HEINRICH FRIES PLURALIDAD DE LA TEOLOGÍA Y UNIDAD DE LA FE Die Einheit des Glaubens und die Vielfalt der Theologie, Catholica, 27 (1973) 13-30 Este tema recoge una situación problemática que se da hoy en día de modo especial entre los católicos. Los cristianos evangélicos comenzaron a experimentarla desde hace tiempo. Se trata del problema de la unidad y pluralidad en el ámbito de la fe. Tratemos de esbozar esta situación. LA UNIDAD COMO UNIFORMIDAD El católico ha considerado y sigue considerando la unidad como distintivo y signo característico de su Iglesia. Ésta es una en la fe, en la doctrina, en el culto, en los sacramentos y, sobre todo, en el gobierno. Expresión y garantía de esta unidad son: el dogma, el magisterio, los concilios, las declaraciones del Papa, las orientaciones de los obispos. La unidad de la fe se ha fortalecido gracias a que, como suele decirse, el magisterio de la Iglesia tuvo la valentía de decir abiertamente sí o no frente a las falsificaciones de la fe y las negaciones de su contenido. Las medidas de excomunión y suspensión -aunque quizás instrumentos dolorosos al servicio de la unidad- han sido signos de claridad y univocidad. El lugar y la tarea de la teología estaban claramente determinados: ésta tenía que fundamentar la fe de la Iglesia y justificar sus decisiones, de acuerdo con la Escritura y la Tradición. Su tarea la recibía de manos del magisterio -como delegación- y la colocaba a su servicio. El profesor de teología necesitaba, y necesita, el consentimiento del obispo. Si el pensamiento del teólogo y la doctrina del magisterio no coincidían, el teólogo tenía que contar con la destitución o con la prohibición de enseñar, en caso de no querer someterse. En el fondo, esto es válido hasta hoy, pero en forma menos rigurosa y, precisamente por eso, muchos lo consideran como causa de la crisis actual: el magisterio, los obispos y la congregación de la fe han perdido el valor de tomar decisiones claras. Son tolerantes en exceso, permiten la confusión e incertidumbre, temen la opinión pública y no quieren ser considerados como reaccionarios. Esta falta de valentía es considerada por el cristiano católico como una pérdida dolorosa. Antes, todo estaba claro: las enseñanzas de la Iglesia referentes a la vida de fe eran patentes. Esta seguridad unía a todos los católicos del mundo y en ningún otro sitio se podía ver eso tan claro como en Roma, cuando millones de personas de todo el mundo aclamaban al padre común de la cristiandad y rezaban juntos el credo en latín como signo de su fe. La unidad de la fe -representada en la unanimidad, uniformidad y centralización- ha sido hasta hoy la imagen de la Iglesia católica que algunos recuerdan con cierta nostalgia. HEINRICH FRIES LA UNIDAD COMO PLURIFORMIDAD La situación actual ofrece una contraimagen. Características como unidad, uniformidad ya no existen en ella. En el ámbito de la fe Esta unidad no sólo se ha perdido en la liturgia, sino en puntos más importantes como son el objeto mismo de la fe. Lo que ayer se consideraba fuera de discusión hoy es cuestionado. Palabras y conceptos que estaban desde siglos al servicio de la fe y de la teología como: Trinidad, unión hipostática, naturaleza, esencia, materia y forma de los sacramentos, etc, se consideran ahora como anticuados, inservibles, equívocos, y son reemplazados por otros nuevos; pero, ante la imposibilidad de acuerdo en lo nuevo, aparecen intentos e hipótesis diversas. Los inamovibles dogmas están hoy cuestionados dada su referencia histórica y, por tanto, su valor será relativo. El "Denzinger" se considera más como un libro histórico que como representante de definiciones normativas. La Biblia misma está sometida a la crítica histórica y se la compara en confrontación con la imagen del mundo de hoy y su comprensión existencial. A un cambio tan radical en todos los aspectos, no podía resistir la unidad de la fe. Las normas éticas del pasado como fruto de la fe cristiana son hoy relativizadas, sobre todo, en el campo de la moral matrimonial y sexual. Secularización y matrimonio de sacerdotes ya no son objeto de escándalo. Otros síntomas son: el descenso del número de casamientos y bautizos por la Iglesia, del cumplimiento dominical, etc. Hay una tendencia a despreocuparse por la "verdad de antes", para empezar desde el punto cero. Como consecuencia, hay inquietudes, inseguridad, desorientación, confusión. Si el hoy está marcado por una pluralidad, ha de repercutir entonces en la fe del creyente, el cual no puede vivir en la esquizofrenia: por una parte, con su fe, en la Edad Media, y por otra parte, con su pensar, en el presente. Los responsables de esta situación -se dice- no son solo los adversarios de la fe, sino más bien los teólogos. Éstos, ex officio, deben reflexionar sobre la fe, hacerla comprensible, interpretarla a sus contemporáneos y ponerla en relación con el hombre actual. Ésta es la razón por la cual se llega a una pluralidad. En el campo de la teología En cuanto a la teología se refiere, constatamos hoy día, que a esta pluralidad se llega no sólo metodológicamente, a causa de la especialización de las disciplinas teológicas, sino también a causa de las mismas orientaciones y mentalidades teológicas. En el ámbito de la divulgación, se habla de teólogos y teologías progresivas y conservadoras, de lo difícil que es reconocerse mutuamente y de permanecer en diálogo. Además, la teología de hoy se considera como teología crítica, es decir, que no se limita a justificar, fundamentar y repetir lo que está decidido ya por el magisterio. La teología pone en relación lo actual con el origen normativo de la fe -como está testimoniado en el NT-, con la historia de la fe y con el hombre que se apropia la fe en un determinado momento histórico, puesto que ha de pensar, actuar y vivir a partir de él. La función de la teología es el juicio crítico sobre estos puntos de referencia. HEINRICH FRIES La teología actual declara y publica abiertamente sus hipótesis y resultados. Nada agrada hoy tanto como oír estas voces críticas. Esto puede interpretarse como signo de subjetividad legítima, de madurez y libertad, y como signo de capacidad para distinguir, aunque es cierto que algunas publicaciones y declaraciones teológicas caen en la tentación de querer causar sensación, de inquietar y escandalizar. La diferencia se considera hoy como una debilidad, como falta de valor para enfrentarse con la verdad y con el riesgo. Las tensiones y discrepancias con el magisterio, y concretamente con las declaraciones del Papa y los obispos, se publican efectiva y rápidamente en todo el mundo. Las medidas rigurosas, por parte de la jerarquía, de destitución e introducción de escritos en el índice, etc, se están utilizando hoy muy pocas veces y, si se emplean, se consigue lo contrario de lo que pretenden. El magisterio ejercita hoy día bastante paciencia y tolerancia en la resolución de conflictos y tensiones de un modo no conocido hasta ahora. Antes, se hubiera considerado como cobardía y deserción en su ministerio de vigilancia. Pero justamente esta tolerancia -se argumenta- hace posible la teología pluriforme y crea lo que se llama peligro y amenaza: desorientación, inseguridad, confusión de los creyentes. Unido a esto, está el escepticismo, la parálisis de interés y compromiso, reducción de la práctica religiosa, de las vocaciones sacerdotales, religiosas y, por último, las múltiples secularizaciones. Resulta que al s personas que realizan esta vocación quieren y deben dedicarse con toda su existencia, pero, si el fundamento de esta existencia está puesto en duda, es difícil comprometerse con toda su persona y por toda la vida. Así se concluye el círculo vicioso: la pluralidad de la teología llega a una confusión en el ámbito de la fe y conduce muchas veces a la pérdida de su fundamento y al abandono, incluso, de la misma fe. Ésta es, precisamente, la situación actual. LOS EFECTOS SALUDABLES DE UN RECORRIDO HISTÓRICO OBJETIVO ¿Ha sido siempre todo tan uno, que lo que hoy ocurre pueda considerarse como pérdida de esa unidad? NT y primeros siglos de la Iglesia El hecho de tener el único Evangelio de Jesucristo, crucificado y resucitado, en cuatro evangelios, ¿no es un signo de pluralidad teológica dentro de la unidad de la fe? Pluriforme es la diferencia entre Pablo, Juan y Santiago; entre las auténticas cartas paulinas y las pastorales. El NT es el modelo de unidad de fe dentro de la pluralidad de concepciones teológicas, sobre todo, en cristología, soteriología y eclesiología. Como ejemplo de pluralismo en el gobierno está el conflicto de Pedro y Pablo en Antioquía, donde Pablo se enfrentó con Pedro, cara a cara, porque no tenía razón y porque simulaba (Ga 2,11-14). Qué diferencia tan grande entre las comunidades de Jerusalén y Corinto, entre las cristiano-judías y cristiano-paganas. En el mismo Corinto había varios partidos: el de Pedro, el de Pablo, el de Apolo, el de Cristo (1Co 1,12). Esta forma de pluralismo, sin embargo, está fuertemente criticada y rechazada por Pablo en nombre de la unidad fundada por Cristo y su Espíritu, unidad que concede por su parte espacio para una pluralidad legítima (1Co 12). Qué imagen tan llena de tensión nos presentan los HEINRICH FRIES primeros siglos de la Iglesia a causa de la pluralidad teológica en cuestiones de cristología y trinidad. Basta leer la literatura teológica de la época y recordar las apasionadas confrontaciones antes, durante y después de los primeros concilios en donde se nos presenta todo menos una imagen de unanimidad y uniformidad. Edad Media Cuando la Iglesia y el mundo estaban unidos en el imperio cristiano, existía también una confrontación teológica en forma de escuelas. Éstas no decían lo mismo, sino que se diferenciaban cla ramente en el punto de partida, en el método y en el acento de sus argumentaciones. La vida teológica de la Edad Media no se caracteriza por la simple repetición de "sentencias" y "autoridades", sino por la "quaestio disputata" y la discusión. Además, existía la confrontación entre el papado y el imperio, el Papa y el concilio, el Papa y los obispos, confrontación con un fondo teológico muy claro. Hemos recordado estos hechos para revisar la imagen de unidad y de concordia de otros tiempos a la cual se recurre con frecuencia. No fue así, ni mucho menos, y esto no nos da pena. Más bien es un signo de vida cuya característica es la tensión. La paz añorada podría ser un silencio de cementerio. Siglos XIX y XX La imagen de unidad como uniformidad no procede tanto de las tendencias antirreformistas, c o m o también de los poderosos movimientos eclesiales y teológicos del siglo XIX, condicionados por el consciente realce teológico del papado (que había perdido su poder político), de su primado de jurisdicción sobre la iglesia universal, y por las declaraciones sobre la infalibilidad de sus definiciones ex cathedra. De esta época procede la imagen de iglesia papal cuya característica es la unidad y uniformidad fundada en el centro y que se impone en todos los terrenos, incluso en la teología uniformemente orientada para la que se prestaba la neo-escolástica. En este contexto citamos una frase de Newmann: "Las respuestas prefabricadas de un tratado dogmático no son armas con las cuales la razón católica debe esperar vencer a los incrédulos de nuestros días. ¿Por qué las Escuelas de la Edad Media fueron tan fuertes? Porque les dejaban campo libre y no se tenía que sentir el frenazo a cada palabra que se pronunciaba. Sólo cuando la disputa era peligrosa y el argumentador se aferraba, entonces, al final, intervenía Roma; pero no al principio. La verdad se formula con la colaboración de muchos espíritus"1 . La neo-escolástica llegó a ser en el siglo XIX la teología standard, normal y académica, sobreponiéndose y amputando, p.e., a la viva y creadora escuela de Tubinga, que estaba en diálogo con el espíritu de su tiempo, o a los intentos que se hacían en Bonn o Viena; abajando las nuevas instanc ias teológicas, tales como las del modernismo o, más moderadamente, las del llamado catolicismo reformado. Esta fe católica en lucha con el espíritu antirreligioso del siglo, demostró su fuerza imponente de integridad y unidad de la Iglesia, sobre todo en Alemania. En primer lugar, en el plano político, en la lucha cultural (Kulturkampf) y en la lucha contra el nacionalsocialismo. La unidad como sinónimo de uniformidad se consumó en la figura HEINRICH FRIES de los papas Pius -sobre todo Pío XII-. La doctrina católica auténtica estaba representada en las múltiples declaraciones del Papa a cuantas preguntas posibles se presentaran. De esta concepción resultó que intentos como la "nouvelle théologie" fueron cortados. Recordemos a los teólogos T. de Chardin, Yves Congar, De Lubac, M. D. Chenu. Aquella época acabó con Juan XXIII y el Vaticano II. La unidad y uniformidad han cedido a la apertura, al diálogo -el lema bajo el cual Pablo VI puso su pontificado- a la renovación, a la vuelta hacia el mundo, con todas las consecuencias. No es de asombrar que, para muchos católicos -que sueñan con los tiempos pasados-, el pontificado del Papa Juan y el Concilio son una desgracia, el origen de las preocupaciones y de la crisis actual. Esta corta visión histórica quería clarificar un poco la situación actual y conseguir a grandes rasgos lo que es fruto de toda verdadera reflexión histórica: liberar, crear distancia y poner nueva luz en una situación de preocupación y miedo. Esto se consigue por medio del recuerdo histórico. El Cardenal Suenens, en una conferencia en Trier (Septiembre 1972), atribuyó la razón de la actual intranquilidad al hecho de que los católicos han tenido que esperar demasiado al Vaticano II, y comparó el inmobilismo de la Iglesia del siglo XIX a un glaciar; si éste se deshiela en primavera por la fuerza del sol, entonces nacen torrentes. Según Suenens, la situación actual es provisional y se atreve a hablar de una nueva primavera para la Iglesia. Ésta se realizaría si "devolviéramos al Espíritu Santo sus posibilidades en la Iglesia". Suenens se identificaba con las palabras del Cardenal Marty, de París, cuando decía que él era más sensible a lo que aparece que a lo que desaparece. Esto conduce a preguntarnos por la causa de la pluralidad en teología. ORIGEN DE LA PLURALIDAD EN TEOLOGIA Si la teología es el esfuerzo por la comprensión de la fe, si no se ocupa sólo del puesto de la fe, sino también por la inteligencia de la fe, entonces tenemos ya un primer motivo de la pluralidad de la teología. Subjetividad y pluralidad de los destinatarios de la fe Cada teólogo tiene su don, su modo desde el cual intenta hacer comprensible su fe y su contenido. Del mismo modo que en el NT había un Juan y un Pablo, y después un Agustín y un Orígenes, Tomás y Duns Scoto, y en el siglo pasado los de Maguncia y Tubinga, hoy tenemos a Rahner y Küng. La libertad que contiene una subjetividad bien entendida es la que fundamenta la pluralidad de la teología en primer lugar. La teología como inteligencia de la fe ha de hacer comprensible la fe en cada momento histórico. Esto significa que la fe debe referirse al hombre actual con sus condiciones, sus formas de pensar, con su lengua y con sus experiencias. El hombre histórico concreto es el otro punto de referencia de la fe objetiva. Cada uno debe poder pronunciar su propio "yo creo". Sin este punto de referencia, la fe permanece muda y sin relación. HEINRICH FRIES Por la pluralidad de los destinatarios y de las épocas históricas y del espíritu característico de cada época, existe necesariamente variedad en la teología. Esto se manifiesta ya en el NT: Pablo habla y argumenta de distinto modo ante paganos que ante judíos. Quiere ser para el judío un judío, para el griego un griego (1 Co 9,20s), y por eso tiene que hablar muchas lenguas y tiene que situarse en las diversas maneras de pensar. Sin este proceso de traducción, la fe no alcanza al individuo y, por tanto, es una tarea de todos los tiempos. Proceso de traducción e historicidad del lenguaje La experiencia nos dice cuán distinto es el mundo espiritual de Asia y de Europa, de Alemania y de España. Ha sido un fallo querer transmitir la fe a través del estudio y repetición de fórmulas de fe con categorías históricas determinadas, sobre todo de la filosofía occidental griega. Esta teología misionera actuaba según el lema: "quema lo que tú has adorado antes y adora lo que has quemado". Piénsese en las oportunidades perdidas en la India y en China, al no tener en cuenta la necesaria diversidad teológica, por miedo a poner en peligro la unidad de la fe. Una unidad, falsamente entendida y aplicada, fue un obstáculo para la fe y para la inteligencia de la fe. Otro motivo para la pluralidad teológica es la historicidad del lenguaje. Las nociones teológicas: sustancia, naturaleza, esencia, persona, materia y forma, etc, cambian. Si esto es así, hay que reformular entonces la verdad de fe designada antes con estas nociones, para que pueda permanecer lo que esas nociones querían dar a entender. La mera repetición de palabras, conceptos y fórmulas llevaría a la incomprensión y a la falsedad. La teología debe insertarse en este proceso histórico al servicio de la fe y del hombre creyente. La historia humana está marcada por la continuidad y el cambio, la riqueza y la provisionalidad. Las formas de cambio cristalizan en el llamado espíritu de la época, el cual, por una parte, es expresión de cada generación y, por otra, su propia determinación. Si la fe quiere mantenerse viva tiene que ponerse en relación con ese espíritu de la época y sobre todo con su filosofía. Es de subrayar que todas las formulaciones de la fe y de la teología -sobre todo de los dogmas- siempre se quedan muy por debajo de lo que con ello quieren decir de su Dios -siempre mayor-, de su misterio y de nuestra incapacidad de abarcarlo. Después de todo esto, reconocemos que la pluralidad en teología no es una desgracia, sino signo de vitalidad, de riqueza, una imagen de fe llena de esperanza, fe que es un camino en el horizonte de la provisionalidad. Pluralismo científico El presente está marcado por un pluralismo de las ciencias y de actitudes ideológicas, por un hambre insaciable de preguntar y poner en cuestión, por la verificación a través de la experiencia, por el escepticismo. Éste es el clima espiritual en que vivimos y el ambiente en el cual se mueven el creyente y el teólogo. Éste no puede buscarse un mundo que le plazca, sino ha de situarse en el que vive. El interlocutor de la teología no es solamente la filosofía, como antes. En épocas anteriores, la filosofía tenía una forma clara y determinada en los conocidos "ismos", HEINRICH FRIES como el idealismo, realismo, empirismo, materialismo. El compañero de diálogo de la teología actual es una filosofía enormemente diferenciada, que se ha liado con la teoría del lenguaje, la teoría de la ciencia, con el neopositivismo y su correspondiente horizonte de la realidad. Compañeros de la teología son, además, las ciencias filosóficas: ciencias naturales, la historia, la hermenéutica. La teología no debe ignorar todo esto y debe preocuparse de los problemas que resultan de ahí para la fe. La pluralidad de pensamiento es hoy en día la forma más adecuada de la teología. Sólo así puede mantenerse viva la fe. Se comprende, pues, que el fin de esta teología y de sus representantes no es la destrucción de la fe, ni la confusión de los creye ntes, sino la revitalización. La credibilidad de la fe es "el credo interpretado y responsabilizado ante los problemas del presente", como dice Pannenberg. NUEVOS PROBLEMAS Esta preocupación por considerar al hombre y a los problemas actuales, ¿no puede llegar hasta el extremo de que este hombre se erija en juez del contenido de la fe?, ¿estaría este contenido manipulado de tal forma que, aunque esté adaptado al hombre de hoy, se perdería el contenido y la unidad de la fe con tantas referencias y concesiones ante la nueva divinidad: el presente y el hombre de hoy? ¿Cómo se puede mantener la unidad de la fe en medio de la pluralidad teológica? a) La teología, como interpretación de la fe, erraría y se malograría si cortara su relación con la fe y su contenido. Teología sin Dios, teología ateísta, teología de la muerte de Dios es una contradicción o una coquetería verbal. El contenido de la fe al que se refiere la teología y al cual tiene que interpretar, no son fórmulas, sino hechos históricos. El centro de la fe es una persona: Jesucristo, en el cual Dios se ha comunicado y revelado irrevocablemente. La unidad de la fe viene dada por el contenido y por el punto de referencia de la fe: Dios en Jesucristo --la redención y salvación de los hombres, la luz del mundo-. Allí donde este centro de la fe dada en Cristo se cambie en favor de otros objetivos, ya no se puede hablar de unidad y mucho menos de la fe como fe cristiana. Pero esto va más lejos todavía. La unidad de la fe no se da si el testimonio auténtico de este centro, el NT, no está reconocido, si está puesto a merced de interpretaciones ajenas a su mensaje, o si está manipulado. El centro de la fe cristiana, que culmina en la persona y acontecimiento de Cristo, está articulado en el NT en fórmulas de fe breves. Éstas no han impedido, sino posibilitado, que se pueda hablar del único Evangelio en cuatro evangelios. Estos evangelios, junto con los demás escritos del NT, no han impedido, sino posibilitado, el reconocimiento del centro que funda la unidad de fe. Hacen falta muchos puntos de vista, porque la cosa de la cual se trata puede y debe ser expresada de diversos modos y porque, además, nunca podrá ser articulada ni captada hasta el fondo, de tal manera que ya no exista la posibilidad para otros intentos. Este centro debe estar en relación y comunicación con paganos y judíos (hablando bíblicamente), con los hombres de toda condición. Esto es un modelo de unidad de la fe en la pluriformidad de la teología. HEINRICH FRIES La unidad de la fe quedaría a salvo si la teología comprende y sabe hacer comprensible desde ese centro los contenidos de fe. La forma de los contenidos de la fe no aparece como una suma creciendo hasta el infinito, sino como estructura, coherencia y jerarquía de verdades que posibilita hablar de centro y periferia de los contenidos de la fe, no mirando tanto a su validez, cuanto a la significación salvífica para el hombre. Las fórmulas breves de fe que se intentan actualmente apuntan a este objetivo. No deben ser consideradas como una oferta de rebaja, sino como una orientación hacia el centro, que sostiene todo lo demás y con el que todo debe ser puesto en relación en cuanto a su función y su comprensión se refiere. b) La teología sirve a la unidad de la fe si el teólogo reconoce y afirma su puesto en la comunidad de la Iglesia, es decir, en la comunidad de creyentes. Teología, es teología de la iglesia. El teólogo debe estar en diálogo y cooperación con el ministerio pastoral, con la proclamación del mensaje y con la jerarquía. Teólogos y obispos no deben estar en concurrencia, sino deben considerarse como compañeros. Como ejemplo de cooperación eficaz entre teología y obispos tenemos el Vaticano II, en cuanto a preparación, proceso y resultado. Como ejemplo problemático de una decisión tomada a solas tene mos la "Humanae Vitae" y otras declaraciones quizás menos importantes. Un tal servicio se conseguiría mucho mejor, si las declaraciones de los teólogos no fueran bloqueadas enseguida con prohibiciones, sino que se intentara un diálogo y, sobre todo, si se empleara un modo abierto y. dominaran los argumentos de la fe. También, si se diera lugar a una discusión teológica como ha ocurrido con el debate sobre la infalibilidad del libro de Hans Küng. c) Esto exige del teólogo que no se limite a hacer la crítica, sino también a ser criticado y que no se considere como absoluto e infalible en sus tesis. Ha de ser consciente de la provisionalidad e historicidad de sus propias actividades y no debe publicar sus hipótesis como conocimientos irrefutables de la ciencia, dignos de ser publicados el mismo día en todo el mundo. Que permanezca en diálogo con otros teólogos, con la 'tradición y con la historia. Que no le interese tanto lo sensacional como el servicio a los creyentes. d) Por último, el teólogo debe saber que él no tiene autoridad de decisión referente a la fe total de la Iglesia, que no tiene la última palabra, a pesar de su conciencia y convencimiento científico. Su trabajo está al servicio de la preparación de decisiones y de la alerta ante "últimas palabras" demasiado rápidamente dadas y poco fundamentadas. Solo las decisiones de autoridades especialistas en la materia y no solamente de autoridades formales, encontrarán aquella acogida que es indispensable para la trayectoria y la historia de la fe. Ante la necesidad de tener que tomar decisiones, el teólogo debe indicar que éstas están bajo el signo de la historia, que son etapas en el camino de la fe, definitivas y provisionales, acabadas y abiertas al mismo tiempo. CONCLUSIÓN 1) La unidad de la fe consiste en la unidad de la historia y de la persona hacia las cuales está referida la fe en su centro. Este punto de confluencia es, a la vez, punto de partida de una pluralidad legítima. Esta pluralidad está originada por el hombre en su subjetividad, dado que cree, piensa y habla condicionado por ciertas estructuras HEINRICH FRIES históricas y sociales. La unidad, hoy en día, sólo se da en la pluralidad. La pluralidad no es contraria a la unidad, sino expresión de una unidad viva. No se trata de reducir la unidad a la uniformidad, ni tampoco de diluir la unidad en un pluralismo contradictorio y arbitrario. Hay que repetir lo ya dicho: En el NT tenemos el modelo original y a la vez normativo de unidad y pluralidad, de unidad en la fe y pluralidad en la teología. 2) La unidad de la fe no se consigue hoy con un monólogo, sino con un diálogo y comprensión abiertos. W. Kasper habla de una nueva "forma de eclesiología: ortodoxia dialógica". Esto no excluye la necesidad de decir claramente una última palabra bajo ciertas condiciones. A esta última palabra han de preceder otras muchas y hay que considerarla siempre bajo el signo de lo incompleto, de la "reserva escatológica". Se da por sabido que una acumulación cuantitativa de dogmas no contribuye a una mayor unidad de la fe. Los dogmas no son, según Newmann, ni un lujo, ni un "opíparo banquete", sino decisiones tomadas en caso de necesidad extrema, comparables a una situación de emergencia. La fe no se realiza normalmente por medio de dogmatizaciones -el terreno de la fe es mayor que el de los dogmas-, sino que se realiza en la vida de aquella fe, de la cual se dice que es luz para los caminos de nuestra vida y que se comunica no solo por la teoría, sino por la práctica y por hacer la verdad. El teólogo de Tubinga, J. A. Möhler, expresó una ley fundamental de la comunidad de los creyentes, en la iglesia, ("La unidad en la Iglesia", 1825). Según él, hay que evitar dos extremos que proceden del egoísmo: "el extremo donde cada uno quiere ser todo, y el extremo donde uno quiere ser todo". En el primer caso, todo se dispersa. Hace tanto frío en la comunidad eclesial que uno se muere. En el segundo caso, el lazo de unidad es tan fuerte y la caridad es tan ardiente que uno acaba por asfixiarse. No queremos morir de frío por un individualismo ext remo ni asfixiarnos a causa de un centralismo. Solamente todos pueden ser todo, y la unidad de todos sólo puede ser un conjunto. Éste es el concepto de iglesia católica. 3) La inquietud que existe en la Iglesia actualmente procede, tal vez, de una reacción ante aquella postura de seguridad, que olvidó que la fe no es una meta, sino un camino largo y peligroso hacia esa meta, aunque no se ponen en duda el origen y la meta de este camino. Tal vez sean los teólogos también culpables de esta situación de crisis por su despreocupación. Escribe Metz: "La confusión entre los fieles no surge sólo de una teología crítica, sino también de la Iglesia, la cual ha expuesto a los fieles a un modo de vivir sin haberles preparado a una comprensión crítica de una iglesia, que es reformable. Una de las causas de crisis actual en la Iglesia, no es la demasiada crítica, sino una carencia catastrófica de libertad fundamental y crítica bien ejercitada". La significación y las consecuencias de estas reflexiones como camino y meta del ecumenismo son bien claras. Así pues, la unidad de la Iglesia sólo debe tener -como meta- una unidad dentro de la pluralidad, de modo que "las confesiones hasta ahora separadas" lleguen a ser portadoras de una pluralidad legítima dentro de la única Igle sia de Jesucristo. Notas: 1 «Cartas y noticias del diario de la época católica de su vida.. Maguncia 1957, p 354. Tradujo y condensó: MARÍA DOLORES ESCRIVA