Ciudadanías Excluidas: los Migrantes Mexicanos frente al Estado-Nación1 Dra. Alejandra Castañeda Gómez del Campo Profesora Invitada Universidad Iberoamericana Ponencia presentada en el Seminario Hermenéutica y Multiculturalismo Escuela Nacional de Antropología, Licenciatura de Etnología Febrero 28, 2006. “Deseo meterme bastante a fondo en la política más que nada por los movimientos y los cambios que están pasando en México.....la lucha constante que está pasando en México, me inspira bastante y prende un fuego dentro de mi y me hace sentir ir allá.....me siento un tanto atado porque estoy físicamente aquí y no allá, no puedo actuar de lleno. Pero a la vez aquí hay muchos mexicanos y Latinos que si de alguna manera se lograra concientizar a todas esas personas.....ya sé que es un sueño...entonces pienso que se podría poner bastante presión en el gobierno Mexicano...” José, quien migró a California como trabajador agrícola hace doce años y finalmente entró a estudiar en la Universidad de California Santa Cruz, medita acerca de su existencia como sujeto político. Aquí y allá. Aquí José se siente atado. Allá es donde quiere actuar. Aquí es donde se encuentra físicamente. Allá, el lugar que quiere influenciar. José sabe que se encuentra entre el deseo de participar en la política mexicana y un impedimento físico y legal que no le permite cumplir su deseo. A pesar de esto, ve más allá de su circunstancias e imagina una posibilidad para tener una subjetividad política activa. Otros migrantes siguen su ejemplo. En los útimos 17 años la actividad política de los migrantes mexicanos se ha intensificado llevando en parte a la modificación de dos artículos constitucionales en 1996, a saber, la ley de no-pérdida de la nacionalidad y la reforma al Artículo 36 que abrió la posibilidad del voto en el extranjero y, finalmente, a la aprobación el 28 de junio de 2005 de un mecanismo para la implementación del voto en el extranjero para las elecciones de 2006. 1 Fragmentos de este artículo se publicaron en “Ciudadanía y Transnacionalismo: el desafío de los Mexicanos en Estados Unidos.” En Mexicanos en el Estados Unidos: la Nación, la Política y el voto sin Fronteras. Santamaría, Arturo. 2001. Universidad Autónoma de Sinaloa. La conocida como ley del voto en el extranjero conjunta de manera muy clara dos aspectos de la ciudadanía: el legal y el sociocultural. Estos dos cambian conforme se entretejen con las acciones de las instituciones y los individuos. Primero, desde una perspectiva legal liberal, el voto es un derecho de naturaleza política que indica membresía a una entidad política. Segundo, e independientemente de una definición teórica, para los migrantes que han estado negociando en México por el voto en el extranjero, el derecho al voto aparece como indicador de diferentes clases de ciudadanos, de membresía a una comunidad o exclusión de la misma (ciudadano de primera clase siendo aquel que cuenta con todos los derechos, y el de segunda aquel que tiene sus derechos limitados). En este sentido, el voto es visto como un reflejo de la ciudadanía, una noción que para los migrantes se expande al ámbito sociocultural. En el presente trabajo se explora, desde una perspectiva antropológica, las diferentes dimensiones que conforman la noción de ciudadanía. En específico se revisa la manera en que la presencia de mexicanos en Estados Unidos representa un reto para la práctica y definición de la idea de ciudadanía. El caso mexicano es particularmente ilustrativo de las contradicciones que se ponen en juego cuando convergen nociones contrastantes de política y ciudadanía ya que se refiere a una porción significativa de sujetos que viven inmersos en la migración transnacional, y cuyas vidas se ven afectadas por los distintos marcos legales que los circundan. Así, al estudiar a los migrantes mexicanos en Estados Unidos, este ensayo se inserta en el debate en torno a cómo conceptualizar la ciudadanía en un mundo globalizado. Para comprender la ciudadanía se puede tomar un enfoque centrado en el estado o en el reconocimiento de los migrantes mexicanos como actores políticos, lo mismo que sujetos de la ley. En principio las leyes determinan quienes quedan incluidos y excluidos como miembros de la nación. Sin embargo, más allá de lo textual, las personas y las leyes se encuentran inmersas en una relación dinámica enmarcada por las prácticas culturales y de poder. En el caso de los migrantes mexicanos que viven en Estados Unidos la Constitución y las leyes secundarias establecen de manera discursiva los límites de la membresía al estado-nación. Empero, las prácticas cotidianas de éstos orillan a flexibilizar la noción legal y en esencia rigurosa de ciudadanía. En este sentido, se entiende que las personas son quienes otorgan vida y habitan las leyes, quienes en su interacción con la ley, 2 la modifican y al mismo tiempo dan contenido a su ciudadanía. La ley no es neutral, y aunque aparece aparentemente del lado de los poderosos, la ley es un fenómeno dinámico y en constante cambio (Nader, 2002: 11-12). Puede decirse que la ciudadanía migrante se produce a través de la interacción en sus vidas de tres dominios: + el sentido de pertenencia + el legal + el político Ya que los migrantes mexicanos están sujetos a dos marcos legales, el de México y el de Estados Unidos, pueden identificarse tres estrategias de construcción y práctica de la ciudadanía: - la primera puede observarse en las prácticas de pertenencia de los migrantes, en como éstos viven y crean un espacio transnacional social, un espacio sociocultural en el que viven simultáneamente aquí y allá. - la segunda se enmarca en el espacio político, visto éste también como una esfera de pertenencia. Aquí, los migrantes se han convertido en agentes políticos activos (individualmente y a través de organizaciones) y quienes con su lucha van redefiniendo su ciudadanía, ante sus conciudadanos y ante los estados-nación que habitan. - de la tercera estrategia, a saber, de la relación entre leyes y migrantes surge una política de la ciudadanía donde la ciudadanía se vuelve un lugar para la lucha por derechos, por la pertenencia pero también por la dignidad y reconocimiento como miembros de la nación. Los migrantes son la vida de la ley, ellos las experimentan y al hacerlo experimentan el poder del estado-nación lo mismo que encuentran espacios para la resistencia y la agencia. En su interacción con el ámbito político y legal le dan contenido a su agencia. Así, la política de la ciudadanía que los migrantes experimentan está enmarcada por una estructura de instituciones y leyes que provienen de dos naciones. Mientras que esta estructura rige sus vidas, también provee de nuevas rutas, y puede ser vista como una red de posibilidades y de imposibilidades por donde se mueven los migrantes. Finalmente, algunos migrantes producen una política de la ciudadanía que enfrenta al estado cara a cara en la arena política formal buscando reformular la relación entre el estado-nación y sus ciudadanos. 3 A través de la pregunta sobre cómo se construye la ciudadanía migrante, la cual está relacionada con el voto pero no inicia ni se detiene ahí puede decirse que ésta adquiere contenido en los tres dominios antes mencionados: en el de la ley, en el de la pertenencia y en el de la política—es decir en el marco de una relación más estructurada e institucional con el estado-nación. La ciudadanía de los migrantes mexicanos es incompleta, excluida por las dos naciones que los migrantes cruzan, en particular México y Estados Unidos. A su vez, a través de las prácticas políticas y de pertenencia de los mismos migrantes, su ciudadanía ha ido adquiriendo un contenido que va más allá de los marcos legales establecidos por los estados-nación que ellos habitan. En el caso de los migrantes mexicanos que viven en Estados Unidos, la Constitución mexicana y las leyes secundarias establecen de manera discursiva los límites de su membresía al estado-nación. Empero, las prácticas cotidianas de éstos orillan a flexibilizar la noción legal y en esencia rigurosa de ciudadanía. En este sentido, se entiende que las personas son quienes otorgan vida y habitan las leyes, quienes en su interacción con la ley, la modifican y al mismo tiempo dan contenido a su ciudadanía. Los migrantes mexicanos viven inmersos en dos espacios legales creando así una coyuntura donde practican una cultura de la ciudadanía, es decir, una ciudadanía construida y negociada a través de las prácticas socioculturales y concepciones de membresía a una comunidad dada, ya sea al nivel nacional, regional o local de los distintos actores sociales (Cf. Castañeda, 2004:71). Sin duda, la ciudadanía migrante es construida desde la tensa e ineludible relación con los estados mexicano y norteamericano. Cambiando papeles: ciudadanía, nación y migrantes “Me hice ciudadana para no perder derechos, como dicen que cada vez se están perdiendo más derechos de los residentes, pues en realidad lo están forzando a uno a ciudadanizarse, pero yo no me siento menos mexicana por eso, eso no me hace menos mexicana, yo sigo en México.” Este testimonio es de Doña Carmen, una mujer en sus 60s, de clase media, que vino a Estados Unidos a fines de la década de los 60s desde Aguililla, Michoacán y ahora vive 4 como residente en Redwood City, California. Sus palabras apuntan a una serie de asuntos relacionados: en primer lugar está lo legal, la cuestión de derechos--hacerse ciudadana para no perder derechos--; de identidad--yo no me siento menos mexicana--; de membresía y noción de lugar--yo sigo en México. Las palabras de Doña Carmen representan una de las formas en que los migrantes se relacionan con el asunto de la ciudadanía, esto es, en términos de identidad y pertenencia, con el ámbito legal siempre acechando. Doña Carmen expresa en su propios términos, su perspectiva sobre cómo la ley migratoria de Estados Unidos afecta su vida, es decir, cómo la induce a tomar una decisión que de otra manera no habría tomado, “lo están forzando a uno a ciudadanizarse”. Ella está consciente del hecho de que hay leyes estadounidenses que directamente impactan su vida diaria. Aunque no lo mencione especificamente, Doña Carmen está haciendo referencia a la ley de inmigración de 1996 destinada a restringir los derechos de los residentes; y tal vez igualmente a la proposición 187 y toda su propaganda contra los mexicanos en California. Por otra parte, en sus propias palabras la idea de pertenencia a un país, esto es, a una comunidad imaginada, está claramente presente. Para Doña Carmen, tomar otra ciudadanía no significa perder la original, a pesar de lo que digan las leyes. La identidad de Doña Carmen probablemente se ha visto reforzada por el contexto racial a que se ha enfrentado desde su llegada a Estados Unidos donde el color del cuerpo se vuelve una marca imposible de borrar. Al vivir en un estado tan racialmente tenso como California, la respuesta de Doña Carmen es reafirmar su identidad y contra-atacar resistiendo a la nueva subjetividad adquirida al cruzar la frontera. Por supesto, ella no está sola en este proceso, otros mexicanos están atrapados en este juego de producción de subjetividades sociales. Además del poderoso contexto social que la rodea, las palabras de Doña Carmen expresan un fuerte sentido de lugar, de dónde se encuentra y cuál es su país. Para ella, ese lugar está aquí, donde vive, aquí en California. Aunque pueda parecer extraño, ella considera que todavía está en México. Es integrante de un estado-nación, ella pertenece a México a pesar del hecho de que se sintió forzada a cambiar de ciudadanía. Sus palabras reflejan un fuerte sentido de pertenencia revelando los diferentes significados con que cuenta la idea de ciudadanía, pero también el contradictorio espacio socio-cultural habitado por los migrantes mexicanos. En su vida el aspecto legal casi adquiere vida propia, un 5 sentimiento que ella claramente expresa cuando dice “lo están forzando a uno a ciudadanizarse.” En cada uno de sus traslados, los migrantes construyen un tejido social que, a pesar de encontrarse enmarcado por relaciones transnacionales, adquiere profundidad y solidez. En las múltiples localidades que habitan, los migrantes adquieren diferentes y cambiantes estatus e identidades, donde nuevas historias y relaciones van siendo construidas encima de viejas relaciones.2 Los migrantes siguen siendo parte de una familia; el parentesco estructura parte de sus vidas y define su identidad inmediata. De igual forma, pertenecen a un pueblo, a su historia, a sus costumbres. Esta pertenencia está marcada tanto por las redes familiares, como por sus intereses económicos, y las ligas emocionales que sostienen. Un ejemplo claro es el de Doña Carmen, en cuya voz pueden verse reflejadas las experiencias y la nostalgia de muchos otros migrantes mexicanos. Después de la larga conversación que Doña Carmen y yo tuvimos, platicamos sobre el lugar de nacimiento de sus hijos: “¿sus dos hijas nacieron aquí y sus dos hijos nacieron allá?”-le pregunté-. Me corrigió, “no, mis dos hijas nacieron en México y mis dos hijos aquí en EU.” Me reí. Habíamos hablado por tanto tiempo acerca de México, sobre Aguililla, y sus historias; el estar en esa casa que se sentía como típica de clase media mexicana, me desubicó y pensé que me encontraba en México. ¿Acaso estaba en México? ¿Me habían transportado sus palabras? “En realidad estamos en México—me dijo Doña Cármen—ésto es México nomás que ellos nos los quitaron, no sé, como en una guerra, así como son ellos, pero nosotros tenemos más derecho de estar aquí. No debíamos de estar pidiendo derechos porque tenemos más derecho de estar aquí”. En este ejemplo puede verse como la noción de espacio que permea la existencia de los migrantes no es rígida aun cuando así pueda ser percibida. Por otra parte, en el testimonio se puede notar que Doña Carmen es una mujer con ideas muy articuladas y con un sentido de pertenencia fuertemente conectado a la historia, al lugar de donde proviene y a su propia idea de lo que constituye México. Doña Carmen muestra cómo su historia personal, su vida Cf. Glick-Sciller, Nina. 1992. “Transnationalism: a New Analytic Framework for Understanding Migration”. In GlickSchiller, Nina,et al. p. 1 2 6 de migrante cruzada por dos naciones, la lleva mas allá de la repetición de una lección escolar de historia. Al decir “esto es México nomás que ellos nos lo quitaron....nosotros tenemos más derecho de estar aquí...” está hablando de una lección aprendida más allá de la escuela, ella la ha vivido cada día de sus treinta años de migrante trans-nacional. Para ella, esta versión de la historia oficial mexicana--sobre la pérdida de la mitad del territorio-es muy real y su significado una potente fuente para construir su identidad. Doña Carmen crió a sus hijos sola. Su marido la abandonó antes de que naciera su hijo menor. En ese tiempo ya radicaba en Estados Unidos y con el apoyo de sus hermanos que vivían cerca logró salir adelante. Sus padres y un hermano se quedaron en Aguililla. Ella fue y vino por varios años entre Redwood City y Aguililla. Ahora va a México de vacaciones. En algún momento de esta historia de traslados, uno de sus hermanos le dijo que tuviera a su hijo en Estados Unidos “porque así sería más fácil arreglar papeles”, los de residencia en este caso. Ella siguió el consejo y tuvo a dos de sus hijos en Estados Unidos. Como en otras historias, este es es un ejemplo de un momento en que los migrantes usan la legalidad en su favor, podría incluso decirse que la ley adquiere vida al ser usada de manera activa por los migrantes, como respuesta a una presencia hegemónica, la del estadonación, que constantemente busca limitar sus posibilidades de agencia. En otras palabras, este tipo de eventos/momentos son coyunturas donde se encuentran el estado, a través de leyes, y la gente. En el encuentro cotidiano con reglas y restricciones, la gente descifra y construye un marco de posibilidades e imposibilidades a través del cual maniobran. Para Doña Carmen, como para muchos otros, obtener la residencia implicaba acceso a otros beneficios para ella y su familia pero, principalmente, mayor movilidad, tanto en el mercado laboral como de desplazamiento entre Michoacán y California. Las líneas que marcan el destino y la vida de los migrantes se vuelven más anchas y profundas conforme son llenadas de historias, de memorias, de paradojas, de sueños y desesperanzas. Los migrantes crean un espacio trans-nacional social, que está enmarcado por procesos transnacionales pero que es vivido y concebido como mexicano. 3 En vez de cortar sus relaciones con su lugar de origen, el desplazamiento de los migrantes situa su espacio local, su casa, su hogar, dentro de un contexto más amplio de interacciones. Los migrantes transnacionales, en efecto, se piensan como parte de un lugar concreto, que va 3 Cf. Glick-Sciller, Nina. 1992.op.cit. 7 adquiriendo cualidades míticas con el paso del tiempo. Para una gran parte de los migrantes mexicanos, México aparece en el horizonte construido como un lugar idílico, “donde los niños respetan a sus padres, que la familia sea primero, donde la gente pueda tener una fiesta sin preocuparse que el vecino llame a la policía porque todos sabemos que hoy por ti, mañana por mi.”4 Tal vez ésta sea una experiencia de inconmensurabilidad donde lo que no puede medirse es una vida ideal que nunca existió; un sentido de permanencia, de algo sólido que fue construido en un contexto de cambio constante, de conflicto y contradicción. Sin embargo, así es como muchos migrantes expresan su nostalgia por su vida en México, nostalgia que viene asociada a la queja por la falta de privacidad y respeto a la vida familiar que experimentan en Estados Unidos. Aunque el proceso para considerar un cambio de ciudadanía pudiera parecer como una decisión práctica y simple, para algunos migrantes es una elección que significa una revisión de sus lealtades, su identidad, lo mismo que sus necesidades prácticas, y la posición que ocupan en los Estados Unidos. Por ejemplo, José––de quien se habló al principio––estaba considerando aplicar para la ciudadanía norteamericana en 1997 cuando conversamos. Para él, las distintas leyes y la relación problemática entre México y Estados Unidos los deja, como él lo explica, “entre la roca y la pared.” José era renuente a la idea de ciudadanizarse norteamericano pero lo estaba pensando más en serio como resultado de los cambios en la ley de inmigración, la de 1996 en especial, y el clima anti-inmigrante prevalente en California. Al considerar este cambio de estatus legal, José estaba pasando por un debate interno: “Estoy empezando a descubrir una nueva identidad dentro de mi, ahora estoy cuestionando realmente, ¿quiero hacerme ciudadano?,¿quiero pasar a formar y a jugar el papel que me está presionando Estado Unidos a que yo juegue?. O.K. Si quiero participar dentro de lo que hay en las dos partes, si quiero aprovechar lo que ofrece este pais..., creo que voy tener que hacerme ciudadano. Otra parte de mi se revela y dice, ¡NO!, por qué voy a tener que... hacer ese cambio? Aunque es 4 Testimonio de Don Tomás, migrante mixteco que ha vivido 30 años en E.U. Entrevista, Watsonville, CA, Noviembre 1995. 8 más que nada un cambio de papeleo no un tanto mental o ideolólogico, un tanto para explotar lo que ofrece este país.” Como en el caso de Doña Carmen, la historia de José muestra cómo los migrantes interactúan con y le dan sentido al ámbito legal con que se encuentran cada día. José siente que un agente externo, los Estados Unidos, lo está haciendo actuar de una manera en particular, esto es, tomar la ciudadanía norteamericana. El se resiste a ello. Al mismo tiempo, reconoce que puede usar para su beneficio este “cambio de papeleo”. Las historias de José y Doña Carmen de cierta manera revelan como la ciudadanía es practicada y significada por los migrantes, donde la conexión entre identidad y ley adquiere prominencia. Un poco de historia: A pesar de que por años la ciudadanía política migrante había sido de hecho excluida, en 1996 el estado mexicano reformuló, al menos en forma e intención, la relación con los migrantes mexicanos y la concepción que de ellos se tenía como ciudadanos mexicanos. En este año, el Congreso mexicano aprobó la ley de no-pérdida de la nacionalidad mexicana, popularizada como ley de la doble nacionalidad. Igualmente se reformó el Artículo 36 constitucional donde se abrieron las puertas al voto de los mexicanos desde el extranjero5. Este cambio por supuesto estaba dirigido a la comunidad mexicana que vive en Estados Unidos y es resultado de la presión y el interés mostrado por grupos de migrantes por participar en la política mexicana. Nueve años después, en el umbral del año 2006, sólo la ley de la nacionalidad había sido implementada. ¿Qué sucedió con el derecho al voto de los migrantes y con sus derechos políticos en general? Después de que la ley del voto en el extranjero fuera aprobada por el Congreso mexicano en 1996, varias organizaciones migrantes empezaron a hacer campaña política para presionar por la implementación efectiva del voto en el extranjero. Algunas de las organizaciones involucradas en esta lucha han sido, entre otras, el FIOB, Comité Pro-Voto 96-2000, Comité Pro-Uno, Casa Aztlán-Illinois, Consejo Electoral Mexicano del Medio Oeste, Ill., Confederación de Clubes y Organizaciones Zacatecanos, Comité de Derechos 5 Diario Oficial de la Federación, agosto 22, 1996. Reforma del artículo 36 Constitutional. Se especifica que los mexicanos tienen el derecho y la obligación de votar independientemente del lugar en que se encuentren el día de las elecciones. 9 Humanos del Este de Los Angeles, Coalición de Mexicanos en el Extranjero, Migrantes Mexicanos por el Cambio (Mimexca), y principalmente la Coalición por los Derechos Políticos de los Mexicanos en el Extranjero. La mayoría de estas organizaciones provienen principalmente de cuatro estados: California, Illinois, Iowa y Texas, o tienen carácter binacional.6 Sus seguidores incluyen tanto migrantes con residencia legal como migrantes indocumentados, mexicanos que demandan el derecho a ser contados y valorados como miembros significativos y en igualdad de condiciones respecto al resto de la población. Cuando el Congreso en 1996 aprobó las enmiendas arriba mencionadas, aparentemente se flexibilizó el camino a los mexicanos radicados en el extranjero para mantenerse conectado—enraizados—a México. Tomando en cuenta que detrás de estas nuevas leyes hay una larga lucha de mexicanos migrantes cuya agenda ha sido que se les reconozcan sus derechos políticos, tal vez pueda decirse que sus voces fueron escuchadas. Pero, ¿cómo fueron interpretadas? ¿Cómo fueron leídos sus reclamos y de qué manera su pertenencia a la nación mexicana es aceptada? En principio, aquí se argumenta que su pertenencia, su ciudadanía es reconocida y negada al mismo tiempo. Ser o no ser Una segunda ley que directamente se cruza con la ley del voto en el extranjero es la ley de no-pérdida de la nacionalidad, aprobada en diciembre de 1996.7 Uno de los propósitos de esta ley era permitir que ciudadanos mexicanos tuvieran otra ciudadanía sin por ello perder ninguno de sus derechos como nacionales mexicanos. En otras palabras, esta ley buscaba abrir las opciones de los migrantes para que pudieran defender sus derechos en los lugares donde se encontraran viviendo. También contenía una fuerte carga simbólica en tanto que permitiría la recuperación de la nacionalidad mexicana a aquellos que la perdieron por haber adquirido la ciudadanía norteamericana. La iniciativa presidencial—enviada por Ernesto Zedillo—particularmente enfatizaba como razón para la modificación el apego a las raices tradicionalmente 6 Reporte Final Comisión de Especialistas que estudia las modalidades del voto de los mexicanos residentes en el extranjero. IFE, 12 nov. 1998. De acuerdo al reporte los cinco estados con mayor concentración de mexicanos son California, Texas, Arizona, Illinois y Nueva York. 7 Se modificaron los artículos constitucionales 30, 32 y 37 10 demostrado por los migrantes mexicanos. La propuesta comienza con las siguientes palabras: “Cabe destacar que es una característica del migrante mexicano mantener el apego a sus raices, su cultura, sus valores y sus tradiciones nacionales. Además de la restricción constitucional vigente [en el momento de la propuesta] de pérdida de la nacionalidad, aunque así lo aconsejen sus intereses, ya sean laborales, ciudadanos, de bienestar familiar o de otra índole en el país donde residen.”8 La ley de nacionalidad significó cambios a los artículos 30, 32 y 37 de la Constitución Mexicana. Ciertamente, para muchos migrantes el cariño a sus raíces es el pan de todos los días, pero es un apego inmerso en la experiencia migratoria, en las prácticas de nostalgia y la relación que establecen con las instituciones del estado-nación que estructuran gran parte de sus vidas. Así, la principal respuesta institucional a las prácticas de identidad sostenidas por los mexicanos en Estados Unidos fue la modificación al Artículo 37 donde se estableció que ningún mexicano por nacimiento puede ser privado de su nacionalidad, estableciéndose con ello el principio de no-pérdida de la nacionalidad mexicana. Coincidentemente, de manera irónica tal vez, es a este mismo apego a las raices al que aluden los migrantes en campaña por los derechos políticos de los mexicanos en el extranjero cuando fundamentan su derecho al voto. Aunque la no-pérdida de la nacionalidad es confusa respecto a derechos políticos (votar y ser votado), definitivamente ha facilitado la decisión de algunos migrantes para obtener la ciudadanía norteamericana (los mexicanos históricamente han sido el grupo de inmigrantes con el porcentaje más bajo de adquisión de la ciudadanía norteamericana).9 Sin embargo la perspectiva debe mantenerse clara en este punto, ya que las cada vez más restrictivas leyes migratorias estadounidenses han sido el principal impulsor en la toma de decisión de cambio de ciudadanía. 8 Documento 201/LIV/96 (I.P.O. Año III) Dict. H. Cámara de Diputados 9 de diciembre de 1996. “Traditionalmente solo una pequeña porción de mexicanos elegibles se vuelven ciudadanos norteamericanos. El INS ha seguido a los grupos de inmigrantes legales admitidos en 1977 y en 1982 para determinar si y cuando se convierten en ciudadanos naturalizados. En general, 46% del grupo de 1977 y 41% del grupo de 1982 se habían naturalizado para 1995.Para los mexicanos, las proporciones comparables eran 22.2 y 14.4 respectivamente”. Se menciona como una razón razón la barrera del lenguaje. En Binational Study/Estudio Binacional. 1998, Secretaría de Relaciones Exteriores/US Commision on Immigration Reform. 9 11 En un primer instante parecía que la ley de no-pérdida de la nacionalidad mexicana establecía que si una persona tomaba otra ciudadanía perderían sus derechos políticos aun cuando conservarían sus derechos como nacionales (principalmente de tipo económico). Esta fue la lectura realizada por algunas de las organizaciones migrantes y también algunos políticos. La Comisión de Especialistas para el estudio del voto en el extranjero–nombrada por el IFE ante mandato del Congreso en 1998–en su reporte final concluyó que no existían cláusulas en los artículos 37 y 38 de la Constitución que establecieran que la posesión de otra nacionalidad fuera razón para perder la ciudadanía mexicana. Esto es, el derecho al voto podría ser ejercido.10 Al hablar de nacionalidad y ciudadanía es importante acotar que la ley mexicana diferencia entre estos dos atributos. Una persona es mexicana por nacimiento o por adquisición pero hasta los 18 años es cuando se convierte en ciudadano en el sentido completo de la palabra (Cf. Castañeda, 2003: 148). La nacionalidad mexicana establece la membresía a la nación y principalmente otorga derechos económicos. En cambio un ciudadano es un nacional mexicano que cuenta con 18 años de edad y tiene un modo honesto de vivir. Una vez obtenido el estatus de ciudadanía se adquieren derechos políticos—como votar y ser votado.11 Ahora bien, una de las características de la nacionalidad mexicana se refiere a los atributos económicos, esto es, al derecho a poseer propiedades en todo el territorio, a trabajar y a invertir sin las restricciones que tienen los extranjeros. Estos atributos de orden económico son los que se buscaba resaltar para, apelando al “apego a las raíces” a que hacía referencia la propuesta presidencial, los mexicanos en el extranjero se volcarían a invertir en sus pueblos y Estados de origen. No es de sorprender entonces que esta ley contara desde su concepción con leyes secundarias y con los mecanismos para su implementación, de modo que, por ejemplo, en los Consulados se tuvo la información necesaria sobre los trámites requeridos, además de material de difusión de la ley. Esto es, cuando la ley fue aprobada, prácticamente ya venía con todos los elementos para ser aplicada. 10 IFE. Reporte Comisión de Especialistas. Op. cit.p. 110. En contraste, en E.U, la persona que nace dentro de las fronteras del territorio y soberanía norteamericana es considerado un ciudadano con todos sus derechos. 11 12 En cuanto a la modificación al Artículo 36 que abrió la posibilidad del voto en el extranjero, aprobada en agosto de 1996, los cambios se dieron en gran medida por la presión ejercida por activistas políticos mexicanos que residen en Estados Unidos y sus fuerzas políticas aliadas en el territorio mexicano. En la historia más reciente de México, principalmente desde la candidatura política de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, un grupo significativo de mexicanos residentes en Estados Unidos expresó la necesidad y el interés porque sus voces fueran escuchadas y sus derechos políticos reconocidos y respetados. A diferencia de la ley de no-pérdida de la nacionalidad, los cambios que se hicieron al Artículo 36 constitucional en 1996 dejaron inacabada la reforma política que permitiría que desde las elecciones del 2000 los ciudadanos mexicanos en el exterior pudieran participar en el proceso político electoral. En contraste con el artículo de no-pérdida de la nacionalidad, la ley del voto en el extranjero ha encontrado a su paso múltiples obstáculos que no hacen sino negar lo que es un hecho: la existencia de millones de mexicanos que habitan en el extranjero y cuyos derechos políticos se ven violentados al no serles reconocida en los hechos su cualidad de ciudadanos mexicanos. Al ser aprobada la modificación al Artículo 36 en 1996, esta carecía de leyes secundarias y mecanismos que permitieran su implementación. Tuvieron que pasar nueve años para que el poder legislativo finalmente tomará una decisión afirmativa que estableciera los mecanismos para la implementación del voto en el extranjero. Las dificultades a que se ha enfrentado la ley del voto en el extranjero no se pueden leer más que como el síntoma de la actitud contradictoria que el estado mexicano ha tenido hacia los mexicanos que habitan en el exterior. A la vez que se les reconoce un valor, de carácter económico y si se quiere simbólico, se les rechaza como miembros activos de la comunidad política. En cualquier caso en los últimos 18 años la actividad política de los mexicanos en el extranjero se ha intensificado. Con ello los migrantes han demonstrado una y otra vez que no esperan reconocimientos para actuar como sujetos políticos. Desde 1996 entraron a debate en el Congreso aproximadamente 21 iniciativas en relación a los derechos políticos de los mexicanos en el extranjero y a la ley de nacionalidad. Algunas, como las de 1996, han sido aprobadas. Por ejemplo, en abril del 2003 se aprobó otro cambio a la ley de nacionalidad referente a la recuperación de la misma para aquellos que la hubieran perdido con el régimen legal anterior. Igualmente entró una 13 propuesta del Senador Genaro Borrego donde se plantea otra modificación al Artículo 32 de modo que se elimine la cláusula de exclusión por conflictos de doble nacionalidad. En junio de 2004 entró otra iniciativa presidencial, esta vez de Vicente Fox, la cual fue enviada a la comisión permanente del Congreso. Esta fue debatida, analizada y modificada en Comisiones pero finalmente entró al pleno una iniciativa del PRI aprobada por la Cámara de Diputados el 22 de febrero de 2005. A su vez, esta iniciativa fue rechazada en Comisiones en el Senado donde se reformuló y se planteó la modalidad por correo, una modalidad distinta a la planteada por la Cámara de Diputados. En realidad el pleno reconocimiento de la ciudadanía migrante y de los derechos políticos que ésta conlleva sigue siendo materia pendiente. La constante vacilación entre los partidos políticos ha contribuido a la falta de claridad en la letra de la ley, dejando así—en las distintas iniciativas y reformas—vacíos que han contribuido a mantener a los migrantes, al menos en términos legales, al margen del proceso de toma de decisiones del país (Castañeda, 2003: 173). Esto y la cantidad de propuestas de ley introducidas al Congreso desde 1996 que no han trascendido en términos de reformas legales, más allá de demostrar la falta de acuerdo político, evidencía la primacía del cálculo político por encima de los derechos ciudadanos. Aunque cabe hacerse la pregunta sobre el por qué de la existencia de tantas iniciativas en referencia al tema de la nacionalidad y los derechos políticos, lo que resulta más ilustrativo es el debate alrededor de ellas. Los discursos emanados en estas discusiones expresan la ambivalente relación de la sociedad civil y política mexicana con los migrantes, una relación donde constantemente se cuestiona su pertenencia a la nación. Una ciudadanía cuestionada Para algunos sectores potenciar la ciudadanía de los migrantes representa una amenaza a la soberanía nacional tanto de México como de Estados Unidos. Mientras tales argumentos son vertidos y convertidos en políticas anti-inmigrantes o carencia de políticas de apoyo a la ciudadanía de los mexicanos en Estados Unidos, los migrantes quedan atrapados en medio del discurso y las batallas legales entre los sectores políticos de México, de Estados Unidos y entre las dos naciones que ellos habitan. Por ejemplo, cuando un migrante solicita la ciudadanía norteamericana se ven reflejados la multiplicidad de sus 14 encuentros con el aparato legal estadounidense, una relación en la que siempre se ven en desventaja. En el proceso de solicitud de ciudadanía los migrantes se encuentran claramente con la materialidad del estado-nación. A su vez, desde la perspectiva de varios sectores del sistema político mexicano se argumenta que cuando se adquiere otra nacionalidad, la de origen tiende a borrarse debido a la distancia territorial, y a la carencia de información actualizada sobre el país (Cf. Arellano García, 1995:40-41). Según esta argumentación, estos elementos hacen más vulnerables y manipulables de acuerdo a intereses norteamericanos a los migrantes, en especial porque— se esgrime—adoptan costumbres, valores y prácticas culturales ajenas a las mexicanas (Cf. Castañeda, 2003:176). Esta perspectiva se encuentra directamente ligada al tema del voto en el extranjero en tanto que conceptualiza como extranjero a cualquier mexicano que adquiera otra nacionalidad y por ende no debe ni puede participar en la vida política del país. De ser así, se argumenta, se estaría dando una situación de intervención en los asuntos internos de México. Constantemente se repiten entre los círculos políticos una serie de lugares comunes para oponerse a la aprobación del voto en el extranjero, argumentos que también se esgrimieron previo a la aprobación de la ley de la nacionalidad. Se habla, por ejemplo, de que los migrantes no tendrían que vivir con las consecuencias de su decisión política. Sin tomar en cuenta que el ingreso por remesas es el segundo ingreso a la economía del país, se plantea que los migrantes mantienen poco contacto con el país y en realidad ya adquirieron otras costumbres. De manera más puntual en referencia al proceso electoral se arguye que implementar las elecciones en el extranjero es muy costoso y riesgoso para la confiabilidad de las elecciones, además de que los migrantes podrían decidir el resultado de la elección. El plantearse la posibilidad de privilegiar los derechos de unos a costa de los de otros—que tiene eco en muchos sectores políticos—parte de la premisa de que se puede hacer una valoración diferenciada entre ciudadanos de una misma nación, donde aquellos que la dejaron ya no son iguales a quienes nunca la han abandonado. Estos últimos forman parte de una nación que debe permanecer pura y preservada de las amenazas externas. Los migrantes, por estar ya contaminadas del “otro” no son de confiar y deben mantenerse al margen de los asuntos del país. 15 ¿Qué es lo que los activistas y organizaciones migrantes responden? Principalmente consideran que los mexicanos que viven en el exterior sin tener la posibilidad de voz y voto, ya están viviendo las consecuencias de decisiones o falta de decisiones y acciones por parte de las autoridades mexicanas. Esta es una de las razones del interés por poder influenciar de manera directa en el proceso de toma de decisiones. Más aún para los migrantes que piden el derecho al voto desde el extranjero la participación en la vida política nacional tiene también un valor simbólico al cual se le otorga igual peso que al argumento de la estricta representación política. Puede decirse que el voto representa una manera de estar ligado a la nación. Un ciudadano, un voto; un voto, una línea de enlace con la nación. Cada voto es igual independientemente del lugar donde se emita. Para los migrantes mexicanos que han luchado por sus derechos políticos, esta lucha también se traduce en el lenguaje del sentido de pertenencia. El voto es un reconocimiento de la pertenencia a ella. Cuando se cuestiona la lealtad de los migrantes a la nación por la adquisición de otra ciudadanía, por vivir fuera del territorio nacional, por la supuesta falta de vínculos con México, lo que se les está cuestionando en realidad es su membresía a la comunidad nacional, una pertenencia que no solamente pasa por los derechos legales y políticos sino también por las relaciones económicas y las prácticas culturales transnacionales de los migrantes. Los migrantes mexicanos viven inmersos en dos espacios legales creando así una coyuntura donde practican una cultura de la ciudadanía, es decir, una ciudadanía construida y negociada a través de las prácticas socioculturales y concepciones de membresía a una comunidad dada, ya sea al nivel nacional, regional o local (Cf. Castañeda, 2004:71). Sin duda, la ciudadanía migrante es construida desde la tensa e ineludible relación con los estados mexicano y norteamericano. Las distintas propuestas legislativas no sólo permiten comprender la concepción de ciudadanía en términos legales sino que son en sí mismas prácticas culturales donde se reflejan luchas de poder, nociones de comunidad y de pertenencia, y donde se pone en juego el significado de la nación. A esta situación se le agrega que cuando se habla del voto en el extranjero para los mexicanos que viven en Estados Unidos, incluyendo a los hijos––quienes por ley son mexicanos––la opinión de las organizaciones mexico-americanas se encuentra dividida. Por ejemplo, en un estudio de opinión a líderes mexico-americanos sobre el tema del voto en el 16 extranjero, se indica que los directores de organizaciones como la League of Latinamerican Citizens (LULAC), Council of La Raza, Mexican-American Legal Defense and Educational Fund, Southwest Voter Registration Project––entre otros––son quienes principalmente se oponen a la implementación de dicha ley.12 Igualmente, de acuerdo al reporte, entre estas organizaciones existe una oposición total al voto de ciudadanos norteamericanos que hayan optado por la ciudadanía mexicana a través de sus padres. A esto se agrega un rechazo al voto de mexicanos por nacimiento que hayan optado por la ciudadanía norteamericana.13 Las razones de esta oposición se concentran en la preocupación de ser acusados de falta de lealtad a los Estados Unidos, aumentando con ello el clima anti-mexicano que impera en especial en el sur de Estados Unidos. 14 Finalmente se subraya el interés que tienen en enfocarse en promover el voto para procesos electorales en Estados Unidos. Evidentemente, para los migrantes mexicanos el asunto de la ciudadanía no es tan claro como les gustaría que fuera. Están, como diría José, “entre la roca y la pared.” A su vez, con la entrada en efecto de la ley de no-pérdida de la nacionalidad el debate sobre sus consecuencias se transladó de los espacios estrictamente mexicanos a ser discutido en el ámbito político norteamericano. Según las primeras estimaciones de la embajada mexicana se esperaba que en los primeros tres años de iniciada la ley tres millones de mexicanos naturalizados norteamericanos reclamarían su nacionalidad mexicana. La implicación más clara de esta posibilidad sería que en un periodo muy corto se agregaría el grupo más grande de personas con doble nacionalidad en los Estados Unidos. Esto reinició una viejo debate, muy propio de la historia norteamericana, sobre la manera en que la doble nacionalidad afecta el significado en la idea de ciudadanía en Estados Unidos. Aunque la respuesta real a la ley no fue la esperada por la embajada mexicana, varios grupos anti-inmigrantes norteamericanos reaccionaron con particular vehemencia. El grupo “Voice of Citizens Together”, del sur de California, considera que la ley de la doble nacionalidad no es más que “un movimiento a gran escala por parte del Fundación Solidaridad México Americana. “Sondeo de Opinión a Líderes Mexicano-Americanos sobre el Voto de los Mexicanos Residentes en Estados Unidos para Elecciones Presidenciales en México”. Para la “Comisión de Especialistas que estudia las modalidades del voto en el extranjero” establecida por el Instituto Federal Electoral (IFE). México, July, 1998. P. 10 13 Idem. p. 10 14 Cf. Fundación....op cit. Tabla 4.2. P. 11 12 17 gobierno mexicano para cambiar los términos del Tratado de Guadalupe–Hidalgo, cuando México perdió lo que es ahora el suroeste de los Estados Unidos después de una guerra hace 151 años.”.15 No muy lejos de esta perspectiva se encuentra Pat Buchanan quien, además de compartir esta idea, constantemente aboga por la construcción de una barda a lo largo de la frontera y de la participación del ejército para realizar el patrullaje fronterizo. Hoy, encubierto en el discurso de la seguridad nacional, vemos como la construcción de un muro entre los dos países es tomada como una propuesta seria y que merece ser discutida en el Congreso y el Senado norteamericanos. La relación con los estados-nación con los cuales interactúan los migrantes tiene una primer expresión política: la existencia de mexicanos quienes, a pesar de los cambios legales del 2006, carecen del derecho a votar tanto en el lugar de residencia como en su país. Mientras en México se continúa discutiendo si los connacionales que viven en el exterior pueden o debieran votar—con la aprobación por parte de la Comisión del Senado encargada del tema de un dictamen que opta por el voto por correo, ratificada por la Cámara en junio de 2006—en Estados Unidos se libra una batalla por lograr su derecho a sufragar a nivel local en varios estados, entre ellos en dos de los lugares donde viven muchos mexicanos—Nueva York y Los Angeles. Los migrantes en Estados Unidos pagan impuestos, trabajan en la comunidad, hasta llegan a pelear en la guerra, pero no tienen derecho a elegir a sus autoridades locales, y por lo tanto, no tienen voz en las decisiones concernientes a sus escuelas, servicios públicos, transporte. Incluso no se les permite participar en las juntas escolares donde se toman decisiones que afectan la educación de sus hijos. Con todo, existe un puñado de lugares que sí garantizan su derecho a votar y ser votados en elecciones locales, todos en el estado de Maryland: Chevy Chase Section Three (773 habitantes), Chevy Chase Section Five (641), Takoma Park (17 mil 299), Martin’s Additions (875), Barnesville (161) y Somerset (mil 124). Es un logro relativamente reciente, desde hace poco más de una década. En Chicago se permite su participación en las juntas escolares. En 2005 también se les permitía en la ciudad de Nueva York, pero se suprimieron esas juntas. Cuestionados en un lado y otro de la frontera, puesta en duda su pertenencia a las comunidades nacionales en las que se desenvuelven, de las que proceden y donde viven, la 15 Cf. Ver Howe Verhovek, Sam. Mi traducción. 18 ciudadanía migrante queda colocada en medio de...en medio de leyes, de discursos, de rechazos. A manera de conclusión: Para concluir, en este trabajo he argumentado que para los migrantes la ciudadanía se encuentra en el cruce de las definiciones legales y el sentido de pertenencia. Las experiencias de los migrantes mexicanos los conectan a varios lugares dentro de una dimensión espacial transnacional. Los migrantes se hayan ante el marco legal de dos estado-nación diferentes y, por este hecho, se enfrentan constantemente con la pregunta ética sobre su pertencia. En la definición de ciudadanía resaltan dos dimensiones: la legal y la cultural. Tradicionalmente el aspecto legal ha sido el más privilegiado. Desde esta perspectiva vertical, la ciudadanía aparece como una cuestión de derechos y obligaciones, factores de inclusión y exclusión según son definidos y vigilados por el estado-nación. Empero, tal perspectiva elude la interconección entre ciudadanía e identidad, conección que influencía los diferentes sentidos de pertenencia de las comunidades, ya sean naciones, pueblos, o familias. A su vez, este aspecto juega un rol de mayor preponderancia del que se le reconoce en la definición de lo que es la ciudadanía. Aunque como mencioné antes, la membresía a un estado-nación está centralmente definida por el discurso legal, la gente interactúa con esta supraentidad a través de la redefinición de los términos y límites de ésta membresía por medio de su actuar cotidiano. En el análisis de la relación migrantes/leyes/estado-nación debe siempre tomarse en cuenta las demandas estructurales de la economía mundial actual, donde los propios términos del estado-nación están siendo reconfigurados por un régimen de acumulación flexible que requiere fuerza de trabajo movible y capital igualmente movible. Esta coyuntura se vuelve particularmente interesante cuando se observa–como es el caso de México y Estados Unidos–estados-nación que empiezan a cambiar sus reglas y prácticas debido a las acciones de “ciudadanos” o, para ser más precisa, de “no-ciudadanos” quienes sin importar el estatus que les es otorgado por el estado, impactan la realidad misma del estado-nación 19 Más aún, al analizar la política de la ciudadanía otros factores aparecen en escena. Por un lado se encuentra el estado-nación definiendo los límites de su membresía y categorizando a los individuos de forma tal que afecta poderosamente su habilidad para desplazarse y funcionar en la vida cotidiana. En segunda instancia, la existencia de los migrantes impacta los estados-nación que cruzan, influyendo en la reconfiguración de los términos mismos que definen éstas entidades. Igualmente, el mismo cuerpo discursivo legal que rodea a los migrantes–leyes migratorias, la ley del voto y la ley de la nacionalidad– también enmarca la noción de la frontera, desplazándola de su dimensión geográfica para moverla al ámbito de los político. Finalmente, los migrantes–quienes historicamente han sido despojados y negados de una voz política–están remarcando lo enraizado de su identidad mexicana, por ende su ciudadanía, para con ello reclamar agencia política y desafiar definiciones limitadas de ciudadanía. Bibliografía Arellano García, Carlos (1995), “Inconvenientes y Peligros de la Doble Nacionalidad.” Memoria del Coloquio sobre la Doble Nacionalidad. México, Palacio Legislativo, LIV Legislatura, Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión. Junio 8-9. Badillo Moreno, Gonzalo, comp. (2004), El Voto de los Mexicanos en el Extranjero. Documentos. Gobierno del Estado de Michoacán, México. Castañeda, Alejandra. (2003), The Politics of Citizenship: Mexican Migrants in the United States. Tesis doctoral, Universidad de California Santa Cruz. Castañeda, Alejandra. (2004), “Roads to Citizenship: Mexican Migrants in the United States.” En Latino Studies. Vol 2, No. 1, Abril, (70-89). Palgrave MacMillan/Univ. of Illinois Chicago. Comisión de Especialistas. (1998), Informe Final de la Comisión de Especialistas sobre las Modalidades del Voto de los Mexicanos en el Extranjero. IFE, México. Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. México, Febrero 2001. Docto. 201/LIV/96 [I.P.O.] Año III, Dictamen H. Cámara de Diputados 9 de Diciembre de 1996. 20 BASCH, Linda, Nina Glick Schiller and Cristina Szanton Blanc. Nations Unbound: Transnational Projects, Postcolonial Predicaments, and Deterritorialized Nation States. Amsterdam, Gordon and Breach, 1994. DICTAMEN H. Cámara de Diputados. Documento 201/LIV/96 (I.P.O. Año III), 9 de diciembre de 1996. Secretaría de Relaciones Exteriores/US Commision on Immigration Reform. Binational Study/Estudio Binacional. 1998. FUNDACION Solidaridad Mexico Americana. “Sondeo de Opinión a Líderes MexicanoAmericanos sobre el Voto de los Mexicanos Residentes en Estados Unidos para Elecciones Presidenciales en México”. Para la “Comisión de Especialistas que estudia las modalidades del voto en el extranjero”, IFE. México, Julio, 1998. Ferris, Susan. “One Town, Two Worlds”. The San Francisco Examiner,(?) Goldring, Luin. "Blurring Borders: Constructing Transnational Community in the Process of México-U.S. Migration. En Research in Community Sociology, Vol. 6, Greenwich, Ct.: JAI Press, 1996. Dan Chekki (ed.). IFE. Reporte Final Comisión de Especialistas que estudia las modalidades del voto de los mexicanos residentes en el extranjero. IFE, 12 nov. 1998. SEDESOL. Informe 1995-Michoacán-Aguililla. Documento del Municipio de Aguililla. Ross Pineda, Raúl. 1998. “El voto de los mexicanos en el extranjero”. La Jornada, México, 13-15/02. Rouse, Roger. Mexican Migration to the United States: Family Relations in the Development of a Transnational Migrant Circuit. Stanford, Phd. Dissertation, 1989. Ver Howe Verhovek, Sam. “Torn Between Nations, Mexican-Americans Can Have Both”. En The New York Times, Martes, Abril 14, 1998. 21