrado no es apto, se lo debe cambiar; y si es capaz para el puesto, sujetarlo por medio de leyes. La experiencia enseña que sólo los príncipes y repúblicas armadas pueden hacer grandes progresos, y que las armas mercenarias sólo acarrean daños. Y es mas dificil que un ciudadano someta a una república que está armada con armas propias que una armada con armas extranjeras. Roma y Esparta se conservaron libres durante muchos siglos porque estaban armadas. Los suizos son muy libres porque disponen de armas propias. De las armas mercenaries de la antigüedad son un ejemplo los cartagineses, los cuales estuvieron a punto de ser sometidos por sus tropas mercenarias, después de la primera guerra con los romanos, a pesar de que los cartagineses tenían por jefes a sus mismos conciudadanos. Filipo de Macedonia, nombrado capitán de los tebanos a la muerte de Epaminondas, les quitó la libertad después de la victoria. Los milaneses, muerto el duque Felipe, tomaron a sueldo a Francisco Sforza para combatir a los venecianos; y Sforza venció al enemigo en Caravaggio y se alió después con él para sojuzgar a los milaneses, sus amos. El padre de Francisco Sforza, estando at servicio de la reina Juana de Nápoles, la abandonó inesperadamente; y ella, al quedar sin tropas que la defendiesen, se vio obligada, para no perder el reino, a entregarse en manos del rey de Aragón. Y si los florentinos y venecianos extendieron sus dominios gracias a esas milicias, y si sus capitanes los defendieron en vez de someterlos, se debe exclusivamente a la suerte; porque de aquellos capitales a los que podían temer, unos no vencieron nunca, otros encontraron oposición y los (útimos orientaron sus ambiciones hacia otra parte. En el número de los primeros se contó Juan Aucut, cuya fidelidad mal podia conocerse cuando nunca obtuvo una victoria., pero nadie dejará de reconocer que, si hubiese triunfado, quedaban los florentinos librados a su discreción. Francisco Sforza tuvo siempre por adversario a los Bracceschi, y se vigilaron mutuamente; al fin, Francisco volvió sus miras hacia la Lombardía, y Braccio hacia la Iglesia y el reino de Nápoles. Pero atendamos a lo que ha sucedido hace poco tiempo. Los florentinos nombraron capitán de sus milicias a Pablo Vitelli, varón muy prudente que, de condición modesta, había llegado a adquirir gran fama. A haber tomado a Pisa, los florentinos se hubiesen visto obligados a sostenerlo, porque estaban perdidos si se pasaba a los enemigos, y si hubieran querido que se quedara, habrían debido obedecerle. Si se consideran los procedimientos de los venecianos, se verá que obraron con seguridad y gloria mientras hicieron la guerra con sus propios soldados, lo que sucedió antes que tentaran la suerte en tierra firme, cuando contaban con nobles y plebeyos que defendían lo suyo; pero bastó que empezaran a combatir en tierra firme para que dejaran aquella virtud y adoptaran las costumbres del resto de Italia. AI principio de sus empresas por tierra firme, nada tenían que temer de sus capitanes, asi por lo reducido del Estado como por la gran reputación de que gozaban; pero cuando bajo Carmagnola el territorio se fue ensanchando, notaron el error en que habian caído. Porque viendo que aquel hombre, cuya capacidad conocian después de haber derrotado al duque de Milán, hacia la guerra con tanta tibieza, comprendieron que ya nada podía esperarse de él, puesto que no lo 55 quería; y dado que no podian licenciarlo, pues perdían lo que habian conquistado, no les quedaba otro recurso, para vivir seguros, que matarlo. Tuvieron luego por capitanes a Bartolomé de Bérgamo, a Roberto de San Severino, al conde de Pitigliano y a otros de quienes no tenian que temer las victorias, sino las derrotas, como les sucedió luego en Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 56 Vaili, donde en un dia perdieron lo que con tanto esfuerzo habían conquistado en ochocientos años. Porque estas milicias, o traen lentas, tardías y mezquinas adquisiciones, o súbitas y fabulosas pérdidas. Y ya que estos ejemplos me han conducido a referirme a Italia, estudiemos la historia de las tropas mercenarias que durante tantos años la gobernaron, y remontámonos a los tiempos más antiguos, para que, vistos su origen y sus progresos, puedan corregirse mejor los errores. Es de saber que, en épocas no recientes, cuando el emperador empezo a ser arrojado de Italia y el poder temporal del papa acrecentarse, Italia se dividió en gran número de Estados; porque muchas de las grandes ciudades tomaron las armas contra sus señores, que, favorecidos antes por el emperador, las tenían avasalladas; y el papa, para beneficiarse, ayudó en cuanto pudo a esas rebeliones. De donde Italia pasó casi por entero a las manos de la Iglesia y de varias repúblicas -pues algunas de las ciudades habían nombrado príncipes a sus ciudadanos--; y como estos sacerdotes y estos ciudadanos no conocían el arte de la guerra, empezaron a tomar extranjeros a sueldo. El primero que dio reputación a estas milicias fue Alberico de Conio, de la Romaña, a cuya escuela pertenceen, entre otros, Braccio y Sforza, que en sus tiempos fueron árbitros de Italia. Tras ellos vinieron todos los que hasta nuestros tiempos han dirigido esas tropas. Y el resultado de su virtud lo hallamos en esto: que Italia fue recorrida libremente por Carlos, saqueada por Luis, violada por Fernando e insultada por los suizos. El. método que estos capitanes siguieron para adquirir reputación fue primero el de quitarle importancia a la infantería. Y lo hicieron porque, no poseyendo tierras y teniendo que vivir de su industria, con pocos infantes no pedían imponerse y les era impossible alimentar a muchos, mientras que, con un número reducido de jinetes, se veían honrados sin que fuese un problema el proveer a su sustentación. Las cosas habian llegado a tal extremo, que en un ejército de veinte mil hombres no había dos mil infantes. Por otra parte, se habían ingeniado para ahorrarse y ahorar a sus soldados la fatiga y el miedo con la consigna de no matar en las refriegas, sino tomar prisioneros, sin degollarlos. No asaltaban de noche las ciudades, ni los carnpesinos atacaban las tiendas; no levantaban empalizadas ni abrían fosos alrededor del campamento, ni vivían en él durante el invierno. Todas estas cosas, permitidas por sus códigos militares, las inventaron ellos, como he dicho, para evitarse fatigas y peligros. Y con ellas condujeron a Italia a la esclavitud y a la deshonra. Capitulo XIII DE LOS SOLDADOS AUXILIARES, MIXTOS Y PROPIOS Las tropas auxiliares, otras de las tropas inútiles de que he hablado, son aquellas que se piden a un principe poderoso para que nos socorra y defienda, tal como hizo en estos últimos tiempos el papa Julio, cuando, a raiz del pobre papel que le tocó representar con sus tropas mercenarias en la empresa de Ferrara, tuvo que acudir a las auxiliares y convenir con Fernando, rey de España, que éste iría en su ayuda con sus ejércitos. Estas 57 tropas pueden ser útiles y buenas para sus amos, pero para quien las ]lama son casi siempre funestas; pues si pierden, queda derrotado, y si gana, se convierte en su prisionero. Y aunque las historias antiguas están llenas de estos ejemplos, quiero, sin embargo, detenerme en el caso reciente de Julio II, que no pudo haber cometido imprudencia mayor para conquistar a Ferrera que el entregarse por completo en manos de un extranjero. Pero Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 58 su buena estrella hizo surgir una tereera causa, que, de lo contrario, hubiera pagado las consecuencias de su mala elección. Porque derrotados sus auxiliares en Ravena, aparecieron los suizos, que, contra la opinión de todo el mundo, incluso la suya, pusieron en fuga a los vencedores, de modo que no quedó prisionero de los enemigos, que habían huido, ni de los auxiliares, ya que habia triunfado con otras tropas. Los florentinos, que carecían de ejércitos propios, traieron diez mil franceses para conquistar a Pisa; y esta resolución les hizo correr más peligros de los que corrieran nunca en ninguna época. El emperador de Constantinopla, para ayudar a sus vecinos, puso en Grecia diez mil turcos, los cuales, una vez concluida la guerra, se negaron a volver a su patria; de donde empezó la servidumbre de Grecia bajo el yugo de los infieles. Se concluye de esto que todo el que no quiera vencer no tiene más que servirse de esas tropas, muchísimo más peligrosas que las mercenarias, porque están perfectamente unidas y obedecen elegamente a sus jefes, con lo cual la ruina es inmediata; mientras que las mercenarias, para someter al príncipe, una vez que han triunfado, necesitan esperar tiempo y ocasión, pues no constituyen un cuerpo unido y, por añadidura, están a sueldo del príncipe. En ellas, un tercero a quien el principe haya hecho jefe no puede cobrar en seguida tanta autoridad como para perjudicario. En suma, en las tropas mercenarias hay que temer sobre todo las derrotas; en las auxiliares, los triunfos. Por ello, todo príncipe prudente ha desechado estas tropas y se ha refugiado en las propias, y ha preferido perder con las suyas a vencer con las otras, considerando que no es victoria verdadera la que se obtiene con armas ajenas. No me cansaré nunca de elogiar a César Borgia y su conducta. Empezó el duque por invadir la Romaña con tropas auxiliares, todos soldados franceses, y con ellas tomó a Imola y Forli. Pero no pareciéndoles seguras, se volvió a las mercenarias, según él menos peligrosas; y tomó a sueldo a los Orsini y los Vitelli. Por último, al notar que también éstas eran inseguras, infieles y peligrosas, las disolvió y recurrió a las propias. Y de la diferencia que hay entre esas distintas milicias se puede formar una idea considerando la autoridad que tenía el duque cuando sólo contaba con los franceses y cuando se apoyaba en los Orsini y Vitelli, y la que tuvo cuando se quedó con sus soldados y descansó en sí mismo: que era, sin duda alguna, mucho mayor, porque nunca fue tan respetado como cuando se vio que era cl único amo de sus tropas. Me habia propuesto no salir de los ejemplos italianos y recientes; pero no quiero olvidarme de Hierón de Siracusa, ya que en otra parte lo he citado. Convertido, como expliqué, en jefe de los ejércitos de Siracusa, advirtió en seguida de la inutilidad de las milicias mercenarias, cuyos jefes tenían los mismos defectos que nuestros italianos; y como no creía conveniente conservarlas ni licenciarlas, eliminó a sus jefes. E hizo la guerra con sus tropas y no con las ajenas. Quiero también recordar un episodio del Viejo Testamento que viene muy al caso. Ofreciéndose David a Saúl para combatir a Goliat, provocador filisteo, Saúl, para darle valor, lo armó con sus armas; pero una vez que se vio cargado con éstas, David las rechazó, diciendo que con ellas no podría sacar partido de sí mismo y que prefería ir al encuentro del enemigo con su honda y su cuchillo. 59 En fin, sucede siempre que las armas ajenas o se caen de los hombros del príncipe, o le pesan, o le oprimen. Carlos VII, padre del rey Luis XI, una vez que con su fortuna y valor liberó a Francia de los ingleses, conoció esta necesidad de armarse con sus propias armas y ordenó en su reino la creación de milicias de caballería e infantería. Después, el Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 60 rey Luis, su hijo, disolvió las de infantería y empezó a tomar a sueldo a suizos, error que, renovado por otros, es, como ahora se ve, el motivo de los males de aquel reino. Porque al acreditar a los suizos, desacreditó todas sus armas, ya que hizo desaparecer la infantería y depender la caballería de las tropas ajenas. Acostumbrada ésta a ir a la guerra en compañía de los suizos, no cree poder vencer sin ellos. Lo cual explica que los franceses no puedan contra los suizos, y que sin los suizos no se atrevan a enfrentar a otros. Los ejércitos de Francia son, pues, mixtos, dado que se componen de tropas mercenarias y propias; y, en su conjunto, son mucho mejores que las milicias exclusivamente mercenarias o exclusivamente auxiliares, pero muy inferiores a las propias. Bastará el ejemplo citado para hacer comprender que el reino de Francia sería hoy invencible si se hubiese respetado la disposición de Carlos; pero la escasa perspicacia de los hombres hace que comiencen algo que parece bueno por el hecho de que no manifiesta el veneno que esconde debajo, como he dicho que sucede con la tisis. Por lo tanto, aquel que en un principado no descubre los males sino una vez nacidos, no es verdaderamente sabio; pero ésta es virtud que tienen pocos. Si se examinan las causas de la decadencia del Imperio Romano, se advierte que la principal estribó en empezar a tomar a sueldo a los godos, pues desde entonces las fuerzas del imperio fueron debilitádose, y toda la virtud que ellas perdían la adquirian los otros. Concluyo, pues, que sin milicias propias no hay principado seguro; más aún: está por cornpleto en manos del azar, al carecer de medios de defensa contra la adversidad. Que fue siempre opinión y creencia de los hombres prudentes “quod nihil sit tam infirmum aut instabile, quam: fama potentiae non sua vi nixa” Y milicias propias son las compuestas, o por súbditos, o por ciudadanos, o por servidores del príncipe. Y no será difícil rodearse de ellas si se siguen los ejemplos de los cuatro a quienes he citado, y se examina la forma en que Filipo, padre de Alejandro Magno, y muchas repúblicas y príncipes organizaron sus tropas. Conducta a la cual me remito por entero. Capitulo XIV DE LOS DEBERES DE UN PRINCIPE PARA CON LA MILICIA Un príncipe no debe tener otro objeto ni pensamiento ni preocuparse de cosa alguna fuera del arte de la guerra y lo que a su orden y disciplina corresponde, pues es lo único que compete a quien manda. Y su virtud es tanta, que no sólo conserva en su puesto a los que han nacido príncipes, sino que muchas veces eleva a esta dignidad a hombres de concidión modesta; mientras que, por el contrario ha, hecho perder el Estado a príncipes que han pensado más en las diversiones que en las armas. Pues la razón principal de la pérdida de un Estado se halla siempre en el olvido de este arte, en tanto que la condición primera para adquiririo es la de ser experto en él. Francisco Sforza, por medio de las armas, llegó a ser duque de Milán, de simple ciudadano que era; y sus hijos, por escapar a las incomodidades de las armas, de duques pasaron a ser simples ciudadanos. Aparte de otros males que trae, el estar desarmado hace despreciable, verguenza que debe evitarse por lo que luego explicaré. Porque entre 61 uno armado y otro desarmado no hay comparación posible, y no es razonable que quien esté armado obedezca de buen grado a quien no lo está, y que el principe desarmado se sienta seguro entre servidores armados, porque, desdeñoso uno y desconfiado el otro, no es posible que marchen de acuerdo. Por todo ello, un príncipe que, aparte de otras Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 62 desgracias, no entienda de cosas militares, no puede ser estimado por sus soldados ni puede confiar en ellos. En consecuencia, un príncipe jamás debe dejar de ocuparse del arte militar, y durante los tiempos de paz debe ejercitarse más que en los de guerra; lo cual puede hacer de dos modos: con la acción y con el estudio. En lo que atañe a la acción, debe, además de ejercitar y tener bien organizadas sus tropas, dedicarse constantemente a la caza con el doble objeto de acostumbrar el cuerpo a las fatigas y de conocer la naturaleza de los terrenos, la altitud de las montañas, la entrada de les valles, la situación de las llanuras, cl curso de los rios y la extensión de los pantanos. En esto último pondrá muchísima seriedad, pues tal estudio presta dos utilidades: primero, se aprende a conocer la región donde se vive y a defenderla mejor; después, en virtud del conocimiento práctico de una comarca, se hace más fácil el conocimiento de otra donde sea necesario actuar, porque las colinas, los valles, las llanuras, los ríos y los pantanos que hay, por ejemplo, en Toscana, tienen cierta similitud con los de las otras provincias, de manera que el conocimiento de los terrenos de una provincia sirve para el de las otras. El príncipe que carezca de esta pericia carece de la primera cualidad que distingue a un capitán, pues tal condición es la que enseña a dar con el enemigo, a tomar los alojamientos, a conducir los ejércitos, a preparar un plan de batalla y a atacar con ventaja. Filopémenes, príncipe de los aqueos, tenía, entre otros méritos que los historiadores le concedieron, el de que en los tiempos de paz no pensaba sino en las cosas que incumben a la guerra; y cuando iba de paseo por la campaña, a menudo se detenía y discurría así con los amigo “Si el enemigo estuviese en aquella colina y nosotros nos encontráemos aqui con nuestro ejército, ¿de quién sería la ventaja? ¿Cómo podríamos ir a su encuentro, conservando el orden? Si quisiéramos retirarnos, ¿cómo deberíamos proceder? ¿Y cómo los perseguiríamos, si los que se retirasen fueran ellos?” Y les proponía, mientras caminaba, todos los casos que pueden presentársele a un ejército; escuchaba sus opiniones, emitía la suya y la justificaba. Y gracias a este continuo razonar, nunca, mientras guió sus ejércitos, pudo surgir accidente alguno para el que no tuviese remedio previsto. En cuanto al ejercicio de la mente, el príncipe debe estudiar la Historia, examinar las acciones de los hombres ilustres, ver cómo se han conducido en la guerra, analizar el por qué de sus victorias y derrotas para evitar éstas y tratar de lograr aquéllas; y sobre todo hacer lo que han hecho en el pasado algunos hombres egregios que, tomando a los otros por modelos, tenían siempre presentes sus hechos más celebrados. Corno se dice que Alejandro Magno hacia con Aquiles, César con Alejandro, Escipión con Ciro. Quien lea la vida do Ciro, escrita por Jenofonte, reconocerá en la vida de Escipión la gloria que le reportó el imitarlo, y cómo, en lo que se refiere a castidad, afabilidad, clemencia y liberalidad, Escipión se ciñó por completo a lo que Jenofonte escribió de Ciro. Esta es la conducta que debe observar un príncipe prudente: no permanecer inactivo nunca en los tiempos de paz, sino, por cl contrario, hacer acopio de enseñanzas para valerse de ellas en la adversidad, a fin de que, si la fortuna cambia, lo halle preparado para reisitirle. 63 Capitulo XV DE AQUELLAS COSAS POR LAS CUALES LOS HOMBRES Y ESPECIALMENTE LOS PRINCIPES, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 64 SON ALABADOS O CENSURADOS Queda ahora por analizar cómo debe comportarse un príncipe en el trato con súbditos y amigos. Y porque sé que muchos han escrito sobre el tema, me pregunto, al escribir ahora yo, si no seré tachado de presuntuoso, sobre todo al comprobar que en esta materia me aparto de sus opiniones. Pero siendo mi propósito escribir cosa útil para quien la entiende, me ha parecido más conveniente ir tras la verdad efectiva de la cosa que tras su apariencia. Porque muchos se han imaginado como existentes de veras a repúblicas y principados que nunca han sido vistos ni conocidos; porque hay tanta diferencia entre cómo se vive y cómo se debería vivir, que aquel que deja lo que se hace por lo que debería hacerse marcha a su ruina en vez de beneficiarse., pues un hombre que en todas partes quiera hacer profesión de bueno es inevitable que se pierda entre tantos que no lo son. Por lo cual es necesario que todo príncipe que quiera mantenerse aprenda a no ser bueno, y a practicarlo o no de acuerdo con la necesidad. Dejando, pues, a un lado las fantasías, y preocupándonos sólo de las cosas reales, digo que todos los hombres, cuando se habla de ellos, y en particular los príncipes, por ocupar posiciones más elevadas, son iuzgados por algunas de estas cualidades que les valen o censura o elogio. Uno es llamado pródigo, otro tacaño (y empleo un término toscano, porque “avaro”, en nuestra lengua, es tarnbién el que tiende a enriquecerse por medio de la rapiña, mientras que llamamos “tacaño” al que se abstiene demasiado de gastar lo suyo); uno es considerado dadivoso, otro rapaz; uno cruel, otro clemente; uno traidor, otro leal; uno afeminado y pusilánime, otro decidido y animoso; uno humano, otro soberbio; uno lascivo, otro casto; uno sincero, otro astuto; uno duro, otro débil; uno grave, otro. frívolo; uno religioso, otro incrédulo, y así sucesivamente. Sé que no habría nadie que no opinase que sería cosa muy loable que, de entre todas las cualidades nombradas, un príncipe poseyese las que son consideradas buenas; pero como no es posible poseerlas todas, ni observarlas siempre, porque la naturaleza humana no lo consiente, le es preciso ser tan cuerdo que sepa evitar la vergüenza de aquellas que le significarían la pérdida del Estado, y, sí puede, aun de las que no se lo harían perder; pero si no puede no debe preocuparse gran cosa, y mucho menos de incurrir en la infamia de vicios sin los cuales difícilmente podría salvar el Estado, porque si consideramos esto con frialdad, hallaremos que, a veces, lo que parece virtud es causa de ruina, y lo que parece vicio sólo acaba por traer el bienestar y la seguridad. Capitulo XVI DE LA PRODIGALIDAD Y DE LA AVARICIA Empezando por las primeras de las cualidades nombradas, digo que estaría bien ser tenido por pródigo. Sin embargo, la prodigalidad, practicada de manera que se sepa que uno es pródigo, perjudica; y por otra parte, si se la practica virtuosamente y tal como se la debe practicar, la prodigalidad no será conocida y se creerá que existe el vicio 65 contrario. Pero como el que quiere conseguir fama de pródigo entre los hombres no puede pasar por alto ninguna clase de lujos, sucederá siempre que un príncipe así acostumbrado a proceder consumirá en tales obras todas sus riquezas y se verá obligado, a la postre, si desea conservar su reputación, a imponer excesivos tributos, a ser riguroso en el cobro y a hacer todas las cosas que hay que hacer para procurarse dinero. Lo cual empezará a tornarle odioso a los ojos de sus súbditos, y nadie lo estimará, ya que se Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 66 habrá vuelto pobre. Y como con su prodigalidad ha perjudicado a muchos y beneficiado a pocos, se resentirá al printer inconveniente y peligrará al menor riesgo. Y si entonces advierte su falla y quiere cambiar de conducta, sera tachado de tacaño. Ya que un príncipe no puede practicar públicamente esta virtud sin que se perjudique, convendrá, si es sensato, que no se preocupe si es tildado de tacaño; porque, con el tiempo, al ver que con su avaricia le bastan las entradas para defenderse de quien le hace la guerra, y puede acometer nuevas empresas sin gravar al pueblo, será tenido siempre por más pródigo, pues practica la generosidad con todos aquellos a quienes no quita, que son innumerables, y la avaricia con todos aquellos a quienes no da, que son pocos. En nuestros tiempos sólo hemos visto hacer grandes cosas a los hom bres considerados tacaños; los demás siempre han fracasado. El papa Julio II, después de servirse del nombre do pródigo para llegar at Pontificado, no se cuidó a fin de poder hacer la guerra, de conserver semejante fama. El actual rey de Francia ha sostenido tantas guerras sin imponer tributos extraordinarios a sus súbditos porque, con su extremada economía, proveyó a los superfluos. El actual rey España, si hubiera sido espléndido, no habría realizado ni vencido en tantas empresas. En consecuencia, un príncipe debe reparar poco --con tal de que ello le permita defenderse, no robar a los súbditos, no volverse pobre y despreciable, no mostrarse expoliador--en incurrir en el vicio de tacaño; porque éste es uno de los vicios que hacen posible reinar. Y si alguien dijese: “Gracias a su prodigalidad, César llegó al imperio, y muchos otros, por haber sido y haberse ganado fama de pródigos, escalaron altisimas posiciones”, contestaria: “O ya eres príncipe, o estas en camino de serlo; en el primer caso, la liberalidad es perniciosa; en el segundo, necesaria. Y César era uno do los que querían llegar at principado de Roma; pero si después de lograrlo hubiese sobrevivido y no so hubiera moderado en los gastos, habría llevado el imperio a la ruina”. Y si alguien replicase: “Ha habido muchos príncipes, reputados por liberalísimos, que hicieron grandes cosas con las armas” diría yo: “O el píincipe gasta lo suyo y lo de los subditos, o gasta lo ajeno; en el primer caso debe ser medido, en el otro, no debe cuidarse del despilfarro. Porque el príncipe que va con sus ejércitos y que vive del botín, de los saqueos y de las contribuciones, necesita eo esa esplendidez a costa de los enemigos, ya que de otra manera los soldados no lo seguirían. Con aquello que no es del príncipe ni de sus súbditos se puede ser extremadamente generoso, como lo fueron Ciro, César y Alejandro; porque el derrochar lo ajeno, antes concede que quita reputación; sólo el gastar lo de uno perjudica. No hay cosa que se consuma tanto a sí misma como la prodigalidad, pues cuanto más se la practica más se pierde la facultad de practicarla; y se vuelve el príncipe pobre y despreciable, o, si quiere escapar de la pobreza, expoliador y odioso. Y si hay algo que deba evitarse, es el ser despreciado y odioso, y a ambas cosa conduce la prodigalidad. Por lo tánto, es más prudente contentarse con el tilde de tacaño que implica una verguenza sin odio, que, por ganar fama de pródigo, incurrir en el de expoliador, que implica una vergilenza con odio. 67 Capitulo XVII DE LA CRUELDAD Y LA CLEMENCIA; Y SI ES MEJOR SER AMADO QUE TEMIDO, O SER TEMIDO QUE AMADO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 68 Paso a las otras cualidades ya cimentadas y declaro que todos los príncipes deben desear ser tenidos por clementes y no por crueles. Y, sin embargo, deben cuidarse de emplear mal esta clemencia, César Borgia era considerado cruel, pese a lo cual fue su crueldad la que impuso el orden en la Romaña, la que logró su unión y la que la volvió a la paz y a la fe. Que, si se examina bien, se verá que Borgia fue mucho más clemente que el pueblo florentino, que para evitar ser tachado de cruel, dejó destruir a Pistoya. Por lo tanto, un príncipe no debe preocuparse porque lo acusen de cruel, siempre y cuando su crueldad tenga por objeto el mantener unidos y fieles a los súbditos; porque con pocos castigos ejemplares será más clemente que aquellos que, por excesiva clemencia, dejan multiplicar los desórdenes, causas de matanzas y saqueos que perjudican a toda una población, mientras que las medidas extremas adoptadas por cl príncipe sólo van en contra de uno. Y es sobre todo un príncipe nuevo el que no debe evitar los actos de crueldad, pues toda nueva dominación trae consigo infinidad de peligros. Asi se explica que Virgilio ponga en boca de Dido: Res dura et regni novitas me talia (cogunt Moliri, et late fines custode tueri. Sin embargo, debe ser cauto en el creer y el obrar, no tener miedo de sí mismo y proceder con moderación, prudencia y humanidad, de modo que una excesiva confianza no lo vuelva imprudente, y una desconfianza exagerada, intolerable. Surge de esto una cuestión: si vale más ser amado que temido, o temido que amado. Nada mejor que ser ambas cosas a la vez; pero puesto que es difícil reunirlas y que siempre ha de faltar una, declaro que es más seguro ser temido que amado. Porque de la generalidad de los hombres se puede decir esto: que son ingratos, volubles, simuladores, cobardes ante el peligro y ávidos de lucro. Mientras les haces bien, son completamente tuyos: te ofrecen su sangre, sus bienes, su vida y sus hijos, pues --- como antes expliqué ---ninguna necesidad tienes de ello; pero cuando la necesidad se presenta se rebelan. Y el príncipe que ha descansado por entero en su palabra va a la ruina al no haber tomado otras providencias; porque las amistades que se adquieren con el dinero y no con !a altura y nobleza de alma son amistades merecidas, pero de las cuales no se dispone, y llegada la oportunidad no se las puede utilizar. Y los hombres tienen menos cuidado en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer; porque el amor es un vínculo de gratitud que los hombres, perversos por naturaleza, rompen cada vez que pueden beneficiarse; pero el temor es miedo al castigo que no se pierde nunca. No obstante lo cual, el príncipe debe hacerse temer de modo que, si no se granjea el amor, evite el odio, pues no es impossible ser a la vez temido y no odiado; y para ello bastará que se abstenga de apoderarse de los bienes y de las mujeres de sus ciudadanos y súbditos, y que no proceda contra la vida de alguien sino cuando hay justificación conveniente y motivo manifiesto; pero sobre todo abstenerse de los bienes ajenos, porque los hombres olvidan antes la muerte del padre que la pérdida del patrimonio. Luego, nunca faltan excusas para despojar a los demás de sus bienes, y el que empieza a vivir de la rapiña siempre encuentra pretextos para apoderarse de lo ajeno, y, por el 69 contrario, para quitar la vida, son más raros y desaparescan con más rapidez. Pero cuando cl principe está al frente de sus ejércitos y tiene que gobernar a miles de soldados, es absolutamente necesario que no se preocupe si merece fama de cruel, porque sin esta fama jamás podrá tenerse ejército alguno unido y dispuesto a la lucha. Entre las infinitas cosas admirables de Aníbal se cita la de que, aunque contaba con un Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 70 ejército grandísimo, formado por hombres de todas las razas a los que llevó a combatir en tierras extranjeras, jamás surgió discordia alguna entre ellos ni contra el príncipe, asi en la mala como en la buena fortuna. Y esto no podía deberse sino a su crueldad inhumana, que, unida a sus muchas otras virtudes, lo hacía venerable y terrible en el concepto de los soldados; que, sin aquélla, todas las demás no le habrían bastado para ganarse este respeto. Los historiadores poco reflexivos admiran, por una parte, semejante orden, y, por la otra, censuran su razón principal. Que si es verdad o no que las demás virtudes no le habrían bastado puede verse en Escipión ---hombre de condiciones poco comunes, no sólo dentro de su boca, sino dentro de toda la historia de la humanidad---, cuyos ejércitos se rebelaron en España. Lo cual se produjo por culpa de su excesiva clemencia, que había dado a sus soldados más licencia de la que a la disciplina militar convenía. Falta que Fabio Máxirno le reprochó en el Senado, llamándolo corruptor de la milicia romana. Los locrios, habiendo sido ultrajados por un enviado de Escipión, no fueron desagraviados por éste ni la insolencia del primero fue castigada naciendo todo de aquel su blando carácter. Y a tal extrerno, que alguien que lo quiso justificar ante el Senado dijo que pertenecía a la clase de hombres que saben mejor no equivocarse que enmendar las equivocaciones ajenas. Este carácter, con el tiempo habría acabado por empañar su fama y su honor, a haber llegado Escipión al mando absoluto; pero como estaba bajo las órdenes del Senado, no sólo quedó escondida esta mala cualidad suya, sino que se convirtió en su gloria. Volviendo a la cuestión de ser amado o temido, concluyo que, como cl amar depende de la voluntad de los hombres y el temer de la voluntad del príncipe, un príncipe prudente debe apoyarse en lo suyo y no en lo ajeno, pero, como he dicho, tratando siempre de evitar el odio. Capitulo XVIII DE QUE MODO LOS PRINCIPES DEBEN CUMPLIR SUS PROMESAS Nadie deja de comprender cuán digno de alabanza es cl principe que cumple la palabra dada, que obra con rectitud y no con doblez; pero la experiencia nos demuestra, por lo que sucede en nuestros tiempos, que son precisamente los príncipes que han hecho menos caso de la fe jurada, envuelto a los demás con su astucia y reido de los que han confiado en su lealtad, los únicos que han realizado grandes empresas. Digamos primero que hay dos maneras de combatir: una, con las leyes; otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia. Pero como a menudo la primera no basta, es forzoso recurrir a la segunda. Un príncipe debe saber entonces comportarse como bestia y como hombre. Esto es lo que los antiguos escritores enseñaron a los príncipes de un modo velado cuando dijeron que Aquiles y muchos otros de los príncipes antiguos fueron confiados al centauro Quirón para que los criara y educase. Lo cual significa que, como el preceptor es mitad bestia y mitad hombre, un príncipe debe saber emplear las cualidades de ambas naturalezas, y que una no puede 71 durar mucho tiempo sin la otra. De manera que, ya que se ve obligado a comportarse como bestia, conviene que el príncipe se transforma en zorro y en león, porque el 1eón no sabe protegerse de las trampas ni el zorro protegerse de los lobos. Hay, pues, que ser zorro para conocer las trampas y 1eón para espantar a los lobos. Los que sólo se sirven de las cualidades del Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 72 1eón demuestran poca experiencia. Por lo tanto, un príncipe prudente no debe observar la fe jurada cuando semejante observancia vaya en contra de sus intereses y cuando hayan desaparecido las razones que le hicieron prometer. Si los hombres fuesen todos buenos, este precepto no sería bueno; pero como son perversos, y no la observarían contigo, tampoco tú debes observarla con ellos. Nunca faltaron a un príncipe razones legitimas para disfrazar la inobservancia. Se podrían citar innumerables ejemplos modernos de tratados de paz y promesas vueltos inútiles por la infidelidad de los príncipes. Que el que mejor ha sabido ser zorro, ése ha triunfado. Pero hay que saber disfrazarse bien y ser hábil en fingir y en disimular. Los hombres son tan simples y de tal manera obedecen a las necesidades del momento, que aquel que engaña encontrará siempre quien se deje engañar. No quiero callar uno de los ejemplos contemporáneos. Alejandro VI nunca hizo ni pensó en otra cosa que en engañar a los hombres, y siempre halló oportunidad para hacerlo. Jamás hubo hombre que prometiese con mis desparpajo ni que hiciera tantos juramentos sin cumplir ninguno; y, sin embargo, los engaños siempre le salieron a pedir de boca, porque conocía bien esta parte del mundo. No es preciso que un príncipe posea todas las virtudes citadas, pero es indispensable que aparente poseerlas. Y hasta me atreveré a decir esto: que el tenerlas y practicarlas siempre es perjudicial, y el aparentar tenerlas, útil. Está bien mostrarse piadoso, fiel, humano, recto y religioso, y asimismo serlo efectivamente; pero se debe estar dispuesto a irse al otro extremo si ello fuera necesario. Y ha de tenerse presente que un príncipe, y sobre todo un príncipe nuevo, no puede observar todas las cosas gracias a las cuales los hombres son considerados buenos, porque, a menudo, para conservarse en el poder, se ve arrastrado a obrar contra la fe, la caridad, la humanidad y la religión. Es preciso, pues, que tenga una inteligencia capaz de adaptarse a todas las circunstancias, y que, como he dicho antes, no se aparte del bien mientras pueda, pero que, en caso de necesidad, no titubee en entrar en el mal. Por todo esto un príncipe debe tener muchísimo cuidado de que no le brote nunca de los labios algo que no esté empapado de las cinco virtudes citadas, y de que, al verlo y oirlo, parezea la clemencia, la fe, la rectitud y la religión mismas, sobre todo esta útima. Pues los hombres, en general, juzgan más con los ojos que con las manos, porque todos pueden ver, pero pocos tocar. Todos ven lo que pareces ser, mas pocos saben lo que eres; y estos pocos no se atreven a oponerse a la opinión de la mayoría, que se escuda detrás de la majestad del Estado. Y en las acciones de los hombres, y particularmente de los príncipes, donde no hay apelación posible, se atiende a los resultados. Trate, pues, un príncipe de vencer y conserver el Estado, que los medios siempre serán honorables y loados por todos; porque cl vulgo se deja engañar por las apariencias y por el éxito; y en el mundo sólo hay vulgo, ya que las minorías no cuentan sino cuando las mayorias no tienen donde apoyarse. Un príncipe de estos tiempos, a quien no es oportuno nombrar, jamás predica otra cosa que concordia y buena fe; y es enernigo acérrimo de ambas, ya que, si las hubiese observado, habría perdido más de una vez la fama y las tierras. 73 Capitulo XIX DE QUE MODO DEBE EVITARSE SER DESPRECIADO Y ODIADO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 74 Como de entre las cualidades mencionadas ya hablé de las mis importantes, quiero ahora, bajo este titulo general, referirme brevemente a las otras. Trate el príncipe de huir de las cosas que lo hagan odioso o despreciable, y una vez logrado, habrá cumplido con su deber y no tendrá nada que temer de los otros vicios. Hace odioso, sobre todo, como ya he dicho antes, el ser expoliador y el apoderarse de los bienes y de las mujeres de los súbditos, de todo lo cual convendrá abstenerse. Porque la mayoría de los hornbres, mientras no se ven privados de sus bienes y de su honor, viven contentos; y el príncipe queda libre para combatir la ambición de los menos que puede cortar fácilmente y de mil maneras distintas. Hace despreciable el ser considerado voluble, frívolo, afeminado, pusilánime e irresoluto, defectos de los cuales debe alejarse como una nave de un escollo, e ingeniarse para que en sus actos se reconozca grandeza, valentía, seriedad y fuerza. Y con respecto a los asuntos privados de los súbditos, debe procurar que sus fallos sean irrevocables y empeñarse en adquirir tal autoridad que nadie piense en engañarlo ni envolverlo con intrigas. El príncipe que conquista semejante autoridad es siempre respetado, pues difícilmente se conspira contra quien, por ser respetado, tiene necesariamente ser bueno y querido por los suyos. Y un príncipe debe temer dos cosas: en el interior, que se le subleven los súbditos; en el exterior, que le ataquen. Las potencias extranjeras. De éstas se, defenderá con buenas armas y buenas alianzas, y siempre tendrá buenas alianzas el que tenga buenas armas, así como siempre en el interior estarán seguras las cosas cuando lo estén on el exterior, a menos que no hubiesen sido previamente perturbadas por una conspiración. Y aun cuando los enemigos de afuera amenazasen, si ha vivido como he aconscejado y no pierda la presencia de espíritu resistirá todos los ataques, como he aconsejado que hizo el espartano Nabis. En lo que se refiere a los súbditos, y a pesar de que no exista amenaza extranjera alguna, ha de cuidar que no conspiren secretamente; pero de este peligro puede asegurarse evitando que lo odien o lo desprecien y, como ya antes he repetido, empeñandose por todos los medios en tener satisfecho al pueblo. Porque el no ser odiado por el pueblo es uno de los remedios más eficaces de que dispone un príncipe contra las conjuraciones. El conspirador siempre cree que el pueblo quedará contento con la muerte del príncipe, y jamás, si sospecha que se producirá el efecto contrario, se decide a tomar semejante partido, pues son infinitos los peligros que corre el que conspira. La experiencia nos demuestra que hubo muchísimas conspiraciones y que muy pocas tuvieron éxito. Porque el que conspira no puede obrar solo ni buscar la complicidad de los que no cree descontentos; y no hay descontento que no se regocije en cuanto le hayas confesado tus propósitos, porque de la revelación de tu secreto puede esperar toda clase de beneficios; es preciso que, sea muy amigo tuyo o enconado enemigo del príncipe para que, al hallar en una parte ganancias seguras y en la otra dudosas y llenas de peligro, te sea, leal. Y para reducir el problema a, sus últimos términos, declaro que de parte del conspirador sólo hay recelos, sospechas y temor al castigo, mientras que el príncipe cuenta con la majestad del príncipado, con las leyes y con la ayuda de los amigos, de tal manera que, si se ha granjeado la simpatía popular, es imposible que haya alguien que sea tan temerario como para conspirar. Pues si un conspirador está por lo común rodeado de peligros antes de consumar el hecho, lo estará aún más después de ejecutarlo, porque no encontrará amparo en ninguna parte. 75 Sobre este particular podrían citarse innumerables ejemplos; pero me daré por satisfecho con mencionar uno que pertenece a la época de nuestros padres. Micer Aníbal Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 76 Bentivoglio, abuelo del actual micer Aníbal, que era príncipe de Bolonia, fue asesinado por los Canneschi, que se había conjurado contra él, no quedando de los suyos más que micer Juan, que era una criatura. Inmediatamente después de somejante crimen so sublevó el pueblo y exterminó a todos los Canneschi. Esto nace de la simpatia, popular que la casa de los Bentivoglio tenía en aquellos tiempos, y que fue tan grande que, no quedando de ella nadie en Bolonia que pudiese, muerto Aníbal, regir el Estado, y habiendo inicios de que en Florencia existía un descendiente de los Bentivoglio, que se consideraba hasta entonces hijo de cerrajero, vinieron los boloñeses en su busca a Florencia y le entregaron el gobierno de aquella ciudad la que fue gobernada por él hasta que micer Juan hubo llegado a una edad adecuada par asumir el mando. Llego, pues, a la conclusión de que un príncipe, cuando es apreciado por el pueblo, debe cuidarse muy poco de las conspiraciones; pero que debe temer todo y a todos cuando lo tienen por enemigo y es aborrecido por él. Los Estados bien organizados y los príncipes sabios siempre han procurado no exasperar a los nobles y, a la vez, tener satisfecho y contento al pueblo. Es éste uno de los puntos a que más debe atender un príncipe. En la actualidad, entre los reinos bien organizados, cabe nombrar el de Francia, que cuenta con muchas instituciones buenas que están al servicio de la libertad y de la seguridad del rey, de las cuales la primera es el Parlamento. Como el que organizó este reino conocía, por una parte, la ambición y la violencia de los poderosos y la necesidad de tenerlos como de una brida para corregirlos y, por la otra, el odio a los nobles que el temor hacía nacer en el pueblo ---temor que había que hacer desaparecer---, dispuso que no fuese cuidado exclusivo del rey esa tarea, para evitarle los inconvenientes que tendría con los nobles si favorecía al pueblo y los que tendría con el pueblo si favorecía a los nobles. Creó entonces un tercer poder que, sin responsabilidades para el rey, castigase a los nobles y beneficiase al pueblo. No podía tomarse medida mejor ni más juiciosa, ni que tanto proveyese a la seguridad del rey y del reino. De donde puede extraerse esta consecuencia digna de mención: que los príncipes deben encomendar a los demás las tareas gravosas y reservarse las agradables. Y vuelvo a repetir que un príncipe debe estimar a los nobles, pero sin hacerse odiar por el pueblo. Acaso podrá parecer a muchos que el ejemplo de la vida y muerte de ciertos emperadores romanos contradice mis opiniones, porque hubo quienes, a pesar de haberse conducido siempre virtuosamente y de poseer grandes cualidades, perdieron el imperio o, peor aún, fueron asesinados por sus mismos súbditos, conjurados en su contra. Para contestar a estas objeciones examinaré el comportamiento de algunos emperadores y demostraré que las causas de su ruina no difieren de las que he expuesto, y mientras tanto, recordaré los hechos más salientes de la Historia de aquellos tiempos. Me limitaré a tomar a los emperadores que se sucedieron desde Marco el Filósofo hasta Maximino: Marco, su hijo Cómodo, Pertinax, Juliano, Severo, su hijo Antonio Caracalla, Macrino, Heliogábalo, Alejandro y Maximino. Pero antes conviene hacr notar que, mientras los príncipes de hoy sólo tienen que luchar contra la ambición de los nobles y la violencia de los pueblos, los emperadores romanos tenían que hacer frente a una tercera dificultad: la 77 codicia y la crueldad de sus soldados, motivo de la ruina de muchos. Porque era dificil dejar a la vez satisfechos a los soldados y al pueblo, pues en tanto que el pueblo amaba la paz y a los principes sosegados, las tropas preferían a los príncipes belicosos, violentos, crueles y rapaces, y mucho más si lo eran contra el pueblo, ya que así Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 78 duplicaban la ganancia y tenían ocasión de deshogar su codicia y su perversidad. Esto explica por qué los emperadores que carecían de autoridad suficiente para contener a unos y a los otros siempre fracasaban; y explica también por qué la mayoría, y sobre todo los que subían al trono por herencia, una vez conocida la imposibilidad de dejar satisfechas a ambas partes, se decidían por los soldados, sin importarles pisotear al pueblo. Era el partido lógico: cuando cl príncipe no puede evitar ser odiado por una de las dos partes, debe inclinarse hacia el grupo más numeroso, y cuando esto no es posible, inclinarse hacia el más fuerte. De ahí que los emperadores -que al serlo por razones ajenas al derecho tenían necesidad de apoyos extraordinarios- buscasen contentar a los soldados antes que al pueblo; lo cual, sin embargo, podía resultarles ventajoso o no según que supiesen o no ganarse y conserver su respeto. Por tales motivos, Marco, Pertinax y Alejandro, a pesar de su vida moderada, a pesar de ser amantes de la justicia, enemigos de, la crueldad, humanitarios y benévolos, tuvieron todos, salvo Marco, triste fin. Y Marco vivió y murió amado gracias a que llegó al trono por derecho de herencia, sin debérselo al pueblo ni a los soldados., y a que, como estaba adornado de muchas virtudes que lo hacían venerable, tuvo siempre, mientras vivió, sometidos a unos y a otros a su voluntad, y nunca fue odiado ni despreciado. Pero Pertinax fue hecho emperador contra el parecer de los soldados, que, acostumbrados a vivir en la mayor licencia bajo Cómodo, no podian tolerar la vida virtuosa que aquél pretendia imponerles; y por esto fue odiado. Y como al odio se agregó al desprecio que inspiraba su vejez, pereció en los comienzos mismos de su reinado. Y aqui se debe señalar que el odio se gana tanto con las buenas acciones como con las perversas, por cuyo motivo, como dije antes, un principe que quiere conserver el poder es a menudo forzado a no ser bueno, porque cuando aquel grupo, ya sea pueblo, soldados o nobles, del que tú juzgas tener necesidad para mantenerte, está corrompido, te conviene seguir su caprichopara satisfacerlo, pues entonces las buenas acciones serían tus enemigas. Detengámonos ahora en Alejandro, hombre de tanta bondad que, entre los elogios que se le tributaron, figura el de que en catorce años que reinó no hizo matar a nadie sin juicio previo; pero su fama de persona débil y que se dejaba gobernar por su madre le acarreó el desprecio de los soldados, que se sublevaron y lo mataron. Por el contrario, Cómodo, Severo, Antonio Caracalla y Maximino fueron ejemplos de crueldad y despotisino llevados al extremo. Para congraciarse con los soldados, no ahorraron ultrajes al pueblo. Y todos, a excepción de Severo, acabaron mal. Severo, aunque oprimió al pueblo, pudo reinar felizmente en mérito al apoyo de los soldados y a sus grandes cualidades, que lo hacían tan admirable a los ojos del pueblo y del ejército que éste quedaba reverente y satisfecho, y aquél, atemorizado y estupefacto. Y como sus acciones fueron notables para un príncipe nuevo, quiero explicar brevemente lo bien que supo proceder como zorro y como león, cuyas cualidades, como ya he dicho, deben ser imitadas por todos los príncipes. Enterado de que el emperador Juliano era un cobarde, Severo convencía al ejército 79 que estaba bajo su mando en Esclavonia de que era necesario ir a Roma para vengar la muerte de Pertinax, a quien los pretorianos habían asesinado. Y con este pretexto, sin dar a conocer sus aspiraciones al imperio, condujo al ejército contra Roma y estuvo en Italia antes que se hubiese tenido noticia de su partida. Una vez en Roma, dío muerte a Juliano; y el Senado, lleno de espanto, lo eligió emperador. Pero para adueñarse del Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 80 Estado quedaban aún a Severo dos dificultades. la primera en Oriente, donde Níger, jefe de los ejércitos asiáticos, se habla hecho proclamar emperador; la segunda en Occidente, donde se hallaba Albino, quien también tenía pretensiones al imperio. Y como juzgaba peligroso declararse a la vez enemigo de los dos, resolvió atacar a Níger y engañar a Albino, para lo cual escribió a éste que, elegido emperador por el Senado, quería compartir el trono con él; le mandó el título de césar y, por acuerdo del Senado, lo convirtió en su colega, distinción que Albino aceptó sin vacilar. Pero una vez que hubo vencido y muerto a Níger, y pacificadas las cosas en Oriente, volvió a Roma y se quejó al Senado de que Albino, olvidándose de los beneficios que le debía, había tratado vilmente de matarlo, por lo cual era preciso que castigara su ingratitud. Fue entonces a buscarlo a las Galias y le quitó la vida y el Estado. Quien examine, pues, detenidamente las acciones de Severo, verá que fue un feroz león y un zorro muy astuto, y advertirá que todos le temieron y respetaron y que el ejército no lo odió; y no se asombrará de que él, príncipe nuevo, haya podido ser amo de un imperio tan vasto, porque su ilimitada autoridad lo protegió siempre del odio que sus depredaciones podían haber hecho nacer en el pueblo. Pero Antonino, su hijo, también fue hombre, de cualidades que lo hacían admirable en el concepto del pueblo y grato en el de los soidados. Varón de genio guerrero, durísimo a la fatiga, enemigo de la molicie y de los placeres de la mesa, no podía menos de ser querido por todos los soldados. Sin embargo, su ferocidad era tan grande e inaudita que, después de innumerables asesinatos aislados, exterminó a gran parte del pueblo de Roma y a todo el de Alejandría. Por este motivo se hizo odioso a todo el mundo, empezó a ser temido por los mismos que lo rodeaban y a la postre fue muerto por un centurión en presencia de todo el ejército. Conviene notar al respecto no está en manos de ningún príncipe evitar esta clase de atentados, producto de la firme decisión de un hombre de carácter, porque al que no le importa morir no le asusta quitar la vida a otro., pero no los tema el príncipe, pues son rarísimos, y preocúpese, en cambio, por no inferir ofensas graves a nadie que esté junto a él para el servicio del Estado. Es lo que no hizo Antonino, ya que, a pesar de haber asesinado en forma ignominiosa a un hermano del centurión, y de amenazar a éste diariamente con lo mismo, lo conservaba en su guardia particular: tranquilidad temeraria que tenía que traerle la muerte, y se la trajo. Pasemos a Cómodo, a quien, por ser hijo de Marco y haber recibido el imperio en herencia, fácil le hubiera sido conservarlo, dado que con sólo seguir las huellas de su padre hubiese tenido satisfecho a puebto y ejército. Pero fue un hombre cruel y brutal que, para desahogar su ansia de rapiña contra el pueblo, trató de captarse la benevolencia de las tropas permitiéndoles toda clase de licencias; por otra parte, olvidado de la dignidad que investía, bajo muchas veces a la arena para combatir con los gladiadores y cometió vilezas incompatibles con la majestad imperial, con lo cual se acarreó el desprecio de los soldados. De modo que, odiado por un grupo y aborrecido por el otro, fue asesinado a consecuencia de una conspiración. Nos quedan por examinar las cualidades de Maximino. Fastidiadas las tropas por la 81 inactividad de Alejandro, de quien ya he hablado, elevaron al imperio, una vez muerto éste, a Maximano, hombre de espiritu extraordinariamente belicoso, que no se conservó en el poder mucho tiempo porque hubo dos cosas que lo hicieron odioso y despreciable: la primera, su baja condición, pues nadie ignoraba que había sido pastor en Tracia, y esto producía universal disgusto; la otra, su fama de sanguinario; había diferido su marcha a Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 82 Roma para tomar posesión del mando, y en el intervalo, había cometido, en Roma y en todas partes del imperio, por intermedio de sus prefectos, un sinfin de depredaciones. Menospreciado por la bajeza de su origen y odiado por el temor a su ferocidad, era natural que todo el mundo se sintiese inquieto y, en consecuencia, que el Africa se rebelase y que el Senado y luego el pueblo de Roma y toda Italia conspirasen contra él. Su propio ejército, mientras sitiaba a Aquilea sin poder tomarla, cansado de sus crueldades y temiéndolo menos al verlo rodeado de tantos enemigos, se plegó al movimiento y lo mató. No quiero referirme a Heliogábalo, Macrino y Juliano. que, por ser harto despreciables, tuvieron pronto fin, y atenderé a las conclusiones de este discurso. Los príncipes actuales no se eneuentran ante la dificultad de tener que satisfacer en forma desmedida a los soldados; pues aunque haya que tratarlos con consideración, el caso es menos grave dado que estos príncipes no tienen ejércitos propios, vinculados estrechamente con los gobiernos y las administraciones provinciales, como estaban los ejércitos del Imperio Romano. Y si entonces había que inclinarse a satisfacer a los soldados antes que al pueblo, se explica, porque los soldados eran más poderosos que el pueblo; mientras que ahora todos los príncipes, salvo el Turco y el Sultán. tienen que satisfacer antes al pueblo que a los soldados, porque aquél puede más que éstos. Excepto al Turco, que, por estar siempre rodeado por doce mil infantes y quince mil jinetes, de los cuales dependen la seguridad y la fuerza del reino, necesita posponer toda otra preocupación a la de conserver la amistad de las tropas. Del mismo modo, conviene que el Sultán, cuyo reino está por completo en manos del ejército, conserve las simpatías de éste sin tener consideraciones para con el pueblo. Y adviértase que este Estado del Sultán es muy distinto de todos los principados y sólo parecido al pontificado cristiano, al que no puede llamársele principado hereditario ni principado nuevo, porque no son los hijos del príncipe viejo los herederos y futuros príncipes, sino el elegido para ese puesto por los que tienen autoridad.. Y como se trata de una institución antigua, no le corresponde el nombre de principado nuevo, aparte de que no se encuentran en él los obstáculos que existen en los nuevos, pues si bien el principe es nuevo, la constitución del Estado es antigua y el gobernante recibido como quien lo es por derecho hereditario. Pero volvamos a nuestro asunto. Cualquiera que meditase este discurso hallaría que la causa de la ruina de los emperadores citados ha sido el odio o el desprecio, y descubriría a qué se debe que, mientras parte de ellos procedieron de un modo y parte de otro, en ambos modos hubo dichosos y desgraciados. Pertinax y Alejandro fracasaron.porque, siendo príncipes nuevos, quisieron imitar a Marco, que había llegado al imperio por derecho de sucesión; y lo misnno le sucedió a Caracalla, Cómodo y Maximino al intentar seguir ]as huellas de Severo cuando carecían de sus cualidades. Se concluye de esto que un príncipe nuevo en un principado nueyo no puede imitar la conducta de Marco ni tampoco seguir los pasos de Severo, sino quc debe tomar de éste las cualidades necesarias para fundar un Estado, y, una vez establecido y firrne, las cualidades de aquél que mejor tiendan a conservarlo. 83 Capitulo XX SI LAS FORTALEZAS, Y MUCHAS OTRAS COSAS QUE LOS PRINCIPES HACEN CON FRECUENCIA SON UTILES O NO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 84 Hubo príncipes que, para conservar sin inquietudes el Estado, desarmaron a sus súbditos; príncipes que dividieron los territories conquistados; príncipes que favorecieron a sus mismos enemigos; príncipes que se esforzaron por atraerse a aquellos que les inspiraban recelos al comienzo de su gobierno; príncipes, en fin, que construyeron fortalezas, y principes que las arrasaron. Y aunque sobre todas estas cosas no se pueda dictar sentencia sin conocer las caracteristicas del Estado donde habría de tomarse semejante resolución, hablaré, sin embargo, del modo más amplio que la materia permita. Nunca sucedió que un príncipe nuevo desarmase a sus súbditos; por el contrario, los armó cada vez que los encontró desarmados. De este modo, las armas del pueblo se convirtieron en las del príncipe, los que recelaban se hicieron fieles, los fieles continuaron siéndolo y los súbditos se hicieron partidarios. Pero como no es posible armar a todos los súbditos, resultan favorecidos aquellos a quienes el principe arma, y se puede vivir más tranquilo con respecto a los demás; por esta distinción, de que se reconocen deudores al principe, los primeros se consideran más obligados a él, y los otros lo disculpan comprendiendo que es preciso que gocen de más beneficios los que tienen más deberes y se exponen a más peligros. Pero cuando se los desarma, se empieza por ofenderlos, puesto que se les demuestra que, por cobardía o desconfianza, se tiene poca fe en su lealtad; y cualquiera de estas dos opiniones engendra odio contra el príncipe. Y como el príncipe no puede quedar desarmado, es forzoso que recurra a las milicias mercenarias, de cuyos defectos ya he hablado; pero aun cuando sólo tuviesen virtudes, no pueden ser tantas como para defenderlo de los enemigos poderosos y de los súbditos descontentos. Por eso, como he dicho, un príncipe nuevo en un principado nuevo no ha dejado nunca de organizer su ejército según lo prueban los ejemplos de que está llena la Historia. Ahora bien: cuando un príncipe adquiera un Estado nuevo que añade al que ya poseía, entonces sí que conviene que desarme a sus nuevos súbditos, excepción hecha de aquellos que se declararon partidarios suyos durante la conquista; y aun a éstos, con el transcurso del tiempo y aprovechando las ocasiones que se le brinden, es preciso debilitarlos y reducirlos a la inactividad y arreglarse de mode que el ejército del Estado se componga de los soidados que rodeaban al príncipe en el Estado antiguo. Nuestros antepasados, y particularmente los que tenían fama de sabios, solian decir que para conservar a Pistoya bastaban las disensiones, y para conserver a Pisa, las fortalezas; por tal motivo, y para gobernarlas más fácilmente, fomentaban la discordia en las tierras sornetidas, medida muy lógica en una época en que las fuerzas de Italia estaban equilibradas., pero no me parece que pueda darse hoy por precepto, porque no creo que las divisiones traigan beneficio alguno; al contrario, juzgo inevitable que las ciudades enemigas se pierdan en cuanto el enemigo se aproxime, pues siempre el partido más débil se unirá a las fuerzas externas, y el otro no podrá resistir. Movidos per estas razones, según creo, lea venecianes fomentaban en las ciudades conquistadas la creación de guelfos y gibelinos., y aunque no los dejaban llegar al derramamiento de sangre, alimentaban, sin embargo, estas discordias entre ellos, a fin de que, ocupados en sus diferencias, no se uniesen contra el enemigo común. Pero, como 85 hemos visto, este proceder se volvió en su contra. pues, derrotados en Vailá, uno de los partidos cobró valor y les arrebató todo el Estado. Semejantes recursos inducen a sospechar la existencia de alguna debilidad en el principe, porque un príncipe fuerte jamás tolerará tales divisiones, que podrán serle útiles en tiempos de paz, cuando, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 86 gracias a ellas, manejará más fácilmente a sus súbditos, pero que mostrarán su ineficacia en cuando sobrevenga ta guerra. Indudablemente, los príncipes son grandes cuando superan las dificultades y la oposición que se les hace. Por esta razón, y sobre todo cuando quiere hacer grande a un príncipe nuevo, a quien le es más necesario adquirir fama que a uno hereditario, la fortuna le suscita enemigos y guerras en su contra para darle oportunidad de que las supere y pueda, sirviéndose de la escala que los enemigos le han traído, elevarse a mayor altura. Y hasta hay quienes afirman que un príncipe hábil debe fomentar con astucia ciertas resistencia para que, al aplastarlas, se acreciente su gloria. Los príncipes, sobre todo los nuevos, han hallado más consecuencia y más utilidad en aquellos que al principio de su gobierno les eran sospechosos que en aquellos en quienes confiaban. Pandolfo Petrucci, príncipe de Siena, gobernaba su Estado más con los que le habían sido sospechosos que con los otros. Pero de este punto no se pueden extraer conclusiones generales porque varían según el caso. Sólo diré esto: que los hombres que al principio de un reinado han sido enemigos, si su carácter es tal que para continuar la lucha necesitan apoyo ajeno, el príncipe podrá siempre y muy fácilmente conquistarlos a su causa; y lo servirán con tanta más fidelidad cuanto que saben que les es preciso borrar con buenas obras la mala opinión en que se los tenía; y así el príncipe saca de ellos más provecho que de los que, por scrle demasiado fieles, descuidan sus obligaciones. Y puesto que el tema lo exige, no dejaré de recordar al príncipe que adquiera un Estado nuevo mediante la ayuda de los ciudadanos que examine bien el motivo que impulsó a éstos a favorecerlo, porque si no so trata de afecto natural, sino de descontento con la situación anterior del Estado, dificil y fatigosamente podrá conservar su amistad, pues tampoco él podrá contentarlos. Con los ejemplos que los hechos antiguos y modernos proporcionan, medítese serenamente en la razón de todo esto, y se verá que es más fácil conquistar la amistad de los enemigos, que lo son porque estaban satisfechos con el gobierno anterior, que 1a de los que, por estar descontentos, se hicieron amigos del nuevo príncipe y lo ayudaron a conquistar el Estado. Los príncipes, para conservarse más seguramente en el poder, acostumbraron construir fortalezas que fuesen rienda y freno para quienes se atreviesen a obrar en su contra, y refugio seguro para ellos en caso de un ataque imprevisto. Alabo esta costumbre de los antiguos. Pero repárese en que en estos tiempos se ha visto a Nicolás Vitelli arrasar dos fortalezas on Cittá di Castello para conserver la plaza. Guido Ubaldo, duque de Urbino, al volver a sus Estados de donde lo arrojó César Borgia, destruyó hasta los cimientos todas las fortalezas de aquelia provincia, convencido de que sin ellas sería más dificil arrebatarle el Estado. Lo mismo hicieron los Bentivoglio al volver a Bolonia. Por consiguiente, las fortalezas pueden ser útiles o no según los casos, pues si en unas ocasiones favorecen, en otras perjudican. Podría resolverse la cuestión de esta manera: el príncipe que teme más at puebio que a los extranjeros debe construir fortalezas; pero el que teme más a los extranjeros que al pueblo debe pasarse sin ellas. El castillo levantado 87 por Francisco Sforza en Milán ha traído y trerá más sinsabores a la casa Sforza que todas las revueltas que se produzcan en el Estado. Pero, en definitiva, no hay mejor fortaleza que el no ser odiado por el pueblo, porque si el pueblo aborrece al príncipe, no lo salvarán todas las fortalezas que posea, pues nunca faltan al pueblo, una vez que ha empuñado las armas, extranjeros que lo socorran. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 88 En nuestros tiempos no se ha visto que hayan favorecido a ningún príncipe, salvo a la condesa de Forli, después de la muerte del conde Jerónimo, su marido; porque gracias a ellas pudo escapar al furor popular, esperar el socorro de Milán y recuperar el Estado. Pero entonces las circunstancias eran tales que los extranjeros no podían auxiliar al pueblo. Y después su fortaleza de nada le sirvió, cuando César Borgia la asaltó y el pueblo se plegó a él por odio a la condesa. Por lo tanto, mucho mis seguro le hublera sido, entonces y siempre, no ser odiada por cl pucblo.que tener fortalezas. Consideradas, pues, estas cosas, elogiaré tanto a quien construya fortalezas como a quien no las construya, pero censuraré a todo el que, confiando en las fortalezas, tenga en poco el ser odiado por el pueblo. Capitulo XXI COMO DEBE COMPORTARSE UN PRINCIPE \PARA SER ESTIMADO Nada hace tan estimable a un príncipe como las grandes empresas y el ejemplo de raras virtudes. Prueba de ello es Fernando de Aragón, actual rey de España, a quien casi puede llamarse príncipe nuevo, pues de rey sin importancia se ha convertido en el primer monarca de la cristiandad. Sus obras, como puede comprobarlo quien las examine, han sido todas grandes, y algunas extraordinarias. En los comienzos de su reinado tomó por asalto a Granada, punto de partida de sus conquistas. Hizo la guerra cuando estaba en paz con los vecinos, y, sabiendo que nadie se opondría, distrajo con ella la atención de los nobles de Castilla, que, pensando en esa guerra, no pensaban en cambios políticos, y por este medio adquirió autoridad y reputación sobre ellos y sin que ellos se diesen cuenta. Con dinero del pueblo y de la Iglesia pudo mantener sus ejércitos, a los que templó en aquella larga guerra y que tanto lo honraron después. Más tarde, para poder iniciar empresas de mayor envergadura, se entregó, sirviéndose siempre de la iglesia, a una piadosa persecución y despojó y expulsó de su reino a los “marranos”. No puede haber ejemplo más admirable y maravilloso. Con el mismo pretexto invadió el Africa, llevó a cabo la campaña de Italia y últimamente atacó a Francia, porque siempre meditó y realizó hazañas extraordinarias que provocaron el constante estupor de los súbditos y mantuvieron su pensamiento ocupado por entero en el exito de sus aventuras. Y estas acciones suyas nacieron de tal modo una tras otra que no dio tiempo a los hombres para poder preparar con tranquilidad algo en su perjuicio. También concurre en beneficio del príncipe el hallar medidas sorprendentes en lo que se refiere a la administración, como se cuenta que las hallaba Bernabó de Milán. Y cuando cualquier súbdito hace algo notable, bueno o malo, en la vida civil, hay que descubrir un modo de recompensario o castigarlo que dé amplio tema de conversación a la gente. Y, por encima de todo, el príncipe debe ingeniarse por parecer grande e ilustre en cada uno de sus actos. Asimismo se estima al príncipe capaz de ser amigo o enemigo franco, es decir, al 89 que, sin temores de ninguna índole, sabe declararse abiertamente en favor de uno y en contra de otro. El abrazar un partido es siempre más conveniente que el permanecer neutral. Porque si dos vecinos poderosos se declaran la guerra, el príncipe puede encontrarse en uno de esos casos: que, por ser adversarios fuertes, tenga que temer a cualquier cosa de los dos que gane la guerra, o que no; en uno o en otro caso siempre le será más útil decidirse por una de las partes y hacer la guerra. Pues, en el primer caso, si Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 90 no se define, será presa del vencedor, con placer y satisfaccion del vencido; y no hallará compasión en aquél ni asilo en éste, porque el que vence no quire amigos sospechosos y que no le ayuden en la adversidad, y el que pierde no puede ofrecer ayuda a quien no quiso empuñar las armas y arriesgarse en su favor. Antíoco, llamado a Grecia por los etoilos para arrojar de allí a los romanos, mandó embajadores a los acayos, que eran amigos de los romanos, para convencerlos de que permaneciesen neutrales. Los romanos por el contrario, les pedían que tomaran armas a su favor. Se debatió el asunto en el consejo de los acayos, y cuando el enviado de Antíoco solicitó neutralidad, el representante romano replicó “Quod autem isti dicunt non interponendi vos bello, nihil magis alienum rebus vestris est, sine gratia, sine dignitate, praemium victoris eritis”. Y siempre verás que aquel que no es tu amigo te exigirá la neutralidad, y aquel que es amigo tuyo te exigirá que demuestres tus sentimientos con las armas. Los príncipes irresolutos, para evitar los peligros presentes, siguen la más de las veces el camino de la neutralidad, y las más de las veces fracasan. Pero cuando el príncipe se declara valientemente por una de las partes, si triunfa aquella a la que se une, aunque sea poderosa y él quede a su discreción, estarán unidos por un vinculo de reconocimiento y de afecto; y los hombres nunca son tan malvados que dando prueba de tamaña ingratitud, lo sojuzguen. Al margen de esto, las victorias nunca son tan decisivas como para que el vencedor no tenga que guardar algún miramiento, sobre todo con respecto a la justicia. Y si el aliado pierde, el príncipe sera amparado, ayudado por él en ]a medida de lo posible y se hará compañero de una fortuna que puede resurgir. En el segundo caso, cuando los que combaten entre sí no pueden inspirar ningún temor, mayor es, la necesidad de definirse, pues no hacerlo significa la ruina de uno de ellos, al que el príncipe, si fuese prudente, debería salvar, porque si vence queda a su discreción, y es imposible que con su ayuda no venza. Conviene advertir que un príncipe nunca debe aliarse con otro más poderoso para atacar a terceros, sino, de acuerdo con lo dicho, cuando las circunstancias lo obligan, porque si veciera queda en su poder, y los príncipes deben hacer lo possible por no quedar a disposición de otros. Los venecianos, que, pudiendo abstenerse de intervenir, se aliaron con los franceses contra el duque de Milán, labraron su propia ruina. Pero cuando no se puede evitar, como sucedió a los florentinos en oportunidad del ataque de los ejercitos del papa y de España contra la Lombardía, entonces, y por las mismas razones expuestas, el príncipe debe someterse a los acontecimientos. Y que no se crea que los Estados pueden inclinarse siempre por partidos seguros; por el contrario, piénsese que todos son dudosos; porque acontece en el orden de las cosas que, cuando se quiere evitar un inconveniente, se incurre en otro. Pero la prudencia estriba en saber conocer la naturaleza de los inconvenientes y aceptar el menos malo por bueno. El príncipe también se mostrará amante de la virtud y honrará a los que se distingan en las artes. Asimismo, dará seguridades a los ciudadanos para que puedan dedicarse tranquilamente a sus profesiones, al comercio, a la agricultura y a cualquier otra 91 actividad; y que unos no se abstengan de embellecer sus posesiones por temor a que se las quiten, y otros de abrir una tienda por miedo a los impuestos. Lejos de esto, instituirá premios para recompensar a quienes lo hagan y a quienes traten, por cualquier medio, de engrandecer la ciudad o el Estado. Todas las ciudades están divididas en gremios o corporaciones a las cuales conviene que el principe conceda su atención. Reúinase de vez Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 92 en vez con ellos y dé pruebas de sencillez y generosidad, sin olvidarse, no obstante, de la dignidad que inviste, que no debe faltarle en, ninguna ocasión. Capitulo XXII DE LOS SECRETARIOS DEL PRINCIPE No es punto carente de importancia la elección de los ministros, que será buena o mala según la cordura del príncipe. La primera opinión que se tiene del juicio de un príncipe se funda en los hombres que lo rodean: si son capaces y fieles, podrá reputárselo por sabio, pues supo hallarlos capaces y mantenerlos fieles; pero cuando no lo son, no podrá considerarse prudente a un príncipe que el primer error que comete lo comete en esta elección. No había nadie que, al saber que Antonio da Venafro era ministro de Pandolfo Petrucci, príncipe de Siena, no juzgase hombre muy inteligente a Pandolfo por tener por ministro a quien tenía. Pues hay tres clases de cerebros: el primero discierne por sí; el segundo entiende lo que los otros disciernen, y el terecro no discierne ni entiende lo que los otros disciernen. El primero es excelente, el segundo bueno y el tercero inútil. Era, pues, absolutamente indispensable que, si Pandolfo no se hallaba en el primer caso, se hallase en el segundo. Porque con tal que un príncipe tenga el suficiente discernimiento para darse cuenta de lo bueno o malo que hace y dice, reconocerá, aunque de por sí no las descubra, cuáles son las obras buenas y cuáles las malas de un ministro, y podrá corregir éstas y elogiar las otras; y el ministro, que no podrá confiar en engañarlo, se conservará honesto y fiel. Para conocer a un ministro hay un modo que no falla nunca. Cuando se ve que un ministro piensa más en él que en uno y que en todo no busca sino su provecho, estamos en presencia de un ministro que nunca será bueno y en quien el príncipe nunca podrá confiar. Porque el que tiene en sus manos el Estado de otro jamás debe pensar en sí mismo, sino en el príncipe, y no recordarle sino las cosas que pertenezean a él. Por su parte, el príncipe, para mantenerlo constante en su fidelidad, debe pensar en el ministro. Debe honrarlo, enriquecerlo y colmarlo de cargos, de manera que comprenda que no puede estar sin él, y que los muchos honores no le hagan desear más honores, las muchas riquezas no le hagan ansiar más riquezas y los muchos cargos le hagan temer los cambios politicos. Cuando los ministros, y los príncipes con respecto a los ministros, proceden así, pueden confiar unos en otros; pero cuando proceden de otro modo, las consecuencias son perjudiciales tanto para unos como para otros. Capitulo XXIII COMO HUIR DE LOS ADULADORES No quiero pasar por alto un asunto importante, y es la falta en que con facilidad caen los príncipes si no son muy prudentes o no saben elegir bien. Me refiero a los aduladores, 93 que abundan en todas las cortes. Porque los hombres se complacen tanto en sus propias obras, de tal modo se engañan, que no atinan a defenderse de aquella calamidad; y cuando quieren defenderse, se exponen al peligro de hacerse despreciables. Pues no hay otra manera de evitar la adulación que el hacer comprender a los hombres que no ofenden al decir la verdad; y resulta que, cuando todos pueden decir la verdad, faltan al respeto. Por lo tanto, un príncipe prudente debe preferir un tercer modo: rodearse de los hombres de buen juicio de su Estado, únicos a los que dará libertad para decirle la verdad, aunque Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 94 en las cosas sobre las cuales scan interrogados y sólo en ellas. Pero debe interrogarlos sobre todos los tópicos, escuchar sus opiniones con paciencia y después resolver por si y a su albedrío. Y con estos consejeros comportarse de tal manera que nadie ignore que será tanto más estimado cuanto más libremente hable. Fuera de ellos, no escuchar a ningún otro, poner en seguida en práctica lo resuelto y ser obstinado en su cumplimiento. Quien no pro- cede así se pierde por culpa de los aduladores o, si cambia a menudo de parecer, es tenido en menos. Quiero a este propósito citar un ejemplo moderno, Fray Lucas [Rinaldi], embajador ante el actual emperador Maximiliano, decía, hablando de Su Majestad, que no pedía consejos a nadie y que, sin embargo, nunca hacía lo que quería. Y esto precisamente por proceder en forma contraria a la aconsejada. Porque cl emperador es un hombre reservado que no comunica a nadie sus pensamientos ni pide pareceres; pero como, al querer ponerlos en práctica, empiezan a conocerse y descubrise, y los que los rodean opinan en contra, ficilmente desiste de ellos. De donde resulta que lo que hace hoy lo deshace mañana, que no se entiende nunca lo que desea o intenta hacer y que no se puede confiar en sus determinaciones. Por este motivo, un príncipe debe pedir consejo siempre, pero cuando él lo considere conveniente y no cuando lo consideren convenience los demás, por lo cual debe evitar que nadie emita pareceres mientras no sea interrogado. Debe preguntar a menudo, escuchar con paciencia la verdad acerca de las cosas sobre las cuales ha interrogado y ofenderse cuando entera de que alguien no se la ha dicho por temor. Se engañan los que creen que un príncipe es juzgado sensato gracias a los buenos consejeros que tiene en derredor y no gracias a sus propias cualidades. Porque ésta es una regla general que no falla nunca un príncipe que no es sabio no puede ser bien aconsejado y, por ende, no puede gobernar, a menos que se ponga bajo la tutela de un hombre muy prudente que lo guíe en todo. Y aun en este caso, duraría poco en el poder, pues cl ministro no tardaría en despojarlo del Estado. Y si pide consejo a más de uno, los consejos serán siempre distintos, y un príncipe que no sea sabio no podrá conciliarlos. Cada uno de los consejeros pensará en lo suyo, y él no podrá saberlo ni corregirlo. Y es impossible hallar otra clase de consejeros, porque los hombres se comportarán siempre mal mientras la necesidad no los obligue a lo contrario. De esto se concluye que es conveniente que los buenos consejos, vengan de quien vinieren, nazcan de la prudencia del príncipe y no la prudencia del principe de los buenos consejos. Capitulo XXIV POR QUE LOS PRINCIPES DE ITALIA PERDIERON SUS ESTADOS Las reglas que acabo de exponer, llevadas a la práctica con prudencia, hacen parecer antiguo a un príncipe nuevo y lo consolidan y afianzan en seguida en el Estado como si fuese un príncipe hereditario. Por la razón de que se observa mucho más celosamente la 95 conducta de un principe nuevo que la de uno hereditario, si los hombres la encuentran virtuosa, se sienten más agradecidos y se apegan mis a é1 que a uno de linaje antiguo. Porque los hombres se ganan mucho mejor con las cosas presentes que con las pasadas, y cuando en las presentes hallan provecho, las gozan sin inquirir nada; y mientras cl príncipe no se desmerezca en las otras cosas, estarán siempre dispuestos a defenderlo. Asi, el príncipe tendrá la doble gloria de haber creado un principado nuevo y de haberlo Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 96 mejorado y fortificado con buenas leyes, buenas armas, buenos amigos y buenos ejemplos. Del mismo modo que será doble la deshonra del que, habiendo nacido príncipe, pierde cl trono por su falta de prudencia. Si se examina el comportamiente de los príncipes de Italia que en nuestros tiempos perdieron sus Estados, como cl rey de Nápoles, el duque de Milán y algunos otros, se advertirá, en primer lugar, en lo que se refiere a las armas, una falta común a todos: la de haberse apartado de las reglas antes expuestas. Después se verá que unos tuvieron al pueblo por enemigo, y que el que lo tuvo por amigo no supo asegurarse de los nobles. Porque sin estas faltas no se pierden los Estados que tienen recursos suficientes para permitir levantar un ejército de campaña. Filipo de Macedonia, no el padre de Alejandro, sino cl que fue vencido por Tito Quincio, disponía de un ejército reducido en comparación con el de los griegos y los romanos, que lo atacaron juntos; sin embargo, como era guerrero y habia sabido congraciarse con cl pueblo y contener a los nobles, pudo resistir una lucha de muchos años; y si al fin perdió algunas ciudades, conservó, en cambio el reino. Por consiguiente, estos príncipes nuestros que ocupaban el poder desde hacía muchos años no acusen a la fortuna por haberlo perdido, sino a su ineptitud. Como en épocas de paz nunca pensaron que podrían cambiar las cosas (es defecto común de los hombres no preocuparse por la tempestad durante la bonanza), cuando se presentaron tlempos adversos, atinaron a huir y no a defenderse, y esperaron que cl pueblo, cansado de los ultrajes de los vencedores, volviese a llamarlos. Partido que es bueno cuando no hay otros; pero está muy mal dejar los otros por ése, pues no debernos dejarnos caer por el simple hecho de creer que habrá alguien que nos recoja. Porque no lo hay; y si lo hay y acude, no es para salvación nuestra, dado que la defensa ha sido indigna y no ha dependido de nosotros. Y las únicas defensas buenas, seguras y durables son las que dependen de uno mismo y de sus virtudes. Capitulo XXV DEL PODER DE LA FORTUNA DE LAS COSAS HUMANAS Y DE LOS MEDIOS PARA OPONERSELE No ignoro que muchos creen y han creído que las cosas del mundo están regidas por la fortuna y por Dios, de tal modo que los hombres más prudentes no pueden modificarlas; y, más aún, que no tienen remedio alguno contra ellas. De lo cual podrían deducir que no vale la pena fatigarse mucho en las cosas, y que es mejor dejarse gobernar por la suerte. Esta opini6n ha gozado de mayor crédito en nuestros tiempos por los cambios extraordinarios, fuera de toda conjetura humana, que se han visto y se ven todos los días. Y yo, pensando alguna vez en ello, me he sentido algo inclinado a compartir l mismo 97 parecer. Sin embargo, y a fin de que no se desvanezca nuestro libre albedrío, acepto por cierto que la fortuna sea juez de la mitad de nuestras acciones, pero que nos deja gobernar la otra mitad, o poco menos. Y la comparo con uno de esos rios antiguos que cuando se embravecen, inundan las llanuras, derriban los árboles y las casas y arrastran la tierra de un sitio para llevarla a otro; todo cl mundo huye delante de ellos, todo el mundo cede a su furor. Y aunque esto sea inevitable, no obsta para que los hombres, en las épocas en que no hay nada que temer, tomen sus precauciones con diques y reparos, de rnancra que si río crece otra vez, o tenga que deslizarse por un canal o su fuerza no Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 98 sea tan desenfrenada ni tan perjudicial. Asi sucede con la fortuna, que se manifiesta con todo su poder allí donde no hay virtud preparada para resistirle y dirige sus ímpetus allí donde sabe que no se han hecho diques ni reparos para contenerla. Y si ahora contemplamos a Italia, teatro de estos cambios y punto que los ha engendrado, veremos que es una llanura sin diques ni reparos de ninguna clase; y que si bubiese estado defendida por la virtud necesaria, como lo están Alemania, España y Francia, o esta inundación no habria provocado ]as grandes transformaciones que ha provocado, o no se habría producido. Y que lo dicho sea suficiente sobre la necesidad general de oponerse a la fortuna. Pero ciñendome más a los detalles me pregunto por qué un príncipe que hoy vive en la prosperidad, mañana se encuentra en la desgracia, sin que se haya operado ningún cambio en su carácter ni en su conducta. A mi juicio, esto se debe, en primer lugar, a las razones que expuse con detenimiento en otra parte, es decir, a que el príncipe que confía ciegamente en la fortuna perece en cuanto en cuanto ella cambia. Creo también que es feliz el que concilia su manera de obrar con la índole de las circunstancias, y que del mismo modo es desdichado el que no logra armonizar una cosa con la otra. Pues se ve que los hombres, para llegar al fin que se proponen, esto es, a la gloria y las riquezas, proceden en forma distinta: uno con cautela, el otro con impetu; uno por la violencia, el otro por ]a astucia; uno con paciencia, el otro con su contrario; y todos pueden triunfar por medios tan dispares. Se observa también que, de dos hombres cautos, el uno consigue su propósito y el otro no, y que tienen igual fortuna dos que han seguido caminos encontrados, procediendo el uno con cautela y el otro con ímpetu: lo cual no se debe sino a la índole de las circunstancias, que concilia o no con la forma de cornportarse. De aquí resulta lo que he dicho: que dos que actúan de distinta manera obtienen el mismo resultado; y que de dos que actúan de igual manera, uno alcanza su objeto y cl otro no. De esto depende asimismo el éxito, pues si las circunstancias y los acontecimientos se presentan de tal modo que el príncipe que es cauto y paciente se ve favorecido, su gobierno será bueno y él será feliz; mas si cambian, está perdido, porque no cambia al mismo tiempo su proceder. Pero no existe hombre lo suficientemente dúctil como para adaptarse a todas las circunstancias, ya porque no puede desviarse de aquello a lo que la naturaleza lo inclina, ya porque no puede resignarse a abandonar un camino que sieinpre le ha sido próspero. El hombre cauto fracasa cada vez que es preciso ser impetuoso. Que si cambiase de conducta junto con las circunstancias, no cambiaría su fortuna. El papa Julio II se condujo impetuosamente en todas sus acciones, y las circunstancias se presentaron tan de acuerdo con su modo de obrar que siempre tuvo éxito. Considérese su primera empresa contra Bolonia, cuando aun vivía Juan Bentivoglio. Los venecianos lo veian con desagrado, y el rey de España deliberaba con el de Francia sabre las medidas por tomar; pero Julio II, llevado por su ardor y su ímpetu, inició la expedición ponióndose él mismo al frente de las tropas. Semejante paso dejó suspensos a España y a los venecianos; y éstos por mie- do, y aquélla con la esperanza de recobrar todo el reino de Nápoles, no se movieron; por otra parte, el rey de Francia se puso de su lado, pues al ver que Julio II había iniciado la campañia, y como 99 quería ganarse su amistad para humillar a los venecianos, juzgó no poder negarile sus tropas sin ofenderlo en forma manifiesta. Así, pues, Julio II, con su impetuoso ataque, hizo lo que ningún pontífice hubiera logrado con toda la prudencia humana; porque si él Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 100 hubiera esperado para partir de Roma a tener todas las precauciones tomadas y ultimados todos los detalles, como cualquier otro pontífice hubiese hecho, jamás habría triunfado, porque cl rey de Francia hubiera tenido mil pretextos y los otros amenazado con mil represalias. Prefiero pasar por alto sus demás acciones, todas iguales a aquélla y todas premiadas por el éxito, pues la brevedad de su vida no le permitió conocer lo contrario. Que, a sobrevenir circunstancias en las que fuera preciso conducirse con prudencia, corriera a su ruina, pues nunca se hubiese apartado de aquel modo de obrar al cual lo inclinaba su naturaleza. Se concluye entonces que, como la fortuna varía y los hombres se obstinan en proceder de un mismo modo, serán felices mientras vayan de acuerdo con la suerte e infelices cuando estén en desacuerdo con ella. Sin embargo, considero que es preferible ser impetuoso y no cauto, porque la fortuna es mujer y se hace preciso, si se la quiere tener sumisa, golpearla y zaherirla. Y se ve que se deja dominar por éstos antes que por los que actúan con tibieza. Y, como mujer, es amiga de los jóvenes, porque son menos prudentes y más fogosos y se imponen con más audacia. Capitulo XXVI EXHORTACION A LIBERAR A ITALIA DE LOS BARBAROS Después de meditar en todo lo expuesto,me preguntaba si en Italia, en la actualidad, las circunstancias son propicias para que un nuevo principe pueda adquirir gloría, esto es necesario a un hmbre prudente y virtuoso para instaurar una nueva forrna de gobierno, por la cual, honr honr honrándose a sí mismo, hiciera la felicidad de los italianos. Y no puede menos que responderme que eran tantas las circunstancias que concurrían en favor de un príncipe nuevo, que dificilmente podría hallarse momento más adecuado. Y si, como he dicho, fue preciso para que Moisés pusiera de manifiesto sus virtudes que el pueblo de Israel estuviese esclavizado en Egipto, y para conocer la grandeza de Ciro que los persas fuesen oprimidos por los medas, y la excelencia de Teseo que los atenienses se dispersaran, del mismo modo, para conocer la virtud de un espíritu italiano, era necesario que Italia se viese llevada al extremo en que yace hoy, y que estuviese más esclavizada que los hebreos, más oprimida que los persas y más desorganizada que los atenienses; que careciera de jefe y de leyes, que se viera castigada, despojada, escarnecida e invadida, y que soportara toda clase de vejaciones. Y aunque hasta ahora se haya notado en este o en aquel hombre algún destello de genio como para creer que había sido enviado por Dios para remidir estas tierras, no tardó en advertirse que la fortuna lo abandonaba en lo más alto de su carrera. De modo que, casi sin un soplo de vida, espera Italia al que debe urarla de sus heridas, poner fin a los saqueos de Lombardia y a las contribuciones del Reame y de Toscana y cauterizar sus llagas desde tanto tiempo gangrenadas. Vedla cómo ruega a Dios que le envíe a alguien que la redima de esa crueldad e insolencia de los bárbaros. Vedla pronta y dispuesta a seguir una bandera mientras 101 haya quien la empuña. Y no se ve en la actualidad en quien uno pueda confiar más que en vuestra ilustre casa, para que con su fortuna y virtud, preferida de Dios y de la Iglesia, de la cual es ahora príncipe, pueda bacerse jefe de esta redención. Y esto no os parecerá difícil si tenéis presentes la vida y acciones de los príncipes mencionados. Y aunque aquéllos fueron hombres raros y maravillosos, no dejaron de ser hormbres; y no tuvo Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 102 ninguno ocasión tan favorable como la presente; porque sus empresas no fueron más justas ni más fáciles que ésta, ni Dios les fue más benigno de lo que lo es con vos. Que es justicia grande: iustum enim est bellum quibus necessarium, et pia arma ubi nulla nisi in armis spes est. Aqui hay disposición favorable; y donde hay disposición favorable no puede haber grandes dificultades, y sólo falta que vuestra casa se inspire en los ejemplos de los hombres que he propuesto por modelos. Además, se ven aquí acontecimientos extraordinarios, sin precedentes, ejecutados por voluntad divina: las aguas del mar se han separado, una nube os ha mostrado el camino, ha brotado agua de la piedra y ha llovido maná; todo concurre a vuestro engrandecimiento. A vos os toca lo demás. Dios no quiere hacerlo todo para no quitarnos cl libre albedrío ni la parte de gloria que nos corresponde. No es asombroso que ninguno de los italianos a quien he citado haya podido hacer lo que es de esperar que haga vuestra ilustre casa, ni es extraño que después de tantas revoluciones y revueltas guerreras parezca extinguido el valor militar de nuestros compatriotas. Pero se debe a que la antigua organización militar no era buena y a que nadie ha sabido modificarla. Nada honra tanto a un hombre que se acaba de elevar al poder como las nuevas leyes y ]as nuevas instituciones ideadas por é1, que si están bien cimentadas y llevan algo grande en sí mismas,, lo hacen digno de respeto y admiración. E italia no carece de arcilla modelable. Que si falta valor en los jefes, sóbrales a los soldados. Fijaos en los duelos y en las riñas, y advertid cuán superiores son los italianos en fuerza, destreza y astucia. Pero en las batallas, y por culpa exclusive de la debilidad de los jefes, su papel no es nada brillante; porque los capaces no son obedecidos; y todos se creen capaces, pero hasta ahora no hubo nadie que supiese imponerse por su valor y su fortuna, y que hiciese ceder a les demás. A esto hay que atribuir el que, en tantas guerras habidas durante los últimos veinte años, los ejércitos italianos siempre hayan fracasado, como lo demuestran Taro, Alejandria, Capua, Génova, Vailá, Bolonia y Mestri. Si vuestra ilustre casa quiere emular a aquellos eminentes.varones que libertaron a sus países, es preciso, ante todo, y como preparativo indispensable a toda empresa, que se rodee de armas propias; porque no puede haber soldados más fieles, sinceros y mejores que los de uno. Y si cada uno de ellos es bueno, todos juntos, cuando vean que quien los dirige, los honra y los trata paternalmente es un príncipe en persona, serán mejores. Es, pues, necesario organizar estas tropas para defenderse, con el valor italiano, de los extranjeros. Y aunque las infanterías suiza y española tienen fama de temibles, ambas adolecen de defectos, de manera que un tercer orden podría no sólo contenerlas, sino vencerlas. Porque los españoles no resisten a la caballería, y los suizos tienen miedo de la infantería rue se muestra tan porfiada como ellos en la batalla. De aquí que se haya visto y volverá a verse que los españoles no pueden hacer frente a la caballería francesa, y que los suizos se desmoronan ante la infantería española. Y por más que de esto último no tengamos una prueba definitiva, podemos darnos una idea por lo sucedido en la batalla de Ravena, donde la infantería española dio la cara a los batallones alemanes, que 103 siguen la misma táctica que los suizos; pues los españoles, ágiles de cuerpo, con la ayuda de sus broqueles habían penetrado por entre las picas de los alemanes y los acuchillaban sin riesgo y sin que éstos tuviesen defensa, y a no haber embestido la caballería, no hubiese quedado alerman con vida. Por lo tanto, conociendo los defectos de una y otra infanteria, es posible crear una tercera que resista a la caballería y a la que no asusten los Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 104 soldados de a pie, lo cual puede conseguirse con nuevas armas y nueva disposici6n de los combatientes. Y no ha de olvidarse que son estas cosas las que dan autoridad y gloria a un principe nuevo. No se debe, pues, dejar pasar esta ocasión para que Italia, despues de tanto tiempo, vea por fin a su redentor. No puedo expresar con cuánto amor, con cuánta sed de venganza, con cuinta obstinada fe, con cuinta ternura, con cuántas lágrimas, scría recibido en todas las provincias que han sufrido el aluvi6n de los extranjeros. ¿Qué puertas se le cerrarían? ¿Qué pueblos negaríanle obediencia? ¿Qué envidias se le opondrían? ¿Qué italiano le rehusaría su homenaje? A todos repugna esta dominación de los bárbaros. Abrace, pues, vuestra ilustre familia esta causa con el ardor y la esperanza con que se abrazan las causas justas, a, fin de que bajo su enseña la patria se ennoblezca y bajo sus auspicios se realice la aspiracion de Petrarca: Virtú contro a furore Prenderó 1'arme; e fia ‘l conbatter (corto, Chè l’antico valore Negl’itailici cuor non è ancor morto.* * La virtud tomará las armas contra el atropello; el combate sera breve, pues el antiguo valor en los corazones italianos aún no ha muerto. Fin Príncipe, de Nicolás Maquiavelo Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 105 Discurso del Método Versión de García Morente http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/09141639899836184198968/p00 00001.htm#I_10_ 106 Discurso del Método Versión de García Morente http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/09141639899836184198968/p00 00001.htm#I_10_ Para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias Si este discurso parece demasiado largo para leído de una vez, puede dividirse en seis partes: en la primera se hallarán diferentes consideraciones acerca de las ciencias; en la segunda, las reglas principales del método que el autor ha buscado; en la tercera, algunas otras de moral que ha podido sacar de aquel método; en la cuarta, las razones con que prueba la existencia de Dios y del alma humana, que son los fundamentos de su metafísica; en la quinta, el orden de las cuestiones de física, que ha investigado y, en particular, la explicación del movimiento del corazón y de algunas otras dificultades que atañen a la medicina, y también la diferencia que hay entre nuestra alma y la de los animales; y en la última, las cosas que cree necesarias para llegar, en la investigación de la naturaleza, más allá de donde él ha llegado, y las razones que le han impulsado a escribir. 5 Primera parte El buen sentido es lo que mejor repartido está entre todo el mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aun los más descontentadizos respecto a cualquier otra cosa, no suelen apetecer más del que ya tienen. En lo cual no es verosímil que todos se engañen, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, que es propiamente lo que llamamos buen sentido o razón, es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, que la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas. No basta, en efecto, tener el ingenio bueno; lo principal es aplicarlo bien. Las almas más grandes son capaces de los mayores vicios, como de las mayores virtudes; y los que andan muy despacio pueden llegar mucho más lejos, si van siempre por el camino recto, que los que corren, pero se apartan de él. 107 Por mi parte, nunca he presumido de poseer un ingenio más perfecto que los ingenios comunes; hasta he deseado muchas veces tener el pensamiento tan rápido, o la imaginación tan clara y distinta, o la memoria tan amplia y presente como algunos otros. Y no sé de otras cualidades sino ésas, que contribuyan a la perfección del ingenio; pues en lo que toca a la razón o al sentido, siendo, como es, la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales, quiero creer que está entera en cada uno de nosotros y seguir en esto la común opinión de los filósofos, que dicen que el más o el menos es sólo de los accidentes, mas no de las formas o naturalezas de los individuos de una misma especie. Pero, sin temor, puedo decir, que creo que fue una gran ventura para mí el haberme metido desde joven por ciertos caminos, que me han llevado a ciertas consideraciones y máximas, con las que he formado un método, en el cual paréceme que tengo un medio para aumentar gradualmente mi conocimiento y elevarlo poco a poco hasta el punto más alto a que la mediocridad de mi ingenio y la brevedad de mi vida puedan permitirle llegar. Pues tales frutos he recogido ya de ese método, que, aun cuando, en el juicio que sobre mí mismo hago, procuro siempre inclinarme del lado de la desconfianza mejor que del de la presunción, y aunque, al mirar con ánimo filosófico las distintas acciones y empresas de los hombres, no hallo casi ninguna que no me parezca vana e inútil, sin embargo no deja de producir en mí una extremada satisfacción el progreso que pienso haber realizado ya en la investigación de la verdad, y concibo tales esperanzas para el porvenir 6, que si entre las ocupaciones que embargan a los hombres, puramente hombres, hay alguna que sea sólidamente buena e importante, me atrevo a creer que es la que yo he elegido por mía. Puede ser, no obstante, que me engañe; y acaso lo que me parece oro puro y diamante fino, no sea sino un poco de cobre y de vidrio. Sé cuán expuestos estamos a equivocar nos, cuando de nosotros mismos se trata, y cuán sospechosos deben sernos también los juicios de los amigos, que se pronuncian en nuestro favor. Pero me gustaría dar a conocer, en el presente discurso, el camino que he seguido y representar en él mi vida, como en un cuadro, para que cada cual pueda formar su juicio, y así, tomando luego conocimiento, por el rumor público, de las opiniones emitidas, sea este un nuevo medio de instruirme, que añadiré a los que acostumbro emplear. Mi propósito, pues, no es el de enseñar aquí el método que cada cual ha de seguir para dirigir bien su razón, sino sólo exponer el modo como yo he procurado conducir la mía 7. Los que se meten a dar preceptos deben de estimarse más hábiles que aquellos a quienes los dan, y son muy censurables, si faltan en la cosa más mínima. Pero como yo no propongo este escrito, sino a modo de historia o, si preferís, de fábula, en la que, entre ejemplos que podrán imitarse, irán acaso otros también que con razón no serán seguidos, espero que tendrá utilidad para algunos, sin ser nocivo para nadie, y que todo el mundo agradecerá mi franqueza. Desde la niñez, fui criado en el estudio de las letras y, como me aseguraban que por medio de ellas se podía adquirir un conocimiento claro y seguro de todo cuanto es útil para la vida, sentía yo un vivísimo deseo de aprenderlas. Pero tan pronto como hube 108 terminado el curso de los estudios, cuyo remate suele dar ingreso en el número de los hombres doctos, cambié por completo de opinión, Pues me embargaban tantas dudas y errores, que me parecía que, procurando instruirme, no había conseguido más provecho que el de descubrir cada vez mejor mi ignorancia. Y, sin embargo, estaba en una de las más famosas escuelas de Europa 8, en donde pensaba yo que debía haber hombres sabios, si los hay en algún lugar de la tierra. Allí había aprendido todo lo que los demás aprendían; y no contento aún con las ciencias que nos enseñaban, recorrí cuantos libros pudieron caer en mis manos, referentes a las ciencias que se consideran como las más curiosas y raras. Conocía, además, los juicios que se hacían de mi persona, y no veía que se me estimase en menos que a mis condiscípulos, entre los cuales algunos había ya destinados a ocupar los puestos que dejaran vacantes nuestros maestros. Por último, parecíame nuestro siglo tan floreciente y fértil en buenos ingenios, como haya sido cualquiera dé los precedentes. Por todo lo cual, me tomaba la libertad de juzgar a los demás por mí mismo y de pensar que no había en el mundo doctrina alguna como la que se me había prometido anteriormente. No dejaba por eso de estimar en mucho los ejercicios que se hacen en las escuelas. Sabía que las lenguas que en ellas se aprenden son necesarias para la inteligencia de los libros antiguos; que la gentileza de las fábulas despierta el ingenio; que las acciones memorables, que cuentan las historias, lo elevan y que, leídas con discreción, ayudan a formar el juicio; que la lectura de todos los buenos libros es como una conversación con los mejores ingenios de los pasados siglos, que los han compuesto, y hasta una conversación estudiada, en la que no nos descubren sino lo más selecto de sus pensamientos; que la elocuencia posee fuerzas y bellezas incomparables; que la poesía tiene delicadezas y suavidades que arrebatan; que en las matemáticas hay sutilísimas invenciones que pueden ser de mucho servicio, tanto para satisfacer a los curiosos, como para facilitar las artes todas y disminuir el trabajo de los hombres; que los escritos, que tratan de las costumbres, encierran varias enseñanzas y exhortaciones a la virtud, todas muy útiles; que la teología enseña a ganar el cielo; que la filosofía proporciona medios para hablar con verosimilitud de todas las cosas y recomendarse a la admiración de los menos sabios 9; que la jurisprudencia, la medicina y demás ciencias honran y enriquecen a quienes las cultivan; y, por último, que es bien haberlas recorrido todas, aun las más supersticiosas y las más falsas, para conocer su justo valor y no dejarse engañar por ellas. Pero creía también que ya había dedicado bastante tiempo a las lenguas e incluso a la lectura de los libros antiguos y a sus historias y a sus fábulas. Pues es casi lo mismo conversar con gentes de otros siglos, que viajar por extrañas tierras. Bueno es saber algo de las costumbres de otros pueblos, para juzgar las del propio con mejor acierto, y no creer que todo lo que sea contrario a nuestras modas es ridículo y opuesto a la razón, como suelen hacer los que no han visto nada. Pero el que emplea demasiado tiempo en viajar, acaba por tornarse extranjero en su propio país; y al que estudia con demasiada curiosidad lo que se hacía en los siglos pretéritos, ocúrrele de ordinario que permanece ignorante de lo que se practica en el presente. Además, las fábulas son causa de que imaginemos como posibles acontecimientos que no lo son; y aun las más fieles historias, supuesto que no cambien ni aumenten el valor de las cosas, para hacerlas más dignas de ser leídas, omiten por lo menos, casi siempre, las circunstancias más bajas y menos 109 ilustres, por lo cual sucede que lo restante no aparece tal como es y que los que ajustan sus costumbres a los ejemplos que sacan de las historias, se exponen a caer en las extravagancias de los paladines de nuestras novelas y a concebir designios, a que no alcanzan sus fuerzas. Estimaba en mucho la elocuencia y era un enamorado de la poesía; pero pensaba que una y otra son dotes del ingenio más que frutos del estudio. Los que tienen más robusto razonar y digieren mejor sus pensamientos, para hacerlos claros e inteligibles, son los más capaces de llevar a los ánimos la persuasión, sobre lo que proponen, aunque hablen una pésima lengua y no hayan aprendido nunca retórica; y los que imaginan las más agradables invenciones, sabiéndolas expresar con mayor ornato y suavidad, serán siempre los mejores poetas, aun cuando desconozcan el arte poética. Gustaba sobre todo de las matemáticas, por la certeza y evidencia que poseen sus razones; pero aun no advertía cuál era su verdadero uso y, pensando que sólo para las artes mecánicas servían, extrañábame que, siendo sus cimientos tan firmes y sólidos, no se hubiese construido sobre ellos nada más levantado 10. Y en cambio los escritos de los antiguos paganos, referentes a las costumbres, comparábalos con palacios muy soberbios y magníficos, pero construidos sobre arena y barro: levantan muy en alto las virtudes y las presentan como las cosas más estimables que hay en el mundo; pero no nos enseñan bastante a conocerlas y, muchas veces, dan ese hermoso nombre a lo que no es sino insensibilidad, orgullo, desesperación o parricidio 11. Profesaba una gran reverencia por nuestra teología y, como cualquier otro, pretendía yo ganar el cielo. Pero habiendo aprendido, como cosa muy cierta, que el camino de la salvación está tan abierto para los ignorantes como para los doctos y que las verdades reveladas, que allá conducen, están muy por encima de nuestra inteligencia, nunca me hubiera atrevido a someterlas a la flaqueza de mis razonamientos, pensando que, para acometer la empresa de examinarlas y salir con bien de ella, era preciso alguna extraordinaria ayuda del cielo, y ser, por tanto, algo más que hombre. Nada diré de la filosofía sino que, al ver que ha sido cultivada por los más excelentes ingenios que han vivido desde hace siglos, y, sin embargo, nada hay en ella que no sea objeto de disputa y, por consiguiente, dudoso, no tenía yo la presunción de esperar acertar mejor que los demás; y considerando cuán diversas pueden ser las opiniones tocante a una misma materia, sostenidas todas por gentes doctas, aun cuando no puede ser verdadera más que una sola, reputaba casi por falso todo lo que no fuera más que verosímil. Y en cuanto a las demás ciencias, ya que toman sus principios de la filosofía, pensaba yo que sobre tan endebles cimientos no podía haberse edificado nada sólido; y ni el honor ni el provecho, que prometen, eran bastantes para invitarme a aprenderlas; pues no me veía, gracias a Dios, en tal condición que hubiese de hacer de la ciencia un oficio con que mejorar mi fortuna; y aunque no profesaba el desprecio de la gloria a lo cínico, sin embargo, no estimaba en mucho aquella fama, cuya adquisición sólo merced a falsos títulos puede lograrse. Y, por último, en lo que toca a las malas doctrinas, pensaba que ya 110 conocía bastante bien su valor, para no dejarme burlar ni por las promesas de un alquimista, ni por las predicciones de un astrólogo, ni por los engaños de un mago, ni por los artificios o la presunción de los que profesan saber más de lo que saben. Así, pues, tan pronto como estuve en edad de salir de la sujeción en que me tenían mis preceptores, abandoné del todo el estudio de las letras; y, resuelto a no buscar otra ciencia que la que pudiera hallar en mí mismo o en el gran libro del mundo, empleé el resto de mi juventud en viajar, en ver cortes y ejércitos 12, en cultivar la sociedad de gentes de condiciones y humores diversos, en recoger varias experiencias, en ponerme a mí mismo a prueba en los casos que la fortuna me deparaba y en hacer siempre tales reflexiones sobre las cosas que se me presentaban, que pudiera sacar algún provecho de ellas. Pues parecíame que podía hallar mucha más verdad en los razonamientos que cada uno hace acerca de los asuntos que le atañen, expuesto a que el suceso venga luego a castigarle, si ha juzgado mal, que en los que discurre un hombre de letras, encerrado en su despacho, acerca de especulaciones que no producen efecto alguno y que no tienen para él otras consecuencias, sino que acaso sean tanto mayor motivo para envanecerle cuanto más se aparten del sentido común, puesto que habrá tenido que gastar más ingenio y artificio en procurar hacerlas verosímiles. Y siempre sentía un deseo extremado de aprender a distinguir lo verdadero de lo falso, para ver claro en mis actos y andar seguro por esta vida. Es cierto que, mientras me limitaba a considerar las costumbres de los otros hombres, apenas hallaba cosa segura y firme, y advertía casi tanta diversidad como antes en las opiniones de los filósofos. De suerte que el mayor provecho que obtenía, era que, viendo varias cosas que, a pesar de parecernos muy extravagantes y ridículas, no dejan de ser admitidas comúnmente y aprobadas por otros grandes pueblos, aprendía a no creer con demasiada firmeza en lo que sólo el ejemplo y la costumbre me habían persuadido; y así me libraba poco a poco de muchos errores, que pueden oscurecer nuestra luz natural y tornarnos menos aptos para escuchar la voz de la razón. Mas cuando hube pasado varios años estudiando en el libro del mundo y tratando de adquirir alguna experiencia, resolvíme un día a estudiar también en mí mismo y a emplear todas las fuerzas de mi ingenio en la elección de la senda que debía seguir; lo cual me salió mucho mejor, según creo, que si no me hubiese nunca alejado de mi tierra y de mis libros. 111 Segunda parte Hallábame, por entonces, en Alemania, adonde me llamara la ocasión de unas guerras 13 que aun no han terminado; y volviendo de la coronación del Emperador 14hacia el ejército, cogióme el comienzo del invierno en un lugar en donde, no encontrando conversación alguna que me divirtiera y no teniendo tampoco, por fortuna, cuidados ni pasiones que perturbaran mi ánimo, permanecía el día entero solo y encerrado, junto a una estufa, con toda la tranquilidad necesaria para entregarme a mis pensamientos 15. Entre los cuales, fue uno de los primeros el ocurrírseme considerar que muchas veces sucede que no hay tanta perfección en las obras compuestas de varios trozos y hechas por las manos de muchos maestros, como en aquellas en que uno solo ha trabajado. Así vemos que los edificios, que un solo arquitecto ha comenzado y rematado, suelen ser más hermosos y mejor ordenados que aquellos otros, que varios han tratado de componer y arreglar, utilizando antiguos muros, construidos para otros fines. Esas viejas ciudades, que no fueron al principio sino aldeas, y que, con el transcurso del tiempo han llegado a ser grandes urbes, están, por lo común, muy mal trazadas y acompasadas, si las comparamos con esas otras plazas regulares que un ingeniero diseña, según su fantasía, en una llanura; y, aunque considerando sus edificios uno por uno encontremos a menudo en ellos tanto o más arte que en los de estas últimas ciudades nuevas, sin embargo, viendo cómo están arreglados, aquí uno grande, allá otro pequeño, y cómo hacen las calles curvas y desiguales, diríase que más bien es la fortuna que la voluntad de unos hombres provistos de razón, la que los ha dispuesto de esa suerte. Y si se considera que, sin embargo, siempre ha habido unos oficiales encargados de cuidar de que los edificios de los particulares sirvan al ornato público, bien se reconocerá cuán difícil es hacer cumplidamente las cosas cuando se trabaja sobre lo hecho por otros. Así también, imaginaba yo que esos pueblos que fueron antaño medio salvajes y han ido civilizándose poco a poco, haciendo sus leyes conforme les iba obligando la incomodidad de los crímenes y peleas, no pueden estar tan bien constituidos como los que, desde que se juntaron, han venido observando las constituciones de algún prudente legislador 16. Como también es muy cierto, que el estado de la verdadera religión, cuyas ordenanzas Dios solo ha instituido, debe estar incomparablemente mejor arreglado que todos los demás. Y para hablar de las cosas humanas, creo que si Esparta ha sido antaño muy floreciente, no fue por causa de la bondad de cada una de sus leyes en particular, que algunas eran muy extrañas y hasta contrarias a las buenas costumbres, sino porque, habiendo sido inventadas por uno solo, todas tendían al mismo fin. Y así pensé yo que las ciencias de los libros, por lo menos aquellas cuyas razones son solo probables y carecen de demostraciones, habiéndose compuesto y aumentado poco a poco con las opiniones de varias personas diferentes, no son tan próximas a la verdad como los simples razonamientos que un hombre de buen sentido puede hacer, naturalmente, acerca de las cosas que se presentan. Y también pensaba yo que, como hemos sido todos nosotros niños antes de ser hombres y hemos tenido que dejarnos regir durante mucho tiempo por nuestros apetitos y nuestros preceptores, que muchas veces eran contrarios unos a otros, y ni unos ni otros nos aconsejaban acaso siempre lo mejor, es casi imposible que sean nuestros juicios tan puros y tan sólidos como lo fueran si, desde el momento de nacer, tuviéramos el uso pleno de nuestra razón y no hubiéramos sido nunca dirigidos más que por ésta. 112 Verdad es que no vemos que se derriben todas las casas de una ciudad con el único propósito de reconstruirlas en otra manera y de hacer más hermosas las calles; pero vemos que muchos particulares mandan echar abajo sus viviendas para reedificarlas y, muchas veces, son forzados a ello, cuando los edificios están en peligro de caerse, por no ser ya muy firmes los cimientos. Ante cuyo ejemplo, llegué a persuadirme de que no sería en verdad sensato que un particular se propusiera reformar un Estado cambiándolo todo, desde los cimientos, y derribándolo para enderezarlo; ni aun siquiera reformar el cuerpo de las ciencias o el orden establecido en las escuelas para su enseñanza; pero que, por lo que toca a las opiniones, a que hasta entonces había dado mi crédito, no podía yo hacer nada mejor que emprender de una vez la labor de suprimirlas, para sustituirlas luego por otras mejores o por las mismas, cuando las hubiere ajustado al nivel de la razón. Y tuve firmemente por cierto que, por este medio, conseguiría dirigir mi vida mucho mejor que si me contentase con edificar sobre cimientos viejos y me apoyase solamente en los principios que había aprendido siendo joven, sin haber examinado nunca si eran o no verdaderos. Pues si bien en esta empresa veía varias dificultades, no eran, empero, de las que no tienen remedio; ni pueden compararse con las que hay en la reforma de las menores cosas que atañen a lo público. Estos grandes cuerpos políticos, es muy difícil levantarlos, una vez que han sido derribados, o aun sostenerlos en pie cuando se tambalean, y sus caídas son necesariamente muy duras. Además, en lo tocante a sus imperfecciones, si las tienen -y sólo la diversidad que existe entre ellos basta para asegurar que varios las tienen-, el uso las ha suavizado mucho sin duda, y hasta ha evitado o corregido insensiblemente no pocas de entre ellas, que con la prudencia no hubieran podido remediarse tan eficazmente; y por último, son casi siempre más soportables que lo sería el cambiarlas, como los caminos reales, que serpentean por las montañas, se hacen poco a poco tan llanos y cómodos, por, el mucho tránsito, que es muy preferible seguirlos, que no meterse en acortar, saltando por encima de las rocas y bajando hasta el fondo de las simas. Por todo esto, no puedo en modo alguno aplaudir a esos hombres de carácter inquieto y atropellado que, sin ser llamados ni por su alcurnia ni por su fortuna al manejo de los negocios públicos, no dejan de hacer siempre, en idea, alguna reforma nueva; y si creyera que hay en este escrito la menor cosa que pudiera hacerme sospechoso de semejante insensatez, no hubiera consentido en su publicación 17. Mis designios no han sido nunca otros que tratar de reformar mis propios pensamientos y edificar sobre un terreno que me pertenece a mí solo. Si, habiéndome gustado bastante mi obra, os enseño aquí el modelo, no significa esto que quiera yo aconsejar a nadie que me imite. Los que hayan recibido de Dios mejores y más abundantes mercedes, tendrán, sin duda, más levantados propósitos; pero mucho me temo que éste mío no sea ya demasiado audaz para algunas personas. Ya la mera resolución de deshacerse de todas las opiniones recibidas anteriormente no es un ejemplo que todos deban seguir. Y el mundo se compone casi sólo de dos especies de ingenios, a quienes este ejemplo no conviene, en modo alguno, y son, a saber: de los que, creyéndose más hábiles de lo que son, no pueden contener la precipitación de sus juicios ni conservar la bastante paciencia para conducir ordenadamente todos sus pensamientos; por donde sucede que, si una vez se hubiesen tomado la libertad de dudar de los principios que han recibido y de apartarse del camino común, nunca podrán mantenerse en la senda que hay que seguir para ir más en 113 derechura, y permanecerán extraviados toda su vida; y de otros que, poseyendo bastante razón o modestia para juzgar que son menos capaces de distinguir lo verdadero de lo falso que otras personas, de quienes pueden recibir instrucción, deben más bien contentarse con seguir las opiniones de esas personas, que buscar por sí mismos otras mejores. Y yo hubiera sido, sin duda, de esta última especie de ingenios, si no hubiese tenido en mi vida más que un solo maestro o no hubiese sabido cuán diferentes han sido, en todo tiempo, las opiniones de los más doctos. Mas, habiendo aprendido en el colegio que no se puede imaginar nada, por extraño e increíble que sea, que no haya sido dicho por alguno de los filósofos, y habiendo visto luego, en mis viajes, que no todos los que piensan de modo contrario al nuestro son por ello bárbaros y salvajes, sino que muchos hacen tanto o más uso que nosotros de la razón; y habiendo considerado que un mismo hombre, con su mismo ingenio, si se ha criado desde niño entre franceses o alemanes, llega a ser muy diferente de lo que sería si hubiese vivido siempre entre chinos o caníbales; y que hasta en las modas de nuestros trajes, lo que nos ha gustado hace diez años, y acaso vuelva a gustarnos dentro de otros diez, nos parece hoy extravagante y ridículo, de suerte que más son la costumbre y el ejemplo los que nos persuaden, que un conocimiento cierto; y que, sin embargo, la multitud de votos no es una prueba que valga para las verdades algo difíciles de descubrir, porque más verosímil es que un hombre solo dé con ellas que no todo un pueblo, no podía yo elegir a una persona, cuyas opiniones me parecieran preferibles a las de las demás, y me vi como obligado a emprender por mí mismo la tarea de conducirme. Pero como hombre que tiene que andar solo y en la oscuridad, resolví ir tan despacio y emplear tanta circunspección en todo, que, a trueque de adelantar poco, me guardaría al menos muy bien de tropezar y caer. E incluso no quise empezar a deshacerme por completo de ninguna de las opiniones que pudieron antaño deslizarse en mi creencia, sin haber sido introducidas por la razón, hasta después de pasar buen tiempo dedicado al proyecto de la obra que iba a emprender, buscando el verdadero método para llegar al conocimiento de todas las cosas de que mi espíritu fuera capaz. Había estudiado un poco, cuando era más joven, de las partes de la filosofía, la lógica, y de las matemáticas, el análisis de los geómetras y el álgebra, tres artes o ciencias que debían, al parecer, contribuir algo a mi propósito. Pero cuando las examiné, hube de notar que, en lo tocante a la lógica, sus silogismos y la mayor parte de las demás instrucciones que da, más sirven para explicar a otros las cosas ya sabidas o incluso, como el arte de Lulio 18, para hablar sin juicio de las ignoradas, que para aprenderlas. Y si bien contiene, en verdad, muchos, muy buenos y verdaderos preceptos, hay, sin embargo, mezclados con ellos, tantos otros nocivos o superfluos, que separarlos es casi tan difícil como sacar una Diana o una Minerva de un bloque de mármol sin desbastar. Luego, en lo tocante al análisis 19 de los antiguos y al álgebra de los modernos, aparte de que no se refieren sino a muy abstractas materias, que no parecen ser de ningún uso, el primero está siempre tan constreñido a considerar las figuras, que no puede ejercitar el entendimiento sin cansar grandemente la imaginación; y en la segunda, tanto se han sujetado sus cultivadores a ciertas reglas y a ciertas cifras, que han hecho de ella un arte confuso y 114 oscuro, bueno para enredar el ingenio, en lugar de una ciencia que lo cultive. Por todo lo cual, pensé que había que buscar algún otro método que juntase las ventajas de esos tres, excluyendo sus defectos. Y como la multitud de leyes sirve muy a menudo de disculpa a los vicios, siendo un Estado mucho mejor regido cuando hay pocas, pero muy estrictamente observadas, así también, en lugar del gran número de preceptos que encierra la lógica, creí que me bastarían los cuatro siguientes, supuesto que tomase una firme y constante resolución de no dejar de observarlos una vez siquiera: Fue el primero, no admitir como verdadera cosa alguna, como no supiese con evidencia que lo es; es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no comprender en mis juicios nada más que lo que se presentase tan clara y distintamente a mí espíritu, que no hubiese ninguna ocasión de ponerlo en duda. El segundo, dividir cada una de las dificultades, que examinare, en cuantas partes fuere posible y en cuantas requiriese su mejor solución. El tercero, conducir ordenadamente mis pensamientos, empezando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco, gradualmente, hasta el conocimiento de los más compuestos, e incluso suponiendo un orden entre los que no se preceden naturalmente. Y el último, hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas revisiones tan generales, que llegase a estar seguro de no omitir nada. Esas largas series de trabadas razones muy simples y fáciles, que los geómetras acostumbran emplear, para llegar a sus más difíciles demostraciones, habíanme dado ocasión de imaginar que todas las cosas, de que el hombre puede adquirir conocimiento, se siguen unas a otras en igual manera, y que, con sólo abstenerse de admitir como verdadera una que no lo sea y guardar siempre el orden necesario para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna, por lejos que se halle situada o por oculta que esté, que no se llegue a alcanzar y descubrir. Y no me cansé mucho en buscar por cuáles era preciso comenzar, pues ya sabía que por las más simples y fáciles de conocer; y considerando que, entre todos los que hasta ahora han investigado la verdad en las ciencias, sólo los matemáticos han podido encontrar algunas demostraciones, esto es, algunas razones ciertas y evidentes, no dudaba de que había que empezar por las mismas que ellos han examinado, aun cuando no esperaba sacar de aquí ninguna otra utilidad, sino acostumbrar mi espíritu a saciarse de verdades y a no contentarse con falsas razones. Mas no por eso concebí el propósito de procurar aprender todas las ciencias particulares denominadas comúnmente matemáticas, y viendo que, aunque sus objetos son diferentes, todas, sin embargo, coinciden en que no consideran sino las varias relaciones o proporciones que se encuentran en los tales objetos, pensé que más valía limitarse a examinar esas proporciones en general, suponiéndolas solo en aquellos asuntos que sirviesen para hacerme más fácil su conocimiento y hasta no sujetándolas a ellos de ninguna manera, para poder después aplicarlas tanto más libremente a todos los demás a que pudieran 115 convenir 20. Luego advertí que, para conocerlas, tendría a veces necesidad de considerar cada una de ellas en particular, y otras veces, tan solo retener o comprender varias juntas, y pensé que, para considerarlas mejor en particular, debía suponerlas en líneas, porque no encontraba nada más simple y que más distintamente pudiera yo representar a mi imaginación y mis sentidos; pero que, para retener o comprender varias juntas, era necesario que las explicase en algunas cifras, las más cortas que fuera posible; y que, por este medio, tomaba lo mejor que hay en el análisis geométrico y en el álgebra, y corregía así todos los defectos de una por el otro 21. Y, efectivamente, me atrevo a decir que la exacta observación de los pocos preceptos por mí elegidos, me dio tanta facilidad para desenmarañar todas las cuestiones de que tratan esas dos ciencias, que en dos o tres meses que empleé en examinarlas, habiendo comenzado por las más simples y generales, y siendo cada verdad que encontraba una regla que me servía luego para encontrar otras, no sólo conseguí resolver varias cuestiones, que antes había considerado como muy difíciles, sino que hasta me pareció también, hacia el final, que, incluso en las que ignoraba, podría determinar por qué medios y hasta dónde era posible resolverlas. En lo cual, acaso no me acusaréis de excesiva vanidad si consideráis que, supuesto que no hay sino una verdad en cada cosa, el que la encuentra sabe todo lo que se puede saber de ella; y que, por ejemplo, un niño que sabe aritmética y hace una suma conforme a las reglas, puede estar seguro de haber hallado, acerca de la suma que examinaba, todo cuanto el humano ingenio pueda hallar; porque al fin y al cabo el método que ensena a seguir el orden verdadero y a recontar exactamente las circunstancias todas de lo que se busca, contiene todo lo que confiere certidumbre a las reglas de la aritmética. Pero lo que más contento me daba en este método era que, con él, tenía la seguridad de emplear mi razón en todo, si no perfectamente, por lo menos lo mejor que fuera en mi poder. Sin contar con que, aplicándolo, sentía que mi espíritu se iba acostumbrando poco a poco a concebir los objetos con mayor claridad y distinción y que, no habiéndolo sujetado a ninguna materia particular, prometíame aplicarlo con igual fruto a las dificultades de las otras ciencias, como lo había hecho a las del álgebra. No por eso me atreví a empezar luego a examinar todas las que se presentaban, pues eso mismo fuera contrario al orden que el método prescribe; pero habiendo advertido que los principios de las ciencias tenían que estar todos tomados de la filosofía, en la que aun no hallaba ninguno que fuera cierto, pensé que ante todo era preciso procurar establecer algunos de esta clase y, siendo esto la cosa más importante del mundo y en la que son más de temer la precipitación y la prevención, creí que no debía acometer la empresa antes de haber llegado a más madura edad que la de veintitrés años, que entonces tenía, y de haber dedicado buen espacio de tiempo a prepararme, desarraigando de mi espíritu todas las malas opiniones a que había dado entrada antes de aquel tiempo, haciendo también acopio de experiencias varias, que fueran después la materia de mis razonamientos y, por último, ejercitándome sin cesar en el método que me había prescrito, para afianzarlo mejor en mi espíritu. 116 Tercera parte Por último, como para empezar a reconstruir el alojamiento en donde uno habita, no basta haberlo derribado y haber hecho acopio de materiales y de arquitectos, o haberse ejercitado uno mismo en la arquitectura y haber trazado además cuidadosamente el diseño del nuevo edificio, sino que también hay que proveerse de alguna otra habitación, en donde pasar cómodamente el tiempo que dure el trabajo, así, pues, con el fin de no permanecer irresoluto en mis acciones, mientras la razón me obligaba a serlo en mis juicios, y no dejar de vivir, desde luego, con la mejor ventura que pudiese, hube de arreglarme una moral provisional 22, que no consistía sino en tres o cuatro máximas, que con mucho gusto voy a comunicaros. La primera fue seguir las leyes y las costumbres de mi país, conservando constantemente la religión en que la gracia de Dios hizo que me instruyeran desde niño, rigiéndome en todo lo demás por las opiniones más moderadas y más apartadas de todo exceso, que fuesen comúnmente admitidas en la práctica por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir. Porque habiendo comenzado ya a no contar para nada con las mías propias, puesto que pensaba someterlas todas a un nuevo examen, estaba seguro de que no podía hacer nada mejor que seguir las de los más sensatos. Y aun cuando entre los persas y los chinos hay quizá hombres tan sensatos como entre nosotros, parecíame que lo más útil era acomodarme a aquellos con quienes tendría que vivir; y que para saber cuáles eran sus verdaderas opiniones, debía fijarme más bien en lo que hacían que en lo que decían, no sólo porque, dada la corrupción de nuestras costumbres, hay pocas personas que consientan en decir lo que creen, sino también porque muchas lo ignoran, pues el acto del pensamiento, por el cual uno cree una cosa, es diferente de aquel otro por el cual uno conoce que la cree, y por lo tanto muchas veces se encuentra aquél sin éste. Y entre varias opiniones, igualmente admitidas, elegía las más moderadas, no sólo porque son siempre las más cómodas para la práctica, y verosímilmente las mejores, ya que todo exceso suele ser malo, sino también para alejarme menos del verdadero camino, en caso de error, si, habiendo elegido uno de los extremos, fuese el otro el que debiera seguirse. Y en particular consideraba yo como un exceso toda promesa por la cual se enajena una parte de la propia libertad; no que yo desaprobase las leyes que, para poner remedio a la inconstancia de los espíritus débiles, permiten cuando se tiene algún designio bueno, o incluso para la seguridad del comercio, en designios indiferentes, hacer votos o contratos obligándose a perseverancia; pero como no veía en el mundo cosa alguna que permaneciera siempre en idéntico estado y como, en lo que a mí mismo se refiere, esperaba perfeccionar más y más mis juicios, no empeorarlos, hubiera yo creído cometer una grave falta contra el buen sentido, si, por sólo el hecho de aprobar por entonces alguna cosa, me obligara a tenerla también por buena más tarde, habiendo ella acaso dejado de serlo, o habiendo yo dejado de estimarla como tal. Mi segunda máxima fue la de ser en mis acciones lo más firme y resuelto que pudiera y seguir tan constante en las más dudosas opiniones, una vez determinado a ellas, como si fuesen segurísimas, imitando en esto a los caminantes que, extraviados por algún 117 bosque, no deben andar errantes dando vueltas por una y otra parte, ni menos detenerse en un lugar, sino caminar siempre lo más derecho que puedan hacia un sitio fijo, sin cambiar de dirección por leves razones, aun cuando en un principio haya sido sólo el azar el que les haya determinado a elegir ese rumbo; pues de este modo, si no llegan precisamente adonde quieren ir, por lo menos acabarán por llegar a alguna parte, en donde es de pensar que estarán mejor que no en medio del bosque. Y así, puesto que muchas veces las acciones de la vida no admiten demora, es verdad muy cierta que si no está en nuestro poder el discernir las mejores opiniones, debemos seguir las más probables; y aunque no encontremos más probabilidad en unas que en otras, debemos, no obstante, decidirnos por algunas y considerarlas después, no ya como dudosas, en cuanto que se refieren a la práctica, sino como muy verdaderas y muy ciertas, porque la razón que nos ha determinado lo es. Y esto fue bastante para librarme desde entonces de todos los arrepentimientos y remordimientos que suelen agitar las consciencias de esos espíritus endebles y vacilantes, que se dejan ir inconstantes a practicar como buenas las cosas que luego juzgan malas 23. Mi tercera máxima fue procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna, y alterar mis deseos antes que el orden del mundo, y generalmente acostumbrarme a creer que nada hay que esté enteramente en nuestro poder sino nuestros propios pensamientos 24, de suerte que después de haber obrado lo mejor que hemos podido, en lo tocante a las cosas exteriores, todo lo que falla en el éxito es para nosotros absolutamente imposible. Y esto sólo me parecía bastante para apartarme en lo porvenir de desear algo sin conseguirlo y tenerme así contento; pues como nuestra voluntad no se determina naturalmente a desear sino las cosas que nuestro entendimiento le representa en cierto modo como posibles, es claro que si todos los bienes que están fuera de nosotros los consideramos como igualmente inasequibles a nuestro poder, no sentiremos pena alguna por carecer de los que parecen debidos a nuestro nacimiento, cuando nos veamos privados de ellos sin culpa nuestra, como no la sentimos por no ser dueños de los reinos de la China o de Méjico; y haciendo, como suele decirse, de necesidad virtud, no sentiremos mayores deseos de estar sanos, estando enfermos, o de estar libres, estando encarcelados, que ahora sentimos de poseer cuerpos compuestos de materia tan poco corruptible como el diamante o alas para volar como los pájaros. Pero confieso que son precisos largos ejercicios y reiteradas meditaciones para acostumbrarse a mirar todas las cosas por ese ángulo; y creo que en esto consistía principalmente el secreto de aquellos filósofos, que pudieron antaño sustraerse al imperio de la fortuna, y a pesar de los sufrimientos y la pobreza, entrar en competencia de ventura con los propios dioses 25. Pues, ocupados sin descanso en considerar los límites prescritos por la naturaleza, persuadíanse tan perfectamente de que nada tenían en su poder sino sus propios pensamientos, que esto sólo era bastante a impedirles sentir afecto hacia otras cosas; y disponían de esos pensamientos tan absolutamente, que tenían en esto cierta razón de estimarse más ricos y poderosos y más libres y bienaventurados que ningunos otros hombres, los cuales, no teniendo esta filosofía, no pueden, por mucho que les hayan favorecido la naturaleza y la fortuna, disponer nunca, como aquellos filósofos, de todo cuanto quieren. 118 En fin, como conclusión de esta moral, ocurrióseme considerar, una por una, las diferentes ocupaciones a que los hombres dedican su vida, para procurar elegir la mejor; y sin querer decir nada de las de los demás, pensé que no podía hacer nada mejor que seguir en la misma que tenía; es decir, aplicar mi vida entera al cultivo de mi razón y adelantar cuanto pudiera en el conocimiento de la verdad, según el método que me había prescrito. Tan extremado contento había sentido ya desde que empecé a servirme de ese método, que no creía que pudiera recibirse otro más suave e inocente en esta vida; y descubriendo cada día, con su ayuda, algunas verdades que me parecían bastante importantes y generalmente ignoradas de los otros hombres, la satisfacción que experimentaba llenaba tan cumplidamente mi espíritu, que todo lo restante me era indiferente. Además, las tres máximas anteriores fundábanse sólo en el propósito, que yo abrigaba, de continuar instruyéndome; pues habiendo dado Dios a cada hombre alguna luz con que discernir lo verdadero de lo falso, no hubiera yo creído un solo momento que debía contentarme con las opiniones ajenas, de no haberme propuesto usar de mi propio juicio para examinarlas cuando fuera tiempo; y no hubiera podido librarme de escrúpulos, al seguirlas, si no hubiese esperado aprovechar todas las ocasiones para encontrar otras mejores, dado caso que las hubiese; y, por último, no habría sabido limitar mis deseos y estar contento, si no hubiese seguido un camino por donde, al mismo tiempo que asegurarme la adquisición de todos los conocimientos que yo pudiera, pensaba también por el mismo modo llegar a conocer todos los verdaderos bienes que estuviesen en mi poder; pues no determinándose nuestra voluntad a seguir o a evitar cosa alguna, sino porque nuestro entendimiento se la representa como buena o mala, basta juzgar bien, para obrar bien 26, y juzgar lo mejor que se pueda, para obrar también lo mejor que se pueda; es decir, para adquirir todas las virtudes y con ellas cuantos bienes puedan lograrse; y cuando uno tiene la certidumbre de que ello es así, no puede por menos de estar contento. Habiéndome, pues, afirmado en estas máximas, las cuales puse aparte juntamente con las verdades de la fe, que siempre han sido las primeras en mi creencia, pensé que de todas mis otras opiniones podía libremente empezar a deshacerme; y como esperaba conseguirlo mejor conversando con los hombres que permaneciendo por más tiempo encerrado en el cuarto en donde había meditado todos esos pensamientos, proseguí mi viaje antes de que el invierno estuviera del todo terminado. Y en los nueve años siguientes, no hice otra cosa sino andar de acá para allá, por el mundo, procurando ser más bien espectador que actor en las comedias que en él se representan, e instituyendo particulares reflexiones en toda materia sobre aquello que pudiera hacerla sospechosa y dar ocasión a equivocarnos, llegué a arrancar de mi espíritu, en todo ese tiempo, cuantos errores pudieron deslizarse anteriormente. Y no es que imitara a los escépticos 27, que dudan por sólo dudar y se las dan siempre de irresolutos; por el contrario, mi propósito no era otro que afianzarme en la verdad, apartando la tierra movediza y la arena, para dar con la roca viva o la arcilla. Lo cual, a mi parecer, conseguía bastante bien, tanto que, tratando de descubrir la falsedad o la incertidumbre de las proposiciones que examinaba, no mediante endebles conjeturas, sino por razonamientos claros y seguros, no encontraba ninguna tan dudosa, que no pudiera sacar de ella alguna conclusión bastante cierta, aunque sólo fuese la de que no contenía nada cierto. Y así como al derribar una casa vieja suelen guardarse los materiales, que sirven para reconstruir la nueva, así también al destruir todas aquellas mis opiniones que juzgaba infundadas, hacía yo varias 119 observaciones y adquiría experiencias que me han servido después para establecer otras más ciertas. Y además seguía ejercitándome en el método que me había prescrito; pues sin contar con que cuidaba muy bien de conducir generalmente mis pensamientos, según las citadas reglas, dedicaba de cuando en cuando algunas horas a practicarlas particularmente en dificultades de matemáticas, o también en algunas otras que podía hacer casi semejantes a las de las matemáticas, desligándolas de los principios de las otras ciencias, que no me parecían bastante firmes; todo esto puede verse en varias cuestiones que van explicadas en este mismo volumen 28. Y así, viviendo en apariencia como los que no tienen otra ocupación que la de pasar una vida suave e inocente y se ingenian en separar los placeres de los vicios y, para gozar de su ocio sin hastío, hacen uso de cuantas diversiones honestas están a su alcance, no dejaba yo de perseverar en mi propósito y de sacar provecho para el conocimiento de la verdad, más acaso que si me contentara con leer libros o frecuentar las tertulias literarias. Sin embargo, transcurrieron esos nueve años sin que tomara yo decisión alguna tocante a las dificultades de que suelen disputar los doctos, y sin haber comenzado a buscar los cimientos de una filosofía más cierta que la vulgar. Y el ejemplo de varios excelentes ingenios que han intentado hacerlo, sin, a mi parecer, conseguirlo, me llevaba a imaginar en ello tanta dificultad, que no me hubiera atrevido quizá a emprenderlo tan presto, si no hubiera visto que algunos propalaban el rumor de que lo había llevado a cabo. No me es posible decir qué fundamentos tendrían para emitir tal opinión, y si en algo he contribuido a ella, por mis dichos, debe de haber sido por haber confesado mi ignorancia, con más candor que suelen hacerlo los que han estudiado un poco, y acaso también por haber dado a conocer las razones que tenía para dudar de muchas cosas, que los demás consideran ciertas, mas no porque me haya preciado de poseer doctrina alguna. Pero como tengo el corazón bastante bien puesto para no querer que me tomen por otro distinto del que soy, pensé que era preciso procurar por todos los medios hacerme digno de la reputación que me daban; y hace ocho años precisamente, ese deseo me decidió a alejarme de todos los lugares en donde podía tener algunos conocimientos y retirarme aquí 29, en un país en donde la larga duración de la guerra ha sido causa de que se establezcan tales órdenes, que los ejércitos que se mantienen parecen no servir sino para que los hombres gocen de los frutos de la paz con tanta mayor seguridad, y en donde, en medio de la multitud de un gran pueblo muy activo, más atento a sus propios negocios que curioso de los ajenos, he podido, sin carecer de ninguna de las comodidades que hay en otras más frecuentadas ciudades, vivir tan solitario y retirado como en el más lejano desierto. Cuarta parte No sé si debo hablaros de las primeras meditaciones que hice allí, pues son tan metafísicas y tan fuera de lo común, que quizá no gusten a todo el mundo 30. Sin 120 embargo, para que se pueda apreciar si los fundamentos que he tomado son bastante firmes, me veo en cierta manera obligado a decir algo de esas reflexiones. Tiempo ha que había advertido que, en lo tocante a las costumbres, es a veces necesario seguir opiniones que sabemos muy inciertas, como si fueran indudables, y esto se ha dicho ya en la parte anterior; pero, deseando yo en esta ocasión ocuparme tan sólo de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de ver si, después de hecho esto, no quedaría en mi creencia algo que fuera enteramente indudable. Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadero, resolví fingir que todas las cosas, que hasta entonces habían entrado en mi espíritu, no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: «yo pienso, luego soy», era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando. 1 Examiné después atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo me encontrase, pero que no podía fingir por ello que yo no fuese, sino al contrario, por lo mismo que pensaba en dudar de la verdad de las otras cosas, se seguía muy cierta y evidentemente que yo era, mientras que, con sólo dejar de pensar, aunque todo lo demás que había imaginado fuese verdad, no tenía ya razón alguna para creer que yo era, conocí por ello que yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno, ni depende de cosa alguna material; de suerte que este yo, es decir, el alma, por la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es. Después de esto, consideré, en general, lo que se requiere en una proposición para que sea verdadera y cierta; pues ya que acababa de hallar una que sabía que lo era, pensé que debía saber también en qué consiste esa certeza. Y habiendo notado que en la proposición: «yo pienso, luego soy», no hay nada que me asegure que digo verdad, sino que veo muy claramente que para pensar es preciso ser, juzgué que podía admitir esta regla general: que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; pero que sólo hay alguna dificultad en notar cuáles son las que concebimos distintamente. Después de lo cual, hube de reflexionar que, puesto que yo dudaba, no era mi ser enteramente perfecto, pues veía claramente que hay más perfección en conocer que en 1 [Anotación mía. Aunque no habla de dios engañador, luego menciona al final de esta parte a Dios como posible fuente de duda, aunque lo rechaza] 121 dudar; y se me ocurrió entonces indagar por dónde había yo aprendido a pensar en algo más perfecto que yo; y conocí evidentemente que debía de ser por alguna naturaleza que fuese efectivamente más perfecta. En lo que se refiere a los pensamientos, que en mí estaban, de varias cosas exteriores a mí, como son el cielo, la tierra, la luz, el calor y otros muchos, no me preocupaba mucho el saber de dónde procedían, porque, no viendo en esas cosas nada que me pareciese hacerlas superiores a mí, podía creer que, si eran verdaderas, eran unas dependencias de mi naturaleza, en cuanto que ésta posee alguna perfección, y si no lo eran, procedían de la nada, es decir, estaban en mí, porque hay en mí algún defecto. Pero no podía suceder otro tanto con la idea de un ser más perfecto que mi ser; pues era cosa manifiestamente imposible que la tal idea procediese de la nada; y como no hay menor repugnancia en pensar que lo más perfecto sea consecuencia y dependencia de lo menos perfecto, que en pensar que de nada provenga algo, no podía tampoco proceder de mí mismo; de suerte que sólo quedaba que hubiese sido puesta en mí por una naturaleza verdaderamente más perfecta que yo soy, y poseedora inclusive de todas las perfecciones de que yo pudiera tener idea; esto es, para explicarlo en una palabra, por Dios. A esto añadí que, supuesto que yo conocía algunas perfecciones que me faltaban, no era yo el único ser que existiese (aquí, si lo permitís, haré uso libremente de los términos de la escuela), sino que era absolutamente necesario que hubiese algún otro ser más perfecto de quien yo dependiese y de quien hubiese adquirido todo cuanto yo poseía; pues si yo fuera solo e independiente de cualquier otro ser, de tal suerte que de mí mismo procediese lo poco en que participaba del ser perfecto, hubiera podido tener por mí mismo también, por idéntica razón, todo lo demás que yo sabía faltarme, y ser, por lo tanto, yo infinito, eterno, inmutable, omnisciente, omnipotente, y, en fin, poseer todas las perfecciones que podía advertir en Dios. Pues, en virtud de los razonamientos que acabo de hacer, para conocer la naturaleza de Dios hasta donde la mía es capaz de conocerla, bastábame considerar todas las cosas de que hallara en mí mismo alguna idea y ver si era o no perfección el poseerlas; y estaba seguro de que ninguna de las que indicaban alguna imperfección está en Dios, pero todas las demás sí están en él; así veía que la duda, la inconstancia, la tristeza y otras cosas semejantes no pueden estar en Dios, puesto que mucho me holgara yo de verme libre de ellas. Además, tenía yo ideas de varias cosas sensibles y corporales; pues aun suponiendo que soñaba y que todo cuanto veía e imaginaba era falso, no podía negar, sin embargo, que esas ideas estuvieran verdaderamente en mi pensamiento. Mas habiendo ya conocido en mí muy claramente que la naturaleza inteligente es distinta de la corporal, y considerando que toda composición denota dependencia, y que la dependencia es manifiestamente un defecto, juzgaba por ello que no podía ser una perfección en Dios el componerse de esas dos naturalezas, y que, por consiguiente, Dios no era compuesto; en cambio, si en el mundo había cuerpos, o bien algunas inteligencias u otras naturalezas que no fuesen del todo perfectas, su ser debía depender del poder divino, hasta el punto de no poder subsistir sin él un solo instante. Quise indagar luego otras verdades; y habiéndome propuesto el objeto de los geómetras, que concebía yo como un cuerpo continuo o un espacio infinitamente extenso en longitud, anchura y altura o profundidad, divisible en varias partes que pueden tener varias figuras y magnitudes y ser movidas o trasladadas en todos los sentidos, pues los geómetras suponen todo eso en su objeto, repasé algunas de sus más simples 122 demostraciones, y habiendo advertido que esa gran certeza que todo el mundo atribuye a estas demostraciones, se funda tan sólo en que se conciben con evidencia, según la regla antes dicha, advertí también que no había nada en ellas que me asegurase de la existencia de su objeto; pues, por ejemplo, yo veía bien que, si suponemos un triángulo, es necesario que los tres ángulos sean iguales a dos rectos; pero nada veía que me asegurase que en el mundo hay triángulo alguno; en cambio, si volvía a examinar la idea que yo tenía de un ser perfecto, encontraba que la existencia está comprendida en ella del mismo modo que en la idea de un triángulo está comprendido el que sus tres ángulos sean iguales a dos rectos o, en la de una esfera, el que todas sus partes sean igualmente distantes del centro, y hasta con más evidencia aún; y que, por consiguiente, tan cierto es por lo menos, que Dios, que es ese ser perfecto, es o existe, como lo pueda ser una demostración de geometría. Pero si hay algunos que están persuadidos de que es difícil conocer lo que sea Dios, y aun lo que sea el alma, es porque no levantan nunca su espíritu por encima de las cosas sensibles y están tan acostumbrados a considerarlo todo con la imaginación -que es un modo de pensar particular para las cosas materiales-, que lo que no es imaginable les parece ininteligible. Lo cual está bastante manifiesto en la máxima que los mismos filósofos admiten como verdadera en las escuelas, y que dice que nada hay en el entendimiento que no haya estado antes en el sentido 31, en donde, sin embargo, es cierto que nunca han estado las ideas de Dios y del alma; y me parece que los que quieren hacer uso de su imaginación para comprender esas ideas, son como los que para oír los sonidos u oler los olores quisieran emplear los ojos; y aun hay esta diferencia entre aquéllos y éstos: que el sentido de la vista no nos asegura menos de la verdad de sus objetos que el olfato y el oído de los suyos, mientras que ni la imaginación ni los sentidos pueden asegurarnos nunca cosa alguna, como no intervenga el entendimiento. En fin, si aun hay hombres a quienes las razones que he presentado no han convencido bastante de la existencia de Dios y del alma, quiero que sepan que todas las demás cosas que acaso crean más seguras, como son que tienen un cuerpo, que hay astros, y una tierra, y otras semejantes, son, sin embargo, menos ciertas; pues, si bien tenemos una seguridad moral de esas cosas, tan grande que parece que, a menos de ser un extravagante, no puede nadie ponerlas en duda, sin embargo, cuando se trata de una certidumbre metafísica, no se puede negar, a no ser perdiendo la razón, que no sea bastante motivo, para no estar totalmente seguro, el haber notado que podemos de la misma manera imaginar en sueños que tenemos otro cuerpo y que vemos otros astros y otra tierra, sin que ello sea así. Pues ¿cómo sabremos que los pensamientos que se nos ocurren durante el sueño son falsos, y que no lo son los que tenemos despiertos, si muchas veces sucede que aquéllos no son menos vivos y expresos que éstos? Y por mucho que estudien los mejores ingenios, no creo que puedan dar ninguna razón bastante a levantar esa duda, como no presupongan la existencia de Dios. Pues, en primer lugar, esa misma regla que antes he tomado, a saber: que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; esa misma regla recibe su certeza sólo de que Dios es o existe, y de que es un ser perfecto, y de que todo lo que está en nosotros proviene de él; de donde se sigue que, siendo nuestras ideas o nociones, cuando son claras y distintas, cosas reales y procedentes de Dios, no pueden por menos de ser también, en ese respecto, 123 verdaderas. De suerte que si tenemos con bastante frecuencia ideas que encierran falsedad, es porque hay en ellas algo confuso y oscuro, y en este respecto participan de la nada; es decir, que si están así confusas en nosotros, es porque no somos totalmente perfectos. Y es evidente que no hay menos repugnancia en admitir que la falsedad o imperfección proceda como tal de Dios mismo, que en admitir que la verdad o la perfección procede de la nada. Mas si no supiéramos que todo cuanto en nosotros es real y verdadero proviene de un ser perfecto e infinito, entonces, por claras y distintas que nuestras ideas fuesen, no habría razón alguna que nos asegurase que tienen la perfección de ser verdaderas. Así, pues, habiéndonos el conocimiento de Dios y del alma testimoniado la certeza de esa regla, resulta bien fácil conocer que los ensueños, que imaginamos dormidos, no deben, en manera alguna, hacernos dudar de la verdad de los pensamientos que tenemos despiertos. Pues si ocurriese que en sueño tuviera una persona una idea muy clara y distinta, como por ejemplo, que inventase un geómetra una demostración nueva, no sería ello motivo para impedirle ser verdadera; y en cuanto al error más corriente en muchos sueños, que consiste en representarnos varios objetos del mismo modo como nos los representan los sentidos exteriores, no debe importarnos que nos dé ocasión de desconfiar de la verdad de esas tales ideas, porque también pueden los sentidos engañarnos con frecuencia durante la vigilia, como los que tienen ictericia lo ven todo amarillo, o como los astros y otros cuerpos muy lejanos nos parecen mucho más pequeños de lo que son. Pues, en último término, despiertos o dormidos, no debemos dejarnos persuadir nunca sino por la evidencia de la razón. Y nótese bien que digo de la razón, no de la imaginación ni de los sentidos; como asimismo, porque veamos el sol muy claramente, no debemos por ello juzgar que sea del tamaño que le vemos; y muy bien podemos imaginar distintamente una cabeza de león pegada al cuerpo de una cabra, sin que por eso haya que concluir que en el mundo existe la quimera, pues la razón no nos dice que lo que así vemos o imaginamos sea verdadero; pero nos dice que todas nuestras ideas o nociones deben tener algún fundamento de verdad; pues no fuera posible que Dios, que es todo perfecto y verdadero, las pusiera sin eso en nosotros; y puesto que nuestros razonamientos nunca son tan evidentes y tan enteros cuando soñamos que cuando estamos despiertos, si bien a veces nuestras imaginaciones son tan vivas y expresivas y hasta más en el sueño que en la vigilia, por eso nos dice la razón, que, no pudiendo ser verdaderos todos nuestros pensamientos, porque no somos totalmente perfectos, deberá infaliblemente hallarse la verdad más bien en los que pensemos estando despiertos, que en los que tengamos estando dormidos. Quinta parte Mucho me agradaría proseguir y exponer aquí el encadenamiento de las otras verdades que deduje de esas primeras; pero, como para ello sería necesario que hablase ahora de varias cuestiones que controvierten los doctos 32, con quienes no deseo indisponerme, creo que mejor será que me abstenga y me limite a decir en general cuáles son, para dejar que otros más sabios juzguen si sería útil o no que el público recibiese más amplia y detenida información. Siempre he permanecido firme en la resolución que tomé de no suponer ningún otro principio que el que me ha servido para demostrar la 124 existencia de Dios y del alma, y de no recibir cosa alguna por verdadera, que no me pareciese más clara y más cierta que las demostraciones de los geómetras; y, sin embargo, me atrevo a decir que no sólo he encontrado la manera de satisfacerme en poco tiempo, en punto a las principales dificultades que suelen tratarse en la filosofía, sino que también he notado ciertas leyes que Dios ha establecido en la naturaleza y cuyas nociones ha impreso en nuestras almas de tal suerte, que si reflexionamos sobre ellas con bastante detenimiento, no podremos dudar de que se cumplen exactamente en todo cuanto hay o se hace en el mundo. Considerando luego la serie de esas leyes, me parece que he descubierto varias verdades más útiles y más importantes que todo lo que anteriormente había aprendido o incluso esperado aprender. Mas habiendo procurado explicar las principales de entre ellas en un tratado que, por algunas consideraciones, no puedo publicar, lo mejor será, para darlas a conocer, que diga aquí sumariamente lo que ese tratado contiene. Propúseme poner en él todo cuando yo creía saber, antes de escribirlo, acerca de la naturaleza de las cosas materiales. Pero así como los pintores, no pudiendo representar igualmente bien, en un cuadro liso, todas las diferentes caras de un objeto sólido, eligen una de las principales, que vuelven hacia la luz, y representan las demás en la sombra, es decir, tales como pueden verse cuando se mira a la principal, así también, temiendo yo no poder poner en mi discurso todo lo que había en mi pensamiento, hube de limitarme a explicar muy ampliamente mi concepción de la luz; luego, con esta ocasión, añadí algo acerca del sol y de las estrellas fijas, porque casi toda la luz viene de esos cuerpos; de los cielos, que la transmiten; de los planetas, de los cometas y de la tierra, que la reflejan; y en particular, de todos los cuerpos que hay sobre la tierra, que son o coloreados, o transparentes o luminosos; y, por último, del hombre, que es el espectador. Y para dar un poco de sombra a todas esas cosas y poder declarar con más libertad mis juicios, sin la obligación de seguir o de refutar las opiniones recibidas entre los doctos, resolví abandonar este mundo nuestro a sus disputas y hablar sólo de lo que ocurriría en otro mundo nuevo, si Dios crease ahora en los espacios imaginarios bastante materia para componerlo y, agitando diversamente y sin orden las varias partes de esa materia, fórmase un caos tan confuso como puedan fingirlo los poetas, sin hacer luego otra cosa que prestar su ordinario concurso a la naturaleza, dejándola obrar, según las leyes por él establecidas. Así, primeramente describí esa materia y traté de representarla, de tal suerte que no hay, a mi parecer, nada más claro e inteligible 33, excepto lo que antes hemos dicho de Dios y del alma; pues hasta supuse expresamente que no hay en ella ninguna de esas formas o cualidades de que disputan las escuelas 34, ni en general ninguna otra cosa cuyo conocimiento no sea tan natural a nuestras almas, que no se pueda ni siquiera fingir que se ignora. Hice ver, además, cuales eran las leyes de la naturaleza; y sin fundar mis razones en ningún otro principio que las infinitas perfecciones de Dios, traté de demostrar todas aquéllas sobre las que pudiera haber alguna duda, y procuré probar que son tales que, aun cuando Dios hubiese creado varios mundos, no podría haber uno en donde no se observaran cumplidamente. Después de esto, mostré cómo la mayor parte de la materia de ese caos debía, a consecuencia de esas leyes, disponerse y arreglarse de cierta manera que la hacía semejante a nuestros cielos; cómo, entretanto, algunas de sus partes habían de componer una tierra, y algunas otras, planetas y cometas, y algunas otras, un sol y estrellas fijas. Y aquí, extendiéndome sobre el tema de la luz, expliqué por lo menudo cuál era la que debía haber en el sol y en 125 las estrellas y cómo desde allí atravesaba en un instante los espacios inmensos de los cielos y cómo se reflejaba desde los planetas y los cometas hacia la tierra. Añadí también algunas cosas acerca de la sustancia, la situación, los movimientos y todas las varias cualidades de esos cielos y esos astros, de suerte que pensaba haber dicho lo bastante para que se conociera que nada se observa, en los de este mundo, que no deba o, al menos, no pueda parecer en un todo semejante a los de ese otro mundo que yo describía. De ahí pasé a hablar particularmente de la tierra; expliqué cómo, aun habiendo supuesto expresamente que el Creador no dio ningún peso a la materia, de que está compuesta, no por eso dejaban todas sus partes de dirigirse exactamente hacia su centro; cómo, habiendo agua y aire en su superficie, la disposición de los cielos y de los astros, principalmente de la luna, debía causar un flujo y reflujo semejante en todas sus circunstancias al que se observa en nuestros mares, y además una cierta corriente, tanto del agua como del aire, que va de Levante a Poniente, como la que se observa también entre los trópicos; cómo las montañas, los mares, las fuentes y los ríos podían formarse naturalmente, y los metales producirse en las minas, y las plantas crecer en los campos, y, en general, engendrarse todos esos cuerpos llamados mezclas o compuestos. Y entre otras cosas, no conociendo yo, después de los astros, nada en el mundo que produzca luz, sino el fuego, me esforcé por dar claramente a entender cuanto a la naturaleza de éste pertenece, cómo se produce, cómo se alimenta, cómo a veces da calor sin luz y otras luz sin calor; cómo puede prestar varios colores a varios cuerpos y varias otras cualidades; cómo funde unos y endurece otros; cómo puede consumirlos casi todos o convertirlos en cenizas y humo; y, por último, cómo de esas cenizas, por sólo la violencia de su acción, forma vidrio; pues esta transmutación de las cenizas en vidrio, pareciéndome tan admirable como ninguna otra de las que ocurren en la naturaleza, tuve especial agrado en describirla. Sin embargo, de todas esas cosas no quería yo inferir que este mundo nuestro haya sido creado de la manera que yo explicaba, porque es mucho más verosímil que, desde el comienzo, Dios lo puso tal y como debía ser. Pero es cierto -y esta opinión es comúnmente admitida entre los teólogos- que la acción por la cual Dios lo conserva es la misma que la acción por la cual lo ha creado 35; de suerte que, aun cuando no le hubiese dado en un principio otra forma que la del caos, con haber establecido las leyes de la naturaleza y haberle prestado su concurso para obrar como ella acostumbra, puede creerse, sin menoscabo del milagro de la creación, que todas las cosas, que son puramente materiales, habrían podido, con el tiempo, llegar a ser como ahora las vemos; y su naturaleza es mucho más fácil de concebir cuando se ven nacer poco a poco de esa manera, que cuando se consideran ya hechas del todo. De la descripción de los cuerpos inanimados y de las plantas, pasé a la de los animales y particularmente a la de los hombres. Mas no teniendo aún bastante conocimiento para hablar de ellos con el mismo estilo que de los demás seres, es decir, demostrando los efectos por las causas y haciendo ver de qué semillas y en qué manera debe producirlos la naturaleza, me limité a suponer que Dios formó el cuerpo de un hombre enteramente igual a uno de los nuestros, tanto en la figura exterior de sus miembros como en la interior conformación de sus órganos, sin componerlo de otra materia que la que yo había descrito anteriormente y sin darle al principio alma alguna razonable, ni otra cosa que sirviera de alma vegetativa o sensitiva, sino excitando en su 126 corazón uno de esos fuegos sin luz, ya explicados por mí y que yo concebía de igual naturaleza que el que calienta el heno encerrado antes de estar seco o el que hace que los vinos nuevos hiervan cuando se dejan fermentar con su hollejo; pues examinando las funciones que, a consecuencia de ello, podía haber en ese cuerpo, hallaba que eran exactamente las mismas que pueden realizarse en nosotros, sin que pensemos en ellas y, por consiguiente, sin que contribuya en nada nuestra alma, es decir, esa parte distinta del cuerpo, de la que se ha dicho anteriormente que su naturaleza es sólo pensar 36; y siendo esas funciones las mismas todas, puede decirse que los animales desprovistos de razón son semejantes a nosotros; pero en cambio no se puede encontrar en ese cuerpo ninguna de las que dependen del pensamiento que son, por tanto, las únicas que nos pertenecen en cuanto hombres; pero ésas las encontraba yo luego, suponiendo que Dios creó un alma razonable y la añadió al cuerpo, de cierta manera que yo describía. Pero para que pueda verse el modo como estaba tratada esta materia, voy a poner aquí la explicación del movimiento del corazón y de las arterias que, siendo el primero y más general que se observa en los animales, servirá para que se juzgue luego fácilmente lo que deba pensarse de todos los demás. Y para que sea más fácil de comprender lo que voy a decir, desearía que los que no están versados en anatomía, se tomen el trabajo, antes de leer esto, de mandar cortar en su presencia el corazón de algún animal grande, que tenga pulmones, pues en un todo se parece bastante al del hombre, y que vean las dos cámaras o concavidades que hay en él; primero, la que está en el lado derecho, a la que van a parar dos tubos muy anchos, a saber: la vena cava, que es el principal receptáculo de la sangre y como el tronco del árbol, cuyas ramas son las demás venas del cuerpo, y la vena arteriosa, cuyo nombre está mal puesto, porque es, en realidad, una arteria que sale del corazón y se divide luego en varias ramas que van a repartirse por los pulmones en todos los sentidos; segundo, la que está en el lado izquierdo, a la que van a parar del mismo modo dos tubos tan anchos o más que los anteriores, a saber: la arteria venosa, cuyo nombre está también mal puesto, porque no es sino una vena que viene de los pulmones, en donde está dividida en varias ramas entremezcladas con las de la vena arteriosa y con las del conducto llamado caño del pulmón, por donde entra el aire de la respiración; y la gran arteria, que sale del corazón y distribuye sus ramas por todo el cuerpo. También quisiera yo que vieran con mucho cuidado los once pellejillos que, como otras tantas puertecitas, abren y cierran los cuatro orificios que hay en esas dos concavidades, a saber: tres a la entrada de la vena cava, en donde están tan bien dispuestos que no pueden en manera alguna impedir que la sangre entre en la concavidad derecha del corazón y, sin embargo, impiden muy exactamente que pueda salir; tres a la entrada de la vena arteriosa, los cuales están dispuestos en modo contrario y permiten que la sangre que hay en esta concavidad pase a los pulmones, pero no que la que está en los pulmones vuelva a entrar en esa concavidad; dos a la entrada de la arteria venosa, los cuales dejan correr la sangre desde los pulmones hasta la concavidad izquierda del corazón, pero se oponen a que vaya en sentido contrario; y tres a la entrada de la gran arteria, que permiten que la sangre salga del corazón, pero le impiden que vuelva a entrar. Y del número de estos pellejos no hay que buscar otra razón sino que el orificio de la arteria venosa, siendo ovalado, a causa del sitio en donde se halla, puede cerrarse cómodamente con dos, mientras que los otros, siendo circulares, pueden cerrarse mejor con tres. Quisiera yo, además, que considerasen que la gran arteria y la vena arteriosa 127 están hechas de una composición mucho más dura y más firme que la arteria venosa y la vena cava, y que estas dos últimas se ensanchan antes de entrar en el corazón, formando como dos bolsas, llamadas orejas del corazón, compuestas de una carne semejante a la de éste; y que siempre hay más calor en el corazón que en ningún otro sitio del cuerpo; y, por último, que este calor es capaz de hacer que si entran algunas gotas de sangre en sus concavidades, se inflen muy luego y se dilaten, como ocurre generalmente a todos los líquidos, cuando caen gota a gota en algún vaso muy caldeado. Dicho esto, basta añadir, para explicar el movimiento del corazón, que cuando las concavidades no están llenas de sangre, entra necesariamente sangre de la vena cava en la de la derecha, y de la arteria venosa en la de la izquierda, tanto más cuanto que estos dos vasos están siempre llenos, y sus orificios, que miran hacia el corazón, no pueden por entonces estar tapados; pero tan pronto como de ese modo han entrado dos gotas de sangre, una en cada concavidad, estas gotas, que por fuerza son muy gruesas, porque los orificios por donde entran son muy anchos y los vasos de donde vienen están muy llenos de sangre, se expanden y dilatan a causa del calor en que caen; por donde sucede que hinchan todo el corazón y empujan y cierran las cinco puertecillas que están a la entrada de los dos vasos de donde vienen, impidiendo que baje más sangre al corazón; y continúan dilatándose cada vez más, con lo que empujan y abren las otras seis puertecillas, que están a la entrada de los otros dos vasos, por los cuales salen entonces, produciendo así una hinchazón en todas las ramas de la vena arteriosa y de la gran arteria, casi al mismo tiempo que en el corazón; éste se desinfla muy luego, como asimismo sus arterias, porque la sangre que ha entrado en ellas se enfría; y las seis puertecillas vuelven a cerrarse, y las cinco de la vena cava y de la arteria venosa vuelven a abrirse, dando paso a otras dos gotas de sangre, que, a su vez, hinchan el corazón y las arterias como anteriormente. Y porque la sangre, antes de entrar en el corazón, pasa por esas dos bolsas, llamadas orejas, de ahí viene que el movimiento de éstas sea contrario al de aquél, y que éstas se desinflen cuando aquél se infla. Por lo demás, para que los que no conocen la fuerza de las demostraciones matemáticas y no tienen costumbre de distinguir las razones verdaderas de las verosímiles, no se aventuren a negar esto que digo, sin examinarlo, he de advertirles que el movimiento que acabo de explicar se sigue necesariamente de la sola disposición de los órganos que están a la vista en el corazón y del calor que, con los dedos, puede sentirse en esta víscera y de la naturaleza de la sangre que, por experiencia, puede conocerse, como el movimiento de un reloj se sigue de la fuerza, de la situación y de la figura de sus contrapesos y de sus ruedas. Pero si se pregunta cómo la sangre de las venas no se acaba, al entrar así continuamente en el corazón, y cómo las arterias no se llenan demasiadamente, puesto que toda la que pasa por el corazón viene a ellas, no necesito contestar otra cosa que lo que ya ha escrito un médico de Inglaterra 37, a quien hay que reconocer el mérito de haber abierto brecha en este punto y de ser el primero que ha enseñado que hay en las extremidades de las arterias varios pequeños corredores, por donde la sangre que llega del corazón pasa a las ramillas extremas de las venas y de aquí vuelve luego al corazón; de suerte que el curso de la sangre es una circulación perpetua. Y esto lo prueba muy bien por medio de la experiencia ordinaria de los cirujanos, quienes, habiendo atado el brazo con mediana fuerza por encima del sitio en donde abren la vena, hacen que la sangre 128 salga más abundante que si no hubiesen atado el brazo; y ocurriría todo lo contrario si lo ataran más abajo, entre la mano y la herida, o si lo ataran con mucha fuerza por encima. Porque es claro que la atadura hecha con mediana fuerza puede impedir que la sangre que hay en el brazo vuelva al corazón por las venas, pero no que acuda nueva sangre por las arterias, porque éstas van por debajo de las venas, y siendo sus pellejos más duros, son menos fáciles de oprimir; y también porque la sangre que viene del corazón tiende con más fuerza a pasar por las arterias hacia la mano, que no a volver de la mano hacia el corazón por las venas; y puesto que la sangre sale del brazo, por el corte que se ha hecho en una de las venas, es necesario que haya algunos pasos por la parte debajo de la atadura, es decir, hacia las extremidades del brazo, por donde la sangre pueda venir de las arterias. También prueba muy satisfactoriamente lo que dice del curso de la sangre, por la existencia de ciertos pellejos que están de tal modo dispuestos en diferentes lugares, a lo largo de las venas, que no permiten que la sangre vaya desde el centro del cuerpo a las extremidades y sí sólo que vuelva de las extremidades al centro; y además, la experiencia demuestra que toda la sangre que hay en el cuerpo puede salir en poco tiempo por una sola arteria que se haya cortado, aun cuando, habiéndose atado la arteria muy cerca del corazón, se haya hecho el corte entre éste y la atadura, de tal suerte que no haya ocasión de imaginar que la sangre vertida pueda venir de otra parte. Pero hay otras muchas cosas que dan fe de que la verdadera causa de ese movimiento de la sangre es la que he dicho, como son primeramente la diferencia que se nota entre la que sale de las venas y la que sale de las arterias, diferencia que no puede venir sino de que, habiéndose rarificado y como destilado la sangre, al pasar por el corazón, es más sutil y más viva y más caliente en saliendo de este, es decir, estando en las arterias, que no poco antes de entrar, o sea estando en las venas. Y si bien se mira, se verá que esa diferencia no aparece del todo sino cerca del corazón y no tanto en los lugares más lejanos; además, la dureza del pellejo de que están hechas la vena arteriosa y la gran arteria, es buena prueba de que la sangre las golpea con más fuerza que a las venas. Y ¿cómo explicar que la concavidad izquierda del corazón y la gran arteria sean más amplias y anchas que la concavidad derecha y la vena arteriosa, sino porque la sangre de la arteria venosa, que antes de pasar por el corazón no ha estado más que en los pulmones, es más sutil y se expande mejor y más fácilmente que la que viene inmediatamente de la vena cava? ¿Y qué es lo que los médicos pueden averiguar, al tomar el pulso, si no es que, según que la sangre cambie de naturaleza, puede el calor del corazón distenderla con más o menos fuerza y más o menos velocidad? Y si inquirimos cómo este calor se comunica a los demás miembros, habremos de convenir en que es por medio de la sangre, que, al pasar por el corazón, se calienta y se reparte luego por todo el cuerpo, de donde sucede que, si quitamos sangre de una parte, quitámosle asimismo el calor; y aun cuando el corazón estuviese ardiendo, como un hierro candente, no bastaría a calentar los pies y las manos, como lo hace, si no les enviase de continuo sangre nueva. También por esto se conoce que el uso verdadero de la respiración es introducir en el pulmón aire fresco bastante a conseguir que la sangre, que viene de la concavidad derecha del corazón, en donde ha sido dilatada y como cambiada en vapores, se espese y se convierta de nuevo en sangre, antes de volver a la concavidad izquierda, sin lo cual no pudiera ser apta a servir de alimento al fuego que hay en la dicha concavidad; y una confirmación de esto es que vemos que los animales que no tienen pulmones, poseen una 129 sola concavidad en el corazón, y que los niños que estando en el seno materno no pueden usar de los pulmones, tienen un orificio por donde pasa sangre de la vena cava a la concavidad izquierda del corazón, y un conducto por donde va de la vena arteriosa a la gran arteria, sin pasar por el pulmón. Además, ¿cómo podría hacerse la cocción de los alimentos en el estómago, si el corazón no enviase calor a esta víscera por medio de las arterias, añadiéndole algunas de las más suaves partes de la sangre, que ayudan a disolver las viandas? Y la acción que convierte en sangre el jugo de esas viandas, ¿no es fácil de conocer, si se considera que, al pasar una y otra vez por el corazón, se destila quizá más de cien o doscientas veces cada día? Y para explicar la nutrición y la producción de los varios humores que hay en el cuerpo, ¿qué necesidad hay de otra cosa, sino decir que la fuerza con que la sangre, al dilatarse, pasa del corazón a las extremidades de las arterias, es causa de que algunas de sus partes se detienen entre las partes de los miembros en donde se hallan, tomando el lugar de otras que expulsan, y que, según la situación o la figura o la pequeñez de los poros que encuentran, van unas a alojarse en ciertos lugares y otras en ciertos otros, del mismo modo como hacen las cribas que, por estar agujereadas de diferente modo, sirven para separar unos de otros los granos de varios tamaños. Y, por último, lo que hay de más notable en todo esto, es la generación de los espíritus animales, que son como un sutilísimo viento, o más bien como una purísima y vivísima llama, la cual asciende de continuo muy abundante desde el corazón al cerebro y se corre luego por los nervios a los músculos y pone en movimiento todos los miembros; y para explicar cómo las partes de la sangre más agitadas y penetrantes van hacia el cerebro, más bien que a otro lugar cualquiera, no es necesario imaginar otra causa sino que las arterias que las conducen son las que salen del corazón en línea más recta, y, según las reglas mecánicas, que son las mismas que las de la naturaleza, cuando varias cosas tienden juntas a moverse hacia un mismo lado, sin que haya espacio bastante para recibirlas todas, como ocurre a las partes de la sangre que salen de la concavidad izquierda del corazón y tienden todas hacia el cerebro, las más fuertes deben dar de lado a las más endebles y menos agitadas y, por lo tanto, ser las únicas que lleguen 38. Había yo explicado, con bastante detenimiento, todas estas cosas en el tratado que tuve el propósito de publicar. Y después había mostrado cuál debe ser la fábrica 39 de los nervios y de los músculos del cuerpo humano, para conseguir que los espíritus animales, estando dentro, tengan fuerza bastante a mover los miembros, como vemos que las cabezas, poco después de cortadas, aun se mueven y muerden la tierra, sin embargo de que ya no están animadas; cuáles cambios deben verificarse en el cerebro para causar la vigilia, el sueño y los ensueños; cómo la luz, los sonidos, los olores, los sabores, el calor y demás cualidades de los objetos exteriores pueden imprimir en el cerebro varias ideas, por medio de los sentidos; cómo también pueden enviar allí las suyas el hambre, la sed y otras pasiones interiores; qué deba entenderse por el sentido común, en el cual son recibidas esas ideas; qué por la memoria, que las conserva y qué por la fantasía, que puede cambiarlas diversamente y componer otras nuevas y también puede, por idéntica manera, distribuir los espíritus animales en los músculos y poner en movimiento los miembros del cuerpo, acomodándolos a los objetos que se presentan a los sentidos y a las pasiones interiores, en tantos varios modos cuantos movimientos puede hacer nuestro cuerpo sin que la voluntad los guíe 40; lo cual no parecerá de ninguna manera extraño a los que, sabiendo cuántos autómatas o máquinas semovientes puede construir la industria 130 humana, sin emplear sino poquísimas piezas, en comparación de la gran muchedumbre de huesos, músculos, nervios, arterias, venas y demás partes que hay en el cuerpo de un animal, consideren este cuerpo como una máquina que, por ser hecha de manos de Dios, está incomparablemente mejor ordenada y posee movimientos más admirables que ninguna otra de las que puedan inventar los hombres. Y aquí me extendí particularmente, haciendo ver que si hubiese máquinas tales que tuviesen los órganos y figura exterior de un mono o de otro cualquiera animal, desprovisto de razón, no habría medio alguno que nos permitiera conocer que no son en todo de igual naturaleza que esos animales; mientras que si las hubiera que semejasen a nuestros cuerpos e imitasen nuestras acciones, cuanto fuere moralmente posible, siempre tendríamos dos medios muy ciertos para reconocer que no por eso son hombres verdaderos; y es el primero, que nunca podrían hacer uso de palabras ni otros signos, componiéndolos, como hacemos nosotros, para declarar nuestros pensamientos a los demás, pues si bien se puede concebir que una máquina esté de tal modo hecha, que profiera palabras, y hasta que las profiera a propósito de acciones corporales que causen alguna alteración en sus órganos, como, verbi gratia, si se la toca en una parte, que pregunte lo que se quiere decirle, y si en otra, que grite que se le hace daño, y otras cosas por el mismo estilo, sin embargo, no se concibe que ordene en varios modos las palabras para contestar al sentido de todo lo que en su presencia se diga, como pueden hacerlo aun los más estúpidos de entre los hombres; y es el segundo que, aun cuando hicieran varias cosas tan bien y acaso mejor que ninguno de nosotros, no dejarían de fallar en otras, por donde se descubriría que no obran por conocimiento, sino sólo por la disposición de sus órganos, pues mientras que la razón es un instrumento universal, que puede servir en todas las coyunturas, esos órganos, en cambio, necesitan una particular disposición para cada acción particular; por donde sucede que es moralmente imposible que haya tantas y tan varias disposiciones en una máquina, que puedan hacerla obrar en todas las ocurrencias de la vida de la manera como la razón nos hace obrar a nosotros. Ahora bien: por esos dos medios puede conocerse también la diferencia que hay entre los hombres y los brutos, pues es cosa muy de notar que no hay hombre, por estúpido y embobado que esté, sin exceptuar los locos, que no sea capaz de arreglar un conjunto de varias palabras y componer un discurso que dé a entender sus pensamientos; y, por el contrario, no hay animal, por perfecto y felizmente dotado que sea, que pueda hacer otro tanto. Lo cual no sucede porque a los animales les falten órganos, pues vemos que las urracas y los loros pueden proferir, como nosotros, palabras, y, sin embargo, no pueden, como nosotros, hablar, es decir, dar fe de que piensan lo que dicen; en cambio los hombres que, habiendo nacido sordos y mudos, están privados de los órganos, que a los otros sirven para hablar, suelen inventar por sí mismos unos signos, por donde se declaran a los que, viviendo con ellos, han conseguido aprender su lengua. Y esto no sólo prueba que las bestias tienen menos razón que los hombres, sino que no tienen ninguna; pues ya se ve que basta muy poca para saber hablar; y supuesto que se advierten desigualdades entre los animales de una misma especie, como entre los hombres, siendo unos más fáciles de adiestrar que otros, no es de creer que un mono o un loro, que fuese de los más perfectos en su especie, no igualara a un niño de los más estúpidos, o, por lo menos, a un niño cuyo cerebro estuviera turbado, si no fuera que su alma es de naturaleza totalmente diferente de la nuestra. Y no deben confundirse las palabras con los movimientos naturales que delatan las pasiones, los cuales pueden ser imitados por las máquinas tan bien como por los animales, ni debe 131 pensarse, como pensaron algunos antiguos, que las bestias hablan, aunque nosotros no comprendemos su lengua; pues si eso fuera verdad, puesto que poseen varios órganos parecidos a los nuestros, podrían darse a entender de nosotros como de sus semejantes. Es también muy notable cosa que, aun cuando hay varios animales que demuestran más industria que nosotros en algunas de sus acciones, sin embargo, vemos que esos mismos no demuestran ninguna en muchas otras; de suerte que eso que hacen mejor que nosotros no prueba que tengan ingenio, pues, en ese caso, tendrían más que ninguno de nosotros y harían mejor que nosotros todas las demás cosas, sino más bien prueba que no tienen ninguno y que es la naturaleza la que en ellos obra, por la disposición de sus órganos, como vemos que un reloj, compuesto sólo de ruedas y resortes, puede contar las horas y medir el tiempo más exactamente que nosotros con toda nuestra prudencia. Después de todo esto, había yo descrito el alma razonable y mostrado que en manera alguna puede seguirse de la potencia de la materia, como las otras cosas de que he hablado, sino que ha de ser expresamente creada; y no basta que esté alojada en el cuerpo humano, como un piloto en su navío, a no ser acaso para mover sus miembros, sino que es necesario que esté junta y unida al cuerpo más estrechamente, para tener sentimientos y apetitos semejantes a los nuestros y componer así un hombre verdadero. Por lo demás, me he extendido aquí un tanto sobre el tema del alma, porque es de los más importantes; que, después del error de los que niegan a Dios, error que pienso haber refutado bastantemente en lo que precede, no hay nada que más aparte a los espíritus endebles del recto camino de la virtud, que el imaginar que el alma de los animales es de la misma naturaleza que la nuestra, y que, por consiguiente, nada hemos de temer ni esperar tras esta vida, como nada temen ni esperan las moscas y las hormigas; mientras que si sabemos cuán diferentes somos de los animales, entenderemos mucho mejor las razones que prueban que nuestra alma es de naturaleza enteramente independiente del cuerpo, y, por consiguiente, que no está atenida a morir con él; y puesto que no vemos otras causas que la destruyan, nos inclinaremos naturalmente a juzgar que es inmortal. Sexta parte Hace ya tres años que llegué al término del tratado en donde están todas esas cosas, y empezaba a revisarlo para entregarlo a la imprenta, cuando supe que unas personas a quienes profeso deferencia y cuya autoridad no es menos poderosa sobre mis acciones que mi propia razón sobre mis pensamientos, habían reprobado una opinión de física, publicada poco antes por otro 41; no quiero decir que yo fuera de esa opinión, sino sólo que nada había notado en ella, antes de verla así censurada, que me pareciese perjudicial ni para la religión ni para el Estado, y, por tanto, nada que me hubiese impedido escribirla, de habérmela persuadido la razón. Esto me hizo temer no fuera a haber alguna también entre las mías, en la que me hubiese engañado, no obstante el muy gran cuidado que siempre he tenido de no admitir en mi creencia ninguna opinión nueva, que no esté 132 fundada en certísimas demostraciones, y de no escribir ninguna que pudiere venir en menoscabo de alguien. Y esto fue bastante a mudar la resolución que había tomado de publicar aquel tratado; pues aun cuando las razones que me empujaron a tomar antes esa resolución fueron muy fuertes, sin embargo, mi inclinación natural, que me ha llevado siempre a odiar el oficio de hacer libros, me proporcionó en seguida otras para excusarme. Y tales son esas razones, de una y de otra parte, que no sólo me interesa a mí decirlas aquí, sino que acaso también interese al público conocerlas. Nunca he atribuido gran valor a las cosas que provienen de mi espíritu; y mientras no he recogido del método que uso otro fruto sino el hallar la solución de algunas dificultades pertenecientes a las ciencias especulativas, o el llevar adelante el arreglo de mis costumbres, en conformidad con las razones que ese método me enseñaba, no me he creído obligado a escribir nada. Pues en lo tocante a las costumbres, es tanto lo que cada uno abunda en su propio sentido, que podrían contarse tantos reformadores como hay hombres, si a todo el mundo, y no sólo a los que Dios ha establecido soberanos de sus pueblos o a los que han recibido de él la gracia y el celo suficientes para ser profetas, le fuera permitido dedicarse a modificarlas en algo; y en cuanto a mis especulaciones, aunque eran muy de mi gusto, he creído que los demás tendrían otras también, que acaso les gustaran más. Pero tan pronto como hube adquirido algunas nociones generales de la física y comenzado a ponerlas a prueba en varias dificultades particulares, notando entonces cuán lejos pueden llevarnos y cuán diferentes son de los principios que se han usado hasta ahora, creí que conservarlas ocultas era grandísimo pecado, que infringía la ley que nos obliga a procurar el bien general de todos los hombres, en cuanto ello esté en nuestro poder. Pues esas nociones me han enseñado que es posible llegar a conocimientos muy útiles para la vida, y que, en lugar de la filosofía especulativa, enseñada en las escuelas, es posible encontrar una práctica, por medio de la cual, conociendo la fuerza y las acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de todos los demás cuerpos, que nos rodean, tan distintamente como conocemos los oficios varios de nuestros artesanos, podríamos aprovecharlas del mismo modo, en todos los usos a que sean propias, y de esa suerte hacernos como dueños y poseedores de la naturaleza. Lo cual es muy de desear, no sólo por la invención de una infinidad de artificios que nos permitirían gozar sin ningún trabajo de los frutos de la tierra y de todas las comodidades que hay en ella, sino también principalmente por la conservación de la salud, que es, sin duda, el primer bien y el fundamento de los otros bienes de esta vida, porque el espíritu mismo depende tanto del temperamento y de la disposición de los órganos del cuerpo, que, si es posible encontrar algún medio para hacer que los hombres sean comúnmente más sabios y más hábiles que han sido hasta aquí, creo que es en la medicina en donde hay que buscarlo. Verdad es que la que ahora se usa contiene pocas cosas de tan notable utilidad; pero, sin que esto sea querer despreciarla, tengo por cierto que no hay nadie, ni aun los que han hecho de ella su profesión, que no confiese que cuanto se sabe, en esa ciencia, no es casi nada comparado con lo que queda por averiguar y que podríamos librarnos de una infinidad de enfermedades, tanto del cuerpo como del espíritu, y hasta quizá de la debilidad que la vejez nos trae, si tuviéramos bastante conocimiento de sus causas y de todos los remedios, de que la naturaleza nos ha provisto. Y como yo había concebido el designio de emplear mi vida entera en la investigación de tan necesaria ciencia, y como había encontrado un camino que me parecía que, siguiéndolo, se debe 133 infaliblemente dar con ella, a no ser que lo impida la brevedad de la vida o la falta de experiencias, juzgaba que no hay mejor remedio contra esos dos obstáculos, sino comunicar fielmente al público lo poco que hubiera encontrado e invitar a los buenos ingenios a que traten de seguir adelante, contribuyendo cada cual, según su inclinación y sus fuerzas, a las experiencias que habría que hacer, y comunicando asimismo al público todo cuanto averiguaran, con el fin de que, empezando los últimos por donde hayan terminado sus predecesores, y juntando así las vidas y los trabajos de varios, llegásemos todos juntos mucho más allá de donde puede llegar uno en particular. Y aun observé, en lo referente a las experiencias, que son tanto más necesarias cuanto más se ha adelantado en el conocimiento, pues al principio es preferible usar de las que se presentan por sí mismas a nuestros sentidos y que no podemos ignorar por poca reflexión que hagamos, que buscar otras más raras y estudiadas; y la razón de esto es que esas más raras nos engañan muchas veces, si no sabemos ya las causas de las otras más comunes y que las circunstancias de que dependen son casi siempre tan particulares y tan pequeñas, que es muy difícil notarlas. Pero el orden que he llevado en esto ha sido el siguiente: primero he procurado hallar, en general, los principios o primeras causas de todo lo que en el mundo es o puede ser, sin considerar para este efecto nada más que Dios solo, que lo ha creado, ni sacarlas de otro origen, sino de ciertas semillas de verdades, que están naturalmente en nuestras almas; después he examinado cuáles sean los primeros y más ordinarios efectos que de esas causas pueden derivarse, y me parece que por tales medios he encontrado unos cielos, unos astros, una tierra, y hasta en la tierra, agua, aire, fuego, minerales y otras cosas que, siendo las más comunes de todas y las más simples, son también las más fáciles de conocer. Luego, cuando quise descender a las más particulares, presentáronseme tantas y tan varias, que no he creído que fuese posible al espíritu humano distinguir las formas o especies de cuerpos, que están en la tierra, de muchísimas otras que pudieran estar en ella, si la voluntad de Dios hubiere sido ponerlas, y, por consiguiente, que no es posible tampoco referirlas a nuestro servicio, a no ser que salgamos al encuentro de las causas por los efectos y hagamos uso de varias experiencias particulares. En consecuencia, hube de repasar en mi espíritu todos los objetos que se habían presentado ya a mis sentidos, y no vacilo en afirmar que nada vi en ellos que no pueda explicarse, con bastante comodidad, por medio de los principios hallados por mí. Pero debo asimismo confesar que es tan amplia y tan vasta la potencia de la naturaleza y son tan simples y tan generales esos principios, que no observo casi ningún efecto particular, sin en seguida conocer que puede derivarse de ellos en varias diferentes maneras, y mi mayor dificultad es, por lo común, encontrar por cuál de esas maneras depende de aquellos principios; y no sé otro remedio a esa dificultad que el buscar algunas experiencias, que sean tales que no se produzca del mismo modo el efecto, si la explicación que hay que dar es esta o si es aquella otra. Además, a tal punto he llegado ya, que veo bastante bien, a mi parecer, el rodeo que hay que tomar, para hacer la mayor parte de las experiencias que pueden servir para esos efectos; pero también veo que son tantas y tales, que ni mis manos ni mis rentas, aunque tuviese mil veces más de lo que tengo, bastarían a todas; de suerte que, según tenga en adelante comodidad para hacer más o menos, así también adelantaré más o menos en el conocimiento de la naturaleza; todo lo cual pensaba dar a conocer, en el tratado que había escrito, mostrando tan claramente la utilidad que el público puede obtener, que obligase a cuantos desean en 134 general el bien de los hombres, es decir, a cuantos son virtuosos efectivamente y no por apariencia falsa y mera opinión, a comunicarme las experiencias que ellos hubieran hecho y a ayudarme en la investigación de las que aun me quedan por hacer. Pero de entonces acá, hánseme ocurrido otras razones que me han hecho cambiar de opinión y pensar que debía en verdad seguir escribiendo cuantas cosas juzgara de alguna importancia, conforme fuera descubriendo su verdad, poniendo en ello el mismo cuidado que si las tuviera que imprimir, no sólo porque así disponía de mayor espacio para examinarlas bien, pues sin duda, mira uno con más atención lo que piensa que otros han de examinar, que lo que hace para sí solo (y muchas cosas que me han parecido verdaderas cuando he comenzado a concebirlas, he conocido luego que son falsas, cuando he ido a estamparlas en el papel), sino también para no perder ocasión de servir al público, si soy en efecto capaz de ello, y porque, si mis escritos valen algo, puedan usarlos como crean más conveniente los que los posean después de mi muerte; pero pensé que no debía en manera alguna consentir que fueran publicados, mientras yo viviera, para que ni las oposiciones y controversias que acaso suscitaran, ni aun la reputación, fuere cual fuere, que me pudieran proporcionar, me dieran ocasión de perder el tiempo que me propongo emplear en instruirme. Pues si bien es cierto que todo hombre está obligado a procurar el bien de los demás, en cuanto puede, y que propiamente no vale nada quien a nadie sirve, sin embargo, también es cierto que nuestros cuidados han de sobrepasar el tiempo presente y que es bueno prescindir de ciertas cosas, que quizá fueran de algún provecho para los que ahora viven, cuando es para hacer otras que han de ser más útiles aun a nuestros nietos. Y, en efecto, es bueno que se sepa que lo poco que hasta aquí he aprendido no es casi nada, en comparación de lo que ignoro y no desconfío de poder aprender; que a los que van descubriendo poco a poco la verdad, en las ciencias, les acontece casi lo mismo que a los que empiezan a enriquecerse, que les cuesta menos trabajo, siendo ya algo ricos, hacer grandes adquisiciones, que antes, cuando eran pobres, recoger pequeñas ganancias. También pueden compararse con los jefes de ejército, que crecen en fuerzas conforme ganan batallas, y necesitan más atención y esfuerzo para mantenerse después de una derrota, que para tomar ciudades y conquistar provincias después de una victoria; que verdaderamente es como dar batallas el tratar de vencer todas las dificultades y errores que nos impiden llegar al conocimiento de la verdad y es como perder una el admitir opiniones falsas acerca de alguna materia un tanto general e importante; y hace falta después mucha más destreza para volver a ponerse en el mismo estado en que se estaba, que para hacer grandes progresos, cuando se poseen ya principios bien asegurados. En lo que a mí respecta, si he logrado hallar algunas verdades en las ciencias (y confío que lo que va en este volumen demostrará que algunas he encontrado), puedo decir que no son sino consecuencias y dependencias de cinco o seis principales dificultades que he resuelto y que considero como otras tantas batallas, en donde he tenido la fortuna de mi lado; y hasta me atreveré a decir que pienso que no necesito ganar sino otras dos o tres como esas, para llegar al término de mis propósitos, y que no es tanta mi edad que no pueda, según el curso ordinario de la naturaleza, disponer aún del tiempo necesario para ese efecto. Pero por eso mismo, tanto más obligado me creo a ahorrar el tiempo que me queda, cuantas mayores esperanzas tengo de poderlo emplear bien; y sobrevendrían, sin duda, muchas ocasiones de perderlo si publicase los fundamentos de mi física; pues aun cuando son tan evidentes todos, que basta entenderlos 135 para creerlos, y no hay uno solo del que no pueda dar demostraciones, sin embargo, como es imposible que concuerden con todas las varias opiniones de los demás hombres, preveo que suscitarían oposiciones, que me distraerían no poco de mi labor. Puede objetarse a esto diciendo que esas oposiciones serían útiles, no sólo porque me darían a conocer mis propias faltas, sino también porque, de haber en mí algo bueno, los demás hombres adquirirían por ese medio una mejor inteligencia de mis opiniones; y como muchos ven más que uno solo, si comenzaren desde luego a hacer uso de mis principios, me ayudarían también con sus invenciones. Pero aun cuando me conozco como muy expuesto a errar, hasta el punto de no fiarme casi nunca de los primeros pensamientos que se me ocurren, sin embargo, la experiencia que tengo de las objeciones que pueden hacerme, me quita la esperanza de obtener de ellas algún provecho; pues ya muchas veces he podido examinar los juicios ajenos, tanto los pronunciados por quienes he considerado como amigos míos, como los emitidos por otros, a quienes yo pensaba ser indiferente, y hasta los de algunos, cuya malignidad y envidia sabía yo que habían de procurar descubrir lo que el afecto de mis amigos no hubiera conseguido ver; pero rara vez ha sucedido que me hayan objetado algo enteramente imprevisto por mí, a no ser alguna cosa muy alejada de mi asunto; de suerte que casi nunca he encontrado un censor de mis opiniones que no me pareciese o menos severo o menos equitativo que yo mismo. Y tampoco he notado nunca que las disputas que suelen practicarse en las escuelas sirvan para descubrir una verdad antes ignorada; pues esforzándose cada cual por vencer a su adversario, más se ejercita en abonar la verosimilitud que en pesar las razones de una y otra parte; y los que han sido durante largo tiempo buenos abogados, no por eso son luego mejores jueces. En cuanto a la utilidad que sacaran los demás de la comunicación de mis pensamientos, tampoco podría ser muy grande, ya que aun no los he desenvuelto hasta tal punto, que no sea preciso añadirles mucho, antes de ponerlos en práctica. Y creo que, sin vanidad, puedo decir que si alguien hay capaz de desarrollarlos, he de ser yo mejor que otro cualquiera, y no porque no pueda haber en el mundo otros ingenios mejores que el mío, sin comparación, sino porque el que aprende de otro una cosa, no es posible que la conciba y la haga suya tan plenamente como el que la inventa. Y tan cierto es ello en esta materia, que habiendo yo explicado muchas veces algunas opiniones mías a personas de muy buen ingenio, parecían entenderlas muy distintamente, mientras yo hablaba, y, sin embargo, cuando luego las han repetido, he notado que casi siempre las han alterado de tal suerte que ya no podía yo reconocerlas por mías 42. Aprovecho esta ocasión para rogar a nuestros descendientes que no crean nunca que proceden de mí las cosas que les digan otros, si no es que yo mismo las haya divulgado; y no me asombro en modo alguno de esas extravagancias que se atribuyen a los antiguos filósofos, cuyos escritos no poseemos, ni juzgo por ellas que hayan sido sus pensamientos tan desatinados, puesto que aquellos hombres fueron los mejores ingenios de su tiempo; sólo pienso que sus opiniones han sido mal referidas. Asimismo vemos que casi nunca ha ocurrido que uno de los que siguieron las doctrinas de esos grandes ingenios haya superado al maestro; y tengo por seguro que los que con mayor ahínco siguen hoy a Aristóteles, se estimarían dichosos de poseer tanto conocimiento de la naturaleza como tuvo él, aunque hubieran de someterse a la condición de no adquirir nunca más amplio saber. Son como la yedra, que no puede 136 subir más alto que los árboles en que se enreda y muchas veces desciende, después de haber llegado hasta la copa; pues me parece que también los que siguen una doctrina ajena descienden, es decir, se tornan en cierto modo menos sabios que si se abstuvieran de estudiar; los tales, no contentos con saber todo lo que su autor explica inteligiblemente, quieren además encontrar en él la solución de varias dificultades, de las cuales no habla y en las cuales acaso no pensó nunca. Sin embargo, es comodísima esa manera de filosofar, para quienes poseen ingenios muy medianos, pues la oscuridad de las distinciones y principios de que usan, les permite hablar de todo con tanta audacia como si lo supieran, y mantener todo cuanto dicen contra los más hábiles y los más sutiles, sin que haya medio de convencerles; en lo cual parécenme semejar a un ciego que, para pelear sin desventaja contra uno que ve, le hubiera llevado a alguna profunda y oscurísima cueva; y puedo decir que esos tales tienen interés en que yo no publique los principios de mi filosofía, pues siendo, como son, muy sencillos y evidentes, publicarlos sería como abrir ventanas y dar luz a esa cueva adonde han ido a pelear. Mas tampoco los ingenios mejores han de tener ocasión de desear conocerlos, pues si lo que quieren es saber hablar de todo y cobrar fama de doctos, lo conseguirán más fácilmente contentándose con lo verosímil, que sin gran trabajo puede hallarse en todos los asuntos, que buscando la verdad, que no se descubre sino poco a poco en algunas materias y que, cuando es llegada la ocasión de hablar de otros temas, nos obliga a confesar francamente que los ignoramos. Pero si estiman que una verdad pequeña es preferible a la vanidad de parecer saberlo todo, como, sin duda, es efectivamente preferible, y si lo que quieren es proseguir un intento semejante al mío, no necesitan para ello que yo les diga más de lo que en este discurso llevo dicho; pues si son capaces de continuar mi obra, tanto más lo serán de encontrar por sí mismos todo cuanto pienso yo que he encontrado, sin contar con que, habiendo yo seguido siempre mis investigaciones ordenadamente, es seguro que lo que me queda por descubrir es de suyo más difícil y oculto que lo que he podido anteriormente encontrar y, por tanto, mucho menos gusto hallarían en saberlo por mí, que en indagarlo solos; y además, la costumbre que adquirirán buscando primero cosas fáciles y pasando poco a poco a otras más difíciles, les servirá mucho mejor que todas mis instrucciones. Yo mismo estoy persuadido de que si, en mi mocedad, me hubiesen enseñado todas las verdades cuyas demostraciones he buscado luego y no me hubiese costado trabajo alguno el aprenderlas, quizá no supiera hoy ninguna otra cosa, o por lo menos nunca hubiera adquirido la costumbre y facilidad que creo tener de encontrar otras nuevas, conforme me aplico a buscarlas. Y, en suma, si hay en el mundo una labor que no pueda nadie rematar tan bien como el que la empezó, es ciertamente la que me ocupa. Verdad es que en lo que se refiere a las experiencias que pueden servir para ese trabajo, no basta un hombre solo a hacerlas todas; pero tampoco ese hombre podrá emplear con utilidad ajenas manos, como no sean las de artesanos u otras gentes, a quienes pueda pagar, pues la esperanza de una buena paga, que es eficacísimo medio, hará que esos operarios cumplan exactamente sus prescripciones. Los que voluntariamente, por curiosidad o deseo de aprender, se ofrecieran a ayudarle, además de que suelen, por lo común, ser más prontos en prometer que en cumplir y no hacen sino bellas proposiciones, nunca realizadas, querrían infaliblemente recibir, en cambio, algunas explicaciones de ciertas dificultades, o por lo menos obtener halagos y conversaciones inútiles, las cuales, por corto que fuera el tiempo empleado en ellas, 137 representarían, al fin y al cabo, una positiva pérdida. Y en cuanto a las experiencias que hayan hecho ya los demás, aun cuando se las quisieren comunicar -cosa que no harán nunca quienes les dan el nombre de secretos-, son las más de entre ellas compuestas de tantas circunstancias o ingredientes superfluos, que le costaría no pequeño trabajo descifrar lo que haya en ellas de verdadero; y, además, las hallaría casi todas tan mal explicadas e incluso tan falsas, debido a que sus autores han procurado que parezcan conformes con sus principios, que, de haber algunas que pudieran servir, no valdrían desde luego el tiempo que tendría que gastar en seleccionarlas. De suerte que si en el mundo hubiese un hombre de quien se supiera con seguridad que es capaz de encontrar las mayores cosas y las más útiles para el público y, por este motivo, los demás hombres se esforzasen por todas las maneras en ayudarle a realizar sus designios, no veo que pudiesen hacer por él nada más sino contribuir a sufragar los gastos de las experiencias, que fueren precisas, y, por lo demás, impedir que vinieran importunos a estorbar sus ocios laboriosos. Mas sin contar con que no soy yo tan presumido que vaya a prometer cosas extraordinarias, ni tan repleto de vanidosos pensamientos que vaya a figurarme que el público ha de interesarse mucho por mis propósitos, no tengo tampoco tan rebajada el alma, como para aceptar de nadie un favor que pudiera creerse que no he merecido. Todas estas consideraciones juntas fueron causa de que no quise, hace tres años, divulgar el tratado que tenía entre manos, y aun resolví no publicar durante mi vida ningún otro de índole tan general, que por él pudieran entenderse los fundamentos de mi física. Pero de entonces acá han venido otras dos razones a obligarme a poner en este libro algunos ensayos particulares y a dar alguna cuenta al público de mis acciones y de mis designios; y es la primera que, de no hacerlo, algunos que han sabido que tuve la intención de imprimir ciertos escritos, podrían acaso figurarse que los motivos, por los cuales me he abstenido, son de índole que menoscaba mi persona; pues, aun cuando no siento un excesivo amor por la gloria y hasta me atrevo a decir que la odio, en cuanto que la juzgo contraria a la quietud, que es lo que más aprecio, sin embargo, tampoco he hecho nunca nada por ocultar mis actos, como si fueran crímenes, ni he tomado muchas precauciones para permanecer desconocido, no sólo porque creyera de ese modo dañarme a mí mismo, sino también porque ello habría provocado en mí cierta especie de inquietud, que hubiera venido a perturbar la perfecta tranquilidad de espíritu que busco; y así, habiendo siempre permanecido indiferente entre el cuidado de ser conocido y el de no serlo, no he podido impedir cierta especie de reputación que he adquirido, por lo cual he pensado que debía hacer por mi parte lo que pudiera, para evitar al menos que esa fama sea mala. La segunda razón, que me ha obligado a escribir esto, es que veo cada día cómo se retrasa más y más el propósito que he concebido de instruirme, a causa de una infinidad de experiencias que me son precisas y que no puedo hacer sin ayuda ajena, y aunque no me precio de valer tanto como para esperar que el público tome mucha parte en mis intereses, sin embargo, tampoco quiero faltar a lo que me debo a mí mismo, dando ocasión a que los que me sobrevivan puedan algún día hacerme el cargo de que hubiera podido dejar acabadas muchas mejores cosas, si no hubiese prescindido demasiado de darles a entender cómo y en qué podían ellos contribuir. a mis designios. Y he pensado que era fácil elegir algunas materias que, sin provocar grandes controversias, ni obligarme a declarar mis principios más detenidamente de lo que deseo, 138 no dejaran de mostrar con bastante claridad lo que soy o no soy capaz de hacer en las ciencias. En lo cual no puedo decir si he tenido buen éxito, pues no quiero salir al encuentro de los juicios de nadie, hablando yo mismo de mis escritos; pero me agradaría mucho que fuesen examinados y, para dar más amplia ocasión de hacerlo, ruego a quienes tengan objeciones que formular, que se tomen la molestia de enviarlas a mi librero, quien me las transmitirá, y procuraré dar respuesta que pueda publicarse con las objeciones 43; de este modo, los lectores, viendo juntas unas y otras, juzgarán más cómodamente acerca de la verdad, pues prometo que mis respuestas no serán largas y me limitaré a confesar mis faltas francamente, si las conozco y, si no puedo apercibirlas, diré sencillamente lo que crea necesario para la defensa de mis escritos, sin añadir la explicación de ningún asunto nuevo, a fin de no involucrar indefinidamente uno en otro. Si alguna de las cosas de que hablo al principio de la Dióptrica y de los Meteoros producen extrañeza, porque las llamo suposiciones y no parezco dispuesto a probarlas, téngase la paciencia de leerlo todo atentamente, y confío en que se hallará satisfacción; pues me parece que las razones se enlazan unas con otras de tal suerte que, como las últimas están demostradas por las primeras, que son sus causas, estas primeras a su vez lo están por las últimas, que son sus efectos. Y no se imagine que en esto cometo la falta que los lógicos llaman círculo, pues como la experiencia muestra que son muy ciertos la mayor parte de esos efectos, las causas de donde los deduzco sirven más que para probarlos, para explicarlos, y, en cambio, esas causas quedan probadas por estos efectos. Y si las he llamado suposiciones, es para que se sepa que pienso poder deducirlas de las primeras verdades que he explicado en este discurso; pero he querido expresamente no hacerlo, para impedir que ciertos ingenios, que con solo oír dos o tres palabras se imaginan que saben en un día lo que otro ha estado veinte años pensando, y que son tanto más propensos a errar e incapaces de averiguar la verdad, cuanto más penetrantes y ágiles, no aprovechen la ocasión para edificar alguna extravagante filosofía sobre los que creyeren ser mis principios, y luego se me atribuya a mí la culpa; que por lo que toca a las opiniones enteramente mías, no las excuso por nuevas, pues si se consideran bien las razones que las abonan, estoy seguro de que parecerán tan sencillas y tan conformes con el sentido común, que serán tenidas por menos extraordinarias y extrañas que cualesquiera otras que puedan sustentarse acerca de los mismos asuntos; y no me precio tampoco de ser el primer inventor de ninguna de ellas, sino solamente de no haberlas admitido, ni porque las dijeran otros, ni porque no las dijeran, sino sólo porque la razón me convenció de su verdad. Si los artesanos no pueden en buen tiempo ejecutar el invento que explico en la Dióptrica, no creo que pueda decirse por eso que es malo; pues, como se requiere mucha destreza y costumbre para hacer y encajar las máquinas que he descrito, sin que les falte ninguna circunstancia, tan extraño sería que diesen con ello a la primera vez, como si alguien consiguiese aprender en un día a tocar el laúd, de modo excelente, con solo haber estudiado un buen papel pautado. Y si escribo en francés 44, que es la lengua de mi país, en lugar de hacerlo en latín, que es el idioma empleado por mis preceptores, es porque espero que los que hagan uso de su pura razón natural, juzgarán mejor mis opiniones que los que sólo creen en los libros antiguos; y en cuanto a los que unen el buen sentido con 139 el estudio, únicos que deseo sean mis jueces, no serán seguramente tan parciales en favor del latín, que se nieguen a oír mis razones, por ir explicadas en lengua vulgar. Por lo demás, no quiero hablar aquí particularmente de los progresos que espero realizar más adelante en las ciencias ni comprometerme con el público, prometiéndole cosas que no esté seguro de cumplir; pero diré tan sólo que he resuelto emplear el tiempo que me queda de vida en procurar adquirir algún conocimiento de la naturaleza, que sea tal, que se puedan derivar para la medicina reglas más seguras que las hasta hoy usadas, y que mi inclinación me aparta con tanta fuerza de cualesquiera otros designios, sobre todo de los que no pueden servir a unos, sin dañar a otros, que si algunas circunstancias me constriñesen a entrar en ellos, creo que no sería capaz de llevarlos a buen término. Esta declaración que aquí hago bien sé que no ha de servir a hacerme considerable en el mundo; mas no tengo ninguna gana de serlo y siempre me consideraré más obligado con los que me hagan la merced de ayudarme a gozar de mis ocios, sin tropiezo, que con los que me ofrezcan los más honrosos empleos del mundo. FIN DEL DISCURSO DEL MÉTODO 140 Manuel Kant: Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración? Traducción y notas por Juan José Sánchez Álvarez-Castellanos. 141 Manuel Kant: Respuesta a la pregunta: ¿Qué es la ilustración?2 Traducción y notas por Juan José Sánchez Álvarez-Castellanos. Nota sobre la presente traducción A continuación se ofrece la traducción castellana del conocido artículo de Kant, aparecido en la Berlinische Monatsschrift [Revista Berlinesa] de diciembre de 1784, págs. 481-494. La pregunta a la que intenta responder Kant fue planteada por el reverendo Johann Friedrich Zöllner en un artículo publicado en la misma revista, un año antes (1783, págs. 107-116) y titulado: “¿Es aconsejable, en lo sucesivo, dejar de sancionar por la religión el vínculo matrimonial?”. En una nota a pie de página, Zöllner afirma lo siguiente: «¿Qué es la Ilustración? Esta pregunta, que resulta casi tan importante como qué es la verdad, ¡debería ser contestada antes de que se comenzase a ilustrar! Y, sin embargo, nunca he encontrado su respuesta en ninguna parte»i. Junto con la respuesta kantiana, apareció publicada también, en el mismo número de la revista, la que ofreció otro autor, Moses Mendelssohn (1753-1804), respuesta cuya existencia conocía Kant, aunque no su contenido, como él mismo nos lo advierte al final de su propio artículoii. Ilustración es la salida del hombre3 de su minoría de edad4, una minoría de la que sólo él es culpable. Minoría de edad es la incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la guía de otro. De esta minoría es uno mismo culpable cuando la causa de la misma reside, no en la falta de entendimiento, sino de resolución y atrevimiento para servirse del propio sin la guía de otro. Sapere aude!5 ¡Ten el atrevimiento de servirte de tu propio entendimiento! es, por tanto, el lema de la Ilustración. Pereza y cobardía son las razones por las que un número tan considerable de hombres, habiéndolos librado la naturaleza tiempo atrás de una guía ajena [A482] (naturaliter maiorennes)6, prefiera, sin embargo permanecer, de por vida, en la minoría 2 He decidido traducir en minúscula la palabra ilustración pues Kant se refiere, no propiamente al siglo histórico con el mismo nombre (salvo en dos ocasiones en las que entiendo que sí parece hacerlo), sino a una actitud personal válida para cualquier época y situación. Como se sabe, el original no nos ayuda en esta elección, pues en alemán los sustantivos comienzan siempre con letra mayúscula. 3 En todo el artículo se sobreentiende que, salvo que se diga otra cosa, “hombre” (der Mensch) designa al ser humano, indistintamente del género. 4 Unmündigkeit. Esta palabra podría significar, indistintamente: minoría de edad, inmadurez, dependencia, etc. y, por tanto, su opuesto, Mündigkeit, equivaldría a mayoría de edad, madurez, independencia, etc. He elegido la primera alternativa, la que hace referencia a la edad, y así lo he mantenido en todos los casos. 5 Literalmente, en latín: Atrévete a saber. 6 En alemán se conservan el adjetivo majorenn y el sustantivo Majorennität, mayor de edad y mayoría de edad, respectivamente. Estos vocablos provienen del término latino tardío majorennis, parece ser que, a su vez, de maior annis, mayor en años. (Cfr, Wahrig Deutsches Wörterbuch). La expresión naturaliter 142 de edad; y son las razones por las que es tan fácil para otros erigirse en sus tutores. Es tan cómodo ser menor de edad. Qué necesidad tengo de esforzarme, cuando dispongo de un libro que me hace las veces de entendimiento; un consejero espiritual7 que me hace las veces de conciencia; un médico que me prescribe la dieta, en vez de hacerlo yo, etc. No me es menester pensar si puedo limitarme a pagar: otros estarán prestos a realizar en mi lugar tarea tan desagradable. Ya se encargan esos tutores, que han asumido benévolamente su supervisión, de que la casi totalidad de los hombres (incluyendo la totalidad del bello sexo8) considere el paso hacia la mayoría de edad, de suyo ya penoso, como algo sumamente peligroso también. Una vez que han entontecido9 a su propia grey, y tan pronto como se han precavido con suma cautela de que esas dóciles criaturas no se atrevan a dar un solo paso sin las andaderas10 en las que les han aprisionado, les muestran, entonces, el peligro que les acecha si intentan caminar por su propia cuenta. Mas no es, realmente, tan grande este peligro, pues gracias a alguna que otra caída acabarían aprendiendo a caminar; pero un solo caso basta para amilanarse y desistir, por lo general, de cualquier otro intento en el futuro. Resulta difícil, por tanto, para cualquier hombre en particular desprenderse de esa minoría de edad que, prácticamente, ha acabado por convertirse en su propia naturaleza [A483]. Ha llegado, incluso, a tomarle cariño y, por lo pronto, es realmente incapaz de servirse de su propio entendimiento, pues nadie le ha permitido intentarlo. Preceptos y fórmulas, esas herramientas mecánicas de un uso racional –o, más bien, de un mal usode sus dotes naturales, son los grilletes de una sempiterna minoría de edad. Aunque alguien lograra librarse de ellos, sin embargo, incluso ante la más pequeña hondonada, no podría sino dar un salto inseguro, pues no está acostumbrado a tal suerte de libertad de movimientos. De ahí que sólo sean unos pocos los que han conseguido, por medio del cultivo propio de su espíritu, desembarazarse de la minoría de edad y seguir, con todo, un camino seguro. Sin embargo, es más que probable que un público se ilustre a sí mismo; incluso resulta prácticamente indefectible: basta tan sólo basta con que se le deje en libertad. Pues siempre cabe encontrar algunos que piensan por cuenta propia, incluso entre aquellos que han sido erigidos como tutores de la gran masa, los cuales, después de maiorennes, por tanto, y como se desprende del contexto, habría que traducirla como aquellos que son mayores de edad por naturaleza o naturalmente. 7 Seelsorger en alemán. 8 Das schöne Geschlecht dice literalmente el texto alemán. 9 El término alemán es «dumm machen». Dumm significa necio, falto de entendimiento, bruto, ignorante, vil. Es el término con el que suele traducirse el insipiens y stultus de la Biblia latina. 10 Jugando con la metáfora de la inmadurez o minoría de edad, y con el hecho de caminar uno por cuenta propia o dejarse llevar por alguien (leiten: conducir, guiar, dirigir o presidir algo), Kant emplea la metáfora de las “andaderas”, o el “andador”, un utensilio con el que se enseña a caminar a los niños, y en donde, por lo general, se le sujeta con algún tipo de cinturón. Sabemos, por tanto, que en muchos casos el utensilio también es útil para “controlar” sus desplazamientos; por eso pueden funcionar, siguiendo la metáfora, como una especie de “prisión”, de mecanismo de control, que es lo que dice, literalmente el texto. Kant utiliza en este artículo dos términos para referirse a las “andaderas”: en este lugar que citamos, Gängelwagen (literalmente, carrito para caminar) y, más adelante, Leitbande (literalmente, bandas de conducción), sin duda porque diversos son los utensilios que el artificio humano ha creado para tal fin. LaVaque-Manty, en un interesante artículo sobre el problema de la autonomía en Kant, se ha detenido en el análisis e importancia que el empleo de estos dos términos-metáfora, aunque escaso, posee en la obra de Kant. Véase: Mika LaVaque-Manty: “Mature Kantians”, en http://wwwpersonal.umich.edu/~mmanty/research/mature.kantians.pdf 143 haberse sacudido ellos mismos el yugo de la minoría de edad, esparcirán en torno suyo el espíritu de una estima racional por el valor propio y la vocación de cada hombre de pensar por sí mismo. Aquí es digno de admiración lo siguiente: que el mismo público – que antes estuvo sometido por ellos11 bajo ese yugo-, obliga luego a éstos a permanecer bajo el mismo: tal es lo que ocurre cuando es incitado a ello por algunos tutores suyos que, sin embargo, son ellos mismos incapaces de cualquier ilustración [A484]. Así de pernicioso resulta inculcar prejuicios: acaban por vengarse de aquellos que fueron sus causantes, o bien sus predecesores. De ahí que un público sólo pueda llegar a la ilustración de una forma lenta. Es posible quizás que, por medio de una revolución, se consiga la caída de un despotismo personal y de una opresión ávida de lucro o poder; mas nunca se logrará una auténtica reforma en la manera de pensar; por el contrario, nuevos prejuicios, al igual que los antiguos, servirán de andaderas para esa gran masa carente de pensamiento alguno. Mas para esta ilustración no se precisa otra cosa que libertad; y, en verdad, la más inocua de todas, la única que merece llamarse libertad, a saber: la de hacer un uso público de la propia razón en cualquier materia. Sin embargo, por todos lados oigo clamar ahora: ¡No razonéis! El oficial dice: ¡No razonéis; haced instrucción! El recaudador de Hacienda12: ¡No razonéis; pagad! El clérigo13: ¡No razonéis; creed! (Tan sólo hay un único gobernante en el mundo que diga: ¡Razonad, tanto como queráis y sobre aquello que queráis; pero obedeced!). Hay aquí por todos lados restricción de la libertad. Pero, ¿cuál restricción es obstáculo para la ilustración? ¿Cuál no lo es, sino que, más bien, incluso la promueve? Respondo: el uso público de la propia razón debe ser, siempre, libre, y sólo este uso puede hacer realidad la ilustración entre los hombres [A485]; en cambio, el uso privado de ésta puede ser, a menudo, bastante restrictivo, sin que ello obstaculice, de manera especial, el avance de la ilustración. Entiendo por uso público de la propia razón de cada uno aquel que de ella hace alguien, en tanto que docto14, ante el público en su totalidad del mundo letrado15. Llamo uso privado a aquel uso de la propia 11 12 Finanzrat en el original. Literalmente, “consejero de finanzas”, que, en la época de Kant, era el nombre que recibía el que ocupa el cargo o consejería (como se dice, en algunos casos, en España) de economía y finanzas de un estado, región o municipio. Hoy en día, el término se emplea más para designar a lo que entenderíamos por “asesor financiero”. 13 Der Geistliche. Como ser verá en lo sucesivo, es un término importante en la argumentación de Kant. En todos los casos, he optado por el término "clérigo" para su traducción, al igual que hace Kant (clericus, en latín) en Antropología en sentido pragmático (1798): cfr. BA 122. Más adelante, Kant empleará, sin embargo, el término sacerdote (Priester). 14 He optado en todos los casos por traducir Gelehrter como docto (en inglés suele traducirse el término alemán por scholar), participios ambos que remiten, en sus respectivos idiomas, a una raíz común: enseñar. El docto sería, por tanto, aquel que ha sido enseñado, es decir, el que posee una preparación especial (normalmente, una preparación académica superior) que le concede, a su vez, cierta autoridad para enseñar esas mismas cosas. 15 Leserwelt en alemán, un término de escaso uso en esta lengua (y que, por lo general, se emplea en alusión a Kant). Literalmente, significa el “mundo del lector o lectores” (Leser-Welt). La expresión de Kant es sugestiva, porque parece estar pensando, literalmente, que la ilustración va encaminada al mundo de los lectores, frente a otro tipo de público, como el de los oyentes. También podríamos sospechar (aunque el término Leser parece que no tiene esta acepción en alemán), de acuerdo con el contexto, que Kant entiende por "Leser" el litterarus, es decir, el "letrado", una de cuyas acepciones en español es, precisamente, el que tiene “letras” y que antaño se identificaba con el sabio, docto o instruido. De este modo, el "erudito" o 144 razón que le está permitido hacer a alguien en un determinado puesto civil o cargo que le ha sido confiado. Ahora bien, en relación con numerosos asuntos que persiguen el interés de la comunidad, se hace preciso un cierto mecanismo por medio del cual, algunos miembros de la comunidad tienen que comportarse de una forma meramente pasiva, de manera que el gobierno los pueda dirigir, gracias a una suerte de unanimidad artificiosa, a fines públicos o, al menos, se prevenga la destrucción de tales fines. Por supuesto, aquí sí que no está permitido razonar, sino que hay que obedecer. En cambio, en tanto que esta parte de la maquinaria se considera, al mismo tiempo, miembro de una comunidad en su totalidad e, incluso, de la comunidad universal de ciudadanos, y por tanto en calidad de una persona docta que se dirige mediante escritos a un público, en sentido propio16: en este caso, puede sin duda alguna razonar sin que se perjudiquen, con ello, los asuntos para los que, en parte, como miembro pasivo, ha sido puesto en el cargo. Así, sería desastroso, sin duda, que un oficial, al que un superior le ha encomendado algo, quisiera argüir17 abiertamente, durante el desempeño de sus funciones [A486], sobre la conveniencia o necesidad de tal encomienda; debe, sin duda, obedecer. En cambio, en tanto que persona docta, no sería justo que se le impidiera hacer observaciones sobre los fallos en el servicio militar y presentarlas ante su público para su consideración. El ciudadano no puede rehusarse a pagar las contribuciones que le han sido impuestas; es más, una crítica impertinente de esos tributos, cuando esté obligado a pagarlos, puede incluso penalizarse como escándalo (que podría llevar a la insubordinación generalizada). Pero el mismo no actúa en contra de su deber cívico cuando, en tanto que docto, manifiesta públicamente sus razones en contra de la impertinencia o, incluso, la injusticia de tales edictos. De modo semejante está obligado un clérigo a predicar18 a sus "docto" (Gelehrter), cuando escribe, es consciente que se dirige, ante todo, a un público igualmente "culto" (letrado). 16 «[...] eines Gelehrten, der sich an ein Publikum im eigentlichen Verstande durch Schriften wendet». Entiendo que las palabras im eigentlichen Verstande constituyen una expresión idiomática que significa, aquí, „en sentido estricto“, „en sentido propio“. Estaría, ante todo, según se desprende del texto y contexto, calificando al público, que es la palabra inmediata (así, se estaría hablando de un público en sentido propio); esta interpretación es acorde con la que hago más adelante, cuando habla del erudito o docto que se dirige al “público apropiado” (eigentlichen Publikum). Lo que no creo es que im eigentlichen Verstande haya que tomarlo en sentido literal y se refiera, por tanto, en este pasaje, al uso del propio entendimiento que debe hacer todo hombre ilustrado. Esta última interpretación es la que se desprende de la mayoría de las traducciones que he cotejado en español, inglés o francés: “se dirige sensatamente” (Aramayo); “usando verdaderamente su entendimiento” (Maestre); “haciendo uso de su razón” (Imaz), etc. 17 Vernünfteln en alemán. Literalmente, este término proviene de razón (Vernunft) y, sin duda, el texto concuerda, en paralelo, con la anterior afirmación: el militar no debe razonar (räsonniren, dice en ese caso Kant), sino obedecer. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que el término vernünfteln, así como los adjetivos y sustantivos de la misma raíz, suele poseer un sentido peyorativo: argumentar con apariencia de verdad; razonar sofísticamente; sutilizar; razonar más de lo que se debe o conviene sobre un asunto. En el contexto de la Crítica de la Razón Pura, Kant suele emplear este término, en algunos casos, para referirse a aquellos razonamientos que carecen de un fundamento objetivo y acaban, por tanto, siendo sofísticos o, al menos, infundados (cfr. por ejemplo, A 311/B 368: Pedro Ribas lo traduce por “sofístico”). Quizás por eso, y en un sentido semejante, afirma Kant en Antropología en sentido pragmático (cfr. BA 122) que un militar subalterno posiblemente ni conoce ni debería conocer las razones últimas de una determinada orden; por eso no debe razonar (vernünfteln -y aclara entre paréntesis: räsonniren-) sobre una orden: se sobreentiende que porque razonar ahí sería razonar sin los fundamentos adecuados (que desconoce). Sin embargo, continúa Kant, el general sí debería poseer razón (Vernunft) para dar tal orden, pues es el responsable. 18 Uno de los sentidos de Vortrag es el de predigen. Ver http://germazope.uni-trier.de/Projects/WBB/woerterbuecher/dwb/wbgui?lemid=GV11073 145 catecúmenos y a su comunidad según el credo de la iglesia a la que sirve, pues ha sido aceptado con esta condición. Pero en tanto que docto, tiene plena libertad, en incluso la misión, de hacer partícipe al público de todas aquellas ideas que, escrupulosamente demostradas y con la mejor intención, se ha formado sobre las fallas en dicho credo, y presentar propuestas para una mejor institución de los asuntos religiosos y eclesiásticos. No hay aquí tampoco nada que pudiera suponer un cargo de conciencia, pues lo que enseña de acuerdo con su cargo de comisionado de la iglesia, lo presenta como algo sobre lo cual [A487] no tiene libre autoridad para enseñar de acuerdo con su propio criterio, sino que se le ha puesto en el cargo para que lo exponga según el mandato y en nombre de algún otro. Él dirá: nuestra iglesia enseña esto o aquello; estos son los argumentos de los que se sirve. Extrae, entonces, todo el provecho práctico para su congregación a partir de preceptos que él mismo no suscribiría con plena convicción, mas para cuya exposición puede brindarse, pues no es del todo imposible que ahí se halle oculta alguna verdad, y, en todo caso, no se encuentra ahí, al menos, nada que contradiga la religión interior19. Pues si creyera encontrar en ellos esto último, entonces no podría, en conciencia, desempeñar su cargo: tendría que renunciar a él. Por consiguiente, el uso que un maestro, puesto oficialmente en ese cargo20, hace de su razón ante su comunidad, es meramente un 19 Die innere Religion. Suele distinguirse entre dos dimensiones de la religión, la “exterior” y la “interior” o íntima, las cuales pueden disociarse e, incluso, podría la primera entorpecer la segunda. Por religión exterior puede entenderse la religión como cuerpo institucional, oficial, la de los dogmas, preceptos y leyes más o menos objetivas; por religión interior habría que entender la religión que surge de la propia conciencia o convicción personal, que es vivida como algo que nutre –o debería nutrir- la actuación moral, práctica, del individuo. Sólo unas pocas veces aparece en Kant el término “religión interior” (cfr. El conflicto de las facultades, A 49 y, como expresión semejante, A 83; La religión dentro de los límites de la mera razón, B 296, nota), pero el sentido que le da responde, más o menos, al que acabamos de ofrecer. Se trata, sin embargo, de un tema que permea el espíritu de la Ilustración. Un conocido texto de Rousseau, a quien Kant admiraba, dice así: «La religión, considerada con relación a la sociedad, que es o general o particular, puede también dividirse en dos clases: la religión del hombre y la del ciudadano. La primera sin templos, sin altares, sin ritos, limitada al culto puramente interior del ser supremo y a los deberes eternos de la moral, es la pura y simple religión del Evangelio, el verdadero teísmo y lo que puede llamarse derecho divino natural. La otra, inscrita en un solo país, le da sus dioses, sus patronos propios y tutelares; tiene sus dogmas, sus ritos, su culto externo prescrito por las leyes; [...]» (Rousseau, El contrato social, libro IV, VIII: “De la religión civil”. Traductor desconocido, Taurus, Madrid, 1969, pág. 138). Creo interesante citar, a este respecto, un interesante texto de Zubiri: «Como factor de muerte de las religiones está la posible disociación entre la religión como cuerpo social y la religión como vida personal. Este es el punto decisivo para que una religión y una vida religiosa desaparezcan de la Tierra. Una religión desaparece de un cuerpo social al volverse tan inoperante como inútil para éste. [...] La organización social y política puede producir tal vez la ilusión de apuntalar una religión; generalmente la perfora. Y esto que acontece en Roma [la sustitución de la religión cívica, en los últimos siglos de la República] aconteció también en la propia religión de Israel. Basta con leer el famoso texto del profeta Oseas que la Vulgata, siguiendo el texto griego de los Setenta, tradujo por misericordiam volui et non sacrificium (Os 6, 6). Pero [el término hebreo empleado] [...] no significa compasión o misericordia, sino algo muy distinto: es la buena disposición interior, que [...] tratándose de los hombres respecto a Dios es la piedad interna, su religión interior. El texto dice «quiero religión interior y no sacrificios». Esto es, quiere romper la disociación entre la religión como cuerpo institucional y la religión como vida personal íntima» (Zubiri, Xavier: El problema filosófico de la historia de las religiones, Alianza Editorial, Madrid, 1993, págs. 178-179). 20 Kant no emplea aquí el término clérigo, que sería lo esperado, sino maestro, docente (literalmente, ein angestellter Lehrer, que hoy traduciríamos por “empleado docente”). De acuerdo con el contexto y la época, se sobreentiende que se refiere al sacerdote o pastor, de quien ha estado hablando, en tanto que ocupa el cargo de maestro en cuestiones de fe y moral. 146 uso privado, pues se trata, siempre, de una mera asamblea doméstica, por grande que sea; y en relación con éste, en tanto que sacerdote, ni es libre ni tampoco le está permitido serlo, porque cumple un encargo ajeno. Por el contrario, en tanto que docto que se dirige, mediante escritos, al público apropiado, es decir, al mundo, y, por tanto, el clérigo en el uso público de su razón, goza de una libertad sin restricciones para servirse de su propia razón y hablar en propia persona. Pues pretender que los tutores del pueblo [A488] (en cuestiones espirituales) deban a su vez ser, de nuevo, menores de edad, es una incongruencia que conduce a la perpetuación de las incongruencias. Pero, ¿no debería una asociación de clérigos, como por ejemplo una asamblea eclesiástica21 o una Classis venerable (como se hacen llamar entre los holandeses)22, estar dispuesta a obligarse, bajo juramento, a un cierto credo inmutable, con el fin de asumir con ello, e incluso perpetuar, una tutela suprema23 ininterrumpida sobre cada uno de sus miembros y, por medio de ellos, del pueblo? A esto respondo que se trata de algo completamente imposible. Un contrato de estas características, que se ratificaría con el fin de mantener alejado al género humano de cualquier ilustración futura, es completamente nulo e inválido, aun cuando haya sido refrendado por el poder supremo, por los parlamentos y por los más solemnes tratados de paz. Una época no puede aliarse, y por tanto conspirar, para que la siguiente se estanque en un estado en el que le sea imposible ampliar sus conocimientos (sobre todo cuando resultan tan apremiantes), purgarse de errores y, en definitiva, progresar en la ilustración. Eso supondría un crimen contra la naturaleza humana, cuyo impulso originario consiste, precisamente, en dicho progreso; y las generaciones futuras tienen todo el derecho, por tanto, a rechazar tales acuerdos en tanto que aceptados de una manera execrable24 y carente de toda autoridad. La piedra de toque [A489] de todo lo que puede decretarse como ley para un pueblo recae en la pregunta siguiente: ¿podría acaso un pueblo imponerse dicha ley? Podría, en verdad, a la espera de una mejor, durante un lapso breve de tiempo, con el fin de introducir un cierto orden, siempre y cuando se le dé libertad al mismo tiempo a cada uno de los ciudadanos, especialmente al clérigo, para que, en calidad de docto, exprese públicamente, es decir, por medio de escritos, sus observaciones sobre lo defectuoso de la institución actual, en tanto en cuanto siga perdurando el orden introducido, hasta que la comprensión de la naturaleza de estos asuntos haya llegado a ser tan pública y evidente, 21 Kirchenversammlung (Literalmente: reunión de la iglesia). Este término posee en alemán, fundamentalmente, tres acepciones: a) En general, una asamblea o reunión eclesiástica; b) En particular: 1) Concilio, sínodo o reunión de iglesias (como cuando hablamos del Concilio de Trento); 2) La asamblea o conjunto de fieles reunidos con ocasión de un culto. 22 Classis: palabra latina que ha ido adquiriendo diversos significados (entre otros, el de "clase" o división de ciudadanos, y también, en sentido militar, el de armada o flota). En el contexto de las iglesia reformadas (o protestantes) de Holanda, una classis (también escrito klassis) designa un cuerpo u órgano de gobierno eclesiástico que posee jurisdicción sobre determinadas iglesias locales y, por extensión, se llama así al distrito gobernado por dicho cuerpo. 23 Obervormundschaft. En alemán, Vormundschaft sería la tutela, y Ober-vormundschaft (literalmente, supra-tutela) sería el tribunal o institución jurídico-administrativa encargada de otorgar y supervisar dicha tutela. 24 Execrar (ex-secratio) significa la pérdida del carácter sagrado de un lugar, sea por profanación, sea por accidente. Esta sería la traducción exacta de frevelhaft (Frevel: entheilung, pérdida de lo sagrado) que, por extensión, significa abominable, rechazable, escandaloso, etc. 147 que pudiera25 presentar, mediante la unificación de sus voces (aunque no la de todos), una propuesta a la corona: que tome bajo su protección aquellas comunidades que, según la idea que poseen de lo que es una mejor comprensión, se hubieran puesto de acuerdo sobre una institución reformada de la religión26, sin interferir con aquellas que desean dejar las cosas como estaban. Sin embargo, no puede permitirse, en absoluto, llegar a un acuerdo, ni siquiera dentro del tiempo que dura una vida humana, sobre una concepción religiosa inamovible, de la que nadie se atreve a dudar públicamente, y, con ello, poco más o menos que aniquilar una etapa en el avance de la humanidad hacia el perfeccionamiento, hacerla estéril y, de ese modo, completamente perjudicial para la posteridad. Un hombre puede, sin duda, para su propia persona [A490], postergar la ilustración sobre aquello que le correspondería saber, y aun en este caso, sólo por un tiempo determinado; pero renunciar a ella, ya sea para su persona, ya sea, lo que es peor, para la posteridad: a esto se le llama vulnerar y pisotear los derechos sagrados de la humanidad. Aquello, en efecto, que ni siquiera un pueblo debe decretar para sí mismo, aún menos debería decretarlo un monarca sobre el pueblo, pues su autoridad legisladora consiste en lo siguiente: que unifique la totalidad de la voluntad popular con la suya. Si tan sólo atiende a que toda mejora, ya sea verdadera o presunta, se avenga al orden civil, entonces puede dejar a sus súbditos, en lo restante, que obren de acuerdo con lo que consideren necesario para la salvación de su alma. A él esto no le concierne; en todo caso tendrá que evitar que no se impidan violentamente unos a otros trabajar con todo su empeño en el impulso y la promoción de la misma. Sólo sirve en detrimento de su majestad inmiscuirse en ello, lo que ocurre cuando juzga merecedores de su supervisión gubernamental los escritos con los que sus súbditos intentan poner en claro sus ideas, ya sea cuando lo haga de acuerdo con su propio, y eminente, criterio –exponiéndose así al reproche: Caesar non est supra grammaticos-, ya sea, yendo incluso más allá, cuando rebaja su autoridad suprema al extremo de fomentar en sus estados el despotismo espiritual de algunos tiranos [A491] contra el resto de sus súbditos. Así pues, si se preguntara ahora: ¿Vivimos actualmente en una era ilustrada?, la respuesta es: No, pero sí en una era de la Ilustración. Tal como están actualmente las cosas, todavía queda mucho para que los hombres, en general, estén ya en condiciones, y ni siquiera puedan estar en la disposición, de servirse de una forma segura y cómoda, en cuestiones de religión, de su propio entendimiento sin la guía de ningún otro. Ahora bien, tenemos señales claras de que hoy se les abre el espacio para trabajar libremente en ello y de que cada vez son menores los obstáculos que impiden la ilustración generalizada o la salida de su culposa minoría de edad. En este sentido, es ésta época la época de la ilustración; el siglo de Federico. Un príncipe, que no halla indigno de su persona afirmar que considera una obligación no prescribir a los hombres nada en materia de religión, sino permitirles plena libertad en eso; que incluso rechaza para sí el altivo nombre de “tolerancia”: tal príncipe es, él mismo, ilustrado y merece que el mundo agradecido, y la posteridad, lo ensalcen como el primero que desligó, por lo menos desde el lado del gobierno, al género humano de la minoría de edad y le dio la libertad de servirse de su 25 Según el texto, el sujeto gramatical inmediato de esta acción de presentar sería la propia "Comprensión" (Einsicht). Por concordancia ad sensum, es posible que el sujeto gramatical, quien presenta dicha propuesta, sean los ciudadanos (especialmente los clérigos). 26 Literalmente, «zu einer veränderten Religionseinrichtung geeinigt hätten»; podría traducirse por «Reforma institucional en materia de religión» (Roberto R. Aramayo). 148 propia razón [A492] en toda cuestión de conciencia. Bajo él se permite a clérigos venerables, sin perjuicio de las responsabilidades de sus cargos, que pongan a prueba ante el mundo, libre y públicamente, en calidad de doctos, sus juicios y opiniones discrepantes en este o aquel punto sobre el credo aceptado; y tanto más a cualquier otro que no esté constreñido por las responsabilidades de un cargo. Este espíritu de libertad se expande, también, hacia el exterior, incluso allí donde tiene que luchar contra obstáculos externos de un gobierno que malinterpreta su propio cometido. Pues a éste se le hace patente el ejemplo de que, habiendo libertad, no debe uno preocuparse lo más mínimo por la tranquilidad pública y el consenso de la comunidad. Los hombres logran salir, por sí mismos, poco a poco, de su estado de barbarie27: basta con que no se artificie deliberadamente para mantenerlos en ella. He centrado mi discusión sobre la ilustración, es decir, sobre la salida del hombre de su culposa minoría de edad, de una manera especial en las cuestiones de religión, y la razón estriba en que, por lo que se refiere a las artes y las ciencias, nuestros gobernantes no muestran interés alguno en hacer el papel de tutores de sus súbditos; además, aquella minoría de edad, amén de ser la más perniciosa, es también la más deshonrosa de todas. Pero la manera de pensar de un jefe de estado que promueve la primera28, va aún más allá y reconoce que incluso en relación con su legislación29 [A493], no hay peligro en permitir a sus súbditos que hagan uso público de su propia razón y manifiesten públicamente al mundo sus opiniones sobre una mejor formulación de la misma30, incluso con una crítica abierta de la ya existente. De tal cosa tenemos un brillante ejemplo, en relación con el cual ningún monarca aventaja todavía a aquel que honramos. Mas sólo aquel que -ilustrado él mismo- no teme las sombras, pero, al mismo tiempo, dispone de un numeroso ejército perfectamente disciplinado como garantía de la paz pública: sólo éste puede decir lo que una república31 no se atreve: ¡Razonad, tanto 27 He traducido Rohigkeit por la expresión "estado de barbarie". Este término lo emplea a menudo Kant para referirse al estado en que se encuentra el ser humano cuando está sometido al mero imperio del instinto, a la pura naturaleza, frente al estado en el que se encuentra cuando está sometido al imperio de la razón, esto es (para Kant), de la libertad. Cfr. el ensayo de Kant: Muthmaßlicher Anfang der Menschengeschichte (Probable inicio de la historia de la humanidad): «La transición del hombre, del estado de barbarie [Rohigkeit] de una criatura puramente animal, a la humanidad; de las andaderas del instinto, a la guía de la razón: en una palabra, de la tutela de la naturaleza, al estado de libertad» («[...] Übergang aus der Rohigkeit eines bloß thierischen Geschöpfes in die Menschheit, aus dem Gängelwagen des Instincts zur Leitung der Vernunft, mit einem Worte, aus der Vormundschaft der Natur in den Stand der Freiheit [...]». 28 El antecedente remoto de este pronombre debe ser, por el texto y el contexto, la "ilustración" en cuestión de religión. 29 En alemán, Gesetzgebung (lit. "la acción de dar una ley") designa tanto la acción (poder legislativo) como el efecto de legislar (la legislación como tal, las leyes que de surgen de dicho poder). Como habla de “su legislación”, es decir, la de dicho gobernante, entiendo entonces que se está refiriendo, más bien, a éste en tanto que asume también las funciones del poder legislativo, y no porque se halle sometido a dicha legislación. Sin embargo, más adelante, al referirse a “una mejor formulación de ésta”, entiendo que está tomando legislación en sentido de efecto de legislar, es decir, de la ley como tal (pues no creo que la crítica la haga extensiva aquí Kant al derecho que le compete al gobernante de asumir, también, al menos en gran medida, el poder legislativo). 30 «[...] eine bessere Abfassung derselben». El antecedente gramatical inmediato, en el texto alemán, de “la misma” debe ser “legislación" (Gesetzgebung). Véase nota anterior. 31 En alemán, Freistaat (literalmente, "estado libre"). Por lo general, es el término que empezó a utilizarse, en paralelo al de Freistadt (ciudad libre), a finales de la Edad Media y principios de la Época Moderna, para designar los estados o ciudades -y por tanto sus ciudadanos- que se habían independizado de la 149 como queráis, y sobre aquello que queráis; tan sólo obedeced! De este modo, aparece aquí un patrón extraño e inesperado de los asuntos humanos; al igual que en otros casos, si se lo considera en conjunto, casi todo en él resulta paradójico. Un mayor grado de libertad civil parece beneficiosa para la libertad de espíritu del pueblo y, con todo, le impone a ésta barreras infranqueables; un grado menor de aquélla permite, por el contrario, ese espacio necesario para expandirse en todas sus potencialidades. Así, pues, cuando la naturaleza ha hecho germinar, bajo esa gruesa envoltura, la simiente por la que se preocupa con mayor empeño, a saber, la tendencia hacia, y la vocación por, el pensamiento libre, entonces ésta32 repercute, paulatinamente, en la mentalidad del pueblo (con lo que éste llega a estar, poco a poco, más capacitado para la libertad de acción) [A494], y, finalmente, incluso, en los fundamentos del gobierno, el cual encuentra ventajoso para sí mismo tratar al hombre, que ahora es más que mera máquina, de acuerdo con su dignidad. Königsberg33, Prusia, 30 de septiembre de 1784. M. Kant [Nota de Kant] En el Semanario de Büsching del 13 de septiembre leo hoy, el 30 del mismo, el anuncio de la Revista Berlinesa de este mes, en donde se avisa de la respuesta del Señor Mendelssohn precisamente a la misma pregunta. No me ha venido ésta a las manos; de lo contrario, ella hubiera retenido la actual, la cual tan sólo puede quedar ahora sujeción a un determinado soberano. Como dicha independencia suponía, por lo general, la sustitución del sistema anterior de gobierno por uno de tipo más o menos parlamentario o democrático, en donde se subrayaba la idea del ciudadano libre como fuente del poder político, Freistaat acabó siendo el término alemán para traducir el correspondiente término, de origen latino, "república" (piénsese, por ejemplo, en las repúblicas renacentistas de Italia frente a los estados regidos bajo un gobierno hereditario, como la monarquía). Esto explica, quizás, el hecho de que el significado del término Freistaat haya corrido, en parte, la misma suerte que el de "república" (hasta el punto que acabó significando un sistema de gobierno distinto e incluso contrapuesto al de la monarquía). En la época de Kant, un ejemplo -e incluso modelo a seguir- de Freistaaten lo constituían los estados de la confederación helvética (Suiza). El término subrayaba así también la realidad jurídica de aquellos estados que, sobre la base de, y sin perder su soberanía, decidían asociarse, libremente, a una confederación. Este deseo por subrayar dicha realidad explica, en parte, por qué, todavía hoy en Alemania, 3 de los 16 estados (Länder) que forman la República Federal Alemana (Bundesrepublik Deutschland) mantienen el título oficial de Freistaat: Baviera, Sajonia y Turingia. 32 Gramaticalmente, el antecedente es "la simiente". 33 Hoy Kaliningrado, Rusia, entre Polonia y Lituania. 150 como experimento de, en qué medida, la casualidad puede lograr la concordancia de las ideas. 151 Derechos del hombre y del ciudadano Tomados de http://www.derechos.net/doc/tratados/79.html 152 Derechos del hombre y del ciudadano Tomados de http://www.derechos.net/doc/tratados/79.html Los representantes del pueblo francés, que han formado una Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, la negligencia o el desprecio de los derechos humanos son las únicas causas de calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne estos derechos naturales, imprescriptibles e inalienables; para que, estando esta declaración continuamente presente en la mente de los miembros de la corporación social, puedan mostrarse siempre atentos a sus derechos y a sus deberes; para que los actos de los poderes legislativo y ejecutivo del gobierno, pudiendo ser confrontados en todo momento para los fines de las instituciones políticas, puedan ser más respetados, y también para que las aspiraciones futuras de los ciudadanos, al ser dirigidas por principios sencillos e incontestables, puedan tender siempre a mantener la Constitución y la felicidad general. Por estas razones, la Asamblea Nacional, en presencia del Ser Supremo y con la esperanza de su bendición y favor, reconoce y declara los siguientes sagrados derechos del hombre y del ciudadano: Articulo 1 Los hombres han nacido, y continúan siendo, libres e iguales en cuanto a sus derechos. Por lo tanto, las distinciones civiles sólo podrán fundarse en la utilidad pública. Articulo 2 La finalidad de todas las asociaciones políticas es la protección de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre; y esos derechos son libertad, propiedad, seguridad y resistencia a la opresión. Articulo 3 La nación es esencialmente la fuente de toda soberanía; ningún individuo ni ninguna corporación pueden ser revestidos de autoridad alguna que no emane directamente de ella. Articulo 4 La libertad política consiste en poder hacer todo aquéllo que no cause perjuicio a los demás. El ejercicio de los derechos naturales de cada hombre, no tiene otros límites que 153 los necesarios para garantizar a cualquier otro hombre el libre ejercicio de los mismos derechos; y estos límites sólo pueden ser determinados por la ley. Articulo 5 La ley sólo debe prohibir las acciones que son perjudiciales a la sociedad. Lo que no está prohibido por la ley no debe ser estorbado. Nadie debe verse obligado a aquello que la ley no ordena. Articulo 6 La ley es expresión de la voluntad de la comunidad. Todos los ciudadanos tienen derecho a colaborar en su formación, sea personalmente, sea por medio de sus representantes. Debe ser igual para todos, sea para castigar o para premiar; y siendo todos iguales ante ella, todos son igualmente elegibles para todos los honores, colocaciones y empleos, conforme a sus distintas capacidades, sin ninguna otra distinción que la creada por sus virtudes y conocimientos. Articulo 7 Ningún hombre puede ser acusado, arrestado y mantenido en confinamiento, excepto en los casos determinados por la ley, y de acuerdo con las formas por ésta prescritas. Todo aquél que promueva, solicite, ejecute o haga que sean ejecutadas órdenes arbitrarias, debe ser castigado, y todo ciudadano requerido o aprehendido por virtud de la ley debe obedecer inmediatamente, y se hace culpable si ofrece resistencia. Articulo 8 La ley no debe imponer otras penas que aquéllas que son evidentemente necesarias; y nadie debe ser castigado sino en virtud de una ley promulgada con anterioridad a la ofensa y legalmente aplicada. Articulo 9 Todo hombre es considerado inocente hasta que ha sido convicto. Por lo tanto, siempre que su detención se haga indispensable, se ha de evitar por la ley cualquier rigor mayor del indispensable para asegurar su persona. Articulo 10 Ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aun por sus ideas religiosas, siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del orden público establecido por la ley. Articulo 11 Puesto que la comunicación sin trabas de los pensamientos y opiniones es uno de los más valiosos derechos del hombre, todo ciudadano puede hablar, escribir y publicar libremente, teniendo en cuenta que es responsable de los abusos de esta libertad en los casos determinados por la ley. Articulo 12 Siendo necesaria una fuerza pública para dar protección a los derechos del hombre y del 154 ciudadano, se constituirá esta fuerza en beneficio de la comunidad, y no para el provecho particular de las personas por quienes está constituida. Articulo 13 Siendo necesaria, para sostener la fuerza pública y subvenir a los demás gastos del gobierno, una contribución común, ésta debe ser distribuida equitativamente entre los miembros de la comunidad, de acuerdo con sus facultades. Articulo 14 Todo ciudadano tiene derecho, ya por sí mismo o por su representante, a emitir voto libremente para determinar la necesidad de las contribuciones públicas, su adjudicación y su cuantía, modo de amillaramiento y duración. Articulo 15 Toda comunidad tiene derecho a pedir a todos sus agentes cuentas de su conducta. Articulo 16 Toda comunidad en la que no esté estipulada la separación de poderes y la seguridad de derechos necesita una Constitución. Articulo 17 Siendo inviolable y sagrado el derecho de propiedad, nadie deberá ser privado de él, excepto en los casos de necesidad pública evidente, legalmente comprobada, y en condiciones de una indemnización previa y justa. 155 FAUSTO GOETHE, WOLFGANG JOHAN Tomado de http://www.gratislibros.com.ar/libros7.htm 156 FAUSTO GOETHE, WOLFGANG, JOHAN Tomado de http://www.gratislibros.com.ar/libros7.htm DEDICATORIA Os aproximáis de nuevo, formas temblorosas que os mostrasteis hace ya mucho tiempo a mi turbada vista. Mas, ¿intento apresaros ahora?, ¿se siente mi corazón aún capaz de semejante locura? Os agolpáis, luego podéis reinar al igual que, saliendo del vaho y la niebla, os vais elevando a mi alrededor. Mi pecho se estremece juvenilmente al hálito mágico de vuestra procesión. Me traéis imágenes de días felices, y algunas sombras queridas se alzan. Como a una vieja leyenda casi olvidada, os acompañan el primer amor y la amistad; el dolor se renueva; la queja vuelve a emprender el errático y laberíntico camino de la vida y pronuncia el nombre de aquellas nobles personas que, engañadas por la esperanza de días de felicidad, han desaparecido antes que yo. Las almas a las que canté por primera vez ya no escucharán estos cantos. Se disolvió aquel amigable grupo y se extinguió el eco primero. Mi canción se entona para una multitud de extraños cuyo aplauso me provoca temor, y todo aquello que se regocijaba con mi canto, si aún vive, vaga disperso por el mundo. Me sumo en una nostalgia, que no sentía hace mucho tiempo, de aquel reino de espíritus, sereno y grave. Mi canto susurrante flota como arpa de Eolo; un escalofrío se apodera de mí. Las lágrimas van cayendo una tras otra. El recio corazón se enternece y ablanda. Lo que poseo lo veo en la lejanía y lo que 157 desapareció se convierte para mí en realidad. PRELUDIO EN EL TEATRO DIRECTOR Vosotros dos, que tantas veces nos apoyasteis en la necedad y la aflicción, decidme qué acogida esperáis para nuestra empresa en estas tierras alemanas. Yo, sobre todo, querría agradar sobremanera al estado llano, porque vive y deja vivir. Ya están colocados los postes, ya se montó el tablado y todos se las prometen felices. Se han sentado allí confiados, con los ojos bien abiertos y deseando que asombren. Aunque sé cómo dar sosiego al espíritu del pueblo, nunca me he sentido tan desconcertado: no están acostumbrados a lo bueno, pero han leído mucho. ¿Cómo conseguiremos que, siendo todo fresco, nuevo y relevar resulte a la vez agradable? Y es que, la verdad, me gusta ver al pueblo llano acercarse en torrente a nuestra carpa y agolparse con insistente afán para pasar por la estrecha puerta de la Gracia, verlo a pleno sol, antes de las cuatro, llegar a empellones hasta la taquilla y casi romperse el cuello por su entrada, como se lo rompen por el pan en tiempos de escasez. Propiciar este milagro en gente tan diversa es algo que sólo logra el poeta, ¡consíguelo hoy, amigo! POETA No me hables de esa abigarrada multitud cuyo aspecto panta al espíritu. Presérvame del ondulante flujo que, a nuestro pesar, nos empuja hacia el torbellino. No; llévame a ese sereno rincón del cielo donde sólo para el poeta florece la auténtica alegría, donde, con mano divina, el amor y la amistad procuran y dispensan bendiciones a nuestro corazón. Lo que de nuestro pecho brotó, lo que los labios empezaron a balbucir, malogrado o tal vez conseguido, queda envuelto por la salvaje violencia del instante. Lo que brilla nació para el instante; lo auténtico permanece imperecedero en la posteridad. PERSONAJE CÓMICO Cómo me gustaría dejar de oír hablar de posteridad. Si me pongo a hablar de ella, ¿quién hará reír a nuestra época? Esta quiere y debe disfrutar. Nunca es poco la presencia de un muchacho divertido; el 158 que sabe expresarse con gracia no amargará el humor del pueblo; deseará estar ante un público amplio para conmoverlo con más seguridad. Por eso, pórtate bien y sé ejemplar; haz oír a la fantasía con todos sus coros, a la razón, al entendimiento, a la sensibilidad, a la pasión; pero, eso sí, cuídate de la locura. DIRECTOR Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 159 Pero, sobre todo, ¡que haya acción! Se viene a ver; lo que gusta es mirar. Si ante los ojos ofreces una trama con muchos sucesos, de manera que la gente se quede boquiabierta, te habrás ganado a la masa y serás un hombre bienamado. La masa sólo puede ser movida por la masa y así cada cual se procurará lo suyo. El que mucho reparte, da un poco a cada uno, y así todos salen contentos de la sala. Si les das una pieza, dásela en piezas, con ese ragú te sonreirá la fortuna: lo representado con sencillez es igual de fácil de imaginar. De nada sirve que lo ofrezcas todo entero, pues el público lo desmenuzará. POETA No comprendéis lo innoble que es ese oficio, lo poco se adecua al auténtico artista. Veo que las chapuza esos esmerados señores se han convertido en tu máxima. DIRECTOR Semejante reproche me deja indiferente. Aquel que qu obrar correctamente, debe servirse de la herramienta a piada. Piensa que has de partir madera blanda y mira a aquellos para quienes tienes que escribir. Uno viene aburrimiento; el otro llega ahíto de su mesa y, lo que es peor, algunos lo hacen después de haber leído el periódico. Acuden distraídos, como a un baile de máscaras; las damas, para lucirse, se esmeran en su arreglo y represe desinteresadamente su comedia. ¿Qué imaginabas desde tus alturas poéticas? ¿Qué hay de malo en una sala llena? Observa de cerca a esos mecenas: la mitad son frío; la otra, rudos. Uno, después de la función, espera jugar a las cartas; otro pasar una noche de amor al abrigo de los pechos de una fulana. ¿A qué viene, pobre loco, molestar a las amables musas para tal fin? Te lo digo: dales más y más, y mucho más, y así nunca te apartarás del objetivo. Intenta sólo embrollar a los hombres; satisfacerlos es muy difícil... ¿Qué prefieres, el entusiasmo o el dolor? POETA Anda y búscate otro esclavo ¿Debe el poeta desaprovechar frívolamente el supremo derecho que la naturales dona? ¿Con qué conmueve él a todos los corazones? ¿Con qué logra vencer todo elemento? 160 ¿No es acaso la armonía la que, saliendo del pecho, anuda el mundo al corazón? Cuando la naturaleza, tejiendo serena, somete en el huzo la longitud infinita del hilo; cuando, provocándonos fastidio, la inarmónica multitud de todos los seres, por entreverarse unos con otros, resuena desordenada, ¿quién, dole vida, divide en intervalos esa serie monótona para que tenga ritmo?, ¿quién atrae lo aislado hacia esa consagración universal en la que tañen magníficos acordes? ¿quién hace que se desencadenen con furor las tormentas y que brille con gravedad el crepúsculo?, ¿quién esparce todas las bellas flores de la primavera por la senda que pisa la amada?, ¿quién trenza insignificantes hojas dándoles la forma de una corona merecedora de todo mérito? La fuerza del hombre puesta de manifiesto en el poeta. PERSONAJE CÓMICO Pues usa, entonces, esas fuerzas formidables y emprende tu labor creadora como se emprende una aventura amorosa: uno se aproxima por casualidad, siente y se queda. Poco a poco se ve atrapado y crece la dicha, pero pronto se pelea. Aunque se esté encantado, el dolor viene y, antes de que se repare, se ha acabado la novela ¡Ofrécenos una función de este tipo! Echa mano de la vida en su totalidad. Todos la viven, pero no muchos la conocen; cuando les asombre, les parecerá interesante. Poca claridad con mucho color, mucho yerro y una sombra de verdad, así fermenta la mejor bebida, que a todo el mundo refresca y reconstituye. Entonces se reunirá la flor de la juventud ante tu escena y escuchará atentamente tu mensaje, y toda alma sensible absorberá en tu obra el sustento de su melancolía. Ora este, ora el otro se emociona; cada cual ve lo que lleva en el corazón. Ya están dispuestos tanto a reír como a llorar. Todavía alaban el ímpetu; disfrutan con la apariencia. No hay nada que conmueva al ya maduro, pero el que se está haciendo, siempre lo agradecerá. POETA Devuélveme entonces ese tiempo en el que yo estaba aún en formación, cuando nacía siempre un manantial de cantos que salían en tumulto; cuando la niebla me velaba el mundo y los brotes 161 prometían milagros; cuando cortaba las mil flores que llenaban todos los valles de riqueza. No tenía nada y, sin embargo, nada me faltaba: el anhelo de verdad y el placer por la alucinación. Devuélveme el empuje desatado, la profunda y dolorosa alegría, la fuerza del odio y el poder del amor, ¡devuélveme mi juventud! PERSONAJE CÓMICO Amigo, sólo necesitarías la juventud si los enemigos te acosaran en los combates; si adorables muchachas se colgaran con fuerza de tu cuello; si a la cabeza de una carrera de velocidad, te llamara a lo lejos la difícil meta; si, después del torbellino de la danza, pasaras la noche bebiendo. Pero hoy, viejo señor, sólo tienes que interpretar con ánimo y gracia el conocido tañido de la lira y, vacilando en Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 162 dulce errar, avanzar hacia la meta que tú mismo te ha impuesto; pero no por eso te admiramos menos. No es que, como se dice, la vejez nos haga niños, sino que no alcanza siendo aún auténticos niños. DIRECTOR Ya habéis intercambiado suficientes palabras; hacedme ver también los hechos de una vez. Mientras os piropeáis se podría hacer algo de provecho. ¿Para qué hablar tanto de la inspiración? Esta no se le presenta nunca al que vacila. Puesto que te las das de poeta, ponte al mando de la poesía. Ya sabes lo que necesitamos: queremos bebida fuertes, ponlas a fermentar inmediatamente. Lo que hoy no ocurra, no estará hecho mañana y no hay que dejar pasar ni un solo día. Cuando se toma la decisión de crear, tiene que hacerse valientemente y, en lo posible, de inmediato; si no se la deja escapar, esta seguirá haciendo efecto, porque así ha de ser. Sabéis que en nuestros escenarios alemanes cada cual pone a prueba lo que desea. Por eso, en este día, no escatiméis en decorados ni artilugios. Usad las luces del cielo la grande y la pequeña; podéis derrochar las estrella; que no falte ni agua, ni fuego, ni paredes de roca, ni animales, ni plantas. Que entre en la estrechez del escenario todo el círculo de la Creación y vaya, con moderada rapidez, pasando por el mundo, del Cielo al Infierno. PRÓLOGO EN EL CIELO (EL SEÑOR. Las Huestes celestiales. Después MEFISTÓFELE: Se acercan los tres Arcángeles.) RAFAEL El Sol templa, a la antigua usanza, el duelo de canto de las esferas hermanadas y culmina con un rayo su prescrito viaje. Su luz da fuerza a los ángeles, aunque ninguno puede dar razón de él. Las nobles y sublimes obras está tan espléndidas como el primer día. GABRIEL Y, con una velocidad inconcebible, la hermosa Tierra gira rápida sobre su eje e intercambia el 163 esplendor paradisíaco con la noche profunda y estremecedora. Grandes oleadas de mar rompen en espuma al estrellarse en la honda base de las rocas, y estas y el mar son arrastrados por el rápido y eterno curso de la esfera. MIGUEL Las tempestades rugen con el desafío del mar y la tierra, de la tierra y la mar, a su alrededor e, iracundas, van tres zando una cadena del más poderoso influjo. Allí, una desolación ardiente hace brillar la senda que precede trueno; pero tus mensajeros, Señor, admiran el apacible caminar de tu día. LOS TRES A LA VEZ Esta visión da fuerzas a los ángeles, porque nadie puede dar razón de Ti y todas tus nobles obras están espléndidas como el primer día. MEFISTÓFELES Señor, ya que te acercas otra vez a preguntar cómo nos va todo por aquí, y ya que te agradó mirarme en otros tiempos, estoy de nuevo entre tu servidumbre. Perdona que no pueda hablarte con palabras elevadas, aunque de mí se mofe toda esta reunión; mi patetismo te haría reír, si no te hubieras acostumbrado a dejar de hacerlo. No sé nada sobre el sol y los mundos, sólo veo cómo se atormenta el hombre. El pequeño dios del mundo sigue igual que siempre, tan extraño como el primer día. Viviría un poco mejor si no le hubieras dado el reflejo de la luz celestial, a la que él llama razón y que usa sólo para ser más brutal que todos los animales. Lo comparo, con licencia de Vuestra Gracia, con esas cigarras zancudas que vuelan continuamente, dando saltos, y, una vez que están sobre la hierba, cantan su vieja canción. ¡Si al menos permaneciera en la hierba!, pero no, tiene que meter las narices donde no le importa. EL SEÑOR ¿No tienes nada más que decir?, ¿sólo vienes aquí a acusar? ¿Es que no hay sobre la tierra nada bueno? MEFISTÓFELES 164 No, Señor; sinceramente me parece que allí todo va tan mal como siempre. Compadezco la vida de calamidades que llevan los hombres. Ni siquiera me apetece atormentar a esos desdichados. EL SEÑOR ¿Conoces a Fausto? Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 165 MEFISTÓFELES ¿El doctor? EL SEÑOR Mi servidor. MEFISTÓFELES Sí; y cierto es que os sirve de una manera muy peculiar. Ni la comida ni la bebida de ese insensato son terrenales. Su inquietud lo inclina hacia lo inalcanzable, pero percibe su locura sólo a medias. Le exige al Cielo las más hermosas estrellas y a la Tierra los goces más elevados y, sin embargo, nada cercano ni lejano sacia su pecho profundamente agitado. EL SEÑOR Aunque ahora me sirve en la confusión, pronto lo llevaré a la claridad. El jardinero sabe, cuando el arbolito echa renuevos, que le crecerán ramas y le saldrán frutas. MEFISTÓFELES ¿Qué apostáis? Todavía habéis de perder si me permitís llevarlo a mi terreno. EL SEÑOR Mientras él viva sobre la tierra, no te será prohibido intentarlo. Siempre que tenga deseos y aspiraciones, el hombre puede equivocarse. MEFISTÓFELES Te lo agradezco, pues con los muertos nunca me he entendido muy bien. Prefiero unas mejillas frescas y gordezuelas. Con un cadáver no me encuentro nunca a gusto: me pasa lo que al gato con el ratón. EL SEÑOR Bien, lo dejo a tu disposición. Aparta a esa alma de su fuente originaria y, si puedes aferrarla por tu camino, llévala abajo, junto a ti. Pero te avergonzará reconocer que un hombre bueno, incluso extraviado en la oscuridad, es consciente del buen camino. MEFISTÓFELES ¡Muy bien!, no tardaremos mucho tiempo. No me da miedo la apuesta. Permíteme, si logro mi objetivo, sentirme henchido por mi triunfo. Para mi regogijo, él tendrá que morder el polvo, como mi 166 tía, la famosa serpiente. EL SEÑOR Podrás actuar con toda libertad. Nunca he odiado a tus semejantes. De todos los espíritus que niegan, el pícaro es el que menos me desagrada. El hombre es demasiado propenso a adormecerse; se entrega pronto a un descanso sin estorbos; por eso es bueno darle un compañero que lo estimule, lo active y desempeñe el papel de su demonio. Pero vosotros, auténticos hijos de Dios, disfrutad de la viviente y rica belleza. Que lo cambiante, lo que siempre actúa y está vivo, os encierre en los suaves confines del amor, y fijad en ideas eternas lo que flota en oscilantes apariencias. (El Cielo se cierra y los Arcángeles se dispersan.) MEFISTÓFELES De vez en cuando me gusta ver al Viejo y me guardo de indisponerme y romper con Él. Es muy generoso que un señor tan grande tenga la bondad de hablar incluso con el diablo. LA TRAGEDIA PRIMERA PARTE DE NOCHE (En una habitación gótica, estrecha y de altas bóvedas, FAUSTO está sentado en un sillón ante su pupitre.) FAUSTO Ay, he estudiado ya Filosofía, Jurisprudencia, Medicina y también, por desgracia, Teología, todo ello en profundidad extrema y con enconado esfuerzo. Y aquí me veo, pobre loco, sin saber más que al principio. Tengo los títulos de Licenciado y de Doctor y hará diez años que arrastro mis discípulos de arriba abajo, en dirección recta o curva, y veo que no sabemos nada. Esto consume mi corazón. Claro Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 167 está que soy más sabio que todos esos necios doctores, licenciados, escribanos y frailes; no me atormentan ni los escrúpulos ni las dudas, ni temo al infierno ni al demonio. Pero me he visto privado de toda alegría; no creo saber nada con sentido ni me jacto de poder enseñar algo que mejore la vida de los hombres y cambie su rumbo. Tampoco tengo bienes ni dinero, ni honor, ni distinciones ante el mundo. Ni siquiera un perro querría seguir viviendo en estas circunstancias. Por eso me he entregado a la magia: para ver si por la fuerza y la palabra del espíritu me son revelados ciertos misterios; para no tener que decir con agrio sudor lo que no sé; para conseguir reconocerlo que el mundo contiene en su interior; para contemplar toda fuerza creativa y todo germen y no volver a crear confusión con las palabras. Oh, reflejo de la luna llena, por la que tantas veces velé sentado ante este pupitre hasta que aparecías, melancólico amigo, sobre los libros y los papeles, si iluminaras por última vez mi pena; ¡ay!, si pudiera andar por las cumbres de los montes bajo tu amada claridad; flotar en las grutas acompañado de espíritus; vagar en tu penumbra por los prados y, habiéndose disipado todas las brumas del saber, bañarme, robusto, en tu rocío. ¡Ah!, ¿pero seguiré preso en esta cárcel?, agujero maldito y húmedo, hecho en un muro a través del cual incluso la querida luz del cielo entra turbia al pasar por las vidrieras. Encerrado detrás de un montón de libros roídos por los gusanos y cubiertos de polvo, que llegan hasta las altas bóvedas y están envueltos en papel ahumado. Cercado por cofres y retortas, aherrojado por instrumentos y trastos de los antepasados. Este es tu mundo, ¡vaya un mundo! ¿Y aún te preguntas por qué tu corazón se para, temeroso, en el pecho? ¿Por qué un dolor inexplicable inhibe tus impulsos vitales? En lugar de la naturaleza viva, en medio de la que Dios puso al hombre, lo que te rodea son osamentas de animales y esqueletos humanos humeantes y mohosos. ¡Huye!, sal fuera, a la amplia llanura. ¿No te será suficiente compañía ese libro misterioso, autógrafo 168 de Nostradamus? Con su ayuda reconocerás el curso de las estrellas y, cuando la naturaleza te haya instruido, aumentará en ti la fuerza del alma, como si un espíritu le hablara a otro. En vano tratarás de explicar los sagrados signos mediante la ayuda de la árida reflexión; ¡volad, oh espíritus, junto a mí y decidme si me oís! (Abre el libro y serva el signo del Macrocosmosl.) ¡Ah!, qué deleite corre de súbito, al mirarlo, todos mis sentidos. Siento cómo la joven y santa felicidad vital me fluye por músculos y las venas con renovado ardor. ¿Fue acaso un Dios el que escribió estos signos que calman el furor de mi interior, llenan mi pobre corazón de gozo y, con un impulso secreto, me desvelan las fuerzas naturales? ¿Soy acaso, un dios? Todo se llena de claridad. En estos trazos puros se evidencia ante mi espíritu la activa naturaleza. Ahora sí que entiendo lo que dice el sabio: «No está cerrado el mundo espiritual; son tus sentidos los que están cerrados, es tu corazón el que está muerto; discípulo, levanta, y baña infatigablemente tu pecho terrenal en la aurora». (Observa el signo.) ¡Cómo se entreteje el conjunto de las cosas en el Todo y cómo lo uno repercute y vive en lo otro! ¡Cómo las fuerzas celestiales suben y bajan y se siguen los áureos cangilones! ¡Con un vaivén que huele a bendición, bajan desde el cielo a recorrer la tierra y hacen que resuene en armonía el universo! ¡Qué espectáculo!; pero, ay, ¡es sólo un espectáculo! ¿Dónde te comprenderé, naturaleza infinita? ¿Dónde estáis, pechos, fuentes de la vida de las que penden el cielo y la tierra y adonde el corazón marchito acude? Vosotros manáis en torrentes y alimentáis el mundo; ¿languidezco yo en vano? (Hojea el libro de mala gana y ve el signo del Espíritu de la Tierra.) ¡Qué diferente es el efecto de este signo sobre mí! Tú, Espíritu de la Tierra, me resultas más cercano. Siento que mis fuerzas aumentan, ardo como si hubiera bebido un vino nuevo; siento valor para aventurarme por el mundo, para afrontar el dolor y la fortuna que me reporte la tierra, para adentrarme en la tempestad y no temer el crujido de la nave al zozobrar. Las nubes se amontonan sobre mí, la luna 169 oculta su luz, la lámpara se extingue, el ambiente está húmedo. Unos rayos rojos se concentran sobre mi cabeza, un estremecimiento va descendiendo desde la bóveda y se hace dueño de mí. Siento que flotas sobre mí, espíritu anhelado, ¡revélate! Ah, ¡cómo se desgarra mi corazón! Mis sentidos se abren a nuevos sentimientos. Mi corazón está plenamente entregado a ti. ¡Revélate!, aunque me cueste la vida. (Toma el libro y pronuncia misteriosamente el signo del ESPÍRITU. Se enciende una llama rojiza y el ESPÍRITU aparece en la llama.) ESPÍRITU ¿Quién me llama? FAUSTO (Volviendo la cara.) ¡Qué aterradora visión! ESPÍRITU Me has atraído aquí con gran poder, absorbiéndome lejos de mi esfera; y ahora, ¿qué? Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 170 FAUSTO ¡Vete!; no te soporto. ESPÍRITU Has suplicado, hasta quedarte sin aliento, poder contemplarme, poder oír mi voz y ver mi cara; el fuerte anhelo de tu alma me ha atraído aquí, y aquí estoy. ¡Qué deplorable pavor se ha apoderado de ti, superhombre! ¿Dónde está la llamada del alma? ¿Dónde está el pecho que creó un mundo dentro de sí, lo portó, lo cuidó y, temblando de gozo, se engrandeció para elevarse a nuestra altura, la de los espíritus? ¿Dónde está Fausto, cuya voz resonó para que acudiera? ¿Eres tú el que, al respirar mi hálito, tiembla en lo más profundo de su vida, gusano asustadizo y encogido? FAUSTO ¿Podría eludirte, hijo de la llama? Yo soy Fausto; yo soy tu semejante. ESPÍRITU En las mareas de la vida, en la tempestad de la acción, si y bajo en oleadas, me agito de un lado para otro. El nacimiento y la sepultura son un mar eterno, una trama cambiante, una vida candente que voy tejiendo en el veloz telar del tiempo, para hacerle a la divinidad su manto viviente. FAUSTO Tú, que das vueltas por el ancho mundo, ¡qué cercano me siento a ti, atareado espíritu! ESPÍRITU Te asemejas al espíritu que concibes, no a mí. (Desaparece.) FAUSTO (Desplomándose.) ¿No a ti? Entonces, ¿a quién me asemejo? Yo, imagen de Dios, ni siquiera soy semejante a ti. (Llaman.) Oh, muerte, ya sé quién es: es mi fámulo. ¡Mi más hermozo gozo se echa a perder! ¡Que este ser rastrero y mezquino interrumpa semejante riqueza de visiones! (Entra WAGNER en batín y gorro de dormir y con una lámpara en la mano. FAUTO se vuelve de mala gana.) WAGNER ¡Perdone!, le he escuchado declamar; ¿no leía usted una tragedia griega? Me gustaría iniciarme en ese 171 arte, pues resulta provechoso hoy en día. He oído muchas veces que un actor puede aleccionar a un predicador. FAUSTO Siempre y cuando el predicador sea un actor, lo cual puede muy bien pasar en los tiempos que corren. WAGNER ¡Ay!, estando tan encerrado en el museo y viendo el mundo apenas los días de fiesta, y eso a través de un catalejo, sólo desde una distancia lejana, ¿cómo queréis que lo domine por la persuasión? FAUSTO Si no lo sientes, no lo lograrás; si no brota de tu alma y no consigues estremecer los corazones de todos los oyentes con un placer fuerte y primario, limítate a sentarte. Reúne piezas, prepara un ragú con las sobras de otros y reaviva las miserables llamas de tu diminuto montón de cenizas. Agradando el paladar obtendrás la admiración de los niños y de los monos, pero no conseguirás conmover otros corazones si del corazón nada te sale. WAGNER Sólo la oratoria reporta fortuna al orador, pero siento que estoy muy atrasado en este arte. FAUSTO ¡Busca una ganancia honrada! ¡No seas como el bufón que hace sonar las campanillas! La razón y el buen sentido se manifiestan con muy poco arte, y si te tomas en serio el decir algo, ¿necesitarás entonces las palabras? Sí. Tus discursos de gran brillo, en los que sacas punta a todo asunto humano, son tan molestos como el viento otoñal que, acompañado de bruma, sopla entre las hojas. WAGNER ¡Ay, Dios!, el arte es largo, pero nuestra vida corta. En mis afanes críticos, siento muchas veces miedo en la cabeza y en el pecho. ¡Qué difícil es obtener los medios con los que ascender hasta las fuentes! Antes de haber llegado a la mitad del camino, uno, pobre diablo, habrá de morirse. FAUSTO 172 ¿Es el pergamino una fuente sagrada de la que un sorbo saciará nuestra sed para la eternidad? No, no repararás tu sed si la bebida no brota de ti mismo. WAGNER Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 173 Discúlpeme y permítame que le diga que es un gran placer trasladarse al espíritu de otros tiempos, ver cómo pensó el sabio antes de nosotros, y cómo hemos continuado admirablemente nuestro camino. FAUSTO Sí, ¡hasta las estrellas hemos llegado! Amigo mío, el pasado es para nosotros un libro de siete sellos. Eso que llamas el espíritu de otros tiempos no es más que el espíritu de aquellas personas en las que los tiempos se reflejan. Y la verdad es que, a menudo, son una auténtica lástima; vamos, para echar a correr sólo de verlos: un saco de inmundicia o un desván, o todo lo más un drama histórico con espléndidas máximas morales de tipo pragmático, como las que se ponen en boca de los títeres. WAGNER Pero algo sabría cada uno de ellos de lo que son el mundo y el corazón y el talante humanos. FAUSTO Sabrían lo que normalmente se llama saber; pero, ¿quién se atreve realmente a poner los puntos sobre las íes? Los pocos que sabían algo, y que insensatamente no se cuidaron de expresar lo que llevaban en su lleno corazón, mostrando a la plebe su sentimiento y su punto de vista, fueron crucificados o llevados a la hoguera. Pero, perdona amigo, la noche está muy avanzada; hemos de interrumpir nuestra conversación por esta vez. WAGNER De buena gana me mantendría en vela para seguir hablando con usted con tanta erudición. Pero mañana que es primer día de Pascua, déjeme que le haga otras preguntas. Me he entregado, diligente, al estudio, pero, aunque sé mucho, me gustaría saberlo todo. (Se va.) FAUSTO (Solo.) ¡Cuánto tarda en disiparse la esperanza en la cabeza de quien se aferra a bagatelas y, escarbando curiosamente en busca de tesoros, se siente feliz si encuentra lombrices. ¿Cómo es posible que en este 174 lugar, donde me rodea una multitud de espíritus, se haya atrevido a dejarse oír la voz de semejante hombre? Pero, ay, por esta vez debo agradecerle al más mísero de los hijos de la tierra el haberme arrancado de la desesperación que amenazaba con destrozarme los sentidos. La aparición fue tan colosal que no pude menos que sentirme como un enano. Yo, imagen de Dios, que creía hallarme muy cerca de la verdad eterna, me había despojado de mi ser terreno y gozaba de mí mismo en el fulgor y la claridad celestiales; yo, creyéndome superior a un querubín, derramaba la fuerza libre por las venas de la naturaleza y me atrevía, lleno de esperanza, a disfrutar de una vida de dioses, creando. ¡Cómo habría de pagarlo! ¡Un trueno me ha aniquilado! No debo pretender asemejarme a Ti. Aunque tuve fuerzas para atraerte, me faltan para retenerte. En aquel instante de gran ventura, me sentí al mismo tiempo tan grande y tan pequeño: tú me has lanzado con un empujón cruel al destino inseguro de los hombres. ¿Quién me enseñará ahora?, ¿qué debo evitar?, ¿debo obedecer a aquel impulso? Tanto nuestros actos como nuestras pasiones estorban el fluir de nuestra vida. A lo mejor que el alma ha acogido se añade más y más materia extraña. Cuando alcanzamos lo bueno de este mundo, le damos el nombre de locura y engaño. Los magníficos sentimientos que nos llenaron de vida, se quedaron anquilosados en el caos del mundo. Si con audaz vuelo la fantasía se lanza, esperanzada, ampliando el espacio hacia el infinito, le basta luego un pequeño recodo si, pasada la fortuna, fracasa en el torbellino del tiempo. La preocupación anida de inmediato en las profundidades del corazón; allí da pábulo a secretos dolores, se mece, inquieta, y perturba el plan y la calma; se cubre constantemente con máscaras nuevas: puede aparecer como casa y corte, corno mujer y niño, como fuego y agua, daga y veneno; pero, sobre todo, te estremece lo que no te afecta y siempre lloras lo que nunca pierdes. ¡No soy como los dioses!, bien lo noto. Soy como un gusano que escarba el polvo y al que, nutriéndose de polvo, aplasta y sepulta la pisada del caminante. ¿No es polvo lo que en esa alta pared de cien balda me sofoca? ¿No hay polvo en los mil cachivaches 175 que me abruman y me confinan en este mundo de polillas? ¿Habré de leer, quizá, en miles de libros, que por todas partes los hombres se torturan y que aquí y allá hubo uno feliz? ¿De qué te ríes sardónicamente, hueca calavera? ¿Se extravió tu seso como el mío? ¿Buscó el día claro y, ansiando la verdad, se perdió lamentablemente en el crepúsculo? Instrumentos, ya sé que me hacéis burla con vuestras ruedas, dientes, cilindros y planchas: yo estaba junto a la puerta y tendríais que haberme servido de llave pero a pesar de que vuestras barbas están rizadas, no abrís el cerrojo. Misteriosa en pleno día, la naturaleza no se deja quitar el velo, y lo que ella no muestra a tu espíritu no lo puedes forzar tú con palancas y tornillos. Tú, viejo trasto que no he usado, sólo estás aquí porque mi padre te Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 176 utilizó. Tú, viejo pergamino, te has ennegrecido con el humo de la lámpara que está sobre el pupitre. ¡Mas me hubiera valido disipar mis pocos haberes, que vivir agobiado con ellos! Lo que se hereda de los padres, has de ganarlo para llegar a hacerlo tuyo. Lo que no se utiliza se convierte en pesada carga; sólo lo que el instante crea puede ser usado por este. Pero, ¿por qué se fija mi vista en aquel punto? ¿Es ese frasquito un imán para los ojos? ¿Por qué, de pronto, todo se vuelve dulce claridad para mí, como si en el bosque de la noche me iluminara el fulgor de la luna? Te saludo, redoma singular, que ahora, con respeto cojo de tu estante. En ti venero el ingenio y la habilidad del hombre. Tú, síntesis de todos los propicios jugos que adormecen, tú, extracto de sutil fuerza mortal, ¡concédele tus favores a tu dueño! Te miro y el dolor queda paliado; te tomo y se moderan mis ansias, la marea del alma va bajando más y más. Soy transportado hacia alta mar, el espejo del agua brilla a mis pies: un nuevo día llama a orillas nuevas. Un carro de fuego vuela en leve vaivén y se me acerca. Estoy dispuesto a cruzar por nuevas sendas y llegar a nuevas esferas de actividad pura. ¿Vas a merecer tú, que aún eres un gusano, esta alta vida, este placer de dioses? ¡Sí, sólo consiste en volverle decidido la espalda al dulce sol de esta tierra! Prepárate a forzar las puertas ante las que todos quieren pasar de largo. Ya es hora de demostrar mediante hechos que la dignidad del hombre no cede ante la grandeza de los dioses; que no siente temor cuando se encuentra ante esa oscura sima en la que la fantasía se condena a su propio tormento; que no elude adentrarse por ese estrecho pasaje, alrededor de cuya abertura arde en llamas el infierno entero; que puede, resuelto, decidirse a dar ese paso, aun a riesgo de convertirse en nada. Baja pues, recipiente límpido, recipiente de cristal. Sal de tu viejo estuche, en el que no he pensado durante muchos años. En las fiestas paternas relucías y alegrabas a los graves invitados cuando 177 pasabas de mano en mano. Era obligación del que bebía explicar el rico lujo y arte de tus relieves y vaciarte de un trago. Esto me recuerda a muchas noches de mi juventud. En esta ocasión no tengo que pasarte a mi vecino, ni he de mostrar mi ingenio al ver tus adornos; aquí hay un jugo que produce una rápida embriaguez y que, con oscuro fluir, colmará mi vaciedad. Sea este el último trago que prepare y elija. Lo dedico, con toda mi alma, como saludo festivo y solemne, a la mañana. (Se lleva el recipiente a la boca.) (Repique de campanas y cánticos de coros.) CORO DE LOS ÁNGELES ¡Cristo ha resucitado! Alegría al mortal, al que estaba sumido en funestas, insidiosas y heredadas taras. FAUSTO ¿Qué profunda melodía, qué sonido claro aparta con fuerza el vaso de mi boca? Campanas silenciosas, ¿anunciáis ya la primera hora de la Pascua? Coros, ¿cantáis el canto de consuelo que en la noche de la Vigilia pascual fue entonado por los labios de los ángeles y sirvió de testimonio de la Nueva Alianza? CORO DE LAS MUJERES Con perfumes y ungüentos lo embalsamamos. Nosotras, sus fieles, allí lo dejamos. Con vendas y lienzos, pulcro, lo envolvimos. Mas, de vuelta al Sepulcro, a Cristo no vimos. CORO DELOS ÁNGELES ¡Cristo ha resucitado! Dichoso quien lo amó, pues superó la prueba que, aun siendo dolorosa, nos da la salvación. FAUSTO ¿Por qué me buscáis, melodías celestiales, con fuerza y dulzura a la vez, a mí, que estoy sumido en el 178 polvo? Sonad donde haya hombres más sensibles. Oigo el mensaje, pero me falta la fe. No me atrevo a elevarme a esas esferas de donde procede la Buena Noticia, pero este son que oí de niño me llama de nuevo hacia la vida. El beso del amor celestial caía sobre mí en la grave tranquilidad de la fiesta; Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 179 entonces, sonaban las campanas llenas de presagios y era un placer ardiente la oración. Un anhelo noble e inconcebible me impulsaba a andar por bosques y praderas entre miles de cálidas lágrimas; sentía que un mundo nacía ante mí. Esta canción me anunciaba animados juegos juveniles y de libre dicha en la primavera. Hoy, el recuerdo, con sentimientos pueriles, hace que retroceda ante el último y grave paso. ¡Seguid sonando, cantos celestiales! ¡Las lágrimas caen, la tierra me recobra! CORO DE LOS DISCÍPULOS Mientras que el sepultado vivo, sublime y espléndido por fin ha resucitado y está del gozo creador cercano, aquí nosotros, aferrados a la tierra, penarnos. Él nos dejó en congoja a los suyos. ¡Ay!, ¡cómo hemos de llorar, maestro, la gloria tuya! CORO DE LOS ÁNGELES ¡Cristo ha resucitado de tu seno, corrupción! Liberad vuestras cadenas. Alabadle, activos; demostradle vuestro amor, comed fraternalmente, predicadlo en viajes, anunciad la Salvación. El maestro, cercano, siempre irá con vosotros. ANTE LA PUERTA DE LA CIUDAD (Salen paseantes de toda índole.) ALGUNOS APRENDICES ¿Por qué salís? OTROS Porque vamos a la Hostería de los Cazadores. LOS DE ANTES Queremos ir paseando al molino. UN APRENDIZ 180 Os aconsejo que vayáis a Wasserhof. APRENDIZ 2.° El camino hasta allí no es bonito. LOS DEMÁS Entonces, ¿qué haces tú? APRENDIZ 3.° Yo voy con los demás. APRENDIZ 4.° Vayamos hasta Burgdorf: seguro que allí encontraremos las muchachas más guapas y la mejor cerveza. APRENDIZ 5.° Compañero de juergas. ¿Quieres que te den una paliza por tercera vez? No quiero ir allí, me espanta ese lugar. CRIADA No, no, ¡yo regreso a la ciudad! OTRAS CRIADAS Seguro que lo encontramos junto a esos chopos. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 181 LA ANTERIOR Para mí no es nada seductor; él se pondrá a tu lado, él solo bailará contigo en la explanada. ¡Qué gano yo con tu suerte! OTRA Seguro que hoy no está solo; nos ha dicho que el del pelo rizado vendrá con él. ESTUDIANTE ¡Caramba con los andares de esas buenas mozas! Hermano, vamos, tenemos que acompañarlas. Cerveza recia, tabaco aromático y una criada bien vestida: eso es lo que me gusta. UNA SEÑORITA ¡Mira aquellos apuestos muchachos! Es una auténtica vergüenza. Pudiendo tener la compañía más selecta, persiguen a esas criadas. ESTUDIANTE 2. ° (Al primero.) No tan rápido. Por allí vienen dos delicadamente arregladas. Mi vecina es una de ellas; me siento muy atraído por esa muchacha. Van con paso tranquilo, pero acabarán por alcanzarnos. ESTUDIANTE 1.° No, hermano, no quiero exquisiteces.. La mano que movió la escoba el sábado, te acaricia el domingo como nadie. UN BURGUÉS No, no me gusta el nuevo alcalde. Desde que desempeña su cargo está cada día más insolente. Y ¿qué hace por la ciudad? ¿No está cada vez peor? Hay que obedecer más que nunca y pagar más que en ningún tiempo anterior. UN MENDIGO (Canta.) Distinguidos señores y bellas damas elegantes y de suave tez, dignaos echarme una mirada, y en vano no sonarás, organillo. Sólo es feliz aquel que puede dar. El día que es de fiesta para todos es para mí un día de cosecha. OTRO BURGUÉS 182 Los domingos y la fiestas no hay nada mejor que charlar de guerras y batallas, mientras que allá, en la lejana Turquía, los pueblos luchan entre sí. Uno bebe su vaso sentado junto a la ventana, ve las barcas engalanadas que van río abajo y vuelve a casa bendiciendo las épocas de paz. TERCER BURGUÉS Eso mismo hago yo, señor vecino, y allá pueden abrirse la cabeza y todo puede andar revuelto con tal de que en casa todo siga como siempre. VIEJA (A las señoritas.) ¡Ay, qué elegantes!, ¡la hermosa sangre joven! ¿Quién no se fijará en vosotras? Pero no seáis tan orgullosas, ya está bien. Sabré conseguir lo que queréis. UNA SEÑORITA ¡Vamos, Agathe! Me cuidaré mucho de que me vea la gente en compañía de esta bruja. Ella hizo que en la noche de San Andrés viera en carne y hueso a mi futuro amado. LA OTRA A mí me lo enseñó por un cristal. Tenía aspecto marcial iba junto a otros valientes. Mas yo miro alrededor y lo busco por todas partes sin encontrarlo. SOLDADOS Me gustaría ganar fortalezas con altas murallas y almenas, muchachas de altiva y despectiva alma. Audaz es la empresa, magnífico el premio. Hagamos resonar la trompeta llamando para la destrucción Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 183 igual que para el gozo. Esto es un asedio. Esto es una fiesta. Mozas y fortalezas pronto nuestras serán. Audaz es la empresa, magnífico el premio, y los bravos soldados continúan su marcha. (FAUSTO y WAGNER.) FAUSTO Los ríos y los arroyos están libres ya de hielo gracias a la dulce y vivificante mirada de la primavera. En el valle brota verde la alegría de la esperanza. El viejo invierno, en su decrepitud, se retira a los ásperos montes. Desde allí, fugitivo, manda a ráfagas, sobre las llamas que verdean, un imponente chaparrón de granizo. Pero el sol no tolera nada blanco, todo se agita en formación y crecimiento, todo quiere tomar vida llenándose de colores. Aunque faltan flores en esta zona, son suplidas por personas bien arregladas. Vuélvete a mirar desde esta altura la ciudad que está allá detrás. De la puerta oscura y hueca sale una abigarrada muchedumbre. Hoy todos gustan de tomar el sol. Celebran la Resurrección del Señor y ellos también están resucitados. Saliendo de las silenciosas habitaciones de casas bajas, despojándose de las ataduras de talleres y gremios, liberándose de la opresión de techos y fachadas, zafándose de la estrechez aplastante de las calles y habiendo culminado una velada de respetuosa piedad en la iglesia, todos van hacia la luz. ¡Mira!, mira con qué afán la gente se dispersa por campos y jardines. Mira cómo el río mueve a lo largo y a lo ancho todos esos divertidos botes y esa última lancha va alejándose cargada, a punto de zozobrar. Incluso desde los caminos de los montes llegan hasta aquí destellos del color de sus trajes. Escucho ya el tumulto de la villa, este es el auténtico cielo del pueblo. Los mayores y los pequeños proclaman alegres: aquí soy hombre, aquí puedo serlo. WAGNER 184 Pasear con usted, Doctor, es un honor y es provechoso, pero no me gustaría perderme solo, pues soy enemigo de todo lo rudo. El rascado de los violines, el griterío y el caer de los bolos es un ruido odioso. Alborotan como si estuvieran poseídos por un espíritu maligno y a ese alboroto lo llaman alegría, lo llaman canto. CAMPESINOS (Cantando y bailando bajo un tilo.) El pastor se arrregló para el baile; Con su chaqueta de color, pañuelo y faja, iba soberbio y flamante. El gentío ya estaba junto al tilo y bailó hasta la misma locura. ¡Hurra!, ¡hurra!, ¡viva!, ¡ea! El violín resonará. Él avanza con rapidez y empuje. Bailando, topa con una muchacha. Pícaro, la golpea con un codo. La buena moza vuelve la mirada y dice: qué tonto eres gañán. ¡Hurra!, ¡hurra!, ¡viva!, ¡ea! Nunca grosero serás. Pero el corro da vueltas muy deprisa, bailando a la derecha y a la izquierda, y las faldas se ponen a volar. Todos enrojecían sofocados Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 185 y descansaban sin soltar los brazos. ¡Hurra!, ¡hurra!, ¡viva!, ¡ea! La cadera contra el codo. Conmigo no tengas tantas confianzas. Muchos ha habido que engañaron y traicionaron a su prometida. El se la llevó aparte, zalamero, y lejos del tilo la conquistó. ¡Hurra!, ¡hurra!, ¡viva!, ¡ea! Gritos y son del violín. VIEJO CAMPESINO Doctor, es muy amable por su parte no despreciarnos en un día como hoy, y es bueno que en medio de este tumulto de gente se encuentre un hombre tan sabio como usted. Tome la jarra más hermosa, que hemos llenado con bebida fresca; se la entrego y deseo que no sólo sacie su sed sino que su vida dure tantos días como gotas ella contenga. FAUSTO Tomo la refrescante bebida y brindo por vosotros con gratitud. (La gente se reúne en corro a su alrededor.) VIEJO CAMPESINO Realmente está muy bien que aparezca usted en días de alegría, al igual que fue bueno con nosotros los días malos. A buen número de los que hay aquí los arrancó su padre a última hora de la tórrida furia de la fiebre, cuando supo ponerle coto a la epidemia. También entonces, usted, que era un hombre joven, visitaba a los enfermos en sus casas. Se sacaron muchos cadáveres, pero usted salió indemne y superó muchas pruebas duras. El que ayuda recibe la ayuda de Aquel que ayuda desde arriba. TODOS Brindemos por el hombre protegido que puede seguir dando ayuda. FAUSTO 186 Inclinaos siempre ante el Altísimo que enseña a ayudar y envía ayuda. (Prosigue su camino con WAGNER.) WAGNER Qué sensación debe experimentar al ver cómo lo admira el pueblo. Feliz aquel que de sus talentos puede obtener tal beneficio. Los padres le señalan diciéndoles a sus hijos quién es usted. Todos preguntan, corren y se agolpan. El violín para de tocar y el danzante se detiene. Todos se abren respetuosos a su paso; los gorros vuelan por lo alto y falta poco para que se arrodillen, como si en lugar de usted pasara el Venerabile. FAUSTO Andemos un poco más hasta aquellas piedras, allí descansaremos del paseo. He estado muchas veces aquí, miditando, y me torturaba con oraciones y ayuno. Rico en esperanza y firme en fe, con llantos, suspiros, y las manos juntas e implorantes, creía que obligaba al Señor del Cielo a que acabara con aquella peste. El aplauso del pueblo me suena a burla. ¡Si pudieras leer en mi interior lo poco que padre e hijo merecíamos tales alabanzas! Mi padre era un individuo sospechoso que pensaba con visionario afán sobre la naturaleza y sus ciclos sagrados. Lo hacía con honradez, pero a su manera. Se encerraba en la cocina negra en compañía de adeptos y, después de interminables formulas, conseguía reunir los contrarios. Allí un León Rojo, uno libre y audaz, era desposado en tibio baño con el Lirio y ambos eran torturados con fuego vivo y llameante para pasar de una cámara nupcial a otra y, así, finalmente, surgía la Joven Reina en el cristal. Ahí estaba el medicamento; los pacientes morían y nadie se preguntaba quién había sido curado. Con nuestros elixires infernales hicimos por estos valles y estos montes estragos muchos peores que los de la peste. Yo mismo di a muchos el veneno y ellos se fueron marchitando, y hoy tengo que ver cómo alaban al desvergonzado criminal. WAGNER Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 187 188 ¿Cómo puede usted abrumarse por eso? ¿No hace suficiente un hombre honrado con ejercer concienzuda y puntualmente la profesión que se le enseñó? Si de joven admiras a tu padre, recibirás con gusto lo que él sepa; si, siendo ya un hombre, aumentas esa ciencia, tu hijo podrá alcanzar metas más altas. FAUSTO Oh, ¡feliz aquel que todavía tiene esperanza de emerger de este mar de confusión! Lo que se necesita no se sabe, lo que se sabe no se puede usar. Pero no llenemos de pesar esta hora de hermoso bien. Mira cómo resplandecen esas chozas a la luz ardiente del atardecer, rodeadas de hierba. El sol se aleja y cede, pero el día sobrevive, pues aquél marcha hacia otro lugar donde animará nueva vida. ¡Cómo desearía que unas alas me elevaran del suelo y pudiera acercarme a él más y más!. Entonces, en el fulgor perenne del ocaso, vería a mis pies al tranquilo mundo: encendidos los altos, serenos los valles y el arroyo de plata fluyendo en corriente dorada. Este vuelo, propio de dioses, no se vería impedido por el salvaje monte lleno de barrancos, y entonces, el mar, con sus tibias ensenadas, se abriría a mis ojos asombrados. Pero, finalmente, parece que el dios Sol se hunde, tan sólo sigue despierta el ansia. Me apresuro para beber su luz eterna. Ante mí, el día, y tras de mí, la noche; sobre mí, el cielo, y abajo, el oleaje. Es un hermoso sueño, pero él se escapa. Ah, no es tan fácil que a las alas del alma se añadan otras del cuerpo. Sin embargo, en todos es innato que su sentir se eleve y adelante, cuando, perdida en el cielo azul, la alondra gorjea su canto, cuando el águila flota sobre las escarpadas cimas plagadas de pinos, y cuando, sobre las llanuras y los mares, la grulla va en busca de su patria. WAGNER Yo también he tenido fantasías, pero nunca he sentido ese impulso. Los bosques y los campos hastían pronto; nunca envidiaré las alas de los pájaros. De qué manera tan distinta los placeres del espíritu nos llevan de libro a libro, de página a página. Así, las noches de invierno se hacen agradables y bellas; una vida tranquila da calor a todos los miembros. Y ¡ah!, si aciertas a desplegar un buen pergamino, el 189 cielo entero baja hasta ti. FAUSTO Sólo eres consciente de un impulso. ¡Nunca aprendes el otro! Dos almas, ay, viven en mi pecho. Una quiere separarse de la otra. Una, con recio amor a la vida, se aferra al mundo sirviéndose de sus miembros prensiles; la otra se eleva con fuerza desde el polvo y va hacia los campos de los nobles antepasados. Oh, si es verdad que hay espíritus en el aire que flotan entre la tierra y el cielo, que desciendan desde la áurea neblina y que me lleven a una nueva vida llena de colores. Si tuviera un manto mágico que me transportara a tierras lejanas, sería mi mejor gala y no lo cambiaría por el manto de un rey. WAGNER No nombre a este conocido ejército de espíritus que, tormentoso, se despliega por la atmósfera y, desde todos los extremos del mundo, acecha al hombre con múltiples peligros. Desde el Norte se acerca el estrago de los espíritus, armado con sus lenguas puntiagudas; cuando desde Naciente estas avanzan resecas, se alimentan de tus pulmones; cuando el Mediodía te las manda desde el desierto, el ardor se acumula en tu coronilla; entonces, el Oeste trae el enjambre que, primero, refresca, pero luego agosta el campo y el prado. Gustan de escucharnos, pues están preparados para provocarnos daño; gustan de obedecer, porque les encanta engañarnos; se presentan como enviados del Cielo y cuando mienten susurran angelicalmente. Pero, ¡vámonos!, el mundo se oscurece, el aire se enfría, la niebla desciende. A la caída de la noche se empieza a apreciar el calor del hogar. ¿Por qué se para asombrado?, ¿qué atrapa su atención en la penumbra? FAUSTO ¿Ves a ese perro negro andando por los sembrados y los rastrojos? WAGNER Hace rato que lo veo. No me ha llamado la atención. FAUSTO ¡Míralo bien!, ¿qué te parece? 190 WAGNER Un perro de aguas que, a su manera, sigue el rastro de su dueño. FAUSTO ¿No notas cómo se va acercando a nosotros describiendo amplias curvas? Y, si no me equivoco, va dejando remolinos de fuego a su paso. WAGNER Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 191 No veo más que un perro de aguas negro; quizás esté sufriendo usted una alucinación. FAUSTO Parece como si fuera trazando leves lazos mágicos que acabarán atando nuestros pies. WAGNER Yo lo veo rodearnos, inseguro y temeroso, porque en vez de su amo ve dos desconocidos. FAUSTO ¡El círculo se estrecha, ya está cerca! WAGNER ¿No lo ve? Ahí hay un perro, no un fantasma. Gruñe, remolonea, se echa sobre la tripa, mueve la cola. ¡Igual que todos los perros! FAUSTO ¡Acompáñanos! ¡Ven aquí! WAGNER Es un animal muy gracioso: si te paras, se queda esperándote; si pierdes algo, lo va a buscar, y si se te cae el bastón, se tira al agua por él. FAUSTO Tienes razón, no encuentro rastro alguno de un fantasma. Todo lo que hace es fruto de su adiestramiento. WAGNER Incluso el sabio se siente atraído por el perro cuando está bien. Sí, él merece su favor, pues es un aventajado aprendiz de muchos estudiantes. GABINETE DE ESTUDIO FAUSTO (Entrando acompañado del perro de aguas.) He dejado atrás el campo y la pradera, cubiertos por la oscura noche que, con un miedo sacro, lleno de presagios, despierta en nosotros la mejor alma. Los impulsos salvajes, con su impetuosa fogosidad, se han sumido en el sueño. Ahora despierta el amor humano y el amor a Dios va animándose. ¡Quieto, perro! ¡No corras de acá para allá! ¿Qué olfateas aquí, en el umbral? Túmbate tras la estufa, te 192 daré mi mejor cojín. Así como en el escarpado sendero nos divertiste con tus carreras, deja ahora que te cuide como a huésped tranquilo y bienvenido. Ay, cuando en esta estrecha celda la lámpara arde de nuevo, amigable, en nuestro pecho hay claridad, la del alma que se conoce a sí misma. La razón empieza a hablar de nuevo y la esperanza florece otra vez. Se añoran los arroyos de la vida, se ansía llegar a las fuentes de la vida. No gruñas, chucho. El ruido animal no armoniza con las sagradas músicas que ahora envuelven mi alma. Estamos acostumbrados a que los seres humanos se rían de lo que no entienden, a que rezonguen ante lo bueno y lo bello, que a menudo les resulta fastidioso. ¿Gruñe también el perro como los hombres? Pero, ay, ya no siento brotar satisfacción de mi pecho, aunque ponga en ello el mayor de mis empeños. ¿Por qué tiene que secarse tan pronto el arroyo y hemos de sufrir sed una vez más? Ya he experimentado eso en muchas ocasiones, pero sé cómo satisfacer esa carencia. Aprendamos a valorar lo sobrenatural: ansiemos la revelación, que en ningún lugar refulge con mayores dignidad y hermosura que en el Nuevo Testamento. Siento el impulso de abrir este volumen con el texto original y, con honesto sentimiento, traducir de nuevo el sagrado texto a mi alemán querido. (Abre el volumen y se dispone a leerlo.) Aquí dice: «En el principio fue la Palabra». Ya empiezo a atascarme, ¿quién me ayudará a seguir? No puedo darle tanto valor a la Palabra. Tengo que traducirlo de otra manera. Si el Espíritu me iluminara... Aquí dice: «En el principio fue el Pensamiento». Piensa bien en esta línea, la primera; que tu pluma no se apresure. ¿Es el pensamiento el que todo lo crea y por el que todo se obra? Tal vez ponga «En el principio fue la Fuerza». Pero ya, al escribirlo, algo me dice que no he de dejarlo así. Me ayuda el Espíritu, veo cuál es su consejo y escribo confiado: «En el principio fue la Acción». Si quieres compartir el cuarto conmigo, perro, deja ya de ladrar. No quiero sufrir la cercanía de un compañero tan molesto. Uno de los dos tendrá que abandonar la celda. Con disgusto deniego tu derecho a disfrutar de mi hospitalidad. Te abro la puerta, tienes libre el camino. Pero ¿qué veo? ¿Puede ocurrir esto en la naturaleza? ¿Es una sombra o realidad? ¿Qué es lo que hace que mi perro de aguas crezca y se 193 hinche? Se alza violentamente. Esa no es la forma de un perro. ¿Qué fantasma he metido en esta casa? Ahora tiene el aspecto de un hipopótamo de ojos de fuego y dientes espantosos. Oh, serás mío, seguro. Para estos engendros del infierno es buena la Clave de Salomón. ESPÍRITUS Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 194 Dentro hay uno preso, no lo sigáis, quedaos. Como en la trampa el zorro, tiene miedo el demonio. Mas, atención, ¡mirad! Volad de un lado a otro. Volad de arriba abajo, y así se zafará. Tenéis que ayudarlo, no lo dejéis plantado, pues a todos nosotros nos colmó de favores. FAUSTO Para acercarme al animal emplearé ahora el conjuro de los cuatro: «¡Que arda la Salamandra! ¡Que la Ondina se enrosque! ¡Que desaparezca el Elfo y que el Duende trabaje!». Aquel que nada sabe sobre los elementos, sobre su enorme fuerza, sobre sus propiedades, nunca logrará dominar a los espíritus. «¡Desaparece en llamas, Salamandra! ¡Fluye en la rauda corriente, Ondina! ¡Elfo, brilla en el bello meteoro! ¡Duende, trae ayuda hogareña! ¡Adelántate y cierra la marcha!» Ninguno de los cuatro está en el animal, pues está tranquilo y le rechinan los dientes. Todavía no le he hecho daño. Pero me has a oír; te invocaré aún más. ¿Acaso, compañero, ta has escapado del infierno? Mira entonces el símbolo ante el que se posterna el oscuro ejército. Ya se hincha y se le erizan los pelos. Ser vil y depravado, ¿acaso distingues la presencia del de insondable origen, del jamás nombrado y enviado del Cielo, vilmente asesinado? Tras la estufa, escondido, se hincha como un elefante y llena el cuarto entero; desea escapar. ¡No subas hasta el techo! ¡Quédate a los pies del maestro! Yo no amenazo en vano. ¡Obedece o te abraso! No quieras esperar la luz del triple fuego. No quieras esperar mi más fuerte recurso. MEFISTÓFELES (Al disiparse la niebla aparece con la figura de un estudiante viajero desde detrás de la estufa.) 195 ¿A qué viene tanto ruido?, ¿en qué puedo servir al señor? FAUSTO ¿Esto es lo que había dentro del perro de aguas? ¿Un estudiante viajero? Esto me hace reír. MEFISTÓFELES Saludo al erudito señor. Me ha hecho usted sudar la gota gorda. FAUSTO ¿Cuál es tu nombre? MEFISTÓFELES La pregunta me parece de poca categoría para alguien que desprecia la Palabra; para alguien que, desdeñando toda apariencia, busca la esencia ahondando en las profundidades. FAUSTO En vuestro caso, señor, se puede llegar a la esencia conociendo el nombre; esto ocurriría si supiera, con toda claridad, si os apellidáis «Dios de las moscas», «Corruptor» o «Mentiroso». Bueno, ¿quién eres? MEFISTÓFELES Una parte de esa fuerza que siempre quiere el mal y siempre hace el bien. FAUSTO ¿Qué significa ese acertijo? MEFISTÓFELES Soy el espíritu que siempre niega. Y lo hago con pleno derecho, pues todo lo que nace merece ser aniquilado, mejor sería entonces que no naciera. Por ello, mi auténtica naturaleza es eso que llamáis pecado y destrucción, en una palabra, el Mal. FAUSTO ¿Por qué te defines como parte si estás entero ante mí? MEFISTÓFELES Te diré una discreta verdad: aunque el hombre, ese pequeño mundo de locos, suele considerarse un todo, yo soy una parte de la parte que al principio lo era todo. Soy una parte de la oscuridad que la luz engendró, esa luz soberbia que le disputa a la madre noche su antiguo rango y su lugar. Sin embargo, aunque se esfuerce no lo logra, pues está presa de los cuerpos. Surge de los cuerpos y a los cuerpos Este documento ha sido descargado de 196 http://www.escolar.com 197 embellece, pero un cuerpo opaco la detiene. Espero que esto no dure mucho tiempo y que sucumba pronto a los mismos cuerpos. FAUSTO Ahora capto tus dignas obligaciones. No puedes aniquilar nada grande, por eso empiezas por lo pequeño. MEFISTÓFELES Y cierto es que no he conseguido mucho con ello. Por más que me he empeñado, no he conseguido destruir lo que se enfrenta a la Nada, el Algo, este mundo tan tosco. A pesar de las olas, las tormentas, los terremotos y los incendios, al final se quedan en paz el mar y la tierra. Y a ese maldito engendro de vida humana y animal tampoco hay por dónde cogerlo. ¡A cuántos he enterrado ya! Y sin embargo, la sangre vuelve a fluir, nueva y fresca; y así continúa todo. Es como para volverse loco. En el aire, en el agua y en la tierra germinan miles de semillas, ya sea el medio seco, húmedo, caliente o frío. Si no me hubiera reservado el fuego, no tendría nada para mí. FAUSTO Así opones tú al eterno poder creador y salvífico tu frío puño diabólico, que aprietas impotente con alevosía. ¡Emprende algo diferente, extraño hijo del caos! MEFISTÓFELES Te aseguro que pensaremos más en ello la próxima vez. ¿Me puedo marchar ahora? FAUSTO No comprendo por qué me lo preguntas. Ahora que te conozco, ven a visitarme cuando quieras. Aquí tienes la ventana, ahí la puerta, incluso el hueco de la chimenea está a tu disposición. MEFISTÓFELES He de confesarlo: hay un pequeño obstáculo que me impide salir de aquí, la estrella de cinco puntas del umbral. FAUSTO ¿Te hace daño esta estrella? Pues si eso te espanta, hijo del infierno, dime entonces, ¿cómo entraste aquí? ¿Cómo conseguiste burlar a ese espíritu? 198 MEFISTÓFELES Fíjate en ella. No está bien trazada. El ángulo que va hacia fuera, como ves, se abre excesivamente. FAUSTO ¡El azar ha acertado! ¡Eres mi prisionero! Pero ¿lo he conseguido por casualidad? MEFISTÓFELES El perro de aguas no lo vio al entrar de un salto. Pero ahora la cosa cambia, el diablo no puede salir de la casa. FAUSTO Y ¿por qué no sales por la ventana? MEFISTÓFELES Es una ley del diablo y los fantasmas. Allá por donde logramos entrar hemos de marcharnos. Para lo primero tenemos libertad, de lo segundo somos esclavos. FAUSTO ¿Hay también leyes en el infierno? Me alegro de saberlo; entonces, ¿se podrá pactar con vosotros, señores? MEFISTÓFELES Podrás disfrutar lo pactado sin que te sea escatimado nada. Pero explicar esto requiere su tiempo y a tal efecto nos veremos otro día. Esta vez ruego encarecidamente que se me deje salir de aquí. FAUSTO Pero, quédate un momento y dime la buenaventura. MEFISTÓFELES ¡Déjame salir! Pronto volveré. Entonces podrás preguntarme lo que quieras. FAUSTO Yo no te he perseguido. Has sido tú el que ha caído en la red. Aquel que ha atrapado al diablo, ¡que no lo suelte!; no volverá a atraparlo por segunda vez. MEFISTÓFELES Si tanto lo deseas, estoy dispuesto a quedarme haciéndote compañía a condición de poder hacerte pasar el tiempo con mis artes. FAUSTO 199 Me parece muy bien, tienes permiso con tal de que esas artes sean gratas. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 200 MEFISTÓFELES Amigo mío, ganarás más para tus sentidos en esta hora, que en la monotonía de un año. Lo que te canten los tiernos espíritus, las bellas imágenes que te brinden, no serán un vacío juego de magia. Tendrás placer para el olfato y un agradable regusto en el paladar, y al final se encenderán tus sentimientos. No es necesario hacer preparativos. Estamos juntos, vamos a empezar. ESPÍRITUS Desapareced, bóvedas oscuras de la techumbre. Mira el mayor hechizo del amigable y azul éter que está penetrando. Desvaneceos de una vez, tenebrosas nubes negras. Centellean estrellitas, pues la luz de suaves soles entre ellas se va filtrando. Esa belleza sutil de los hijos de los cielos, al flotar sobre nosotras, tímida, nos reverencia. El deseo anhelante acompaña nuestros pasos. 201 Y los aleteantes flecos de los atavíos cubren todas las tierras, cubren la vegetación de allí donde los amantes muy solemnes prometieron entregarse de por vida. ¡Follaje sobre follaje! ¡Sarmientos que echan renuevos! El bien cargado racimo cae en el receptáculo del lagar que lo tritura, y brota un gran arroyo de vinos espumeantes que se desliza por rápidos de bellas piedras preciosas y, dejando las alturas tras de sí, en su caída, se ensancha y hace un lago y así la felicidad reinará en las colinas. Y un ejército de aves paladea el placer. 202 Se van acercando al sol, se aproximan a las islas claras que, sobre las olas, en apariencia se mueven. Allá en coro oímos suspiros alborozados. Volando sobre llanuras vemos figuras que bailan y que se van desperezando bajo el manto del cielo. Algunos van escalando Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 203 por las elevadas cumbres. Otros, cruzando a nado, cortan las olas del mar. Otros van volando y flotan. Todos en busca de vida, en busca de tierras lejanas, de estrellas acogedoras, de gracia y serenidad. MEFISTÓFELES ¡Duerme! ¡Muy bien, tiernos hijos del aire! ¡Lo habéis arrullado a conciencia! Estoy en deuda con vosotros por este concierto. -¡Todavía no eres el hombre indicando para retener al demonio!- ¡Seducidlo con dulces formas oníricas, hundidlo en un mar de delirios! Mas, para romper el hechizo del umbral, requiero el diente de un ratón... Aunque no habré de conjurarlo mucho tiempo; ya oigo deslizarse a uno y pronto me escuchará. El señor de las ratas y los ratones, de las moscas, ranas, chinches y piojos, te manda que te atrevas a salir y roas ese umbral tan rápido como si rezumara aceite. Ya veo que sales. ¡Manos a la obra! El pico que me retenía era el de la esquina de delante. ¡Otro mordisco más y ya está hecho! Fausto, sigue soñando hasta que nos volvamos a ver. FAUSTO (Despertando.) Entonces, ¿he sido engañado otra vez? ¿Se disipa así la fuerza de tantos espíritus? ¿Acaso fue una mentira, un sueño, que viniera un demonio y que un perro se me escapara? GABINETE DE ESTUDIO FAUSTO ¿Llaman? ¡Adelante! ¿Quién querrá incordiarme? MEFISTÓFELES Soy yo. FAUSTO ¡Adelante! MEFISTÓFELES Lo habrás de decir tres veces. FAUSTO 204 ¡Adelante, pues! MEFISTÓFELES Así es como me gusta que seas. Confío en que nos toleremos. Para disipar tu mal humor he venido aquí vestido de hidalgo, con traje rojo, bordado en oro, con esclavina de tersa seda, una pluma de gallo en el sombrero y una daga larga y afilada. Y ahora te recomiendo que, sin más dilación, te vistas igual para que, una vez liberado, experimentes lo que es la vida. FAUSTO Con cualquier traje sufriré la pena de las estrecheces de la vida terrenal. Soy demasiado viejo para limitarme a jugar y demasiado joven para morir sin deseos. ¿Qué podrá ofrecerme el mundo? «¡Renuncia, tienes que renunciar!». He aquí el precepto que continuamente resuena en nuestro oído y que cada hora repite con ronca y acompasada voz. Por la mañana me despierto sobresaltado, y con razón podría llorar amargamente al ver que el nuevo día sigue con rapidez su camino sin dejar satisfecho ninguno de mis deseos; al ver que con su curso ahoga toda esperanza de felicidad, y que, con la ayuda de los ridículos y cómicos actos de la vida, hace desaparecer cuantas agradables creaciones buscan un albergue en mi mente. Después, al llegar la noche, me acuesto con desasosiego ni aun allí puedo descansar, e incluso me llenan de espanto pesados y horrorosos sueños. El espíritu que reina en mi interior puede conmover profundamente mi ser; no obstante, a pesar de que tiene imperio sobre todas mis fuerzas, no puede hacerlas obrar en el exterior: por eso me he convencido de que vivir es una pesada carga, por eso deseo la muerte y aborrezco la vida. MEFISTÓFELES Y sin embargo, en aquella noche hubo alguien que no se bebió la pócima color marrón. FAUSTO Parece que te gusta el fisgoneo. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 205 MEFISTÓFELES No soy omnisciente, pero sé muchas cosas. FAUSTO Aunque un dulce y conocido canto, con ecos de los buenos tiempos, me apartó del terrible abismo y despertó lo que queda en mí de sentimientos infantiles, maldigo ahora todo lo que el alma enreda con sus juegos de seducción y engaño y cómo, cegándonos y adulándonos, nos ata a esta cueva de penas. ¡Desde ahora declaro maldita la alta opinión de sí mismo con la que el espíritu se aprisiona!, ¡maldito el engaño de los sentidos que oprime nuestra alma!, ¡maldito todo aquello que nos embelece en sueños: el engaño de la fama y el renombre!, ¡maldito lo que nos halaga como posesión, como mujer y como hijo, como criado y arado!, ¡maldito Mammón cuando, prometiéndonos tesoros, nos anima a hazañas temerarias y cuando nos ofrece almohadones para nuestro ocioso placer!, ¡maldito el balsámico jugo de uvas!, ¡maldita la más refinada caricia del amor!, ¡maldita la esperanza!, ¡maldita la fe! y, sobre todo, ¡maldita la paciencia! CORO DE LOS ESPÍRITUS (Invisible.) ¡Oh, dolor!, ¡qué gran dolor! Con un poderoso puño, tú has conseguido destruir, asolar y abatir este espléndido mundo. Un semidiós lo asoló y nosotros llevaremos sus ruinas hacia la nada y lamentaremos también esa belleza perdida. Dotado de gran poder, vástago de la tierra, vuelve tú a construirlo, con un esplendor mayor, edifícalo en tu pecho; con aguda inteligencia, has de volver a dar un nuevo curso a la vida y, así, nuevas canciones, mientras tanto resonarán. 206 MEFISTÓFELES Estos son mis pequeños. Escucha cómo incitan, con sabiduría, al placer y a la acción. Haciéndote salir de la soledad, donde los sentidos se atrofian y los humores dejan de fluir, quieren atraerte hacia la amplitud del mundo. Deja ya de avivar el rencor que, como un buitre, te va devorando la vida. La peor de las compañías te hace sentir que eres un hombre entre los hombres. Pero no se pretende que te sumas en el vulgo. No soy ninguno de los grandes, pero si quieres caminar junto a mí a través de la vida, con gusto estaré contigo en el acto. Soy tu compañero y, si te parece bien, seré tu servidor, tu criado. FAUSTO ¿Y qué habré de cumplir yo a cambio? MEFISTÓFELES Tienes todavía un plazo largo para ello. FAUSTO No, no. El diablo es egoísta y no hace nada que le sea útil a otro por amor de Dios. Expón claramente cuáles son tus condiciones; un criado así pone la casa en peligro. MEFISTÓFELES Quiero ponerme a tu servicio aquí. Cuando des la señal, ni me detendré ni descansaré, pero cuando volvamos a encontrarnos allí, tú deberás hacer lo mismo conmigo. FAUSTO El futuro apenas me inquieta. Si destruyes este mundo y lo conviertes en ruinas, el otro surgirá después. Pero mis alegrías brotan de esta tierra y este sol ilumina mis dolores. Si he de separarme de ellos con antelación, entonces que ocurra lo que sea. No quiero oír nada acerca de si en el más allá se amará o se odiará y de si también en aquellas esferas hay un arriba y un abajo. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 207 MEFISTÓFELES En ese caso puedes arriesgarte. Únete a mí. Durante estos días verás con placer cuáles son mis artes. Te daré lo que nunca ha visto hombre alguno. FAUSTO ¿Qué podrás darme tú, pobre diablo? ¿Alguno de los tuyos ha llegado a comprender alguna vez las altas aspiraciones del espíritu humano? ¿Qué es lo que ofreces? Alimento que no sacia; oro candente que, como el mercurio, se escapa de las manos sin descanso; un juego en el que nunca se gana; una muchacha que, abrazada a mi pecho, ya guiña el ojo y se entiende con el más cercano; el espléndido y divino placer del honor, que se desvanece como un meteoro. Muéstrame frutos que se pudran antes de nacer y árboles que verdeen de nuevo cada día. MEFISTÓFELES No me asusta semejante encargo; puedo, muy bien, brindarte esos tesoros. Pero, buen amigo, se acerca el tiempo en el que podremos disfrutar en plena paz de algo bueno. FAUSTO Si llega el día en el que pueda tumbarme ociosamente, con toda tranquilidad, me dará igual lo que sea de mí; si entonces logras engañarme con lisonjas haciendo que me agrade a mí mismo, ese será para mí mi último día. En eso consistirá mi apuesta. MEFISTÓFELES ¡La acepto! FAUSTO Choquemos esos cinco. Si alguna vez digo ante un instante: «¡Deténte, eres tan bello!», puedes atarme con cadenas y con gusto me hundiré. Entonces podrán sonar las campanas a difuntos, que seré libre para servirte. El reloj se habrá parado, las agujas habrán caído y el tiempo habrá terminado para mí. MEFISTÓFELES Piénsatelo bien; no lo olvidaré. FAUSTO 208 Tienes pleno derecho a ello. No he entrado locamente en la apuesta. Si alguna vez me siento extasiado, seré esclavo y no preguntaré si tuyo o de otro dueño. MEFISTÓFELES Hoy mismo, en el banquete doctoral, cumpliré mi obligación como criado. ¡Sólo una cosa! Por amor a la vida o a la muerte, te ruego que escribas unas líneas. FAUSTO Ah, ¿exiges algo escrito, pedante? ¿No has conocido nunca a un hombre de palabra?, ¿no es bastante que mi palabra empeñada haya dispuesto para siempre de mis días? Si este mundo que corre en todos sus torrentes no me ha detenido, ¿lo hará una promesa? Pero esta locura se ha apoderado de mi corazón, ¿quién se atreverá a liberarme de ella? ¡Afortunado aquel que lleva la fidelidad en su pecho!, ¡no hay sacrificio que le pese! Un pergamino escrito y sellado es un fantasma que espanta a todos. La palabra muere en la pluma, y el papel y la cera son los amos. ¿Qué deseas de mí, espíritu maligno? ¿Bronce, mármol, pergamino o papel? ¿He de escribir con pizarrín, buril o pluma? Te dejo libre la elección. MEFISTÓFELES ¿Por qué exageras con tanto calor tu charlatanería? Cualquier hojita valdrá. Firmarás con una pequeña gota de tu sangre. FAUSTO Si te hace ilusión, te seguiré en este grotesco juego. MEFISTÓFELES La sangre es un humor muy especial. FAUSTO No temas que rompa la alianza. Lo que ahora mismo te prometo es el alcance de toda mi fuerza. Me he engrandecido tanto que ya sólo pertenezco a tu rango. El gran Espíritu me ha despreciado, ante mí se cierra la naturaleza. Se ha roto el hilo del pensamiento, hace mucho que me asquean los saberes. ¡Que las pasiones que arden dentro de mí se hundan en lo profundo de la sensualidad! ¡Que todo milagro me espere dispuesto tras un velo mágico impenetrable! ¡Lancémonos a la embriaguez del tiempo, a la 209 sucesión de los acontecimientos! ¡Que se alternen como quieran el dolor y el placer, el logro y la desazón!: solamente sin descanso se pone el hombre en actividad. MEFISTÓFELES Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 210 No se te impondrá ninguna medida ni se limitarán tus metas. Si te place picotear aquí y allá y atrapar algo al vuelo, tendrás aquello que te deleite. No seas estúpido y aférrate a mí. FAUSTO Ya oíste, no se trata sólo de gozar. Me entrego al vértigo, al placer más doloroso, al amado odio, al fastidio que reconforta. Mi pecho, que se ha liberado del ansia de saber, jamás se cerrará a ningún dolor. Quiero disfrutar dentro de mí de lo que ha disfrutado el conjunto de la humanidad. Quiero apresar con mi espíritu lo más elevado y lo más sumido en la profundidad, amontonar su ventura y su dolor en mi pecho y, de esta manera, ampliar mi yo y convertirlo en el suyo, y, al final, sucumbir como ella misma. MEFISTÓFELES Ah, confía en mí, que llevo mascando hace varios miles de años ese manjar de áspero sabor. No hay nadie, desde la cuna hasta la tumba, que digiera la vieja levadura. Créeme: esa totalidad sólo fue hecha para un dios. Él se encuentra en la plena y eterna luz, a nosotros nos confinó en las tinieblas y sólo a vosotros os dio el día y la noche. FAUSTO ¡Pero yo lo quiero! MEFISTÓFELES ¡De acuerdo!, pero hay algo que me da miedo. El tiempo es breve y el arte es largo. Diría que debieras aprender: asóciate a un poeta que se afane en encontrar ideas y en amontonar sobre tu cabeza de laureado todas las nobles cualidades: el valor del león, la rapidez del cuervo, la sangre ardiente del italiano y la tenacidad de los del norte. Déjale que encuentre el secreto de unir magnanimidad y astucia con el cálido impulso juvenil que te haga enamorar conforme a un plan. Me gustaría conocer a un ser así; le pondría por nombre microcosmos. FAUSTO ¿Qué soy, entonces, si no me es posible alcanzar la corona de lo humano, a la que todos los sentidos tienden? 211 MEFISTÓFELES Eres, al fin y al cabo, lo que eres. Aunque te pongas una peluca con miles de rizos, aunque te pongas tacones de un codo de altura, seguirás siendo lo que eres. FAUSTO Siento que he acumulado en vano los tesoros del espíritu humano. Y ahora que me detengo, ninguna fuerza brota de mi interior; no soy ni un pelo más alto ni me he acercado al infinito. MEFISTÓFELES Mi señor, ves las cosas tal como suelen verse. Hay que actuar con mayor sutileza antes de que se nos escape el gozo de la vida. ¡Qué demonios! Las manos, los pies, la cabeza y hasta el trasero son tuyos, pero ¿no es por ello menos mío todo lo que disfruto y está rebosante de vida? Si puedo permitirme pagar seis caballos, ¿no hago mías sus fuerzas y, sin dejar de ser un hombre, camino con veinticuatro patas? Así pues, cumple tus pensamientos y lánzate al mundo. Date cuenta: un tipo que especula es como un animal en una llanura yerma al que un genio maligno le hace dar vueltas en círculo mientras, a su alrededor, hay bellos prados verdes. FAUSTO ¿Cómo empezamos? MEFISTÓFELES Ahora mismo nos ponemos en marcha. ¿Qué lugar de martirio es este? ¿Qué clase de vida es aburrirse y aburrir a los muchachos? Deja eso para tu vecino, el señor Wanst. ¿Por qué te empeñas en desgranar la paja? Lo mejor que podrías conocer no puedes enseñárselo a los muchachos. ¡Ahora mismo oigo a uno en el pasillo! FAUSTO No me es posible verlo. MEFISTÓFELES El pobre muchacho espera desde hace mucho tiempo; no puede marcharse desconsolado. Venga, dame la esclavina y el birrete, este disfraz me ha de sentar bien. (Se viste.) Ahora déjalo todo en manos de mi 212 ingenio. Sólo necesito un cuarto de hora; entretanto, prepárate para nuestro bello viaje. (Sale FAUSTO.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 213 (Con las largas ropas de FAUSTO.) Si desprecia la razón y la ciencia, la más potente fuerza de los hombres, y se fortalece con el espíritu del engaño con obras de ilusionismo y magia, ya lo tengo en mis manos incondicionalmente. El destino le dio un alma que avanza sin detenerse y cuyas apresuradas aspiraciones sobrepasan los gozos del mundo. Ya sabré arrastrarlo por la vida salvaje a través de lo irrelevante y lo insignificante; habrá de quedar atrapado por mí, se aferrará a mí, lo dejaré paralizado y avivaré su insaciabilidad haciendo pasar comida y bebida ante sus ansiosos labios. Suplicará alivio en vano y, aunque al diablo no se hubiera entregado, sucumbirá. (Entra un ESTUDIANTE.) ESTUDIANTE Llevo aquí poco tiempo y vengo, lleno de devoción, a conocer y hablar al hombre que todos mencionan con respeto. MEFISTÓFELES ¡Me congratulo al ver vuestra educación! Estáis ante un hombre como otro cualquiera. ¿Habéis andado ya por otros sitios? ESTUDIANTE Os ruego que me aceptéis entre los vuestros. Vengo con toda mi buena voluntad, una aceptable cantidad de dinero y sangre joven y sana. Mi madre no quería que me fuera, pero quiero estudiar algo de Leyes. MEFISTÓFELES Estáis en el lugar más adecuado. ESTUDIANTE La verdad es que me querría marchar ya: entre las paredes de estas aulas no consigo estar a gusto. El espacio es muy limitado. No se ve nada verde, no se ve un árbol y en esos bancos y en esas aulas noto que pierdo oído, vista y pensamiento. MEFISTÓFELES Sólo es cuestión de costumbre. Al principio tampoco el niño toma con mucho gusto el pecho de la madre. 214 De igual modo, podréis disfrutar cada día más de los pechos de la ciencia. ESTUDIANTE Me gustaría ir colgado de su cuello, pero cómo podría llegar a alcanzarlo. MEFISTÓFELES Antes de seguir, decidme qué Facultad pensáis escoger. ESTUDIANTE Mi deseo es llegar a tener una buena erudición y saber qué hay sobre la tierra y en el cielo; es decir, comprender la ciencia y la naturaleza. MEFISTÓFELES Emplead bien el tiempo, pues este no deja de correr, pero el orden os enseñará a aprovecharlo. Por ello, querido amigo, os aconsejo que os inscribáis en primer lugar en el Collegium Logicum. Allí os adiestrarán bien el pensamiento, calzándolo con normas para que avance por la senda del espíritu y no persiga bagatelas vagando de un lado a otro. Entonces aprenderéis un día que lo que antes hacíais de un golpe, como el comer o el beber, ahora requiere uno, dos y tres. Cierto es que en el taller del pensamiento ocurre como en la obra maestra de un tejedor, donde un solo impulso mueve a la vez mil hilos. La lanzadera se pone en marcha, va de arriba abajo y un solo golpe da lugar a mil tramas. El filósofo que considere este asunto os demostrará que es así, porque si lo primero es así, así será lo segundo y por ello serán así lo tercero y lo cuarto. Y si lo primero y lo segundo no fueran, lo tercero y lo cuarto nunca hubieran sido. Esto lo saben los estudiantes de todos los lugares, pero jamás se han hecho tejedores. El que quiera conocer y describir algo viviente, que empiece por echar fuera el espíritu y, así, tendrá las partes en su mano. Pero entonces, por desgracia, le faltarán los lazos del espíritu. Encheiresin naturae, dice la química burlándose de sí misma. ESTUDIANTE No consigo entenderos plenamente. MEFISTÓFELES Con el tiempo os irá mejor cuando sepáis reducirlo todo y clasificarlo como corresponde. ESTUDIANTE Me siento tan torpe como si en mi cabeza girara una rueda de molino. MEFISTÓFELES 215 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 216 Más tarde, antes de afrontar otras cosas, deberíais dedicaros a la Metafísica. Veréis cómo comprendéis con claridad lo que no cabe en cabeza humana; quepa o no quepa, siempre encontramos a nuestra disposición una brillante frase. Pero, ante todo, en este semestre, seguid el mejor orden. Oíd cinco lecciones cada día y entrad cuando suene la campana. Preparaos primero minuciosamente, estudiando muy bien los apuntes, para que volváis a ver de nuevo que no dicen nada diferente de lo que hay en el libro. Pero esforzaos en la toma de apuntes como si os los dictara el Espíritu Santo. ESTUDIANTE No tendréis que decírmelo dos veces. Comprendo que es algo muy útil, pues lo que se tiene en negro sobre blanco puede llevarse tranquilamente a casa. MEFISTÓFELES ¡Pero habéis de elegir la Facultad! ESTUDIANTE El Derecho no acaba de gustarme. MEFISTÓFELES No he de ser yo quien os lo tome a mal; sé lo que ocurre con esa doctrina. La Ley y el Derecho se heredan como una enfermedad incurable, se deslizan de generación en generación y avanzan de un lugar a otro. La razón se convierte en algo absurdo, la bondad en perjuicio. Y ¡ay de ti si eres nieto! Del Derecho que nace con nosotros no se habla jamás. ESTUDIANTE Con eso hacéis que aumente mi aversión. Dichoso aquel al que instruís. Casi voy a estudiar Teología. MEFISTÓFELES No querría extraviaros, pero, en lo que toca a esa ciencia, es difícil evitar el camino errado. En ella hay mucho veneno y apenas puede distinguirse de la Medicina. Lo bueno aquí es que oigáis sólo a uno y juréis por la familia del maestro. En definitiva, ateneos a la palabra, así entraréis por la puerta segura del templo del saber. ESTUDIANTE 217 Pero ha de haber concepto en la palabra. MEFISTÓFELES ¡Bien! Pero no hay por qué angustiarse, pues allá donde faltan conceptos se encaja oportunamente la palabra. Con palabras se puede discutir acertadamente, con palabras se puede construir un sistema; se puede creer en las palabras. No hay que escatimarle ni una jota a una palabra. ESTUDIANTE Perdonad que os haga tantas preguntas, pero aún tengo que pediros que os sigáis esforzando por mí. ¿No podríais darme un consejo sincero sobre Medicina? Tres años es poco tiempo y, ¡Dios!, el campo es demasiado amplio; con una indicación, podemos avanzar mucho mejor. MEFISTÓFELES (Hablando para sí.) Estoy cansado de esta sobriedad, debo hacer nuevamente de demonio. (En voz alta.) El sentido de la Medicina es fácil de entender. Ella estudia el mundo grande y el pequeño para, finalmente, dejar que todo vaya como Dios quiera. Es cosa vana que sigáis dando vueltas y sudando tras la ciencia. Todo el mundo aprende lo que se puede aprender, pero el hombre perfecto es aquel que aprovecha su momento. Tenéis una buena constitución física y no os falta audacia; si confiáis en vos mismo, la gente confiará en vos. Aprended especialmente a dominar a las mujeres. Sus eternos y múltiples lamentos y quejas se curan solamente desde un punto y os bastará comportaros con mediana decencia para tenerlas a todas a vuestros pies. Un título debe convencerlas de que vuestro arte es superior a muchos artes. Para empezar, atreveos a hacer cosas que otro tan sólo se atrevería a rozar durante muchos años, aprended a tomarles el pulso y, con mirada audaz y fogosa, oprimidles sus estrechas caderas para ver qué bien apretado tienen el corsé. ESTUDIANTE Esto tiene mucha mejor pinta. Se ve el dónde y el cómo. MEFISTÓFELES Querido amigo, toda teoría es gris, pero es verde el áureo árbol de la vida. ESTUDIANTE 218 Juraría que estoy soñando. ¿Podría molestaros de nuevo para oíros ir hasta los fundamentos de vuestra sabiduría? MEFISTÓFELES En lo que de mí dependa, no habrá ningún problema. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 219 ESTUDIANTE No puedo marcharme sin presentaros mi libro de recuerdos. ¿Me haríais el favor de escribir algo? MEFISTÓFELES (Lee.) «Eritis sicut Deus scientes bonum et malum». (Cierra el libro con veneración y se despide.) Sólo sigue el viejo dicho y a mi tía la Serpiente, y algún día tu semejanza con Dios te causará espanto. FAUSTO (Entrando.) ¿Adónde iremos? MEFISTÓFELES Iremos donde quieras. Veremos el Gran Mundo y el Pequeño. Con qué alegría y qué provecho harás este viaje. FAUSTO Pero, a pesar de mi larga barba, me falta la naturalidad de trato. No resultará bien el ensayo, no sabré manejarme bien por la vida. Me siento empequeñecido ante los otros, siempre estaré cohibido. MEFISTÓFELES Mi buen amigo, todo llegará a su debido tiempo. Tan pronto como tengas confianza, sabrás vivir. FAUSTO ¿Nos vamos, pues, de casa? ¿Dónde están los caballos, el coche y el cochero? MEFISTÓFELES Basta con que extendamos las capas y ellas nos llevarán por los aires. Para dar este osado paso no debes llevar nada contigo. Un poco de aire ardiente que he preparado nos alzará del suelo. Como somos ligeros, subiremos. Te felicito por tu nueva vida. TABERNA DE AUERBACH (Alegres compadres de taberna.) FROSCH ¿Nadie quiere beber?, ¿nadie se ríe? ¡Ojo, que os voy a poner mala cara! Vosotros, que en otras ocasiones ardéis en llamas, estáis hoy como paja mojada. BRANDER 220 Es por tu culpa. No aportas nada, ni una sandez, ni una mamarrachada. FROSCH (Le vierte un vaso de vino en la cabeza.) Ahí tienes ambas. BRANDER Eres un cerdo por partida doble. FROSCH Si tú lo has querido, así ha de ser. SIEBEL ¡Afuera los que riñen! ¡Cantemos a pleno pulmón! ¡Bebed y gritad! ¡Hala, eh! ALTMAYER ¡Pobre de mí!, estoy perdido. ¡Que me traigan algodones para los oídos! Este muchacho me los va a reventar. SIEBEL Si la bóveda resuena, se siente la potencia del bajo. FROSCH ¡Vamos!, y que se vaya quien se lo tome mal. Tra-la-rá-lará. ALTMAYER Tra-la-rá-la-rá. FROSCH Las gargantas están bien templadas. (Cantando.) Querido y Sacro Imperio Romano, ¿cómo puedes tenerte aún en pie? BRANDER ¡Repelente! ¡Una canción política, una canción triste! Agradece a Dios cada día que no tengas que preocuparte por el Imperio Romano. Me parece un magnífico logro no ser ni emperador ni canciller. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 221 Pero no debe faltar un mandatario. Elijamos Papa. Sabéis qué cualidad es la importante, la que eleva al hombre. FROSCH (Canta.) Flota por el aire, señora ruiseñor. Saluda diez mil veces a mi amorcito. SIEBEL Ningún saludo al amorcito. No quiero oír hablar de eso. FROSCH No me impedirás ni saludar ni besar al amorcito. (Canta.) Se abre el cerrojo, en la noche oscura. Se abre el cerrojo, la amada se despierta. Se cierra el cerrojo, en la clara mañana. SIEBEL ¡Sí, canta, canta, alábala y elógiala! Cuando me llegue el turno, me reiré. A mí me engañó y contigo hará lo mismo. A la amada, que le regalen un duende que retoce con ella en un Via-crucis y un viejo macho cabrío que, cuando regrese del Blocksberg, le bale un «buenas noches» al galope. Para esa fulana es demasiado bueno un muchacho de carne y hueso auténticos. El único saludo que le haría sería romperle los cristales de su ventana. BRANDER (Dando golpes en la mesa.) ¡Atended, atended! ¡Escuchadme! Confesad, señores, que yo sé vivir bien. Aquí se sientan personas enamoradas y conforme a la buena educación. A estos, al darles las buenas noches, hay que obsequiarles con algo. ¡Atención! ¡Oídme la canción de última moda! ¡Cantad conmigo fuerte el estribillo! (Canta.) Había una rata en la despensa que sólo comía grasa y mantequilla, tenía una panza tan lustrosa como la tuvo el buen Doctor Lutero. Mas la cocinera le puso veneno y la vida se le hizo tan angustiosa como si en el pecho abrigara el amor. CORO (Jubiloso.) 222 Como si en el pecho abrigara el amor. BRANDER Empezó a dar vueltas, luego salió. Quiso apagar su ardor en todos los charcos. Royó y arañó la casa entera. Brincaba y se retorcía de dolor; pronto el animal su vida acabó como si en el pecho abrigara el amor. CORO Como si en el pecho abrigara el amor. BRANDER Un día claro, siendo presa del miedo, la rata cruzó corriendo la cocina, cayó en el horno y un respingo dio y empezó a respirar con dificultad. La envenenadora con ganas se rió. Ja, está con un pie en la sepultura como si en el pecho abrigara el amor. CORO Como si en el pecho abrigara el amor. SIEBEL Cómo se divierten estos muchachos tan simplones. Me gusta mucho el arte de echarles veneno a las pobres ratas. BRANDER ¿Tienes predilección por ellas? Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 223 ALTMAYER El ventrudo calvete se enternece con la desgracia. Ve su propia imagen reflejada en la de la hinchada rata. (Entran FAUSTO y MEFISTÓFELES.) MEFISTÓFELES Antes de nada, quiero ponerte en compañía de gentes alegres para que veas lo fácil que es la vida. Para el pueblo aquí reunido, todos los días son fiesta. Con poco talento y mucho placer, todos giran danzando en estrechos círculos, como gatitos persiguiendo su cola. Mientras que no se quejen de dolor de cabeza, el tabernero les sigue fiando y están satisfechos y despreocupados. BRANDER Parece que están de viaje, tienen un aspecto extraño; seguro que no llevas aquí ni una hora. FROSCH Verdaderamente tienes razón. Adoro mi Leipzig. Es como un pequeño París que deja su impronta en la gente. SIEBEL ¿De dónde crees que son esos forasteros? FROSCH ¡Voy a ver! Con un solo vaso y con la facilidad con la que se arranca un diente voy a sonsacar a estos tipos. Parecen de familia distinguida, tienen aires altivos y descontentos. BRANDER Apuesto a que son charlatanes de fiesta. ALTMAYER Quizá. FROSCH Ved cómo me río de ellos. MEFISTÓFELES (A FAUSTO.) La gentuza del pueblo no siente la presencia del diablo aunque les esté cogiendo por el cuello. FAUSTO ¡Sean saludados, señores! 224 SIEBEL Muchas gracias, igualmente. (A media voz, mirando a MEFISTÓFELES de reojo.) ¿Por qué cojeará ese? MEFISTÓFELES ¿Nos permiten sentarnos con ustedes? En lugar de un buen trago, que aquí falta, disfrutaremos de la compañía. ALTMAYER Parece usted un hombre muy bien tratado por la vida. FROSCH ¿Han salido esta noche de Rippach con retraso? ¿Han cenado en casa del señor Hans? MEFISTÓFELES Hoy hemos pasado de largo ante su casa; la última vez ya charlamos con él. Nos habló mucho de sus primos. Nos dio recuerdos para todos. (Se inclina haciéndole una reverencia a FROSCH.) ALTMAYER (En voz baja.) ¡Chúpate esa! Este sí que entiende. SIEBEL Es todo un sinvergüenza. FROSCH Descuida, que ya le cazaré. MEFISTÓFELES Si no me equivoco, al llegar escuchábamos un coro de voces bien entonadas. Sin duda alguna, el canto debe resonar muy bien bajo estas bóvedas. FROSCH Seguro que usted es un virtuoso. MEFISTÓFELES No; mi capacidad es endeble, pero el placer es grande. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 225 ALTMAYER ¡Cántenos algo! MEFISTÓFELES Si lo desean; puedo entonar muchas canciones. SIEBEL Una pieza nueva. MEFISTÓFELES Acabamos de volver de España, el bello país del vino y sus canciones. (Canta.) Había una vez un rey que tenía una gran pulga. No era poco lo que la amaba. La quería como a su hija. Entonces llamó a su sastre y su sastre allí acudió. Al noble le tomó medidas y le hizo calzas y jubones. BRANDER No olvidéis encarecerle al sastre que mida con la máxima exactitud y que, si tiene estima por su cabeza, no le salgan arrugas en las calzas. MEFISTÓFELES De terciopelo y de seda iba aquella pulga vestida, de su jubón colgaban bandas y estaba prendida una cruz. Llegó enseguida a ministro con magna condecoración. Fue entonces cuando sus parientes renombre en la corte tuvieron. Las damas y los cortesanos sufrieron enorme fastidio. A la reina y sus doncellas ellas picaron e incordiaron. Mas aplastarlas no podían, aunque todo les escociera. Las aplastamos y matamos tan pronto como una nos pica. CORO (Jubiloso.) Las aplastamos y matamos tan pronto como una nos pica. 226 FROSCH ¡Bravo!, ¡bravo!, eso estuvo muy bien. SIEBEL Ese es el merecido de todas las pulgas. BRANDER Hay que afilar las uñas y machacarlas. ALTMAYER ¡Viva la libertad!, ¡viva la vida! MEFISTÓFELES Alzaría mi copa para honrar la libertad, si vuestro vino fuera más bueno. SIEBEL No queremos volver a oír eso. MEFISTÓFELES Me temo que el tabernero se ofendería, pero, de no ser así, daría de mis bodegas algo mejor a estos dignos huéspedes. SIEBEL Venga, venga, esta corre por mi cuenta. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 227 FROSCH Procuradnos un buen trago y os alabaremos. Pero no nos deis catas muy pequeñas, que yo para juzgar necesito tener la boca llena. ALTMAYER (En voz baja.) Me parece que son del Rin. MEFISTÓFELES Conseguidme una barrena. BRANDER ¿Para qué? ¿Pero es que no tenéis los barriles ante la puerta? ALTMAYER Ahí, detrás del tabernero, hay una espuerta con herramientas. MEFISTÓFELES (Toma la barrena. A FROSCH.) Ahora dígame, ¿qué quiere usted probar? FROSCH Pero, ¿qué significa esto?, ¿tenéis varios vinos? MEFISTÓFELES ¡Ofrezco a cada cual su preferido! ALTMAYER Ah, ¡ya empiezas a relamerte! FROSCH ¡Bien! Si tengo que elegir, prefiero tomar vino del Rin. La patria nos ofrece las mejores dádivas. MEFISTÓFELES (Mientras va haciendo un agujero en el canto de la mesa, a la altura del sitio donde se sienta FROSCH.) Consígame un poco de cera para hacer espitas. ALTMAYER Ah, son juegos de ilusionismo. MEFISTÓFELES ¿Qué queréis? BRANDER Quiero vino de la Champaña, y debe tener mucha espuma. (MEFISTÓFELES sigue barrenando mientras otro va haciendo y colocando los tapones de cera.) No se puede estar evitando lo extranjero constantemente. A menudo, lo bueno se encuentra lejos de nosotros. Un auténtico alemán no soporta a un francés, pero bebe con gusto sus vinos. SIEBEL (Mientras MEFISTÓFELES se va acercando a su sitio.) Lo confieso: no me gusta el seco. Dadme un vaso de genuino vino dulce. MEFISTÓFELES (Barrenando.) Enseguida saldrá Tokay de aquí. 228 ALTMAYER ¡Nada, señores, mírenme a la cara! Sé que este hombre nos está tomando el pelo. MEFISTÓFELES ¿Qué me dice usted? Con estos distinguidos huéspedes sería demasiado atrevimiento. Rápido, diga con franqueza qué vino he de servirle. ALTMAYER Cualquiera. Y no pregunte tanto. (Una vez que los agujeros han sido barrenados y taponados.) MEFISTÓFELES (Con gestos raros.) La cepa tiene racimos, el macho cabrío cuernos; el vino es jugoso, la cepa leñosa, la mesa de madera da también vino. Mirad la naturaleza. Creed, esto es un milagro. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 229 Quitad los tapones y disfrutad. TODOS (Mientras quitan los tapones y reciben en el vaso el vino deseado.) ¡Qué buena fuente esta que nos sacia! MEFISTÓFELES Tened cuidado de derramar nada (Ellos continúan cantando.) TODOS (Cantando.) Nos va hacer el caníbal como a quinientos puercos. MEFISTÓFELES El pueblo es libre. Ved lo bien que le va. FAUSTO Me gustaría marcharme ahora mismo. MEFISTÓFELES Primero asiste a ver cómo se manifestará la bestialidad de modo esplendoroso. SIEBEL (Bebe descuidadamente. El vino cae al suelo y se convierte en llamas.) ¡Socorro!, ¡fuego!, ¡socorro!, ¡arde el infierno! MEFISTÓFELES (Hablando a la llama.) Tranquilízate, amigo elemento. (A los compadres.) Esta vez sólo fue una pavesa del purgatorio. SIEBEL ¿Qué es eso? Espera. La va a pagar. Me parece que no sabéis quiénes somos. FROSCH ¡Que no se atreva a hacerlo por segunda vez! ALTMAYER Creo que lo mejor es decirle que se vaya de aquí. SIEBEL ¿Qué pasa, señor? ¿Os divierten vuestros juegos de magia? MEFISTÓFELES Cállate ya, viejo tonel de vino. SIEBEL Palo de escoba, ¿aún quieres insultarnos? BRANDER Espera, que te va a caer una lluvia de palos. ALTMAYER (Quita un tapón de la mesa y le viene fuego encima.) Me quemo, me quemo. SIEBEL Brujería. Vamos a por él, se ha abierto la veda. (Sacan las navajas y se acercan a MEFISTÓFELES.) 230 MEFISTÓFELES (Con ademanes serios.) ¡Falsos dichos e imágenes que trastornáis los sentidos! ¡Estad aquí y allá! (Se quedan aturdidos mirándose unos a otros.) ALTMAYER ¿Dónde estoy? ¡Qué bello país! FROSCH ¿Es cierto que estoy viendo viñas? SIEBEL Y los racimos están a mano. BRANDER Aquí, en esta verde vegetación, ¡mirad qué racimos!, ¡mirad qué uvas! (Agarra a SIEBEL por la nariz; los otros lo hacen mutuamente y levantan las navajas.) MEFISTÓFELES (Como antes.) Error, quítales la venda de los ojos. Ahora comprobad cómo se divierte el demonio. (Desaparece con FAUSTO mientras los compadres se separan unos de otros.) SIEBEL Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 231 ¿Qué es esto? ALTMAYER ¿Cómo? FROSCH ¿Era esta tu nariz? BRANDER (A SIEBEL.) Y la tuya la tengo en la mano. ALTMAYER Este golpe me ha hecho estremecer los miembros. Traedme una silla, que me caigo. FROSCH No; dime ¿qué ha pasado? SIEBEL ¿Dónde está ese tipo? Si lo encuentro, no se me ha de escapar vivo. ALTMAYER Yo lo he visto salir por la puerta cabalgando sobre un tonel. Mis pies pesan como el plomo. (Volviendo a la mesa.) Y no sigue manando ese vino. SIEBEL Fue todo un engaño. Mentira y apariencia. FROSCH Pues a mí me parece como si hubiera bebido vino. BRANDER Y ¿qué era aquello de las uvas? ALTMAYER Y ahora, que alguien me diga que no hay que creer en milagros. COCINA DE BRUJA (En un hogar bajo hay una gran marmita sobre el fuego. En los vapores que salen hacia arriba se vislumbran diversas formas. Una mona está sentada ante la marmita espumándola y cuidando de que no rebose su contenido. Él, con sus crías, está sentado a su lado calentándose. Las paredes y el techo están adornados con el más raro instrumental de brujería.) (FAUSTO junto a MEFISTÓFELES.) FAUSTO ¡Me repugna esta estúpida brujería! ¿Y tú me prometes que voy a curarme en este caos de locura? ¡Pedir consejos a una vieja! ¿Y estas cochambrosas artes culinarias me quitarán treinta años de encima? 232 ¡Pobre de mí si es que no sabes algo mejor! ¿No habrá encontrado la naturaleza, o tal vez un espíritu noble, el bálsamo adecuado? MEFISTÓFELES Amigo, vuelves a hablar con perspicacia. Para hacerte más joven hay un medio natural, pero viene en otro libro y es un capítulo muy raro. FAUSTO ¡Quiero saberlo! MEFISTÓFELES Un medio que no requiere ni dinero, ni médico, ni hechizos: sal inmediatamente al campo y ponte a escarbar y a cavar; manténte a ti y a tu pensamiento dentro de un círculo muy limitado; aliméntate de comidas no muy sazonadas; vive junto al rebaño y como parte del rebaño, y no creas excesivo abonar el terreno en el que hiciste la recolecta. ¡Créeme, ese es el modo de llegar joven a los ochenta! FAUSTO No estoy acostumbrado, no podría habituarme a tomar la azada en mi mano. No me va vivir con estrecheces. MEFISTÓFELES De ahí que tenga que entrar en danza la bruja. FAUSTO ¿Y por qué ha de hacerlo precisamente la vieja?, ¿no puedes tú mismo preparar la pócima? MEFISTÓFELES Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 233 ¡Menuda pérdida de tiempo! Prefiero, entretanto, construir mil puentes. No sólo hacen falta arte y ciencia, también se precisa paciencia para realizar la obra. Un espíritu tranquilo está activo muchos años; sólo el tiempo provee de poderes a un sutil fermento. Y todos los ingredientes son sorprendentes. Aunque el demonio le ha enseñado, el demonio no lo puede hacer. (Reparando en LOS ANIMALES.) ¡Mira qué diminuta y agradable especie! Aquí está la sirvienta; allí el criado. (Mirando a LOS ANIMALES.) Al parecer, la señora no está en casa. LOS ANIMALES Está comiendo fuera de casa; salió ponla chimenea. MEFISTÓFELES Decidme, ¿cuánto tiempo emplea, de ordinario, en sus diversiones? LOS ANIMALES El mismo que empleamos nosotros en calentarnos las patas. MEFISTÓFELES ¿Qué te parecen estos tiernos animales? FAUSTO ¡Del peor gusto que he visto nunca! MEFISTÓFELES No; una charla como esta es precisamente la que más me gusta tener. (A LOS ANIMALES.) Entonces decidme, muñecos malditos, qué es ese puré que se cocina en la olla que rondáis. . LOS ANIMALES Estamos cocinando una gran sopa para pobres. MEFISTÓFELES Entonces tendréis mucho público. EL MONO (Acercándose y adulando a MEFISTÓFELES.) ¡Juguemos a los dados! Quiero hacerme rico. ¡Haz que gane mi apuesta! El asunto va mal. Si tuviera dinero, tendría inteligencia. MEFISTÓFELES ¡Qué feliz se sentiría este mono si pudiera jugar a la lotería. 234 (Entretanto, las pequeñas crías de mono se han puesto a jugar con una gran bola dorada y la hacen rodar.) EL MONO El mundo es así, va subiendo y bajando y no deja de rodar. Resuena cual cristal que quebradizo es. Por dentro está vacío. Mucho brilla aquí, y allí aún más. Estoy lleno de vida. Hijo de mi amor, ten cuidado con él. Al final morirás. El mundo es de barro, se pulverizará. MEFISTÓFELES ¿Para qué sirve la criba? EL MONO (Descolgándola.) Si fueras un ladrón te reconocería. (Corre hacia donde está LA MONA y la hace mirar a través de la criba.) ¡Mira bien por la criba! Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 235 ¿Conoces al ladrón y no puedes nombrarlo? MEFISTÓFELES (Acercándose al fuego.) ¿Y este puchero? EL MONO Y LA MONA Es estúpido y simple. No conoce el puchero. No conoce la marmita. MEFISTÓFELES ¡Qué animal tan mal educado! EL MONO Toma este soplillo y en el sillón siéntate. (Insta a MEFISTÓFELES a sentarse.) FAUSTO (Que entretanto ha estado frente al espejo, tan pronto acercándose como alejándose de él.) ¿Qué veo? ¿Qué visión celestial se refleja en este espejo mágico? ¡Oh amor, préstame tus alas más ligeras y llévame a su país! Ah, si me quedara aquí, si me atreviera a acercarme. ¡Esta es la más bella imagen de mujer! ¿Es posible que una mujer sea tan hermosa? ¿Es posible que, en el cuerpo tendido de esta mujer, esté reunida toda la belleza de los cielos? ¿Existirá algo así sobre la tierra? MEFISTÓFELES Claro, si un Dios se afana durante seis días y al último se vitorea a sí mismo, tiene que haber dado lugar a algo muy logrado. Por esta vez, mira hasta saciarte. Sabré hacerte hallar este pequeño tesoro, y feliz el que tenga la buena suerte de llevársela a casa como esposa. (FAUSTO se sigue mirando al espejo. MEFISTÓFELES, arrellanándose en el sillón y jugando con el soplillo, continúa hablando.) Aquí estoy, sentado como el rey en el trono. Aquí empuño el cetro, sólo me falta la corona. LOS ANIMALES (Que hasta entonces han hecho todo tipo de movimientos, le traen a MEFISTÓFELES una corona haciendo gran griterío.) 236 Oh, haznos el favor, con sudor y con sangre péganos la corona. (Caminando torpemente con la corona, MEFISTÓFELES la rompe en dos pedazos, con los que dan vueltas y saltan.) Ya ha ocurrido. Hablamos y vemos, rimamos y oímos. FAUSTO (Frente al espejo.) Ay de mí! Casi me estoy volviendo loco. MEFISTÓFELES (Señalando a los animales.) También a mí me empieza a flaquear la cabeza. LOS ANIMALES Si tenemos suerte y todo concuerda, tendremos ideas. FAUSTO (Como antes.) Mi pecho empieza a arder. Alejémonos cuanto antes. MEFISTÓFELES (Con la postura anterior.) Bueno, al menos hay que reconocer que son unos poetas muy sinceros. (La marmita que LA MONA ha dejado hasta ahora descuidada empieza a rebosar; sale una gran llama que sube por la chimenea. LA BRUJA baja a través de la llama dando unos gritos espantosos.) LA BRUJA Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 237 Ay, ay, ay. Maldito animal, condenada puerca. Has descuidado la caldera, has chamuscado a tu señora. Maldito animal. (Mirando a FAUSTO y a MEFISTÓFELES.) ¿Qué ha pasado aquí? ¿Quiénes sois vosotros dos? ¿Qué es lo que queréis? ¿Quién os hizo entrar? ¡Que el fuego del infierno arda en vuestros huesos! (Mete la espumadera en la marmita y empieza a salpicar con llamas a FAUSTO, MEFISTÓFELES y a LOS ANIMALES. LOS ANIMALES aúllan.) MEFISTÓFELES (Que le da la vuelta al soplillo que tiene en la mano y golpea las vasijas de cristal y las ollas.) Por el suelo, por el suelo, ahí está tu brebaje, ahí están tus vasijas. Esto es sólo una broma, puta vieja, es el ritmo propio de tu melodía. (Mientras LA BRUJA retrocede llena de horror y espanto.) ¿Me reconoces, esqueleto?, ¿eh, espantajo? ¿Reconoces a tu señor y maestro? No sé qué me impide golpearos y destrozaros a ti y a tus espíritus animales. ¿Le has perdido el respeto al jubón rojo? ¿Ya no puedes reconocer la pluma de gallo? ¿He ocultado mi rostro? ¿Tengo que anunciarme por mi nombre? LA BRUJA Oh, señor, perdona este grosero saludo, pero no he visto ningún pie de caballo. ¿Dónde están vuestros dos cuernos? MEFISTÓFELES Por esta vez saldrás del apuro, pues es cierto que hace mucho tiempo que no nos vemos. También la cultura, que a todo el mundo barniza, se ha extendido al demonio. Ya no es posible ver al fantasma nórdico. ¿Dónde están los cuernos, la cola y las garras? Y en cuanto al pie, del que no puedo prescindir, 238 sé que me causaría cierto perjuicio entre la gente. Por ello, como algunos hombres jóvenes, me sirvo desde hace muchos años de falsas pantorrillas. LA BRUJA (Bailando.) Casi pierdo el sentido y el entendimiento. He aquí de nuevo al noble señor Satán. MEFISTÓFELES Mujer, no vuelvas a repetir ese nombre. LA BRUJA ¿Por qué?, ¿qué daño os hace? MEFISTÓFELES Hace ya tiempo que fue escrito en el libro de las fábulas, sin que por eso los hombres hayan mejorado. Están libres del Maligno, pero los males se han quedado. Llámame señor Barón; así queda mejor. Soy un caballero igual que otros. Tú no dudarás de mi sangre azul. Mira, estas son mis armas. (Hace un gesto obsceno.) LA BRUJA (Ríe con desmesura.) ¡Ja!, ¡ja! Ese es vuestro estilo. Seguís siendo un pícaro, como lo habéis sido siempre. MEFISTÓFELES (A FAUSTO.) Amigo, echa cuenta de esto; este es el modo de tratar con las brujas. LA BRUJA Ahora, decidme, señores, qué deseáis. MEFISTÓFELES Un buen vaso del conocido jugo. Pero quiero que sea del más añejo. Con los años redobla su efecto. LA BRUJA ¡Con mucho gusto! Aquí tengo una botella de la que me gusta de vez en cuando beber y que no apesta en absoluto. Os daré un vasito con gran placer. (En voz baja.) Pero si este hombre bebe sin estar preparado, sabéis que no vivirá ni una hora. MEFISTÓFELES Es un buen amigo y le sentará muy bien. Quiero que disfrute de lo más escogido de tus artes culinarias. Traza tu círculo, pronuncia tus ensalmos y dale una taza llena. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 239 (LA BRUJA, con extraños gestos, traza un círculo y va depositando dentro de su contorno cosas extrañas. Entretanto, los vasos empiezan a tintinear, las marmitas a resonar y a hacer música. Finalmente trae un libro, coloca a los monos dentro del círculo. Estos le sirven de pupitre y le sostienen la antorcha. Hace un gesto a FAUSTO para que se acerque a ella.) FAUSTO (A MEFISTÓFELES.) No; dime ¿a qué va a dar lugar esto? Esos trucos absurdos, esos gestos locos, este engaño de mal gusto ya son bastante conocidos y odiados por mí. MEFISTÓFELES ¡Ea, qué tontería! Esto es sólo una broma. No seas tan estricto. Como médico, ella debe hacer un ensalmo para que el jugo le salga bien. (Apremia a FAUSTO a entrar en el círculo.) LA BRUJA (Empieza a declamar con énfasis un párrafo del libro.) Debes entender. Haz de uno diez y réstale dos e iguálalo a tres. Serás rico así. Quítale el cuatro. Con cinco y seis, te avisa la bruja, siete y ocho harás. Llegó ya el final: nueve es igual a uno y diez no es ninguno. Esta es la tabla de multiplicar de la bruja. FAUSTO Me parece que esta vieja delira. MEFISTÓFELES Pues todavía falta mucho para que esto acabe. Sé muy bien que así suena el libro entero; he perdido mucho tiempo con él. Una contradicción perfecta es tan misteriosa para los listos como para los tontos. Amigo mío, el arte es viejo y nuevo. Con él se difundió para la posteridad el error en lugar de la verdad: con el tres y el uno y con el uno el tres. Así se charla y se enseña sin trabas. ¿Quién se ocupa de los 240 locos? Cuando el hombre oye palabras, cree habitualmente que estas ofrecen materia para pensar. LA BRUJA (Continúa.) La enorme fuerza que tiene la ciencia queda oculta al mundo. Pero el que no piensa que le es brindada la obtiene de balde. FAUSTO ¿Qué tonterías nos está diciendo? Pronto me estallará la cabeza. Me parece estar escuchando un coro de cien mil dementes. MEFISTÓFELES Ya basta, ya basta, perfecta sibila. Trae la bebida y llena la copa hasta los bordes. Este jugo no le hará daño a mi amigo: es un hombre con muchos grados que otros tragos ha tenido ya que beber. (LA BRUJA, muy ceremoniosamente, escancia la bebida en una copa; al llevársela FAUSTO a la boca, surge una tenue llama.) ¡Venga, adentro!, ¡de un trago! ¿Estás hablando de tú a tú con el diablo y te asusta el ver una llama? (LA BRUJA rompe el círculo. FAUSTO sale.) ¡Venga afuera!, ¡no debes quedarte quieto! LA BRUJA Que os aproveche el trago. MEFISTÓFELES Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 241 Si puedo hacerte algún favor, pídemelo por Walpurgis. LA BRUJA ¡Esta es una canción! Si la cantáis de vez en cuando, notaréis ciertos efectos. MEFISTÓFELES Vamos, deprisa, deja que te guíe. Tienes que sudar para que te invada su fuerza por dentro y por fuera. A partir de ahora te enseñaré a apreciar el ocio noble y pronto notarás con íntimo placer cómo Cupido despierta y vuelve a saltar. FAUSTO Deja que me mire en el espejo. ¡Esa imagen de mujer era tan bella! MEFISTÓFELES ¡No, no! Pronto verás en persona el modelo de toda mujer. (En voz baja.) Con esta bebida en el cuerpo verás pronto a Helena encarnada en cada una de las mujeres. CALLE (FAUSTO. MARGARITA se cruza con él.) FAUSTO Mi bella señorita, ¿podría atreverme a ofrecerle mi brazo y mi compañía? MARGARITA No soy señorita ni bella, y puedo volver a casa sin compañía de nadie. (Se zafa de él y sigue andando.) FAUSTO ¡Por el cielo, qué niña más hermosa! Nunca he visto nada igual. Llena de bondad y de virtud, al tiempo que muestra cierto desdén. Tiene rojos los labios y luminosas las mejillas. ¡No los podré olvidar en este mundo! Se ha grabado en mi pecho la forma en que bajó la mirada y el momento en que me replicó brevemente; qué entusiasmo sentí. (Entra MEFISTÓFELES.) Tienes que conseguirme a esa muchacha. MEFISTÓFELES ¿A cuál? FAUSTO A esa que acaba de pasar. MEFISTÓFELES 242 ¿Aquella? Vuelve de hablar con su confesor, que le perdonó todos sus pecados. Me oculté en el confesonario y pude ver que es una inocente que confiesa faltas insignificantes. No tengo ningún poder sobre ella. FAUSTO Pero tiene al menos catorce años. MEFISTÓFELES Hablas como un auténtico calavera que deseara poseer todas las flores y se enorgulleciera de que para él no hay honor ni bien que no se puedan lograr. Pero esto no siempre ocurre. FAUSTO No, elogioso maese; no me vengas a hablar de la ley. Te lo digo claro y alto: si esta noche no siento el palpitar de su joven sangre al tenerla entre mis brazos, a medianoche nos separaremos. MEFISTÓFELES ¡Piensa en todo lo que hay que hacer y deshacer! Al menos necesito dos semanas para encontrar la ocasión. FAUSTO Si tuvieras siete horas disponibles, no necesitaría del demonio para la seducción de esa criaturita. MEFISTÓFELES Ya habláis casi como un francés, pero no os enojéis. ¿De qué sirve obtener el placer de inmediato? Nunca es tan grande el gozo, ni con mucho, como cuando poco a poco, con todo tipo de embustes, vas encadenando y poniendo en suerte a tu muñequita, tal como ocurre en algunos cuentos extranjeros. FAUSTO Aun sin eso, me apetece. MEFISTÓFELES Ya sin bromas ni chanzas. Te digo que con esa bella niña no se puede ir tan rápido. Con el empuje no podrás conseguir nada. Tendremos que servirnos de la astucia. FAUSTO 243 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 244 ¡Tráeme algo de su tesoro angélico! ¡Llévame a su lugar de descanso! ¡Haz de su pecho mi pañuelo, hazle una liga con mi deseo amoroso! MEFISTÓFELES Para que veas que ante tu pena quiero ser diligente y servicial, no perderemos ni un instante y hoy te llevaré a su cuarto. FAUSTO ¿Y podré verla?; ¿y será mía? MEFISTÓFELES No. Ella estará en casa de una vecina. Mientras tanto podrás hacerte con esperanzas de futuras alegrías en el aire donde ella respira. FAUSTO ¿Podemos ir ya? MEFISTÓFELES Todavía es muy pronto. FAUSTO Consígueme un regalo para llevarle. (Se va.) MEFISTÓFELES ¡Regalos ya! ¡Muy bien! ¡Lo acabará consiguiendo! Conozco lugares adecuados donde están enterrados algunos viejos tesoros. Tengo que volver a echarles un vistazo. (Se va.) AL ATARDECER (Un cuarto pequeño y pulcro.) MARGARITA (Haciéndose sus coletas.) Daría cualquier cosa por saber quién era el caballero de antes. Con aquel aspecto tan gallardo, seguro que es de casa noble; se lo noté en la frente. De no ser así, no hubiera tenido tanta audacia. (Se va.) (MEFISTÓFELES y FAUSTO entran.) MEFISTÓFELES ¡Adentro!, ¡sin hacer ruido!, ¡adentro! FAUSTO (Después de una pausa.) Te lo ruego, déjame solo. MEFISTÓFELES (Fisgoneando.) 245 No todas las muchachas son tan aseadas. (Se va.) FAUSTO (Mirando alrededor.) Bien llegada seas, dulce luz del crepúsculo que te filtras en este santuario penetrándolo. Apodérate de mi corazón, dulce pena de amor, que vives consumiéndote en el rocío de la esperanza. ¡Qué sentimiento de serenidad, de orden, de contento se respira! ¡Qué plenitud en esta pobreza!, ¡qué felicidad en esta prisión! (Se deja caer en el sillón de cuero situado junto a la cama.) Acógeme tú que, en la alegría y el dolor, recibiste con los brazos abiertos a sus antepasados. ¡Cuántas veces se subieron los niños a este trono paternal! Quizá aquí, mi pequeña amada, con las mejillas gordezuelas y agradecida por el aguinaldo navideño, besó la marchita mano del abuelo. Siento, muchacha, cómo me envuelve tu espíritu ordenado y generoso que, maternal, te enseña diariamente a extender pulcramente el mantel sobre la mesa y a alisar la arena a tus pies. Oh, mano amada, semejante a la de los dioses, esta choza se convierte gracias a ti en un reino celestial. ¡Y aquí...! (Abre una de las colgaduras de la cama.) ... ¿Qué frenesí se apodera de mí? Aquí querría pasarme horas enteras; aquí, naturaleza, has formado en leve sueño a este ángel hecho carne; aquí está la niña durmiendo, su pecho lleno de calor y vida; aquí, con textura limpia y pura, se crea la imagen divina. Pero, ¿qué es lo que te ha traído aquí? ¡Me siento conmovido en mi interior! ¿Qué quieres? ¿Por qué está tan grave tu alma? Pobre Fausto, ya no te reconozco. ¿Un aroma de encanto me rodea? Me impulsó a venir la satisfacción de un placer inmediato y ahora me deshago en un sueño amoroso. ¿Somos un juguete ante cada golpe de aire? Y si ella apareciera ahora, ¡cómo expiarías tu sacrilegio! Qué diminuto se haría, incluso, el gran libertino; se fundiría echándose a sus pies. MEFISTÓFELES Rápido. La veo bajar. FAUSTO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 246 ¡Vamos!, ¡vamos! ¡Jamás he de volver! MEFISTÓFELES Aquí hay un cofrecito bien pesado que encontré no sé dónde. Pónselo en el armario y te prometo que perderá el sentido. Metí en él varias cosas para conseguir otra. Y es que los niños son siempre niños y el juego siempre es juego. FAUSTO No sé si debo. MEFISTÓFELES ¿Aún te lo preguntas? ¿Pretendes guardarte este tesoro? Entonces le recomiendo a Su Avaricia que no me haga perder el día y que me dispense de esfuerzos venideros. No creí que fueras avaro. Me rasco la cabeza y me froto las manos. (Coloca la cajita en el armario y vuelve a cerrar la puerta.) ¡Venga! ¡Deprisa! Yo intento someter el deseo y la voluntad de tu corazón a esta joven y dulce niña y tú estás ahí, como si fueras a entrar al aula y, grises, en carne y hueso, te esperaran la física y la metafísica. Vamos. (Salen.) MARGARITA (Con una lámpara.) ¡Qué bochorno!, ¡qué humedad hay aquí! (Abre la ventana.) Sin embargo, no hace calor fuera, pero siento calor no sé por qué. Me gustaría que volviera mamá a casa. Siento un escalofrío que me recorre todo el cuerpo. Creo que soy una mujer miedosa y tonta. (Empieza a cantar mientras se va desnudando.) Había una vez un rey en Thule, fiel hasta la sepultura, al que su amada, muriendo, regaló una áurea copa. Era su mayor tesoro; la llevaba a los banquetes; se humedecían sus ojos cuando de ella bebía. Al estar su muerte próxima, 247 calculó su gran fortuna y a su heredero la legó, mas no su querida copa. Celebró regio banquete, flanqueado de caballeros, en el antiguo salón del castillo junto al mar. Allí el viejo bebedor tomó su último sorbo y arrojó su amada copa al albur de las mareas. La vio caer y hundirse en aquel profundo mar. Los ojos se le apagaron, nunca volvió a beber. (Abre el armario para ordenar sus vestidos y ve el cofrecito de joyas.) Cómo ha llegado hasta aquí este cofrecillo si estoy segura de haber cerrado muy bien el armario. ¡Qué raro! ¿Qué podrá haber dentro? Quizá lo haya traído alguien en prenda, para pedir un préstamo a mi madre. Cuelga una llavecita de la cinta. Me parece que lo voy a abrir ahora mismo. ¿Qué es esto? ¡Dios de los cielos! Mira, no he visto nunca nada igual en mi vida. Unas joyas con las que cualquier dama de la nobleza podría asistir a la mayor de las solemnidades. ¿Cómo me sentaría esta cadena? ¿A quién pertenece esta maravilla? (Se adorna con las joyas y se pone ante el espejo.) ¡Si tan sólo fueran míos los pendientes, ya tendría otro aspecto! ¿De qué sirven la belleza y la juventud? Todo ello puede ser muy bueno y muy bonito, pero ahí se queda y se alaba casi por compromiso. Mas todos persiguen el oro y todo pende del oro. ¡Ay, pobres de nosotras! PASEO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 248 (FAUSTO, pensativo, va andando de un lado a otro. Se le acerca MEFISTÓFELES.) MEFISTÓFELES Por todo el amor desdeñado, por todos los elementos infernales; ¡quisiera saber lo más ofensivo posible para poder maldecir! FAUSTO ¿Qué te pasa?, ¿qué mosca te ha picado? No he visto peor cara en mi vida. MEFISTÓFELES Me daría ahora mismo a los diablos si no fuera yo uno de ellos. FAUSTO ¿Estás perturbado? La verdad es que te da empaque ponerte como un loco. MEFISTÓFELES Las joyas que reuní para Margarita se las ha llevado un cura. La madre, en cuanto vio aquello, empezó a sentir miedo. La mujer tiene un fino olfato, pues siempre tiene las narices dentro del misal, y empieza a oler todos los muebles a ver si son sagrados o profanos, y cuando vio las joyas comprendió al momento que no tenían muchas bendiciones. Ella exclamó: «Hija mía, este bien injusto apresa el alma y consume la sangre. Lo consagraremos a la madre de Dios y quedaremos satisfechos con el Maná del Cielo». La pequeña Margarita torció el gesto, pensó que era caballo regalado y que no era ningún impío el que lo había traído con tanta finura. La madre hizo llamar a un cura que, en cuanto presintió el placer, se dejó agradar la vista. El dijo: «Está muy bien pensado, el que supera la prueba gana. La Iglesia tiene un buen estómago, ha devorado países enteros y nunca se ha empachado hasta ahora. Sólo la Iglesia, estimadas señoras, puede digerir bienes injustos». FAUSTO Ese es un uso general. El judío y el rey hacen lo mismo. MEFISTÓFELES Se llevó el prendedor, el collar y los anillos como si fueran bagatelas, y sin dar más gracias que por un cesto lleno de avellanas, les prometió la recompensa celestial y ellas se sintieron muy edificadas. FAUSTO 249 ¿Y Margarita? MEFISTÓFELES Ahora está intranquila, no sabe lo que quiere ni lo que debe hacer; día y noche se acuerda de las joyas y piensa aún más en quién se las dejaría allí. FAUSTO Me duele la preocupación de mi pequeña amada. ¡Consíguele nuevas joyas! Las primeras valían poca cosa. MEFISTÓFELES Sí claro, para el señor todo es un juego de niñas. FAUSTO Hazlo y dispónlo a mi voluntad. Pégate a su vecina. Demonio, no seas blandengue y trae nuevas joyas. MEFISTÓFELES Sí, gran señor, lo haré con gusto y de corazón. (FAUSTO se va.) Así es cómo un loco enamorado hace estallar el sol, la luna y las estrellas para la diversión de la amada. (Sale.) LA CASA DE LA VECINA MARTA (Sola.) ¡Que Dios perdone a mi marido! No me hizo ningún bien. Se ha ido a recorrer el mundo y me dejó sola en la estacada. Yo no hice nada que le molestara. Dios sabe que le amé de veras. (Llora.) Quizás esté muerto. ¡Qué pena! Si al menos tuviera un certificado de defunción. (Viene MARGARITA.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 250 MARGARITA ¡Señora Marta! MARTA ¿Qué hay de nuevo, Margarita? MARGARITA Las piernas me tiemblan tanto, que apenas puedo permanecer de pie. He vuelto ha encontrar un cofrecito en mi armario; es de ébano y contiene alhajas mucho más valiosas que las del primero. MARTA Ni una palabra a tu madre o se las volverá a dar al confesor. MARGARITA ¡Mírelas, mírelas tan sólo! MARTA (Adorna a MARGARITA con las joyas.) ¡Criatura dichosa! MARGARITA Por desgracia, no puedo dejarme ver con ellas en la calle ni en la iglesia. MARTA Ven a visitarme con frecuencia y ponte las joyas a escondidas. Pasea durante una hora delante del espejo. ¡Será una buena diversión para nosotras! Luego ya habrá alguna ocasión; alguna fiesta donde poco a poco podrás dejarte ver ante la gente, primero una cadenita, luego los pendientes de perlas... Probablemente no lo vea tu madre o podamos engañarla con algo. MARGARITA Quién habrá traído los dos cofrecitos. Esto no me huele muy bien. (Llaman a la puerta.) ¡Dios mío, puede que sea mi madre! MARTA (Observando por la mirilla.) Es un caballero desconocido. ¡Adelante! (Entra MEFISTÓFELES.) MEFISTÓFELES He de pedir excusas a las damas por haberme tomado la libertad de entrar. (Retrocede respetuosamente ante MARGARITA.) Busco a la señora Marta Schwerdtlein. MARTA 251 Soy yo, ¿qué queréis de mí? MEFISTÓFELES (Hablándole en voz baja.) Por ahora me basta con conocerla. Tiene usted una visita distinguida. Perdone la confianza que me tomo, pero volveré por la tarde. MARTA (En voz alta a MARGARITA.) ¡Mira qué cosa más particular!... Ese caballero te toma por una encopetada señorita. MARGARITA (En voz alta.) Soy una muchacha de sangre humilde. ¡Válgame Dios!, sois demasiado amable, señor. Las joyas y las alhajas no son mías. MARTA ¿Qué noticias trae de mi marido? ¿Me pide mucho dinero? MEFISTÓFELES Me gustaría traer mejores noticias. Espero que no me reproche por ello. Su marido murió y le manda recuerdos. MARTA ¿Ha muerto? Pobre de mi fiel corazón. Oh, dolor. ¡Mi marido ha muerto! ¡Me desmayo! MARGARITA Ah, estimada señora, no desesperéis. MEFISTÓFELES Escuchad mi triste relato. MARTA No volveré a amar a nadie. La pérdida me desolará hasta la muerte. MEFISTÓFELES La alegría ha de tener pena y la pena alegría. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 252 MARTA Contadme cómo fue su final. MEFISTÓFELES Está enterrado en Padua, junto a San Antonio. En un lugar sacrosanto obtuvo el frío y eterno lecho. MARTA ¿No habéis traído nada más para mí? MEFISTÓFELES Sí, un favor grande y difícil: qué mandéis decir trescientas misas por él. Por lo demás, mis bolsillos están vacíos. MARTA ¿Cómo? ¿Ni un medallón?, ¿ni una alhaja? ¡Ni eso que el más modesto de los trabajadores manuales guarda en el fondo del saco como recuerdo, conservándolo aunque tenga que pasar hambre y mendigar! MEFISTÓFELES Señora, lo siento en el alma, pero él no ha malgastado su dinero. También se arrepintió muy profundamente de sus pecados y se lamenta todavía más de su mala suerte. MARGARITA ¡Por qué seremos tan míseros los seres humanos! Sí, haré que por él digan muchos Réquiem. MEFISTÓFELES Merecéis llegar pronto al matrimonio. Sois una amable niña. MARGARITA Todavía no es tiempo de eso. MEFISTÓFELES Si no es un marido, puede ser entretanto un amante. Es un don del cielo tener algo tan bello entre los brazos. MARGARITA No es esa la costumbre del país. MEFISTÓFELES Sea o no sea la costumbre, se hace. MARTA ¡Contadme! MEFISTÓFELES 253 Estuve en su lecho de muerte, que casi era de inmundicia, era de paja semipodrida; él murió como cristiano y vio que había dejado muchas deudas sin saldar. Exclamó: «Tengo que odiarme profundamente por haber dejado mi trabajo y a mi mujer. Este recuerdo me mortifica. Si al menos pudiera perdonarme en vida». MARTA (Llorando.) El buen hombre. Hace ya mucho tiempo que lo he perdonado. MEFISTÓFELES «Pero, bien sabe Dios que ella es más culpable que yo.» MARTA ¡Eso es mentira! ¡Vaya! ¡Mintiendo al filo de la tumba! MEFISTÓFELES Aunque yo no entiendo mucho de eso, creo que en sus últimos momentos deliraba: «No he podido», dijo, «malgastar el tiempo. Primero vinieron los hijos y luego tuve que conseguirles el pan, el pan en todos los sentidos, y ni siquiera pude comer mi parte en paz». MARTA ¡Así olvidó mi fidelidad y mi amor, las fatigas que pasé día y noche! MEFISTÓFELES Ah, no, él pensó de corazón en usted. Dijo: «Al salir de Malta recé con fervor por mi mujer y mis hijos, y el Cielo nos fue propicio, pues nuestra nave hizo presa a una galera turca que llevaba un tesoro del gran Sultán. La valentía tuvo recompensa, yo también recibí, como era justo, mi parte bien medida». MARTA ¿Cómo?, ¿dónde?, ¿lo habrá enterrado tal vez? MEFISTÓFELES ¿Quién sabe dónde se lo habrá llevado el viento? Una linda dama se prendó de él al andar por Nápoles errante y le dio tanto amor y fidelidad que la tuvo presente hasta el fin. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 254 MARTA Ese pícaro, ese ladrón de sus hijos. Ni toda la miseria ni la escasez le impidieron llevar a cabo su vergonzosa vida. MEFISTÓFELES Veis; por eso ha muerto. Si estuviera en vuestro lugar, le guardaría un recatado año de luto mientras me buscaba un nuevo amado. MARTA Ah, Dios. Difícilmente encontraría uno como mi primer marido. Apenas podrá haber un loco más enternecedor. Sólo era aficionado al mucho errar, a las mujeres extranjeras, al vino extranjero y al condenado juego de los dados. MEFISTÓFELES Bien, yo veo así la cosa. Con la condición de ser más o menos tan tolerante como lo fue con él, cambiaría con usted los anillos. MARTA ¡Vaya, al caballero le gusta bromear! MEFISTÓFELES (Para sí.) Voy a marcharme ahora mismo. Esta es capaz de tomarle la palabra al mismo diablo. (A MARGARITA.) ¿Y a vuestro corazón, cómo le va? MARTA ¿Qué quiere decir el señor con eso? MEFISTÓFELES (Para sí.) ¡Niña buena e inocente! (En voz alta.) ¡Adiós, señoras! MARGARITA ¡Adiós! MARTA Pero decidme antes algo. Me gustaría tener un documento de dónde y cómo está enterrado mi esposo. Siempre he sido amiga del orden, e incluso me gusta ver las esquelas de las gacetas semanales. MEFISTÓFELES 255 Sí, buena mujer; por boca de dos testigos se establece la verdad. Tengo un distinguido compañero al que os pondré frente al juez. He de traerlo aquí. MARTA ¡Oh, hacedlo! MEFISTÓFELES ¿Estará aquí la doncella? Él es un buen muchacho. Ha viajado mucho y ha mostrado su cortesía a muchas jóvenes damas. MARGARITA Ante él enrojecería de vergüenza. MEFISTÓFELES No deberías hacerlo ante ningún rey de la tierra. MARGARITA Detrás de mi casa, en mi jardín, esperaremos esta tarde a los señores. UNA CALLE (FAUSTO y MEFISTÓFELES.) FAUSTO ¿Cómo va todo?, ¿se avanza?, ¿lo lograremos? MEFISTÓFELES ¡Ah, bravo! ¿Estás en ascuas? En poco tiempo Margarita será tuya. Esta noche la verás en casa de su vecina Marta. Una mujer que ni pintada para celestineos y gitanerías. FAUSTO ¡Bien! MEFISTÓFELES Pero se exige algo de nosotros. FAUSTO Bien merece la pena devolver un favor por otro. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 256 MEFISTÓFELES Hemos de dar fe de que los restos de su esposo descansan en Padua y están enterrados en tierra sagrada. FAUSTO ¡Muy inteligente! Entonces tendremos que viajar primero allí. MEFISTÓFELES ¡No se trata de eso; sancta sinplicitas! Hay que atestiguarlo sin informarse previamente. FAUSTO Si no hay otro camino, el plan ha fracasado. MEFISTÓFELES Oh, santo varón, ¿con esas sales? ¿Es esta la primera vez en tu vida que das falso testimonio? ¿No has dado definiciones más fuertes sobre Dios, el mundo y lo que en él se mueve, sobre el hombre y sobre lo que en el interior de su corazón se agita?, ¿y no lo hiciste con pecho audaz y mente disipada? Si miras en tu interior, ¿no has de confesar que sabes tanto de eso como de la muerte del señor Schwerdtlein? FAUSTO Eres y serás un mentiroso, un sofista. MEFISTÓFELES ¡Ah, si no se supiera un poco más! Pues mañana, con todo el honor, ¿no irás a aturdir a la pobre Margarita jurándole un amor profundo? FAUSTO ¡Lo haré de corazón! MEFISTÓFELES ¡Muy bonito! Luego hablarás de la eterna lealtad, amor de un único deseo todopoderoso. ¿Y todo eso saldrá del corazón? FAUSTO ¡Sí saldrá! ¡Déjalo ya! Si siento algo y busco nombre para el sentimiento y el fuego en el que ardo, y no lo encuentro y ando por el mundo para alcanzar las palabras más elevadas, y a ese fuego que me quema lo llamo infinito, ¿es esto un juego y un engaño diabólico? MEFISTÓFELES Pero tengo razón. 257 FAUSTO Escucha y atiéndeme, y sobre todo no me fatigues más: quien se empeña en tener razón, si se apoya en la elocuencia, acaba teniendo razón. Vamos, ya estoy harto de tanto cotorreo. Tienes razón, sobre todo porque no me queda más remedio. JARDÍN (MARGARITA del brazo de FAUSTO. MARTA y MEFISTóFELES paseando de arriba abajo.) MARGARITA Ya noto que el señor es muy amable y que se rebaja a hablar conmigo para avergonzarme. El que ha viajado ya, está acostumbrado a aceptar todo por cortesía. Sé muy bien que mi modesta conversación no podrá entretener a un hombre tan experto. FAUSTO Una mirada y una palabra tensa deleitan más que toda la sabiduría del mundo. (Le besa la mano.) MARGARITA ¡No se moleste! ¿Cómo la puede besar?, es tan fea y tan áspera. En qué no habré tenido que trabajar. Mi madre es tan estricta. (Pasan a un lado.) MARTA ¿Y usted, señor, va siempre de viaje? MEFISTÓFELES El negocio y el deber me llevan. Con qué dolor se dejan algunos lugares, y sin embargo uno no se puede detener. MARTA En los años briosos está muy bien dar vueltas por el mundo de esa manera. Sin embargo, llegan los malos tiempos, y bajar a la tumba solterón no le ha sentado bien a nadie. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 258 259 MEFISTÓFELES Lo contemplo con terror desde la lejanía. MARTA Entonces, estimado señor, decidíos mientras aún estéis a tiempo. (Pasan a un lado.) MARGARITA Sí, ojos que no ven, corazón que no siente. Usted se maneja bien con la cortesía, pero tendrá muchas amistades por ahí, y a buen seguro más inteligentes que yo. FAUSTO ¡Ah, mi preferida! Créeme, lo que se toma por inteligencia suele ser vanidad y tontería. MARGARITA ¿Cómo? FAUSTO La sencillez y la inocencia no saben apreciar su sagrado valor. No saben que la modestia y la humildad son supremos dones de la generosa naturaleza. MARGARITA Si pensarais un momento en mí, yo tendría tiempo para recordaros. FAUSTO ¿Debes estar muy sola? MARGARITA Sí, nuestra casa es pequeña, pero hemos de atenderla. No tenemos criada: he de guisar, barrer, coser, zurcir, correr desde la mañana hasta la noche, pues mi madre es muy exigente en todo. No es que tengamos que guardar mucha estrechez; mi padre nos dejó un buen capital, una casa y un huerto en las afueras. Pero ahora estoy bastante tranquila; mi hermano es soldado y está en el frente y mi hermanita está muerta. Tuve mucho trabajo con la niña, aunque me gustaría volver a pasar fatigas por ella, pues la quería mucho. FAUSTO Si se parecía a ti, sería un ángel. MARGARITA 260 Yo la crié y ella se encariñó conmigo. Nació tras la muerte de mi padre. A mi madre la dimos por perdida de tan mal como estuvo, pero se recuperó poco a poco, muy despacio. Por eso no pudo ni pensar en dar el pecho al pobre gusanito, y por eso yo sola la críe con leche y agua y ella se hizo mía. Entre mis brazos y en mi regazo se sentía a sus anchas, pateaba, fue creciendo. FAUSTO Sin duda has tenido la alegría más grande. MARGARITA Pero también horas muy difíciles. Por las noches, colocaba la cuna de la pequeña junto a mi cama y, apenas se movía, yo me despertaba. Le tenía que dar el alimento o la acostaba a mi lado. Si no se callaba, tenía que levantarme de la cama a ir meciéndola de un lado a otro del cuarto, y al amanecer iba a lavar y al mercado, y cuidaba del fuego del hogar, y así un día y otro también. Así, señor mío, no siempre se está de buen humor, pero saben mejor la comida y el sueño. (Pasan a un lado.) MARTA Las pobres mujeres lo tenemos muy mal. Es muy difícil que un soltero dé su brazo a torcer. MEFISTÓFELES Si se tratara de alguien como usted, me haría tomar el buen camino. MARTA Señor, dígame, ¿no tiene usted todavía a nadie? ¿Nadie le ha atado el corazón en ningún sitio? MEFISTÓFELES Dice el refrán: «Un lugar propio y una buena mujer son más valiosos que las perlas y el oro». MARTA Le pregunto si no tuvo nunca el deseo. MEFISTÓFELES Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 261 Siempre se me ha recibido cortésmente. MARTA Quiero decir que si nunca se ha tomado a nadie en serio. MEFISTÓFELES A las mujeres no puede uno tomarlas a broma. MARTA Ay, no me entiende. MEFISTÓFELES Lo siento de veras, pero entiendo que es usted muy amable. (Pasan a un lado.) FAUSTO Ángel mío, ¿no me reconociste cuando entré en el jardín? MARGARITA ¿No lo vi? Bajé los ojos y los cerré. FAUSTO ¿Me perdonas la libertad que me tomé?, ¿la osadía que tuve cuando salías de la catedral? MARGARITA Quedé abrumada. Nunca me había ocurrido eso. Nadie ha podido nunca decir nada malo de mí. Pensé que había visto en mis maneras algo desvergonzado e indecente. Parecía que se acercaba a tratar con una mozuela, en seguida y por las buenas. Pero he de confesarlo, no sé lo que empezó a actuar a su favor. Sólo sé que me reproché no sentir mayor hostilidad hacia usted. FAUSTO Dulce amor. MARGARITA ¡Un momento! (Arranca una margarita y le va quitando los pétalos uno tras otro.) FAUSTO ¿Qué vas a hacer con eso?, ¿un ramillete? MARGARITA No, es sólo un juego. FAUSTO ¿Cómo? MARGARITA Apártese, que se reirá de mí. (Sigue arrancando hojas y murmurando.) FAUSTO ¿Qué murmuras? MARGARITA (A media voz.) Me quiere, no me quiere. FAUSTO ¡Dulce cara angelical! MARGARITA (Continúa.) 262 Me quiere, no me quiere; me quiere, no me quiere. (Arrancando el último pétalo llena de alegría.) Me quiere. FAUSTO Sí, niña, toma la palabra de esa flor por un oráculo. Él te ama. ¿Comprendes lo que eso significa? Él te ama. (Le toma las manos en las suyas.) MARGARITA Siento un escalofrío. FAUSTO No tiembles. Deja que esta mirada y que la presión de mis manos te digan lo inexpresable: entregarse y sentir una dicha que debe ser eterna. Eterna, y su fin sería la desesperación. No debe haber ningún final, ningún final. (MARGARITA le estrecha las manos y se va corriendo. Él se queda un momento pensativo y luego la sigue.) MARTA (Llegando.) Ya está anocheciendo. MEFISTÓFELES Tenemos que marcharnos. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 263 MARTA Por mí le diría que se quedara, pero en la ciudad la gente es mala. Es como si nadie tuviera mejor ocupación que acechar los pasos del vecino. Y si uno se pone a tiro, siempre levanta habladurías. ¿Y nuestra parejita? MEFISTÓFELES Por aquel emparrado se marcharon. ¡Animadas aves veraniegas! MARTA Parece que él la quiere. MEFISTÓFELES Y ella a él. ¡Así sigue su curso el mundo! INVERNADERO EN EL JARDÍN MARGARITA (Entra de un salto, cierra la puerta con el dedo en los labios y mira por la rendija.) ¡Ya viene! FAUSTO Así me engañas, pícara. Te atrapé. (La besa.) MARGARITA (Abrazándolo y devolviéndole el beso.) Amor mío, te quiero. (Llama MEFISTÓFELES.) FAUSTO (Dando un pisotón en el suelo.) ¿Quién va? MEFISTÓFELES ¡Un buen amigo! FAUSTO Un animal. MEFISTÓFELES Ya va siendo hora de separarse. MARTA (Llegando.) Sí, ya es tarde, señor mío. FAUSTO ¿No puedo acompañarte? MARGARITA Mi madre me... Adiós. FAUSTO Entonces tengo que irme... Adiós. MARTA Adiós. MARGARITA Hasta muy pronto. 264 (FAUSTO y MEFISTÓFELES se van.) ¡Dios mío! ¿Cómo pudo un hombre así pensar en todo eso? Estoy avergonzada ante él y le digo sí a todo. Pero soy una niña pobre e ignorante. No sé lo que habrá visto en mí. (Se va.) BOSQUE Y CAVERNA FAUSTO (Solo.) Espíritu sublime, tú me has dado todo cuanto te pedí. Tú no has hecho que volviera en vano mi rostro hacia el fuego. Me has dado a la magnífica naturaleza por reino y fuerza para sentirla y disfrutarla. No sólo me concedes una visita fría y pasiva. Me permites mirar en su hondo pecho como en el pecho de un amigo. Haces pasar ante mí el conjunto de lo viviente y me enseñas a conocer a mis hermanos en las tranquilas frondas, en el aire y en el agua. Y cuando en el bosque brama y gime la tormenta, cuando los enormes pinos, agitándose, aplastan y tumban las ramas y los troncos vecinos, cuando con su caída reEste documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 265 tumba sorda y hueca la colina, tú me llevas a una segura caverna y allí me muestras a mí mismo y se me desvelan los secretos prodigios de mi corazón. Al subir ante mi núrada la suave luna, que todo lo apacigua, flotan sobre mí, por el húmedo bosque, en las laderas rocosas, formas plateadas que dulcifican el deseo de contemplación. Ah, ya noto que no hay nada perfecto para el hombre. Además de este placer que me acerca a los dioses cada vez más, me diste el compañero al que no puedo renunciar, por más que, frío y descarado, me humille ante mí mismo y, con su palabrería, reduzca a nada todos tus dones. Él atiza en mi pecho el fuego salvaje que quiere atrapar esa bella imagen. Así me tambaleo yendo del deseo al placer y, una vez en el placer, ansío el deseo. MEFISTÓFELES ¿Ya has vivido bastante este tipo de vida? ¿Cómo puede gustarte por tanto tiempo? Es bueno probar; pero después hay que volver a buscar lo nuevo. FAUSTO Preferiría que tuvieras otra cosa que hacer que molestarme en un precioso día. MEFISTÓFELES ¡Bien! ¡Con gusto te dejo descansar! No hace falta que te pongas tan serio para decírmelo. No se pierde mucho dejando a un acompañante tan ineducado, loco y melancólico como tú. ¡Ya estoy bastante ocupado el día entero! Por la cara nunca se le adivina al caballero que es lo que le gusta y que no hay que tocar. FAUSTO ¡Así es como hay que tratarte! ¡Aún quieres que te agradezca que me estorbes! MEFISTÓFELES Pobre hijo de la tierra, ¿cómo podrías haber vivido sin mí? Te he curado hace mucho tiempo de los devaneos de la imaginación y si no fuera por mí ya habrías sido barrido de la esfera terráquea. ¿Por qué vas a sentarte en las cavernas y en las grietas de las rocas como un búho?, ¿qué alimento absorbes como 266 un sapo del blando musgo y de las rocas húmedas? ¡Valiente pérdida de tiempo! Aún llevas dentro al Doctor. FAUSTO ¿Comprendes qué nueva fuerza vital me concede este caminar por el desierto? Si lo supieras serías suficientemente diabólico como para quitarme esta dicha. MEFISTÓFELES ¡Un placer sobrenatural! Tenderte en los montes por las noches, al relente; abarcar la tierra y el cielo con deleite y crecer hasta convertirse en un dios; penetrar con el impulso de un presentimiento el tuétano del mundo y sentir en el pecho los seis días de la creación; disfrutar con no sé qué orgulloso poder; fundirse con todo disfrutando de emoción y luego concluir la alta intuición (Hace un gesto.) inefable. FAUSTO ¡Qué vergüenza! MEFISTÓFELES No te place esto, entonces bien podrías decir un educado: «¡Qué vergüenza!». No se debe mencionar ante oídos castos aquello a lo que los castos corazones no pueden renunciar. Para abreviar: te dejo tu placer de engañarte de vez en cuando, pero no ha de durarte mucho tiempo. Estás otra vez a la deriva y, si sigues así, encallarás en la locura o en el miedo y el horror. Basta ya. Si tu amada entra ahí, todo le parecerá angosto y turbio. No sales de tus pensamientos y te amas sin medida. Al principio se desbordó la furia de tu amor como crece un arroyo en el deshielo, y después de verterlo en el alma, tu arroyuelo fluye tranquilo. Creo que después de ser entronizado en los bosques, el gran señor bien podría premiar por su amor a ese pobre animalito adolescente. El tiempo se le hace insoportablemente largo, se asoma a la ventana, ve las nubes sobre las antiguas murallas de su ciudad. Ella canta «¡Si yo fuera un pajarillo!» el día entero y hasta medianoche. De pronto está animada, casi siempre triste. A veces llora hasta no poder más, luego al parecer se tranquiliza y siempre está enamorada. 267 FAUSTO Ah, serpiente, serpiente. MEFISTÓFELES (Para sí.) De acuerdo, con tal que pueda atraparte... FAUSTO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 268 ¡Malvado! Aléjate y no te atrevas a pronunciar el nombre de esa bella mujer. No vuelvas a despertar en mis sentidos medio trastornados el deseo de poseer su tierno cuerpo. MEFISTÓFELES ¿Qué lograrás con esto? Ella cree que has huido y más o menos tiene razón. FAUSTO Estoy cerca de ella y, aunque estuviera lejos, no podría olvidarla ni perderla. Incluso envidio el Cuerpo de Cristo cuando al tomarlo lo roza con sus labios. MEFISTÓFELES ¡Muy bien, amigo! Yo muchas veces te he envidiado por esos mellizos que pacen entre las rosas. FAUSTO ¡Apártate!, ¡alcahuete! MEFISTÓFELES ¡Bien! Me insultas y tengo que reírme. El Dios que creó al muchacho y la muchacha reconoció como el más noble oficio buscarles la ocasión. ¡Pero menuda calamidad te espera! Tienes que ir al cuarto de tu amada, no a la muerte. FAUSTO ¿Qué gozo celestial siento entre sus brazos? Déjame que me abrigue en el calor de su pecho. ¿No siento siempre su tribulación? ¿No soy el fugitivo sin refugio, el monstruo sin objetivo ni descanso que, en cascada y de roca en roca, cae al abismo, iracundo y lleno de deseos? Y ella, a un lado, con su sensualidad infantil y apagada vivía en su chocita de los Alpes con todos los cuidados domésticos reunidos en su pequeño mundo. Y yo, el odiado de Dios, ¿no tenía suficiente con llevarme conmigo las rocas y convertirlas en escombros? ¡Tuve también que sepultar su paz! Infierno, querías este sacrificio. Demonio, acorta el tiempo de mi angustia. Lo que ha de ser, que sea ahora mismo. ¡Que su destino caiga sobre mí y ella sucumba conmigo! MEFISTÓFELES ¡Cómo vuelves a hervir y a arder de nuevo! Ve a consolarla, demente. Cuando un imbécil no ve la 269 salida, se imagina que todo ha concluido. ¡Bravo por aquel que no pierde el valor! Tú ya estás bastante endemoniado y no he visto nada más ridículo que un demonio presa de la desesperación. CUARTO DE MARGARITA MARGARITA(Sola junto a la rueca.) Se disipó mi paz, me pesa el corazón. No encuentro la calma, se perdió para siempre. Desde que no lo tengo estoy en una tumba, todo el universo lóbrego me parece. Pobrecita cabeza, estás enloqueciendo. Pobrecitos sentidos, os estáis extraviando. Se disipó mi paz, me pesa el corazón. No encuentro mi calma, se perdió para siempre. Por la ventana miro por si quiere volver. Y si salgo a la calle solamente es por él. Sus elegantes pasos, su gallarda figura, su boca cuando ríe, el poder de sus ojos, y ese fluir mágico Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 270 de sus nobles palabras, el roce de sus manos y ante todo sus besos. Se disipó mi paz, me pesa el corazón. No encuentro mi calma, se perdió para siempre. Mi único deseo es encontrarlo al fin. Si hasta él llegase y pudiera abrazarlo, y pudiera besarlo tanto como deseo, en el mar de sus besos feliz me perdería. JARDÍN DE MARTA (MARGARITA y FAUSTO.) MARGARITA Prométemelo, Enrique. FAUSTO Con todas mis fuerzas. MARGARITA Di, ¿cómo estás con la religión? Aunque eres un hombre bueno de corazón, me temo que no le das mucha importancia. FAUSTO ¡Déjalo, niña! Ves que para ti soy bueno: por mi amor doy cuerpo y sangre; no quiero sustraerle a nadie sus sentimientos ni su Iglesia. MARGARITA Eso no me gusta, se debe tener fe. FAUSTO ¿Se debe? MARGARITA Si tuviera algún poder sobre ti... No veneras los Santos Sacramentos. FAUSTO Los venero. MARGARITA 271 Jamás los pides. Hace mucho tiempo que no oyes misa ni te confiesas. ¿Crees en Dios? FAUSTO Amada niña, ¿quién puede decir: yo creo en Dios? Pregunta a los sacerdotes y doctores; su respuesta parece sólo burla de quien pregunta. MARGARITA Entonces, ¿no crees? FAUSTO ¡No me comprendas mal, mujer de tierna mirada! ¿Quién puede nombrarlo?, ¿quién puede confesar que cree en Él?, ¿quién puede percibir y quién atreverse a decir: yo no creo? El que todo lo abarca, el que todo lo sostiene, ¿nos abarca y sostiene a ti, a mí y a sí mismo? ¿No se aboveda el cielo sobre nosotros? ¿No está firme la tierra aquí debajo? ¿No se asoman, mirándonos con simpatía, las estrellas eternas? ¿No te miro a los ojos y se agolpa todo en tu corazón y en tu cabeza, flotando en un misterio eterno, visible e invisible, junto a ti? Llena tu corazón en toda su grandeza, y si tu sentimiento es de alegría, llámalo como quieras. Llámalo felicidad, corazón, amor, Dios. No tengo nombre para ello. Todo es sentimiento. Los nombres son un humo y un eco que envuelven en niebla el fuego celestial. MARGARITA Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 272 Todo eso está bastante bien y es bonito. El sacerdote dice más o menos lo mismo, pero con diferentes palabras. FAUSTO Todos los corazones lo dicen en todas partes a la luz del día. Cada cual en su lengua. ¿Por qué no yo en la mía? MARGARITA Cuando se oye eso no suena nada mal, pero hay algo que no casa del todo y es que no eres cristiano. FAUSTO ¡Niña amorosa! MARGARITA Hace tiempo que me duele verte en tal compañía. FAUSTO ¿De quién? MARGARITA Odio desde lo más profundo al hombre que te acompaña. En mi vida nada me ha dañado más el corazón que la horrible mirada de ese hombre. FAUSTO Querida muñeca, no sientas temor. MARGARITA Su presencia me agita la sangre. Con todos los demás suelo ser buena, pero lo mismo que me gusta verte, siento un terror incomprensible ante ese hombre y además me parece un bribón. ¡Que Dios me perdone si no lo juzgo bien! FAUSTO También tiene que haber gente extraña. MARGARITA ¡No me gustaría vérmelas con uno como él! En cuanto llega por la puerta tiene el mismo ademán burlón, medio encolerizado. Se le nota que no le importa nada. Lleva escrito en la cara que no puede querer a nadie. Me encuentro tan bien en tus brazos, tan libre y entregada; pero al verlo siento una opresión en mi interior. 273 FAUSTO Ángel lleno de presentimientos. MARGARITA Esta sensación se ha apoderado tanto de mí que, apenas se acerca a nosotros, empiezo a sentir que ya no te quiero. Cuando él está delante no puedo rezar y eso me devora el corazón. Te tiene que pasar lo mismo, Enrique. FAUSTO Sólo le tienes antipatía. MARGARITA Debo marcharme ya. FAUSTO ¿Jamás podré descansar una hora en tu seno, acercar pecho contra pecho y unir nuestras almas? MARGARITA Si durmiera sola, dejaría abiertos los cerrojos, pero mi madre tiene muy ligero el sueño y, si nos sorprendiera, me moriría allí mismo. FAUSTO Ángel mío, por eso no te inquietes. Aquí hay un pequeño frasco. Sólo con tres gotas en su bebida la Naturaleza la envolverá propicia en un profundo sueño. MARGARITA ¿Qué no haría por ti? Confío en que no le hará daño. FAUSTO ¿Te lo daría entonces, amada mía? MARGARITA Sólo al verte, amor mío, no sé qué me sujeta a tu voluntad; he hecho tanto por ti que no me queda casi nada por hacer. (Se va. Entra MEFISTÓFELES.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 274 MEFISTÓFELES ¿Se ha marchado ya la mona? FAUSTO ¿Has vuelto a fisgonear? MEFISTÓFELES Lo he escuchado todo con detalle. Han estado catequizando al doctor. Espero que le siente bien. Los muchachos están muy interesados en que sea piadoso y bueno a la antigua usanza. Piensan: si cede en esto, nos seguirá en todo. FAUSTO Monstruo, no comprendes que esa alma leal, enamorada y llena de fe, que es lo único que le da alegría, se atormenta y le da por creer que su amado se encuentra en perdición. MEFISTÓFELES Sensual y suprasensible galán, esa muchachita te está mangoneando. FAUSTO Grotesco engendro de fuego y escoria. MEFISTÓFELES Y de fisonomía entiende mucho. En mi presencia se siente aturdida. Mi disfraz no oculta ciertas intenciones. Ella presiente que soy un genio, o quizás el mismo demonio. Así, ¿conque esta noche?... FAUSTO ¿Y a ti que te importa? MEFISTÓFELES Yo también disfrutaré con ello. JUNTO A LA FUENTE (MARGARITA y LISA con sus cántaros.) LISA ¿Has sabido algo de Bárbara? MARGARITA ¡Ni palabra! No frecuento a mucha gente. LISA Pues Sibila me lo ha contado hoy. Ha acabado por dejarse seducir. Esto es lo que trae tanta presunción. MARGARITA 275 ¿De verdad? LISA ¡Ya huele! Ahora alimenta a dos cuando come y bebe. MARGARITA ¡Ay! LISA Así se ha llevado su merecido. Tanto tiempo colgada de aquel mozo. Muchos paseos, mucho llevarlo al baile y que ella sería en todo la primera. Siempre la convidaba a vino y pastas. Ella se regodeaba en su belleza; a la descarada no la avergonzaba aceptar regalos de él. Imagino un beso, luego una caricia, y así perdió la flor. MARGARITA ¡Pobrecilla! LISA Y la compadeces... Mientras nosotras nos quedábamos hilando y nuestra madre, de noche, no dejaba que bajáramos a la calle, ella estaba dulcemente apoyada en la puerta de su casa y luego, en el pasaje oscuro, el tiempo no se le hacía largo. Pues que se humille y haga penitencia con su sayo de perdida. MARGARITA Seguro que él la hará su esposa. LISA ¡Sería un tonto entonces! Un chico despierto todavía podría tener mucho juego en otro lugar. Por lo demás, se ha marchado. MARGARITA Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 276 Eso no está bien. LISA Aunque le atrape, le irá mal. Los mozos la despojarán de su guirnalda y las mozas le pondremos paja en la puerta MARGARITA (Volviendo a casa.) ¿Cómo podía yo antes criticar tan tranquila los pasos en falso de una pobre chica? Creía que era vergonzoso, y cuando pensaba en ello, más vergonzoso me parecía; me parecía negro. Entonces me santiguaba y me enorgullecía. Ahora yo estoy llena de ese pecado. Pero, Dios, lo que a él me llevó, era tan bueno y agradable. EN LA MURALLA (En una hornacina excavada en la muralla hay una imagen de la Mater Dolorosa con unos jarrones de flores delante.) MARGARITA (Poniendo flores frescas en los jarrones.) Tú que estás llena de dolor, inclina con piedad tu rostro hacia mí y mi sufrimiento. Con una espada atravesando tu corazón y un dolor infinito, contemplaste la muerte de tu Hijo. Tú puedes ver al Padre y le envías al Cielo suspiros de dolor por las penas de tu Hijo y los tuyos. Nadie sabe cuánto dolor siento en mi interior. Sólo tú sabes lo que atenaza mi corazón, lo que le hace temblar, lo que anhela. Adondequiera que vaya siento dolorido mi pecho. Apenas me encuentro sola, empiezo a llorar y llorar y el corazón se me va quebrando. Rocié los tiestos de mi ventana con lágrimas cuando hice este ramo. Cuando el sol estaba claro en mi cuarto, me senté en la cama para llorar mi desamparo. ¡Ayúdame! ¡Sálvame de la infamia y la muerte! Tú, que estás llena de dolor, inclina con piedad tu rostro hacia mí y mi sufrimiento. DE NOCHE (En la calle, ante la puerta de MARGARITA.) VALENTÍN (Soldado hermano de MARGARITA.) 277 Cuántas veces estuve en festines donde tantos gustan de jactarse. En ellos mis compañeros proclamaban a gritos la hermosura de sus enamoradas y se brindaba por ellas con el vaso lleno. Y yo, acodado sobre la mesa, me sentía tranquilo y, al escuchar tanta baladronada, me alisaba la barba con la mano, tomaba el vaso y decía: «Que cada cual diga lo que quiera, pero no hay nadie en todo el país como mi hermana Margarita. ¿Hay alguien que le llegue a la suela de los zapatos?» «Claro, claro», clin, clan, resonaban las copas. Unos gritaban: «Tiene mucha razón, ¡es la gloria de todas las mujeres!» Y los que presumían se callaban. Y hoy, ¡es para tirarse de los pelos!, ¡es para darse de golpes contra un muro! ¡Cualquier bribón podría avergonzarme con indirectas e insultos! ¡Tendré que sudar como un moroso ante la más mínima insinuación! Y aunque pudiera aniquilarlos a todos, no podría llamarlos mentirosos. ¿Quién va ahí? ¿Quién está fisgoneando? Si no me equivoco son dos. Si es él, lo agarraré por las solapas y no saldrá con vida de aquí. (Entran FAUSTO y MEFISTÓFELES.) Como por la ventana de la sacristía va saliendo el fulgor de la lámpara perpetua y este se va extinguiendo poco a poco mientras la oscuridad nos atrapa, mi pecho está lleno de noche. MEFISTÓFELES Pues yo me siento como el gato flaco que se desliza por la escalerilla de incendios y luego ronda silenciosamente las murallas. Me siento virtuoso: con un poco de ganas de robar y otro poco de fornicar. Ya empieza a estremecer todo mi cuerpo la maravillosa noche de WalpurgisLa Es pasado mañana. Ahí sí que se sabe bien por qué se vela. FAUSTO ¿Entretanto extraeremos el tesoro que veo refulgir allá detrás? MEFISTÓFELES Pronto tendrás el placer de sacar ese caldero. Hace poco le eché una ojeada, está llena de táleros con la efigie de un león. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 278 FAUSTO ¿Ni una alhaja, ni un anillo para adornar a mi amada? MEFISTÓFELES Me pareció ver algo semejante a un pequeño collar de perlas. FAUSTO Eso está bien, lamentaría venir a verla y no traerle un regalo. MEFISTÓFELES Tampoco le vendría nada mal gozar de alguna cosa de balde. Ahora que el cielo arde lleno de estrellas, ella oirá una auténtica obra de arte. Le cantaré una canción moral para dejarla aún más embelesada de lo que lo está. (Canta acompañándose de una cítara.) Pequeña Catalina, ¿qué haces ante la puerta de tu amor, tan temprano? ¡No cruces ese umbral! ¡No se te ocurra hacerlo! Doncella entrarás. Doncella no saldrás. Tened mucho cuidado, una vez que lo logren os dirán: «bien, adiós». Muchachas desdichadas, mantened el honor. No dejéis que os ame 279 ningún joven truhán sin antes desposarse. VALENTÍN (Adelantándose.) ¿A quién pretendes engañar? ¡Diantre! Condenado cazador de ratas. Primero mandaré al diablo el instrumento y luego mandaré al diablo al cantante. MEFISTÓFELES. La cítara está partida en dos y ya no tiene arreglo. VALENTÍN ¡Y ahora le toca a tu cabeza! MEFISTÓFELES (A FAUSTO.) Señor doctor, no ceda, ¡ánimo! ¡Venga a mi lado, que yo lo llevo! ¡Con todo su brío! Dele fuerte, que yo pararé sus golpes. VALENTÍN ¡Para este! MEFISTÓFELES ¿Por qué no? VALENTÍN ¡Y este! MEFISTÓFELES ¡Claro! VALENTÍN ¡Es como si esgrimiera el diablo! Pero ¿qué es esto? Mi brazo empieza a perder fuerza. MEFISTÓFELES (A FAUSTO.) ¡Clávaselo a fondo! VALENTÍN (Cae.) ¡Oh, dolor! MEFISTÓFELES Ya se le han bajado los humos. Pero, desaparezcamos, están gritando que ha habido un crimen y yo puedo arreglármelas bien con la policía, pero no puedo esquivar a la justicia criminal. 280 MARTA (En la ventana.) ¡ Socorro! MARGARITA (En la ventana.) ¡Luz aquí! Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 281 MARTA Se han insultado, se han gritado y se han batido en duelo. LA GENTE Aquí hay uno muerto. MARTA (Saliendo.) ¿Han escapado los asesinos? MARGARITA (Saliendo.) ¿Quién ha caído? LA GENTE El hijo de tu madre. MARGARITA ¡Dios todopoderoso! ¡Qué desgracia! VALENTÍN ¡Me estoy muriendo, sí! Se dice pronto, pero más pronto aún llega. ¿Qué hacéis ahí, mujeres, aullando y gritando? Venid y escuchadme. (Todas le rodean.) Todavía eres joven, Margarita, no tienes suficiente experiencia y no te haces bien. Ahora sólo te digo en confianza: ya que eres una ramera, sé una buena ramera. MARGARITA ¡Hermano! ¿Cómo me dices eso? Ay, Dios mío. VALENTÍN ¡No mezcles a Dios es esta farsa! A lo hecho, pecho, y sólo se podrá hacer lo que se pueda. Empezaste con uno a escondidas, pronto vendrán más y, una vez que te posean, serás de toda la ciudad. Cuando nace la infamia, entra en el mundo a hurtadillas; le ponen el velo de la noche tapándole la cara y querrían asesinarla a escondidas. Pero, luego, cuando crece y se hace grande, sale descubierta a la luz del día y entonces no se ha hecho más hermosa. Cuanto más feo es su rostro, más busca la luz del día. Ya veo llegar el tiempo en el que los buenos ciudadanos se apartarán de ti, ramera, como de un cadáver putrefacto. El corazón te temblará en el cuerpo cuando te miren a los ojos. Ya nunca llevarás cadena de oro y no podrás estar en la Iglesia ante el altar. No podrás volver a sentirte bien con tu cuello de encaje en un baile. Te esconderás en un miserable rincón con pobres y mendigos. Y, aunque luego Dios te perdone, serás maldita para siempre en este mundo. 282 MARTA ¡Pide a Dios misericordia por tu alma! ¿O prefieres cargarla de blasfemias? VALENTÍN Si pudiera golpear tu seco cuerpo, desvergonzada alcahueta, todos mis pecados obtendrían el esperado perdón. MARGARITA ¡Hermano, mío! ¡Qué pena infernal! VALENTÍN Deja ya de llorar. Cuando renunciaste a la honra, me asestaste la más fuerte puñalada en el corazón. Voy hacia Dios, pasando por el sueño de la muerte, como un valeroso soldado. (Muere.) CATEDRAL (Oficio religioso, órgano y cántico. El ESPÍRITU MALIGNO detrás de MARGARITA.) ESPÍRITU MALIGNO ¿Qué diferente era todo, Margarita, cuando llena de inocencia te acercabas al altar y balbucías oraciones de tu gastado librito? Era a medias un juego de niños, pero también a medias llevabas a Dios en el corazón. ¿Dónde está tu cabeza, Margarita? ¿Qué crimen escondes en ese corazón? ¿Ruegas por tu difunta madre, a la que tú hiciste pasar del sueño a la larga, larga pena? Y ¿de quién es la sangre en tu umbral? ¿No se mueve bajo tu corazón algo que va creciendo y se angustia y te angustia con una presencia cargada de presagios? MARGARITA ¡Ay de mí! ¡Si pudiera liberarme de los pensamientos que dan vueltas y pasan y vuelven contra mí! CORO Dies irae dies illa. Salvet saeculum in favilla. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 283 (Suena el órgano.) ESPÍRITU MALIGNO ¡La cólera te envuelve! ¡Resuena la trompeta! ¡Se agitan los sepulcros! También tu alma resurge de las cenizas y arde en un tormento flameante. ¡Ahora, resucita agitada! MARGARITA ¡Querría irme de aquí! Es como si el órgano me quitara el aliento y los cantos disolvieran mi corazón en lo más profundo. CORO Judex ergo cum sedebit quidquid latet adparebit nil inultum remanebit. MARGARITA Todo se me hace angosto. Estoy apresada por las columnas de los muros. La bóveda me aplasta. Aire, aire, que me ahogo. ESPÍRITU MALIGNO ¡Escóndete! El pecado y la vergüenza no quedan ocultos. ¿Aire? ¿Luz? Pobre de ti. CORO Quid sum miser tunc dicturus? Quem patronem rogaturus? Cum vix justus sit securus? ESPÍRITU MALIGNO Hasta los mismos santos apartan el rostro de ti. Los puros temen tenderte su mano. ¡Ay de ti! CORO Quid sum miser tunc dicturus? MARGARITA ¡Vecina!, ¡las sales! NOCHE DE WALPURGIS 284 (Cordillera del Harz. Comarca de Schierke y Elend. FAUSTO y MEFISTÓFELES.) MEFISTÓFELES ¿No quieres un palo de escoba? Yo desearía el más recio macho cabrío. Por este camino aún estamos lejos de nuestro destino. FAUSTO Mientras sienta fuerza en mis piernas, este bastón nudoso será suficiente. ¿De qué sirve abreviar este camino? Cruzar el laberinto de los valles para escalar después estos peñascos de donde brota en manantial la eterna fuente. El placer anima esta senda. La primavera flota sobre los abedules y ya los pinos la empiezan a sentir. ¿No tonificará entonces nuestros miembros? MEFISTÓFELES La verdad, no noto nada de eso. En mi cuerpo es invierno, y desearía nieve y escarcha a mi paso. ¡Qué triste se eleva el imperfecto disco de la encarnada luna con su fulgor tardío! Brilla tan poco que a cada paso tropezamos con árboles y rocas. Permíteme que llame a un fuego fatuo. Ahí veo que centellea juguetón. ¡Eh, amigo!, ¿vendrías con nosotros? ¿Qué haces ahí brillando inútilmente? Sé amable e ilumina nuestra ascensión. FUEGO FATUO Espero, por respeto, ser capaz de dominar mi frívola naturaleza. Nuestro camino suele ir en zigzag. MEFISTÓFELES Ay, este quiere imitar a los hombres. Anda derecho, en nombre del Diablo, o soplo y extingo tu trémula vida. FUEGO FATUO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 285 Ya veo que eres el señor de nuestra casa y con gusto me ajustaré a lo que dices. Pero tened en cuenta que el monte está lleno de hechizos y, si os ha de guiar el paso un fuego fatuo, no podéis ser muy exigentes con él. FAUSTO, MEFISTÓFELES y el FUEGO FATUO (cantan alternativamente las estrofas.) En las esferas del sueño y la magia, al parecer, estamos penetrando. Guíanos bien y hónrate en la empresa, para que, avanzando, lleguemos pronto a esos parajes amplios y desiertos. Mira qué rápido atrás dejamos un árbol tras otro en nuestro paseo y cómo las rocas nos reverencian y las largas narices de las peñas hacen sonar con fuerza sus ronquidos . A través de las piedras y praderas bajan rápidos río y arroyo. ¿Escuchas su rumor?, ¿tal vez su canto? ¿Escuchas tiernas quejas de amor, resuenan esos días celestiales? ¡Toda nuestra esperanza y amor! Y como en aquella vieja leyenda otra vez se hace escuchar el eco. Uju, suju, se escuchan más y más al grajo, la lechuza y la avefría. ¿Han permanecido todos en vela? ¿Está la salamandra en los matojos? ¡Qué largas patas y qué grande el vientre! Las raíces, como si fueran sierpes, se retuercen por arenas y rocas y extienden sus fabulosos brazos para asustarnos y apresarnos. Desde tupidos nudos animados, estiran sus tentáculos de pólipo contra el caminante. Y los ratones forman un abigarrado ejército y marchan por el musgo y la pradera. Las luciérnagas vuelan por el aire 286 y su compañía nos desorienta. Pero, ¿es que debemos detenernos?, ¿no habrá más bien que continuar? Todo parece girar y girar. Rocas y árboles hacen gestos, mientras los juguetones fuegos fatuos siguen creciendo y multiplicándose. MEFISTÓFELES Agárrate bien a mi capa. Hemos llegado a la mitad de la subida a la cumbre. Aquí verás con sorpresa cómo en el monte fulge incandescente Mammón. FAUSTO Qué extraño resplandor despide, desde el fondo, esa turbia luz de la aurora. El fulgor llega retumbando hasta la profunda garganta del abismo. Por aquí sube el vapor, por allí se espesa el vaho, y de la bruma y su velo surge un fuego incandescente que luego brota como un manantial. Por allí serpentea un largo trecho con cien venas cruzando todo el valle, y aquí, en el augusto rincón, se queda aislado de una vez. Entonces las chispas centellean en sus proximidades, como arena dorada llevada por el viento. Y ¡mira!, en toda su altura se incendia esa pared de roca. MEFISTÓFELES Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 287 ¿Acaso no adorna con todo boato el señor Mammón su palacio para la fiesta? Suerte que lo hayas visto, ya presiento que llegan los fogosos invitados. FAUSTO ¡Qué rápido vuela la novia del viento por el aire! ¡Qué fuertes golpes me da en la nuca! MEFISTÓFELES Agárrate a las viejas grietas de las rocas o te arrojará en esta garganta, que será tu tumba. La niebla hace densa la noche. ¡Oye cómo se estremece el bosque! Los búhos huyen espantados. Oye cómo se astillan las columnas del eterno palacio de verdor, cómo las ramas gimen y se rompen, cómo los troncos retumban, poderosos, y las raíces crujen y bostezan. En impresionante y confusa caída, los árboles ceden agolpándose unos contra otros, y apenas permiten que se filtre el viento, que silba y aúlla al pasar por los atestados barrancos. ¿No oyes voces en las alturas, que suenan aquí lejos y allá cerca? Sí, a lo largo de todo el monte, truena iracundo un ensalmo. LAS BRUJAS (A Coro.) Las brujas suben al Brocken, la mies es verde y el rastrojo amarillo. Allí está reunido el gran montón y el señor Urián está sentado encima. Todo va a pedir de boca. ¡Que suelte cuescos la bruja! ¡Que hieda el macho cabrío! UNA VOZ Allí viene sola la vieja Baubo a lomos de una cerda madre. CORO Honor, pues, a quien merece los honores. Señora Baubo, adelantaos y guiadnos. Una cerda ejemplar, la madre encima y el ejércirto de brujas detrás. UNA VOZ ¿Por dónde habéis venido? OTRA VOZ Por el Ilsen. Allí vi al búho en su nido. ¡Qué mirada tenía! UNA VOZ ¡Vete al infierno! ¿Por qué vas cabalgando tan de prisa? OTRA VOZ Aquella me dio un arañazo. Mira las heridas. 288 BRUJAS (A coro.) El camino es ancho y largo. ¿Por qué esa prisa sin sentido? ¡Que la horquilla pinche!, ¡que la escoba desgarre! ¡Que el niño se ahogue!; ¡que el útero reviente! BRUJOS (En semicoro.) Vamos lentos como caracoles. Las mujeres van todas delante, pues en el camino a la mansión del mal, las mujeres nos llevan miles de pasos de ventaja. EL OTRO SEMICORO No nos tomemos esto muy en serio, ya que lo que consigue la mujer con mil pasos, cuando puede apresurarse, lo consigue el hombre de un salto. UNA VOZ (Desde arriba.) ¡Venid aquí! ¡Salid de ese mar de rocas! VOCES (Desde abajo.) Querríamos acompañaros a las alturas. Nos lavamos y quedamos blancos y relucientes, pero estamos para siempre estériles. AMBOS COROS Calla el viento, la estrella huye, la nebulosa luna se oculta. El coro mágico despide miles de pavesas. VOZ (Desde abajo.) ¡Alto!, ¡alto! VOZ (Desde arriba.) ¿Quién llama desde la hendidura de las rocas? VOZ (Desde abajo.) ¡Llevadme con vosotros! Hace trescientos años que subo y nunca puedo alcanzar la cima. Con lo feliz que estaría con mis semejantes. AMBOS COROS Con la escoba, con el bastón, con la horquilla y con el cabrón. El que hoy no pueda subir aquí es hombre perdido para siempre. MEDIO-BRUJA Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 289 Las persigo desde hace mucho tiempo. ¡Qué lejos están las otras! En casa no dejo de afanarme y, sin embargo, no las alcanzo. CORO DE LAS BRUJAS El ungüento da bríos a las brujas, para hacer una vela es suficiente con un harapo. Cualquier artesa sirve de barco. ¡Que no vuele nunca el que no vuele hoy! AMBOS COROS Y cuando vayamos llegando a la cumbre, nos arrastraremos por el suelo y llenaréis la pradera a lo largo y a lo ancho con vuestro pulular brujeril. (Se echan por el suelo.) MEFISTÓFELES ¡Qué choques!, ¡qué empujones, qué sonsonete! ¡Qué chispas, qué hedor, qué brillo, qué ardor! Esta es la auténtica brujería. Pero agárrate a mí, que no nos separen. ¿Dónde estás? FAUSTO (Lejos.) ¡Aquí! MEFISTÓFELES ¿Qué? ¿Ya te han arrastrado hasta allí? Haré uso de mis derechos de dueño. ¡Abrid paso!, que va el Hacendado Voland, ¡paso!, ¡dulce plebe!, ¡paso! Venga, Doctor, y en un momento nos escaparemos de este tumulto, es demasiado loco incluso para uno de mi género. Allí brilla algo con extraño fulgor que me atrae hacia aquellos matorrales. ¡Ven!, ¡ven! Entraremos con disimulo. FAUSTO ¡Oh, espíritu de la contradicción! De acuerdo, puedes guiarme; pero no me parece bien haber hecho la peregrinación al Brocken en la noche de Walpurgis para aislarnos ahora por nuestra cuenta. MEFISTÓFELES Pues ¡mira qué colorido de llamas! Se ha reunido un animado club. En la intimidad nunca se está solo. FAUSTO Pero preferiría estar ahí arriba. Allí veo alzarse el fulgor y el humo, allí la multitud se agolpa yendo hacia el Maligno y se deben resolver muchos enigmas. 290 MEFISTÓFELES Pero también se formarán otros nuevos. Deja que el mundo se desquicie y agite; nos quedaremos aquí en sosiego. Está establecido ya hace mucho que pequeños mundos se creen en el grande. Allí veo jóvenes brujitas desnudas y otras viejas que se cubren con astucia. Al menos por mí, sed simpáticas; a poco que os esforcéis será grande el placer. Pero escucho el tañer de instrumentos. ¡Maldito ruido! Habrá que acostumbrarse. ¡Ven conmigo!, ¡ven! No hay más remedio. Te llevaré conmigo, te presentaré y harás nuevos lazos. ¿Qué te parece, amigo? Esta explanada no es pequeña. Mira, apenas se ve el fin. Hay cien hogueras ardiendo en fila; se baila, se hacen chanzas, se cocina, se bebe, se ama... Dinos si puede haber algo mejor. FAUSTO Y para introducirme, ¿te presentarás como demonio o como mago? MEFISTÓFELES Estoy acostumbrado a ir de incógnito. Mas el día de gala hay que poner las condecoraciones. No me adorna la Jarretierra, pero el pie de caballo encuentra aquí todos los honores. ¿Ves ese caracol? Viene despacio, mas con sus cuernos ha visto y olido algo especial en mí. Aunque quisiera, no puedo negarme aquí. Ven, vamos del fuego hacia el fuego. Tú serás el galán y yo tu valedor. (A unos que están sentados junto a unas ascuas mortecinas.) ¿Qué hacéis aquí, dignos ancianos? Sería mejor que os sentarais en el centro, en medio de la disipación juvenil; ya tiene cada uno suficiente soledad en su casa. GENERAL ¿Quién se puede fiar de las naciones, por mucho que por ellas se haya hecho? Pues, para el pueblo como para la mujeres, la juventud tiene preferencia. MINISTRO Ya estamos demasiado lejos de la Justicia. Celebro a los buenos veteranos, pues, cuando mandábamos en todo, estábamos en la auténtica Edad de Oro. ADVENEDIZO 291 Pues nosotros tampoco fuimos tontos, aunque a menudo hicimos lo que no debíamos; pero ahora todo está cambiando, justo cuando esperábamos agarrarlo con firmeza. AUTOR ¿Quién querría leer hoy un escrito de contenido más o menos perspicaz? Y por lo que a los jóvenes respecta, nunca fueron tan sabihondos. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 292 MEFISTÓFELES (Que de repente parece muy viejo.) Veo que están preparados para el Juicio Final. Como es el último día que escalo el monte de las brujas y, puesto que de mi barril sólo mana vino turbio, me parece que el mundo también está tocando fondo. BRUJA REVENDEDORA ¡Señores míos, no pasen de largo! ¡No dejen escapar la ocasión! Miren con atención mis mercancías, hay cosas muy variadas y, con todo, nada en este puesto deja de estar relacionado con objetos que alguna vez hayan contribuido al daño de los hombres. Ni un puñal que no haya hecho derramar sangre, ni una copa que no haya vaciado en un cuerpo un veneno ardiente y degenerativo, ni una joya que no haya seducido a una mujer adorable, ni una espada que no haya quebrantado algún acuerdo y herido por la espalda a un adversario. MEFISTÓFELES ¡Querida tía!, comprendéis mal el tiempo. Lo pasado, pasado está: dedicaos a las novedades, sólo las novedades saben atraernos. FAUSTO ¡Que no pierda aquí el sentido! ¡Esto sí que es una feria! MEFISTÓFELES El remolino entero asciende. Tú crees que empujas y en realidad eres empujado. FAUSTO ¿Ese quién es? MEFISTÓFELES Obsérvala bien. Es Lilith. FAUSTO ¿Quién? MEFISTÓFELES La primera mujer de Adán. Cuídate de su bonita melena, la única joya que la adorna. Una vez que atrapa a un joven con esta, no logra escapar fácilmente. FAUSTO Allí hay dos sentadas. La vieja con la joven. ¡Seguro que ya han brincado mucho! MEFISTÓFELES Estas hoy no podrán tener reposo. Empieza un nuevo baile, ¡ven, unámonos! 293 FAUSTO (Bailando con la joven.) Una vez tuve un sueño muy hermoso. Ante mis ojos había un manzano, dos bellas manzanas resplandecían, me atrajeron y decidí subir. LA BELLA A ellas les gustan las manzanas desde el paraíso terrenal. Me siento conmovida de alegría, pues en mi huerto crece esa fruta. MEFISTÓFELES Una vez tuve un sueño tenebroso, ante mis ojos, un árbol reseco tenía una [enorme hendidura]. A pesar de su [anchura] me gustó. LA VIEJA Brindo mis respetuosos saludos al caballero del pie de caballo. Que tenga preparado [su tapón] si no tiene miedo [al gran agujero]. PROCTOFANTASMISTA ¡Maldita ralea! ¿Qué decís aquí? ¿No se ha demostrado ya hace tiempo que un espíritu no puede andar sobre pies ordinarios? Y no obstante bailáis como nosotros. LA BELLA (Bailando.) ¿Qué quiere este en nuestro baile? FAUSTO (Bailando.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 294 ¡Sí, a este se le encuentra en todas partes! Él ha de juzgar lo que otros bailan y si no se ha mofado de cada paso, es como si ese paso no hubiera sido dado. Lo que más le molesta es que avancemos. Si os apetece dar vueltas como él, en su propio círculo, como en su viejo molino, él dirá en cualquier caso que está bien y si le saludáis mientras, mejor PROCTOFANTASMISTA ¡Seguís ahí! ¡Esto es inaudito! ¡Desapareced de aquí! ¡Ya lo hemos aclarado! A estos demonios les dan igual las reglas; aunque somos sensatos, hay duendes en Tegel. ¡Cuánto tiempo hemos estado luchando contra la locura y nunca conseguimos que esté todo limpio! ¡Es inaudito! LA BELLA Pues deje ya de molestarnos. PROCTOFANTASMISTA Os lo digo a la cara, espíritus. No acepto el despotismo de los espíritus: mi espíritu no puede instruirlos ni adiestrarlos. (Siguen bailando.) Hoy veo que no voy a conseguir nada, pero llevo siempre conmigo un Viaje, y espero, antes de dar mi último paso, someter a demonios y poetas. MEFISTÓFELES Se sentará en seguida en un pantano, es su mejor modo de solazarse, y cuando las sanguijuelas se relaman en sus posaderas, se curará de los espíritus y del espíritu. (A FAUSTO, que ha salido del baile.) ¿Por qué dejas marchar a esa muchacha que tan seductoramente te cantaba durante la danza? FAUSTO Ay, en mitad del canto le saltó un ratoncillo rojo de la boca. MEFISTÓFELES ¡Bien está eso! No hay que tomárselo tan a pecho. Basta con que el ratón no fuera gris. ¿Quién se fija en eso en la hora del idilio? FAUSTO ¿Allí veo...? MEFISTÓFELES ¿Qué? 295 FAUSTO Mefisto, ¿ves allí a una bella niña de tez pálida, sola y en la lejanía? Parece andar muy despacio, parece no mover los pies. Debo confesar que me parece igual que mi buena Margarita. MEFISTÓFELES ¡Déjalo estar! ¡Eso no le sienta bien a nadie! Es una imagen de hechizo; no tiene vida, es un ídolo. No es bueno encontrarse con ella. Su mirada estática paraliza la sangre del hombre y pronto quedan convertidos en piedra; tú ya has oído hablar de Medusa. FAUSTO Es verdad, parecen los ojos de una muerta que una mano cariñosa no cerró. Pero este es el pecho que me ofreció Margarita, este es el dulce cuerpo que gocé. MEFISTÓFELES Es un hechizo, hombre fácil de engañar. Todos creen querer a su amada. FAUSTO ¡Qué delicia!, ¡qué sufrimiento! No puedo separarme de sus ojos; pero qué extraño que aquel hermoso cuello sea adornado por una sola cadenita roja, no más ancha que el corte de un cuchillo. MEFISTÓFELES Cierto, también lo veo. Igual podría pasear la cabeza bajo el brazo, porque Perseo se la cortó... Pero siempre tendrás este afán imaginativo. Sube por la pequeña colina; allí hay tanta diversión como en el Prater. Y si yo no estoy hechizado también, veo allí un teatro. ¿Qué representan? SERVIBILIS Ahora mismo comenzamos. Una nueva obra. La nueva obra de un serie de siete. Aquí es costumbre ser tan generoso. La ha escrito un aficionado y la representan aficionados. Perdónenme, señores, me retiro. Mi afición es levantar el telón. MEFISTÓFELES ¡Me place encontrarle en el Blocksberg! Pues este es el lugar que le corresponde. SUEÑO DE LA NOCHE DE WALPURGIS O BODAS DE ORO DE OBERÓN Y TITANIA 296 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 297 Intermezzo EMPRESARIO Descansemos por hoy, valerosos hijos de Mieding. El alto monte y el húmedo valle serán todo nuestro escenario. HERALDO Si han de ser bodas de oro, tienen que haber pasado cincuenta años; pero acabemos con la polémica, me gusta el dorado. OBERÓN Estad allá donde yo esté, espíritus, y en esta hora se mostrará cómo el rey y la reina renuevan sus lazos. PUCK Aquí viene Puck y da vueltas y arrastra sus pies hacia el baile. Otros cien lo siguen para divertirse con él. ARIEL Ariel entona el canto con su son celeste y puro. Su canto anima a muchachas feas y también atrae a las bellas. OBERÓN Aprended de nosotros dos, cónyuges que queréis vivir en armonía. Para que dos se amen, basta con separarlos. TITANIA Si el hombre gruñe y la mujer grita, cogedlos con rapidez. Llevadla a ella al Mediodía y a él al confín del Norte. ORQUESTA TUTTI (Fortissimo. ) Ahí están las moscas con sus trompas y los mosquitos con sus aguijones y todos sus parientes. ¡Rana entre las hojas caídas y grillo entre la hierba, tampoco perdáis el compás. ¡He ahí los músicos! SOLO Mirad, viene la gaita, es la burbuja de jabón. Escuchad el tururú que sale de su chata nariz. ESPÍRITU (Que se está empezando a formar.) 298 ¡Dadle patas de araña, panza de batracio y alitas al duendecito! Aunque no hay un animal similar, sí hay un pequeño poema. UNA PAREJITA Gran salto y paso corto entre aromas, y un rocío con olor a miel. Aunque tus pasos son suficientes para mí, no consigo volar. VIAJERO CURIOSO ¿No es esta la mofa de una mascarada? Si he de dar crédito a mis ojos, aquí veo a Oberón, el hermoso dios. ORTODOXO No tiene garras, no tiene rabo!, pero no hay duda. Al igual que existen los dioses griegos, existe el diablo. ARTISTA NÓRDICO Lo que percibo hoy sólo está en boceto, pero estoy preparándome para mi viaje a Italia. PURISTA Mi desdicha me trae aquí. ¡Qué putrefacción reina en este lugar! De entre todo este ejército de brujas, sólo hay dos que van empolvadas. BRUJA JOVEN Los polvos de maquillaje, lo mismo que los mantos, son para las ancianitas, yo voy desnuda sobre mi macho cabrío enseñando mi macizo cuerpecito. MATRONA Tenemos modales demasiado buenos como para empezar a ponernos de morros, pero espero que, lo mismo que hoy estás tierna y joven, un día te pudrirás. DIRECTOR DEL CORO Trompas de moscas y aguijones de mosquito, no vayáis en enjambre contra la desnuda. ¡Rana entre las hojas caídas y grillo entre la hierba, tampoco perdáis el compás! VELETA (Girando a un lado.) Esta es la mejor compañía posible. ¡Novias auténticamente puras! Los muchachos también, uno por uno, son de mucho porvenir. (Al otro lado.) Si no se abre el suelo para tragárselos a todos, saltaré frenética en el infiemo. 299 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 300 XENIAS Somos como insectos, vamos en pequeñas bandadas, vamos con nuestros aguijones preparados para honrar, según sus merecimientos, a nuestro padre, Satán. HENNINGS Mirad cómo bromean ingenuamente, con las filas apretadas. Al final dirán que tienen buen corazón. MUSAGETA Me gusta mucho perderme en el tropel de las brujas, pues seguro que podría conducirlas mejor que las musas. CI-DEVANT, GENIO DE LA ÉPOCA Con la gente honrada siempre se llega a algo. Ven, agárrate a mis faldas. Tanto el Blocksberg como el Parnaso alemán tienen una cumbre amplia. VIAJERO CURIOSO Decidme, ¿quién es ese hombre tan estricto? Anda con paso muy altivo. Va buscando lo que pueda encontrar. ¡Va tras la pista de jesuitas! GRULLA Me gusta pescar en agua clara y también en la revuelta; por eso veis a ese hombre piadoso mezclándose con demonios. HIJO DEL MUNDO Sí, para los piadosos, creedme, todo es un buen instrumento. Incluso en el Blocksberg han hecho conventículos. BAILARÍN ¿Viene un nuevo coro? ¡Oigo tambores lejanos! ¡Tranquilos!, es el ruido del viento en las cañas. MAESTRO DE BAILE ¡Cómo mueve los pies a todos! Cada uno hace lo que puede. El flaco salta, el gordo brinca. Nadie pregunta qué parece. VIOLINISTA 301 Es odioso ese grupo de andrajosos. A uno le gustaría darse un descanso. Es como si la gaita los reuniera a todos, como hacía la lira de Orfeo con las bestias. DOGMÁTICO No dejo que me extravíen con gritos, ni con críticas, ni con dudas. Pese a todo, el demonio ha de ser algo, pues ¿cómo si no va a haber demonios? IDEALISTA La fantasía tiene esta vez demasiado poder sobre mis sentidos. Cierto, si lo soy todo, hoy soy un loco. REALISTA Me atormenta ese ser y me siento muy apenado. Por primera vez me tambaleo sobre mis pies. SUPERNATURALISTA Aquí estoy, divirtiéndome mucho y disfrutando con estos; de la existencia de los demonios puedo deducir la de los buenos espíritus. ESCÉPTICO Siguen la estela de las llamas y se creen cerca de tesoros. Duda sólo rima con demonio, por eso este es mi lugar. DIRECTOR DEL CORO Rana entre las hojas caídas, grillo entre la hierba, malditos dilettantes. Trompas de moscas y aguijones de mosquitos, sois auténticos músicos callejeros. LOS HÁBILES Sanssouci es el nombre del tropel de alegres criaturas. Si ya no podemos ir de pie, iremos de cabeza. LOSINEPTOS Antes disfrutábamos de buenos bocados, pero hoy, Dios nos ayude, nuestros zapatos de bailar están gastados y vamos con los pies descalzos. LOS FUEGOS FATUOS Venimos del pantano de donde surgimos, pero aquí nos parecemos a esos brillantes galanes. ESTRELLA ERRANTE 302 Desde las alturas he caído con fulgor de estrella y de fuego y quí estoy tendida en la tierra. ¿Quién me ayuda a ponerme en pie? LAS MASAS Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 303 ¡Dejad sitio!, ¡abrid paso!, ¡que se inclinen las hierbas! Ahora vienen los espíritus, pero tienen miembros pesados. PUCK No avancéis con esa torpeza de crías de elefante. ¡Que hoy sea el más tosco de todos, el más macizo, el mismísimo Puck! ARIEL Como la naturaleza amable y el espíritu os dieron alas, seguid mi leve rastro hasta la colina de las rosas. ORQUESTA (Pianissimo.) Las nubes y la niebla van aclarando. Viento en las hojas y entre las cañas. Todo se desvanece. DÍA NUBLADO. CAMPO (FAUSTO, MEFISTÓFELES.) FAUSTO ¡En la miseria! ¡Desesperada! Tristemente errante por el mundo durante mucho tiempo, y ahora presa, esa dulce e infeliz criatura encerrada como una criminal en una prisión y sometida a horribles tormentos. Hasta ahí ha llegado, hasta ahí. Espíritu traicionero e indigno, me lo has ocultado. Quédate ahí. Sí, revuelve con rabia reconcentrada tus diabólicos ojos en sus órbitas. Sí, quédate y espántame con tu insoportable presencia. ¡Está prisionera! ¡Está sumida en una desgracia irreparable! Está abandonada a los espíritus malignos y a la implacable justicia humana. Y tú, mientras, me llevas a degeneradas distracciones, me ocultas su miseria cada vez mayor y dejas que se pierda sin que nadie la socorra. MEFISTÓFELES ¡No es la primera! FAUSTO Pero, ¡monstruo abominable! ¡Oh espíritu infinito, devuélvele, devuélvele a este gusano su figura perruna, esa que tenía cuando por la noche le gustaba correr delante de mí y meterse entre los pies del 304 inofensivo caminante para echarse sobre su espalda cuando cayera! Devuélvele su forma predilecta para que se retuerza ante mí, con su vientre sobre el polvo, y pueda aplastarle con el pie de este condenado. «¡No es la primera!» Desgracia, desgracia que ningún alma humana puede comprender: que exista más de una criatura que se haya sumido en esa desgracia; que no bastara que la primera se retorciera ante los ojos del Eterno Redentor para expiar la culpa de todas las demás. La vida se me consume hasta el tuétano de los huesos sólo con ver el destino de esta, y tú te regodeas haciendo muecas al ver el destino de miles. MEFISTÓFELES Ya hemos llegado al límite de nuestro talento, al lugar en el que los hombres perdéis el sentido. ¿Por qué quieres mi compañía si no eres capaz de soportarla? ¿Quieres volver y el vértigo te hace sentirte inseguro? ¿Fui yo el que me acerqué a ti o tú a mí? FAUSTO ¡No rechines contra mí tus dientes voraces! ¡Me repugna! Gran y magnífico Espíritu que te dignaste aparecer ante mí, que conoces mi corazón y mi alma, ¿por qué me has encadenado a este vergonzoso compañero que se complace en el daño y se recrea en la perdición? MEFISTÓFELES ¿Has terminado? FAUSTO ¡Sálvala o ay de ti! Que caiga sobre ti la más nefasta maldición a través de los siglos. MEFISTÓFELES Yo no puedo soltar las cadenas que ha puesto el Vengador. No puedo descorrer sus cerrojos. Sálvala. ¿Quién fue el que la llevo a la perdición?, ¿yo o tú? (FAUSTO mira en torno a sí, perturbado.) ¿Te gustaría echar mano de los truenos? ¡Menos mal que no se os ha concedido eso a los miserables mortales! Hacer pedazos al inocente que se tiene delante es vuestra tiránica costumbre para buscar alivio en la confusión. 305 FAUSTO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 306 Llévame allí. Ella tiene que quedar libre. MEFISTÓFELES ¿Y el peligro al que te vas a exponer? Recuerda que aún tienes pendiente en la ciudad un delito de sangre, recuerda que por el lugar del crimen flotan espíritus vengadores que están al acecho esperando la llegada del asesino. FAUSTO ¿Y tú me lo dices? ¡Que caiga sobre ti el crimen y la muerte del mundo entero, monstruo! Te digo que me lleves allí y la salves. MEFISTÓFELES Te llevaré, y escucha lo que puedo hacer. ¿Acaso tengo poder sobre el cielo y la tierra? Envolveré en niebla el sentido del carcelero; ¡apodérate de las llaves y sácala tú con manos humanas! Yo vigilaré. Los caballos encantados estarán dispuestos y os ayudarán a huir. Eso es lo que puedo hacer. FAUSTO ¡Vamos allá! POR LA NOCHE. LLANURA (FAUSTO y MEFISTÓFELES montados en caballos negros.) FAUSTO ¿Qué están haciendo en ese patíbulo? MEFISTÓFELES No sé lo que están cocinando. FAUSTO Suben, bajan, se inclinan y se agachan. MEFISTÓFELES Es una reunión de brujas. FAUSTO Hacen libaciones y conjuros. MEFISTÓFELES ¡Adelante!, ¡adelante! PRISIÓN FAUSTO (Con un manojo de llaves y una lámpara, delante de una puertecita de hierro.) 307 Se ha apoderado de mí un terror fuera de lo común. Sufro en este instante toda la miseria de la humanidad. Aquí está ella, tras estos muros húmedos, y todo su crimen fue un dulce desvarío. Vacilas en llegar a su presencia; temes volver a verla. Pero, adelante. Tu vacilación hace avanzar a la muerte. (Toma el candado y dentro se oye cantar.) MARGARITA La puta de mi madre fue la que me mató y mi padre, el pícaro, luego me devoró. Mi pequeña hermanita mis huesos enterró en húmedo lugar. Me convertí en un pájaro. Mírame cómo vuelo. FAUSTO (Abriendo.) No presiente que su amado la está escuchando ni oye el chirriar de las cadenas y el crujir de la paja. (Entra.) MARGARITA (Escondiéndose en el camastro.) Ay, ya viene. ¡Amarga muerte! FAUSTO (En voz baja.) Tranquila, tranquila, vengo a liberarte. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 308 MARGARITA (Retorciéndose ante él.) Si eres hombre, siente mi desgracia. FAUSTO Vas a despertar al vigilante. (Toma las cadenas para quitárselas.) MARGARITA (De rodillas.) ¿Quién te ha dado ese poder sobre mí, verdugo? Ya a medianoche vienes a llevarme. Ten piedad de mí y déjame vivir. ¿No es mañana lo bastante pronto? (Se incorpora.) ¡Soy tan joven!, ¡tan joven! Y tengo que morir. Fui también bella y esa fue mi perdición. Mi amigo estuvo cerca y ahora está lejos. La guirnalda está destrozada y desperdigadas están las flores. ¡No me agarres con tanta fuerza! ¡Trátame con cuidado! ¡Qué te he hecho! No me hagas que te suplique inútilmente. No te he visto en mi vida. FAUSTO ¿Podré soportar tanto dolor? MARGARITA Ahora estoy en tu poder. Pero déjame darle el pecho al niño. Toda la noche he estado acariciándolo: me lo quitaron para hacerme daño y ahora dicen que lo he matado yo. Nunca volveré a estar alegre. Me cantan cancioncillas, ¡qué mala es la gente! Así es como acaba un viejo cuento... ¿Quién les manda contarlo? FAUSTO (Arrodillándose.) A tus pies hay un hombre que te quiere, que viene a librarte del dolor. MARGARITA (Se arrodilla a su lado.) ¡De rodillas, recemos a los santos! Mira, debajo de esos escalones, pasado el umbral, brilla el fuego del infierno. El Maligno prorrumpe en estruendo con espantosa cólera. FAUSTO (En voz alta.) ¡Margarita!, ¡Margarita! MARGARITA (Con atención.) ¡Esa era la voz de aquel amigo! (Se pone en pie de un salto. Caen las cadenas sueltas.) ¿Dónde está? Lo he oído llamarme. Soy libre. Nadie habrá de sujetarme. Iré volando a abrazarlo y descansaré junto a 309 su pecho. Me ha llamado. «¡Margarita!» Y estaba en el umbral. Entre los aullidos y el crepitar del infierno, a pesar de las burlas y las muecas de los diablos, reconozco el dulce y amoroso sonido. FAUSTO Soy yo. MARGARITA ¡Tú, eres tú! ¡Dilo otra vez! (Abrazándole.) ¡Es él! ¡Es él! ¿Adónde se han ido todas las penas? ¿Adónde el miedo de la cárcel y los hierros? ¡Eres tú y has venido a salvarme! ¡Estoy salvada! Otra vez vuelve a estar ante mí la calle donde te vi por primera vez y el jardín alegre donde Marta y yo te esperábamos. FAUSTO (Intentando llevársela.) ¡Ven conmigo! MARGARITA ¡Oh, espera!, pues mientras estoy contigo, me encuentro muy bien. (Acariciándolo.) FAUSTO ¡Date prisa! Si no, lo pagaremos caro. MARGARITA ¿Cómo? ¿No puedes ya besarme? Hace tan poco tiempo que te marchaste y ya no sabes besarme. ¿Por qué tengo tanto miedo abrazada a ti, cuando antes tus palabras me llevaban al cielo y me besabas como si quisieras ahogarme? Bésame o te besaré yo. (Lo abraza.) Pobre de mí, tus labios están fríos, están mudos. ¿Dónde quedó tu amor? ¿Quién me lo ha quitado? (Le vuelve la espalda.) FAUSTO ¡Venga! Sígueme, amor mío. Ten valor. Te querré con un fuego mil veces más ardiente, pero ahora sígueme, te lo suplico. MARGARITA (Dándole otra vez la cara.) ¿Y entonces eres tú? ¿Eres tú de veras? FAUSTO Sí soy yo. Ven conmigo. MARGARITA Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 310 311 Has roto las cadenas y me estrechas de nuevo contra tu pecho. ¿Cómo es que no tienes miedo de mí? ¿Sabes, amigo, a quién estás liberando? FAUSTO ¡Ven! Que ya la oscuridad de la noche empieza a disiparse. MARGARITA He matado a mi madre. He ahogado a mi hijo. ¿No era un don tuyo y mío? ¡También tuyo! ¡Eres tú! Apenas puedo creerlo. Dame tu mano. Esto no es un sueño. ¡Tu mano querida! Pero... está húmeda. ¡Sécatela! Me parece que hay sangre en ella. Ah, Dios mío, qué has hecho. Guarda ya tu daga, te lo suplico. FAUSTO Lo pasado, pasado está. No me mates. MARGARITA No, debes seguir vivo. Te diré cómo serán las sepulturas que deberás cuidar a partir de mañana. Para mi madre debe ser la mejor y a su lado mi hermano. Yo debo estar un poco aparte y junto a mi seno derecho, el pequeño. ¡Nadie más yacerá junto a mí! Unirme a ti fue una tierna alegría. Pero ya no lo consigo, parece como si tuviera que forzarme para ir hacia ti y tú me rechazaras, aunque sigues siendo tú tan bueno y tan noble. FAUSTO Si me ves así, ven conmigo. MARGARITA ¿Fuera? FAUSTO Sí, a la libertad. MARGARITA Fuera está la tumba y la muerte nos aguarda, vamos. Vayamos de aquí al lecho eterno y no demos ni un paso más. ¿Vas entonces? Oh, Enrique, voy contigo. FAUSTO ¿Puedes? Pues ven, la puerta está abierta. MARGARITA 312 No puedo, para mí ya no hay esperanza. ¿Para qué huir? Me acecharán. Es tan horrible tener que mendigar, y además con remordimiento de conciencia. Es terrible vagar por tierra extraña, y me apresarán de todos modos. FAUSTO Entonces me quedaré contigo. MARGARITA ¡Huye!, ¡huye! Salva a tu pobre hijo. Sigue el camino que lleva arriba al arroyo. Atraviesa el puente, adéntrate en el bosque y ve a la izquierda, donde está el entablado, en el remanso. Sácalo, quiere salir y aún está pataleando. ¡Sálvalo!, ¡sálvalo! FAUSTO Pero vuelve en ti. Un paso y serás libre. MARGARITA Si hubiera pasado ya el trance... Ahí, sobre una piedra, está sentada mi madre... Siento que se me congela la sangre. Ahí está mi madre, sentada sobre una piedra, y no mueve la cabeza, ni asiente ni deniega con ella. Hace tiempo que duerme, nunca despertará. Ella durmió para que nosotros gozáramos. ¡Qué tiempos más felices! FAUSTO Si las palabras y las súplicas no sirven, te llevaré a la fuerza. MARGARITA ¡Déjame! No soporto la violencia. No me agarres como si fuera un criminal. Yo lo habría hecho todo por amor. FAUSTO ¡El día está despuntando, amor mío! MARGARITA ¡De día! ¡Ya es de día! ¡Ya está llegando mi último día! ¡Tendría que haber sido el día de mi boda! No le digas a nadie que estuviste con Margarita. Ay de mi guirnalda, todo acabó. Nos volveremos a ver, pero no bailando. La multitud se agolpa y no se oye nada. La plaza y las callejuelas no pueden 313 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 314 contenerla. La campana repica y ya se ha quebrado la varilla. ¡Cómo me atan y me agarran! Ya soy llevada al asiento de la muerte. Todas las nucas se estremecen ante el filo que va a cortar la mía. El mundo está mudo como una tumba. FAUSTO Ojalá no hubiera nacido. MEFISTÓFELES (Apareciendo desde fuera.) Vamos, o estáis perdidos. ¡Qué inútiles vacilaciones! ¡Qué irresolución! ¡Cuánta palabra! Mis caballos empiezan a estremecerse. Ya clarea la mañana. MARGARITA ¿Qué es lo que está saliendo por el suelo? Es ese; échalo. ¿Qué hace en lugar sagrado? ¡Ha venido a buscarme! FAUSTO Has de vivir. MARGARITA ¡Juicio de Dios, a ti me he encomendado! MEFISTÓFELES (A FAUSTO.) ¡Ven, o te dejo con ella en la estacada! MARGARITA ¡Soy tuya, padre! ¡Sálvame! Vosotros, ángeles, ejército sacro, rodeadme para protegerme. ¡Enrique, siento horror por ti! MEFISTÓFELES Está condenada. VOZ (Desde arriba.) Está salvada. MEFISTÓFELES (A FAUSTO.) Ven conmigo. (Desaparece con FAUSTO.) VOZ DE MARGARITA (Desde dentro resonando.) ¡Enrique!, ¡Enrique! LA TRAGEDIA SEGUNDA PARTE (En cinco actos) 315 ACTO PRIMERO LUGAR AGRADABLE (FAUSTO, tendido sobre el céspedforido; fatigado e inquieto, intenta conciliar el sueño. Anochece. Un círculo de espíritus se mueve sobre él haciendo graciosas figuritas.) ARIEL (Canto acompañado de arpas eólicas.) Cuando en la primavera llueven flores, estas flotan y caen sobre todo. Cuando la verde bendición del campo reluce para los hijos terrenos, elfos pequeños e inmateriales acuden adonde puedan ser útiles. Ellos compadecen al desgraciado, ya sea este santo o pecador. Vosotros que rodeáis a este hombre haciendo círculos en el aire, mostrad aquí la noble naturaleza de los elfos, suavizad la airada guerra que él entabla en su corazón, evitadle los dardos amargos y ardientes del reproche. Cuatro son los períodos de la noche, haced que los disfrute sin demora. Primero, reclinad su cabeza sobre fresco almohadón; después, bañadlo en el rocío del Leteo: pronto se harán flexibles sus miembros entumecidos y estáticos, cuando vuelva a mirar, ya repuesto, la luz del día. Cumplid el deber más hermoso de los elfos: devolvedle la sagrada luz. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 316 CORO (Cantando de uno en uno, de dos en dos, en grupos, alternanado o a la vez.) Cuando el aire tibio va inundando grandes prados llenos de verdor, bajan también al atardecer tenues neblinas y suaves aromas. ¡Que susurros de agradable paz mezan su corazón como a un niño y a sus ojos de hombre agotado tenga el día cerradas sus puertas! Ya, por fin, ha caído la noche; una a una vienen las estrellas. Grandes luces y pequeñas chispas rielan cerca y resplandecen lejos. Rielan reflejándose en el mar; resplandecen en el claro cielo. Y, sellando la calma dichosa, reina el esplendor de la luna. Las horas ya se han extinguido; dolor y gozo se han disipado. ¡Presiéntelo! Vas a sanar pronto. Confía en la luz del nuevo día. Verdean valles, crecen los cerros, crecen hasta dar umbría calma, 317 y en cimbreantes olas plateadas tremolan al aire los sembrados. Para alcanzar todos los deseos, mira hacia allá, mira la luz. Sin darte cuenta quedarás preso. Despréndete del velo del sueño. No vayas ahora a acobardarte cuando la gente vacile y tema. Todo lo puede el alma noble que rápida comprende y actúa. (Un enorme estruendo anuncia que el sol se aproxima.) ARIEL Escuchad cómo retumban las Horas dentro de los oídos del espíritu. El nuevo día acaba de nacer. Las puertas se abren con un gran estrépito, con bríos avanza el carro de Febo. ¡Qué tronar acompaña a la luz! Hay ruido de tambores y trompetas. Ojos cegados, oídos aturdidos; sólo deja de oírse lo inaudito. Id a refugiaros a las corolas, adentraos profundamente en ellas 318 y en el follaje que hay bajo las rocas. Si os llega a alcanzar, quedaréis sordos. FAUSTO El pulso de la vida vuelve a latir fresco y reanimado al saludar con suavidad a la etérea aurora. Tú, Tierra, también fuiste constante esta noche, me diste aliento reviviendo a mis pies. Ya empiezas a rodearme de nuevo de deseo, estimulas y excitas la poderosa decisión de buscar constantemente una existencia mejor. Con la luz de la aurora se abre el mundo. En el bosque resuena una vida que emite mil voces.Del valle y hacia el valle surgen vaharadas de niebla, pero la claridad del cielo llega hasta el fondo. Los troncos y las ramas brotan renovados del aromático abismo en el que, hundidos, dormían. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 319 Un color tras otro va saliendo de las profundidades, y temblorosas perlas gotean sobre las flores y las hojas. Un paraíso se va creando a mi alrededor. ¡Mira arriba! Los gigantescos picos de las montañas anuncian ya la hora de la máxima solemnidad. Ellos podrán pronto disfrutar de la luz de lo eterno, que más tarde bajará hacia nosotros. Ya los verdes prados, que hacen hondonada junto a los Alpes, reciben la nueva luz y la claridad, que gradualmente van descendiendo ¡Ya aparece!, y ya estoy cegado. Me aparto con los ojos doloridos. Es como una esperanza anhelante que se abre paso, confiada, hacia el más alto deseo y halla abierta de par en par la puerta de la realización; pero desde esos fondos eternos se levanta una gran cantidad de llamas que nos deja atónitos. Quisiéramos encender la antorcha de la vida y nos rodea un mar de fuego, ¡y vaya fuego! ¿Es odio o amor? Con ardor nos rodean, alternando terriblemente, el dolor y el goce, de modo que de nuevo miramos a la Tierra para quedar ocultos por el velo más joven. ¡Quede, pues, a mi espalda el Sol! Me paro a contemplar con creciente fascinación la catarata que atraviesa rápida el desfiladero. De salto en salto, forma ahora mil remolinos y luego se derrama en mil torrentes que borbotean lanzando al aire su espuma que cae sobre más espuma. Aprovechando esta caída, se tensa en bóveda, magnífico, el cambiante y permanente arco iris, tan pronto nítido como difuminado en el aire, que va difundiendo una lluvia fresca y olorosa. Con él se simboliza el esfuerzo del hombre. Reflexiona sobre este y comprenderás que en el colorido reflejo de la luz está la vida. PALACIO IMPERIAL. SALA DEL TRONO (Consejo de Estado aguardando la llegada del EMPERADOR. Trompetas. Cortesanos de todo tipo, lujosamente vestidos. El EMPERADOR llega al trono, a su derecha el ASTRÓLOGO.) EMPERADOR Saludo a mis amados y leales que han acudido aquí de cerca y de lejos. Veo que mi sabio está a mi lado, pero ¿dónde ha quedado mi bufón? 320 NOBLE Iba junto a la cola de tu manto, pero se cayó por las escaleras. Se llevaron su cuerpo grasiento. No se sabe si ha muerto o estaba borracho. NOBLE SEGUNDO De inmediato, con increíble rapidez, ha venido otro a ocupar su lugar. Va muy lujosamente vestido, pero de modo tan grotesco que a todos sorprende. La guardia le ha dado el alto ante el umbral poniéndole en aspa las alabardas; pero ahí llega este loco audaz. MEFISTÓFELES (Arrodillándose ante el trono.) ¿Quién es el maldecido o siempre bienvenido? ¿Quién el anhelado y siempre rechazado? ¿Quién es siempre puesto bajo protección? ¿Quién es censurado con fuerza y gravemente acusado? ¿A quién no puedes llamar a tu lado? ¿A quién os gusta a todos oír nombrar? ¿Quién se acerca al escalón de tu trono? ¿Quién se ha puesto a sí mismo en entredicho?. EMPERADOR ¡Por esta vez ahórrate las palabras! Este no es lugar para acertijos; eso es competencia de estos señores... Resuélvelos tú, pues me gustará oír tu solución; mi bufón se fue, me temo que muy lejos. Ocupa su lugar; ven a mi lado. (MEFISTÓFELES sube y se pone a su izquierda.) MURMULLOS DE LA MULTITUD Un nuevo bufón para nuestra desgracia. ¿Cómo vino? ¿Cómo entró? Cayó el viejo y se malogró. Si aquel era un tonel, este es un palillo. EMPERADOR Entonces, amados y leales, bienvenidos aquí qué, procedentes de cerca y de lejos, os habéis congregado bajo una buena estrella en la que está escrita nuestra suerte y nuestra dicha. Pero pregunto: ¿por qué en estos días, en que nos despojamos de nuestras preocupaciones, nos ponemos máscaras y sólo querernos distraernos confiadamente, tenemos que torturarnos reuniéndonos en Consejo? Pero si decís que no cabe otro remedio y así se ha dispuesto, así sea. 321 CANCILLER Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 322 La suprema virtud adorna como una aureola la cabeza del emperador. Sólo él puede ejercerla convenientemente: es la justicia, la que todos aman, exigen, desean y a la que difícilmente renuncian. Depende de él que esta se le garantice al pueblo. Pero ¿de qué sirven la razón humana, la bondad de corazón y la buena voluntad cuando todo el Estado está en febril desolación y cada mal da lugar a nuevos males? A aquel que desde esta alta sala divisa el Imperio le parece encontrarse en una pesadilla en la que los engendros crean nuevos engendros. La ilegalidad campa legalmente por sus respetos desplegando un mundo de terror. Aquel roba un rebaño y aquel otro una mujer o el cáliz, la cruz y los candelabros de los altares, y se jacta de su robo durante algunos años con el pellejo a salvo y el cuerpo intacto. Ahora van los demandantes al tribunal, el juez se pavonea en su escaño mientras sube en colérica riada el creciente tumulto del desorden. Uno puede alardear de vergüenza y crimen y otro encuentra apoyo en su cómplice y se oye la sentencia «culpable» donde la inocencia, sola, se defendía. El mundo entero se está haciendo pedazos y se aniquilará lo que está bien. ¿Cómo podrá desarrollarse el único sentido que nos llevará ante lo justo? Hasta el hombre de bien acabará inclinado a la adulación y el soborno, y el juez, que no es capaz de castigar, acabará aliándose con el criminal. Lo pinto todo negró, pero me gustaría aún echar más negro en mi pintura. (Pausa.) No se puede dejar de tomar medidas cuando todos dañan, todos sufren y hasta se pierde la grandeza. MARISCAL DE LOS EJÉRCITOS ¡Qué furia en estos días de locura! Todos quieren herir y, sin embargo, son heridos, pero hacen oídos sordos a las órdenes. El ciudadano del burgo, tras las murallas, y el noble, en su nido de roca, se han conjurado para hacernos frente y mantienen sus fuerzas con firmeza. El mercenario se impacienta, exige su paga con destemplanza y si no le debiéramos nada, huiría corriendo de aquí. Si a alguien se le ocurre prohibirles lo que quieren, es como si agitara un avispero. Y, mientras, el Imperio que tendrían que 323 proteger queda asolado y devastado. Se les ha dejado desatar su furia destructora y ya la mitad del mundo está malograda. Es verdad que hay reyes, pero todos actúan como si el asunto no les afectara. TESORERO ¿Y quién puede fiarse de los aliados? Los subsidios que nos prometieron se han quedado tan estancados como el agua de las cañerías 9. Y por lo demás, ¿qué ha sido de la propiedad en vuestros vastos dominios? Por todas partes surgen usurpadores que quieren vivir por su cuenta y ¡hay que ver cómo lo logran! Hemos renunciado ya a tantos derechos, que casi no nos quedan. Tampoco son muy de fiar los partidos -que así se hacen llamar-, lo mismo si censuran que si alaban es indiferente su odio o su amor. Tanto los gibelinos como los güelfos se ocultan para tomarse un respiro; ¿quién se ocupa hoy de su vecino? Cada cual tiene suficiente con lo suyo. Las puertas del tesoro público están condenadas. Todos cavan, hurgan y reúnen, pero nuestras arcas permanecen vacías. SENESCAL ¡Qué desgracias he de sufrir yo también! Todos los días trato de ahorrar, pero al día siguiente tengo que ahorrar aún más y así va creciendo mi preocupación. Los cocineros no sufren privaciones: jabalíes, venados, liebres, corzos, pavos, gallinas, gansos y patos. Los pagos en especie, que siempre son ingresos seguros, se reciben regularmente, pero al foral siempre falta vino, y eso que antes en las bodegas amontonábamos barril contra barril de las mejores viñas y vendimias. Mas ahora el eterno empinar el codo de los nobles acaba hasta con la última gota. Hasta el concejo despacha de sus bodegas, se bebe con grandes copas y con cazos y el festejo se celebra bajo la mesa. Luego yo tengo que pagarlo todo y el judío no me perdona nada. Él me concede anticipos que año tras año se devoran por anticipado. Los cerdos no llegan a estar cebados; ya está empeñado el colchón de la cama y ni el pan que llega a la mesa está pagado. EMPERADOR (Después de meditar, a MEFISTÓFELES.) Bufón, ¿tienes tú también desgracias que contarme? 324 MEFISTÓFELES De ninguna manera. ¡Es algo maravilloso veros en vuestro esplendor a ti y a los tuyos! ¿Puede faltar confianza donde su Majestad, inexorable, ejerce su fuerza para vencer al enemigo? ¿Qué se tendría que conjugar para nuestra desgracia y para llevarnos a la oscuridad, donde brillan esas estrellas? MURMULLO ¡Vaya un pícaro!, este sí que entiende... Mentirá mientras pueda... Ya sé lo que esconde... ¿Con qué nos vendrá ahora? Con un plan. MEFISTÓFELES Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 325 ¿Dónde no hay carencias en este mundo? A uno le falta esto, al de más allá le falta lo otro y aquí lo que hace falta es dinero. Es verdad que este no se puede sacar del empedrado, pero la sabiduría puede extraer lo más hondo. En filones y en las bases de las murallas hay oro en bruto y acuñado. Y si me preguntáis quién puede sacarlo a la luz, yo os contesto: la poderosa naturaleza y el poderoso espíritu del hombre bien dotado. EMPERADOR ¡Naturaleza, espíritu!... Así no se les habla a los cristianos. Por decir eso se quema a los ateos, y es que dichos discursos son peligrosos. La naturaleza es el pecado, el espíritu es el diablo, entre los dos engendran la Duda, su híbrida hija ¡No es así entre nosotros! El Imperio sólo cría en sus tierras dos linajes, que sustentan dignamente su trono: los santos y los caballeros. Estos soportan todas las tormentas y por ello reciben en pago el Estado y la Iglesia. A ellos les hace resistencia la mente plebeya con sus confusos espíritus, de ahí salen los herejes y los brujos que arruinan las ciudades y los campos. Con tus bromas quieres infiltrarlos en estas altas esferas. Te unes a corazones tan degenerados porque tu locura está cercana a la suya. MEFISTÓFELES Así se reconoce a los sabios. Cuando no palpáis algo, es que no está aquí. Lo que no podéis agarrar no existe. Lo que no podéis calcular creéis que no es verdadero. Lo que no podéis poner en la balanza no tiene peso para vosotros. Sólo creéis que vale lo que acuñáis. EMPERADOR Con eso no arreglaremos nuestros problemas, ¿de qué nos sirve tu sermón cuaresmal? Estoy harto de escuchar «cómo» y «cuándo»; que falta dinero, pues, muy bien, ¡consíguelo! MEFISTÓFELES Conseguiré lo que queréis y mucho más. Aunque es fácil, lo fácil es difícil. El dinero está ahí y es fácil de obtener, pero para ello hace falta un arte y ¿quién será capaz de ponerlo en práctica? Pensad en los 326 tiempos catastróficos, cuando riadas de gente inundan los países, ha habido muchos que, asustados, han dejado por aquí y por allá escondidos sus bienes más preciados. Así pasaba con los romanos y así ha ocurrido hasta la fecha. Todo esto se halla enterrado bajo el suelo y, como el suelo es del emperador, todo debe pasar a ser de su propiedad. TESORERO Para ser un bufón habla muy bien, esa es una prerrogativa imperial por tradición. CANCILLER Satán os tiende sus lazos con el oro. ¡No se consigue nada siendo piadoso y justo! SENESCAL Si a la corte nos trae dones preciados, gustoso acepto un poco de injusticia. MARISCAL DE LOS EJÉRCITOS ¡Astuto bufón!, ofrece algo que a todos puede ser útil. No será el soldado quien pregunte por su origen. MEFISTÓFELES Y si creéis que os engaño, preguntad al astrólogo: él entiende. Él es capaz de encontrar en las esferas de los astros las horas y las casas astrales. Preguntadle, pues, qué ve en los cielos. MURMULLOS Son dos granujas, ya están de acuerdo... El loco y el visionario tan cerca del trono... Esta es una vieja canción, el loco hace de apuntador en el discurso del sabio. ASTRÓLOGO (Habla mientras MEFISTÓFELES va apuntándole.) El mismo Sol es oro puro. Mercurio, el enviado, nos sirve con mercedes y premios. La mujer, Venus, os ha embelesado a todos al miraros con dulzura tanto de día como por la noche. La casta Luna tiene un humor cambiante. Marte no os hiere, pero os amenaza. Y Júpiter tiene el más bello fulgor. Aunque Saturno sea grande, es pequeño y distante a la vista, además no lo apreciamos mucho como metal, pues es poco valioso y muy pesado. Cuando la Luna se reúne sutilmente con el Sol y se convierten en oro plateado, en el mundo reina la serenidad. Todo lo demás puede conseguirse: palacios, jardines, mejillas rojas, pechos juveniles. Todo está al alcance del hombre sabio, que puede más que nadie entre nosotros. EMPERADOR 327 Escucho con redoblada atención y, sin embargo, no me convence. MURMULLOS Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 328 ¿Qué nos importa? Esto es una diversión gastada. Tanto calendarito, tanta alquimia de pacotilla. Ya he oído esto muchas veces. Ya he confiado vanamente en ello. Y si viene ese sabio, seguro que es un loco. MEFISTÓFELES Ahí están todos pasmados en torno. No confían en el gran hallazgo. Uno delira hablando de la mandrágora, otro del perro negro. Uno hace chistes pase lo que pase, otro le echa la culpa de todo a la brujería y no le importa que le piquen las plantas de los pies y note que le falte el paso firme. Todos sentís algún influjo oculto de la siempre dominante naturaleza y desde las esferas inferiores se abre paso un indicio de vida. Si sentís un cosquilleo por todo vuestro cuerpo y, estando en un lugar concreto, os sobreviene la inquietud, cavad y removed la tierra con decisión. Allá donde está el juglar, está el tesoro. MURMULLO Siento en los pies un peso de plomo... Tengo un calambre en el brazo... Eso es gota... Tengo un hormigueo en el pulgar... Me duele toda la espalda... Según estas señales, seguro que aquí está la más rica reserva de tesoros. EMPERADOR Entonces, ¡adelante! No vuelvas a escaparte. Pon aprueba tus cuentos y mentiras. Voy a dejar a un lado la espada y el cetro y, si no mientes, yo mismo acabaré este trabajo con mis nobles manos. Pero si mientes, te arrojaré al infierno. MEFISTÓFELES En todo caso ya sabría yo encontrar el camino... Pero no soy capaz de decir todo lo que hay aquí sin dueño y a la espera de uno. El labrador, abriendo surcos con su arado, saca un caldero de oro y buscando salitre en las paredes llenas de barro, encuentra, con alegría temblorosa, oro entre sus manos. ¡Cuántos sótanos hay que abrir! ¡En qué enorme cantidad de pasadizos y cavernas ha de penetrar el 329 entendido en tesoros hasta llegar a la cercanía de los infiernos! En amplias cámaras subterráneas encontrará apilados en filas, grandes copas, bandejas y platos de oro. Encontrará también copas con rubíes engastados y, si quiere beber con ellas, encontrará a su lado vinos antiquísimos. Pero, si hay que creer al entendido, se pudrió la madera de las duelas y fue el tártaro del vino el que rehízo el tonel. Las esencias de tales nobles vinos, que acompañan al oro y las joyas, están sumidas en la noche y el horror. Aquí el sabio investiga infatigablemente. Lo que se conoce de día es una broma. Los misterios habitan en la oscuridad. EMPERADOR Te la dejo a ti. ¿De qué sirven las tinieblas? Si algo tiene valor ha de salir a la luz. ¿Quién es capaz de reconocer al pícaro en la profunda noche? Entonces todas las vacas son negras y todos los gatos pardos ¡Hinca tú el arado y saca a la superficie todos esos pucheros llenos de oro! MEFISTÓFELES Coge la pala y el azadón y cava tú mismo. Te hará bien el trabajo de campesino, y un rebaño de becerros de oro saldrá del suelo. Entonces, sin vacilar y alegre, podrás adornarte tú mismo y adornar a tu amada. El brillo del oro y de las piedras preciosas enaltece la belleza y la majestad. EMPERADOR Pues, adelante, ¡ya estoy impaciente! ASTRÓLOGO (Igual que antes.) Señor, modera esa perentoria codicia. ¡Deja que pasen las alegres fiestas! La mente distraída no nos permite alcanzar meta alguna. Primero hemos de moderarnos para, con lo que hagamos aquí arriba, merecernos lo que hay allí abajo. EMPERADOR ¡Pase, pues, este tiempo en regocijo! Y llegue el deseado Miércoles de Ceniza, después que festejemos con más júbilo aún el loco carnaval. (Trompetas. Exeunt.) MEFISTÓFELES 330 Estos idiotas nunca entenderán cómo van encadenados méritos y suerte. Si tuvieran la piedra filosofal, a la piedra le faltaría el filósofo. AMPLIA SALA CON CÁMARAS CONTIGUAS Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 331 (Dispuesta y adornada para el carnaval.) HERALDO Por estar dentro de las fronteras de Alemania, no penséis en danzas de diablos, de locos y de muertos, pues os espera una regocijante fiesta. Nuestro señor, en sus viajes a Roma y habiendo cruzado los altos Alpes, se ha granjeado las simpatías de un alegre reino por necesidad propia y para placer vuestro. Él, el emperador, fue a pedir ante las Santas Sandalias el derecho al poder y, al ir allí a recoger la corona, se trajo consigo los gorros de carnaval. Ahora es como si acabáramos de nacer; cualquier hombre de mundo se lo pone con gusto en la cabeza, ajustándoselo a las orejas. Con él se asemeja a un loco de remate, pero, aun así, está tan cuerdo como puede. Ya veo cómo se reúnen en grupos, se separan dudando, se emparejan confiadamente y luego van juntándose unos coros con otros ¡ No tengáis reparo en entrar o salir! Al final todo quedará como al principio: el mundo, con sus cien mil bufonadas, seguirá siendo un loco. JARDINERAS (Cantan, acompañándose de mandolinas.) Esperando obtener vuestro aplauso, nos hemos arreglado esta noche, nosotras, jóvenes florentinas, en la espléndida corte alemana. En nuestros rizos castaños van prendidas encantadoras flores. Los hilos y los copos de seda también contribuyen al conjunto. Pues consideramos meritorio y digno de alabanza sin más que nuestras flores artificiales mantengan su esplendor todo el año. Retazos de diversos colores van simétricamente dispuestos. Los detalles pueden no gustar, pero el conjunto os atraerá. Resulta agradable contemplarnos, jardineras galantes y jóvenes, pues lo natural en la mujer está emparentado con el arte. 332 HERALDO Dejadnos ver los ricos canastos que lleváis sobre vuestras cabezas o que apoyáis en vuestros brazos. ¡Que cada cual elija lo que quiera! ¡Pronto!, que en la hierba y los senderos se cree un jardín. Son tan dignas de alabanza las vendedoras como las mercancías. JARDINERAS Venid a este lugar ameno. Mas no pretendáis regatear, con pocas y sensatas palabras, sepa cada cual lo que se lleva. RAMA DE OLIVO CON FRUTOS No me da envidia ninguna flor. Evito todas las controversias, repugnan a mi naturaleza; yo soy la médula de la tierra y además soy prenda y garantía, en todos los lugares, de paz. Hoy espero tener la fortuna de engalanarte, bella cabeza. GUIRNALDA DE ESPIGAS (Dorada.) El don de Ceres al adornarnos, por su gracia, seguirá dándosenos; Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 333 ¡que lo más ansiado en la escasez se convierta en vuestro bello adorno! GUIRNALDA DE FANTASÍA Flores coloridas, como malvas, prodigio floral hecho de musgo. En la naturaleza es raro, pero la moda lo hace normal. RAMILLETE DE FANTASÍA Teofrasto no se atrevería a determinar cuál es mi nombre y se podrá decir que no a todas, pero a más de una agradaré que dueña mía se quiera hacer para así prenderme en sus cabellos cuando se haya decidido a dejarme un rinconcito en su corazón. CAPULLOS DE ROSA (Provocativos.) Las fantasías abigarradas perviven, mientras dura la moda, con formas prodigiosas y raras de carácter sobrenatural. Tallos verdes, campanillas de oro, entre grandes rizos nos contemplan. Nosotros nos quedamos ocultos, feliz quien nos ve en flor. Cuando el verano empieza a anunciarse, se encienden los capullos de rosa, ¿quién se privará de tal placer? Las promesas y su cumplimiento, que imperan en el reino de Flora: corazón y, a la vez, buen sentido. (Las JARDINERAS colocan graciosamente sus mercancías bajo verdes emparrados.) JARDINEROS (Canto acompañado de tiorbas.) Las flores van brotando serenas y adornan vuestras nobles frentes. Los frutos no quieren seducir, todos disfrutamos comiéndonoslos. Aunque no ofrezcan muy buena cara 334 ni cerezas ni melocotones ni ciruelas, cómpralos; el ojo no es buen juez de paladar y lengua. Venid a comer con gusto y gozo las sabrosas y maduras frutas. A las rosas se cantan poemas, mas las manzanas hay que morderlas. Permitidnos, pues, emparejarnos a vuestra flora joven y rica y realzaremos estos puestos con nuestra madura mercancía. A la sombra de alegres guirnaldas, en una adornada bóveda verde, todo a la vez se puede encontrar: capullos, hojas, flores y frutos. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 335 (En cántico alternativo, con acompañamiento de guitarras y tiorbas, los dos coros siguen tocando, ofreciendo sus mercancías en montones que elevan sucesivamente.) (Una MADRE con su hija.) MADRE Niña, cuando viniste a la vida, te adorné con gorros de lana. Era tan preciosa tu carita y tu cuerpo de formas tan tiernas. En seguida te vi como novia y desposada con el más rico, pensé que eras su mujercita. Pero ya han pasado muchos años y, la verdad, me temo que en vano. Ya los variopintos pretendientes se han sucedido uno tras otro. Y es que mientras bailabas con uno, a otro ibas haciendo señas dándole en su codo con el tuyo. Todas las fiestas que celebramos no nos dieron el deseado fruto. Ni en las prendas ni en el tercer hombre pudimos cazar a tu marido. Hoy los locos ya van por su cuenta, mas si te mantienes a la espera, 336 de ti alguno se prendará. (Unas compañeras de juegos, jóvenes y bellas, se reúnen y se oye cada vez con más fuerza su confiada charla.) (Pescadores y tramperos de pájaros con redes, anzuelos, varetas y otros instrumentos entran y se mezclan con las bellas muchachas. Los alternativos intentos de atraparse, escaparse y retenerse dan lugar a los más gratos diálogos.) LOS LEÑADORES (Entrando impetuosos y toscos.) Dejadnos paso. No lo impidáis, necesitamos mucho espacio. Estamos haciendo caer árboles que dan contra el suelo con estruendo. Y al llevarlos sobre nuestros hombros, a veces se producen fuertes golpes. Para que podamos trabajar, despejad el lugar. Dispersaos. Pues si no trabajaran los toscos en las arduas labores del campo, ¿cómo podrían, pues, arreglárselas las personas cultas y exquisitas aun contando con todo su ingenio? Así pues, de una vez aprended: gracias a que nosotros sudamos, vosotros no os morís de frío. POLICHINELAS (Torpes, con un aspecto bastante necio.) Vosotros sois unos tontos 337 que nacisteis encorvados. Nosotros somos los listos que jamás cargaron nada. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 338 Y es que llevar nuestros gorros, chaquetillas y colgajos es una fácil tarea. Estamos ociosos siempre. Calzados con las pantuflas, engrosamos multitudes, caminamos sin destino y nos quedamos pasmados, para luego berrear. Y al oírse tal estrépito, huimos entre el tumulto como ágiles anguilas. Juntos vamos a saltar, unidos vociferamos. Ora podéis alabarnos, ora podéis censurarnos, que bien nos parecerá. PARÁSITOS (Aduladores y codiciosos.) Esos recios portadores y sus parientes cercanos, los activos carboneros, son realmente nuestros hombres. Y es que toda reverencia, 339 todos los asentimientos y las retorcidas frases que tienen doble sentido, nos dan frío o calor según cómo los tomemos. ¿A quién pueden importarle? Si no tuviéramos leña, ni existencias de carbón con las que avivar pudiéramos el fuego de nuestro hogar, el cielo entonces tendría que mandarnos desde arriba una monstruosa llama. Aquí se cuece y se asa, allá hierven y cocinan. Aquel que siempre disfruta, el que rebaña los platos, suele hacer el asado, el pescado lo presiente y con su comer activa la mesa del anfitrión. BEBEDOR (Inconsciente.) No me llevéis la contraria. Me siento libre y sincero, 340 canto alegre y jubiloso, para eso he venido aquí. Así bebo, bebo y bebo. ¡Chocad los vasos! Clin, clin. Ven aquí tú que estás lejos. Brindemos ya de una vez. Mi mujer grita indignada, tuerce el gesto al ver mi máscara y aunque intento agarrarla Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 341 me pega con mi bastón. Así bebo, bebo y bebo. ¡Chocad los vasos! Clin, clin. Bastón pega cuanto quieras. Brindemos ya de una vez. No digáis que me equivoco. Estoy donde yo deseo. No fían los taberneros, ¡ya me fiará la criada! Así bebo, bebo y bebo. ¡Chocad los vasos! Clin, clin. Juntaos unos con otros. Brindemos ya de una vez. Siempre que me pongo alegre, esto puede suceder: quiero tumbarme en un sitio no puedo tenerme en pie. CORO Así bebo, bebo y bebo. ¡Chocad los vasos! Clin, clin. Túmbate bajo la mesa. Brindemos ya de una vez. (El HERALDO anuncia a diversos poetas: poetas de la naturaleza, cantantes de la corte y la caballería tanto sentimentales como entusiastas. Con el tumulto que forman al intentar competir entre sí, no hay ninguno que pueda tomar la palabra. Uno consigue hacerse oír.) SATÍRICO ¿Sabéis qué me gustaría conseguir como poeta? Poder decir y cantar lo que nadie quiere oír. (Los poetas de la noche y de los sepulcros se disculpan porque acaban de meterse en una interesantísima conversación con un vampiro recién creado, de la que podría resultar un 342 nuevo estilo poético; el HERALDO tiene que dejarlos a su aire e invocar a la mitología griega, que aun con su moderno disfraz no pierde carácter ni encanto.) (Las GRACIAS.) AGLAIA Le damos gracia a la vida. Poned gracia cuando deis. HEGEMONE Recibid también con gracia. Obtener algo es muy grato. EUFROSINE Durante un día sereno tenga la gratitud gracia. (Las PARCAS.) ATROPOS A hilar me han invitado hoy a mí, que soy la más vieja: hay mucho que reflexionar Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 343 al hilo sutil de la vida. Para que resulte flexible, este hilo he desbastado: fino, alisado e igual lo pusieron mis diestros dedos. Si durante el placer y el baile no contuvierais los excesos, no olvidaos del fin del hilo y ¡cuidaos!: puede romperse. CLOTO Sabed que durante estos días, las tijeras se me confiaron, pues no era ejemplar el obrar de mi vieja compañera. Tenía tejidos inútiles mucho tiempo al aire y la luz y esperanzas de grandes logros eran cortadas y enterradas. Por su parte la juventud hizo que perdiera mi rumbo, hoy, para no extralimitarme, en mi costurero hay tijeras. Y así con gusto estoy sujeta contemplando alegre el lugar, vosotros, contando con tiempo, no dejáis de fantasear. LAQUESIS A mí, la única sensata, me han encargado del orden. Mi siempre accionada tortera nunca se apresura en exceso. 344 Los hilos se van devanando y ninguno dejo perderse. Envío todos a donde deben, para que se teja la trama. Si alguna vez me distrajera, el mundo se estremecería; pasen las horas, pasen los años y que el tejedor los recoja. HERALDO Aunque estéis versados en viejas escrituras, no conoceréis a las que ahora vienen. A pesar de los daños que ocasionan, al ver su aspecto las tendréis por las más esperadas huéspedes. Es posible que nadie nos crea, pero estas, tan guapas, con tan buena figura, tan amigables y jóvenes, son las Furias. Eso sí, entablad relaciones con ellas y veréis cómo estas palomas dan mordeduras de serpiente. Es cierto que son astutas, pero hoy en día, cuando todos los locos se jactan de sus carencias, ellas no pretenden tener fama de ángeles y reconocen ser la desolación de las ciudades y los campos. (Las FURIAS.) ALECTO No podréis nada contra nosotras. Os inspiraremos confianza, pues somos jóvenes, guapas y zalameras. Si alguno de vosotros tiene una amada a la que valora como un tesoro, murmuraremos de ella a vuestro oído. Y luego os diremos a la cara que ella le hace guiños a ese o a aquel, que es tonta, jorobada, cojea y que, además, sería una mala esposa. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 345 También sabremos acosar a la novia; le diremos que hace pocas semanas su novio habló despectivamente de ella. Aunque se reconcilien, siempre de la calumnia algo queda. MEGERA Eso no será nada, pues, cuando se casen, me ocuparé de ellos y sabré agriar la mayor felicidad con las manías. Ya se sabe que los humanos, lo mismo que las horas, son de ánimo desigual. Nadie abraza firmemente lo deseado, pues siempre estúpidamente deseará otra cosa con más fuerza dejando de gozar de aquello a lo que se ha acostumbrado. Es como aquel que huyendo del sol pretende calentar la escarcha. Me manejo muy bien en estos asuntos y envío a Asmodeo, mi fiel servidor, para esparcir a tiempo la desgracia. Así arruino a la especie humana por parejas. TISÍFONE Ofrezco, en lugar de malas lenguas, puñal y veneno contra el malhechor. Si amas a otro, antes o después, la perdición se hará dueña de ti. Lo más dulce que tenga aquel instante se transformará en amarga hiel. Aquí se actúa sin ninguna indulgencia: lo que se cometió debe expiarse. Que nadie le haga cantos al perdón, yo elevo mis quejas ante las rocas, y mira que dice el eco: ¡Venganza! El adúltero no debe vivir. HERALDO Tened la amabilidad de apartaros, pues lo que viene no es de vuestra especie. Observad cómo avanza una montaña que tiene las laderas cubiertas con alfombras de muchos colores, tiene una cabeza con muchos colmillos y una trompa que serpentea. Si esto os resulta enigmático, yo os daré la solución. Sobre su nuca hay una mujer tierna y hermosa que la guía con precisión con una fina vara. La otra que arriba va en lucido orgullo, está rodeada de un brillante halo que me deslumbra. A su lado andan dos mujeres encadenadas, una tiene miedo y la otra está contenta. Aquella desea y la otra se siente libre. ¡Que cada cual revele quién es!. 346 TEMOR Humeantes antorchas, luces, lámparas, fulgen tenues en la confusa fiesta. En medio de estos rostros engañosos, las cadenas me mantienen sujeta. Seguid con vuestras ridículas risas, vuestras muecas me hacen sospechar. Parece que todos mis enemigos han decidido acecharme esta noche. Un amigo se ha hecho mi enemigo, su máscara ya me lo revelaba. Aquel otro quería asesinarme; y ahora, descubierto, se ha escapado. ¡Ay, con cuánto gusto me escaparía, tomando cualquier rumbo, por el mundo! Mas la perdición allí amenaza y entre horror y tiniebla me retiene. ESPERANZA Queridas hermanas, sed saludadas: ayer y hoy os habéis divertido con vuestras máscaras y con disfraces. Mas mañana todas con seguridad quedaréis al fin desenmascaradas. Y si, alumbrados por estas antorchas, no nos halláramos bastante a gusto, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 347 aprovechando días más alegres, a nuestra voluntad completamente, ya sea en soledad o en compañía, andaremos por hermosas praderas descansando cuando lo deseemos. Y en una vida exenta de cuidados, sin renuncias a todo aspiraremos. PRUDENCIA A dos enemigos de los humanos, temor y esperanza, encadené. Los he apartado de todos vosotros. Abridme paso, que ya estáis salvados. Ved cómo guío a este gigante, ved cómo va cargado con su torre y va caminando sin tropezar por el sendero abrupto paso a paso. Ahí en todo lo alto de la torre se halla la diosa de ágiles alas que extiende para ir a cualquier lugar donde se pueda encontrar la ganancia. Nos va llenando de esplendor y gloria, su brillo se extiende a todas partes, ante todos se hace llamar Victoria, la diosa de toda actividad. ZOILO-TERSITES Uh, uh, vengo aquí, precisamente, a criticar a todos sin piedad. Sin embargo, hoy tengo como escogido objetivo a doña Victoria, que está ahí arriba. Con ese par de alas blancas se cree un águila y, a donde quiera que acuda, son suyas las naciones y las tierras. Pero siempre que se consigue algo glorioso, nace la furia en mí. ¡Arriba lo que está en las profundidades!, ¡abajo lo que está arriba!, enderezo lo curvo y curvo lo recto. Esto es lo único que me hace estar a gusto y lo hago por toda la faz de la Tierra. 348 HERALDO ¡Perro andrajoso!, que te golpee con un toque magistral la santa vara, te encorvarás y te retorcerás al momento. Esta doble figura enana pronto se convierte en una bola, en un bulto asqueroso. Pero, ¡oh prodigio!, el bulto se convierte en un huevo que se hincha y se divide en dos mitades de las que salen una pareja de mellizos, son la víbora y el murciélago; una avanza arrastrándose por el polvo, el otro vuela negro por los tejados; salen rápidos para unirse. En esa unión yo no querría ser el tercero. MURMULLO ¡Pronto!, ya bailan allí atrás... ¡No!, preferiría alejarme... ¿Sientes cómo nos rodea con su vuelo esa raza espectral? Noto un roce por el pelo, no siento suelo firme bajo mis pies... Ninguno de nosotros está herido, pero todos estamos aterrados... Se echó a perder el ambiente festivo, esto es lo que querían estas bestias. HERALDO Desde que se me encomendaron las funciones de heraldo, vigilo estrictamente la entrada para que nada malo se cuele en este lugar de diversión. Nunca he vacilado, ni he cedido. Pero me temo que por las ventanas han entrado fantasmas aéreos y no sabría libraros ni de encantos ni de hechizos. El enano se ha hecho sospechoso y ahora atrás hay fuerzas en torrente. Como heraldo me gustaría desvelaros el significado de estas figuras. Pero lo que no logro comprender no sé explicarlo tampoco: ¡ayudadme a entenderlo! ¿Lo veis abrirse paso entre la gente? En lujosa cuadriga va avanzando entre todos; pero el gentío no le abre camino, ni veo en ningún sitio que se agolpen. Lejos hay centelleos de colores, mientras brillan errantes vistosas estrellas como en una linterna mágica y todo avanza resoplando con la fuerza de una tempestad. ¡Paso, sitio! ¡Me siento estremecer! MUCHACHO COCHERO ¡Alto!, ¡plegad vuestras alas, corceles!, sentid el acostumbrado tirón de riendas, dominaos igual que yo os domino e id rápido cuando os impulse. ¡Honremos estos sitios! Mirad cómo aumenta alrededor el 349 número de los que contemplan, círculo tras círculo. ¡Vamos, Heraldo! Antes de que nos vayamos de Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 350 vuestra presencia, empieza a nombrarnos y a describirnos a tu manera, pues somos alegorías y, como tales, nos debes conocer. HERALDO No sabría cómo llamaros, pero sí que podría describirte. MUCHACHO COCHERO Pues inténtalo. HERALDO Por lo pronto hay que reconocer que eres joven y hermoso. Aunque eres un mozo a medio crecer, a las mujeres les gustaría verte ya hecho. Veo que en el futuro vas a ser un galán, un auténtico seductor. MUCHACHO COCHERO ¡Puede ser! Sigue y averigua la linda solución del acertijo. HERALDO El brillo negro de los ojos, la noche de los rizos alegrada por una diadema. ¡Qué hermoso ropaje fluye y cae desde los hombros hasta los tobillos con un espléndido borde de púrpura! Se podría pensar que eres una muchacha, pero para tu suerte o tu desgracia, lo pasarás bien entre muchachas y ellas te enseñarán el ABC. MUCHACHO COCHERO ¿Y aquel que, con espléndida figura, va en el trono del coche, luciéndose? HERALDO Parece un soberano magnánimo y rico; ¡dichoso aquel que obtenga su favor! No tendrá ya nada por lo que porfiar; si algo falta lo advierte su mirada y la pura alegría que siente al regalar es para él más importante que la posesión y la fortuna. MUCHACHO COCHERO No puedes quedarte ahí, tienes que seguir describiéndolo. HERALDO Lo digno no se puede describir. ¡Qué rostro más sano, con forma de luna llena, con esa boca gruesa y esas mejillas sonrosadas que relucen bajo las joyas del turbante; qué riqueza en los pliegues de su manto! Y ¿qué voy a decir de su elegancia? Me parece reconocer que es un rey. 351 MUCHACHO COCHERO Se llama Pluto, es el dios de la riqueza. Viene en persona con todo lujo porque el Emperador desea verlo. HERALDO ¡Di tú mismo el cómo y el porqué! MUCHACHO COCHERO Yo soy el derroche, yo soy la poesía, soy el poeta que llega a la plenitud al derrochar su propia posesión. Yo soy también inmensamente rico y me considero en esto igual a Pluto; yo le animo y adorno sus festines y le sé procurar lo que le falta. HERALDO La presunción te queda muy bien, pero muéstranos tus artes. MUCHACHO COCHERO Me basta un chasquear de los dedos para que el coche brille y en torno a él surja un fulgor. ¡Mirad, de ahí sale un collar de perlas! (Sigue chasqueando los dedos a un lado y a otro.) ¡Tomad broches de oro para el cuello y las orejas!, ¡también tengo diademas y peinetas sin defectos y valiosas joyas en forma de anillo! De vez en cuando lanzo algunas llamas aguardando que prendan en alguien. HERALDO Cómo se afana la buena gente por cogerlas. Casi aplastan al mismo que las da. Lanza joyas como quien chasquea los dedos, parece un sueño, y en la amplia sala todos se pelean. Pero estoy viendo ya otro nuevo truco: lo que con tanta avidez agarraron les reporta una mala recompensa, el regalo se disuelve y se deshace. Aquel collar de perlas se convierte en escarabajos que pululan por la mano. El pobre necio se los sacude y ahora le zumban por la cabeza. Y los demás, en vez de cosas sólidas, atrapan pérfidas mariposas. El pícaro que tanto prometía sólo concede brillo de oropel. MUCHACHO COCHERO Veo que sabes anunciar las máscaras, pero explorar la esencia que hay tras lo externo no es cosa de heraldos de la corte, eso exige una vista más aguda. Pero no quiero entrar en discusiones; a ti, señor, 352 dirigiré mis palabras y mis preguntas. (Volviéndose hacia PLUTO.) ¿No me encomendaste tú la borrasca que es esta cuadriga? ¿No la guío felizmente como tú mandas? ¿No estoy allí donde tú Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 353 indicas? ¿Y no supe hallar con impulsos audaces la palma para ti? Siempre que luché por ti me sonrió la suerte. Cuando adornó el laurel tu frente, ¿acaso no lo trencé con sentido y destreza? PLUTO Si es necesario dar testimonio de ti, lo daré con gusto: tú eres espíritu de mi espíritu. Actúas constantemente conforme a mi sentir. Eres más rico que yo. Aprecio, como paga de tus méritos, la rama verde más que todas mis coronas. En verdad os digo a todos: hijo amado, en ti me complazco. MUCHACHO COCHERO (A la multitud.) Los mayores regalos de mi mano, ¡mirad!, están esparcidos a mi alrededor. En esta o aquella cabeza ha prendido una llamita que he encendido yo. Esta salta de una a otra, se para en una, salta luego a aquella y raramente prende y sube a lo alto, ardiendo rauda en breve florecer; pero, en cambio, se les extingue a muchos antes de darse cuenta, tristemente. CHARLOTEO DE MUJERES El que está en el coche de caballos es sin duda alguna un charlatán, lleva un mamarracho a sus espaldas que parece padecer sed y hambre. Como nunca lo llegó a ver nadie, le da igual aunque lo pellizquen. EL ENTECO Apartaos de mi cuerpo, asqueroso mujerío. Sé que nunca me entenderé con vosotras. Cuando aún se ocupaba la mujer del hogar, yo me llamaba Avaricia, entonces todo andaba bien en nuestra casa, entraba mucho y no salía nada. Yo me ocupaba con celo de las arcas y los armarios; ¡que a esto se le llame pecado! Pero como en los tiempos más recientes, las mujeres no suelen ahorrar y, como toda mala pagadora, tiene más deseos que dinero; al hombre le falta mucho por aguantar; allá donde mira encuentra deudas. Lo que puede reunir, ella lo gasta, en su cuerpo o en su amante; y también come mejor y bebe más con el miserable ejército de galanteadores. Esto aumenta en mí el ansia de oro: soy masculino, soy el afán. 354 CORIFEA DE LAS MUJERES Que el dragón sea avaro con los dragones. Al fin todo es mentira y engaño. Este viene a excitar a los hombres y ya son suficientemente molestos. MUJERES EN MASA Dadle una bofetada a ese espantapájaros. ¿Por qué nos amenaza con la cruz del martirio? Él es tan sólo una caricatura espantosa. Esos dragones son de madera y de cartón. Adelante, golpeadle con toda la fuerza. HERALDO ¡Obedeced mi vara!, ¡estaos quietas! Pero ya veo que apenas necesitáis de mi ayuda; mirad cómo los monstruos llenos de ira han conseguido hacerse sitio y despliegan sus dos parejas de alas. Enfurecidos se agitan los dragones,. llenos de escamas y escupiendo fuego; la multitud huye y queda libre el sitio. (PLUTO baja del coche.) ¡Qué regiamente ha descendido! Hace señas, los dragones se mueven y han traído del coche un cofre lleno de oro y de codicia. Ya está a sus pies. Es un prodigio cómo ha sucedido. PLUTO (Al COCHERO.) Ya que te has desprendido de ese horrible peso y estás libre y sin trabas, ¡corre a tu esfera! No es la de aquí. Aquí, confusas, agitadas y salvajes, nos rodean visiones grotescas. Sólo allí donde miras claro a la noble claridad, y eres dueño de ti y en ti confías, ve allí donde lo bello y lo bueno agrada, ve a la soledad y haz allí tu mundo. MUCHACHO COCHERO Por estimarme digno embajador te quiero como próximo pariente. Donde tú permaneces hay abundancia; donde estoy, todos notan magníficas ganancias. Él duda frecuentemente en la paradójica vida. ¿Debe entregarse a ti o a mí? Es verdad que los tuyos pueden dormir ociosamente, mas quien me sigue siempre tiene algo que hacer. Yo no hago mis acciones ocultamente, sólo con respirar ya me he 355 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 356 revelado. ¡Adiós, pues! Tú me otorgas ya mi dicha, pero bastará que suspires para que vuelva de inmediato. (Se va como vino.) PLUTO Ya es hora de dejar libres los tesoros. Al tocar los candados con la vara del heraldo, ¡mirad!, ¡se abren! En ollas de bronce se crea y bulle una flora dorada: los ornamentos de coronas, cadenas, anillos. Todo va creciendo y parece que va a ser tragado al fundirse. GRITERÍO ALTERNO DE LA GENTE Mirad qué ricamente mana aquí. El arca está rellena hasta los bordes. Los dorados recipientes se funden. Salen rodando discos acuñados. Recién labrados, los ducados saltan. Siento en mi pecho la agitación. Mis ojos ven lo siempre deseado. Todo está esparcido por el suelo. Si se os ofrece, usadlo en seguida. Con sólo agacharos seréis ricos. Nosotros, rápidos como el relámpago, nos apoderaremos de ese cofre. HERALDO ¿Qué pretendéis, locos?, ¿cómo me hacéis esto? Esta noche no se deben tener más deseos. Es sólo una broma de la mascarada. ¿Creéis que os van a dar oro y piedras preciosas? En este juego ya sería demasiado que os regalaran calderilla. Necios, ¿una apariencia hábilmente tramada puede ser igual que la rotunda verdad? ¿Significa la verdad algo para vosotros? Una obstinada locura se ha apoderado de vuestras cabezas. Tú, Pluto disfrazado, héroe de máscaras, ¡aparta de mi camino a todos estos! PLUTO Tu vara es la apropiada a tal efecto; préstamela un momento, con rapidez la sumergiré en el hervor que bulle. Ahora, máscaras, atención, ¡mirad cómo centellea y se dilata echando chispas! La vara ya está al rojo vivo y quien se acerque mucho quedará abrasado sin misericordia. Ahora comienzo mi ronda. 357 GRITERÍO Y TUMULTO ¡Ay!, viene contra nosotros. ¡Que huya quien pueda hacerlo! ¡Atrás! ¡Atrás los del fondo! ¡Siento que me arde la cara! ¡Me oprime esa vara ardiente! ¡Todos estamos perdidos! ¡Atrás, tumulto de máscaras! ¡Atrás, demente gentío! ¡Volaría si pudiera! PLUTO El corro ya se ha echado atrás y nadie, al parecer, se ha abrasado. La gente ha ido cediendo, está muy asustada. Pero, para asegurar tal orden, voy a trazar un círculo invisible. HERALDO Has cumplido un gran trabajo, he de agradecerlo a tu prudente fuerza. PLUTO Todavía hay que tener paciencia, noble amigo: aún amenazan muchos tumultos. AVARICIA Si se desea, se puede contemplar ese corro con todo placer, pues siempre van delante las mujeres por si hay algo que curiosear o de qué cotillear. Una bella mujer es siempre bella y, ahora, como no me cuesta nada, voy a pretender a alguna con audacia. Pero como este sitio está rebosante, no todos los oídos son sensibles a cada una de las palabras. Con prudencia me aventuraré a expresarme por medio de un pantomima. No bastan pies, manos y ademanes, y tengo que emprender alguna farsa. Trataré el oro como arcilla blanda, pues con este metal se puede hacer de todo. HERALDO ¿Qué está diciendo ese loco enteco? ¿Es posible que alguien con hambre tenga humor? Está convirtiendo todo el oro en pasta que se deshace entre las manos; y por más que lo aprieta y le da Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 358 vueltas, sigue siempre sin forma. Ahora se dirige a las mujeres: todas gritan y quieren escaparse, y le hacen ademanes de rechazo. El pícaro está dispuesto a hacer el mal, temo que incluso se divierte si puede quebrantar las buenas costumbres. No puedo permanecer callado al verlo, ¡dame mi vara, que voy a expulsarlo! PLUTO ¡No presiente lo que puede amenazarnos desde fuera!, ¡dejadle hacer locuras! No le quedará sitio para sus tonterías, pues si la ley tiene fuerza, más fuerza tiene la escasez. ESTRÉPITOS Y CANTOS Viene el ejército salvaje desde las cimas y los valles. Irresistiblemente avanzando, cantan alegres al gran Pan. Saben lo que todos ignoran y entran en el vacío círculo. PLUTO Os conozco muy bien a vosotros y a vuestro gran Pan. Juntos habéis dado atrevidos pasos. Yo sé lo que no todos saben. Y os abro respetuosamente este estrecho círculo. ¡Ojalá les acompañe siempre la buena suerte! No saben hacia dónde les llevan sus pasos, no lo han previsto. CANTO SALVAJE La gente elegante de las lentejuelas va vestida ahora tosca y rudamente, sus altos brincos y rápida carrera le dan un aspecto recio y vigoroso. FAUNOS La horda de los faunos está en baile placentero con guirnaldas de hojas de encina sobre sus cabellos rizados y con las orejas finas y puntiagudas que asoman entre los rizos. Tienen nariz chata y la cara ancha, lo cual nunca desagrada a las mujeres. Es difícil que la más bella de todas niegue el baile cuando el fauno la toma del brazo. SÁTIRO 359 Detrás viene el sátiro brincando con pezuña de chivo y patas entecas; estas tienen que ser delgadas y fibrosas. En la cumbre del monte, como una gamuza, se divierte mirando alrededor. Se siente reconfortado por el aire de la libertad y se burla de los niños, los hombres y las mujeres, que, hundidos en la niebla del valle, creen que también viven muy a gusto. Mientras tanto a él pertenece el mundo de las alturas, sin trabas y en toda su pureza. GNOMOS Aquí viene un pequeño grupo al trote, no les gusta andar a pares; con su traje musgoso y lamparitas rélucientes se mueven deprisa, entremezclándose y atendiendo cada cual a lo suyo, lo mismo que un enjambre de luciérnagas. Pululan activos de aquí para allá y en su laboriosidad se entrecruzan. Somos parientes de los enanitos buenos, somos los conocidos cirujanos del monte. Sangramos los más altos montes, los sangramos a vena abierta, sacando metales a montones, después de saludarnos y desearnos «¡Buena suerte!, ¡buena suerte!». Esto es absolutamente bien intencionado: somos amigos de los hombres buenos. Pero sacamos el oro a la luz para que con él haya robos y corrupción. No le falta hierro al orgulloso que proyecta matar a gran escala. Y quien desprecia los tres mandamientos tampoco tiene en cuenta los demás. Pero no es culpa nuestra, por eso, tened paciencia como nosotros. GIGANTES A nosotros nos llaman los hombres salvajes y somos conocidos en los montes del Harz; con toda la fuerza y desnudos con naturalidad avanzamos gigantescos todos juntos. Llevamos un tronco de pino por bastón, un abultado cinturón en torno al cuerpo y un tosco mandil de ramas y hojas. Somos una guardia personal mejor que la del Papa. NINFAS A CORO (Rodeando al gran PAN.) El también viene aquí: el todo de este mundo está representado en el grandioso Pan. Las más alegres rodeadle, 360 emboscadle en la zarabanda, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 361 porque siendo sincero y bondadoso, quiere que todos estemos contentos y bajo la bóveda azul del cielo se mantuvo constantemente en vela; pero a sus pies corrieron los arroyos mientras la suave brisa lo arrullaba. Y cuando está durmiendo al mediodía, no se mueven las hojas en las ramas. ¡Balsámico aroma de sanas plantas, llena ese quedo silencio del aire! La ninfa no puede ya estar despierta y si lo intenta, se queda dormida. Entonces, con violencia y brusquedad, se escucha retumbar la voz de Pan como un rugido de un rayo o del mar. Nadie sabe cuál es su procedencia. El valiente ejército se dispersa, el estruendo hace que el héroe tiemble. ¡Honremos pues al que se lo merece y salve a aquel que hasta aquí nos trajo! DELEGACIÓN DE LOS GNOMOS (Ante el gran PAN.) Cuando el espléndido filón surge en venas en el abismo, sólo una varita mágica nos sacará del laberinto. Cavamos en oscuras grutas nuestras troglodíticas casas, y a los aires puros del día, compartimos nuestros tesoros. Ahora descubrimos al lado, ¡oh, prodigio!, una fuente que promete dar, cómodamente, lo que apenas puede lograrse. Tú sí puedes llevarlo a cabo, ponlo bajo tu protección: estando el tesoro en tus manos a todos beneficiará. 362 PLUTO (Al HERALDO.) Hemos de mantener elevado el ánimo y ver pasar confiados lo que ocurra; siempre tuviste el más recio valor. Ahora va a pasar algo espantoso, el mundo y la posteridad lo negarán, pero tú anótalo fielmente en tus anales. HERALDO (Tomando la vara que tiene PLUTO en la mano.) Los duendes llevan silenciosos al gran Pan al manantial de fuego que bulle en el más profundo hondón de paso hacia un abismo que mantiene abierta su boca y en el que el magma hierve. El gran Pan se acerca animoso a disfrutar del extraño espectáculo de perlas de espuma borbollando a izquierda y derecha. ¿Cómo puede confiar en tal cosa...? Se inclina a mirar las profundidades. Pero, mirad, su barba cae dentro. ¿Quién será el del rostro lampiño? La mano nos lo oculta a la mirada. Ahora ocurre una gran desgracia: la barba se enciende y vuela subiendo por donde cayera, y abrasa la corona, la cabeza y el pecho. El placer se transforma en dolor. La gente acude para apagar el incendio, pero nadie se libra de las llamas y cuanto más se manotea y más golpes se dan, más llamas se levantan. Sumido en el ardiente elemento se ha abrasado todo un montón de máscaras. Pero, ¿qué escucho que nos dicen? ¿Qué se cuchichea por todos los oídos y va de boca en boca? Oh noche eternamente desgraciada, ¿qué dolor nos trajiste? El inmediato día anunciará lo que nadie oirá con agrado, pero escucho por todas partes: «El Emperador sufre grandes penas». ¡Oh, si fuera verdad algo distinto! Arde el Emperador con su séquito. Caiga la maldición sobre aquella que le indujo, adornada con guirnalda resinosa, a alborotar en cantos desatados para ruina y catástrofe de todos. Oh, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 363 juventud, juventud, ¿no limitarás nunca el regocijo a su justa medida? Oh Majestad, oh Majestad, ¿no ha de ser jamás tu sensatez como tu fuerza? El bosque ya está en llamas, que con puntiagudas lenguas se levantan y lamen el artesonado del techo; un incendio universal nos amenaza. Ya reina una aflicción sin medida, no sé quién nos salvará. Todo el lujo imperial será mañana el montón de cenizas que hizo una noche. PLUTO El miedo ya se ha extendido. Sólo necesito ayuda. Golpea fuerte, vara sacra. ¡Que el suelo tiemble y se estremezca! ¡Tú, aire espacioso y abierto, llena todo con fresco aroma! ¡Venid aquí y concentraos, densas nieblas, cirros preñados, a apagar este gran incendio! ¡Pequeñas nubes, encrespaos! Exhalando vuestra humedad luchad para extinguir el fuego, vosotras las reconfortantes. Convertid en luz de tormenta ese vano juego de llamas. Si amenazan los espíritus, recurriremos a la magia. JARDÍN DE RECREO (Mañana de sol.) (El EMPERADOR y la corte. FAUSTO y MEFISTÓFELES distinguidos, sin llamar la atención, vestidos según los usos vigentes y ambos de rodillas.) FAUSTO ¿Perdonarás, Señor, ese juego de ilusionismo con llamas? EMPERADOR (Haciéndoles señas de que se levanten.) Me gustan mucho las bromas de ese estilo. De pronto me hallé dentro de una ardiente esfera. Casi creía que era Plutón. En un abismo de tinieblas y carbón abierto, en las rocas ardían pavesas. De esta y 364 aquella sima se alzaban miles de salvajes llamaradas en remolino, que se unían en su parte superior formando una bóveda. Las lenguas subían hasta la cúpula más alta, que continuamente estaba formándose y deshaciéndose. En la lejanía, por entre las retorcidas columnas de fuego, veía conmovido largas hileras de gente que se acercaban en ancho cerco y me homenajeaban como habitualmente. De mi corte reconocí a unos cuantos. Parecía el rey de mil salamandras. MEFISTÓFELES Lo eres, Señor, pues cada uno de los elementos reconoce incondicionalmente tu majestad. Ya has comprobado la obediencia del fuego. Arrójate en el lugar del mar donde más furia tengan las olas, y apenas pises un fondo rico en perlas, en torno a ti se formará una espléndida esfera y verás fluctuar ondas de color verde claro con una espumosa cresta color púrpura para hacerte a ti, su centro, la más bella mansión. A cada paso que des, los palacios te acompañarán. Los mismos muros disfrutarán de vida, se moverán con un hormigueo rápido como de flecha acá y allá. Los monstruos marinos se agolparán para contemplar la nueva y grata visión, se lanzarán hacia ella, pero no podrán penetrar en su interior. Juguetearán allí dragones de escamas doradas llenos de colorido, el tiburón abrirá la boca y tú te reirás ante sus fauces. Aunque hoy la corte esté fascinada ante ti, jamás verá a tu alrededor semejante tumulto. Pero no por eso te verás privado de lo más encantador. Las Nereidas, curiosas, se acercarán a tu magnífica mansión por entre el frescor eterno. Las más jóvenes, tímidas y voluptuosas, las de más edad, prudentes. Pronto lo sabrá Tetis, que ofrecerá su mano y sus labios al segundo Peleo... Después vendrá el sitio en las regiones del Olimpo... Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 365 EMPERADOR Te dejo a ti los espacios aéreos. A ese trono se sube demasiado rápido. MEFISTÓFELES Y la Tierra, altísimo Señor, la tienes ya. EMPERADOR ¡Qué feliz destino te trajo aquí directamente venido de las Mil y una noches! Si en fecundidad te asemejas a Sherezade, te garantizo que contarás con el mejor de mis favores. Pero permanece dispuesto para cuando tu mundo monótono me aburra como suele ser habitual en mí. SENESCAL (Entrando apresuradamente.) Serenísimo Señor, en mi vida he imaginado tener que anunciar una dicha más grande que esta que ahora me congratula y que me trae alegre a vuestra presencia. Cuenta tras cuenta ha sido pagada y se han apartado de nosotros las garras de la usura. Me he liberado de esa pena infernal, en el Cielo no podría sentirme mejor. MARISCAL DE LOS EJÉRCITOS (Siguiendo con precipitación.) Hemos pagado a cuenta la soldada; todo el ejército ha vuelto a alistarse, el lansquenete siente renovada su sangre y el posadero y las fulanas están de enhorabuena. EMPERADOR ¡Cómo respiráis con el pecho ensanchado!, ¡qué aliviada se ve vuestra cara llena de arrugas!, ¡con cuánta rapidez acudís! TESORERO (Uniéndose a los demás.) Pregúntales a estos que han realizado la obra. FAUSTO Eso debe exponerlo el Canciller. CANCILLER (Que viene avanzando despacio.) Bastante contento estoy en mi vejez. Oíd y ved este papel fatídico que ha transformado la pena en dicha. (Lee.) «Para todo aquel que le concierna, sépase que este billete tiene valor de mil coronas. Como garantía lleva en prenda un sinfín de tesoros enterrados en territorio imperial. Se ha ordenado, que una vez extraídos, se canjeen por aquel.» 366 EMPERADOR Presiento que aquí se ha cometido un crimen, una monstruosa farsa. ¿Quién falsificó aquí la firma del Emperador? ¿Ha de quedar impune ese delito? TESORERO Recuerda que tú mismo esta noche lo firmaste. Hacías el papel de gran Pan y el Canciller se acercó a ti acompañado de nosotros. «Asegúrate el gran placer de la fiesta, procura el bienestar del pueblo con unos pocos trazos de pluma.» Firmaste con claros trazos y esa misma noche los grabadores lo imprimieron á miles. Para que el beneficio llegara a todos por igual, timbramos la serie entera enseguida. Ya tenemos dispuestos los billetes de diez, de treinta, cincuenta y cien. No sabéis el bien que se le ha hecho al pueblo. Recuerda cómo estaba antes tu ciudad enmohecida por la muerte y vé cómo, ahora, todo vive y bulle alegremente. Aunque tu nombre ya reportaba alegría a todo el mundo, nunca ha sido hasta hoy mejor considerado. Ahora el alfabeto está de más, con este signo todo el mundo es feliz. EMPERADOR ¿Y mi gente lo acepta como si fuera oro? ¿A la corte y el ejército les sirve de paga? Aunque me extraña, he de dejar que esto siga adelante. SENESCAL Estos papeles no podrían frenarse; se han diseminado con la rapidez del rayo. Las casas de cambio están abiertas día y noche y en ellas se hace honor a cada papel con oro y plata, aunque, es cierto, con descuento. De allí se va entonces al carnicero, al panadero y a la bodega. La mitad del mundo parece sólo pensar en festines y el otro medio presume con su traje nuevo. El pañero corta tela, el sastre cose. Al grito de «Viva el Emperador» mana el vino en las bodegas, allí se asa, se cuece y se hace chascar los platos. MEFISTÓFELES Quien a solas pasea por las terrazas percibe a la mujer más bella magníficamente ataviada, con uno de sus ojos cubiertos por un soberbio abanico de plumas de pavo real. Nos sonríe y con la vista sigue uno 367 de esos billetes que, con más rapidez que todo ingenio y elocuencia, nos darán los mejores dones del amor. No habrá ya que torturarse acarreando bolsas ni talegas, es fácil llevar un papelito en el pecho y este hace muy buena pareja con los billetes amorosos. El sacerdote lo lleva en el breviario con piedad, y Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 368 el soldado, para gastarlo con más presteza, se desabrocha rápido el cinturón prieto a sus riñones. Perdone, su Majestad, si parezco rebajar su obra y presentarla insignificante. FAUSTO La abundancia de tesoros que permanecen intactos y enterrados en vuestras tierras, yacen sin utilizarse. El pensamiento de más alcance resulta miserablemente limitado al tratar de concebir tal riqueza. La fantasía en su más alto vuelo se esfuerza y no lo logra nunca. Con todo, los espíritus dignos de contemplar lo profundo confían ilimitadamente en lo ilimitado. MEFISTÓFELES Un papel de esos, en lugar del oro y las perlas, es tan cómodo. Con ellos se sabe lo que se tiene. No hacen falta ni regateos ni cambios para embriagarse de vino y de amor. Si se quiere metal, siempre hay cambistas. Si este falta, se cava durante un tiempo. Las copas y las cadenas se ofertan en subasta y el papel se amortiza para vergüenza del escéptico, que se ríe de nosotros. Nada es mejor en cuanto uno se ha acostumbrado. Desde hoy en las tierras del imperio habrá suficientes joyas, oro y papel. EMPERADOR Mi imperio te agradece este alto bien. Si es posible, mi premio será de igual valor que tu servicio. Te confío el subsuelo del imperio; serás un digno custodio de los tesoros. Conoces su riqueza grande y bien guardada y, siempre que se cave, se hará siguiendo tus consejos. Poneos de acuerdo, encargaos de nuestros tesoros, desempeñad con alegría las responsabilidades de vuestro cargo, donde felizmente se unen el mundo superior y el de abajo. TESORERO No tendremos entre nosotros ni la más mínima disputa. Me gusta el hechicero de colega. (Sale con FAUSTO.) EMPERADOR Ofreceré obsequios a cada uno de los miembros de la corte, si me dicen en qué los emplearán. 369 PAJE (Recibiendo el obsequio.) Viviré con placer, tranquilidad y disfrutaré de las cosas buenas. OTRO (Igualmente.) Yo mismo le conseguiré a mi amada sortijas y una cadena. UN CHAMBELÁN (Lo mismo.) Desde ahora beberé vinos el doble de buenos. OTRO (Lo mismo.) Ya empieza a escocerme tener los dados en el bolsillo. PORTAESTANDARTE (Con circunspección.) Libraré de deudas mi castillo y mis tierras. OTRO (Igual.) A este tesoro añadiré tesoros. EMPERADOR Esperaba de vosotros afán y alientos nuevos, pero el que os conoce sabe bien adivinar vuestras intenciones. Bien lo advierto: en medio de estas florecientes riquezas, seguís siendo igual que antes. BUFÓN (Llegando.) Estáis prodigando obsequios, donadme alguno a mí también. EMPERADOR ¿Estás aún vivo? Seguro que te los beberás. BUFÓN ¡Son hojas mágicas! No entiendo muy bien. EMPERADOR Cógelas, pues te han tocado en suerte. (Se va.) BUFÓN Me habrían tocado cinco mil coronas. MEFISTÓFELES Así que has resucitado, odre bípedo. BUFÓN Eso me sucede a menudo, pero nunca ha estado tan bien como hasta ahora. MEFISTÓFELES Te alegras tanto que sudas. BUFÓN Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 370 ¿Lo que hay aquí tiene valor de moneda? MEFISTÓFELES Con eso tienes para todo lo que les apetezca a la barriga y al gaznate. BUFÓN ¿Puedo comprar tierra, casa y ganado? MEFISTÓFELES ¡Está claro! Sólo pide, que no te faltará nada. BUFÓN ¿Y castillo con bosque, caza y un arroyuelo con pesca? MEFISTÓFELES ¡Sin duda! Cómo me gustaría verte hecho un gran señor. BUFÓN Esta misma tarde me pavonearé en mis dominios. (Se va.) MEFISTÓFELES (Solo.) ¿Quién duda del ingenio de este bufón? GALERÍA OSCURA (FAUSTO. MEFISTÓFELES.) MEFISTÓFELES ¿Por qué me traes a estos oscuros pasadizos? ¿No hay suficiente alegría ahí, y en el tumulto abigarrado de la corte no hay ocasión para la broma y el engaño? FAUSTO Deja ya eso, desde siempre ese ha sido tu estilo y lo has gastado hasta las suelas. Pero ahora tu ir y venir sólo es para no soltarme prenda. Con todo, se me incita a hacer algo: el Senescal y el Chambelán me empujan; el Emperador quiere que le haga ver al momento a Helena y Paris. Quiere ver nítida y delimitada la figura de los arquetipos del hombre y la mujer. ¡Vamos!, ¡manos a la obra! No puedo faltar a mi palabra. MEFISTÓFELES No tuvo sentido hacer tan frívolamente una promesa. FAUSTO Compañero, no te has dado cuenta a donde nos han llevado tus artificios. Antes le hemos enriquecido, ahora le tenemos que divertir. MEFISTÓFELES 371 Es una locura pensar que eso se puede arreglar de un momento para otro. Aquí nos encontramos ante escalones más empinados. Entrando en dominios absolutamente extraños, contraes con temeridad nuevas deudas. ¿Piensas que es tan fácil producir a Helena como a ese fantasma del papel moneda? Si quieres brujas, sombras de fantasmas o enanos con paperas puedo servirte enseguida. Mas las amantes del diablo, sin ánimo de ofenderlas, no pueden servir de heroínas. FAUSTO ¡Ya estamos otra vez con la vieja cantinela! Contigo siempre se va a parar a lo incierto. Eres el padre de todos los obstáculos. Por cada favor quieres nueva remuneración. Bastará un murmullo y lo lograrás; seguro que después de volverme de espaldas un momento, estará ante mí. MEFISTÓFELES Los paganos me resultan ajenos; habitan en su propio infierno; pero hay un medio. FAUSTO ¡Habla sin demora! MEFISTÓFELES No me gusta descubrir tan alto misterio. Hay diosas que reinan sentadas en soledad en sus tronos. A su alrededor no hay espacio, ni mucho menos tiempo. Hablar de ellas es muy dificultoso. Son las Madres. FAUSTO (Asustado.) ¡Las Madres! MEFISTÓFELES ¿Sientes miedo? FAUSTO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 372 ¡Las Madres!, ¡Madres! ¡Suena tan extraño! MEFISTÓFELES Y lo es. Son diosas desconocidas por vosotros, los mortales, y a las que a nosotros no nos gusta nombrar. Para llegar a su morada habrás de cavar hasta lo más profundo. Tú tienes la culpa de que tengamos que recurrir a ellas. FAUSTO ¿Por dónde está el camino que hay que tomar? MEFISTÓFELES ¡No hay ningún camino! Vas adonde nadie pisó ni podrá pisar; vas a lo que no se ha accedido y permanece inaccesible. ¿Estás preparado? Allí no hay cerraduras ni cerrojos que remover; estarás sumido en la soledad. ¿Has llegado a concebir lo que son el desierto y el aislamiento? FAUSTO Podrías ahorrarte esas palabras, pues esto me huele a cocina de bruja, a una época lejana del pasado. ¿No he tenido que entrar en contacto con el mundo? ¿No he tenido que aprender lo que es el vacío y enseñar el vacío? Cuando me parecía hablar razonablemente, la contradicción resonaba con redoblada fuerza; por eso, ante tanta contradicción, tuve que huir hacia la soledad, hacia lo no transitado, y para no estar completamente sólo tuve que entregarme al diablo. MEFISTÓFELES Aunque cruzaras a nado el océano y miraras en él lo ilimitado, en él al menos verías venir ola tras ola. Aunque temieras sucumbir e irte al fondo, algo verías. Seguro que verías deslizarse delfines en la mansedumbre del mar en calma. Verías las nubes, el Sol, la Luna y las estrellas. Pero no verás nada en la lejanía eternamente vacía, no oirás los pasos que des ni encontrarás nada firme para descansar. FAUSTO Hablas como el primero de los mistagogos que haya engañado a fieles neófitos; sólo que a la inversa. Me mandas al vacío para que aumente mi arte y mi fuerza. Me tratas como al gato aquel, para ver si te 373 saco las castañas del fuego. Pero vamos, profundicemos, en la nada espero encontrar el todo. MEFISTÓFELES Te alabo ahora, antes de que te separes de mí. Veo que conoces bien al diablo. Toma esta llave. FAUSTO ¡Qué pequeñez! MEFISTÓFELES ¡Tómala y no la tengas en poco! FAUSTO ¡Crece en mi mano, resplandece, destella! MEFISTÓFELES ¿Notas ya cuánto posees al tenerla? La llave te ayudará a intuir cuál es el camino adecuado. Síguela en tu descenso, te llevará hasta las Madres. FAUSTO (Estremecido.) ¡Las Madres!, ¡siempre que lo escucho es como si me dieran un golpe! MEFISTÓFELES ¿Eres tan limitado que una nueva palabra te aturde? ¿Sólo quieres oír aquello que ya has oído? Aunque siga sonando, que no te trastorne. Ya estás habituado a las cosas más extrañas. FAUSTO Pero mi salvación no está en lo estático, el estremecerse es lo más noble que hay en el hombre. Por muy caro que le haga pagar el sentimiento el mundo, es en la emoción donde el hombre alcanza a intuir lo inconmensurable. MEFISTÓFELES ¡Desciende, pues!; aunque también podría decirte: ¡asciende! Es lo mismo. Huye de lo que tiene existencia y ve hacia el libre reino de las formas. Goza de aquello que hace mucho tiempo que es inaccesible. El torbellino se enrosca como hileras de nubes. Mueve la llave y manténla lejos del cuerpo. FAUSTO (Fascinado.) ¡Bien!, al empuñarla con fuerza siento un nuevo vigor. Se me ensancha el pecho y se apresta a emprender grandes obras. 374 MEFISTÓFELES Un trípode ardiente te dará a conocer que habrás llegado al fondo, al fondo más profundo. Con ayuda de su fulgor, verás a las Madres. Unas están sentadas, otras están de pie y andan según el azar las lleve. Y Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 375 siempre, formación y transformación, el eterno sentido del juego eterno. Rodeadas de las formas de todas las criaturas, ellas no te verán, pues sólo ven esquemas. Ten entonces valor, porque el peligro es grande, corre al trípode y tócalo con la llave. (FAUSTO, con la llave en la mano, hace un ademán resuelto e imperativo.) ¡Muy bien! El trípode se une a ti, te sigue como si fuera tu fiel criado. Asciendes tranquilo, la fortuna te eleva, y antes de que ellas lo noten, estarás de vuelta con él. Al traerlo, haz un conjuro para que salgan de la noche el héroe y la heroína. Tú eres el primero que osaste acometer tal empresa, está hecha y tú la has llevado a cabo. Acto seguido, después de unas prácticas mágicas, la neblina del incienso se transformará en dioses. FAUSTO ¿Y ahora qué? MEFISTÓFELES Haz un esfuerzo para que tu ser descienda. Húndete dando un puntapié en el suelo; dando otro subirás. (FAUSTO da un puntapié en el suelo y se hunde.) ¡Si la llave le fuera de provecho! Tengo curiosidad por saber si volverá. SALAS INTENSAMENTE ILUMINADAS (El EMPERADOR y los PRÍNCIPES, la corte en movimiento.) CHAMBELÁN (A MEFISTÓFELES.) Aún nos debéis la escena de las apariciones. ¡Aprestaos a hacerla! El soberano está impaciente. SENESCAL Eso mismo solicitaba Su Graciosa Majestad. No vaciléis para escarnio de la Corona. MEFISTÓFELES Precisamente para conseguirlo ha partido mi compañero. Él sabe cómo se ha de proceder y trabaja silencioso y reconcentrado. Tiene que aplicarse especialmente; pues el que quiere desenterrar el tesoro, la Belleza, debe servirse del arte supremo, la Magia de los sabios. 376 SENESCAL Igual da qué artes hagan falta. El Emperador quiere que todo se ultime. UNA RUBIA (A MEFISTÓFELES.) Una palabra, caballero. Ya veis que mi rostro es claro, pero no es así en el fastidioso verano. Entonces me salen cientos de pecas de color rojo parduzco que, para disgusto mío, cubren mi blanca tez. ¡Procuradme un remedio! MEFISTÓFELES Es una pena que un tesoro tan radiante esté tan moteado en mayo como vuestros cachorros de pantera. Toma huevos de rana y lenguas de sapo, purifícalos, destílalos con gran cuidado en el plenilunio y cuando la luna entre en su fase menguante, aplícatelo sobre la piel. Al llegar la primavera, las motas habrán desaparecido. UNA MORENA La multitud se agolpa para rodearos. Os suplico que me deis un remedio. Tengo un pie helado y me estorba tanto al pasear como al bailar y hasta me muevo con torpeza al saludar. MEFISTÓFELES Permíteme que te dé un pisotón. LA MORENA Bien, es lo habitual entre enamorados. MEFISTÓFELES La pisada de mi pie, niña, tiene mayor importancia. «Lo semejante con lo semejante», sea lo que sea lo que nos duela. El pie cura al pie y así ocurre con todos los miembros. Vamos, presta atención, pero no lo debes devolver. LA MORENA Ay, ¡qué dolor!, ¡cómo quema! Fue un pisotón muy fuerte, como el de un casco de caballo. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 377 MEFISTÓFELES Te llevas contigo la curación. De ahora en adelante podrás ejercitar el baile cuando te apetezca y darte puntapiés en la mesa con tu amor. DAMA (Acercándose entre la multitud.) ¡Paso, paso! Mis dolores son demasiado fuertes. Con su ardor hacen que me hierva el corazón; hasta ayer, él buscaba su felicidad en mi mirada, ahora charla con ella y me ha vuelto la espalda. MEFISTÓFELES Es lamentable, pero escúchame. Acércate con tiento a él. Toma este carbón y traza una línea por sus mangas, en su capa, en su espalda, donde sea, sentirá en el corazón el suave aguijón del arrepentimiento. Pero luego tienes que tragarte el carbón sin llevarte a los labios ni vino ni agua: él llorará a tu puerta esta noche. DAMA ¿No será venenoso? MEFISTÓFELES (Indignado.) ¡Respeta a quien se debe! Habrías de ir muy lejos para encontrar un carbón similar. Lo he traído de una hoguera que atizamos con gran afán en otro tiempo. UN PAJE Yo estoy enamorado, pero no me consideran hombre hecho y derecho. MEFISTÓFELES (Aparte.) Ya no sé a quién tengo que atender. (Al PAJE.) No cifres tu dicha en la conquista de la más joven. Te sabrán apreciar las maduras. (Otros se acercan a él.) Otros nuevos. ¡Qué lucha más dura! Por fin voy a zafarme de esto apelando a la verdad. Es el peor de los recursos, pero la necesidad es muy grande. Oh, Madres, Madres, dejad libre a Fausto. (Mira alrededor.) Las luces ya se enturbian en la sala, toda la corte se ha estremecido a la vez. Solemnemente van en fila allá, por largos pasillos y distantes galerías. Bien, ya se reúnen en la amplia y antigua sala de los caballeros. Los tapices cubren amplias paredes y en los nichos y en las esquinas se han colocado armaduras. Aquí entiendo yo que no hay necesidad de 378 invocaciones, los espíritus se presentan por sí mismos en ese lugar. SALA DE LOS CABALLEROS (Poca iluminación.) (Han entrado el EMPERADOR y la corte.) HERALDO Mi antigua función de anunciar el espectáculo ha sufrido menoscabo por el misterioso influjo de los fantasmas. En vano trato de explicar por causas sensatas la confusa situación. Ya están dispuestas las butacas y las sillas. El Emperador está ante la pared, así podrá contemplar cómodamente las batallas de la época gloriosa. Aquí están sentados todos, el Soberano y la corte. Las banquetas están allá al fondo agolpadas. E incluso en esta hora tan sombría, la amada se sienta al lado de su amante. Y ya que todos han encontrado confortable sitio, estamos dispuestos: los espíritus pueden aparecer. (Toque de trompetas.) ASTRÓLOGO Que, al punto, comience el drama su curso. Lo manda el Señor, ¡muros, abríos! Ya no hay estorbo alguno. Aquí tenemos la magia a nuestra disposición. Los tapices se enroscan como si el fuego los encogiera, en los muros se hacen hendiduras y dan vueltas sobre sí: un profundo teatro se presenta y un fulgor misterioso nos alumbra, yo me subo al proscenio. MEFISTÓFELES (Asomando la cabeza por la concha del apuntador.) Desde aquí lograré la complacencia general del público; apuntar es, de las artes oratorias, la propia del demonio. (Al ASTRÓLOGO.) Conoces el compás que siguen los astros en su marcha; también comprenderás magistralmente mi susurro. ASTRÓLOGO Por el poder de la magia aparece ante los ojos de todos un antiguo templo bastante imponente. Semejantes a Atlas, que antaño sostenía el Cielo, aquí hay muchas columnas en hilera. Bien pueden bastar para sostener esta gran mole de roca, cuando con dos se sostendría un gran edificio. 379 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 380 ARQUITECTO Eso sería clásico. Yo no sabría apreciarlo, habría que llamarlo tosco y sobrecargado. Se llama noble a lo que está en bruto, grandioso a lo torpemente ejecutado. Yo quiero finas columnas, atrevidas, sin límite: una punta de ojiva eleva el alma, una construcción así nos edifica sobremanera. ASTRÓLOGO ¡Recibid con respeto las horas marcadas por los astros, que por los ensalmos quede atada la razón y que, por el contrario, la magnífica y atrevida fantasía emprenda un amplio y libre vuelo. Ved ahora con vuestros ojos lo que osadamente anheláis: es imposible y por lo mismo digno de ser creído. (FAUSTO surge del suelo en el otro lado del proscenio.) En traje sacerdotal y con una guirnalda, un hombre prodigioso lleva ahora a cabo lo que confiadamente empezó. Un trípode sube con él de una hueca cavidad. Ya presiento el aroma de incienso que sale del recipiente. Se apresta a bendecir la gran obra que en adelante no traerá otra cosa que fortuna. FAUSTO (Con magnificencia.) ¡En vuestro nombre, Madres que reináis sobre lo ilimitado, siempre solas, pero con compañía! ¡En torno de vuestra cabeza flotan las imágenes de la vida, en movimiento, pero sin vida! Lo que hubo alguna vez, se mueve allí con esplendor y brillo, pues aspira a hacerse eterno. Y vosotras, fuerzas todopoderosas, lo enviáis al pabellón del día, a la bóveda de las noches. A unas las atrapa el suave curso de la vida, a otras las busca el osado hechicero; pródigo y lleno de confianza deja ver lo que todos desean y es digno de un milagro. ASTRÓLOGO Apenas la incandescente llave toque el recipiente, una oscura niebla empezará a llenar el espacio; se deslizará, se acumulará formando nubes, se extenderá, se redondeará, se abrirá, se dividirá. ¡Y ahora, ved qué obra maestra han realizado los espíritus! Al andar, dejan oír música. De los aéreos sonidos 381 mana algo indeterminado; a su paso, todo se hace melodía. Suenan la columnata y los triglifos, creo que canta todo el templo. Cede la sombra y, entre la leve niebla, sale siguiendo un compás un bello adolescente. Aquí callo mi oficio, no me hace falta mencionarlo, ¿quién no conoce al noble Paris? (Aparece PARIS.) DAMA ¡Qué brillante y floreciente fuerza juvenil! SEGUNDA DAMA ¡Fresco y jugoso como un melocotón! TERCERA DAMA ¡Qué bello trazo tienen sus labios ligeramente abultados! CUARTA DAMA ¿Te gustaría beber a pequeños sorbos de ese vaso? QUINTA DAMA Es muy bello, aunque no precisamente fino. SEXTA DAMA Pero podría tener un poco más de soltura. UN CABALLERO Creo oler aquí a pastorcillo; nada de príncipes y nada de modales de la corte. OTRO CABALLERO Medio desnudo sí es guapo el muchacho, pero tendríamos que verlo en armadura. DAMA Se sienta dulce y cómodamente. CABALLERO Sobre sus rodillas estarías muy a gusto, ¿verdad? OTRA DAMA Apoya tan graciosamente el brazo sobre la cabeza... CHAMBELÁN ¡Qué vulgaridad! Me parece inadmisible. UNA DAMA Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 382 Los hombres siempre halláis algo censurable. CHAMBELÁN ¡Tumbarse así ante el Emperador!... LA DAMA No hace nada más que un papel. Se cree que está solo. CHAMBELÁN El espectáculo aquí debe consistir en ser decoroso. LA DAMA El sueño se ha apoderado dulcemente de este noble muchacho. CHAMBELÁN ¡Y ahora se pondrá a roncar y os parecerá perfecto! JOVEN DAMA (Entusiasmada.) ¿Qué aroma se ha mezclado con los vapores del incienso que me refresca hasta lo más íntimo el corazón? UNA DAMA DE MÁS EDAD ¡Es cierto!, mi alma está llena con un hálito que procede de él. LA DAMA MÁS VIEJA DE TODAS Es la flor del desarrollo que se convierte en ambrosía en este joven y se difunde por la atmósfera que lo rodea. (Aparece HELENA.) MEFISTÓFELES ¿Y esta es? No me causa ninguna inquietud. Es cierto que es guapa, pero no me dice mucho. ASTRÓLOGO Por esta vez no tengo más que hacer. Lo confieso y reconozco como hombre de palabra que soy. La beldad avanza y ojalá tuviera lenguas de fuego. De toda la vida se ha cantado mucho sobre la belleza... y a quien se le aparece se queda extasiado; aquel de quien ella se adueñó fue extremadamente dichoso. FAUSTO ¿Tengo aún ojos? ¿Se muestra en lo más profundo de mi alma la fuente de la belleza brotando con generosidad? Mi pavoroso viaje me ha reportado la más feliz recompensa. Para mí el mundo estaba 383 cerrado y era mezquino. ¿Y qué es ahora desde que asumí este sacerdocio? Por vez primera lo veo deseable, cimentado, duradero. ¡Que se extinga la fuerza de mi aliento si alguna vez me hastío de ti! ¡La hermosura que primero me encantó hechizándome con el mágico reflejo, fue sólo la sombra de esta belleza! ¡Tú eres a lo que consagro el impulso de todas mis fuerzas, el contenido de toda mi pasión, mis inclinaciones, mi amor, mi adoración, mi locura! MEFISTÓFELES (Desde la concha del apuntador.) ¡Contente!, y no te salgas del papel. LA DAMA DE CIERTA EDAD Es alta y tiene buen tipo, pero su cabeza es muy pequeña. UNA DAMA JOVEN Mirad sus pies, ¡no podrían ser más toscos! DIPLOMÁTICO He visto a princesas semejantes. Es hermosa de pies a cabeza. CORTESANO Se acerca al durmiente, amorosa y con astucia. DAMA ¡Qué fea resulta ante esa imagen de pureza juvenil! UN POETA Él es iluminado por la belleza de ella. LA DAMA Parecen Endimión y la Luna. Forman un verdadero cuadro. EL POETA ¡Muy bien! La diosa parece descender, se inclina sobre él para recibir su aliento. ¡Es digno de envidia! ¡Un beso!... La medida está colmada. SEÑORA DE COMPAÑÍA Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 384 ¡Ante toda la concurrencia!, ¡esto es una locura! FAUSTO ¡Qué terrible favor ha recibido el joven! MEFISTÓFELES ¡Calma!; ¡silencio! ¡Deja al fantasma hacer lo que le plazca! EL CORTESANO Ella se escapa con pie ligero, él se despierta. LA DAMA Ella vuelve la cabeza, ya me lo figuraba yo. EL CORTESANO Él se asombra. Es un prodigio lo que le está pasando. LA DAMA Para ella no es ningún prodigio lo que tiene delante. EL CORTESANO Se vuelve con distinción hacia él. LA DAMA Ya veo que le está enseñando la lección. En estos casos todos los hombres son tontos. Él también sin duda cree ser el primero. UN CABALLERO No me neguéis su valía. ¡Es majestuosamente fina! LA DAMA ¡La pécora! Eso lo llamo yo vulgar. UN PAJE ¡Cómo me gustaría encontrarme en su lugar! EL CORTESANO ¿Quién no caería atrapado en esa red? LA DAMA Esa joya ha rodado por tantas manos que el baño de oro está bastante desgastado. OTRA DAMA Desde los diez años ya no tiene valor. EL CABALLERO Cuando llega la ocasión cada cual toma para sí lo mejor. Yo me conformo con estos bellos restos. ERUDITO La veo con nitidez y confieso francamente que no sé si es genuina. Tenerla presente nos lleva a exagerar; yo sobre todo me atengo a lo escrito. Leo que ella en Troya realmente agradó a todas las 385 barbas canas; y me parece que esto se ajusta perfectamente: como yo no soy joven, ella me gusta. ASTRÓLOGO No es ya un mozalbete. Es un héroe audaz que la sujeta sin que ella pueda defenderse, con brazo fuerte la levanta en vilo. ¿Intentará raptarla? FAUSTO ¡Loco osado! ¡Cómo te atreves!... ¡Detente! ¡Es demasiado! MEFISTÓFELES Pero si has sido tú el creador de ese juego fantasmagórico. ASTRÓLOGO No diré más que una palabra. Después de todo cuanto ha ocurrido, yo titulo la obra el rapto de Helena. FAUSTO ¡Qué rapto! ¿Entonces no cumplo ninguna misión aquí? ¿Acaso esta llave no está en mi mano? Ella me llevó a través del horror, de los vaivenes y del oleaje de las soledades, a tierra firme. ¡Aquí hago pie!, ¡aquí encuentro realidades! Desde aquí el espíritu puede lidiar con los espíritus y asegurarse el gran y doble imperio. Ella, que estaba tan lejos, ¿cómo puede estar más cerca? La salvaré y será dos veces mía. Me atreveré. ¡Madres, Madres, concedédmelo! Quien la ha conocido no puede renunciar a ella. ASTRÓLOGO ¿Qué estás haciendo, Fausto? ¡Fausto!... La ha agarrado con violencia, ya empieza a hacerse borrosa la figura... Vuelve la llave hacia el muchacho, ¡lo toca! ¡Ay de nosotros! ¡Ahora, ahora mismo! Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 386 (Explosión. FAUSTO queda tendido en el suelo. Los espíritus se disuelven en la niebla.) MEFISTÓFELES (Tomando a FAUSTO sobre sus hombros.) ¡Ahí lo tenéis! Cargar con un loco acaba dañando hasta al diablo. (Oscuridad. Tumulto.) ACTO II HABITACIÓN GÓTICA, ESTRECHA Y DE ALTAS BÓVEDAS EN OTRO TIEMPO PROPIEDAD DE FAUSTO, EN LA ACTUALIDAD SIN CAMBIO ALGUNO (MEFISTÓFELES sale de detrás de una cortina. Mientras él sale y mira atrás ve a FAUSTO tendido en un lecho que fue de sus antepasados.) MEFISTÓFELES ¡Reposa, desdichado, que fuiste seducido difícilmente por solubles lazos de amor! Aquel al que Helena dejó inmóvil no recobra fácilmente la razón. (Mirando en torno.) Miro arriba, miro a un lado y a otro. Nada ha cambiado, todo está intacto; me parece, eso sí, que los paneles de colores están más turbios, las telarañas se han multiplicado, la tinta se ha secado, el papel amarillea, pero todo sigue en su lugar. Está aquí hasta la pluma con que Fausto pactó con el diablo. En las profundidades de su cañón ha cuajado una gotita de sangre que le extraje. Le desearía al mejor coleccionista que consiguiera una pieza tan singular como esta. La vieja pelliza cuelga todavía de esa percha y me recuerda los disparates que le conté a aquel jovenzuelo que hoy, ya algo mayor, tal vez sigan consumiéndolo. Verdaderamente siento el deseo de envolverme en ti, tosca y caliente envoltura, para jactarme de nuevo dándome aires de profesor, como alguien que supone tener razón en todo. Los sabios en esto son entendidos, pero al diablo se le pasaron las ganas hace mucho tiempo. (Sacude la pelliza después de descolgarla, y de ella escapan cigarras, escarabajos y polillas.) CORO DE INSECTOS 387 ¡Bienvenido, bienvenido, antiguo señor y dueño! Vamos volando y zumbando y ya te reconocemos. Tú a todos nos sembraste. Vamos llegando a millares, padre, en alegre danza. La picardía en el pecho se disimula tan bien que antes en la pelliza se descubren los piojos. MEFISTÓFELES ¡Qué sorpresa más agradable me produce esta reciente creación! Basta sembrar y luego se cosecha. Volveré a sacudir la vieja piel. Todavía salta algún insecto y revolotea de aquí para allá. ¡Id arriba!, ¡en todas direcciones! Apresuraos y escondeos allá donde están los viejos arcones, venid aquí a oscurecidos pergaminos y fragmentos polvorientos de pucheros o a las cuencas de los ojos de las calaveras. En una vida tan confusa y tan pútrida siempre debe haber grillos. (Se envuelve con la pelliza.) Ven, cúbreme una vez más las espaldas. Hoy vuelvo a ser el rector. Aunque de qué me sirve llamarme de ese modo. ¿Dónde está la gente que por tal me reconoce? (Agita la campana que deja oír un sonido agudo y penetrante con el que resuenan las paredes y se abren las puertas.) FÁMULO(Llega tambaleándose por el oscuro pasillo.) ¡Qué sonido! ¡Qué tormenta! La escalera vacila, tiemblan las paredes. Veo los fulgores de la tormenta a través de los paneles de colores de la vidriera. El pavimento se levanta y desde arriba caen cal y cascotes como si fueran granizo. Y la puerta cerrada con fuertes candados se ha abierto por arte de Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 388 magia. ¡Qué veo, horror! ¡Un gigante está ahí apostado con la vieja pelliza de Fausto! Sus señas y sus miradas hacen que incline las rodillas. ¿Debo huir o quedarme? ¿Qué será de mí? MEFISTÓFELES (Haciéndole señas.) Adelante, amigo, ¿no os llamáis Nicodemus? FÁMULO Honorabilísimo señor, ese es mi nombre. Oremus. MEFISTÓFELES ¡Eso dejémoslo! FÁMULO ¡Qué alegría que me conozcáis! MEFISTÓFELES Y os conozco muy bien, entrado en años y todavía estudiante, rancio señor. Hasta un hombre erudito sigue estudiando si no puede hacer otra cosa. Así uno se construye un modesto castillo de naipes, que ni un gran ingenio llega a edificar del todo. Pero vuestro amo sí que es un hombre entendido, ¿quién no conoce al famoso doctor Wagner, hoy día el primero en el mundo de la sabiduría? Él es el único que lo sostiene, el que hace crecer la sabiduría día tras día. Oyentes y discípulos con ansia de un saber total se reúnen en torno a él. Sólo él resplandece desde su cátedra, maneja las llaves como san Pedro, abre lo de abajo y lo de arriba. Son tales su brillo y su esplendor que nadie lo supera en fama y en gloria, incluso el nombre de Fausto queda por él oscurecido. Él es el único que realmente ha inventado algo. FÁMULO Perdonad, honorabilísmo señor, si os digo algo, si es que por otra parte puedo contradeciros: no se trata de eso, la modestia es su don más personal. Él no ha sabido reponerse a la misteriosa desaparición de aquel insigne hombre y espera encontrar con su retorno consuelo y alivio. El gabinete, como en tiempos del doctor Fausto, permanece intacto desde que él se marchó y espera a su antiguo dueño. Apenas me aventuro a entrar en él. ¿Cuál será la hora que marquen los astros? Me parece que tiemblan las paredes, 389 las jambas de las puertas vibran, saltan los cerrojos: de otro modo no podríais haber entrado. MEFISTÓFELES Pero, ¿dónde se ha metido ese hombre? Llévame hasta él o tráemelo. FÁMULO ¡Ah!, su prohibición es demasiado estricta. No sé si debiera atreverme. Meses enteros vive en el más sigiloso aislamiento, en aras de su gran obra. Él, que es el más delicado de los sabios, tiene aspecto de carbonero; tiznado de la nariz a las orejas, sus ojos están rojos de tanto atizar el fuego. Así va consumiendo cada instante y el chascar de las pinzas es su música. MEFISTÓFELES ¿Me negaría él la entrada? Soy el hombre que puede adelantar la llegada de su dicha. (El FÁMULO se va; MEFISTÓFELES se sienta con gravedad.) Apenas he ocupado el sitio, veo allá un huésped que me es conocido. Pero en esta ocasión es de los más modernos y se comportará con desmedido atrevimiento. BACHILLER (Acercándose impetuosamente por el corredor.) He encontrado abiertos el portal y la puerta. Espero al fin que este hombre que se encontraba vivo entre la podredumbre no siga decayendo como un muerto, atrofiándose y muriendo en la vida misma. Estos muros, estos tabiques, se inclinan y amenazan al final con caerse, y si no huimos pronto, su caída y su ruina nos alcanzarán. Soy audaz como ningún otro, pero nadie puede obligarme a dar un paso más. Pero, ¿qué tengo que aprender hoy? ¿No fue aquí donde vine, hace ya muchos años, siendo un bienintencionado estudiante de primer curso temeroso y cohibido? ¿No fue aquí donde me confié a esos barbudos para instruirme con sus paparruchas? Pertrechados con sus libracos me dijeron tantas mentiras como cosas sabían, pues no creían en lo que sabían y así consumieron su vida y la mía. ¿Cómo? Allí en el claroscuro de esa celda todavía hay alguien sentado. Al acercarme, veo con asombro que está metido aún en su pelliza parda; está tal como lo dejé, envuelto en ese tosco abrigo de pieles. La verdad es que entonces me pareció muy capaz, cuando yo no tenía suficiente juicio. Pero esta vez no me atrapará, iré a 390 abordarlo con decisión. (A MEFISTÓFELES.) ¡Viejo señor!, si no fue bañada tu cabeza calva e inclinada hacia delante por las aguas del Leteo, reconoced en mí al estudiante emancipado ya de las ligaduras académicas. Os encuentro tal como os conocí; sin embargo, yo soy otro. MEFISTÓFELES Me alegra que os atrajera mi llamada, por aquel entonces no os minusvaloré: el gusano y la crisálida anuncian lo que será la futura mariposa. Con vuestros rizos y vuestro cuello de encaje, sentíais un placer Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 391 infantil. ¿Nunca os dejasteis crecer coleta? Hoy veo que lleváis el cabello a lo sueco. Tenéis un aspecto resuelto y dinámico, pero no os vayáis a casa tan incondicionado. BACHILLER Mi viejo señor, estamos de nuevo aquí. Sin embargo, tened en cuenta cómo corren los tiempos modernos y absteneos de palabras de doble sentido, ahora atendemos a cosas muy diferentes. Os burlasteis sin ningún esfuerzo de un muchacho bueno y confiado, algo que hoy nadie se atreve a hacer. MEFISTÓFELES Quien le dice a la juventud la pura verdad no agrada a los pichones, pero, pasados unos años, cuando la han sufrido en su propio pellejo, se jactan de haberla obtenido por ellos mismos y dicen entonces que su maestro era un imbécil. BACHILLER ¡O, tal vez, un pícaro! Pues, qué maestro nos dice la verdad a la cara. Todos saben magnificarla o menguarla, en serio o en broma, ante los buenos chicos. MEFISTÓFELES Sin duda hay un tiempo para aprender; ya noto que estáis preparados para enseñar. Desde unas cuantas lunas y desde algunos soles, la plenitud de la experiencia os ha colmado. BACHILLER ¡Experiencia!, ¡la experiencia es espuma y polvo! No está a la misma altura del espíritu. Confesad que lo que se ha sabido en todo tiempo no era digno de saberse. MEFISTÓFELES (Después de una pausa.) ¡Hace mucho que lo pienso! Antes yo era un loco, ahora me parece que soy vacuo y necio. BACHILLER ¡Me alegro! Por fin escucho algo sensato, sois el primer anciano razonable que conozco. MEFISTÓFELES Buscaba un tesoro con piezas de oro enterrado y extraje horribles carbones. BACHILLER Confesad: ¿vuestro cráneo y vuestra calva valen mucho más que los de esas huecas calaveras? MEFISTÓFELES 392 ¿Sabes lo grosero que resultas, amigo? BACHILLER En alemán se miente cuando se es educado. MEFISTÓFELES (Que, con su sillón de ruedas, ha avanzado hacia proscenio, acercándose más al patio de butacas.) ¡Aquí arriba me quitan el aire y la luz! ¿Llegaré a encontrar acomodo entre vosotros? BACHILLER Es muy pretencioso que, en el más negativo de los períodos, se pretenda ser algo cuando ya no se es nada. Toda vitalidad está en la sangre y ¿dónde fluye la sangre mejor que en el adolescente? La sangre viva con fuerzas renovadas es la que crea nueva vida de la vida. Allí todo se anima, allí todo se hace, lo débil decae, lo capaz prospera. En tanto que nosotros hemos conquistado medio mundo, ¿qué habéis hecho vosotros? Habéis dado cabezadas, habéis cavilado, soñado, considerado: planes y sólo planes. Sin duda alguna, la vejez es una fiebre álgida que hace sentir la escarcha de una impotencia caprichosa. El que ha pasado de los treinta años es como si ya estuviera muerto. Tal vez lo mejor sería que os quitarais la vida a tiempo. MEFISTÓFELES El diablo no tendría nada que añadir a eso. BACHILLER Si yo quiero, puede que no haya diablo. MEFISTÓFELES (Aparte.) Sin embargo, en breve el diablo te hará tropezar. BACHILLER Esta es la misión más noble de la juventud. Antes de yo crearlo, no existía el mundo. Yo hice salir al Sol del mar; conmigo la Luna comenzó el curso de sus fases; bastó un gesto mío, la primera de las noches, para que las estrellas desplegaran todo su esplendor. ¿Quién sino yo os libró de las ataduras del pensamiento filisteo? Yo, en cambio, sólo escucho hablar al espíritu y persigo mi luz interior y ando raudo, con íntimo entusiasmo; la luz está ante mí y la oscuridad a mis espaldas. (Se va.) MEFISTÓFELES 393 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 394 Extravagante, vete jactancioso. ¡Cómo dañaría tu seguridad saber que nadie piensa nada necio o cuerdo que no haya sido ya pensado antes! Pero este no me causa preocupación, en pocos años cambiará. Aunque el mosto fermente de manera impredecible, al final tendrá que dar vino. (A los jóvenes del público que no aplauden.) Mis palabras os pueden dejar fríos, pero yo os lo tolero, buenos muchachos. Tened en cuenta que el diablo es viejo y habréis de envejecer para entenderle. LABORATORIO (Al estilo de la Edad Media, lleno de enormes y toscos aparatos confines fantásticos.) WAGNER (Junto al fogón.) Suena la campana, la terrible, su tañido resuena en los muros llenos de hollín. La incertidumbre no puede durar más tiempo, ya las oscuridades se aclaran; en el fondo de la redoma empieza a estar incandescente el carbón enrojecido, parece el más magnífico de los carbunclos y despide destellos a través de la oscuridad. Aparece una luz clara y blanca. Ah, ¡que no lo pierda otra vez! Oh, Dios, ¿qué produce ese ruido en la puerta? MEFISTÓFELES (Entrando.) ¡Saludos!, es con buena intención. WAGNER (Con miedo.) ¡Salud a la estrella de esta hora! Pero callad y contened la respiración. Está a punto de consumarse una gran obra. MEFISTÓFELES (Más bajo.) ¿Qué está ocurriendo? WAGNER (Más bajo aún.) Se está dando forma a un ser humano. MEFISTÓFELES ¿A un hombre? Y ¿a qué pareja de enamorados has metido en el hueco de la chimenea? WAGNER ¡Dios me libre! Declaro que el estilo antiguo de procrear es una vana necedad. El delicado punto del que brotaba la vida, la suave fuerza que surgía del interior, recibía y daba, para darse forma a sí misma 395 y asimilarse primero a lo más cercano y luego a lo extraño, está ya privado de su dignidad. Aunque el animal todavía se solaza con ello, el hombre, mucho mejor dotado, ha de tener en el futuro un origen más noble y más elevado. (Volviéndose hacia el fuego del horno.) ¡Ved cómo brilla!... Ahora sí que se puede confiar en que, por la mezcla de cientos de ingredientes -pues esto es una mezcla-, compondremos la materia humana, la encerraremos herméticamente en un alambique y la destilaremos en su justa medida. Así, serenamente, la obra habrá sido culminada. (Volviéndose hacia el fuego del horno.) ¡Todo va saliendo! La masa se va aclarando, mi convicción se confirma cada vez más. Aquello que se considera secreto en la naturaleza, voy a probarlo de modo racional, con osadía, y lo que ella antes organizaba por su cuenta, ahora lo voy a hacer cristalizar. MEFISTÓFELES Aquel que ha vivido mucho, ha tenido muchas experiencias. No puede encontrarse con nada nuevo en este mundo. En mis años de viaje he visto ya muchos pueblos cristalizados. WAGNER (Siempre muy atento a la redoma.) Esto sube, centellea, se conglomera; en un momento estará hecho. Un gran proyecto siempre parece al principio obra de un demente, pero riámonos del azar, un cerebro que puede pensar bien, creará con el tiempo un pensador. (Observando entusiasmado la redoma.) Una suave fuerza hace que resuene el vidrio; se enturbia, se aclara, por lo tanto tiene que surgir. Ya veo un hombrecito moviéndose graciosamente. ¿Qué más queremos?, ¿qué más nos exige el mundo? El misterio ha sido desvelado y está a plena luz. Prestad oídos a este sonido, se va a convertir en voz, se va a hacer lenguaje. HOMÚNCULO (Dirigiéndose a WAGNER desde la redoma.) ¿Qué tal, papaíto? Ya veo que no ha sido una broma. ¡Ven y abrázame con ternura contra tu pecho!, pero no lo hagas muy fuerte, no sea que se rompa el vidrio. Fijaos en la naturaleza de las cosas: mientras a lo natural ni siquiera parece bastarle el mundo, lo artificial sólo requiere un reducido espacio. (A MEFISTÓFELES.) Primo, ¿te ha dado por llegar en el momento justo, eh, sinvergüenza?; te lo 396 agradezco. La buena suerte te ha traído aquí con nosotros. Ya que existo, he de mostrarme activo. Quiero afanarme enseguida a trabajar. Tú eres capaz de acortarme el camino. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 397 WAGNER ¡Sólo una palabra! Hasta hoy tuve que avergonzarme, pues los viejos y los jóvenes me atormentaban con problemas. Por ejemplo, nadie ha podido entender cómo el alma y el cuerpo, compenetrándose tan bien y estando tan estrechamente unidos que al parecer nadie puede separarlos, estén siempre amargándose mutuamente la vida. Además... MEFISTÓFELES ¡Alto ahí! Yo preferiría preguntar: ¿por qué el marido y la mujer se llevan tan mal? Esto, amigo mío, nunca llegarás a aclararlo. Aquí hay mucho que hacer, y trabajar es precisamente lo que quiere el pequeño. HOMÚNCULO ¿Qué hay que hacer? MEFISTÓFELES (Señalando una puerta lateral.) ¡Muestra aquí tu aptitud! WAGNER (Sin dejar de mirar la redoma.) ¡Eres verdaderamente el más encantador de los muchachos! (La puerta lateral se abre y se ve a FAUSTO tendido en el lecho.) HOMÚNCULO (Sorprendido.) ¡Impresionante! (La redoma se escapa de las manos de WAGNER, flota sobre FAUSTO y lo ilumina.) Está rodeado por lo bello. En las aguas cristalinas y en las tupidas arboledas, unas mujeres se desnudan. ¡Son las más hermosas y deseables! Esto cada vez es mejor. Pero hay una que se distingue esplendorosamente de todas. Ella pone su pie sobre la translúcida claridad. La suave llama de la vida que anima ese noble cuerpo se atempera en el lábil cristal de las ondas. Pero, ¿qué es ese ruido de alas agitadas?, ¿qué agitar y qué chapoteo de alas perturba este pulido espejo? Las muchachas huyen asustadas, pero sola se queda la reina mirando y ve, con orgulloso placer femenino, cómo el príncipe de los cisnes se aprieta con impertinente mansedumbre contra sus rodillas. El parece familiarizarse. De 398 repente un vapor se empieza a elevar y los cubre con un tupido manto. Es la más bella de todas las escenas. MEFISTÓFELES ¿Qué no nos contarás? Con todo lo pequeño que eres, tienes una gran fantasía. Yo no veo nada. HOMÚNCULO Y lo creo. Tú eres del norte y creciste en la época de las nieblas, en un desolado paraje de caballería y entusiasmo clerical, ¡cómo iba a estar libre tu mirada! Sólo te sientes bien entre tinieblas. (Mirando alrededor.) ¡Piedra renegrida, enmohecida, repugnante, arcos ojivales, volutas, todo ruin! Si este se despertara, habría otro problema, pues moriría de inmediato. Los manantiales del bosque, los cisnes, las bellas desnudas, ese era su sueño lleno de presentimientos. Yo, el más acomodaticio de los seres, apenas podría haberlo soportado. Partamos ahora con él. MEFISTÓFELES Seguro que el viaje será de mi agrado. HOMÚNCULO ¡ Manda al guerrero al combate!, ¡lleva a la muchacha al baile!, y así todo quedará arreglado. Ahora que lo recuerdo, precisamente hoy es la noche clásica de Walpurgis. No hay mejor ocasión para llevar todo a su propio elemento. MEFISTÓFELES Jamás oí hablar de tal cosa. HOMÚNCULO ¿Cómo podría haber llegado a tus oídos? Tú sólo conoces a los fantasmas románticos, un auténtico fantasma ha de ser también clásico. MEFISTÓFELES Entonces, ¿adónde he de emprender el viaje? Ya estoy hastiado de mis colegas de la Antigüedad. HOMÚNCULO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 399 400 Satán, al noroeste está tu región preferida, pero esta vez navegaremos rumbo hacia el sureste. Por un amplio valle fluye libre el Peneo formando tranquilos y húmedos remansos rodeados de árboles y matorrales; la llanura se extiende hasta alcanzar los montes y las gargantas, y arriba, vieja y nueva a la vez, está Farsalia. MEFISTÓFELES ¡Oh, no!, ¡déjate de eso!, y no me hables de luchas de la tiranía contra la esclavitud. Eso me enfada, pues apenas ya todo se ha tratado, ellos empiezan de nuevo, pero nadie se da cuenta que es Asmodeo el que está detrás. Se baten, según dicen, por el derecho a la libertad, pero si se mira bien es una lucha de siervos contra siervos. HOMÚNCULO ¡Deja al hombre con sus discordias! Cada cual debe defenderse como puede desde niño y así aprenderá a hacerse hombre. Ahora tan solo se trata de saber si este hombre puede sanar. Si dispones de un remedio, haz aquí mismo la prueba; si no puedes hacer nada, déjamelo a mí. MEFISTÓFELES Se podría probar con algo del Brocken, pero a todo ello le han echado el candado pagano. El pueblo griego nunca valió mucho, pero os deslumbra con el libre juego de los sentidos y seduce el corazón humano con alegres pecados, mientras que los nuestros siempre se verán tenebrosos. Y ahora, ¿qué hay que hacer? HOMÚNCULO Tú no eres apocado y si te hablo de las hechiceras de Tesalia, creo que esto te dirá algo. MEFISTÓFELES (Con lascivia.) ¡Las hechiceras de Tesalia! ¡Muy bien!, son personas de las que me informé hace mucho tiempo. Vivir con ellas noche tras noche no creo que sea agradable, pero sí que se puede intentar hacerles una visita... HOMÚNCULO Trae aquí la capa y envuelve al caballero adormecido. Ese guiñapo os llevará, como siempre, a uno y a 401 otro; yo iré delante alumbrándoos. WAGNER (Con temor.) ¿Y yo? HOMÚNCULO Tú, mientras tanto, quédate en casa y haz algo importante. Desenrolla los viejos pergaminos, reúne elementos vitales según las prescripciones y añade con cuidado unos a otros. Mientras yo, al recorrer el mundo, tal vez descubra el punto sobre la i. Entonces habré alcanzado el premio, hay que esforzarse por tal recompensa: oro, honor, fama, una vida sana y larga, y también quizá ciencia y virtud. ¡Adiós! WAGNER (Desolado.) ¡Adiós!, siento el corazón oprimido. Me temo que no volveré a verte nunca más. MEFISTÓFELES Bajemos el Peneo. Habrá que hacer caso al primo. (A los espectadores.) Al final, dependemos de las criaturas que hemos hecho. NOCHE DE WALPURGIS CLÁSICA (Campos de Farsalia.) (Oscuridad.) ERICTO A la horrible fiesta de esta noche, como otras veces, vengo yo, Ericto, la oscura, la sombría. No soy tan repugnante como los insolentes poetas, exagerando, me achacan. Ellos no dejan jamás de elogiar y vituperar. El amplio valle palidece ante la gris onda de las tiendas de campaña como si fuera el recuerdo de la noche más turbadora y siniestra. ¡Cuántas veces se repite y se renovará eternamente! Nadie cede su dominio a otro, y este no lo cede a otro que lo ha obtenido por la fuerza y por la fuerza lo domina. No hay nadie que, incapaz de dominarse a sí mismo, no desee dominar la voluntad del vecino siguiendo un terco afán. Aquí mismo, con la guerra, se dio buena muestra de cómo a la violencia se opuso una violencia mayor, de cómo se destroza la hermosa guirnalda de mil flores de la libertad, de cómo el recio 402 laurel se dobla para colocarse sobre la cabeza del dominador. Aquí soñaba Pompeyo el Magno con el Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 403 primer florido día de grandeza. Allí César velaba atento observando el fiel de la balanza. Iban a medirse y sabe el mundo a quién le sonrió la suerte. Los fuegos de la guardia refulgen despidiendo llamas rojizas, el suelo exhala el vaho de la sangre vertida y, atraída por el extraño resplandor de la noche, se reúne la legión del mito helénico. En torno a las hogueras, se cierne o se detiene la agradable imagen fabulosa de la época antigua. La luna, aunque no está llena, se eleva difundiendo su tenue brillo por todas partes. El espejismo de las tiendas de campaña desaparece, los fuegos arden con llamas azuladas. Pero, encima de mí, ¿qué meteoro inesperado se cierne sobre mí? Un globo corpóreo despide su luz e ilumina. Siento la vida. En este caso no debo acercarme a un ser viviente pues soy fatal para él. Esto me ha dado mala fama y no me reportará ningún beneficio. Ya desciende. Después de pensarlo bien, me voy. (Se aleja.) (Los que viajan por el aire están arriba.) HOMÚNCULO Flota en círculo otra vez, sobre las llamas y el miedo, en el valle y el abismo, todo parece espectral. MEFISTÓFELES Desde mi vieja ventana en el solitario Norte veo espantosos fantasmas. Estoy tan bien como en casa. HOMÚNCULO Mira aquella procesión que avanza ante nosotros. MEFISTÓFELES Es como si se asustaran al ver que vamos volando. HOMÚNCULO Déjalos, pon en el suelo a tu caballero, pronto 404 a la vida volverá desde su reino de fábula. FAUSTO (En contacto con el suelo.) ¿Dónde está ella? HOMÚNCULO No sabríamos decírtelo, pero tal vez se pueda averiguar. Dándote prisa, si quieres, puedes seguir su rastro de llama en llama antes de que amanezca. Aquel que se ha atrevido a llegar hasta las Madres, no tiene ya nada que superar. MEFISTÓFELES Yo también vengo aquí por interés. Por eso no se me ocurre nada mejor para nuestro éxito que cada cual tiente su propia aventura. Luego, para reunirnos, enciende y haz que suene tu linterna, pequeño. HOMÚNCULO Tan pronto como luzca, sonará. (El vidrio suena y brilla con intensidad.) Ahora busquemos prestos nuevas maravillas. FAUSTO (Solo.) ¿Dónde está? Dejaré de preguntar.. Si no era este el suelo que pisaba, si no era esta la ola que rompía a sus pies, este es el aire que hablaba su lenguaje. ¡Aquí!, ¡por un prodigio!, ¡aquí en Grecia! Enseguida sentí el suelo que pisé. Desde que, en mi sueño, un espíritu me enardeció, mi ánimo es el de un Anteo, y, aunque encontrara lo más extraño aquí reunido, recorrería de un lado a otro este laberinto de llamas. (Se aleja.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 405 EN EL ALTO PENEO MEFISTÓFELES (Buscando un rastro.) Yendo de uno a otro de estos pequeños fuegos, me encuentro totalmente extraño; casi estoy totalmente desnudo, sólo llevo una camisa. Las esfinges descaradas, los grifos desvergonzados y qué sé yo cuántos seres melenudos y alados se reflejan en el ojo por delante y por detrás... Es cierto que nosotros también somos indignos, pero la Antigüedad me parece demasiado frívola: habría que controlarla siguiendo el gusto más moderno y revestirla, variopinta, a la moda. ¡Qué gente más repugnante!, pero, no por ello podré dejar de saludarla, ya que soy su nuevo huésped. ¡Salud a las bellas mujeres, salud a los sabios ancianos! UN GRIFO (Rugiendo.) No somos ancianos, somos grifos. A nadie le gusta ser llamado anciano. Las palabras suenan según sea su procedencia, que es la que las determina: «gris», «grimoso», «gruñón», «gruta», «grito» son etimológicamente semejantes, pero nos resultan malsonantes. MEFISTÓFELES Y, sin desviarnos del tema, «garra» va muy bien con el título nobiliario de «grifo». GRIFO (Sigue rugiendo.) ¡Naturalmente! Se ha probado la afinidad: se ha afirmado ya muchas veces, pero ha sido aún más alabada. No hay más que echarle la garra a las muchachas, a las coronas, al oro: la mayoría de las veces la fortuna sonríe al rapaz. HORMIGAS (De un tamaño colosal.) Ya que habláis de oro, os diremos que hemos reunido mucho y lo acumulamos en rocas y cavernas. El pueblo de los Arimaspos lo descubrió y se ríen por habérselo llevado. GRIFO ¡Ya haremos que confiesen! ARIMASPOS Pero que no sea en esta noche de júbilo. De aquí a mañana lo habremos derrochado todo. Esta vez nos 406 saldremos con la nuestra. MEFISTÓFELES (Que se ha situado entre las ESFINGES.) ¡Qué fácilmente y con qué gusto me acostumbro a esto! Los voy conociendo uno por uno. UNA ESFINGE Exhalamos nuestro grito espiritual y vosotros le vais dando cuerpo. Ahora nómbrate para que te conozcamos mejor. MEFISTÓFELES La gente cree nombrarme con multitud de nombres. ¿Hay aquí británicos? Como suelen viajar tanto en busca de campos de batallas, saltos de agua, muros derruidos, monumentos clásicos cubiertos de musgo, este sería para ellos un lugar digno de visitarse. También atestiguarían que, en las antiguas obras teatrales, desempeñaba el papel de «old Iniquity». LA ESFINGE Y ¿cómo se llegó a eso? MEFISTÓFELES No sé cómo. LA ESFINGE Puede ser. ¿Entiendes algo de estrellas? ¿Qué dices de la hora presente? MEFISTÓFELES (Mirando al cielo.) La estrella persigue a la estrella, la luna, que ya no está llena, brilla con luz clara, y yo me encuentro muy bien en este sitio agradable, calentándome junto a tu piel de león. Sería una lástima subir hasta esas alturas. Propón algún enigma o por lo menos una charada. LA ESFINGE Defínete sólo a ti mismo. Eso será ya un enigma. Intenta revelarte en lo íntimo. «Tan necesario para el piadoso como para el malvado; para uno es una coraza con que ejercitarse en la esgrima ascética; para el otro, un compañero que le ayuda a cometer locuras, y lo uno y lo otro sólo para divertir a Zeus.» PRIMER GRIFO (Rugiendo.) Ese tipo no me gusta. SEGUNDO GRIFO (Rugiendo más fuerte.) ¿Qué está buscando aquí? 407 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 408 AMBOS A LA VEZ Ese mamarracho está de más aquí. MEFISTÓFELES (Brutalmente.) ¿Crees tal vez que las uñas del huésped no arañan tan bien como tus afiladas garras? ¡Pruébalo y verás! ESFINGE (Afable.) Puedes quedarte cuanto quieras, pero tú mismo te apartarás de nosotros. En tú país te encontrarás a gusto, pues, si no me equivoco, aquí no te sientes muy bien. MEFISTÓFELES Eres muy atractiva mirada desde arriba, pero la bestia que hay abajo me espanta. ESFINGE ¡Farsante! Vas a cumplir tu amarga penitencia, pues nuestras garras están sanas; tú, por tu parte, con esa pata coja de caballo no encontrarás acomodo en nuestra sociedad. (Las SIRENAS preludian desde arriba.) MEFISTÓFELES ¿Cuáles son los pájaros que están meciéndose en las ramas de los álamos del río? ESFINGE ¡Ten cuidado! Ese canturreo ya trajo la perdición a los mejores. SIRENAS ¿Por qué os echáis a perder rodeados de monstruos deformes?, hemos venido en grandes grupos, oíd los armoniosos cantos que son propios de las sirenas. ESFINGES (Mofándose de ellas con la misma melodía.) ¡Obligadlas a descender! Están ocultando en las ramas sus horribles garras de azor para atraparos sin piedad, si es que oídos les prestáis. SIRENAS Dejemos los odios y envidias. Reunamos las alegrías esparcidas por todo el cielo. ¡Tanto la tierra como el agua 409 den la bienvenida al gran huésped con su semblante más sonriente! MEFISTÓFELES He aquí las buenas nuevas; el sonido de la garganta y el de las cuerdas que se funden uno con otro. Para mí los gorjeos ya se acabaron; me provocan un cosquilleo en los oídos, pero no me llegan al corazón. ESFINGES No hables del corazón. Es vano. Una desgastada bolsa de cuero es lo que mejor le va a tu cara. FAUSTO (Entrando.) ¡Qué maravilla! El espectáculo me llena de satisfacción. En medio de lo monstruoso veo trazos grandes y vigorosos. Presiento una suerte favorable. ¿Adónde me lleva esta imponente visión? (Señalando a las ESFINGES.) Ante estas estuvo Edipo. (Señalando a las SIRENAS.) Ante estas se retorció Ulises con sus ataduras de cáñamo. (Señalando. a las HORMIGAS.) Estas acumularon el más grande de los tesoros. (Señalando a los GRIFOS.) Y estos lo custodiaron fielmente y sin tacha. Me encuentro poseído por un nuevo espíritu, las figuras son grandes y los recuerdos también. MEFISTÓFELES En otra ocasión los hubieras ahuyentado con maldiciones, pero ahora parece interesarte, pues allá donde se busca a la mujer amada hasta los monstruos son bienvenidos. FAUSTO (A las ESFINGES.) Vosotras, imágenes de mujeres, debéis contestarme: ¿alguna de vosotras ha visto a Helena? ESFINGES Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 410 No llegamos a vivir en su época. Hércules mató a la última de nosotras. Podrías informarte por Quirón, que anda galopando por aquí en esta noche espectral. Si se detiene por ti, ya habrás avanzado mucho. SIRENAS Pero eso no te haría falta. Ulises pasó a nuestro lado despacio y lanzando improperios, mas mucho podría contarte. Todo te lo revelaremos cuando te afinques con nosotras en el reino del verde mar. UNA ESFINGE No te dejes engañar, noble señor. En vez de atarte como Ulises, lígate a nuestros buenos consejos; si puedes encontrar al magnífico Quirón, sabrás lo que te prometí. (FAUSTO se aparta.) MEFISTÓFELES (Desolado.) ¿Qué aves pasan graznando y batiendo las alas? Van tan rápido que apenas se puede ver, siempre una detrás de otra, agotarían a cualquier cazador. LA ESFINGE Comparables a los golpes de viento en tempestad, apenas son sólo alcanzables por las flechas de Alcides. Son las veloces Estinfálidas, con su pico de buitre y sus patas de ganso. Les gustaría mostrarse en nuestros círculos como parientes nuestras. MEFISTÓFELES (Como azorado.) Hay otra cosa que silba por ahí. LA ESFINGE No temas por esos. Son las cabezas de la Hidra de Lerna. Están separadas del tronco y se creen algo. Pero di, ¿qué te pasa?, ¿qué gestos más nerviosos?, ¿adónde quieres ir? ¡Vete si quieres! Ya veo que ese coro hace que vuelvas la cara. No te fuerces. Ve a mirar esas bellas caras. Son las lamias, refinadas y deliciosas rameras, con la sonrisa en los labios y rostros insolentes, como les gusta a los sátiros. Tu pie 411 de cabrón puede aventurarse sin miedo en ese terreno. MEFISTÓFELES Pero, vosotras, ¿os quedaréis aquí para que os encuentre? ESFINGES Sí, mézclate con esa gente alegre, nosotras que somos de Egipto, estamos ya acostumbradas desde hace mucho tiempo a reinar durante miles de años. Respetad nuestra posición y así seguiremos regulando el paso de los días y las fases lunares. Nos sentamos delante de las pirámides como supremo tribunal de los pueblos; a pesar de ver riadas, paz y guerra, nada varía nuestro rostro impertérrito. EN EL BAJO PENEO (PENEO rodeado de corrientes de agua y NINFAS.) PENEO ¡Avívate, susurro que te filtras por entre los juncos! iSopla suave, hermana de las cañas; zumbad, matas ligeras junto a los sauces; habladme al oído, cimbreantes ramas de los álamos, cuando continúe mi sueño interrumpido! Un estruendo terrible me ha despertado, es un temblor que todo lo sacude, me priva de mi paz y me obliga a salir de mi undosa corriente. FAUSTO (Avanzando hacia el río.) Si no he oído mal, debo creer que, detrás de esta cerrada vegetación, de estas ramas, de estos matorrales, suena algo parecido a la voz humana. La ondulación de las aguas crea un parloteo, las brisas parecen bromear. NINFAS (A FAUSTO.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 412 Lo que debes hacer es tenderte sereno, reposar en fresco lecho tus miembros fatigados, disfrutar de esa paz que siempre te rehúye. A tu lado estaremos dulces y susurrantes. FAUSTO Ya despierto. Dejad que reinen estas formas incomparables tal como están dispuestas ahí a mi vista. ¡Estoy tan maravillosamente rodeado! ¿Esto son sueños o recuerdos? En otra ocasión ya te sentiste igual de afortunado. Las corrientes de agua se deslizan por la frescura de los espesos arbustos mansamente movidos. Las aguas no corren raudas, apenas avanzan. De todos los puntos brotan cientos de fuentes que se reúnen en un hondo y calmado remanso que invita al baño. Sanos cuerpos de mujer, duplicados por el húmedo espejo, deleitan la mirada. Luego se bañan juntas con alegría, unas nadando atrevidas, otras braceando temerosas y todo acaba con un gran griterío y una batalla en el agua. Debiera satisfacerme y bastarme esto, mis ojos debieran regocijarse, pero mi pensamiento me impulsa a ir más lejos. Mi mirada se dirige con agudeza a la rica envoltura vegetal tras la que se esconde la distinguida reina. ¡Es maravilloso! También vienen cisnes que proceden de los hondones de los arroyos y avanzan majestuosos. Se balancean con suavidad, son delicadamente sociables, pero orgullosos y seguros de sí mismos. Ved cómo mueven la cola y el pico. Pero hay uno de ellos que parece pavonearse con especial osadía y complacencia y navega adelantando a todos. Su plumaje se ahueca hinchándose y se convierte en una ola que, aumentando el ondular de las aguas, se acerca al santo lugar. Los otros van de acá para allá con un plumaje liso y brillante, pero pronto entablan una viva y aparatosa lucha para apartar a las muchachas de allí, pues no quieren ponerse al servicio de ellas, sino sólo preservar su propia seguridad. NINFAS 413 Arrimad el oído, hermanas, a la orilla y su pendiente verde. Creo no equivocarme. Resuena un eco de cascos de caballo. ¡Si supiera quién traerá esta noche el rápido y esperado mensaje! FAUSTO Me parece como si la tierra temblara resonando al trote de un caballo. ¡Mira ahí, vista mía! ¿Debe llegar ya a mí un destino favorable? ¡Oh, maravilla sin igual! Viene un jinete al trote, parece virtuoso de espíritu y lleno de valor, lo lleva un caballo de deslumbrante blancura. No me equivoco, lo conozco, es el famoso hijo de Filira. ¡Deténte, Quirón!, ¡alto!, ¡tengo que decirte...! QUIRÓN ¿Qué ocurre?, ¿qué pasa? FAUSTO Modera tu paso. QUIRÓN No me detendré. FAUSTO Entonces, por favor, llévame contigo. QUIRÓN Sube, así podré preguntarte a mi manera: ¿adónde vas? Te encuentras en esta orilla. Estoy dispuesto a llevarte, cruzándolo, al otro lado del río. FAUSTO Adonde quieras. Por siempre te estaré agradecido. A ti, al gran hombre, al noble pedagogo que, para su gloria, educó a una generación de héroes, la ilustre estirpe de los nobles argonautas y todos cuantos fundaron el mundo del poeta. QUIRÓN Dejemos eso en su lugar. La misma Palas no mereció honores cuando hizo las veces de Mentor. Al final, los discípulos se comportan como si no hubieran sido educados. FAUSTO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 414 415 Al médico que nombra cada planta, que conoce las raíces, que da salud al paciente y alivio al herido, yo le abrazo estrechamente el alma y el cuerpo. QUIRÓN Cuando a mi lado caía herido un héroe, sabía auxiliarlo y aconsejarlo, pero al final confié mi arte a curanderas y sacerdotes. FAUSTO Tú eres de verdad el gran hombre que no puede escuchar alabanzas. Procura esquivarlas modestamente y hace como si hubiera iguales a él. QUIRÓN Me pareces diestro en el fingir y para adular tanto al príncipe como al pueblo. FAUSTO Con todo, tendrás que confesar que has visto a los más grandes de tu época, que rivalizaste en proezas con el más valioso y que tu vida fue casi la de un dios. Pero entre las figuras heroicas, ¿quién fue para ti el más grande? QUIRÓN Entre los argonautas cada cual fue valiente a su modo y según la fuerza que tenía podía bastarse allí donde a los demás la fuerza les faltaba. Los Dióscuros siempre vencieron donde prevalecían la plenitud juvenil y la belleza. La decisión y la diligencia en la acción fue la mejor de las cualidades de los Boréades. Reflexivo, enérgico, listo y presto al consejo, así mandaba Jasón, muy atractivo para las mujeres. Orfeo, tierno y siempre tímidamente discreto, superó a todos tañendo la lira. Linceo, con su penetrante vista, tanto de día como de noche, condujo la nave entre escollos y ante las playas. El peligro sólo se corre en común. Cuando uno de ellos actúa, los demás lo alaban. FAUSTO ¿No vas a decir nada de Hércules? QUIRÓN ¡Oh, dolor! No renueves mis pesares... Nunca había visto a Febo ni a Ares ni a Hermes, como se les 416 llama, cuando vi ante mis ojos al que todos los hombres ensalzan como divino. Era rey de nacimiento, era magnífico contemplarlo de joven, pero estaba sometido a su hermano mayor y también a las mujeres más bellas. Gea no volverá a engendrar a un segundo Hércules, ni Hebe lo llevará al Empíreo; en vano se afana la poesía y en vano se atormenta a la piedra. FAUSTO Por mucho que se fatiguen los escultores, nunca llegará a tener un aspecto tan impresionante. Ya has hablado del hombre más hermoso, ¡habla ahora de la mujer más bella! QUIRÓN La belleza femenina no significa nada; con demasiada frecuencia es una imagen estática que mana felicidad y alegría de vivir. La belleza se satisface a sí misma, la gracia es lo que la hace irresistible, como ocurrió con Helena cuando la llevé. FAUSTO ¿Tú la llevaste? QUIRÓN Sí, sobre estos lomos. FAUSTO ¿Acaso no estoy ya suficientemente fascinado para que ocupar tal lugar me colme de alegría? QUIRÓN Ella se agarraba a mi cabellera como tú lo haces. FAUSTO ¡Oh!, yo me pierdo por completo. ¡Cuéntame cómo ocurrió! Ella es mi único anhelo. ¿Dónde la recogiste y a qué lugar la llevaste? QUIRÓN Es fácil contestar a tu pregunta. Los Dióscuros habían liberado en aquel tiempo a su pequeña hermana de sus raptores. Estos, no acostumbrados a ser vencidos, cobraron energías y se lanzaron con fuerzas sobre ellos. Los pantanos de las cercanías de Eleusis atajaron la rápida carrera de los hermanos, ellos los vadearon, y yo haciendo chapotear el agua, nadé hasta la orilla opuesta. Entonces ella saltó a tierra y, pasando la mano por mis crines mojadas, me acarició y me dio las gracias con discreta amabilidad y 417 desenvoltura. ¡Qué atractiva! ¡Era una delicia para los ojos de un anciano! FAUSTO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 418 ¡Y tan sólo tenía diez años! QUIRÓN Los filólogos te han llevado al error en el que ellos están inmersos. Es singular lo que ocurre con esta mujer mitológica; el poeta la representa como le conviene hacerlo: nunca es mayor de edad, nunca envejece, siempre tiene un apetecible aspecto; es raptada de joven y de vieja es aún galanteada. En una palabra, el poeta no está atado a ningún tiempo. FAUSTO Bien, que tampoco a ella le imponga sus ligaduras el tiempo. Cuando Aquiles la encontró en Feres estaba fuera de todo tiempo. ¡Qué rara dicha es haber obtenido el amor contra el destino! ¿No podría yo, anhelante energía, darle vida a esa forma única, esa criatura eterna, del mismo origen que los dioses, tan grande como tierna, tan majestuosa como amable? Tú la viste hace mucho, yo la he visto hoy, tan bella como atractiva, tan anhelada como bella. Ella ha hecho fuertemente presa de mi pensamiento y mi ser. No puedo vivir, si es que no puedo obtenerla. QUIRÓN Estimado extranjero, como hombre, estás fascinado, pero entre los espíritus das la impresión de tener trastornada la cabeza. Por fortuna, todo parece coincidir para ponerse a tu favor; pues todos los años, sólo durante un breve tiempo, acostumbro a ir a casa de Manto, hija de Esculapio. En silenciosa oración, ella implora a su padre para que, a fin de encontrar su gloria, ilumine por fin la razón de los médicos y los aparte del homicidio temerario. De todas las sibilas ella es la que más aprecio; no se mueve grotescamente, es discreta y benefactora. Si te quedas aquí algún tiempo, ella te curará valiéndose de las propiedades de las raíces. FAUSTO No quiero ser curado. Mi espíritu es poderoso. Si me curaran sería tan vulgar como los demás. QUIRÓN No desaproveches la curación que procede de tan rico manantial. Apéate ya. Hemos llegado. 419 FAUSTO Dime, ¿a qué lugar de tierra firme me has traído en medio de la tétrica noche y a través de orillas arenosas? QUIRÓN Aquí, con el Peneo a la derecha y el Olimpo a la izquierda, Roma y Grecia pugnaron por el vastísimo reino que se pierde ante la vista. El rey huye, el ciudadano triunfa. Levanta la vista. Aquí cerca e iluminado por la claridad de la luna, se muestra imponente el templo eterno. MANTO (Dentro del templo, soñando.) Cascos de caballo resuenan en el suelo sagrado. Parecen acercarse aquí unos semidioses. QUIRÓN Justamente, ¡abre los ojos! MANTO (Despertando.) ¡Bienvenido! Ya veo que no faltas a tu cita. QUIRÓN ¿Sigue aún en pie el templo que te sirve de morada? MANTO ¿Continúa tu infatigable vagabundeo? QUIRÓN ¿Sigues viviendo en el reposo mientras yo gusto de dar vueltas por ahí? MANTO Yo persisto en mi posición. El tiempo va dando vueltas alrededor de mí. ¿Y ese quién es? QUIRÓN La malhadada noche, en su torbellino, le ha traído aquí. Piensa locamente en Helena, a Helena quiere conquistar y no sabe cómo ni por dónde empezar. Está mucho más necesitado que otros de una cura de Esculapio. MANTO Amo al que desea lo imposible. (QUIRÓN se ha marchado ya.) Entra, temerario, debes alegrarte. Esta oscura senda lleva a la mansión de Perséfone. En la hueca base del Olimpo, está atenta esperando la visita prohibida. Aquí en otro tiempo introduje a Orfeo. ¡Aprovéchalo más! ¡Adelante! Con valor. (Los dos descienden.) 420 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 421 EN EL ALTO PENEO SIRENAS ¡Lanzaos a la corriente del Peneo! Es muy agradable nadar chapoteando en sus aguas y entonar canción tras canción para el bien del desgraciado pueblo. No hay salvación sin el agua. Vayamos formando un espléndido ejército con rapidez hacia el mar Egeo y allí tendremos todos los placeres. (Tiembla la tierra.) Vuelve otra vez la ola con toda su espuma, ya no fluye bajando por la pendiente de su lecho. El fondo del río se remueve, el agua hace empuje, la masa de arena y la playa se agrietan humeantes. ¡Huyamos! ¡Vamos todas juntas, vamos! Lo extraordinario no le aprovecha a nadie. Id, visitantes nobles y alegres, a las alegres fiestas marinas, id refulgentes a ver cómo las olas temblorosas al romperse en la orilla se hinchan ligeramente. Allí donde luce la luna con redoblado brillo y nos refresca con su sagrado rocío. Allí hay una vida que se mueve con toda libertad, aquí hay un angustioso terremoto. Huyan todos los que sean prudentes. El horror reina en este lugar. SEÍSMOS (Rugiendo y haciendo ruido.) Empujemos con fuerza una vez más; elevemos los hombros. Así llegaremos a lo alto, donde todo ha de sucumbir ante nosotros. ESFINGES Qué temblor más repulsivo, qué horrible y aborrecible tormenta. Qué estremecimiento, qué oscilación, qué bamboleo nos lleva de acá para allá. ¡Qué fastidio más insufrible! Sin embargo, no nos cambiaríamos de sitio aunque se desatara toda la fuerza del infierno. Ahora se eleva una bóveda maravillosa. Es él mismo, ese viejo hace mucho tiempo encanecido que hizo surgir la isla de Delos de las olas del mar por el amor de una mujer parturienta. Con esfuerzos, apretones y haciendo firmemente empuje con los brazos rígidos y la espalda encorvada, semejante a un Atlas en sus movimientos, elevó 422 el suelo, la hierba, la arcilla, los terrenos pantanosos y los terrones, la arena y el barro, los lechos que reposan en nuestra orilla. Así desgarra, de un lado a otro, la serena alfombra del valle. Esforzándose al máximo, sin cansarse nunca, como una colosal cariátide, lleva a cuestas un entramado de piedras hundido en el suelo hasta la cintura. Pero las cosas no seguirán adelante, las esfinges ya han ocupado su sitio. SEÍSMOS Se reconocerá al fin que yo he logrado esto. Si yo no me hubiera estremecido y conmovido, ¿cómo podría ser tan bello el mundo? ¿Cómo se habrían remontado las montañas al éter puro y azul, si no las hubiera elevado para que ofrecieran un aspecto pintoresco y encantador? Cuando en presencia de nuestros primeros antepasados, la Noche y el Caos, yo me porté con bravura, jugué en compañía de los titanes ,con el Pelión y el Osa. En nuestro ardor juvenil, seguimos haciendo locuras, hasta que fatigados al fin, como unos canallas, le colocamos al Parnaso dos montes como si fueran un sombrero de dos picos. Apolo mora allí rodeado del alegre coro de las musas, y a Júpiter y a las flechas de sus rayos yo les erigí un alto trono. Ahora, con un enorme esfuerzo, he surgido del abismo e invito a una nueva vida a sus alegres habitantes. ESFINGES Habría que reconocer que esta montaña es antiquísima si es que nosotras mismas no la hubiéramos visto surgir del suelo. Un frondoso bosque se extiende hacia arriba, pero aún se oprimen unas peñas contra otras. Pero una esfinge no se inmutará por ello; nosotras desde nuestro asiento sagrado no nos dejaremos turbar. GRIFOS Oro en panes, oro en láminas veo vibrar a través de las grietas. No os dejéis robar un tesoro tan valioso. Venga, hormigas, a extraerlo. CORO DE HORMIGAS Como aquellos gigantes lograron extraerlo, 423 vosotras, pies inquietos, subid hasta la cumbre. Entrad y salid rápido. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 424 En esas hendiduras, todas las migajitas son dignas de buscarse. Hasta lo diminuto tenéis que descubrir con vuestra gran presteza en todos los rincones. Debes ser diligente, multitud pululante. Apilad sólo el oro. Dejad atrás la escoria. GRIFOS ¡Adentro, adentro! ¡Todo el oro en montones! Pondremos nuestras garras encima. Estas son los mejores cerrojos. Así queda a buen recaudo el mayor de los tesoros. PIGMEOS Ya ocupamos verdaderamente nuestro sitio y no sabemos cómo ha ocurrido. No preguntéis de dónde venimos, puesto que al fin y al cabo estamos ahí. Para vivir con alegría todo país es apto; cuando se ve una grieta en las rocas, allí está el enano dispuesto a todo. El enano y la enana están prestos a trabajar, cada pareja de ellos es un modelo ejemplar. No sabemos si todo esto sería igual en el paraíso, pero nos encontramos estupendamente aquí y con gratitud bendecimos nuestra estrella, pues tanto en el Este como en el Oeste la madre Tierra sigue con gusto engendrando. DÁCTILOS Si en una sola noche dio a luz a los pequeños, engendrará a los mínimos junto a sus semejantes. EL MÁS VIEJO DE LOS PIGMEOS Deprisa, ocupad el sitio más propicio. Deprisa, al trabajo, más rapidez que fuerza. Todavía hay paz. Fabricad en la fragua vuestros arneses y armas. 425 Formemos un ejército. Que todas las hormigas, multitud diligente, nos consigan metales. Y a vosotros, los dáctilos, numerosos y mínimos, se os da el mandato de recoger madera. ¡Haced luego una hoguera, de misteriosas llamas, procuradnos carbón! GENERALÍSIMO DE LOS PIGMEOS Con el arco y las flechas, poneos ya en marcha. En el estanque aquel abatid esas garzas que en gran número anídan con orgullo jactándose. Hacedlo de un golpe, así todos nosotros ornaremos al fin nuestro yelmo y penacho. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 426 LAS HORMIGAS Y LOS DÁCTILOS ¿Quién nos defenderá? Extraemos el oro, ellos forjan cadenas. Para la libertad no ha llegado el momento, sigamos siendo dóciles. LAS GRULLAS DE IBICO Gritos y lamentos de muerte, angustioso batir de alas. ¡Qué suspiros, qué gimoteos se elevan para nuestro escarnio! Todos han sido aniquilados. Su sangre tiñó el mar de rojo. Una monstruosa codicia roba a las garzas sus adornos. El viento agita los penachos de esos ventrudos patizambos. Aliadas de nuestro ejército que surcáis el mar en hileras, os llamamos a la venganza pues esta es también nuestra causa. Que nadie reserve su sangre. Guerra eterna contra esa chusma. (Las GRULLAS se dispersan graznando.) MEFISTÓFELES (En la llanura.) Sé muy bien cómo manejar a las brujas del norte, pero con esos espíritus extranjeros no me encuentro a gusto. El Blocksberg sigue siendo un sitio muy cómodo, dondequiera que vaya uno se halla como en familia. La señora Ilse vela por nosotros desde su piedra, desde sus alturas se eleva Enrique alegremente. Es cierto que los Roncadores hablan en tono grosero a la Miseria, aunque todo está asegurado por miles de años. Pero aquí, ¿quién sabe adónde va y dónde está, o si debajo de él el suelo no va a estallar? Me dejo llevar despreocupado por un agradabla valle y, de pronto, detrás de mí, se alza una montaña, que, a decir verdad, no parece una montaña, y que es lo suficientemente alta como para separarme de mis esfinges. Aquí se agitan muchos fuegos que bajan por el valle y llamean en tomo a 427 esta aventura. Aún danza y revolotea ante mí el galante coro, que me atrae mientras se aparta de mí de una forma burlesca. Sin embargo, calma. El que está acostumbrado a los caprichos, siempre busca algo que atrapar. LAMIAS (Atrayendo hacia ellas a MEFISTÓFELES.) Aprisa, más aprisa, ven cada vez más lejos. Luego, al detenernos, sin parar charlaremos. Es algo tan gracioso provocar la atracción del viejo pecador. Con su pie atrofiado se acerca cojeando y arrastrando su pierna, entretanto nosotras de él nos alejamos. MEFISTÓFELES (Deteniéndose.) Maldita suerte. Hombrecitos engañados, infelices seducidos desde los tiempos de Adán. Nos volvemos viejos, pero quién sé vuelve juicioso. ¿No tienes ya suficientemente perdida la cabeza? Bien se sabe que no se puede obtener nada bueno de esas que llevan el corsé ceñido al cuerpo y las caras maquilladas. No Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 428 tienen nada sano que ofrecernos, por donde quiera que se las agarre, sus miembros se descomponen. Ya se sabe, se ve, y aunque pueda palparlo con las manos, uno baila el son que esas putas nos tocan. LAMIAS ¡Alto!, piensa y vacila, se detiene. Id a su encuentro para que no nos rehúya. MEFISTÓFELES (Continúa.) Vamos y no te dejes apresar estúpidamente en la red del titubeo, pues, si no hubiera ninguna bruja, ¿quién querría ser diablo? LAMIAS (Con extremada gracia.) Demos vueltas alrededor de este héroe. Seguro que el amor por alguna de nosotras llamará a la puerta de su corazón. MEFISTÓFELES Verdaderamente, iluminadas por esta luz trémula, parecéis hermosas damas y así no me gustaría agraviaros. EMPUSA (Entrando en el corro.) A mí, siendo de las vuestras, ni siquiera me dejáis formar parte de vuestro corro. LAMIAS Esa está de más entre nosotras; siempre hecha a perder nuestro juego. EMPUSA (A MEFISTÓFELES.) ¡Te saluda Empusa, tu primita, tu colega con pies de asno! Tú sólo tienes un casco de caballo, pero, con todo, recibe mi saludo, primo. MEFISTÓFELES Aquí creí que sólo había desconocidos, pero por desgracia encuentro parientes próximos: esto es como hojear un viejo libro, no hago nada más que encontrar primos, del Harz hasta la Hélade. EMPUSA Yo sé obrar decidida y con rapidez. Podría transformarme en muchas cosas, pero ahora, en honor vuestro, me he puesto la cabeza de burro. MEFISTÓFELES Parece que para esta gente el parentesco es algo muy importante. Pero pasara lo que pasara, me negaría 429 a llevar cabeza de asno. LAMIAS Deja a ese ser repugnante que provoca espanto. Todo aquello que se adivina y puede ser agradable y bueno desaparece en cuanto ella irrumpe. MEFISTÓFELES También me resultan sospechosas esas primitas tiernas y delicadas; detrás de esas mejillas como rosas presiento metamorfosis. LAMIAS Haz la prueba. Somos muchas. Echa mano de una de nosotras... Y, si tienes suerte, te llevarás lo mejor. ¿A qué vienen esas cancioncillas lascivas? Eres un pretendiente miserable, por mucho que te enorgullezcas y te pavonees. Ahora se mete entre nosotras. Quitaos las máscaras y que vea nuestro verdadero ser. MEFISTÓFELES He elegido a la más bonita. (Al abrazarla.) ¡Qué escoba desgastada! (Echando mano de otra.) Y esta, qué cara más horrible. LAMIAS No te creas que te mereces algo mejor. MEFISTÓFELES Quisiera asegurarme la más pequeña... Es como si un lagarto se me escapara de las manos, y su trenza de pelo liso parece una sierpe. En lugar de esta agarraré a la alta... Agarro un tieso con una piña en su extremo por cabeza. ¿Qué saldrá de todo esto? Todavía queda una rolliza con la que tal vez disfrutaré. ¡Haré un último intento! ¡Adelante! Muy gordinflona, mofletuda. Esto lo pagan los orientales a alto precio. Pero, ay, el hongo ha reventado. LAMIAS Disgregaos, temblad y flotad por el aire. Con la rapidez del rayo rodead como una bandada de aves negras al intruso hijo de la bruja. Trazad círculos imprecisos y que provoquen pavor, murciélagos de alas silenciosas. ¡Demasiado bien librado ha salido! 430 MEFISTÓFELES (Moviéndose de un lado para otro.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 431 No parece que haya despabilado mucho. Todo es absurdo aquí y todo es absurdo en el norte. Aquí, lo mismo que allí, hay grotescos fantasmas, pueblo y poetas de mal gusto; aquí todo es una mascarada, una danza sensual como en todas partes. Tenté bellas máscaras y abracé seres que me espantaron. Bien me hubiera gustado que el engaño no se disipara, que durara algo más. (Perdiéndose entre las rocas.) Pero, ¿dónde estoy?, ¿qué va a salir de esto? Esto era una senda y ahora es un horrible montón de escombros. Llegué aquí por un camino liso y ahora sólo veo guijarros ante mí. En vano escalo y desciendo la montaña, ¿dónde volveré a encontrar las esfinges? Nunca me hubiera figurado una cosa tan extravagante. Subir una montaña de esas en sólo una noche. Eso parece una cabalgata de brujas que llevan consigo su Blocksberg. UNA OREADA(Saliendo de una roca.) Sube aquí, la sierra donde moro es muy antigua, pero conserva su forma originaria. Honra estas estribaciones del Pindo. Ya estaba yo así impasible cuando Pompeyo huyó cruzándome. Al lado está el producto de la ilusión que se desvanecerá cuando cante el gallo. A menudo veo nacer y de inmediato desaparecer quimeras de ese tipo. MEFISTÓFELES Honor a ti, noble cumbre adornada por la vegetación circundante de robustas encinas. La claridad extremada de la luz de la luna no se atreve a adentrarse en tu penumbra. Pero junto a los matorrales brilla tímidamente una luz. Todo parece ser propicio. Caramba, si es el homúnculo. ¿De dónde vienes, pequeño colega? HOMÚNCULO Voy revoloteando de un lado para otro y me gustaría nacer en el mejor sentido de la palabra. Estoy ansioso por romper mi vidrio, pero a la vista de lo ocurrido, no me gustaría arriesgarme. Pero, para decírtelo en confianza, estoy en busca de dos filósofos, yo los escuché decir «¡Naturaleza!, ¡naturaleza!». No quiero apartarme de ellos, pues deben conocer la esencia de lo terrestre y acabaré 432 sabiendo cuál de las posiciones es la más sabia. MEFISTÓFELES Eso hazlo por ti mismo, pues allá donde reinan los fantasmas es también bienvenido el filósofo. Para que la gente goce de su arte y favor, crea al instante una docena de nuevos fantasmas. Si no te equivocas, nunca llegarás a comprender. Si quieres nacer, hazlo por ti mismo. HOMÚNCULO Nunca se debe despreciar un buen consejo. MEFISTÓFELES Vete entonces. Ya veremos. (Se separan.) ANAXÁGORAS (A TALES.) Tu terco espíritu no se doblega. Hace falta algo más para convencerte. TALES La onda se doblega con gusto a todos los vientos, pero se mantiene lejos de la escarpada roca. ANAXÁGORAS Por las emanaciones del fuego estas rocas están aquí. TALES Lo viviente nació de lo húmedo. HOMÚNCULO (Entre los dos.) Permitidme marchara vuestro lado, tengo vivos deseos de nacer. ANAXÁGORAS ¿Has hecho salir del fango en una noche, oh Tales, una montaña como esta? TALES Nunca la naturaleza en su vivo fluir estuvo sujeta al día, a la noche y a las horas. Ella construye regularmente todas las formas y ni en lo grande hay violencia alguna. ANAXÁGORAS Pero aquí la hubo. Hubo un horrible fuego plutónico. Resonaron con fuerza los estallidos de vapores eólicos y rompieron la vieja costra del suelo llano y una nueva montaña surgió de inmediato. TALES Este documento ha sido descargado de 433 http://www.escolar.com 434 ¿Y qué se deduce de eso? Está y ahí se queda. Sea como fuere, ahí está la montaña. Con esas discusiones se pierde el tiempo y la paz y se enreda a la gente para llevarla al redil que uno desea. ANAXÁGORAS Pronto de la montaña empiezan a surgir mirmidones que acuden a habitar la hendiduras de las peñas, la familia de los pigmeos, las hormigas, los gnomos y otros diminutos y diligentes seres. (Al HOMÚNCULO.) Tú nunca aspiraste a lo grande, has vivido solitario y aislado. Si te acostumbras a la jerarquía, te coronaré rey. HOMÚNCULO ¿Qué dice a esto, Tales? TALES Yo no te lo aconsejaría, con lo pequeño se hacen pequeños logros. Mira ahí, mira esa nube negra de grullas. Amenaza a ese pueblo agitado y amenazaría a su propio rey. Con sus puntiagudos picos y sus patas con terminaciones afiladas se lanzan sobre los pequeños. Ya resplandece en el cielo la tormenta del destino. Por medio de un crimen murieron las garzas que vivían a las orillas del tranquilo y pacífico lago. Pero aquella lluvia de mortales venablos dio lugar a que se urdiera una cruel y sangrienta venganza, despertó la ira de las parientes cercanas contra la criminal ralea de los pigmeos. ¿De qué os sirven ahora el escudo, el yelmo y la lanza? ¿Qué ayuda les prestan a los enanos los penachos de garza? ¡Cómo se esconden los dáctilos y las hormigas! ¡Su ejército flaquea, huye, sucumbe! ÁNAXÁGORAS (Solemnemente después de una pausa.) Si hasta aquí pude celebrar a las potencias subterráneas, en esta ocasión me he de dirigir hacia arriba. Tú, situada arriba, eterna y que nunca envejecerás. Tú, que tienes tres nombres y tres formas. Te invoco ante el dolor de mi pueblo: ¡Diana, Luna, Hécate!. Tú, que ensanchas el pecho y reflexionas con la más extremada profundidad, tranquila en apariencia, violenta en tu interior, abre el impresionante abismo de tus sombras, que se muestre tu antiguo poder. (Pausa.) 435 ¿He sido escuchado demasiado pronto? ¿Acaso mi súplica hacia las alturas ha trastornado el gran orden natural? Y se acerca y se ve cada vez más grande y más grande el trono circular de la diosa. Temible para los ojos, inmenso, su fuego al rojo se va oscureciendo. No te acerques más, círculo amenazante y poderoso. ¿Vas a llevar a su final al mar y a la tierra? ¿Entonces sería cierto que algunas mujeres de Tesalia, con una impía confianza en la magia, te hicieron abandonar tu trayectoria y extraer de ti el peor de los influjos? El luminoso escudo se ha oscurecido. En un momento se ha rasgado, brilla y centellea. ¡Qué estruendo! ¡Qué zumbido de viento! Humildemente me postro ante el trono. ¡Perdón!, yo he invocado esto. (Se arroja de cara contra el suelo.) TALES Qué no habrá visto u oído este hombre. No sé muy bien qué nos ha pasado. Tampoco he percibido lo que él sentía. Confesemos que son horas locas y la luna se mece plácidamente en su sitio igual que antes. HOMÚNCULO Mirad la morada de los pigmeos. La montaña antes era redonda y ahora es puntiaguda. He sentido un enorme retumbar. La roca ha caído precipitándose desde la Luna y de inmediato ha matado, sin hacer distingos, tanto a amigos como a enemigos. De todas formas he de alabar estas artes que dieron lugar en una noche a la creación de una montaña. TALES Tranquilízate, sólo fue una ilusión. ¡Que se vaya de aquí esa repugnante raza! Afortunadamente para ti no has sido su rey. ¡Vayamos ahora a la alegre fiesta marina! Allí se espera y se honra a prodigiosos huéspedes. (Se alejan.) MEFISTÓFELES (Trepando por el lado opuesto.) 436 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 437 No tengo más remedio que ascender por empinados escalones de roca y arrastrarme por viejas encinas de recias raíces. En mi Harz, el aroma resinoso tiene un cierto matiz de pez que es de mi gusto, en él predomina el azufre... Aquí, entre estos griegos, apenas si hay rastro de estos olores. Tengo curiosidad por averiguar con qué avivan los tormentos y las llamas del infierno. DRÍADA En tu país podrás ser inteligente, pero en el extranjero no eres suficientemente diestro. No debieras pensar tanto en tu patria, debieras venerar la dignidad de las encinas sagradas. MEFISTÓFELES Aquello a lo que uno está acostumbrado es un paraíso. Pero decidme: ¿Qué es aquel ser de triple figura que se ve acurrucada en esa hendidura de la montaña? DRÍADA Son las Fórcidas. Acércate a ellas y háblales si no te espantan. MEFISTÓFELES ¿Por qué no? Yo veo algo y me asombro. Con lo orgulloso que soy, debo reconocer que nunca he visto nada igual. Son más horrorosas que las figuras de la mandrágora. ¿Es posible encontrar algo de mayor fealdad en los más reprobables pecados que en ese engendro triple? No podríamos soportarlas ni en los márgenes de nuestros infiernos. Aquí echa raíces en el país de la belleza. ¿Y esto recibe el nombre de clásico?... ¡Se mueven! Parecen advertir mi presencia. Dan silbidos agudos como los murciélagos vampiros. UNA FÓRCIDA Dadme el ojo, hermanas, para ver quién se aventura a acercarse tanto a nuestros templos. MEFISTÓFELES Respetabilísimas damas. Permitidme acercarme a vosotras y recibid vuestra triple bendición. Yo me presento todavía como un desconocido, pero, si no me equivoco, soy un pariente lejano. He visto dioses viejos y dignos. Ya me he inclinado ante Ope y Rea. Ayer vi a las Parcas, hermanas del caos y vuestras, 438 las vi ayer... o anteayer; y con todo no he visto a nadie igual que a vosotras. Ahora callo y permanezco fascinado ante vuestra presencia. FÓRCIDA Parece que tiene inteligencia este espíritu. MEFISTÓFELES Me sorprende que no haya ningún poeta que os aprecie. Y decidme: ¿qué pasó, qué pudo ocurrir para que ninguna estatua os representara a vosotras, las más dignas de ser inmortalizadas? Que el cincel intente esculpiros a vosotras y no a Juno, a Palas o similares. FÓRCIDA Sumidas en la soledad y en la más calmada noche, nuestra tríada jamás pensó en ello. MEFISTÓFELES Pero, ¿cómo puede ser que estéis apartadas del mundo y a nadie veáis y nadie os vea? Deberíais ir a vivir en los lugares donde la magnificencia y el arte estaban sentados en el mismo trono, allá donde todos los días, veloz y con paso redoblado, un bloque de mármol cobra vida con la figura de un héroe, donde... FÓRCIDA Calla tu boca y no nos inspires deseos. ¿Qué nos ayudaría saber algo más a nosotras, nacidas en la noche, emparentadas con lo tenebroso y casi desconocidas para nosotras mismas? MEFISTÓFELES En estos casos no hay mucho que decir. También se puede expresar uno a sí mismo. A vosotras tres os basta con un ojo y con un diente. Así pues, según la mitología, sería posible reunir en dos la esencia de tres y que me dejarais la figura de la tercera por poco tiempo. UNA FÓRCIDA ¿Qué os parece?, ¿es posible eso? LAS OTRAS Lo intentaremos, pero sin ojo y sin diente. MEFISTÓFELES Pues entonces prescindiríais de lo mejor. ¿Cómo podría ser perfecta la imagen? UNA FÓRCIDA 439 Cierra un ojo, eso es fácil, deja luego ver un solo colmillo, y visto de perfil conseguirás parecerte a nosotras como un hermano a unas hermanas. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 440 MEFISTÓFELES Es un honor. ¡Que así sea! FÓRCIDAS ¡Que así sea! MEFISTÓFELES (Imitando a las FÓRCIDAS de perfil.) Aquí estoy yo, el hijo preferido del caos. FÓRCIDAS Nosotras somos las hijas del caos y de eso no hay duda alguna. MEFISTÓFELES Oh vergüenza, ahora se me representará como un hermafrodita. FÓRCIDAS Qué belleza hay en la nueva tríada de las hermanas, ahora tenemos dos ojos y dos dientes. MEFISTÓFELES Ahora tendré que esconderme de los ojos de todos para ir a asustar a los demonios en el abismo del infierno. CALAS ROCOSAS EN EL MAR EGEO (La Luna está en su cenit.) SIRENAS (Tocando música y cantando en las rocas.) Si en una pavorosa noche unas mujeres de Tesalia te atrajeron sacrílegamente, mira desde tu curvatura serena las trémulas olas, hormigueo suave y brillante, e ilumina el tenue bullicio 441 que hacen la olas al romper. Estamos siempre a tu servicio. Luna, danos tu favor siempre. NEREIDAS Y TRITONES (Conforma de monstruos marinos.) Emitid fuertes y agudos sonidos que el mar atraviesen, llamad al pueblo del abismo. El arremolinado mar, nos incita a retroceder a profundidades más tranquilas. Un dulce canto nos atrajo. Ved cómo, estando fascinados, nos ponemos cadenas de oro, una corona de diamantes, broche y pasador enjoyados. Vuestro trabajo lo labró. Los tesoros de aquel naufragio los atrajeron vuestros cantos, demones de esta bella cala. SIRENAS En el grato frescor del mar los peces mucho se complacen de una vida serena y libre; mas vosotros, tropel festivo, 442 hoy nos gustaría saber si sois algo más que los peces. NEREIDAS Y TRITONES Antes de que hasta aquí llegáramos, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 443 ya lo teníamos pensado. Hermanos y hermanas, deprisa. Valdrá con el más breve viaje para demostrar plenamente que somos mucho más que peces. (Se alejan.) SIRENAS Se han marchado en un instante nadando rumbo a Samotracia; el viento propició su marcha. ¿Qué pretenderán hacer ellos en el reino de los Cabires? Son dioses, y muy singulares, que se engendran continuamente a sí mismos sin conocerse. TALES (En la orilla hablando al HOMÚNCULO.) No me importaría llevarte ante el viejo Nereo, pues no estamos lejos de su cueva, pero es muy tozudo, avinagrado y arisco. Nadie en el mundo entero hace nada a gusto del viejo gruñón. Sin embargo, sabe leer el futuro y por eso se ha ganado el respeto de todos y todos le honran en su retiro, además ha hecho bien a más de uno. HOMÚNCULO Hagamos la prueba y llamemos a su puerta. No creo que me cueste el vidrio y la llama. NEREo ¿Son voces humanas las que perciben mis oídos? ¡Qué ira siento en el fondo de mi corazón! Son criaturas que pretenden llegar a ser dioses y están condenadas, sin embargo, a semejarse siempre a sí mismas. Desde hace años podría estar disfrutando de un descanso divino y con todo sentía el impulso de hacer bien a los mejores de los hombres. Y cuando veía lo que habían hecho, me percataba de que daba igual lo que les hubiera aconsejado. TALES Y a pesar de ello, oh anciano del mar, se confía en ti. Tú, que eres sabio, no nos expulses de aquí. Mira 444 esta llama, aunque tiene forma humana, se entrega enteramente a tu consejo. NEREO ¿Qué? ¿Un consejo? ¿Ha tenido en cualquier ocasión algún consejo valor para un hombre? Una palabra sensata se atrofia en un oído duro. A pesar de que la mayoría de las veces todos se reprochan despiadadamente por sus errores, la gente sigue igual de recalcitrante. ¡Cuántas paternales advertencias le hice a Paris antes de que su pasión enredara a una mujer extranjera! En la playa griega estaba él lleno de audacia, yo le anuncié lo que veía en mi espíritu: el aire estaba cargado, todo se inundaba de un rojo vivo, un maderamen abrasado, debajo la masacre y la muerte; era el día de la sentencia de Troya, inmortalizado por los versos y tan horrendo como famoso durante miles de años. La palabra del viejo le pareció un juego al descarado muchacho. Él siguió los dictados de su deseo e Ilión cayó. Era un cadáver gigantesco yacente después de un largo tormento que sirvió de festín para el águila del Pindo. ¿No le predije también a Ulises contra los manejos de Circe y la crueldad del Cíclope? ¿No le hablé de su propia irresolución y del frívolo espíritu de los suyos y qué sé yo de cuántas cosas más? ¿Sacó él algún beneficio de esto? Ninguno, hasta que, bien zarandeado, las olas lo llevaron a una costa hospitalaria. TALES Para el hombre sabio este proceder es un tormento, con todo, el bondadoso prueba una vez más. Un dracma de agradecimiento contará más para llenarlo de gozo que una arroba de ingratitud. Y es que no es poco lo que tenemos que suplicar: este muchacho que está a mi lado quiere nacer. NEREO No turbéis uno de mis rarísimos buenos momentos. Hoy estoy a la espera de algo muy diferente: mandé venir aquí a todas mis hijas, las gracias del mar, la dóridas. Ni el Olimpo, ni vuestra tierra ha dado lugar a un conjunto que se mueva con tanto donaire. Con los más graciosos gestos, se lanzan desde el dragón marino a los caballos de Neptuno. Están tan unidas tiernamente al líquido elemento, que incluso la 445 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 446 misma espuma parece sostenerlas. Realzando el juego de colores del carro de moluscos de Venus viene Galatea, la más bella de todas, quien desde que Cipris se alejó de nosotras es adorada en Pafos como diosa. Y por eso hace ya mucho tiempo que este noble ser posee, en su condición de heredera, la ciudad del templo y el trono del carro. Marchaos de aquí. Es la hora de los goces paternales, que el odio abandone el corazón, que las imprecaciones se alejen de la boca. Id ante Proteo. Preguntad a ese hacedor de milagros cómo puede uno nacer y transformarse. (Se aleja en dirección al mar.) TALES No hemos adelantado nada dando este paso. Apenas se encuentra a Proteo, ya ha desaparecido, y si se detiene ante vosotros, no dice más que frases sorprendentes que lo dejan a uno perplejo. Pero de todas maneras, como estás tan necesitado de consejo, lo intentaremos y cambiaremos nuestro rumbo. (Se alejan.) SIRENAS (En lo alto de las rocas.) ¿Qué vemos en la lejanía dejando tras de sí las olas? Se asemejan a blancas velas que rinden obediencia al viento. ¡Qué transfigurado esplendor el de las señoras del mar! Bajemos por aquellas rocas. Escuchad atentas sus voces. NEREIDAS Y TRITONES Lo que llevamos en las manos debe a todos agradar. El gran escudo de Quelona refleja una imagen severa, son deidades que aquí traemos. Hay que cantar sublimes cantos. SIRENAS 447 Pequeños de talla mas de gran poder. Salvan a los náufragos, su culto es remoto. NEREIDAS Y TRITONES Hemos traído a los Cabires para una serena fiesta, pues allá donde ellos están, Neptuno se muestra propicio. SIRENAS Siempre en todo nos superáis, cuando una embarcación encalla con una fuerza insuperable salváis a la tripulación. NEREIDAS Y TRITONES A tres traemos con nosotros. El cuarto no quiso venir. Él dijo que era el verdadero, que pensaba por los demás. SIRENAS Un dios de otro dios puede burlarse. Alabad sus gracias, temed sus castigos. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 448 NEREIDAS Y TRITONES En realidad son siete. SIRENAS ¿Dónde están los otros tres? NEREIDAS Y TRITONES No sabríamos decíroslo. En el Olimpo preguntad. Allí también mora el octavo, en el que nunca nadie pensó. Dispuestos siempre a los favores, aunque no todos todavía. Estos seres incomparables siempre desean algo más, siempre nostálgicos o ávidos de aquello que es inalcanzable. SIRENAS Estamos acostumbradas a alabar a cualquier rey bajo la luna y el sol. Nos resulta provechoso. NEREIDAS Y TRITONES Nuestra fama se hace mayor por organizar esta fiesta. SIRENAS Los héroes de la antigüedad carecían de toda fama mírese por donde se mire. Consiguieron el vellocino, mas vosotros a los Cabires. (Repetido en coro.) NEREIDAS, TRITONES Y SIRENAS Consiguieron el vellocino, mas vosotros / (nosotros) a los Cabires. (Las NEREIDAS y los TRITONES siguen adelante.) HOMÚNCULO Esos engendros me parecen ollas de barro mal cocido. 449 Los sabios se encuentran con ellos y rompen sus cabezas duras. TALES Esto es precisamente lo que se desea. La pátina hace valiosa la moneda. PROTEO (Sin ser observado.) Así me gusta, viejo charlatán, cuanto más raro, más respetable. TALES Proteo, ¿dónde estás? PROTEO (Hablando como un ventrílocuo, unas veces cerca y otras lejos.) ¡Aquí y aquí! TALES Te perdono esta vieja broma, pero no le hables vanamente a un amigo. Sé que hablas desde un lugar incierto. PROTEO (Como si estuviera en la lejanía.) Adiós. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 450 TALES Está muy cerca. Brilla con fuerza. Es curioso como un pez y dondequiera que esté, bajo una u otra forma, es atraído por la llama. HOMÚNCULO Derramaré enseguida mucha luz, pero tendré cuidado, no vaya a romper la linterna. PROTEO (Con la forma de una enorme tortuga.) ¿Qué es eso que reluce con tan hermoso fulgor? TALES (Ocultando al HOMÚNCULO.) Bueno, si lo deseas, puedes verlo más de cerca. No te sientas agobiado por ese pequeño esfuerzo. Y muéstrate como un humano, sobre dos pies. El que quiera ver lo que oculto, que lo consiga por nuestro favor, por nuestra voluntad. PROTEO (Con noble figura.) Todavía dominas las sutilezas filosóficas. TALES Y a ti te sigue causando placer el cambio de forma. (En esto descubre al HOMÚNCULO.) PROTEO (Extrañado.) ¡Un enanito luminoso!, ¡nunca vi nada igual! TALES Solicita consejo y le gustaría nacer. Según he sabido, vino al mundo de manera muy extraordinaria, aunque sólo a medias. No le falta ninguna capacidad espiritual, pero le faltan muchas propiedades tangibles. Hasta ahora lo único que le da consistencia es el vidrio, pero le gustaría estar dotado de cuerpo. PROTEO Eres un auténtico hijo de virgen. Antes de haber nacido, has nacido ya. TALES (En voz baja.) Por otra parte, el caso parece crítico, es probable que se trate de un hermafrodita. PROTEO Entonces tendremos más posibilidades de triunfar. De cualquier modo, que se presente la cosa, todo se arreglará. Pero no es hora de muchas cavilaciones. Deberás encontrar tu origen en el vasto mar. Allí uno 451 empieza siendo pequeño y le encuentra gusto a engullir a los diminutos, de este modo se va creciendo poco a poco y se adquiere forma para emprender acciones más elevadas. HOMÚNCULO Aquí sopla un airecillo muy suave, esto enverdece y el aroma me agrada. PROTEO Ya lo creo, delicioso jovencito. Más lejos te sentirás mucho mejor; en esa estrecha lengua de playa rodeada por el mar, la atmósfera es inenarrable. Ahí enfrente vemos bastante cerca a la multitud que llega flotando. Acompañadme. TALES Yo voy contigo. HOMÚNCULO Paseo de espíritus triplemente digno de verse. (Los TELQUINOS DE RODAS llegan montados sobre caballos de mar y dragones marinos, manejando el tridente de Neptuno.) CORO DE TELQUINOS Hemos forjado a Neptuno el tridente con que apacigua las más embravecidas olas. Si el Dueño de los truenos despliega las nubes llenas de tormentas, Neptuno responde al pavoroso rumor del trueno. Y si de las alturas se descargan rayos de línea quebrada, desde abajo se levanta una oleada tras otra. Y aquello que en medio ha luchado sintiendo el miedo, y que durante mucho tiempo ha sido zarandeado, es tragado por el profundo abismo. Por eso él nos ha concedido hoy el cetro. Y ahora flotamos festivamente, tranquilos y libres. SIRENAS Vosotros, consagrados a Helios, benditos ante la luz del día, salud en esta hora que invita a venerar a la suave Luna. TELQUINOS Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 452 Tú, diosa, que eres la más amable de todas y estás en la bóveda celeste. Tú oyes cómo se celebra con entusiasmo a tu hermano. Prestas atención a lo que se oye en la privilegiada Rodas, de allí surge un himno eterno. Al empezar el día y cuando este se acerca a su fin, nos echa una mirada de fuego. Las montañas, las ciudades, las orillas, las olas le gustan al dios, pues son agradables y luminosas. No hay niebla en torno a nosotros; si un poco de ella se desliza, basta un rayo de luz y una brisa leve para que quede pura la isla. Allí, el Supremo se contempla en cien formas: como adolescente, como gigante, grandioso, benéfico. Nosotros fuimos los primeros en representar el poder del dios con una digna forma humana. PROTEO (Al HOMÚNCULO.) Déjalos cantar, déjalos jactarse de sus logros. Para los sagrados y vivificadores rayos del sol, las obras muertas son una broma. Su luz funde infatigablemente dando forma a todo. Ellos, por haberlos fundido en metal, piensan que han hecho una proeza. Pero, ¿qué les pasó al fin a estos soberbios? Las imágenes de los dioses fueron imponentemente erigidas, pero una sacudida de tierra las destruyó y hubo que refundirlas hace mucho tiempo. Todo aquello que se hace en la Tierra no es más que un afán vano. La ola es mucho más provechosa para la vida; al reino de las aguas eternas te va a llevar Proteo-delfín. (Se transforma.) Ya está hecho. Esto debe beneficiarte, montarás sobre mi lomo y te desposaré con el océano. TALES Cede a ese loable deseo de empezar tu creación desde un momento anterior. Permanece dispuesto a una rápida acción. Allí te moverás según leyes eternas, cambiarás mil y diez mil veces de forma. Hasta llegar a ser hombre tienes tiempo. (El HOMÚNCULO se monta sobre PROTEODELFÍN.) PROTEO Acompáñame, ser inmaterial, a la húmeda inmensidad. Allí te moverás a tus anchas y por donde 453 quieras. Sólo te ruego que no quieras remontarte a un orden más elevado, pues cuando llegues a ser hombre, todo acabará para ti. TALES Eso según y cómo, pues es muy digno ser un esclarecido hombre de la propia época. PROTEO (A TALES.) Es bueno ser uno de tu estilo, pero eso sólo dura un momento, pues desde hace ya cientos de años, te veo ya rodeado de pálidas legiones de espíritus. SIRENAS (Desde las rocas.) ¿Qué anillo de nubes rodea tan deliciosamente la Luna? Son palomas encendidas de amor, con plumas blancas de una claridad pareja a la luz. Ha sido enviada desde Pafos esta bandada en celo. Nuestra fiesta está completa, en su alegre deleite, pleno y puro. NEREO (Avanzando hasta TALES.) Un viajero nocturno llamaría a esa corte que se ha formado en torno a la Luna fenómeno aéreo, pero nosotros los espíritus somos de un parecer muy diferente, y estamos en lo cierto. Son palomas que forman el cortejo de mi hija, llevado por su carro de conchas de molusco, que vuela admirablemente al estilo de la escuela antigua. TALES Estimo que lo mejor es lo que le place al hombre ilustre cuando en el nido tranquilo y cálido se mantiene vivo algo sagrado. PSILOS Y MARSOS (A lomos de toros, becerros y carneros marinos.) En las agrestes cuevas de Chipre, no sepultadas por el dios del mar y no derruidas por Seísmos, nosotros, rodeados por las eternas brisas, y, como en los viejos tiempos, con una tranquila satisfacción, guardamos el carro de Cipris, y el susurro de la noche, a través del adorable tejido que hacen, entremezclándose, las olas, hasta aquí conducimos, invisibles para la nueva generación, a la más encantadora de tus hijas. Silenciosamente activos, no tememos ni al Águila ni al León alado, ni a la Cruz ni a la Media Luna, nos importa muy poco cómo viven y quién gobiema allá arriba, ellos se agitan 454 y se mueven alternativamente, se diseminan y se matan, saquean las mieses, asuelan ciudades. Nosotros, como siempre, seguimos llevando a cuestas a nuestra magnífica diosa. SIRENAS Con movimientos suaves y rapidez discreta, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 455 formando, en torno al carro, uno y otro círculo, enlazadas unas a otras formando filas, colocadas en una serpenteante hilera, acercaos hasta aquí vigorosas Nereidas, recias mujeres, de salvaje y agreste encanto, conducid y portad, tiernas y gráciles Dóridas a Galatea, la viva imagen de su madre. Grave su semblante, similar al de los dioses, es dueña de una respetable inmortalidad, pero, al igual que las nobles mujeres mortales, atesora una muy atractiva gentileza. DÓRIDAS (Pasando en coro ante NEREO, todas sobre delfines.) ¡Luna, préstanos tu luz y tu sombra!, ¡dona claridad a esta joven flor!, pues aquí presentamos, suplicantes ante el dios, a los amantes esposos. (A NEREO.) He aquí unos jóvenes muchachos que salvamos de la rompiente cruel, tendimos en lechos de junco y musgo y nuestro calor la luz les devolvió. Ahora, dándonos cálidos besos, deben agradecérnoslo cordialmente. Mira propicio a estos nobles jóvenes. NEREO Es digna de ser tenida en cuenta esa doble ventaja: poder ser compasivas y al mismo tiempo deleitarse. DÓRIDAS Padre, si apruebas nuestro proceder, nos das una merecida alegría. Estrechémoslos, pues, inmortalmente contra nuestro eternamente joven pecho. NEREO Podéis disfrutar de esa buena presa, haced del muchacho un hombre, pero no puedo daros aquello que sólo Zeus puede garantizar. La ola en la que os mecéis y columpiais no permite que el amor perdure. Cuando el juego de la atracción haya terminado, tendréis que depositarlos apaciblemente en la orilla. 456 DÓRIDAS Nobles muchachos, tenéis nuestro amor, mas tristes deberemos separarnos. Queríamos fidelidad eterna, pero los dioses no nos la toleran. JÓVENES Con tal que sigáis así, recreándonos a nosotros, valerosos marinos... No hemos disfrutado tanto nunca y no aspiramos a disfrutar más. (GALATEA se acerca con su carro de conchas de molusco.) NEREO Eres tú, mi pequeña. GALATEA ¡Oh, padre!, ¡qué fortuna! Deteneos, delfines, que esa mirada me cautiva. NEREo Ya están lejos, pasan de largo como un torbellino que hace círculos. ¿Qué les importa el estremecimiento interno del corazón? ¡Ojalá me llevaran consigo! Pero tan sólo una mirada me deleita resarciéndome por todo el año. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 457 TALES ¡Salve!, ¡salve otra vez! Me alegro y florezco, invadido por lo bello y lo verdadero. Todo surge del agua y todo se mantiene vivo gracias al agua. Océano, favorécenos con tu eterno poder. Si no enviaras las nubes y no derramaras ricos arroyos, si no dirigieras los ríos hacia un lado u otro, si no dieras acabado a los torrentes, ¿qué serían entonces, las montañas, las llanuras y el mundo? Tú eres el que mantiene la siempre fresca vida. ECO (Con coro de todos los círculos.) Tú eres el que mantiene la siempre fresca vida. NEREO Se retiran a la lejanía, balanceándose. Sus miradas ya no se encuentran con las mías. Formando extensas cadenas circulares, va serpenteando la innumerable multitud para mostrar maneras festivas. Pero sigo y seguiré viendo el trono de conchas de molusco de Galatea. Luce como una estrella por entre la multitud. A través de ese tropel reluce el objeto amado. Incluso desde la lejanía, se ve su claridad, siempre cercana y verdadera. HOMÚNCULO En esta noble humedad todo lo que ilumino tiene una agradable belleza. PROTEO En esta humedad vital, tu luz empieza a refulgir con magnífica armonía. NEREO ¿Qué nuevo misterio, en medio de las multitudes, quiere revelarse ante nuestros ojos? ¿Qué es lo que reluce entre las conchas de los moluscos a los pies de Galatea? Tan pronto arde con violencia, tan pronto con suavidad, tan pronto con dulzura, como si fuera movido por las pulsaciones del amor. TALES El homúnculo ha sido seducido por Proteo... Estos son los signos de una dominante nostalgia. Presiento el gemido de una sacudida angustiosa, va a estrellarse contra el brillante trono. Ahora despide llamas, echa chispas, se está derramando. 458 SIRENAS ¿Qué ardiente prodigio ilumina las olas que rompen centelleantes unas contra otras? Eso reluce, se mece y lo inunda todo de fulgor. Los cuerpos se abrasan en una huida nocturna y todo queda cercado de fuego. Que reine Eros, que a todo dio comienzo. Salve al mar, salve a las olas, rodeados del sacro fuego. Salve al agua, salve al fuego. Salve a ti, rara aventura. TODOSJUNTOS Salve, aire que te meces. Salve, gruta misteriosa. Aquí se os alaba a todos vosotros, cuatro elementos. ACTO III ANTE EL PALACIO DE MENELAO EN ESPARTA (Entra HELENA acompañada de troyanas cautivas. PANTALIS es la CORIFEA.) HELENA Yo, Helena, a la que mucho se ha admirado y a la que mucho se le ha reprochado, vengo de la primera playa que pisamos después de saltar a tierra. Vengo todavía ebria por el vivo agitarse a modo de columpio de las olas que nos trajeron, por la gracia de Poseidón y la fuerza de Euro, sobre su dorso erizado, desde las llanuras frigias hasta las bahías de la patria. Allá abajo, en este momento, el rey Menelao está celebrando su vuelta junto a los más valientes de sus guerreros. ¡Dame la bienvenida, noble morada que mi padre, Tíndaro, a su retorno, se mandó construir junto a la falda de la colina de Palas! Mientras yo jugaba con Clitemnestra fraternalmente y alegremente con Cástor y Pólux, mi padre Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 459 decoró esta mansión con mayor boato que todas las casas de Esparta. Os saludo, hojas de la puerta de bronce. Un día vuestra amplia y hospitalaria abertura dio paso a Menelao, que vino resplandeciente a mi encuentro, elegido entre un gran número de candidatos, como mi prometido. Abríos de nuevo para que pueda cumplir un apremiante mandato del rey, como es propio de una esposa. Permitidme que entre y que deje detrás de mí todo lo que fatalmente me sumió en la tormenta. Hace tiempo que despreocupadamente abandoné este lugar para ir al templo de Citerea y así satisfacer una exigencia sagrada. Allí, un raptor, el frigio, me sustrajo y desde entonces han ocurrido tantas cosas que los hombres gustan de contar con amplitud y detalle, pero que no agrada oír a quien ha visto cómo su propia historia se ha convertido en una fábula a fuerza de exageraciones. CORO No desdeñes, magnífica mujer, la posesión del noble bien supremo, para ti será la mejor fortuna: la suprema fama de la belleza. Al héroe, el nombre siempre lo precede y así avanza lleno de altivez, pero el hombre más recio se doblega ante tu belleza subyugadora. HELENA Basta, navegué con mi marido en el viaje de vuelta y ahora he sido enviada por delante de él. Mas no adivino cuáles pueden ser sus pensamientos. ¿Vengo como esposa? ¿Vengo como reina? ¿Vengo como víctima del amargo dolor del soberano y de la desventura tanto tiempo sufrida por el pueblo griego? Se han apoderado de mí, mas no sé si vengo aquí como cautiva. Y es que los inmortales determinaron para mí hace tiempo, de un modo ambiguo, la celebridad y el destino, malos acompañantes de la belleza que incluso ante este umbral están a mi lado con un semblante amenazador. Ya en la hueca embarcación mi marido me miraba sólo raramente y no me decía ni una sola palabra de consuelo; estaba sentado junto a mí como si meditara una represalia. Mas luego, una vez remontada la profunda ría del Eurotas y cuando 460 las proas de las naves delanteras empezaban a saludar tierra firme, él dijo, como poseído por los dioses: «Que mis valientes guerreros desciendan aquí. Yo les pasaré revista en esta playa cercana al mar. Adelántate tú por tu parte, sigue avanzando por entre las feraces orillas del sagrado Eurotas, guía los corceles por la húmeda pradera hasta que puedas alcanzar la bella llanura donde se erigió Lacedemonia, en otro tiempo un amplio campo rodeado de adustas montañas. Entra luego en el palacio real de altas torres y pasa revista a las doncellas jóvenes que dejé allí junto a la vieja ama. Ella te mostrará la rica colección de tesoros tal y como la dejó tu padre en la guerra y yo en la paz aumenté. Todo lo encontrarás en orden, ya que es una prerrogativa del soberano que vea a su vuelta todo intacto y en el mismo sitio donde lo dejó, pues el siervo no tiene la potestad de cambiar nada». CORO ¡Deleita, con los tesoros reales, que siempre aumentan, los ojos y el pecho! Las diademas y collares espléndidos moran ahí plácidos y presumen, pero cuando entres y los provoques, ellos aceptarán el desafío. Me alegra ver a la belleza en lucha contra el oro, las perlas y las gemas. HELENA Luego continuaron así las palabras del soberano: «Cuando, al final, lo hayas examinado por orden todo, consigue unos trípodes, tantos como creas necesarios, y toma algunos recipientes de aquellos donde se portan los sacrificios para las fiestas. Toma calderos, copas y cráteras redondas. Deposita agua de las fuentes sagradas en altas ánforas. Después prepara leña seca de la que recibe bien las llamas. Que tan poco falte al fin un cuchillo bien afilado. Todo lo demás que haga falta lo dejo a tu cuidado». Así me habló conminándome a partir. Pero el que esto me dijo no mencionó nada dotado de aliento vital que pretendiera inmolar como ofrenda a los olímpicos. Esto da que pensar; con todo, no me inquieto por ello, que todo sea remitido a los altos dioses para que le den el fin que les parezca. Ya sea bueno o malo 461 a juicio de los hombres, nosotros, los mortales, lo habremos de soportar. No pocas veces, el que Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 462 presentaba el sacrificio levantaba el pesado cuchillo para asestar un golpe sobre la cerviz de la res tumbada en el suelo y no podía realizarlo por impedirlo la cercanía del enemigo o la mediación del dios. CORO No te imaginas lo que va a ocurrir. Reina, avanza con el paso firme y con el más decidido de tus ánimos. Lo bueno y lo malo se presentarán sin avisar ante el género humano; no damos crédito a los oráculos. Por eso ardió Troya, aunque viéramos la vil y cruel muerte ante nuestros ojos. ¿No estamos ante ti aquí presentes, acompañándote y a tu servicio? ¿No contemplamos el sol cegador, no escoltamos a la mayor belleza, a ti, benevolente con nosotras? HELENA Que sea lo que tenga que ser. Sea lo que fuere lo que me esté deparado, conviene que suba sin demora a la mansión real. Mansión que tanto he echado de menos, que me hizo sentir tanta nostalgia y casi perdí por ligereza. Mansión que de nuevo está ante mis ojos, no se cómo. Los pies ya no me hacen subir resueltamente los altos escalones que saltaba cuando era niña. (Se marcha.) CORO Vosotras, oh, hermanas, arrojad todo el dolor hasta la lejanía. Compartid la fortuna de la reina. Participad del destino de Helena. Ella se acerca hacia el hogar paterno. Es cierto que vuelve con pasos lentos, mas cuanto más lentos, más seguros. En el fondo ella está llena de gozo. Glorificad con respeto a los santos dioses que nos van guiando a la patria y nos permiten recobrar el ánimo. Quien disfruta de libertad planea, cual si le hubieran crecido unas alas, por los más abruptos de los parajes, mientras, el preso, lleno de nostalgia, 463 intenta asomarse por una almena y estira angustiosamente los brazos. De ella un mal día un dios se apoderó, pasó a ser entonces una expatriada, pero, desde los escombros de llión, él la devolvió a la casa paterna. Y, tras muchas penurias y alegrías, recuerda aliviada su juventud. PANTALIS (Como CORIFEA.) ¡Abandonad ahora la senda del canto siempre flanqueada de alegría y dirigid vuestra mirada a las hojas de la puerta! ¿Qué es lo que veo, hermanas mías? ¿No vuelve la reina hacia nosotras agitada y con paso vivo? ¿Qué ocurrió, gran reina? ¿Con qué te encontraste en el recinto de tu hogar que en lugar de brindarte su bienvenida te estremeció? No lo ocultas, en tu frente veo la indignación, una noble ira que lucha con la sorpresa. HELENA (Aparece emocionada dejando tras de sí abiertas las hojas de la puerta.) A la hija de Zeus no le corresponde sentir un temor vulgar, la mano ligera y ágil del miedo no llega a rozarla. Sin embargo, el espanto que surge del regazo de la vieja noche desde el remoto comienzo de los tiempos, ese espanto que se revuelve y sube, adoptando muchas formas, desde las hendiduras ardientes de la montaña, ese espanto incluso estremece el pecho del héroe. Los estigios marcaron mi entrada en la Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 464 casa de una manera tan terrorífica que, al igual que un huésped despedido, me gustaría apartarme de ese umbral tantas veces pisado y tanto tiempo añorado. Pero no. He retrocedido aquí a la luz y no me obligaréis a dar un paso más vosotras, potencias, quien quiera que seáis. Quiero centrarme en el sacrificio y luego, una vez purificada, la llama del hogar saludará tanto a la señora como al señor de la casa. CORIFEA Noble mujer, revela a tus servidoras, que siempre están respetuosamente a tu servicio, lo que has encontrado. HELENA Tendríais que ver lo que he visto con vuestros propios ojos si es que la vieja noche no ha vuelto a tragarse esa imagen en su profundo seno maravilloso. De todas formas, para que lo sepáis, os lo diré con palabras: cuando entro solemnemente en el severo recinto de la casa real, pensando en la más inmediata obligación, me sorprende el silencio que reina en aquellos vacíos corredores. Ningún rumor de personas que por allí corrieran diligentemente llega al oído; no hay signos de apresuramiento a la vista, no aparece ante mí ninguna gobernanta, ninguna camarera, ellas, que de ordinario saludan incluso a los extraños. Pero cuando me acerco al hogar, junto al tibio resto de los rescoldos casi extinguidos, veo a una mujer alta, cubierta con el velo, que no parece dormir, sino que más bien tiene una postura reflexiva. Con palabras imperativas, la insto a trabajar tomándola por la gobernanta, a la que quizá la previsión de mi marido habría avisado entretanto; pero ella permanece inmóvil, sentada y acurrucada. Finalmente, sólo después de mis amenazas, mueve el brazo derecho como si quisiera expulsarme de las cercanías del hogar y de la sala misma. Me aparté iracunda de ella y corrí rápidamente hasta la tarima sobre la que se encuentra el tálamo adornado, muy cercano a la cámara de los tesoros. Pero, de pronto, aquel prodigio se levanta del suelo cerrándome el paso de forma imperiosa. Se muestra en toda su 465 estatura, descarnada, con la mirada hundida, sangrienta y turbia; es una extraña figura que turba el ojo y el espíritu. Pero es como si le estuviera hablando al aire, pues, por más que se esfuerce la palabra en describirla, lo hace en vano. Pero miradla. Aún se atreve a aparecer en plena luz. Aquí mandamos nosotras, mientras que el rey y el señor lleguen. Febo, el amigo de la belleza, envía a los horribles engendros de la noche a las cavernas o los domina. (Aparece FÓRCIDA en el umbral, entre las jambas de la puerta.) CORO He vivido mucho, aunque mis rizos ondean juveniles en mis sienes. He presenciado multitud de horrores; el dolor de la guerra, aquella noche en la que cayó llión. Entre las nubes y aquel gran estrépito de guerreros en lucha, la llamada de los dioses se oyó y la discordia de ronca voz resuena por los campos y también se oye extramuros. ¡Ay!, las murallas de llión aguantaban, pero aquel terrible ardor de las llamas iba avanzando de una casa a otra, se iba extendiendo, todo lo inundaba. Lo llevaba consigo la tormenta, que azotaba aquella noche la ciudad. Huyendo, entre el humo y llamaradas como amenazantes lenguas de fuego, vi acercarse a los dioses airados. Eran prodigiosos y gigantescos, y avanzaban por aquella sombría y densa bruma cercada por llamas. ¿Lo he visto o me ha llevado mi espíritu lleno de angustia Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 466 al engaño? Jamás sabré. Pero que he visto a ese monstruo con mis ojos, es la verdad. Con mis manos la cogería, si el temor por el gran peligro no me contuviera los pasos. ¿Cuál de las hijas de Forcis eres? Pues debes ser de esa ralea. Grea, seguro: nacida cana, con sólo un ojo y sólo un diente que compartís. ¿Te atreves, monstruo, junto a lo bello a presentarte ante el gran Febo? Sigue avanzando, pues la fealdad él no la advierte. Sus sacros ojos no ven las sombras. Pero nosotras, mortales, sufrimos, por desgracia, una fatalidad: nuestra vista se siente dolorida ante lo repulsivo y lo funesto, porque somos amantes de lo bello. Así, pues, escúchanos, si contestas con frescura, oirás la maldición, caerán sobre ti todas las injurias, dejará de ser propicia la boca de las criaturas hechas por los dioses. FÓRCIDA Aunque el dicho es antiguo, su sentido sigue manteniendo su vigencia y su dignidad: la honestidad y la belleza nunca van de la mano por el verde sendero de la Tierra. Muy arraigado habita en ambas un antiguo odio, de tal manera que cuando se encuentran, las dos dan la espalda a su oponente y cada cual se apresura a seguir su camino hacia otro lugar; la honestidad, circunspecta, la belleza, con frivolidad 467 hasta que al fin la atrapa la oscura noche del Orco, si es que antes no fue sometida por la vejez. Os encuentro ahora, descaradas, venidas del extranjero, derramando insolencia, como una bandada de grullas ruidosa y alborotada, formando una gran nube sobre las cabezas, envía abajo sus graznidos que incitan al tranquilo paseante a mirar arriba, pero ellas siguen su camino y él el suyo. ¿Quiénes sois vosotras para gritar de esa manera ante el palacio real, como si fuerais ménades y estuvieseis ebrias? ¿Quiénes sois vosotras para recibir a la gobernanta de la casa ladrando, como reciben los perros a la luna? ¿Creéis que no sé de qué ralea sois? Jóvenes engendradas durante la guerra y criadas durante el combate. Ansiosas de hombres, seducidas y seductoras, debilitáis tanto la fuerza del guerrero como la del ciudadano. Al veros así agrupadas me parecéis un enjambre de langostas que cae sobre el campo y cubre sus mieses verdes. ¡Destructoras del esfuerzo ajeno! ¡Ávidas devoradoras del bienestar creciente! ¡Mercancía usada, objeto de trueque, desgastada! HELENA Quien en presencia de la dueña de la casa riñe a sus sirvientas, usurpa ilegítimamente el derecho doméstico de la señora, pues sólo a ella le corresponde encarecer lo que es digno de elogio y castigar lo reprochable. Además, estoy contenta del servicio que ellas me prestaron cuando la gran fuerza de Ilión fue acorralada y sucumbió. No menos satisfecha quedé cuando en nuestro errante viaje soportamos angustias y agobios, en la que normalmente cada cual siempre empieza mirando por sus propios Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 468 intereses. Ahora también espero algo parecido de esta animada multitud. Al amo no importa lo que es el servidor, sino cómo sirve. Por ello, cállate y deja de hacer feas muecas. Hasta este momento has cuidado bien de la casa del rey en ausencia de la señora, y esto habla en favor tuyo, pero ahora ella ha venido aquí en persona. Así que retírate para que el merecido premio no se trueque en castigo. FÓRCIDA Amenazar a la servidumbre es un noble derecho al cual la distinguida consorte del soberano, favorecida por los dioses, se ha hecho digna por una acertada dirección durante muchos años. Y, como tú, ya reconocida, vuelves a ocupar tu antiguo puesto de reina y señora de la casa, empuña las riendas hace ya muchos años aflojadas; haz posesión del tesoro y con él de todas nosotras. Pero, sobre todo, protégeme a mí, la vieja, de esa bandada que junto a tu belleza de cisne parecen unas ocas graznadoras de plumaje defectuoso. CORIFEA ¡Qué horrible, al lado de la belleza, resulta la fealdad! FÓRCIDA ¡Qué estúpida, al lado de la discreción, resulta la necedad! (A partir de este momento responden las CORÉTIDAS saliendo una tras otra del CORO.) CORÉTIDA 1.a Haznos saber de tu padre, Erebo, y de tu madre, la Noche. FÓRCIDA Habla tú de Escila, tu prima hermana. CORÉTIDA 2.a En tu árbol genealógico hay más de un monstruo. FÓRCIDA ¡Vete al Orco! Allí encontrarás tu parentela. CORÉTIDA 3.a Todos los que allí viven son demasiado jóvenes para ti. FÓRCIDA Vete a coquetear con el viejo Tiresias. CORÉTIDA 4.a La nodriza de Orión fue tu tataranieta. FÓRCIDA Me temo que las arpías te criaron en basura. 469 CORÉTIDA 5.a ¿Con qué sustentas esa delgadez tan aseada? FÓRCIDA No es con sangre, de la que tan ávida estás. CORÉTIDA 6.a Estás hambrienta de cadáveres, tú, asqueroso cadáver. FÓRCIDA Los dientes de vampiro destacan en tu insolente boca. CORIFEA Yo, si digo quién eres, te taparé la boca. FóRCIDA Pues di primero tu nombre y entonces se resolverá el enigma. HELENA No con ira, pero sí con tristeza, me interpongo entre vosotras y os prohibo esta agria disputa, pues nada hace tanto daño al señor y dueño como la soterrada discordia de sus fieles servidores. El eco de sus mandatos ya no retorna en forma de acto rápidamente ejecutado, sino que, rugiente y obstinado, gira en torno a sí lleno de confusión e intenta en vano poner orden. Y no sólo esto: con vuestra indecorosa cólera habéis evocado aquí horribles imágenes de engendros que me sumen en la angustia y me hacen sentir que soy llevada al Orco dejando atrás los campos de mi patria. ¿Es esto un recuerdo? ¿Fue una ilusión que se apoderó de mí? ¿Fui yo todo eso? ¿Lo soy? ¿Lo seré en el futuro? ¿Seré esta visión de sueño y espanto de esta destructora de ciudades? Las muchachas tiemblan, pero tú, la más vieja, estás imperturbable. Habla con palabras sensatas. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 470 FÓRCIDA A quien recuerda los largos años de muchas y distintas alegrías, la suprema dicha de los dioses le acaba pareciendo un sueño. Mas tú, favorecida sin medida ni límite, encontraste en tu vida sólo amantes llenos de pasión que, inflamados, se atrevieron a actos audaces de todo tipo. Ya Teseo, hombre fuerte como Hércules y admirablemente bien formado, te atrapó siendo tú niña, poseído de un fuerte deseo. HELENA Él me raptó siendo una esbelta cervatilla de diez años, me encerró en la fortaleza de Afidno en el Ática. FÓRCIDA Pero liberada en breve por Cástor y Pólux, fuiste requerida por un selecto grupo de héroes. HELENA Mas con preferencia a todos ellos, he de confesar gustosa que fue Patroclo el que obtuvo mi favor, viva imagen de Peleo. FóRCIDA Sin embargo, por voluntad de tu padre, te uniste a Menelao, el audaz surcador de los mares y asimismo guardián de su casa. HELENA Él le dio a su hija y le confió el cuidado del reino. De esta unión conyugal nació Hermione. FÓRCIDA Pero mientras en la lejanía obtenía luchando con valentía los derechos sucesorios de Creta, a ti, solitaria, se te presentó un huésped excesivamente bien parecido. HELENA ¿Por qué me traes a la memoria aquella viudez a medias y la cruel perdición que de ello resultó? FóRCIDA También para mí, cretense nacida libre, aquella expedición supuso el cautiverio y una larga esclavitud. HELENA Luego te nombró gobernanta, confiándote un buen número de cosas, la mansión y el tesoro audazmente 471 obtenido. FÓRCIDA Que tú abandonaste ansiosa de los inagotables goces del amor en dirección a Ilión, la ciudad rodeada de torres. HELENA No me recuerdes esos goces. La acre inmensidad del dolor se derramó en mi pecho y mi cabeza. FÓRCIDA Se dice que fuiste vista con doble imagen, una en Ilión y otra en Egipto. HELENA No provoques la total confusión de un espíritu errabundo. Ahora mismo no sé ni quién soy. FÓRCIDA Cuentan también que, saliendo del reino de las sombras, Aquiles se unió a ti apasionadamente tras haberte amado contra todo designio del destino. HELENA Como sombra me uní a él, que era una sombra también. Aquello fue un sueño, como lo dice la tradición. Yo me desvanezco y me convierto en una sombra. (Se desmaya y cae en brazos del semicoro.) CORO Silencio, silencio, ya cállate, siniestra, maledicente, de tu boca de sólo un diente, de esas fauces tan monstruosas, ¿qué es lo que puede salir? Pues el malvado, engañoso, ira de lobo, piel ovina, es para mí mucho peor que un gran perro de tres cabezas. Ansiosas queremos saber ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo surgió este prodigio del espanto Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 472 siempre presto a las asechanzas? No traes alivio ni consuelo como las aguas del Leteo, reanimas lo pasado rebuscando entre lo peor y lo más sombrío de todo. Oscureces al mismo tiempo el brillo que tiene el presente y la suave y centelleante esperanza del porvenir. Silencio, silencio, ya cállate. Que el alma de la soberana, ya presta a escapar de aquí, se quede por fin detenida y conserve su egregia forma, la más bella que hay bajo el sol. (HELENA ha vuelto en sí y de nuevo se mantiene en medio del CORO.) FÓRCIDA Sal de entre las nubes efímeras, soberano sol de este día que aún velado ya nos fascinaba y ahora reina con brillo deslumbrante. Tú misma contemplas con dulce mirada cómo se despliega el mundo ante ti. Por más que ellas me tachen de fea, no dejo de reconocer lo bello. HELENA Salgo temblorosa del vacío en que estuve sumida llena de vértigo. Me encantaría ponerme a descansar otra vez: están tan fatigados mis miembros... Con todo, tanto a las reinas como al conjunto de los humanos conviene dominarse y cobrar aliento, por muy grande que sea el peligro que les sorprenda. FÓRCIDA Ahora te muestras en toda tu grandeza y tu belleza, tu mirada dice que mandas; ¿qué es lo que mandas? Dilo. HELENA Disponeos a recuperar el tiempo que perdisteis con vuestras rencillas. FÓRCIDA 473 Todo está ya preparado en casa: la copa, el trípode, el hacha afilada, hay agua para asperjar, ya se puede incensar cualquier cosa. Sólo falta la víctima del sacrificio. HELENA El rey no reveló cuál es. FÓRCIDA No lo dijo. ¡Oh palabra funesta! HELENA ¿Qué sentimiento funesto te embarga? FÓRCIDA Reina, tú eres la designada. HELENA ¿Yo? FÓRCIDA Tú y esas. CORO Dolor y calamidad. FÓRCIDA Sobre ti caerá el hacha. HELENA Es horroroso, pero lo esperaba, pobre de mí. FÓRCIDA Yo diría más bien que es inevitable. CORO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 474 Y nosotras, ¿qué será de nosotras? HELENA Ella morirá de noble muerte. Vosotras penderéis de esa alta viga sobre la que se sostiene el techo, como un fardo de tordos. (HELENA y el CORO muestran su sorpresa y su espanto formando un grupo expresivo y bien dispuesto.) FÓRCIDA ¡Fantasmas!... Estáis ahí como imágenes estáticas. Tenéis miedo de despediros del día que no os pertenece. Los hombres, todos ellos fantasmas, igual que vosotras, tampoco renuncian sin reservas a la majestuosa luz del sol, pero nadie los dispensa y los salva de su fin. Todos lo saben, pero a muy pocos les gusta. No hay nada que hacer: estáis perdidas. Pronto, manos a la obra. (Da unas palmadas, y acto seguido aparecen en la puerta unos enanos enmascarados que ejecutan con presteza las órdenes que se formulan.) Ven acá, monstruo sombrío y de formas redondas. Rodad hacia este lado, aquí se puede hacer daño. Haced sitio para el ara del sacrificio de cuernos de oro. Que la cuchilla esté colocada sobre el filo de plata. Llenad las jarras de agua, hay que lavar la horrible mancha de sangre negra. Extended sobre el polvo la preciosa alfombra para que la víctima se arrodille con regias maneras y envuelta en su mortaja ya decapitada, como es bien sabido, sea distinguida y dignamente sepultada, aunque, al fin y al cabo, sepultada. CORIFEA La reina se ha apartado ligeramente y está pensativa; las jóvenes se marchitan como la hierba segada de los prados. Pero me parece mi deber que yo, la más vieja del grupo, te dirija unas palabras a ti, la más vieja de las viejas. Eres experta y sabia y pareces bien intencionada con nosotras, por más que descocadamente y por desconocimiento el grupo te insultara. Dinos, pues, todo lo que podamos hacer por nuestra salvación. 475 FÓRCIDA Lo diré de inmediato: sólo depende de la reina salvarse a ella misma y salvaros a vosotras. Hace falta decisión y la mayor diligencia posible. CORO Tú, la más venerable de las Parcas, tú la más sabia de las Sibilas, mantén cerradas las áureas tijeras y anúncianos la salvación y la luz del día. Empezamos a sentir con desazón cómo nuestros delicados miembros pronto penderán en el aire y estarán oscilando y bamboleándose. A ellos bien les gustaría estar primero en danza para luego acabar junto al pecho del amado. HELENA Deja que tiemblen. Siento dolor, pero no miedo. Sin embargo, si tú conoces el medio de salvación, te será aceptado con gratitud. Sin duda, al inteligente y al previsor lo imposible se le hace muchas veces posible. Habla e indícame. CORO Habla e indícanos, dinos cómo saldremos de aquí, cómo escaparemos a los horribles y repulsivos lazos que están alrededor de nuestros cuellos amenazantes pero con el aspecto de funestas joyas. Pobres de nosotros, presentimos que perdemos el aliento, presentimos nuestra muerte por ahogamiento si tú, Rhea, noble madre de todos los dioses, no te apiadas de nosotras. FÓRCIDA ¿Tendréis paciencia para escuchar serenas el largo curso de mi relato? Es un buen cúmulo de historias. CORO Tenemos suficiente paciencia. Mientras escuchamos, vivimos. FÓRCIDA Aquel que, estando quieto en casa, guarda un tesoro y sabe revocar los altos muros de la casa y asegurar el tejado contra el empuje de la lluvia, ese pasará feliz todos los días de su vida. Pero aquel que temerariamente atraviesa el sacro límite de su umbral con pies ligeros, cuando vuelva a su vieja casa lo encuentra todo cambiado, si no destruido. HELENA 476 ¿A qué vienen tantos dichos conocidos? Tú querías contarnos algo, deja ya lo enojoso. FÓRCIDA Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 477 Esto es histórico, no es un buen reproche. Menelao navegó de bahía en bahía pirateando: estuvo enemistado con todos en lucha por la costa y las islas y volvió con el botín que está ahí guardado. Ante las murallas de Ilión luchó durante diez años, no se sabe cuánto tiempo invirtió en el viaje de vuelta. Pero ¿cómo va todo en las cercanías de la distinguida casa de Tíndaro?, ¿qué hay del reino que la rodea? HELENA ¿Se ha encarnado tan fuertemente en ti la injuria que no puedes mover la boca si no es para insultar? FÓRCIDA Esos años quedó abandonado el valle rodeado de la sierra que se eleva al norte de Esparta dejando a la espalda el Taigeto, donde como arroyo vivaz baja hacia el Eurotas y luego por nuestro valle se ensancha entre las cañas y nutre a nuestros cisnes. Allí, en ese sereno valle entre montañas, una audaz estirpe se ha asentado llegando desde la noche cimbria y ha construido una fortaleza inexpugnable, desde el que a placer oprimen al país y a las gentes. HELENA ¿Cómo pudieron hacerlo?, parece imposible. FÓRCIDA Tuvieron tiempo para ello, hace veinte años que están aquí. HELENA ¿Tienen jefe?, ¿son muchos bandidos aliados? FÓRCIDA No son bandidos, pero sí que uno de ellos es el jefe. Me ha hostigado muchas veces, pero no se lo reprocho. Aunque pudo llevárselo todo, se contenta con pequeños presentes a los que llama tributos. HELENA ¿Qué aspecto tiene? FÓRCIDA Nada malo. A mí sí me gusta. Es un hombre despierto, valiente, de buenas proporciones corporales 478 como pocos hay en Grecia; es un hombre lleno de sensatez. Se tilda a este pueblo de bárbaro, pero no creo que ninguno se comportara con tanta crueldad como lo hicieron algunos héroes que ante las puertas de Troya llegaron al canibalismo. Yo admiro su grandeza y confío en él. ¡Y su palacio!... ¡Tenéis que verlo con vuestros propios ojos! Es diferente de esa construcción tosca, que vuestros padres, cada cual por su lado, ciclópeos como cíclopes, hicieron amontonando piedra sobre piedra. Por el contrario, allí todo es vertical u horizontal y regular. ¡Hay que verlo desde su exterior!: todo tiende en él hacia las alturas, hacia el cielo, es sólido y está bien trabado, brilla como el acero. Al intentar encaramarse en él, incluso el pensamiento resbala. Dentro hay varios patios muy amplios rodeados de obras de todas las clases y todos los fines posibles. Allí se ven columnas y arcos de mayor y menor tamaño, corredores y galerías que dan al exterior y al interior. También hay blasones. CORO ¿Qué son blasones? HELENA Ayax llevaba ya la serpiente enroscada en su escudo como pudisteis ver vosotras. Los siete que fueron contra Tebas, llevaban ya signos en sus escudos llenos de significación: allí estaban la luna y las estrellas sobre el azul cielo de la noche, también la diosa, el héroe y las escaleras de asalto, las espadas, las antorchas y todo aquello que amenaza a la ciudad. Nuestros héroes llevan esas pinturas de refulgentes colores desde tiempos antiguos. Allí veréis leones, águilas y también garras y picos, después veréis cuernos de búfalo, alas, rosas, colas de pavo real, incluso franjas doradas y negras, y de plata, azur y rojo. Blasones de ese tipo cuelgan dispuestos en filas ordenadas, dentro de salas de tamaño ilimitado, tan grandes como el mundo. ¡Allí sí que podríais bailar! CORO Dinos, ¿también allí hay bailarines? FÓRCIDA Los mejores, un ejército de muchachos jóvenes de rizos de oro. Huelen a juventud. Así olía también 479 Paris cuando llegó a las cercanías de la reina. HELENA Te sales del papel. Di la última palabra. FÓRCIDA Tú eres quien la dirá; di «sí» de forma audible y te protegeré rodeándote de ese castillo. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 480 CORO Oh, di esa corta palabra y sálvate a ti y a nosotras a la vez. HELENA ¿Cómo? ¿He de temer que el rey Menelao sea tan cruel conmigo que me quiera hacer daño? FÓRCIDA ¿Olvidas con qué furia mutiló a tu Deífobo, el hermano de Paris, caído en combate, que te cortejó cuando eras una viuda paralizada por el dolor y te convirtió en su concubina? Le cortó las orejas, la nariz y algo más: era un horror mirarlo. HELENA Al hacérselo a aquel lo hizo por mi causa. FÓRCIDA Por causa de aquel, él te hará lo mismo. ¿Quién comparte la belleza? El que la ha poseído prefiere destruirla antes que gozarla a medias. (Trompetas en la lejanía: el CORO se estremece. ) Qué cortantes resuenan las trompetas en los oídos y las entrañas. Así hieren los celos en el corazón del hombre que nunca olvida lo que fue suyo y, una vez perdido, no volverá a recuperar. CORO ¿No oyes sonar los cuernos? ¿No ves brillar las armas? FÓRCIDA Recibe la bienvenida, señor y rey, gustosa te anunciaré. CORO ¿Pero qué será de nosotras? FÓRCIDA Ya lo sabéis, cercana está su muerte y con ella la vuestra. No, ya no se os puede ayudar. (Pausa.) HELENA He pensado cuál puede ser mi más inmediato atrevimiento. Eres un demonio hostil, lo sé bien. Me temo que puedes convertir en malo lo que es bueno. Con todo, acepto seguirte al castillo, lo demás ya lo sé; es a todos inaccesible aquello que la reina lleva profundamente oculto en su pecho. Adelante, vieja. 481 CORO Con qué alegría vamos marchando con paso vivo; dejando atrás la muerte, de nuevo estamos delante de la recia fortaleza de muros inexpugnables, tan bien resguardada está como la ciudad de Ilión, que sólo fue al fin tomada merced a una vil argucia. (La niebla se extiende y vela a su voluntad lo lejano y lo cercano.) Pero, ¿cómo?, pero, ¿cómo? Hermanas, mirad en torno. ¿No había un día claro? Suben ráfagas de niebla desde el sacro río Eurotas, ya no se avista la orilla bella y ornada de juncos, también dejé ya de ver Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 482 los libres y altivos cisnes que delicadamente iban deslizándose graciosos. A pesar de los pesares escucho aún su canto, sonido vivo y lejano que nos anuncia la muerte, la salvación prometida se torna fatal caída. Oh, pobres de nosotras, semejantes a los cisnes, bellas y de cuello blanco y pobre hija del cisne. Todo se está cubriendo ya de una bruma envolvente No nos vemos ni a nosotras. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Nos vamos? ¿Ahora estamos flotando? ¿Nuestros pies dejan el suelo? ¿No ves nada? ¿No es Hermes el de ahí? ¿No luce su cetro de oro señalando al Hades? ¿A esa horrorosa visión de un rebosante lugar eternamente vacío? Sí, de pronto todo se llena de tinieblas. Sin fulgor alguno se disipa la niebla de color gris oscuro o tal vez pardo oscuro. Ante nuestra mirada se eleva de pronto una muralla. ¿Es un palacio o es una profunda fosa? Es horrible en todo caso. Hermanas, estamos presas, tan prisioneras como nunca estuvimos. PATIO INTERIOR DE UNA FORTALEZA (Rodeado de ricas construcciones fantásticas de la Edad Media.) CORIFEA Apresuradas y atolondradas, todo un ejemplo de comportamiento femenino. Esclavas del instante, juguetes de los cambios de tiempo, de la fortuna y del infortunio. No sabéis aguantar con un ánimo 483 estable. La una siempre se opone a la otra, lo hace con acritud y choca con las demás: en la alegría y el dolor, vuestra risa y vuestros gimoteos se oyen igual. Ahora callad y ved qué tiene a bien, con su noble ánimo, decidir la reina para ella y para nosotras. HELENA ¿Dónde estás, pitonisa, como quiera que te llames? De estas bóvedas surge una tenebrosa fortaleza. Si has ido a anunciarme al maravilloso héroe para que me haga un buen recibimiento, te lo agradezco. Mas llévame pronto hacia él, pues quiero que acabe mi camino errabundo. Sólo deseo paz. CORIFEA En vano buscas con tu mirada en todas direcciones, reina. La monstruosa figura ha desaparecido. Acaso se quedó en la niebla de cuyo seno, no sé cómo, hemos venido. Hemos venido ligeras, sin dar un paso. Tal vez yerra titubeante por el laberinto de este castillo, prodigiosa unidad constituida por otros muchos edificios, pidiéndole a su señor una acogida principesca. Pero mirad, allí se apresta rauda la numerosa servidumbre en las galerías, los pórticos y las ventanas: esto anuncia una acogida grata y hospitalaria. CORO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 484 Se me abre el corazón. Ved sólo con qué solemnidad y con qué paso más lento desciende ese cortejo de noble dignidad juvenil en hilera uniforme. ¿Al mandato de quién obedece, aparece tan bien alineado y formado ese grupo de adolescentes? ¿Qué es lo que admiro más? Su gracioso paso, tal vez la ensortijada cabellera sobre su frente, tal vez su par de mejillas con el rubor de un melocotón y asimismo cubiertas de un vello suave como terciopelo. Me gustaría morder, pero siento temor, pues en casos tales, la boca se llena, aunque es horrible decirlo, de cenizas. Pero los más hermosos se acercan hasta aquí. ¿Qué es lo que están portando? La tarima del trono, más su alfombra y asiento, colgaduras y adornos con aspecto de tienda. Él ahora corona con lucida guirnalda a nuestra bella reina. Él la ha invitado a ocupar su cojín lujoso; subid, pues, uno y otro escalón, mantened seriedad. Digna, tres veces digna, bendita esta acogida. (Todo cuanto va diciendo el CORO se va ejecutando sucesivamente.) (Después de que los donceles y los escuderos han bajado, aparece FAUSTO en la parte superior de la escalera. Lleva un traje de caballero medieval y baja lenta y dignamente.) CORIFEA (Mirándolo con atención.) Si, como suelen hacer, los dioses no le han prestado a este por muy poco tiempo su admirable figura, su sublime distinción, su adorable presencia, todo lo que emprenda lo conseguirá, ya sea en batallas con otros hombres, ya sea en las pequeñas contiendas por las más bellas mujeres. Ciertamente este es superior a muchos otros que yo había considerado de alto valor. Con paso lento y grave, digno y 485 contenido, veo bajar al soberano. ¡Vuélvete! Oh, reina. FAUSTO (Avanza con un hombre encadenado a su lado.) En vez del más solemne saludo que aquí era lo debido y en vez de bienvenida respetuosa te traigo a este esclavo aherrojado por férreas cadenas que, faltando a su deber, me ha hecho faltar al mío. Arrodíllate aquí a confesar tu culpa delante de tan alta señora. Oh soberana sublime, este es el hombre que ha sido colocado por la prodigiosa agudeza de su vista en la torre para mirar los alrededores, para abarcar atento el horizonte y lo ancho de la tierra, para ver qué puede presentarse, para ver qué es lo que baja por la cadena de montículos que nos rodean hacia el valle y se acerca a la fortaleza, ya sean oleadas de ganado o despliegue de ejércitos; aquel lo protegemos, este lo rechazamos. Y hoy, ¡menudo bochorno! Vienes tú y no nos lo anuncia. ¡Nos faltó hacer una acogida propia para tan alta visita! De modo temerario ha perdido el derecho a la vida, tendría que haber recibido ya su merecida muerte; pero sólo tú serás competente para castigarlo o indultarlo como plazcas. HELENA Aunque me parece que sólo me la concedes para ponerme a prueba, esta tan alta dignidad que me brindas, ser soberana y juez, la ejerzo en primer lugar para cumplir la primera obligación de un juez: oír al acusado. Así pues, habla. LINCEO, EL VIGÍA DE LA TORRE Deja que me arrodille y contemple. Déjame morir o seguir vivo. Pues ya estoy tan sólo encomendado a la mujer traída por dioses. Esperando la bondad del alba y oteando a Oriente su venida, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 486 repentina y prodigiosamente el sol naciente vino del sur. Allí se dirigió mi mirada. En lugar de llanuras y cimas, en vez del confín de tierra y cielo, la pude ver a ella, la única. Tengo una vista privilegiada, la de un lince encaramado a un árbol; pero entonces debí esforzarme como si saliera de un hondo sueño. No sabía dónde me encontraba. ¿En la almena? ¿Tal vez en la torre? Se disipó y se fue la niebla, y tras ella apareció la diosa. Le consagré vista y corazón, absorbí aquel tenue fulgor, aquella deslumbrante belleza me cegó, pobre infeliz de mí. Olvidé mi deber de vigía y el cuerno sobre el que yo juré. Aunque tal vez ella me condene, su belleza aplaca toda ira. HELENA No puedo castigar el mal que yo misma causé. ¡Ay de mí! ¿Qué severo destino me hace aturdir así el corazón de los hombres hasta el punto de que acaban no respetándose ni a ellos mismos ni a nada? Me raptan, me intentan seducir, se baten en duelo, me llevan de un sitio a otro. Semidioses, héroes, dioses y aun demonios me llevaron al descarrío aquí y allá. De forma única turbé al mundo, dupliqué, tripliqué y cuadrupliqué los desastres. Aleja a ese buen hombre, libéralo. Que no caiga la vergüenza sobre aquel al que deslumbraron los dioses. FAUSTO Asombrado, oh, reina, veo al mismo tiempo la que hiere con acierto y aquí al que fue herido. Veo el arco que lanzó su flecha contra aquel hombre. Las flechas suceden a las flechas y me alcanzan a mí. De todas partes las presiento, emplumadas y silbando de un lado a otro por la fortaleza y su recinto espacio. 487 ¿Qué soy ahora? De golpe se rebelan mis leales servidores y mis murallas parecen desvencijadas e inseguras. Y así, temo ya que mi ejército obedece a la mujer victoriosa e invicta. ¿Qué me resta hacer más que entregarme a mí mismo y darte todo lo que creía mío? Deja que a tus pies, libre y fiel, yo te reconozca como soberana a ti. A la que, con su sola presencia, adquirió un reino y un trono. LINCEO (Con un pequeño cofre y seguido de otros.) Aquí me tienes de vuelta, reina. El rico suplica una mirada. Al verte él se siente a la vez un mendigo y el más rico príncipe. ¿Qué fui antes?, ¿ahora qué soy? ¿Qué debo querer?, ¿qué debo hacer? ¿Para qué la vista más aguda? Ante tu presencia se deslumbra. Desde Oriente hemos llegado aquí y Occidente ya quedó atrás. De pueblos hemos visto un buen número. Primero y último se ignoraban. Cae el primero, resiste el segundo, el tercero empuñaba su lanza, cada uno iba con un centenar, sin notarlo murieron a miles. Nos abalanzamos presurosos. De todo lugar nos adueñamos. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 488 Y donde hoy soy el soberano mañana otro roba y saquea. Mirábamos con mucha presteza. Uno abusaba de la más bella. Para otro era aquel recio buey. Todos se llevaban los caballos. A mí me gustaba ir a buscar lo más raro que pudiera verse. Lo que pudiera poseer otro era para mí hierba reseca. Iba tras el rastro de tesoros, obedecí sólo a mi mirada, hurgué dentro de todo bolsillo, los arcones eran transparentes. Para mí fueron montones de oro y las más ricas piedras preciosas. Sólo la esmeralda se merece relucir verde junto a tu pecho. Que oscile entre la oreja y la boca esa gota del fondo del mar. Los rubíes sienten gran vergüenza, palidecen ante las mejillas. Y así el mayor de los tesoros lo he colocado junto a tu trono, a tus pies puedes observar la cosecha de muchas batallas. He arrastrado aquí muchos arcones mas aún quedan otros de hierro. Déjame seguir tu camino y llenaré de oro todas las cámaras. Apenas subes la grada del trono, te reverencian y ante ti se postran poder, riqueza e inteligencia, ante tu presencia sin igual. Todo esto lo guardé para mí pero ahora a ti te lo revelo, lo creía digno, verdadero y noble, ahora es insignificante. Lo que poseí se ha perdido, es hierba segada y ya marchita. Devuélvele con una mirada todo su originario valor. FAUSTO 489 Aparta rápidamente esta carga audazmente obtenida, no te será censurada, pero tampoco premiada. Suyo es ya todo lo que la fortaleza encierra en su seno; ofrecerle algo especial es inútil. Apila ordenadamente tesoros sobre tesoros. Muestra un espectáculo soberbio, tan magnífico que nunca se vio. Haz que brillen las bóvedas como un cielo despejado; crea paraísos de vida inanimada. Adelántate rápido a sus pasos y desenrolla una tras otras las floridas alfombras. Que sus pies anden sobre un suelo mullido, y su mirada, que sólo a los dioses no deslumbra, resplandezca con el máximo fulgor. LINCEO No es difícil lo que manda el señor, pronto lo cumplirá el servidor, pues sobre todo el bien y la nobleza reina siempre tu magna belleza. Ya está todo el ejército domado, sus lanzas y espadas han declinado. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 490 Incluso el Sol, mustio y frío está junto a tu figura, pura beldad. El reino de tu rostro florece, mas a su lado todo se envanece. HELENA (A FAUSTO.) Deseo hablarte, pero ven junto a mí. Este sitio vacío le corresponde a su dueño y me asegura el mío. FAUSTO Ante todo, noble mujer, acepta gustosa el homenaje que de rodillas te consagro. Permite que bese la mano que me lleva a tu lado. Confírmame, junto a ti, como regente de tu imperio que no conoce límites: obtén un admirador, protector, esclavo, todo en uno. HELENA He visto y he oído muchos prodigios. El asombro me invade, quisiera hacer muchas preguntas. Pero quisiera que me dijeras ante todo por qué el habla de ese hombre me suena tan rara, tan rara y tan amigable. Un sonido parece adaptarse al otro. Apenas una palabra había llegado a los oídos, venía otra a acariciarla. FAUSTO Si te agrada ya el modo de hablar de nuestros pueblos seguro que también te fascinará su canto. Este sacia profundamente el alma y los oídos. Pero lo mejor es que nos ejercitemos en él enseguida: el diálogo alternado lo atrae y lo provoca. HELENA Explícame cómo diré yo algo hermoso. FAUSTO Es cosa fácil: debe salir del corazón. Y cuando de ansias lleno el corazón está, inquietos preguntamos... HELENA ... quién también lo tendrá. FAUSTO 491 Espíritu, no mires adelante ni atrás, si tú afrontas el presente,... HELENA ... sobra lo demás. FAUSTO Este tesoro no lo merece un humano; ¿quién aun así nos lo procurará? HELENA ¡Mi mano! CORO ¿Quién puede reprochar a nuestra soberana que se muestre abierta, cercana y amigable con el dueño y señor de esta gran fortaleza? Pues confesad, todas nosotras, sin dudarlo, estamos presas como tantas otras veces desde la ignominiosa caída de llión y nuestro errar atribulado y afligido por una ruta tortuosa y laberíntica. Las acostumbradas al amor de los hombres, no pueden normalmente hacer una elección, pero sin duda conocen bien el asunto. Tanto a unos bellos pastores de rizos de oro como a unos faunos de negro y crespo vellón, según se ofrezca, se presente o se requiera, conceden ellas igualmente sus favores sobre la posesión de sus túrgidos miembros. Están cada vez sentados más y más cerca, se van apoyando unos sobre los otros, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 492 hombro contra hombro, rodilla contra rodilla, cogidos de las manos se van acercando al trono en el que se mecen dulcemente en el muy mullido esplendor de los cojines. La majestad y la nobleza no rehúyen la abierta exhibición de los goces más íntimos ante los atónitos ojos de su pueblo y con toda generosidad de detalles. HELENA Me siento tan lejos y, sin embargo, tan cerca, y tan sólo digo gustosa: estoy aquí, aquí. FAUSTO Apenas respiro, mi voz tiembla, esto es un sueño que hace que se desvanezcan el tiempo y el espacio. HELENA Me parece haber envejecido y, sin embargo, me siento rejuvenecer al estar contigo y serte fiel, desconocido. FAUSTO No sondees el destino sin par. Existir es un deber aunque sólo sea por un momento. FÓRCIDA (Entrando impetuosamente.) Deletreáis en el abecedario del amor, vuestros devaneos sólo os llevan a la carantoña, ociosos os acariciáis dulcemente, pero no hay tiempo para ello. ¿No sentís una sorda tormenta? ¿No escucháis la trompeta? El desastre está cercano. Llevando a su pueblo en oleadas, Menelao se acerca hasta vosotros. Armaos para la lucha. Rodeado por el ejército triunfador, mutilado como Deífobo, expiarás tu afición a la compañía femenina. Cuando en el aire oscile esta ligera mercancía, a la otra le estará reservada en el altar una nueva y afilada cuchilla. FAUSTO ¡Qué temeraria interrupción! Entra aquí inoportuna. Ni siquiera en los peligros me gusta la desatinada agitación. Una horrible noticia afea al más agraciado de los mensajeros. A ti que eres la más fea posible tan solo te gusta dar malas noticias. Pero esta vez no lo lograrás; tu hueco aliento conmueve los aires. Aquí no hay peligro, el peligro no sería sino una vana amenaza. 493 (Señales, explosiones entre las torres, toque de clarines y cornetas; se oye música militar y se ve el desfile de un poderoso ejército.) No, ahora verás reunido el inseparable círculo de los héroes, sólo este recibe el favor de las mujeres, el más poderoso sabe cómo defenderlas. (A los jefes del ejército que se separan de las columnas dando un paso adelante.) Con ese furor contenido y sereno que os deparará, con toda seguridad, la victoria, ya aparecen; la Tierra se estremece, avanzan, todo retumba. Desembarcaremos en Pilos, Néstor ya no estará y el indómito ejército romperá las pequeñas alianzas de los reyes. No tardéis en rechazar a Menelao y en devolverlo al mar. Allí podrá errar, robar y estar al acecho, como en él es propensión natural. Os he de nombrar grandes señores, me lo ordena la reina de Esparta. Ponedle ahora a sus pies los montes y los valles y vuestra será la conquista del Imperio. Tú, germano, defiende las bahías de Corinto con vallados y baluartes. A ti, godo, te confío Acaya con sus cien desfiladeros. Que se dirijan a Elida las huestes de los francos, Mesenia les ha tocado a los sajones. Que el normando limpie los mares y engrandezca la Argólida. Entonces cada cual habitará su hogar y enviará su fuerza y sus rayos hacia el exterior, pero Esparta, la antigua residencia de la reina, deberá regir sobre vosotros. Cada cual debe disfrutar del país donde nunca falta el bienestar, buscáis confiados a sus pies refrendo, prerrogativas y claridad. (FAUSTO baja; los PRÍNCIPES se reúnen en torno a él para recibir órdenes con mayor atención.) CORO El que quiera obtener a la más hermosa que ante todo se fíe a su habilidad, que con sabiduría se procure armas, con sus halagos obtendrá para sí lo más elevado que se puede ver, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 494 495 pero no lo poseerá muy tranquilo. Habrá pícaros que la seducirán. Habrá ladrones que la querrán raptar. Que esté siempre alerta para así impedirlo. Por eso yo alabo a nuestro magno príncipe, lo valoraré por encima de todo. Se ha impuesto con tamaña valentía que los más fuertes se inclinan ante él atentos a cualquier gesto de los suyos, para ejecutar fielmente sus mandatos, cada uno lo hace por su propio interés, así como por el generoso premio y de esa manera conseguir la gloria. ¿Quién será ahora capaz de quitársela a él, el más poderoso poseedor? Ella es su posesión a él consagrada. Que le sea doblemente concedida por nosotras, encerradas tras los muros en cuyo exterior hay un potente ejército. FAUSTO Los dones que les hemos dado a estos -una tierra fértil a cada uno- son grandes y magníficos: ahora dejémoslos marchar. Nosotros nos mantendremos en el centro. Ellos te defenderán con valor, península rodeada por olas por doquier, unida por una no muy pronunciada cadena de colinas a las últimas estribaciones de las montañas de Europa Este país, que recibe los rayos del sol antes que todos los países, sea por siempre propicio para toda estirpe, ahora que ha sido conquistado para mi reina, en hora temprana elevo a ella la mirada cuando el rumor que resuena en los cañaverales del Eurotas salió radiante de la cáscara deslumbrando a su distinguida madre y a sus hermanos. Este país vuelto sólo hacia ti, brinda el más espléndido de sus florecimientos. Prefiere tu patria al orbe terrestre de la que tú eres dueña. Aunque en el dorso de tus montes es herido por la afilada punta de las frías flechas del sol, se ven allí reverdecer las peñas y la ávida cabra recibe allí una pequeña parte de su sustento. El agua brota del manantial, los arroyos que se precipitan se juntan, los barrancos, las pendientes, los prados 496 empiezan a estar verdes; sobre una llanura quebrada por cientos de colinas se ven diseminados lanosos rebaños. Repartidas por doquier, con un paso grave y precavido, reses de ganado vacuno provistas de cuernos van subiendo hasta el borde abrupto, mas allí hay refugio para todos, pues la pared de roca se aboveda formando cien grutas. Allí, Pan los protege y las ninfas de la vida viven en el fresco recinto de los frondosos ahuecamientos, y los árboles, deseando remontarse a regiones más altas, son muy ramosos y se agolpan uno contra otro. Son antiguos bosques. El roble se yergue impertérrito y poderoso y las ramas se entrelazan caprichosamente. El tierno arce, lleno de dulce savia, se eleva puro y juega con su carga. Y, bajo la sombra, mana maternal leche tibia para el niño y el cordero. La fruta, ese manjar que nos depara la llanura, no está muy lejana, y hay miel en la oquedad del tronco. Aquí, el bienestar es hereditario, la mejilla está risueña al igual que la boca, cada uno es inmortal en su lugar, todos están contentos y sanos. Así, a la luz del día, el buen muchacho se desarrolla hasta llegar a cobrar la fuerza paterna. Nos admiramos ante ellos; sin embargo, siempre queda abierta la pregunta de sin son hombres o son dioses. Tan similar era Apolo a los pastores que parecía el más bello de todos, pues allí donde la naturaleza reina en su esfera, todos los mundos se reúnen. (Sentándose junto a HELENA.) Tanto tú como yo lo hemos conseguido. Lo pasado ha quedado detrás de nosotros. Siente que procedes de un dios supremo, tú perteneces tan sólo al primer mundo. En ninguna fortaleza debes ser confinada. En las cercanías de Esparta se encuentra, eternamente joven, la Arcadia, invitándonos a una estancia venturosa. Estás llamada a vivir en un lugar feliz y por eso huyes hacia el destino más lisonjero. Los tronos se convierten en follaje. Que, como en Arcadia, nuestra dicha sea libre. (La escena cambia totalmente. En una serie de grutas abiertas en los peñascos hay tupidos matorrales. Un pequeño bosque llega hasta las escarpadas peñas dispuestas en círculo. No se ve a FAUSTO ni a HELENA. El CORO, diseminado, yace dormido.) FÓRCIDA Este documento ha sido descargado de 497 http://www.escolar.com 498 No sé cuánto tiempo hace que duermen esas jóvenes. También desconozco si han llegado a ver en sueños lo que yo he visto clara y distintamente. Por ello las despierto. La gente joven debe asombrarse al igual que vosotros, barbudos que permanecéis ahí sentados, esperando ver definitivamente la resolución de unos verosímiles prodigios. Arriba, arriba, sacudid vuestros rizos. Apartad el sueño de vuestros ojos, no pestañeéis así y escuchadme. CORO Habla pues, cuéntanos los prodigios que han ocurrido. Nos gustaría oír lo que no podemos creer de ninguna manera, pues estamos aburridas de mirar esas rocas. FÓRCIDA ¿Apenas os habéis desperezado y ya sentís fastidio? Sabed que en estas cavernas y estas grutas, bajo esta frondosa vegetación encontraron refugio, como pareja idílica, nuestro soberano y nuestra soberana. CORO ¿Cómo? ¿Ahí dentro? FÓRCIDA Están retirados del mundo y sólo me han llamado a mí para servirles en silencio. Me siento altamente honrada por estar a su lado; con todo, como es propio de los confidentes, buscaba en los alrededores otras cosas, iba de aquí para allá recogiendo raíces, musgo, cortezas, como conocedora de todas sus propiedades, y así se quedaron solos. CORO Pero hablas como si ahí hubiese mundos enteros: bosques y praderas, arroyos y mares. ¿Qué cuentos te estás inventando? FÓRCIDA ¡Inexpertas!, sin duda alguna allí hay profundidades no exploradas, una sala tras otra, un patio tras otro. Yo iba recorriéndolos cavilosa, cuando de pronto resonó una risotada en el interior de la gruta. Miro allí y veo saltar un niño del regazo de la madre hacia el padre y del padre hacia la madre. Las caricias, las 499 carantoñas, las pequeñas tonterías amorosas, los gritos de alborozo y las exclamaciones de júbilo me aturden. Desnudo, un genio sin alas, una especie de fauno privado de bestialidad, salta sobre el suelo firme; pero el suelo, reaccionando, lo lanza a las alturas y al segundo o tercer salto toca la bóveda. La madre le dice llena de miedo: «Salta cuanto quieras, pero cuídate de volar, el vuelo libre te está vedado». Y así le aconseja su buen padre: «En la tierra está la fuerza que te lanza hacia arriba; no toques el suelo más que con el dedo gordo del pie, te fortalecerás como Anteo, el hijo de la Tierra». Y así, el niño sigue saltando sobre esta enorme peña desde uno de sus bordes hasta el otro. Pero de pronto desaparece por una de las grietas y parece perdido. La madre lo llora, el padre la consuela y yo estoy encogida y asustada. Entonces, ¡qué aparición! ¿Hay tesoros allí escondidos? Va dignamente ataviado con un vestido de flores. Unos flecos cuelgan de sus brazos, prendidas de su pecho, unas cintas revolotean, lleva en la mano su lira de oro lo mismo que un pequeño Febo, avanza confiado hacia el borde, hacia el punto más saliente; nos sorprendemos. Los padres, muy emocionados, se abrazan. Mas, ¡cómo reluce lo que lleva en su cabeza! Es difícil saber qué es. ¿Es oro?, ¿es una llama de enorme fuerza espiritual? De esta manera se mueve anunciándose ya de niño como futuro maestro de todo lo bello, por cuyos miembros se agita la eterna música; así lo oiréis y así lo veréis con admiración sin igual. CORO ¿Y tú te admiras de esto? ¿Tú, la nacida en Creta? ¿No oíste la instructiva poesía de Jonia? ¿Tampoco las leyendas eternas de la Hélade con sus dioses y héroes? Todo lo que sucede en estos, nuestros tiempos, sólo es el más triste eco de los antepasados. ¿Tu relato no es par a las bellas mentiras, 500 todas muy verosímiles Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 501 del raudo hijo de Maya? Al niño gracioso, pero fuerte, un lactante apenas nacido, lo envuelven en pañales de felpa, lo oprimen con apretadas fajas las excesivas preocupaciones de unas cuantas chismosas nodrizas. Sin embargo, él, hábil, con maña y con picardía, al fin saca sus miembros elásticos y fuertes. Deja luego tras de sí también la opresiva envoltura de púrpura que lo mantenía aprisionado como si fuera una mariposa, que, liberada de la crisálida, despliega sus alas, se desliza y atraviesa con audacia el éter para alcanzar los rayos del sol. Es extremadamente despierto, ayuda a los ladrones y pícaros, pero también busca el bien de todos, es el genio siempre benefactor, nos lo demuestra inmediatamente haciendo uso de sus diestras artes. Con una rapidez sorprendente le roba el tridente al soberano del mar, a Ares le desenvaina la espada con toda habilidad, a Febo le quita su arco y flechas y a Hefesto sus grandes tenazas incluso a Zeus, a Zeus, el supremo, le roba el rayo; no teme el fuego, vence a Eros en artera pugna cuando le pone la zancadilla y a Cipris le roba el cinturón mientras aún dormita en sus brazos. (Se oye, proveniente de la cueva, una música de cuerda de atractivo sonido. Todos lo notan y parecen íntimamente conmovidos. Desde aquí hasta la próxima pausa, acompañamiento completo de música.) FÓRCIDA 502 Escuchad esos sones encantadores. Libraos pronto de las fábulas, libraos de vuestra vieja multitud de dioses, ya está acabado. Nadie quiere ya comprenderos. Pedimos un tributo más elevado, porque es preciso que del corazón salga lo que hace que el corazón se accione. (Se retira hasta la roca.) CORO Si a ti, horrible criatura, te conmueve esta melodía. Nosotras estamos renacidas, y de alegría vertemos lágrimas. El sol se oculta en la mejor hora, cuando el alma empieza a renacer. Encontramos en el corazón lo que el mundo nos está negando. (HELENA, EUFORIÓN y FAUSTO con el vestido antes descrito.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 503 EUFORIÓN Si escucháis cantos infantiles, enseguida tendréis vuestra propia fiesta; si me veis saltar acompasadamente, vuestro corazón paterno se agita. HELENA El amor, para hacer feliz a los humanos, liga a una noble pareja, pero para el entusiasmo de los dioses crea un delicioso trío. FAUSTO Ya nada nos falta. Yo soy tuyo y tú eres mía y así estaremos unidos, no puede ser de otra manera. CORO Una dicha de muchos años, por la belleza del muchacho, ha disfrutado esta pareja. Oh, qué conmovedora unión. EUFORIÓN Ahora, dejadme brincar, dejadme saltar. Mi deseo, que ya empieza a apoderarse de mí, es llegar hasta los aires. FAUSTO Con mesura, con mesura. No seas temerario: que la caída y el desastre no te afecte, que no nos lleve a la desgracia este hijo querido. EUFORIÓN No quiero quedarme más tiempo en el suelo. Soltadme los brazos, soltadme los rizos, soltadme los vestidos, son míos. HELENA Piensa a quién perteneces, cuánto nos dolería que destruyeras aquello que obtuvimos con tanto trabajo y que es mío, tuyo y suyo. CORO Me temo que esta unión muy pronto va a romperse. HELENA Y FAUSTO Tente, tente por el bien de los padres, esos excesos de vitalidad, esos violentos impulsos. Sé el 504 ornamento de la calmada llanura. EUFORIóN Para complaceros me detendré. (Entremezclándose en el CORO y obligándolo a bailar.) Más ligero me muevo aquí, junto al sexo alegre. ¿Son ahora la melodía y el compás los adecuados? HELENA Sí, ahora todo es como debe ser; conduce a las bellas en una danza artística. FAUSTO ¿Cuándo acabará todo esto? Las bufonerías nunca me agradarán. (EUFORIÓN y el CORO, danzando y cantando, se mueven en hileras que se entrelazan.) CORO Cuando tus dos brazos graciosos se mueven, tus dorados rizos sacudes enérgico. Cuando tu pie grácil se mueve y desliza, una y otra vez tus miembros se elevan. Niño encantador, tu fin has logrado: tuyos son ya al fin nuestros corazones. (Pausa.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 505 EUFORIÓN Sois tantas, ciervas de ligero paso. ¡Vamos a divertirnos! Alejaos de aquí, yo soy cazador, vosotras sois la caza. CORO Si quieres atraparnos no seas tan ansioso, pues no queremos nada más que abrazarnos a ti y a tu bella figura. EUFORIÓN Venga, dispersaos por el bosque. Id hacia los troncos y las piedras. No me gusta lo que puede obtenerse sin dificultades, sólo me agrada lo que se obtiene con violencia. HELENA Y FAUSTO ¡Qué temeridad!, ¡qué locura! De él no podemos esperar mesura alguna. Parecen oírse cuernos de caza que resuenan por el valle y el bosque. ¡Qué alboroto!, ¡qué griterío! CORO (Las CORÉTIDAS entran una a una con rapidez.) Rápido ha pasado, con desdén y desprecio. De entre nosotras sólo arrastra a la esquiva. EUFORIÓN (Trayendo consigo a una joven.) Arrastro aquí a esta brava pequeña a un goce forzado. Para mi deleite, para mi placer, oprimo este pecho huraño, beso esta boca reacia. LA JOVEN ¡Déjame en paz! Bajo este aspecto externo hay ánimo y fuerza de espíritu. Nuestra voluntad es parecida a la tuya y no es tan fácil de doblegar. ¿Crees que ya estoy atrapada? Confías demasiado en tu brazo; aprieta y verás cómo me escapo jugando contigo, estúpido. (Ella se eleva en el aire despidiendo fuego.) Sígueme por el aire ligero, sígueme por las pétreas grutas, persigue la presa que se desvanece. EUFORIÓN (Sacudiéndose las últimas llamas.) 506 Montón de rocas en medio del bosque. ¿Qué tiene que ver conmigo la estrechez si soy joven y resuelto? El viento resopla, las olas rugen, aunque a ambos los oigo lejanos, me gustaría estar cerca. (Va saltando de roca en roca subiendo cada vez más arriba.) HELENA, FAUSTO Y CORO ¿Quieres imitar a las gamuzas? Nos da horror tu caída. EUFORIÓN He de ascender escalando más y más. Siempre he de mirar más lejos. Ahora sé dónde estoy. En medio de la isla, en medio de Pélope, emparentada tanto con la tierra como con el mar. CORO Si no vives contento en el monte y el bosque, busquemos alineadas vides en las colinas, luego higos y manzanas. En una dulce tierra dulcifica tu espíritu. EUFORIÓN ¿Soñáis días de paz? Que sueñe en ellos quien pueda. «Guerra» es la palabra clave. Que el eco diga «victoria». CORO Quien viviendo en la paz desea guerrear, se verá despojado de la alegre esperanza. EUFORIÓN Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 507 Que obtengan su ganancia todos los que este país engendró en el peligro y para el peligro y a los que hizo libres y de valor sin límites para derrochar su sangre; que la obtengan todos los que tienen un sagrado sentimiento que nada puede difuminar; que la obtengan todos los combatientes. CORO Mirad dónde ha llegado y no parece pequeño. Está bajo el arnés de metal refulgente. EUFORIóN No hagáis zanjas, ni muros. Que cada cual cuide de sí mismo. Una fortaleza muy resistente es el coriáceo pecho de un hombre. Si no queréis que nadie os conquiste, id al campo de batalla con armas ligeras. Que las mujeres se hagan amazonas y que todos los niños se hagan héroes. CORO Sagrada poesía, que subes hasta el cielo, que el astro más hermoso ascienda a lo más alto. Seguirás alcanzándonos, todavía se escucha y nos gusta oírla. EUFORIÓN No, no me he presentado como un niño. Soy un adolescente y vengo armado; estoy aliado con los fuertes, con los libres, con los audaces he avivado mi espíritu. Adelante, más allá. Allí se abre el camino que nos conduce a la gloria. HELENA Y FAUSTO Apenas empezaste a vivir, apenas expuesto a la luz del día, empiezas a ansiar desde vertiginosas alturas un lugar de dolorosa caída. ¿Es que no somos nada para ti? ¿Es un sueño esta dulce unión? EUFORIÓN ¿Oís cómo retumban los truenos sobre el mar? Hacen eco resonando en un valle tras otro; en una nube 508 de polvo y por las olas llegan aquí uno y otro ejércitos, van impulso tras impulso, hacia el dolor y el tormento. Como se comprende, luchar a muerte es la orden que les han dado. HELENA, FAUSTO Y CORO ¡Qué horror!, ¡qué espanto!, ¿tu consigna es la muerte? EUFORIÓN ¿Debiera mirarla de lejos? No, yo comparto afanes y riesgos. HELENA, FAUSTO Y CORO La temeridad y el peligro son un destino fatal. EUFORIÓN Mas un par de alas se despliegan. Allí, allí debo ir. Dejadme emprender el vuelo. (Se lanza a los aires; los vestidos lo sostienen durante un instante; su cabeza resplandece y le sigue una estela de luz.) CORO ¡Oh!, ¡oh!, ¡Ícaro!, ¡Ícaro!, ¡se acabó el tormento! (Un bello adolescente cae a los pies de sus padres, que creen reconocer en el muerto una figura conocida; pero lo corporal desaparece enseguida, la aureola asciende al cielo como un cometa. La ropa, el manto y la lira quedan en el suelo.) HELENA Y FAUSTO La alegría es sucedida por una iracunda pena. VOZ DE EUFORIÓN (Desde las profundidades.) Madre, no me dejes solo en el reino de las tinieblas. CORO (Canto fúnebre.) Donde quiera que vayas, no estarás solo, pues nosotras sabremos reconocerte. Aunque hayas dejado la luz del día, ningún corazón se apartará de ti. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 509 Sin embargo, no debemos lamentarnos, cantamos envidiosas de tu destino. En los días claros como en los sombríos, tu canto y tu ánimo fueron espléndidos. Naciste para la alegría terrena de nobles ancestros y con gran vigor. Por desgracia, no pudiste disfrutar de tu soberbia juventud floreciente. Tu mirada observadora y penetrante sentía simpatía por lo impulsivo; el ardoroso amor de bellas mujeres era tuyo y cantabas sin igual. Sin que nadie consiguiera detenerte, te lanzaste por tu voluntad al vacío. Violenta y disipadamente rompiste con todas las leyes y con las costumbres, pero el pensamiento, lleno de nobleza, le prestó al fin gravedad a tu ánimo. Quisiste obtener una meta magnífica pero a la postre no llegaste a alcanzarla. ¿Quién la ha obtenido? Oscura pregunta cuya contestación oculta el destino, cuando en los momentos más malhadados acalla la voz de un pueblo desangrándolo. No permanezcáis por más tiempo inclinadas, pues la Tierra volverá a engendrar seres de este tipo como siempre hizo. (Pausa completa. Cesa la música.) HELENA (A FAUSTO.) Por desgracia, una antigua profecía que me hicieron se cumple: que la belleza y la fortuna nunca van de la mano por mucho tiempo. Se ha roto el vínculo con la vida y con el amor. Añorando los dos, me despido con tristeza y por última vez me echo en tus brazos... ¡Perséfone, toma al niño y tómame a mí! (Se abraza a FAUSTO. La presencia corporal se desvanece. La vestidura y el velo quedan en manos de FAUSTO.) FÓRCIDA (A FAUSTO.) 510 Ten presente todo lo que te quedó de ello. No te desprendas del vestido. Los demonios tiran ya de sus orlas y quisieran llevárselo al infierno. Tente firme. Ya no está aquí la diosa que perdiste, pero lo que aquí tienes es divino. Aprovéchate del alto e incalculable favor que recibiste y elévate. Esto te llevará hacia el éter, por encima de todo lo vulgar, por todo el tiempo que vivas. Nos volveremos a ver lejos, muy lejos de aquí. (Los vestidos de HELENA se remontan hacia las nubes, envuelven a FAUSTO, lo elevan en el aire y se lo llevan. FÓRCIDA toma el vestido, el manto y la lira de EUFORIÓN de la tierra, se acerca al proscenio y, levantando en el aire los despojos, habla.) Esto siempre es un feliz hallazgo. Es cierto que la llama ha desaparecido, pero no lo siento por el mundo. Aquí hay suficiente para que los poetas canten, para despertar la envidia de los gremios artesanales, si yo no puedo otorgar talentos, al menos mantendré estas ropas conmigo. PANTALIS Daos prisa, niñas. Estamos libres del hechizo, estamos libres de la opresión del ánimo que ejercía sobre nosotros esa vieja de Tesalia. Ya estamos libres del rechinar de aquel ruido aturdidor que confundía el oído y mucho más aún el sentido interior. Bajemos al Hades, la reina ha bajado con solemne paso. Que las huellas de sus pies sean secundadas inmediatamente por sus servidoras. La encontraremos junto al trono de la Inescrutable. CORO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 511 Las reinas se hallan a gusto en todas partes, también en el Hades reciben favores, orgullosas de encontrarse con sus pares y al abrigo de la amistad de Perséfone. Mas nosotras, sumidas en lo profundo de las llanuras repletas de asfódelos, entre álamos de pronunciada altura unidos a hileras de sauces estériles, ¿cuál podrá ser allí nuestra diversión? Tal vez musitar, como hacen los murciélagos, un murmullo fantasmal y no amistoso. PANTALIS Quien no ha conquistado para sí un nombre ni persigue lo más noble, pertenece a los elementos. Así pues, partid. Ardo en deseos de ver a la reina. No sólo el mérito, sino también la fidelidad, nos garantizan la conservación de la persona. (Se va.) TODO EL CORO Hemos sido devueltas a la luz del día. Hemos perdido nuestra forma de personas. Lo sabemos, lo lamentamos, lo sentimos, pero nunca más volveremos al Hades. La eternamente viva naturaleza ejercerá legítimamente siempre su derecho sobre nosotras, espíritus, al igual que lo ejerceremos sobre ella. UNA PARTE DEL CORO En el temblor susurrante de este millar de ramas hacemos que el manantial de la vida se remonte desde las raíces hasta aquí, como hojas o flores. Adornémonos el pelo que el soplo del aire abulta. El fruto cae y los pueblos se aprestan a recogerlo. Lo quieren asir, lo quieren comer, por eso vienen. Se inclinan ante nosotras como ante el dios supremo. OTRA PARTE DEL CORO Al reflejo espléndido de estas paredes de roca suave y deliciosamente nos hemos adherido. Estamos atentas al rumor del ave, del junco, aun al hosco Pan estamos prestas a contestar. También a los zumbidos y, si hay truenos, retumbamos. 512 Doblamos, triplicamos, centuplicamos los ruidos. UNA TERCERA PARTE Hermanas, nosotras, de espíritu más agitado, iremos con los arroyos en pos de las colinas, siempre hacia abajo, siempre a lo hondo, formando meandros. Ahora en la pradera, luego el jardín y la dehesa. La senda nos la indican las copas de los cipreses que se elevan hacia el éter sobre ondas y orillas. UNA CUARTA PARTE Ondulad a placer que nosotras rodearemos la fértil colina cultivada hasta sus confines de vides en las que la gran pasión del viñador nos hace ver el fruto del mayor de los afanes. Ya sea con azadón o con laya, va podando e invoca entre todos los dioses al supremo Sol. Baco, refinado, desatiende a sus servidores, retoza en cuevas flanqueado de los faunos más jóvenes, lo que necesita para su parcial embriaguez Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 513 lo encuentra en odres, jarras y todo tipo de vasos, apilado a la derecha e izquierda de la gruta. Como los dioses en general, y ante todo Helios, airean, dan jugo y calientan el grano de vid, allá donde labora el viñador la vida surge y bulle en los pámpanos, los emparrados y estacas. Crujen los cuévanos, las banastas, también la tina; ya está aquí la fornida danza del pisador. Así, la santa abundancia de los granos jugosos es triturada sin piedad en un mar de espuma. Ahora en los oídos chirrían fuerte los címbalos, pues Dionisos ha desvelado todos sus misterios; acompañado de sátiros derriba a las sátiras mientras el orejudo animal de Sileno grita. Sin cuidado, las pezuñas arruinan las costumbres, el vértigo se adueña del cuerpo, se ensordece. Los borrachos tienen panzas y cabezas cargadas. Algunos van con cuidado, mas se unen al tumulto, pues para guardar el mosto se vacía el odre viejo. (Cae el telón. En el proscenio FÓRCIDA aparece con gigantesca figura, se despoja de los coturnos, deja caer la máscara y el velo y se muestra Como MEFISTÓFELES, para comentar, si fuera necesario, la pieza en el epílogo.) ACTO IV ALTA MONTAÑA (De impertérritas y escarpadas cumbres rocosas. Una nube se acerca a la montaña, se queda junto a ella y va descendiendo para, al llegar a un repecho saliente, detenerse y abrirse.) FAUSTO (Apareciendo.) Al contemplar bajo mis pies la más profunda de las soledades, piso animado el borde de estas cumbres, abandonando la nube que me trajo en días claros por encima de la tierra y el mar. Se va separando de mí sin disiparse. La abombada masa marcha hacia Oriente, los ojos la van siguiendo con asombro, ella se divide al ir avanzando, va dando lugar a ondulaciones, se modifica. Pero está tomando cierta forma... Los ojos no me engañan. En estas cimas llenas de sol veo imponentemente tumbada una imagen de 514 mujer semejante a los dioses. Parecida a Juno, a Leda, a Helena, qué majestuosa aparece ante mis ojos. Ah, se está desbaratando, pierde la forma, se va extendiendo, se acumula en montones, se empieza a depositar en Oriente como si fuera una lejana montaña llena de nieve, y refleja deslumbrante el recuerdo de efímeros días. En torno a mí flota, alrededor de mi pecho y de mi frente, una ráfaga de neblina que me regocija con su frescor y su caricia. Ahora sube ligera y vacilante más y más arriba, y allí se va concentrando. ¿Me engaña una encantadora imagen como si fuera aquel supremo bien sólo disfrutado en la juventud y hace tanto tiempo perdido? Los tempranos tesoros brotan de las profundidades del corazón. Esto me impulsa al amor de la aurora de ligero vuelo, me lleva a aquella visión rápidamente percibida y apenas comprendida, que, una vez que perduró, superó el brillo de todos los tesoros. Al igual que la belleza del alma, esta noble figura se eleva, no se disipa, se eleva hasta el éter y se lleva consigo lo mejor de mí. (Una pisada de bota de siete leguas retumba en el suelo; a esta sucede otra. MEFISTÓFELES baja de ellas. Las botas siguen su camino ascendente.) MEFISTÓFELES Esto sí que es avanzar. Pero, dime qué se te pasa por la cabeza. ¿Has bajado lleno de esos pesares por peñascos de bocas cruelmente entreabiertas y bostezantes? Conozco bien eso, pero no de este lugar, sino del fondo del infierno. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 515 FAUSTO Gustas de prodigar el relato de delirantes leyendas. ¿Vas a contarme una de ellas? MEFISTÓFELES Cuando Dios, el Señor -bien conozco yo las razones-, nos hizo emigrar del aire a las más hondas profundidades, allá donde en el centro arde un fuego eterno, nos encontrábamos ante un excesivo fulgor, muy apretados e incómodos. Los diablos empezamos a toser todos a la vez, el infierno se inundó de hedor de azufre y ácido. Se formó un gas tan horrible que la corteza de la tierra de los continentes estalló, en todo su grosor. Ahora hemos pasado al otro extremo, lo que antes era abismo ahora es cumbre. En eso se funda la recta doctrina de variar lo más bajo por lo más alto. Entonces, de la abrasadora esclavitud pasamos al aire libre. Este es un patente misterio, bien guardado, que sólo se revelará a los pueblos más tarde (Efes., 6, 12). FAUSTO La masa de montañas permanece distinguidamente silenciosa ante mí. No pregunto ni de dónde procede ni por qué está ahí... Cuando la naturaleza se construyó a sí misma, el globo terráqueo tomó por sí mismo una perfecta forma redonda; luego se solazó creando picos y barrancos, luego plácidamente modeló las colinas y suavizó las pendientes en el valle. Allí todo verdea y crece y para entretenerse no necesita hacer locuras. MEFISTÓFELES Eso es lo que tú piensas y te parece tan claro como la luz del sol, pero el que estuvo allí presente sabe que fue de forma diferente. Allí estaba cuando la masa hirviente del abismo borboteando se hinchó despidiendo una tormenta de llamas, cuando el martillo de Moloc, fundiendo unas rocas con otras, arrojaba a gran distancia los escombros del monte. En la tierra están aún inmóviles esas extrañas masas. ¿Quién puede explicar la fuerza de ese impulso? El filósofo no puede explicarla. La roca está allí y hay que dejarla, lo hemos meditado hasta perder la cabeza. El pueblo sencillo es el único que comprende sin 516 caer en el desvarío. La sabiduría ha tenido mucho tiempo para madurar en él. Este es un prodigio que se debe atribuir a Satanás. Mi peregrino cojeando y apoyándose en su bastón se acerca a la piedra del diablo y al puente del diablo. FAUSTO Es curioso observar cómo contemplan los diablos la naturaleza. MEFISTÓFELES ¿Y a mí eso qué me importa? Que la naturaleza sea como le plazca. Esta es una cuestión de honor, allí estaba el diablo. Somos los indicados para lograr grandes cosas. Tumulto, violencia y delirio; he ahí la señal. Pero, hablando en serio, ¿no hay nada en la superficie que te haya gustado? Abarcaste con la mirada lo que no tenía medida. «Los reinos del mundo en su esplendor» (Mateo, 4). Pero, insaciable como eres, ¿no has tenido nunca algún deseo? FAUSTO Claro que lo he tenido. Algo grande me ha atraído. ¡Adivina lo que es! MEFISTÓFELES Pronto te lo conseguiré. Escogería para mí una capital así: en el centro los lugares donde obtienen su sustento los ciudadanos, callejuelas estrechas y tortuosas, fachadas con pináculos, un reducido mercado con coles, nabos, cebollas, puestos de carne donde pululan las moscas para atiborrarse de grasa de carne. Allí encontrarás en todo momento hedor y actividad. Después, amplias plazas, calles anchas para mostrar cierta apariencia distinguida. Finalmente, allá donde los límites de las puertas se han superado, encontrarás arrabales sin fin. Allí me deleitaré con el rodar de los carruajes, con el vaivén del tráfico, con las idas y venidas del tránsito de un bullicioso hormiguero. Y allá donde vaya, andando o cabalgando, yo siempre parecería el centro venerado por centenares de miles de personas. FAUSTO Eso no me puede contentar. A uno le alegra que la gente se multiplique, que se alimente bien y a su gusto, incluso que se eduque y que se instruya... sin embargo, no se da lugar más que a rebeldes. 517 MEFISTÓFELES Luego, en un agradable lugar, me construiría un palacio de recreo de estilo grandioso, como bien sé yo hacerlo. El bosque, las colinas, las llanuras, las praderas, la campiña, todo estaría dispuesto como un espléndido jardín. Ante muros de verde, rectilíneas avenidas, enramadas artificiales, cascadas que se precipitan a pares sobre las piedras y fuentes de todas las clases; allí, el agua brota majestuosa pero a los lados va saliendo susurrante y haciendo mil filigranas. Luego, a las más bellas de las mujeres les consEste documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 518 truiría una acogedora y cómoda casita y pasaría allí el tiempo sin fin, en un retiro disfrutado en buena compañía. Digo «mujeres» pues, de una vez por todas, las bellas me gustan en plural. FAUSTO Perverso y moderno Sardanápalo. MEFISTÓFELES ¿Se podrá llegar a saber a qué aspirabas? Seguro que era algo sublime y audaz. ¿Te remontaste flotando tan cerca de la Luna, te llevó tu ansia allí? FAUSTO ¡En absoluto! La esfera terrestre ofrece aún campo para grandes logros. Todavía puedo lograr lo digno de admiración. Me siento con fuerzas para un audaz empeño. MEFISTÓFELES ¿Y así pretendes obtener la fama? Se nota que has estado entre heroínas. FAUSTO Obtendré la jerarquía, la propiedad. La acción lo es todo, la fama no es nada. MEFISTÓFELES Pero, sin duda, habrá poetas que darán cuenta a la posteridad de tu brillantez invocando a la locura con locura. FAUSTO Todo eso es ajeno para ti. ¿Qué sabes tú de los deseos del hombre? ¿Qué sabe tu repugnante, amargo y áspero ser de las necesidades del hombre? MEFISTÓFELES ¡Que todo sea según tu voluntad! Confíame hasta dónde llegan tus delirios. FAUSTO Mis ojos miran a alta mar. Esta se hinchaba para alcanzar lo más alto, luego se hundía para romper, abarcando la extensión de la orilla. Y me apenó cómo el orgullo, a impulsos de una sangre inquieta y apasionada, lleva al espíritu libre, que respeta todos los derechos, a un sentimiento de malestar. Esto me pareció obra de la casualidad, agucé mi vista, la ola se detuvo, retrocedió y se alejó del punto que orgullosamente había alcanzado; llegada la hora, repitió su juego. 519 MEFISTÓFELES (A los espectadores.) En ello no hay nada nuevo que aprender para mí. Ya lo conozco desde hace cien mil años. FAUSTO (Continúa hablando apasionadamente.) La masa va deslizándose estéril y difusora de la esterilidad en mil lugares. Ahora se hincha, crece y rueda cubriendo el yermo terreno de la desierta playa. Allí ejerce su dominio ola sobre ola, se retira sin haber creado nada, lo cual me produce espanto hasta la desesperación. Es una fuerza de elementos desencadenados que no tiene fin alguno. Aquí mi espíritu intenta ir más allá de sí mismo, quiero luchar, deseo vencer. ¡Y es posible!, por mucho que suba la marea, el mar cede ante cualquier colina; es posible que se siga agitando altivo, pero una pequeña altura aplaca su orgullo, una pequeña hendidura lo atrae fuertemente. Entonces fui concibiendo un plan tras otro: logra, me dije, el gran placer de sustraer al soberano mar de sus orillas, reducir sus enormes y húmedos límites y hacer que se vaya encerrando en sí. He sabido poco a poco ir madurando esto. Este es mi deseo, atrévete a propiciar su consecución. (Se oyen tambores y música de guerra desde la lejanía, que proviene de la parte derecha del escenario.) MEFISTÓFELES ¡Qué fácil! ¿No escuchas los tambores en la lejanía? FAUSTO ¡De nuevo hay guerra! Al hombre juicioso no le agrada oír eso. MEFISTÓFELES En guerra o en paz, lo apropiado es sacar partido de las circunstancias. Hay que perseguir el momento, saber cuándo llega. La ocasión está ahí. Fausto, aprovéchala. FAUSTO Deja ya esa maraña de enigmas y dime lo que significan. MEFISTÓFELES Durante mis viajes no ha quedado para mí inadvertido que el buen Emperador está pasando apuros. Tú ya lo conoces. Cuando nosotros le pusimos en sus manos una falsa riqueza, para él todo el mundo 520 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 521 estaba en venta. Cuando era joven aún, le correspondió en suerte el trono y llegó a la falaz conclusión de que podían ir de la mano -pues era deseable y bonito- reinar y divertirse a un tiempo. FAUSTO Ese es un grave error. Aquel que manda debe encontrar en el mandato su dicha. Su pecho ha de estar lleno de una alta voluntad, pero aquello que él desee debe ser insondable para todos. Lo que susurra al oído a los más fieles ya está hecho y todo el mundo queda sorprendido. Él siempre tiene que ser el supremo y el más digno; la diversión nos hace vulgares. MEFISTÓFELES Él no es así. Él mismo se entregó al placer y ¡de qué manera lo hizo! Entretanto, el imperio cayó en una anarquía en la que el grande y el pequeño se peleaban por aquí y por allá, en la que los hermanos se perseguían y se mataban, fortaleza contra fortaleza, ciudad contra ciudad, los gremios se rebelaban contra la nobleza, el obispo contra el cabildo y la comunidad; bastaba que uno mirase a otro para que ambos se hicieran enemigos. En las iglesias eran habituales la muerte y el asesinato; ante las puertas de las ciudades, todos los comerciantes y mercaderes estaban perdidos. En todos aumentaba no poco la osadía, pues vivir significaba defenderse. Todo, en fin, seguía su curso. FAUSTO Más que seguir su curso, cojeaba, caía, volvía a incorporarse, después se desplomó y rodó como un bulto. MEFISTÓFELES Nadie podía condenar aquella situación. Todos podían, todos querían hacerse valer. El más pequeño aspiraba a todo, pero al foral todo se hizo insoportable para los mejores. Los más esclarecidos se levantaron pujantes y dijeron: «El Señor es el que nos depara consuelo. El Emperador no puede y no quiere. Elijamos un nuevo Emperador, demos nueva vida al imperio y mientras él nos resguarda a todos, aunemos en un mundo nuevo paz y justicia». FAUSTO Esto suena muy clerical. 522 MEFISTÓFELES También había allí clérigos, ellos aseguraban su estómago bien alimentado. Estaban más implicados que otros. El levantamiento creció, el levantamiento fue bendecido y el Emperador, al que hicimos feliz, viene aquí en retirada, tal vez para su última batalla. FAUSTO Me da lástima, pues me parecía bueno y franco. MEFISTÓFELES Vamos, veamos la situación. Mientras hay vida, hay esperanza. Librémoslo de su encierro en este estrecho valle. Salvándolo una vez, lo habremos salvado mil. ¿Quién sabe cómo caerán a partir de ahora los dados? Si tiene suerte, también tendrá vasallos. (Suben a un monte de mediano tamaño y observan la formación del ejército en el valle. Los tambores y la música guerrera resuenan y llegan hasta la cima del monte.) Veo que la posición está bien tomada. Con una intervención nuestra, la victoria será completa. FAUSTO ¿Con qué vendrás ahora?, ¿con el engaño?, ¿con artificios mágicos?, ¿con vacuas apariencias? MEFISTÓFELES Con una astucia guerrera que nos ayudará a ganar batallas. Concibe grandes ideas, mientras que piensas en tu fin. Si le conservamos al Emperador su trono y sus dominios, te bastará arrodillarte y recibirás en donación la ilimitada playa. FAUSTO Tú ya has conseguido muchas cosas. A ver si ahora consigues ganar una batalla. MEFISTÓFELES No, serás tú el que la gane. En esta ocasión serás tú el general en jefe. FAUSTO Esto sería un auténtico timbre de gloria para mí: dar órdenes sobre algo de lo que no entiendo. MEFISTÓFELES Tú déjale eso al estado mayor, y así el mariscal quedará a salvo. Desde mucho tiempo atrás he 523 presentido el hedor de la inmundicia bélica y al instante formé por adelantado el gabinete de guerra Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 524 sirviéndome de la primitiva fuerza de los rudos primitivos de las montañas. Afortunado aquel que consigue reunirlos. FAUSTO ¿Qué veo allí equipado con armas? ¿Has conseguido poner en pie de guerra a la gente de las montañas? MEFISTÓFELES No, pero al igual que Peter Squenz he conseguido extraer la quintaesencia de esta ralea inmunda. (Entran LOS TRES VIOLENTOS; Sam. II, 23,8). He aquí a mis muchachos. Son de edades muy diversas y llevan distinto armamento y vestimenta. No te llevarás mal con ellos. (A los espectadores.) A cada uno de ellos les gusta el arnés y la gola de caballero, y aunque estos andrajos son alegóricos, se sienten muy bien con ellos. MATÓN (Joven pertrechado con armas ligeras y vestido con un traje de mucho colorido.) Si alguien me mira a los ojos, le suelto un puñetazo en sus morros y al cobarde que huya lo cojo por sus cabellos. RATERO (Viril, bien armado, ricamente vestido.) Eso son vanas bravatas, con ellas se pierde el tiempo. Ocúpate sólo de apropiarte de cosas, pregunta después por lo demás. FORZUDO (Añejo, muy armado, sin vestido.) Tampoco se ha ganado mucho con eso. Un gran capital rápidamente se deshace al paso de la corriente de la vida. Aunque está muy bien tomar mucho, mejor es conservar. Haz caso a tu canoso colega y nadie podrá quitarte nada. (Todos van descendiendo.) A LOS PIES DE LA MONTAÑA (Resuenan tambores y música militar que viene de abajo. Se arma la tienda del EMPERADOR.) (El EMPERADOR, el GENERAL EN JEFE y la ESCOLTA IMPERIAL.) GENERAL EN JEFE 525 Me sigue pareciendo bien trazado el plan de replegar al ejército en bloque en este bien situado valle. Espero que esta sea una buena elección. EMPERADOR Ya se verá el resultado. Me molesta esta especie de huida, este retroceder. GENERAL EN JEFE Observad, soberano, nuestro flanco derecho. Es un emplazamiento pintiparado para la estrategia bélica. Las colinas, aunque no son escarpadas, tampoco son accesibles del todo, resultan propicias para los nuestros y una trampa para el enemigo. Estando nosotros semiescondidos en la ondulada llanura, la caballería no osará adentrarse. EMPERADOR No me queda más remedio que aplaudir; aquí se probará la fuerza de los brazos y los corazones. GENERAL EN JEFE Aquí en los anchos espacios del centro de la llanura verás a la falange dispuesta para luchar. Las picas centellean en el aire al fulgor del sol que se filtra por los vapores de la niebla de la mañana. ¡Qué sombrío ondea el poderoso cuadrado! Hay millares de hombres dispuestos para una gran hazaña. Podrás reconocer la fuerza de la masa, confío en que sabrán dispersar las fuerzas enemigas. EMPERADOR Por primera vez veo algo tan bello de un golpe de vista. Un ejército así vale por dos. GENERAL EN JEFE Nada he de decir de nuestra izquierda. El inmóvil peñasco está ocupado por valientes héroes. La roca en la que ahora reluce el brillo de las armas defiende el importante paso del estrecho desfiladero. Ya presiento que, inesperadamente, aquí fracasarán las fuerzas enemigas en una sangrienta empresa. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 526 EMPERADOR Por allí van los falsos parientes que, llamándome tío, primo y hermano, se permitían siempre nuevas libertades. Ellos me quitaron el poder del cetro y la veneración que le corresponde al trono. Después, divididos entre sí, devastaron el imperio y ahora reunidos se vuelven contra mí. La multitud fluctúa indecisa, mas al final va como un río allá donde la corriente la lleva. GENERAL EN JEFE Un hombre fiel, enviado como informador, baja apresuradamente por los riscos. ¡Ojalá haya tenido suerte! PRIMER EXPLORADOR Nuestra trama ha salido tan bien que hemos avanzado acá y allá, pero son poco gratas las nuevas que traemos. Muchos te prometen pleno vasallaje, como gran parte de la fiel mesnada, pero disculpan su inactividad por la agitación interior, por el peligro que supone el pueblo. EMPERADOR La doctrina del egoísmo es y seguirá siendo guardarse a sí mismo, no lo es ni la gratitud ni el deber ni el respeto ¿No os dais cuenta de que cuando vuestra medida se haya colmado el incendio de la casa del vecino os consumirá? GENERAL EN JEFE Ahí se acerca el segundo explorador bajando muy despacio. A este hombre fatigado le tiemblan todos los miembros. SEGUNDO EXPLORADOR Primero disfrutamos viendo el errar loco de ese tumulto asalvajado. De pronto, inesperadamente, aparece un nuevo Emperador y, por sendas ya marcadas, lleva a la muchedumbre por la llanura: todos siguen las engañosas banderas desplegadas con su naturaleza de cordero. EMPERADOR Por mi bien, viene a mí un Antiemperador. Ahora empiezo a sentir que soy el Emperador. Antes sólo me puse el arnés como soldado, ahora me lo pondré con fines más altos. Todas las fiestas, aunque 527 fueran lucidas y en ellas no faltara de nada, me hacían echar de menos el peligro. Cuando empezabais el juego de ensartar el anillo en la lanza, el corazón me latía, yo comenzaba a respirar el aire propio del torneo y, si no me hubieseis desaconsejado guerrear, ya resplandecería yo por mis propias heroicidades. Sentía en mi pecho el sello de la independencia cuando me vi reflejado en el reino del fuego. Este elemento se lanzó cruelmente contra mí. Sólo era una apariencia, pero la apariencia era grande. Confusamente he soñado con triunfos y gloria. Voy a reparar lo que, olvidando mi honra, desatendí. (LOS HERALDOS son enviados para amenazar al Antiemperador. FAUSTO está provisto de un arnés y un casco con la visera entreabierta. LOS TRES VIOLENTOS, armados y vestidos como se describía más arriba.) FAUSTO Nos presentamos con la confianza de no ser reprendidos; aun sin necesidad, la previsión ha tenido su premio. Sabes que la gente de la montaña piensa y discurre; han estudiado en el libro de la naturaleza y las rocas. Los espíritus, que hace mucho emigraron de la Tierra, sienten más querencia que nunca por la rocosa sierra. Obran en silencio por las laberínticas grietas de las montañas en medio del gas de ricas emanaciones metálicas. En la continua escisión, la continua prueba, la continua unión, su único impulso es descubrir algo nuevo. Con la mano ligera de los poderes espirituales, ellos labran formas diáfanas y después miran en el cristal los fenómenos eternamente silentes del mundo superior. EMPERADOR He oído hablar de ello y te creo, ¿pero a qué viene eso, hombre valeroso? FAUSTO El nigromante de Norcia, el sabino, es tu fiel y honrado servidor. ¡Qué horrible suerte lo amenazaba con crueldad! Los ramajes secos empezaban a chisporrotear, el fuego empezaba a arder en forma de lenguas mezclado con pez y con azufre. Ni un hombre ni Dios ni el demonio lo podían salvar. Tu majestad rompió aquellas cadenas candentes. Esto ocurrió en Roma y él quedó en gran deuda contigo y siempre 528 sigue atento cómo marchan tus asuntos. Desde entonces, se ha olvidado de sí mismo, sólo hace preguntas acerca de ti a las estrellas y a las profundidades. Nos encargó, como principal cometido, estar a tu lado. Las fuerzas de la montaña son grandes, allí la naturaleza actúa con libertad y con gran poder. La obtusa inteligencia de los clérigos llama a eso brujería. EMPERADOR Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 529 En día de contento, cuando saludamos a los huéspedes que despreocupados vienen a disfrutar alegres, nos complacemos al ver cómo todos se empujan y oprimen y la entrada de un hombre tras otro va estrechando el aforo de las salas, pero se le debe dar un buen recibimiento al hombre leal cuando se presenta enérgico ante nosotros para apoyarnos en el amanecer que inquietante se avecina, pues sobre él se cierne la balanza del destino. Pero ahora, en este importante momento, retirad la mano de la presta espada, respetad la hora en que miles claman por luchar a favor o en contra de mí. El hombre es uno mismo. El que aspire al trono y la corona ha de ser personalmente digno de esos honores. Que nuestro puño lleve al reino de los muertos al fantasma que se ha alzado contra nosotros proclamándose a sí mismo Emperador y dueño de nuestras tierras, jefe de nuestros ejércitos y señor de nuestra nobleza. FAUSTO Sin duda sería muy glorioso que realizaras esa hazaña. Pero no me parece bien que expongas así tu cabeza. yNo está adornado tu yelmo con su cimera y su penacho? El es quien defiende la cabeza que nos aviva. ¿De qué servirían los miembros privados de cabeza? Si ella se adormeciera, todos se entumecerían. Si ella es herida, todos son inmediatamente dañados. Si ellos se reavivan, es porque ella se ha curado. Rápidamente sabe el brazo defender su firme derecho, eleva el escudo para defender el cráneo. La espada cumple con decisión su cometido, desvía el golpe y lo devuelve. El ágil pie toma parte en su fortuna asentándose sobre la nuca del adversario derribado. EMPERADOR Así es mi ira, así me gustaría tratarlo: hacer de su orgullosa cabeza un escabel. LOS HERALDOS (Vienen de vuelta.) No hemos disfrutado de mucho honor ni de mucha autoridad. Se han reído de nuestra enérgica embajada: «Vuestro Emperador -decían- se ha desvanecido como el eco en un estrecho valle. Si en alguna ocasión nos acordamos de él, decimos como en el cuento: Érase una vez...». FAUSTO 530 Las cosas han sucedido según el deseo de los mejores que se mantuvieron fieles a tu lado. Allí se acerca el enemigo, los tuyos esperan llenos de ardor. Ordena el ataque, el momento es propicio. EMPERADOR Delego el mando. (Al GENERAL EN JEFE.) En tus manos encomiendo la responsabilidad. GENERAL EN JEFE Entonces, que entre en acción el ala derecha. La izquierda del enemigo, que está subiendo ahora mismo, antes de haber dado el último paso, debe caer ante una pujanza juvenil de una fidelidad puesta a prueba. FAUSTO Permite que este dinámico héroe retorne sin tardanza a tus filas, que se integre fuertemente en ellas y así, asociado, emplee su fuerza. (Va señalando a la derecha.) MATÓN (Adelantándose.) Quien me mira a la cara no la vuelve sin las mandíbulas rotas. Al que me da la espalda, le dejo descalabrados el cuello y la cabeza tirándole brutalmente de los pelos cercanos a la nuca, y si hieren tus hombres con la espada y la maza, como hago yo, el enemigo caerá, hombre a hombre, ahogándose en su propia sangre. (Se va.) GENERAL EN JEFE Que la falange, de nuestro centro salga quedamente, pero con astucia y todo su poder, para hacer frente al enemigo; que se desplace un poco a la derecha y allí, embravecida, nuestra fuerza de choque desbaratará su plan. FAUSTO (Señalando al medio.) Que este también obedezca tu palabra. Es vehemente y todo se lo lleva por delante. RATERO (Adelantándose.) A la bravura heroica de las tropas imperiales debe añadirse la sed de botín. Que a todos se les ponga como objetivo la rica tienda del Antiemperador. Él no volverá a pavonearse más en su sitial, me pondré al frente de la falange. URRACA (Cantinera, se pega al RATERO.) 531 Aunque no estoy casada con él, es para mí el más adorable galán. Para nosotros ha madurado esta cosecha. La mujer es tremenda cuando toma algo, no tiene reparo en robar. A la victoria, que todo está permitido. (Ambos se van.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 532 GENERAL EN JEFE Como estaba previsto, su derecha ha chocado con nuestra izquierda. Hombre a hombre resistirán el furioso intento de ganar el estrecho paso entre las rocas. FAUSTO (Indicando a la izquierda.) Os pido, señor, que también tengáis cuidado ahí. No es malo reforzar lo que ya es fuerte. FORZUDO (Adelantándose.) En lo que toca al ala izquierda, que nadie se preocupe. Donde yo estoy se conservan las posesiones. En ella se acredita el viejo. Ningún rayo hiende lo que yo mantengo. (Se va.) MEFISTÓFELES (Bajando lentamente.) Mira ahora cómo, por detrás de cada uno de los huecos de entre las rocas, salen hombres armados para hacer aún más estrecho el angosto paso; con sus yelmos, sus arneses, sus espadas, sus escudos forman a nuestras espaldas un muro que está esperando una señal para el ataque. (Hablando en voz baja a los que están advertidos.) No debéis preguntar de dónde viene eso. La verdad es que no me he hecho el remolón, he dejado vacías las salas de armas de los alrededores. Allí estaban ellos a pie y a caballo, como si fueran los señores de la Tierra. Antes eran caballeros, reyes, emperadores, hoy no son más que conchas vacías de caracol. Un duende se ha colado por ahí y ha reavivado la Edad Media. El diablillo que ahí se esconde, quien quiera que fuese, por esta vez conseguirá su propósito. (En alto.) Escuchad cómo se enfurecen de antemano, cómo se empujan unos contra otros al choque de sus corazas. En los estandartes ondean jirones de bandera que esperaban, impacientes, airecillos frescos. Pensad que aquí hay un viejo pueblo dispuesto a tomar parte en un combate moderno. (Sonido impresionante de trompetas que viene desde arriba. En el ejército enemigo hay una visible vacilación.) FAUSTO El horizonte se ha oscurecido. Sólo aquí y allá se distingue el expresivo centelleo de una luz roja llena de presentimientos, las armas relucen sangrientas. Con ellas se entremezclan los peñascos, el bosque, la 533 atmósfera y todo el cielo. MEFISTÓFELES El flanco derecho se mantiene firme; entre los que ahí luchan veo cómo destaca Juan Matón, el ávido gigante, muy concentrado en sus quehaceres. EMPERADOR Primero vi cómo se elevaba un brazo, luego cómo se elevaban doce llenos de furia, esto no parece natural. FAUSTO ¿No has oído hablar de unas ráfagas de niebla que viajan por la costa de Sicilia? Allí flotan nítidamente en plena luz del día, se elevan hasta la región media del aire, se reflejan en algunos vahos y aparecen extrañas visiones, van y vienen ciudades. Los jardines se elevan y bajan, se ve cómo las imágenes van quebrando una y otra vez el éter. EMPERADOR Pero, ¡qué raro! Veo centellear todas las puntas de las lanzas de altas picas, sobre ellas danzan pequeñas llamas, esto me parece propio de espíritus. FAUSTO Perdona, señor, son los vestigios de naturalezas espirituales desaparecidas, un reflejo de los Dióscuros, por los que juraban todos los navegantes. Aquí han reunido sus últimas fuerzas. EMPERADOR Mas dime, ¿de quién somos deudores de que la naturaleza, que vela por nosotros, reúna a nuestro favor lo más extraordinario? MEFISTÓFELES ¿De quién sino del maestro que ha decidido acoger en su seno tu destino? Él está agitado por las violentas amenazas de tus enemigos. Su gratitud quiere verte salvado, aunque él mismo tuviera que morir en el envite. EMPERADOR El pueblo se congratulaba cuando me llevaba con gran pompa. Por aquel entonces yo era algo; quise 534 hacer la prueba y, sin pensármelo mucho, encontré la ocasión de darle aire fresco a aquella barba Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 535 blanca. Le hice la pascua al clero, y eso no me granjeó precisamente su simpatía. ¿Debo ahora, después de tantos años, experimentar el efecto de una buena acción? FAUSTO Un buen servicio reporta beneficios. Dirige tu mirada hacia delante. Me parece que quiere enviarnos un signo. Presta atención porque este se dará a conocer enseguida. EMPERADOR Un águila flota por las alturas. Un grifo la persigue amenazándola brutalmente. FAUSTO Date cuenta. Esto me parece muy favorable. El grifo es un animal fabuloso. ¿Cómo podría olvidarse tanto de su naturaleza como para medirse con un águila verdadera? EMPERADOR Ahora dan vueltas sobre sí mismos describiendo círculos muy amplios. En un mismo instante se lanzan uno contra otro para desgarrarse los pechos y los cuellos. FAUSTO Observa ahora cómo el nefasto grifo, sacudido y trasquilado, sólo encuentra dolor y, con su cola de león entre las piernas y siendo arrojado al bosque que cubre la falda del monte, desaparece. EMPERADOR Que se cumpla todo como se ha anunciado. Lo acepto con admiración. MEFISTÓFELES (Vuelto hacia la derecha.) Nuestros adversarios deben retroceder ante nuestros golpes insistentes y repetidos, y en una lucha titubeante se desplazan en tropel hacia la derecha, desordenando en el combate a su flanco izquierdo, que es su principal fuerza. La sólida vanguardia de nuestra falange se dirige a la derecha y, rápida como un relámpago, ataca el punto débil. Ahora, como si se tratara de una ola provocada por la tempestad, echando chispas, ambas fuerzas chocan furibundas una contra otra en doble combate. No se puede imaginar nada más grandioso, hemos ganado la batalla. EMPERADOR (A la izquierda de FAUSTO.) 536 Mirad, aquel punto me parece muy problemático. Nuestra posición es peligrosa. No veo que se lance ninguna piedra, las rocas de los pies de la montaña están siendo escaladas. Las de más arriba han sido ya abandonadas. El enemigo, en masa, va avanzando cada vez más. Tal vez haya conquistado ya el paso. Este ha sido el resultado final de unos impíos manejos. ¡Vuestras artes se han mostrado inútiles! (Pausa.) MEFISTÓFELES Ahí vienen mis dos cuervos, ¿qué mensaje me traerán? Me temo que nos va mal. EMPERADOR ¿Qué hacen aquí estas aves de mal agüero? Vienen, planeando con sus negras alas, desde el ardiente combate que se libra entre las rocas. MEFISTÓFELES (A los cuervos.) Posaos a la altura de mis oídos. A quien vosotros protegéis no está perdido, pues vuestro consejo siempre es acertado. FAUSTO (Al EMPERADOR.) Seguro que has oído hablar de unas palomas que proceden de los países más lejanos y vuelven para hacer su nidada y lograr su sustento. Aquí ocurre lo mismo, pero con alguna diferencia. Las palomas traen mensajes de paz, mientras que los mensajes de guerra son el cometido de los cuervos. MEFISTÓFELES Se anuncia un desastre. ¡Ved! Mirad los apuros de nuestros héroes que rodean esa pared de roca. Las posiciones más altas han sido tomadas, nos encontraríamos en una difícil situación si los otros logran conquistar el paso. EMPERADOR Finalmente he sido engañado. He caído atrapado en vuestra red, me estremezco al verme preso en ella. MEFISTÓFELES ¡Ante todo, mantén alto el ánimo! Aún no está todo perdido. Ten paciencia y astucia hasta el último 537 nudo. Normalmente al foral es cuando aparecen las mayores dificultades. Tengo a mis fieles mensajeros. Encomendadme el mando. GENERAL EN JEFE (Que entretanto ha llegado.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 538 Te has ligado a estos y desde entonces me ha apenado. Los juegos de ilusión no dan lugar a una fortuna duradera. Ya no sé hacer nada para cambiar el curso de la batalla. Ellos la empezaron, así que deben acabarla. Yo depongo mi bastón de mando. EMPERADOR Guárdalo hasta horas mejores en las que tal vez nos dará más suerte. Me da horror este tenebroso consejero y su intimidad con los cuervos. (A MEFISTÓFELES.) No puedo confiarte el bastón, no me pareces el adecuado para ello. Con todo, manda y sálvanos, que ocurra lo que tenga que ocurrir. (Se retira a la tienda con el GENERAL EN JEFE.) MEFISTÓFELES ¡Puede que a él le proteja ese bastón mocho! A nosotros no nos serviría de nada, pues lleva inscrita una cruz. FAUSTO ¿Qué hay que hacer? MEFISTÓFELES Ya está hecho. Ahora, negros primos prestos al servicio, id al lago de la montaña. Saludad de mi parte a las ondinas y pedidles que formen la apariencia de una riada. Mediante casi insondables artes de mujer, ellas saben separar lo patente de lo aparente y todos jurarían que se tata de lo patente. (Pausa.) FAUSTO Nuestros cuervos deben de haber lisonjeado totalmente a esas jóvenes dueñas de las aguas, allí se ve cómo estas empiezan a manar. En varios lugares en los que predominan rocas desnudas y áridas, brota un persistente y raudo manantial. Y la victoria para los otros es ya algo inalcanzable. MEFISTÓFELES Ese es un saludo singular. Los escaladores más audaces están confundidos. FAUSTO Un arroyo cae dando lugar a muchos arroyos, y al salir de las barrancas doblan su caudal. Un torrente se 539 precipita en forma de arco; de pronto, se extiende sobre una llanura de rocas y empieza a formar espuma, yendo de allá para acá, y gradualmente se va derramando por el valle. ¿De qué sirve una resistencia valiente y heroica? La fuerte ondulación corre veloz y los arrastra consigo, a mí mismo me horroriza esta iracunda crecida. MEFISTÓFELES No veo nada de esas ilusiones acuáticas. Sólo los ojos humanos se dejan engañar. Este extraño fenómeno me llama la atención. Están cayendo a montones. Estos necios creen estar ahogándose pues respiran con dificultad en tierra firme y hacen grotescos movimientos de nado. Reina la confusión general. (Los cuervos han vuelto.) Os elogiaré ante el gran Maestro. Si queréis demostrar vuestra competencia como maestros, volad hasta la candente fragua donde el pueblo de los duendes golpea el metal y la piedra haciendo que salgan chispas de ellos. Pedidles, con largos discursos, un fuego tan luminoso, brillante y crepitante como puedan encender. Puede ocurrir que en una noche de verano se vean relámpagos o la caída de una estrella fugaz en la lejanía, pero no es tan fácil ver relámpagos y estrellas que pasan silbando sobre el suelo húmedo en unos tupidos y enmarañados bosquecillos. Así que, sin mucha molestia, debéis primero pedir y luego ordenar. (Los cuervos se van. Se cumple la orden.) Densas tinieblas para los enemigos y que sus tímidos pasos y avances los lleven a tierra de nadie. Que centellas errantes procedentes de todos los rincones formen una luz que los deslumbre. Todo esto sería maravilloso, pero todavía es necesario un ruido horrible. FAUSTO Las vacías armaduras sacadas de esos sepulcros que son las salas vuelven a cobrar vida al aire libre. Allí arriba se oyen crujidos y traqueteos desde hace ya un tiempo; es un estruendo maligno e iracundo. 540 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 541 MEFISTÓFELES Muy bien. Ya nada puede contenerlos. Ya se oye el ruido de justas caballerescas como en los buenos y viejos tiempos. Los brazales y las grebas de los güelfos y los gibelinos reanudan su eterna lucha. Firmes, como es habitual en los de su estirpe, se muestran irreconciliables. El rugido resuena ya con amplitud e intensidad. En definitiva, en todas las fiestas diabólicas, el odio entre los partidos llega a la crueldad más extremada. Esto hace que un pánico repulsivo mezclado con un estremecimiento estridente y agudamente satánico se extienda por el valle. (Tumulto guerrero en la orquesta, que luego se convierte en alegre música militar.) LA TIENDA DEL ANTIEMPERADOR (Trono de rica ornamentación.) (RATERO y URRACA.) URRACA Así que somos los primeros en llegar. RATERO Ningún cuervo vuela tan rápido como nosotros. URRACA ¡Oh, qué tesoro hay aquí acumulado! ¿Por dónde empezar, por dónde concluir? RATERO Estando esto tan lleno no sé dónde echar la mano. URRACA El tapiz ese me vendría muy bien, mi lecho es a menudo demasiado incómodo. RATERO De aquí cuelga una maza de acero. Estoy buscando algo así desde hace tiempo. URRACA Siempre he soñado con algo como ese manto de rojo ribeteado de oro. RATERO (Tomando el arma.) Con esto se arregla todo muy rápido. Se mata a uno de un golpe y se sigue adelante. Has cargado ya mucho el saco y no has metido en él nada de valor. Deja en su lugar esas baratijas y llévate uno de estos cofrecillos. Esta es la paga del ejército. En su vientre no hay nada más que oro. URRACA Esto tiene un peso descomunal. No lo puedo levantar, no puedo llevarlo. 542 RATERO Inclínate de inmediato. Tienes que agacharte. Yo lo cargaré sobre tus fornidas espaldas. URRACA ¡Ay!, ¡ay! No puedo más. El peso me rompe el espinazo. (El cofrecillo cae al suelo y se abre.) RATERO Aquí hay oro bermejo a montones. Date prisa y apílalo. URRACA (Agachándose.) Pronto, métemelo en la falda. Habrá suficiente para siempre. RATERO Y sobrará, vámonos. (Ella se pone en pie.) Oh, el delantal tiene un agujero. Donde quiera que estés o que vayas siembras tesoros al despilfarrarlos. ESCOLTA DE NUESTRO EMPERADOR ¿Qué hacéis en este sitio sagrado? ¿Qué rebuscáis en el tesoro imperial? RATERO Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 543 Hemos arriesgado nuestros miembros y venimos a recoger nuestra parte del botín. Es lo que habitualmente se hace en el campamento del enemigo y nosotros también somos soldados. ESCOLTA No es lo habitual entre nosotros ser soldado y ladrón al mismo tiempo. Aquel que se acerque a nuestro Emperador ha de ser un probo soldado. RATERO Es cosa bien sabida: la honradez se llama contribución. Todos actuáis igual, «dame» es el lema de vuestro gremio. (A URRACA.) Date prisa y llévate arrastrando lo que tienes. Aquí no somos huéspedes bienvenidos. (Se van.) PRIMER SOLDADO Di, ¿por qué no le diste un tortazo a ese sinvergüenza? SEGUNDO SOLDADO No lo sé, me faltaron las fuerzas. Tenían un aspecto algo fantasmal. TERCER SOLDADO Mis ojos se cegaron, todo temblaba, no veía bien. CUARTO SOLDADO No sabría cómo decirlo: ha hecho todo el día un calor tan bochornoso, tan espeso, tan insoportable. Uno estaba de pie, el otro caía, íbamos a tientas y al mismo tiempo golpeábamos. A cada golpe era derribado un adversario, delante de los ojos flotaba un halo. Después todo empezó a chirriar, a crepitar y a silbar en el oído, y así continuó. Ahora estamos aquí y no sabemos cómo ha podido ser. (EMPERADOR con cuatro PRÍNCIPES. La ESCOLTA se retira.) EMPERADOR Sea como fuere, hemos ganado. En su desordenada fuga, el enemigo se dispersa por el campo de batalla. Aquí está el trono vacío. Un tesoro pérfidamente obtenido y recubierto de tapices reduce el espacio. Dignamente flanqueados por nuestra propia escolta, esperamos, en nuestra condición imperial, 544 la venida de los enviados de los pueblos. De todos los lugares llegan buenas noticias, el imperio está pacificado, y se pliega gustosamente a nosotros. Aunque en nuestro guerrear se inmiscuyó el ilusionismo, al final luchamos solos. Es cierto que hubo sucesos que favorecieron al combatiente: del cielo cayó una piedra, al enemigo le llovió sangre encima, desde las oquedades de las rocas sonaron poderosos ruidos que hicieron que nuestro pecho estuviera henchido y el del enemigo se encogiera. Cayó el vencido en medio de una mofa interminable; el vencedor, resplandeciente, canta a su dios favorecedor. Y, sin que nadie dé la orden, al unísono, millones de gargantas proclaman estas palabras: «Dios sea loado». Pero aparto mi mirada piadosa de la más alta de las alabanzas y la dirijo al propio pecho. Un joven y dinámico soberano puede que desperdicie su tiempo, pero los años le enseñarán a valorar el significado de cada momento. Por ello, sin dilación, me uno a vosotros cuatro, hombres dignos, por el bien de la Casa, de la Corte y del Imperio. (Al primero.) A ti, príncipe, se debe la hábil ordenación del ejército y después, en el momento adecuado, una heroica y audaz dirección. En la paz actúa como lo requiera el tiempo. Te nombro Archimariscal y te lego la espada. GRAN MARISCAL Cuando tu leal ejército, hasta el momento ocupado en el interior, consiga en la frontera afianzarte en el trono, que nos sea permitido prepararte el banquete el día de fiesta en la sala de la espaciosa fortaleza de tu padre. Llevaré desenvainada la espada, la llevaré a tu lado, para la perpetua protección de la suprema Majestad. EMPERADOR (Al segundo.) Tú, que te mostraste agradable y complaciente, serás Chambelán supremo; tu cargo no será fácil. Eres cabeza de toda la servidumbre de la casa, me parece que, debido a sus disensiones internas, encuentro muchos malos servidores. Que tu ejemplo sea honrosamente mostrado como el de alguien que agrada a su Señor, a la Corte y a todos. CHAMBELÁN SUPREMO 545 Servir a mi inteligente señor me reporta beneficios: el de serle útil al mejor, el de no hacerle daño al peor, y a su vez el de ser franco sin astucia y sereno sin artificio. El que tú, Señor, me mires, ya es Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 546 bastante ¿Puede la fantasía concebir una alegría igual? Cuando vayas a la mesa, yo te daré el vaso de oro, te guardaré los anillos para que, en ese momento de placer, tu mano esté descansada y tu mirada me llene de regocijo. EMPERADOR Es cierto que me siento demasiado adusto para fiestas, pero que así sea: un comienzo alegre siempre es beneficioso. (Al tercero.) Te nombro Cocinero mayor, te encargarás de la caza, las aves del corral y la casa de labranza. Haz que se me preparen cuidadosamente mis platos preferidos, en todo momento y según los meses. COCINERO MAYOR Que un extremado ayuno sea para mí el deber más grato hasta que situado ante ti esté un exquisito manjar que te deleite. La servidumbre de la cocina debe unirse a mí para traer lo lejano y así adelantar las estaciones. No es de tu gusto engalanar la mesa ni con lo exótico ni con lo temprano. Lo sencillo y lo sustancioso es lo que tu gusto demanda. EMPERADOR (Al cuarto.) Como inevitablemente aquí estamos metidos en fiestas, conviértete para mí, joven héroe, en Copero. Copero mayor, cuida de que nuestra bodega esté siempre provista de buen vino. Sé moderado, no te dejes llevar por la tentación más allá de la serena alegría. COPERO MAYOR Soberano, cuando se tiene confianza en los jóvenes, se convierten en hombres hechos y derechos antes de que uno se haya dado cuenta. Yo iré también a esa gran fiesta; adornaré de la mejor manera el aparador imperial, con lujosos vasos, todos ellos de oro y plata; pero antes elegiré para ti la mejor copa: una de fino cristal veneciano donde el placer reside y en el que el sabor del vino se hace más intenso pero sin embriagar. A este maravilloso tesoro uno se confía a veces demasiado. Pero tu templanza, Soberano, es más protectora aún. EMPERADOR 547 Sabed que los cargos que os he otorgado en esta hora solemne os los concedió una boca fiable. La palabra del Emperador es grande y asegura todos los dones, pero para que todo sea confirmado hace falta un valioso escrito con la fuma. Veo llegar al hombre adecuado en el momento oportuno. (El ARZOBISPO [CANCILLER] entra.) Cuando se hace descansar una bóveda sobre una piedra clave, permanecerá construida hasta la eternidad. Ahí tienes a cuatro señores principales. Ante todo hemos observado lo que más puede beneficiar a la Casa y a la Corte. Pero ahora, que todo cuanto contiene el Imperio sea, con poder y autoridad, encomendado al número cinco. Deben destacar en cuanto a la posesión de tierras y por ello ampliaré los límites de sus posesiones sirviéndome de las heredades de los que de nosotros se apartaron. A vosotros, los fieles, os lego estas bellas tierras y el derecho de extenderos más allá, según las circunstancias, por sucesión, compra y permuta. Que además os sea concedido expresamente el ejercer sin trabas los derechos que a vosotros, señores de la tierra, os corresponden. Como jueces dictaréis las sentencias definitivas, no podrá hacerse ninguna apelación ante vuestros altos ministerios. También serán vuestros los impuestos, los intereses, los tributos en especie, los feudos, los derechos de aduanas, las concesiones sobre las minas, la sal y la acuñación de moneda. Para acreditaros mi reconocimiento, os he elevado a la jerarquía inmediatamente inferior a la Majestad. ARZOBISPO En nombre de todos, recibe nuestro más sentido agradecimiento. Nos fortaleces y afianzas y así vas haciendo más fuerte tu poder. EMPERADOR A vosotros cinco os quiero otorgar un honor aún mayor. Ahora vivo para mi Imperio y tengo ganas de vivir así. Pero la cadena de nobles antepasados desvía la mirada pensativa de la febril ambición para fijarla en lo que nos amenaza. Llegado el tiempo, me separaré de mis seres queridos, entonces habrá llegado el tiempo de que elijáis a mi sucesor. Después de coronado, ensalzadle llevándolo al santo altar, y acabad pacíficamente lo que tan tormentoso fue. 548 CANCILLER Con orgullo en lo más profundo de mi corazón y con humildad en el semblante, los príncipes, los primeros de la Tierra, están inclinados ante ti. Mientras la sangre fiel anime nuestras venas, seremos el cuerpo que ejecute las órdenes de tu voluntad. EMPERADOR En definitiva, que todo lo que sea dispuesto, sea confirmado por escrito y con mi rúbrica. En realidad, como señores, dispondréis de vuestra posesión como os plazca, pero con la condición de que sea Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 549 indivisible. Y de igual modo todo incremento de nuestro legado deberá ser heredado por vuestro primogénito. CANCILLER Dichoso, plasmo en el pergamino este importantísimo estatuto, tan ventajoso para nosotros y para el Imperio. La copia y el sello se encargarán a la cancillería, con la sagrada firma, tú, Señor, lo acreditarás. EMPERADOR Retiraos, pues, para que todos podáis meditar, concentrados, la grandeza de este día. (Los PRÍNCIPES seglares se retiran.) ARZOBISPO (Se queda y habla con patetismo.) El Canciller se ha marchado, el obispo se ha quedado y ha de hacerte una severa advertencia. Su corazón paternal está agitado por tu causa. EMPERADOR ¿Qué te agita en esta feliz hora? ¡Habla! ARZOBISPO ¡Con qué amargo dolor veo tu cabeza supremamente sacra coligada con Satanás! Parece evidente que te has afianzado en el trono, pero, por desgracia, escarneciendo a Dios Padre y al Santo Padre, el Papa. Si este se llega a dar cuenta, rápidamente condenará tu Imperio asolándolo con su santo rayo. Porque él no ha olvidado cómo en el momento supremo, en el día de tu coronación, mandaste liberar a aquel hechicero. El primer rayo de gracia que salió de tu diadema fue a parar a aquella cabeza maldita en perjuicio de la cristiandad. Pero date golpes en el pecho en señal de penitencia y expía tu sacrílega fortuna ofreciendo un modesto óbolo al santuario. El vasto terreno rodeado de colinas donde acampaste y en donde los malos espíritus se aliaron para tu defensa y donde prestaste oído obediente al príncipe de la mentira, conságralo ahora, piadosamente inspirado, a una obra santa. Conságralo junto al monte y al tupido bosque, tan lejos como estos se extiendan, junto a las cumbres que se cubren de verdor, ofreciendo 550 su pasto, junto a los claros lagos ricos en pesca y una cantidad interminable de arroyuelos, que, formando anillos como el cuerpo de una serpiente, se precipitan en el valle. Consagra también junto a ellos, en definitiva, el mismo ancho valle, con sus praderas, sus comarcas, sus hondonadas. Así expresarás tu contrición y así encontrarás tu gracia. EMPERADOR Me siento tan estremecido por mi grave pecado que tú mismo fijarás el límite según tu criterio. ARZOBISPO En primer lugar: el espacio profanado deberá ser, tan rápidamente como se pueda, dedicado al servicio del Altísimo. Ya veo elevarse con forma espiritual sólidos muros. La mirada del sol matutino ilumina el coro, el edificio en construcción se extiende en forma de cruz. La nave se prolonga y se eleva para el gozo de los fieles que afluyen ya, llenos de fervor, por el digno portal. La primera llamada de las campanas ha resonado a través del monte y del valle, proceden de las altas torres y parecen subir al cielo. Viene el penitente buscando el comienzo de una nueva vida. En el gran día de la consagración que ojalá llegue pronto- tu presencia será la que realce todo. EMPERADOR Que una obra tan grande haga patente el piadoso deseo de dar alabanza a Dios Nuestro Señor, así como de expiar mis pecados. Basta, ya veo cómo se eleva mi espíritu. ARZOBISPO Como canciller voy a activar la formalización y expedición del documento. EMPERADOR Cuando presentes el documento, siguiendo la forma reglamentada, lo firmaré con gusto. ARZOBISPO (Se ha despedido, pero se vuelve cuando está a punto de salir.) Tan pronto como se empiece a construir la obra, dedicarás a ella diezmos, censos y tributos a perpetuidad. Es necesario un buen montante para una digna manutención, y una administración cuidadosa supondrá unos gastos muy grandes. Para que se lleve a cabo una rápida construcción en un 551 lugar desierto, consíguenos cierta cantidad de oro de las arcas del botín. Además, y no he de callarlo, harían falta maderas exóticas, cal, pizarra y otros materiales similares. El pueblo, aleccionado desde el púlpito, se encargará del porte. La Iglesia bendecirá a aquellos que se pongan a su servicio. (Se va.) EMPERADOR Es muy grande el pecado con el que cargo. Los miserables brujos me han causado un gran quebranto. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 552 ARZOBISPO (Vuelve de nuevo y hace la más profunda reverencia.) Perdóname, señor. A ese hombre de mala fama se le han cedido las playas del Imperio, pero sobre este caerá el anatema si no concedes, contrito, los diezmos, censos y prerrogativas de esos territorios. EMPERADOR (Malhumorado.) Ese territorio todavía no existe, está aún en el fondo del mar. ARZOBISPO Al que le corresponden unos derechos y tiene paciencia le llega también su tiempo. Que vuestra palabra mantenga en vigor este acuerdo. EMPERADOR Un poco más y tendré que donar todo el Imperio. ACTO V (Campo abierto.) CAMINANTE Sí, ahí están los umbríos tilos, robustos y adultos. Y pensar que he de encontrarlos ahora, después de tan largo camino. Ahí está el viejo lugar, aquella cabaña que me cobijó cuando las olas tempestuosas me arrojaron hasta las dunas. Quisiera desear salud a mis serviciales y activos huéspedes, mas no creo que los vuelva a encontrar, pues por aquel entonces eran ya ancianos. ¡Sí eran gente de bien! ¿Golpearé la puerta o los llamaré a voces? Recibid mi saludo si con vuestra habitual hospitalidad aún disfrutáis de la dicha de procurar bienestar. BAUCIS (Buena mujer, muy anciana.) Apreciado forastero, no hagas ruido. Manténte en silencio, deja descansar a mi marido. Un sueño prolongado depara al anciano pronta actividad en una breve vigilia. CAMINANTE Di, buena mujer, ¿estás aún aquí para recibir mi agradecimiento?, ¿eres tú la misma que ayudaste junto a tu marido a un joven hace ya mucho tiempo?, ¿eres Baucis, la que diligentemente reavivaste el aliento 553 de un moribundo? (Entra el marido.) ¿Eres tú Filemón, el que con valor consiguió arrancarle mi tesoro a las olas? Una rápida hoguera y el argentino son de vuestra esquila fueron la solución que buscasteis para aquella arriesgada aventura. Ahora, dejad que avance para ver el mar sin confines, dejad que rece, siento el pecho muy oprimido. (Avanza por las dunas.) FILEMl1N (A BAUCIS). Date prisa y pon la mesa en el sitio más florido de nuestro jardincito. Déjale que corra, déjale que se asombre, pues no se creerá lo que va a ver. (Se queda junto al viajero.) Mira, el mar que tan fieramente te trató, salvaje y espumante, míralo ahora cultivado como un jardín, míralo ahora convertido en un cuadro paradisiaco. Como era viejo, ya no estaba capacitado para echar una mano, y cuando mis fuerzas se desvanecieron, la ola estaba lejos también. Los audaces servidores de hábiles maestros cavaron fosas e hicieron diques, redujeron los derechos del mar para ser señores, los señores de sus dominios. Mira cómo verdea una pradera tras otra, mira la dehesa, el jardín, el pueblo y el bosque. Ven y disfruta, pues el sol se despedirá pronto. Allí en la lejanía se extienden velas que buscan en la noche un puerto seguro, y es que las aves conocen bien su nido. Así verás en lontananza la espuma azul del mar y a tu derecha y a tu izquierda un terreno densamente poblado. (Sentados a la mesa en el jardincito.) BAUCIS ¿Estás silencioso? ¿No llevas ningún bocado a tu boca reseca? FILEMÓN Tal vez quiera enterarse de cómo se obró este prodigio. Tú que con tanto placer hablas, dale cuenta de todo. BAUCIS Realmente aquí ha tenido lugar un prodigio, y desde que este se manifestó no he vuelto a sentir sosiego, pues todo ello no se hizo de un modo natural. FILEMÓN 554 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 555 ¿Pudo estar tan sumido en el pecado el Emperador que le ofreció a él las orillas? ¿No lo anunció un heraldo resoplando su trompeta al pasar por aquí? En un lugar no muy lejano de nuestras dunas se asentó: tiendas, cabañas... Y en medio del verdor erigió su palacio. BAUCIS De día e inútilmente sus servidores hacían mucho ruido con los azadones y las palas, golpe a golpe; allí donde revoloteaban pequeñas llamas por la noche, al día siguiente había un dique construido. Debió haber sacrificios sangrientos, pues durante la noche resonaban los gemidos de dolor. Cuando en dirección al mar corría fuego ardiente, al día siguiente había un canal. Ese hombre no teme a Dios, ambiciona nuestra cabaña y nuestro soto y aun cuando se las da de vecino, siempre hay que mostrar sumisión ante él. FILEMÓN Él nos ha ofrecido buena tierra en otro lugar. BAUCIS No te fíes del enviado del mar, manténte firme a tu altura. FILEMÓN Vamos a la capilla a ver los últimos rayos del sol, toquemos la campana, arrodillémonos, recemos. Encomendémonos al viejo Dios. PALACIO (Amplio jardín de recreo. Un gran canal, en línea recta. FAUSTO, anciano, paseando meditabundo.) LINCEO EL VIGÍA (Por un altavoz.) El sol se pone, los últimos navíos arriban al puerto surcando el mar con premura. Una gran nave está a punto de llegar aquí por el canal. Los abigarrados gallardetes ondean alegres. En los enhiestos mástiles están desplegadas las velas. De ti se enorgullece el navegante, en el momento supremo te sonríe la fortuna. (Suena la esquila en las dunas.) 556 FAUSTO (Enfurecido.) ¡Maldito ruido! Produce una herida vergonzante, como un tiro disparado arteramente. Ante mis ojos mi reino no tiene límites, el enojo me atormenta a mis espaldas. Con un envidioso tañido me recuerda que mis posesiones no están limpias, en esa arboleda de tilos, la choza oscura, la ruinosa ermita, no son míos. Y cuando quiero descansar allí, las sombras extrañas me estremecen. Es una espina clavada en mis ojos y en mis pies. Oh, ojalá estuviera lejos de aquí. LINCEO (También por altavoz.) Con qué brío navega hacia acá la nave de vivos colores, al impulso del fresco viento de la tarde. Cómo se van apilando, al tiempo que ella prosigue su rauda marcha, cofres, cajas y sacos. (Nave magnífica, cargada de multitud de productos de tierras lejanas.) (Entran MEFISTÓFELES y LOS TRES VIOLENTOS.) CORO Aquí ya arribamos. Aquí desembarcamos. Salve al señor. Salve al patrón. (Desembarcan. Las mercancías son llevadas a tierra.) MEFISTÓFELES Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 557 Así nos hemos puesto a prueba; estaremos contentos si el patrón lo alaba. Partimos con sólo dos naves y a puerto hemos vuelto con veinte. Nuestras hazañas son puestas de manifiesto por nuestro cargamento. El libre mar presta su libertad al espíritu; ¿quién sabe allí lo que es cavilar? De la única forma que allí se prospera es con una garra rápida. Se pesca un pez, se atrapa una nave y se es pronto dueño de tres; se atrae con garfios a una cuarta y ya le empieza a ir mal a la quinta. Si se tiene fuerza, se tienen derechos. Se nos exigen fines, no buenos medios. No me hace falta saber el arte marino: la gue-ra, el comercio y la piratería son una trinidad inseparable. LOS TRES VIOLENTOS Ni gracias, ni saludo, ni saludo, ni gracias. Es como si le trajéramos a nuestro señor algo pestilente. Él nos pone cara de asco, no le halaga este bien regio. MEFISTÓFELES No esperéis recompensa alguna más. Ya tomasteis vuestra parte de botín. LOS TRES VIOLENTOS Esto fue sólo para no aburrirnos, todos reclamamos partes iguales. MEFISTÓFELES Ordenad primero arriba, en una sala y otra, todos los objetos preciosos. Y cuando él vea tanta riqueza y la valore con más detalle, no se mostrará tacaño y dará a la tripulación fiesta tras fiesta. Las aves de muchos colores llegarán mañana y yo cuidaré de ellas de la mejor de las formas. (La carga es apartada de allí. A FAUSTO.) Con frente adusta y mirada sombría recibes tu gran fortuna. La elevada sabiduría está coronada. Las orillas están en armonía con el mar. De la orilla recibe el mar complaciente a las naves prestas a una rápida travesía. Confiesa que desde aquí, desde este palacio, tu brazo abarca todo el mundo. De aquí todo surgió, aquí pusimos la primera barraca de tablas, se abrió una pequeña zanja allá donde ahora trabaja el remo diligente. Tu brillante idea y el esfuerzo de tus partidarios se hicieron merecedores del premio: el mar y la tierra. Desde aquí fue... FAUSTO 558 Ese «aquí», este lugar maldito es mi gran pesar. Te lo debo decir a ti que tan capaz eres; es algo que me punza el corazón, es algo insufrible para mí. Y como te dije, me avergüenza. Los viejos de allí arriba deben marcharse, yo desearía para mí vivir a la sombra de esos tilos, esos pocos árboles que no son míos me impiden la plena posesión del mundo. Allí, para poder mirar en todos los contornos, me gustaría construir armazones de madera de rama en rama, quisiera abrirle a mi mirada un amplio campo de visión para poder ver todo cuanto hice, para de un solo golpe de vista abarcar esta obra maestra del espíritu humano que, activándose inteligentemente, ha ganado amplias tierras para que las habitara la gente. Por eso nos tortura con mucha más fuerza, en esta abundancia, aquello de lo que carecemos. El sonido de la esquila, el aroma de los tilos, me envuelven como si estuviera en una iglesia o en la tumba. El libre juego de la voluntad se quiebra en esta arena de playa. ¿Cómo conseguiré extinguir este pensamiento? Cuando suena la esquila, la ira se desata en mí. MEFISTÓFELES Naturalmente, es normal que ese gran disgusto te haga segregar bilis. ¿Cómo negarlo? A todo noble oído ese tintineo le parece odioso. Ese maldito resonar de campanas ensombrece el cielo claro del atardecer, se mezcla con cada acontecimiento, desde el primer baño hasta la sepultura. Es como si, entre vuelta y vuelta de campana, la vida se convirtiera en un sueño evanescente. FAUSTO La resistencia y la obstinación arruinan el mayor de los logros, por ello y para mi tormento he de dejar de ser justo. MEFISTÓFELES ¿Por qué tienes que sentirte abrumado? Hace tiempo tendrías que haber llevado a cabo esa colonización. FAUSTO Ve entonces y apártalos de mí. Ya sabes cuál es la bella y pequeña hacienda que escogí para los ancianos. 559 MEFISTÓFELES Se los saca de allí y se los transporta, antes de que nos demos cuenta, estarán repuestos. Después de haber soportado un poco de violencia, una buena mansión los desagraviará. (Lanza un silbido agudo. LOS TRES VIOLENTOS vuelven.) Venid a la llamada del señor y mañana habrá fiesta para la tripulación. LOS TRES VIOLENTOS Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 560 El señor no nos recibió debidamente, la tripulación se merece una fiesta. MEFISTÓFELES (A los espectadores.) También va a ocurrir aquí, lo que sucede desde hace tiempo, pues hubo una vez un tal Nabot que tuvo una viña (Reyes, I, 21). NOCHE PROFUNDA LINCEO (Cantando desde su puesto de vigía en el castillo.) Nacido para escrutar, encargado de mirar. Siempre ligado a la torre y en contemplación del mundo. Atisbo las lejanías. Sé todo lo que está cerca. Conozco luna y estrellas también los bosques y ciervos. Distingo en lo que veo todo el encanto que tiene, y complacido de todo me alegro conmigo mismo. Vosotros, felices ojos, todo lo que habéis visto en todas las situaciones fue muy bello en realidad. (Pausa) No sólo para recrearme estoy tan alto situado. Un estremecimiento cruel viene desde la oscuridad, veo chisporrotear fuego bajo las sombras de los tilos, un incendio que crece y crece atizado por la corriente prende la mohosa cabaña. Se comienza a gritar «auxilio», mas nadie atiende la llamada. ¡Ah!, ¡qué pena dan los ancianos! Siempre tan atentos al fuego son víctimas de la humareda. ¡Qué horrorosa situación! La llama arde con fulgor rojo. La cabaña está ya tiznada. 561 Si al menos pudieran salvarse del infierno allí desatado. Las lenguas de fuego se elevan. Por entre las hojas y ramas el ramaje chisporrotea. Prende y cae rápidamente. ¿Por qué yo he de percibirlo? ¿Ha de ser tan larga mi vista? La capilla se está cayendo, la derrumba el peso del techo. Llamas serpenteantes suben y ya están llegando a las copas. Se queman hasta la raíz troncos candentes como púrpura. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 562 (Larga pausa. Canto.) Un regalo para los ojos ha desaparecido hoy. FAUSTO (En la terraza situada frente a las dunas.) ¿Qué lamentos oigo cantar? El canto y la melodía llegan aquí muy tardíos. Mi vigía se lamenta. Dentro de mí siento turbación por estos actos impacientes. Pero como el bosque de tilos fue eliminado y quedó convertido en unos horribles troncos medio carbonizados, pronto podrá ser construida una atalaya para poder mirar a la inmensidad. Así veré la nueva casa que cobijará a esa pareja que, conmovida por mi generosa reparación, disfrutará alegre de sus últimos días. MEFISTÓFELES Y LOS TRES VIOLENTOS (Desde abajo.) Venimos al trote largo. ¡Perdonad!, pero no nos ha ido bien. Golpeamos en la puerta, pero nadie nos abría. La empujamos, la sacudimos y la carcomida puerta se vino abajo. Llamamos a voces, proferimos serias amenazas, pero no encontramos acogida alguna. Como ocurre en estos casos, ni nos escucharon, ni quisieron hacerlo. Nosotros no hemos titubeado y te hemos librado de ellos. La pareja no ha sufrido mucho, ante la agitación cayeron exánimes. Un extranjero que estaba allí oculto y pretendió resistirse con la espada quedó tendido. Unas ascuas que en poco tiempo se esparcieron aventadas por la encarnizada lucha prendieron la paja. Ahora todo arde libremente como un montón de leña para ellos tres. FAUSTO ¿Fuisteis sordos a mis palabras? Yo quería una permuta, no un expolio. Maldigo vuestra acción salvaje y loca y compartiréis vuestra culpa. CORO Hay un dicho, un viejo dicho: obedece diligentemente al poder. Y si eres valiente y tenaz, arriesga tu casa, tu hacienda y a ti mismo (Se van.) 563 FAUSTO (En el balcón.) Las estrellas y su fulgor se ocultan, el fuego decrece y sus llamas son pequeñas. Sopla un viento que me causa escalofrío; el humo y la niebla se ciernen sobre mí. Fue una orden muy precipitada, que fue cumplida con mayor precipitación aún. ¿Qué es lo que se mueve en el aire con ese aspecto fantasmal? MEDIANOCHE (Cuatro mujeres canosas.) LA PRIMERA Mi nombre es Escasez. LA SEGUNDA Mi nombre es Culpa. LA TERCERA Mi nombre es Inquietud. LA CUARTA Mi nombre es Necesidad. LAS TRES (Menos la INQUIETUD.) La puerta está cerrada, no podemos entrar. Ahí vive un rico y no se nos deja paso. INQUIETUD Yo me convertiré en una sombra. CULPA Yo me extinguiré. NECESIDAD De mí apartan la vista, pues sólo la tienen acostumbrada a lo bueno. INQUIETUD Hermanas, ni podéis ni debéis entrar. La inquietud se deslizará por la cerradura. (La INQUIETUD desaparece.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 564 ESCASEZ Hermanas canosas, marchaos de aquí. CULPA Iré detrás de ti, mas muy cerca. NECESIDAD Pisándote los talones te seguirá la Necesidad. LAS TRES Las nubes se disipan, las estrellas se extinguen. Allá atrás, allá atrás, desde la lejanía, desde la lejanía, de ahí viene nuestra hermana, la Muerte. FAUSTO (En el palacio.) Vi venir a cuatro, sólo tres se fueron. No entendí el sentido de sus palabras. Sonó algo parecido a «necesidad» o tal vez a «muerte». Era un sonido hueco, fantasmal y vaporoso. Todavía no me he abierto paso hasta mi liberación. Si pudiera quitar de mi paso toda la magia y olvidar todos los ensalmos, ante ti, Naturaleza, sólo habría un hombre, entonces merecería la pena ser un hombre. Eso es lo que era, antes de buscar en la oscuridad y condenar a la maldición, con palabras sacrílegas, a mí y al mundo. Ahora el aire está tan lleno de esos fantasmas que no se sabe cómo evitarlos. Aun en los días en que el cielo despejado me sonríe, la noche me enreda en una madeja de lúgubres sueños. Vuelvo de la pradera recientemente reverdecida y grazna un pájaro. ¿Qué nos anuncian sus graznidos? Infortunio. Tarde o temprano, enredado por la superstición, todo se convierte en sucesos significativos, todo son avisos, todo son presagios, y así atemorizado, estoy solo. La puerta rechina, pero nadie entra. (Atemorizado.) ¿Hay alguien ahí? INQUIETUD Esa pregunta reclama un sí. FAUSTO ¿Quién eres tú? INQUIETUD Yo ya estoy aquí. FAUSTO ¡Aléjate! INQUIETUD Estoy en el lugar que me corresponde. 565 FAUSTO (Hablando para sí, primero colérico, luego apaciguado.) Andate con cuidado y no hagas conjuros. INQUIETUD Aunque ningún oído me escuche, tengo eco en los corazones y en ellos retumbaría. Con una figura transformada, ejerzo sobre ellos mi violencia. En los caminos de la tierra y sobre las olas del mar, me convierto en el horrible compañero que, aunque nunca se busca, siempre se encuentra y soy tan adulado como imprecado y maldito. ¿Nunca conociste la inquietud? FAUSTO Solo he recorrido el mundo y adquirí el placer por los cabellos; soltaba lo que no me satisfacía y dejaba correr aquello que no podía alcanzar. No he hecho otra cosa que tener deseos y realizarlos, para luego volver a desear, y así, poderoso, pasé mi tumultuosa vida; pero ahora procuro que esta discurra con sabiduría y prudencia. Ya el orbe me resulta suficientemente conocido. La visión del más allá nos está vedada. Es un insensato aquel que dirige allí la mirada deslumbrándose e imagina que su igual está allí entre las nubes. Que permanezca firme y mire sólo en derredor. Este mundo para el hombre inteligente no es mudo. ¿Para qué necesita él andar errante por la eternidad? Aquello que reconozca se dejará aprehender. ¡Que prosiga así su camino durante la jornada de la vida! ¡Que continúe su marcha, aunque los espíritus se ciernan fantasmales! ¡Que en su avance él, descontento en todos los instantes, se tope con el sufrimiento y la fortuna! INQUIETUD A aquel que está en mi poder, el mundo no le sirve de nada. Una eterna oscuridad se cierne sobre él. El sol, para él, ni saldrá ni se pondrá, aunque sus sonidos externos estén en plenas facultades; las tinieblas habitarán en su interior. No podrá apoderarse de ningún tesoro. Tanto la fortuna como el infortunio lo turbarán, pasará hambre en la abundancia, tanto el placer como el pesar los remitirá al mañana, y así nunca estará satisfecho. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 566 567 FAUSTO ¡Basta ya! De esta manera no podrás atraparme. No quiero escuchar esas incongruencias. ¡Vete! Esa nefasta letanía podría aturdir al más capaz de entre los hombres. INQUIETUD ¿Debe ir? ¿Debe venir? Se ha hecho un irresoluto. Por un camino trillado anda a tientas y vacilante. Se va perdiendo y hundiendo cada vez más, las cosas las ve más y más complicadas, acaba por hacerse odioso para sí mismo y para los demás, respirando se ahoga, no está ahogado, pero está privado de vida; no está desesperado, pero tampoco se resigna. Es un imparable rodar, una dolorosa renuncia, un deber que repugna, mitad liberador, mitad opresivo, un sueño a medias, un mal descanso. Colocadlo en su sitio y preparadlo para el infierno. FAUSTO ¡Fantasmas nefastos!, así tratáis mil veces al género humano. Incluso los días indiferentes los transformáis en un horrible revoltijo de cuitas encadenadas. Yo sé bien que uno se libra difícilmente de los tormentos. La estrecha ligadura de lo espiritual no se puede cortar. Pero yo no reconoceré tu poder, Inquietud, que te vas engrandeciendo. INQUIETUD Fíjate con qué rápidez me alejo de ti maldiciéndote. A lo largo de la vida los hombres están ciegos, ahora, Fausto vas a estarlo tú. (Le sopla en el rostro.) FAUSTO (Cegado.) La noche parece hacerse cada vez más oscura, pero en mi interior brilla una clara luz. Me apresuro a realizar aquello que imaginé. La palabra del señor es la única que tiene autoridad. Servidores, poneos en pie, salid del lecho uno por uno. Haced que pueda ver lo que audazmente concebí. Empuñad las herramientas, dad labor a vuestras palas y azadones. Lo propuesto debe ser cumplido de inmediato. Un orden estricto y una rápida actividad procuran la mejor de las recompensas. Para que la obra más grande de todas se realice, un solo ingenio les basta a mil manos. 568 GRAN PATIO DELANTE DEL PALACIO (Iluminado con antorchas.) MEFISTÓFELES (Como capataz, al frente de todos.) Venid, venid aquí bamboleantes lémures, seres incompletos, seres formados por ligamentos, tendones y huesos. LÉMURES (A coro.) Nos ponemos de inmediato a tus órdenes y por lo que creemos entender, hemos de recibir en posesión unas amplias tierras. Ahí están las puntiagudas estacas, la larga para medir. Hemos olvidado el motivo por el que nos llamaron. MEFISTÓFELES No se trata de hacer ninguna obra de arte. Proceded según os permita vuestra naturaleza. Que el más alto de vosotros se tienda tan largo como sea y los otros despejad de hierba sus alrededores. Como lo hicieron para nuestros padres, haced un hoyo en forma de cuadrado alargado. Del palacio hasta esta estrecha morada, ved el desenlace tan estúpido que tiene todo. LÉMURES (Cavando con gestos irónicos.) Cuando era joven y vivía y amaba, me parecía que todo era dulce, allí donde sonaba alegre la música y había jolgorio, mis pies se empezaban a mover. Pero ahora, la edad tramposa me hirió con su muleta y me he golpeado contra la puerta de la tumba; por qué estaría abierta ahora. FAUSTO (Saliendo del palacio, palpando a tientas el quicio de la puerta). Cómo me agrada el ruido de los azadones. Es la multitud que trabaja a mi servicio, que reconcilia a la tierra consigo misma, que le pone límites a las olas y que retiene al mar con una sólida atadura. MEFISTÓFELES (Aparte.) Tan sólo has trabajado para nosotros con tus diques y malecones, pues le estás preparando a Neptuno, el demonio de las aguas, un banquete. De todas maneras estáis perdidos. Los elementos están confabulados con nosotros y todo corre hacia su perdición. FAUSTO 569 ¡Capataz! MEFISTÓFELES Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 570 Aquí estoy. FAUSTO Reúne una multitud de obreros tan grande como sea posible, aliéntalos con ganancias y rigor, págales, atráelos, exprímelos. Cada día quiero tener noticias de cómo avanza la ya emprendida obra del foso. MEFISTÓFELES (A media voz.) Si mis noticias no son inexactas, no se me habló de un foso, sino de una fosa. FAUSTO Ahora se extiende hasta el pie de la montaña una ciénaga que apesta todo lo que ya se ha conseguido. Cuando desagüemos esa charca pestilente, habremos alcanzado el más alto logro. Abro espacios a millones de hombres, espacios en los que tal vez no estén seguros, pero sí podrán estar activos y libres. La campiña es verde y fértil, los hombres y los rebaños se han aposentado en esta novísima tierra junto a la parte más sólida de esta colina levantada por un pueblo audaz y laborioso. Aquí en el interior hay un paraje paradisiaco, si allá afuera sube rauda la marea hasta el borde y con sus dentelladas violentas hace un boquete en el dique, se apresurarán a cerrarlo. Vivo entregado a esta idea, es la culminación de la sabiduría: sólo merece la vida y la libertad aquel que tiene que conquistarlas todos los días. Y así, rodeados de peligros, el niño, el adulto y el anciano viven provechosamente sus años. Quiero ver una multitud así, vivir en una tierra libre con un pueblo libre. Entonces podría decir a este instante: «Detente, eres tan bello». Así la huella de mis días no se perderá en los eones. En el presentimiento de esta gran alegría, disfruto, ahora, del instante supremo. (FAUSTO cae de espaldas. LOS LÉMURES lo toman y lo colocan en el suelo.) MEFISTÓFELES No le sacia ningún placer, no le contenta ninguna felicidad, va sin cesar en busca de formas cambiantes. El pobre quiere apresar ese último, ese mísero, ese vano momento. El que tanto se me opuso ha sido vencido por el tiempo. El viejo yace en la arena. El reloj se ha parado. 571 CORO Se ha parado. Está callado como la medianoche. La ajorca cae. MEFISTÓFELES Cae. Todo está consumado. CORO Se ha acabado. MEFISTÓFELES ¡Acabado!, ¡qué estúpida palabra! ¿Por qué acabado? Lo acabado y la pura nada son exactamente lo mismo. ¿Para qué nos sirve el eterno crear? Para que lo creado se disipe en la nada. ¿Qué se puede decir de algo si se ha acabado? Que es como si no hubiera existido y sin embargo circulara como si existiese. En lugar de ello, preferiría el vacío eterno. SEPULTURA LÉMUR (Solo.) ¿Quién construyó tan mal esta casa con palas y con azadones? LOS LÉMURES (A coro.) Para ti, enmohecido huésped con vestimenta de cáñamo, es incluso demasiado buena. LÉMUR (Solo.) ¿Quién cuidó tan mal esta sala? ¿Dónde están la mesa y las sillas? LOS LÉMURES Las habían prestado por poco tiempo. Hay tantos acreedores... MEFISTÓFELES El cuerpo yace y si el espíritu quiere huir, le enseñaré el pacto escrito en sangre. Pero desgraciadamente hay tantos medios de robarle las almas al diablo. Por la vieja senda tropezábamos, por la nueva tampoco somos bienvenidos. En otro tiempo yo hubiera hecho esto solo, hoy tengo que recurrir a la ayuda de otros. Todo nos va mal. Costumbres tradicionales, antiguo derecho, ya no se puede confiar en nada. Antes el alma volaba con el último suspiro, yo me ponía al acecho y, ¡zas!, igual que hace el gato con el más ágil ratón, la tenía bien apresada en mis garras. Ahora vacila y se resiste a abandonar el oscuro Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 572 lugar, la repugnante morada que es el horrible cadáver. Hasta que al final los elementos, que la odian, la arrojan humillantemente de allí. Y aunque yo me pregunto durante horas y durante días «¿Cuándo?», «¿Cómo?» y «¿Dónde?», lo lamentable es que la vieja muerte ha perdido su rápido poder. Incluso es dudoso, por mucho tiempo, si se está muerto o no. A menudo vi rígidos miembros y sólo era una apariencia, se movían, se reanimaban. (Haciendo fantásticos ademanes de conjuro, como si fuera un gastador.) Vamos pronto, redoblad el paso, vosotros los de los cuernos rectos y vosotros los de los cuernos retorcidos, diablos de antigua alcurnia, con vosotros traéis las fauces mismas del infierno. Es cierto que el infierno tiene muchas, muchas fauces, y engulle según conviene a la condición y dignidad de cada cual, pero en el último juego y, de aquí en adelante, no nos andaremos con tantos remilgos. (A la izquierda se abre la horrible boca del infierno.) Los dientes puntiagudos rechinan, del abovedado abismo brota iracunda una tormenta de fuego, y en la hirviente humareda del fondo veo la ciudad de las llamas en perpetua incandescencia. El rojo incendio se precipita llegando hasta los dientes; algunos condenados, esperando la salvación, llegan a nado, pero la hiena los tritura colosalmente, y angustiosamente recorren de nuevo la ardiente vía. En los rincones queda aún por descubrir muchos horrores en un reducido espacio. Hacéis muy bien en aterrar a los pecadores, pues ellos tienen eso por mentira, engaño y sueño. (A los diablos gordinflones de cuernos cortos y rectos.) Gañanes ventrudos de carrillos ardientes, estáis enardecidos y bien alimentados por el azufre del infierno y tenéis el cuello corto e inmóvil como un leño. Mirad aquí abajo, por si veis arder fósforo: esta es la pequeña alma, psique con sus alas, si la priváis de ellas, queda convertida en un mísero gusano; quisiera imponerle mi sello, lleváosla al torbellino de fuego. Vigilad las regiones inferiores, cueros de vino, esa será vuestra misión. No se sabe bien si le gustará vivir allí. Le gustó asentarse en el ombligo, tened cuidado no se os vaya a escapar por allí. (A los diablos flacos de cuernos 573 retorcidos.) Vosotros, atolondrados y grotescos gastadores, ensayad constantemente asiendo el aire. Mantened los brazos abiertos y enseñad vuestras afiladas garras, para que podáis apresar a la voladora fugitiva. Seguro que se siente mal en su antigua morada y el genio quiere subir en seguida. (UNA GLORIA baja desde la derecha.) MILICIA CELESTE Seguid, enviados, criaturas del Cielo, vuestro vuelo plácido para salvar almas y avivar el polvo. Ese amable vuelo, el noble flotar, va dejando huella por la Creación. MEFISTÓFELES Oigo sonidos discordantes, una cantinela desagradable, viene de arriba, junto con una intempestiva claridad diurna; son una mezcla de muchachas y jovenzuelos que resulta muy agradable al gusto santurrón. Sabéis que, en horas de profunda impiedad, planeamos la aniquilación del género humano, lo más miserable que hemos urdido se acomoda a su devoción. Ahí llegan con toda hipocresía esos muchachuelos. Así nos han arrebatado a alguno, luchan contra nosotros con nuestras propias armas. 574 Ellos también son diablos, pero enmascarados. Perder este envite sería una vergüenza eterna. Rodead la tumba y manteneos firmes en sus bordes. CORO DE ÁNGELES (Lanzando rosas.) Rosas deslumbrantes de aroma balsámico, mientras vais flotando dais secreta vida, con tallos por alas y hermosos capullos. ¡Floreced al fin! Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 575 MEFISTÓFELES (A los demonios.) ¿Por qué os inclináis y os encogéis? ¿Es esa la costumbre del infierno? Manteneos firmes aunque dejen caer rosas. Cada cantárida a su capullo. Tal vez creen que apagarán el ardor de los diablos con ese derroche floral. Vuestro hálito las marchitará y ajará. Soplad ahora, sopladores. Basta, basta. Ante vuestras exhalaciones palidece todo el cortejo. No seáis tan violentos, tapaos la boca y la nariz. Habéis soplado demasiado fuerte, no conocéis la justa medida. Eso no sólo se ha arrugado, se tuesta, se deseca, prende. Ya flota despidiendo luminosas y envenenadas llamas. Hacedles frente, apretaos con fuerza todos unidos. La fuerza se va. Los diablos se dejan embriagar por extraños perfumes lisonjeros. CORO DE ÁNGELES Gloriosas flores, llamas gozosas, cread amor, dadnos placer. Corazón, ábrete, veraz palabra, claridad del éter, magno el ejército, por siempre día. MEFISTÓFELES ¡Que caiga la maldición y la vergüenza sobre esos imbéciles! ¡Los diablos están cabeza abajo, los gordos caen rodando y se precipitan a reculones en el infierno! Que os aproveche el merecido baño caliente que os vais a dar, pero yo permaneceré en mi puesto. (Revolviéndose contra la lluvia de rosas.) ¡Atrás, fuegos fatuos! Tú, por muy vivo que brilles, una vez que se te atrapa no eres más que un fango viscoso. ¿Por qué revoloteas así? ¿Quieres marcharte? Esto se pega a mi nuca como si fuera pez o azufre. CORO DE ÁNGELES Lo que no os pertenece lo tenéis que evitar. Lo que os dé turbación no lo habréis de sufrir. Si penetra violento, 576 hemos de tener fuerza. El amor deja entrar solamente a quien ama. MEFISTÓFELES Me arde la cabeza, en el corazón y en el hígado ha prendido un elemento más poderoso que el diabólico, mucho más vivo que el fuego infernal. Por eso os lamentáis tanto, amantes desairados que, con el cuello torcido, buscáis a la mujer amada. Algo así me está pasando. ¿Qué me obliga a mirar a ese lado al que tengo juradas mis hostilidades? Esta visión me hería agudamente. ¿Se ha apoderado completamente de mí algo extraño? Me gusta ver a esos muchachos encantadores. ¿Qué es lo que me retiene, qué me impide huir?... Y si yo me dejo embaucar, ¿quién no será loco a partir de ahora? Esos muchachos de las nubes a quienes odio, me parecen ahora deliciosos. Bellos niños, contadme: ¿no sois de la estirpe de Lucifer? Sois muy bellos, la verdad es que me gustaría besaros, parece como si llegarais en el momento justo. Resulta todo tan agradable y tan natural como si lo hubiera visto ya mil veces, es todo como una caricia al sedoso pelaje de un gato. Cada vez que os miro os veo más bellos, acercaos, concededme tan solo una mirada. LOS ÁNGELES Estamos aquí, ¿por qué retrocedes? Nos acercamos a ti. Permanece, si puedes, en tu sitio. (Los ÁNGELES se extienden dominando todo el espacio.) MEFISTÓFELES (Que ha sido repelido hasta el proscenio.) Nos tacháis de espíritus réprobos cuando vosotros sois los auténticos brujos, pues seducís al hombre y la mujer. ¡Qué maldita aventura! ¿Es este el elemento del amor? Todo mi cuerpo está tan enardecido que apenas siento que me arde la nuca. Vais oscilando de aquí para allá, bajad, moved vuestros nobles miembros de un modo más mundano. Sin duda, la seriedad os sienta muy bien, pero me gustaría veros sonreír, sería para mí un placer eterno. Me gustaría una sonrisa como la de un enamorado, con un ligero pliegue en la boca. Tú, el más crecido, eres el que más me gusta, esas maneras clericales no te van nada 577 Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 578 bien, mírame de un modo algo más lascivo. También podríais ir distinguidamente desnudos. Ese largo manto es excesivamente casto. Ahora se vuelven para dejarse ver por detrás. Esos pícaros son muy apetitosos. LOS ÁNGELES Id hacia la claridad muy amorosas llamas, a los que se condenan los salva la verdad. Así podrán del mal alegres liberarse y así todos unidos ser bienaventurados. MEFISTÓFELES ¿Qué me pasa? Como a Job, se me hacen llagas en las llagas. Soy como aquel que se horrorizaba de sí mismo y al mismo tiempo triunfaba cuando miraba a fondo, cuando tenía confianza en sí mismo y su linaje; se ha salvado la parte noble del diablo. El fantasma del amor se adueña de la piel. Ya se han extinguido las ominosas llamas y, como es propio de mí, os maldigo a todos juntos. CORO DE ÁNGELES Sois llamas sagradas. A quien rodeáis se empieza a sentir bien con los más buenos. Uníos, pues, todos. Proclamad, alzaos. El aire es hoy puro, inhalad Espíritu. (Se elevan llevándose la parte inmortal de FAUSTO.) MEFISTÓFELES (Mirando en derredor.) Pero... ¿cómo? ¿Adónde se han ido? Grupo de adolescentes, me has sorprendido, has huido al Cielo llevándote el botín, por eso bajaron al foso. He perdido un tesoro único; la noble alma que se me dio en prenda me ha sido sustraída en una distracción. ¿A quién podré apelar? ¿Quién me restituirá lo que me 579 corresponde? Has sido engañado en los días de tu vejez, te lo has merecido, te irá rematadamente mal. Me he comportado vergonzosamente. He hecho un gran dispendio, ¡qué indignidad! Un placer vulgar, un deseo absurdo alteró al baqueteado diablo. Si el listo y experimentado diablo se ha entretenido con esta tonta locura, no es pequeña la estupidez que al fin se ha apoderado de él. BARRANCOS (Bosque, roca, soledad.) (Santos anacoretas diseminados por la montaña y acampados en las gargantas.) CORO Y ECO El bosque flota acercándose, se siente el peso de las rocas, las raíces se hunden en la tierra, los troncos están agolpándose, ola tras ola rompe aquí. Somos protegidos por las grutas. Los leones andan a tientas, amistosos pasan de largo. Respetar el lugar sagrado, santo cobijo del amor. PATER ECSTATICUS(Flota subiendo y bajando.) Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 580 Eterno fuego de delicias, fervoroso lazo de amor, hirviente dolor en el pecho, espumoso placer divino. Flechas, atravesadme al fin. Lanzas, haceos dueñas de mí. Mazas, tenéis que desmembrarme. Rayos, caed con toda furia. Que todo lo vano se extinga, así como todo lo efímero. Que luzca la estrella perenne, núcleo profundo del amor. PATER PROFUNDUS (Región baja.) Al igual que este barranco a mis pies descansa sobre un abismo profundo, mil arroyos corren brillantes al precipicio del torrente. Con vigor, por su propio impulso, el tronco se yergue en el aire: este es el poderoso amor que todo lo alienta y lo forma. Un zumbido horrible resuena, como si bosque y suelo temblaran, con todo, cae con un suave rumor el caudal del arroyo en la garganta; regar el valle será su misión. El rayo ardiente se precipita para que la atmósfera se despeje, pues hay vapores tóxicos en ella. Son mensajeros de amor y nos anuncian lo que, rodeándonos, siempre actúa. Quisiera que mi pecho se encendiera, donde el espíritu confuso y frío se atormenta, apresado en los sentidos con estricta cadena de dolor. Oh, Dios, apaga mis tribulaciones, inunda ya de luz mi corazón PATER SERAPHICUS (Región intermedia.) ¡Flota una nubecilla matinal sobre la cabellera del abeto! ¿Presiento lo que vive en mi interior? Es un coro de jóvenes espíritus. 581 CORO DE NIÑOS BIENAVENTURADOS Padre, dinos adónde vamos, dinos, gran bondad, quiénes somos. Nosotros estamos felices, nuestra existencia es agradable. PATER SERAPHICUS Niños nacidos a medianoche, de alma y sentidos semiabiertos. Pronto os perdieron vuestros padres para ganancia angelical. Presentís a quien os da amor, por eso, acercaos aquí. Mas de los caminos terrenos nada sabéis, afortunados. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 582 Descended, pues, hasta mis ojos, órgano terrestre y mundano. Servíos, sin problema, de ellos. y contemplad este paisaje. (Va acogiendo a los niños en su interior.) Esto son flores, eso árboles. Un torrente se precipita y con un poderoso salto acorta la escarpada senda. NIÑOS BIENAVENTURADOS (Desde dentro.) Es un paraje imponente, mas también tenebroso; nos da miedo y horror, déjanos salir, Padre. PATER SERAPHICUS Subid a esferas más altas, creced y no daos cuenta, y así de un modo puro, Dios os dará la fuerza. Pues así se alimentan en el éter las almas: revelando el amor que da la salvación. CORO DE NIÑOS BIENAVENTURADOS (Girando alrededor de las cumbres más elevadas.) Enlacemos las manos en un alegre corro; moveos y cantad con sacros sentimientos. Así aleccionados podréis ya confiar. Si a Él adoráis, lo podréis ver al fin. ÁNGELES (Flotando en una atmósfera más alta y llevándose la parte inmortal de FAUSTO.) Está salvada la parte más noble, el espíritu está libre del mal. 583 «Quien siempre desea, aspira y lucha, merece recibir la salvación.» Y si el buen amor desde las alturas toma además partido por su casa, el coro de los bienaventurados, acogedor, lo recibe en su seno. LOS ÁNGELES JÓVENES Estas rosas que trajeron las manos de unas penitentes llenas de amor, nos ayudaron en nuestra victoria y a completar la sagrada labor de ganar el tesoro que es esta alma. Se apartó el Maligno al esparcirlas, los demonios huyeron al tocarlas. En lugar de las penas infernales, sufrieron los tormentos del amor; incluso el viejo y experto Satán sintió profundo e intenso dolor. ¡Alegraos!, lo hemos conseguido. UNOS ÁNGELES MÁS PERFECTOS Nos queda un residuo terreno, Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 584 y cargamos con él con pena, y como si fuera de asbesto dentro de él no hay pureza. Cuando el poderoso espíritu absorbió los elementos y los hizo parte suya, ningún ángel pudo nunca escindir su doble ser. Sólo el gran y eterno Amor llegará a separarlo. LOS ÁNGELES JÓVENES Al igual que esa niebla que rodea las peñas, caen cual suave lluvia gran cantidad de espíritus. Las nubecillas se abren, veo en movimiento a bienaventurados, libres ya de la tierra. Reunidos en círculo están ya disfrutando de la flor y belleza del mundo superior. Que para empezar bien y también mejorar se una él a este grupo. LOS NIÑOS BIENAVENTURADOS Llenos de gran alegría tomamos esta crisálida, y así al fin obtenemos una prenda angelical. Quitadle los ropajes vulgares que lo visten. La santidad engrandece y embellece su ser. DOCTOR MARIANUS (Desde la celda más elevada y pura.) La vista es aquí libre, se ennoblece el espíritu. Allí pasan mujeres que a las alturas flotan. En medio, la magnífica 585 Soberana del Cielo, de estrellas coronada, nos muestra su esplendor. (Extasiado.) Suprema reina del mundo, déjame ver el azul desplegado pabellón del Cielo y tus misterios. Aviva las aspiraciones que ennoblecen al hombre, pues las eleva a ti con aliento amoroso. Somos insuperables cuando tú nos animas; se aplaca nuestro ardor Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 586 cuando tú lo mitigas. Virgen pura y santísima, Madre muy venerable, eres reina entre todas y similar a dioses. A su alrededor hay pequeñas nubes, son las penitentes, un afable grupo que ante tus rodillas está aspirando éter e implora piedad. Para ti, la Inviolable, no es una prohibición dar tu misericordia a los ya seducidos. Los caídos en la flaqueza son difíciles de salvar. ¿Quién puede romper las cadenas que pone la concupiscencia? ¿Quién evitará escurrir por un suelo resbaladizo? ¿A quién no aturde una mirada un saludo, una caricia? (La MATER GLORIOSA avanza flotando.) CORO DE PENITENTES Te elevas a las alturas de los reinos infinitos, atiende ya nuestras súplicas, Tú, mujer inigualable, siempre presta a la piedad. MAGNA PECCATRIX(San Lucas, 7, 36.) Por el amor que hizo correr lágrimas por los pies de tu Hijo, aliviándolos como un bálsamo 587 a pesar de los fariseos. Por el frasco que generoso su perfume dejó caer. Por los cabellos que, sedosos, enjugaron los santos miembros. MULIER SAMARITANA (San Juan, 4.) Por el pozo al que en otros tiempos Abraham llevó sus rebaños. Por el cántaro que rozaron los labios del gran Salvador. Por el prístino manantial que se desborda caudaloso, eternamente claro y limpio, a través de todos los mundos. MARíA AEGYPTIACA (Acta Sanctorum.) Por el consagrado lugar donde el Señor fue sepultado. Por el brazo que ante la puerta me indicó que me detuviera. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 588 Por cuarenta años que pasé de penitencia en el desierto. Por la sagrada despedida que dejé escrita en la arena. LAS TRES Tú, que no niegas cercanía a las más grandes pecadoras y que en los Cielos engrandeces al que sincero se arrepiente. Concede a esta noble alma que se abandonó una vez sin sospechar que se perdía el perdón que se ha merecido. UNA POENITENTIUM (Antes llamada Margarita, uniéndose a las otras). Vuélvete, por favor, Tú, inigualable, Tú, siempre radiante, vuelve tu rostro para mi fortuna. Aquel al que amé, ya despreocupado, vuelve a mí de nuevo. NIÑOS BIENAVENTURADOS (Acercándose haciendo círculos.) Él ya nos aventaja por sus potentes miembros. Nos recompensará por nuestra compañía. Pronto nos apartamos de los coros vitales, mas este sí que sabe y nos enseñará. UNA POENITENTIUM (Antes llamada Margarita.) Rodeado de estos nobles espíritus apenas se reconoce a sí mismo; no presiente aún su nueva vida, ya se parece mucho a ese coro. ¡Cómo se despoja de lo terreno! Se desprende de la vieja envoltura. Con su nueva vestidura etérea recupera su noble juventud. Permite que yo sea su instructora. 589 Todavía están cegados sus ojos. MATER GLORIOSA Ven, elévate a mis esferas. Te seguirá al presentirte. DOCTOR MARIANUS (Adorando postrado.) Alzad los ojos al Salvador, tiernas almas, en arrepentimiento, para así poder al fin transformaros y sentir eterno agradecimiento. Que los más nobles propósitos ya se pongan para siempre a tu servicio. Virgen, Madre, Suprema Soberana, ¡oh, Diosa!, Concédenos tu piedad. CHORUS MYSTICUS Todo lo que ha ocurrido es sólo una parábola. Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 590 Lo que es inalcanzable se convierte en suceso. Lo que es indescriptible se ha realizado aquí. Lo eterno-femenino. nos permite avanzar. FINIS Este documento ha sido descargado de http://www.escolar.com 591 592 Manifiesto del Partido Comunista Tomado de http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm 593 Tomado de http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm K. Marx & F. Engels Manifiesto del Partido Comunista (1848) Digitalizado para el Marx-Engels Internet Archive por José F. Polanco en 1998. Retranscrito para el Marxists Internet Archive por Juan R. Fajardo en 1999. PRÓLOGOS DE MARX Y ENGELS A VARIAS EDICIONES DEL MANIFIESTO 1 PRÓLOGO DE MARX Y ENGELS A LA EDICIÓN ALEMANA DE 1872 La Liga Comunista, una organización obrera internacional, que en las circunstancias de la época -huelga decirlo- sólo podía ser secreta, encargó a los abajo firmantes, en el congreso celebrado en Londres en noviembre de 1847, la redacción de un detallado programa teórico y práctico, destinado a la publicidad, que sirviese de programa del partido. Así nació el Manifiesto, que se reproduce a continuación y cuyo original se remitió a Londres para ser impreso pocas semanas antes de estallar la revolución de febrero. Publicado primeramente en alemán, ha sido reeditado doce veces por los menos en ese idioma en Alemania, Inglaterra y Norteamérica. La edición inglesa no vio la luz hasta 1850, y se publicó en el Red Republican de Londres, traducido por miss Elena Macfarlane, y en 1871 se editaron en Norteamérica no menos de tres traducciones distintas. La versión francesa apareció por vez primera en París poco antes de la insurrección de junio de 1848; últimamente ha vuelto a publicarse en Le Socialiste de Nueva York, y se prepara una nueva traducción. La versión polaca apareció en Londres 594 poco después de la primera edición alemana. La traducción rusa vio la luz en Ginebra en el año sesenta y tantos. Al danés se tradujo a poco de publicarse. Por mucho que durante los últimos veinticinco años hayan cambiado las circunstancias, los principios generales desarrollados en este Manifiesto siguen siendo substancialmente exactos. Sólo tendría que retocarse algún que otro detalle. Ya el propio Manifiesto advierte que la aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en todo tiempo de las circunstancias históricas existentes, razón por la que no se hace especial hincapié en las medidas revolucionarias propuestas al final del capítulo II. Si tuviésemos que formularlo hoy, este pasaje presentaría un tenor distinto en muchos respectos. Este programa ha quedado a trozos anticuado por efecto del inmenso desarrollo experimentado por la gran industria en los últimos veinticinco años, con los consiguientes progresos ocurridos en cuanto a la organización política de la clase obrera, y por el efecto de las experiencias prácticas de la revolución de febrero en primer término, y sobre todo de la Comuna de París, donde el proletariado, por vez primera, tuvo el Poder político en sus manos por espacio de dos meses. La comuna ha demostrado, principalmente, que “la clase obrera no puede limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado en bloque, poniéndola en marcha para sus propios fines”. (V. La guerra civil en Francia, alocución del Consejo general de la Asociación Obrera Internacional, edición alemana, pág. 51, donde se desarrolla ampliamente esta idea) . Huelga, asimismo, decir que la crítica de la literatura socialista presenta hoy lagunas, ya que sólo llega hasta 1847, y, finalmente, que las indicaciones que se hacen acerca de la actitud de los comunistas para con los diversos partidos de la oposición (capítulo IV), aunque sigan siendo exactas en sus líneas generales, están también anticuadas en lo que toca al detalle, por la sencilla razón de que la situación política ha cambiado radicalmente y el progreso histórico ha venido a eliminar del mundo a la mayoría de los partidos enumerados. Sin embargo, el Manifiesto es un documento histórico, que nosotros no nos creemos ya autorizados a modificar. Tal vez una edición posterior aparezca precedida de una introducción que abarque el período que va desde 1847 hasta los tiempos actuales; la presente reimpresión nos ha sorprendido sin dejarnos tiempo para eso. Londres, 24 de junio de 1872. K. MARX. F. ENGELS. 2 PROLOGO DE ENGELS A LA EDICION ALEMANA DE 1883 595 Desgraciadamente, al pie de este prólogo a la nueva edición del Manifiesto ya sólo aparecerá mi firma. Marx, ese hombre a quien la clase obrera toda de Europa y América debe más que a hombre alguno, descansa en el cementerio de Highgate, y sobre su tumba crece ya la primera hierba. Muerto él, sería doblemente absurdo pensar en revisar ni en ampliar el Manifiesto. En cambio, me creo obligado, ahora más que nunca, a consignar aquí, una vez más, para que quede bien patente, la siguiente afirmación: La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx . Y aunque ya no es la primera vez que lo hago constar, me ha parecido oportuno dejarlo estampado aquí, a la cabeza del Manifiesto. Londres, 28 junio 1883. F. ENGELS. 3 PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN ALEMANA DE 1890 Ve la luz una nueva edición alemana del Manifiesto cuando han ocurrido desde la última diversos sucesos relacionados con este documento que merecen ser mencionados aquí. En 1882 se publicó en Ginebra una segunda traducción rusa, de Vera Sasulich , precedida de un prologo de Marx y mío. Desgraciadamente, se me ha extraviado el original alemán de este prólogo y no tengo más remedio que volver a traducirlo del ruso, con lo que el lector no saldrá ganando nada. El prólogo dice así: “La primera edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista, traducido por Bakunin, vio la luz poco después de 1860 en la imprenta del Kolokol. En los tiempos que corrían, 596 esta publicación no podía tener para Rusia, a lo sumo, más que un puro valor literario de curiosidad. Hoy las cosas han cambiado. El último capítulo del Manifiesto, titulado “Actitud de los comunistas ante los otros partidos de la oposición”, demuestra mejor que nada lo limitada que era la zona en que, al ver la luz por vez primera este documento (enero de 1848), tenía que actuar el movimiento proletario. En esa zona faltaban, principalmente, dos países: Rusia y los Estados Unidos. Era la época en que Rusia constituía la última reserva magna de la reacción europea y en que la emigración a los Estados Unidos absorbía las energías sobrantes del proletariado de Europa. Ambos países proveían a Europa de primeras materias, a la par que le brindaban mercados para sus productos industriales. Ambos venían a ser, pues, bajo uno u otro aspecto, pilares del orden social europeo. Hoy las cosas han cambiado radicalmente. La emigración europea sirvió precisamente para imprimir ese gigantesco desarrollo a la agricultura norteamericana, cuya concurrencia está minando los cimientos de la grande y la pequeña propiedad inmueble de Europa. Además, ha permitido a los Estados Unidos entregarse a la explotación de sus copiosas fuentes industriales con tal energía y en proporciones tales, que dentro de poco echará por tierra el monopolio industrial de que hoy disfruta la Europa occidental. Estas dos circunstancias repercuten a su vez revolucionariamente sobre la propia América. La pequeña y mediana propiedad del granjero que trabaja su propia tierra sucumbe progresivamente ante la concurrencia de las grandes explotaciones, a la par que en las regiones industriales empieza a formarse un copioso proletariado y una fabulosa concentración de capitales. Pasemos ahora a Rusia. Durante la sacudida revolucionaria de los años 48 y 49, los monarcas europeos, y no sólo los monarcas, sino también los burgueses, aterrados ante el empuje del proletariado, que empezaba a, cobrar por aquel entonces conciencia de su fuerza, cifraban en la intervención rusa todas sus esperanzas. El zar fue proclamado cabeza de la reacción europea. Hoy, este mismo zar se ve apresado en Gatchina como rehén de la revolución y Rusia forma la avanzada del movimiento revolucionario de Europa. El Manifiesto Comunista se proponía por misión proclamar la desaparición inminente e inevitable de la propiedad burguesa en su estado actual. Pero en Rusia nos encontramos con que, coincidiendo con el orden capitalista en febril desarrollo y la propiedad burguesa del suelo que empieza a formarse, más de la mitad de la tierra es propiedad común de los campesinos. Ahora bien -nos preguntamos-, ¿puede este régimen comunal del concejo ruso, que es ya, sin duda, una degeneración del régimen de comunidad primitiva de la tierra, trocarse directamente en una forma más alta de comunismo del suelo, o tendrá que pasar necesariamente por el mismo proceso previo de descomposición que nos revela la historia del occidente de Europa? La única contestación que, hoy por hoy, cabe dar a esa pregunta, es la siguiente: Si la revolución rusa es la señal para la revolución obrera de Occidente y ambas se completan 597 formando una unidad, podría ocurrir que ese régimen comunal ruso fuese el punto de partida para la implantación de una nueva forma comunista de la tierra. Londres, 21 enero 1882.” Por aquellos mismos días, se publicó en Ginebra una nueva traducción polaca con este título: Manifest Kommunistyczny. Asimismo, ha aparecido una nueva traducción danesa, en la “Socialdemokratisk Bibliothek, Köjbenhavn 1885”. Es de lamentar que esta traducción sea incompleta; el traductor se saltó, por lo visto, aquellos pasajes, importantes muchos de ellos, que le parecieron difíciles; además, la versión adolece de precipitaciones en una serie de lugares, y es una lástima, pues se ve que, con un poco más de cuidado, su autor habría realizado un trabajo excelente. En 1886 apareció en Le Socialiste de París una nueva traducción francesa, la mejor de cuantas han visto la luz hasta ahora . Sobre ella se hizo en el mismo año una versión española, publicada primero en El Socialista de Madrid y luego, en tirada aparte, con este título: Manifiesto del Partido Comunista, por Carlos Marx y F. Engels (Madrid, Administración de El Socialista, Hernán Cortés, 8). Como detalle curioso contaré que en 1887 fue ofrecido a un editor de Constantinopla el original de una traducción armenia; pero el buen editor no se atrevió a lanzar un folleto con el nombre de Marx a la cabeza y propuso al traductor publicarlo como obra original suya, a lo que éste se negó. Después de haberse reimpreso repetidas veces varias traducciones norteamericanas más o menos incorrectas, al fin, en 1888, apareció en Inglaterra la primera versión auténtica, hecha por mi amigo Samuel Moore y revisada por él y por mí antes de darla a las prensas. He aquí el título: Manifesto of the Communist Party, by Karl Marx and Frederick Engels. Authorised English Translation, edited and annotated by Frederíck Engels. 1888. London, William Reeves, 185 Flett St. E. C. Algunas de las notas de esta edición acompañan a la presente. El Manifiesto ha tenido sus vicisitudes. Calurosamente acogido a su aparición por la vanguardia, entonces poco numerosa, del socialismo científico -como lo demuestran las diversas traducciones mencionadas en el primer prólogo-, no tardó en pasar a segundo plano, arrinconado por la reacción que se inicia con la derrota de los obreros parisienses en junio de 1848 y anatematizado, por último, con el anatema de la justicia al ser condenados los comunistas por el tribunal de Colonia en noviembre de 1852. Al abandonar la escena Pública, el movimiento obrero que la revolución de febrero había iniciado, queda también envuelto en la penumbra el Manifiesto. 598 Cuando la clase obrera europea volvió a sentirse lo bastante fuerte para lanzarse de nuevo al asalto contra las clases gobernantes, nació la Asociación Obrera Internacional. El fin de esta organización era fundir todas las masas obreras militantes de Europa y América en un gran cuerpo de ejército. Por eso, este movimiento no podía arrancar de los principios sentados en el Manifiesto. No había más remedio que darle un programa que no cerrase el paso a las tradeuniones inglesas, a los proudhonianos franceses, belgas, italianos y españoles ni a los partidarios de Lassalle en Alemania . Este programa con las normas directivas para los estatutos de la Internacional, fue redactado por Marx con una maestría que hasta el propio Bakunin y los anarquistas hubieron de reconocer. En cuanto al triunfo final de las tesis del Manifiesto, Marx ponía toda su confianza en el desarrollo intelectual de la clase obrera, fruto obligado de la acción conjunta y de la discusión. Los sucesos y vicisitudes de la lucha contra el capital, y más aún las derrotas que las victorias, no podían menos de revelar al proletariado militante, en toda su desnudez, la insuficiencia de los remedios milagreros que venían empleando e infundir a sus cabezas una mayor claridad de visión para penetrar en las verdaderas condiciones que habían de presidir la emancipación obrera. Marx no se equivocaba. Cuando en 1874 se disolvió la Internacional, la clase obrera difería radicalmente de aquella con que se encontrara al fundarse en 1864. En los países latinos, el proudhonianismo agonizaba, como en Alemania lo que había de específico en el partido de Lassalle, y hasta las mismas tradeuniones inglesas, conservadoras hasta la médula, cambiaban de espíritu, permitiendo al presidente de su congreso, celebrado en Swansea en 1887, decir en nombre suyo: “El socialismo continental ya no nos asusta”. Y en 1887 el socialismo continental se cifraba casi en los principios proclamados por el Manifiesto. La historia de este documento refleja, pues, hasta cierto punto, la historia moderna del movimiento obrero desde 1848. En la actualidad es indudablemente el documento más extendido e internacional de toda la literatura socialista del mundo, el programa que une a muchos millones de trabajadores de todos los países, desde Siberia hasta California. Y, sin embargo, cuando este Manifiesto vio la luz, no pudimos bautizarlo de Manifiesto socialista. En 1847, el concepto de “socialista” abarcaba dos categorías de personas. Unas eran las que abrazaban diversos sistemas utópicos, y entre ellas se destacaban los owenistas en Inglaterra, y en Francia los fourieristas, que poco a poco habían ido quedando reducidos a dos sectas agonizantes. En la otra formaban los charlatanes sociales de toda laya, los que aspiraban a remediar las injusticias de la sociedad con sus potingues mágicos y con toda serie de remiendos, sin tocar en lo más mínimo, claro está, al capital ni a la ganancia. Gentes unas y otras ajenas al movimiento obrero, que iban a buscar apoyo para sus teorías a las clases “cultas”. El sector obrero que, convencido de la insuficiencia y superficialidad de las meras conmociones políticas, reclamaba una radical transformación de la sociedad, se apellidaba comunista. Era un comunismo toscamente delineado, instintivo, vago, pero lo bastante pujante para engendrar dos sistemas utópicos: el del “ícaro” Cabet en Francia y el de Weitling en Alemania. En 1847, el “socialismo” designaba un movimiento burgués, el “comunismo” un movimiento obrero. El socialismo era, a lo menos en el continente, una doctrina presentable en los salones; el comunismo, todo lo contrario. Y como en nosotros era ya entonces firme la convicción de que “la emancipación de los trabajadores sólo podía ser obra de la propia clase 599 obrera”, no podíamos dudar en la elección de título. Más tarde no se nos pasó nunca por las mentes tampoco modificarlo. “¡Proletarios de todos los países, uníos!” Cuando hace cuarenta y dos años lanzamos al mundo estas palabras, en vísperas de la primera revolución de París, en que el proletariado levantó ya sus propias reivindicaciones, fueron muy pocas las voces que contestaron. Pero el 28 de septiembre de 1864, los representantes proletarios de la mayoría de los países del occidente de Europa se reunían para formar la Asociación Obrera Internacional, de tan glorioso recuerdo. Y aunque la Internacional sólo tuviese nueve años de vida, el lazo perenne de unión entre los proletarios de todos los países sigue viviendo con más fuerza que nunca; así lo atestigua, con testimonio irrefutable, el día de hoy. Hoy, primero de Mayo, el proletariado europeo y americano pasa revista por vez primera a sus contingentes puestos en pie de guerra como un ejército único, unido bajo una sola bandera y concentrado en un objetivo: la jornada normal de ocho horas, que ya proclamara la Internacional en el congreso de Ginebra en 1889, y que es menester elevar a ley. El espectáculo del día de hoy abrirá los ojos a los capitalistas y a los grandes terratenientes de todos los países y les hará ver que la unión de los proletarios del mundo es ya un hecho. ¡Ya Marx no vive, para verlo, a mi lado! Londres, 1 de mayo de 1890. F. ENGELS. 4 PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN POLACA DE 1892 La necesidad de reeditar la versión polaca del Manifiesto Comunista, requiere un comentario. Ante todo, el Manifiesto ha resultado ser, como se proponía, un medio para poner de relieve el desarrollo de la gran industria en Europa. Cuando en un país, cualquiera que él sea, se desarrolla la gran industria brota al mismo tiempo entre los obreros industriales el deseo de explicarse sus relaciones como clase, como la clase de los que viven del trabajo, con la clase de los que viven de la propiedad. En estas circunstancias, las ideas socialistas se extienden entre los trabajadores y crece la demanda del Manifiesto Comunista. En este sentido, el número de ejemplares del Manifiesto que circulan en un idioma dado nos permite apreciar bastante aproximadamente no sólo las condiciones del movimiento obrero de clase en ese país, sino también el grado de desarrollo alcanzado en él por la gran industria. 600 La necesidad de hacer una nueva edición en lengua polaca acusa, por tanto, el continuo proceso de expansión de la industria en Polonia. No puede caber duda acerca de la importancia de este proceso en el transcurso de los diez años que han mediado desde la aparición de la edición anterior. Polonia se ha convertido en una región industrial en gran escala bajo la égida del Estado ruso. Mientras que en la Rusia propiamente dicha la gran industria sólo se ha ido manifestando esporádicamente (en las costas del golfo de Finlandia, en las provincias centrales de Moscú y Vladimiro, a lo largo de las costas del mar Negro y del mar de Azov), la industria polaca se ha concentrado dentro de los confines de un área limitada, experimentando a la par las ventajas y los inconvenientes de su situación. Estas ventajas no pasan inadvertidas para los fabricantes rusos; por eso alzan el grito pidiendo aranceles protectores contra las mercancías polacas, a despecho de su ardiente anhelo de rusificación de Polonia. Los inconvenientes (que tocan por igual los industriales polacos y el Gobierno ruso) consisten en la rápida difusión de las ideas socialistas entre los obreros polacos y en una demanda sin precedente del Manifiesto Comunista. El rápido desarrollo de la industria polaca (que deja atrás con mucho a la de Rusia) es una clara prueba de las energías vitales inextinguibles del pueblo polaco y una nueva garantía de su futuro renacimiento. La creación de una Polonia fuerte e independiente no interesa sólo al pueblo polaco, sino a todos y cada uno de nosotros. Sólo podrá establecerse una estrecha colaboración entre los obreros todos de Europa si en cada país el pueblo es dueño dentro de su propia casa. Las revoluciones de 1848 que, aunque reñidas bajo la bandera del proletariado, solamente llevaron a los obreros a la lucha para sacar las castañas del fuego a la burguesía, acabaron por imponer, tomando por instrumento a Napoleón y a Bismarck (a los enemigos de la revolución), la independencia de Italia, Alemania y Hungría. En cambio, a Polonia, que en 1791 hizo por la causa revolucionaria más que estos tres países juntos, se la dejó sola cuando en 1863 tuvo que enfrentarse con el poder diez veces más fuerte de Rusia. La nobleza polaca ha sido incapaz para mantener, y lo será también para restaurar, la independencia de Polonia. La burguesía va sintiéndose cada vez menos interesada en este asunto. La independencia polaca sólo podrá ser conquistada por el proletariado joven, en cuyas manos está la realización de esa esperanza. He ahí por qué los obreros del occidente de Europa no están menos interesados en la liberación de Polonia que los obreros polacos mismos. Londres, 10 de febrero 1892. F. ENGELS 601 5 PRÓLOGO DE ENGELS A LA EDICIÓN ITALIANA DE 1893 La publicación del Manifiesto del Partido Comunista coincidió (si puedo expresarme así), con el momento en que estallaban las revoluciones de Milán y de Berlín, dos revoluciones que eran el alzamiento de dos pueblos: uno enclavado en el corazón del continente europeo y el otro tendido en las costas del mar Mediterráneo. Hasta ese momento, estos dos pueblos, desgarrados por luchas intestinas y guerras civiles, habían sido presa fácil de opresores extranjeros. Y del mismo modo que Italia estaba sujeta al dominio del emperador de Austria, Alemania vivía, aunque esta sujeción fuese menos patente, bajo el yugo del zar de todas las Rusias. La revolución del 18 de marzo emancipó a Italia y Alemania al mismo tiempo de este vergonzoso estado de cosas. Si después, durante el período que va de 1848 a 1871, estas dos grandes naciones permitieron que la vieja situación fuese restaurada, haciendo hasta cierto punto de “traidores de sí mismas”, se debió (como dijo Marx) a que los mismos que habían inspirado la revolución de 1848 se convirtieron, a despecho suyo, en sus verdugos. La revolución fue en todas partes obra de las clases trabajadoras: fueron los obreros quienes levantaron las barricadas y dieron sus vidas luchando por la causa. Sin embargo, solamente los obreros de París, después de derribar el Gobierno, tenían la firme y decidida intención de derribar con él a todo el régimen burgués. Pero, aunque abrigaban una conciencia muy clara del antagonismo irreductible que se alzaba entre su propia clase y la burguesía, el desarrollo económico del país y el desarrollo intelectual de las masas obreras francesas no habían alcanzado todavía el nivel necesario para que pudiese triunfar una revolución socialista. Por eso, a la postre, los frutos de la revolución cayeron en el regazo de la clase capitalista. En otros países, como en Italia, Austria y Alemania, los obreros se limitaron desde el primer momento de la revolución a ayudar a la burguesía a tomar el Poder. En cada uno de estos países el gobierno de la burguesía sólo podía triunfar bajo la condición de la independencia nacional. Así se explica que las revoluciones del año 1848 condujesen inevitablemente a la unificación de los pueblos dentro de las fronteras nacionales y a su emancipación del yugo extranjero, condiciones que, hasta allí, no habían disfrutado. Estas condiciones son hoy realidad en Italia, en Alemania y en Hungría. Y a estos países seguirá Polonia cuando la hora llegue. Aunque las revoluciones de 1848 no tenían carácter socialista, prepararon, sin embargo, el terreno para el advenimiento de la revolución del socialismo. Gracias al poderoso impulso que estas revoluciones imprimieron a la gran producción en todos los países, la sociedad burguesa ha ido creando durante los últimos cuarenta y cinco años un vasto, unido y potente proletariado, engendrando con él (como dice el Manifiesto Comunista) a sus propios enterradores. La unificación internacional del proletariado no hubiera sido posible, ni la colaboración sobria y deliberada de estos países en el logro de fines generales, si antes no hubiesen conquistado la unidad y la independencia nacionales, si hubiesen seguido manteniéndose dentro del aislamiento. 602 Intentemos representarnos, si podemos, el papel que hubieran hecho los obreros italianos, húngaros, alemanes, polacos y rusos luchando por su unión internacional bajo las condiciones políticas que prevalecían hacia el año 1848. Las batallas reñidas en el 48 no fueron, pues, reñidas en balde. Ni han sido vividos tampoco en balde los cuarenta y cinco años que nos separan de la época revolucionaria. Los frutos de aquellos días empiezan a madurar, y hago votos porque la publicación de esta traducción italiana del Manifiesto sea heraldo del triunfo del proletariado italiano, como la publicación del texto primitivo lo fue de la revolución internacional. El Manifiesto rinde el debido homenaje a los servicios revolucionarios prestados en otro tiempo por el capitalismo. Italia fue la primera nación que se convirtió en país capitalista. El ocaso de la Edad Media feudal y la aurora de la época capitalista contemporánea vieron aparecer en escena una figura gigantesca. Dante fue al mismo tiempo el último poeta de la Edad Media y el primer poeta de la nueva era. Hoy, como en 1300, se alza en el horizonte una nueva época. ¿Dará Italia al mundo otro Dante, capaz de cantar el nacimiento de la nueva era, de la era proletaria? Londres, 1 de febrero de 1893. F. ENGELS Manifiesto del Partido Comunista Por K. Marx & F. Engels Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes. No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más 603 avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo. De este hecho se desprenden dos consecuencias: La primera es que el comunismo se halla ya reconocido como una potencia por todas las potencias europeas. La segunda, que es ya hora de que los comunistas expresen a la luz del día y ante el mundo entero sus ideas, sus tendencias, sus aspiraciones, saliendo así al paso de esa leyenda del espectro comunista con un manifiesto de su partido. Con este fin se han congregado en Londres los representantes comunistas de diferentes países y redactado el siguiente Manifiesto, que aparecerá en lengua inglesa, francesa, alemana, italiana, flamenca y danesa. I BURGUESES Y PROLETARIOS Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad , es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes. En los tiempos históricos nos encontramos a la sociedad dividida casi por doquier en una serie de estamentos , dentro de cada uno de los cuales reina, a su vez, una nueva jerarquía social de grados y posiciones. En la Roma antigua son los patricios, los équites, los plebeyos, los esclavos; en la Edad Media, los señores feudales, los vasallos, los maestros y los oficiales de los gremios, los siervos de la gleba, y dentro de cada una de esas clases todavía nos encontramos con nuevos matices y gradaciones. La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas. Sin embargo, nuestra época, la época de la burguesía, se caracteriza por haber simplificado estos antagonismos de clase. Hoy, toda la sociedad tiende a separarse, cada 604 vez más abiertamente, en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases antagónicas: la burguesía y el proletariado. De los siervos de la gleba de la Edad Media surgieron los “villanos” de las primeras ciudades; y estos villanos fueron el germen de donde brotaron los primeros elementos de la burguesía. El descubrimiento de América, la circunnavegación de Africa abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesía. El mercado de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en descomposición. El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller. Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos. La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra. A su vez, estos, progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media. Vemos, pues, que la moderna burguesía es, como lo fueron en su tiempo las otras clases, producto de un largo proceso histórico, fruto de una serie de transformaciones radicales operadas en el régimen de cambio y de producción. A cada etapa de avance recorrida por la burguesía corresponde una nueva etapa de progreso político. Clase oprimida bajo el mando de los señores feudales, la burguesía forma en la “comuna” una asociación autónoma y armada para la defensa de sus intereses; en unos sitios se organiza en repúblicas municipales independientes; en otros forma el tercer estado tributario de las monarquías; en la época de la manufactura es el contrapeso de la nobleza dentro de la monarquía feudal o absoluta y el fundamento de las grandes monarquías en general, hasta que, por último, implantada la gran industria y abiertos los cauces del mercado mundial, se conquista la hegemonía política y crea el 605 moderno Estado representativo. Hoy, el Poder público viene a ser, pura y simplemente, el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa. La burguesía ha desempeñado, en el transcurso de la historia, un papel verdaderamente revolucionario. Dondequiera que se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas. Echó por encima del santo temor de Dios, de la devoción mística y piadosa, del ardor caballeresco y la tímida melancolía del buen burgués, el jarro de agua helada de sus cálculos egoístas. Enterró la dignidad personal bajo el dinero y redujo todas aquellas innumerables libertades escrituradas y bien adquiridas a una única libertad: la libertad ilimitada de comerciar. Sustituyó, para decirlo de una vez, un régimen de explotación, velado por los cendales de las ilusiones políticas y religiosas, por un régimen franco, descarado, directo, escueto, de explotación. La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso acontecimiento. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia. La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares . La burguesía vino a demostrar que aquellos alardes de fuerza bruta que la reacción tanto admira en la Edad Media tenían su complemento cumplido en la haraganería más indolente. Hasta que ella no lo reveló no supimos cuánto podía dar de sí el trabajo del hombre. La burguesía ha producido maravillas mucho mayores que las pirámides de Egipto, los acueductos romanos y las catedrales góticas; ha acometido y dado cima a empresas mucho más grandiosas que las emigraciones de los pueblos y las cruzadas. La burguesía no puede existir si no es revolucionando incesantemente los instrumentos de la producción, que tanto vale decir el sistema todo de la producción, y con él todo el régimen social. Lo contrario de cuantas clases sociales la precedieron, que tenían todas por condición primaria de vida la intangibilidad del régimen de producción vigente. La época de la burguesía se caracteriza y distingue de todas las demás por el constante y agitado desplazamiento de la producción, por la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes. Las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces. Todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma, lo santo es profanado, y, al fin, el hombre se ve constreñido, por la fuerza de las cosas, a contemplar con mirada fría su vida y sus relaciones con los demás. 606 La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta o otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial, da a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es problema vital para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no transforman como antes las materias primas del país, sino las traídas de los climas más lejanos y cuyos productos encuentran salida no sólo dentro de las fronteras, sino en todas las partes del mundo. Brotan necesidades nuevas que ya no bastan a satisfacer, como en otro tiempo, los frutos del país, sino que reclaman para su satisfacción los productos de tierras remotas. Ya no reina aquel mercado local y nacional que se bastaba así mismo y donde no entraba nada de fuera; ahora, la red del comercio es universal y en ella entran, unidas por vínculos de interdependencia, todas las naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la del espíritu. Los productos espirituales de las diferentes naciones vienen a formar un acervo común. Las limitaciones y peculiaridades del carácter nacional van pasando a segundo plano, y las literaturas locales y nacionales confluyen todas en una literatura universal. La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos los medios de producción, con las facilidades increíbles de su red de comunicaciones, lleva la civilización hasta a las naciones más salvajes. El bajo precio de sus mercancías es la artillería pesada con la que derrumba todas las murallas de la China, con la que obliga a capitular a las tribus bárbaras más ariscas en su odio contra el extranjero. Obliga a todas las naciones a abrazar el régimen de producción de la burguesía o perecer; las obliga a implantar en su propio seno la llamada civilización, es decir, a hacerse burguesas. Crea un mundo hecho a su imagen y semejanza. La burguesía somete el campo al imperio de la ciudad. Crea ciudades enormes, intensifica la población urbana en una fuerte proporción respecto a la campesina y arranca a una parte considerable de la gente del campo al cretinismo de la vida rural. Y del mismo modo que somete el campo a la ciudad, somete los pueblos bárbaros y semibárbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente. La burguesía va aglutinando cada vez más los medios de producción, la propiedad y los habitantes del país. Aglomera la población, centraliza los medios de producción y concentra en manos de unos cuantos la propiedad. Este proceso tenía que conducir, por fuerza lógica, a un régimen de centralización política. Territorios antes independientes, apenas aliados, con intereses distintos, distintas leyes, gobiernos autónomos y líneas aduaneras propias, se asocian y refunden en una nación única, bajo un Gobierno, una ley, un interés nacional de clase y una sola línea aduanera. En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas 607 generaciones juntas. Basta pensar en el sometimiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la tierra como por ensalmo... ¿Quién, en los pasados siglos, pudo sospechar siquiera que en el regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre yaciesen soterradas tantas y tales energías y elementos de producción? Hemos visto que los medios de producción y de transporte sobre los cuales se desarrolló la burguesía brotaron en el seno de la sociedad feudal. Cuando estos medios de transporte y de producción alcanzaron una determinada fase en su desarrollo, resultó que las condiciones en que la sociedad feudal producía y comerciaba, la organización feudal de la agricultura y la manufactura, en una palabra, el régimen feudal de la propiedad, no correspondían ya al estado progresivo de las fuerzas productivas. Obstruían la producción en vez de fomentarla. Se habían convertido en otras tantas trabas para su desenvolvimiento. Era menester hacerlas saltar, y saltaron. Vino a ocupar su puesto la libre concurrencia, con la constitución política y social a ella adecuada, en la que se revelaba ya la hegemonía económica y política de la clase burguesa. Pues bien: ante nuestros ojos se desarrolla hoy un espectáculo semejante. Las condiciones de producción y de cambio de la burguesía, el régimen burgués de la propiedad, la moderna sociedad burguesa, que ha sabido hacer brotar como por encanto tan fabulosos medios de producción y de transporte, recuerda al brujo impotente para dominar los espíritus subterráneos que conjuró. Desde hace varias décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de las modernas fuerzas productivas que se rebelan contra el régimen vigente de producción, contra el régimen de la propiedad, donde residen las condiciones de vida y de predominio político de la burguesía. Basta mencionar las crisis comerciales, cuya periódica reiteración supone un peligro cada vez mayor para la existencia de la sociedad burguesa toda. Las crisis comerciales, además de destruir una gran parte de los productos elaborados, aniquilan una parte considerable de las fuerzas productivas existentes. En esas crisis se desata una epidemia social que a cualquiera de las épocas anteriores hubiera parecido absurda e inconcebible: la epidemia de la superproducción. La sociedad se ve retrotraída repentinamente a un estado de barbarie momentánea; se diría que una plaga de hambre o una gran guerra aniquiladora la han dejado esquilmado, sin recursos para subsistir; la industria, el comercio están a punto de perecer. ¿Y todo por qué? Porque la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo. Y tan pronto como logran vencer este obstáculo, siembran el desorden en la sociedad burguesa, amenazan dar al traste con el régimen burgués de la propiedad. Las condiciones sociales burguesas resultan ya demasiado angostas para abarcar la riqueza por ellas engendrada. ¿Cómo se sobrepone a las crisis la burguesía? De dos maneras: destruyendo violentamente una gran masa de fuerzas productivas y 608 conquistándose nuevos mercados, a la par que procurando explotar más concienzudamente los mercados antiguos. Es decir, que remedia unas crisis preparando otras más extensas e imponentes y mutilando los medios de que dispone para precaverlas. Las armas con que la burguesía derribó al feudalismo se vuelven ahora contra ella. Y la burguesía no sólo forja las armas que han de darle la muerte, sino que, además, pone en pie a los hombres llamados a manejarlas: estos hombres son los obreros, los proletarios. En la misma proporción en que se desarrolla la burguesía, es decir, el capital, desarrollase también el proletariado, esa clase obrera moderna que sólo puede vivir encontrando trabajo y que sólo encuentra trabajo en la medida en que éste alimenta a incremento el capital. El obrero, obligado a venderse a trozos, es una mercancía como otra cualquiera, sujeta, por tanto, a todos los cambios y modalidades de la concurrencia, a todas las fluctuaciones del mercado. La extensión de la maquinaria y la división del trabajo quitan a éste, en el régimen proletario actual, todo carácter autónomo, toda libre iniciativa y todo encanto para el obrero. El trabajador se convierte en un simple resorte de la máquina, del que sólo se exige una operación mecánica, monótona, de fácil aprendizaje. Por eso, los gastos que supone un obrero se reducen, sobre poco más o menos, al mínimo de lo que necesita para vivir y para perpetuar su raza. Y ya se sabe que el precio de una mercancía, y como una de tantas el trabajo , equivale a su coste de producción. Cuanto más repelente es el trabajo, tanto más disminuye el salario pagado al obrero. Más aún: cuanto más aumentan la maquinaria y la división del trabajo, tanto más aumenta también éste, bien porque se alargue la jornada, bien porque se intensifique el rendimiento exigido, se acelere la marcha de las máquinas, etc. La industria moderna ha convertido el pequeño taller del maestro patriarcal en la gran fábrica del magnate capitalista. Las masas obreras concentradas en la fábrica son sometidas a una organización y disciplina militares. Los obreros, soldados rasos de la industria, trabajan bajo el mando de toda una jerarquía de sargentos, oficiales y jefes. No son sólo siervos de la burguesía y del Estado burgués, sino que están todos los días y a todas horas bajo el yugo esclavizador de la máquina, del contramaestre, y sobre todo, del industrial burgués dueño de la fábrica. Y este despotismo es tanto más mezquino, más execrable, más indignante, cuanta mayor es la franqueza con que proclama que no tiene otro fin que el lucro. Cuanto menores son la habilidad y la fuerza que reclama el trabajo manual, es decir, cuanto mayor es el desarrollo adquirido por la moderna industria, también es mayor la proporción en que el trabajo de la mujer y el niño desplaza al del hombre. Socialmente, ya no rigen para la clase obrera esas diferencias de edad y de sexo. Son todos, hombres, mujeres y niños, meros instrumentos de trabajo, entre los cuales no hay más diferencia que la del coste. 609 Y cuando ya la explotación del obrero por el fabricante ha dado su fruto y aquél recibe el salario, caen sobre él los otros representantes de la burguesía: el casero, el tendero, el prestamista, etc. Toda una serie de elementos modestos que venían perteneciendo a la clase media, pequeños industriales, comerciantes y rentistas, artesanos y labriegos, son absorbidos por el proletariado; unos, porque su pequeño caudal no basta para alimentar las exigencias de la gran industria y sucumben arrollados por la competencia de los capitales más fuertes, y otros porque sus aptitudes quedan sepultadas bajo los nuevos progresos de la producción. Todas las clases sociales contribuyen, pues, a nutrir las filas del proletariado. El proletariado recorre diversas etapas antes de fortificarse y consolidarse. Pero su lucha contra la burguesía data del instante mismo de su existencia. Al principio son obreros aislados; luego, los de una fábrica; luego, los de todas una rama de trabajo, los que se enfrentan, en una localidad, con el burgués que personalmente los explota. Sus ataques no van sólo contra el régimen burgués de producción, van también contra los propios instrumentos de la producción; los obreros, sublevados, destruyen las mercancías ajenas que les hacen la competencia, destrozan las máquinas, pegan fuego a las fábricas, pugnan por volver a la situación, ya enterrada, del obrero medieval. En esta primera etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo el país y desunida por la concurrencia. Las concentraciones de masas de obreros no son todavía fruto de su propia unión, sino fruto de la unión de la burguesía, que para alcanzar sus fines políticos propios tiene que poner en movimiento -cosa que todavía logra- a todo el proletariado. En esta etapa, los proletarios no combaten contra sus enemigos, sino contra los enemigos de sus enemigos, contra los vestigios de la monarquía absoluta, los grandes señores de la tierra, los burgueses no industriales, los pequeños burgueses. La marcha de la historia está toda concentrada en manos de la burguesía, y cada triunfo así alcanzado es un triunfo de la clase burguesa. Sin embargo, el desarrollo de la industria no sólo nutre las filas del proletariado, sino que las aprieta y concentra; sus fuerzas crecen, y crece también la conciencia de ellas. Y al paso que la maquinaria va borrando las diferencias y categorías en el trabajo y reduciendo los salarios casi en todas partes a un nivel bajísimo y uniforme, van nivelándose también los intereses y las condiciones de vida dentro del proletariado. La competencia, cada vez más aguda, desatada entre la burguesía, y las crisis comerciales que desencadena, hacen cada vez más inseguro el salario del obrero; los progresos incesantes y cada día más veloces del maquinismo aumentan gradualmente la inseguridad de su existencia; las colisiones entre obreros y burgueses aislados van tomando el carácter, cada vez más señalado, de colisiones entre dos clases. Los obreros empiezan a coaligarse contra los burgueses, se asocian y unen para la defensa de sus salarios. Crean organizaciones permanentes para pertrecharse en previsión de posibles batallas. De vez en cuando estallan revueltas y sublevaciones. 610 Los obreros arrancan algún triunfo que otro, pero transitorio siempre. El verdadero objetivo de estas luchas no es conseguir un resultado inmediato, sino ir extendiendo y consolidando la unión obrera. Coadyuvan a ello los medios cada vez más fáciles de comunicación, creados por la gran industria y que sirven para poner en contacto a los obreros de las diversas regiones y localidades. Gracias a este contacto, las múltiples acciones locales, que en todas partes presentan idéntico carácter, se convierten en un movimiento nacional, en una lucha de clases. Y toda lucha de clases es una acción política. Las ciudades de la Edad Media, con sus caminos vecinales, necesitaron siglos enteros para unirse con las demás; el proletariado moderno, gracias a los ferrocarriles, ha creado su unión en unos cuantos años. Esta organización de los proletarios como clase, que tanto vale decir como partido político, se ve minada a cada momento por la concurrencia desatada entre los propios obreros. Pero avanza y triunfa siempre, a pesar de todo, cada vez más fuerte, más firme, más pujante. Y aprovechándose de las discordias que surgen en el seno de la burguesía, impone la sanción legal de sus intereses propios. Así nace en Inglaterra la ley de la jornada de diez horas. Las colisiones producidas entre las fuerzas de la antigua sociedad imprimen nuevos impulsos al proletariado. La burguesía lucha incesantemente: primero, contra la aristocracia; luego, contra aquellos sectores de la propia burguesía cuyos intereses chocan con los progresos de la industria, y siempre contra la burguesía de los demás países. Para librar estos combates no tiene más remedio que apelar al proletariado, reclamar su auxilio, arrastrándolo así a la palestra política. Y de este modo, le suministra elementos de fuerza, es decir, armas contra sí misma. Además, como hemos visto, los progresos de la industria traen a las filas proletarias a toda una serie de elementos de la clase gobernante, o a lo menos los colocan en las mismas condiciones de vida. Y estos elementos suministran al proletariado nuevas fuerzas. Finalmente, en aquellos períodos en que la lucha de clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente en el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir. Y así como antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito rompen la marcha los intelectuales burgueses, que, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros. De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado. Las demás perecen y desaparecen con la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto genuino y peculiar. Los elementos de las clases medias, el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el labriego, todos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia 611 como tales clases. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, reaccionarios, pues pretenden volver atrás la rueda de la historia. Todo lo que tienen de revolucionario es lo que mira a su tránsito inminente al proletariado; con esa actitud no defienden sus intereses actuales, sino los futuros; se despojan de su posición propia para abrazar la del proletariado. El proletariado andrajoso , esa putrefacción pasiva de las capas más bajas de la vieja sociedad, se verá arrastrado en parte al movimiento por una revolución proletaria, si bien las condiciones todas de su vida lo hacen más propicio a dejarse comprar como instrumento de manejos reaccionarios. Las condiciones de vida de la vieja sociedad aparecen ya destruidas en las condiciones de vida del proletariado. El proletario carece de bienes. Sus relaciones con la mujer y con los hijos no tienen ya nada de común con las relaciones familiares burguesas; la producción industrial moderna, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Alemania que en Norteamérica, borra en él todo carácter nacional. Las leyes, la moral, la religión, son para él otros tantos prejuicios burgueses tras los que anidan otros tantos intereses de la burguesía. Todas las clases que le precedieron y conquistaron el Poder procuraron consolidar las posiciones adquiridas sometiendo a la sociedad entera a su régimen de adquisición. Los proletarios sólo pueden conquistar para sí las fuerzas sociales de la producción aboliendo el régimen adquisitivo a que se hallan sujetos, y con él todo el régimen de apropiación de la sociedad. Los proletarios no tienen nada propio que asegurar, sino destruir todos los aseguramientos y seguridades privadas de los demás. Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial. Por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional. Es lógico que el proletariado de cada país ajuste ante todo las cuentas con su propia burguesía. Al esbozar, en líneas muy generales, las diferentes fases de desarrollo del proletariado, hemos seguido las incidencias de la guerra civil más o menos embozada que se plantea en el seno de la sociedad vigente hasta el momento en que esta guerra civil desencadena una revolución abierta y franca, y el proletariado, derrocando por la violencia a la burguesía, echa las bases de su poder. Hasta hoy, toda sociedad descansó, como hemos visto, en el antagonismo entre las clases oprimidas y las opresoras. Mas para poder oprimir a una clase es menester asegurarle, por lo menos, las condiciones indispensables de vida, pues de otro modo se extinguiría, y con ella su esclavizamiento. El siervo de la gleba se vio exaltado a miembro del 612 municipio sin salir de la servidumbre, como el villano convertido en burgués bajo el yugo del absolutismo feudal. La situación del obrero moderno es muy distinta, pues lejos de mejorar conforme progresa la industria, decae y empeora por debajo del nivel de su propia clase. El obrero se depaupera, y el pauperismo se desarrolla en proporciones mucho mayores que la población y la riqueza. He ahí una prueba palmaria de la incapacidad de la burguesía para seguir gobernando la sociedad e imponiendo a ésta por norma las condiciones de su vida como clase. Es incapaz de gobernar, porque es incapaz de garantizar a sus esclavos la existencia ni aun dentro de su esclavitud, porque se ve forzada a dejarlos llegar hasta una situación de desamparo en que no tiene más remedio que mantenerles, cuando son ellos quienes debieran mantenerla a ella. La sociedad no puede seguir viviendo bajo el imperio de esa clase; la vida de la burguesía se ha hecho incompatible con la sociedad. La existencia y el predominio de la clase burguesa tienen por condición esencial la concentración de la riqueza en manos de unos cuantos individuos, la formación e incremento constante del capital; y éste, a su vez, no puede existir sin el trabajo asalariado. El trabajo asalariado Presupone, inevitablemente, la concurrencia de los obreros entre sí. Los progresos de la industria, que tienen por cauce automático y espontáneo a la burguesía, imponen, en vez del aislamiento de los obreros por la concurrencia, su unión revolucionaria por la organización. Y así, al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies las bases sobre que produce y se apropia lo producido. Y a la par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores. Su muerte y el triunfo del proletariado sin igualmente inevitables. II PROLETARIOS Y COMUNISTAS ¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general? Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros. No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario. Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto. 613 Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario. El objetivo inmediato de los comunistas es idéntico al que persiguen los demás partidos proletarios en general: formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista del Poder. Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad. Son todas expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos. La abolición del régimen vigente de la propiedad no es tampoco ninguna característica peculiar del comunismo. Las condiciones que forman el régimen de la propiedad han estado sujetas siempre a cambios históricos, a alteraciones históricas constantes. Así, por ejemplo, la Revolución francesa abolió la propiedad feudal para instaurar sobre sus ruinas la propiedad burguesa. Lo que caracteriza al comunismo no es la abolición de la propiedad en general, sino la abolición del régimen de propiedad de la burguesía, de esta moderna institución de la propiedad privada burguesa, expresión última y la más acabada de ese régimen de producción y apropiación de lo producido que reposa sobre el antagonismo de dos clases, sobre la explotación de unos hombres por otros. Así entendida, sí pueden los comunistas resumir su teoría en esa fórmula: abolición de la propiedad privada. Se nos reprocha que queremos destruir la propiedad personal bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano, esa propiedad que es para el hombre la base de toda libertad, el acicate de todas las actividades y la garantía de toda independencia. ¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo y del esfuerzo humano! ¿Os referís acaso a la propiedad del humilde artesano, del pequeño labriego, precedente histórico de la propiedad burguesa? No, ésa no necesitamos destruirla; el desarrollo de la industria lo ha hecho ya y lo está haciendo a todas horas. ¿O queréis referimos a la moderna propiedad privada de la burguesía? Decidnos: ¿es que el trabajo asalariado, el trabajo de proletario, le rinde propiedad? No, ni mucho menos. Lo que rinde es capital, esa forma de propiedad que se nutre de la explotación del trabajo asalariado, que sólo puede crecer y multiplicarse a condición de engendrar nuevo trabajo asalariado para hacerlo también objeto de su explotación. La 614 propiedad, en la forma que hoy presenta, no admite salida a este antagonismo del capital y el trabajo asalariado. Detengámonos un momento a contemplar los dos términos de la antítesis. Ser capitalista es ocupar un puesto, no simplemente personal, sino social, en el proceso de la producción. El capital es un producto colectivo y no puede ponerse en marcha más que por la cooperación de muchos individuos, y aún cabría decir que, en rigor, esta cooperación abarca la actividad común de todos los individuos de la sociedad. El capital no es, pues, un patrimonio personal, sino una potencia social. Los que, por tanto, aspiramos a convertir el capital en propiedad colectiva, común a todos los miembros de la sociedad, no aspiramos a convertir en colectiva una riqueza personal. A lo único que aspiramos es a transformar el carácter colectivo de la propiedad, a despojarla de su carácter de clase. Hablemos ahora del trabajo asalariado. El precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de víveres necesaria para sostener al obrero como tal obrero. Todo lo que el obrero asalariado adquiere con su trabajo es, pues, lo que estrictamente necesita para seguir viviendo y trabajando. Nosotros no aspiramos en modo alguno a destruir este régimen de apropiación personal de los productos de un trabajo encaminado a crear medios de vida: régimen de apropiación que no deja, como vemos, el menor margen de rendimiento líquido y, con él, la posibilidad de ejercer influencia sobre los demás hombres. A lo que aspiramos es a destruir el carácter oprobioso de este régimen de apropiación en que el obrero sólo vive para multiplicar el capital, en que vive tan sólo en la medida en que el interés de la clase dominante aconseja que viva. En la sociedad burguesa, el trabajo vivo del hombre no es más que un medio de incrementar el trabajo acumulado. En la sociedad comunista, el trabajo acumulado será, por el contrario, un simple medio para dilatar, fomentar y enriquecer la vida del obrero. En la sociedad burguesa es, pues, el pasado el que impera sobre el presente; en la comunista, imperará el presente sobre el pasado. En la sociedad burguesa se reserva al capital toda personalidad e iniciativa; el individuo trabajador carece de iniciativa y personalidad. ¡Y a la abolición de estas condiciones, llama la burguesía abolición de la personalidad y la libertad! Y, sin embargo, tiene razón. Aspiramos, en efecto, a ver abolidas la personalidad, la independencia y la libertad burguesa. Por libertad se entiende, dentro del régimen burgués de la producción, el librecambio, la libertad de comprar y vender. Desaparecido el tráfico, desaparecerá también, forzosamente el libre tráfico. La apología del libre tráfico, como en general todos los ditirambos a la libertad que entona nuestra 615 burguesía, sólo tienen sentido y razón de ser en cuanto significan la emancipación de las trabas y la servidumbre de la Edad Media, pero palidecen ante la abolición comunista del tráfico, de las condiciones burguesas de producción y de la propia burguesía. Os aterráis de que queramos abolir la propiedad privada, ¡cómo si ya en el seno de vuestra sociedad actual, la propiedad privada no estuviese abolida para nueve décimas partes de la población, como si no existiese precisamente a costa de no existir para esas nueve décimas partes! ¿Qué es, pues, lo que en rigor nos reprocháis? Querer destruir un régimen de propiedad que tiene por necesaria condición el despojo de la inmensa mayoría de la sociedad. Nos reprocháis, para decirlo de una vez, querer abolir vuestra propiedad. Pues sí, a eso es a lo que aspiramos. Para vosotros, desde el momento en que el trabajo no pueda convertirse ya en capital, en dinero, en renta, en un poder social monopolizable; desde el momento en que la propiedad personal no pueda ya trocarse en propiedad burguesa, la persona no existe. Con eso confesáis que para vosotros no hay más persona que el burgués, el capitalista. Pues bien, la personalidad así concebida es la que nosotros aspiramos a destruir. El comunismo no priva a nadie del poder de apropiarse productos sociales; lo único que no admite es el poder de usurpar por medio de esta apropiación el trabajo ajeno. Se arguye que, abolida la propiedad privada, cesará toda actividad y reinará la indolencia universal. Si esto fuese verdad, ya hace mucho tiempo que se habría estrellado contra el escollo de la holganza una sociedad como la burguesa, en que los que trabajan no adquieren y los que adquieren, no trabajan. Vuestra objeción viene a reducirse, en fin de cuentas, a una verdad que no necesita de demostración, y es que, al desaparecer el capital, desaparecerá también el trabajo asalariado. Las objeciones formuladas contra el régimen comunista de apropiación y producción material, se hacen extensivas a la producción y apropiación de los productos espirituales. Y así como el destruir la propiedad de clases equivale, para el burgués, a destruir la producción, el destruir la cultura de clase es para él sinónimo de destruir la cultura en general. Esa cultura cuya pérdida tanto deplora, es la que convierte en una máquina a la inmensa mayoría de la sociedad. Al discutir con nosotros y criticar la abolición de la propiedad burguesa partiendo de vuestras ideas burguesas de libertad, cultura, derecho, etc., no os dais cuenta de que esas mismas ideas son otros tantos productos del régimen burgués de propiedad y de producción, del mismo modo que vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra 616 clase elevada a ley: una voluntad que tiene su contenido y encarnación en las condiciones materiales de vida de vuestra clase. Compartís con todas las clases dominantes que han existido y perecieron la idea interesada de que vuestro régimen de producción y de propiedad, obra de condiciones históricas que desaparecen en el transcurso de la producción, descansa sobre leyes naturales eternas y sobre los dictados de la razón. Os explicáis que haya perecido la propiedad antigua, os explicáis que pereciera la propiedad feudal; lo que no os podéis explicar es que perezca la propiedad burguesa, vuestra propiedad. ¡Abolición de la familia! Al hablar de estas intenciones satánicas de los comunistas, hasta los más radicales gritan escándalo. Pero veamos: ¿en qué se funda la familia actual, la familia burguesa? En el capital, en el lucro privado. Sólo la burguesía tiene una familia, en el pleno sentido de la palabra; y esta familia encuentra su complemento en la carencia forzosa de relaciones familiares de los proletarios y en la pública prostitución. Es natural que ese tipo de familia burguesa desaparezca al desaparecer su complemento, y que una y otra dejen de existir al dejar de existir el capital, que le sirve de base. ¿Nos reprocháis acaso que aspiremos a abolir la explotación de los hijos por sus padres? Sí, es cierto, a eso aspiramos. Pero es, decís, que pretendemos destruir la intimidad de la familia, suplantando la educación doméstica por la social. ¿Acaso vuestra propia educación no está también influida por la sociedad, por las condiciones sociales en que se desarrolla, por la intromisión más o menos directa en ella de la sociedad a través de la escuela, etc.? No son precisamente los comunistas los que inventan esa intromisión de la sociedad en la educación; lo que ellos hacen es modificar el carácter que hoy tiene y sustraer la educación a la influencia de la clase dominante. Esos tópicos burgueses de la familia y la educación, de la intimidad de las relaciones entre padres e hijos, son tanto más grotescos y descarados cuanto más la gran industria va desgarrando los lazos familiares de los proletarios y convirtiendo a los hijos en simples mercancías y meros instrumentos de trabajo. ¡Pero es que vosotros, los comunistas, nos grita a coro la burguesía entera, pretendéis colectivizar a las mujeres! El burgués, que no ve en su mujer más que un simple instrumento de producción, al oírnos proclamar la necesidad de que los instrumentos de producción sean explotados colectivamente, no puede por menos de pensar que el régimen colectivo se hará extensivo igualmente a la mujer. 617 No advierte que de lo que se trata es precisamente de acabar con la situación de la mujer como mero instrumento de producción. Nada más ridículo, por otra parte, que esos alardes de indignación, henchida de alta moral de nuestros burgueses, al hablar de la tan cacareada colectivización de las mujeres por el comunismo. No; los comunistas no tienen que molestarse en implantar lo que ha existido siempre o casi siempre en la sociedad. Nuestros burgueses, no bastándoles, por lo visto, con tener a su disposición a las mujeres y a los hijos de sus proletarios -¡y no hablemos de la prostitución oficial!-, sienten una grandísima fruición en seducirse unos a otros sus mujeres. En realidad, el matrimonio burgués es ya la comunidad de las esposas. A lo sumo, podría reprocharse a los comunistas el pretender sustituir este hipócrita y recatado régimen colectivo de hoy por una colectivización oficial, franca y abierta, de la mujer. Por lo demás, fácil es comprender que, al abolirse el régimen actual de producción, desaparecerá con él el sistema de comunidad de la mujer que engendra, y que se refugia en la prostitución, en la oficial y en la encubierta. A los comunistas se nos reprocha también que queramos abolir la patria, la nacionalidad. Los trabajadores no tienen patria. Mal se les puede quitar lo que no tienen. No obstante, siendo la mira inmediata del proletariado la conquista del Poder político, su exaltación a clase nacional, a nación, es evidente que también en él reside un sentido nacional, aunque ese sentido no coincida ni mucho menos con el de la burguesía. Ya el propio desarrollo de la burguesía, el librecambio, el mercado mundial, la uniformidad reinante en la producción industrial, con las condiciones de vida que engendra, se encargan de borrar más y más las diferencias y antagonismos nacionales. El triunfo del proletariado acabará de hacerlos desaparecer. La acción conjunta de los proletarios, a lo menos en las naciones civilizadas, es una de las condiciones primordiales de su emancipación. En la medida y a la par que vaya desapareciendo la explotación de unos individuos por otros, desaparecerá también la explotación de unas naciones por otras. Con el antagonismo de las clases en el seno de cada nación, se borrará la hostilidad de las naciones entre sí. No queremos entrar a analizar las acusaciones que se hacen contra el comunismo desde el punto de vista religioso-filosófico e ideológico en general. No hace falta ser un lince para ver que, al cambiar las condiciones de vida, las relaciones sociales, la existencia social del hombre, cambian también sus ideas, sus opiniones y sus conceptos, su conciencia, en una palabra. 618 La historia de las ideas es una prueba palmaria de cómo cambia y se transforma la producción espiritual con la material. Las ideas imperantes en una época han sido siempre las ideas propias de la clase imperante . Se habla de ideas que revolucionan a toda una sociedad; con ello, no se hace más que dar expresión a un hecho, y es que en el seno de la sociedad antigua han germinado ya los elementos para la nueva, y a la par que se esfuman o derrumban las antiguas condiciones de vida, se derrumban y esfuman las ideas antiguas. Cuando el mundo antiguo estaba a punto de desaparecer, las religiones antiguas fueron vencidas y suplantadas por el cristianismo. En el siglo XVIII, cuando las ideas cristianas sucumbían ante el racionalismo, la sociedad feudal pugnaba desesperadamente, haciendo un último esfuerzo, con la burguesía, entonces revolucionaria. Las ideas de libertad de conciencia y de libertad religiosa no hicieron más que proclamar el triunfo de la libre concurrencia en el mundo ideológico. Se nos dirá que las ideas religiosas, morales, filosóficas, políticas, jurídicas, etc., aunque sufran alteraciones a lo largo de la historia, llevan siempre un fondo de perennidad, y que por debajo de esos cambios siempre ha habido una religión, una moral, una filosofía, una política, un derecho. Además, se seguirá arguyendo, existen verdades eternas, como la libertad, la justicia, etc., comunes a todas las sociedades y a todas las etapas de progreso de la sociedad. Pues bien, el comunismo -continúa el argumento- viene a destruir estas verdades eternas, la moral, la religión, y no a sustituirlas por otras nuevas; viene a interrumpir violentamente todo el desarrollo histórico anterior. Veamos a qué queda reducida esta acusación. Hasta hoy, toda la historia de la sociedad ha sido una constante sucesión de antagonismos de clases, que revisten diversas modalidades, según las épocas. Mas, cualquiera que sea la forma que en cada caso adopte, la explotación de una parte de la sociedad por la otra es un hecho común a todas las épocas del pasado. Nada tiene, pues, de extraño que la conciencia social de todas las épocas se atenga, a despecho de toda la variedad y de todas las divergencias, a ciertas formas comunes, formas de conciencia hasta que el antagonismo de clases que las informa no desaparezca radicalmente. La revolución comunista viene a romper de la manera más radical con el régimen tradicional de la propiedad; nada tiene, pues, de extraño que se vea obligada a romper, en su desarrollo, de la manera también más radical, con las ideas tradicionales. Pero no queremos detenernos por más tiempo en los reproches de la burguesía contra el comunismo. 619 Ya dejamos dicho que el primer paso de la revolución obrera será la exaltación del proletariado al Poder, la conquista de la democracia . El proletariado se valdrá del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas. Claro está que, al principio, esto sólo podrá llevarse a cabo mediante una acción despótica sobre la propiedad y el régimen burgués de producción, por medio de medidas que, aunque de momento parezcan económicamente insuficientes e insostenibles, en el transcurso del movimiento serán un gran resorte propulsor y de las que no puede prescindiese como medio para transformar todo el régimen de producción vigente. Estas medidas no podrán ser las mismas, naturalmente, en todos los países. Para los más progresivos mencionaremos unas cuantas, susceptibles, sin duda, de ser aplicadas con carácter más o menos general, según los casos . 1.a Expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del suelo a los gastos públicos. 2.a Fuerte impuesto progresivo. 3.a Abolición del derecho de herencia. 4.a Confiscación de la fortuna de los emigrados y rebeldes. 5.a Centralización del crédito en el Estado por medio de un Banco nacional con capital del Estado y régimen de monopolio. 6.a Nacionalización de los transportes. 7.a Multiplicación de las fábricas nacionales y de los medios de producción, roturación y mejora de terrenos con arreglo a un plan colectivo. 8.a Proclamación del deber general de trabajar; creación de ejércitos industriales, principalmente en el campo. 9.a Articulación de las explotaciones agrícolas e industriales; tendencia a ir borrando gradualmente las diferencias entre el campo y la ciudad. 10.a Educación pública y gratuita de todos los niños. Prohibición del trabajo infantil en las fábricas bajo su forma actual. Régimen combinado de la educación con la producción material, etc. 620 Tan pronto como, en el transcurso del tiempo, hayan desaparecido las diferencias de clase y toda la producción esté concentrada en manos de la sociedad, el Estado perderá todo carácter político. El Poder político no es, en rigor, más que el poder organizado de una clase para la opresión de la otra. El proletariado se ve forzado a organizarse como clase para luchar contra la burguesía; la revolución le lleva al Poder; mas tan pronto como desde él, como clase gobernante, derribe por la fuerza el régimen vigente de producción, con éste hará desaparecer las condiciones que determinan el antagonismo de clases, las clases mismas, y, por tanto, su propia soberanía como tal clase. Y a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de cada uno condicione el libre desarrollo de todos. III LITERATURA SOCIALISTA Y COMUNISTA 1. El socialismo reaccionario a) El socialismo feudal La aristocracia francesa e inglesa, que no se resignaba a abandonar su puesto histórico, se dedicó, cuando ya no pudo hacer otra cosa, a escribir libelos contra la moderna sociedad burguesa. En la revolución francesa de julio de 1830, en el movimiento reformista inglés, volvió a sucumbir, arrollada por el odiado intruso. Y no pudiendo dar ya ninguna batalla política seria, no le quedaba más arma que la pluma. Mas también en la palestra literaria habían cambiado los tiempos; ya no era posible seguir empleando el lenguaje de la época de la Restauración. Para ganarse simpatías, la aristocracia hubo de olvidar aparentemente sus intereses y acusar a la burguesía, sin tener presente más interés que el de la clase obrera explotada. De este modo, se daba el gusto de provocar a su adversario y vencedor con amenazas y de musitarle al oído profecías más o menos catastróficas. Nació así, el socialismo feudal, una mezcla de lamento, eco del pasado y rumor sordo del porvenir; un socialismo que de vez en cuando asestaba a la burguesía un golpe en medio del corazón con sus juicios sardónicos y acerados, pero que casi siempre movía a risa por su total incapacidad para comprender la marcha de la historia moderna. Con el fin de atraer hacia sí al pueblo, tremolaba el saco del mendigo proletario por bandera. Pero cuantas veces lo seguía, el pueblo veía brillar en las espaldas de los caudillos las viejas armas feudales y se dispersaba con una risotada nada contenida y bastante irrespetuosa. 621 Una parte de los legitimistas franceses y la joven Inglaterra, fueron los más perfectos organizadores de este espectáculo. Esos señores feudales, que tanto insisten en demostrar que sus modos de explotación no se parecían en nada a los de la burguesía, se olvidan de una cosa, y es de que las circunstancias y condiciones en que ellos llevaban a cabo su explotación han desaparecido. Y, al enorgullecerse de que bajo su régimen no existía el moderno proletariado, no advierten que esta burguesía moderna que tanto abominan, es un producto históricamente necesario de su orden social. Por lo demás, no se molestan gran cosa en encubrir el sello reaccionario de sus doctrinas, y así se explica que su más rabiosa acusación contra la burguesía sea precisamente el crear y fomentar bajo su régimen una clase que está llamada a derruir todo el orden social heredado. Lo que más reprochan a la burguesía no es el engendrar un proletariado, sino el engendrar un proletariado revolucionario. Por eso, en la práctica están siempre dispuestos a tomar parte en todas las violencias y represiones contra la clase obrera, y en la prosaica realidad se resignan, pese a todas las retóricas ampulosas, a recolectar también los huevos de oro y a trocar la nobleza, el amor y el honor caballerescos por el vil tráfico en lana, remolacha y aguardiente. Como los curas van siempre del brazo de los señores feudales, no es extraño que con este socialismo feudal venga a confluir el socialismo clerical. Nada más fácil que dar al ascetismo cristiano un barniz socialista. ¿No combatió también el cristianismo contra la propiedad privada, contra el matrimonio, contra el Estado? ¿No predicó frente a las instituciones la caridad y la limosna, el celibato y el castigo de la carne, la vida monástica y la Iglesia? El socialismo cristiano es el hisopazo con que el clérigo bendice el despecho del aristócrata. b) El socialismo pequeñoburgués La aristocracia feudal no es la única clase derrocada por la burguesía, la única clase cuyas condiciones de vida ha venido a oprimir y matar la sociedad burguesa moderna. Los villanos medievales y los pequeños labriegos fueron los precursores de la moderna burguesía. Y en los países en que la industria y el comercio no han alcanzado un nivel suficiente de desarrollo, esta clase sigue vegetando al lado de la burguesía ascensional. En aquellos otros países en que la civilización moderna alcanza un cierto grado de progreso, ha venido a formarse una nueva clase pequeñoburguesa que flota entre la burguesía y el proletariado y que, si bien gira constantemente en torno a la sociedad burguesa como satélite suyo, no hace más que brindar nuevos elementos al proletariado, precipitados a éste por la concurrencia; al desarrollarse la gran industria llega un momento en que esta parte de la sociedad moderna pierde su substantividad y se ve 622 suplantada en el comercio, en la manufactura, en la agricultura por los capataces y los domésticos. En países como Francia, en que la clase labradora representa mucho más de la mitad de la población, era natural que ciertos escritores, al abrazar la causa del proletariado contra la burguesía, tomasen por norma, para criticar el régimen burgués, los intereses de los pequeños burgueses y los campesinos, simpatizando por la causa obrera con el ideario de la pequeña burguesía. Así nació el socialismo pequeñoburgués. Su representante más caracterizado, lo mismo en Francia que en Inglaterra, es Sismondi. Este socialismo ha analizado con una gran agudeza las contradicciones del moderno régimen de producción. Ha desenmascarado las argucias hipócritas con que pretenden justificarlas los economistas. Ha puesto de relieve de modo irrefutable, los efectos aniquiladores del maquinismo y la división del trabajo, la concentración de los capitales y la propiedad inmueble, la superproducción, las crisis, la inevitable desaparición de los pequeños burgueses y labriegos, la miseria del proletariado, la anarquía reinante en la producción, las desigualdades irritantes que claman en la distribución de la riqueza, la aniquiladora guerra industrial de unas naciones contra otras, la disolución de las costumbres antiguas, de la familia tradicional, de las viejas nacionalidades. Pero en lo que atañe ya a sus fórmulas positivas, este socialismo no tiene más aspiración que restaurar los antiguos medios de producción y de cambio, y con ellos el régimen tradicional de propiedad y la sociedad tradicional, cuando no pretende volver a encajar por la fuerza los modernos medios de producción y de cambio dentro del marco del régimen de propiedad que hicieron y forzosamente tenían que hacer saltar. En uno y otro caso peca, a la par, de reaccionario y de utópico. En la manufactura, la restauración de los viejos gremios, y en el campo, la implantación de un régimen patriarcal: he ahí sus dos magnas aspiraciones. Hoy, esta corriente socialista ha venido a caer en una cobarde modorra. c) El socialismo alemán o "verdadero" socialismo La literatura socialista y comunista de Francia, nacida bajo la presión de una burguesía gobernante y expresión literaria de la lucha librada contra su avasallamiento, fue importada en Alemania en el mismo instante en que la burguesía empezaba a sacudir el yugo del absolutismo feudal. Los filósofos, pseudofilósofos y grandes ingenios del país se asimilaron codiciosamente aquella literatura, pero olvidando que con las doctrinas no habían pasado la frontera también las condiciones sociales a que respondían. Al enfrentarse con la situación alemana, la literatura socialista francesa perdió toda su importancia práctica directa, para asumir una fisonomía puramente literaria y convertirse en una ociosa especulación acerca del espíritu humano y de sus proyecciones sobre la realidad. Y así, mientras que los 623 postulados de la primera revolución francesa eran, para los filósofos alemanes del siglo XVIII, los postulados de la “razón práctica” en general, las aspiraciones de la burguesía francesa revolucionaria representaban a sus ojos las leyes de la voluntad pura, de la voluntad ideal, de una voluntad verdaderamente humana. La única preocupación de los literatos alemanes era armonizar las nuevas ideas francesas con su vieja conciencia filosófica, o, por mejor decir, asimilarse desde su punto de vista filosófico aquellas ideas. Esta asimilación se llevó a cabo por el mismo procedimiento con que se asimila uno una lengua extranjera: traduciéndola. Todo el mundo sabe que los monjes medievales se dedicaban a recamar los manuscritos que atesoraban las obras clásicas del paganismo con todo género de insubstanciales historias de santos de la Iglesia católica. Los literatos alemanes procedieron con la literatura francesa profana de un modo inverso. Lo que hicieron fue empalmar sus absurdos filosóficos a los originales franceses. Y así, donde el original desarrollaba la crítica del dinero, ellos pusieron: “expropiación del ser humano”; donde se criticaba el Estado burgués: “abolición del imperio de lo general abstracto”, y así por el estilo. Esta interpelación de locuciones y galimatías filosóficos en las doctrinas francesas, fue bautizada con los nombres de “filosofía del hecho” , “verdadero socialismo”, “ciencia alemana del socialismo”, “fundamentación filosófica del socialismo”, y otros semejantes. De este modo, la literatura socialista y comunista francesa perdía toda su virilidad. Y como, en manos de los alemanes, no expresaba ya la lucha de una clase contra otra clase, el profesor germano se hacía la ilusión de haber superado el “parcialismo francés”; a falta de verdaderas necesidades pregonaba la de la verdad, y a falta de los intereses del proletariado mantenía los intereses del ser humano, del hombre en general, de ese hombre que no reconoce clases, que ha dejado de vivir en la realidad para transportarse al cielo vaporoso de la fantasía filosófica. Sin embargo, este socialismo alemán, que tomaba tan en serio sus desmayados ejercicios escolares y que tanto y tan solemnemente trompeteaba, fue perdiendo poco a poco su pedantesca inocencia. En la lucha de la burguesía alemana, y principalmente, de la prusiana, contra el régimen feudal y la monarquía absoluta, el movimiento liberal fue tomando un cariz más serio. Esto deparaba al “verdadero” socialismo la ocasión apetecida para oponer al movimiento político las reivindicaciones socialistas, para fulminar los consabidos anatemas contra el liberalismo, contra el Estado representativo, contra la libre concurrencia burguesa, contra la libertad de Prensa, la libertad, la igualdad y el derecho burgueses, predicando ante la masa del pueblo que con este movimiento burgués no saldría ganando nada y sí perdiendo mucho. El socialismo alemán se cuidaba de olvidar oportunamente que la crítica francesa, de la que no era más que un eco sin vida, presuponía la existencia de la 624 sociedad burguesa moderna, con sus peculiares condiciones materiales de vida y su organización política adecuada, supuestos previos ambos en torno a los cuales giraba precisamente la lucha en Alemania. Este “verdadero” socialismo les venía al dedillo a los gobiernos absolutos alemanes, con toda su cohorte de clérigos, maestros de escuela, hidalgüelos raídos y cagatintas, pues les servía de espantapájaros contra la amenazadora burguesía. Era una especie de melifluo complemento a los feroces latigazos y a las balas de fusil con que esos gobiernos recibían los levantamientos obreros. Pero el “verdadero” socialismo, además de ser, como vemos, un arma en manos de los gobiernos contra la burguesía alemana, encarnaba de una manera directa un interés reaccionario, el interés de la baja burguesía del país. La pequeña burguesía, heredada del siglo XVI y que desde entonces no había cesado de aflorar bajo diversas formas y modalidades, constituye en Alemania la verdadera base social del orden vigente. Conservar esta clase es conservar el orden social imperante. Del predominio industrial y político de la burguesía teme la ruina segura, tanto por la concentración de capitales que ello significa, como porque entraña la formación de un proletariado revolucionario. El “verdadero” socialismo venía a cortar de un tijeretazo -así se lo imaginaba ella- las dos alas de este peligro. Por eso, se extendió por todo el país como una verdadera epidemia. El ropaje ampuloso en que los socialistas alemanes envolvían el puñado de huesos de sus “verdades eternas”, un ropaje tejido con hebras especulativas, bordado con las flores retóricas de su ingenio, empapado de nieblas melancólicas y románticas, hacía todavía más gustosa la mercancía para ese público. Por su parte, el socialismo alemán comprendía más claramente cada vez que su misión era la de ser el alto representante y abanderado de esa baja burguesía. Proclamó a la nación alemana como nación modelo y al súbdito alemán como el tipo ejemplar de hombre. Dio a todos sus servilismos y vilezas un hondo y oculto sentido socialista, tornándolos en lo contrario de lo que en realidad eran. Y al alzarse curiosamente contra las tendencias “barbaras y destructivas” del comunismo, subrayando como contraste la imparcialidad sublime de sus propias doctrinas, ajenas a toda lucha de clases, no hacía más que sacar la última consecuencia lógica de su sistema. Toda la pretendida literatura socialista y comunista que circula por Alemania, con poquísimas excepciones, profesa estas doctrinas repugnantes y castradas . 2. El socialismo burgués o conservador Una parte de la burguesía desea mitigar las injusticias sociales, para de este modo garantizar la perduración de la sociedad burguesa. 625 Se encuentran en este bando los economistas, los filántropos, los humanitarios, los que aspiran a mejorar la situación de las clases obreras, los organizadores de actos de beneficencia, las sociedades protectoras de animales, los promotores de campañas contra el alcoholismo, los predicadores y reformadores sociales de toda laya. Pero, además, de este socialismo burgués han salido verdaderos sistemas doctrinales. Sirva de ejemplo la Filosofía de la miseria de Proudhon. Los burgueses socialistas considerarían ideales las condiciones de vida de la sociedad moderna sin las luchas y los peligros que encierran. Su ideal es la sociedad existente, depurada de los elementos que la corroen y revolucionan: la burguesía sin el proletariado. Es natural que la burguesía se represente el mundo en que gobierna como el mejor de los mundos posibles. El socialismo burgués eleva esta idea consoladora a sistema o semisistema. Y al invitar al proletariado a que lo realice, tomando posesión de la nueva Jerusalén, lo que en realidad exige de él es que se avenga para siempre al actual sistema de sociedad, pero desterrando la deplorable idea que de él se forma. Una segunda modalidad, aunque menos sistemática bastante más práctica, de socialismo, pretende ahuyentar a la clase obrera de todo movimiento revolucionario haciéndole ver que lo que a ella le interesa no son tales o cuales cambios políticos, sino simplemente determinadas mejoras en las condiciones materiales, económicas, de su vida. Claro está que este socialismo se cuida de no incluir entre los cambios que afectan a las “condiciones materiales de vida” la abolición del régimen burgués de producción, que sólo puede alcanzarse por la vía revolucionaria; sus aspiraciones se contraen a esas reformas administrativas que son conciliables con el actual régimen de producción y que, por tanto, no tocan para nada a las relaciones entre el capital y el trabajo asalariado, sirviendo sólo -en el mejor de los casos- para abaratar a la burguesía las costas de su reinado y sanearle el presupuesto. Este socialismo burgués a que nos referimos, sólo encuentra expresión adecuada allí donde se convierte en mera figura retórica. ¡Pedimos el librecambio en interés de la clase obrera! ¡En interés de la clase obrera pedimos aranceles protectores! ¡Pedimos prisiones celulares en interés de la clase trabajadora! Hemos dado, por fin, con la suprema y única seria aspiración del socialismo burgués. Todo el socialismo de la burguesía se reduce, en efecto, a una tesis y es que los burgueses lo son y deben seguir siéndolo... en interés de la clase trabajadora. 3. El socialismo y el comunismo crítico-utópico No queremos referirnos aquí a las doctrinas que en todas las grandes revoluciones modernas abrazan las aspiraciones del proletariado (obras de Babeuf, etc.). 626 Las primeras tentativas del proletariado para ahondar directamente en sus intereses de clase, en momentos de conmoción general, en el período de derrumbamiento de la sociedad feudal, tenían que tropezar necesariamente con la falta de desarrollo del propio proletariado, de una parte, y de otra con la ausencia de las condiciones materiales indispensables para su emancipación, que habían de ser el fruto de la época burguesa. La literatura revolucionaria que guía estos primeros pasos vacilantes del proletariado es, y necesariamente tenía que serlo, juzgada por su contenido, reaccionaria. Estas doctrinas profesan un ascetismo universal y un torpe y vago igualitarismo. Los verdaderos sistemas socialistas y comunistas, los sistemas de Saint-Simon, de Fourier, de Owen, etc., brotan en la primera fase embrionaria de las luchas entre el proletariado y la burguesía, tal como más arriba la dejamos esbozada. (V. el capítulo “Burgueses y proletarios”). Cierto es que los autores de estos sistemas penetran ya en el antagonismo de las clases y en la acción de los elementos disolventes que germinan en el seno de la propia sociedad gobernante. Pero no aciertan todavía a ver en el proletariado una acción histórica independiente, un movimiento político propio y peculiar. Y como el antagonismo de clase se desarrolla siempre a la par con la industria, se encuentran con que les faltan las condiciones materiales para la emancipación del proletariado, y es en vano que se debatan por crearlas mediante una ciencia social y a fuerza de leyes sociales. Esos autores pretenden suplantar la acción social por su acción personal especulativa, las condiciones históricas que han de determinar la emancipación proletaria por condiciones fantásticas que ellos mismos se forjan, la gradual organización del proletariado como clase por una organización de la sociedad inventada a su antojo. Para ellos, el curso universal de la historia que ha de venir se cifra en la propaganda y práctica ejecución de sus planes sociales. Es cierto que en esos planes tienen la conciencia de defender primordialmente los intereses de la clase trabajadora, pero sólo porque la consideran la clase más sufrida. Es la única función en que existe para ellos el proletariado. La forma embrionaria que todavía presenta la lucha de clases y las condiciones en que se desarrolla la vida de estos autores hace que se consideren ajenos a esa lucha de clases y como situados en un plano muy superior. Aspiran a mejorar las condiciones de vida de todos los individuos de la sociedad, incluso los mejor acomodados. De aquí que no cesen de apelar a la sociedad entera sin distinción, cuando no se dirigen con preferencia a la propia clase gobernante. Abrigan la seguridad de que basta conocer su sistema para acatarlo como el plan más perfecto para la mejor de las sociedades posibles. Por eso, rechazan todo lo que sea acción política, y muy principalmente la revolucionaria; quieren realizar sus aspiraciones por la vía pacífica e intentan abrir paso al nuevo evangelio social predicando con el ejemplo, por medio de pequeños experimentos que, naturalmente, les fallan siempre. 627 Estas descripciones fantásticas de la sociedad del mañana brotan en una época en que el proletariado no ha alcanzado aún la madurez, en que, por tanto, se forja todavía una serie de ideas fantásticas acerca de su destino y posición, dejándose llevar por los primeros impulsos, puramente intuitivos, de transformar radicalmente la sociedad. Y, sin embargo, en estas obras socialistas y comunistas hay ya un principio de crítica, puesto que atacan las bases todas de la sociedad existente. Por eso, han contribuido notablemente a ilustrar la conciencia de la clase trabajadora. Mas, fuera de esto, sus doctrinas de carácter positivo acerca de la sociedad futura, las que predican, por ejemplo, que en ella se borrarán las diferencias entre la ciudad y el campo o las que proclaman la abolición de la familia, de la propiedad privada, del trabajo asalariado, el triunfo de la armonía social, la transformación del Estado en un simple organismo administrativo de la producción.... giran todas en torno a la desaparición de la lucha de clases, de esa lucha de clases que empieza a dibujarse y que ellos apenas si conocen en su primera e informe vaguedad. Por eso, todas sus doctrinas y aspiraciones tienen un carácter puramente utópico. La importancia de este socialismo y comunismo crítico-utópico está en razón inversa al desarrollo histórico de la sociedad. Al paso que la lucha de clases se define y acentúa, va perdiendo importancia práctica y sentido teórico esa fantástica posición de superioridad respecto a ella, esa fe fantástica en su supresión. Por eso, aunque algunos de los autores de estos sistemas socialistas fueran en muchos respectos verdaderos revolucionarios, sus discípulos forman hoy día sectas indiscutiblemente reaccionarias, que tremolan y mantienen impertérritas las viejas ideas de sus maestros frente a los nuevos derroteros históricos del proletariado. Son, pues, consecuentes cuando pugnan por mitigar la lucha de clases y por conciliar lo inconciliable. Y siguen soñando con la fundación de falansterios, con la colonización interior, con la creación de una pequeña Icaria, edición en miniatura de la nueva Jerusalén... . Y para levantar todos esos castillos en el aire, no tienen más remedio que apelar a la filantrópica generosidad de los corazones y los bolsillos burgueses. Poco a poco van resbalando a la categoría de los socialistas reaccionarios o conservadores, de los cuales sólo se distinguen por su sistemática pedantería y por el fanatismo supersticioso con que comulgan en las milagrerías de su ciencia social. He ahí por qué se enfrentan rabiosamente con todos los movimientos políticos a que se entrega el proletariado, lo bastante ciego para no creer en el nuevo evangelio que ellos le predican. En Inglaterra, los owenistas se alzan contra los cartistas, y en Francia, los reformistas tienen enfrente a los discípulos de Fourier. 628 IV ACTITUD DE LOS COMUNISTAS ANTE LOS OTROS PARTIDOS DE LA OPOSICION Después de lo que dejamos dicho en el capítulo II, fácil es comprender la relación que guardan los comunistas con los demás partidos obreros ya existentes, con los cartistas ingleses y con los reformadores agrarios de Norteamérica. Los comunistas, aunque luchando siempre por alcanzar los objetivos inmediatos y defender los intereses cotidianos de la clase obrera, representan a la par, dentro del movimiento actual, su porvenir. En Francia se alían al partido democrático-socialista contra la burguesía conservadora y radical, mas sin renunciar por esto a su derecho de crítica frente a los tópicos y las ilusiones procedentes de la tradición revolucionaria. En Suiza apoyan a los radicales, sin ignorar que este partido es una mezcla de elementos contradictorios: de demócratas socialistas, a la manera francesa, y de burgueses radicales. En Polonia, los comunistas apoyan al partido que sostiene la revolución agraria, como condición previa para la emancipación nacional del país, al partido que provocó la insurrección de Cracovia en 1846. En Alemania, el partido comunista luchará al lado de la burguesía, mientras ésta actúe revolucionariamente, dando con ella la batalla a la monarquía absoluta, a la gran propiedad feudal y a la pequeña burguesía. Pero todo esto sin dejar un solo instante de laborar entre los obreros, hasta afirmar en ellos con la mayor claridad posible la conciencia del antagonismo hostil que separa a la burguesía del proletariado, para que, llegado el momento, los obreros alemanes se encuentren preparados para volverse contra la burguesía, como otras tantas armas, esas mismas condiciones políticas y sociales que la burguesía, una vez que triunfe, no tendrá más remedio que implantar; para que en el instante mismo en que sean derrocadas las clases reaccionarias comience, automáticamente, la lucha contra la burguesía. Las miradas de los comunistas convergen con un especial interés sobre Alemania, pues no desconocen que este país está en vísperas de una revolución burguesa y que esa sacudida revolucionaria se va a desarrollar bajo las propicias condiciones de la civilización europea y con un proletariado mucho más potente que el de Inglaterra en el siglo XVII y el de Francia en el XVIII, razones todas para que la revolución alemana burguesa que se avecina no sea más que el preludio inmediato de una revolución proletaria. Resumiendo: los comunistas apoyan en todas partes, como se ve, cuantos movimientos revolucionarios se planteen contra el régimen social y político imperante. 629 En todos estos movimientos se ponen de relieve el régimen de la propiedad, cualquiera que sea la forma más o menos progresiva que revista, como la cuestión fundamental que se ventila. Finalmente, los comunistas laboran por llegar a la unión y la inteligencia de los partidos democráticos de todos los países. Los comunistas no tienen por qué guardar encubiertas sus ideas e intenciones. Abiertamente declaran que sus objetivos sólo pueden alcanzarse derrocando por la violencia todo el orden social existente. Tiemblen, si quieren, las clases gobernantes, ante la perspectiva de una revolución comunista. Los proletarios, con ella, no tienen nada que perder, como no sea sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo entero que ganar. ¡Proletarios de todos los Países, uníos! . Guia de Estudio | Archivo Marx-Engels i Cfr. Agapito Maestre et alia:¿Qué es Ilustración?, citado en bibliografía, págs. 8-9, nota. Para una versión en español de los textos de Zöllner y Mendelssohn, véase el libro mencionado de Agapito Maestre. ii