NUEVA REALIDAD SINDICAL EN LA REGIÓN EN TIEMPOS DE GLOBALIZACIÓN Entre el 27 y 29 de marzo último, en Panamá, concluyó el proceso unitario que llevó a la fundación de la Confederación Sindical de Trabajadores/as de las Américas, CSA. De esta manera dejaron de existir la Organización Regional Interamericana de Trabajadores, ORIT, y la Central Latinoamericana de Trabajadores, CLAT. En su primera declaración, señala como sus desafíos fundamentales a los siguientes: • Encontrar el camino humano, político y sindical para integrar en la práctica diaria, dos historias y dos visiones sobre los objetivos, la lucha y las reivindicaciones de los trabajadores y trabajadoras de las Américas. • Darle contenido, organicidad y operatividad al mandato del Nuevo Internacionalismo sindical en la región. • Ayudar a consolidar la identidad, estructura, funcionamiento y la capacidad de respuesta del movimiento sindical mundial, regional, nacional y local frente a la geoeconomía, la nueva geopolítica del poder mundial y su estrategia de flexibilización laboral. • Responder con fuerza, inteligencia, creatividad, combatividad militante y autenticidad a la nueva arquitectura del poder global que pretende desaparecer el marco regulatorio internacional, mercantilizar las relaciones de trabajo y cercenar los derechos sociales, colectivos, sindicales y humanos de la clase trabajadora. 1 • Interpretar, acompañar y responder a través de sus organizaciones afiliadas a las angustias, condiciones de vida y de trabajo, y a las necesidades concretas que sufren todos los días la clase trabajadora y los pueblos de América. La fusión, es el punto culminante de un proceso que viene desarrollándose desde 2004, y que refleja una situación global: la unidad entre Sindicales la Confederación Libres, CIOSL, Internacional donde de predomina Organizaciones la orientación socialista/socialdemócrata, a la que estaba afiliada la ORIT; y la Confederación Mundial de Trabajadores, CMT, de orientación cristiana (confesional, según la mirada desde el ámbito socialista), a la que estaba afiliada la CLAT. Esta unidad se produce en la reunión de Viena, del 1 al 3 de noviembre de 2006. La nueva organización global –Confederación Sindical Internacional, CSI- reúne 304 centrales que representan a 168 millones de trabajadores, de los cuáles la CIOSL aportó 203 centrales que agrupan 141 millones de trabajadores; la CMT, 70 organizaciones, con 9 millones de afiliados; y 32 organizaciones independientes, con un total de 18 millones de trabajadores agrupados en ellas. De estas 304 centrales, 200, entre las cuales muchas son latinoamericanas, dependen estructuralmente del financiamiento externo: no son autónomas desde la perspectiva económica. En el ámbito americano, las organizaciones que integran la Confederación Sindical de las Américas, CSA son 75. De ellas, 10 de Norteamérica, con 11,33 millones de afiliados;15 de Centroamérica, con 1,15 millones; 26 del Caribe, con 0,54 millones de afiliados; 11 del área 2 Andina, que suman 2,65 millones de socios sindicales; y 13 del Cono Sur, con 13,41 millones de sindicalizados. El proceso unitario, tiene su origen –según algunos de sus actores- en fenómenos sociales, económicos y políticos globales: la caída del Muro de Berlín y sus consecuencias; la expansión del capitalismo y la internacionalización productiva; la globalización con hegemonía de la política neoliberal; la tercera revolución científico tecnológica; y la reducción de la membresía sindical. Mientras ello ocurría en el plano económico, político y social, mismo período histórico, al producirse la disolución de la Unión Soviética, la Federación Sindical Mundial (FSM), que agrupaba a las centrales con fuerte influencia comunista, sale de escena como actor sindical relevante. El proceso unitario –que no ha dejado contentos a todos- comenzó con contactos informales que dieron paso a discusiones en los congresos de la CIOSL (2004) y de la CMT (2005), para llegar finalmente al Congreso fundacional de Viena, de noviembre de 2006. Para algunos, esto no fue sino una fusión de dos aparatos burocráticos, con enfoque eurocentrista y alcances limitados1, mientras muchos de los actores sindicales lo evaluaron como algo necesario “y una respuesta adecuada frente a la globalización política, de las empresas y de los mercados”2. Por supuesto, ello supuso también largas discusiones y negociaciones. Pero en ellas el sindicalismo latinoamericano no tuvo un rol importante, Sin embargo –relata Wachendorfer- en ninguna otra región del mundo hubo tanto y tan profundo y extendido debate como en América Latina, acerca de la creación de la nueva estructura sindical. Lo que, a su juicio, 1 Waterman,Meter, citado por Wachendorfer, Achim. Colección Análisis y Propuestas. Noviembre 2007. Fundación Ebert. 2 Wachendorfer, A., op.cit. 3 tendría que ver con la oportunidad de redefinir y renovar el sindicalismo de la región. Esto es coherente con un resultado logrado en Viena: un “cierto margen de autonomía regional”. En América Latina, según diversos autores, la realidad económica, social y política instalada en los últimos decenios, mas el colapso de los socialismos reales, redujeron la importancia del sindicalismo, especialmente en el sector privado. Pero, además, se produjo una fragmentación político-sindical, que agudiza la debilidad del movimiento de los trabajadores organizados. No se trata este último fenómeno del resultado de situaciones externas al sindicalismo, sino de la disputa interna por el poder y la carencia de una cultura que ponga por delante los intereses de la organización y sus afiliados. El proceso unitario en América. El proceso unitario en América Latina tiene por principales actores a las organizaciones señaladas antes: la ORIT y la CLAT. Sin embargo obligó también a otras organizaciones a tomar posición. Es el caso de la Central de Trabajadores de Cuba, CTC, vestigio de la antigua FSM. También, a las organizaciones agrupadas en torno al concepto sindical aún no definido del “chavismo” venezolano. Ambas se restaron a la unidad, y aunque la CTC afirmó que no interferiría en él, se conoció su influencia para que centrales de Uruguay y Perú no se unieran a la fundación de la CSA. Se agrega a ello la situación de otros dos tipos de organizaciones: la Federaciones Internacionales Sindicales, que reúnen a sindicatos por rama de actividad, y las Coordinadoras Subregionales, que articulan a centrales nacionales por áreas regionales. 4 Caracterización de las organizaciones. En primer lugar, la más relevante desde el punto de vista la afiliación, la ORIT. Esta organización agrupa a centrales representativas de 23 millones de trabajadores. La más importante de ellas, la muy poderosa AFL-CIO, de los Estados Unidos. La ORIT fue fundada en 1952, para todo el continente americano y estableció su sede en México, que posteriormente traslada a Caracas. Normalmente –se afirma desde el mundo socialista- asumió la postura del Departamento de Estado de su país. Desde esta misma óptica, se señala que la ORIT fue “ganando respeto y atractivo del mundo progresista” y se afianzó en el Cono Sur con la afiliación de la CUT chilena y las tres centrales brasileras. Cabe señalar que entonces la CUT chilena era conducida por el demócrata cristiano Manuel Bustos, formado como dirigente en el ámbito de la Iglesia Católica, y que su decisión de afiliación a la ORIT significó para él grandes conflictos con el poderoso sector comunista de la central que él refundó durante la dictadura de Pinochet, lo que le costó prisión, relegación y exilio en diversas oportunidades. Al iniciarse el proceso de creación de la nueva central mundial, la ORIT avanzaba en su posicionamiento político hacia la izquierda. Pero, al mismo tiempo, la central más poderosa de las que la integraban, la AFLCIO, se dividió en su congreso de Chicago (2005), lo que restó a la organización varios millones de afiliados cotizantes. La estrategia de unidad en el movimiento sindical americano no entusiasmó mucho a la ORIT, inicialmente, pero fue un proceso que se 5 puso en marcha porque había un compromiso de su referente global, la CIOSL. Sin embargo, no limitó su apertura hacia en la CLAT, sino que abrió juego hacia otros referentes. Por su parte, la CLAT tampoco fue muy entusiasta de la unidad con la ORIT. Hasta hoy, tanto algunos de sus miembros que ingresaron a la nueva CSA, como los que se restaron a este proceso, siguen señalándolo como algo que no les complace, por cuanto pierden identidad. La fuerza de la CLAT estaba en “países con desarrollo sindical reducido”. Particularmente en Centroamérica y la región andina. Sus afiliados se estiman en algo más de tres millones, entre los que se cuentan no sólo sindicatos, sino además organizaciones de la economía informal y otros grupos sociales. En algunos países, actuaba a través de corrientes dentro de otras organizaciones sindicales. Según ideólogos de sus nuevos socios, “han aportado poca sustancia al proceso de creación de una central mundial y regional”. Éstos le reconocen, sin embargo, que forman parte del patrimonio histórico del movimiento sindical latinoamericano” y que era la filial más relevante de la desaparecida CMT. La CLAT fue fundada en 1954, y en alguna medida se inspiró en el pensamiento del santo chileno Alberto Hurtado s.j., quien había fallecido dos años antes. Su carácter cristiano le permitió contar con ayuda financiera proveniente de Europa, lo que le permitió tener un importante patrimonio, especialmente la Universidad de los Trabajadores de América Latina, UTAL. Sin embargo, en 1968, después que hiciera lo propio la Central Mundial de Trabajadores CMT, quitó de su nombre la referencia cristiana, reseña Wacherdorfer. 6 El discurso de la CLAT era acentuadamente latinoamericanista y tercermundista, mostrándose como una alternativa al capitalismo y el comunismo. Las conversaciones para la unificación, así establecidas las características de cada central latinoamericana, no fue un tema fácil. Tanto así, que no se cumplió con el plazo establecido en Viena (noviembre de 2007), sino que vino a producirse recién al finalizar marzo de 2008. Se trataba de organizaciones que compitieron antes. Una muy superior en afiliación y recursos a la otra. Con distintas visiones ideológicas. No fue fácil para la CLAT aceptar la dimensión continental de la nueva organización (incluir las centrales de América del Norte), tema que para la ORIT no era negociable. Estaba en juego su visión latinoamericanista. Una explicación la entrega Ramón Ermácora, secretario ejecutivo de l Consejo de Trabajadores del Cono Sur, antes de la fusión: “El sentido latinoamericano y latinoamericanista no se pierde; por el contrario, se profundiza como parte de la nueva Confederación y mucho más si tenemos en cuenta que cerca del 46% de los trabajadores organizados que estarán en la CSA provienen del Cono Sur”.3 Finalmente, predominó el criterio de construir una nueva central, la CSA, con un diseño innovador, que podría ser la oportunidad de posicionar un sindicalismo latinoamericano de una manera nueva, por lo que se abrió el juego a más organizaciones no afiliadas ni a la ORIT, ni a la CLAT. También fue un tema de diferencia la sede de la CSA y la distribución de los cargos, la que se zanjó en esta primera oportunidad con una 3 Ermácora, Ramón. Editorial de Bitácora N° 6. Diciembre de 2007. 7 cantidad muy superior de dirigentes para la CLAT, respecto de su peso real al interior de la organización. Eso, desde luego, no está garantizado para las ocasiones siguientes. Otras organizaciones. Entre las organizaciones no adscritas a la ORIT ni a la CLAT, figuran desde luego las que integran la Federación Sindical Mundial, FSM. Esta afiliación, caídos los llamados socialismos reales, es más bien formal. La única central propiamente comunista en la región, es la de Cuba, que sigue actuando como columna vertebral de la FSM en América Latina. Dos organizaciones en esta condición son centrales únicas en sus respectivos países: el Plenario de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores, PIT-CNT, del Uruguay; y la Central Obrera de Bolivia, COB. Pero son igualmente muy importantes, no únicas, pero sí las de mayor afiliación en sus países, la Central Única de Trabajadores, CUT, de Colombia, y la Confederación General de Trabajadores, CGT, del Perú. La Central de Trabajadores Argentinos, CTA, es la segunda más importante en ese país. De ellas, si bien la estrecha ligazón de sus liderazgos a los partidos comunistas locales inicialmente les impidió la afiliación a la CSA, algunas acordaron su incorporación: la CTA de Argentina y la CUT de Colombia. Pero existen más referentes sindicales en la región. Interesante, como hecho nuevo, es el caso de la Unión Nacional de Trabajadores, UNT, de Venezuela, fundada bajo el auspicio de Chávez, que no ha definido su visión sindical, que tiene poca presencia internacional, pero es presumible que su orientación será funcional al régimen populista de Chávez. En Chile existe otra Unión Nacional de Trabajadores, pero con 8 una visión absolutamente distinta de la homóloga venezolana. Reúne más sindicatos y afiliados del sector privado de la economía que la CUT, que es la central mayoritaria, donde predominan los trabajadores cuyo empleador es el Estado chileno o sus empresas. Esta organización es dirigida por un exsecretario General Adjunto de la ORIT, Diego Olivares, de filiación demócrata cristiana. Su ingreso a la nueva organización ha sido vetada por la CUT chilena, de la cual se desprendió al conside3rar que se había roto la democracia interna y que no era posible llevar adelante en ella un proceso sindical más moderno y renovador. Además de las centrales, en la región existen otras organizaciones cuya existencia era complicada para la nueva CSA: las coordinadoras subregionales de sindicatos. Entre estas, la más antigua es la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur, y existe también la Plataforma Sindical Común Centroamericana y el Consultivo Laboral Andino, aunque se debe agregar que este último es un órgano oficial de la Comunidad Andina de Naciones. En 2006, la ORIT creó, además, la Coordinadora Subregional Andina. En la discusión y negociaciones se llegó al convencimiento que estas organizaciones más que un problema, eran una oportunidad para responder de manera más cercana a la necesidad de presencia sindical internacional. Por demás, buena parte de su base sindical es común con la nueva CSA. Otro tipo de organización internacional, son la Federaciones Sindicales Internacionales, que agrupan normalmente a organizaciones por rama de actividad. Nuevamente en este caso, las bases sindicales son muchas veces comunes. Perspectivas. 9 Así las cosas, se espera que la nueva Confederación Sindical de las Américas comience a actuar, recién está dando sus primeros pasos, para ver si efectivamente constituye un elemento de renovación del movimiento sindical, y qué se entiende por ello. Desde algunos ideólogos del ámbito socialista, que no esconden cierta reticencia a la influencia cristiana, se señala que es clave continuar la renovación “progresista” que venía trayendo la ORIT desde el fraccionamiento de la AFL CIO y la incorporación de organizaciones con fuerte presencia de izquierda marxista, que han quedado huérfanas de apoyo político y financiero tras la caída de los socialismos reales. Se señala que, en este sentido, la presencia de “gobiernos progresistas” es un elemento clave para el desarrollo de la nueva organización sindical, porque sus políticas económicas serán más amigables con las propuestas que levantaría la nueva organización sindical, lo que le permitiría un mayor y más efectivo protagonismo. Particularmente en lo relativo a las posiciones que adopten los gobiernos sobre tratados de libre comercio con los Estados Unidos, integración regional y el posicionamiento en materia de comercio internacional (OMC y Ronda de Doha). En los planos nacionales, esta fusión podría devenir en nuevos procesos de unidad como el que se registró en 2007 en Brasil, al constituirse la UGT con la participación de las tres centrales existentes a la fecha, que permitió superar la atomización del movimiento sindical brasilero, según relata Laerte Teixeira da Costa, vicepresidente de esa organización y antiguo líder de la CLAT en Brasil: “El siglo XX fue un siglo de divisiones, el inicio del siglo XXI ha señalado un proceso de unidad”. 10 Finalmente, se espera que también esta fusión ofrezca un mayor espacio de participación a la mujer en los cuadros directivos, donde hasta ahora aparece notablemente sub-representada, y que a nivel sindical puedan hacerse con más respaldo campañas para solucionar problemas que afectan a cada país. Guillermo Sandoval V. Director Ejecutivo Centro de Estudios Laborales Alberto Hurtado Santiago de Chile E-mail: [email protected] 11