La concertación y el dialogo social en España: 1977

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La concertación y el dialogo social
en España: 1977-2007*
JOSÉ IGNACIO PÉREZ INFANTE**
EL OBJETIVO DE UNA MAYOR
COHESIÓN SOCIAL
C
omo consecuencia de la decisión de
los Jefes de Estado y de Gobierno
participantes en la XVI Cumbre Iberoamericana celebrada en Montevideo (Uruguay) en noviembre de 2006, el tema central
de la XVII Cumbre Iberoamericana a celebrar en noviembre en Santiago de Chile, será
el de la cohesión social, más concretamente
cómo a través de las políticas sociales conseguir en Iberoamerica sociedades más cohesionadas e igualitarias.
* El artículo reproduce, con algunas actualizaciones, la ponencia presentada, con el título de «La concertación social y las políticas públicas en una estrategia
de cohesión social. La experiencia española», en el
Seminario, organizado por el Ministerio de Trabajo y
Asuntos Sociales, «El Diálogo social y la concertación:
vehículos de la cohesión social», celebrado en Cartagena de Indias (Colombia) en septiembre de 2007. El
Seminario, en el que participaron sindicatos y organizaciones empresariales latinoamericanos, tenía como
objetivo preparar la intervención de los interlocutores
sociales en la XVI Cumbre Iberoamericana de Jefes de
Estado y de Gobierno celebrada en noviembre de 2007
en Santiago de Chile.
** Profesor Asociado de la Universidad Carlos III de
Madrid y Vocal-Asesor de la Comisión Consultiva Nacional de Convenios Colectivos.
Esto significa que estas sociedades aseguren el bienestar a sus ciudadanos, reduzcan
las disparidades y discriminaciones sociales y
eviten la polarización y los conflictos entre
sus miembros y grupos sociales o, en caso de
surgir, se arbitren soluciones para superarlos.
La consecución de una mayor cohesión
social se debe basar en los valores y principios
de la democracia, lo que exige el reconocimiento de los derechos fundamentales de las
personas, al mismo tiempo que se debe concebir como un proceso global, que procure una
integración social, tanto dentro de cada
nación como en el conjunto de las naciones
que componen Iberoamérica, dirigido a reducir las disparidades entre los niveles de desarrollo de las distintas naciones y regiones y de
los distintos colectivos, grupos sociales,
etnias y personas.
El objetivo de elevar la cohesión social exige la implantación de determinadas políticas
públicas, políticas que deben impulsar el crecimiento económico de los distintos países del
área, aumentar y mejorar el empleo existente, potenciar la igualdad de oportunidades
entre los distintos colectivos, clases sociales y
personas, tanto en relación con el género y la
edad como con las etnias y nacionalidades, y
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fortalecer los mecanismos de protección
social, en particular aquellos dirigidos a los
menos favorecidos y más vulnerables.
Todo ello debe ir acompañado de medidas
destinadas a conseguir una viabilidad presupuestaria que financien esas políticas públicas, lo que significa una política fiscal adecuada que permita la obtención de recursos
suficientes y que se convierta en un factor que
favorezca la distribución más igualitaria de
la renta. La mejora de las condiciones de vida
de los más pobres sólo se podrá conseguir con
un mayor crecimiento económico que vaya
unido a una mejor distribución de la riqueza
y los ingresos.
Ahora bien, el objetivo de una mayor cohesión social implica que el proceso de crecimiento económico sea intensivo en empleo, que propicie una importante creación de empleo, y
que, además, este empleo sea de mejor calidad, menos precario y más justamente remunerado, lo que exigirá mejorar el funcionamiento de los mercados de trabajo, reducir las
segmentaciones existentes en estos mercados,
así como favorecer la emergencia de los trabajos irregulares o subterráneos.
Además de las mejoras en el funcionamiento de los mercados de trabajo, la creación de
empleo, que debe ir acompañada de un crecimiento paralelo de la productividad y de una
política de rentas que aumente el nivel de vida
de los trabajadores, exigirá que los distintos
gobiernos adopten políticas activas que incentiven el empleo, en particular de los que tienen
mayores dificultades de inserción o reinserción laboral, que favorezcan la intermediación
entre la oferta y la demanda de trabajo, es
decir, entre los trabajadores y los puestos de
trabajo, y que faciliten la adaptación de los
trabajadores a los cambios en el proceso productivo y el desarrollo de sus calificaciones, sin
olvidar la implementación de políticas pasivas
de empleo dirigidas a superar las situaciones
de carencia de renta de las personas paradas.
Por otra parte, el proceso de crecimiento
económico y de empleo no será suficiente sin
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una estrategia dirigida a proporcionar la
igualdad de oportunidades entre los distintos
componentes de las sociedades iberoamericanas. Y esta estrategia de igualdad de oportunidades implica no sólo transformaciones
importantes en el sistema educativo y de formación, sino también otras actuaciones, como
las dirigidas a mejorar la salud de todas las
personas y, como ya se ha señalado, las que
tienen como finalidad facilitar el acceso a
empleos de calidad y en condiciones de igualdad de trato y de condiciones de trabajo de los
distintos colectivos.
En este sentido, la mayor cohesión social
exigirá aumentar la participación de las mujeres en el mercado de trabajo, facilitar la transición de los jóvenes de la escuela al mercado
de trabajo y favorecer el empleo de las personas discapacitadas, eliminando, en todo caso,
las situaciones de discriminación de estos
colectivos con el resto de los trabajadores.
Y, por último, la estrategia de cohesión
social debe contar con sistemas de protección
social, que garanticen la Seguridad Social de
los trabajadores y la extensión de las prestaciones sociales a personas no integradas en el
mercado laboral, otorgando especial atención
a la infancia y adolescencia, al envejecimiento de la población y a las personas en situación de exclusión social.
La extensión y mejora de la protección
social exige la elección de mecanismos adecuados de financiación, que, a la vez que proporcionen recursos suficientes, sean compatibles con el resto de los objetivos de la cohesión
social, en concreto, que favorezcan el crecimiento económico y potencien la creación de
empleo.
LA CONCERTACIÓN SOCIAL, COMO
INSTRUMENTO PARA LA COHESIÓN
SOCIAL
Los objetivos de la cohesión social, crecimiento económico, creación de empleo regu-
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lar y estable, igualdad de oportunidades, de
trato y de las condiciones laborales y protección social, implican generar una mayor confianza en la democracia y en las instituciones
políticas, económicas y sociales, así como la
responsabilidad no sólo de los gobiernos sino
también de los interlocutores sociales, sindicatos y organizaciones patronales, así como
de organizaciones no gubernamentales.
dades y de trato, la emergencia de la economía irregular, los cambios en el mercado de
trabajo, la formación profesional o los sistemas de financiación de las políticas sociales.
En este sentido, en la situación actual de
las sociedades iberoamericanas, una mayor
cohesión social difícilmente se podrá conseguir sin la participación de todas las instituciones y organizaciones sociales y desde luego
de los interlocutores sociales.
En este sentido, parece que la experiencia
española de concertación social, iniciada con
el proceso de transición de la dictadura franquista a la democracia y prolongada hasta el
momento actual, puede ser un instrumento
de reflexión y de ayuda para sentar las bases
de discusión de las estrategias a desarrollar
en los países iberoamericanos.
Parece, por lo tanto, que el diálogo o concertación social entre el gobierno y los agentes sociales debe de desarrollar un papel trascendental en la estrategia de conseguir una
mayor cohesión social. La participación de los
interlocutores sociales en la discusión, el
diseño, la elaboración, la aplicación y el
seguimiento de las políticas públicas que se
adopten con el objetivo de fortalecer la cohesión social puede ser un elemento esencial
para que esa estrategia tenga éxito.
Sin restar responsabilidad y competencia
a los gobiernos para instrumentar las políticas públicas necesarias, la participación de
los agentes sociales puede facilitar la adopción de medidas que en otro caso sería muy
difícil sino imposible de poner en marcha,
sobre todo porque en muchos casos la estrategia de cohesión social obligará a conciliar o
hacer compatible intereses, en principio contrapuestos, como la flexibilidad de las empresas y la seguridad del empleo de los trabajadores y la protección social de determinadas
personas.
En concreto, el diálogo social puede convertirse en un instrumento de modernización
económica y social, en aspectos como la política social, la innovación de las tecnologías, la
organización del trabajo, la distribución de la
renta, el fomento de la igualdad de oportuni-
LA EXPERIENCIA
DE LA CONCERTACIÓN SOCIAL
ESPAÑOLA
La concertación social española no ha sido
homogénea, desarrollándose en fases muy
distintas tanto por las condiciones políticas,
económicas y sociales de cada una de ellas,
como por el carácter del diálogo social, los
participantes en el mismo y su contenido.
En este sentido, es posible diferenciar tres
grandes fases en la concertación social
española:
La primera, que transcurre entre 1977 y
1986, caracterizada por grandes pactos sociales, en los que la política de rentas y la negociación colectiva jugaron un papel esencial,
pero en la que se incluyeron otros aspectos
muy relevantes, como determinadas reformas laborales, compromisos de fomento del
empleo, protección social, reducción de la jornada y del absentismo laboral y aumento de
la productividad.
Esta primera fase, caracterizada por el
período de tránsito y consolidación de la
democracia y por la situación de crisis económica iniciada en 1975, y que únicamente
comienza a superarse a mediados de 1985, se
inaugura con los Pactos de la Moncloa, firmados el 25 de octubre de 1977 y vigentes en
1978, y finaliza con el Acuerdo Económico y
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Social (AES), firmado el 9 de octubre de 1984
y vigente en 1985 y 1986.
Entre estos dos acuerdos, los Pactos de la
Moncloa y el AES, se suscriben otros cuatro,
el Acuerdo Básico Interconfederal (ABI) en
1979, el Acuerdo Marco Interconfederal
(AMI) vigente en 1980 y 1981, el Acuerdo
Nacional de Empleo (ANE) vigente en 1982 y
el Acuerdo Interconfederal (AI) vigente en
1983.
Como se ha señalado, el carácter y contenido de estos pactos es muy distinto. También
difieren los firmantes de los mismos.
Así, los Pactos de la Moncloa tienen una
naturaleza más política que social, al suscribirlos el gobierno y los partidos políticos
representados en el Congreso de los Diputados, tras celebrarse el 15 de junio de 1977 las
primeras elecciones democráticas después de
la dictadura franquista. Este primer pacto,
de contenido muy amplio, como luego se analizará, aunque es aceptado posteriormente
por los sindicatos Comisiones Obreras
(CC.OO) y Unión General de Trabajadores
(UGT), no se firmó con los interlocutores
sociales sino con los partidos políticos.
Por su parte, el ABI y el AMI se suscribieron únicamente por la organización patronal
Confederación Española de Organizaciones
Empresariales (CEOE) y por el sindicato
UGT, quedando al margen el sindicato Comisiones Obreras y no participando el Gobierno.
El ANE lo suscriben, por primera vez, el
gobierno y todas las organizaciones sindicales y empresariales más representativas a
nivel estatal, UGT y CC.OO, por una parte, y
la CEOE, por la otra, y el AI lo firman los
agentes sociales, UGT, CC.OO. y CEOE, sin
participación del gobierno.
Por último, en el AES participa otra vez el
Gobierno, que lo firma con UGT y las organizaciones empresariales, CEOE y CEPYME,
pero no con CC.OO., que se excluye del pacto.
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Una vez finalizada la vigencia del AES en
1986 se produce un largo período, hasta
1994, en el que prácticamente no existen
acuerdos entre el gobierno y los interlocutores sociales y entre éstos entre si, período que
se caracteriza en un principio, hasta 1991,
por una fase expansiva de la economía con un
fuerte proceso de crecimiento económico,
seguido después de un período de aguda crisis económica, que se mantiene hasta mediados de 1994.
La segunda fase de concertación social,
transcurre entre mediados de 1994 y finales
de 1997. Esta fase, caracterizada, otra vez,
por una situación cíclica de la economía muy
expansiva, que se mantiene todavía en 2007,
se diferencia de la anterior, la que transcurre
entre los Pactos de la Moncloa y el AES, en
que no se suscriben grandes pactos sociales,
sino Acuerdos de carácter específico entre
Gobierno y los interlocutores sociales más
representativos a nivel nacional, en los que
ya no se incluyen aspectos relacionados con
las políticas de rentas, sino que predominan
los contenidos relacionados con las políticas
de empleo y las reformas laborales.
De esta fase, el acuerdo más relevante por
su contenido y trascendencia en la normativa
laboral es el Acuerdo Interconfederal para la
Estabilidad del Empleo (AIEE), firmado el 8
de abril de 1997 entre los sindicatos CC.OO. y
UGT y las organizaciones empresariales,
CEOE y CEPYME, y que fue asumido por el
gobierno del PP trasladándolo a una norma
de rango de Ley, norma que supuso importantes cambios en materia laboral.
Después de esta segunda fase de concertación social vuelve a producirse un período que
transcurre hasta 2003, caracterizado, salvo
alguna excepción, por la ausencia de pactos o
acuerdos sociales.
Finalmente, se produce una tercera fase de
concertación social que comienza en 2004,
tras la celebración de las elecciones legislativas el 14 de marzo de ese año, ganadas pero
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sin mayoría absoluta, por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
Esta tercera fase de la concertación social,
que todavía se mantiene en la actualidad1, se
inicia con la Declaración para el Diálogo
Social del 8 de julio de 2004, suscrita por el
gobierno y los interlocutores sociales representativos a nivel estatal, CC.OO. y UGT, por
parte sindical, y CEOE y CEPYME, por parte
empresarial. Esta Declaración, que supone
un nuevo modelo de concertación social,
incluye un conjunto de compromisos en materias muy diversas que deberían ser objeto de
negociación entre las partes que la suscribieron.
Fruto de la negociación en mesas diferentes ha sido la adopción de distintos acuerdos
que abarcan ámbitos como la regularización
de la inmigración irregular, la formación
profesional para el empleo, el incremento de
la cuantía del salario mínimo, la regulación
del trabajo autónomo, la solución extrajudicial de conflictos colectivos, la revalorización
de pensiones mínimas, el plan estratégico en
materia de seguridad y salud laboral y, en
particular, cuatro acuerdos que convienen
resaltar por su relevancia social, que son los
relacionados con la acción protectora a las
situaciones de dependencia, la igualdad
entre hombres y mujeres, las medidas en
materia de Seguridad Social, que, actualmente en trámite legislativo2, van a introducir importantes reformas en esta materia y,
por último, el Acuerdo para la Mejora del
Crecimiento y del Empleo (AMCE), que ha
supuesto la aprobación de relevantes modificaciones en la regulación del mercado laboral, principalmente orientadas a la mayor
estabilidad del empleo.
1
La situación se refiere a septiembre de 2007, anterior a las elecciones legislativas de marzo de 2008, ganadas también sin mayoría absoluta por el PSOE.
2
Aprobadas por la Ley 40/07, de 4 de diciembre, de
medidas en materia de Seguridad Social.
LA SITUACIÓN POLÍTICA
Y ECONÓMICA ESPAÑOLA Y EL INICIO
DE LA CONCERTACIÓN SOCIAL
Con el fallecimiento el 20 de noviembre de
1975 del dictador Franco, se inicia, a partir de
1976, y no sin dificultades, un proceso de
transición democrática, que durará hasta los
inicios de la década de los ochenta, y cuyas
dos primeras referencias importantes son la
legalización de los sindicatos, prohibidos
durante todo el período de dictadura, por una
Ley del uno de abril de 1977 y la celebración
el 15 de junio de ese año de las primeras elecciones legislativas libres desde las últimas
celebradas en la Segunda República en febrero de 1936.
Este inicio del proceso de transición
democrática coincide con el comienzo de una
fase de la economía muy recesiva. Esta fase
recesiva, que se había iniciado en el otoño de
1973 en la mayoría de las economías desarrolladas, como consecuencia inmediata del
aumento del precio del petróleo en octubre de
ese año, pero que ya venía generándose desde
el derrumbe en 1971 del sistema monetario
internacional instaurado en Bretton Woods
en 1944, se traslada a España con un cierto
retraso, ya que sus efectos no son patentes
hasta finales de 1974 o principios de 1975.
Pese al retraso en el comienzo de la crisis
en España, ésta afecta con especial virulencia
a la economía española, tanto en el retroceso
del ritmo de crecimiento del PIB y la destrucción del empleo como en el crecimiento de la
inflación y el paro, hasta el punto que se ha
calificado a la crisis económica española de
esos años de crisis diferencial en relación con
las crisis de otras economías desarrolladas.
Las causas de la crisis diferencial de la economía española son varias y de índole diversa, aunque las principales pueden resumirse
en las siguientes:
• La mayor dependencia de la importación del petróleo que otras economías,
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por la escasez de otras fuentes energéticas alternativas y por la nula producción petrolífera nacional, lo que se reflejaba en que en España se importaba
entonces el 66% de la energía consumida, frente al 34% en media de los países
de la OCDE.
• La crisis del sistema de relacionales
laborales franquista, basado en la
prohibición de los sindicatos de clase y
las huelgas y en un fuerte intervencionismo estatal en la regulación de las
relaciones laborales, incluso en la fijación de los crecimientos salariales, y, en
consecuencia, con muy poco espacio a la
autonomía de las partes. Esta situación
de crisis del sistema de relaciones laborales, en un momento de descomposición de la dictadura, ya palpable desde
la muerte del vicepresidente Carrero
Blanco el 20 de diciembre de 1973, en el
que se intensifica la actuación de la oposición al régimen y de los sindicatos
entonces ilegales, favorece que estos
últimos reivindiquen fuertes crecimientos salariales, sobre todo si se tiene en
cuenta el bajo nivel de vida de los trabajadores españoles de esa época, reivindicaciones que, en muchas ocasiones,
fueron aceptadas por las empresas, al
margen de los cauces legales del sindicato vertical impuestos por el franquismo.
• La existencia de una serie de deficiencias estructurales de la economía
española, derivadas muchas de ellas del
fuerte intervencionismo estatal en la
mayoría de las áreas económicas y del
exagerado proteccionismo cara al exterior. Estas deficiencias estructurales,
que afectan no sólo al mercado de trabajo sino también al sistema financiero y a
la estructura productiva, agravan las
consecuencias inflacionistas de la crisis
económica y dificultan la adaptación de
la economía española a las nuevas circunstancias económicas.
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• Y, por último, la coincidencia de la crisis
económica con una enorme crisis política, que está provocando el desmoronamiento del régimen franquista. Esta
coincidencia, junto con las grandes
incertidumbres sobre el futuro y la
ausencia de apoyo popular, impide que
los distintos gobiernos de los años 1974
a 1977 tomen decisiones políticas y
económicas de relevancia para afrontar
la crisis económica que se está desarrollando. Esta ausencia de decisiones
para afrontar la crisis económica en
España contrasta con las políticas que
se estaban aprobando en esa época en
otros países y supone un importante
agravamiento de los problemas sin
resolver de la economía española.
Una de las consecuencias principales de la
crisis de mediados de la década de los setenta
del siglo pasado en la economía española es el
intenso crecimiento de la inflación, que medido por el aumento medio anual del IPC, pasa
del 5,7% en 1970 al 24,5% en 1977, llegando a
alcanzar en la media de junio-julio de ese último año el 42%.
Este fuerte impulso de la inflación se
acompaña de un retroceso en el ritmo de
aumento del PIB y en el descenso del empleo,
con el consiguiente incremento del paro, circunstancias que se mantuvieron mucho más
tiempo que en otros países, hasta 1985, y que
explicaron, en gran medida, el papel de la primera fase de la concertación social en
España, la caracterizada por los grandes pactos sociales.
En este sentido, algunos datos pueden ser
convenientes para situar el marco económico
del proceso de concertación social en España.
Mientras que en el período anterior al inicio
de la crisis económica, el que transcurre entre
1964 y 1974, la tasa de crecimiento anual
acumulativo del PIB real o en volumen era el
6,4%, en el período de crisis, el que transcurre
entre 1975 y 1985, el aumento del PIB retrocedió hasta el 1,6%, lo que supuso una des-
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trucción media del empleo del 1,6% y un
aumento del paro en los diez años transcurridos de dos millones y medio de personas y
provocó un incremento de la tasa del paro
desde el 3% en 1974 hasta el 21,5% en 1985.
Éste es, pues, el contexto económico en el
que se inicia la concertación social en España
y que explica, en gran parte, el carácter y
naturaleza de la misma.
A la vez, este inicio de la concertación
social estaba condicionado, como ya se ha
señalado, por el marco de relaciones laborales
del franquismo, marco que había supuesto
una ruptura radical con el existente durante
la República. En efecto, el sistema de relaciones laborables franquista, basado en la prohibición de la huelga y los sindicatos de clase, se
configuraba en torno a la existencia de un
sindicato vertical, único y obligatorio, que
englobaba por ramas de actividad tanto a trabajadores como a empresarios, y al fuerte
intervencionismo estatal en la regulación de
las relaciones laborables a través de Ordenanzas Laborales y Reglamentaciones de
Trabajo muy estrictas, que establecían para
cada sector y con gran detalle las condiciones
laborales que obligatoriamente se tenían que
cumplir. Además en muchos de esos años el
gobierno fijaba el tope del crecimiento salarial en los convenios colectivos.
Este marco de las relaciones laborales,
sólo roto, y no completamente, con la legalización de la huelga y de los sindicatos en marzo
y abril de 19773, respectivamente, impedía la
existencia de una auténtica autonomía de las
partes, e iba unido a una regulación muy rígida en materias tales como la contratación y el
despido, al existir un escaso margen para la
contratación temporal y reducidas posibilidades para el despido por causas económica u
3
La legalización y regulación de la huelga se produjo por el Real Decreto-Ley 17/1977, de 4 de marzo,
sobre relaciones de trabajo, y la de los sindicatos por la
Ley 19/1977, de 1 de abril, reguladora de la asociación
sindical.
objetivas, lo que hacía que los empresarios
usaran como método principal para el ajuste
de las plantillas el despido disciplinario.
LOS PACTOS DE LA MONCLOA
Una vez celebradas las elecciones del 15 de
junio de 1977 y ganadas sin mayoría absoluta
por la Unión del Centro Democrático (UCD),
partido creado por personalidades del anterior
régimen franquista, el Presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, plantea ante la situación de
crisis económica la necesidad de consensuar la
estrategia de política económica.
Tras un primer intento de concertación
con los interlocutores sociales, se abandona
esta vía y se elige el pacto del gobierno con los
partidos políticos representados en el Congreso de los Diputados.
Existirán varias razones para no elegir la
concertación con sindicatos y organizaciones
particulares. Por un lado, las organizaciones
empresariales, CEOE y CEPYME, no estaban todavía constituidas, estaban en vías de
creación. Y, por otro lado, los sindicatos se
acababan de legalizar, existía un elevado grado de división entre los dos sindicatos más
extendidos, CC.OO. y UGT, y el grado de afiliación era muy reducido, lo que implicaba
una importante debilidad y, a la espera de
celebrarse las elecciones sindicales, entre el
16 de enero y el 6 de febrero de 1978, una
representatividad todavía no acreditada oficialmente.
Si, a estas razones, se une la gravedad de
la crisis económica, que dificultaba el proceso
de transición de la dictadura a la democracia,
y la necesidad de consolidar este proceso,
parece explicable la elección de un pacto político, en vez de uno social, aunque este pacto
político fuese aceptado posteriormente por
UGT y CC.OO.
Los Pactos de la Moncloa, como ya se ha
señalado, se firmaron el 25 de octubre de
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1977, entre el gobierno y los partidos políticos
representados en el Congreso de los Diputados, y los dos objetivos económicos fundamentales de los mismos fueron la lucha contra la
inflación, el paro todavía no tenía la gravedad
que tuvo posteriormente, y la introducción de
reformas estructurales en la economía
española que superaran las deficiencias que
caracterizaron a la dictadura franquista,
sobre todo el acusado intervencionismo estatal y el exagerado proteccionismo exterior, al
tiempo que adaptaran el tejido productivo y
distributivo del país a las circunstancias de la
crisis económica.
Para ello, en los Pactos se distinguen dos
tipo de medidas: de saneamiento, dirigidas a
reducir la inflación y los déficit exterior y
público de la economía española, y de reformas estructurales, que repartieran más equitativamente los costes de la crisis, potenciaran los mecanismos de mercado de la economía y reestructuraran los sectores productivos más afectados por la crisis económica.
Las medidas de saneamiento económico,
caracterizadas por sus efectos a corto plazo,
se configuraron con el triple objetivo de reducir la inflación y los déficit exterior y público y
utilizó los instrumentos clásicos de las políticas económicas de demanda anticíclicas, de
carácter deflacionista en este caso:
c) Fiscales, limitando los gastos públicos
de consumo y el déficit público, aumentando los gastos públicos de inversión y
elevando la participación del Estado en
la financiación de la Seguridad Social,
con la finalidad de permitir un menor
crecimiento de las cotizaciones sociales.
b) Monetarios y cambiarios, limitando el
crecimiento del dinero en circulación
(oferta monetaria) y fijando, un tipo de
cambio, devaluándolo, más realista de
la peseta.
c) De precios y rentas, manteniendo transitoriamente un sistema de precios
48
controlados en los productos más influyentes en el coste de la vida o en el caso
de aquellos que se forman bajo condiciones monopolistas y estableciendo un
tope al crecimiento de la masa salarial
de las empresas, tanto públicas como
privadas.
d) De empleo, estableciendo un programa
de fomento del empleo juvenil.
A su vez, las medidas de reformas estructurales, con efectos más a largo plazo que las
medidas de saneamiento, fueron en su enunciado muy numerosas y variadas (fiscales,
educativas, de urbanismo y suelo, vivienda,
de reformas de la Seguridad Social, financieras, energéticas, agrarias y de comercialización), aunque debido a que los Pactos de la
Moncloa se aplicaron sólo durante 1978, la
única medida de este tipo que realmente se
desarrolló fue la aprobación de un impuesto
de rentas físicas que tuvo un efecto muy positivo sobre la extensión del pago de los
impuestos en España y sobre la recaudación
de ingresos públicos.
En cualquier caso, de las medidas incluidas en los Pactos de la Moncloa es de destacar
las relacionadas con las políticas de rentas.
En efecto, aparte de fijar un tope al crecimiento de la masa salarial durante 1978 del
20% (22% si se incluyen los aumentos por
antigüedad y ascenso), se produjo un cambio
muy importante en el criterio de fijación de
los aumentos salariales en los convenios
colectivos, que antes de los Pactos de la Moncloa, se basaban en la inflación pesada (medida por el incremento del IPC) del año anterior. A esta inflación pasada, del año anterior,
se añadían unos puntos porcentuales (dos o
tres, normalmente) calculados con base en el
incremento de la productividad por ocupado
también del año anterior.
Este criterio se sustituyó por el de basar
los aumentos salariales pactados en los convenios colectivos en la inflación prevista por
el gobierno para el año de efectos económicos
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del incremento salarial pactado. El crecimiento salarial así pactado se podría elevar
posteriormente en función de la mejoras obtenidas en la productividad.
Los efectos de los Pactos de la Moncloa se
notaron en 1978 tanto en la reducción del
déficit exterior como del público. Pero esos
efectos fueron más palpables en la reducción
de la inflación, al disminuir el incremento del
IPC del 26,4%, en 1997 al 16,5%, si se calcula
ese crecimiento de diciembre a diciembre, y
del 24,5% al 19,8%, si se calcula en media
anual.
Este descenso de la inflación coincidió con
un incremento de los salarios pactados del
20,6%, ligeramente superior al tope del 20%,
cuando el año anterior el incremento se situó
en el 25%. Si, en vez de utilizar los crecimientos salariales pactados, se utilizan los
aumentos de los salarios brutos percibidos
por los trabajadores, el aumento pasó del
38,6% en 1977 al 26,7% en 1978. En cualquier
caso, la aplicación de los Pactos de la Moncloa
supuso un importante aumento del poder
adquisitivo de los trabajadores.
El retroceso de la inflación, que se mantuvo en los siguientes años, aunque menos
intensamente, se fundamenta en la conjunción de las políticas económicas de saneamiento, de carácter deflacionista, tanto fiscales como monetarias y cambiarias, con el
cambio de criterio de los crecimientos salariales basados en la inflación futura, en vez de
en la inflación pasada. Este doble mecanismo
rompió la dinámica de la espiral inflacionista, precios-salarios-precios, que se había producido en los años anteriores.
ACUERDO BÁSICO INTERCONFEDERAL
(ABI)
A pesar del éxito en 1978 de los Pactos de
la Moncloa, especialmente en relación con el
retroceso de la inflación, éstos no se renovaron en 1979. La razón de ello fue la convoca-
toria de elecciones en 1979, lo que se tradujo
en una ruptura del consenso político, consenso que se había reflejado en la firma de los
Pactos y en la ratificación en referéndum en
diciembre de 1978 de la nueva Constitución
Española. Por otra parte, los pactos políticos
no se sustituyeron por pactos sociales, entre
otras razones por la fuerte rivalidad existente entre CC.OO. y UGT.
En estas circunstancias el Gobierno fijó
unilateralmente por Real Decreto-Ley una
banda para el crecimiento salarial en 1979,
entre el 11% y el 14%.
Aun así, en 1979 no se abandonó totalmente la concertación social, al suscribirse el 10
de julio de ese año entre CEOE y UGT el
Acuerdo Básico Interconfederal (ABI).
CC.OO. no firmó este Acuerdo, puesto que
pretendía un pacto de tipo político, económico
y social de larga duración y de amplio contenido que se firmara entre el gobierno, los partidos políticos, los sindicatos y las organizaciones patronales.
El ABI no puede entenderse como un Pacto Social, como los que posteriormente se firmaron entre los interlocutores sociales, ya
que se configura como un documento de exposición de ideas de principio, de declaración de
intenciones, y de recomendaciones al gobierno sobre el marco de las relaciones laborales y
sobre la naturaleza y contenido del futuro
Estatuto de los Trabajadores, en concreto de
la regulación de la negociación colectiva.
El ABI, en consecuencia con este planteamiento, no incluye compromisos concretos de
los firmantes ni, por lo tanto, establece orientación alguna sobre el incremento salarial a
pactar en los convenios colectivos.
Las ideas principales se refieren, como se
ha señalado, a fijar la posición de CEOE y
UGT en relación con el Proyecto de Ley del
Estatuto de los Trabajadores, que se aprobaría finalmente en marzo de 1980. En este
sentido, los dos principios básicos del nuevo
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49
INFORMES Y ESTUDIOS
marco normativo de las relaciones laborales
deberían ser, según el ABI, el reconocimiento
amplio y profundo de la autonomía de los
interlocutores sociales en la negociación
colectiva y la presencia de éstos en todos los
ámbitos de las relaciones laborales. Principios que recogería posteriormente el Estatuto
de los Trabajadores.
Además de estos principios generales, el
ABI analizaba la naturaleza y estructura que
debía tener la negociación colectiva, oponiéndose a la intervención del gobierno, por lo que
se solicitaba la supresión de la autorización y
el arbitraje obligatorios por parte del gobierno de los convenios colectivos, que todavía se
mantenían como herencia del sistema de
relaciones laborales franquista. También,
reflexionaba el ABI sobre las directrices básicas de representatividad y legitimidad para
negociar convenios colectivos, así como sobre
los principios en que debían basarse los expedientes de regulación de empleo que incluyeran despidos colectivos.
Como ya se ha dicho, en marzo de 1980 se
aprobó el Estatuto de los Trabajadores, marco
básico de las relaciones laborales en España,
que recogía la mayoría de las ideas del ABI,
sobre todo en materia de negociación colectiva. En esta materia, reconocida como un derecho en el artículo 37 de la Constitución
Española, se establecían en la versión original
del Estatuto una serie de principios básicos
que se mantienen actualmente, a pesar de las
distintas reformas aprobadas desde 1980 del
Estatuto de los Trabajadores. Estos principios
básicos de los convenios colectivos en España,
que se basan en la autonomía de las partes
para negociarlos, son cuatro:
• Su carácter normativo o vinculante (ya
establecido en el artículo 37.1 de la
Constitución Española), es decir, su
carácter obligatorio para los contratos
individuales.
• La eficacia general automática de los
convenios, o, lo que es lo mismo, su
50
extensión, sin necesidad de acto administrativo o judicial alguno, a todas las
empresas y trabajadores del ámbito de
aplicación correspondiente, independientemente de su afiliación a las organizaciones empresariales y sindicales
firmantes de los convenios.
• La retroactividad o prórroga automática del contenido normativo de los convenios una vez concluido su plazo de
vigencia y hasta que se suscriba otro
nuevo.
• La necesidad de cumplir unas condiciones determinadas de representatividad
establecidas por el propio Estatuto que
legitime a los interlocutores sociales
para suscribir los convenios colectivos.
ACUERDO MARCO INTERCONFEDERAL
PARA LA NEGOCIACIÓN COLECTIVA
(AMI)
El mantenimiento en 1979 de la situación
de crisis económica, reflejada ahora en un
aumento cada vez mayor del paro y en el
mantenimiento de una elevada tasa de inflación, superior al 15%, pese a los descensos
que se venían produciendo desde la aplicación de los Pactos de la Moncloa, junto al
desarrollo del trámite legislativo del Proyecto
de Ley del Estatuto de los Trabajadores, recogiendo la mayoría de los principios planteados en el ABI, llevó a UGT a proponer un nuevo acuerdo entre los interlocutores sociales,
esta vez más amplio y ambicioso.
Este nuevo acuerdo debería servir, además, para consolidar la presencia social de los
sindicatos, entonces muy debilitados.
La persistencia de las disensiones entre
UGT y CC.OO. y las denuncias de éste último
sindicato sobre los incumplimientos de los
Pactos de la Moncloa provocó su retirada, por
lo que los únicos firmantes el 5 de enero de
1980 del nuevo acuerdo, el Acuerdo Marco
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JOSÉ IGNACIO PÉREZ INFANTE
Interconfederal para la Negociación Colectiva (AMI), fueron UGT y CEOE, sin participación tampoco del Gobierno, aunque posteriormente fue ratificado por el sindicato minoritario, Unión Sindical Obrera (USO).
El AMI, vigente durante 1980 y 1981, fue
el primer acuerdo entre los interlocutores
sociales, que fijaba compromisos en materias
tales como el crecimiento salarial y la reducción de la jornada, compromisos que deberían
aplicarse en los convenios colectivos, tanto de
empresas como sectoriales, que se suscribieran en el período de vigencia.
El elemento fundamental del Acuerdo
Marco Interconfederal para la Negociación
Colectiva era la fijación de una banda salarial, en función de las previsiones de inflación
del Gobierno, dentro de la cual se debieran
mantener los incrementos salariales acordados en los convenios colectivos. Esta banda se
fijó para 1980 en el 13% - 16%. Para 1981, la
revisión del AMI, estableció una banda comprendida entre el 11% y el 15%.
Asimismo, el AMI recogía la posibilidad de
las cláusulas de descuelgue, de inaplicación
por parte de las empresas del régimen salarial previsto en los convenios sectoriales en
los casos de pérdidas mantenidas en los dos
ejercicios anteriores. También preveía el
Acuerdo, como así hacían los Pactos de la
Moncloa, la revisión salarial con efectos
retroactivos en el caso de que el crecimiento
del IPC superara una determinada cuantía.
Además del crecimiento salarial, el AMI
establecía objetivos y compromisos en materia de reducción de la jornada laboral y el
absentismo laboral, así como de aumento de
la productividad por ocupado.
En materia de la jornada laboral se planteaba la reducción de la jornada, de 126 horas
anuales, desde el máximo legal de 2006 a
1880 horas anuales en 1982. También en
materia de jornada laboral, y con el objetivo
de favorecer la creación de empleo, se esta-
blecían condiciones para reducir las horas
extraordinarias al mínimo imprescindible,
suprimiendo las habituales y manteniendo
únicamente las justificadas por causas
mayor, urgentes o extraordinarias o por necesidad de pedidos, ausencias imprevistas de
trabajadores, cambios de turno u otras circunstancias de carácter estructural y siempre, en estos casos, que no cupiera la utilización de contratos temporales.
En lo que respecta a la necesidad de crecimiento de la productividad, el AMI preveía la
negociación en los convenios colectivos de distintos aspectos que la favorecieran, así como
la introducción de distintos instrumentos de
medición de esa magnitud.
También con la finalidad de reducir el
absentismo laboral, muy relacionado con el
problema de la productividad, el AMI establecía una serie de principios y compromisos,
como la necesidad de cuantificar y catalogar
sus distintas causas, la negociación en los
convenios colectivos de medidas concretas y
la renegociación de los complementos económicos a cargo de las empresas de las situaciones de Incapacidad Laboral Transitoria (ILT)
por enfermedad o accidente laboral.
Además de las materias relativas a los
salarios, jornada laboral, productividad y
absentismo, el AMI incluía una serie de principios y recomendaciones referidas a:
• La estructura de la negociación colectiva. En el sentido de mejorar, evitando
su proliferación, sobre todo de los convenios de centros de trabajo, propiciando
que los convenios sectoriales fuesen
absorbiendo el contenido de las distintas Reglamentaciones de Trabajo y
Ordenanzas Laborales vigentes, excluyendo de los convenios sectoriales los
acuerdos sobre materias que, por su
complejidad, no pudieran vincular a
todas las empresas y trabajadores, y se
aumentara la vigencia temporal de los
convenios a un mínimo de dos años.
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51
INFORMES Y ESTUDIOS
• La mediación, conciliación y arbitraje.
Previendo, con independencia de las
competencias públicas en esta materia
(Ministerio de Trabajo), la constitución
de un Comité Paritario Interconfederal,
entre los sindicatos y la organización
empresarial firmante, que tuviera como
función principal la interpretación,
aplicación y seguimiento de las cláusulas de los convenios colectivos, así como
la solución de los conflictos colectivos
que de dichos convenios pudieran derivarse.
• Los sindicatos, delegados, secciones sindicales y comités de empresa. Incluyendo una serie de reconocimientos por
parte de la CEOE, dirigidos a potenciar
y reforzar la actuación de los sindicatos
en las empresas y que supusieran un
claro precedente de la Ley Orgánica de
Libertad Sindical que no se aprobaría
hasta agosto de 1985.
La aplicación del AMI se convirtió en un
factor que favoreció la reducción de la conflictividad laboral española, disminuyendo el
número de horas perdidas por esta causa desde más de dieciséis millones en 1979 a algo
más de cinco millones en 1981.
Pero a pesar de la disminución de la conflictividad laboral y de las consecuencias
positivas para el diálogo social, la negociación
colectiva y la actuación sindical, el retroceso
de la inflación fue muy limitado, sobre todo
porque la debilidad política del gobierno después de las elecciones de 1979 impidió el
desarrollo de las medidas de saneamiento y
de las reformas estructurales acordadas en
los Pactos de la Moncloa.
En efecto, la inflación, que en media anual
se había reducido desde el 24,5% en 1977 al
15,7% en 1979, se mantuvo en torno al 15%
en los dos años siguientes (15,6% en 1980 y
14,5% en 1981). Pero, además, lo que era más
grave aún, el paro seguía creciendo hasta
situarse en porcentaje de la población activa
52
en el 15% en el último trimestre de 1981 (en
el cuarto trimestre de 1976 el porcentaje era
sólo el 4,7%).
ACUERDO NACIONAL SOBRE EMPLEO
(ANE)
El agravamiento de la crisis económica
desde la firma de los Pactos de la Moncloa,
en parte explicada por una nueva subida del
precio del petróleo en 1981, coincide durante
la vigencia del AMI con el intento de golpe de
Estado del 23 de febrero de 1981. Este intento de golpe de Estado, conocido como el 23F,
que había sido precedido por la dimisión del
presidente del Gobierno Adolfo Suárez, y la
gravedad de la situación económica, agudizó
la sensación de incertidumbre e inseguridad
sobre el futuro de la democracia española y
obligó al nuevo gobierno a plantear a los
interlocutores sociales un nuevo pacto
social, el ANE (el 23F interrumpió la elección del nuevo presidente del gobierno, Leopoldo Calvo Sotelo, que, dentro del mismo
partido, la UCD, sustituyó al dimitido Adolfo Suárez).
Esta vez, los dos sindicatos más representativos a nivel estatal, UGT y CC.OO., y la
organización empresarial, CEOE, aceptaron
la suscripción de un acuerdo en el que también participó el Gobierno. El ANE se firmó el
9 de junio de 1981 y por la situación política y
económica del momento se ha llegado a calificar de Pacto del miedo.
Es la primera vez que se produce en
España una auténtica concertación social, al
participar en el Acuerdo tanto el Gobierno
como todos los interlocutores sociales más
representativos a nivel estatal y en el que se
plantean compromisos de las distintas partes
firmantes, tanto de política económica como
de orientación de la negociación colectiva.
Además, y, sin que se recoja en el texto del
acuerdo, el gobierno se comprometía a aprobar una ayuda económica a los sindicatos,
que quedó institucionalizada en los Presu-
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JOSÉ IGNACIO PÉREZ INFANTE
puestos Generales del Estado de cada año y
que supondría un importante reforzamiento
de estas organizaciones.
Los compromisos más importantes del
ANE, vigente durante 1982, fueron los
siguientes:
a) En materia salarial
• Establecimiento de una banda salarial,
entre el 9% y el 11%, a tener en cuenta
en los convenios colectivos. Incluye,
como el AMI, la posibilidad de implicación del régimen salarial (cláusula de
descuelgue) en el caso de empresas con
pérdidas y establece que las empresas
sujetas a planes de reconversión
estarán en materia salarial sometidas a
lo previsto en dichos planes.
• Revisión del incremento salarial previsto si la inflación real supera a la prevista por el gobierno (cláusula de revisión o
salvaguarda salarial).
• Establecimiento de las bases de las
retribuciones de los funcionarios y personal no laboral de las Administraciones Públicas, así como los criterios para
la revisión de los salarios de las empresas públicas, el salario mínimo y las
pensiones de la Seguridad Social.
b) Compromiso de creación de empleo
• Establecimiento de un compromiso de
creación a lo largo de 1982 del orden de
350.000 nuevos puestos, de forma que al
final de ese año se mantuviera ocupada
la misma población asalariada que la
existente en el momento de la firma del
acuerdo, rompiendo así la tendencia a la
destrucción de empleo asalariado de
años anteriores.
c) En materia de fomento del empleo
• Establecimiento de medidas de fomento
del empleo (con bonificación del 90% de
la cotización a cargo de las empresas de
la Seguridad Social) a favor de la contratación (con una duración mínima de
un año) de los trabajadores desempleados con responsabilidades familiares
que hubiesen agotado la prestación
básica o contributiva por desempleo.
• Favorecimiento, a través de un convenio entre la CEOE y el Instituto Nacional de Empleo (INEM) de la realización
de contratos en prácticas y para la formación de jóvenes.
• Aumento en un 50% de la cotización a la
Seguridad Social de las horas extraordinarias, con la excepción de las motivadas por causa de fuerza mayor y de las
de carácter estructural.
• Establecimiento de medidas de control
que redujeran el pluriempleo de los trabajadores, especialmente, por su carácter ejemplificador, en las Administraciones Públicas.
• Reducción de las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social, incrementando la aportación del Estado a su
financiación.
d) En materia de cobertura de prestaciones
por desempleo
• Dotación de un fondo extraordinario de
15.000 millones de pesetas con la finalidad de ayudar a las desempleados, que
sería administrado conjuntamente por
el INEM, sindicatos y organizaciones
patronales.
• Extensión, con carácter excepcional del
subsidio por desempleo, a determinados
trabajadores que hubiesen agotado la
prestación por desempleo.
• Elevación hasta 20.000 millones de
pesetas de los fondos de empleo comunitario para los trabajadores eventuales
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53
INFORMES Y ESTUDIOS
agrarios de Andalucía y Extremadura
en paro4.
• Establecimiento de medidas para controlar el fraude en la percepción de las
prestaciones por desempleo.
e) En materia de Seguridad Social
• Establecimiento de medidas para el
control del fraude.
• Creación, como ya se establecía en los
Pactos de la Moncloa, de una Comisión
tripartita, entre el gobierno y los representantes de las organizaciones empresariales y sindicales, que estudiara la
necesidad de reforma y racionalización
del sistema de la Seguridad Social.
f) En otras materias
• Puesta en marcha de los instrumentos
de participación de los interlocutores
sociales en distintos organismos públicos, como la Junta Superior de Precios,
el INEM, y los distintos organismos de
la Seguridad Social.
• Necesidad de desarrollar las distintas
modalidades de contratación previstas
en el Estatuto de los Trabajadores de
1980.
Aunque durante 1982 volvió a disminuir la
conflictividad social hasta niveles inferiores a
2.800.000 horas perdidas, el enfrentamiento
de los sindicatos con el último Gobierno de
UCD se agravó progresivamente ante la debilidad de dicho Gobierno y el incumplimiento
de muchos de los compromisos previstos en el
ANE. Además, la inflación apenas se redujo
(el 14,4%, frente al 14,5% de 1981), pese a lo
cual los salarios redujeron su poder adquisitivo, y el paro continuaba su evolución creciente, hasta situarse la tasa de paro en el cuarto
Antecedente del actual subsidio por desempleo de
los trabajadores por cuenta ajena eventuales agrarios de
Andalucía y Extremadura, introducido en 1983.
4
54
trimestre de 1982 en el 16,6%, como consecuencia de la persistencia en el descenso del
empleo, en contraste con el compromiso previsto en el ANE en el sentido de mantener la
población ocupada asalariada.
Ante la situación política y económica, el
Gobierno anticipó a octubre de 1982 las elecciones legislativas, que ganó por mayoría
absoluta el Partido Socialista Obrero Español
(PSOE). Por primera vez desde el fin de la
Segunda República gobernaba en España un
partido de izquierdas.
ACUERDO INTERCONFEDERAL (AI)
Pese a la reticencia inicial de la organización empresarial CEOE para firmar un nuevo
acuerdo social con un partido de izquierdas
en el gobierno, el 15 de febrero de 1983 se suscribió un acuerdo entre CEOE y CEPYME,
por parte empresarial, y UGT y CC.OO., por
parte sindical, aunque sin la presencia del
Gobierno.
El nuevo acuerdo tenía un planteamiento
y contenido muy similar al AMI vigente en
1980 y 1981, incluyendo medidas relativas al
crecimiento salarial, la jornada laboral, la
reducción del absentismo laboral, el aumento
de la productividad por ocupado y la mediación, arbitraje y conciliación en caso de conflictos, así como recomendaciones sobre la
estructura de la negociación colectiva.
En relación con los salarios, estableció una
banda de crecimiento de los salarios pactados
en la negociación colectiva entre el 9,5% y el
12,5%, previendo como los acuerdos anteriores las cláusulas de descuelgue para el caso
de las empresas con pérdidas y de revisión
salarial para el caso de que la inflación real
superase a la prevista.
Por su parte, en lo que respecta a la jornada laboral se establecía que la jornada máxima legal sería la equivalente a los 40 horas
semanales, jornada máxima que fue estable-
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JOSÉ IGNACIO PÉREZ INFANTE
cida por Ley a mediados del año (Ley 4/83, de
29 de junio), aunque provocó algún conflicto
importante entre los interlocutores sociales
entre sí y entre el Gobierno y los sindicatos
por su entrada en vigor.
En el resto de las materias, relacionadas
con la reducción del absentismo laboral y el
aumento de la productividad, la necesidad de
modificar la estructura de la negociación
colectiva, basada en una excesiva atomización, y proliferación de los convenios colectivos, y la constitución de comités paritarios de
mediación, arbitraje y conciliación, se mantenía el planteamiento previsto en 1980 en el
AMI.
Además, se planteaba la necesidad de
reducir las horas extraordinarias y el pluriempleo, con la finalidad de elevar el empleo,
y se instaba al Gobierno a modificar el sistema de jubilación anticipada especial a los 64
años, creado en 1981, siempre que la empresa
se comprometiera a sustituir a ese trabajador
por otro desempleado.
Después de tres años en los que se mantuvo prácticamente la inflación, en 1983 vuelve
a producirse un descenso del crecimiento del
IPC, del 14,4% al 12,2% en media anual. Con
el objetivo de reducir más intensamente aún
la inflación y de contribuir a la adaptación y
reconversión de los sectores en crisis el nuevo
Gobierno socialista presentó en septiembre
de 1983 su Programa Económico a Medio Plazo (1984-1986), en el que se recogían muchas
de las medidas planteadas en los Pactos de la
Moncloa y no desarrolladas plenamente hasta entonces.
Este Programa incluía, además, un duro
plan de saneamiento económico, con el fin de
reducir la inflación hasta el 8% en 1984. Con
esta finalidad, en los meses siguientes el
Ministro de Economía del Gobierno socialista
propuso que en los convenios colectivos se
pactara para ese año crecimientos salariales
entre el 5% y el 6%.
Ante la dureza del ajuste salarial propuesto, aceptado por la patronal (en 1983, el incremento salarial pactado, incluyendo la revisión salarial, había ascendido al 11,4%), los
sindicatos plantearon subidas salariales
superiores (UGT el 8%), que fueron rechazadas tanto por el Gobierno como por la CEOE.
Como consecuencia de ello, en 1984 no
hubo pacto social alguno, lo que provocó un
fuerte repunte de la conflictividad laboral,
que ya se había iniciado a lo largo de 1983. En
efecto, las horas perdidas por conflictividad
laboral, que no llegaron a 2,8 millones en
1982, se elevaron a 4,4 millones en 1983 y a
6,4 millones en 1984.
A pesar de ello, la inflación continuó descendiendo (del 12,2% al 11,1%), aunque
menos de lo previsto por el Gobierno, y el crecimiento salarial pactado en la negociación
colectiva se redujo considerablemente del
11,4% al 7,8%, lo que produjo una importante
pérdida del poder adquisitivo de los salarios.
Aun así, la crisis continuaba y la tasa de
paro se elevaba en el cuarto trimestre de 1984
al 21,1%, de cada cinco activos más de uno
estaba en paro.
ACUERDO ECONÓMICO Y SOCIAL (AES)
En la segunda mitad de 1983, el gobierno
socialista planteó a los interlocutores sociales
la necesidad de introducir mecanismos de flexibilidad en el mercado de trabajo, con el fin
de aumentar la capacidad generadora de
empleo de la economía española y de terminar con el proceso de destrucción del empleo y
aumento del paro.
Las posibilidades que se manejaron eran
la de flexibilizar los mecanismos de salida del
empleo, el despido, abaratando las indemnizaciones por despido y suprimiendo la autorización administrativa en los despidos colectivos, lo que, según los empresarios favorecería
la contratación de nuevos trabajadores, y fle-
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55
INFORMES Y ESTUDIOS
xibilizar los mecanismos de entrada al
empleo, la contratación, facilitando la de
carácter temporal.
La fuerte oposición sindical a la flexibilización del despido, unido a que todavía no
existían síntomas claros de recuperación
económica y a que apenas había transcurrido
tiempo suficiente para que se notaran los
efectos de las modificaciones establecidas en
el Estatuto de los Trabajadores en materia de
despido, entre las que sobresalían el importante descenso de las indemnizaciones por
esa contingencia5, hizo que la propuesta de
reforma se centrara en la flexibilización de
los mecanismos de salida, de la contratación.
Aunque no se produjo pacto escrito, el
gobierno consensuó la reforma laboral con
UGT, CEOE y CEPYME, pero con la oposición de CC.OO., y por la Ley 32/1984, de 2 de
agosto, se aprobó una modificación muy relevante del Estatuto de los Trabajadores, dirigida a la flexibilización de la contratación
temporal. Paralelamente se aprobó la Ley
31/1984, de 2 de agosto, que modificó el sistema de protección por desempleo establecido
en octubre de 1980 por la Ley Básica de
Empleo.
Esta modificación de las prestaciones por
desempleo, que suponía una contrapartida a
la flexibilización de la contratación temporal,
pretendía aumentar los colectivos y la duración de la protección asistencial o subsidio
por desempleo, con la finalidad de elevar la
cobertura de las prestaciones por desempleo
en relación con el paro registrado.
En ese clima de diálogo social entre el
Gobierno y UGT y CEOE y CEPYME el primero planteó a los interlocutores sociales un
nuevo acuerdo social, que, finalmente, fue firmado el 9 de octubre de 1984. En el nuevo
5
De 60 días de salario por año de servicio, con un
máximo de 60 mensualidades, hasta 45 de salario por
año de servicio, con un mínimo de 42 mensualidades,
todo ello en el caso del despido improcedente.
56
acuerdo, el Acuerdo Económico y Social
(AES), vigente para 1985 y 1986, volvió a participar, como en el ANE, el Gobierno, pero
esta vez excluyó a uno de los sindicatos más
representativos, Comisiones Obreras.
El AES incluía una declaración del Gobierno y dos partes claramente diferenciadas, la
primera, que recogía los acuerdos tripartitos
entre Gobierno e interlocutores sociales, la
mayoría de los cuáles suponían compromisos
del Gobierno, y, la segunda, que recogía los
acuerdos bipartitos de carácter interconfederal, entre UGT, por un lado, y CEOE y CEPYME, por otro.
La declaración del Gobierno planteaba los
objetivos macroeconómicos para los años
1985 y 1986, siendo el central y prioritario la
creación de empleo. Este objetivo central y
prioritario implicaba un crecimiento económico sostenido asentado en la reducción de
las tasas de inflación y el déficit público.
Los acuerdos tripartitos, con compromisos
del Gobierno, incluían medidas fiscales (como
incentivos a la inversión y el tratamiento de
las rentas más bajas), los crecimientos salariales del personal de las Administraciones
Públicas, el objetivo de aumentar la cobertura de las prestaciones por desempleo, medidas de Seguridad Social, como la revalorización de las pensiones y la reducción de los
tipos de cotización, y la creación de tres fondos.
Estos tres fondos significaban importantes
compromisos financieros. El primero, de
inversiones públicas, con una dotación adicional a la incluida en los Presupuestos Generales del Estado, de 50.000 millones de pesetas.
El segundo, de convenios del INEM con organismos públicos para la realización de obras y
servicios de interés general o común dirigidos
a la contratación temporal de trabajadores
desempleados, dotada con 30.000 millones de
pesetas. Y, el tercero, de solidaridad para el
empleo, dirigido a financiar programas de
políticas activas de empleo, contratación y
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JOSÉ IGNACIO PÉREZ INFANTE
formación profesional, dotado con 60.000
millones de pesetas obtenidos de la financiación a partes iguales de Gobierno, trabajadores y empresarios.
Por últimos, entre los acuerdos interconfederales, bipartitos, entre UGT y CEOE/
CEPYME, el principal es el establecimiento
de la banda salarial a que deberían someterse los crecimientos salariales pactados
durante la vigencia del convenio: entre el
5,6% y el 7,5% en 1985 y entre el 90% y el
107% previsto para el incremento del IPC en
1986 en ese año. Además, se fijaba que el
poder adquisitivo de los trabajadores se
garantizaría con una cláusula de revisión, en
el caso de que la inflación final superase a la
prevista, que, esta vez, entraría en funcionamiento a los doce meses, en lugar de a los seis
como en los acuerdos anteriores.
Asimismo, se fijaban otra serie de compromisos bipartitos, similares a los establecidos
en acuerdos anteriores, sobre productividad,
absentismo, estructura de la negociación
colectiva y el establecimiento de procedimientos voluntarios para la solución de conflictos laborales, así como el apoyo al desarrollo reglamentario de la Ley 32/1984, de 2 de
agosto, que flexibilizaba la contratación temporal.
había aumentado en 1983 y, sobre todo, en
1984, hasta ascender en este último año a 6,4
millones de horas, volvió a reducirse en 1985,
a 3,2 horas, y en 1986, a 2,3 horas.
EL FINAL DE LOS GRANDES PACTOS
SOCIALES
El AES fue el último gran pacto social, una
de cuyas características principales era establecer bandas de crecimientos salariales a las
que debería sujetarse la negociación de los
distintos convenios colectivos.
Ya durante la vigencia del AES, y a pesar de
la reducción de la conflictividad laboral, se produjeron fenómenos de ruptura entre los interlocutores sociales y entre éstos y el Gobierno.
Los dos más relevantes fueron la oposición
de los sindicatos a la reforma de la Seguridad
Social aprobada en 1985 y el enfrentamiento
de las organizaciones patronales con el
Gobierno y los sindicatos por la regulación del
despido.
Ya a mediados de 1985 se detectaron síntomas de recuperación económica, después de
una crisis que duraba ya once años, y comenzó
a aumentar el empleo. Pese a ello, la tasa de
paro en el último trimestre de 1985 alcanzaba el 21,5%, tasa que se redujo sólo ligeramente, hasta situarse en el 20,6% en el cuarto trimestre de 1986.
La reforma de la Seguridad Social, que era
uno de los objetivos del AES, para lo cual se
creó una comisión tripartita, fue aprobada
por la Ley 26/1985, de 31 de julio, de medidas
urgentes para la racionalización de la estructura y de la acción protectora de la Seguridad
Social. Esta reforma que, entre otras modificaciones, supuso la ampliación del período de
cotización exigido para acceder a las pensiones de jubilación (de 10 a 15 años) y del período de cómputo de las bases reguladoras para
el cálculo de las pensiones (de dos a ocho
años), provocó un importante conflicto entre
UGT y el Gobierno, muy significativo por la
relación que, históricamente, había mantenido el sindicato con el PSOE, y que provocó la
convocatoria por los sindicatos de la primera
huelga sindical general, desde la restauración de la democracia.
Por otra parte, la conflictividad laboral,
medida por las horas de trabajo perdidas, que
Por su parte, las organizaciones patronales, CEOE y CEPYME, plantearon, con base
En el primer año de vigencia del AES se
produjo una notable caída de la inflación, la
mayor desde 1979, hasta situarse en el 8,8%
en media anual (el 11,2% en 1984), tasa que
se mantuvo en 1986.
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57
INFORMES Y ESTUDIOS
en una cláusula un tanto ambigua incluida
en el AES, la necesidad de supresión de la
autorización administrativa de los despidos
colectivos. La negativa de UGT a esa modificación y el apoyo del Gobierno al sindicato fue
una fuente importante de conflicto entre las
organizaciones empresariales y el Gobierno,
por una parte, y entre esas y los sindicatos,
por otra.
Esta situación de conflicto social, fortalecida por un importante proceso de unidad de la
acción sindical entre UGT y CC.OO., que se
caracterizó por la creciente discrepancia sindical con la política económica del Gobierno,
coadyuvó al final de la concertación social,
que se había desarrollado desde 1977, y que
ya no parecía tan necesaria como antes por
las favorables circunstancias tanto económicas, al pasar la economía española de una
situación recesiva a otra de fuerte expansión,
que se mantuvo hasta 1991, como políticas,
ya que la democracia se había consolidado y
no existían riesgos aparentes de nuevos
intentos de golpes de estado.
En efecto, como la situación de crisis
económica, había supuesto importantes
sacrificios para los trabajadores, ya que desde 1979 y hasta 1986, y con la única excepción
de 1980, los crecimientos salariales pactados
en los convenios colectivos, incluidas las cláusulas de revisión salarial, habían sido interiores al aumento del IPC, cuando cambió la
situación económica, pasándose a una situación expansiva, los sindicatos plantearon al
Gobierno una serie de medidas que compensaran la «deuda social», que los sindicatos
entendían que el gobierno tenía con los trabajadores, compensación de la «deuda» que
incluían mayores crecimientos salariales,
tanto en el sector privado como en el público,
y de las pensiones, así como el compromiso de
aumentar la cobertura por desempleo, que
había descendido en los años anteriores.
En este contexto, el mantenimiento por el
Gobierno de una política, cuyo objetivo principal era la lucha contra la inflación y que, por
58
lo tanto, suponía la negativa a las demandas
sindicales, acentúo el enfrentamiento entre
gobierno y sindicatos y provocó el final de la
primera fase de la concertación social.
Esta situación se hizo especialmente grave
a finales de 1988, al intentar el gobierno
aprobar un Plan de Inserción del Empleo
Juvenil, al que se oponían radicalmente los
sindicatos. Ese intento del gobierno provocó
la convocatoria de la segunda huelga general,
el 14 de diciembre de 1988, que tuvo un seguimiento absolutamente generalizado.
La retirada del gobierno del Plan de Inserción Juvenil y la aprobación en la primavera
de 1989 de un Real Decreto-Ley, que recogía
muchas de las reivindicaciones sindicales, no
facilitó la suscripción de nuevos acuerdos
sociales, aunque sí permitió una menor conflictividad social y laboral.
Así, el número de horas perdidas, que se
había situado en 1986 en 2,3 millones, el
menor desde 1977, aumentó a 5 millones en
1987 y a 6,8 millones en 1978, cifra que se elevaría a 11,6 millones al incluir las consecuencias de la huelga del 14-D. En 1989, en cambio,
las horas perdidas por conflictividad laboral se
redujo a algo más de 3,5 millones de horas.
En los años posteriores el Gobierno socialista afrontó dos reformas importantes, la
primera en 1992, y la segunda en 1994, que
afectó al mercado de trabajo y que supusieron
nuevos enfrentamientos con los sindicatos,
que volvieron a convocar una huelga general
parcial en 1992 y otra huelga general de jornada total en 1994, la tercera de este carácter
desde la restauración de la democracia.
La primera reforma, justificada, según el
Gobierno, por la situación financiera del sistema de prestaciones por desempleo ante el
aumento del paro que se estaba produciendo
en la nueva situación de crisis económica y la
elevada rotación laboral que estaba causando
la flexibilización de la contratación temporal,
producida desde la reforma de 1984, se
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN
81
JOSÉ IGNACIO PÉREZ INFANTE
aprueba por el Real Decreto-Ley 22/1992, de
30 de abril, de medidas urgentes sobre
fomento del empleo y protección por desempleo, posteriormente convertido en la Ley
22/1992, de 30 de junio, y supuso importantes
modificaciones en dicho sistema de prestaciones, endureciendo las condiciones de acceso
al mismo y reduciendo tanto la cuantía como
la duración de las prestaciones.
La segunda reforma, también contestada
por los sindicatos, fue la reforma laboral de
1994, aprobada por el último gobierno socialista, constituido después de las elecciones de
1993, por distintas normas de rango de Ley
entre diciembre de ese año y junio de 1994.
Esta reforma ha sido sin duda, la más amplia
y ambiciosa de todas las aprobadas desde el
Estatuto de los Trabajadores de 1980.
Una de las medidas más relevantes de esta
reforma iba dirigida a limitar la contratación
temporal, que ya afectaba a más de la tercera
parte de los asalariados, suprimiendo con
carácter general, salvo para tres colectivos,
los parados de larga duración, los desempleados de más de 45 años y las personas discapacitadas, la modalidad de la contratación temporal como medida de fomento del empleo,
que se había convertido en la base de la flexibilización de la contratación temporal tras la
reforma de 1984.
Aparte de la aprobación de medidas dirigidas a limitar la contratación temporal, la
reforma de 1994 introdujo cuatro tipos de
cambios que fueron los que más contestación
tuvieron por parte de los sindicatos:
• La aprobación de nuevas medidas de
recorte de las prestaciones por desempleo, tanto en el acceso como en la cuantía.
• La flexibilización de las condiciones de
trabajo, sobre todo en materia de distribución irregular de la jornada a lo largo
del año y de la movilidad funcional y
geográfica de los trabajadores.
• La ampliación de las posibilidades del
despido individual por causas económicas objetivas, sin necesidad de la autorización administrativa que se mantiene
para los despidos colectivos.
• La ampliación de las competencias de la
negociación colectiva pasando a ser
objeto de la misma aspectos que anteriormente eran regulados por la Ley, lo
que suponía una importante desregulación de las relaciones laborales.
• La aprobación de una nueva modalidad
de contratación con bajo nivel de protección social, dirigida a los jóvenes, la de
aprendizaje, muy similar a la que se
preveía en el Plan de Inserción Juvenil
de 1988 y que fue el detonante principal
de la huelga general del 14-D de ese
año, y la mayor flexibilización y desregulación de la normativa reguladora del
contrato a tiempo parcial.
No obstante, y a pesar de que desde 1987 a
1994, la situación se caracterizó por un clima
de menor diálogo social y de mayor enfrentamiento entre los sindicatos y el gobierno que
en los años anteriores, no es cierto que en
esos años no existiera ningún intento de concertación social ni que no se consiguiera
ningún acuerdo puntual entre el Gobierno y
los interlocutores sociales.
En efecto, junto a los intentos del Gobierno
que se produjeron en 1987 para acordar un
nuevo Pacto social y a finales de 1993 para
alcanzar un Pacto general para el empleo con
los interlocutores sociales, intentos que resultaron en sendos fracasos, se llegó en estos
años a varios acuerdos concretos entre 1989 y
1992, entre los que destacan los relativos a:
• Las pensiones y prestaciones familiares
no contributivas.
• El control de la contratación laboral,
que tuvo como fruto la Ley 2/1991, de 7
de enero, sobre los derechos de información de los representantes de los traba-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN
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59
INFORMES Y ESTUDIOS
jadores en materia de contratación, que
supone un nuevo cambio del Estatuto
de los Trabajadores.
• El Proyecto de Ley de prevención de
riesgos laborales, posteriormente aprobado por Ley.
• La creación del Consejo Económico y
Social.
• Los acuerdos, uno bipartito entre sindicatos y empresarios y otro tripartito con
la participación del gobierno, en materia de formación continua de los trabajadores ocupados.
LA SEGUNDA FASE DE CONCERTACIÓN
SOCIAL, DE ACUERDOS PUNTUALES,
ENTRE 1994 Y 1997
Después del duro enfrentamiento social
que supuso la aprobación de la reforma laboral de 1994, el Gobierno socialista prosiguió
con los intentos de pactos sociales en distintas materias, fruto de esos intentos fueron los
acuerdos con los sindicatos sobre condiciones
de trabajo en la función pública y para la
reforma del plan de empleo rural, que supuso, este último, importantes modificaciones
en el régimen de prestaciones por desempleo
de los trabajadores agrarios eventuales de
Andalucía y Extremadura. Asimismo, en
1994 se alcanzó el acuerdo interconfederal,
entre organizaciones sindicales y patronales,
en materia de ordenanzas y reglamentaciones laborales, que tenía como finalidad sustituirlas por convenios colectivos.
En esta segunda fase, iniciada durante el
Gobierno socialista, las circunstancias políticas y económica son muy diferentes a las que
se desarrollaron durante la primera fase de la
concertación social, la de los grandes Pactos
sociales. Por un lado, la economía en la
segunda mitad de 1994 comienza un proceso
de recuperación económica, después de la
recesión iniciada en 1992, que se transfor-
60
mará enseguida en una expansión de gran
intensidad, que todavía se mantiene en la
actualidad. Y, por otro lado, la democracia ya
se había consolidado y los interlocutores
sociales, tanto sindicatos como patronal,
habían alcanzado un nivel de protagonismo
que no tenían a principios de la década de los
ochenta del siglo pasado, a lo cual, sin duda,
contribuyó la fase de los grandes Pactos
sociales.
Además, la negociación colectiva, en gran
medida por ese mayor protagonismo de los
interlocutores sociales, ya había desarrollado
un papel en la fijación de las condiciones de
trabajo, no sólo salariales y de jornada laboral, sino mucho más amplio, desconocido
veinte o treinta años antes, lo que supuso una
notable ampliación del contenido de la negociación que en contrapartida sirvió para favorecer un importante proceso de moderación
salarial que se ha mantenido en las últimas
décadas.
Todas estas nuevas circunstancias hacen
que ya no sea tan necesario e imprescindible
alcanzar grandes Acuerdos o Pactos Sociales,
sobre todo en materia de políticas de renta y,
en concreto, de fijación de salarios.
Una vez que, después de las elecciones de
1996, ganadas por el conservador Partido
Popular (PP), pero sin mayoría absoluta, se
mantiene la estrategia anterior, iniciada a
partir de octubre de 1994 por el también
minoritario Gobierno del partido socialista,
de acuerdos puntuales alcanzados a través de
mesas separadas, la mayoría de ellas tripartitas.
En efecto, entre julio y diciembre de 1996,
el nuevo gobierno del PP y los interlocutores
sociales llegaron a una serie de acuerdos:
• Acuerdo tripartito en materia de solución extrajudicial de conflictos laborales, de 18 de julio de 1996, que estableció los mecanismos de solución autónoma de los conflictos laborales, sin nece-
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JOSÉ IGNACIO PÉREZ INFANTE
sidad de acudir a los órganos jurisdiccionales.
• El Acuerdo Interconfederal sobre Estabilidad en el Empleo (AIEE).
• Acuerdo sobre Consolidación y Racionalización del Sistema de Seguridad
Social, de 9 de octubre de 1996, que, en
realidad, implica el desarrollo y aplicación de las recomendaciones del llamado Pacto de Toledo, que, a iniciativa del
último gobierno socialista, se había
alcanzado durante ese gobierno entre
los partidos políticos en el Congreso de
los Diputados, y que supuso una importante reforma de la Seguridad Social.
• El Acuerdo Interconfederal sobre Negociación Colectiva (AINC).
• Acuerdo sobre política de inversiones y
empleo agrario, de 14 de noviembre de
1996, que significó una nueva reforma
del sistema de protección por desempleo
de los trabajadores agrarios eventuales
de Andalucía y Extremadura, que, en
realidad, contradecía la oposición a este
sistema que había mantenido el PP
durante el gobierno socialista.
• Acuerdo tripartito de bases sobre la
política de formación profesional, que
determinaba los criterios y líneas de
actuación del II Programa Nacional de
Formación Profesional, continuación
del I Programa Nacional acordado
durante el Gobierno socialista, y los dos
Acuerdos, tripartito uno y bipartido el
otro, sobre formación continua, también
continuación de los suscritos durante la
etapa socialista en 1992. Estos tres
acuerdos se firmaron el 19 de diciembre
de 1996.
Ahora bien, el momento cumbre en materia de concertación social en esta segunda
fase se produjo el 28 de abril de 1997, día en
el que se firmó entre CEOE y CEPYME, por
parte empresarial, y UGT y CC.OO., por parte sindical, tres acuerdos interconfederales,
sin la participación en ninguno de ellos del
gobierno.
Los tres acuerdos son:
• El Acuerdo Interconfederal sobre
Cobertura de Varios (AICV)
El Acuerdo Interconfederal sobre Cobertura de Vacíos (AICV) tiene como finalidad
«cubrir los vacíos» generados como consecuencia de la finalización el 31 de diciembre
de 1995 de la vigencia de las Ordenanzas y
Reglamentarios Laborales, herencia del régimen franquista, con base en lo previsto en la
reforma laboral de 1994, en los casos en que
dichas Órdenes del Ministerio de Trabajo no
hubieran sido sustituidas por convenios
colectivos. Este Acuerdo trata de las condiciones a aplicar en estos casos de ausencia de la
negociación colectiva en las materias de clasificación profesional, promoción profesional y
económica de los trabajadores, estructura
salarial y régimen disciplinario.
El Acuerdo Interconfederal sobre Negociación Colectiva (AINC) trata en la línea con lo
ya establecido en Acuerdos anteriores, como
el AMI, ANE, AI y AES, sobre la necesidad de
racionalizar la estructura de la negociación
colectiva, evitando la atomización y proliferación de convenios existentes y procediendo a
una adecuada articulación de los diferentes
ámbitos funcionales y territoriales de la
negociación colectiva, planteando la reserva
de determinadas materias a los convenios
colectivos sectoriales nacionales, que podrían
ser desarrolladas algunas de ellas en ámbitos
inferiores (tanto sectorial como de empresa),
mientras que otras materias podrían ser
objeto de la negociación en ámbitos inferiores
al sectorial nacional.
De los tres acuerdos interconfederales suscritos el 28 de abril de 1997, éste, el AINC, es
el que menos aplicación y desarrollo posterior
ha tenido, aunque, como luego se analizará,
ha servido de antecedente de los Acuerdos de
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61
INFORMES Y ESTUDIOS
Negociación Colectiva (ANC), suscritos entre
CEOE y CEPYME, por una parte, y UGT y
CC.OO., por otra, a partir de 2002.
Por último, el Acuerdo Interconfederal
para la Estabilidad del Empleo (AIEE), fue
asumido totalmente por el gobierno del PP y
trasladado sin ninguna modificación al Real
Decreto-Ley 8/1997, de 16 de mayo, de medidas urgentes para la mejora del mercado de
trabajo y de fomento de la contratación indefinida. Este Real Decreto-Ley se complementó por el 9/1997, también de 16 de mayo,
por el que se regularon los incentivos en
materia de Seguridad Social y de carácter fiscal para el fomento de la contratación indefinida. Ambos Reales Decretos-Leyes se convirtieron posteriormente, tras la correspondiente tramitación parlamentaria, en las
Leyes de idénticos títulos 63 y 64/1997, de 26
de diciembre.
Este Acuerdo, el AINC; supuso importantes modificaciones en la normativa laboral,
sobre todo en relación con la contratación,
entre las que se pueden citar las siguientes:
• Nuevas ampliaciones de la negociación
colectiva, en materias reguladas hasta
entonces por la Ley, sobre todo en relación con la contratación temporal.
• Supresión de dos modalidades de contratación temporal, la de fomento del
empleo, que desde la reforma de 1984
había tenido una evolución muy expansiva, y la de lanzamiento de nueva actividad, creada en dicha reforma, pero con
una utilización mucho menos positiva.
La contratación temporal como medida
de fomento del empleo, que ya se había
suprimido con carácter general, para
todos los colectivos, salvo para los
desempleados mayores de 45 años, los
parados de larga duración que llevaran
buscando empleo, al menos, doce meses
y las personas discapacitadas, se suprime definitivamente para todos los colectivos, excepto para los discapacitados.
62
• Supresión del contrato de aprendizaje,
sustituyéndolo por un nuevo contrato
para la formación, y modificación del
contrato a tiempo parcial.
• Creación de un nuevo contrato indefinido, el de fomento de la contratación indefinida, dirigido a la contratación de colectivos determinados y con una indemnización por despido improcedente objetivo inferior a la del contrato indefinido
ordinario6.
• Establecimiento de un nuevo sistema
de incentivos económicos a la contratación indefinida.
Aparte de estos resultados concretos de los
tres Acuerdos Interconfederales de 1997, el
positivo clima social que los explica tuvo un
efecto indirecto de gran importancia, el que
paulatinamente se fue introduciendo en los
convenios colectivos algunas de las reformas
laborales aprobadas en 1994, la mayoría de
ellas bloqueadas hasta entonces por la falta
de consenso, ya que no hay que olvidar que
uno de los aspectos sustanciales de esa reforma era la ampliación de las competencias de
la negociación colectiva, lo que provocaba que
gran parte de la reforma se tenía que desarrollar a través de los convenios colectivos.
UN NUEVO PERÍODO DE FRACASOS
DE LA CONCERTACIÓN SOCIAL
Tras el éxito de los acuerdos interconfederales de 1997, uno de los cuales, el AIEE, fue
asumido plenamente por el gobierno y trasladado a normas legales que introdujeron algunas modificaciones relevantes en la normativa laboral, aunque en ningún caso de la trascendencia de las que se produjeron en 1994,
6
De 33 días de salario por año de servicio, con un
máximo de 24 mensualidades, en vez de 45 días de salario por año de servicio, con un tope de 42 mensualidades.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN
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JOSÉ IGNACIO PÉREZ INFANTE
los siguientes años, hasta 2004, fueron de
nuevo fracaso de la concertación social,
entendida ésta por acuerdos con la participación de todos los interlocutores sociales.
En efecto, desde 1998 a 2004, únicamente
se suscribieron dos acuerdos tripartitos que,
en realidad, eran extensión de otros dos firmados anteriormente, el Acuerdo sobre Formación Continua en 2000 y el Acuerdo sobre
la solución extrajudicial de los Conflictos
Laborales en 2001.
En los otros acuerdos que se firmaron en
esos años faltó siempre algunos de los agentes sociales que suscribieron los de 1997:
• El Acuerdo sobre el trabajo a tiempo
parcial y fomento de su actividad, que
se convirtió en el Real Decreto-Ley
15/1998, de 27 de noviembre, que introdujo importantes modificaciones en esa
modalidad de contratación, lo firmó el
Gobierno del PP con UGT y CC.OO.,
pero con la oposición de las organizaciones empresariales, CEOE y CEPYME.
• El Acuerdo sobre el programa de incentivos al empleo estable para el año 1999,
firmado únicamente entre el gobierno y
CC.OO., sin la participación, por consiguiente, ni de la CEOE y CEPYME ni
de UGT, que, además de establecer el
citado programa de incentivos, penalizó
la cotización por desempleo de los contratos temporales y a tiempo parcial,
penalización que volvió a producirse en
los Presupuestos de 2000.
• El Acuerdo para la mejora y el desarrollo del Sistema de Protección Social, firmado el 9 de abril de 2001 entre el
gobierno y la CEOE y CEPYME, por
parte empresarial, y CC.OO, únicamente por parte sindical, puesto que se opuso UGT, por el que se establecieron distintos compromisos dirigidos, entre
otros fines, a incentivar el retraso de la
jubilación, a aumentar el número de
años que se tienen en cuenta para calcular las pensiones y a mejorar las pensiones de viudedad y orfandad.
Pero en ese período los dos mayores fracasos de la concertación social intentada por el
Gobierno del PP, esta vez mayoritario después de las elecciones de 2000, fueron las
reformas laborales de 2001 y 2002, que se llevaron, finalmente, a cabo sin el apoyo de los
interlocutores sociales, la última de las cuáles tuvo que ser corregida parcialmente después de la cuarta huelga general de jornada
completa convocada por los sindicatos desde
la restauración de la democracia (como se
recordará la primera fue en 1985, la segunda
en 1988 y la tercera en 1994, las tres con
gobiernos del PSOE).
La primera reforma, la de 2001, aprobada
primero por un Real Drecreto-Ley en marzo
que, posteriormente, se convirtió en la Ley
12/01, de 9 de julio, de medidas urgentes del
mercado de trabajo para el incremento del
empleo y la mejora de su calidad, supuso
encarecer la contratación temporal, ampliar
los colectivos que podían ser contratados por
el contrato para el fomento de la contratación
indefinido creado en 1997 y con menor coste
de despido que el contrato indefinido ordinario y suprimir parte de los cambios que se
habían producido en 1998 en el contrato a
tiempo parcial, cambios que, como se ha señalado, los había pactado el Gobierno sólo con
los sindicatos.
Y la segunda reforma, la de 2002, que se
realizó en dos etapas, la primera por Real
Decreto-Ley en mayo, muy contestado por
los sindicatos, y que, posteriormente, fue
declarado inconstitucional por el Tribunal
Constitucional, y la segunda, después de la
huelga general convocada en junio en protesta por las modificaciones que introducía el
citado Real Decreto-Ley, por la Ley 45/02, de
12 de diciembre, de medidas urgentes para
la reforma del sistema de protección por
desempleo y mejora de la ocupabilidad, y que
corregía algunos de los cambios a los que
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN
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63
INFORMES Y ESTUDIOS
más radicalmente se habían opuesto los sindicatos.
A pesar de las concesiones a los sindicatos
que supuso la Ley en relación con el Real
Decreto-Ley que deroga, la nueva reforma
laboral supuso dos cambios que siguieron
perjudicando a los trabajadores, el endurecimiento de lo que se entiende por empleo adecuado de los perceptores de las prestaciones
por desempleo y, sobre todo, la posibilidad de
que el empresario despida improcedentemente, sin necesidad de justificarlo, siempre que
pague la indemnización correspondiente, sin
otras consecuencias judiciales ni económicas,
como es el pago de los salarios de tramitación.
LA TERCERA FASE
DE LA CONCERTACIÓN SOCIAL
A PARTIR DE JULIO DE 2004
Celebradas unas nuevas elecciones legislativas, el 14 de marzo de 2004, que ganó esta
vez, aunque sin mayoría absoluta, el partido
socialista, se inicia una nueva fase, la tercera
de concertación social, con características
diferentes a las de las dos fases anteriores, la
de 1977-1986, la primera, y la de 1994-1997,
la segunda.
apartados, y con el objetivo de aumentar la
competitividad de las empresas españolas,
elevar el nivel de empleo, al mismo tiempo
que se hace más estable, y reforzar la cohesión
de la sociedad española.
Con el propósito de establecer las prioridades, el calendario y el método de trabajo a
seguir para desarrollar el diálogo social de las
distintas materias planteadas en la Declaración, así como para evaluar los acuerdos que
se vayan produciendo y las medidas que el
Gobierno vaya aprobando en desarrollo de
dichos acuerdos, la propia declaración crea
una Comisión de Seguimiento y Evaluación
del Diálogo Social, constituida por el gobierno y los interlocutores sociales firmantes.
Fruto del diálogo social comprometido en
la Declaración de julio de 2004 es la consecución de una gran variedad de acuerdos en el
tiempo transcurrido desde entonces, en prácticamente todas las materias y aspectos considerados en dicha Declaración como objeto
de la concertación social. La mayoría de estos
acuerdos ha supuesto por parte del gobierno
la aprobación de las correspondientes normas
o el cumplimiento de los compromisos adquiridos en dichos acuerdos.
El rasgo diferenciador de esta nueva fase
es la firma el 8 de julio de 2004 de una Declaración para el diálogo social sobre competitividad, empleo estable y cohesión social entre
el Gobierno, los sindicatos UGT y CC.OO. y
las organizaciones patronales CEOE y
CEPYME.
Entre estos acuerdos alcanzados desde
entonces, en desarrollo de la Declaración del
Diálogo Social de julio de 2004, algunos de
ellos relativos a materias que eran objeto por
primera vez de concertación social, destacan
los siguiente: acuerdos tripartitos entre
gobierno, sindicatos y organizaciones patronales:
Esta declaración, que no es un acuerdo en
sentido estricto con compromisos concretos a
desarrollar por el Gobierno y las partes firmantes, es, en realidad, una declaración de
intenciones, al expresar el gobierno y las organizaciones firmantes su voluntad de abordar
en el proceso de diálogo social iniciado una
serie de materias que la propia Declaración
relaciona en trece apartados, con base en los
criterios establecidos en muchos de estos
• Desarrollo y aplicación de los derechos
laborales de los extranjeros, contenidos
en la Ley de extranjería, cuya última
reforma se produjo en 2003, incluyendo
un proceso extraordinario de regularización (normalización) de trabajadores
extranjeros irregulares, proceso iniciado en febrero de 2005 y que supuso la
regularización, tanto en relación con la
residencia como con la situación en la
64
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN
81
JOSÉ IGNACIO PÉREZ INFANTE
Seguridad Social, de casi seiscientos mil
trabajadores extranjeros.
favorecer el desarrollo y modernización
de los mismos.
• Racionalización e incremento de la
cuantía del salario mínimo interprofesional garantizado con una intensidad
muy superior a la que habitualmente se
producía en períodos anteriores, con el
objetivo de alcanzar el uno de enero de
2008 la cifra de 600 euros/mes (en enero
de 2004 la cuantía del SMIG ascendía a
460 euros y en la actualidad a 560,6
euros, un 23,9% más)7.
• Institucionalización del diálogo sobre
los efectos productivos y de empleo del
cumplimiento del Protocolo de Kyoto.
• Revalorización por encima de la inflación real de las pensiones mínimas, contributivas y no contributivas, del sistema de Seguridad Social en 2005 y 2006.
• Habilitación a través de una Ley a la
negociación colectiva para que pueda
obligarse la jubilación de trabajadores
que hayan alcanzado la edad ordinaria
de jubilación, siempre que vaya vinculada al cumplimiento de compromisos de
empleo.
• Modificación de los procedimientos de
extensión de los convenios colectivos a
sectores y empresas que por distintas
circunstancias no están cubiertas por la
negociación colectiva y ampliación de
las funciones de la Comisión Consultiva
Nacional de Convenios Colectivos, formada por representantes de las Administraciones publicas, sindicatos y organizaciones empresariales, creando en
dicha Comisión el Observatorio de la
Negociación Colectiva.
• Reforzamiento de la prevención de riesgos laborales, así como el establecimiento de una estrategia española de seguridad y salud en el trabajo.
• Creación de observatorios industriales
en varios sectores estratégicos para
7
En 2007. En 2008 el salario mínimo ascendió a
600 euros/mes, según el acuerdo citado.
• Implicación de los trabajadores en las
sociedades anónimas europeas domiciliadas en España y transposición de la
Directiva Marco comunitaria sobre
información y consulta de los representantes de los trabajadores en las empresas.
• Protección y atención a las situaciones
de dependencia, de personas mayores y
discapacitadas, reflejada en la aprobación de la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia.
• Modificación del sistema de formación
profesional para el empleo8, así como el
establecimiento de las bonificaciones
que las empresas pueden aplicarse para
la formación continua de sus trabajadores.
• El establecimiento de las bases para la
reforma del sistema de Seguridad
Social, actualmente en trámite legislativo en el Parlamento9.
• La aprobación de determinadas medidas relacionadas con las reformas del
mercado de trabajo, con el objetivo principal de aumentar la creación de empleo
y su estabilidad, plasmadas primero en
el Real Decreto-Ley 5/2006, de 9 de
junio y después en la Ley 43/2006, de 29
de diciembre, que supusieron la incorporación del Acuerdo tripartito para la
8
Regulada por el Real Decreto 395/07, de 23 de
marzo, por el que se regula el subsistema de formación
profesional para el empleo.
9
Aprobada por la Ley 40/07, de 4 de diciembre, de
medidas en materia de Seguridad Social.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO E INMIGRACIÓN
81
65
INFORMES Y ESTUDIOS
Mejora del Crecimiento y del Empleo
(AMCE), firmado el 9 de mayo de 2006.
Aparte de todos estos acuerdos tripartitos
se han aprobado, después de la negociación
del gobierno con los interlocutores sociales del
correspondiente sector, el Plan de Apoyo al
sector textil y a la confección, la limitación de
la subcontratación en la construcción y el
aumento del derecho a la información de los
trabajadores correspondientes, la reforma del
sistema de protección por desempleo de los
trabajadores agrarios eventuales de Andalucía y Extremadura10 y los Estatutos del Trabajo Autónomo y del Empleado Público.
Asimismo, el gobierno ha negociado con
UGT y CC.OO., sin el consenso de las organizaciones empresariales, las medidas sociolaborales sobre igualdad de trato y de oportunidades entre hombres y mujeres incluidas en
la Ley 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres.
Por último, además de los acuerdos anteriormente señalados en los que han participado el gobierno también se han producido
acuerdos interconfederales entre sindicatos
y organizaciones empresariales, como el III
Acuerdo sobre soluciones extrajudiciales de
los conflictos laborales de diciembre de 2004
y la firma de nuevos Acuerdos sobre Negociación Colectiva (ANC), el primero vigente
en 2002 y el último en 200711, que establecen
los criterios y recomendaciones para los convenios colectivos de cada año, tanto en materia salarial y de jornada laboral como en una
variada serie de materias objeto de la negociación colectiva, tales como el mantenimiento y creación de empleo, la flexibilidad
interna de las empresas, la formación continua y permanente de los trabajadores, el uso
adecuado de la contratación, la información,
10
Regulada por el Real Decreto 864/06, de 14 de
julio, para la mejora del sistema de protección por
desempleo de los trabajadores agrarios.
11
Prorrogado para 2008.
66
consulta y negociación con la representación
de los trabajadores, el fomento de la igualdad de trato y oportunidades, la prevención y
formación en materia de seguridad y salud
en el trabajo y la estructura de la negociación colectiva y los procedimientos negociales.
De los distintos acuerdos alcanzados en la
última fase de la concertación social, la tercera iniciada con la Declaración para el Diálogo
Social de julio de 2004, destacan, por su instrumentación a través de políticas públicas y
por su finalidad de reforzar y potenciar la
cohesión social, cuatro de ellos: el de impulsar
un sistema nacional de dependencia de personas mayores y discapacitadas, el de igualdad
de hombres y mujeres, el de la reforma de la
seguridad social y el de la reforma del mercado de trabajo.
El acuerdo de impulso de la dependencia,
reflejado en la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de promoción de la autonomía personal y
atención a las personas en situación de
dependencia, supondrá el derecho a la atención por los poderes públicos de las personas
dependientes, mayores o discapacitadas, bien
a través de servicios sociales públicos o bien
mediante la subvención para el cuidado familiar o para la contratación del servicio correspondiente en el mercado privado.
El acuerdo en materia sociolaboral de la
igualdad entre hombres y mujeres, forma parte de un contenido mucho más amplio reflejado en la Ley 3/2007, de 22 de marzo, que tiene
como finalidad el hacer efectivo el principio
de igualdad de oportunidades y de trato entre
ambos géneros y la eliminación de toda discriminación contra la mujer, para lo que la
Ley contempla un conjunto de medidas que
afectan a numerosos órdenes de la vida política, jurídica y social, desde la política educativa y de salud hasta la Seguridad Social y la
política laboral, pasando por la composición
equilibrada de hombres y mujeres en las listas electorales tanto municipales y autonómicas como legislativas, así como el aumento de
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la presencia de las mujeres en los consejos de
administración de las empresas.
En concreto, entre las medidas sociolaborales de la Ley de Igualdad, las que fueron
pactadas entre el gobierno y los sindicatos
CC.OO. y UGT, destacan el deber de negociar
planes de igualdad en las empresas de más de
250 trabajadores, el reconocimiento del derecho de un permiso de paternidad, independiente del de la madre, de 13 días por nacimiento, adopción o acogimiento y la mejora
de las condiciones de acceso y reconocimiento
del subsidio de maternidad.
El acuerdo sobre medidas en materia de
Seguridad Social, aprobado finalmente por
Ley en 2007, incluye un conjunto variado de
reformas en la línea de lo acordado en 1995 en
los Pactos de Toledo y de las reformas introducidas en el sistema de la Seguridad social
en 1996 y 2001, por sendos acuerdos entre el
Gobierno y los interlocutores sociales en esos
dos años. Entre esas reformas acordadas el 13
de julio de 2006, entre Gobierno, los sindicatos UGT y CC.OO. y las organizaciones
empresariales CEOE y CEPYME, sobresalen
las dirigidas a garantizar la relación entre
ingreso y gasto del sistema, a mejorar las
prestaciones no contributivas por vejez e incapacidad, a modificar las situaciones de jubilación parcial y de contratos de relevo, a incrementar la relación entre cotizaciones y pensiones de jubilación, a evitar situaciones de
fraude en la percepción de las pensiones de
incapacidad permanente, a incluir en las pensiones de viudedad a las situaciones de parejas de hecho, a mejorar las pensiones de orfandad y a incentivar la prolongación voluntaria
de la viga laboral de las personas mayores.
Y, por último, la reforma laboral incluida
en el Acuerdo para la Mejora del Crecimiento
y del Empleo (AMCE), suscrito el 9 de mayo
de 2006 entre Gobierno, sindicatos y patronal, y reflejado, como ya se ha señalado, primero en un Real Decreto-Ley de 9 de junio y
después en una Ley de 14 de diciembre, en
ambos casos de 2006.
El objetivo principal del AMCE12, que es el
primer acuerdo en materia de mercado de
trabajo en el que intervienen el Gobierno y
todos los interlocutores sociales, después del
ANE vigente en 1982, tiene como objetivos
expresos, como se ha señalado, el aumento
del nivel de empleo y la reducción de su temporalidad. Por ello, prevé medidas dirigidas,
por un lado, a limitar la temporalidad, obstaculizando el encadenamiento sucesivo y abusivo de varios contratos temporales, y, por
otro lado, incentivando la contratación indefinida, extendiéndola y abaratándola.
Pero, además el AMCE y la Ley que lo
desarrolla incluye otras medidas, como las
dirigidas a potenciar y mejorar las políticas
activas de empleo y los Servicios Públicos de
Empleo y a ampliar la protección por desempleo de algunos colectivos, como los mayores
de 45 años. Asimismo, como consecuencia del
AMCE se han introducido medidas para
reforzar la actuación de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, mejorar el sistema
de información de los representantes de los
trabajadores en los supuestos de contratas y
subcontratas y deslindar claramente las
situaciones legales de cesión de trabajadores
a través de las empresas de trabajo temporal
de las cesiones ilegales.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Una vez analizada la experiencia de la
concertación social en España, desde 1977
hasta la situación en 2007, conviene extraer
unas conclusiones que puedan servir no sólo
para resumir y evaluar la experiencia
española sino también para que sirva de
reflexión en el contexto de este Seminario
Para un análisis del contenido del Acuerdo véase
PÉREZ INFANTE, J.I. (2007): «La reforma laboral de 2006 y
el cambio en el sistema de incentivos a la contratación
indefinida en España». Revista del Ministerio de Trabajo
y Asuntos Sociales. Economía y Sociología nº 66, pág.
29-48.
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INFORMES Y ESTUDIOS
sobre las posibles vías de la concertación
social en los países iberoamericanos.
En este sentido, podemos señalar los
siguientes aspectos como conclusiones más
importantes de esta exposición:
• La concertación social ha sido, con sus
altibajos y momentos de crisis, una
característica central de proceso de
desarrollo económico español desde la
restauración de la democracia en
España, que se ha producido, además,
con gobiernos de muy distinto signo y
orientación política, dirigidos tanto por
UCD y por el PP como por el PSOE.
• En una primera fase, hasta 1986, fue un
fenómeno estrictamente ligado al transito y consolidación de la democracia y
de respuesta a la crisis económica bajo
la forma de grandes pactos sociales, que
supusieron un importante instrumento
de lucha contra la inflación y que favoreció la salida a la crisis económica, al
tiempo que se reducían notablemente
los niveles de conflictividad social, concretamente los de origen laboral.
• Con la desaparición de los grandes pactos sociales, el último el AES, vigente en
1985 y 1986, la concertación social
adoptó otra forma distinta, la de los
acuerdos en materias concretas, aunque algunos frutos de esta concertación,
como los de 1997 o los derivados de la
Declaración de julio de 2004, tuvieron
una mayor amplitud y extensión.
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desde 1977 a 1984, como en fases de
recuperación o fuerte expansión económica, como los que se produjeron desde
1994 a 1997 y los que se vienen desarrollando desde 2004.
• El contenido de la concertación social ha
sido también muy variado, estableciendo bandas de crecimiento salarial,
incluyendo importantes medidas de
reforma laboral, de modificación y
ampliación de la protección social y
Seguridad Social, de medidas industriales, de promoción de la igualdad entre
hombres y mujeres, de potenciación de
políticas activas de empleo o de establecimiento de criterios por parte de los
sindicatos y organizaciones empresariales para la negociación colectiva,
cuyo modelo actual no se entendería sin
la consideración de las recomendaciones de dichos interlocutores sociales.
• Es cierto que también se han producido
en las últimas décadas reformas laborales y cambios en los sistemas de protección social al margen del diálogo del
gobierno con los interlocutores sociales,
sin consenso con éstos, pero también es
cierto que la eficacia y resultados de
esas reformas, algunas de ellas muy
ambiciosas, han sido mucho menores
que cuando se han aprobado reformas y
modificaciones legales con el consenso
de los interlocutores sociales.
• Las formas de la concertación social han
sido muy variadas, interviniendo en
unos acuerdos el Gobierno, participando
exclusivamente los interlocutores sociales en otros, en algunos casos todos los
sindicatos y organizaciones empresariales más representativas a nivel estatal y
en otros casos sólo algunos de ellos.
• La concertación social, por otra parte,
ha fortalecido a los interlocutores sociales, especialmente a los sindicatos más
representativos, y ha potenciado notablemente su papel institucional, al participar en un número considerable de
órganos públicos, desde el Consejo
Económico y Social al INEM o los organismos de la Seguridad Social, pasando
por la Comisión Consultiva Nacional de
Convenios Colectivos.
• Los acuerdos se han realizando tanto en
fases de crisis económica, en particular
• Y, por último, las medidas instrumentadas como consecuencia de los acuerdos
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derivados de la concertación social han
favorecido el crecimiento económico y la
creación de empleo, sobre todo, en los
últimos años y, además, por el tipo de
políticas públicas que se han aprobado
(políticas de empleo, de protección y
seguridad social, de igualdad, de favorecimiento de los colectivos más desfavorecidos, de potenciación de la negociación colectiva, etc.), han servido, sin
duda, para reforzar la cohesión social
del país.
NOTA FINAL
Posteriormente a la conferencia, en abril
de 2008 se constituyó el nuevo Gobierno
socialista, después de que el PSOE ganara
sin mayoría absoluta las elecciones legislativas de marzo de ese año. El 29 de julio, el
Gobierno, CEOE y CEPYME, por parte
empresarial, y UGT y CC.OO., por parte sindical, suscribieron una nueva declaración
para el diálogo social, titulada «Declaración
para el impulso de la economía, el empleo, la
competitividad y el progreso social». Esta
declaración, que se suscribe cuando la situación de recesión económica comenzaba a ser
patente, es en cuanto al contenido del diálogo
social menos extensa que la declaración de
2005.
Los ámbitos del diálogo social, todavía no
desarrollados en el momento de redacción de
esta nota final, marzo de 2009, son los de las
políticas de empleo para abordar el futuro, la
política de inmigración también orientada al
empleo, la igualdad en el empleo, la formación e inversión en capital humano, la negociación colectiva y la sostenibilidad, mejora y
adaptación del sistema de protección social.
De las orientaciones de la declaración de
2008, las más concretas son las que se refieren a la necesidad de modernizar los servicios
públicos de empleo, avanzar en la coordinación de los servicios de empleo de las Comunidades Autónomas y la de potenciar la intermediación laboral, adaptándola a las nuevas
posibilidades tecnológicas y a la situación
económica actual.
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INFORMES Y ESTUDIOS
RESUMEN
El artículo reproduce con algunas actualizaciones una conferencia impartida en Cartagena de Indias (Colombia) en un Seminario de interlocutores sociales latinoamericanos preparatoria de la Cumbre de Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno que se celebró en
Santiago de Chile en noviembre de 2007. En el artículo se analiza la evolución del diálogo
social en España desde los Pactos de la Moncloa, haciendo hincapié en tres fases, la primera, que transcurre entre 1977 y 1986, caracterizada por grandes pactos sociales, la segunda entre mediados de 1994 y finales de 1997, caracterizada por acuerdos de carácter específico entre el Gobierno y los interlocutores sociales y en los que predominan los contenidos
relacionados con las políticas de empleo y las reformas laborales, y la tercera, y última fase,
iniciada con la Declaración para el Diálogo Social del 8 de julio de 2004, y que produjo
importantes acuerdos en materia de igualdad, Seguridad Social y empleo, que se plasmaron en nuevas Leyes. El análisis de las distintas fases de diálogo social se contextualiza en
relación con la situación económica y social y se relaciona con los efectos económicos y laborales, en concreto sobre la conflictividad laboral y el empleo.
Palabras claves: Diálogo social, interlocutores sociales, crecimiento salarial y empleo.
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