pluralidad de la teología y unidad de la fe

Anuncio
HEINRICH FRIES
PLURALIDAD DE LA TEOLOGÍA Y UNIDAD DE
LA FE
Die Einheit des Glaubens und die Vielfalt der Theologie, Catholica, 27 (1973) 13-30
Este tema recoge una situación problemática que se da hoy en día de modo especial
entre los católicos. Los cristianos evangélicos comenzaron a experimentarla desde hace
tiempo. Se trata del problema de la unidad y pluralidad en el ámbito de la fe.
Tratemos de esbozar esta situación.
LA UNIDAD COMO UNIFORMIDAD
El católico ha considerado y sigue considerando la unidad como distintivo y signo
característico de su Iglesia. Ésta es una en la fe, en la doctrina, en el culto, en los
sacramentos y, sobre todo, en el gobierno. Expresión y garantía de esta unidad son: el
dogma, el magisterio, los concilios, las declaraciones del Papa, las orientaciones de los
obispos. La unidad de la fe se ha fortalecido gracias a que, como suele decirse, el
magisterio de la Iglesia tuvo la valentía de decir abiertamente sí o no frente a las
falsificaciones de la fe y las negaciones de su contenido. Las medidas de excomunión y
suspensión -aunque quizás instrumentos dolorosos al servicio de la unidad- han sido
signos de claridad y univocidad.
El lugar y la tarea de la teología estaban claramente determinados: ésta tenía que
fundamentar la fe de la Iglesia y justificar sus decisiones, de acuerdo con la Escritura y
la Tradición. Su tarea la recibía de manos del magisterio -como delegación- y la
colocaba a su servicio. El profesor de teología necesitaba, y necesita, el consentimiento
del obispo. Si el pensamiento del teólogo y la doctrina del magisterio no coincidían, el
teólogo tenía que contar con la destitución o con la prohibición de enseñar, en caso de
no querer someterse. En el fondo, esto es válido hasta hoy, pero en forma menos
rigurosa y, precisamente por eso, muchos lo consideran como causa de la crisis actual:
el magisterio, los obispos y la congregación de la fe han perdido el valor de tomar
decisiones claras. Son tolerantes en exceso, permiten la confusión e incertidumbre,
temen la opinión pública y no quieren ser considerados como reaccionarios. Esta falta
de valentía es considerada por el cristiano católico como una pérdida dolorosa. Antes,
todo estaba claro: las enseñanzas de la Iglesia referentes a la vida de fe eran patentes.
Esta seguridad unía a todos los católicos del mundo y en ningún otro sitio se podía ver
eso tan claro como en Roma, cuando millones de personas de todo el mundo aclamaban
al padre común de la cristiandad y rezaban juntos el credo en latín como signo de su fe.
La unidad de la fe -representada en la unanimidad, uniformidad y centralización- ha
sido hasta hoy la imagen de la Iglesia católica que algunos recuerdan con cierta
nostalgia.
HEINRICH FRIES
LA UNIDAD COMO PLURIFORMIDAD
La situación actual ofrece una contraimagen. Características como unidad, uniformidad
ya no existen en ella.
En el ámbito de la fe
Esta unidad no sólo se ha perdido en la liturgia, sino en puntos más importantes como
son el objeto mismo de la fe. Lo que ayer se consideraba fuera de discusión hoy es
cuestionado. Palabras y conceptos que estaban desde siglos al servicio de la fe y de la
teología como: Trinidad, unión hipostática, naturaleza, esencia, materia y forma de los
sacramentos, etc, se consideran ahora como anticuados, inservibles, equívocos, y son
reemplazados por otros nuevos; pero, ante la imposibilidad de acuerdo en lo nuevo,
aparecen intentos e hipótesis diversas. Los inamovibles dogmas están hoy cuestionados
dada su referencia histórica y, por tanto, su valor será relativo. El "Denzinger" se
considera más como un libro histórico que como representante de definiciones
normativas. La Biblia misma está sometida a la crítica histórica y se la compara en
confrontación con la imagen del mundo de hoy y su comprensión existencial. A un
cambio tan radical en todos los aspectos, no podía resistir la unidad de la fe. Las normas
éticas del pasado como fruto de la fe cristiana son hoy relativizadas, sobre todo, en el
campo de la moral matrimonial y sexual. Secularización y matrimonio de sacerdotes ya
no son objeto de escándalo. Otros síntomas son: el descenso del número de casamientos
y bautizos por la Iglesia, del cumplimiento dominical, etc. Hay una tendencia a
despreocuparse por la "verdad de antes", para empezar desde el punto cero. Como
consecuencia, hay inquietudes, inseguridad, desorientación, confusión. Si el hoy está
marcado por una pluralidad, ha de repercutir entonces en la fe del creyente, el cual no
puede vivir en la esquizofrenia: por una parte, con su fe, en la Edad Media, y por otra
parte, con su pensar, en el presente. Los responsables de esta situación -se dice- no son
solo los adversarios de la fe, sino más bien los teólogos. Éstos, ex officio, deben
reflexionar sobre la fe, hacerla comprensible, interpretarla a sus contemporáneos y
ponerla en relación con el hombre actual. Ésta es la razón por la cual se llega a una
pluralidad.
En el campo de la teología
En cuanto a la teología se refiere, constatamos hoy día, que a esta pluralidad se llega no
sólo metodológicamente, a causa de la especialización de las disciplinas teológicas, sino
también a causa de las mismas orientaciones y mentalidades teológicas. En el ámbito de
la divulgación, se habla de teólogos y teologías progresivas y conservadoras, de lo
difícil que es reconocerse mutuamente y de permanecer en diálogo.
Además, la teología de hoy se considera como teología crítica, es decir, que no se limita
a justificar, fundamentar y repetir lo que está decidido ya por el magisterio. La teología
pone en relación lo actual con el origen normativo de la fe -como está testimoniado en
el NT-, con la historia de la fe y con el hombre que se apropia la fe en un determinado
momento histórico, puesto que ha de pensar, actuar y vivir a partir de él. La función de
la teología es el juicio crítico sobre estos puntos de referencia.
HEINRICH FRIES
La teología actual declara y publica abiertamente sus hipótesis y resultados. Nada
agrada hoy tanto como oír estas voces críticas. Esto puede interpretarse como signo de
subjetividad legítima, de madurez y libertad, y como signo de capacidad para distinguir,
aunque es cierto que algunas publicaciones y declaraciones teológicas caen en la
tentación de querer causar sensación, de inquietar y escandalizar. La diferencia se
considera hoy como una debilidad, como falta de valor para enfrentarse con la verdad y
con el riesgo.
Las tensiones y discrepancias con el magisterio, y concretamente con las declaraciones
del Papa y los obispos, se publican efectiva y rápidamente en todo el mundo. Las
medidas rigurosas, por parte de la jerarquía, de destitución e introducción de escritos en
el índice, etc, se están utilizando hoy muy pocas veces y, si se emplean, se consigue lo
contrario de lo que pretenden. El magisterio ejercita hoy día bastante paciencia y
tolerancia en la resolución de conflictos y tensiones de un modo no conocido hasta
ahora. Antes, se hubiera considerado como cobardía y deserción en su ministerio de
vigilancia. Pero justamente esta tolerancia -se argumenta- hace posible la teología
pluriforme y crea lo que se llama peligro y amenaza: desorientación, inseguridad,
confusión de los creyentes. Unido a esto, está el escepticismo, la parálisis de interés y
compromiso, reducción de la práctica religiosa, de las vocaciones sacerdotales,
religiosas y, por último, las múltiples secularizaciones. Resulta que al s personas que
realizan esta vocación quieren y deben dedicarse con toda su existencia, pero, si el
fundamento de esta existencia está puesto en duda, es difícil comprometerse con toda su
persona y por toda la vida. Así se concluye el círculo vicioso: la pluralidad de la
teología llega a una confusión en el ámbito de la fe y conduce muchas veces a la pérdida
de su fundamento y al abandono, incluso, de la misma fe.
Ésta es, precisamente, la situación actual.
LOS EFECTOS SALUDABLES DE UN RECORRIDO HISTÓRICO OBJETIVO
¿Ha sido siempre todo tan uno, que lo que hoy ocurre pueda considerarse como pérdida
de esa unidad?
NT y primeros siglos de la Iglesia
El hecho de tener el único Evangelio de Jesucristo, crucificado y resucitado, en cuatro
evangelios, ¿no es un signo de pluralidad teológica dentro de la unidad de la fe?
Pluriforme es la diferencia entre Pablo, Juan y Santiago; entre las auténticas cartas
paulinas y las pastorales. El NT es el modelo de unidad de fe dentro de la pluralidad de
concepciones teológicas, sobre todo, en cristología, soteriología y eclesiología. Como
ejemplo de pluralismo en el gobierno está el conflicto de Pedro y Pablo en Antioquía,
donde Pablo se enfrentó con Pedro, cara a cara, porque no tenía razón y porque
simulaba (Ga 2,11-14). Qué diferencia tan grande entre las comunidades de Jerusalén y
Corinto, entre las cristiano-judías y cristiano-paganas. En el mismo Corinto había varios
partidos: el de Pedro, el de Pablo, el de Apolo, el de Cristo (1Co 1,12). Esta forma de
pluralismo, sin embargo, está fuertemente criticada y rechazada por Pablo en nombre de
la unidad fundada por Cristo y su Espíritu, unidad que concede por su parte espacio para
una pluralidad legítima (1Co 12). Qué imagen tan llena de tensión nos presentan los
HEINRICH FRIES
primeros siglos de la Iglesia a causa de la pluralidad teológica en cuestiones de
cristología y trinidad. Basta leer la literatura teológica de la época y recordar las
apasionadas confrontaciones antes, durante y después de los primeros concilios en
donde se nos presenta todo menos una imagen de unanimidad y uniformidad.
Edad Media
Cuando la Iglesia y el mundo estaban unidos en el imperio cristiano, existía también una
confrontación teológica en forma de escuelas. Éstas no decían lo mismo, sino que se
diferenciaban cla ramente en el punto de partida, en el método y en el acento de sus
argumentaciones. La vida teológica de la Edad Media no se caracteriza por la simple
repetición de "sentencias" y "autoridades", sino por la "quaestio disputata" y la
discusión. Además, existía la confrontación entre el papado y el imperio, el Papa y el
concilio, el Papa y los obispos, confrontación con un fondo teológico muy claro.
Hemos recordado estos hechos para revisar la imagen de unidad y de concordia de otros
tiempos a la cual se recurre con frecuencia. No fue así, ni mucho menos, y esto no nos
da pena. Más bien es un signo de vida cuya característica es la tensión. La paz añorada
podría ser un silencio de cementerio.
Siglos XIX y XX
La imagen de unidad como uniformidad no procede tanto de las tendencias
antirreformistas, c o m o también de los poderosos movimientos eclesiales y teológicos
del siglo XIX, condicionados por el consciente realce teológico del papado (que había
perdido su poder político), de su primado de jurisdicción sobre la iglesia universal, y
por las declaraciones sobre la infalibilidad de sus definiciones ex cathedra. De esta
época procede la imagen de iglesia papal cuya característica es la unidad y uniformidad
fundada en el centro y que se impone en todos los terrenos, incluso en la teología
uniformemente orientada para la que se prestaba la neo-escolástica. En este contexto
citamos una frase de Newmann: "Las respuestas prefabricadas de un tratado dogmático
no son armas con las cuales la razón católica debe esperar vencer a los incrédulos de
nuestros días. ¿Por qué las Escuelas de la Edad Media fueron tan fuertes? Porque les
dejaban campo libre y no se tenía que sentir el frenazo a cada palabra que se
pronunciaba. Sólo cuando la disputa era peligrosa y el argumentador se aferraba,
entonces, al final, intervenía Roma; pero no al principio. La verdad se formula con la
colaboración de muchos espíritus"1 .
La neo-escolástica llegó a ser en el siglo XIX la teología standard, normal y académica,
sobreponiéndose y amputando, p.e., a la viva y creadora escuela de Tubinga, que estaba
en diálogo con el espíritu de su tiempo, o a los intentos que se hacían en Bonn o Viena;
abajando las nuevas instanc ias teológicas, tales como las del modernismo o, más
moderadamente, las del llamado catolicismo reformado.
Esta fe católica en lucha con el espíritu antirreligioso del siglo, demostró su fuerza
imponente de integridad y unidad de la Iglesia, sobre todo en Alemania. En primer
lugar, en el plano político, en la lucha cultural (Kulturkampf) y en la lucha contra el
nacionalsocialismo. La unidad como sinónimo de uniformidad se consumó en la figura
HEINRICH FRIES
de los papas Pius -sobre todo Pío XII-. La doctrina católica auténtica estaba
representada en las múltiples declaraciones del Papa a cuantas preguntas posibles se
presentaran. De esta concepción resultó que intentos como la "nouvelle théologie"
fueron cortados. Recordemos a los teólogos T. de Chardin, Yves Congar, De Lubac, M.
D. Chenu. Aquella época acabó con Juan XXIII y el Vaticano II. La unidad y
uniformidad han cedido a la apertura, al diálogo -el lema bajo el cual Pablo VI puso su
pontificado- a la renovación, a la vuelta hacia el mundo, con todas las consecuencias.
No es de asombrar que, para muchos católicos -que sueñan con los tiempos pasados-, el
pontificado del Papa Juan y el Concilio son una desgracia, el origen de las
preocupaciones y de la crisis actual.
Esta corta visión histórica quería clarificar un poco la situación actual y conseguir a
grandes rasgos lo que es fruto de toda verdadera reflexión histórica: liberar, crear
distancia y poner nueva luz en una situación de preocupación y miedo. Esto se consigue
por medio del recuerdo histórico. El Cardenal Suenens, en una conferencia en Trier
(Septiembre 1972), atribuyó la razón de la actual intranquilidad al hecho de que los
católicos han tenido que esperar demasiado al Vaticano II, y comparó el inmobilismo de
la Iglesia del siglo XIX a un glaciar; si éste se deshiela en primavera por la fuerza del
sol, entonces nacen torrentes. Según Suenens, la situación actual es provisional y se
atreve a hablar de una nueva primavera para la Iglesia. Ésta se realizaría si
"devolviéramos al Espíritu Santo sus posibilidades en la Iglesia". Suenens se
identificaba con las palabras del Cardenal Marty, de París, cuando decía que él era más
sensible a lo que aparece que a lo que desaparece.
Esto conduce a preguntarnos por la causa de la pluralidad en teología.
ORIGEN DE LA PLURALIDAD EN TEOLOGIA
Si la teología es el esfuerzo por la comprensión de la fe, si no se ocupa sólo del puesto
de la fe, sino también por la inteligencia de la fe, entonces tenemos ya un primer motivo
de la pluralidad de la teología.
Subjetividad y pluralidad de los destinatarios de la fe
Cada teólogo tiene su don, su modo desde el cual intenta hacer comprensible su fe y su
contenido. Del mismo modo que en el NT había un Juan y un Pablo, y después un
Agustín y un Orígenes, Tomás y Duns Scoto, y en el siglo pasado los de Maguncia y
Tubinga, hoy tenemos a Rahner y Küng. La libertad que contiene una subjetividad bien
entendida es la que fundamenta la pluralidad de la teología en primer lugar.
La teología como inteligencia de la fe ha de hacer comprensible la fe en cada momento
histórico. Esto significa que la fe debe referirse al hombre actual con sus condiciones,
sus formas de pensar, con su lengua y con sus experiencias. El hombre histórico
concreto es el otro punto de referencia de la fe objetiva. Cada uno debe poder
pronunciar su propio "yo creo". Sin este punto de referencia, la fe permanece muda y
sin relación.
HEINRICH FRIES
Por la pluralidad de los destinatarios y de las épocas históricas y del espíritu
característico de cada época, existe necesariamente variedad en la teología. Esto se
manifiesta ya en el NT: Pablo habla y argumenta de distinto modo ante paganos que
ante judíos. Quiere ser para el judío un judío, para el griego un griego (1 Co 9,20s), y
por eso tiene que hablar muchas lenguas y tiene que situarse en las diversas maneras de
pensar. Sin este proceso de traducción, la fe no alcanza al individuo y, por tanto, es una
tarea de todos los tiempos.
Proceso de traducción e historicidad del lenguaje
La experiencia nos dice cuán distinto es el mundo espiritual de Asia y de Europa, de
Alemania y de España. Ha sido un fallo querer transmitir la fe a través del estudio y
repetición de fórmulas de fe con categorías históricas determinadas, sobre todo de la
filosofía occidental griega. Esta teología misionera actuaba según el lema: "quema lo
que tú has adorado antes y adora lo que has quemado". Piénsese en las oportunidades
perdidas en la India y en China, al no tener en cuenta la necesaria diversidad teológica,
por miedo a poner en peligro la unidad de la fe. Una unidad, falsamente entendida y
aplicada, fue un obstáculo para la fe y para la inteligencia de la fe.
Otro motivo para la pluralidad teológica es la historicidad del lenguaje. Las nociones
teológicas: sustancia, naturaleza, esencia, persona, materia y forma, etc, cambian. Si
esto es así, hay que reformular entonces la verdad de fe designada antes con estas
nociones, para que pueda permanecer lo que esas nociones querían dar a entender. La
mera repetición de palabras, conceptos y fórmulas llevaría a la incomprensión y a la
falsedad. La teología debe insertarse en este proceso histórico al servicio de la fe y del
hombre creyente. La historia humana está marcada por la continuidad y el cambio, la
riqueza y la provisionalidad. Las formas de cambio cristalizan en el llamado espíritu de
la época, el cual, por una parte, es expresión de cada generación y, por otra, su propia
determinación. Si la fe quiere mantenerse viva tiene que ponerse en relación con ese
espíritu de la época y sobre todo con su filosofía. Es de subrayar que todas las
formulaciones de la fe y de la teología -sobre todo de los dogmas- siempre se quedan
muy por debajo de lo que con ello quieren decir de su Dios -siempre mayor-, de su
misterio y de nuestra incapacidad de abarcarlo.
Después de todo esto, reconocemos que la pluralidad en teología no es una desgracia,
sino signo de vitalidad, de riqueza, una imagen de fe llena de esperanza, fe que es un
camino en el horizonte de la provisionalidad.
Pluralismo científico
El presente está marcado por un pluralismo de las ciencias y de actitudes ideológicas,
por un hambre insaciable de preguntar y poner en cuestión, por la verificación a través
de la experiencia, por el escepticismo. Éste es el clima espiritual en que vivimos y el
ambiente en el cual se mueven el creyente y el teólogo. Éste no puede buscarse un
mundo que le plazca, sino ha de situarse en el que vive.
El interlocutor de la teología no es solamente la filosofía, como antes. En épocas
anteriores, la filosofía tenía una forma clara y determinada en los conocidos "ismos",
HEINRICH FRIES
como el idealismo, realismo, empirismo, materialismo. El compañero de diálogo de la
teología actual es una filosofía enormemente diferenciada, que se ha liado con la teoría
del lenguaje, la teoría de la ciencia, con el neopositivismo y su correspondiente
horizonte de la realidad. Compañeros de la teología son, además, las ciencias
filosóficas: ciencias naturales, la historia, la hermenéutica. La teología no debe ignorar
todo esto y debe preocuparse de los problemas que resultan de ahí para la fe. La
pluralidad de pensamiento es hoy en día la forma más adecuada de la teología. Sólo así
puede mantenerse viva la fe.
Se comprende, pues, que el fin de esta teología y de sus representantes no es la
destrucción de la fe, ni la confusión de los creye ntes, sino la revitalización. La
credibilidad de la fe es "el credo interpretado y responsabilizado ante los problemas del
presente", como dice Pannenberg.
NUEVOS PROBLEMAS
Esta preocupación por considerar al hombre y a los problemas actuales, ¿no puede
llegar hasta el extremo de que este hombre se erija en juez del contenido de la fe?,
¿estaría este contenido manipulado de tal forma que, aunque esté adaptado al hombre de
hoy, se perdería el contenido y la unidad de la fe con tantas referencias y concesiones
ante la nueva divinidad: el presente y el hombre de hoy? ¿Cómo se puede mantener la
unidad de la fe en medio de la pluralidad teológica?
a) La teología, como interpretación de la fe, erraría y se malograría si cortara su relación
con la fe y su contenido. Teología sin Dios, teología ateísta, teología de la muerte de
Dios es una contradicción o una coquetería verbal.
El contenido de la fe al que se refiere la teología y al cual tiene que interpretar, no son
fórmulas, sino hechos históricos. El centro de la fe es una persona: Jesucristo, en el cual
Dios se ha comunicado y revelado irrevocablemente. La unidad de la fe viene dada por
el contenido y por el punto de referencia de la fe: Dios en Jesucristo --la redención y
salvación de los hombres, la luz del mundo-. Allí donde este centro de la fe dada en
Cristo se cambie en favor de otros objetivos, ya no se puede hablar de unidad y mucho
menos de la fe como fe cristiana. Pero esto va más lejos todavía. La unidad de la fe no
se da si el testimonio auténtico de este centro, el NT, no está reconocido, si está puesto a
merced de interpretaciones ajenas a su mensaje, o si está manipulado.
El centro de la fe cristiana, que culmina en la persona y acontecimiento de Cristo, está
articulado en el NT en fórmulas de fe breves. Éstas no han impedido, sino posibilitado,
que se pueda hablar del único Evangelio en cuatro evangelios. Estos evangelios, junto
con los demás escritos del NT, no han impedido, sino posibilitado, el reconocimiento
del centro que funda la unidad de fe. Hacen falta muchos puntos de vista, porque la cosa
de la cual se trata puede y debe ser expresada de diversos modos y porque, además,
nunca podrá ser articulada ni captada hasta el fondo, de tal manera que ya no exista la
posibilidad para otros intentos. Este centro debe estar en relación y comunicación con
paganos y judíos (hablando bíblicamente), con los hombres de toda condición. Esto es
un modelo de unidad de la fe en la pluriformidad de la teología.
HEINRICH FRIES
La unidad de la fe quedaría a salvo si la teología comprende y sabe hacer comprensible
desde ese centro los contenidos de fe. La forma de los contenidos de la fe no aparece
como una suma creciendo hasta el infinito, sino como estructura, coherencia y jerarquía
de verdades que posibilita hablar de centro y periferia de los contenidos de la fe, no
mirando tanto a su validez, cuanto a la significación salvífica para el hombre. Las
fórmulas breves de fe que se intentan actualmente apuntan a este objetivo. No deben ser
consideradas como una oferta de rebaja, sino como una orientación hacia el centro, que
sostiene todo lo demás y con el que todo debe ser puesto en relación en cuanto a su
función y su comprensión se refiere.
b) La teología sirve a la unidad de la fe si el teólogo reconoce y afirma su puesto en la
comunidad de la Iglesia, es decir, en la comunidad de creyentes. Teología, es teología
de la iglesia. El teólogo debe estar en diálogo y cooperación con el ministerio pastoral,
con la proclamación del mensaje y con la jerarquía. Teólogos y obispos no deben estar
en concurrencia, sino deben considerarse como compañeros. Como ejemplo de
cooperación eficaz entre teología y obispos tenemos el Vaticano II, en cuanto a
preparación, proceso y resultado. Como ejemplo problemático de una decisión tomada a
solas tene mos la "Humanae Vitae" y otras declaraciones quizás menos importantes.
Un tal servicio se conseguiría mucho mejor, si las declaraciones de los teólogos no
fueran bloqueadas enseguida con prohibiciones, sino que se intentara un diálogo y,
sobre todo, si se empleara un modo abierto y. dominaran los argumentos de la fe.
También, si se diera lugar a una discusión teológica como ha ocurrido con el debate
sobre la infalibilidad del libro de Hans Küng.
c) Esto exige del teólogo que no se limite a hacer la crítica, sino también a ser criticado
y que no se considere como absoluto e infalible en sus tesis. Ha de ser consciente de la
provisionalidad e historicidad de sus propias actividades y no debe publicar sus
hipótesis como conocimientos irrefutables de la ciencia, dignos de ser publicados el
mismo día en todo el mundo. Que permanezca en diálogo con otros teólogos, con la
'tradición y con la historia. Que no le interese tanto lo sensacional como el servicio a los
creyentes.
d) Por último, el teólogo debe saber que él no tiene autoridad de decisión referente a la
fe total de la Iglesia, que no tiene la última palabra, a pesar de su conciencia y
convencimiento científico. Su trabajo está al servicio de la preparación de decisiones y
de la alerta ante "últimas palabras" demasiado rápidamente dadas y poco
fundamentadas. Solo las decisiones de autoridades especialistas en la materia y no
solamente de autoridades formales, encontrarán aquella acogida que es indispensable
para la trayectoria y la historia de la fe. Ante la necesidad de tener que tomar decisiones,
el teólogo debe indicar que éstas están bajo el signo de la historia, que son etapas en el
camino de la fe, definitivas y provisionales, acabadas y abiertas al mismo tiempo.
CONCLUSIÓN
1) La unidad de la fe consiste en la unidad de la historia y de la persona hacia las cuales
está referida la fe en su centro. Este punto de confluencia es, a la vez, punto de partida
de una pluralidad legítima. Esta pluralidad está originada por el hombre en su
subjetividad, dado que cree, piensa y habla condicionado por ciertas estructuras
HEINRICH FRIES
históricas y sociales. La unidad, hoy en día, sólo se da en la pluralidad. La pluralidad
no es contraria a la unidad, sino expresión de una unidad viva. No se trata de reducir la
unidad a la uniformidad, ni tampoco de diluir la unidad en un pluralismo contradictorio
y arbitrario. Hay que repetir lo ya dicho: En el NT tenemos el modelo original y a la vez
normativo de unidad y pluralidad, de unidad en la fe y pluralidad en la teología.
2) La unidad de la fe no se consigue hoy con un monólogo, sino con un diálogo y
comprensión abiertos. W. Kasper habla de una nueva "forma de eclesiología: ortodoxia
dialógica". Esto no excluye la necesidad de decir claramente una última palabra bajo
ciertas condiciones. A esta última palabra han de preceder otras muchas y hay que
considerarla siempre bajo el signo de lo incompleto, de la "reserva escatológica". Se da
por sabido que una acumulación cuantitativa de dogmas no contribuye a una mayor
unidad de la fe. Los dogmas no son, según Newmann, ni un lujo, ni un "opíparo
banquete", sino decisiones tomadas en caso de necesidad extrema, comparables a una
situación de emergencia. La fe no se realiza normalmente por medio de
dogmatizaciones -el terreno de la fe es mayor que el de los dogmas-, sino que se realiza
en la vida de aquella fe, de la cual se dice que es luz para los caminos de nuestra vida y
que se comunica no solo por la teoría, sino por la práctica y por hacer la verdad.
El teólogo de Tubinga, J. A. Möhler, expresó una ley fundamental de la comunidad de
los creyentes, en la iglesia, ("La unidad en la Iglesia", 1825). Según él, hay que evitar
dos extremos que proceden del egoísmo: "el extremo donde cada uno quiere ser todo, y
el extremo donde uno quiere ser todo". En el primer caso, todo se dispersa. Hace tanto
frío en la comunidad eclesial que uno se muere. En el segundo caso, el lazo de unidad es
tan fuerte y la caridad es tan ardiente que uno acaba por asfixiarse. No queremos morir
de frío por un individualismo ext remo ni asfixiarnos a causa de un centralismo.
Solamente todos pueden ser todo, y la unidad de todos sólo puede ser un conjunto. Éste
es el concepto de iglesia católica.
3) La inquietud que existe en la Iglesia actualmente procede, tal vez, de una reacción
ante aquella postura de seguridad, que olvidó que la fe no es una meta, sino un camino
largo y peligroso hacia esa meta, aunque no se ponen en duda el origen y la meta de este
camino. Tal vez sean los teólogos también culpables de esta situación de crisis por su
despreocupación.
Escribe Metz: "La confusión entre los fieles no surge sólo de una teología crítica, sino
también de la Iglesia, la cual ha expuesto a los fieles a un modo de vivir sin haberles
preparado a una comprensión crítica de una iglesia, que es reformable. Una de las
causas de crisis actual en la Iglesia, no es la demasiada crítica, sino una carencia
catastrófica de libertad fundamental y crítica bien ejercitada".
La significación y las consecuencias de estas reflexiones como camino y meta del
ecumenismo son bien claras. Así pues, la unidad de la Iglesia sólo debe tener -como
meta- una unidad dentro de la pluralidad, de modo que "las confesiones hasta ahora
separadas" lleguen a ser portadoras de una pluralidad legítima dentro de la única Igle sia
de Jesucristo.
Notas:
1
«Cartas y noticias del diario de la época católica de su vida.. Maguncia 1957, p 354.
Tradujo y condensó: MARÍA DOLORES ESCRIVA
Descargar