Memoria Guerra 100 horas

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La memoria de la “La guerra de las cien horas” ¿victoria o legítima defensa?
Ricardo Argueta
Licenciado en Sociología por la Universidad de El Salvador, Maestro en Historia por la
Universidad de Costa Rica. Actualmente Director del Instituto de Estudios Históricos,
Antropológicos y Arqueológicos de la Universidad de El Salvador. Realiza investigaciones en
el campo de la historia de las relaciones políticas entre la Universidad de El Salvador y el
Régimen Autoritario Militar durante el siglo XX.
Resumen
En el presente trabajo se hace un estudio de la unidad nacional que se gestó alrededor de la
Fuerza Armada de El Salvador durante la guerra entre Honduras y El Salvador, que se llevó a
cabo entre el 14 y el 18 de julio de 1969. Se pretende analizar el hecho histórico; pero además
nos interesa ver ¿cómo es recordado el evento?, ¿cómo se ha conmemorado?, ¿por qué es
dominante la memoria de la legítima defensa y la victoria sobre los hondureños?. Se busca
visualizar la relación de la fuerza armada con la sociedad salvadoreña en el marco del
conflicto militar y las posteriores conmemoraciones.
Abstrac
In this paper a study of national unity that was developed around the armed forces of El
Salvador during the war between Honduras and El Salvador, which took place between 14
and 18 july 1969. It analyzes the historical fact, but we also want to see how the event is
remembered, how was celebrated?, Why is dominant memory of self-defense and victory over
the Honduras?. It seeks to visualize the relationships of the armed forces to Salvadoran
society under the military conflict and subsequent commemorations.
El monumento a los héroes de la ―Guerra de Legítima
Defensa‖. La placa dice:
“A los héroes de la Guerra de Legitima Defensa de
la República de El Salvador “¿juraís por vuestro
honor sostener la integridad del territorio, defender el
pabellón nacional, como la insignia sagrada de la patria?”
14 de julio de 2000, Boulevard de los Héroes.
Hay que destacar que a lo largo del siglo XX, un momento importante en el cual la Fuerza
Armada de El Salvador logró cohesión y unidad con la sociedad salvadoreña fue durante la
llamada ―guerra de las cien horas‖ de 1969. Algo inédito en la historia política de El Salvador,
pues la fuerza armada y los cuerpos de seguridad existentes durante el siglo XX no gozaron
de la legitimidad requerida ante los ojos de toda la sociedad salvadoreña. Una buena parte de
la población, especialmente de tendencia política de izquierda percibía al hombre de uniforme
como un fiel servidor de la oligarquía cafetalera. Empero, durante Julio de 1969 y los meses
posteriores se establece un paréntesis en esta percepción, ya que la sociedad en su conjunto,
los partidos políticos, la Universidad de El Salvador, los movimientos estudiantiles, las
organizaciones laborales, etc., antepusieron los interés de la ―patria‖, ante la agresión
hondureña, sobre la lucha por los cambios sociales al interior del país y veían en la Fuerza
Armada Salvadoreña la salvadora de la nación ante la agresión del vecino.
El trabajo lo hemos dividido en cuatro partes. En primer lugar, hacemos un rápido recuento de
lo que nos dicen los historiadores sobre dicha guerra. En segundo lugar, nos detenemos a
analizar la unidad nacional que giró alrededor de la fuerza armada, con el propósito de unir
2
esfuerzos para defender los derechos humanos de los compatriotas que, según el discurso
dominante de la época, estaban siendo violentados en sus derechos en Honduras. En tercer
lugar, haremos un recuento de lo que fue el desfile de la victoria, en el que la Fuerza Armada
de El Salvador logró, como nunca en toda su historia, un status de heroicidad al interior de la
sociedad salvadoreña. Finalmente analizaremos los mecanismos para la conmemoración de
aquel hecho histórico.
Estamos aquí ante el tema de la memoria, es decir la forma que adquiere el recuerdo de la
guerra, la forma como se materializa ese recuerdo en cada aniversario y los lugares
designados para recordar a los caídos en el conflicto. Durante el siglo XX, un momento en el
cual la Fuerza Armada Salvadoreña fue considerada como una institución de honor y
patriotismo por la mayoría de los sectores sociales fue precisamente en la coyuntura de julio
de 1969. Nunca más en la historia de las percepciones que la sociedad salvadoreña tiene de la
institución castrense se encuentra un saldo tan favorable para la existencia de esa institución.
1.- El acontecimiento de la guerra y las explicaciones historiográficas
El 14 de julio de 1969 las Fuerzas Armadas de El Salvador penetraron en territorio de
Honduras. A las 6:25 pm la Fuerza Aérea Salvadoreña bombardeó ocho ciudades hondureñas,
las tropas salvadoreñas penetraron rápido y profundamente en el territorio hondureño a lo
largo de dos líneas de avance principal. Una columna penetró unas 70 millas a lo largo de la
frontera occidental con Guatemala, capturando las ciudades de Nueva Ocotepeque y Santa
Rosa de Copán. La otra avanzó hacia el este, desde el Amatillo a Choluteca, en un
movimiento aparente para cortar a Honduras el acceso al Golfo de Fonseca y sentar las bases
para avanzar contra Tegucigalpa. Empero la Fuerza Aérea Hondureña retardo en alguna
medida el avance salvadoreño. (Webre, 1985:153).
La Organización de Estados Americanos logró detener las hostilidades el 18 de julio, instando
a las partes a retirar sus tropas dentro de 96 horas y posteriormente logró el retiro de las tropas
salvadoreñas, las últimas de las cuales retornaron a El Salvador el 3 de agosto de 1969.
(Rowles, 1980:252)
El solo hecho de la penetración de las tropas salvadoreñas en unos cuantos kilómetros del
territorio hondureño, fue visto por la sociedad salvadoreña como un triunfo indiscutible y de
esa manera se conmemoró y se vitoreó a los combatientes al regresar a El Salvador. Sin
embargo, poca importancia se le asignó al hecho de que ―La guerra de las cien horas‖
murieran entre mil y dos mil personas, que muchas más fueron heridas, y que el número de
3
refugiados y de desplazados se contara por decenas de miles, hasta alcanzar en los meses
siguientes a más de cien mil personas principalmente salvadoreñas que regresaban de
Honduras, en donde antes de la guerra residían unos 300,000. Tampoco se le dio mucha
importancia al hecho de que nunca se firmó ninguna rendición por parte del gobierno y las
fuerzas armadas hondureñas. (Rowles, 1980:7)
Meses antes del enfrentamiento armado, el gobierno hondureño había impulsado una reforma
agraria, que afectó a muchos salvadoreños que habían migrado hacia Honduras en busca de
empleo y de tierras que en El Salvador no encontraban. La migración comenzó cuando las
compañías fruteras, las famosas compañías norteamericanas de la United Fruit y la Standard
Fruit Company inauguraron sus plantaciones, principalmente bananeras, en la costa norte de
Honduras, lo cual requirió de mano de obra, mucha de la cual era salvadoreña. Sin embargo,
en la década de 1950, las compañías fruteras redujeron su fuerza de trabajo, primero porque
una plaga del banano devastó las plantaciones y aconsejo una reducción de su extensión; en
segundo lugar, porque era más rentable mecanizar muchas operaciones, y en tercer lugar,
porque la creciente militancia sindical hizo que las compañías decidieran, cuando fuera
factible, cambiar a un nuevo sistema bajo el cual podían entregar la tierra a los trabajadores
como minifundistas y luego comprarles las cosechas. (White, 1987:237-239)
El hecho de que las plantaciones dejaran de absorber mano de obra condujo al aumento del
sub-empleo en Honduras, con las evidentes consecuencias sobre la hasta entonces amistosa
relación entre los hondureños y los inmigrantes salvadoreños. Una ley de reforma agraria se
aprobó en Honduras en julio de 1968, en parte por influencia de los Estados Unidos, en parte
como respuesta de movimientos campesinos que amenazaban con invadir propiedades
privadas, como ocurrió en 1969. Bajo los términos de la ley, preferentemente se distribuirían
las tierras nacionales. Las propiedades privadas solamente serían compradas cuando fuese
necesario por medio de pago anticipado. Únicamente los ciudadanos hondureños por
nacimiento se beneficiarían de la ley. En los primeros meses de 1969 se usó la ley de reforma
agraria para expulsar a los pobladores salvadoreños o tomar la tierra poblada por los
salvadoreños para distribuirla. El 30 de abril los pobladores salvadoreños recibieron cartas de
la agencia gubernamental para la reforma agraria dándoles treinta días para devolver la tierra.
(White, 1987:237-239)
Al dar un vistazo general a la historiografía sobre la Guerra entre Honduras y El Salvador
librada en 1969, uno puede ubicar dos grandes tendencias. La primera la que podríamos
llamar legitimista. Que en alguna medida legitima la intervención de la Fuerza Armada
4
Salvadoreña, según esta línea historiográfica, desarrollada principalmente por historiadores
militares, la acción armada llevada a cabo por las tropas salvadoreñas tenía como propósito
defender los derechos de los salvadoreños que habían sido violentados en Honduras.
Al respecto Mariano Castro Morán dice lo siguiente:
“A mediados del período presidencial de Sánchez Hernández el Mercado Común
Centroamericano hizo crisis. Honduras alegaba que no había tenido beneficios
proporcionales en las ventajas del intercambio. Por otra parte, en este país se
ensayaba una reforma agraria que en su desarrollo encontró una manera fácil de
favorecer al campesino nacido en Honduras: despojar a los salvadoreños que tenían
hasta cuarenta o más años de poseer sus parcelas. Algunos de tales despojos tuvieron
caracteres violentos. Los medios de comunicación social salvadoreños, en muchos
casos irresponsablemente, aumentaron la magnitud de la tragedia. Todo el pueblo
salvadoreño ardía en deseos de ir a socorrer a sus hermanos. Conociendo esta
situación el gobierno hondureño no hizo ningún esfuerzo para que cesara la violencia.
El ejército estaba al lado del pueblo y ambos presionaron a Sánchez Hernández, que
hacía los mayores esfuerzos para resistir dichas presiones, creyendo que tenía
capacidad para evitar el conflicto armado. Las presiones lo arrollaron y tuvo que ir a
la guerra, no para ganarla sino que obedeciendo aquellas explosiones de amor
propio.” (Castro Morán, 1989:231).
Manuel Morales agrega:
“Sabe también el mundo americano que la República de El Salvador, la más pequeña
tierra firme y la más densamente poblada y del más intenso desarrollo político,
cultural y económico en toda el área del Caribe, se ha visto obligada a tomar las
armas para terminar con las agresiones de la hermana república y perseguir ya en su
propio territorio las fuerzas armadas hondureñas que se ven, en virtud de
circunstancias nacionalistas y de la propia organización política, obligadas a
convertirse en defensoras de un régimen.” (Morales Molina, 1973:107)
Una segunda línea historiográfica, más crítica, cuestiona la tesis legitimista y enfatiza que el
conflicto fue producto del interés de los grupos económicamente dominantes en cada país.
Daniel Slutzky afirma que:
―La guerra entre Honduras y El Salvador es en el fondo consecuencia de una lucha
entra las clases dominantes de los dos países. Una oligarquía salvadoreña agresiva y
más fuerte que presionada internamente por las clases que explota trata de resolver
5
en parte este problema trasladándolo a Honduras, en donde una oligarquía más débil
se enfrenta a los mismos conflictos y por lo tanto se niega a agravarlos aún más
haciéndose cargo de un problema que no es suyo.”(Carías y Slutzky, 1971:101)
Mientras Thomas Anderson agrega que
“Los inmigrantes salvadoreños eran hábiles artesanos y astutos comerciantes que
habían desplazado a los comerciantes hondureños y habían ganado mucho espacio. Por
otro lado se veía a esos inmigrantes como campesinos que huían de su país por la
represión y la pobreza.” (Anderson, 1984:83)
James Rowles va más allá al considerar que el conflicto tenía como propósito trasladar al
escenario internacional un problema interno ―Para los regímenes en el poder, siempre ha
existido la posibilidad de distraer la atención de los problemas domésticos por medio de la
excitación del fervor nacionalista.‖ (Rowles, 1980:51).
2.- La Unidad Nacional: el pueblo alrededor de la Fuerza Armada
A lo largo del siglo XX, si algo ha sido común en la historia política salvadoreña es la
polarización. La división entre dos bloques políticos, por un lado comunistas, revolucionarios
o simplemente democratizadores y por el otro militares, oligarquía o conservadores ha
encontrado su máxima expresión en dos momentos: en enero de 1932 cuando se produce el
levantamiento campesino, con alguna influencia comunista, este fue reprimido sin compasión
por el régimen militar que había ascendido al poder unos meses antes. Un segundo momento
fue durante la guerra civil o el enfrentamiento armado de la década de los años ochenta que
enfrentó a la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional y a la Fuerza
Armada Salvadoreña. La unidad nacional entendida como los objetivos comunes que unifican
a los diferentes actores en una sociedad por un proyecto compartido que le da sentido de
nación a ese conglomerado social fue posible en El Salvador durante la guerra contra
Honduras, la unidad nacional se gestó alrededor de la Fuerza Armada, muy puntual, y desde
luego muy breve; pero es un hito importante en la historia de la institución castrense y de su
relación con la sociedad salvadoreña.
La guerra impulsó a la empresa privada, a la izquierda representada por el Partido Comunista
Salvadoreño, la Democracia Cristiana, la Asociación General de Estudiantes Universitarios
Salvadoreños (AGEUS), y a la misma Iglesia Católica a unirse alrededor del gobierno y de la
Fuerza Armada para defender ―según el discurso dominante—a los compatriotas que eran
agredidos por los hondureños.
6
Una de las organizaciones más críticas al gobierno, no solamente del Gral. Fidel Sánchez
Hernández (1967-1972); sino de los sucesivos gobiernos militares durante el siglo XX fue la
AGEUS. Sin embargo, en la víspera de la guerra asumió una posición de apoyo al gobierno y
a la fuerza armada. La AGEUS se declaraba consecuente con su larga trayectoria patriótica,
llena de sacrificios y heroicidades, de actitudes valientes en defensa de la soberanía y
dignidad nacional, consideraba que la agresión perpetrada por el ejército de Honduras
constituía una flagrante violación a la integridad de nuestro territorio y planteaba un reto, al
cual, había que responder con una enérgica consigna: “¡A LA AGRESION DEL EJERCITO
DE HONDURAS HAY QUE RESPONDER CON LAS ARMAS EN LA MANO!.”1 El periódico
de los estudiantes Opinión Estudiantil hizo un llamado a los estudiantes a enrolarse en la
fuerza armada para ir a la guerra contra Honduras.
El Partido Demócrata Cristiano (PDC) encabezado por el Ing. Napoleón Duarte, que se había
caracterizado durante toda la década de los sesenta por oponerse al Régimen Autoritario
Militar solicitó al presidente Sánchez Hernández una reunión inmediata con la dirigencia de
todos los partidos políticos para discutir la situación internacional. El gobierno estuvo de
acuerdo y, el 21 de junio, el presidente y su gabinete recibieron a las delegaciones de los
cuatro partidos más grandes. El primer resultado de esa conferencia fue el anuncio, dos días
más tarde, del acuerdo de la oposición para unirse al gobierno en un Frente de Unidad
Nacional. El diputado del PDC, Adolfo Rey Prendes, atacó tanto al gobierno como al pueblo
de Honduras declarando “Ahora es el momento de actuar como verdaderos salvadoreños.
Debemos demostrarle a Honduras que somos un pueblo unido… y debemos obligarlos a
respetar nuestra dignidad. En una resolución unánime aprobada ese mismo día, la asamblea
1
Opinión Estudiantil. ―AGEUS llama a filas‖. Segunda semana julio de 1969. Pág. 4. Los acuerdos del Consejo
Ejecutivo de la AGEUS eran: 1.- Integración plena de la Asociación General de Estudiantes Universitarios al
frente de Unidad Nacional, constituido por iniciativa del gobierno de la república. 2.- Declarar que las
diferencias que el estudiantado indudablemente tiene con ciertos aspectos de la política del gobierno, en estos
momentos pasan a segundo plano, y que por encima de esas diferencias, se impone la unidad de acción, en
defensa de los intereses, no de pequeños sectores sociales o grupos partidistas sino de toda la nación. 3.- Declarar
que en este momento el enemigo irreconciliable de todos los salvadoreños, independientemente de la clase
social, ideología política o religiosa que cada uno profesa, es el genocida Osvaldo López Arellano, su gobierno y
su camarilla militar en el poder. 4.- Considerar que en este momento la actitud más consecuente y patriótica de
los estudiantes universitarios es el ENROLAMIENTO EN LAS FILAS DEL EJERCITO, con un solo propósito:
¡hacer uso del legítimo derecho de defensa, repeler la agresión del ejército de Honduras, combatir con las armas
en la mano al criminal régimen de López Arellano. 5.- Organizar brigadas especiales para presentar auxilio en
diferentes aspectos: medicina, odontología, ingeniería, etc., 6.- Constituir un comité de defensa de la población
civil. 7.- Considerar como el mando de la acción estudiantil universitario, al Consejo Ejecutivo de la AGEUS, el
cual a su vez se entenderá con los organismos oficiales respectivos.
7
denunció lisa y llanamente la repugnante masacre ocurrida en Honduras y pidió al gobierno
defender nuestra dignidad nacional y los derechos de nuestros compatriotas sin importar el
precio.” (Webre, 1985:153).
Incluso un sector del Partido Comunista encabezado por Schafik Handal se sumó a la unidad
nacional. Sobre el por qué el Partido apoyó al régimen, la interpretación más conocida
considera que al PC no le quedó otra opción; en tanto había una exacerbación nacionalista
entre la población salvadoreña y cualquier posición disonante sería vista como traición a la
patria.2
Titular del periódico de la AGEUS, Opinión
Estudiantil. Segunda semana de julio
1969
3.- El desfile de la victoria como punto de arranque de la eclosión conmemorativa
La conmemoración es un sistema de dominación simbólico que permite jerarquizar a la
sociedad de manera muy estricta entre celebrantes, público celebrado y el resto de la
población. (Michonneau, 1999:114). El desfile de la victoria fue la culminación de esa unidad
nacional alrededor de la Fuerza Armada y la primera conmemoración de la guerra de las Cien
Horas.
Los medios de comunicación anunciaban que el 6 de agosto de 1969 se llevaría a cabo el
desfile de la victoria. Este iniciaría en el boulevard de Ilopango y tomarían parte más de cinco
mil soldados de las compañías que lucharon contra los hondureños.
“La Fuerza Aérea Salvadoreña realizaría vuelos de exhibición sobre la capital con
sus gloriosas flotillas que lograron reducir a la impotencia a la Fuerza Aérea de
Honduras. Después del desfile las tropas se concentrarían en el estadio nacional de
2
Este argumento fue planteado por Roberto Cañas (ex dirigente del Frente Farabundo Martí para la Liberación
Nacional) en el coloquio ―Cómo se recuerda la guerra de 1969‖ realizado en el Instituto de Estudios Históricos,
Antropológicos y Arqueológicos de la Universidad de El Salvador en julio de 2009.
8
Flor Blanca en donde se oficiaría una misa de campaña y habría otros actos
especiales. Alcaldes y gobernadores del país habían organizado grupos de vecinos
que se ubicarían a lo largo del desfile y después en los graderíos del Estado Nacional.
El Ministro de Educación Walter Béneke, coordinador de los actos y el alcalde
Duarte, recorrieron los sitios del estadio en donde habría tribunas especiales para las
autoridades supremas y del estado mayor general de la Fuerza Armada.”3
La prensa anunciaba el regreso de los héroes vencedores en la guerra de legítima defensa. El
editorial de la Prensa Gráfica:
“Regresan vencedoras las fuerzas salvadoreñas” decía: “El pueblo entero sin
diferencias de ninguna clase, debe formar la valla de corazones en medio de la cual
harán mañana su desfile triunfal, su desfile de la victoria los soldados que fueron al
frente de batalla a defender la dignidad del pueblo salvadoreño y el respeto a los
derechos humanos. No puede exagerarse el significado de la victoria del ejército
salvadoreño. En el campo militar una docena de poblaciones hondureñas capturadas
vieron izarse la insignia nacional de El Salvador. Los nombres de esas poblaciones
ahora están ligados a la victoria salvadoreña y a su causa de los elevados valores
humanos. En cien horas de combate, cada ocho horas caía una población hondureña
ante el incontenible empuje de las fuerzas salvadoreñas. Y el soldado que mañana
marchará en el desfile de la victoria es el héroe de Nueva Ocotepeque, de San Marcos
de Ocotepeque, de la Virtud, de Valladolid, de Guarita, de San Juan Guarita, de
Caridad, de Aramecina, de Alianza, de Goascorán, de Santa Lucía, de Sinuapa…”4
El mismo editorial hacía énfasis en que el héroe era el soldado salvadoreño:
“Así, el soldado que mañana irá a paso de vencedor en el desfile de la victoria, es
todo un símbolo de dos grandes significados. Por una parte, es el hijo de un pueblo
que supo responder por su dignidad propia. Por otra parte, es el hombre que luchó
por la defensa que tienen todos los hombres en todas partes a que se les respete en su
vida, en su dignidad, en su trabajo, en su propiedad, en todo en cuanto debe ser
inherente en la persona humana. Por todo eso fue a la lucha ese soldado que hoy
regresa con el laurel del triunfo sobre la frente. Por todo eso fue a la lucha el soldado
que ya no pudo regresar físicamente al suelo natal, pero cuyo espíritu estará también
participando en el desfile de la victoria el día de mañana, cuando el pueblo
3
4
El Diario de Hoy. ―medio millón en el desfile de mañana‖, 5 de agosto, 1969, pág. 4.
La Prensa Gráfica, ―Regresan vencedoras las fuerzas salvadoreñas‖, 5 de agosto de 1969, pág. 3.
9
salvadoreño lance al viento los vitores jubilosos por el retorno de sus fuerzas
vencedoras.”5
El gran desfile militar de la victoria fue masivo, por donde este avanzaba se unía el público.
Era un homenaje sin precedentes. Las graderías, la cancha y demás instalaciones del estadio
nacional estaban repletas de gente quienes ovacionaban a las tropas. Según la prensa “medio
millón aclama tropas.”6 Los más aplaudidos fueron el alto mando de la Guardia Nacional7, de
ellos el máximo héroe era el General Medrano, a quien se le paseó en hombros. Un héroe que
años después se convertiría en villano por su política de mano dura contra las organizaciones
sociales que protestaban contra el Régimen Autoritario Militar.
La empresa privada también se involucró en loar a los héroes. El mensaje de una empresa
decía “Soldado: bienvenido a la patria que defendiste con honor. La patria te llamó. Tú
acudiste. Y ahora que regresas con la frente alta y el deber cumplido, las palabras son pocas
para expresarte nuestro agradecimiento. Nunca olvidaremos tu gesta. Estaremos siempre
orgullos de ti.”8
La celebración de la victoria coincidió con las celebraciones patronales de la ciudad de San
Salvador, por lo cual la imagen del divino salvador del mundo recorrió la pista del estadio
nacional para ocupar su sitio de honor en donde se ofreció una misa en honor a los caídos.
Monseñor Chávez y González tuvo a su cargo los oficios religiosos y monseñor Eduardo
Álvarez, Vicario castrense, la alocución de estilo.9
Después del desfile de la victoria, se sucedieron otras celebraciones en el resto del país. En
Chalatenango ―la ciudadanía tributó el domingo 10 de agosto un clamoroso recibimiento a
las tropas chalatecas que se cubrieron de gloria en el frente norte, cumplieron su cometido
militar en 48 horas, al mando de los coroneles Fernando Sigui Olivares y Luis Alonso Reyes.
El homenaje a la tropa comprendió actos religiosos y cívicos y se dieron premios a soldados
distinguidos. Una placa conmemorativa fue develada.”10
5
Idem.
El Diario de Hoy. ―Medio millón aclama tropas‖ 7 de agosto de 1969, p.p.
7
El resto de oficiales eran: el coronel René Napoleón Aguiluz, coronel Guillermo Ayala Campos, mayor Oscar
Guzmán Cucalón. Ver El Diario de Hoy, 7 de agosto 1969 pág. 5.
8
Campo pagado por la empresa la Constancia, para incentivar la compra de los bonos de la dignidad nacional.
Ver El Diario de Hoy. 7 de agosto de 1969, pág. 7.
9
El Diario de Hoy. 7 de agosto de 1969, pág. 42.
10
El Diario de Hoy. ―victoriosas tropas chalatecas‖, 11 de agosto de 1969, última página.
6
10
En San Miguel, ―Ante millares de personas congregadas en diversas calles de la ciudad
desfilaron ayer tarde las compañías del Teatro de Operaciones Nor-Oriental que tuvieron
destacada actuación en los campos de batalla.‖11
En Santa Ana, “El pueblo santaneco rindió ayer clamoroso homenaje de simpatía y
admiración al ejército salvadoreño. Hubo desfile de victoria por las principales calles y actos
especiales en el estadio municipal. La imagen de señora Santa Ana presidió las
ceremonias.‖12
En suma, la celebración de la victoria se extendió a lo ancho y largo del país; pero la
supuesta victoria de la fuerza armada de El Salvador era realmente una construcción
elaborada por la dirigencia política, que tenía como propósito unificar al país alrededor
del gobierno militar de la época en un ambiente de creciente protesta social que se había
detenido a causa de la guerra contra Honduras; pero muy pronto se volvería a activar. El
enfrentamiento armado se detuvo debido a la presión ejercida por la Organización de Estados
Americanos (OEA). La resolución de la OEA ordenaba un cese de fuego y llamó al retiro de
tropas de ambos ejércitos de los territorios ocupados. (Rowles, 1980:176). En un primer
momento el gobierno salvadoreño puso resistencia a la resolución, pero luego aceptó, pues al
no hacerlo corría el riesgo de ser declarado agresor por parte del organismo internacional y
tornarse objeto de sanciones económicas y diplomáticas por parte de la OEA.13
4.- La memoria de la guerra: del desfile de la victoria a la guerra de legítima defensa
Las posteriores conmemoraciones de la guerra contra Honduras fueron abandonando poco a
poco el discurso de la victoria por el de la legítima defensa. En el primer aniversario de la
guerra, a pesar de mantenerse algunas referencias a la victoria salvadoreña fue conmemorado
como el día de la Unidad Nacional. Para ese momento aún se mantenía la cohesión de las
fuerzas vivas de la sociedad salvadoreña alrededor del gobierno y de la Fuerza Armada
11
El Diario de Hoy. ―Imponente desfile‖, 16 de agosto de 1969, p.p.
El Diario de Hoy. ―desfile triunfal en Santa Ana‖, 25 de agosto de 1969, p.p.
13
La resolución I patrocinada por 14 naciones (incluyendo Costa Rica, Guatemala, Nicaragua, Estados Unidos)
ordenó un cese de fuego y llamó al retiro de tropas. El consejo resolvió 1.- disponer la suspensión de hostilidades
a partir de las 22 horas del día 18 de julio de 1969, 2.-Instar a los gobiernos de El Salvador y de Honduras para
que cada uno de ellos proceda inmediatamente a replegar las tropas que estén ocupando porciones del territorio
del otro Estado a las líneas en que se encontraban con anterioridad al 14 de julio, de manera que estas
operaciones se terminen dentro de un plazo de 96 horas, contadas a partir de las 22 horas del día 18 de julio de
1969, hora local centroamericana, 3.- solicitar de la comisión que, a la brevedad posible, designe observadores
para que vigilen el cumplimiento de la presente resolución y den cuenta a la comisión, la cual a su vez deberá
informar al consejo actuando provisionalmente como órgano de consulta. Ver James Rowles, Op. cit., págs.
176,177.
12
11
Salvadoreña, esta era vista como ―Glorioso Ejército Salvadoreño‖. La empresa privada
reconocía en el hombre de uniforme al héroe. Así se deja ver en el siguiente mensaje:
“La patria reconoce a sus héroes… en esta gloriosa fecha, un año atrás, nuestro
valiente ejército se vio obligado a defender con dignidad y amor, los derechos
humanos de quienes sufrieron la más enorme barbarie del presente siglo. Este día, se
conmemora la culminación de la unidad del pueblo salvadoreño contra la agresión de
un régimen que mancilló a nuestros hermanos… El Salvador… corazón de
Centroamérica, por cuyas arterias palpita y vive el sueño eterno de Morazán… El
Salvador, gloriosa cuna de la independencia, de la libertad y de la fraternidad
centroamericana…”14
La prensa también conmemoró el evento, destacando el papel de ejército salvadoreño:
“La nación entera recuerda en esta fecha, el primer aniversario de haber expuesto
ante la conciencia del mundo, la protesta enérgica de un pueblo que fue vilipendiado
y ultrajado en centenares de miles de sus hijos. Hace un año, el pundonoroso Ejército
Nacional unido al pueblo salvadoreño, reclamó como lo hacen las naciones
civilizadas, libres, dignas y demócratas, los derechos humanos avasallados por
pretextos oscuros y por mentes sin principios humanitarios. Justamente es este, el
primer aniversario cuando El Salvador surgió como un digno reclamante de los
principios universales y elementales de los derechos humanos. Con firmeza el pueblo,
el ejército y gobierno siguen después de un año, construyendo un mejor destino,
concatenando esfuerzos con todos los sectores progresistas del país. La Prensa
Gráfica rinde el homenaje más enaltecedor a los héroes nacionales que ofrendaron su
vida en defensa de la patria. Es una fecha hoy, que enmarca la unidad y el sentir de
toda una nación”.15
Los homenajes se realizaron en diferentes lugares del país:
“Impresionantes actos de homenaje fueron rendidos ayer a los héroes de la “Guerra
de las Cien Horas”, librada victoriosamente contra el ejército de Honduras, en
distintos cuerpos militares y civiles de esta capital y del interior de la nación. Entre
los actos sobresalientes se señalan los rendidos en el cementerio militar ubicado en la
Toma de Aguilares y otro acto en el nuevo Gimnasio Nacional. Además hubo
ceremonias religiosas y cívicas en todos los cuerpos militares, especialmente la que se
14
15
La Prensa Gráfica, 14 de julio de 1970, pág. 25.
La Prensa Gráfica. ―Homenaje ayer a los héroes de la guerra‖, 14 de julio de 1970, pág. 3.
12
desarrolló en el Primer Regimiento de Artillería (Cuartel El Zapote), donde se
dispararon veintiún cañonazos a las seis de la tarde y se guardó un minuto de
silencio, el cual fue guardado también en todo el territorio nacional, en memoria de
todos los que cayeron en acción. En el cementerio general de San Salvador también
hubo actos cívicos y religiosos, en los que participaron autoridades militares,
familiares de los desaparecidos y sacerdotes. Planteles educativos de diversas
cabeceras departamentales, tomaron parte en los homenajes al Ejército Nacional, a
los héroes y a todos aquellos que en diversas formas, contribuyeron a la unidad
nacional para castigar el genocidio hondureño perpetrado en miles de familias
salvadoreñas, que fueron despojadas y expulsadas de ese país.”16
Después de 1970, los aniversarios de la guerra empezaron a dejar de lado la evocación a la
unidad nacional, o la victoria sobre Honduras y sobre todo las conmemoraciones se volvieron
un asunto más interno de la Fuerza Armada y no celebraciones de carácter nacional.
¿Cómo se explica esto? Con respecto a la unidad nacional, ya hemos mencionado que esta fue
muy fugaz, el conflicto internacional unificó a todos los sectores. Sin embargo, pasada la
guerra, los problemas internos resurgieron con mayor fuerza, las protestas se incrementaron.
En 1970, cuando aún se apelaba a la unidad y la defensa de la patria contra el enemigo
hondureño, el gobierno de Fidel Sánchez Hernández tuvo que soportar una serie de huelgas,
marchas de calle. Al interior de la misma Universidad de El Salvador se sucedieron tres
huelgas estudiantiles, los maestros estaban descontentos con el régimen. En fin, el conflicto
no la unidad era el quehacer diario del país. Desde 1971 en adelante, el gobierno más que
apelar a la unidad nacional contra un enemigo externo empezaba a tomar en serio la lucha
armada contra un enemigo interno, las nacientes organizaciones guerrilleras, que estaban
operando contra los cuerpos de seguridad y recolectando fondos a través de la captura de
prominentes empresarios. El contexto político interno dejaba poco margen al discurso de
la unidad. La construcción que la dirigencia política gubernamental hizo sobre la unidad
nacional era poco menos que creíble a mediados de los años setenta.
Al diluirse el éxito del discurso de la unidad nacional y de la victoria sobre Honduras, fue
ganando terreno el discurso de la guerra de legítima defensa, pero además la conmemoración
se volvió un asunto especialmente interno de la fuerza armada salvadoreña. Después de la
conmemoración del 6 de agosto de 1969, jamás se sucedieron celebraciones multitudinarias.
16
Idem.
13
El recuerdo de la guerra y el homenaje a los caídos en combate se celebraba al interior de los
cuarteles de manera un poco discreta hacia el público, pero tratando de cimentar en el hombre
de uniforme el valor, y la gallardía en la defensa de la patria. Si bien es cierto, las
celebraciones hacia fuera de los cuarteles no son masivas y hay poco interés de la sociedad en
recordar el evento, al interior de los cuarteles proliferan los lugares de memoria, estos como
“lugares de elaboración de memoria, lugares simbólicos (banderas, himnos, símbolos de la
patria o de la comunidad) o bien lugares en concreto (monumentos conmemorativos, museos
y edificios patrimoniales. El lugar de memoria se convierte en el portavoz de una memoria ya
existente. Es el lugar de manifestación de la voz del pasado, a veces restituido, a veces
retenido.” (Michonneau, 1999:101)
Los lugares de memoria asumen el conflicto como una guerra de legítima defensa. Algunos
lugares de memoria: el museo de Historia Militar, especialmente la sala N-3 Gral. Fidel
Sánchez Hernández, el obelisco en honor a los caídos (en el Ex –cuartel el Zapote) y el
monumento a los héroes (en el Boulevard de los Héroes). Son solo algunos de los
monumentos que honran la memoria de los caídos por la defensa de la patria y que simbolizan
la unidad de la fuerza armada salvadoreña con su pueblo.
En la sala N-3 del Museo de Historia Militar se destaca la vocación pacifista de Sánchez
Hernández, quien previamente a ejercer la presidencia, fungió como Emisario de Paz por las
Naciones Unidas y como signatario del armisticio ante las dos Coreas. Se enfatiza que el
presidente logró la total unidad de la sociedad salvadoreña por la defensa de la soberanía. La
sala presenta las armas que las tropas salvadoreñas utilizaron durante el conflicto como los
fusiles checos, Garand, carabinas M-1, M-2, así como las utilizadas por los oficiales las
ametralladoras Smeitzer, Solothur y las Thomson 45 mm. Se exhiben una serie de fotografías
de los principales dirigentes del conflicto ubicados posteriormente en el status de héroes:
entre ellos los Grals. Fidel Sánchez Hernández, José Alberto Medrano, Mario de Jesús
Velásquez. El listado de los caídos en combate, oficiales, tropa, guardias nacionales, policías
nacionales y de hacienda, el acta de entrega de de la ciudad de Nueva Ocotepeque a las
autoridades hondureñas el día 2 de agosto de 1969, la cual había sido ocupada por la Fuerza
Armada de El Salvador desde el 16 de julio17.
17
La acción principal de los militares salvadoreños era conquistar Nueva Ocotepeque. Era la llave para
adentrarse en territorio hondureño. Los avances hacia la toma de dicha ciudad los condujo el Coronel Mario de
Jesús Velásquez.
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El Obelisco a los héroes caídos en la Guerra de Legítima Defensa 1969. Este monumento se
encuentra en el interior del Ex cuartel el Zapote. Contiene el listado de los caídos en la
guerra18.
18
Los caídos en combate: Mayor Jorge Alberto Domínguez, Capitanes Guillermo Reynaldo Cortez, Douglas
Vladimir Varela, José Anibal Serrano Hernández Serrano, Teniente Miguel Ángel Gavidia, Subtenientes Víctor
Manuel Guerra Inglés, José Jaime Marenco, José Víctor Menéndez, Ramón Romero Ortiz, Sgtos Alirio Ardón
Aragón, Francisco Canales Ascencio, cabos Isidoro Ticas Fuentes, Esteban Blanco Romero, Víctor Manuel
Moreno Barrera, Gabriel Rosales, Concepción Ibañez Rivas, Guardias Nacionales Oscar Osmín Quintanilla,
Juan Antonio Rivas, Rafael Antonio Solito Torrento, José Saúl Serrano, Francisco Armando Gómez Abarca,
Ramón Alfredo Medina, Candelario Chávez Trejo, Policías de Hacienda Miguel Ángel Flores, Manuel Antonio
Barrera, Santiago Álvarez, José Domingo Ramírez, Carlos Humberto Vásquez, René Quintanilla Portillo,
Motoristas Gustavo Chavarría Gómez, Germán Girón Linares, Soldados José Héctor Medrano, Adán Henríquez,
Solórzano Martínez, Juan José Osorio, Mauricio Molina Castro, Humberto Rodríguez Cruz, Sánchez Vargas,
Samayoa Castro, Julio César Ventura Quintanilla, Rómulo Arévalo Martínez, Juan Cruz Fuentes, Matías
Alvarado, Víctor Franco, Carlos Hernández Hernández, Juan José Cornejo Najarro, Julio César Majano
Meléndez, Trinidad Aguilar Choto, Onofré de Jesús Hernández, José Rivas Galeas, Juan José Lemus Granados,
Pedro Arístides Vásquez Robles, Eulalio Hernández Pérez, Mauricio Sánchez Campos, José Luis Linares
Sandoval, Cruz Rivera Valencia, Eligio Echeverría Menjívar, Carlos Mejía Segovia, Ángel Rivera Coto, Esteban
Pineda Rodríguez, Alberto Verganza Verganza, Miguel Ángel Polanco Escobar, Dolores Alvarado Romero,
Sostenes Hermógenes Arriola, Mariano Corpiño Rodríguez, Erasmo Antonio Góchez Vargas, Hernán Campos
Ascencio, Ernesto Flores Magaña, Arnoldo Valladares Morales, Gustavo Platero Bolaños, Pedro Alfaro
Velásquez, Benjamín Abarca Quintanilla, Alex González Sandoval, David Valencia Monterrosa, Rafael
González Murcia, Ricardo Antonio Tobar Colocho, Juan Francisco Morán Herrera, Miguel Ángel Escobar
Nuñez, José Lino Jurado Castro, Ricardo Vanegas Velásquez, Salomón Romero Murillo, Miguel Ángel Flores
González, Pedro Sergio Díaz Aldana, Leonardo Paz Zelaya, Miguel Ángel Figueroa Vásquez, Aníbal
Jurado Villalobos, Andrés Díaz Pérez, Humberto Cáceres Romero, José Roberto Pereira Merlos, José Abel
Martínez, Luis Morales García, Mario Hernández Cruz, Salvador Martínez Reyes, Bernardo Rodríguez Rosales,
Manuel de J. Martínez Aguirre, Alfonso Paredes Palacios, Genaro Santos Peraza, José Anixar Zelaya Funes,
Pedro Salmerón Fuentes, Francisco Morán Herrera, Félix Salinas Carías, Manuel Castro Ascencio, Gilberto
Guillén Martínez, Roger Antonio Rojas, José Ángel Flores Pérez, Federico Arcenio Samayoa Pastora, Eduardo
Triguero Bruno, Eduardo Rivas Guzmán, Pedro Arístides Vásquez Robles, Alfonso Zepeda Vargas, Juan
Antonio López Osorio, Carlos Calderón, Elías Solórzano Martínez, Raymundo Arévalo Martínez, Héctor Ayala
Guerrero, Andrés Perla Sorto.
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Obelisco en memoria a los caídos en la ―Guerra de Legítima
Defensa. Ubicado al interior del cuartel El Zapote
Conclusión
La guerra que se llevó a cabo entre El Salvador y Honduras en 1969, la cual ha sido
denominada con muchos nombres: Guerra de Legítima Defensa, del Fútbol, de las
Cien Horas provocó una unidad nacional sin precedentes entre la Fuerza Armada de El
Salvador, el gobierno del Gral. Fidel Sánchez Hernández y el resto de la sociedad
salvadoreña. Brevemente, la unidad nacional se impuso a la creciente protesta social
contra el Régimen Autoritario Militar. Sin embargo, tan pronto como pasó la
emergencia nacional salieron a flote las contradicciones internas, ante las que el
discurso de la unidad nacional ya no funcionó, más bien fue abandonado
paulatinamente por la dirigencia política. Las conmemoraciones posteriores se
volvieron eventos celebrados con mayor discreción sin hacer tanto énfasis a la
supuesta victoria contra el ejército hondureño. El discurso que adquirió mayor
connotación fue el relativo al de la Legítima Defensa, es decir que El Salvador fue a la
guerra para defender de la agresión hondureña. Sin embargo, el evento de julio de
1969 indica que fue el ejército salvadoreño el que tomo la iniciativa militar al
bombardear varias ciudades del vecino país.
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