LA ILUSTRACIÓN EN LA AMÉRICA HISPÁNICA 1.1. ASPECTOS

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LA ILUSTRACIÓN EN LA AMÉRICA HISPÁNICA
1.1. ASPECTOS PREVIOS
La corriente cultural de la Ilustración que transformó Europa en el S.XVIII también
afectó a América, y tuvo unas características similares a la desarrollada en España. Las
nuevas ideas de la Ilustración llegaron mayoritariamente a la élite americana, pues al pueblo
sólo llegaron aquellas ideas que no se consideraban peligrosas para el mantenimiento de la
ortodoxia católica y del orden social establecido. También arribaron aquellos presupuestos
que tuvieron posibilidad de aplicación práctica para conseguir el desarrollo de las colonias
en el sentido político del despotismo ilustrado, cuya máxima será la aplicación de reformas
pero con un sentido paternalista hacia el pueblo.
En España uno de los grandes promotores de la Ilustración fue Fray Benito Jerónimo
de Feijoo, quién durante la primera mitad del S.XVIII pretendió divulgar los avances de las
ciencias experimentales, aplicándolas al terreno de la educación, ayudando de esta manera
a la penetración en el país de las ideas de La Enciclopedia.
Pero no sólo obras de este estudioso español, como “Cartas eruditas” o “Teatro crítico
universal” se difundieron rápidamente por el Nuevo Continente, sino que también
alcanzaron notable predicamento las publicaciones de destacados enciclopedistas e
ilustrados como Rousseau o Voltaire. Así, es reseñable destacar como personajes como el
preceptor de Simón Bolívar, Simón Rodríguez, siguió las pautas en la educación de éste
marcadas por “El Emilio” de Rousseau, forjando en el “libertador” un espíritu revolucionario,
e inspirado por la Ilustración, que encontramos en buena parte de sus correligionarios
americanos como José de San Martín o Francisco de Miranda. . LUCENA, M. y otros,
(1988), Historia de Iberoamérica, Cátedra, Madrid
Una de las vías de penetración de las ideas ilustradas en América será el comercio de
libros, tanto legal como de contrabando, que llegó fundamentalmente a las altas capas
criollas, ya que la acción de la Inquisición se constituye en un factor de primera magnitud a
la hora de explicar el por qué de la escasa llegada de estos libros a la masa popular
americana.
Se conocen numerosos testimonios que prueban el interés de los criollos por adquirir
estas obras. Así por ejemplo, el barón de Nonderflicht, a quién se ordenó activar las
reformas de la minería en Perú y Nueva Granada, trasladó allí su biblioteca, organizando
numerosas tertulias de intelectuales en las que se dieron a conocer buena parte de las
ideas asentadas con la Ilustración.
También fue significativo para el asentamiento de los presupuestos ilustrados la labor
de las Sociedades Económicas americanas, cuyo modelo fue parejo al ideado en España.
Éstas pretendieron en todo momento fomentar una docencia útil, moderna y moralizante
alejado de fines teológicos, que proporcionará a los criollos un conocimiento más amplio de
la nueva corriente cultural. Así en tierras americanas se fundaron en la segunda mitad del
S.XVIII, hasta quince nuevas sociedades, que forjaron en la élite americana un espíritu
pragmático de la Ilustración a través de las denominadas Gacetas.
Por otro lado hemos de indicar que si bien estas sociedades se volcaron en el
desarrollo económico de América, a finales de siglo, comenzaron a ser receptoras y a la vez
difusoras de ideas revolucionarias, que pronto calarían entre los sectores más radicales del
criollismo.
Una tercera vía de penetración de las ideas ilustradas fue el periodismo. Así en un
principio no se trató de periódicos diarios, sino de hojas volantes que salían frecuentemente
recogiendo sucesos acaecidos en Europa y América. Sin embrago esta tendencia cambió
gracias al desarrollo de los medios de transporte y comunicación que permitieron la rápida
difusión de los servicios postales, que permitieron en última instancia los intercambios
epistolares, y los periódicos entre los que descollaron singularmente La Gaceta de Méjico,
La Gaceta de Lima o el Mercurio de Perú.
1.2. LOS DEBATES SOBRE LA NATURALEZA AMERICANA
Un sector del criollismo irá adquiriendo durante el Siglo XVIII conciencia de su
singularidad, sobre todo con respecto a los españoles peninsulares. Los criollos van a creer
ser los auténticos poseedores de la “tierra prometida”, sin embargo como anteriormente
expusimos las reformas borbónicas apartarán a éstos del desempeño de los más
importantes cargos del ejército y la administración.
Así pues, el criollismo en América se desarrolla por una serie de factores entre los que
podemos reseñar razones de índole interna como las disposiciones borbónicas que
hallaron eco negativo entre la sociedad indiana, colaborando en la forja del sentimiento
anticolonial; la ruptura de la legitimidad establecida por la concepción patrimonial del Estado
tras las forzadas abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII, que se suma a la doctrina
populista de tradición escolástica, por la que la soberanía revierte al pueblo en ausencia de
la figura del rey; también hay que señalar la labor de los jesuitas, favorecedora de un
espíritu opositor al dominio hispano entre la burguesía criolla, y la difusión de las ideas
liberales y revolucionarias expandidas por las universidades, las academias literarias, las
sociedades económicas y las logias masónicas.
Por otra parte, sobre el proceso emancipador actúan otros factores que podríamos
llamar externos, de los que algunos, tales como la independencia de los Estados Unidos o
la Revolución francesa, son ante todo modelos a imitar. Más importante fue la repercusión
del enciclopedismo francés o los contactos mantenidos en Londres por figuras del proceso
tan significativas como Bolívar, Francisco de Miranda, San Martín, O’Higgins, etc., lo que
permitió conferir bases ideológicas comunes a un movimiento tan dispar como el
emancipador.
En todo caso, hemos de señalar que el criollismo va tomando fuerza gracias a los
ataques que le vienen del exterior. De este modo, lo americano fue objeto de atención
internacional gracias al análisis comparativo entre los europeos y los americanos que realizó
Buffon en su obra “Historia natural” (1749), en la que denostaba a los segundos, pues
planteaba que los americanos tenían una menor capacidad intelectual que los europeos,
creando una corriente de opinión que fue seguida por multitud de seguidores como
Cornelius de Paw, quién fue más allá de las tesis planteadas por Buffon, al afirmar en su
ensayo “Investigaciones filosóficas sobre los americanos” (1788) que no sólo los europeos
eran superiores intelectualmente a los americanos, sino que éstos últimos carecían de
capacidad para autogobernarse.
Así pues, estos escritos generaron un amplio debate sobre la naturaleza de lo
americano, que se vio reflejado incluso en la prensa del otro lado del Atlántico.
Frente a estos ataque frontales unos de los máximos defensores América serán los
jesuitas quienes escriben una serie de obras en la que defienden la singularidad de lo
americano y del criollismo, entre las que descuellan la “Historia Antigua de Méjico” de
Francisco Javier Clavijero; la “Historia de los jesuitas de Nueva España” de Francisco Javier
Alegre, o la “Historia de América” de Raynal, quién contó para escribirla con la información
que le proporcionaron criollos tan destacados como Francisco de Miranda.
1.3. LOS JESUITAS Y SU LABOR EN EL CONTINENTE AMERICANO
La labor de los jesuitas en torno a la expansión cultural americana en el Siglo XVIII
ocupa un lugar extraordinario, pues éstos controlaron la enseñanza media y superior en el
Nuevo Mundo, difundiendo ampliamente las ideas de la ilustración.
De este modo, los jesuitas aplicaron en Hispanoamérica los saberes empíricos en el
ámbito de la enseñanza. Estudiaban a los autores europeos para rebatirlos y aprovechar
sus conocimientos. Asimismo fueron promotores de la nueva escolástica moderna, que
preservó la tradición pero fue vanguardista, hasta el punto de fraguar un espíritu
revolucionario que caló entre la mayor parte de las élites criollas.
Así pues, es lógico que tras el decreto de expulsión de esta congregación religiosa en
1767, efectuado por Carlos III, se produjese como primera gran consecuencia una gran
carencia docente situación que se viene a unir irremisiblemente con un acusado descenso
de la vida intelectual.
En segundo término este hecho también justifica un cambio de los métodos misionales
y de la atención pastoral en Hispanoamérica. BURRIEZA SÁNCHEZ, J. (2007), Jesuitas
en Indias: entre la utopía y el conflicto. Trabajos y misiones de la Compañía de Jesús
en la América Moderna, Universidad de Valladolid
Un tercer factor derivado de la expulsión será la creciente hostilidad de los jesuitas al
dominio de una Corona española que había propiciado el destierro de la Compañía de
Jesús de sus dominios americanos, hecho evidenciado en escritos como los de Juan Pablo
Vizcardo, quién tras su expulsión reside en Italia escribirá su “Carta a los españoles
americanos” en la que incitará a éstos a la rebelión contra el dominio hispano, apoyándose
en británicos y franceses.
1.4. ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN AMERICANA EN EL S.XVIII
Antes de proceder a analizar los distintos grupos raciales, sociales y funcionales que
componían la sociedad hispanoamericana del S.XVIII, convendría hacer algunas
observaciones sobre el tamaño y composición de la población en general.
Las cifras relativas a comienzos de siglo no son más que el resultado de diversos
cálculos realizados a partir de los datos que disponemos. Así, es poco probable que la
población americana superara los 10 millones de habitantes, de los cuales 70.000 eran
españoles, 500.000 negros y el resto indios y mestizos. Esta cifra irá aumentando
considerablemente como nos muestran los estudios de Alexander Von Humboldt, quién es
su “Ensayo político” nos situó la población de Hispanoamérica en 1800 en 16,9 millones de
habitantes, de los que 3,3 eran españoles, 7,5 millones indios, 5,3 mestizos y 776.000
negros. Meyer, A.(1985) Humboldt, Biblioteca Salvat, Barcelona, 1985
Estas cifras nos hacen determinar a grandes rasgos las principales características de
la población hispanoamericana a lo largo del S.XVIII: en primer lugar el aumento de la
oblación total iberoamericana, en por lo menos un 69% (de 10 a 16,9 millones de hab.); en
segundo lugar, la estabilización relativa del tamaño de la población indígena; en tercer lugar,
el crecimiento de la población blanca y mestiza; y por último, el acusado aumento de la
población negra como consecuencia de la intensificación del comercio de esclavos en el
Atlántico.
LOS CRIOLLOS
Aunque a lo largo de nuestra exposición ya hemos apuntado alguno de los rasgos
básicos de este sector, cabe sin embargo, dedicar unas someras líneas, a unos individuos
que constituirán la base de los distintos movimientos emancipadores ya durante el S.XIX.
Así, hemos de incidir en el hecho de que no se tardó mucho en conformar en América
una estructura social similar a la de la Península, aunque caracterizada por la ausencia de
un sector nobiliario numeroso. Así, la élite estará pronto ocupada por los criollos
(descendientes de padres nacidos en América) muchos de ellos equiparados en privilegios
a los hidalgos hispanos, cuyo poder se basaba en las tierras obtenidas de los repartimientos
y en la posesión de las encomiendas de indios. Vivían en la ciudad o en el medio rural
(estancias), ocupando cargos locales y accediendo algunos a títulos de nobleza. Su sector
de mayor preparación intelectual se opuso rápidamente al monopolio de los altos cargos
detentados fundamentalmente por peninsulares, calificados de modo despectivo como
“gachupines” o “chapetones.
LOS INDIOS
La “libertad de la que disfrutaban los indios en Hispanoamérica en el S.XVIII, les
permitía tener tierra de su propiedad, cambiar de lugar de residencia, presentarse ante los
tribunales de justicia y elegir su profesión. No obstante, el hecho de ser libres no significaba
que pudieses practicar otras religiones diferentes al cristianismo, ni vivir aislados, sin
contribuir a la prosperidad de la sociedad y a los ingresos de la Corona.
Desde el punto de vista legal, su libertad era comparable a la de los campesinos libres
de España, hallándose bajo la protección regia, pero al igual que los demás estamentos de
la sociedad en la que vivían, tenían obligaciones que cumplir. Así, los principales deberes
de los indios eran pagar el tributo (impuesto individual que debían abonar semestralmente
todos los varones, excepto en caso de enfermedad o por razones profesionales) y contribuir
al bienestar social trabajando, ya fuese por voluntad propia o por la fuerza, a cambio de un
salario y bajo la supervisión de los magistrados locales.
Con este sistema llamado mita en Perú y repartimento en Nueva España, la Corona
intentaba conciliar las necesidades de los colonos con los derechos de los indios. No se
trataba de esclavitud, ya que a éstos sólo se les obligaba a trabajar por periodos limitados y
pagándoles lo estipulado por ley; no obstante los abusos y la explotación social estuvieron a
la orden del día.
MESTIZOS Y CASTAS
Según Humboldt, la población mestiza en Hispanoamérica había alcanzado a finales
del S.XVIII, los 5,3 millones, lo que suponía en torno al 32% de la población total.
Así, de estos datos se extrae como conclusión principal que la población mestiza
creció con gran rapidez desde el S. XVI, cuando eran muy pocas las mujeres españolas que
emigraban a América, hecho que continuó durante los Siglos XVII y XVIII, cuando el
desarrollo económico del Nuevo Continente puso en contacto a funcionarios, mineros o
comerciantes españoles con las mujeres indias.
La unión entre españoles e indios da lugar al nacimiento de un nuevo estrato social, el
mestizo, muchos de los cuales a pesar de ser mantenidos por su progenitores europeos no
fueron reconocidos formalmente, lo quie les sitúa en una posición de inferioridad social
frente a otros estamentos de la sociedad indiana. Aún así, muchos de sus miembros
acabaron formando las clases medias del imperio, compuestas mayoritariamente por
comerciantes, artesanos y granjeros.
En todo caso hemos de significar que en todo el continente americano este tipo de
población fue bastante propensa durante el S.XVIII a protagonizar numerosos incidentes de
carácter político.
Al margen de los mestizos, hemos de significar, por otro lado que existirán en la
América colonial española múltiples combinaciones raciales entre las que destacamos:
la unión entre español y africana propicia el mulato o pardo, de consideración inferior
por el origen esclavo de la madre; aun por debajo se consideraba al zambo, mezcla de
indio/a con negro/a. También debemos incluir aquí a los cuarterones o castizos –español/a
con mestizo/a, los moriscos –español/a con mulato/a- y los albinos –español/a con
morisco/a-, además de otras posibles combinaciones.
LOS NEGROS
La esclavitud de los negros no fue un fenómeno exclusivo de este siglo, pues ya desde
comienzos del S.XVI se llevaron africanos al Caribe español para que se ocupasen de los
trabajos pesados que los blancos no harían y que los indígenas no estarían capacitados
para hacer. Sin embargo en el dieciocho si experimentó un crecimiento espectacular, a
causa de la enorme expansión del comercio de esclavos en el Atlántico. Según los cálculos
aproximados realizados por Philip Curtin en 1969, de los 9,6 millones de esclavos que
fueron víctimas de dicho comercio, entre los albores del S.XVI hasta 1870 nada menos que
6,1 corresponden al periodo comprendido entre 1701 y 1810.
1.5. CONCLUSIONES
A la hora de clasificar a una sociedad conforme a criterios raciales siempre aparecerán
excepciones inevitables, a pesare de lo cual podemos establecer una serie de
consideraciones de carácter general.
En Hispanoamérica el estamento superior de la sociedad estaba constituido por una minoría
de españoles, entre los que cabía distinguir entre:
a)los peninsulares, que desempeñaban la mayoría de altos cargos en la
Iglesia y el Estado; y que controlaban el comercio internacional.
b)Los criollos, quienes, muchos más numerosos que los anteriores, eran
los grandes propietarios de las haciendas en las que trabajaban los indios
y los esclavos negros, regentaban los obrajes, tenían pequeños negocios
de diversas clases y desempeñaban cargos de pequeña importancia.
Tras éstos grupos se disponían los restantes elementos de las sociedad indiana entre
los que hemos destacado a los indios, quienes a diferencia de los mestizos, que residen en
el ámbito urbano, elegirán el hábitat rural para erigir sus poblaciones, constituyendo un
grupo social por debajo del cual se sitúan los esclavos negros, individuos, por otro lado,
carentes de todo tipo de derechos.
En todo caso, y sea como fuere, con excepción de la pequeña minoría blanca
peninsular, todos los grupos de esta compleja estructura social tenían claros motivos de
queja que condujeron en última instancia a la formación de revueltas urbanas,
protagonizadas por los mestizos, a rebeliones de esclavos en territorios como Venezuela, y
a una resistencia endémica por parte de los indios.
En todos estos casos, los criollos y los peninsulares unieron en principio sus fuerzas
para proteger su supremacía social, económica y política (v. gr. Rebelion de Tupac Amaru1780/1782-); aunque la pésima gestión de los gobiernos, tanto los absolutistas como los
liberales del Trienio, de Fernando VII, y que, sumada a los despropósitos de la etapa de
Godoy y las contradicciones de la Junta Suprema y de las Cortes gaditanas supusieron una
línea de desgobierno cada vez más acusada, en la que los criollos vieron la oportunidad de
ocupar los más altos cargos a nivel político, en consonancia con el poder económico que ya
detentaban, y que acabarían por significar, el último término, la extinción del imperio colonial
hispano. DOMÍNGUEZ, J(1985)., Insurrección o lealtad. La desintegración del Imperio
español en América, FCE, México
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