reclamación de deudas

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RECLAMACIÓN DE DEUDAS
No hace falta poner de manifiesto la importancia que tiene el cobro de los impagados,
especialmente en épocas de crisis como la actual, y el papel relevante del abogado en esta
materia, tanto para su reclamación por vía extrajudicial como por vía judicial.
Antes de iniciar cualquier procedimiento judicial, siempre es aconsejable ponerse en contacto
con el deudor para intentar llegar a un acuerdo y liquidar la deuda. Y la mejor forma es
mediante la remisión de un burofax o una carta certificada, en ambos caos con acuse de recibo,
en la que se le informa del importe de la deuda y se le da un plazo para su pago, explicándole a
continuación, los perjuicios que su impago le pueden ocasionar en el caso de ser necesario
reclamársela judicialmente ante el Juzgado correspondiente. Con este método tan simple,
gracias al factor psicológico de la firma de la carta por un abogado, suelen pagar un porcentaje
alto de los deudores, especialmente alto si la reclamación es de una cantidad relativamente
pequeña.
En caso de ser infructuosa esta gestión, y antes de formular una demanda judicial propiamente
dicha, en muchos casos es conveniente presentar una papeleta de acto de conciliación ante el
Juzgado. Este paso previo a la demanda, además de demostrar que la intención es la de actuar
con todos los medios al alcance de la empresa, tiene la ventaja de su rapidez -prácticamente en
menos de un mes el deudor es citado para comparecer en el Juzgado a la conciliación-, y su
economía -los honorarios de los profesionales intervinientes, abogado y procurador, son
mínimos-. Pero al no tener el deudor la obligación de acudir al acto de conciliación ante el
Juzgado, su ausencia no tiene consecuencias jurídicas y tan solo pondrá de manifiesto su mala
fe.
Cuando los intentos amistosos para cobrar la deuda han fracasado, la única solución viable es la
presentación de una demanda judicial, previa investigación de bienes de los deudores, por
parte de alguna de las diversas sociedades existentes en el mercado que se dedican a esta
actividad. Ya que interponer una demanda sin saber si los demandados, sean personas físicas o
empresas, tienen bienes suficientes para responder de la deuda, es una temeridad, hacerlo
cuando no tienen bienes es una perdida de tiempo y sobre todo de dinero, ya que, aunque los
honorarios de los abogados se establecen libremente entre las partes, se tendrán que pagar a los
profesionales intervinientes sin haber obtenido ningún resultado positivo.
Una vez comprobada la solvencia del deudor, y localizados los inmuebles de su propiedad, los
vehículos que están a su nombre, la empresa donde trabaja, etc., dependiendo del tipo de
documento en que formalizó el pago o esté plasmada la deuda, se podrá presentar la
correspondiente demanda judicial. Así, si el pago se instrumentalizó mediante letras de cambio,
cheques o pagarés, se podrá presentar una demanda cambiaria, y si es, por ejemplo, una factura
o un albarán el soporte documental, en cuyo caso se podrá acudir a la vía del proceso monitorio
–siempre y cuando la cuantía no sobrepase los 250.000 euros-, o en todo caso acudir
directamente a la demanda de proceso verbal u ordinario, en función de si la reclamación de
cantidad es inferior o no a los 6.000.-€.
De los cuatro tipos de procedimiento mencionados, el juicio cambiario es el más rápido y
efectivo, ya que por termino medio en unos tres meses desde su presentación ante el Juzgado,
se pueden embargar bienes del deudor en cuantía suficiente para responder del principal de la
deuda y de los intereses, gastos –bancarios…- y costas causadas –abogado y procurador-. Y en
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principio, salvo unas pocas excepciones, son embargables todo tipo de bienes muebles e
inmueble, como pisos, casas, coches, camiones, maquinaria, muebles de oficina, cuentas
bancarias, sueldos, etc. Además se puede solicitar en el momento del embargo de algunos de
estos bienes -coches, camiones, maquinaria, etc.-, al igual que en los otros tres procedimientos,
la remoción de depositario; es decir, nombrar a una persona para que se haga cargo de esos
bienes, que quedan en su poder, y en consecuencia, el demandado no puede usarlos ni
deteriorarlos. Esta posibilidad ofrecida por la Ley de Enjuiciamiento Civil, al privar al deudor
del uso de su coche, camión, maquinaria, etc., es sin duda una de las formas más efectivas para
conseguir negociar el pago de una deuda antes de la terminación del procedimiento judicial,
por razones obvias.
El trámite procesal del procedimiento monitorio puede ser también rápido, ya que una vez
presentada la solicitud, el Juzgado exige que el pago de la deuda se produzca en un plazo de 20
días, pero si el deudor se opone al pago alegando lo que estime conveniente, este
procedimiento, creado especialmente para la reclamación de deudas, se transforma en uno
verbal u ordinario, en función de la cuantía -como se expuso-, y por lo tanto mucho más lento.
Normalmente, un procedimiento verbal u ordinario puede tardar casi 10 meses desde la
presentación de la demanda hasta que se dicta sentencia, y solo se pueden embargar los bienes
del deudor y pedir la remoción del depositario, cuando la Sentencia sea firme o se haya
solicitado la ejecución provisional si está pendiente de un Recurso de Apelación ante la
Audiencia Provincial -aunque en supuestos especiales al presentar la demanda se puede
solicitar un embargo preventivo de los bienes del deudor-.
La diferencia entre embargar a un deudor en unos dos meses o hacerlo en casi un año, es
muchas veces la diferencia entre poder cobrar la deuda o no poder cobrarla. Por eso, es muy
interesante utilizar como forma de cobro una letra de cambio, un cheque o un pagaré, y a ser
posible no quedarse simplemente en la emisión de una factura o en un albarán firmado como
soporte documental de la deuda.
Aunque la tramitación de estos procedimientos, y el efectivo cobro de las cantidades
adeudadas, de los gastos y de los honorarios de abogado y procurador, no acaba con el
embargo de los bienes, sino que requiere toda una serie de trámites -más complejos en el caso
de los inmuebles por las necesarias tasaciones periciales, inscripciones de embargos y obtención
de certificados de cargas en el Registro de la Propiedad, etc.-, para llegar al final a su subasta
pública y definitiva adjudicación al mejor postor -en la mayoría de los casos al propio deudor-,
lo más habitual es que no sea necesario llegar hasta el final del procedimiento, y cuando el
deudor comprueba que no le va a quedar más remedio que pagar tarde o temprano, al tener sus
bienes embargados, suele buscar la forma de negociar, pagar y solucionar el contencioso.
Esto siempre que la empresa deudora no tenga problemas financieros realmente serios, y no se
encuentre en causa de liquidación y cierre, o tenga la obligación de presentar un concurso de
acreedores, cuestión de la que no nos podemos ocupar en esta circular, pero que será objeto de
análisis en otra.
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