El vicepresidente de la Nación Argentina AUTORIDAD Y ROL CONSTITUCIONAL Néstor Fabián Migueliz Abogado, investigador, iuspublicista [email protected] “Si yo en este cargo no lo ejerciera, sería una presidente okupa. Tenemos un Vicepresidente okupa”. “… Somos tan respetuosos de la legalidad que no se piense que nadie le va a pedir la renuncia. Esto que vive la República, con un Vicepresidente opositor, nunca se vio en la historia”, Presidenta de la Nación, María Cristina Fernández de Kirchner (14 de octubre de 2010) La importancia institucional del rol vicepresidencial. El vicepresidente de la Nación no debe renunciar, aún en desacuerdo con la política que lleva adelante la Presidenta de la Nación, quien se ha referido a él (una autoridad de jerarquía constitucional) en los términos que preludian estas líneas. Sin dudas, ese funcionario -previsto por la Carta Magna en su versión histórica (1853-60)-es la “figura de reserva” para la ocasión de la vacancia (momento que puede ocurrir -o nunca- durante el mandato de 4 años). Es quien -dada la ausencia del presidente de la Nación, en los casos constitucionales previstos- lo reemplaza ipso facto y de pleno derecho, sin ningún otro requisito o extremo. Ningún cuerpo o cámara debe designarlo o ratificarlo: ya fue electo -junto al presidente de la Nación- con exactamente la misma cantidad de votos por el cuerpo electoral de la Nación. Esa es su principal y trascendente misión constitucional. El deber de presidir el Senado -no menos importante- es una obligación legislativa permanente (aún no resultando legislador de la Nación) de la que no puede desembarazarse nunca en tanto sea vicepresidente, salvo las hipótesis contempladas (licencia, enfermedad, ausencia, siempre transitorias). Desempatar, en caso de empate (35 votos contra 35 votos), es lo que ha hecho el actual vicepresidente en la madrugada del día de hoy. El funcionario, es llamado por la Carta Magna a ejercer ese derecho-deber; no obedece a una intromisión. Las facultades y atribuciones de las que goza el Poder Ejecutivo, el “Executive Department” (que nos llegan desde Filadelfia, 1787) recae sobre quien se desempeña y ellas le asisten -exactamente con el mismo alcance, duración, y extensión; es decir, “con la misma medida constitucional”- tanto al presidente, como al vicepresidente de la Nación, en tanto titulares del ejercicio de ese poder. Así, el vicepresidente de la Nación -en ejercicio ocasional del Ejecutivo- debe utilizar todas las herramientas fundamentales que los constituyentes le otorgaron a ese departamento u órgano, precisamente para cumplir con sus deberes y obligaciones constitucionales, por supuesto, con los mismos recaudos y límites establecidos en la Carta Magna. No debemos olvidar que el funcionario resulta pasible de acusación en juicio político (por la Cámara de Diputados y ante el Senado) al igual que el presidente de la Nación y demás funcionarios.Para que el vicepresidente pueda hacer -validamente- uso de las prerrogativas que la Carta Magna otorga a quien detente el Poder Ejecutivo (unipersonal, pero conforme al alcance que interpreta Estanislao Zeballos), se requiere el refrendo del jefe de gabinete y/o de los ministros, según los casos e hipótesis. El perfil constitucional del instituto: deberes y facultades. Como hemos diferenciado en doctrina sobre esta particular autoridad constitucional, “El vicepresidente de la Nación: - comparte el también denominado “departamento ejecutivo”, de entre “los poderes del Estado: es elegido directamente -junto al “primer magistrado”- por el pueblo de la Nación, en lo que se considera distrito electoral único (Art. 94, C. N.). En el ordenamiento articular del Texto Constitucional -en cuanto al ‘órgano ejecutivo de gobierno’- todas las disposiciones existentes en dicho plexo normativo se le aplican también siempre al vicepresidente (duración del período, requisitos para ocupar el cargo, remuneración, fórmula de juramento, sistema de elección y acefalía); - reemplaza al presidente de la Nación en los casos previstos (ausencia temporaria) y “asciende” a la primera magistratura en las hipótesis de ausencia definitiva (inhabilidad, renuncia, destitución por juicio político o fallecimiento del presidente) con el nombre y título de “Presidente de la Nación” (Art. 88, C. N.). En este último supuesto, lo sustituye de pleno derecho y a todos los efectos jurídicoinstitucionales. - ejerce el cargo durante un mandato de cuatro (4) años (o menos, según las circunstancias), pudiendo resultar reelecto (o sucederse recíprocamente con el presidente de la Nación) por sólo un mandato más (Art. 90, C. N.); - preside el Senado de fuera de su seno, en la particularidad más sui generis de la institución. En dicho carácter, ejerce todo el cúmulo de atribuciones y deberes que el reglamento del Cuerpo le otorga a la presidencia (Art. 32) No es ni será nunca un legislador de la Nación (sin iniciativa parlamentaria, no percibe dieta, no tiene voto si no hay empate, no goza de inmunidad legislativa, etc.), ni podrá -mientras resulte vicepresidente- desempeñar ninguna otra función (‘empleo’ ó “emolumento”, dice el Art. 92, C. N.). En ocasión de empate (Art. 57, C. N.), su voto completa e integra la decisión senatorial, lo que genera una indudable responsabilidad institucional y política. No preside el Senado “constituído en Tribunal” cuando el acusado en juicio político es el presidente de la Nación (Art. 59, C. N.); - es susceptible de soportar acusación en juicio político, por la H. Cámara de Diputados (Art. 53, C. N.); Si su ausencia fuese definitiva (renuncia, destitución por juicio político o muerte), la Carta Magna no prevé un llamado a elección para cubrir el cargo vacante, como bien lo tienen presente la doctrina y la historia”. Buenos Aires, octubre 14 de 2010.-