La Universalidad del conocimiento y el realismo moderado.

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CONGRESSO TOMISTA INTERNAZIONALE
L’UMANESIMO CRISTIANO NEL III MILLENNIO:
PROSPETTIVA DI TOMMASO D’AQUINO
ROMA, 21-25 settembre 2003
Pontificia Accademia di San Tommaso
–
Società Internazionale Tommaso d’Aquino
La Universalidad del conocimiento y el
realismo moderado.
Una reflexión sobre los retos globales del s. XXI
Prof. Enrique Madrazo Rivas
Universidad San Pablo – CEU, Madrid (España)
Globalization is a dominant force in the 21st century, shaping an era of interaction and interdependence among
nations and people. It is providing new opportunities and also risks to countries around the world through
technological change and information flows. Yet, rapid globalization has not led to equitable benefits for millions of
people around the world.
A peaceful, prosperous and fair world requires an International Law founded on the view of Saint Thomas. His vision
of the natural law and the international law brought the principles to enhance the equality access to education, the
access to publicly information and knowledge and the access to information about government activities and their
societal outcomes. So, it is possible to re -build an International Society without poverty and human rights respectful.
I.
La universalidad del conocimiento y realismo moderado tomista.
Una aproximación a los problemas que se plantean en los comienzos de
este tercer milenio, desde una visión del humanismo cristiano de perspectiva
tomista, requiere aceptar algunos elementos básicos del pensamiento de Santo
Tomás para, a partir de ellos, identificar los desafíos principales del mundo
actual y abordarlos con la finalidad de perfeccionar el orden social y político
que, inspirado cristianamente, sirva mejor a la justicia y la fraternidad.1
En primer lugar, el sentido del orden, en la versión tomista de la
metafísica cristiana, deudor de la tradición del pensamiento cristiano anterior y
del aristotelismo, comprende el universo como un orden dentro del cual cada
ser ocupa un lugar determinado, con propiedades y funciones específicas,
resultantes de un acto de creación divina y, en consecuencia, regidas o
gobernadas por la razón divina.2
Maritain, J., Pour une Philosophie de l’Histoire, Paris, 1959, p.163
Truyol Serra, A., Historia de la filosofía del Derecho y del Estado, I, Madrid, 1992,
pp. 366-367
1
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© Copyright 2003 INSTITUTO UNIVERSITARIO VIRTUAL SANTO TOMÁS
Fundación Balmesiana – Universitat Abat Oliba CEU
E. MADRAZO RIVAS, La Universalidad del conocimiento y el realismo moderato
En segundo lugar, el sometimiento del hombre a la ley eterna en que se
proyecta el principio ordenador de la universalidad de lo creado, se manifiesta
en una participación de esa ley eterna, por medio de su razón humana. A esta
participación es a lo que propiamente se denomina ley natural, acatada sólo por
una decisión libre del ser humano. En este sentido, el conocimiento como fruto
de la razón está vinculado a la ley natural, en la medida en que puede
condicionar el acatamiento a ésta.
En tercer lugar, la existencia de un creador y un orden común a todo que
conduce al principio de la universalidad de lo creado, conduce, también, a
caracterizar la ley natural con la nota de la universalidad y al ejemplo tomista
de la universalidad del conocimiento. La fragmentación exagerada de los
saberes en el ámbito universitario choca, de forma abierta, con la universalidad
propia de la ley natural y de la razón cognoscente que nos permite identificarla
o descubrirla.3
En cuarto lugar, esta nota de universalidad, junto con la de
inmutabilidad, características de la ley eterna y de la ley natural, son
perfectamente compatibles con la regulación adecuada de situaciones históricas
variables. Santo Tomás las hace compatibles a través de la distinción, dentro de
la ley natural, entre primeros principios y principios secundarios. La distinción
no es sólo sustantiva o de contenido sino que es, también, una distinción de
método: a los primeros principios corresponde un orden de razonamiento
especulativo; a los principios secundarios corresponde, como contrapunto, un
orden de razonamiento práctico. Las conclusiones del razonamiento
especulativo son más certeras, en tanto que los principios prácticos se sitúan en
un terreno de mayor contingencia.
En quinto lugar, tal distinción hay que entenderla, a los efectos que aquí
trato, en el sentido de considerar tan necesario el razonamiento especulativo
como el razonamiento práctico, aunque aquél tenga preferencia sobre éste, al
estar más próximo al principio de la universalidad de lo creado. La necesidad
del razonamiento práctico se aprecia con nitidez al comprender el valor
contingente de la realidad en las coordenadas espacio - temporales o históricas,
con relación a lo que se pueden denominar los universales de la ley natural.
Ambos tipos de razonamiento tienden a emplear métodos distintos, siendo la
distinción entre deducción e inducción suficientemente ilustrativa. Esto
Raga, J. T., Discurso de Clausura de la Festividad de Santo Tomás de Aquino,
Universidad San Pablo – CEU, Madrid 28 de enero de 1999, p. 49
3
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Congresso Tomista Internazionale
proyecta en el terreno concreto de la ley natural lo que se ha denominado, en
referencia genérica, el realismo moderado tomista.4
En sexto lugar, la universalidad del conocimiento y el realismo
moderado como forma de afrontar aquél, tienen una especial importancia con
relación al orden jurídico de un orbe globalizado. El ius gentium parece ser, sin
duda, en Santo Tomás una suerte de prolongación del derecho natural. 5 No
depende el derecho de gentes de un legislador ya que procede del derecho
natural y, en tal medida, incluye la equidad y las consideraciones de justicia.
Los preceptos del derecho de gentes son normas positivas, pero que derivan de
la ley natural por vía de conclusión,6 por lo que no se pueden considerara sólo
leyes positivas. Esta situación imprecisa es característica del orden jurídico
internacional.
Si el humanismo cristiano se entiende en el sentido de lo que la Iglesia
piensa del hombre, no sólo en un terreno abstracto, sino atisbando los
problemas e inquietudes del hombre contemporáneo y aportando los remedios
oportunos,7 entonces esa visión del hombre desde la Iglesia que es el
humanismo cristiano, en un mundo en tránsito de globalización, requiere no
sólo la consideración del orden jurídico internacional como necesario (ya existe
esa consideración) sino la revitalización de sus vínculos con el orden de lo
natural y, al tiempo, la adaptación a una problemática mucho más cercana al
hombre de este tiempo. Lo internacional no es un ámbito lejano y propio de
especialistas sino que está cada vez más presente en el discurrir de la vida
diaria del hombre de hoy.
II. Los retos y posibilidades de la globalización.
La Sociedad Internacional tal como hoy la conocemos, es decir, ocupando
la extensión terrestre máxima del planeta, es el resultado, en gran medida, de
los procesos de colonización – descolonización y de creciente interdependencia.
El primero se desarrolla entre el inicio de la expansión europea en otros
Velarde Fuertes, J., Del realismo moderado de Santo Tomás de Aquino a la
evolución de la doctrina social de la Iglesia. Un Homenaje a Colin Clark, Universidad
San Pablo – CEU, Madrid, 29 de enero de 2003, p. 33
5 Villey, M., Saint Thomas d’Aquin et Vitoria, Revue D’éthique et de Théologie
morale, nº 160, marzo 1987, p. 97
6 S.Th. IIª IIªº, q. 57, a. 4, ad 1um
7 Huerga Teruelo, A. (O.P.), El humanismo teológico de Santo Tomás, Lección
Magistral, Festividad de Santo Tomás de Aquino, Universidad San Pablo – CEU,
Madrid, 28 de enero de 1999, pp. 36-37
4
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E. MADRAZO RIVAS, La Universalidad del conocimiento y el realismo moderato
continentes y se cierra en el siglo XX, al menos, formalmente, con los últimos
procesos de descolonización. No obstante, tal cierre deja planteadas un cierto
número de cuestiones problemáticas: la bastante imperfecta implantación del
modelo de organización política estatal, en buena parte de esos territorios
descolonizados; las grandes dificultades de convivencia entre realidades
étnicas, tribales e, incluso, religiosas diversas, en un buen número de esos
espacios; las evidentes desigualdades de desarrollo de esos territorios con
relación a los del ámbito industrializado. Buena parte de los problemas de este
tipo han derivado en conflictividad, agravando los demás problemas, en una
suerte de círculo vicioso.
El segundo proceso, la creciente interdependencia, conoce una
aceleración o una acentuación a partir del despegue de la llamada primera
revolución industrial. Uno de los aspectos de esa creciente interdependencia
tiene un especial interés aquí: el auge de los transportes y, sobre todo, de las
comunicaciones. En el aspecto económico, el siglo XX conoce un auge sin
precedentes de uno de los instrumentos más potentes de interdependencia
económica, las firmas o empresas multinacionales, que representan un cambio
sustancial en el modo de pensar y realizar la actividad económica, al desplazar
como referente básico de la misma la realidad física del territorio estatal y sus
límites, las fronteras. La maximización del beneficio en estas empresas,
implantadas en varios o muchos estados, ya no depende principalmente de las
ventajas del comercio internacional, sino, más bien, del aprovechamiento de las
deficiencias del mercado mundial (diferencias en niveles de renta, en
disponibilidad de recursos naturales, en formación y en preparación técnica de
la población, etc.), con la pérdida del valor del territorio estatal como marco de
referencia físico.
La realidad conceptual de la globalización surge en este marco de
finalización de la descolonización (y aparición de los problemas heredados de la
misma) y de mundialización de los procesos económicos. Inicialmente centrado
en un sentido preferentemente económico, la globalización adquiere unos
contenidos más amplios. Resulta llamativo que el auge, al menos conceptual, de
la globalización coincida con el proceso que va desde la apertura del régimen
soviético hasta el desmoronamiento de la URSS y, por lo tanto, con el fin de la
fractura que el modelo bipolar supuso para el planeta, desde el final de la
segunda guerra mundial (puede que, incluso, desde el final de la primera).
El Fondo Monetario Internacional ha dado una de las definiciones de
más utilidad para este trabajo. La globalización es “el proceso de acelerada
integración mundial de las economías, a través de la producción, del comercio,
de los flujos financieros, de la difusión tecnológica, de las redes de información
y de las corrientes culturales”. En esa “acelerada integración”, el único
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Congresso Tomista Internazionale
ingrediente de orden que parece emerger no indica un programa con un fin
sino, antes bien, el triunfo de un modelo sobre otro. La definición del Fondo
Monetario Internacional permite identificar tres elementos: uno relativo al
ritmo, el proceso acelerado; otro con relación al objeto, la escala mundial o
global de la integración; el último respecto a los medios, incluyendo los
técnicos, culturales e informativo –comunicativos, además de los propiamente
económicos.
La definición de referencia permite, también, extraer una conclusión útil
a los efectos de este trabajo: lo técnico, lo cultural, lo comunicativo constituyen
instrumentos de lo económico en el proceso de globalización. El que se le
reconozca un multifacetismo al proceso, no impide el reconocimiento de que
todos los demás aspectos parecen estar al servicio de lo económico. Esto, de ser
así, no constituye un problema sólo desde la perspectiva de la alteración de lo
prioritario para el hombre sino, en especial, desde la perspectiva de que el todo
es reemplazado por la parte en la visión del mundo, por lo que el alejamiento
del universalismo propio de la visión tomista adquiere una doble dimensión
problemática: no sólo se pierde el sentido del concreto orden creado sino que,
en realidad, se tiende a difuminar el propio sentido del universo como algo
ordenado. Por ello, esta doble problematicidad no opera sólo en el aspecto
humano externo, en el sentido de compartir la misma visión del orden de lo
creado, sino, en especial, en el aspecto humano interno, en lo realmente
interiorizado por el ser humano. La posibilidad de descreencia afecta a la
propia posibilidad de identificar los principios de orden natural en nuestro
interior.
En la medida en que la globalización conduce a esto, las relaciones entre
el proceso mismo y el orden jurídico que rige en el ámbito social en el que la
globalización se despliega se vuelven cada vez más problemáticas, por
contradictorias. Si esto es así, podría pensarse que, en una perspectiva de
humanismo cristiano, el despliegue del proceso económico de globalización y la
ajustada aplicación del ius gentium, del derecho internacional, podrían entrar en
contradicción. En esta situación podría, también, pensarse, en consecuencia, que
el mejor servicio al hombre requeriría una defensa del derecho de gentes frente
a los posibles estragos humanos que la globalización, en el sentido más
económico del término, puede producir. De hecho, la globalización es una
tendencia con muchos aspectos de los que básicamente se tiende a destacar uno,
lo que denota su limitada temporalidad.
La idea de un orden jurídico internacional, con independencia de los
contenidos históricamente concretados, tiene una permanencia mucho mayor,
tanto si no se comparte la visión iusnaturalista derivada del tomismo como si se
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E. MADRAZO RIVAS, La Universalidad del conocimiento y el realismo moderato
comparte y, en especial, por compartirla. El derecho internacional es, según esta
visión, “aliquo modo” natural al hombre.8
En este punto parece necesario ahondar más en la realidad de lo que se
denomina globalización. La insistencia en los aspectos económicos y la
tendencia a instrumentalizar los demás aspectos podría ser tanto el esfuerzo por
imponer una visión determinada como la descripción de una realidad. De
hecho, la aparición del modelo organizativo de las empresas multinacionales se
remonta a la segunda mitad del siglo XIX (la empresa química alemana Bayer
compra una empresa en Albany, USA, en 1865) y su consolidación se produce a
partir de 1945, al calor de las orientaciones y de los instrumentos acordados en
la reunión de Bretton Woods (1944). Sin embargo, la relativa antigüedad del
proceso no ha impedido el mantenimiento de resistencias y el hecho de que una
buena parte del mundo sea mantenido al margen de los beneficios materiales
del proceso de integración mundial de las economías nacionales.
Además del dato de que la extensión del proceso no abarca la totalidad
del espacio del planeta, por lo que es dudoso que cualquier referencia a lo
global o a lo mundial sea, hoy por hoy, completamente acertada, la insistencia
en lo económico tiende a ocultar el hecho de que ese proceso que se denomina,
con más o menos acierto, globalización, concierne al conocimiento y a la
capacidad tecnológica, bienes que no son fácilmente traducibles a las variables
económicas clásicas. Lo que la globalización pone en juego son, en esencia,
procesos de aprendizaje en distintos ámbitos.
En la perspectiva personal, una de las cuestiones más importantes radica
en el hecho de que el proceso genera la vinculación entre las dimensiones
lejanas, globales y nuestras decisiones cotidianas. Lo lejano deja de ser ajeno
para convertirse en un condicionante frecuente de nuestros comportamientos.
Esto, en sí mismo, no es un problema desde la perspectiva de un humanismo
cristiano que parte de la universalidad de la Creación y, por lo tanto, de la
intrínseca solidaridad de todos los hombres, derivada de su origen y naturaleza
comunes. Sin embargo, de esa proximidad actual de lo lejano parece haberse
hecho cargo la técnica, lo que puede conducir a una reducción del ámbito de la
responsabilidad, inherente a la libre elección propia de lo humano.
Es evidente que el proceso de globalización tiene aspectos positivos
claros, en cuanto genera un incremento de los intercambios y de la
comunicación entre las personas y contribuye a la mejora del nivel de vida y a
Milet, J., Fondements philosophiques de la pensée de Vitoria. Rapports entre
Vitoria et saint Thomas, Revue d’Éthique et de Théologie morale, nº 160, marzo 1987,
p.102
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la disponibilidad de mayores y mejores medios técnicos. En realidad, más que
generar estos efectos, forman parte de su esencia.
Si ahondamos en los aspectos más problemáticos podemos encontrar
varios, de los que me interesa destacar dos. En primer lugar, la globalización
requiere, para que el proceso aproveche material e intelectualmente a una gran
mayoría de la población mundial, unas condiciones educativas mínimas que
puedan hacer posible participar, absorber y sacar provecho de los avances
técnicos. El conocimiento puede ser ofrecido socialmente, pero rinde sus frutos
al ser absorbido individualmente. Por lo tanto, son los límites a la capacidad de
absorción del conocimiento los que representan las principales barreras a su
difusión. Ante la debilidad que proviene de las grandes desigualdades
mundiales en el acceso a la educación, la liberalización de los cambios
internacionales de bienes y servicios no garantiza una globalización equilibrada
de la innovación tecnológica.
Las grandes diferencias en cuanto al acceso a los distintos niveles de
enseñanza no constituyen un problema provocado por la integración acelerada
de las economías, ya que son anteriores; pero no abordar el problema supone
limitar de forma sustancial el posible impacto positivo de la innovación
tecnológica. Los datos del Banco Mundial, de UNESCO, del Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo y de otras instituciones insisten en destacar
las grandes diferencias en alfabetización (aunque siempre convenga retener la
precaución de valorar las anteriores culturas esencialmente no escritas), entre
sociedades, pero, el tiempo, la tendencia a la reducción de esas diferencias entre
los niveles más jóvenes de las poblaciones. El que el porcentaje de alfabetización
de jóvenes sea, en todas partes, superior al de adultos, es un dato esperanzador,
pero la equiparación de estos datos entre áreas geográficas es un proceso lento,
frente a la rapidez de la innovación tecnológica. La diferencia de ritmo hace que
no se puede, razonablemente, esperar que las diferencias de desarrollo técnico,
a escala mundial, se atenúen de forma sustancial en un plazo breve, a la vista de
las ventajas que la innovación tecnológica proporciona.
En segundo lugar, la globalización desencadena un proceso relacionado
con la localización ya que genera nuevos ámbitos de libertad para unos que,
para otros, sin embargo, suponen el sometimiento al espacio local propio y al
destino que tiene aparejado. La movilidad resulta un nuevo y principal factor
de estratificación social: hay grupos y personas que entran en el proceso de
globalización, en tanto que otras quedan limitadas a su entorno físico
inmediato. El problema no es solamente geográfico y social sino, también, un
problema de índole personal interno y, por lo tanto, de índole moral ya que el
espacio local pierde, de forma gradual, su capacidad para generar sentido o dar
p. 7
E. MADRAZO RIVAS, La Universalidad del conocimiento y el realismo moderato
significado a la persona, a favor de significados y valores producidos por
centros alejados o muy alejados del espacio propio. Sin embargo, las
condiciones de vida siguen estando ligadas a un lugar específico. Este contraste
puede conducir al desarraigo y puede ser causa de exclusión, generando
tendencias al neotribalismo (sobre todo, urbano) y al extremismo, vinculadas,
incluso, a ciertas formas de delincuencia.
III. Conclusiones.
La visión del hombre del siglo XXI y de este inicio del tercer milenio está
condicionada por procesos, vinculados en gran medida a ciertos desarrollos
técnicos y a sus usos, que abren enormes expectativas de avance material y
comunicativo, al tiempo que presentan notables riesgos a escala personal y
social. Si, por un lado, el mundo se encoge, mostrando de forma evidente que es
un único mundo, por otro lado, la posibilidad de ahondar las diferencias entre
las personas es más elevada por el efecto que la asimilación y el uso de la
técnica produce. En las relaciones interpersonales es algo evidente, pero más
evidente es, aún, en las relaciones intercolectivas, a escala global.
La acentuación de las diferencias se aparta, sustancialmente, del
principio de la universalidad de la creación e indica que el efecto del proceso
choca con el sentido de lo común al origen y la naturaleza del ser humano, base
de cualquier sentimiento y tendencia hacia la solidaridad, entendida como un
elemento básico del humanismo cristiano. Un orden humano que reduzca los
elementos que separan y, por ello, facilite la aproximación al “otro”, será un
orden alineado con la visión del humanismo cristiano. La cuestión no reside en
el rechazo del progreso material y del avance técnico sino en poner esa mejora
material y técnica al servicio del acercamiento interhumano y del hombre con la
creación y el Creador.
Un orden internacional, jurídico y no jurídico, es indispensable en un
mundo en que la proximidad real de las personas y las sociedades contraste con
la separación formal que las fronteras representan. Pero este orden
internacional no puede sino ser un reflejo del orden de lo creado en su
proyección temporal y geográfica concreta. En esencia, en cuanto orden jurídico
su objetivo principal es ordenar justa y efectivamente las relaciones de las
colectividades humanas hacia el bien jurídico de la convivencia pacífica que
permita a las personas alcanzar su plena realización. Esto supone la necesidad
de un compromiso por adaptar el derecho internacional a esa finalidad y
sostener su validez y su vigencia.
p. 8
Congresso Tomista Internazionale
En este planteamiento, la reflexión acerca de qué orden jurídico
internacional deberíamos desear y contribuir a desarrollar tiene una actualidad
creciente, como tiene una actualidad creciente la aplicación de la visión tomista
del ius gentium, en sí misma y en sus desarrollos posteriores, en especial, en los
iusnaturalistas de la Escuela de Salamanca. Sin esta aproximación la re-visión
del orden internacional adolecería del entronque suficiente con el ámbito de los
valores como para poder hacer frente a los efectos negativos que la aceleración
de ciertos procesos puede producir.
El ámbito educativo es uno de los instrumentos esenciales para
acompañar al derecho internacional, visto en una perspectiva del humanismo
cristiano, en la tarea de frenar los efectos negativos y potenciar los efectos
positivos de las tendencias que la Sociedad Internacional conoce en los
comienzos del tercer milenio. No sólo es necesaria una educación, orientada por
el humanismo cristiano, en el terreno de los medios técnicos, sobre todo en el
terreno de la educación, sino que considero que en necesaria una educación en
el universalismo que el orden jurídico internacional representa, entendido en la
perspectiva del iusnaturalismo de los fundadores y sus ascendientes
doctrinales.
Madrid, a 30 de junio de 2003
p. 9
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