La inseguridad jurídica de las juras de cuentas UESTRO ordenamiento tiene establecido un régimen especial para que los procuradores y otros inter­ vinientes en el proceso puedan reclamar judicialmente los créditos devengados por su participación en cualquier pleito. Esta posibilidad se concreta en la existencia de un procedimiento de naturaleza ejecutiva y de carácter su­ mario, con tasación de los medios de prueba y del objeto del proceso, donde la resolución firme que pone fin a la fase declarativa del procedimiento carece de efectos de cosa juzgada material. Esta ventaja procesal intuitu personae, realmente y con arreglo a la acepción principal de la RAE constituye un privilegio: “Exención de una obligación o ventaja ex­ clusiva o especial que goza alguien por concesión de un superior o por determinada circunstancia propia”. El ins­ tituto lo instaura la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, obedeciendo a una especie de premio que el legislador decimonónico, valiéndose de la maquinaria de la Admi­ nistración de Justicia, concede a quienes les han prestado su colaboración. Ya sea esta desde las profesiones típicas de postulación procesal, como expertos en otros oficios, artes, ciencias, o por acudir a declarar sobre hechos de interés para el tribunal o para las partes procesales. Ya habrán adivinado que se trata de los procedimien­ tos de reclamación de derechos y honorarios de los ar­ tículos 34 y 35 de la LEC y 242 de la LECrim, conocidos en la práctica forense con la añeja y arraigada denomi­ nación de jura de cuentas. A ellos han de sumarse las disposiciones recogidas en la LEC y LECrim, para que los peritos y testigos reclamen respectivamente sus honora­ rios e indemnizaciones por su participación en el proce­ so. Todo ello junto con las disposiciones de la ejecución forzosa, conforman el régimen jurídico especial para la declaración de la deuda y la exacción forzosa en caso de impago o de falta de oposición del deudor. En origen, este procedimiento fue diseñado para fa­ vorecer a la posición de la legitimación activa, mediante unos plazos muy cortos y apenas ninguna posibilidad de oposición (principio solve et repete), ante la reclamación de la cuenta o minuta que se presumía cierta, líquida, vencida y exigible mediante la fórmula que ha perpetuado el nombre de la institución: el juramento (“… y jurando que le son debidas y no satisfechas las cantidades…”, Art. 7 LEC 1881). La acusada desventaja defensiva del deudor rayaba la inconstitucionalidad, y es a partir de la STC 110/1993, de 25 de marzo, cuando por vía de la interpretación se salva el instituto, debiendo de hacerse conforme con la doctrina que sienta el Alto Tribunal y conforme con el artículo 24 de la CE, para no causar indefensión. Pero desde el año 1993 se han producido numerosas modi­ ficaciones legislativas, sin que la entrada en vigor de la Ley 1/2000, ni reformas posteriores sobre todo la operada por la Ley 13/2009, apenas han contribuido a solu­ cionar la continuidad de los problemas, silencios y dudas que el procedimiento de los artículos 34 y 35 de la LEC lleva aparejados. Las reclamaciones de derechos y honorarios se han ido transformando y asemejando a un procedimiento monitorio, no sin ser considerado en no pocas ­oficinas judiciales como expedientes de segunda división, por­ que a diferencia de los procesos típicos, carecen de una regulación clara y completa. A esta decadencia de la institución contribuye el desconocimiento sobre sus pormenores para la mayoría de las partes y, lo que es más preocupante, para quienes tienen la función y la obligación de resolverlas. El deterioro se completa con el escaso interés del legislador para clarificar esta institución, cuya finalidad última más que beneficiar a los actores es la de promover la colaboración con la Administración de Justicia. En ninguna de las sucesivas reformas mencionadas se ha aprovechado la ocasión para llevar al derecho positivo cuestiones despejadas con toda claridad por la doctrina constitucional, en concreto la emblemática STC 110/1993, de 25 de marzo, o por las audiencias pro­ vinciales a lo largo de estos últimos años. Tanta dejadez para trasladar al ordenamiento jurídi­ co la jurisprudencia o las doctrinas consolidadas es un mal endémico de nuestro legislador, que ya se ponía de Procuradores Nº 96/Febrero 2012 N Firma invitada MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ MUÑOZ. Funcionario del Juzgado de Instrucción Nº 1 de Jerez de la Frontera 49 Firma invitada Nº 96/Febrero 2012 50 relieve en una ley de bases dada por el Gobierno de Isabel II para la redacción de la LEC de 1855: “El Gobierno procederá inmediatamente a ordenar y compilar las leyes y reglas de Enjuiciamiento Civil con sujeción a las bases siguientes: 1ª. Res­ tablecer en toda su fuerza las reglas cardinales de los juicios, consignadas en nuestras antiguas leyes, introduciendo las reformas que la ciencia y la experiencia aconsejan, y des­ terrando todos los abusos introducidos en la práctica”. Semejante panorama abona la incertidumbre y la inse­ guridad jurídica, lo que genera reticencias en la utilización de la bondad del procedimiento más expeditivo de nuestro ordenamiento jurídico procesal. ¿Cuántos de ustedes están en disposición de asegurar que la próxima jura de cuentas que presenten se incoará con un decreto? ¿O acaso pueden afirmar que no será necesario redactar una demanda ejecutiva para iniciar la vía de apremio y ejecutar el decreto que fija la deuda? Con toda probabilidad su reclamación se despache con una mera diligencia de ordenación puesta automáticamente tras registrarse su escrito. Se acordará dar traslado y requerir el pago al deudor. Tendrá suerte porque no le van a examinar los requisitos de procedibilidad de su reclamación, pero si el deudor o su letrado saben cómo desenvolverse por el proce­ dimiento, la primera cuestión que esgrimirá el deudor es la palmaria indefensión que se le ha causado porque el órgano judicial no comprobó los presupuestos de admisibilidad. O qué decir si le prescriben de oficio la acción, porque en el me­ jor de los casos si la Audiencia corrige el despropósito, habrán pasado muchos meses desde entonces, quedando abierta la posibilidad de que el deudor alegue la misma circunstancia impeditiva y pueda llevar su reclamación al archivo. No existen disposiciones que concreten siquiera las más elementales reglas de procedibilidad, ni hay criterios para ho­ mogeneizar la tramitación del procedimiento entre quienes están llamados a resolver las reclamaciones. Caben tantas modalidades de sustanciar el procedimiento como secretarios hay en todos y cada uno de los órganos judiciales del Estado, incluidos los juzgados de paz. Todo lo cual nos lleva a un grado de inseguridad jurídica inaceptable. Desde la práctica procesal penal desempeñada en el foro, he podido extraer algunas cuestiones recurrentes que presen­ tan las reclamaciones de cuentas del procurador y las minutas del letrado ante el juzgado de instrucción, pero que mutatis mutandis son extrapolables a cualquier orden jurisdiccional, remitiendo a quienes tengan un mayor interés por el tema de las juras de cuentas, o quieran profundizar en todas estas cuestiones, a la consulta y lectura de la monografía que se reseña al final de este artículo. A diferencia de los abogados, la gran mayoría de los procuradores no incurren en el defecto de no especificar los conceptos que se incluyen en las facturas presentadas con el escrito de reclamación. No debe confundirse ese escrito que opera a semejanza de una demanda, con la cuenta de derechos que más adelante integrará el título ejecutivo. En la demanda no es necesario especificar los conceptos, aunque es más que recomendable que se indiquen y localicen en las actuaciones aquellos que puedan ser identificados. En cam­ Procuradores bio, es insoslayable el requisito de individualizar y detallar las partidas, así como asignarles el artículo del Arancel al que se refieren, no sólo porque así lo dispone el artículo 86 del RD 1373/2003, sino porque constituye la base tanto para las ob­ jeciones que pueda formular el deudor como el examen sobre el fondo de la cuestión que tiene que pronunciar el secretario judicial. Este viene obligado a rechazar la reclamación que no cumpla con este requisito de procedibilidad, devolviendo la cuenta al causídico pero otorgando un plazo para subsanar la deficiencia, por aplicación del principio pro actione. Tén­ gase muy en cuenta que tal como están de agenda los tribunales, este rechazo y un nuevo pronunciamiento sobre algo que es evitable con suma facilidad, puede suponer una dila­ ción de meses. Por otra parte, las cuentas no suelen incluir partidas im­ procedentes que sean ajenas al objeto del proceso por no haberse devengado dentro del pleito, defecto que sí se repite en las minutas de los abogados. La única partida que puede ser claramente ajena al objeto de proceso la constituirían las reclamaciones de gastos suplidos que no se presenten con los justificantes del gasto adelantado por el mandatario, no siendo en este caso un defecto subsanable. Este tipo de defectos entraña su exclusión de oficio sin necesidad de que los oponga el deudor, claro está, en una jura de cuentas correctamente tramitada. Es decir, en el decreto de admisión de la reclamación, el secretario ha de examinar los requisitos de procedibilidad y rechazar las partidas que no consten en autos, que sean manifiestamente superfluas, inútiles o no autorizadas por la Ley, o los gastos suplidos que no vengan acompañados de los justificantes de su pago. De ahí que sea crucial no incluir en las cuentas conceptos genéricos o que engloben varias actuaciones con derecho a devengo, porque la exclusión de una partida determina la de todas las demás que vayan incluidas. También es cierto que la aplicación rigorista de las esca­ sísimas normas de este procedimiento sumario queda mo­ dulada con la práctica forense de nuestros órganos judiciales, en la medida en la que está demasiado difundida la reprobable costumbre de admitir las reclamaciones mediante una diligencia de ordenación. Resolución que resulta improce­ dente para rechazar o admitir una demanda que lleva apa­ rejada ejecución, o para pronunciarse tácitamente sobre la concurrencia de los requisitos de procedibilidad. Es más que seguro que allí donde se incoe la jura de cuentas por diligen­ cia de ordenación, no se hará un examen serio de los requi­ sitos procesales. En lo que atañe a la jurisdicción y competencia, no son cuestiones que inicialmente planteen dudas, pero a veces aparecen en cuanto a la competencia funcional en la juris­ dicción penal, donde el mismo expediente se tramita en dos o tres órganos distintos (juzgado de instrucción, Audiencia Provincial o juzgado de lo penal y, en su caso, juzgado de ejecuciones penales). Como regla general la competencia está donde materialmente se encuentra el asunto. En casos en los que el expediente se encuentre en sede de la Audiencia para resolver un recurso de apelación, la competencia es del órgano a quo. Procuradores Firma invitada 10/6/08, y de la Sección 5ª de la Audiencia Provincial de Barcelona de 20/3/10. No parece razonable que la situación de archivo sea un hecho impeditivo para incoar el procedimiento del artículo 34 de la Ley de En­ juiciamiento Civil, o del 242 de su homónima del proce­ so penal, siempre que consideramos que la reclamación de la cuenta del procurador no es un incidente de un proceso principal. Entre la jura de cuentas y el proce­ dimiento donde el mandatario desempeñó su encargo, no existen consecuencias jurídicas de ninguna clase, sin perjuicio de que uno es el medio de prueba del otro. Salvo la comprensible posición de no rescatar un legajo del archivo para tramitar un nuevo expediente sobre algo cerrado en firme, no hay ningún otro motivo para cercenar el derecho del profesional esgrimiendo el esta­ do material de archivo del procedimiento, que en nada se verá alterado. Aisladamente, algún pronunciamiento judicial ha exi­ gido al procurador que acreditase con la demanda la re­ clamación extrajudicial de la deuda. Se trata de un auto de la Sección 3ª de la Audiencia Provincial de Barcelona, de 3 de mayo de 2005, donde se hacía una interpreta­ ción exorbitada del adjetivo “moroso” que incluye el número 1 del artículo 34 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, al considerar que es preciso constituir en mora al deudor y acreditarlo. No obstante, en sentido contrario encontramos el auto de la Sección 4ª de la Audiencia Provincial de Gi­ rona, de 9/12/2009. El Juzgado de lo Penal Nº 2 de Giro­ na, mediante diligencia de ordenación, dispone que con carácter previo a admitir a trámite el procedimiento del párrafo 2º del artículo 242 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, los promotores de la jura de cuentas tienen que acreditar fehacientemente haber reclamado el pago de los honorarios y derechos. La resolución que se indi­ ca dice textualmente: “El artículo 242 establece, en su párrafo 2, un procedimiento específico y particularmente expeditivo, ante el órgano que hubiese conocido de la causa, a fin de que los procuradores, abogados, peritos y testigos, puedan exigir de la parte a la que hubiese representado, dirigido técnicamente o declarado a su instancia, el importe de sus servicios, sin exigir otro requisito, para la acreditación de los honorarios de los abogados y peritos, que las minutas firmadas por lo que los hubieren devengado”. Es mi deseo que estas breves consideraciones ver­ tidas a vuela pluma sobre la jura de cuentas, tengan al­ guna utilidad y sean del interés de los procuradores, ge­ nuinos beneficiarios de este procedimiento especial. No obstante, para todos aquellos que puedan estar interesa­ dos en la materia, se abordan los temas con mayor rigor y profundidad, además de incluir jurisprudencia, formu­ larios, etc., en la obra, de la cual soy autor, editada por la Editorial Bosch en su colección de práctica jurídica: Los créditos procesales de procuradores, abogados, peritos y testigos: soluciones de la práctica penal para las juras de cuentas, Bosch, Barcelona, octubre de 2011. q Nº 96/Febrero 2012 La legitimación activa en el caso del procurador no entraña mayores problemas, salvo lo que pudiera acon­ tecer con los herederos, que por la literalidad del pre­ cepto pueden actuar con igual derecho que su causante. “Igual derecho” comporta la legitimación plena para promover la jura de cuentas, obrar en juicio e incluso girar la cuenta al deudor, o proseguir la ejecución forzosa del decreto que fije la cantidad debida. La intervención es directa y sin que precise de representación o defensa técnica. Bastará con acreditar la condición de heredero o que se actúa en defensa de la masa hereditaria para entablar la reclamación o solicitar la sucesión procesal si está iniciada la jura de cuentas. Respecto de la legitimación pasiva la cuestión puede complicarse en aquellas situaciones donde la parte repre­ sentada esté integrada por más de una persona física o jurídica. Cuestiones como puede ser la presentación de una o varias juras de cuentas, o si las reclamaciones se formulan de manera solidaria o mancomunada no serán sencillas de resolver. O qué ocurre si la parte incluye un menor de edad, cuando quien contrató al procurador fue su representante legal. Por otro lado, pueden aparecer dos inconvenientes introducidos por el secretario. Se trata de la prescripción apreciada de oficio, por haber transcurrido el plazo del artículo 1967.1 del Código Civil desde el momento que se pudieron reclamar los honorarios, o la inadmisión de la reclamación de plano porque la causa donde se desempeñó el mandato y se devengaron los créditos se encuentra archivada. La primera cuestión no es pacífica, pero ha de estarse con la última doctrina del Tribunal Supremo, que con­ sidera la prescripción como una cuestión de abandono del ejercicio del derecho, prevaleciendo el interés de quien quiere ejercerlo, sin perjuicio de ser invocada por el deudor. A su lado, los pronunciamientos más recien­ tes sobre juras de cuentas declaradas prescritas por el órgano a quo, autos de la Sección 8ª de la Audiencia Provincial de Barcelona de 1/10/10 y de la Sección 6ª de la Audiencia Provincial de Madrid de 6/5/10, por lo que es más que defendible que la prescripción no se aprecie de oficio en una cuestión de naturaleza civil. Con respecto a la segunda traba consistente en el archivo de las actuaciones donde se devengaron los ­derechos crematísticos que se demandan, tampoco puede resultar un elemento impeditivo para admitir a trámi­te la jura de cuentas. Los pronunciamientos de las audien­ cias provinciales se producen en los dos sentidos: a favor de no reabrir el asunto encontramos los autos de la Sección 3ª de la Audiencia Provincial de Barcelona de 26/1/10 y de la Sección 1ª de la Audiencia Provincial de Toledo de 28/12/09. En sentido contrario a las posiciones de inadmisión de la demanda por el archivo previo del procedimiento, que sin duda son más acordes con la realidad pro­ cesal de la jura de cuentas, encontramos los autos de la Sección 3ª de la Audiencia Provincial de Asturias de 51